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PARTE II
Determinantes Estructurales para la Integración de las y los Jóvenes a la Sociedad
La Vulnerabilidad Laboral de las y los Jóvenes
Comentarios a los Resultados de la Quinta Encuesta Nacional de Juventud 1
Desempleo Juvenil: la Realidad escondida
bajo los Buenos Promedios
La difusión de los resultados de la Quinta Encuesta Nacional de
Juventud del INJUV, en materia de integración laboral de las y los
jóvenes, no puede ser más oportuna. En primer lugar, coincide con
una amplia discusión respecto a la exigencia “ética” de buscar
caminos efectivos y rápidos para disminuir la pobreza y acortar
las desigualdades. En segundo lugar, el dinamismo económico de
estos dos últimos años, asociado a una elevada tasa de creación
de nuevos empleos, constituyen un escenario tan promisorio que,
de no surgir estudios de esta naturaleza, pueden llevarnos a una
eventual ceguera respecto a desafíos pendientes en materia de
empleo juvenil. Es el riesgo de los buenos promedios: nos pueden
hacer olvidar la persistencia de realidades extremadamente contrastantes sobre la cual son construidos.
Esto último nos ocurrió en la década del noventa: en el período
1990-1997, sin lugar a dudas el de mayor crecimiento económico
en la historia de Chile (7 años creciendo a una tasa promedio anual
superior al 7%). En ese entonces, el mejoramiento del nivel de
vida material de los chilenos ocurrió a la par con un extraordinario
dinamismo en el mercado del trabajo: un millón de nuevos empleos
en 7 años, con tasas de desocupación que llegaron a rozar el pleno
empleo en determinados momentos. Lo cierto es que, no obstante
ese escenario, sumado a iniciativas de apoyo a la empleabilidad
de las y los jóvenes, como el Programa Chile Joven, en ese período
la desocupación juvenil no dejó de aumentar sino en momentos
muy puntuales, realidad que no ha sido abordada con la necesaria
energía y decisión desde la política pública desde el término de
dicho programa.
De no reaccionar a tiempo, es muy posible que este nuevo impulso
de la economía chilena nos vuelva a dejar con la tarea inconclusa
en materia de inserción laboral juvenil. De hecho, las estadísticas
del INE muestran que la tasa de desocupación de las y los jóvenes
continúa siendo 2,5 veces superior a la del promedio de la fuerza
de trabajo. Igual que en los noventa.
Los resultados de esta última medición del INJUV nos sugieren
la existencia de una tasa de desocupación juvenil del 38%2: del
total de jóvenes que se autodesignan como “activos” (“ocupados”
y “buscando trabajo”), dos de cada cinco se declaran desocupados.
Análogamente a lo observado en los años 90, la inserción laboral
de jóvenes se aprecia relativamente más precaria en mujeres
(tasa de desocupación de 46%, versus 32% de los hombres), en
el segmento de 15-19 años (tasa de desocupación del 66%) y en
los segmentos de menor nivel socioeconómico (segmentos D y E
con tasas por sobre el 40%, mientras que en el sector ABC1 es
del 27%). Sorprendentemente, las diferencias entre los diferentes
niveles de educación son poco significativas.
Lo cierto es que, a pesar de los esfuerzos realizados en materia de
educación y capacitación en los últimos 15 años, las y los jóvenes,
particularmente los de los quintiles más pobres, siguen mostrando
una marcada vulnerabilidad laboral, lo que se traduce en que, al
menor síntoma de desaceleración de la economía, son los primeros en ser despedidos. Pero esta vulnerabilidad se ha expresado
también en algunos períodos de “vacas gordas”: en las etapas de
recuperación económica, las y los jóvenes suelen ser los últimos
en ser contratados.
2
1
Ignacio Larraechea Loeser, Economista, Phd. en Ciencias del Trabajo de
la Universidad Católica de Lovaina.
Obviamente, no podemos pasar por alto la enorme diferencia respecto a
las cifras del INE, que nos informan de tasas del orden del 18% para el
segmento 15-24 años y cercanas al 7% para el total de la fuerza de trabajo.
Las explicaciones van desde la gran diferencia del cuestionario que usa
uno y otro método, hasta la forma de muestrear.
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Esto último es lo que debemos tener especialmente presente en el
buen escenario económico actual: para mejorar el empleo juvenil,
el crecimiento es una condición tan necesaria como insuficiente.
Sin dinamismo económico, el desempleo castigará con mucha
mayor fuerza a las y los jóvenes; pero el rápido crecimiento no
nos garantiza, por sí sólo, un aumento importante en el empleo
juvenil.
¿Por qué el Desempleo es mayor en la
Juventud?
Las explicaciones que se han dado a este fenómeno son muchas
y de variada índole. De hecho, coexisten situaciones muy disímiles
según la edad, género y condiciones socioeconómicas. Se argumenta, por ejemplo, que la mayor “libertad” de las y los jóvenes,
por no tener la presión de asegurar el sustento de una familia,
aumentaría sus probabilidades de permanecer más tiempo como
desocupados, en espera de una mejor alternativa. La literatura
menciona también las desventajas de las y los jóvenes para acceder
a información sobre oportunidades de empleo3. Sin embargo, las
hipótesis fundamentales apuntan a una doble brecha: la primera,
es aquella que existe entre lo que los empleadores esperan de un
“buen trabajador” y la percepción que tienen de las y los jóvenes;
la otra se expresa entre los que las y los jóvenes esperan del trabajo
y lo que éste efectivamente les ofrece.
Respecto a la primera brecha, existe evidencia en cuanto a que
las y los jóvenes, en especial aquellos de menor “capital social”,
no constituyen una oferta “atractiva” para muchos empleadores.
Estos últimos suelen atribuir a las y los jóvenes una débil formación
para el trabajo, expresada en pocos conocimientos “útiles”, pero
especialmente en una insuficiente “cultura laboral”, que vinculan
a aspectos como disciplina, hábitos, actitudes e incluso apariencia.
Mientras más temprana es la inserción laboral, más aguda es esta
inadecuación respecto a las expectativas de los empleadores (por
menor escolaridad, menor experiencia y menor desarrollo de sus
competencias sociales).
Por esta razón, un dato interesante de la encuesta es que para la
mitad de las y los jóvenes, el primer trabajo remunerado lo han
obtenido antes de egresar de la educación media y el 60% de la
juventud se ha insertado laboralmente antes de los 19 años. También es ilustrativo de esta debilidad del capital cultural de las y los
3
El empleo sería una “conversación” mucho más presente en el mundo de los
adultos lo que facilita, para ellos, el acceso a este tipo de información.
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jóvenes en su primer trabajo, que entre aquellos que comenzaron
a trabajar después de haber terminado sus estudios, más de la
mitad declaran que sus tareas no tenían ninguna relación con lo
que habían estudiado.
La segunda brecha se refiere a lo poco atractiva que resulta al
joven la “situación de trabajo” a la cual tiene acceso. Llama la
atención que entre las y los jóvenes desocupados, la respuesta
más frecuente a la pregunta sobre su situación laboral es “estoy
esperando encontrar un trabajo que me guste, que me motive”.
Entre los que están trabajando, la razón fundamental de hacerlo
es por necesidad o urgencia de generar ingresos.
Nos encontramos, entonces, ante un segmento de trabajadores que
suele ser más selectivo (ceteris paribus) que el resto de la oferta
de trabajo, lo que, en términos económicos, equivale a decir que
tienen un mayor salario de reserva. Esta mayor selectividad ha sido
relevada en una serie de estudios focalizados en la emergencia
de nuevas representaciones y expectativas de las y los jóvenes
respecto al trabajo. A título sólo hipotético podemos mencionar
las siguientes:
•
Una mayor valoración de la actividad laboral independiente
•
Una mayor propensión a tomar trabajos por períodos acotados de tiempo, buscando alternar períodos de empleo con
períodos de inactividad
•
Una fuerte selectividad de los empleos asociada a la valoración de aspectos no pecuniarios de los mismos (por
ejemplo, cierto menosprecio por el trabajo de obrero de la
construcción o agrícola; alta valoración de trabajo ligado a
la tecnología y en algunos casos a la actividad artística o
recreativa)
•
En algunos casos, una cierta idealización ex ante respecto a
lo que significa el mundo del trabajo, con expectativas fuera
de la realidad respecto a las condiciones pecuniarias y no
pecuniarias que este ofrece
En apoyo a estas observaciones, existen numerosos testimonios que
enfatizan la mayor tendencia de las y los jóvenes a abandonar los
trabajos que emprenden, debido a su frustración al experimentar
que la realidad laboral no coincide con sus expectativas. Este mismo
hecho (el abandono) suele mencionarse como una de las causas
de que los empleadores prefieran contratar a adultos.
PARTE II
Determinantes Estructurales para la Integración de las y los Jóvenes a la Sociedad
El hecho es que, ante esta situación, las y los jóvenes tienden a constituir una “fuerza de trabajo secundaria”, a la cual los empleadores
acuden principalmente cuando agotan su acceso a trabajadores
adultos o cuando busca establecer relaciones contractuales más
esporádicas (por ejemplo: contratación en el comercio para Navidad
o en el turismo en época de vacaciones).
Esta vulnerabilidad laboral aparece aun más dramática al constatar
signos de una creciente atracción que ejerce sobre las y los jóvenes
la adquisición de bienes de consumo a muy corta edad. El mismo
estudio del INJUV nos alerta, por ejemplo respecto a la elevada
proporción de jóvenes endeudados. Ciertamente, esta avidez por
generar ingresos a muy corta edad sumada a una baja empleabilidad constituye una mezcla peligrosa, en especial porque genera
un fuerte incentivo por descuidar o abandonar estudios, con tal de
procurarse los ingresos esperados.
Las Opciones de Política Pública
En virtud de todo lo dicho, la empleabilidad de las y los jóvenes
constituye un ámbito propicio para desarrollar políticas públicas. Las
solas fuerzas del mercado, aun en un escenario de crecimiento, no
bastan. En forma resumida, presentamos una breve enumeración
de instrumentos pertinentes de considerar.
a. Disminuir el costo del trabajo juvenil en relación al de los
adultos. En esta línea, es importante profundizar y perfeccionar mecanismos ya existentes (el salario mínimo para las
y los jóvenes es menor que el que rige para los adultos).
En particular, se pueden depositar razonables expectativas
en algunas medidas incorporadas al proyecto de ley que
modifica el sistema de pensiones, que apuntan a liberar
al empleador de pagar las primeras cotizaciones de los
trabajadores jóvenes, las cuales serían financiadas por el
Estado.
•
Fortalecer los mecanismos de retención en establecimientos educacionales de jóvenes en situación de riesgo
(Programa Liceo para Todos), de modo de hacerlos más
atractivos y con mejores recursos formativos.
•
Fortalecer mecanismos de incentivo monetario a hogares
pobres, para que los hijos no abandonen tempranamente
la educación escolar.
•
Favorecer formas de trabajo flexibles, compatibles con
la educación escolar, como parte de iniciativas conjuntas entre establecimientos educacionales y empresas e
instituciones. De este modo, se busca evitar que las y
los jóvenes deban desertar para procurarse ingresos.
c. Creación de una red para-escolar de instituciones de formación para el trabajo en la cual se inserten jóvenes de
mayor riesgo o daño psicosocial, desertores del sistema
escolar o de alta probabilidad de deserción. Un ejemplo
de estas instituciones la constituyen aquellas que forman
parte del registro especial de organismos capacitadores
de jóvenes, creado bajo el amparo de la ley del SENCE.
d. Fortalecer programas de apoyo a la inserción laboral de
jóvenes, a través de acciones de capacitación e intermediación laboral de corta duración, realizada por organismos
privados que cuenten con el aval de las empresas potenciales
empleadoras.
e. Desarrollar mecanismos eficaces para la certificación de
competencias de jóvenes, de modo que éstos puedan
acreditar sus capacidades ante el mercado, más allá de
la certificación académica. Un buen ejemplo de esto es la
certificación de competencias para el uso del computador
(ICDL), que tantos jóvenes pueden obtener simplemente
por la frecuencia con que utilizan esta herramienta o su
especial predisposición a aprender.
b. Intensificar mecanismos de retención escolar. Tal como
se confirma en la última encuesta CASEN, la escolaridad
muestra una fuerte correlación con remuneraciones y con
empleo. La deserción escolar temprana sigue siendo uno de
los principales factores para explicar la baja empleabilidad
de las y los jóvenes más pobres. En ese sentido, las líneas
de acción que se abren para el Estado contemplan:
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Es importante, a la hora de diseñar e implementar estas u otras
medidas, considerar dos criterios esenciales. El primero, se refiere a focalizar adecuadamente. El mundo de las y los jóvenes es
diverso y las iniciativas que son útiles para un segmento pueden
no serlo para otros. Diferenciar y “customizar” los instrumentos
según tramos de edad, nivel socioeconómico, sexo, zona geográfica,
entre otros, puede ser clave para la obtención de resultados. Lo es
también para elegir y optimizar los canales de convocatoria de las
y los jóvenes. En segundo lugar, está el criterio de la pertinencia,
el cual tiene su pilar fundamental en el involucramiento de los
empleadores en todas las etapas. Es a ellos a quienes debemos
“vender” este producto, por lo que su participación resulta vital.
Un Desafío a la Sociedad Chilena
Más allá de la pertinencia y eficacia con que se apliquen instrumentos y políticas como los antes enunciados, es necesario
hacernos cargo de que el desempleo juvenil, más allá de ser un
fenómeno económico, es también un reflejo de nuestra manera
de relacionarnos.
Detrás de la cifras de desempleo se esconden profundos mecanismos de exclusión, vinculados a la falta de tolerancia y al miedo a
los cambios. Como sociedad hemos desarrollado un fuerte temor
hacia las y los jóvenes, que se alimenta en parte por el poco tiempo
que les dedicamos y lo poco que los escuchamos. Otra parte tiene
que ver con la agresividad con que los medios de comunicación
reproducen situaciones de violencia protagonizadas por jóvenes.
Ambas situaciones no hacen sino agravar la desconfianza de los
empleadores hacia la juventud, que golpea sus puertas buscando
una oportunidad.
El gran desafío está, a final de cuentas, en la capacidad que
tengamos para acoger la “novedad” de la que son portadores,
si nos atrevemos a abrirles las puertas. Sin ese compromiso de
todos los actores, padres, profesores y empleadores, seguiremos
lamentando que muchos de nuestros jóvenes queden al margen
del progreso que, con un gran esfuerzo, estamos forjando en
nuestro país.
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