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Antonio González Arenas Criminólogo. Querida y elaborada Sociedad violenta… La preocupación ciudadana por el tema de la violencia, especialmente la gratuita, aquella que no persigue ninguna finalidad, se explica por varias razones. Por un lado, por la aparente dificultad e incompetencia de los gobiernos por prevenirla y controlarla; por otro, por el alarmante incremento que está experimentando en nuestras sociedades; y finalmente, por el peligro potencial que puede suponer para las víctimas. Hoy en día estamos acostumbrados, nos hemos forjado en ello, a vivir rodeados de imágenes y acciones violentas, es habitual en los deportes, en los programas televisivos, en los noticiarios, en todos los mass media.... las noticias e imágenes son más impactantes, causan mayor interés y suben los parámetros de audiencia si vienen seguidas con su dosis respectiva de violencia. Incluso existen familias que aceptan que el castigo físico severo, es una medida disciplinaria acertada para controlar y educar a los hijos. Nos hemos acostumbrado, pues, a los actos violentos. Estamos acostumbrados a escuchar desde pequeños que valores como la ‘valentía’ son positivos en la medida que el ‘cobarde’ siempre sale perdiendo, que uno no puede estar siempre esquivando las amenazas si no quiere ser presa de la burla y los agravios de personas aparentemente más fuertes y agresivas. Hay que devolver el agravio, cuanto mas intenso, mejor, así nos sentiremos bien y habremos interiorizado los valores reinantes. Sólo las disposiciones y capacidades aprendidas durante el proceso de socialización y las experiencias idiosincrásicas, determinarán qué estilo de comportamiento se adopta en estos casos: habrá personas que reaccionen con extrema violencia, otras que no participen jamás en peleas o riñas, y otras que las eviten a pesar de insultos, amenazas y provocaciones. A menudo es difícil evitar que se extienda la violencia. Cualquier acto de agresión tiende a producir más agresión. ¡¡ Que triste camino hemos elegido para resolver nuestros problemas…!! La única fuerza capaz de derrocar la violencia descerebrada e inútil que se ha implementado en nuestras sociedades es LA PALABRA, esa arma guerrera universal capaz de destruir montañas y cambiar culturas a base de su uso indiscriminado mediante su gran aliada LA CULTURA y sus grandes amigos..EL CONSENSO…LA EMPATÍA…LA AMISTAD….LA COMPRENSION…. Algunas investigaciones han demostrado que cuanto más frecuentes son las peleas entre los padres, más probable es que uno de ellos o los dos transmitan a sus hijos las disposiciones agresivas. Probablemente esto no resulta sorprendente. La educación recibida por los niños y las experiencias que tienen en sus familias según van creciendo influyen sobre sus inclinaciones hacia la violencia. La exposición continua y sin control a la violencia televisiva como efecto amplificador de la educación agresiva. www.carris.es 1 Antonio González Arenas Criminólogo. Tres términos, a menudo intercambiables, aparecen en la literatura especializada para explicar la violencia criminal: agresión, violencia y delincuencia violenta. DELIMITANDO CONCEPTOS: DELINCUENCIA VIOLENTA. AGRESION, VIOLENCIA Y ¿Qué es la agresión? Lo primero para una adecuada comprensión del concepto agresión viene determinado por una definición clara y precisa. El término «agresión» puede referirse a muchas cosas, por lo que consecuentemente, no siempre podemos estar seguros de lo que se quiere decir al describir a una persona como «agresiva» o al etiquetar una acción de «violenta». Una primera aproximación al término de agresión puede permitirnos definirla como cualquier forma de conducta que pretende herir física o psicológicamente a alguien o algo. Un aspecto destaca en esta definición: la intencionalidad. La agresión, puede perseguir diferentes propósitos: obtener algo, coaccionar a otro tratando de enseñarle lo que no debe hacer y así evitar que haga cosas que molestan, expresar poder y dominio, e incluso tratar de impresionar al otro y demostrarle que se es alguien respetable. Conductas como pegar a otros, dar golpes, pellizcos y empujones, burlarse, amenazar o insultar, tener rabietas, destruir la propiedad ajena, impedir que otra persona pueda alcanzar su objetivo o utilizar palabras inadecuadas para llamar a los demás, son ejemplos de conductas agresivas. El comportamiento agresivo se puede establecer desde tres variables: 1. Según la modalidad, puede tratarse de agresión física (por ejemplo un ataque con armas o elementos corporales, golpes o patadas, pellizcos y empujones) o verbal (por ejemplo, insultos, amenazas o rechazos verbales). 2. Según la relación interpersonal, la agresión puede ser directa (por ejemplo, en forma de amenaza, ataque o rechazo) o indirecta (que puede ser verbal -como divulgar un cotilleo-, o física -como destruir la propiedad de alguien-). 3. Según el grado de actividad implicada, la agresión puede ser activa (que incluye todas las conductas hasta aquí mencionadas) o pasiva (como impedir que otra persona pueda alcanzar su objetivo). También debemos distinguir entre agresión instrumental y agresión emocional. La conducta agresiva que tiene otro objetivo además de causar daño, recibe el nombre de «agresión instrumental» (por ejemplo la violencia contra la mujer, el acoso laboral). La «agresión hostil» o «agresión emocional» se refiere al tipo de agresión cuyo principal objetivo es provocar daño. www.carris.es 2 Antonio González Arenas Criminólogo. La Agresividad Infantil La agresividad infantil es un problema que conmueve a todos; de manera creciente un número cada vez mayor de niños se encuentra involucrado en situaciones de malos tratos, conductas agresivas y problemas de relación que trascienden la familia y la escuela. Estos problemas parecen resistentes al cambio y difíciles de tratar, lo que puede inclinarnos a pensar que la conducta agresiva es persistente a través del tiempo y las generaciones, siendo un claro predictor de comportamiento agresivo en la edad adolescente y adulta, de fracaso académico y de una amplia variedad de dificultades sociales y emocionales en la etapa adulta. A pesar de las connotaciones peyorativas del término ‘agresión’, la agresión es un parámetro de la actividad humana que aparece muy temprano en el repertorio conductual del niño. La agresión infantil es tan común que se puede considerar casi universal. Quién se haya fijado alguna vez en niños pequeños jugando entre ellos, habrá observado sin gran esfuerzo que les resulta difícil prestar sus juguetes, ser considerados o generosos con los demás y que reaccionan a menudo pegando, mordiendo o agrediéndose entre ellos. ¿Debemos alarmarnos por estas reacciones? No. Se trata de comportamientos normales en determinadas etapas del desarrollo del menor, especialmente en los primeros años de vida, donde con mucha probabilidad el niño se comportará llorando, pataleando o golpeando. Obviamente, esto no significa que ante la agresividad manifestada por un menor debamos adoptar actitudes de indiferencia o pasividad. Cuanto más joven se inicia una persona en la violencia, mayor es la probabilidad de que se establezcan unas pautas de conducta violenta relativamente estables y permanentes. Pero para que los niños puedan llegar a ser adultos socializados, deben abandonar en cierta medida su comportamiento agresivo y aprender nuevos modos de expresión. Ahora bien, la socialización de la conducta agresiva no debe ser tan brusca que llevemos al niño al extremo opuesto: a un estilo de comportamiento pasivo. La corrección del comportamiento agresivo debiera derivar hacia un estilo de comportamiento asertivo como sustituto de la agresión. ¿Que factores vienen influyendo en la conducta agresiva? ¾ Factores ambientales: Están determinados, en primer lugar, por la influencia de la familia, ya que en la edad infantil éste es el ambiente que incide en la conducta del sujeto de manera predominante: las conductas violentas pueden ser respuestas aprendidas como instrumentos útiles para hacer frente a la frustración o como medios válidos para conseguir metas y resolver conflictos. Los puntos de vista más actuales asumen que este aprendizaje de la agresión ocurre fundamentalmente en el medio familiar, aunque también son importantes el modelado de los grupos de pares, el barrio e incluso, de los medios de comunicación. www.carris.es 3 Antonio González Arenas Criminólogo. Las conductas delictivas y antisociales, en muchas ocasiones son una consecuencia del estilo de socialización que el sujeto ha recibido a lo largo de su vida. A pesar de que, sobre todo en el caso de los comportamientos agresivos, se reconoce la existencia de factores relacionados con el temperamento de los sujetos, y que están en cierta medida genéticamente determinados, actualmente se considera que estos factores pueden influir en estas conductas sólo si los diversos contextos de socialización, principalmente el familiar, presentan una serie de características que potencian estas respuestas agresivas y violentas. (por ejemplo los programas de televisión violentos o los video juegos violentos tenderán en mayor medida a formar aptitudes y comportamientos agresivos en aquellos niños que tengan una predisposición violenta por sus características genéticas y, en cambio, no producirán dicho efecto en niños con mayor tolerancia al estrés y menor predisposición violenta). La familia es el núcleo básico donde el niño recibe sus primeras impresiones afectivas, impresiones que configurarán más tarde su actitud y modo de entender la vida, su personalidad, la calidad de sus relaciones con los demás y su seguridad o inseguridad emocional ante el mundo. Así pues, como primer grupo de referencia, se convierte en un punto central de atención ya que puede ser fuente de modelos agresivos. De tal manera que la agresión persistente puede originarse como resultado del modelado de la violencia y su refuerzo: observando continuos conflictos familiares, potenciando los intercambios agresivos entre padres e hijos, y siendo testigos de la violencia en el seno familiar y en el ambiente. Entre los factores familiares se destacan (Serrano, 1998; Sanmartín et al., 1998; Berkowitz, 1996; Kazdin y Buela, 1994; Junger-Tas, 1994): • Interacciones entre padres e hijos que van moldeando la conducta agresiva mediante las consecuencias reforzantes inherentes a su conducta. • El tipo de disciplina a que se les someta. Se ha demostrado que una combinación de disciplinas relajadas y poco exigentes con actitudes hostiles por parte de ambos padres fomentan el comportamiento agresivo en los hijos. • La incongruencia en el comportamiento de los padres. Ocurre cuando los padres desaprueban la agresión y, cuando ésta ocurre, la castigan con su propia agresión física o amenazan al niño. ¿No resulta contradictorio castigar la agresividad con agresividad? Otra forma en que suele expresarse la incongruencia es cuando ante el comportamiento agresivo del niño, unas veces es castigado y otras ignorado (lo que llamamos ‘reforzamiento intermitente’), o bien cuando uno de los padres lo aprueba y el otro lo desaprueba. En ambas situaciones, al niño no se le están dando pautas claras de conducta, no sabe qué puede y qué no puede hacer, por lo que puede experimentar una sensación de incoherencia al carecer de estructuras sólidas que le sirvan de marco de referencia. • Las relaciones deterioradas entre los propios padres. Los padres de jóvenes agresivos no sólo se caracterizan por la infelicidad, los conflictos y las agresiones entre ellos, sino que muestran más actitudes hostiles, menor aceptación de sus hijos, y menos afecto y apoyo emocional. Las restricciones excesivas que los padres imponen al hijo (del tipo “haz esto -o no hagas estoporque lo digo yo y basta”), sin dar explicaciones o razonar la adopción de las www.carris.es 4 Antonio González Arenas Criminólogo. mismas; estas situaciones pueden provocar una sensación de opresión que desemboque en rebeldía y agresión., las prácticas de parentalidad juegan un papel muy relevante en el desarrollo de estos problemas de conducta. El ambiente más amplio en que el niño vive también puede actuar como un poderoso reforzador de la conducta agresiva: por ejemplo, si el niño reside en un barrio donde la agresividad es vista como un atributo muy apreciado. ¾ Factores cognitivos y sociales: Los sujetos agresivos no tienen en su repertorio respuestas a situaciones adversas que no sean agresivas, por lo que la conducta agresiva es el resultado de una inadaptación debida a problemas en la codificación de la información que dificulta la elaboración de respuestas alternativas. Presentan déficit de habilidades necesarias para afrontar las situaciones frustrantes y déficit en habilidades sociales para resolver conflictos. Estos déficit sociocognitivos inciden de manera decisiva y pueden mantener e incluso aumentar las conductas agresivas. Se establece un círculo que comienza con la siguiente premisa: la conducta agresiva es el resultado del rechazo que sufre un individuo por su grupo social, que lo lleva al aislamiento. Ese aislamiento y rechazo excluyen al niño de las experiencias básicas de interacción social, necesarias para el desarrollo de la competencia social, con lo cual el problema relacional cada vez será mayor (Blackburn, 1993; Walters, 1990; Farrington, 1994a, 1994b; Madina, 1994; Echeburúa, 1994; López et al., 2002; Kazdin et al., 1992; López y Garrido, 2000). ¾ Factores orgánicos: Los factores orgánicos (factores hormonales y mecanismos cerebrales) pueden influir en la conducta agresiva. Tanto en experimentos realizados con animales como en observaciones clínicas realizadas en humanos cuyos cerebros han sido dañados por enfermedad o por accidente, se han podido localizar centros en el cerebro (concretamente en mecanismos neurales en el sistema límbico) que están implicados en la producción de conductas agresivas. Estos mecanismos son activados y producen los cambios corporales cuando el individuo experimenta emociones como rabia, excitación, miedo. ¾ Factores de personalidad: Los niños agresores muestran una tendencia significativa hacia el psicoticismo (despreocupación por los demás, gusto por burlarse de los demás y ponerles en ridículo, crueldad e insensibilidad ante los problemas de los demás...). Otra característica destacada es su alta extraversión, a la que hay que añadir cierta inclinación por el riesgo y las situaciones de peligro. Es preciso llamar la atención sobre uno de los reforzadores más poderosos que existen para incrementar la probabilidad de ocurrencia de una determinada conducta y que, a veces, pasa inadvertido para los adultos: la atención prestada al niño tras la emisión de la conducta agresiva. www.carris.es 5 Antonio González Arenas Criminólogo. Para algunos niños, es mejor llevarse una reprimenda que pasar desapercibidos; aprenden rápido que la mejor manera de llamar la atención de los adultos es portándose mal. CONCLUSIONES.Queda un largo camino por recorrer penoso, ingrato, tormentoso y con dificultades para conseguir una Sociedad respetuosa entre las personas que la integran, dentro del marco de la civilizada convivencia bajo la Justicia, la libertad y absoluto respeto a nuestro prójimo y a sus derechos a vivir en las mismas condiciones que nosotros mismos, recogidas en el catalogo de Derechos Humanos inherentes a nuestra condición de personas. El temperamento impulsivo o violento que algunas personas llevan implícito por factores genéticos y otros aprendidos se combate con el abrazo altruista del amigo, el consenso y comprensión es la vía para socializar a nuestros niños y jóvenes en la cultura de la paz y la igualdad. NO FOMENTEMOS LA VALENTÍA CABALLERESCA, sino la humildad genuina y la amista incondicional. Por último los comportamientos agresivos e irrespetuosos que derrochan gratuitamente y muestran algunos individuos con los demás, en cualquier esfera de relación social (familiar, escolar, laboral) deben ser erradicados, TOLERANCIA CERO, mediante la indiferencia y el reproche social, aunque nos cause temor no alabemos o sonriamos sus acciones ni alentemos su fatal y reprochable comportamiento. El reproche debe ser moral y general para conseguir que se sientan solos y busquen en su repertorio conductual otra forma de actuación ante los demás. LA PALABRA es nuestra mejor arma contra la violencia, por mucho que nos duelan algunas acciones agresivas y antisociales, ya que, toda respuesta violenta genera mayor violencia en una escalada exponencial. Bibliográfica recomendada. ¾ López, M.J. y Garrido, V. (2001) La necesidad de prevenir e intervenir en la delincuencia juvenil. Informe Técnico presentado a la Universidad Carlos III de Madrid. ¾ Echeburúa, E. (1994) Personalidades violentas. Editorial Pirámide S.A.: Madrid. Serrano Pintado, I (1996). Agresividad Infantil. Madrid: Pirámide. www.carris.es 6