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Transcript
Seminario
El enfoque cultural del desarrollo
y la superación de la pobreza
Girona, 12 y 13 de noviembre de 2012
Organizan:
Universitat de Girona, Girona, España
Universidad Tecnológica de Bolívar, Cartagena de Indias, Colombia
La cultura y la superación de la pobreza
en contextos locales
(Versión: lectura 45´)
Por Alberto Abello Vives1
Introducción
La pobreza no cesa en el mundo. Luego del espectacular crecimiento del
capital financiero a nivel global, su rectoría en la política económica
mundial y predominio sobre la economía real y las naciones mismas; a la par
de la gigantesca concentración de la riqueza y la alta capacidad tecnológica
y productiva jamás alcanzada;
la pobreza en el mundo es de grandes
proporciones.
Los distintos métodos de medirla arrojan cifras, aunque distintas, que le dan
la razón al reporte de la FAO de enero de 2012 cuando anuncia que “el
actual modelo de desarrollo global es insostenible. Para lograr la
1
Director de la maestría en Desarrollo y Cultura y Co-Director del Laboratorio de Investigación e
Innovación en Cultura y Desarrollo de la Universidad Tecnológica de Bolívar, Cartagena de Indias,
Colombia. www.desarrolloycultura.net [email protected]
1
sostenibilidad, se requiere la transformación de la economía global… […]
Mejorar lo accesorio no será suficiente”.
Aunque la economía global ha crecido 75% desde 1992, la pobreza absoluta
sólo se ha reducido 19% desde 1990. Pasó del 46% al 27%. Si se mide la
pobreza extrema en términos de una cantidad monetaria diaria para alcanzar
la supervivencia (US$1,25 al día), los pobres del mundo suman 1.400
millones. Pero el Informe de Desarrollo Humano de 2011 reveló que en 109
países, 1700 millones de personas han sufrido pobreza multidimensional
entre los años 2000 y 2010.
En términos absolutos, 49 millones de latinoamericanos padecen hambre; y
en el mundo hay en esta segunda década del siglo XXI, 20 millones más de
personas desnutridas que en el año 2000.
[mostrar gráficas sobre la economía mundial y la pobreza]
Las brechas en el mundo contemporáneo han crecido y las desigualdades
crecen entre continentes, entre naciones y al interior de las naciones. Las
gráficas muestran el crecimiento de las brechas del PIB per cápita entre
Europa, Norteamérica, Asía/Pacífico, Caribe y África y el profundo rezago
2
de estos dos últimos. Muestran la permanencia de la pobreza a escala global
y las divergencias subnacionales en las condiciones de vida de los países
(como el caso de India como se aprecia en el mapa).
[ mostrar gráfico sobre las diferencias entre países ]
En 1980, la diferencia entre el país más rico y el más pobre era de 165 veces
(Liechtentstein y Nepal); en el 2011 la diferencia es de 450 veces. Mientras
Noruega tiene un ingreso per cápita de 88.890 dólares al año, la República
Democrática del Congo tiene un ingreso de 190 dólares al año.
Pero también al interior de las naciones ocurren las desigualdades: el
Informe Latinoamericano sobre Pobreza y Desigualdad del Rimisp (Chile)
confirma que en América Latina no se está cumpliendo el planteamiento
teórico en el que en el largo plazo debería producirse un proceso de
convergencia regional, entre las regiones subnacionales, como el que postula
el Banco Mundial.
La información recabada por el Rimisp en 10 países, incluida Colombia,
concluye que existen rezagos regionales profundos en dimensiones socio
económicas como la salud, la educación, el dinamismo económico, el
3
empleo, los ingresos, la pobreza, la seguridad ciudadana y la igualdad de
género. Agrega, además, que es en las regiones rezagadas donde una mayor
parte de la población pertenece a pueblos originarios y afrodescendientes.
Razones hay suficientes para incorporar la inclusión de la lucha contra la
pobreza en la búsqueda de nuevos enfoques del llamado desarrollo. Y
debatir sobre el enfoque cultural del desarrollo, como lo hacemos en este
seminario, no puede dejar de lado la búsqueda de las posibilidades de
contribución de la cultura a la superación de la pobreza.
[diapositiva sobre contenido]
En este trabajo, se examinarán en primera instancia las ideas predominantes
en el mundo sobre la pobreza y su erradicación, para luego –desde una
perspectiva crítica- revisar planteamientos y evidencias que incorporan la
cultura a este tema, analizar su importancia y utilidad práctica, así como las
implicaciones que ello tendría.
4
[diapositiva]
I. Ideas sobre la pobreza y su erradicación
Veamos entonces, en primera instancia, algunas ideas predominantes sobre
la pobreza y su superación.
Lucha contra la pobreza y cooperación internacional
La primera que quiero traer a colación se refiere a que la lucha contra la
pobreza en el mundo es una tarea, en buena medida, de la cooperación
internacional.
Sabemos que a partir de la segunda posguerra la comunidad internacional se
fija la obligación política de promover la reconstrucción de la Europa
devastada para más adelante trasladar la promoción del nuevo concepto
construido sobre el desarrollo a colonias y ex colonias. Con esta decisión se
marca un hecho cuyas consecuencias se reflejan hasta hoy en la comprensión
del fenómeno pobreza: se extiende por todo el mundo una idea de pobreza,
asociada a un nivel de ingreso a necesidades básicas, y ella marca las
estrategias e intervenciones.
5
Generalizar un concepto de pobreza marca la forma de concebir las acciones
en su superación y establece paradigmas que influyen en la manera de
concebir las relaciones entre los países del mundo, fija estándares de
clasificación y dinámicas de poder que terminan siendo incluidas en el
sentido común de las normas que rigen las políticas internacionales y las
relaciones exteriores de las naciones. Hoy, la economista contemporánea
Alkire se pregunta, ¿cómo generalizar y en base a qué?
Por otro lado, se hacen a menudo interpretaciones de las actitudes y
comportamientos humanos y sociales desde el paradigma de lo “racional”,
propio de las teorías económicas clásicas, y desde esa perspectiva se definen
las políticas. No sorprende por ello, que una de las críticas más comunes a
las intervenciones externas impulsadas por organismos internacionales haya
sido la imposición de valores (Alkire 2004; Appadurai, 1996; Kymlicka
1995; Nussbaum 1998, 2000; Drèze y Sen 2002). Y si bien en 2008 la
Comisión Spence sobre crecimiento y desarrollo (apoyada por el Banco
Mundial y varios gobiernos de países desarrollados) declaró que para el
crecimiento sostenido no existe una fórmula genérica, ya que “cada país
tiene características específicas y experiencias históricas que deben verse
reflejadas en sus estrategias de crecimiento”, al día de hoy resulta todavía
6
insuficiente la introducción de la primacía del contexto en los estudios que
preceden la formulación de proyectos contra la pobreza. De no ser así, el
debate sobre los enfoques que guían los proyectos de cooperación al
desarrollo no dirigiría tantas críticas a los resultados de las intervenciones.
Expertos del desarrollo procedentes de diferentes disciplinas científicas, que
han fundamentado sus planteamientos en la importancia del contexto y la
multidimensionalidad de la pobreza, incluyendo en sus procesos
investigativos, (además de los factores económicos), el examen de factores
sociales, culturales y estructurales, han planteado la existencia de
limitaciones intrínsecas de la ayuda externa para la erradicación de la
pobreza, acusándola de dirigirse meramente a “salvar vidas” (saving life):
Proveer alimentos a los hambrientos, salud y agua potable a los
enfermos, mosquiteras a los que viven en áreas de malaria, sin
duda salvará vidas. Sin embargo las intervenciones enfocadas
únicamente en el “modelo-bienestar” (welfarist-type) dejan la
gran parte de los que asisten viviendo en pobreza y no en control
de sus mismas vidas, tanto individualmente como colectivamente.
No solamente ellos siguen vulnerables a las enfermedades y
muertes prematuras, comunes en la pobreza extrema, sino que la
mayoría de las dimensiones centrales de la pobreza incluidas en
el Desarrollo Humano y en los “enfoques de capacidades” siguen
invariadas (“Navegando entre los extremos: los Académicos
ayudando a erradicar la pobreza mundial”, Riddell, 2012).
7
El debate, en palabras de Riddell, se resumiría básicamente así: “la cuestión
a resolver no es tanto si la ayuda sea necesaria para que haya desarrollo, sino
si la ayuda tenga algún “valor agregado” y, en este caso, cuál sería”.
Por otro lado, está clara la tendencia internacional de las agencias de
desmontar la ayuda para la superación de la pobreza en los países de
ingresos medios. Pero lo que está ocurriendo en materia de pobreza
merecería recapacitar sobre las políticas internacionales.
Antes la gran mayoría de pobres que vivía en situación de pobreza extrema
se encontraba en los países con más bajos ingresos, como Burkina Faso y
Etiopía entre tantos otros, hoy si bien cada vez más personas pobres viven en
los denominados "estados frágiles", (es decir, en los países con instituciones
débiles, sobre todo los que carecen de legitimidad y presentan alta
vulnerabilidad ante las crisis, algunos de los cuales se han visto envueltos en
conflictos, como Haití y la República Democrática del Congo), también es
observable que buena parte de la población en condiciones de pobreza
extrema se concentra en países de ingresos medios, como Pakistán,
Indonesia, India y Nigeria.
8
La presencia de altos niveles de pobreza extrema en países de ingresos
medios podría ser debida a la priorización de las estrategias de crecimiento
de sus economías y a las políticas públicas, que éstas exigen en materia de
finanzas y gasto público, que han sido adoptadas por sus gobiernos. De ahí
la importancia de no separar la lucha contra la pobreza de las estrategias
contra la exclusión social ya que en vez de contribuir a la erradicación de la
pobreza, las políticas macroeconómicas de crecimiento, podrían alentarla.
No faltan las posiciones extremas que ponen en duda la misma buena fe de
las intervenciones de cooperación, y llegan hasta afirmar que la misma
ayuda es enemiga del desarrollo, y en lugar de contribuir a reducir la
pobreza extrema, se convierta en una fuerza "dañina”. En este sentido, surge
la tesis de la perversión (Somers y Block, 2005; Bullock 2008), según la cual
el análisis de las políticas a favor de los pobres en diferentes momentos de la
historia (entre los cuales las reformas de Malthus para las Leyes de Pobreza
en Inglaterra en los 1830s y las reformas del welfare de los últimos 1990s)
mostraría un incremento de la pobreza.
Otros autores, entre los cuales se encuentra Thomas Pogge, han agregado
que las actuales políticas y programas de ayuda ignoran o fortalecen la
9
perpetuación de aquellos factores externos que constituyen la causa principal
de la pobreza extrema. Sin cambios de gran alcance, la pobreza extrema no
será eliminada y los niveles de contribuciones en la erradicación de por sí no
representan una solución. Según Pogge lo que se requiere es la utilización
directa de la ayuda para atacar los problemas centrales del sistema mundial
imperante, junto a la introducción de medidas de transferencia de recursos
de los ricos a los pobres, para atacar las deficiencias estructurales.
Por otro lado, desde la academia se ha postulado la imposibilidad de
erradicar la pobreza por la intervención de los out-siders, ya que la
apropiación de los procesos de transformación socio-política requiere la
movilización desde adentro.
Autores como Easterly, en el debate abierto a la corriente que por el
contrario considera la ayuda externa como un factor determinante en la lucha
contra la pobreza (Sachs, 2006), han avanzado críticas a las visiones
hegemónicas que tienen tintes de neocolonialismo: según el economista del
“NYU’s Development Research Institute”, autor del crítico texto “La carga
del hombre blanco”, la ayuda al desarrollo sería atribuible a burócratas
(“planificadores/colonialistas”)
cuya
pretensión
de
poseer
el
justo
10
conocimiento acerca del mejor futuro para los pobres obstaculizaría en
realidad el desarrollo de los países, cuyos índices de crecimiento indican una
tendencia opuesta al suministro de ayuda externa.
Si bien las fuertes críticas a la ayuda al desarrollo resultan cada vez más
numerosas en el debate contemporáneo, la visión dominante sigue siendo la
que considera que la lucha contra la pobreza tiene como vía más efectiva la
cooperación internacional.
Aun se piensa que superar la trampa de la pobreza que padecen muchos
países, y que se puede resumir en la afirmación de Sachs según la cual “más
de 8 millones de personas en el mundo mueren cada año porque son
demasiados pobres para sobrevivir”2, requiere de manera imprescindible del
apoyo económico proporcionado por la cooperación internacional.
La existencia de mitos sobre los pobres.
Por otro lado, en cuanto a estas ideas sobre la pobreza, es posible asegurar
que existen una serie de mitos sobre los pobres:
2
Cursiva nuestra.
11
Numerosos han sido, en el estudio sobre la pobreza, los juicios infundados
sobre las actitudes y los comportamientos asumidos por los pobres, en
ocasiones interpretados como “irracionales”, pero que sin embargo son
comprensibles si se tienen en cuenta las condiciones en las que se producen.
Asimismo, comunes han sido las tergiversaciones en la categorización de
manifestaciones socio-culturales que, lejos de ser interpretadas por su
voluntad de resistir a modelos de desarrollo externos, han sido reducidas a
prácticas “incorrectas”, en relación a las visiones mayoritarias de progreso
económico, provocando a menudo la estigmatización de ciertos grupos
sociales.
El modelo que dominó el debate durante muchos años afirmaba la existencia
de culturas y “subculturas” “desviadas”, propias de los barrios segregados y
pobres, en los que existen normas sociales y se promueven valores que
estarían conduciendo o justificando la deserción escolar de los jóvenes, el
desempleo, la participación en la economía informal, la promiscuidad sexual
o la paternidad fuera del matrimonio.
12
La argumentación utilizada por la "cultura de la pobreza", introducida por
primera vez por el historiador Oscar Lewis, se basa en la supuesta existencia
de patrones de comportamiento para hacer frente a los bajos estatus,
adoptados por las poblaciones marginadas social y económicamente de la
sociedad capitalista. El comportamiento, que Lewis observó entre las
familias en México y Puerto Rico, fue caracterizado por bajas aspiraciones,
apatía política, sentimiento de impotencia, desorganización, provincialismo
y menosprecio a los llamados valores de clase media. Una vez que dicha
cultura se afirma, según Lewis, los sujetos desarrollan mecanismos que
tienden a perpetuar la pobreza, incluso si las condiciones estructurales
cambian.
En esta línea de pensamiento sobre la existencia de culturas “de segunda
categoría”, otros estudios han planteado que la diversidad cultural puede
convertirse en un obstáculo para el desarrollo y la auto-eficacia de los
individuos y las comunidades. En sus estudios Edward Banfield afirmó que
las tradiciones culturales en muchas partes del mundo han socavado la
posibilidad de un desarrollo político y económico.
13
Casi para reafirmar las conjeturas de Tocqueville sobre la cultura
estadounidense como naturalmente “afín” a la democracia, o la teoría de las
raíces culturales y religiosas del crecimiento del capitalismo elaborada por
Weber, otros estudiosos han recientemente aportado al debate argumentos
similares sobre el desarrollo económico en América Latina y el desarrollo
político en Oriente Medio (Harrison 1985; Harrison y Huntington 2000;
Grondona 2001). Según Lawrence Harrison y Samuel Hungtington,
compiladores de “La cultura es lo que importa”, ciertas sociedades modernas
estarían caracterizadas por “culturas tóxicas”, cuyos valores culturales
específicos e instituciones informales impedirían el desarrollo económico y
la democratización política.
A la luz de dichas reflexiones, no sorprenden por otro lado, las
interpretaciones de la pobreza como fenómeno de naturaleza individual,
atribuible a características propias de las personas. En particular, las
personas pobres serían susceptibles de ser catalogadas como “perezosas” e
“incapaces” de salir de un estado prolongado de privación y su situación de
marginación sería el mero resultado de un “fracaso personal”.
14
La crítica a estos trabajos, que atribuye a ellos inconsistencias teóricas y
falta de apoyo empírico, como en el caso de Lewis (Valentine, 1968;
Lamont y Small 2011), ha sido ampliamente sustentada por análisis
culturales más modernos y visiones económicas innovadoras que, si por un
lado han contribuido a desmontar la idea de “cultura” como elemento
totalizante, por el otro han construido su contrapropuesta a partir de la
observación directa a las poblaciones afectadas por la pobreza.
Desde la economía, las respuestas han llegado tomando diferentes ejemplos
de estigmatizaciones comunes atribuidas a los pobres, una de ellas es la que
define la dificultad de ahorro como “estructural impaciencia de los pobres” 3.
Economistas y expertos en psicología del consumo (Banerjee y Duflo, 2010;
Rutherfor, 2000; Chakravarti, 2006) han aclarado que las actitudes comunes
encontradas en las personas que padecen altos niveles de privaciones no se
deben a características implícitas en su naturaleza, y que el comportamiento
frente al ahorro analizado en los pobres (Rutherfor, 2000) responde a
actitudes comunes en los seres humanos.
3
Para un análisis más detallado ver A. V. Banerjee y E. Duflo, 2011.
15
Algunos estudios etnográficos han destacado un aspecto importante en el
estudio de los modos de vivir de los pobres, que puede ser útil para
comprender sus comportamientos: se trata de la falta de información que, en
ocasiones, les determina la toma de decisiones. Un ejemplo se nos ofrece
con la irrelevancia que las personas que viven en situaciones de marginación
pueden atribuir a la educación, aunque a veces dicha falta de información
parece asumir más los rasgos de una falta de experiencia, que sustente las
voluntades de los pobres hacia unas u otras direcciones. El desconocimiento
de los efectos de ciertas acciones y sus repercusiones en la vida futura,
pueden generar desconfianza y favorecer que las personas tomen decisiones
perjudiciales para si mismas.
Algunos autores han hecho énfasis en la eliminación del estigma, padecido
por personas y grupos de bajos recursos, como mecanismo de mitigación de
la pobreza (Lamont et al. 2010), y, en ocasiones, ha sido resaltada la acción
de la cultura y su forma de responder a la estigmatización con la valoración
y el reconocimiento de lo propio (Rey 2011). La discriminación, por razones
socio-económicas a menudo relacionadas con factores raciales, en contextos
donde los grupos étnicos reflejan las tasas más altas de privaciones, afecta a
la salud mental y el bienestar de los pobres (Lamont 2009). La
16
interiorización de la exclusión y del estigma en miembros de grupos
subordinados pueden en algunos casos alterar las dinámicas jerárquicas y de
poder, impulsando aspiraciones a formas de ascenso social que pueden
provocar altos niveles de estrés (James 1994).
Dos economistas del Massachussets Institute of Technology, Abhijit V.
Banerjee y Esther Duflo, en un reciente trabajo, proponen “un giro radical”
en la comprensión del fenómeno de la pobreza, con el fin de erradicar las
estigmatizaciones indebidas que se han atribuido a los pobres, al prescindir
de una información directa acerca de las dinámicas reales, experimentadas
por ellos en contextos específicos.
Numerosas son, en este sentido, las evidencias que los autores proponen para
no caer en juicios infundados sobre las actitudes y los comportamientos
asumidos por los pobres, en ocasiones interpretados como “irracionales” y
sin embargo comprensibles si se tienen en cuenta las condiciones en las que
sus acciones ocurren.
Diferentes son las conclusiones que derivan de un análisis general: si por un
lado la falta de una orientación futura y de perspectivas puede nublar la
17
conceptualización de algo distante y la promesa concreta de una
gratificación inmediata puede producir acciones de consumo impacientes e
imprudentes en el presente (Liberman y Trope, 2000); por el otro, es posible
afirmar la legitimidad de otros factores esenciales en la vida real de las
personas, tales como la necesidad humana básica de tener una vida
agradable que puede explicarnos actitudes, en ocasiones incomprendidas. En
este sentido, la reducción del gasto en alimentación en la India o la
preferencia en el consumo de bienes “de lujo” frente a los “de primera
necesidad”, según argumentan los economistas, son «placeres» que no
representan “compras impulsivas por parte de gente que no piensa
seriamente lo que hace”, son por el contrario “decisiones tomadas
cuidadosamente y muestran exigencias importantes, provocadas tanto por
impulsos internos como por exigencias externas” (Banerjee y Duflo, 2010),
Escuchar a los pobres permite identificar las mejores fórmulas para ofrecer
respuestas eficaces a la superación de la pobreza, pero para que eso sea
posible se requiere un trabajo previo que desacredite creencias infundadas
sobre las personas y que, por el contrario, reconozca la posibilidad que “los
pobres saben lo que hacen” (Banerjee et al., 2010).
18
Los pobres no son un grupo homogéneo, por lo que resulta fundamental
estudiar con precisión y teniendo en cuenta los diferentes niveles, las
características de los individuos, grupos y comunidades afectados por la
marginación. El mismo concepto de vida cultural se convierte en una fuente
de información imprescindible a la hora de analizar los comportamientos,
entre ellos los económicos, de una sociedad.
En definitiva, se trata de proponer otra visión que, a partir del enfoque de
capacidades y desde un enfoque que tenga en cuenta la cultura como
dimensión esencial para la aproximación al fenómeno de la pobreza, nos
permita entender la manera en que la gente considera lo que es válido para
ellos para vivir humanamente (Riddell 2012).
[diapositiva]
II. La cultura en la superación de la pobreza
Si pasamos entonces la página y nos dedicamos a esta tarea de indagar por el
papel de la cultura en la superación de la pobreza nos encontramos ante
planteamientos que se vienen dando tales como:
19
Ignorar la cultura puede llevar a malas políticas
Estudios realizados por economistas, antropólogos, investigadores de
ciencias
sociales,
han
revelado
que
prescindir
del
estudio
de
comportamientos “culturalmente no neutrales” (Martinell. 2011) tiene
efectos considerables en la eficacia de intervenciones de erradicación de
pobreza. Ignorar la cultura puede llevar a malas políticas (Harding, Lamont
y Small 2010), varios ejemplos son ofrecidos por las acciones encaminadas a
reducir la natalidad, considerada un factor determinante para la reducción de
la pobreza: en Zambia las consultas privadas gratuitas realizadas por
enfermeras de planificación familiar dieron resultados notablemente
diferentes en los hogares donde las mujeres habían recibido el vale en
presencia de sus maridos respecto a las que lo habían recibido personalmente
y en ausencia de ellos. Por otro lado, datos relativos al estudio de un caso
parecido, comprobaron que el éxito del programa fue determinado por la
asunción de enfermeras locales, debido al alto nivel de aceptación por parte
de la comunidad (Banerjee y Duflo 2010). Las relaciones de género, el poder
decisorio al interior de los hogares y la confianza en un grupo determinado
son factores que, como testimonian los casos reportados, pueden determinar
el éxito o el fracaso de una intervención.
20
La Conferencia Internacional sobre Financiamiento para el Desarrollo de
2002 y la Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo
de 2005 nos revelan que la eficacia de las políticas nacionales, de la ayuda
internacional y, en general de toda acción para la superación de pobreza
constituyen una preocupación en el debate internacional, cuyos temas
recurrentes demuestran el interés creciente por la cultura
para ofrecer
respuestas y formular recomendaciones. Temas tales como la apropiación de
la población beneficiaria de los proyectos, el empoderamiento de los actores
de la vida cultural, y la inclusión de capacidades acordes a las preferencias
culturales de las comunidades son sólo algunos de los elementos
introducidos por aquella área de investigación interesada en temas de cultura
y desarrollo.
Cabe resaltar que en la actualidad, las propuestas para incentivar el cambio
no han llegado únicamente desde las reflexiones de tipo antropológico y de
las ciencias sociales; por el contrario, cada vez más economistas afirman hoy
la centralidad de la cultura en la lucha contra la pobreza, según definiciones
que hacen de la cultura un sistema dinámicamente interactivo y en
desarrollo, cuyos significados son múltiples, complejos y fluidos (Alkire,
2004).
21
Banerjee y Duflo (2010), en un texto que recoge estudios realizados en
diferentes países del mundo, tienden a precisar que las previsiones
avanzadas por programas de reducción de pobreza carecen a menudo de un
conocimiento profundo de las realidades intervenidas y tienen la tendencia a
formular sus estrategias de acuerdo a preconceptos erróneos acerca de cómo
actúan las personas.
En los círculos de desarrollo, estudiosos han recientemente argumentado que
debemos poner mayor importancia en los conocimientos locales, incluidos
los entendimientos y las prácticas de las comunidades indígenas y otros
grupos marginados (Scott 1999). Y esto, en un plan de lucha contra la
pobreza, podría traducirse en la previsión de intervenciones que se adapten
más a las dinámicas de vida de los pobres, que a modelos racionales (de
éxito económico) e institucionales (de comunidades más “modernas”).
El imaginario social, los valores morales que prevalecen en diversas
comunidades locales, incluidas en ellos las obligaciones de colaboración
entre los miembros de la comunidad, así como los modelos de
comportamiento socialmente valorados, son todos elementos a considerar en
22
la elaboración de programas de apoyo a poblaciones en situación de pobreza.
Prescindir de sus contribuciones no solamente conlleva a imposiciones
indebidas de valores, sino aumenta las probabilidades del fracaso de las
intervenciones.
En segunda instancia,
De la cultura no se puede prescindir
Se han explicado y encontrado evidencias sobre el consumo de los pobres y
su capacidad de ahorrar que contradicen la idea de la maximización de la
utilidad planteada en el paradigma económico.
La introducción de la cultura en el estudio de la pobreza proporciona las
bases para un análisis más orgánico de los comportamientos humanos, las
actitudes de los sujetos hacia el consumo, sus diferentes maneras de
enfrentarse a las privaciones y, sobre todo, la comprensión de las razones
que fundamentan la toma de decisiones que influirán en su calidad de vida,
tal como ellos mismos la conciben.
23
Llega a raíz de investigaciones empíricas4, que se remiten a la corriente del
Neo-Institucionalismo y a su aplicación de las teorías de juego a las ciencias
sociales, la constatación que el comportamiento humano tiene tendencias
“excepcionales”, dirigiéndose hacia una espontánea actitud de cooperación y
coordinación que nos aleja de lo económico y racional, dirigiéndonos a
focalizar la atención hacia lo cultural.
No sorprende por lo tanto que hayan sido análisis que relacionan la cultura a
los procesos de desarrollo los que han planteado la obligada referencia al
concepto de capital social, como elemento rescatado en relación a aquella
capacidad de confianza, crucial en las dinámicas de los movimientos
sociales y afectada en situaciones de pobreza. “Las personas, las familias y
los grupos son capital social y cultura por esencia. Son portadores de
actitudes de cooperación, valores, tradiciones, visiones de la realidad, que
son su identidad misma. Si ello es ignorado, asaltado, deteriorado, se
inutilizarán importantes capacidades aplicables al desarrollo y se desatarán
poderosas resistencias. Si por el contrario se reconoce, explora, valora y
4
Véanse Axelrod, Robert (1984) La Evolución de la Cooperación: el dilema del prisionero y la teoría de
juegos. Madrid: Alianza Editorial, 1986.
24
potencia su aporte, puede ser muy relevante y propiciar círculos virtuosos
con las otras dimensiones del desarrollo”5.
La experiencia en el Sur de Santander (Colombia) al impulsar un proceso
social que impacta a 52 municipios y a 436.811 personas a través de un
proyecto de cooperativismo solidario, muestra resultados interesantes,
gracias entre otras cosas a factores culturales tenidos en cuenta en la
ejecución del proyecto.
La región es una región de población mestiza (española e indígena) con
rasgos culturales que la distinguen por su laboriosidad, el orgullo de haber
sido germen de la independencia con la revolución comunera y la franqueza
del pueblo santandereano. (Fajardo, 2011)
La evaluación del proyecto reconoce tres grandes asuntos a la hora de
alcanzar su éxito:
a.
“la capacidad de los actores para reconocerse como diversos e iguales
a un mismo tiempo…a través de un relato en el que se incluyen intereses,
clima, paisajes, vecindario”
5
B. KLIKSBERG, L. TOMASSINI (compiladores), Capital social y cultura: claves estratégicas para el
desarrollo, Buenos Aires: BID, Universidad de Maryland, Fundación Felipe Herrera y FCE, 2000.
25
b.
“el aprovechamiento de las potencialidades y recursos locales para el
desarrollo de actividades socio económicas productivas, a través del rescate
de prácticas, historias e identidades locales. Por ejemplo, las actividades
económicas asociadas al trabajo del fique, la producción orgánica de
algodón, el turismo rural vinculado al café y las costumbres campesinas
santandereanas, entre otros”
c.
“la promoción de la participación ciudadana como “máxima
transversal” del desarrollo de la región, y elemento fundamental en la
construcción de una cultura de solidaridad.
“Creamos nuestro propio concepto de desarrollo territorial, es un modelo de
identificación popular (…) no tenemos existencia jurídica, solo somos una
existencia cultural” dice un cooperativista San Gil.6
La pobreza no es medible totalmente por carencias materiales
Por otro lado, y en tercera medida, todos los testimonios realizados por el
Banco Mundial en la Voz de los pobres, así como por los análisis
etnográficos producidos a nivel internacional, no se limitan en su definición
de pobreza a la privación material sino por el contrario mencionan la falta de
6
Notas tomadas de EL INFORME LATINOAMERICANO POBREZA Y DESIGUALDAD 2011,
RIMISP, CHILE, 2011.
26
capacidades y otras dimensiones que están relacionadas a factores sociales y
culturales. Ya sabemos que las variaciones del ingreso y del crecimiento
económico de las naciones no van juntas del aumento del bienestar ni del
desarrollo humano. Por ello, en años recientes numerosas han sido las
iniciativas encaminadas a determinar un cambio efectivo en la relativización
del concepto de crecimiento económico como elemento monopolizador en la
definición de desarrollo. En esta línea: el primer Foro Mundial sobre
“Estadística, Conocimiento y Política”, organizado en Palermo en 2004 por
la OCDE; el Segundo Foro “Midiendo y Promoviendo el progreso de las
sociedades” realizado en Estambul y que dio como resultado la “Declaración
de Estambul” de 2007, firmada por la OCDE, Naciones Unidas, el Banco
Mundial, la Comisión Europea, el PNUD y la Organización de la
Conferencia Islámica; y la Conferencia de la Comisión Europea “Más allá
del PIB” de 2007, que dos años después consolidó la intención de crear un
nuevo enfoque a través de la Comisión “Más allá del PIB: evaluación del
Progreso en un mundo cambiante”, basada en las conclusiones del Informe
sobre la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social,
elaborado por Siglita, Sen y Fitoussi en 2008.
27
Con respecto a los últimos avances de las estrategias internacionales
adoptadas en materia de definición de bienestar y desarrollo, cabe aclarar
que, si por un lado el marco conceptual para medir el progreso, propuesto
por la OCDE, hace referencia explícita a la cultura como “objetivo
intermedio” (junto a la economía y la gobernanza), considerado
determinante para el logro del bienestar equitativo y sostenible; por el otro,
en el Informe de la Comisión Stiglitz no hay mención alguna al elemento
cultural (en el texto aparece únicamente la calidad del tiempo libre). No
obstante, pese a dicha ausencia, la cultura parece caracterizar gran parte de
la reflexión contenida en el documento, dirigida a valorar aspectos tales
como el contexto, el capital social y humano.
El Informe subrayó la imposibilidad de postular una única medición que de
cuenta de todas las dimensiones del bienestar y la ineficiencia de indicadores
compuestos. La recomendación propuesta por la Comisión Stiglitz se centró
en la importancia de las dimensiones relevantes para el bienestar de los
individuos, entre las cuales llaman la atención, por su estrecha relación con
el universo cultural, “el conocimiento y la capacidad de comprender el
mundo en el que vivimos”, las “relaciones interpersonales” y la
“participación de la vida en sociedad”.
28
En definitiva la cultura, ausente en el discurso, parece estar contribuyendo
de manera determinante a los cambio en el contenido de las definiciones de
bienestar y desarrollo, impulsando al mismo tiempo la exigencia de
modificar las mediciones que, por otro lado, reflejan las privaciones de los
sujetos. El análisis de la evolución de las mediciones de pobreza indica que
la atención al elemento cultural desde 1985 (año en que el Banco Mundial
fija la línea internacional de pobreza) hasta hoy, ha inducido a los
organismos internacionales a replantear sus estrategias de medición
uniformadas, aplicables a la comunidad global, a favor de otros indicadores,
más sensibles a la incidencia de factores diferentes al ingreso per cápita.
En este sentido, clarificadoras resultan las críticas dirigidas a la línea de
pobreza extrema, reajustada en 2008 por el Banco Mundial a 1,25 dólares
por día y utilizada en la formulación de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio: la arbitrariedad en la elección del valor, las variaciones según el
país, la ausencia de estimaciones relativas a las condiciones de vida y a los
activos, son algunos de los ejemplos que indican cómo la cultura afecta a la
definición de pobreza y a la formulación de estrategias de superación de la
misma.
Dicha medición establece a priori que a todas las diferentes
29
manifestaciones de pobreza, inclusive a las que generan de la afirmación de
la gente de vivir una vida humana decente, se les pueda asignar (sin
demasiada dificultad) un valor monetario que pueda fácilmente ser medido
(Riddell, 2012).
Abogar por la indebida valoración del monto establecido para definir una
persona pobre, a las diferencias según el territorio o a la no consideración de
elementos relevantes según los testimonios de las personas, son todas
reflexiones reconducibles a una visión inspirada a un enfoque cultural, cuya
prioridad reside en la valoración de la experiencia de marginación y
privación desde la perspectiva de sus protagonistas: los sujetos que viven en
estado de pobreza.
Por otro lado, y en cuarto punto,
Incorporar la cultura no es prematuro cuando las privaciones materiales
son numerosas.
Siempre existe la disyuntiva o la crítica a las inversiones en cultura frente a
la existencia de necesidades básicas, preguntas como “Para qué un museo
del Caribe habiendo tanto pobre en Barranquilla”, ocurren a lo largo del
planeta.
30
Pero, además de la importancia de las inversiones culturales ampliamente
conocidas en la sociedad, según el Better Life Index elaborado por la OECD,
en los próximos veinte años los sectores dominantes de la economía no serán
los automóviles o el acero, sino la industria del bienestar, en la que la cultura
y la creatividad representan un factor determinante.
Por otro lado, cabe resaltar que la cultura y las prácticas de la vida cultural
pueden representar fuentes esenciales para la creación y el empoderamiento
de personas en situación de marginación y privación. Un reciente estudio de
Ana Lucía Rodríguez en Cartagena, con base en la encuesta de percepción
de Cartagena Cómo Vamos, nos informa cómo la percepción de pobreza
entre los pobres cambia si han estado o no vinculados a la vida cultural de la
ciudad. Se ha construido entonces la hipótesis sobre la importancia de la
vida cultural en la forma de asumirse como pobres, vital a la hora de
requerirse motivaciones personales ante el cambio.
Por otro lado, es claro que los recursos para la cultura son fundamentales. El
conservar el patrimonio, mantener las tradiciones sociales, las costumbres,
los rituales y los festivales es un aspecto central en la vida de los pobres, de
31
acuerdo a su definición de bienestar y en respuesta a realidades económicas
y ambientales deshumanizantes, “Sin estas señales humanas sencillas de
solidaridad, nuestra vida sería intolerable”, afirma una mujer pobre de
Ucrania en el estudio publicado por el Banco Mundial en 2000.
[diapositiva]
III. Utilidad práctica de esta visión del papel de la cultura en la
superación de la pobreza.
La cultura resulta vital, hablando de superación de la pobreza, para:
- fortalecer el capital humano e impulsar la creatividad.
- atenuar las consecuencias psicológicas de la pobreza.
- fortalecer el capital social
- aumentar la eficacia de las políticas, y disminuir el riesgo de fracasos.
Veamos:
Fortalecer el capital humano e impulsar la creatividad
Hablar de cultura en contextos de pobreza significa también comprenderla
como “un lugar de resistencia e imaginación de la dignidad humana” (Rey,
2011), un factor de dinamización de la vida social que aboga
32
indiscutiblemente a la capacidad creativa de los individuos, entendida en un
sentido amplio que no se limita al sector artístico, “sino más bien como la
capacidad para resolver los problemas de forma innovadora”.
Su acepción desligada del mundo de las bellas artes nos ubica en un terreno
en el que el poder de la cultura termina asumiendo un carácter social,
conectado inevitablemente a las dinámicas de unos contextos y de sus
agrupaciones de individuos.
La creatividad se aleja de la producción aislada de formas artísticas para
convertirse en “la fuente de progreso humano y de diversidad cultural; un
tesoro de la humanidad esencial para el desarrollo” (Conferencia Estocolmo
1998). Las actividades culturales “influyen en la capacidad de la gente para
afrontar los retos de la vida cotidiana y para reaccionar ante los cambios
repentinos en su ambiente físico y social”.
Se trata, en definitiva, de aquella capacidad de inventar(se) y reinventar(se)
para no dejarse absorber por lo totalizante, la facultad de proyección hacia
subjetividades empoderadas y dinámicas, según la lógica de la libertad
positiva de la que nos habla Sen. Una capacidad que, aterrizada a acciones
33
concretas, reivindica una formación de excelencia que permita a la persona
construirse (a sí misma) y afirmarse (en la colectividad). Lo que, por otro
lado, implica causalmente la ampliación de oportunidades para la
consecución de un crecimiento real en términos económicos, y una
“respuesta creativa a las contingencias de la fragilidad”.
En este orden de ideas, la creatividad contribuye a fortalecer la
autoconfianza, citada por Sen entre una de las dimensiones más afectadas
por la pobreza. Ejemplos clarificadores son las experiencias positivas
registradas en los proyectos de emprendimiento artesanal de las
comunidades wayuu de la Guajira colombiana, a raíz de los cuales mujeres y
jóvenes fortalecieron su posición de liderazgo dentro del hogar, reflejando
altos niveles de seguridad y autoestima en sus actitudes sociales y
profesionales.
Atenuar las consecuencias sicológicas de la pobreza
La participación activa en la vida cultural atenúa el sentimiento de
impotencia, la falta de voz, la dependencia, la vergüenza y la humillación;
mejora la percepción de bienestar en la vida diaria y constituye además una
forma de obtener prestigio y afianzar los vínculos con la comunidad, lo que
34
a su vez permite obtener ayuda más fácilmente en caso de necesidad
(Narayan 2000; Narayan y Petesch, 2000; Narayan, Chambers, Shah y
Petesch, 2000).
La imposibilidad de participar en acontecimientos comunitarios de tipo
cultural puede tener repercusiones graves en estado psico-social, provocando
sentimientos de humillación, deshonra y angustia sicológica, hasta conllevar,
en algunos casos, a la marginación social y la exclusión de importantes redes
existentes en la sociedad. No sorprende, por lo tanto, como encuestas
dirigidas a poblaciones pobres hayan revelado definiciones de pobreza que
coinciden con el quebranto de las normas sociales. Por ejemplo, en las zonas
rurales de Madagascar se considera que ser pobre equivale a no poder
“observar las costumbres y normas locales”, mientras que se define como
rico “a quien está en condiciones de vivir conforme a esas normas” (Narayan
et al. 2000).
Fortalecer el capital social
Múltiples experiencias de desarrollo local, historias de cambios impulsados
por visiones no simplistas del bienestar, nos demuestran claramente la fuerza
de lo social en comunidades específicas, induciéndonos a afirmar que, en
35
contextos fragmentados y expuestos a conflictos, donde se detectan más
altos niveles de marginación, “la cultura aparece como una de las
dimensiones más importantes para participar en los programas de prevención
de aquellos comportamientos que la sociedad considera disfuncionales o
perturbadores de las relaciones sociales”, generando “organización, cohesión
social y compromisos compartidos”7.
Datos recientes relativos a los programas, ya citados, de seguridad
alimentaria que incluyen medidas de intervención social con comunidades
indígenas de la Guajira, en Colombia, muestran que los índices de niños que
se encuentran en buenos estados de salud, en un contexto donde se registran
altas tasas de desnutrición severa infantil, corresponden a aquellas
comunidades donde los lazos familiares de consanguinidad y/o de afinidad
son más sólidos, de acuerdo a las normas sociales y al sistema de valores
propios de la cultura wayuu. Sin embargo, los mismos programas revelan
que la irrupción de nuevas lógicas empresariales y económicas en el
territorio, están causando traumáticos procesos de re-significación social y
un incremento de conflictos intra e inter-étnicos. La venta de los productos,
anteriormente inexistente en las dinámicas propias de la cultura Wayuu,
7
G. REY La insistencia de la metáfora. Experiencias locales de cultura y desarrollo en Colombia”, ibídem.
36
cuya estrategia de subsistencia consistía en el intercambio, junto a la más
general transformación en las relaciones interpersonales, han deteriorado los
niveles de confianza mutua entre las personas, teniendo a menudo
repercusiones en su nivel de bienestar material e inmaterial.
Aumentar la eficacia de las políticas, y disminuir el riesgo de fracasos.
La introducción del enfoque cultural en el estudio de la pobreza y las
acciones de lucha contra la misma garantiza la consecución de un desarrollo
más sostenible, que no corresponda a la mera ayuda humanitaria, y que sea
más acorde a las voluntades de los sujetos.
Si de acuerdo a las conclusiones unánimes de los estudios etnográficos
conducidos con poblaciones en estado de pobreza, las personas no se limitan
a nombrar la falta de alimentos y los bajos ingresos como elementos que
constituyen su privación, resulta evidente que la atención a los aspectos
culturales debe convertirse en un compromiso obligatorio para las políticas,
programas, planes y acciones encaminados a la erradicación de la pobreza.
La inclusión de una perspectiva cultural en la planeación de proyectos que
fomenten el desarrollo humano impone enfatizar acciones que brinden
37
oportunidades efectivas a las personas, con el fin de ponerlas en condición
de elegir quien ser, fortaleciendo la capacidad de gestionar su vida, de
acuerdo a sus inclinaciones y sus sentidos de pertenencia. Se trata en
definitiva de la facultad de auto-cuestionarse y cuestionar el entorno, con el
fin de determinar los proyectos de vida de una forma consciente y como
efecto de una reflexión problematizadora acerca de las dinámicas que se
instauran en un contexto que influye en la personalidad de cada miembro de
una comunidad.
Las reflexiones acerca de conceptos tales como auto-comprensión,
creatividad, interacción con la diversidad, cooperación y capital social, en el
marco de un posible planteamiento de acciones que promuevan el desarrollo
en clave cultural, nos remiten a un concepto de cambio que propone sustituir
intervenciones “higienistas y eugenésicas” por estrategias endógenas. Una
visión que valore el empoderamiento como instrumento de libertad positiva,
que introduzca las valoraciones de los individuos en el discurso social.
[diapositiva]
IV. Implicaciones de esta visión
Con base en lo anterior se pueden describir las implicaciones de la
incorporación de la cultura en las estrategias de la superación de la pobreza:
38
1. La pobreza es resultado de muchas dimensiones interconectadas;
pocas veces tiene que ver con la falta de un solo factor. La lucha
contra la pobreza, por el carácter multidimensional de ésta, exige
como se ha venido planteando una amplia comprensión del contexto y
su complejidad; reconocer su heterogeneidad para no uniformar las
políticas.
2. Complejizar en vez de simplificar y homogenizar. Es muy importante
identificar las trampas de la pobreza a nivel local así como los
funcionamientos sociales que difieren de una localidad a otra. Al
estudiar los contextos para identificar las particularidades locales,
entran en juego factores históricos, sociales, políticos, económicos y
culturales que hacen precisamente diferente a un contexto de otro. En
los contextos se superponen distintos niveles de desarrollo, de
conocimiento, de accesibilidad a la modernidad; analizarlos
adecuadamente para la superación de la pobreza exige entender la
contingencia.
3. La valoración de la creatividad como recurso permite dotar a las
estrategias de lucha contra la pobreza de nuevas opciones. La
39
abundancia de este recurso y de los activos culturales requeriría ser
identificados de manera ex ante a los programas y estrategias de lucha
contra la pobreza.
4. Escuchar a los pobres para repensar los conceptos de pobreza y para
repensar la lucha contra la misma a partir de sus visiones es necesario
comprender sus acciones, incluir sus capacidades diferentes a las
económicas, tener en cuenta sus activos culturales,
entre otros
aspectos. Desacreditar, como se ha dicho arriba, los mitos sobre la
pobreza y combatir los estigmas. Entender por qué la gente responde a
la pobreza, la manera en qué lo hacen, cómo sobreviven y cómo se
libran de la misma.
5. Adecuar las intervenciones a las voluntades reales de la gente, lograr
esquemas que no impongan valores, que sean más sostenibles, por su
apropiación, y que sean planteados con la participación de las
comunidades afectadas por el flagelo. En ese sentido es recomendable
alejarse de la promoción de una visión de desarrollo impuesta sólo
desde las agencias o los expertos.
40
6. Así como se vuelve más complejo el estudio de los contextos, se
vuelven más complejas las estrategias, su funcionamiento,
los
acuerdos entre involucrados, las negociaciones y diálogos inter
sectoriales, las transversalidades de la cultura, etc.
Para terminar, quiero leer una frase que aún resulta pertinente de Gabriel
García Márquez, ya que 30 años de globalización, de reformas económicas,
no han dado los resultados esperados, y han transcurrido 30 años después del
Nobel. Recordemos sus palabras de ese día:
En el discurso llamado La soledad de América Latina dice: “La solidaridad
con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se
concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión
de tener una vida propia en el reparto del mundo”,….y más adelante
preguntaba: “¿por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la
literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas
de cambio social?”.
41
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