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Crisis del Protestantismo Costarricense Actual Plutarco Bonilla A. Plutarco Bonilla A. Crisis del Protestantismo Costarricense Actual Artículo publicado en el julio de 1987 Revista Pastoralia nº 18 – Año 9 – Páginas 65 a 128 CRISIS DEL PROTESTANTISMO COSTARRICENSE ACTUAL Plutarco Bonilla A. 0. Introducción En perspectiva histórica, el protestantismo es un fenómeno reciente en la región centroamericana. No fue sino hasta hace pocos años – en 1982 – cuando la Iglesia Presbiteriana de Guatemala – y, con ella, el protestantismo guatemalteco – celebró el primer centenario de su existencia en aquel país. En los otros países de la zona, la presencia evangélica es casi igualmente joven. Según la información suministrada en la World Christian Encyclopedia, 1 en Costa Rica, la Misión Centroamericana inicia labor misionera permanente en 1891; a El Salvador, la misma Misión envía obreros en 1896, y a Honduras, el mismo año. En Nicaragua, los moravos de Alemania se establecen en 1849, y la Misión Centroamericana entra en 1900. En Belice, los metodistas británicos comienzan trabajo misionero en 1825; y, en 1904, el Ejército de Salvación en Panamá. Respecto de la presencia protestante en estos países, las fechas que acabamos de indicar no dejan de ser relativas. Muy relativas, en algunos casos. Por ejemplo, la misma enciclopedia de la que tomamos la anterior información indica que se puede trazar la presencia del metodismo en Honduras desde 1860, y que ya en 1882, el Sínodo Metodista de Jamaica enviaba misioneros a Panamá. En Costa Rica se construye el primer templo interdenominacional en 1865. Esto indica que si hubo una presencia protestante anterior a las fechas antes señaladas, pero, en términos generales, correspondía esencialmente al protestantismo de inmigración, sujeto a leyes muy particulares. 2 Cuando se inicia el establecimiento del protestantismo en los diferentes países que constituyen el Istmo centroamericano, con carácter permanente y con miras a la formación de comunidades de fe (iglesias o congregaciones locales) compuestas por “nacionales”, la obra se realiza fundamentalmente por medio de las así llamadas “misiones de fe”. En los datos que hemos ofrecido en los párrafos anteriores, destaca el trabajo pionero de la Misión Centroamericana. La Misión Latinoamericana jugó también un papel muy importante en la región a partir de la segunda década de nuestro siglo. Junto a ellas, las iglesias históricas entraron muy pronto en la arena del trabajo misionero. En fecha posterior hicieron aparición en la zona las iglesias pentecostales, y, más recientemente, una multitud de grupos sin nexos con las denominaciones ya establecidas. 3 No podemos detenernos aquí en el análisis histórico del desarrollo del protestantismo centroamericano, pero quisiéramos destacar algunos datos fundamentales, necesarios para comprender ese desarrollo y hasta ciertas contradicciones históricas. –2– (I) Las misiones de fe que comenzaron la obra evangélica en Centroamérica se caracterizaron por ser instituciones muy conservadoras en sus postulados teológicos, identificadas con el fundamentalismo norteamericano. 4 ( II ) Las denominaciones históricas se desarrollaron – por diversas razones – también en un marco de conservatismo teológico. 5 ( III ) Tanto las denominaciones históricas como las misiones de fe mostraron, desde el comienzo de su trabajo en la región, un vivo interés en realizar obra de carácter social. 6 Sin embargo, parece que no hubo ningún intento de articular la preocupación social en los esquemas teológicos fundamentales, por lo que aquella se concibe, en última instancia, como un apéndice (que podía, por tanto, extirparse sin mayores consecuencias) o como un medio (¿carnada?) para la evangelización. El interés por los problemas sociales se limitaba a las manifestaciones inmediatas de aquellos (salud, educación, etc.), sin analizar a fondo las raíces sociales y políticas de esos problemas y sin desarrollar una comprensión estructural (nacional e internacional) de la problemática situación del país y de la región. ( IV ) No hubo, en términos generales, crítica política. 7 Mención aparte se merecen, parcialmente, los fundadores de la Misión Latinoamericana, quienes, sin abandonar, sus postulados teológicos, con gran valentía se atreven a criticar la política internacional de los Estados Unidos en relación con el Canal de Panamá y con el apoyo al viejo Somoza.8 Debe señalarse, no obstante, que tal critica se hace siempre en el marco de una concepción política liberal (típica del ambiente general predominante que sirve de contexto a los comienzos del protestantismo en América Latina). ( V ) Hubo un campo en el que si se marcó con más claridad la diferencia entre las misiones de fe y las denominaciones históricas. Aquellas habían nacido en los E.U.A. como consecuencia de los avivamientos evangélicos y evangelísticos que experimentó el protestantismo de ese país. Su raíz era conservadora; su espíritu era, también, antiecuménico. Las denominaciones históricas, al contrario, estaban, en su mayoría, en el centro del movimiento ecuménico, en sus distintas manifestaciones a comienzos del siglo. Puede decirse que, con pocas variantes, el cuadro ha permanecido casi inalterado hasta nuestros días. 9 ( VI ) El protestantismo, sin distingos, se caracterizó desde sus comienzos por un acentuado espíritu evangelizador. Como es natural, este acento era más fuerte en unos grupos que en otros, pero puede decirse, sin temor a equivocaciones, que era general. ( VII ) También fue general, y en distinto grado, el espíritu anticatólico-romano de la obra misionera protestante en sus comienzos. Hay, por supuesto, otros factores comunes que caracterizaron el establecimiento de las iglesias evangélicas en la zona centroamericana (como, por ejemplo, el énfasis en la moralidad, o el individualismo en la soteriología), pero basten, al presente, los anteriores, pues deberemos mencionar algunos de estos otros en otras secciones de este artículo. En las páginas que siguen pretendemos hacer una caracterización general de la crisis del protestantismo costarricense actual. Estamos seguros de que mucho de lo que aquí decimos es aplicable también al cristianismo evangélico de los otros países –3– centroamericanos. Aclaramos que muchas apreciaciones son resultado de nuestra propia experiencia, y no conclusiones de investigaciones científicas... que habrá que realizar en algún momento, preferiblemente por un equipo de investigadores y con el patrocinio de alguna institución especializada en esos menesteres. Para las referencias al protestantismo centroamericano en general o a países específicos de la región, aparte de Costa Rica, estamos en deuda con el Lic. Arturo Piedra, profesor de historia de la iglesia en el Seminario Bíblico Latinoamericano (San José, Costa Rica). En todos esos casos, como en otros igualmente pertinentes, hacemos oportuna indicación de esa deuda por medio de notas bibliográficas al calce. 1. Diversidad... ¿y unidad? El protestantismo está destinado, en virtud de los propios principios que le dieron origen, a mostrar una diversidad sin limites. Si a ello se le añade el ingrediente de una de sus doctrinas básicas, aceptada y acentuada por la inmensa mayoría de las iglesias que lo componen, es a saber, la de la “naturaleza caída” del ser humano, podríamos afirmar también que el protestantismo está condenado a vivir en una continua experiencia de división.10 Rivalidades entre iglesias establecidas, por ejemplo, no son necesariamente la excepción. Secesión por un quítame allá esas pajas, tampoco. América Central y, en ella, Costa Rica son parte de ese cuadro general. Ya indicamos que la obra protestante en Costa Rica se inicia como obra misionera – y no solo como servicio de "sobrevivencia" a los protestantes extranjeros que vivían en nuestro suelo – en 1891, por medio de la Misión Centroamericana. Cuando en 1917 la Iglesia Metodista decide establecerse también en nuestro país, la Misión referida se opuso tenazmente, en la persona de su misionero en San José, como si se tratase de competencia desleal o indeseable.11 Este ejemplo, de principios de siglo, muestra que la obra misionera no solo nos trajo la proclamación del evangelio y de los beneficios de este (obnubilada y hasta negada esa proclamación en una iglesia oficial cerrada y tradicionalmente identificada con el poder establecido), sino también las divisiones, propias del protestantismo en el país de donde procedía. Desgraciadamente, aprendimos muy bien la lección. Es un principio general que grupos que se consideran mutuamente indiferentes, y hasta antagónicos, pueden acceder a cierto grado de colaboración cuando se enfrentan a un enemigo común o a un común reto.12 Algo de eso sucedió en Costa Rica a raíz de la guerra civil de 1948. Cuando se establece la Constituyente, los protestantes querían: (a) que, de ser posible, se eliminara la confesionalidad del Estado, o (b) que, de no ser eso posible, se garantizara en la nueva Constitución la libertad de culto y de actividades religiosas de iglesias distintas de la católica. Para lograrlo se formó un comité, y por la positiva experiencia que esa ocasión ofreció, se creó posteriormente la Alianza Evangélica Costarricense (A.E.C.). 13 Dicha Alianza estaba compuesta por una significativa mayoría de las iglesias e instituciones protestantes de nuestro país y fue símbolo, por muchos años, de una cierta –4– unidad de ese sector religioso. Siempre hubo iglesias que nunca quisieron, ni han querido, afiliarse a la A.E.C. (como, por ejemplo, los bautistas conocidos como “del Sur”). Sin embargo, algunas iglesias de significativo número de miembros se desafiliaron.14 Y en fechas más recientes se establecieron en el país un gran número de denominaciones independientes que se han mantenido al margen de la Alianza. 15 El panorama actual resulta complejo. Está, por un lado, la Federación A.E.C., dominada por iglesias pentecostales de diversa naturaleza y por grupos pentecostalizados. Tenemos, también, la Confraternidad de pastores (que se reúne todos los lunes en el Templo Bíblico, de la Asociación de Iglesias Bíblicas Costarricenses), y que es, en espíritu, totalmente pentecostal, aunque no lo sea institucionalmente. Existen, además, instituciones de limitado “ecumenismo” protestante conservador creadas con fines más específicos, como los siguientes:16 Intercesores, Asociación de Evangelistas, Federación Misionera Evangélica Costarricense y Fundación de Ministerios transculturales. Un nuevo factor – al que prestaremos atención más adelante en este artículo – ha hecho presencia para complicar aún más el panorama: la politización de las iglesias evangélicas. Es nuestra opinión – como ya hemos tenido ocasión de afirmar desde las páginas de Pastoralia – que la fe recurre, necesariamente, en su expresión, a la mediación ideológica, ya sea esta una mediación reflexivamente asumida o inconscientemente aceptada. Hemos dicho, también, que no puede reducirse la fe a la ideología, pues se caería en la reducción de la religión a sociología. No vamos a abundar más en estos aspectos. Pero sí queremos destacar lo siguiente: La teología latinoamericana de la liberación – y, antes de ella, sus antecesores inmediatos en nuestro Continente, representados sobre todo por ciertos grupos paraeclesiales – ha traído al primer plano, entre otros elementos, lo que podemos denominar, en términos muy amplios, las dimensiones sociales y políticas del evangelio. 17 No se trata de apéndices, indoloramente extirpables, sino de asuntos esenciales. Quedará para otra ocasión el juicio axiológico, a este respecto, de las varias tendencias de los varios matices que se dan al interior de la dicha teología. Nos interesa aquí destacar algunos hechos fundamentales: (I) La oposición que surge dentro del protestantismo contra la teología de la liberación – oposición muchas veces visceral, carente de toda racionalidad, excepto de la racionalidad de la sinrazón – pone de manifiesto una realidad latente: la identidad ideológica de los grupas evangélicos que se han vanagloriado, “desde siempre”, de ser apolíticos. ( II ) Para muchos de esos grupos, predicar el evangelio es predicar el anticomunismo e, indirectamente, el "capitalismo democrático”, aunque no se usen esos términos; ( III ) Se acusa casi de herejes a quienes usan ciertas expresiones y categorías bíblicas porque se piensa que quienes así hacen “distorsionan y manipulan el texto bíblico”. (Por supuesto, los acusadores no cometen ese error.) 18 –5– La gravedad de lo que acabamos de afirmar se revela no en las acusaciones mismas en tanto que se mantienen solo como criticas teóricas, sino en las acciones concretas que con base en ellas ya se han tomado contra personas e instituciones. En párrafos siguientes de este artículo mencionamos algunos de esos casos, que hemos recogido en un breve escrito aún inédito (y que hemos titulado provisionalmente, "La inquisición se establece. . . en las iglesias evangélicas de Costa Rica”). Hay un aspecto que debe destacarse: Puesto que, a pesar de lo que está sucediendo, muchos evangélicos y grupos evangélicos continúan insistiendo en su apoliticidad y se sitúan “más allá” de toda ideología, el recurso natural en toda la actividad acusatoria a la que nos referimos consiste en enmascararla de acusación teológica. Aun con el peligro de convertirnos en jueces, nos atrevemos a sostener que en muchos casos ha habido falta de honestidad intelectual para llamar las cosas por su nombre y para reconocer que se toman decisiones o se hacen acusaciones en virtud de las posiciones políticas e ideológicas que se asumen. Quizá lo que ha habido también es falta de valor para decirla, pues resulta casi increíble que quienes así han actuado no se hayan percatado de sus propias posiciones a este respecto. Tomemos el ejemplo de la A.E.C. Por una acusación planteada ante ese organismo por el Instituto Internacional de Evangelización a Fondo, se crea una comisión para investigar al Seminario Bíblico Latinoamericano. La A.E.C, declara que el trabajo de dicha comisión y los documentos y declaraciones que constituyen el legajo correspondiente son secretos, y no se le permite el acceso a ellos a la institución acusada. (¡Cómo recuerda eso las técnicas utilizadas por la inquisición!) En la Asamblea en la que se presenta el informe final de la comisión, la única acusación que se mantiene es que en las enseñanzas del Seminario Bíblico hay fuertes indicios de teología de la liberación. Más aún, en una parte del informe – parte que no podemos menos que calificar de ejemplo de estolidez – se pretende dividir porcentualmente la producción académica de aquella institución (i.e., los trabajos escritos de profesores y estudiantes, incluidas las tesinas y tesis de grado) para indicar que “x” por ciento apoya la teología de la liberación, y “x” por ciento es ortodoxo, y “z” por ciento es "otros". (No podemos indicar aquí los porcentajes precisos que se dieron, porque el informe se leyó una sola vez y no se distribuyó entre los miembros de la Asamblea.) Cuando el Seminario solicitó encarecidamente que se especificara en detalle de cuáles doctrinas de la teología de la liberación se le acusaba, tanto la referida comisión coma la Junta Directiva de la A.E.C. se negaron, olímpica y prepotentemente, a dar explicaciones. Y para colmo de males, cuando unos miembros de la Asamblea pidieron que les dieran más tiempo para estudiar el asunto por cuanto no sabían nada de la teología de la liberación, los directivos no les prestaron atención, siguieron con el proceso y pusieron a votación una moción para que el Seminario Bíblico Latinoamericano fuera suspendido en su calidad de miembro de la A.E.C. La moción fue aprobada. . . y un año después, en la Asamblea de 1985, el Seminario fue expulsado. Dadas las muchas irregularidades que enturbiaron el proceso, 19 ante los tribunales de justicia de nuestro país se dirime ahora el asunto. Quien esto escribe fue testigo de lo que ocurrió en la Asamblea de 1984. Al conocer todo el procedimiento que se siguió para tomar estas decisiones, al conocer a algunas personas que tenían en sus manos poder de decisión – y que por su relación anterior con el Seminario o por su propia formación estaban moralmente inhabilitadas para emitir juicio sobre la teología de la liberación – y al conocer otras acusaciones que no aparecieron en público, resulta evidente que la decisión que se tomó contra el Seminario Bíblico no se fundamentaba en razones teológicas, bíblicas o éticas. –6– Eran, simple y llanamente, razones ideológicas. Lo triste de todo el caso es que no hayan encontrado valor para reconocerlo así. Este caso, que tiene que ver con relaciones interinstitucionales, se ha repetido de muy variadas formas en las relaciones de una denominación o una iglesia local con alguno o algunos de sus miembros. Lo anterior, que puede documentarse exhaustivamente, revela que existe en la actualidad una gran polarización en el seno del protestantismo costarricense. Como tendremos ocasión de señalar, esa polarización ha venido exacerbada por influencias foráneas, que tratan de convertirse en la máxima autoridad en asuntos eclesiológicos (y hasta eclesiásticos), y en temas de política internacional. Hoy por hoy, confesémoslo ante Dios, el protestantismo costarricense se caracteriza por su gran diversidad y por su falta de unidad. Y esta falta de unidad ha sido provocada, fundamentalmente, por la diversa respuesta (ideológica) que se da frente a la realidad costarricense y, de manera más influyente todavía, centroamericana. El Lic. Arturo Piedra destaca que “la realidad política de los países centroamericanos es tan diversa de una nación a otra que hace que la expresión práctica del protestantismo no sea del todo homogénea”. 20 No es este el lugar para hacer un diagnóstico de la presente hora política en nuestra región. Baste decir que “en Guatemala y El Salvador se da una situación muy especial que está marcada. . . por la confrontación bélica entre los gobiernos y los sectores del pueblo que propugnan cambios estructurales en la sociedad. . . Honduras. . . es un territorio ocupado por dos ejércitos además del hondureño: los rebeldes antisandinistas y el ejército norteamericano. . . .Costa Rica. . . funciona como un verdadero centro de operaciones del ala más conservadora del protestantismo centroamericano".21 Nicaragua sufre un destrozo continuo provocado por el ataque sostenido de una nación ultrapoderosa, por una intensa campaña internacional (de mucho éxito en ciertos países de Centroamérica), y por errores del propio régimen. “Es impresionante la forma relativamente madura y positiva como un gran sector del protestantismo nicaragüense ha sabido responder a los desafíos de la revolución”, sostiene el Lic. Piedra, pero añade: “Por otra parte, sobresale la presencia de miles de protestantes – moravos – que se trasladaron a Honduras en calidad de refugiados”. 22 El protestantismo panameño vive al margen de la conflictividad regional, y es, también muy conservador. 2. Crisis actual del protestantismo costarricense: Del evangelio a la ideología 2.1 Orígenes del protestantismo costarricense y sus repercusiones futuras Como ya indicamos en la introducción, la iglesia evangélica costarricense nace como resultado del imperativo misionero-evangelístico que habían sentido, en los E.U.A., misiones de fe e iglesias históricas. La responsabilidad básica y primaria fue la proclamación del evangelio y, como consecuencia natural y esperada, el establecimiento de iglesias locales. Este simple hecho es, concomitantemente, de suma importancia, porque define, de entrada, el evangelio de esa evangelización. En efecto, corresponde a la visión limitada del fundamentalismo estadounidense, de cuyo seno procedieron los primeros misioneros (y siguieron proviniendo, con excepciones, por años y décadas). Tal evangelio se caracterizó por su énfasis casi exclusivamente soteriológico. Es más, el aspecto salvífico se entendía en categorías escatológicas futuristas y, por ende, –7– referido al “más allá” (donde quedaba confinado el concepto de “vida eterna”). Secuela lógica fue también el reduccionismo individualista, y el desprecio del mundo, (por lo que todo lo referido a él se cataloga de “mundanal”) y de las realidades socio-políticas de la comunidad costarricense. La Iglesia Metodista – que ya tenia en los E.U.A. su identidad propia y su propia comprensión de la misión de la iglesia – intenta romper con ese esquema, pero sin lograrlo. Su trabajo social se inscribe dentro del concepto de “servicio social”, y estuvo dirigido a la solución de problemas particulares inmediatos, sin articularlo dentro de una visión globalizante. El Dr. Nelson afirma que “el metodismo siempre ha hecho énfasis en las implicaciones sociales del evangelio y el metodismo costarricense no era una excepción a la regla. En la primera Conferencia se nombraron Comités de ‘Servicio Social’ y de ‘Temperancia' . A través de muchos años los metodistas desempeñaron el papel más importante en la promoción de la temperancia en Costa Rica”.23 2.2 La teología que sirve de fundamento a tal evangelización tiene también sus características propias, que señalamos esquemáticamente a continuación: 2.2.1 El énfasis fundamental está más en el concepto que en la acción. Se define de antemano lo que se considera como “opinión correcta” (la ortodoxia), y luego se mira con sospecha cualquier idea que parezca desviarse de ella. En particular las misiones de fe que arribaron a nuestras playas se caracterizaron por tener bien definidas sus “declaraciones de fe”: compendios súpercondensados de doctrinas consideradas fundamentales que tenían que ser aceptadas por los miembros de esas misiones y conforme a las cuales se establecieron las nuevas iglesias locales. Tales declaraciones doctrinales incluían aun aspectos que eran el resultado de las discusiones y tensiones teológicas que se dieron en el protestantismo norteamericano, como, por ejemplo, lo relativo a la segunda venida de Cristo y al milenio.24 Como resultado de ello, importaba mucho la formulación abstracta del contenido de la fe. 2.2.2 Otro aspecto de lo que llevamos dicho podría señalarse: excepto casi por la referencia al hecho de que Jesús fue un personaje histórico, hay una especie de des-historización de la experiencia de fe. La introversión de la experiencia religiosa roba a esta de su riqueza histórica y biográfica, porque lo personal se confunde con lo individual, intimista y espiritualizado. Por tanto, la realidad histórica, expresada por la interacción de fuerzas humanas y naturales en el plano espacio-temporal, pierde su valor, es pasajera y, por ende, secundaria, sin “mayor” significado. La obra social se verá básicamente en esa perspectiva. Lo histórico en la Biblia (que constituye su mayor parte) se interpretará como símbolo de realidades espirituales, que llegarán a ser las verdaderamente importantes. 2.2.3 La secuela natural será la consideración de la teología como una realidad “neutra” desde el punto de vista ideológico. Es decir, se pretenderá que la ideología no juega ningún papel significativo en la interpretación del mensaje bíblico ni en su formulación teológica. Dada esta apoliticidad del evangelio, el cristiano se ve también cohibido para participar en la vida política, y, en el caso de que lo haga, no lo hará qua cristiano, sino como ciudadano. Por supuesto, lo hará como ciudadano cristiano, pero entonces lo “cristiano” se torna adjetival (lo cual no quiere decir que no sea importante). –8– 2.3 Desarrollo 2.3.1 Un aspecto importante de las características teológicas de los orígenes de nuestro protestantismo ha sido la identificación teórica entre la inalterabilidad del evangelio (hapax: una vez y para siempre), y la inalterabilidad de las expresiones culturales de ese mismo y único evangelio. En lo que él llamó “Apuntes para una ponencia sobre métodos de evangelización”, el Sr. Carlos Denyer, de gratísima memoria, escribió en abril de 1948 lo siguiente, al explicar la falta de sensibilidad cultural que mostraba la iglesia en la tarea evangelística: . . .Comenzamos como un culto formal, cantando algunos himnos. Ahora, el inconverso no conoce los himnos. . . [y] muchas veces le hacen sentirse fuera de sitio. También el canto a veces provoca la persecución de cierto sector del público, y en tal caso es posible que el amigo inconverso no vuelva a las reuniones; pero ni por esto lo omitimos. Luego oramos en una forma que para él es extraña. Leemos la Biblia; y sabiendo que le es un libro desconocido, no se lo explicamos sino que leemos todo el pasaje de corrido. 25 Cierto, don Carlos Denyer se refería fundamentalmente a cuestiones metodológicas. Sin embargo, aun limitada su critica a esa esfera, se detectan en ella los aspectos que antes apuntamos. 2.3.2 Hay aquí un problema de comprensión teológica, no sólo en cuanto a qué es el evangelio sino también en cuanto a qué es el pecado. Solemos decir – y hay en ello mucha verdad – que el problema esencial del ser humano es el pecado. Pero, suele ser este un concepto abstracto. . . y Dios no condena a nadie por abstracciones. El pecado tiene también nombres y apellidos; es decir, el pecado tiene también muchas formas de manifestarse históricamente, ya sea en la persona individual o en la sociedad. Y usa muchas máscaras. Igual sucede con el evangelio (¡pero sin lo de las máscaras... aunque algunos traten de enmascararlo!). O sea, que frente a problemas nuevos o nuevas manifestaciones de problemas antiguos, el evangelio se revela también como nuevo (no como “otro”), pues no se trata de ninguna varita mágica ni de ningún producto que pueda enlatarse para exportación. Por tanto, su carácter único e irrepetible – como irrepetible y único es el hecho de la muerte y resurrección de Jesús, nuestro Señor – manifiesta la profundidad de su significado y de su poder en su multiforme expresión en la historia, en tiempos, lugares y circunstancias muy disímiles. El rechazo de lo que llevamos dicho explica, en nuestro contexto protestante costarricense (y latinoamericano en general), el hecho de que cuando una institución o una persona intentan buscar esas nuevas formas en que se manifiesta el insondable poder y la vitalidad del evangelio, son casi de inmediato tildadas de heterodoxas, y se les aplican adjetivos que tienen que ver con aquello que – en el momento – está en la mira de los cazadores de brujas o de los nuevos inquisidores. Tomemos un ejemplo: Cuando el Seminario Bíblico Latinoamericano se mantenía fiel a lo que en otras latitudes se consideraba desarrollo ortodoxo del movimiento evangélico conservador (”evangelicalism” en los E.U.A.), esa institución de educación teológica fue sucesivamente catalogada como “liberal”, “neoortodoxa”, “catolizante” (o, –9– para hacerlo más peyorativo, “romanizante”), “ecumenista”, “politizada”, etc. No hace falta añadir ningún nuevo comentario a las acusaciones más contemporáneas, sobre todo cuando algunos de sus profesores se han identificado como teólogos de la liberación (¡y bastaría que uno solo lo hiciera para que el sambenito – este o cualquier otro – se lo pusieran a toda la institución!). Como hoy, ayer tampoco se hacia el más mínimo esfuerzo por buscar un diálogo serio, responsable y de altura, con miras a aclarar posiciones y, sobre todo, a evitar acusaciones que se volvían calumniosas. La acusación fundamental era siempre la misma: se han apartado de la verdad del evangelio. (Por supuesto, en todos estos casos, ayer y hoy, el acusador es quien determina, ex cathedra, cuál es la “verdad del evangelio”). Y esa sigue siendo la acusación, agravada por lo que decimos de seguido. 2.3.3 El problema de la asunción reflexiva (consciente) o franca de valores ideológicos es un Factor de suma importancia en el protestantismo costarricense de nuestros días (aunque, es obvio, no se limita a él). Ya nos hemos referido de paso a este asunto. Queremos incluir algunas reflexiones adicionales acerca de hechos que han ocurrido en nuestro medio. No hay, por supuesto, nada malo en tomar, abierta y conscientemente, posiciones políticas e ideológicas definidas. Es más, creemos que es responsabilidad de cada persona – y de cada cristiano, con mucha mayor razón – actuar así. Cada cristiano tendrá que dar cuenta ante el tribunal de su conciencia y ante Dios por lo que a este respecto haya hecho... o dejado de hacer. El amor de Dios – o el amor a Dios – no está condicionado por las posiciones ideológicas con las que nos hayamos identificado. Con esto no queremos decir que, en lo que a las relaciones sociales concierne, es “indiferente” si uno se identifica con esta o con aquella ideología. No todas las ideologías son iguales ni de igual manera valorables. Pero se puede estar sinceramente equivocados. Podemos estar sinceramente equivocados. Creer que hay que excluir al “otro” de la comunión fraterna por la sencilla razón de que no concuerda con uno (o con la mayoría del grupo) en puntos de vista ideológicos es, de nuevo, volver a asumir actitudes inquisitoriales.. Ello implica aceptar que sólo los que poseen la verdad (definida esta... ¿por quién? ¿Por el sector dominante?) tienen derecho a participar de la comunión cristiana. Esta es sumamente grave cuando esa “verdad” no está referida a lo que algunos llaman “el corazón del evangelio” sino a la actividad política. La gravedad de este asunto se agudiza por el hecho que ya mencionamos en líneas anteriores: no se tratan los casos por lo que son, sino que se enmascaran como si fuesen casos de desviación teológica. Reconocemos que no se trata de una distinción sin matices. ¿No dice de mi comprensión del evangelio el contubernio con regímenes asesinos? ¿No es el apoyo a ciertas formas extremas de ideologías a de partidos políticos una negación práctica de la fe? Hace unos añas, a raíz de las actitudes expresadas por el actual presidente de los E.U.A., el Sr. Ronald Reagan, con ocasión de la decisión de autoridades rusas de derribar un avión surcoreano que se había adentrado en el espacio aérea – y en zona estratégica – de la Unión Soviética, un profesor universitario que también era ministro ordenado de la Asociación de Iglesias Bíblicas Costarricenses (A.I.B.C.), escribió un artículo de prensa en el que, sin condenar a las rusos, condenaba la actitud del líder norteamericano, a quien se tenía par directamente culpable de la muerte de cientos de personas en Centroamérica, y a quien se consideraba, por ende, carente de autoridad moral para hacer el escándalo que intentaba hacer en contra de los rusos. El artículo o carta – que hemos leído – no contenía ninguna herejía. No se atentaba en lo más mínimo contra ninguna de las – 10 – verdades fundamentales de la fe evangélica. Sin embargo, dirigentes de la A.I.B.C. le enviaron una carta al autor de ese artículo en la que le pedían que devolviera sus credenciales ministeriales. No se le llamó a dialogar; no se le pidió que diera razón de lo que había escrito; no se le dio oportunidad de defenderse. . . y no se le hizo ninguna acusación que tuviera que ver con sus opiniones teológicas a con su moralidad. Pero sí se le pidió que entregara sus credenciales. Ahora bien, si no había acusaciones de ese tipo, ¿cuál sería el fundamento de la decisión de reducir al estado laical al autor? Hasta donde sabemos – y hemos tenido acceso a la documentación sobre el asunto – tampoco se le dijo que se le “expulsaba” del gremio por las ideas políticas que el interesado había manifestado. Sin embargo, así había sucedido. 26 Al autor de estas líneas le sucedió algo que, sin ser igual, revela una actitud similar. Se me pidió participar, con una reflexión bíblica, en un programa de radio dirigido por un grupo de laicos metodistas. Cuando manifesté mi anuencia a colaborar, me informaran que debía entregar antes, por escrito, el texto de mi meditación. Al inquirir la razón de tan inesperada condición, me dijeron que los directores de la radioemisora (T.I.F.C.) responsabilizaron al comité encargado del programa de no permitir que en el “se difundieran ideas de la teología de la liberación”. Huelgan comentarios. Casos como estos se han multiplicado en el medio protestante costarricense.27 Y aunque no se trata de asuntos directamente relacionadas con el tema que estamos desarrollando, valga decir que, mutatis mutandis, sucede otro tanto en la Iglesia Católica de Costa Rica. Mientras escribimos este artículo – marzo de 1987 – se ha levantado una polvareda en torno a un folleto sobre la historia de Costa Rica, publicado por CARITAS y CECODERS (Centro de Coordinación de Evangelización y Realidad Social, del Arzobispado de San José). El periódico La Nación, cuya identidad ideológica y de clase es bien conocida, se ha erigido en campeón de la ortodoxia católica y adalid de la purificación de la dicha iglesia – para lo cual no vacila siquiera en arremeter contra Mons. Arrieta, arzobispo de San José –, y condena, ex cathedra, a los autores del folleto y a las instituciones que lo publicaron, a las cuales acusa de haber sido infiltradas por el marxismo. Se trata de otra versión de la misma historia. 28 3. Otras dimensiones de la crisis Toda crisis es un fenómeno complejo y se manifiesta en múltiples aspectos de la vida de la institución o de la persona que atraviesa por ella. En algunos casos, ciertas facetas de. la crisis no son sino la consecuencia de un fenómeno que la supera y que es propiamente la raíz del problema. En otros, se trata precisamente de esta, es decir, del núcleo donde reside la falla principal, la raíz de la que brotan las demás manifestaciones. No vamos a especificar esta discriminación en el detalle que hacemos a continuación. Sin embargo, hemos querido ordenar los aspectos que mencionamos de tal manera que representen una gradación descendente desde la perspectiva de causa y ascendente desde la de consecuencia, sin que en ninguno de los extremos se elimine ninguno de esos dos criterios. 3.1 Bíblica Hace ya bastantes años, el pueblo protestante se enorgullecía de ser “el pueblo del Libro”. . . y de que los demás lo reconocieran así. No está aún demasiado lejana la – 11 – fecha cuando la imagen de un hombre o de una mujer con una Biblia y un himnario bajo el brazo era la imagen de una persona evangélica que se dirigía al templo para participar en el culto. Dos fenómenos, casi concomitantes, han venido a cambiar totalmente este cuadro. Por una parte, los evangélicos se durmieron en sus laureles y dejaron de ser lo que creían que eran. Por otra, los católicos comenzaron a interesarse por la Biblia. Los eruditos, alentados por las más altas autoridades de la iglesia, se dedicaron con empego a tareas de traducción; las casas editoriales la imprimieron y distribuyeron; y el pueblo comenzó a leerla con verdadero interés. Los días en que los católicos – incluidos algunos sacerdotes – rehuían discutir sobre la Biblia con protestantes pertenecen en buena medida al pasado. (Afortunadamente, quedó también en el pasado el mero afán polémico.) No queremos decir con esto que los evangélicos ya no leen sus Bíblias. Sí, siguen leyéndola, pero no con el frescor con que se lee una carta de amor o un importante mensaje de un ser querido y respetado. Ahora se la lee, más bien, para afianzar las propias posiciones del lector, o para justificar una determinada línea de conducta. Ahora, la teología – es a saber, el sistema o esquema teológico, desarrollado o no – precede a la Escritura y esta queda subordinada a aquella. Varios detalles quisiéramos mencionar para que sirvan de ilustración de lo que tratamos de afirmar. Primero, predomina en muchísimos círculos del protestantismo costarricense la interpretación literalista de la Biblia. Se trata de un literalismo superficial, porque en muchos casos es literalismo de lo secundario. Nos quedamos, con demasiada frecuencia, en la letra sin intentar siquiera penetrar en el sentido del texto escriturístico. Segundo, se piensa que entender la Biblia es lo mismo que repetirla de memoria. “Repetición” parece ser sinónimo de “interpretación”. El Dr. Cecilio Arrastía solía criticar esta práctica de muchos evangélicos desde la década de los sesenta, y quizá desde antes.29 El mal ha seguido extendiéndose y ha sentada sus reales en muchos grupos protestantes. Tercero, se rechazan aspectos o elementos del mensaje bíblico porque no calzan dentro del esquema teológico-ideológico del grupo con el que se está identificado. De esto hay ejemplos concretos. Citamos dos que hemos conocido de cerca: Cuando el CELEP preparaba su “Compromiso de fe y vida” – documento que ejerce las funciones de confesión de fe - 30 el proyecto original fue ampliamente distribuido, analizado y revisado, pues se quería que el resultado final fuese producto colectivo de todos los que estaban comprometidos con aquel organismo. En el proceso, algunas personas sugirieran cambiar expresiones que, aunque correctas y aun bíblicas, resultaban “peligrosas” en la situación latinoamericana eclesiástica actual. Otro tanto sucedió recientemente en una misión de fe que tiene obra en Costa Rica. Los misioneros se reunieron para discutir un proyecto de una nueva declaración de fe. Varios participantes pidieran cambiar el léxico de “justicia” porque "puede ser mal interpretado”. 31 Esta meticulosidad resulta perniciosa y encierra una clara contradicción: Habría que corregir también el vocabulario de la misma Biblia para eliminar su posible peligrosidad por incomprensión. (La verdad es que consideramos que tal peligrosidad se – 12 – debe de hecho a su fácil comprensión...) Es en la predicación y en la experiencia de los cristianos que así miran el texto bíblico donde se manifiesta con mayor claridad esta actitud selectiva respecto de los contenidos bíblicos. Cuarto, junto al literalismo ingenuo que antes mencionamos, nos encontramos también, contradictoriamente, con la alegorización de grandes secciones de las Escrituras, con el propósito de espiritualizarlas y acomodarlas así al esquema teológicoideológico que se ha aceptado. En efecto, la interpretación alegorizante que se estila se caracteriza por un desprecio práctico (¡jamás podría ser teórico!) de la historia y de los elementos materiales de los relatos. El concepto “Reino de Dios” se vacía de sus contenidos concretos de naturaleza histórica (demanda de justicia; práctica del amor; solidaridad humana; realización de la paz; predicación de las buenas nuevas a los pobres; etc.) y queda reducido al ámbito de lo “espiritual”, a la vida íntima y a un culto sin contacto con la realidad humana. El cultivo de la vida espiritual (relación con Dios; desarrollo del carácter cristiano; práctica personal del amor) y la experiencia comunitaria del culto (incluida la alabanza al Señor) son, por cierto, elementos indispensables para el creyente y para la comunidad de fe. Pero no se agota en ellos la riqueza del evangelio. Esta manera de leer y comprender las Escrituras, unida a las posiciones políticas dominantes entre la feligresía evangélica de nuestro país, ha producido una actitud sumamente cuestionable y dañina. Consiste en el hecho de que cuando alguien se atreve a hablar de los pobres y oprimidos, de la necesidad de solidarizarse con ellos en sus luchas por su dignificación y en el nombre del evangelio, en seguida es tildado de izquierdista, marxista y comunista. No se detiene en lo que enseña la propia Biblia, ni en lo peligroso que puede resultar en ciertos contextos, acusaciones de esa índole, pues ponen en juego la vida de los acusados. Además, en el plano teológico, se produce lo que podemos denominar como “fijismo”: una vez lograda “la” interpretación del texto, se piensa que aquella es inalterable y, por lo tanto, no hay lugar para ningún tipo de revisión. La interpretación queda íntegramente identificada con el texto correspondiente, por lo que, en última instancia, este resulta ocioso. De ahí que mucha de la predicación protestante sea predicación psicológica más que teológica. 3.2 Teológica La dimensión bíblica de la crisis es también crisis teológica. La lectura superficial del texto sagrado, el pretender salvar la distancia que nos separa – en el tiempo y en el espacio – de los escritores bíblicos sin darles la debida atención a unos y a otros, y la total ausencia de conciencia histórica que se expresa en el desinterés y hasta el desprecio con que se mira la historia de la interpretación (como si en estos veinte siglos de cristianismo el Espíritu Santo no haya estado hablando a los cristianos por medio de las Escrituras), todo ello ha contribuido a que haya una gran pobreza teológica en nuestro protestantismo. Las instituciones de formación bíblica y teológica han hecho que la educación teológica que ellas ofrecen sea privilegio de grupos selectos (amén de que en algunos casos no se trata, strictu sensu, de educación sino de indoctrinamiento). 32 En 1969, en el I CLADE, uno de los participantes afirmó, al comentar una de las ponencias presentadas, lo siguiente: “¿qué es eso del kerygma? Lo que nosotros – 13 – tenemos que hacer es predicar el evangelio”. 33 Este ex abrupto, provocado, quizá, por el uso de vocabulario técnico en la referida conferencia, revela no tanto la sencillez como el simplismo teológico del que aquel hermano no era sino un representante. Estas son, a nuestro entender, las características teológicas predominantes en el protestantismo costarricense, visto en conjunto: 3.2.1 Reducción de la teología a fórmulas. Las llamadas “declaraciones de fe” no suelen ser más que colecciones de fórmulas doctrinales que reflejan el carácter estático, fosilizado, de la doctrina. En estos casos la fe queda encapsulada en la expresión formal de una declaración, y se torna así en “verdad atemporal”. Desde esta posición, la teología es punto de llegada, y no punto de partida. La reflexión se ve constreñida por límites estrechos que le son impuestos desde afuera. 3.2.2 Reducción de la teología a escatología. Desde dos puntos de vista se manifiesta esta índole reduccionista de la teología dominante. Por una parte, el énfasis casi exclusivamente salvacionista que se le atribuye al mensaje del evangelio, junto con la comprensión de la salvación como realidad ultramundana (es decir, hay que salvar el alma para que cuando muramos ella vaya a gozar de las mansiones celestiales), refleja de por sí una perspectiva escatológica y futurista de la salvación. Pero, además, se ha desatado desde ya hace bastante tiempo – y se ha exacerbado durante los últimos años – una especie de pasión por los temas escatológicos, envueltos estos en un ropaje casi de ciencia ficción que le quita toda seriedad a la escatología bíblica, pues la rebaja a una especie de catastrofismo barato. Es un hecho muy desafortunado que esta sea la nota dominante en la teología más extendida entre las iglesias evangélicas del país y de la zona. Y lo es porque el efecto de ambas vertientes de esa concepción de la escatología resulta nocivo: en los dos casos, el creyente se percibe a sí mismo desarraigado – a veces, de cuajo – de la realidad socio-histórica de la que es parte y, por ende, queda alienado. Pero hay también otro elemento importante. Nos viene a la memoria que hace unos catorce años, un distinguido teólogo evangélico latinoamericano se expresaba de la siguiente manera al comentar el tipo de escatología del que muchos se habían enamorado: “Estas enseñanzas sobre escatología son de naturaleza racista: el hombre blanco y anglosajón es siempre el héroe. Rusos y chinos son siempre los villanos”.34 Compartimos plenamente esa opinión. 3.2.3 La teología prevaleciente ha “comprado" (¡y a qué precio!) los valores de la sociedad contemporánea. Deberíamos hablar, más bien, de antivalores. Todo se valora por los aspectos numerables, cuantitativos. Se lucha fundamentalmente por lograr el éxito y, para alcanzarlo, se busca también el poder. El 7 de febrero del año en curso, cuando estaba por concluir una campaña evangelística con el prestigioso predicador Pablo Finkenbinder (el “Hermano Pablo”, como es mejor conocido), los evangélicos costarricenses se tiraron a la calle para participar en un magno desfile. Los cálculos que se han hecho respecto de la asistencia van desde un pesimista 75.000 a un optimista 200.000. Lo que nos ha llamado la atención es el uso que de este acontecimiento se ha hecho por parte de los evangélicos, pues se ha querido mostrar como un indicador del poder que yace en tal número, y como expresión de la unidad del pueblo protestante. – 14 – Hay, desdichadamente, una ilusoria distorsión en ambos aspectos. En lo que concierne al primero, véase lo que más adelante afirmamos en relación con los evangélicos costarricenses y la política. Añádase a ello la reflexión que podría y debería hacerse respecto de la atracción que ejerce el poder establecido y la distancia crítica que de él debe mantener la iglesia cristiana para conservar su independencia profética. En cuanto a la unidad, esta es mucho más que la actitud romántica, producto de la euforia colectiva, fabricada con motivo de la realización de un acto como el que hemos mencionado. No es allí – ni así – como ha de manifestarse la unidad del cuerpo de Cristo. Las raíces de esa unidad son de índole teológica y no emocional, pues se hunden en la tierra feraz de la obediencia común fertilizada por la presencia vivificante del Espíritu. Es la obediencia que demanda identificación y solidaridad con los que sufren, que lucha por la justicia y es un instrumento creador de paz. A Jesús, eso le costó la vida. Para él, el criterio supremo fue la fidelidad a su vocación celestial. Pero, no es ese el criterio ni son aquellas las metas del “mundo” (aunque ese mundo se haya vestido de cristiano). Al contrario, en nuestra sociedad se acentúan los antivalores correspondientes: se desprecia al pobre y al menesteroso, se institucionaliza la injusticia y se promueve, de las más sutiles maneras, a los señores de la guerra. Porque el criterio dominante es el éxito y, para alcanzarlo, se subordinan todos los valores. Es triste ver cómo aquellos que supuestamente han sido llamados para predicar el evangelio crean imperios económicos dignos de multimillonarias empresas transnacionales, se convierten luego en esclavos de sus propias creaciones y se ven envueltos en escándalos que desdicen del evangelio que dicen predicar. 35 Todo ello por andar tras el éxito. 3.2.4 La teología que prevalece en nuestro medio viene combinada con una determinada ideología (¿o subordinada a ella?), pero sin que haya la necesaria toma de conciencia del fenómeno. Esta ausencia de conciencia torna imposible la autocrítica. Se cae, entonces, en lo que podemos clasificar de reduccionismo anticomunista (o antimarxista), pues se sostiene – teóricamente o de hecho – que ser cristiano es, esencial y primariamente, ser anticomunista. El otro lado de la moneda consiste en promover – en teoría o en la práctica – ciertas formas del capitalismo como si correspondieran, por esencia, al propio cristianismo. Lo triste estriba en el hecho de no aceptar que la ideología es una mediación necesaria de la práctica de la fe (y, por ende, no identificable con la fe). Al concebirse a si misma como apolítica o a-ideológica, una posición tal castra a la teología de sus posibilidades para ejercer la función crítica de la ideología. Hay que advertir que, aunque en escala mucho menor, este fenómeno suele repetirse también “al otro lado de la cerca", para tropezarnos así con una forma de reduccionismo “sociologista” o “historicista’: en él se han eliminado las dimensiones de trascendencia y se ha caído en un inmanentismo abstruso en el que la divinidad se confunde con la historia y esta adquiere naturaleza de absoluto. El Dios que en Jesús el Mesías se hace historia no se confunde con esta, porque sigue siendo señor de la historia. Por eso mismo confesamos que Jesús resucitó. Por eso mismo hay una genuina apocalíptica cristiana. 36 – 15 – 3.2.5 La teología más extendida – aquella que se expresa en la predicación y en la vida de gran número de evangélicos costarricenses, y también la que se enseña en algunas instituciones educativas – es de carácter individualista. Como se ha dicho mucho al respecto, no insistimos más en ello. Valga solo añadir que las imágenes bíblicas referidas al estado escatológico son imágenes que acentúan significativamente la dimensión comunitaria de la vida: Reino, pueblo, cuerpo, edificio, rebaño, etc. 3.2.6 La teología prevaleciente es más teopatía que teología. Es decir, más que un logos acerca de Dios, es un pathos de la divinidad. Más que razón es emoción; sentimiento más que pensamiento. Por eso, organismos como la Alianza Evangélica pueden tomar decisiones “viscerales” como las que mencionamos antes (en 1). 3.3 Práctica Incluimos dentro de esta sección los aspectos misionológicos y éticos de la vida de la iglesia. Ya indicamos al comienzo de nuestro trabajo que la presencia protestante en Costa Rica, como edificación de una comunidad evangélica propiamente costarricense, tiene en sus mismas raíces una indiscutible vocación evangelística. Las circunstancias impusieron esa orientación, por lo que bien podemos decir que no podía ser de otra manera. Sin embargo, se ha producido en la mayoría de los casos una casi absoluta identificación entre evangelización y misión, con lo que se le amputan a esta elementos que le son inherentes por naturaleza. Esta identificación se manifiesta de manera clara en la inmensa mayoría de las predicaciones evangelísticas, en las que se detecta una total ausencia de las esenciales implicaciones misionológicas de la proclamación de la buena nueva. Al callarlas, lo que resulta es la concepción de un evangelio que se agota en la experiencia personal individualizada de conversión. Dicho con otras palabras, la conversión a Dios no es, también, conversión al prójimo. 37 Se produce así una reducción de la misión a la evangelización, y, consecuentemente, una visión estrecha del discipulado, al que solo se le concibe dentro del marco de la experiencia individual consistente en llevar una conducta moralmente intachable y hacer a otros partícipes de la salvación que hay en Jesucristo. No se va más allá. 38 Hay una explícita retirada política. Por eso, sostiene Míguez Bonino lo siguiente: “esta actitud representa una vieja actitud protestante. No podemos desconocer la importancia de su insistencia en la renovación interior y su sospecha de toda ideologización de la fe. Pero en su renuncia política la actitud nos parece insostenible”.39 Las implicaciones éticas de esta concepción y práctica no son imprevisibles. Veamos algunas de ellas: 3.3.1 Reduccionismo individualista. La ética es casi exclusivamente ética de la persona considerada como individuo. Es más, muchos protestantes creen todavía, a estas alturas del siglo XX, que hablar de “pecados sociales” es un sin sentido (o un contrasentido), pues el pecado es, dicen ellos, asunto individual. Esto se acentúa, a su vez, en lo que decimos a continuación. – 16 – 3.3.2 Reduccionismo sexual. En la ética protestante que impera en nuestro medio, el pecado sexual (fornicación; adulterio) se ve como el epítome de los pecados; es el pecado más grave que demanda una acción punitiva y disciplinadora de parte de la iglesia. De ahí que otras formas de pecado, que destruyen al prójimo o que atentan contra la comunidad de fe, no reciben la atención que les corresponde en un marco ético. Tal el caso, por ejemplo, del chisme y la murmuración, tan extendidos en nuestro medio. O la explotación del obrero. 40 Tampoco se le presta debida atención a la naturaleza social ni a las causas sociales de pecados como la prostitución o males como el alcoholismo. 3.3.3 Reduccionismo clasista. Lo dicho en los párrafos inmediatamente anteriores tiene un aspecto discriminatorio muy sutil: nuestra enseñanza va dirigida de manera muy particular (aunque no se verbalice en forma explícita que esos son los destinatarios) a las clases trabajadoras y pobres, a las que, al menos en ciertos aspectos, se les impone una ética de claros sobretonos burgueses. La enseñanza sobre el amor se imparte de tal manera que, por su desmaterialización, los opresores y los oprimidos pueden seguir siendo opresores y oprimidos en el seno de la comunidad que adora y esta puede considerar – a pesar del hecho establecido – que ambos cumplen con la práctica cristiana del amor. Se habla más desde nuestros púlpitos de las responsabilidades y deberes de los trabajadores que de las de los patronos. Si un patrón paga el salario mínimo – que en la mayoría de los casos es salario de hambre y, por ende, inmoral, aunque sea legal – los predicadores guardan cómplice silencio, porque “el hermano está cumpliendo con lo que dice la ley” Ítem más: se predica – al menos en ciertas ocasiones especiales, pues no se trata de nada frecuente – acerca de deberes y responsabilidades del obrero y, en particular, del trabajador cristiano. Muy poco se dice – si es que algo se dice – de los derechos que esos mismos obreros tienen. 3.3.4 Ética insolidaria. No sólo la ética protestante que predomina en nuestro medio guarda culpable y cómplice silencio acerca de los derechos que asisten a obreros, campesinos y trabajadores en general, sino que cuando estos alzan su voz de protesta contra los abusos de los patronos, los líderes eclesiásticos procuran que los cristianos no participen en esas protestas, y buscan mantener a toda costa su distancia respecto de las luchas por las reivindicaciones de la dignidad de los trabajadores. Suelen escudarse tras el manido argumento de que la misión de la iglesia es “espiritual”. Hay, en términos generales, mucha indiferencia en las iglesias evangélicas frente a los problemas nacionales, y muy poco interés en el análisis profundo de las causas sociales de esos problemas. Los movimientos populares no gozan de simpatía en el seno de las comunidades protestantes. 3.3.5 Ética legalista. Todavía prevalece una visión legalista de la moral. Los ya tradicionales “noes” son aún criterios caracterizadores de la vida cristiana (no beber bebidas alcohólicas; no fumar; no ir al cine; no bailar). El apego a la ley, es a saber, – 17 – a la letra de la ley, resulta fundamental, sin importar, como señalábamos en líneas anteriores, que en muchos casos lo legal suela ser inmoral. 3.4 Eclesiología La crisis eclesiológica es tan manifiesta que no necesita ulterior explicación. Digamos solo lo siguiente: 3.4.1 No podemos escondernos tras un romanticismo inoperante para ocultar la realidad de nuestras divisiones. Mencionamos ya, al hablar de la crisis teológica, cómo se ha manipulado el éxito del desfile del 7 de febrero para convertirlo en un significativo indicador de la unidad del pueblo protestante. Pero, ¿es de verdad esa la realidad de la comunidad evangélica costarricense? Veamos: *La misma entidad que promovió el desfile fue la que expulsó de su seno a uno de sus miembros sin explicitar las razones y, como queda dicho, en un proceso plagado de irregularidades que moralmente lo invalidan. *Tanto denominaciones como congregaciones (iglesias) locales se han dividido y siguen dividiéndose. 41 *A raíz de la división que en ella se produjo, la Asociación de Iglesias Bíblicas Costarricenses planteó demanda legal, ante los tribunales de justicia, contra la nueva F.I.E.C. Lo curioso es que quienes acusaban a los otros de apoyar la teología de la liberación (y, por ende, de ser influidos por el marxismo materialista), incoan juicio.., por causas materiales: la propiedad de los templos. 3.4.2 Tanto las divisiones como la aparición de gran cantidad de grupos totalmente independientes tienen como una de sus causas principales el caciquismo que suele ser característico del espíritu latinoamericano. Tales caciques son, en términos generales, el equivalente religioso de los dictadores que han infestado la historia de nuestro Continente. 3.4.3 En algunos sectores del protestantismo costarricense se ha desarrollado una actitud que podríamos denominar de “caza de brujas". Cuando alguien se sale de lo rutinario o cuestiona acciones, decisiones o instituciones, en seguida es mirado con suspicacia, se le acusa y margina, o se le expulsa de la comunidad. Este fenómeno se ha dado tanto en denominaciones llamadas históricas como en las que no lo son. También se ha presentado en algunas instituciones paraeclesiales. 3.4.4 Todo lo anterior señala que, en sus raíces, el problema consiste en que no hay verdadera conciencia de iglesia, y, consecuentemente, no se ha desarrollado una sólida doctrina que acompañe a una sólida experiencia eclesial. El individualismo propio de nuestra enseñanza lleva en sí el germen de la negación del carácter corporativo de la iglesia. (Nos sucede algo semejante a lo que les sucedía a los creyentes corintios, que Pablo describe y ataca en la primera de las cartas que les envió.) (Otros aspectos de la crisis podrían mencionarse – como, por ejemplo, el litúrgico – pero queda para otra ocasión, cuando se haga un estudio más completo y más riguroso que lo que representan estas notas.) – 18 – 4. Factores coadyuvantes El no tan halagüeño panorama que hemos venido describiendo se agudiza porque hay también otros factores, productos de nuestro medio y de nuestra historia, y hasta de fuerzas foráneas, que contribuyen a empeorarlo. Vamos a mencionar algunos de esos factores sin ahondar en el análisis de las causas de cada uno de ellos ni de sus consecuencias en otros aspectos de la vida de la iglesia o de la sociedad costarricense. 4.1 Impaciencias que se tornan intransigencias La urgencia de la hora actual – que es la urgencia de Cristo – impone sobre la comunidad creyente la necesidad de respuesta pronta y cumplida. Pero, dada la naturaleza humana, y dada nuestra connatural subjetividad que nos lleva a ver la realidad desde particulares perspectivas en las que juegan un papel de primerísima importancia tanto la experiencia acumulada como la ideología en que nos hayamos instalado, esa respuesta que demanda la realidad presente resulta ser equivoca. Para unos, lo perentorio de la situación exige una solución de un signo, y para otros, del signo contrario. No se trata aquí de erigirnos en jueces que deciden sobre intenciones, sinceridades o propósitos. Lo cierto es que frente a la toma de conciencia de nuestra realidad actual – costarricense y centroamericana – los cristianos se dividen y asumen posiciones que pueden llegar a ser irreconciliables. No hemos sido ajenos, incluso, a la aparición en nuestro medio de personalidades que toman actitudes mesiánicas o casi mesiánicas, en particular en el seno de los grupos en los que se mueven. Es, con frecuencia, el talante del fundamentalista. Sin embargo, hay algo que no debemos olvidar: el fundamentalismo no es solo de derechas. Hay también un igualmente pernicioso fundamentalismo de izquierda, que se autodetermina “progresista”, pero que, de la misma manera, coacciona a quien no comparte sus ideas y le amputa al otro el derecho de disentir. Y en este punto, los impacientes se vuelven intransigentes,42 y se habla, como se ha hablado en nuestro medio protestante, de “arrancar el cáncer de raíz”, cuando estamos hablando de hermanos y hermanas en la fe. ¿Cómo lidiar con esta situación cuando la encontramos en el seno de la iglesia? ¿Cómo aplicamos el mandamiento que es igual al primero, de amar al prójimo como a nosotros mismos, cuando ese prójimo es mi hermano o mi hermana que está en un campo contrario al mío en cuestiones ideológicas, políticas o económicas? Tomemos un ejemplo de nuestro medio: las concepciones escatológicas. Indicamos, al hablar de la crisis teológica (3.2.2), que se ha dado entre el pueblo protestante costarricense una reducción de la teología a escatología. Nos referíamos entonces a una determinada concepción de la escatología: la dominante o más extendida en nuestro medio. Corrijamos, complementándola, esa explicación: hay escatología y escatología. La que gran parte del pueblo evangélico sigue es la escatología de la inmediatez de la segunda venida de Cristo y de las catástrofes concomitantes con ese hecho. Por eso hay que predicar a toda costa, y “a todo tren”, un evangelio que nos libre de las llamas de la condenación que nos esperan a la vuelta de la última página de nuestra biografía y de la historia. Todo lo demás queda relegado a un plano muy secundario. Los problemas – 19 – sociales continuarán empeorándose habrá más “guerras y rumores de guerras” hasta llegar al holocausto nuclear; la moralidad irá cuesta abajo. Todo ello es señal del fin. Pero, hay otra perspectiva escatológica. Es la que afirma que Dios continúa actuando en la historia, pues no ha renunciado a su señorío, y en ella liberará a los oprimidos de la tierra. Podríamos decir que la primera visión corresponde a parábolas tales como la del hombre que se fue al extranjero, y sus siervos no sabían cuándo iba a regresar (Mr. 13:34 -37), o la del padre de familia que no sabe cuándo va a llegar el ladrón (Mt. 12:39-40), o la del mayordomo y sus siervos (Lc. 12:42-48). La segunda visión es la de la parábola que compara el reino de Dios con un grano de mostaza (Mr. 4:30-32). ¿Pueden convivir ambas visiones, sin volverse antagónicas? ¿Es posible que sean ambas aspectos igualmente válidos de un único proceso? ¿Son genuinas las implicaciones que solemos sacar de una y otra concepción? ¿Es legítimo que los que apoyan una de ellas se vuelvan intransigentes contra los otros? Urge hallar una solución satisfactoria, pues, mientras tanto, corremos el peligro de destruirnos mutuamente. 43 4.2 Ingenuidad política Por la supuesta apoliticidad tradicional de los cristianos protestantes, y porque todavía hay entre nosotros quien cree que inmiscuirse en la vida política es un pecado, solemos caer víctimas de nuestra propia ingenuidad en estos quehaceres. Por una parte, hay quienes consideran que la única participación política válida para los cristianos es la que busca garantizar que en el país se conserve la libertad para predicar el evangelio. Si un régimen político determinado garantiza dicha libertad, a tales personas parece tenerles sin mayor cuidado que se conculquen, bajo ese régimen, otros derechos humanos y se torture y haga desaparecer a quienes se oponen al “establecimiento”. Eso pasó en la vecina Nicaragua bajo la dictadura somocista. Los evangelistas iban a la “casa dictatorial” (pues no era “presidencial”) a darle las gracias al sátrapa y a desayunar con él. Y algo semejante sigue sucediendo en la actualidad en Chile, bajo la opresión castrense del dictador de turno, quien recibe, complacido, visitas de predicadores como Swaggart o Humbard. No tenemos – ¡gracias sean dadas a Dios! – regímenes de tal brutalidad en Costa Rica. Sin embargo, lo que estamos señalando adquiere otras formas de expresión. Veamos dos casos, muy diferentes, que retratan la situación: *Con motivo de las elecciones de febrero de 1986, se formó el Partido Alianza Nacional Cristiana. Era “el partido de los protestantes”. Con él se entró al juego político tan común aquí: constituir partidos con exclusivos fines electorales. En propaganda repartida en sobres sin indicación del remitente, unos profesionales evangélicos daban razones semejantes a las indicadas para que se apoyara al candidato escogido. Y lo peor: en el último discurso de ese candidato, cuando se cerraba oficialmente la campaña proselitista, se atrevió a afirmar que el tal Partido iba a obtener por lo menos diez diputados para integrar la Asamblea Legislativa. ¿Habría creído que todos los protestantes costarricenses iban a votar por el partido? ¿No tenía nociones de lo que significa fidelidad partidista? Por supuesto, no obtuvieron ni los votos mínimos para elegir – 20 – a uno solo de los candidatos a un cargo de elección pública. (Se nos ocurre pensar que si la “demostración de fuerza” del desfile del 7 de febrero era para decirles a los políticos que los protestantes constituimos hoy un factor electoral de peso. . . estamos cayendo de nuevo en el mismo error.) *Aunque en un orden de cosas muy distinto, en estos días (finales de marzo. de 1987) se está sugiriendo algo que revela el mismo principio. La Federación A.E.C. ha propuesto – por medio de su Junta Directiva – que, aprovechando la efervescencia creada por las campañas evangelísticas del Hermano Pablo y de Jimmy Swaggart y por el desfile que hemos mencionado varias veces, se publique un suplemento en el diario La Nación para hablar de los evangélicos costarricenses. El costo de la publicación seria de 600.000 colones aproximadamente (equivalentes, entonces, a unos 10.000 dólares) y para cubrirlo, los miembros de la A.E.C. tendrían que dar un aporte adicional al de su cuota. 44 ¿Cuál es el propósito de una autopromoción de esa naturaleza? ¿Es legitimo gastar semejante cantidad de dinero en eso cuando hay sectores de nuestra población que viven en estado de miseria absoluta, sin habitación digna de seres humanos? ¿No seria mucho mejor testimonio cristiano dedicar ese dinero a hacer obras de amor y no gastarlo para engrosar las arcas ya millonarias de ese conocido diario? Léase Juan 13:35: ¿No es, teológicamente considerado, una especie de herejía que la iglesia se promueva a sí misma? 4.3 La religión electrónica Como ya nos referimos a ella en el artículo que abre este número de Pastoralia, nos remitimos a él. Sólo añadiremos unos detalles. Primero, el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI) acaba de publicar un interesante libro que provee mucho material de reflexión sobre este interesante tema.45 Segundo, el uso que se hace actualmente de los medios electrónicos de comunicación transmite una serie de valores que son, en su gran mayoría, la antítesis de los valores cristianos. Hacemos aquí una lista parcial: la abundancia de dinero como señal de bendición divina; 46 la promoción de la personalidad física de los participantes en los programas y, consecuentemente, la transformación de la proclamación del evangelio en un espectáculo artístico (“show”); concesión de valor casi mágico a la Biblia; desarrollo de actitudes contra los avances científicos, y antiintelectualismo; identificación de la libertad como el más importante de los derechos humanos; reducción de la moralidad a la ética sexual (pues se calla la condenación de pecados como la explotación, la tortura, la desaparición del “enemigo” y otros muchos que aquejan a nuestras sociedades).47 Y tercero, algunos – si no la mayoría – de esos teleevangelistas asumen actitudes arrogantes y se erigen en sumos pontífices que pueden dictar a sus seguidores lo que deben hacer en relación con las iglesias de estos últimos (“cuando no tienen el Espíritu”) y en cuanto a las posiciones ideológicas y políticas que ellos dogmáticamente clasifican de buenas o malas. 48 4.4 viejo, Invasión de "sectas protestantes” Resulta muy difícil llegar a una definición precisa de “secta”. Este tema es ya pero ha resurgido con fuerza inusitada en los últimos años como resultado de la 49 – 21 – aparición de muchísimos grupos, de muy diversa índole, en el panorama religioso centroamericano y costarricense en particular. Es esta “invasión” la que, por una parte, impone y, por otra, dificulta la definición de lo que es una secta. Como no es ese aquí nuestro propósito, no vamos a entrar en asunto de definiciones. Remitimos al lector al siguiente artículo en el que el autor analiza las características de una secta desde diferentes puntos de vista (teológico, religioso, psicológico y sociológico): José Artavia A., “Las sectas protestantes” (parte de un artículo mucho más amplio escrito por varios autores y titulado “El desafío protestante. Eran unos pocos y ahora son el 10 por ciento de la población”). 50 El fenómeno que presenciamos actualmente nos muestra un cuadro muy complejo y abigarrado. Sus colores no siempre entonan. Y con más frecuencia de la deseada, algunos de esos grupos desarrollan un espíritu de indiferencia y animadversión respecto de otros, ofreciendo así la imagen no sólo de un protestantismo dividido sino también víctima de enemistades internas. Problema íntimamente relacionado con este es el del desarrollo, aun en las denominaciones de larga trayectoria, de una mentalidad sectaria. Y de esto no se ha librado siquiera la Iglesia Católica. Desafortunadamente, se da entre los católicos – de los que no están excluidos algunos jerarcas – interpretaciones de estos movimientos que incluyen entre las sectas a todos los evangélicos sin distingos de ninguna clase y sin consideración de la seriedad y los vínculos intereclesiásticos que caracterizan a muchas de las denominaciones protestantes. Nos parece que tal interpretación adolece del pecado que condena, pues es también sectaria. 51 Es por eso por lo que un amigo nuestro, obispo de la Iglesia Episcopal, habla medio en broma y medio en serio (pero más en serio que en broma) de la Iglesia Católica como “la secta vaticana”. La situación se complica todavía más con otro fenómeno también muy de nuestros días: el surgimiento de un sinnúmero de sectas de origen no cristiano, y con fortísimas influencias de filosofías orientales. Pero eso representa otro tipo de problemas. 4.5 El “regreso” del catolicismo Es este un factor que no debe desvalorizarse, sobre todo en un continente como el nuestro, nominalmente católico, y en un país como Costa Rica, en el que la religión católica es la religión oficial del Estado. Aunque no puede fijarse una fecha determinada, si puede señalarse simbólicamente la fecha de la coronación de Juan Pablo II como el comienzo de lo que hemos denominado el “regreso” del catolicismo. En efecto, con el Papa actual, la Iglesia Católica Romana ha vuelto a posiciones y ha asumido actitudes que la distancian cada vez más, oficialmente, de las iglesias hijas y herederas de la Reforma. El énfasis en la autoridad papal y del magisterio de la iglesia – del que han sido victimas Hans Küng, Edward Schillebeeckx, Gustavo Gutiérrez y los hermanos Boff, entre otros –; la promoción mariana, que realiza el actual pontífice católico; el antiprotestantismo de que han dado pruebas muchos jerarcas de la iglesia; y la aún estrechísima (¿sectaria?) concepción del ecumenismo, que predomina hasta en participantes católicos en encuentros ecuménicos, todo ello contribuye a que se mire con suspicacia a la institución Iglesia Católica y a que se interpreten los cambios que en ella se han operado como mero maquillaje para seducir incautos. – 22 – En Costa Rica, la reacción se ha expresada en formas muy diversas, sobre todo como predicación de un evangelio anticatólico que, a su vez, ha provocado respuestas indiscriminadas de las más altas autoridades de la iglesia. 52 Bien han apuntado ya muchos autores, que el verdadero ecumenismo es el que se da en otros niveles. 53 5. Ultílogo ¿Qué hacer? Seguramente nuestras reflexiones han dejado en el lector la impresión de que todo es negativo en este cuadro que hemos presentado. En efecto, como se trata de un intento de ver críticamente nuestra realidad protestante, hemos puesto el énfasis en aquellos aspectos que requieren, a nuestro entender, una crítica radical (es decir, una crítica que vaya hasta las raíces de la situación). Sin embargo, no olvidemos que crisis significa, etimológicamente, juicio; y juicio significa oportunidad. Puede ser trágico que en la crisis no nos percatemos de ella, y, dormidos en nuestros propios laureles, o eufóricos por el falso entusiasmo provocado por lo aparente, el juicio se convierta en condenación y dejemos pasar nuestra oportunidad. Centroamérica – y con ella Costa Rica – viven hoy una hora de grandes oportunidades y desafíos que superan nuestras propias fuerzas. Hoy se requiere el esfuerzo unido, mancomunado, de todos los que confesamos a Jesús como Señor. Y somos responsables ante Dios, ante nuestros hermanos y hermanas y ante las generaciones que nos seguirán de lo que hagamos con la oportunidad que Dios nos da. La esperanza para la iglesia protestante está en los grupos pequeños que, sin acciones espectaculares, luchan por ser fieles a su Señor y por ser señales de su reino. Allí se lee la Palabra y se practica el amor solidario. Allí se adora a Dios. y se depende del Espíritu, pues si algo puede aún hacerse, será únicamente en el poder de Dios y con la guía de su Espíritu. Pero, para eso hay que renunciar al espíritu triunfalista, mirar más a los pobres y necesitados, predicar un evangelio que los privilegie ("y a los pobres es anunciada la buena nueva" Lc. 7:22), y no promocionamos a nosotros mismos. La misión de la iglesia nunca ha sido hablar bien de sí misma y dar a conocer las cosas buenas que hace. Cuando ha caído en la tentación de actuar de esa manera, ha traicionado su misión y su propia naturaleza. El evangelio de gracia, cuya proclamación ha sido una de las características esenciales de las iglesias evangélicas, tiene que seguir siendo proclamado "a tiempo y fuera de tiempo". Debe ser anunciado en el contexto de sus implicaciones totales y de la totalidad del mensaje de las Escrituras. Pablo y Santiago tienen que ir de la mano, sin que ninguno de ellos sea mero adorno. ¿Por qué no pensar que los diferentes énfasis acerca del evangelio que son característicos de las diferentes tradiciones que constituyen el movimiento protestante, también pueden ir – como Pablo, Pedro, Santiago y Juan – abrazados, como expresiones de un único evangelio – el que no es propiedad privada de ningún grupo porque es el evangelio de Jesucristo? – 23 – Para eso es necesario que hagamos un alto en el camino y nos preguntemos qué significa ser cristiano evangélico en la Costa Rica que está ya en la recta final del siglo XX. N.B. Aunque lo hemos explicitado en el texto precedente, repetimos que esta visión panorámica no es completa, desde varios puntos de vista. Hay aspectos que hemos dejado de lado, por ahora, por no hacer más extenso este trabajo. Estos aspectos deben incluirse, necesariamente, en el estudio que hemos sugerido. Podemos citar, por ejemplo, los siguientes temas de investigación, sin pretender que esta sea una lista exhaustiva: el ecumenismo y las instituciones ecuménicas; instituciones dedicadas a obras de bienestar social; función del protestantismo en la sociedad costarricense; organismos paraeclesiales; el movimiento pentecostal; el movimiento carismático y la “carismatización” de iglesias no pentecostales; comunidades de base; la educación teológica; hegemonía del misionero norteamericano y su papel en el actual momento histórico; el protestantismo y la educación “secular"; crecimiento del movimiento protestante; causas y significado. Falta por hacer un estudio del número de profesionales evangélicos, y su distribución por profesiones. Igualmente debe investigarse la ubicación socio-económica del pueblo protestante. Por supuesto, somos conscientes de las dificultades, quizá insuperables, para llevar a cabo algunos de estos estudios. Marzo, 1987 – 24 – NOTAS 1. World Christian Encyclopedia, editado por David Barrett (Oxford: University Press, 1982). Parte 7 (“Survey”), en el artículo correspondiente a cada país. 2. Para el caso de Costa Rica, véase: Wilton M. Nelson, Historia del protestantismo en Costa Rica (San José: Instituto Internacional de Evangelización a Fondo, 1983), Segunda parte. Véase también,. para los orígenes del protestantismo costarricense y de la Asociación de Iglesias Bíblicas Costarricenses en particular, la obra de Rodolfo Cruz Aceituno, Reminiscencias de la Evangelización en Costa Rica (San José: Publicaciones IINDEF, 1984). Como su titulo indica, se trata de recuerdos del autor, que, por cierto, son muy informativos. Pero, la obra no tiene la rigurosidad de la del Dr. Nelson (por ejemplo, cuando se citan textos no siempre se indican las fuentes). En su tesis de grado (Análisis socio-teológico, del movimiento de renovación carismática con referencia especial al caso costarricense), Guillermo Cook analiza también el tema de los orígenes (cap. 1, 8). Esta tesis de licenciatura (San José: Seminario Bíblico Latinoamericano, 1973) es un importante análisis de ese movimiento hasta la fecha indicada. 3. Para una visión del panorama de hace unos años, en Costa Rica, véanse los informes publicados por el Instituto Internacional de Evangelización a Fondo (IINDEF): Número y distribución de congregaciones protestantes en el área metropolitana de San José, entre los años 1974 y 1978 (San José, 1979) y Evaluación panorámica del_crecimiento numérico de los grupos protestantes entre 1967 y 1978 (San José, 1979). PROCADES (institución que estuvo relacionada con IINDEF y que hoy se llama PROLADES y está vinculada al Instituto Misionológico de las Américas – IMDELA) publicó, para cada país del Istmo, un Directorio de iglesias, organizaciones y ministerios del movimiento protestante, con estas fechas: 1980: Panamá y Nicaragua; 1981: Guatemala; 1982: Honduras (revisión: 1986) y El Salvador; 1983: Costa Rica (revisión: 1986). Añádase a lo anterior, que en 1984 se publicó una breve tesis de licenciatura presentada en el Seminario Nazareno de las Américas (San José) por Arturo Molina Saborio: Imagen del protestantismo en Costa Rica, 1983 (San José: Publicaciones IINDEF, 1984). Es un trabajo breve, de 31 págs., y la investigación que lo respalda no fue de alcance nacional. El Dr. Nelson también escribió una obrita dedicada a la región: El protestantismo en Centro América (sic) (Miami: Editorial Caribe, 1982). 4. La Misión Centroamericana fue fundada por C. I. Scofield, el autor de las notas de la Biblia que se conoce por su nombre, y uno de los campeones de la teología dispensacionalista. Hasta hoy, la obra de dicha Misión se caracteriza por su conservadurismo y por sus actitudes estrechas en sus relaciones con otros grupos protestantes. Hay, por supuesto, excepciones. Véanse las observaciones del Dr. – 25 – Nelson, en su obra sobre Costa Rica, acerca del trabajo en este país de la Misión Centroamericana (págs. 242 y 243). En cuanto a la Misión Latinoamericana, también se trata de una Misión muy conservadora, pero mucho más susceptible frente a la realidad de la región y con una actitud mucho más positiva en cuanto al diálogo y a la cooperación con otras iglesias e instituciones. Véase: Arturo Piedra Solano, "La Misión Latinoamericana y los Estados Unidos", en Taller de Teología (México: Instituto Internacional de Estudios Superiores), núm.14, año 1984 págs. 57 y 58. Y, del mismo autor, su tesis de licenciatura en teología, aún inédita, de la que el artículo que acabamos de citar es parte: La Misión Latinoamericana en perspectiva histórica (San José: Seminario Bíblico Latinoamericano, 1983). 5. Podrían mencionarse, entre otras, las siguientes razones: (A) El liberalismo teológico que las había caracterizado en los E.U.A. está ya un tanto de capa calda; (B) aunque buena parte de los misioneros mantenían opiniones teológicas de ese liberalismo decadente, la presión del ambiente protestante, joven todavía, no les ofrecía la ocasión para que las expusieran con libertad; y (C) los nuevos pastores "nacionales" se estaban formando – por imperativo de la necesidad – en instituciones conservadoras. (Este es el caso, por ejemplo, de la Iglesia Metodista en Costa Rica.) 6. En este aspecto quizá se lleve la palma la Misión Latinoamericana, que en un relativamente corto lapso inició obras de salubridad (hospital), cuidado de niños (orfanato), difusión religioso-cultural (radioemisora), literatura (editorial y librería), educación (escuela y, posteriormente, en colaboración, colegio), formación teológica (instituto bíblico / seminario), atención a la juventud (acampamentos), amén del trabajo eclesiástico propiamente dicho. En general, los problemas de salud y de educación fueron los que más atrajeron el interés de los trabajos misioneros protestantes. La Iglesia Metodista también prestó atención, en Costa Rica, al desarrollo agrícola. 7. Puesto que, al igual que el catolicismo, el protestantismo se establece en América Latina por medio de obra misionera, tiene en sus comienzos, necesariamente, un carácter un tanto foráneo. Pero, como el protestantismo no se establece aquí vinculado con una conquista de tipo militar, ni se identifica abiertamente con ningún grupo político (como si sucedió con el catolicismo), y como ya este último estaba firmemente arraigado en nuestras tierras, los misioneros protestantes se sentían cohibidos y se veían limitados en la acción política. Luego, una cierta teología vendría a justificar la actitud de retirada respecto de la arena política, que ya se había extendido. En 1972 se publicó un artículo del Dr. Míguez Bonino con el título siguiente: “La actitud política de los protestantes en América Latina". En él señala las raíces históricas de las diferentes actitudes asumidas por los protestantes frente al hecho político, y destaca tres posiciones fundamentales en el protestantismo latinoamericano: (A) “Un significativo número de evangélicos rehúsan tomar responsabilidad por los procesos sociales”; – 26 – (B) "Un segundo grupo insiste en la vigencia del proyecto liberal”; y (C) “Algunos cristianos se han visto llevados a una posición que podríamos llamar revolucionaria”. (En Carta Circular. Barcelona: Iglesia Evangélica Española; julio-agosto, 1972, núm. 277, año XXIX; págs. 12 -14). Nos parece que la situación sigue siendo básicamente la misma, con la variante de que el grupo (B) se ha engrosado. 8. A este respecto, véase: Juan E. Stam, “La Misión Latinoamericana y el imperialismo norteamericano, 1926 -1928”, en Taller de Teología, núm. 9, año 1981, págs. 51-59. 9. Véase la tesis que, en relación con este tema, sostiene, en artículo reciente, el Prof. Samuel Escobar: “Los movimientos de cooperación evangélica en América Latina.”, publicado en Misión (Buenos Aires: Orientación Cristiana), vol. 5, núms. 3 y 4, diciembre de 1986; págs. 102-111. El artículo contiene algunas imprecisiones, pero provee información valiosa y una importante crítica desde la perspectiva teológica del autor (crítica que no compartimos en todos sus extremos). 10. No se piense que al afirmar lo anterior lo hacemos por contraste con la Iglesia Católica Romana. Esta también ha experimentado divisiones (El Cisma de Oriente; el mismo surgimiento del protestantismo; la Vieja Iglesia Católica, que todavía existe). Y que ha habido y hay divisiones y disputas muy serias en su seno es algo que no ven sólo los que no quieren verlo. La sumisión al Papa, y la identificación de la institución Iglesia Católica Romana como la ecclesia fundada y querida por Jesucristo parecen ser los elementos aglutinadores que hacen que teólogos se retracten de conclusiones a las que llegaron en sus investigaciones científicas (tal el caso de Schillebeeckx), decidan guardar silencio por el período que establezca el tribunal del Santo Oficio – ahora denominado Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe – (tal el caso de Leonardo Boff) o permanezcan en comunión con la Iglesia cuando se les haya prohibido enseñar oficialmente como teólogos católicos (tal el caso de Hans Küng y, más cerca de nosotros, de Clodovis Boff). 11. Este hecho está documentado. Véase: Edwin J. Mora Guevara. Origen y desarrollo del metodismo costarricense (San José: Seminario Bíblico Latinoamericano. Tesina presentada para optar el grado de bachiller en teología); págs. 4-6, 10, 13, 14, 16. (Véase también, para comprender mejor la actitud asumida por el misionero Boyle – actitud que el Dr. Nelson denomina “Boylismo” –, del propio Dr. Nelson, Historia del protestantismo en Costa Rica, págs. 185-188.) La tesina de Edwin Mora contiene material muy valioso (incluido el de una entrevista con una señora metodista, que a la sazón tenia 101 años y había conocido a los iniciadores del metodismo costarricense. El trabajo adolece de algunos defectos que dificultan su lectura, como, por ejemplo, el uso poco preciso y anfibológico de los términos “liberal” y “liberalismo’. En lo que concierne a la citada “controversia”, se aducen, desafortunadamente, fuentes de uno solo de los “contendientes” (i.e., el pastor Eduardo Zapata). Quizá no haya posibilidad de reconstruir la visión que el otro “contendiente” tenía del hecho. 12. El ejemplo trágico lo encontramos en los relatos de los Evangelios: Herodianos y fariseos se confabulan para liquidar a Jesús (Mr. 3:6 y 12:13). – 27 – 13. En uno de los informes anuales que presentamos cuando ejercimos el cargo de presidente de ese organismo, hicimos referencia al hecho indicado, y destacamos la fragilidad de una unión – alianza – que se fundamentase en aspectos negativos y no en una misión común. Véanse los informes presentados ante las Asambleas de los años 1965 a 1968. Hay un resumen del informe de 1965 en Alianza, órgano oficial de la A.E.C. año V, núm. 1, tercer trimestre de 1965; págs. 1 y 6. (Agradecemos a la Sra. Dorothy de Cabezas que nos haya prestado ese ejemplar del ya desaparecido periódico.) 14. La Asociación de Iglesias Centroamericanas, en 1970; y las Asambleas de Dios, en 1982. Esta última denominación se reintegró a la A.E.C. en 1984. Los “centroamericanos” lo hicieron en 1985. (La anterior información nos fue provista por los pastores Felipe Medina, Meléndez y Fernando Abarca, y por la oficina de la A.E.C.). 15. Para una lista bastante actualizada de las iglesias protestantes o evangélicas de nuestro país, véase: la Parte I (“Cuadro de las denominaciones e iglesias del movimiento protestante en Costa Rica – marzo de 1986”) del Directorio mencionado en la nota 3. Ahí se ve la diversidad del movimiento protestante. (Nótese, por ejemplo, que en esa sección se identifican diecisiete (17) iglesias que llevan en su nombre la palabra “bautista”.) 16. Hemos recibido información oral acerca de otros organismos que responderían a lo que hemos llamado “limitado ecumenismo intraprotestante”, pero no hemos podido recabar detalles precisos, por lo que no los mencionamos aquí. 17. También entre grupos evangélicos que no pertenecían al movimiento ecuménico clásico se desarrolló un genuino interés por todo lo relacionado con las implicaciones sociales del evangelio, especialmente en la década de los sesenta. Causó gran impacto, en el I CLADE, la conferencia que dictó el Prof. Escobar sobre este tema. (Véase: “Responsabilidad social de la iglesia”, en Acción en Cristo para un continente en crisis (San José: Editorial Caribe, 1970); págs. 32-39.) 18. En la Conferencia Internacional para Evangelistas Itinerantes, conocida como "Ámsterdam 86”, se acusó al Consejo Mundial de Iglesias de seguir la “teología del Reino” ( ¡ ! ). Según Arturo Johnston, presidente de un seminario teológico en Holanda, “la teología del reino” – desarrollada por el Consejo Mundial de Iglesias en 1980, en Melbourne, Australia – “emplea el mismo vocabulario que los evangélicos conservadores, pero le da un sentido muy distinto”. (Tomado de “Minidatos desde Ámsterdam”, publicado por los organizadores de la referida Conferencia. El éxito alcanzado por los acusadores a los que nos referimos en el texto de este artículo se manifiesta en el hecho de que en muchos círculos evangélicos basta que uno hable de los pobres o a favor de los pobres para que lo tilden de comunista. No parece importarles a esas personas que la Biblia esté repleta de referencias a los pobres, ni que se indique que el anuncio a ellos de las buenas nuevas es señal de que Jesús es el Mesías (señal puesta por el propio Jesús al mismo nivel que las sanidades y resurrecciones. Véase: Lc. 7:22.) – 28 – 19. A algunas de esas irregularidades que tuvieron lugar en la Asamblea de 1984 hice referencia en carta personal que dirigí al Ing. Alberto Reyes, quien en la ocasión era el fiscal de la Federación A.E.C. La carta tiene fecha de 11 de octubre de 1984. 20. En su artículo, inédito, “Protestantismo y sociedad en América Central”, pág. 1. 21. Ibid. 22. Ibid., pág. 2. 23. Historia del protestantismo en Costa Rica, pág. 200. 24. En la declaración de fe de la Misión Latinoamericana, por ejemplo, no sólo se afirmaba la creencia en la segunda venida de Cristo, sino que aun se indicaba una relación específica entre ella y el “milenio”. Nos consta que algunos misioneros firmaban tal declaración con reservas acerca de ese punto, y así lo hacían saber en el propio documento. 25. El título completo añade “para el Congreso de 1948 de la Asociación de Iglesias Bíblicas Costarricenses”. El dicho Congreso no pudo realizarse a raíz de los acontecimientos políticos que conmovieron al país en 1948 y que llevaron a la guerra civil. Por ello, los “Apuntes” fueron publicados a mimeógrafo, en abril de ese año. (Pág. 3) 26. He tenido conocimiento directo de este asunto, por mi amistad con el interesado. Me consultó acerca de la respuesta que debía dar, y por ello me permitió leer la carta en la que le comunicaban la decisión, y me autorizó para mencionar el asunto al firmante de la comunicación, que había sido mi profesor en el Seminario Bíblico. 27. Otros casos semejantes: ataque contra el pastor Álvaro Vega, de la Iglesia Bíblica de Fátima; ataque contra los Dres . Ricardo e Irene de Foulkes a quienes se les expulsó de hecho de la Iglesia Bíblica Nazaret; marginación total del Dr. Jacinto Ordóñez por parte de las autoridades de la Iglesia Evangélica Metodista de Costa Rica; intento de censura, por un empleado de la radioemisora T.I.F.C., de una mesa redonda sobre la Reforma del siglo XVI (fundamentado ese intento en supuestos aspectos ideológicos y políticos). La división que se produjo en la A.I.B.C. y la subsiguiente creación de la Fraternidad de Iglesias Evangélicas Costarricenses (F.I.E.C.) es parte del mismo fenómeno. 28. Varios periódicos de la capital publicaron artículos editoriales sobre este mismo asunto. La Nación, que parece contar con expertos teólogos entre su cuerpo de redactores, llevó la batuta. Se trataba, era obvio, de la defensa de sus propios intereses, y ello provocó una violenta respuesta del Obispo Auxiliar de San José (cuyas primeras declaraciones había manejado muy bien ese matutino), en la que, entre otras cosas, dijo: “A La Nación le interesa un bledo la suerte de la Iglesia Católica, lo único que busca es defender sus multimillonarios intereses económicos. Cuando les pueden servir unas declaraciones le solicitan a uno y cuando le son adversas no le dan publicidad. Me pregunto, dada esta situación: ¿Existe libertad de prensa en Costa Rica?” (La Nación, 27 de marzo de 1987; pág. 14). Los días 23, 24 y 25 de marzo, Prensa Libre publicó sendos editoriales, sabios y ponderosos, que llevaban por título, respectivamente, “Cristianismo y materialismo”, “Lucha de clases y – 29 – cristianismo” y “Cristianismo, libertad y justicia social”. 29. Véase: C. Arrastía, La predicación, el predicador y la iglesia (San José: Colección CELEP, 1983), págs. 38, 40, 62. 30. Apareció publicado por primera vez en Pastoralia (año 6, núms. 12-13; julio-diciembre de 1984; págs. 175-183). 31. La información nos fue provista por uno de los participantes. Preferimos no dar el nombre de la institución aludida. 32. A pesar de todo el desarrollo de la educación teológica – en sus formas de residencia y a distancia –, no ha logrado todavía extenderse hasta el pueblo, y ha continuado como prerrogativa de unos pocos. El carácter proteccionista de algunas instituciones, que llegan incluso a controlar lo que leen sus estudiantes, manifiesta su índole poco formativa, desde un punto de vista intelectual y académico. (Véase: Pastoralia, año 8, núm. 16, de diciembre de 1986, dedicada al tema de la educación teológica popular.) 33. Véase: En Marcha Internacional (San José: Ministerio de Evangelismo a Fondo, Misión Latinoamericana), núm. 16, enero-junio de 1970, pág. 10 (en el artículo de Plutarco Bonilla A., titulado “Reflexiones sobre el CLADE”). 34. Puesto que fue dicho en una conversación privada, hace casi tres lustros, y no está escrito, prefiero no citar el nombre del autor, para no herir susceptibilidades. Aunque hemos indicado entre comillas lo que se nos dijo, no se trata de ipsissima verba. 35. El periódico La Nación (San José, 26 de marzo de 1987, pág. 28A) publicó un comunicado de prensa fechado en Fort Mill, E.U.A., en el que se lee, entre otras linduras, lo siguiente: “Sexo, chantajes, procesos, ambiciones políticas y otros excesos de ciertos ‘teleevangelistas’ norteamericanos están empañando su imagen en Estados Unidos. Un asunto de moralidad y acusaciones de 'chantaje a la muerte' acaban de poner en primer plano a dos de los predicadores más célebres, quienes controlan auténticos pequeños imperios financieros y cuyas emisiones religiosas televisadas tienen una audiencia [sic] de cuarenta millones de personas todas las semanas”. La prensa internacional (Time, Newsweek, U.S. News and World Report, The Miami Herald y los principales periódicos de los E.U.A.) han publicado extensos artículos en que se dan a conocer las irregularidades cometidas y la magnitud del escándalo. 36. El desarrollo de la apocalíptica es la confesión de que la historia humana tiene dirección y, por tanto, sentido. La apocalíptica cristiana es la afirmación de que la historia marcha hacia su consumación y de que esa consumación, en la plenitud de los tiempos, es el Jesús resucitado: porque “El es el modelo y fin del universo creado, él es antes que todo y el universo tiene en él su consistencia”, según afirma San Pablo (Col. 1:16, 17. Traducción de Juan Mateos y L. Alonso Schoekel). 37. Hace muchos años criticamos a un conocido teólogo evangélico de Sudamérica que dio una conferencia en el Seminario Bíblico Latinoamericano, en San José, e hizo una tan radical separación entre la proclamación (kerygma), el testimonio (martyria) y el servicio (diakonia) que hacia de estos últimos – y especialmente del último – un apéndice del cual podría prescindirse. Ese orador corrigió hace tiempo su posición, pero esta sigue siendo la que asumen hoy día muchísimos grupos evangélicos. – 30 – 38. De aquí que haya una marcada diferencia entre ese concepto de discipulado y lo que algunos teólogos latinoamericanos llaman “el seguimiento de Jesús”. Véase, por ejemplo: Jon Sobrino, Jesús en América Latina (San Salvador: UCA Editores, 1982), especialmente la sección IV. 39. “La actitud política de los protestantes en América Latina”, pág. 12. 40. Al referirse a los textos bíblicos que claramente hablan contra los ricos explotadores, el conocido predicador Luis Bush dijo en “Ámsterdam 83”: “Por supuesto, cuando en el estudio de la Biblia llegamos a Santiago 5 o a Amós, los estudiamos, no los pasamos por alto. Pero no constituyen el centro del mensaje”. O sea, que para el Sr. Bush, el evangelio bien puede ser justificación sin justicia. Además, Sant. 5 y Amós no son los únicos textos que tratan el asunto; son, más bien, sin cuenta. La cita está tomada del siguiente artículo: Plutarco Bonilla A., “Crisis en la evangelización y evangelización en la crisis”. Pastoralia, (año 5, núms. 10-11, julio-diciembre de 1983; pág. 34). 41. Aparte del caso de la A.I.B.C., en cuyo seno, como ya indicamos, se produjo una división que dio lugar a la formación de la F.I.E.C., se han dado también varios casos de división en iglesias locales. El más reciente ha sido el del Centro Evangelístico Cruzada de la Fe, sito en la carretera a Desamparados (San José). Además podría señalarse la existencia de “grupos paralelos” en, por lo menos, dos de las denominaciones establecidas. Llevarán, con toda probabilidad, a la constitución formal de esos grupos por separado. Nos han informado que se produjo en 1986 una nueva división en la iglesia metodista de Esparza. Además, el litigio por propiedades no se ha dado sólo entre la A.I.B.C. y la F.I.E.C. También existe el mismo problema en otras iglesias. 42. Insistimos en que esta actitud no es patrimonio exclusivo de los ultraconservadores. Es cierto, hemos experimentado los efectos de esa actitud en carne propia, en iglesias y también, paradójicamente, en instituciones de educación teológica (de orientación muy conservadora en ambos casos). Pero, la hemos visto hacer iguales estragos en los ultraconservadores de la izquierda, en los incendiarios por vocación, que creen que hay que jugar a los inquisidores contra los que, por las razones que sean, no creen al igual que ellos. Evangélicos de la América Latina han quedado escandalizados por la actitud asumida por algunos latinoamericanos empleados del Consejo Mundial de Iglesias, quienes, en nombre del progreso y de la revolución, quieren conculcar en otros los mismos “derechos humanos” que dicen defender. Pareciera que para algunos de ellos no se puede ser cristiano hoy si no se defiende la revolución nicaragüense. Y, que conste, que nosotros la defendemos. Pero no la identificamos – ni esa ni ninguna otra revolución – con el Reino de Dios, que será el criterio último para juzgar esa y todas las revoluciones habidas y por haber. 43. En 1973, el Dr. Míguez Bonino presentó una ponencia en la consulta que celebró la Comisión de Fe y Constitución, en Salamanca, sobre “Conceptos de unidad y modelos de unión”. La ponencia, “Un intento latinoamericano para situar el problema de la unidad”, fue publicada, con el material de la consulta, en Diálogo Ecuménico (Salamanca: Universidad Pontificia, Centro de Estudios Orientales y Ecuménicos “Juan XXIII”), tomo IX, número 34, año 1974. La ponencia del Dr. Míguez (págs. 267279), sumamente provocativa, plantea temas como lo que él llama las “familias” transconfesionales, la lucha por la “reconstitución de la Iglesia”, la crisis de las iglesias – 31 – y el problema socio-ideológico. El Prof. Günther Gassmann respondió al Dr. Míguez (págs. 281-283), presentando una serie de objeciones y preguntas. Ambas – ponencia y respuesta – siguen teniendo vigencia porque nos ayudan a plantearnos problemas que tienen que ver con la situación que hoy vivimos. 44. El 31 de marzo del corriente año se celebró una reunión promovida por la Junta Directiva de la Federación A.E.C. para discutir el asunto. Al terminar este artículo, todavía no se había tomado una decisión. He aquí parte de lo que dice la carta – firmada por Guyón Massey, presidente de ese organismo – en que se plantea esa sugerencia: “Con el objetivo de aprovechar el entusiasmo espiritual, que en estos momentos vive la obra cristiana en el país; estamos elaborando un suplemento que pretende dar a conocer a la sociedad costarricense, la labor integral que realiza la comunidad evangélica de Costa Rica. . . Nos parece que la Iglesia Evangélica de Costa Rica, como un cuerpo, tiene mucho que decir sobre su labor en el campo social, educativo, espiritual y cultural. Servicios que hasta la comunidad evangélica desconoce. . . A la vez sentimos, que el Congreso para Pastores y Evangelistas, El Desfile, La Cruzada con el Hno. Pablo y la de Jimmy Swaggart, han sido usados por Dios para la creación de una coyuntura importante, que no quisiéramos desaprovechar”. (Carta fechada en marzo de 1987, sin indicación de día. Hemos respetado el texto, incluida la puntuación.) En 1961, un grupo constituido ad hoc, que se presentó como “Iglesias evangélicas unidas en Costa Rica”, publicó un campo pagado, en el ya fenecido Diario de Costa Rica (San José, 11 de abril; año XLII, núm. 12.673). Esa publicación fue motivada por la decisión del Ministerio de Gobernación de revocar un permiso concedido por el Gobernador de San José para que los evangélicos realizaran un desfile en conmemoración del septuagésimo aniversario del comienzo de la obra protestante en el país. La publicación llevaba por titulo: "Cuál ha sido el aporte de los protestantes a gloriosa historia nacional”. 45. Hugo Assman, La iglesia electrónica y su impacto en América Latina (San José: DEI, 1987); 170 págs. 46. Véase lo que dijo en "Ámsterdam 83” otro de los campeones de la religión electrónica: Pat Robertson. En Pastoralia (artículo de Plutarco Bonilla A., “Crisis en la evangelización y evangelización en la crisis”), año 5, núms. 10-11; pág. 35. 47. Los aspectos que hemos mencionado han sido entresacados de una lista muchísimo más larga, obtenida como resultado de una evaluación que se hizo en octubre de 1986 en Managua, en el Seminario Bautista de Nicaragua, del documento “Impacto de la programación religiosa difundida por los medios electrónicos en la población cristiana activa en América Central”. El informe de la evaluación fue preparado por Dennis Smith, coordinador de Pastoral de la Comunicación, del CELEP. 48. Hemos resistido la tentación de añadir algunos extensos comentarios relacionados con lo que está sucediendo, en la actualidad, en el mundo de lo que hemos llamado “la religión electrónica”: lo relativo al Club PTL y a la rapiña que parece estar desatándose entre esos “predicadores” del evangelio (¿?). Sí queremos decir, no obstante, que creemos que, en su análisis de lo ocurrido, esos – 32 – teleevangelistas no han tocado todavía – ni lo harán, probablemente, por ser parte interesada – lo que a nuestro entender constituye el pecado más grave: la explotación del sentimiento religioso de gentes de buena voluntad – muchas de ellas ancianas y, según los patrones de los E.U.A., pobres, para sacarles el dinero y con él construirse lujosas mansiones y catedrales de cristal, crear empresas comerciales (¡de artículos tan esenciales como cosméticos!), y llevar la gran vida. 49. Véase, por ejemplo, el artículo escrito por el Dr. José Míguez Bonino en 1961, publicado en Cuadernos Teológicos (Buenos Aires): “Iglesia y secta: revisión de un vocabulario” (Tomo IX, núm. 1, enero-marzo, 1960; págs. 3-12). 50. En Rumbo Centroamericano (San José: La Nación, S.A.) , año 1, núm. 41, del 8 al 14 de agosto de 1985; pág. 14. No estamos de acuerdo con todos los detalles incluidos en los diferentes planos, pero si con su gran mayoría. Otros documentos dignos de ver, sobre el mismo tema, son los siguientes (todos de orientación católica): “Vatican Report on Sects, Cults and New Religious Movements” (publicado en L’Osservatore Romano. Tenemos la edición hecha por la Sociedad Misionera Doméstica y Extranjera de la Iglesia Protestante Episcopal en los E.U.A., Nueva York, 1986); Gregorio Selser, “Las sectas protestantes siguen creciendo”, en Debate (San José, 27 de febrero de 1984). La revista Mensaje Iberoamericano (Madrid: Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias, de la Conferencia Episcopal Española; núms. 237-238, agosto-septiembre de 1985) está dedicada casi íntegramente al tema de las sectas. La lista de artículos que tratan este asunto es ya larguísima. 51. En un breve artículo titulado “Roman Catholicism in Latin America. Future Trends”, y publicado en The Latin America Evangelist (Miami: Latin America Mission), Samuel Escobar señala que publicaciones católicas han interpretado el encuentro ecuménico sobre sectas celebrado en Cuenca, Ecuador (con el patrocinio del CLAI, la Conferencia de Iglesias del Caribe y la Conferencia Episcopal de Ecuador), en sentido tradicional dentro del catolicismo: Cualesquiera denominaciones o grupos protestantes que hacen obra de evangelización son sectas. (Núm. de abril-junio de 1987, pág. 8). 52. Monseñor Arrieta, arzobispo de San José, hizo en 1984 unas declaraciones a la prensa en las que atacaba a los protestantes en general. Cuando un grupo de personas (el obispo metodista Federico Pagura, el Dr. Juan Stam, el Rdo. José Antonio Morales, la Srta. Beatriz Barahona y el autor del presente artículo) lo visitó para conversar sobre diversos asuntos, el Arzobispo aclaró que no se refería a todas las iglesias protestantes, sino, principalmente, a sectas como los Testigos de Jehová y otros grupos extremistas. Desdichadamente, hasta donde hemos sabido, nunca hizo tal aclaración por la prensa. 53. Más recientemente, Guillermo Cook, anterior director general del CELEP y la principal autoridad protestante en Latinoamérica sobre las comunidades de Base. Véase su artículo “Comunidad de base y ecumenismo (¿Qué es ecumenismo de base?: la teología de la liberación como fenómeno ecuménico)”, que será publicado próximamente en Venezuela como parte de un libro sobre ecumenismo. – 33 –