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PREVENCIÓN DEL USO DE DROGAS EN EL ÁMBITO ESCOLAR
D.L. MU 783-2001 ISSN 1577-7995
Maria Teresa Ballester Pérez(*)
Colegio Público López Marco. Sollana
Consellería de Educación. Valencia
Resumen
Los problemas derivados del uso y abuso de drogas constituyen uno de los principales problemas
sociales y sanitarios de la actualidad. Ante esta situación, la prevención del uso de drogas se
constituye como uno de los ejes básicos sobre los que se articulan las intervenciones dirigidas a
minimizar el problema. Uno de los ámbitos de actuación preferentes es la prevención del uso de
drogas es la escuela, puesto que los enfoques más prometedores en prevención son aquellos que se
dirigen a los jóvenes que se encuentran al comienzo de la adolescencia. Las actuaciones en el
ámbito escolar deben de incluir a la comunidad escolar en su totalidad; profesores, padres y
alumnos. No obstante, y aunque existe un claro consenso respecto a la idoneidad de la prevención
en la escuela, existen diversas dificultades que impiden un desarrollo adecuado de los programas de
prevención.
Palabras clave: prevención, drogas, escuela.
INTRODUCCIÓN
El uso de drogas constituye una de las conductas más ampliamente percibidas como problema por
nuestra sociedad, hasta el punto que en las frecuentes encuestas de opinión que se han realizado
durante los últimos años, habitualmente aparece entre las primeras preocupaciones de la población
española. Esta percepción social del consumo de drogas se ha revelado como uno de los principales
obstáculos para la planificación de actividades encaminadas a la prevención y tratamiento de las
toxicomanías.
La edad de inicio en el consumo de drogas comienza a edades tempranas, en especial al tabaco y al
alcohol. Las investigaciones indican que los jóvenes que fuman y beben de forma regular tienen
una alta prevalencia de experimentación con otras drogas y tienen una actitudes más positivas hacia
el consumo de drogas ilegales (Best y col, 2000; Vazquez y Becoña, 2000).
El término prevención hace referencia a la acción y efecto de prevenir, y relaciona dos aspectos
distintos (Santacreu, Zaccagnini y Márquez, 1992): de una parte hace referencia a la preparación o
a la acción anticipada; y de otra tiene como objetivo el evitar males o daños que se avecinan. La
utilización de dicho término ha derivado en los conceptos de prevención primaria y secundaria. La
primera acepción hace referencia a "avisar", anticipar el curso de los acontecimientos; la segunda
tiene que ver con "actuar", llevar a cabo una serie de acciones que impidan el daño del que
previamente estamos informados, que ocurrirá a menos que actuemos. Todas aquellas actividades
(instrumentos, disposiciones, etc) tendentes a informar del estado de la situación, con pretensiones
de informar lo antes posible, o con la intención de informar para que se puedan llevar a cabo
actuaciones que reduzcan el posible daño que se avecina, sería lo que llamamos prevención
primaria. Las actividades tendentes a remediar la posible amenaza o daño que puede producirse y
del que se tiene información, comprendería la prevención secundaria, y tradicionalmente se
conocen como "tratamiento".
Además de estas dos acepciones sobre prevención, a las que comunmente se hace mayor referencia
existe otro tipo de prevención a la que se le denomina terciaria. La prevención terciaria está dirigida
a reducir las consecuencias o efectos del problema, cuestión que se persigue mediante la
resinserción social. Se trata del concepto de rehabilitación integral (Maciá, 1986), que ha de tener
en cuenta las dimensiones físicas, psicológicas y sociales del individuo.
Para algunos autores la prevención exigiría que los sujetos tuvieran capacidad de autocontrol autoevaluación y autodirección- (Santacreu, Zaccagnini y Márquez, 1992). En esta misma línea se
expresa Brisson (1992), para quién la prevención debe entenderse no cómo la cantidad de riesgos
que son controlados sino aprender a controlarse y planificarse, tanto en el plano individual como en
el colectivo.
En resumen, podríamos definir la prevención como aquel conjunto de medidas que, a partir del
conocimiento del problema y de los factores implicados en su origen y desarrollo, tratan de evitar
su aparición, o en su defecto impedir su progresión y reducir los efectos una vez instaurado.
PREVENCIÓN PRIMARIA
El estudio de la juventud implica diversos inconvenientes de orden práctico, que pueden resolverse
con ventaja utilizando muestras escolares. Los principales problemas que debe enfrentar cualquier
estudio de muestreo son los que afectan a su representatividad y validez, es decir, que la muestra
identifique a un número limitado de personas que sean representativas de la población que interesa,
y que la información recogida sea de hecho cierta, o por lo menos relativamente precisa.
La utilización de muestras escolares, aunque tiene en cuenta sólo una parte del colectivo juvenil, se
justifica por sí misma por cuanto la población escolar es frecuentemente destinataria de muchos
programas de educación preventiva, lo que requiere un conocimiento en profundidad de sus
características. Además, el colectivo escolar, aún admitiendo que puede diferir muy
significativamente del grupo no escolarizado, supone del 70 al 80% de los jóvenes entre 14 y 18
años. Por otra parte, el hecho de encontrarse reunidos y localizables, y distribuidos por niveles
educativos (aproximadamente equivalentes a los grupos de edad), facilita enormente la selección de
la muestra y su accesibilidad. Por esto, aunque las muestras estudiantiles no se pueden considerar
representativas de toda la población juvenil, proporcionan datos de parte importante de la misma.
En cuanto a la validez de la información recogida, existen antecedentes que permiten sospechar que
es más difícil admitir el consumo de drogas ante un entrevistador que mediante un cuestionario
anónimo y autoadministrado. Los cuestionarios anónimos son, por ello, los más comúnmente
utilizados, y su utilidad ha sido contrastada tanto para la descripción del consumo como para la
exploración de los factores de riesgo.
En estudios realizados en otros lugares de nuestro país, se comprueban las diferencias en las
cantidades absolutas consumidas, en los tipos y formas de consumo, o en las edades en las que
ocurren distintos comportamientos, lo que da una idea de que las distintas poblaciones quizá se
encuentren en momentos evolutivos diferentes, o que los factores que intervienen en cada momento
son distintos para cada población. En cualquier caso el estudio de muestras locales se justifica por
la utilidad que tiene su conocimiento para la planificación de la prevención en estas comunidades,
puesto que las muestras que abarcan mayores extensiones de población proporcionan una
información útil para planes generales, pero más difícilmente pueden ofrecer una visión matizada y
sin duda obvian las cuestiones particulares de las que depende la eficacia de la prevención.
El estudio del uso de drogas de un sector de la población permite conocer el estado actual del
problema. Pero la repetición de estos estudios permite, además, obtener un índice de su evolución
de forma que posibilita la previsión de las dimensiones que puede alcanzar en un futuro próximo,
con las evidentes repercusiones que ello tiene en la planificación de los recursos preventivos y
asistenciales. El conocimiento de la evolución del consumo proporciona, en definitiva, información
sobre los cambios de actitudes y usos sociales y constituye una medida indirecta de la eficacia de
las acciones preventivas emprendidas.
Por todas estas razones, el estudio de una misma población a intervalos de tiempo más o menos
breves y prefijado, es una práctica relativamente extendida, sobre todo en Estados Unidos. En
nuestro país no es una práctica tan frecuente, puesto que la investigación en este campo no cuenta
con el necesario apoyo institucional.
Si no existe una política de investigación sostenida por alguna institución, a menudo los estudios de
este tipo se realizan sólo cuando se consiguen los recursos que permiten afrontarlos. En la
actualidad los recursos económicos asignados a la prevención son reducidos. En el 2001 se ha
aumentado el presupuesto en un 5% respecto al año anterior, quedando una cantidad de 3.716
millones de pesetas destinadas a la prevención en este año (PNSD 2001).
ESCUELA Y PREVENCIÓN
Los programas preventivos de drogas se han puesto en práctica generalmente en el marco escolar,
al considerar a éste como el más adecuado (Vega, 1983; Macía, 1986, Escámez, 1992). El papel
básico que cumple la escuela en el proceso educativo en el niño, hace de ésta el lugar idóneo según
los diversos investigadores, para abordar la labor educativa con fines preventivos hacia el consumo
de drogas.
Tabla 1
Prevención en la escuela (Oñate, 1993)
El carácter preventivo de la escuela es asegurar y multiplicar la virtualidad de la institución en sí
misma y como "equipamiento social".
Los objetivos pueden comprometer a uno o varios sectores de los que integran la comunidad
educativa: no sólo alumnos, también profesores y personal no docente, los padres -directamente o
a través de las AMPAs-, e incluso a grupos sociales ajenos al espacio escolar.
El tipo de prevención escolar no tiene que limitarse necesariamente a los objetivos y métodos
educativos.
El instrumento más trascendental para abordar el empeño y para asegurar su mejor éxito es la
formación mediante la prevención.
Posibilidades de las APAs como instrumentos institucionales para la prevención
Algunos autores (Tortu y Botvin, 1989; Chassin, Presson y Sherman, 1990), señalan la importancia
de los profesores en el modelado de la conducta, además se ha demostrado su efectividad para
influir en la conducta de los alumnos junto con el comportamiento de los padres y la presión de los
iguales. No obstante, la mayor parte de la investigación se centra en el estudio de su rol como
modelos (Myers y col, 1989), y en la adecuación de su rol educativo en los programas de
prevención en educación para la salud (Tortu y Bovtvin, 1989; Evans y col, 1989).
Maciá y col (1993), proponen otro tipo de intervención a la que denominan ComportamentalEducativa. Se trata del aprendizaje de habilidades conductuales a través de la adicción de
estrategias de tiempo libre, lo que supone facilitar la inserción en la colectividad, proponiendo
actividades de índole intelectual, social, cultural o recreativas que puedan reemplazar al consumo
de drogas. El objetivo principal consistiría en proporcionar a los jóvenes aún no consumidores
habituales los recursos teóricos y técnicos para que desarrollen un equipamiento de habilidades que
los capaciten para prevenir y resolver de forma adecuada el mayor número de situaciones
relacionadas con la problemática del inicio al consumo de drogas. La intervención es tanto a nivel
individual como de su propio contexto, familia y escuela.
En nuestro país se han llevado a cabo interesantes intentos no sólo de puesta en marcha de
programas preventivos, sino también de evaluación de dichos programas. Calafat y col (1984,
1989, 1993). Las bases teóricas de estos autores se basan en una concepción secuencial del proceso
de adicción, según la cual en dicho proceso se desarrollarían una serie de etapas sucesivas, en las
que se darían una serie de factores favorecedores del paso a la siguiente. Se examinan un grupo de
factores a partir de los que tomar la decisión de aceptar o rechazar una invitación al consumo. Los
alumnos tienen la ocasión de revisar sus necesidades personales, los valores, las dificultades
relacionales. Para ello el profesor cumple un papel importante en los programas, debe renunciar al
papel de transmisor de información y asumir otro distinto de moderador o de impulsor de trabajo
grupal.
Los programas tradicionalmente utilizados en el ámbito de la prevención del consumo de drogas
han tenido de forma casi exclusiva un carácter meramente educativo o informativo (Pinazo, 1993).
Los primeros programas educativos propuestos señalaban que el abuso de drogas podría evitarse
mediante sencillos programas de información al público, sustentados en campañas a través de los
medios de comunicación.
Estos programas basados en la información mostraron unos resultados ciertamente muy pobres, lo
que propició que estas estrategias preventivas evolucionaran hacia lo que se ha denominado el
submodelo pedagógico (Ferrer, 1993), con la puesta en marcha de programas específicos e
inespecíficos, que adjudicaban a la escuela la responsabilidad de crear un clima conducente a una
buena salud mental y social. De nuevo aparece la imposibilidad de evaluar este tipo de programas,
dada la inadecuada metodología de la que la mayor parte de ellos adolece.
Un aspecto a tener en cuenta referente a la información sobre el uso de drogas, viene dado por las
diferentes fuentes de información que posee la población. Berjano (1988) lleva a cabo una revisión
de distintos trabajos y extrae las siguientes conclusiones: los amigos son la fuente más importante
de información entre los jóvenes, el lugar donde se intercambia frecuentemente información sobre
la droga entre los jóvenes es el ámbito escolar, y los medios de comunicación son los que llegan a
las clases más populares.
Para Cárdenas (1990), el análisis de una posible relación entre los medios de comunicación y el
consumo de alcohol en edades tempranas, se justifica por la capacidad de influencia que nuestra
sociedad atribuye a dichos medios. Desde los planteamientos de las teorías cognitivas, los mensajes
de los medios de comunicación contribuyen a la aceptación e integración por parte del sujeto del
alcohol como elemento positivo y deseable, así como al mantenimiento de un entorno favorecedor
y permisivo que validará el consumo de esta sustancia; ambos hechos favorecen la elaboración por
parte del receptor, de una representación psicosocial de las bebidas alcohólicas, definida claramente
en la infancia (Weiss, 1988).
Otro tipo de programas se han desarrollado desde una perspectiva educativo-formativa. Estos
programas utilizan además de las estrategias de información, otras como la persuasión y distintas
actividades encuadradas en el ámbito escolar, y pretenden en última instancia un cambio de
actitudes hacia la droga (Escámez, 1990).
Los enfoques actuales más prometedores en la prevención del consumo de drogas son los que
plantean como objetivos enseñar habilidades de resistencia y establecer normas. La evaluación de
los estudios realizados en el ámbito escolar muestran que este tipo de enfoques reducen
significativamente el consumo de tabaco, alcohol y marihuana. El único problema encontrado es
que estos efectos pueden disminuir con el paso del tiempo, por lo que se recomienda realizar
sesiones de recuerdo para mantener e incluso potenciar los efectos preventivos alcanzados. La
investigación demuestra que este tipo de programas son efectivos aunque sean ofrecidos a distintas
poblaciones y por diferentes profesores (Botvin, 2000).
Tabla 2
Ventajas de la prevención en la escuela
Acceso a un gran número de jóvenes
Posibilidad de actuación a bajo costo
Posibilidad de intervenciones longitudinales
Personal entrenado en técnicas educativas
Legitimación ante la sociedad
DIFICULTADES PARA LA PREVENCIÓN EN LA ESCUELA
Las actuaciones en el ámbito escolar deben de implicar a la comunidad escolar en su conjunto, esto
es, a profesores, alumnos y padres. Se considera que la estrategia básica de actuación debe de
desarrollarse a través de la educación para la salud, como materia transversal, según indica la Ley
Orgánica 1/90 de Ordenación General del Sistema Educativo -LOGSE- (PNSD, 2000). Estas
actuaciones deben ser implementadas con intervenciones intensivas sobre grupos especialmente
vulnerables, entre los que cabe mencionar aquellos afectados por el fracaso escolar.
Tabla 3
Indicaciones sobre prevención en la escuela (PNSD; 2000)
Las actividades que se desarrollen por los alumnos estarán dirigidas por el profesorado
Las actividades estarán integradas en las actividades escolares y extraescolares
Las actividades serán continuadas en el tiempo y no esporádicas
Es conveniente que los profesores cuenten con el apoyo de profesionales de la prevención de
las drogodependencias
Es necesario que el profesor esté ayudado por materiales preventivos experimentados
previamente
Se deberían abordar otros aspectos como los hábitos de higiene, autocuidados de salud,
autoestima y otros factores protectores del consumo de drogas
Existen serias dificultades en muchos de nuestros centros, para que algunos profesores desarrollen
y dirijan las actividades de tipo preventivo. No es extraño escuchar a algunos de nuestros
compañeros decir que no les corresponde este tipo de tarea. En otros casos, las dificultades para
desarrollar el currículo ordinario en su totalidad, llevan a considerar los objetivos de los ejes
transversales (entre ellos la educación para la salud), como objetivos no prioritarios frente a los de
las áreas instrumentales y/o tradicionales. Muchos profesores desconocen a que profesionales de las
drogodependencias pueden acudir para que los asesoren, pues desconocen los recursos y también la
existencia de materiales preventivos contrastados y experimentados. En muchas ocasiones ni se
conoce ni existe preocupación por abordar est tipo de temas. A todo esto habría que añadir, que en
no pocas ocasiones los mismos profesores realizan comportamientos que pedimos no realicen
nuestros alumnos (P.ejem: fumar en el centro escolar). El profesor es parte fundamental en la
realización y puesta en marcha de las actividades preventivas, por tanto si no existe motivación por
su parte, dificilmente podrá desarrollarse ningún tipo de programa.
Muchos programas escolares no han tenido metas y expectativas realistas, al esperar la total
erradicación del consumo de drogas y no tomar como objetivos otros sistemas significativos como
la familia, el grupo de amigos y los medios de comunicación. Un último factor que cada vez se
menciona más, es que casi todos los programas son limitados en el tiempo y en su alcance,
perdiendo por tanto "intensidad".
DISCUSIÓN
Ya se ha indicado con anterioridad que la prevención de conductas de riesgo de consumo de este
tipo de sustancias debe incluir la familia, la escuela, los medios de comunicación y en general las
instituciones sociales. Si la prevención en la escuela no es del todo eficaz en la producción de
cambios conductuales, puede decirse que es porque la escuela, es sólo una de las muchas
influencias que modelan la conducta de los jóvenes y, por tanto, esperar de la escuela un auténtico
cambio de conducta resulta irreal e inapropiado.
La permisividad del uso social de algunas sustancias, en especial del alcohol, se imprime también
sobre las actitudes del adolescente. Estas actitudes están reflejando lo que el adolescente ha
aprendido a través de su socialización, a través de unos usos y costumbres sociales y familiares.
Bajo nuestro punto de vista habría que poner en marcha estrategias educativas de prevención
primaria dirigidas a fomentar actitudes y opiniones razonadamente críticas, que al menos se
cuestionaran aquellos usos que la sociedad permite y acepta, aún cuando sean objetivamente
limítrofes con las conductas de riesgo para la salud. Estas estrategias preventivas pueden ponerse
en marcha en el marco escolar a través de programas de cambio de actitudes, y ya han sido
desarrolladas con resultados satisfactorios (Escámez, 1990)
Por otra parte el consumo de sustancias psicoactivas, y del alcohol en particular refleja una carencia
de las habilidades de relación social en muchos adolescentes, que se ve compensada precisamente
por ese uso compulsivo en situaciones determinadas (fines de semana). Se ha señalado a este
respecto la utilidad de programas de prevención basados en el aprendizaje de habilidades sociales,
asertividad y toma de decisiones (Casanova y Santafé, 1994, Calafat y col, 1985).
Los programas basados en el incremento de la competencia social, la asunción de autonomía en el
desarrollo del propio crecimiento y la emancipación de criterio respecto a los iguales, tienen como
objetivo mejorar la calidad de vida del adolescente, aumentar su adaptabilidad, fortalecer su red
social de apoyo y disminuir su vulnerabilidad ante diversos estresores, todo lo cual tendrá como
consecuencia una disminución de la probabilidad de aparición de conductas desajustadas, incluido
el abuso de drogas (Casanova y Santafé, 1994). Son este tipo de estrategias de prevención, más que
las acciones basadas en la información y el supuesto cúmulo de conocimientos acerca del efecto
nocivo de las drogas las que a nuestro entender, habría que introducir en el marco escolar.
Entendemos que es desde el ámbito educativo, con carácter de prevención, donde también debe
abordarse el problema de la drogadicción, en el marco de una educación para la salud, elaborando
programas pedagógicos cuyo objeto principal sea la formación de actitudes negativas hacia el
consumo de drogas y positivas hacia una vida sana. Se pretendería que los alumnos valorasen la
salud como un bien que hay que conservar y promover, por lo que la escuela debe abandonar una
concepción restringida de la educación y posibilitar una formación integral de la persona, donde la
salud es condición indispensable.
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Para citar este artículo en bibliografía
Ballester Pérez, Mª Teresa(2002). "Prevención del uso de dorgas en el ámbito escolar". Revista
Electrónica ESCUELA PÚBLICA,de la Asociación para la Mejora y Defensa de la Escuela Pública
en la Región de Murcia (AMYDEP), v2(n2). [Disponible en
http://www.amydep.com/revista/numero4/v2n2a5.htm]
Maria Teresa Ballester Pérez
C/ Dr. Fleming, 73-15
CP 46470 Albal -VALENCIATF: 961272542
E-mail: [email protected]