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“Asociacionismo y participación ciudadana:
algunas reflexiones desde Cuba”1
Mtr Armando Chaguaceda Noriega2
"¿Qué significa lo no gubernamental en un país de tradición estatal? ¿Por qué no
usar mejor como criterio para evaluar a las asociaciones el concepto que tienen de la
participación y sobre todo, la forma en que promueven la participación de la
comunidad?"3
Cuba cambia. Aunque con un devenir caricaturizado por discursos de la
prensa cubana y de ciertas crónicas foráneas, una compleja transformación se
despliega, mudando modos de vida y espiritualidades, hábitos de consumo y símbolos
de status, roles familiares y culturas políticas. Y aunque el entramado institucional y
normativo parezcan rezagarse -más de lo que el sentido común aconseja-; la
transformación está en marcha, rechazando los dogmas impuestos por la claudicación
neoliberal y el inmovilismo burocrático, formas ambas de fatalismo histórico. Y si se
precisa enfocar la profundidad del cambio en curso, hallaremos un escenario
privilegiado y seductor para el análisis en el espacio asociativo, entendiendo a este
como la dimensión social que acoge las formas -relativamente- autónomas de
agrupamiento y acción colectivos, ajenas a la institucionalidad política y económica,
que canalizan la actividad voluntaria de los ciudadanos en disímiles esferas de interés
particular, caracterizados por lógicas de reciprocidad, solidaridad, interacción simétrica
y defensa de identidades comunes.
Así durante los últimos años en nuestro país se expandieron experiencias
participativas en asociaciones, tributando al proceso de paulatina democratización de
disímiles agencias de la sociedad política4, especialmente los órganos locales de
Gobierno. Proceso no exento de contradicciones y retrocesos, derivados de variables
exógenas (acoso estadounidense) y domésticas (impronta del subdesarrollo y
tradición estatista), que evidencia una tensión dinámica entre la tradición democrática
de izquierdas y las tendencias burocratizantes, típicas de un régimen socialista de
estado. Al analizar dichos agrupamientos colectivos, sus tradiciones organizativas e
imaginario, precisamos valorarlos, en su naturaleza política, por su capacidad para
construir paradigmas alternativos o funcionales a la dominacion dentro de cada
contexto social.
Un elemento fundamental lo constituye el estudio de la cultura política de los
mismos analizando la participación como variable protagónica de gran importancia en
el funcionamiento democrático.5 Al hacerlo defino a la participación ciudadana como el
proceso de involucramiento consciente y activo del ciudadano(a) en las problemáticas
y transformaciones de su entorno social, (comunitario y político institucional),
expresado en diversas modalidades (directa, delegada, activismo, entre otras) y
1
Este artículo se inserta, junto a un proyecto CLACSO- ASDI, en la línea principal de investigación del
autor como temática de un futuro doctorado en Sociología Política.
2
Profesor de Teoría Política, Universidad de la Habana, activista comunitario y miembro de la cátedra
Haydee Santamaría. E/ mail [email protected]
3
Citado por Ma López Vigil en “Sociedad civil en Cuba: diccionario urgente”, Revista Envío, Managua, No
184, julio de 1997.
4
Estas mantienen un peso importante en la fiscalización, coordinación y soporte material de las formas
asociativas, lo que resulta fuente de sinergias y conflictos.
5
Ver Jorge Vergara, "Teorías democráticas participativas: Un análisis critico". Revista Venezolana de
Economía y Ciencias Sociales. Volumen 4. Numero 2/3. Caracas, 1998 y Carole Pateman, “Participation
and democratic theory”, Cambridge University Press, 1970.
sucesivas fases de desarrollo: levantamiento de problemas, expresión de propuestas,
elaboración de agenda, diseño y ejecución de un sistema de acciones, control y
evaluación de estas, etc.
Se considera que la ampliación de la participación contribuye decisivamente a
la integración social, al fortalecimiento de la legitimidad, del consenso y la
comunicación política, junto a la construcción de una ciudadanía activa. A esta
ciudadanía activa correspondería lo que algunos autores denominan “(…) un nuevo
contrato social de la sociedad, que redefine la distribución de las responsabilidades
entre ciudadanos, ciudadanas y el Estado. Ese nuevo contrato de la sociedad se
desliga de la idea de que el Estado es competente para todo. En vez de eso los
ciudadanos, la sociedad activa, tomaran más responsabilidad por el bienestar y la
comunidad” y continua aclarando que “(...) el Estado no se retira de la responsabilidad
social, sino que siempre estará comprometido con que tiene que garantizar ciertos
estándares referentes a las prestaciones sociales. Además, el Estado siempre deberá
estar comprometido con que la vida sea digna de vivir”.6
Resulta necesario entender el término ciudadano no sólo como el sujeto de
derechos constitucionalmente garantizados, sino como el que en uso de esas
facultades ejerce acción, gana responsabilidad e interviene en la producción y
reproducción de la convivencia social y de las condiciones que posibilitan tales
procesos. Este accionar ha sido analizado en términos de ciudadanía política, definida
como el derecho a participar en el poder político, ya sea como votante o mediante la
práctica activa o ciudadanía social, expresado en lo referente al derecho a disfrutar de
un estándar básico de vida, bienestar y seguridad económica. Ambos enfoques
comparten la alarma de que ninguno de estos tipos de ciudadanías se podrán
desplegar en condiciones de creciente pobreza, marginalidad y privación de recursos
sanitarios y educativos a nivel planetario, por lo que la consagración constitucional de
prerrogativas ciudadanas resulta, por si sola, insuficiente.
El contexto de la participación: la Sociedad Civil como espacio y debate.
El “macroconcepto” Sociedad Civil (SC) ha devenido término polisémico, laxo
y amorfo a partir de su uso indiscriminado. Se le ha identificado indistintamente con el
conjunto de actividades institucionalizadas no estatales-producción económica y
cultural, vida doméstica y asociación voluntaria-;7 con la totalidad de la vida social que
se encuentra fuera de la economía, el estado y la familia;8con la región de lo no
político, de la asociación libre y voluntaria de los individuos, opuesta al Estado, al
gobierno, a la sociedad política. Sin embargo dicha distinción entre SC y sociedad
política -producto nacido de empeños analíticos y metódicos- no revela una
contraposición absoluta de ambas esferas, por lo que resulta imposible divorciar a los
elementos que conforman a ambas: una misma institución puede pertenecer a la vez a
ambas, o estar en un momento concreto en una, y después en otra. Prefiero ubicar
convencionalmente dentro de la SC un amplio espectro de formas de acción colectiva
(al margen de los espacios empresariales, político-institucionales y en general
familiares,) que vinculan aspectos y procesos afectivos, normativos, asociativos y
públicos, en un uso del último término que niega su reducción a lo estatal. Integran
dicha SC un conjunto de entidades cívicas, encargadas, junto a las instituciones
6
Ver presentación del Dr Michael Bursch “Participación ciudadana y estado social” en el texto
“Modernización del Estado y sociedad activa”, impreso por Editora Buho, Santo Domingo, que incluye
las ponencias del foro homólogo organizado conjuntamente por la Fundación Friedrich Ebert y FUDIS, en
octubre del 2003.
7
Ver John Keane, “Democracia y sociedad civil”, Alianza Editorial, Madrid, 1992.
8
Ver Andrew Arato y Jean Cohen, “Sociedad civil y Teoría Política”, FCE, México, 2000.
estatales, de desarrollar en sus cauces los procesos de socialización política de los
ciudadanos.9
Una visión liberal emplea el concepto para referir espacios no vinculados a la
institucionalidad política explícita y refuerza la distinción clásica entre sociedad política
y SC. Sus representantes insisten que dichas entidades constituyen fuerzas
independientes al Estado y otorgan centralidad al mundo empresarial, articulado con
otros actores (escuelas, iglesias, prensa) y organizaciones caritativas que canalizan fragmentándolos- demandas de grupos subalternos. Para esta matriz la acción social
colectiva debe ser autocentrada y distanciarse de las agendas políticas tradicionales.
Otros autores perciben a una SC compuesta por movimientos sociales (MS),
organizaciones no gubernamentales (ONGs), la llamada “economía social” y ciertas
instituciones públicas (educativas, culturales y de salud). Se le reconoce (y denomina)
como un “tercer sector”, autónomo con relación al estado y al mercado, y susceptible
de hacerles contrapeso. Enfoques cercanos a esta posición privilegian una relación del
Estado y la sociedad no antagónica, de complementación y cooperación toda vez que
encuentran puntos de contacto en el interés por la defensa de lo público, por el bien
común.10
Estos discursos, interclasistas y multiculturalistas, diluye los elementos
estructurales y las asimetrías dentro de los procesos políticos, y universaliza como
virtuosas determinadas formas de agrupamiento y acción colectivas.11 Si bien esta
posición supera la satanización antiestatal de enfoques anteriores, incurre en errores
de idealismo al desconocer que el estado es funcional a los intereses del grupo
dominante( sea la burguesía o estamentos burocráticos) y que no se puede homologar
la acción de los diversos actores en los múltiples escenarios mundiales, tomando en
cuenta las diferentes culturas políticas-del gobierno y las asociaciones-, los entornos
legales, niveles de desarrollo democráticos, oportunidades o constreñimientos al
protagonismo ciudadano, etc.
Otras concepciones -más radicales- de la SC, percibe a la misma dentro de un
marco de relaciones sociales donde el mercado impone asimetrías, como espacio de
construcción de desigualdades y confluencia de instituciones representativas de
intereses de clase divergentes. La SC aparecería no como un sujeto histórico
cristalizado sino como un espacio de conflicto por la hegemonía, en el cual la acción
social colectiva se caracterizan por una constante y creadora búsqueda de la praxis, el
rescate positivo y movilizador de las utopías, la búsqueda de alternativas a todos los
niveles (micro-meso y global), redefinición y reconquista de los espacios públicos,
entre otros rasgos12.
9
Se trata de procesos que abarcan “(...) los mecanismos de aprendizaje y conservación de las creencias
y actitudes comunes a todos los miembros de una sociedad, lo que permite compara las diversas
comunidades con sus agencias de socialización y sus “culturas” propias. Ver “Sociología Política”,
Jacques Lagroye, FCE, Buenos Aires, 1993, Pág. 374. Deviene “(...) proceso de formación del individuo
bajo el influjo social (…) mediante el cual el individuo incorpora todo un sistema de conocimientos,
normas, valores que le facilitan su participación en uno u otro medio social.” En “Sociología Política”,
Carlos Cabrera-Comp.-Tomo 2, Ed Félix Varela, la Habana, 2004, Pág. 75.
10
Ver Ma López Vigil, Op. Cit.
11
Ver “Reinventar la democracia. Reinventar el estado”, Boaventura de Souza Santos, Editorial José
Martí, la Habana, 2006.
12
Ver Hacia una sociedad civil globalizada: la de abajo o la de arriba, François Houtart,
www.rebelion.org.
Pero la SC (y sus contenidos) se definen también por su posicionamiento dentro de
un conjunto de esferas. Un enfoque sugerente percibe a las sociedades
contemporáneas a través de un prisma tripartito que incluye, dentro de la totalidad
social, al Estado (complejo de relaciones institucionalizadas de control político y
ordenamiento social orientado por una lógica jerárquica), el Mercado ( relaciones
fundadas en el intercambio de equivalentes por parte de productores y consumidores,
orientados por lógicas de eficiencia y ganancia) y las Comunidades (colectividades
que comparten identidades, metas y preferencias, cuya praxis opera mediante la
interdependencia, solidaridad, ayuda mutua y reciprocidad), en un relacionamiento
complejo que supone alianzas puntuales entre los diversos actores y la
interpenetración de sus lógicas particulares en el funcionamiento de sus respectivas
estructuras.13 Y asumir esto es reconocer la existencia en cada contexto de un tipo
concreto de relacionamiento y correlación de fuerza entre estos actores.
Dentro del espacio asociativo destacan como uno de sus componentes
privilegiados las llamadas ONG’s, que en la visión neoliberal son definidas como
sustitutas de los movimientos sociales alternativos, dotadas con bases sociales
“clientelares” y asumiendo funciones redistributivas, otrora estatales. Obviando las
causas estructurales de la exclusión social, muchas ONG operan como correctivos del
modelo neoliberal, aportándole a este cuotas de estabilidad y gobernabilidad. Y al lado
de ONGs creadas para cumplir con esos objetivos (o reconvertidas con ese fin) otras
tratan de desde adentro de incidir positivamente en las políticas de esas instituciones e
incluso algunas rechazan ese rol perverso.
De cualquier forma muchos mecanismos desnaturalizan y limitan la autonomía de
las ONG, ya que- por ejemplo- los procedimientos establecidos por las agencias de
cooperación para financiar “eficiente y transparentemente” sus proyectos, han ido
introduciendo abierta o solapadamente prácticas y visiones empresariales en el mundo
de las ONG’s, así como relaciones de dependencia análogas a las establecidas entre
las naciones del Sur y el Norte. En el peculiar caso cubano, debido a su tradición de
“socialismo de estado”, el accionar de esas asociaciones se halla adicionalmente
acotado -de forma considerable- por cierto tipo de visión instrumental estatista: no
pocas ONG’s son vistas ora como meras agencias auxiliares de contrapartes
estatales, que canalizan fondos y realizan trabajo con una fachada “atractiva”, ora
como sujetos sospechosos a controlar por mecanismos legales y de otro tipo.
Otros actores imprescindibles en el espacio asociativo de cualquier nación lo
constituyen los movimientos sociales (MS). En la actualidad, los pueblos de nuestra
región viven un proceso de activación de esta modalidad de acción colectiva, algunas
de cuyas principales características son: la territorialización; la búsqueda de
autonomía; la revalorización de la cultura y la afirmación de la identidad de sus
comunidades constituyentes; la capacidad para formar, desde la praxis, sus propios
intelectuales; y la articulación translocal mediante formas de coordinación amplias y
nuevos mecanismos representativos.14 En sentido general estos movimientos poseen
13
Así un ministerio puede apoyar una inversión trasnacional contaminante afectando a comunidades
vecinales; dichas comunidades pueden auxiliarse del sector público (universidades, tribunales,
asistencia social) para contrarrestar el impacto de esta acción mercantil desenfrenada; una alianza de
asociaciones ciudadanas pueden promover el apoyo a formas de economía popular y mutualidades para
apoyar económicamente los vecinos, etc.
14
Los movimientos sociales latinoamericanos: tendencias y desafíos, Raúl Zibechi, curso “Neoliberalismo
y movimientos sociales en América Latina: la configuración de la protesta social”, Aula 561, Campus
Virtual, CLACSO. Para Haroldo Dilla los MS integran sectores sociales subordinados cuyas acciones
transcurren de manera alternativa a los actores políticos tradicionales, poseen niveles organizativos
mínimos y demandan un conjunto de derechos disruptivos del orden existente. Ver Op cit.
rasgos comunes, evidenciados en los contenidos, valores, formas de acción y actores
que los forman.
Con un fuerte acento pedagógico-emancipador, sus miembros se modifican a
sí mismos a partir de interacciones recíprocas y compartidas en pos de una meta. Ese
proceso constituye identidades culturales que trascienden la producción económica y
las relaciones políticas, interpelándonos sobre nuestros modos de ser y vivir, nuestras
actitudes ante el consumo, la autoridad, las orientaciones de género, el cuidado del
entorno, etc. En la realidad actual los movimientos sociales combinan sus proyectos
tradicionales (modernización, liberación social y/o nacional) y la emergencia de
nuevas prácticas e identidades tanto en los actores clásicos (trabajadores,
intelectuales, etc.) como en otros actores y discursos (medioambiente, género, juventud, derechos humanos, etc.), orientados a la defensa combinada de enfoques
pluralistas y prácticas particularistas. Y eso es valido también para Cuba.
El contexto asociativo cubano: una cartografía sucinta.
La revolución de 1959, devenida en proceso socialista de liberación nacional,
integró orgánica y originalmente los ideales del proyecto nacional martiano (justicia
social, independencia política y desarrollo económico) atravesándolos en su
concreción con renovadas dosis de democraticidad y compromiso cívico.15 En los años
60 la Revolución cubana parió una SC sui generis, donde millones de personas se
"realizaron", participando con entusiasmo: accedieron a la política, se socializaron y
experimentaron un sentido de pertenencia a una causa mayor que ellos;
transformándose junto a la realidad. Al desaparecer las muchas formas asociativas de
la sociedad de antes de la revolución los vacíos fueron siendo llenados por nuevas
organizaciones de masas u organizaciones populares, que con el decurso temporal
irían acompañándose por otras asociaciones profesionales y civiles. Haciendo una
metáfora, podríamos considerar que el pueblo revolucionario (la inmensa mayoría de
la población cubana), constituido como Voluntad General, suscribió un Contrato Social
sui géneris que desarrolló en los años 60 un tipo especifico de participación
sociopolítica a través de contadas asociaciones y organizaciones políticas, capaz de
combinar la ratificación masiva en grandes congregaciones populares con la ejecutoria
centralizada del liderazgo.
Ello fue funcional a las necesidades tempranas del proyecto16 pero pronto
comenzó a revelar síntomas de agotamiento,17 acudiéndose a una reestructuración del
orden institucional cercano al modelo soviético, el cual despegó sólidamente a partir
de la segunda mitad de los años 70. Sin embargo dicho proceso resultó mediatizado y
no agotó sus promesas democráticas toda vez que, paralelamente a la apertura de
15
Consultar de Julio Fernández Bulté”Tras las pistas de la Revolución en cuarenta años de Derecho”,
revista “Temas”, No 16-17, la Habana, 1999.
16
Donde coexistían titánicas tareas por acometer (educativas, sanitarias, defensivas) y grandes masas
dispuestas que, como regla, contaban con modestos niveles de instrucción y grandes dosis de
entusiasmo y compromiso.
17
Sin desdeñar la puntual pertinencia de cierta “democracia de congregación”, no deben exagerarse sus
potencialidades -ni ocultar sus peligros- para el funcionamiento estable y ordenado de una
institucionalidad democrática. Nada supera la participación sistemática y el voto como mecanismos
orgánicamente vinculantes del ejercicio de la decisión individual, auténtica y madura, y la sabia sanción
de mayorías. Otros mecanismos, realizados en grandes espacios, sin posibilidad de proyectar y debatir
propuestas particulares, donde brota la pasión colectiva y el magnetismo de líderes carismáticos, pueden
generar fenómenos como el unanimismo, la sugestión de los congregados y el desconocimiento de los
matices. Lo que debe diferenciar al socialismo de la praxis demoliberal no es la anulación de la
representatividad sino su complementación con nuevos espacios democráticos (Ej. de productores), ni la
supresión del debate de alternativas, sino el reconocimiento de aquella pluralidad cuyos componentes
(clasistas, socioculturales y de cualquier índole) tributen a la reproducción del proyecto popular.
nuevos espacios codificados y estables de accionar ciudadano, fortaleció el aparato
burocrático y consagró perdurables los rasgos personalistas y centralizadores en la
conducción social. De cualquier forma, desde los 80 comienzan a tener cierta
repercusión en Cuba procesos de participación y autoorganización populares
lationamericanos, (Ej. Revolución Sandinista y las experiencias de la Educación
Popular), los cuales se comienzan a dejar huella en las experiencias organizacionales
y personales de muchos cubanos. Pero sin dudas un hito importante en esta década lo
constituye la aprobación de la Ley de Asociaciones (actualmente vigente) y el
despertar del movimiento afín.
El derecho de asociación en Cuba es reconocido en el artículo 53 de la
Constitución de la República como medio a través del cual los ciudadanos pueden
realizar múltiples actividades científicas, culturales, recreativas, solidarias y de
beneficio social. Este derecho quedó regulado por la Ley No 54, vigente desde el 27
de diciembre de 1985 la cual refieren: “(…) las transformaciones operadas en el país,
las cuales demandan la reorganización de los registros de asociaciones a nivel
nacional y la aprobación de una nueva legislación ajustada a las necesidades
actuales, que dé respuesta al creciente interés demostrado por la población respecto a
la constitución y desarrollo de las asociaciones de bien social”.18
Pero entender el fenómeno asociativo rebasa los marcos estrictamente
jurídicos, y abarca dimensiones históricas, ideológicas, generacionales, etc. Porque sí
para muchos cubanos la realidad construida durante estos casi 50 años puede
codificarse como “el proyecto”, ser parte de este implica pertenencia voluntaria y
compromiso militante, entrega del individuo a una obra mayor donde subsume y
realiza sus proyectos: de vida, familia, etc. Por otro lado esta denominación presupone
un carácter racional y ordenado de construcción de un modelo de sociedad que rebasa
lo meramente político para expresarse en modos de comportamiento, códigos y
valores éticos, ideológicos, estéticos que configuran, obviamente, un modo particular
de ser y devenir ciudadano. Y creo que muchos estaremos de acuerdo si
consideramos al proceso cubano como un proyecto anticapitalista que engloba modos
de distribución, integración social y comportamientos ajenos a la lógica del capital. En
ese sentido la participación deviene elemento crucial.
Así, en la década del 90 asistimos a un explosivo renacer del asociacionismo en
los 90 cubanos, al que tributaban simultáneamente la crisis resultante del derrumbe
esteuropeo y cierto repliegue del estado como agente socioeconómico, el descrédito
ideológico y práctico del socialismo estatista. Incidían además el auge de procesos de
descentralización a escala mundial y regional, la proliferación de movimientos de
solidaridad con Cuba, la emergencia de nuevas problemáticas y discursos
reivindicativos (medioambientales, genero, ecumenismo y religiosidad popular,
participación urbana). En esos años se combinaron los esfuerzos de las comunidades,
diversos actores foráneos y el estado para paliar los efectos de la crisis,
promoviéndose el boom asociativo. Actualmente el espacio asociativo puede
clasificarse según varias tipologías19, en dependencia del referente utilizado. En mi
18
19
Ley de Asociaciones No 54/85 Gaceta Oficial de la República de Cuba, La Habana (19): 1985, 119p.
Algunos autores hablan de un sector “autoritario”, resorte estatal que incluiría las AP y la mayoría de
las ASP autorizadas y otro “democratizador”, minoritario, legalmente precario y vigilado, democrático y
transparente, reservado fundamentalmente a las AAS. Ver “Sociedad civil y el futuro de cuba: Una vía
no política para reducir el poder estatal”, Ricardo A. Puerta, periódico La Opinión (enero-1996) insertado
en www.cosodecu.org. Otros identifican sectores conformados por la disidencia o “movimiento cívico
contestatario”, la economía independiente legal e informal, las iglesias cristianas y otras asociaciones
religiosas y un segmento intelectual de la oficialidad con actitudes independientes. Ver Hidalgo…. En
tanto Gillian Gunn define organizaciones que actúan desde arriba, dotadas de conexiones comunitarias,
y entidades de base, orientadas al empoderamiento ciudadano, con niveles de conexión con el aparato
caso propongo abordarlo reconociendo cuatro agrupamientos que
serían:
asociaciones paraestatales (AP), asociaciones antisistémicas (AAS), asociaciones
sectoriales o profesionales (ASP) y asociaciones territoriales o populares (ATP).
Entre ellas las AP (Comités de Defensa de la Revolución (CDR), Central de
Trabajadores de Cuba (CTC), Federación de Mujeres Cubanas (FMC), FEU y FEEM)
poseen una estructura, misiones y repertorio simbólico está más identificado con la
institucionalidad estatal y abarcan bajo sus paraguas a todos los grandes grupos
sociales del país. Fenómeno típico de las experiencias del “socialismo de estado”,
tienen carácter nacional y monopolizan la representación de determinados intereses e
identidades asociativos, no permitiéndose estructuras alternativas del mismo tipo. Son
funcionales al sistema político, sin dejar de constituir también una importante forma de
organización social que formalmente debe representar ante el Estado los intereses y la
opinión de sus miembros y, al mismo tiempo, orientar a estos las políticas oficiales
sirviendo como mecanismos para la movilización y propaganda, y como espacios
donde obtener ciertos amparos sociales. Cierto esquematismo, uniformidad e inercia
han entronizado en los estilos de varias de estas organizaciones. Algunas poseen más
legitimidad y potencial renovador (FEU) pero depende del rescate de discursos
diferenciados
y
autónomos
de
los
sectores
que
representan.
Las AAS (grupos opositores, ciertas entidades y dependencias vinculadas a la
Iglesia católica y sus jerarquías) valoradas como “oposición política”, cuentan con una
membresía e influencia internas tan frecuentemente sobredimensionada como
soslayadas, pero que nos obliga a hacer una lectura distinta a la que realizaríamos de
la contrarrevolución organizada en las décadas del 60 y 70. En aquel caso se trataba
de remanentes deslegitimados del antiguo orden, interesados en detener la ola
transformadora de la revolución y, por tanto, opuestos al movimiento histórico
progresista y el sentir mayoritario de la gente. Hoy se trata de un asunto más
complejo que comparte por igual el carácter de proyecto subversivo promovido
ideológica y materialmente por gobiernos occidentales, y la disconformidad de un
sector de la sociedad en un entorno pletórico de restricciones para cualquier forma de
disenso organizado, donde incluso los espacios y principios de regulación democrática
instituidos (como los poderes populares y el llamado centralismo democrático de las
organizaciones políticas) se enmarcan en un orden de cosas demasiado verticalista y
autoritario, que limita su funcionamiento. Por otro lado numerosos disidentes,
independientemente de los constreñimientos oficiales a la promoción de proyectos
sociales alternativos, han reeditado tradiciones de servilismo, corrupción y politiquería
domésticas, poniéndose mayoritariamente al servicio del enemigo histórico de la
nación cubana.20
Por otro lado tenemos las asociaciones sectoriales o profesionales-ASP-,
representadas emblemáticamente por las ONG sistémicas, que agrupan a alrededor
de 2 200 asociaciones civiles. Estas entidades se caracterizan por tener una
tendencia a la profesionalización e institucionalización, poseen gastos importantes de
funcionamiento y capacidad de gestión externa de recursos y tienden a la estabilidad y
selectividad de la membresía, incluyendo en esta un personal asalariado y
poblaciones-clientes. Dichas asociaciones desarrollan como regla una planificación
compleja del trabajo (programas, proyectos) en áreas diversas y cuentan con
liderazgos formalizados y con apreciables grados de instrucción profesional.
estatal, en una suerte de relacionamiento difuso y fluido. Ver Cuban Briefing Paper Series, No 7, febrero
de 1995, http // www.trinitydc.edu.
20
Ver Philip Agee, “La sociedad civil y los disidentes”, revista “La Jiribilla”, No 115, la Habana y
www.rebelion.org, mayo del 2003.
Otros actores visibles resultan las asociaciones territoriales o populares-ATP-, ante
todo los llamados movimientos barriales; asociados a estructuras como los Talleres de
Transformación Integral del Barrio y a diversos proyectos comunitarios promovidos
por ONG’s cubanas y extranjeras.21 Poseen sentido local y esencialmente no muestran
niveles de conexión entre los mismos, tendiendo a la informalidad y la territorialidad.
Tienen acceso limitado a los recursos económicos y dependen de fuentes exógenas,
por lo que poseen una vocación autogestionaria que apuesta por la transformación
integral de las comunidades a partir de consideraciones socioculturales. Conforman
una modesta agenda temática caracterizada por la focalización de problemas y
cuentan con una membresía masiva y laxa, que dificulta aún la apuesta por el
liderazgo colectivo. Expresan un ejercicio “difuso” de coordinación y activismo (distinta
a la lógica de dirigentes y miembros de espacios más formalizados) contando con un
alto protagonismo de mujeres, profesionales y ex-dirigentes.
En su conformación el estado ha jugado un papel contradictorio. Por un lado
difunde tecnología y recursos materiales (agricultura orgânica urbana, construcciones
alternativas), brinda especialistas en esos y otros campos (psicólogos, planificadores)
y paga salários a los miembros del equipo dirigente. Pero aunque reconoce
implícitamente la existência de estos movimientos, impide su reconocimiento legal,
rechaza la conformación de experiencias de economía popular e intenta absorber
emprendimientos productivos locales. Aún así los MPB han ensayado relaciones de
reciprocidad (ayuda vecinal, repartición de alimentos, donaciones a escuelas),
impulsando prestaciones comunitarias de algunos trabajadores por cuenta propia y
fórmulas de cooperación al contratar sus servicios para actividades de los proyectos.
Tanto en uno como en otro espacio apreciamos como la cultura política del
asociativismo reproduce frecuentemente patrones tradicionales (autoritarismo,
restricciones democráticas, clientelismo), aunque sus entidades incorporen prácticas
alternativas (educación popular, diagnóstico participativo, trabajo comunitario) y
apuesten por una sociedad más participativa y democrático. En realidad las relaciones
entre estas asociaciones son tan complejas como con el resto de los componentes del
sistema social, revelándose relaciones de colaboración, competencia y conflicto en el
desarrollo de sus procesos interactivos. 22
El dilema de la participación: valoraciones inconclusas.
"Yo participo, tú participas, él participa, ella participa, nosotros participamos,
vosotros participáis, vosotras participáis…. ellos deciden."23
Dentro de las agendas y enfoques de las asociaciones populares el
componente participativo resulta protagónico. Toda forma de acción colectiva posee
una dinámica participativa propia -expresada en formas, niveles y tipos-, nacida de sus
experiencias particulares de organización y lucha. Dentro de las asociaciones
21
Ver artículo Haroldo Dilla “Movimientos comunitarios en Cuba: un análisis comparativo”; Estudios
Sociológicos, Vol. XVII, número 51. Colegio de México. 1999 y Haroldo Dilla, Armando Fernández y
Margarita Castro “Movimientos barriales en Cuba: un análisis comparativo” en “Participación social.
Desarrollo urbano y comunitario”, Aurora Vazquez y Roberto Dávalos (comp), Universidad de la Habana,
1998.
22
A partir del análisis de mis experiencias personales y del intercambio con actores entrevistados, en el
espacio asociativo defino una tipología de los probables conflictos: asociaciones (con o sin apoyo
institucional) v.s instituciones estatales; asociaciones (con o sin apoyo de estado) v.s espacios de
mercado; asociaciones v.s alianzas mercado-estado; asociaciones v.s asociaciones (nacionales o
foráneas), con o sin apoyo de otros actores) y asociaciones v.s comunidades no organizadas (donde
inciden los actores).
23
Grafitti anónimo, Ibídem.
populares el carácter vertical, instrumental o jerarquizado de la participación
movilizativa confronta a las formas crecientes de acción democrática y autónoma, en
un debate que reivindica la idea del micropoder,24expande el repertorio de los
derechos democráticos y las formas no convencionales de participación política, y
proyecta exigencias y conflictos relacionados con cuestiones otrora consideradas
meros temas morales, ambientales o económicos.
Cuando se habla de participación nos referimos a otro término polisémico. Este
alude a formas y procesos de acción social donde los sujetos que comparten una
situación determinada, tienen la oportunidad de identificar intereses y demandas
comunes traduciéndolos en formas de actuación colectiva. Integra saberes y
capacidades populares, busca una transformación integral que supere la relación de
dependencia y subordinación entre los miembros de las comunidades, por un lado, y
los especialistas y dirigentes. La participación como elemento sustantivamente
democrático significa distribución de poder real a la comunidad para influir, fiscalizar y
controlar las acciones institucionales y de los propios liderazgos locales, así como
limitar la expansión de la lógica mercantil. Es más que estar presente, movilizarse,
intercambiar criterios y opinar, significa sensibilizarse, tomar parte, implicarse, decidir y
actuar comprometidamente. Por ello participar supone tres prerrequisitos básicos:
querer (sentir la necesidad de hacerlo), saber (conocer las formas idóneas para ello),
poder (que el entorno-incluida la comunidad- posibilite el proceso).
Esta se expresa como un proceso a través de distintas fases, etapas o niveles y al
cual se contribuye con diferentes formas concretos. Cada comunidad, al involucrase
en un proyecto cualquiera debe analizar previamente la situación, necesidades,
recursos y expectativas de los integrantes; crear estructuras idóneas, que fortalezcan
los vínculos interpersonales y la acción colectiva; fomentar procesos de educación y
desarrollo ético. Se reconocen numerosos niveles de participación y se expresan más
comúnmente los siguientes: información, consulta, formulación de propuestas,
concertación, decisión, gestión y fiscalización. En esos niveles los miembros de la
comunidad pueden participar aportando recursos y medios- económicos, técnicos,
humanos- necesarios para la consecución de sus objetivos, aportando conocimientos,
trabajo voluntario, contactos o medios técnicos que posean, etc.
Los miembros pueden participar interviniendo en el proceso interno organizativo
analizando la coyuntura, definiendo los objetivos y procedimientos (programas,
métodos de trabajo, etc.) necesarios para llevar a cabo las tareas, ejecutando las
mismas tareas, realizando las actividades previstas, evaluando los procesos y sus
resultados. Con frecuencia, en esta modalidad de la participación intervienen pocas
personas. También pueden tomar parte en los resultados, beneficiándose de los
servicios o de los productos de la actividad., mejorando sus niveles de información y
comunicación interpersonal, aprovechando ventajas, obteniendo prestigio, etc. Esta
resulta una de las expresiones más frecuentes de la participación.
Existe un debate sobre si la participación es un fin o es un medio. Por un lado, si la
participación es un valor en sí misma, como tal ha de aplicarse al máximo en cualquier
situación resulte o no eficaz, a partir de un criterio ético que aspira a la máxima
democracia y a la acción conciente de las personas en la transformación de su
entorno. Ello incidiría en la vida pública pero tendría repercusiones para la vida privada
de los involucrados. Por su parte la otra postura defiende la idea de la participación es
un medio valioso pero no infalible, que no trae per se respuesta para cada problema
bien sea porque existen limitaciones reales (la extensión geográfica de una
demarcación o la existencia de conocimientos especializados) si se entiende a la
24
Los movimientos sociales frente a la crisis, Femando Calderón Gutiérrez, CD Aula 561.
participación ciudadana como un proceso donde todos deciden sobre todas las cosas
durante todo el tiempo y no como un ideal de acción social según el cual la mayoría
decide sobre la mayor parte de las cosas que le interesan durante tiempo y las formas
que estimen necesarios.
Participar es en primer lugar formar parte, pertenecer a un todo incluyente. Tal
sentido es limitado y se usa para aludir la concurrencia a una movilización. Pero puede
ser la base para desplegar otros procesos, expresando el sentimiento de pertenencia y
compromiso con el todo en el cual uno se siente incluido. Implica tener responsabilidad
por los efectos de mi inclusión, por las consecuencias de mi modo de incidir en ese
todo.
Un segundo sentido de participar es el de tener parte, tener alguna función en ese
todo, lo que supone mecanismos interactivos, procesos de cooperación y
competencia, de encuentros y desencuentros, comunicación y negociación mutua. La
presencia del conflicto es parte ineludible del tener parte, y en la medida que se le
sepa reconocer y asimilar consecuentemente, sin generar parálisis, conforma uno de
los pilares básicos de todo proceso participativo. Por último tomar parte, es decir
decidir, completa la idea de lo participativo al poner en juego la conciencia de que se
puede y se debe incidir en el curso de los acontecimientos, a partir del análisis crítico
de las necesidades y problemas, la evaluación lúcida de las alternativas y el balance
de los recursos disponibles, visto desde esta dimensión la participación se convierte
en un derecho.
La participación constituye una dimensión fundamental de toda comunidad
preexistente antes del arribo de los programas externos que pretender impulsar
acciones participativas. El agente interventor se incluye en un devenir social ajeno que
lo precede y que continuará después de su intervención, el cual tiene sus propios
condicionamientos socioculturales, (redes informales de comunicación y participación,
modalidades instituidas de resolución de conflictos y de toma de decisiones, liderazgos
específicos), frecuentemente desconocidos para el recién llegado. Son formas
tradicionales de participación y organización comunitaria, construidas en la dinámica
de la vida cotidiana y que también reciben la influencia ideológica de la cultura
dominante. La pretensión de algunos programas y técnicos de “enseñar a participar”
pueden ignorar los complicados lazos que sostienen a los colectivos humanos y las
peculiaridades de los mismos. Esta tensión se experimenta en el universo asociativo
cubano, especialmente en las relaciones construidas entre asociaciones sectorialesprofesionales y sus contrapartes territoriales-populares.
Como regla, todos los organismos y asociaciones internacionales (desde el Banco
Mundial a Oxfam) están de acuerdo en que no hay desarrollo humano sin
participación. En Cuba existen experiencias participativas valiosas donde la masividad,
vinculada a un fuerte compromiso y con efectivo apoyo de las agencias estatales, ha
permitido el cumplimiento eficiente de importantes metas sociales: censos de
población, campañas de alfabetización y sanitarias, diagnósticos de problemas
comunitarios, etc. Así mismo actividades realizadas con escasa legitimidad popular
han cosechados moderados logros o, en caso extremo, han terminado en el fracaso.
Ello ha sucedido cuando la gente las percibe como subterfugios de vigilancia y control
estatales, cuando se obvia la real implicación e interés de esta gente en el programa
en cuestión, se restringe el acceso a la información necesaria y se desconoce lo que
dicha comunidad opina y las alternativas que puede proponer para la solución del
problema.
La participación política es una variante de la participación social en la esfera
pública, y particularmente dentro del sistema político, se ha de estudiar en un contexto
socio-histórico particular. Supone una descentralización de facultades y de recursos
financieros y materiales, implica siempre una redistribución de
poderes. En la
práctica, la participación política en las sociedades modernas no es posible sin
instituciones, mecanismos, recursos y culturas participativas. El desarrollo de la
llamada democracia participativa se relaciona con el mayor o menor peso que tenga la
participación directa (o mediante la delegación bajo control) de la población, lo que
implica el desarrollo de poderes locales fuertes y protagonismo popular en la
administración y fiscalización dentro de los órganos nacionales de poder.
En esta esfera de la participación encontramos autores reconocen una peculiar
estructuración de niveles de participación, los cuales se concretan como sigue:
Voz: En el cual se expresan opiniones sobre temas de interés de los actores
Consulta: En el cual se expresan opiniones y criterios sobre propuestas o asuntos
emanados de algún nivel de dirección.
Demanda y Agregación de Demandas: Momentos en que se expresan demandas de
servicios, bienes, medidas organizativas o de gobierno, etc. Incluye participar en la
agregación de las demandas particulares o de su entorno.
Propuesta: Para elaborar propuestas de medidas, prioridades, candidatura, etc.
Decisión o Toma de Decisiones: Momento en que se decide la aplicación de políticas,
planes o programas; ejecución de medidas; prioridades, etc.
Realización o Ejecución: Para participar en la realización o ejecución de las
decisiones.
Control Democrático: Momento en el cual se controla el proceso sociopolítico en
general y las políticas en curso en particular, así como el propio proceso de
participación.
Evaluación: Momento de participar en la estimación de los resultados de la aplicación
o ejecución de las decisiones estratégicas y tácticas, generales y particulares, así
como sobre el propio desarrollo democrático en curso. 25
Existen diversas visiones sobre las oportunidades y desafíos de la participación
política en Cuba. Según Ricardo Alarcón de Quesada, el veterano presidente de la
Asamblea Nacional del Poder Popular “Esas organizaciones y otras –como las de
campesinos, o profesionales o barriales- tienen una participación vital, orgánica, en la
dirección de la sociedad. A ellas corresponde proponer los candidatos a diputados
nacionales y delegados provinciales. Las no son solo escuchadas sino que intervienen
directamente en la toma de decisiones. Entre otros ejemplos que pudiera citar: la Ley
del Sistema Tributario antes de su presentación a la Asamblea Nacional fue objeto de
un amplio examen en los sindicatos de trabajadores que produjo importantes
modificaciones al texto original; la Ley de Cooperativas Agropecuarias, iniciativa
presentada por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, fue discutida por
centenares de miles de asociados en todas las cooperativas y de esa discusión surgió
la versión final del proyecto que consideró y aprobó la Asamblea.”.26
Sin embargo, como señala el sociólogo Juan Valdés Paz: “Los avances en la
descentralización de facultades, de recursos e información a favor de sectores no
estatales o de instancias locales del Estado, han sido más que insuficientes. En gran
medida el orden institucional muestra una alta centralización en todos los sistemas lo
cual es en parte un efecto de las condiciones ambientales en que se desenvuelven y
en parte un efecto de su diseño institucional y de la alta centralización del poder
25
Ver Juan Valdés Paz “Notas sobre la participación política en Cuba”, en “Participación social”, Arnaldo
Pérez (comp.), CIPS, la Habana, 2004
26
Ver "La democracia cubana no se agota en la representación formal, sino que incorpora mecanismos y
formas de la democracia directa", entrevista concedida por Ricardo Alarcón a Pascual Serrano,
www.rebelion.org, 6/12/2003.
político (…) El objetivo sistémico de la participación popular en todos sus momentos y
de manera creciente en la toma de decisiones, se ve bloqueado por la tendencia
burocrática de las instituciones de cada sistema, entendida ésta no tan solo como un
supernumerario de funcionarios y procedimientos, sino como la toma de decisiones sin
control democrático. Los avances en la descentralización y racionalización en las
instituciones de los sistemas políticos y económicos, han sido insuficientes para un
mayor retroceso del burocratismo.”27
En ese entorno la movilización y la consulta se presentan como niveles básicos de
participación apreciables en Cuba, tanto en el entramado institucional como en el
asociativo. Dada las carencias de la institucionalidad sociopolítica, aunque el universo
asociativo seduce como espacio de comunicación democrática de demandas y
sentires, no todo es idílico. En muchos casos los equipos dirigentes son electos por las
bases, pero después su protagonismo es decisivo y poco fiscalizado, reservándose
para los miembros el papel pasivo de beneficiarios o consultantes. A veces las
directivas son objeto de atención de organismos estatales que expresan su anuencia o
disconformidad, llegándose en casos concretos a ejercer presiones para la no elección
de candidatos poco deseables y estimulándose la marginación de aquellos que, una
vez electos, muestran actitudes y discursos críticos y rangos autonomía mayores de
los “oficialmente admisibles” (aún cuando estos sean sistémicos), por lo general
centrados en tradiciones de uniformidad y monolitismo28.
En ello incide la naturaleza del órgano de relación, el substrato ideológico de su
discurso, la formación intelectual de sus dirigentes, el rol que desempeña dentro de la
intelectualidad oficial: no resultan idénticos los enfoques del Ministerio de Cultura, del
Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medioambiente o del Comité Central. A cada
asociación corresponderá, concretamente, la defensa irrestricta de sus peleados (y
siempre precarios) márgenes de autonomía, la capacidad de negociar aspectos no
esenciales y de principios, la habilidad para tender puentes y ganar aliados dentro del
espectro asociativo, con sus contrapartes extranjeras y, obviamente, con el entramado
institucional cubano, su poder de convocatoria para movilizar la opinión publica local y
global ante conflictos decisivos, etc. Debe tenerse en cuenta que la participación y
compromiso real de los miembros es precondición para la vitalidad y respeto que
gocen las asociaciones, pero que esto es también real en sentido inverso.
En nuestro contexto coexisten diferentes culturas de participación, sin que ninguna
sea intrínsecamente “mala” o “buena”, ya que simplemente poseen referentes distintos
(históricos, clasistas, culturales), pudiéndose hallar aquella más tradicional, “pasiva” (te
informo, sensibilizo y movilizo) que prefieren muchas de nuestras instituciones, la cual
tuvo su razón de ser históricamente hablando y, pese a la necesidad de ser superada,
aún conserva mucha fuerza. Tenemos otra participación, “activa”, con varios
momentos donde la comunidad se reúne, hace un banco de problemas, define una
agenda de prioridades, hace un plan, delega en alguien su ejecución y luego lo
controla. Es un proceso complejo y no rechaza los saberes de expertos (no es una
utopía donde todos deciden todo el tiempo como algunos quieren hacer ver para
descalificarlo), experiencia donde todos participan, sí, pero no al mismo tiempo ni en
todos los asuntos.
27
Ver Juan Valdés Paz, “Desarrollo institucional en el “Periodo Especial”: continuidad y cambio”, en
“Cultura, Fe y Solidaridad: perspectivas emancipadoras frente al neoliberalismo”, Armando Chaguaceda
y Gabriel Coderch –Comp.-, Ed Félix Varela, la Habana, 2005
28
Subsiste cierta alergia a lo diverso - “heterofobia”-, por la cual visiones insertables dentro del discurso
socialista son torpemente desdeñadas al nacer fuera de los cauces de lo “oficialmente previsto”. Ante
ello ciertas “minorías” discriminadas por prejuicios del discurso oficial y determinados segmentos de la
sociedad, desarrollan defensivamente sentidos de marginación, y se tornan potencialmente cooptables
por los discursos demoliberales.
En ocasiones los miembros desconocen las posibilidades participativas
(potenciales o efectivas), su actitud se centra en la espera pasiva de beneficios
materiales, culturales, identitarios, de sociabilidad o de otro tipo y consagran como
permisibles diversos rangos de comportamientos escasamente democráticos de sus
liderazgos. La acción y rasgos de estos lideres dependen de tanto de sus trayectorias
individuales, niveles de instrucción y educación como, obviamente, de rasgos
personales. Es necesario deconstruir mitos peligrosos como el que supone que existen
perfiles específicos (etarios, de género, orientación sexual, ocupacionales, etc.) que
permiten postular, por ejemplo, a una joven líder ambientalista negra, pobre y lesbiana
como sujeto intrínsecamente emancipador, ya que el enorme numero de
configuraciones contextuales y personales pueden depararnos una gama de sorpresas
poco deseables.
Dentro de las asociaciones la participación satisface intereses individuales identificados con el tema central aglutinador de la agenda- y una amplísima gama de
expectativas personales, que incluyen las dimensiones profesionales, vivenciales,
afectivas, comunicativas, etc. Los miembros se mantienen agrupados y participando
en sus dinámicas asociativas pese a dificultades externas (carencias materiales,
limitaciones legales, injerencia institucional) lo que demuestra un compromiso con el
grupo. Este se mantiene pese a los efectos de cierta “sobreparticipación” o “militancia
múltiple”, característica la sociedad cubana, por la que los ciudadanos encuadrados en
las asociaciones paraestatales y las instituciones partidistas, se ven insertados
simultáneamente en tantas convocatorias y movilizaciones que estas se solapan unas
con otras y agotan a la gente, perdiendo efectividad.29
En ese sentido una experiencia diseñada y gestada por el autor, con la decisiva
colaboración de un grupo de colegas, se desarrolla desde septiembre de 2006 en la
comunidad habanera de Alamar; integrando los esfuerzos del Taller de
Transformación Integral del Barrio de la localidad; el Poder Popular (gobierno
municipal); la ONG Oscar Romero y el Fondo de Iniciativas locales de la Embajada de
Canadá. El proyecto en cuestión consiste en una iniciativa de fortalecimiento de los
liderazgos barriales informales e institucionales, mediante la realización de un sistema
de talleres de liderazgo y participación comunitarios, que posibilitan la conformación y
desarrollo de un grupo de activistas comprometidos con los problemas del vecindario.
Los objetivos perseguidos con esta experiencia son, en primer lugar, los de contribuir a
la formación de liderazgos activos en pequeñas comunidades, fomentando la
participación y la iniciativa ciudadana, para contrarrestar los fenómenos de anomia
social percibibles en nuestro contexto. Además, como colofón de esta reflexión
colectiva, nos proponemos crear una base de datos sobre teoría y técnicas de la
participación social en adaptación a las demandas concretas del caso cubano.
Los talleres parten de algunos presupuestos compartidos por la mayoría de los
involucrados. Entre ellos resalta la comprensión de que la solución de los problemas
de sus comunidades residenciales presupone que se deban irse desarrollando
relaciones interpersonales e interinstitucionales basadas en valores de solidaridad,
reciprocidad y autogestión, lo cual necesita de la imbricación de las metas particulares
en la construcción de un sentido colectivo del desarrollo social. En el desempeño
comunitario las tareas fundamentales de los líderes barriales deben dirigirse a la
organización y movilización de los miembros de la comunidad o institución en la
identificación, toma de decisiones, elaboración y ejecución de soluciones a problemas
29
Consultar “Poder más allá del poder: reflexiones desde la experiencia cubana”, Elena Martínez Canals
en “Cuba: sin dogmas ni abandono, Armando Chaguaceda (comp.), Ed Ciencias sociales, la Habana,
2005.
y necesidades propias y a la proyección de su futuro desarrollo, elevándose el
protagonismo de los miembros de la comunidad o institución social y su capacidad de
interpelación frente los funcionarios.
Adicionalmente deben ser capaces de responder, en conjunción con las
instituciones públicas designadas al efecto, a desafíos en áreas como el respeto a la
diversidad sociocultural, de genero, generaciones y racialidades, la atención a
sectores en riesgo (madres solteras con hijos pequeños, ancianos sin amparo familiar,
familias de bajos ingreso) propiciando en estos el sentido de la autoestima y la
activación de sus capacidades de autodesarrollo.
La evaluación en estos talleres, signados por las metodologías de la Educación
Popular y los enfoques de Investigación-Acción Participativa, se determina por el
desempeño individual de los participantes en las sesiones, a partir de la comprensión
de los fundamentos teóricos metodológicos, así como por la producción de resultados
colectivos aplicables a la solución de los problemas del barrio planteados en las
discusiones. Los profesores del curso son investigadores y docentes de diversos
centros como el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas y de la
Universidad de la Habana, lo cual aporta un conocimiento profundo y multidisciplinario.
En un futuro pensamos desarrollar actividades adicionales, abordándose temáticas
relacionadas tales como la participación en la esfera medioambiental, así como el
desarrollo de experimentos de economía comunitaria (agricultura orgánica,
confecciones artesanales, recuperación de materias primas, etc.) priorizando la
inserción social de sectores en riesgo tales como ancianos, madres jóvenes y
discapacitados.
Resultan beneficiarios directos de estos talleres diversos líderes comunitarios
(juveniles, religiosos, femeninas, culturales, etc.), delegados del Poder Popular,
personalidades involucradas en la vida social de las localidades, funcionarios de los
gobiernos locales, y especialistas e investigadores de las instituciones vinculadas. En
cada taller se capacita a un promedio de 20 personas, conformando estos cuatro
talleres un curso mensual integrador que, repetido en un lapso de 10 meses, arroja un
total de 200 participantes.
Los beneficiarios participan en la ejecución del proyecto, ya que como el mismo es
fundamentalmente de capacitación y reflexión, se realiza una continua interrelación e
intercambio, siendo la retroalimentación factor que dinamiza y realiza el proyecto
Además tanto el Grupo de Desarrollo Integral de la capital, como los autoridades
pertinentes de los gobiernos provinciales y municipal han estimado que el desarrollo y
ejecución del proyecto se ajusta a las regulaciones establecidas y su impacto será
positivo.
Una ONG funge como una de las contrapartes del proyecto y entidad solicitante de
los fondos. Se trata del Grupo de Reflexión y Solidaridad “Oscar Arnulfo Romero”, el
cual se define en sus documentos identitarios como una organización de la Sociedad
Civil cubana, de inspiración cristiana, orientación macroecuménica y participación
laica, sin ánimo de lucro ni proselitismo religioso, integrada por hombres y mujeres de
múltiples sectores sociales, que profesan plurales expresiones de fé o variadas
concepciones filosóficas, identificados en la necesidad de la diversidad, sobre la base
de la plena dignidad de la persona humana en su doble dimensión individual y
comunitaria.
El otro ente asociado es el TTIB Alamar Este, ubicado en el Consejo Popular
homónimo, el más joven de los 8 con que cuenta el Municipio La Habana del Este, con
una extensión de 9.2km2 y unos 35 316 habitantes.
Posee un staff de 6
miembros profesionalizados y 11 colaboradores comprometidos con acciones
concretas en proyectos comunitarios, y más de una veintena de acompañantes que
participan en acciones diversas relacionadas con los talleres que aquí se imparten. En
el presente en el TTIB se reformulan objetivos y acciones en función del actual
momento por el que transita el taller, hacia la consolidación e integración con la
comunidad. Por ello el incremento de la participación ciudadana constituye,
declaradamente, su más importante meta.
Esta labor se desarrolla en medio de un conjunto de dificultades que podemos
resumir como: deterioro físico infraestructural, falta de educación ambiental,
insuficientes medios de transporte, carencia de fuentes locales de empleo, ausencia
de redes hidráulicas y limitado movimiento cultural y deportivo. Además se percibe
cierta inestabilidad en los cuadros de dirección, auge de indisciplinas sociales, limitado
sentido de pertenencia de algunos pobladores, y presencia de una llamada “población
flotante” de inmigrantes del interior del país.
Pese a ello nuestro empeño cuenta con un grupo de potencialidades como son: el
predominio del sector de la población de edades jóvenes y productivas, estrellas
deportivas y personalidades de la cultura, existencia de centros sanitarios y educativos
para todas las edades incluyendo adultos mayores, tradición en el TTIB de proyectos
surgidos de la propia comunidad, contando en la misma, con especialistas en
diferentes ramas del saber y con algunas organizaciones políticas y de masas
fortalecidas. Al mismo tiempo se constata la existencia de distintos centros capitalinos
con posibilidades de ayuda a la comunidad30, la disponibilidad de un potencial de
crecimiento y desarrollo espacial al tener espacios libres y deshabitados, una proceso
de municipalización de la universidad anclado en el barrio, y ciertas expresiones
voluntad política para la revitalización del territorio, concretada en el apoyo de las
instancias superiores del Poder Popular y la existencia de una Secretaría de
Colaboración con experiencia en la gestión de proyectos. Hasta el momento de
escribir estas líneas el empeño colectivo había dado como frutos la celebración de tres
cursos y el pedido de vecinos e instituciones (gobierno local y sindicatos) para enviar
sus miembros al espacio. Entre las dificultades la lenta ejecución de los recursos,
dificultades de comunicación entre algunos de los actores individuales e
institucionales- derivadas de diversas identidades y
culturas de participación
apuntadas mas arriba- así como los conocidas barreras discursivas y erratas teóricometodológicas en que siempre incurrimos los “especialistas” al comenzar el mutuo
reconocimiento e intercambio con la “gente de pueblo” dentro todo proyecto dialógico
germinal, evidencian limitaciones que deben ser paulatinamente rebasadas.
Experiencias como esta nos dicen que en Cuba la partida no esta decidida de
antemano. Todo dependerá de nuestra capacidad para desplegar el potencial de
creatividad ciudadana con que sorteamos los años más duros de la crisis; del real
compromiso, sabiduría y ejemplaridad que demuestre la clase política, del grado de
desgaste o vitalidad que acumule el proyecto y de la realización de necesarias
reformas correctivas capaces de conectar la épica con las demandas de la gente. Esta
combinación de factores configurará los destinos del pueblo cubano para el próximo
medio siglo y las acciones en curso (y potenciales) decidirán cual escenarios -el
capitalismo dependiente y periférico, el socialismo estatista y burocratizado, o el
socialismo libertario 31- será el proyecto triunfante donde vivirán las futuras
generaciones de cubanos.
30
Estos son, entre otros, el Centro Memorial Martin Luther King, el Centro Félix Varela, el Centro de
Intercambio y Referencia sobre Iniciativas Comunitarias (CIERIC) y el Grupo para el Desarrollo Integral
de la Capital (GDIC).
31
Para un concepto de socialismo libertario que comparto ver de Jorge Riechmann y Francisco
Fernández Buey “Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales”, Ediciones
Paidós, Colección Estado y Sociedad, Barcelona, 1994, Pág. 152- 153.
Apostar por la última de las opciones implica la entrega lúcida y apasionada de
quienes (desde la academia, la praxis o en la combinación de ambas) nos
comprometemos con el futuro del país. En definitiva, la importancia del debate y
accionar que hoy se despliegan rebasa el mero ejercicio de una retórica elegante, los
asistencialismos mercantilistas y la defensas de reductos comunitarios. Y deben
perdurar para hacer valer -por su capacidad y pertinencia- la construcción colectiva de
alternativas, en pos de una Cuba cada vez más libre, democrática y auténticamente
socialista.
La Habana, enero de 2007.