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Pág. 14
ÓPERA
PEQUEÑA HISTORIA DE LA ÓPERA (4)
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Mientras un alemán, Handel, se dedicaba en Londres a sus oratorios y óperas con un estilo que mezclaba con inmenso
arte lo que había aprendido de la música europea y el legado del inglés Henry Purcel, otro alemán, Christop Willibald Gluck
(1714-1787), nacido treinta años después que Handel, seguía sus pasos y marchaba primero a Italia para formarse, después
probaba fortuna en Londres, donde estrenó una ópera que no tuvo ningún éxito, y volvió a Alemania para seguir escribiendo
exclusivamente óperas.
Y con esto pasaron sus primeros cincuenta años, ganándose la vida tranquilamente componiendo obras al estilo italiano de la época y sin nada que las diferenciara de las de sus contemporáneos. Hasta que, influenciado por la escuela francesa
de Lully y Rameau, se apoderó de él la idea de que íbamos por mal camino, apartándose de las ideas clásicas originales
desarrolladas por Monteverdi hacía siglo y medio.
La reforma de Gluck.- Con estos antecedentes, en 1762 estrena Orfeo y Eurídice, intencionadamente con el mismo argumento del Orfeo de Monteverdi en 1607. En ella, Gluck se aparta
moderadamente de las ideas imperantes dominadas por el estilo común en toda Europay de las
que él mismo era continuador. Gluck deja esta moderación de lado con Alceste, en el año 1767, y
sobre todo, con sus obras posteriores.
Conceptualmente, la aportación de Gluck en su última época consiste en no perder nunca
de vista que todo en una ópera debe estar al servicio del drama o de la comedia que se está
representando, prescindiendo de todo aquello que es puro ornamento barroco y distrae de la
contemplación de lo esencial. La música no es distinta de otras artes, como la pintura o la arquitectura, y con Gluck se inicia el camino hacia el neoclasicismo, o clasicismo a secas si se quiere.
Ya el prólogo que el propio Gluck escribe y publica con la partitura de Alceste es un manifiesto en este sentido y una dura crítica a las concesiones a los caprichos y facultades de los
cantantes contrarias a los requerimientos dramáticos. Pero es unos años más tarde, con Ifigenia
en Tauride (1779), donde de manera explícita y ejemplar plantea y desarrolla los detalles de su
nuevo enfoque, que él mismo resume con tres palabras: sencillez, realidad y naturaleza.
Gluck es el primer gran reformador de la ópera y sus nuevos planteamientos originaron en París una polarización de
los aficionados en dos bandos (1). El de quienes, alineados con Gluck, consideraban que la ópera italiana había degenerado
en algo insufrible, y los que la defendían a capa y espada. Había mucho interés económico en el fondo de estas disputas, por
lo que los italianos contraatacaron desplazando a Paría a uno de sus compositores más prestigiosos, Nicolas Piccini (17281800). Las crónicas de la época señalan numerosos incidentes entre los partidarios de una y otra tendencia. Incluso un
enciclopedista como Rousseau tomó decidido y enérgico partido por Piccini, reconociendo abiertamente la superioridad de
la tradición italiana y afirmando con contundencia que el francés no era un idioma adecuado para la ópera. A tal extremo
llegó la rivalidad, que Ifigenia en Tauride fue el resultado de un duelo público entre Piccini y Gluck, patrocinado por la Ópera
de París, habiéndose comprometido ambos a escribir y representar en esa ciudad una obra con el mismo argumento. Así lo
hicieron y, con independencia de que el éxito de la versión de Gluck contrastó con el fracaso de la de Piccini, ha sido la
historia, juez donde los haya, quien ha declarado ganador a Gluck.
Gluck terminó sus días en Viena, donde conoció a uno de los mayores genios de la música, Wolgang Amadeus Mozart.
Por otra parte, Piccini fue un compositor de óperas de notable predicamento en Europa. Compusocerca de un centenar, la
mayoría cómicas, con una música sencilla y fácil de escuchar. Su obra más conocida es La Cecchina, ossia la buona Figliuola,
con libreto del deamaturgo Carlo Goldoni y que devino una de las óperas más populares en Italia y Francia en el último tercio
del siglo XVIII.
Próxima sesión.-Nuestra próxima reunión será el lunes día 7 de febrero, en la Escuela de Cajas de Ahorros, entrando por
Caballero de Gracia, a las cinco de la tarde, y la dedicaremos a La favorita, una ópera de Gaetano Donizetti, que forma parte
de las cuatro de sus obras que se representan más frecuentemente. Las otrsa tres son Lucia de Lammermoor, L’élisir d’amore
y Don Pasquale.
Esta obra se estrenó en la Ópera de París en 1840, con texto en francés, pero enseguida Donizetti hizo una versión en
italiano, que es la que siempre se representa desde entonces. Su argumento es poco creíble, sobre todo en su versión italiana: Fernando, novicio en un convento de Santiago de Compostela, se enamora de Leonora, sin saber que ésta es la querida
oficial, la favorita, del rey Alfonso XI. El padre de Fernando, prior del convento y casualmente también padre de la reina,
critica al rey porque no es partidario de que tanga queridas. Como curiosidad, que da también idea de la relevancia de La
favorita, es la ópera con la que se inauguró el Teatro Real de Madrid el 19 de noviembre de 1850, función a la que asistió la
reina Isabel II, celebrándose así su onomástica.
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(1) El segundo gran reformador de la ópera será, casi un siglo más tarde, Richard Wagner. Y al igual que ocurrió con la reforma de Gluck, enseguida
surgieron dos corrientes, los seguidores de la tradición identificada en Verdi y los conversos wagnerianos. Estas dos tendencias, debidamente
amortiguadas y matizadas con el paso del tiempo, continúan siendo hoy una realidad entre los aficionados.