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Opus Dei: Regnare Christum volumus
17/02/09 15:14
Venga a nosotros tu reino
AUTOR: GERVASIO
Obreros madrileños en la cúspide de las actividades
La segunda petición del padrenuestro es venga a nosotros tu reino. En latín:
adveniat regnum tuum. Son palabras de Jesucristo (Mateo, 9,10), cuando enseña a rezar a
sus discípulos. Los judíos esperaban del Mesías un reino terrenal, una liberación política,
su independencia como pueblo o algo en esta línea. Al preguntarle los fariseos cuándo
llegará el reino de los cielos, respondiéndoles les dijo:
—El reino de los cielos no vendrá aparatosamente. No se podrá decir: “está aquí”
o “está allí”. Dentro de vosotros es donde encontraréis el reino de los cielos (Lucas 17,
20-21)
Ante Pilatos Jesús se expresa así:
— Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores
habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no. Mi Reino no es de
aquí.
Pilatos le dijo:
— Con que ¿tú eres rey? Jesús le contestó:
— Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo
el que es de la verdad, escucha mi voz (Juan 18, 38-38).
Regnare Christum volumus! Es una jaculatoria muy del fundador del Opus Dei.
Dios y audacia! -"Regnare Christum volumus!", leemos en el punto 11 de Camino...
Aparece igualmente en la decretal de canonización de Sanjosemaría y en el lema del
escudo episcopal de Álvaro del Portillo, que en recuerdo del fundador adopta como mote
Regnare Christum volumus. En la misma línea se mueve la costumbre de recitar el salmo
II los martes. Se recita todos los martes— leemos en la literatura oficial—, antes o
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II los martes. Se recita todos los martes— leemos en la literatura oficial—, antes o
después de la oración de la mañana, después de invocar al Ángel Custodio, para que nos
ayude en la oración, y de besar el rosario, como muestra de amor a la Señora. Este día
se lleva el texto de la oración del Salmo II a la oración de la tarde. Es un salmo que tiene
un contenido particularmente rico: habla de la instauración del reino de Cristo, que es
nuestro mayor deseo —regnare Christum volumus!—, de la filiación divina, que está en
la base del espíritu de la Obra, que nos hace alter Christus, y nos lleva a reinar con El;
de nuestra misión apostólica que se extiende hasta los confines de la tierra; etc. Los
templarios, antes de entrar en combate, de pie y con las armas prestas, cara al enemigo,
junto a sus cabalgaduras, recitaban el Salmo II. Me dijeron que la costumbre de los
templarios no había inspirado la de la Obra. En el punto 301 de Camino se lee: Un
secreto. -Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. -Dios quiere un
puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. -Después... "pax Christi in regno
Christi" -la paz de Cristo en el reino de Cristo.
Pío XI en su encíclica Quas Primas, de 11-XII- 1925 —cuando el fundador
acababa de ordenarse— instituye la festividad de Cristo Rey, que se celebra el último
domingo de octubre, como cierre del año litúrgico. Es el papa que en 1929 celebra con
Mussolini los Pactos de Letrán, mediante los cuales, además de firmarse un concordato, se
resuelve la llamada cuestión romana, consistente en que los papas no terminaban de
aceptar la anexión de los Estados Pontificios a Italia. Pío XI animó a los católicos
italianos en las elecciones de marzo de 1929 a que votaran por Mussolini como un
hombre enviado a nosotros por la Providencia. Con los pactos de Letrán, Italia se
convierte en un Estado confesionalmente católico y se crea el minúsculo Estado de la
Ciudad del Vaticano.
Recuerdo oír a Sanjosemaría descalificar a Pío XI por la estipulación de los Pactos
de Letrán.
—Fue un acuerdo entre dos compinches, sin contar con nadie, comentaba.
El sentido del reproche —si no capté mal la idea, que también es posible— es que
Pío XI podía haber obtenido mucho más. Le hubiese gustado que, por respeto al papado,
la capital de Italia no se hubiese fijado en Roma, sino en Florencia. En cualquier caso Pío
XI (1922-1939) es el papa reinante durante la formación de Escrivá como clérigo. La
encíclica por la que se instaura la festividad de Cristo Rey viene precedida por la encíclica
Ubi arcano, de 23 de diciembre de 1922, sobre La Paz de Cristo en el Reino de Cristo,
cuando Escrivá todavía no era sacerdote. Tenía veinte años.
La encíclica Ubi Arcano muestra añoranza por aquellos papas medievales —tipo
Inocencio III— que mandaban en el concierto de esas naciones cristianas que hoy
llamamos Europa y antes se llamaba república cristiana. En ella leemos: Es que no hay
institución alguna humana que pueda imponer a todas las naciones un Código de leyes
comunes, acomodado a nuestros campos, como fue el que tuvo en la Edad Media aquella
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comunes, acomodado a nuestros campos, como fue el que tuvo en la Edad Media aquella
verdadera sociedad de naciones que era la familia de pueblos cristianos. En la cual,
aunque muchas veces era gravemente violado el Derecho, con todo, la santidad del
mismo Derecho permanecía siempre en vigor, como norma segura conforme a la cual
eran las naciones mismas juzgadas. Pero hay una institución divina que puede custodiar
la santidad Del derecho de gentes; institución que a todas las naciones se extiende y está
sobre las naciones todas, provista de la mayor autoridad y venerada por la plenitud del
magisterio: la Iglesia de Cristo; y ella es la única que se presenta con aptitud para tan
grande oficio, ya por el mandato divino, por su misma naturaleza y constitución, ya por
la majestad misma que le dan los siglos, que ni con las tempestades de la guerra quedó
maltrecha, antes con admiración de todos salió de ella más acreditada. Posteriormente
Pío XI apoyaría la democracia cristiana, tras la encíclica Quadragesimo anno de 1931.
A Sanjosemaría no le agradaba la idea de un partido político confesional; rechazaba
la idea de catolicismo oficial. Y lo decía de corazón. No le gustaba la confesionalidad
empezando por empresas tales como colegios mayores y casas de retiro espiritual —que
en el Opus Dei llevan nombres de árboles o de peñas; pero no de santos—, ni que se
notase en un numerario que fuese católico. Debía ocultar que iba a misa, escondiendo el
misal. Debía abstenerse de saludar a un sacerdote por la calle. Eran indicaciones de
entonces. El Colegio Mayor la Estila —construido por Fisac en Santiago de Compostela
— no tenía nombre de santo; pero se obligaba a los residentes a rezar el rosario. Algunos
se escondían hasta debajo de las camas y había que sacarlos de allí y arrastrarlos para que
a como diese lugar practicasen esta devoción mariana. Fuera del Opus Dei había y hay
colegios mayores con nombre de santo. En el colegio Mayor San X, el director estaba
indignado ante el encarecimiento de la factura de los desayunos. Los residentes de San X
introducían en sus habitaciones compañeras con las que practicaban actividades distintas
de las de rezar el rosario. El director del Colegio Mayor San X se quejaba sobre todo de
que la factura de desayunos se disparaba. En vez de pagar desayunos para los sesenta
residentes, había que pagar cien desayunos.
Ser católico y no parecerlo era la idea de Escrivá en aquellos años madrileños.
También entendía así la no confesionalidad del Estado. El Estado no debe ser confesional.
Pero debe imponer a todos la ética cristiana. Debe prohibir el divorcio vincular, rechazar
el matrimonio entre personas del mismo sexo, favorecer los intereses de la Iglesia, etc. No
hay que presumir de catolicismo, sino ocultar que se es católico imponiendo su moral y su
doctrina.
Tenía su propia idea de cómo habría de ser ese reinado de Cristo, en el que ocupaba
el modesto papel de borriquillo —¿verdad que era humilde?— sobre cuyos lomos
triunfaba Cristo. Pretendía un reinado de Cristo consistente en un poder terreno, no
confesional, pero —eso sí— puesto al servicio de la Iglesia y de las almas, de tal manera
que Cristo reinase en la sociedad y en las personas gracias al poder terreno de unos
gobernantes que no se declaraban católicos, pero que imponían la moral y la doctrina
católicas. En el punto 35 de Camino leemos: No me gusta tanto eufemismo: a la cobardía
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católicas. En el punto 35 de Camino leemos: No me gusta tanto eufemismo: a la cobardía
la llamáis prudencia. -Y vuestra "prudencia" es ocasión de que los enemigos de Dios,
vacío de ideas el cerebro, se den tono de sabios y escalen puestos que nunca debieran
escalar.
Lo de favorecer e incluso imponer la moral y la doctrina católicas desde posiciones
de poder no es idea suya personal, sino que está presente en la doctrina católica de su
época. Es lo que estudió en el seminario. Ese modo de entender el papel del Estado —
cuyo último representante fue el cardenal Ottaviani— fue abandonado con el concilio
Vaticano II y ya no está presente en el magisterio pontificio. Los libros de Ottaviani
pasaron a engrosar el baúl de los recuerdos. Y el pobre hasta pidió disculpas por lo que
escribió.
Recuerdo al fundador lamentando el fracaso de la Armada Invencible, que hubiese
impuesto por las armas el catolicismo en Inglaterra.
— ¡No entiendo los planes de Dios!, decía
En Camino reprocha al lector —se supone que católico— la situación en que nos
encontramos: los enemigos de la Iglesia, las malditas sociedades secretas, se han hecho
con los resortes del poder. Y se invita a emularlos. Caudillos!... Viriliza tu voluntad para
que Dios te haga caudillo. ¿No ves cómo proceden las malditas sociedades secretas?
Nunca han ganado a las masas. —En sus antros forman unos cuantos hombres-demonios
que se agitan y revuelven a las muchedumbres, alocándolas, para hacerlas ir tras ellos, al
precipicio de todos los desórdenes... y al infierno. -Ellos llevan una simiente maldecida.
Si tú quieres..., llevarás la Palabra de Dios, bendita mil y mil veces, que no puede faltar.
Si eres generoso..., si correspondes, con tu santificación personal, obtendrás la de los
demás: el reinado de Cristo: que "omnes cum Petro ad Jesum per Mariam. (Camino 833).
Característico de este modo de proceder es la manera en que Escrivá de Balaguer
abordó el apostolado de la opinión pública, que hasta tiene su propia sigla a.o.p.
Tenemos que envolver el mundo en papel impreso, decía. Y pretendía ese envolvimiento a
través de una serie de revistas como La Actualidad Española, La Table Ronde, Report —
un amable lector me facilitó el nombre de la revista americana cuyo nombre había
olvidado—, la Actualidad Económica y otras. Eran revistas creadas o compradas y
dirigidas y controladas por gentes del Opus Dei. Con tal motivo el fundador reunía a los
numerarios responsables de esas revistas en Roma —a convivencia de la a.o.p. llaman— y
les daba indicaciones, consejos y órdenes. Llegó un momento en que muchas de esas
obras comunes se hicieron deficitarias y se las liquidó. Aunque hayan desaparecido como
tales obras comunes, muestran el talante del fundador. Él desde Roma, dirigiendo un
a.o.p., que lógicamente aspiraba a dominar la opinión pública mundial, para instaurar el
reinado de Cristo. De la misma manera que fue enviando a diferentes países a hijos suyos
—así los llamaba— a abrir una casa para hacer desde allí proselitismo, de esa misma
manera fue promoviendo revistas en diversos países. La situación no dejaba de ser
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manera fue promoviendo revistas en diversos países. La situación no dejaba de ser
curiosa, porque había numerarios y supernumerarios trabajando en diarios, con puestos
importantes, como el de director. Esos diarios, sin embargo, no eran obras comunes y
apenas le interesaban. Una actividad en la que Sanjosemaría no pudiese mandar no le
interesaba, Al final las publicaciones que quedaron como obras comunes fueron las
claramente “católicas”, como Palabra o Mundo Cristiano.
François Gondrand en su biografía autorizada, Al paso de Dios, Cap. 10, Madrid,
1934, escribe que en 22 de junio de 1934, mientras estaba dando vueltas al futuro
desarrollo de la Obra, un pensamiento le vino a la cabeza: ¿No serían puramente
humanas —deseo de brillar, de ejercer una influencia personal sobre las almas— las
razones que le impulsaban a obrar? ¿No estaría engañando a quienes con tanta
confianza se acercaban a él? ¿Estaba obrando verdaderamente por puro Amor, sola y
exclusivamente por dar a Dios toda su gloria? Había sido un pensamiento rápido, pero
había durado lo suficiente como para poner en tela de juicio todo aquello en lo que, con
tanta energía, había trabajado durante años. Sin embargo, tenía conciencia de haberlo
hecho sólo por Dios. Pensar que hubiese podido obrar por otro motivo le resultaba
insoportable... Así, pues, como para arrancar al Señor una respuesta, fueran cuales
fuesen las consecuencias, exclamó inmediatamente con todas sus fuerzas:
— ¡Si la Obra no es para servir a la Iglesia, Señor, destrúyela!
Nada más formular esta petición, dispuesto ya a renunciar, con la muerte en el
alma, le invaden una paz y un gozo inmensos, cuya fuerza es por sí misma una respuesta.
Ha aprendido a reconocer, en este género de fenómenos, una señal inequívoca de la
presencia y el querer divinos.
Imagino que a Isabel la Católica, en su actitud guerrera para hacerse con el trono de
Castilla, la animaban nobles sentimientos de patriotismo, de amor a su pueblo y de
humildad. Es lo corriente. Todos sobresalimos en rectitud de intención, cuando deseamos
que nos toque la lotería —no es por mí; es por mi mujer y mis hijos— o ser famosos —
para que resplandezca la verdad— o guapos o marqueses o exhibir una esmeralda.
Sanjosemaría aspiraba a dirigir la opinión pública mundial; pero no en favor suyo o de sus
padres y hermanos —lejos de él el nepotismo—, sino en favor de Jesús. Le entraron
ciertas dudas. No deja de ser un detalle. Estoy seguro que no le hubiesen entrado esas
dudas, si el futuro del desarrollo de la Obra y del a.o.p. lo hubiese imaginado con menos
protagonismo —sin ser él el trono de gloria de Jesús en Jerusalén— y sin reunir los
numerarios de la a.o.p. para decirles lo que tenían que hacer.
Al fundador le interesaban los universitarios por ser la categoría de personas
destinadas a ser más influyentes en la sociedad. En el 3§1 de las Constituciones de 1950
se lee: El objetivo general de la finalidad del Instituto es la santificación de los miembros
por medio del ejercicio de los consejos evangélicos y por la observancia de estas
Constituciones. § 2 Pero lo específico ha de ser esforzarse con todo empeño en que la
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Constituciones. § 2 Pero lo específico ha de ser esforzarse con todo empeño en que la
clase que se llama intelectual y aquella que, o bien en razón de la sabiduría por la que
se distingue o bien por los cargos que ejerce, bien por la dignidad por la que se destaca,
es directora de la sociedad civil, se adhiera a los preceptos de Nuestro Señor Jesucristo y
los lleve a la práctica.
En la biografía autorizada de Salvador Bernal leemos: Lo que comenzó a enseñar a
estudiantes y obreros en Madrid contrastaba seriamente con el ambiente general de la
época. La verdad es que nunca supe —y me parece que moriré sin saberlo— quiénes
fueron esos obreros, que aparecen en las biografías autorizadas, en los comienzos
madrileños de la Obra.
Al Opus Dei pueden pertenecer obreros; pero esa posibilidad se abre más tarde, con
la figura de los agregados. En el Reglamento del Opus Dei de 14-II-1941 los agregados
no son mencionados como una categoría de socios. En las Constituciones de 1950 ya
están presentes y bien definidos con el nombre de oblatos. Paco Navarro fue el primero.
Pidió la admisión en 30 de abril de 1950. Tenía 27 años. Había estudiado contabilidad —
la llamada carrera de comercio— y fue administrativo de un Banco. Según Nachof, en El
pitaje del primer agregado, llegó a ser secretario general del Banco Latino y
posteriormente se integró en Rumasa. Rafael Poveda pidió la admisión el 8 de diciembre
de 1950, a los 32 años de edad. Trabajaba como administrativo en la Comisión de
Abastos. Ninguno de los dos era obrero. Ninguno de los dos tenía carrera universitaria.
Miembros oblatos —leemos en las Constituciones de 1950— pueden ser nombrados en la
propias secciones, a juicio del superior, aquellos hombres o mujeres que, aunque tal vez
no reúnen todos los requisitos que para los miembros en sentido estricto (los numerarios)
se exige en estas constituciones, sin embargo siendo solteros y libres o liberados de todo
vínculo, quieren de una manera sólida y animosa consagrar plenamente su vida entera al
Señor y a las almas a la manera de los Numerarios, movidos a ello por divina vocación.
Cuenta Lázaro Linares en Un relato de mi vida en el Opus Dei —de donde tomé lo
anteriores datos— que Paco Navarro, que militaba en la Acción Católica, en 1943, tuvo
noticia por la prensa de la ordenación de los tres primeros sacerdotes numerarios: del
Portillo, Múzquiz y Guernica. Le interesó lo que de ellos leyó, especialmente porque los
tres eran ingenieros. Le costó bastantes indagaciones dar con esos sacerdotes del Opus
Dei; pero finalmente, en 1948, se personó en Diego de León 14, para hablar con José Luis
Múzquiz. Pero no estaba disponible. Lo atendió Amadeo de Fuenmayor, que lógicamente
le dio a conocer lo que era el Opus Dei, que le atrajo mucho. Pero no pitó como agregado
hasta abril de 1950. ¿Por qué tardó tanto? A mi modo de ver, porque hubo que forjar una
nueva categoría de miembro: la de agregado. Apareció como un desdoblamiento de la
figura del supernumerario: el supernumerario interno. De esa época son también los
primeros supernumerarios a secas. Paco no podía ser numerario por no ser intelectual.
Pero tampoco se sentía inclinado al matrimonio, sino al celibato apostólico como los
numerarios. En una biografía muy breve de Tomás Alvira, escrita por José Miguel Cejas,
leemos: Por lo que se refiere a su vida cristiana, desde que conoció a san Josemaría,
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leemos: Por lo que se refiere a su vida cristiana, desde que conoció a san Josemaría,
Alvira vivía con plenitud el espíritu del Opus Dei; pero no podía formar parte de la Obra
todavía desde el punto de vista jurídico. En 1948, la Santa Sede encontró la solución
canónica que posibilitaba la incorporación de personas casadas al Opus Dei, y Alvira
entró a formar parte de esta realidad eclesial también desde el punto de vista jurídico,
porque desde el espiritual —hay que subrayarlo— había vivido conforme a su carisma
desde 1937; desde aquella conversación inolvidable con el fundador por la calle de
Menéndez Pelayo.
Tengo la impresión de que los tales obreros del comienzo de la Obra no existen.
Pero como en el momento de redactarse las biografías el fundador había sido acusado de
elitismo y desinterés por la clase obrera, se le asigna apostolado con obreros en los
comienzos madrileños, cara a la galería y en obsequio a lo políticamente correcto. Esos
obreros carecen de nombres, de apellidos o de cualquier coordenada. Como escribía EBE
recientemente, en el OD se nos enseñaba a mentir un poquito. Pues en definitiva no se
trataba de hacer el mal sino el bien, por lo cual, qué problema había con mentir un
poquito si la intención no sólo no era mala sino sublime. La colaboración de la que
extraigo estas palabras se titula: ¿Por qué el Opus Dei produce tanto daño? De acuerdo;
pero todavía me asombra más ¿por qué el Opus Dei produce tanta mentira? Resultan
ingenuas en muchos casos. ¿Por qué inventarse una historia idealizada de los comienzos
de la Obra y de su fundador?
El elitismo del fundador se manifiesta, entre otras cosas, en los consejos ascéticos
que proporciona. No sirven para un obrero. El punto 277 de Camino habla, como ejemplo
de perseverancia en el trabajo, de alguien cuyo trabajo consiste en mirar por un
microscopio. Para hacer media hora de oración durante el trabajo aconsejaba:
—Das orden a la secretaria diciéndole que durante media hora no te pase ninguna
llamada.
También proporcionaba criterios de pobreza para viajar en avión, cuando el avión
era un medio de trasporte no accesible a obreros.
El diálogo de Jesús con Pilatos que transcribí antes termina así:
— Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo
el que es de la verdad, escucha mi voz (Juan 18, 38-38).
No tengo la pretensión de entender mejor que nadie ese venga a nosotros tu reino;
pero eso de Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la
verdad, escucha mi voz me llena. Esa ansia de verdad no queda satisfecha dentro del Opus
Dei.
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El fundador creció en un clima inquietud por el Reino de Cristo, propiciado por el
papa reinante y por las circunstancias políticas, bélicas y sociales de la época, que lo
lleva a una fundación en la que una clase intelectual y directora de la sociedad civil ha de
llevar a cabo el reinado de Cristo. Cuando el fundador venía a España hacía que Alberto
Ullastres y Laureano López Rodó —dos numerarios ministros de Franco— fuesen a
recibirlo en el momento de pisar suelo español. ¿Sería porque ya se estaba realizando el
reinado de Cristo sobre la tierra? Desde luego hay que descartar, dada su humildad, que
fuese para darse importancia. Probablemente, era para comprobar si Ullastres y López
Rodó habían o no escalado puestos que nunca debieran escalar.
— Y ¿cómo se atreve vuecencia a hablar así de un santo de la Iglesia católica,
Sanjosemaría, y de una institución de la Iglesia católica —nada menos que una prelatura
personal— que como es la única que existe se encuentra en peligro de extinción?
Siempre que me hacen esa observación me acuerdo de San Bernardo, fundador de
los cistercienses. Fue un hombre de mucho arrastre, impulsor de la segunda cruzada y
apreciado por la Santa Sede. Sobresalió por su amor a la Virgen. Pero entre sus sermones
se encuentra uno expresamente dedicado a sostener que la Virgen María no fue concebida
sin pecado original. La Virgen no quiere adornarse con falsos honores, predicaba. Pues
bien, pese a eso fue declarado no sólo santo, sino doctor de la Iglesia. Y es que los santos
se equivocan y también los papas, a no ser que hablen ex cathedra. Sanjosemaría no tenía
la infalibily. Era un hombre de su tiempo con inquietudes y soluciones propias de su
tiempo. Y de talante excesivamente mesiánico.
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