Download ¿COOPERACIÓN O RIVALIDAD? INTEGRACIÓN REGIONAL EN
Document related concepts
Transcript
¿COOPERACIÓN O RIVALIDAD? INTEGRACIÓN REGIONAL EN LAS AMÉRICAS Y LA CUENCA DEL PACÍFICO editado por Shoji Nishijima y Peter H. Smith 1 PRESENTACIÓN Este libro constituye una fotografía de los cambios y retos que actualmente experimentan dos de las regiones más dinámicas del mundo: el Continente Americano y la Cuenca del Pacífico. Por décadas, estas regiones se encontraron enmarcadas dentro de la luche Este-Oeste entre las grandes potencias. El fin de la Guerra Fría y los cambios en la economía mundial obligaron a todas las naciones del mundo a redefinir sus alianzas, sus relaciones internacionales y sus fuentes de crecimiento económico. Este libro persigue analizar cómo han respondido estas regiones, sobre todo en materia económica y comercial, ante las nuevas realidades. Aunque el ritmo de crecimiento económico que ha experimentado el Pacífico asiático en las últimas décadas ha sido nada menos que espectacular, las nuevas realidades del mundo les han causado una profunda mella. Sin experimentar tasas de crecimiento tan impresionantes como región, los países de América se han encontrado con un reto idéntico, precisamente para poder reactivar sus economías de una manera sostenible. Todos los países de ambas regiones se han visto forzados a reconsiderar los factores que les permitirán alcanzar y/o consolidar su éxito en el futuro, para lo cual han tenido que modificar muchas de las premisas que, por décadas, los habían orientado. Las respuestas han sido muy diversas, pero el patrón central ha residido en la búsqueda de aliados para el desarrollo económico. Con este fin se han venido constituyendo zonas de libre comercio, asociaciones económicas y otro tipo de vinculaciones. La vieja tradición de proteger mercados se ha venido abajo de una manera que hubiese parecido increíble hace sólo unos cuantos años. 2 Cada país, sin embargo, ha tomado su propio curso, aprovechando oportunidades e imprimiéndole características propias a cada negociación y arreglo comercial. De esta manera, un análisis de lo que cada país persigue y de cómo se desarrolla el debate interno es muy revelador de las tendencias que seguramente transformarán, en el futuro mediato, a estas regiones, a la relación entre ellas y al sistema internacional en su conjunto. CIDAC, Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C., es una institución independiente, sin fines de lucro, dedicada a la investigación en el área de desarrollo. Su objetivo es contribuir al debate sobre la toma de decisiones públicas y los programas de desarrollo que promuevan el fortalecimiento del país, mediante la presentación de estudios, investigaciones y recomendaciones, producto de su actividad académica. La Junta de Gobierno del Centro es responsable de la supervisión de la administración del Centro y de la aprobación de las áreas generales de estudio. Sin embargo, las conclusiones de los diversos estudios, así como su publicación, es responsabilidad exclusiva de los profesionales de la institución. Los estatutos del Centro establecen que: La Junta de Gobierno tiene como función primordial la de hacer posible la consecución del objetivo social, bajo las condiciones más favorables, salvaguardando en todo momento la independencia de criterio de los profesionales y de sus actividades de investigación y docencia, así como la de sus publicaciones. La Junta de Gobierno conocerá y opinará sobre los proyectos de investigación que hayan concluido los profesionales del Centro, pero en ningún caso será su función la de determinar, controlar o influenciar el desarrollo ni el contenido de los proyectos de investigación o las conclusiones a que éstos lleguen. 3 El propósito del Centro en promover la publicación de este libro es el de contribuir a la comprensión de la manera en que cada uno de los países de la Cuenca del Pacífico enfrenta dilemas distintos en forma semejante, y cómo del conjunto de acciones individuales, bilaterales y regionales, emerge poco a poco la mayor zona comercial del planeta. Luis Rubio 4 RECONOCIMIENTOS El presente libro es el resultado del trabajo conjunto y de la cooperación. Representa un esfuerzo por combinar el análisis político con el económico. Es un reflejo del intercambio interdisciplinario de ideas entre economistas, politólogos y expertos en relaciones internacionales. En él se ofrece una impresionante gama de puntos de vista e interpretaciones: desde Europa, América Latina, los Estados Unidos y la región Asia-Pacífico. Nuestra comprensión del mundo y de sus dilemas actuales ha resultado sumamente enriquecida por esta interacción y estamos profundamente agradecidos con todos los colegas y amigos que tomaron parte en este proyecto. Aprovechamos esta oportunidad para expresar nuestro agradecimiento a nuestros principales patrocinadores institucionales: el Centro de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de California en San Diego y el Instituto de Investigación en Economía y Administración de Empresas de la Universidad de Kobe, Japón. Apreciamos el apoyo de otras instituciones: la Asociación Latinoamericana de Integración, en Montevideo, Uruguay; la Sociedad Brasileña para el Estudio de Japón y el Pacífico, en Sao Paulo, Brasil; y el Instituto sobre Conflicto y Cooperación Globales de la Universidad de California. Asimismo, extendemos un reconocimiento público al apoyo financiero otorgado por el Centro para la Sociedad Global, por la Fundación Andrew W. Mellon y por el Programa de Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas. Expresamos nuestro especial agradecimiento a Robert McCleery y a Kotaro Horisaka, quienes nos brindaron su invaluable apoyo moral e intelectual a lo largo de nuestros esfuerzos. 5 Finalmente, ofrecemos nuestro agradecimiento a Hideki Yoshihara, Director del Instituto de Investigación de Economía y Administración de Empresas de la Universidad de Kobe y a Patricia Rosas y Deborah Ortiz, del Centro de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de California en San Diego. No hubiéramos podido llegar hasta este punto sin ellos. Shoji Nishijima Peter H. Smith Kobe, Japón La Jolla, California 6 AMÉRICA LATINA DESDE UNA PERSPECTIVA GLOBAL El propósito fundamental de esta serie de volúmenes consiste en ampliar las perspectivas conceptuales para el estudio de América Latina. Este esfuerzo responde a una necesidad. América Latina no puede entenderse aislada de otras partes del mundo. Esto siempre ha sido así, pero resulta especialmente cierto en la actualidad. Por lo anterior, el objetivo de la presente serie consiste en demostrar que resulta deseable y factible analizar a América Latina desde una perspectiva comparativa, en relación con otras regiones, así como desde una perspectiva global, en el contexto de los procesos que se llevan a cabo en el mundo. Un segundo objetivo consiste en establecer un puente entre los "estudios de área" de América Latina y las disciplinas más convencionales del campo de las ciencias sociales, con el fin de beneficiar mutuamente a ambos campos. En última instancia, la intención subyacente es la de explorar y enfatizar los retos intelectuales que plantean los cambios dinámicos que se llevan a cabo dentro de América Latina misma y su relación con el escenario internacional. El presente volumen examina la relación que existe entre los esquemas regionales de integración en las Américas y en la Cuenca del Pacífico, promoviendo así el análisis comparativo de América Latina y el Este de Asia en el marco de una perspectiva global. Hasta ahora, la serie incluye los siguientes títulos: América Latina desde una perspectiva comparativa: nuevas aproximaciones a métodos y análisis, editado por Peter H. Smith; 7 Generación de riqueza y bienestar, editado por Rae Lesser Blumberg, Cathy A. Rakowski, Irene Tinker y Michael Monteón; Diseño institucional en las nuevas democracias, editado por Arend Lijphart y Carlos Waisman; Las políticas ambientales de América Latina desde una perspectiva internacional, editado por Gordon MacDonald, Daniel Nielson y Marc Stern; Relaciones entre civiles y militares después de la Guerra Fría, que será editado por David Mares. Se espera la aparición de otros volúmenes. La presente serie es el resultado de un programa de investigación de varios años, organizado por el Centro de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos (CILAS) de la Universidad de California en San Diego. Su principal fuente de financiamiento es la Fundación Andrew W. Mellon. 8 a la memoria de todos aquéllos que perecieron en el terremoto de Kobe 17 de enero de 1995 9 ABREVIATURAS ABITRIGO Associaçao Brasileira das Indústrias de Trigo (Asociación Brasileña de la Industria del Trigo) AFL-CIO American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales) AFTA Área de Libre Comercio del ASEAN ALADI Asociación Latinoamericana de Integración ANIE Asian Newly Industrialized Economy (Economía Asiática de Reciente Industrialización) APEC Asia-Pacific Economic Cooperation (Cooperación Económica del Área Asia-Pacífico) APTA Asia-Pacific Timber Products Association (Asociación de Productos de Madera del Área Asia-Pacífico) ASEAN Association of Southeast Asian Nations (Asociación de Naciones del Sudeste de Asia) ATUC ASEAN Trade Union Council (Consejo de Sindicatos de ASEAN) Zona de Baht Zona económica que comprende Tailandia, Laos, Camboya, Vietnam y Myanmar (Birmania) CACM Central American Common Market (Mercado Común de Centroamérica) CARICOM Caribbean Community and Common Market (Comunidad y Mercado Común del Caribe) CARIFTA Caribbean Free Trade Association (Asociación Caribeña de Libre Comercio) CEA Chinese Economic Area (Área Económica China) CEPAL Comisión Económica para América Latina y el Caribe 10 CEPT Common Effective Preferential Tariff Scheme (Esquema Común de Aranceles Preferenciales Efectivos) CER Closer Economic Relationship (Relación Económica más Próxima) AEC Arancel Externo Común COMECON Council for Mutual Economic Assistance (Consejo para la Asistencia Económica Mutua) CPC Confederación de la Producción del Comercio CUT Central Única de Trabajadores EAEB East Asia Economic Bloc (Bloque Económico del Este Asiático) EAEC East Asia Economic Caucus (Convención Económica del Este Asiático) EAEG East Asia Economic Group (Grupo Económico del Este Asiático) EAI Enterprise for the Americas Initiative (Iniciativa de las Américas) CE Comunidad Europea EFTA European Free Trade Association (Asociación Europea de Libre Comercio) EPG Eminent Persons Group (Grupo de Personas Eminentes) UE Unión Europea EZLN Ejército Zapatista de Liberación Nacional IED Inversión Extranjera Directa FTA Free Trade Agreement (Tratado o Convenio de Libre Comercio) FTAA Free Trade Area of the Americas (Área de Libre Comercio de las Américas) G-7 Grupo de los Siete 11 G-15 Grupo de los Quince GATT General Agreement on Tariffs and Trade (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) PIB Producto Interno Bruto PNB Producto Nacional Bruto GT Growth Triangle (Triángulo de Crecimiento) BID Banco Interamericano de Desarrollo FMI Fondo Monetario Internacional JETRO Japan External Trade Recovery Organization (Organización Japonesa para la Recuperación del Comercio Exterior) LAFTA Latin American Free Trade Association (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) LDC Less Developed Country (País Menos Desarrollado) PLD Partido Liberal Democrático MERCOSUR Mercado Común del Sur AMF Acuerdo Multi-Fibras NMF Nación Más Favorecida FIM Fondo de Inversión Multilateral MIT Massachusetts Institute of Technology (Instituto Tecnológico de Massachusetts) MITI Ministry of International Trade and Industry (Ministerio de Comercio Internacional e Industria) MNC Multinational Corporation (Corporación Multinacional) MOF Ministry of Finance (Ministerio de Finanzas) MOFTEC Ministry of Foreign Trade and Economic Cooperation (Ministerio de Comercio Exterior y Cooperación Económica) 12 MOU Memorandum of Understanding (Memorándum de Entendimiento) NAFTA North American Free Trade Agreement (Tratado Norteamericano de Libre Comercio) NATO North Atlantic Treaty Organization (Organización del Tratado del Atlántico Norte) ONG Organización no Gubernamental NIC Newly Industrialized Country (País de Industrialización Reciente) BNA Barreras no Arancelarias OEA Organización de Estados Americanos ODA Official Development Assistance (Asistencia Oficial para el Desarrollo) OCDE Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos PAN Partido Acción Nacional PAFTAD Pacific Trade and Development Conference (Conferencia de Comercio y Desarrollo del Pacífico) PECC Pacific Economic Cooperation Council (Consejo para la Cooperación Económica del Pacífico) PEMEX Petróleos Mexicanos PMDB Partido do Movimento Democrático Brasileiro (Partido del Movimiento Democrático Brasileño) PDD Partnership for Democracy and Development (Sociedad para la Democracia y el Desarrollo) PRD Partido Revolucionario Democrático PRI Partido Revolucionario Institucional PSDB Partido da Democracia Social Brasileira (Partido de la Democracia Social Brasileña) PT Partido dos Trabalhadores (Partido de los 13 Trabajadores) PTA Preferential Tariff Arrangements (Acuerdos de Aranceles Preferenciales) VCR Ventaja Comparativa Revelada SAARC South Asian Association for Regional Cooperation (Asociación del Sur de Asia para la Cooperación Regional) SAFTA South American Free Trade Area (Área Sudamericana de Libre Comercio) SELA Sistema Económico de América Latina SICA Sistema de Integración Centroamericana SNA Sociedad Nacional de Agricultura SOFOFA Sociedad de Fomento Fabril TSUS Tariff Schedule of the United States (Tabla Arancelaria de los Estados Unidos) ONU Organización de las Naciones Unidas UNCTAD United Nations Conference on Trade and Development (Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) USAID U.S. Agency for International Development (Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos) WHFTA Western Hemisphere Free Trade Area (Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental) OMC Organización Mundial de Comercio 14 TABLAS GRÁFICAS Y FIGURAS Tablas 3.1 Producto Interno Bruto y tamaño de la población: principales potencias mundiales, 1950-1990 3.2 Producto Interno Bruto y tamaño de la población: Latinoamérica y los Estados Unidos, 1950-1990 3.3 Principales socios comerciales de América Latina: países seleccionados, 1990 3.4 Inversión Extranjera Directa de los Estados Unidos por región, 1950-1990 6.1 Principales mercados para las exportaciones chilenas, 1980-1993 6.2 Comercio entre las principales asociaciones comerciales en América Latina, 1980-1993 6.3 Exportaciones chilenas de manufacturas por destino principal, 1980-1990 6.4 Negociaciones sobre comercio internacional de Chile durante 1994: cronología de acontecimientos 7.1 Importaciones argentinas, 1989-1992 7.2 Exportaciones argentinas,1989-1992 7.3 Inversión Extranjera Directa de Europa, los Estados Unidos y Japón 7.4 Participación latinoamericana en la Inversión Extranjera Directa (IED) de Japón, 1986-1992 8.1 Diferencias macroeconómicas entre Argentina y Brasil 8.2 Aranceles de importación en Brasil, 1987-1993 8.3 Impacto del MERCOSUR: expectativas industriales 8.4 Destino de las exportaciones brasileñas, 1989 y 1992 10.1 Tasas de crecimiento real de tres regiones económicas: América del Norte, Europa y el Este de Asia 15 10.2 Participación en el comercio mundial por regiones: América del Norte, Europa y el Este de Asia 10.3 Participaciones en el comercio inter e intraregional: América del Norte, Europa y el Este de Asia 10.4 Flujos de Inversión Extranjera Directa en Asia 11.1 Percepciones latinoamericanas sobre el creciente poderío de Japón 11.2 Intercambio comercial latinoamericano, socios principales 12.1 Apertura económica de los países de ASEAN: indicadores clave 12.2 Comercio bilateral de los países de ASEAN: países seleccionados, 1991 12.3 Potencial de desvío de comercio del NAFTA 12.4 AFTA: Tabla de reducciones arancelarias aceleradas, de reducción normal y lista de exclusión 14.1 Ventaja comparativa revelada de países de la Cuenca del Pacífico 14.2 Composición de la IED de Japón por industria 14.3 IED en "stocks" de Japón desde 1955 hasta 1992 14.4 Comercio exterior de las empresas japonesas A.1 Países miembros de APEC: Producto Interno Bruto, población e ingreso per cápita, 1992 A.2 Comunidad Europea: Producto Interno Bruto, población e ingreso per cápita, 1992 A.3 Hemisferio Occidental: Producto Interno Bruto, población e ingreso per cápita, 1992 16 Gráficas y figuras 3.1 Integración regional y el sistema internacional, 1995 4.1 La economía política del WHFTA 4.2 La economía política de los Acuerdos Comerciales: WHFTA, UFTA y GATT 4.3 Países latinoamericanos de altos salarios: índice salarial/ índice de productividad, 1971-1990 4.4 Salarios y productividad en Asia: índice salarial/índice de productividad 8.1 Estabilización con ajuste fiscal, desindización y reforma del tipo de cambio 10.1 Costos unitarios en el mercado de un país en desarrollo específico 10.2 Incentivos para constituir o no constituir un acuerdo comercial 11.1 Actores tradicionales en las relaciones exteriores del Japón 17 CAPITULO UNO ¿Cooperación o rivalidad? Asuntos y temas Peter H. Smith El mundo se encuentra actualmente a la deriva. El fin de la Guerra Fría tentó al ex-presidente de los Estados Unidos George Bush a proclamar el inicio de un "nuevo orden mundial", una era que debía caracterizarse por la paz, la prosperidad y la colaboración internacional. Los analistas han afirmado que el fin de la rivalidad entre las superpotencias daría como resultado un "momento unipolar", una oportunidad sin precedentes para que los Estados Unidos dieran forma a la comunidad mundial y promovieran la cooperación entre las naciones. Sin embargo, estas predicciones tan optimistas no han llegado a cuajar. El constante surgimiento de pugnas políticas en todo el mundo ha disminuido las esperanzas de alcanzar un estado de armonía tras la Guerra Fría, y las nacionesestado y otros actores internacionales han preferido avanzar sus propios intereses, en un clima de tensión e incertidumbre. Quizá la característica más inquietante de mediados de la década de los 90 es la inexistencia de reglas internacionales de comportamiento, la ausencia de un código de conducta capaz de establecer límites al comportamiento de los actores individuales y alentar la cooperación partiendo de la base de intereses individuales racionales. En este contexto, muchas naciones han comenzado a explorar las posibilidades de una integración económica regional, un proceso que entraña la eliminación de las barreras nacionales para el intercambio mutuo de bienes, servicios, capital o personas. La eliminación de barreras al intercambio de bienes da lugar a lo que se conoce como un "área de libre comercio". Lo anterior, más el establecimiento de aranceles exteriores comunes constituirían una "unión aduanera". Establecer un "mercado común" requiere de la eliminación de todo obstáculo para el libre flujo de todos los factores de producción, especialmente 18 servicios y capital. No resulta sorprendente que el intercambio de personas (es decir, el libre flujo de mano de obra) represente uno de los temas que más disputas genera en el escenario internacional. La integración económica se ha llevado a cabo de diferentes formas en diferentes regiones. La Unión Europea, fundada en la década de los 50, ha logrado construir un mercado común completamente integrado. Las naciones del Hemisferio Occidental han creado una gran cantidad de acuerdos de libre comercio, siendo el más importante el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) y el objetivo más ambicioso el recientemente llamado a constituir un Área de Libre Comercio de las Américas (FTAA). Los países de la Cuenca del Pacífico han confiado tradicionalmente en modos informales y de facto de integración, aunque los miembros del Consejo para la Cooperación Económica del Área del Asia-Pacífico (APEC) han proclamado públicamente su intención de eliminar las barreras comerciales y alcanzar el establecimiento de un Acuerdo de Libre Comercio para el año 2020. ¿Qué implican estas tendencias? El establecimiento de estos esquemas regionales de integración, ¿promoverá la causa de la cooperación internacional o bien terminará por provocar la hostilidad entre bloques competidores? Los optimistas aseguran que la integración regional genera un espíritu de consulta y colaboración multilateral. Los escépticos expresan su temor de que, aunque se logre una cooperación interna entre los países miembros de cada movimiento de integración, éstos podrían provocar el surgimiento de conflictos externos con otros grupos regionales. Por definición, apuntan, la integración regional confiere beneficios especiales a los países miembros, beneficios que son negados a países externos; si no fuera así, no habría ninguna razón para buscar pertenecer a uno de estos bloques. Estas condiciones pueden llevar al surgimiento de sentimientos de exclusividad y rivalidad. 19 En particular, existe una preocupación generalizada por el surgimiento potencial de tres bloques económicos de gran tamaño: - un bloque europeo, que abarcaría a Europa del Este e inclusive, probablemente, a parte de la antigua Unión Soviética; - un bloque norteamericano, que incluiría a Canadá, a México y a los Estados Unidos (como ya ocurre en el NAFTA) o bien un bloque del Hemisferio Occidental, que incluiría a todos los países del continente americano; - un bloque Asia-Pacífico, que incluiría a Japón y las economías de reciente industrialización e, inclusive, a China. La creación de bloques de comercio podría brindar tanto una base objetiva como una justificación política para construir "esferas de influencia" regionales bajo el liderazgo de las potencias dominantes: Alemania en Europa, los Estados Unidos en América y Japón (y/o China) en Asia. Esta situación no resultaría nada fácil de manejar. Shintaro Ishihara de Japón ha llegado inclusive a predecir que "el siglo veintiuno será el siglo de la guerra económica". C. Fred Bergsten, respetado economista estadounidense, ha dicho algo similar, aunque con mayor cautela: "el fin de la Guerra Fría podría aumentar significativamente la probabilidad de una guerra comercial". Sin la causa común del anticomunismo, las principales potencias se verían tentadas a sacar ventajas económicas unas sobre otras. Además, los juegos entre tres participantes suelen ser sumamente inestables, dado que cada una de las partes vive con el temor constante de que las otras dos puedan aliarse contra ella de manera permanente: "dada la inevitable auto-percepción de vulnerabilidad de cada una de las tres partes, existirá siempre la tendencia a que dos se alíen contra la tercera en condiciones de igualdad tripolar, quizás con miras a establecer su propio dominio 'bipolar' ". Esto fortalecería la influencia de las 20 fuerzas locales: los proteccionistas en los Estados Unidos, los tradicionalistas en Japón y los regionalistas en Europa, precipitando así un ciclo auto-destructivo. Todas las economías sufrirían en estas condiciones y los riesgos de que se generara una guerra comercial serían muy altos".1 A la luz de estas preocupaciones, este libro busca explorar las implicaciones de una integración económica regional en el continente americano entre los países de la Cuenca del Pacífico. Específicamente, examina las consecuencias del Tratado Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) y el de su potencial expansión para convertirse en un Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental (WHFTA, que es esencialmente lo mismo que plantea el FTAA). Esto se lo propone fundamentalmente a partir de dos dimensiones: la primera es en relación con su impacto en las relaciones emergentes entre Latinoamérica y el área Asia-Pacífico y la segunda en relación con su impacto en las opciones estratégicas a disposición de los países de esta última Área. NAFTA y el WHFTA, ¿reforzarán o debilitarán los lazos entre Latinoamérica y los demás países de la Cuenca del Pacífico? ¿Tendrán los países latinoamericanos mayor o menor oportunidad de tomar parte en los procesos dinámicos de crecimiento económico del área Asia-Pacífico o bien se encontrarán cada vez más ligados a los Estados Unidos? ¿Terminarán los experimentos de integración regional por promover la liberalización económica a escala global y multilateral? ¿Cuáles son las dimensiones políticas de estas opciones y procesos? En otras palabras, ¿alentarán NAFTA y el WHFTA la cooperación o la rivalidad entre los países del continente americano y los de la Cuenca del Pacífico? Estas preguntas aún no han recibido mucha atención. Existe una bibliografía que crece día a día y que intenta evaluar los impactos del NAFTA en los países miembros, especialmente en México y los Estados Unidos.2 Ha habido algo de preocupación acerca de la potencial expansión del NAFTA para 21 constituirse en un WHFTA.3 Se han llevado a cabo esfuerzos para seguir los nexos comerciales y de otra naturaleza que existen entre Japón y América Latina.4 No obstante, aún no aparece ningún intento sistemático para evaluar las implicaciones de la integración económica regional para países no miembros en el Hemisferio Occidental y para Japón y otras naciones de la Cuenca del Pacífico. Por lo tanto, es nuestra intención arrojar algo de luz en un tema de considerable importancia para la formación y la estructura del orden mundial tras el fin de la Guerra Fría. Los autores que han contribuido a la realización de este volumen han debido, necesariamente, confiar en formas hipotéticas de análisis. Hasta 1995, seguía siendo imposible evaluar con precisión los impactos del NAFTA o de un posible WHFTA. El NAFTA entró en vigor en enero de 1994; el compromiso para promover la formación de un FTAA se alcanzó en diciembre de ese mismo año y su planeación y preparación se espera se extiendan hasta el año 2005; asimismo, el acuerdo APEC, anunciado en noviembre de 1994, contempla veinticinco años de negociaciones sobre los procedimientos que deberán seguirse para su instrumentación. Como resultado de lo anterior, el objetivo principal de este libro consiste en explorar la gama de opciones de política de que disponen los países involucrados, en evaluar las implicaciones de cada una de estas opciones y en sugerir formas de identificación de soluciones óptimas (o, al menos, de las mejores posibles). Esto entraña una evaluación cuidadosa de los nexos comerciales, financieros, culturales y políticos que existen entre los países del continente americano y los de la Cuenca del Pacífico, con el fin de poder sopesar la magnitud de intereses que pudieran resultar afectados por el NAFTA o por un posible WHFTA. Se requiere de una sutil interpretación de las manifestaciones extraoficiales y oficiales de las preferencias y políticas de los diferentes 22 gobiernos involucrados. Asimismo, es necesario mantener una constante atención a situaciones de contingencia dado que, en este aspecto, la gama de alternativas posibles de que dispone el actor A se ve afectada en gran medida por las acciones de los actores B o C. Dentro de este marco, analizamos los intereses, intenciones y cálculos no sólo de los gobiernos, sino de otros agentes no-gubernamentales, especialmente en la comunidad financiera. Las acciones y perspectivas de los industriales de la manufactura, de los banqueros y de los comerciantes son de gran importancia en sí mismas y resulta muy posible que puedan tener su propio impacto en las políticas estatales, así como en las relaciones internacionales. Esto puede ser especialmente cierto en el caso de estados con poca autonomía y/o capacidad, como a menudo suele ocurrir en América Latina. OPCIONES DE POLÍTICA: ESPECULACIONES PRELIMINARES Las cuestiones abordadas por el presente volumen ya han generado discusión y debates públicos. Los encargados del diseño de políticas en Japón han expresado una considerable preocupación por la integración regional del continente americano, especialmente en relación con el NAFTA, por temor a que este proceso lleve a la creación de un bloque comercial exclusivo. Por otra parte, algunos miembros de la comunidad financiera han sugerido que el NAFTA y/o un posible WHFTA ofrecen nuevas y notables oportunidades para el comercio y la inversión por parte de las naciones de la Cuenca del Pacífico. Siendo que el NAFTA es ya una realidad, Japón y los países del área Asia-Pacífico cuentan con varias opciones lógicas de política: 23 1. Podrían intentar disuadir a los países latinoamericanos de incorporarse a un posible WHFTA. 2. Podrían intentar integrarse al NAFTA (o al posible WHFTA), dado que la cláusula de acceso al NAFTA no lo impide. 3. Podrían negociar sus propios acuerdos bilaterales de libre comercio con diferentes países latinoamericanos, atenuando así los impactos de la integración regional. 4. Podrían formar un bloque Asia-Pacífico propio, como aconseja Mohammed Mahathir de Malasia y negociar y/o competir con NAFTA/WHFTA desde una perspectiva conjunta. No todas las anteriores opciones son igualmente valiosas o aconsejables. La opción 1 no parece ser muy prometedora en primera instancia, pues requeriría de una diplomacia "intervencionista" por parte de Japón y de otras naciones del Pacífico. La opción 2, que contempla ingresar directamente al NAFTA/WHFTA podría ser concebible para Singapur o para Nueva Zelanda, pero probablemente no para Japón. La opción 3 podría ser viable por sí sola o en combinación con otras formas de abordar la problemática. La opción 4, que contempla la formación de un bloque de los países de la región Asia-Pacífico, requeriría de un cálculo muy cuidadoso, de un gran esfuerzo diplomático y de una decisión en al menos tres cuestiones: (a) si se emplean estructuras informales o bien se crea una organización altamente institucionalizada, siguiendo los lineamientos generales de la Comunidad Europea; (b) si Japón (y/o China) debe(n) ser el (los) líder(es) regional(es) clave(s); y 24 (c) si se debe o no involucrar a los Estados Unidos. En cierto sentido, el acuerdo APEC de noviembre de 1994 representa una solución negociada, dado que incluye a los Estados Unidos; no obstante, la vaguedad del plan y su prolongado calendario de instrumentación dificultan evaluar su impacto final. Independientemente de la forma final que pudiera llegar a tomar, es sumamente posible que la opción 4 de pie a una considerable controversia. De igual forma, los países de América Latina (excluyendo a México), enfrentan la necesidad de decidir entre un cierto número de alternativas de diseño de política: 1. Podrían intentar incorporarse al NAFTA o al WHFTA. 2. Podrían formar bloques subregionales (como en el caso del MERCOSUR en el Cono Sur). 3. Podrían buscar negociar acuerdos bilaterales con los Estados Unidos. 4. Podrían volver a las desacreditadas políticas de industrialización por substitución de importaciones (tal y como Brasil pareció hacerlo en algunas ocasiones). 5. Podrían instrumentar una política "de puertas abiertas" con tantos socios comerciales como sea posible (como lo ha logrado hacer Chile). A diferencia de las opciones que enfrentan las naciones de la Cuenca del Pacífico, las alternativas que se le presentan a América Latina no son por necesidad mutuamente excluyentes. Nuestro propósito central consiste en examinar las interconexiones que hay entre las anteriores alternativas de política tanto para la región del pacífico 25 asiático como para Latinoamérica. Nuestra suposición de partida sostiene que el juego dinámico entre estas estrategias involucrará decisiones políticas, así como cálculos económicos. También dependerá, de forma considerable, de las preferencias políticas y del comportamiento real asumido por los Estados Unidos. Como potencia dominante a nivel mundial, los Estados Unidos cuentan con una gama de opciones relativamente amplia: 1. Podría adoptar una política económica proteccionista, introspectiva, aislacionista, como lo aconsejan los extremistas tanto de derecha como de izquierda. 2. Podría promover un multilateralismo a escala mundial, fundamentalmente a través del GATT y de la Organización Mundial de Comercio, en apoyo a sus intereses globales de inversión e intercambio comercial. 3. Podría enfatizar la integración regional dentro del Hemisferio Occidental, a expensas de los esfuerzos multilaterales. 4. Podría intentar alcanzar una concertación con otros actores económicos importantes (como Europa y Japón) por medio de negociaciones bilaterales, en el marco de las cuales podría maximizar su poder negociador, abandonando en cierta medida a las porciones menos prósperas del mundo en vías de desarrollo. 5. Podría establecer mecanismos regionales para definir las relaciones con Japón y Europa, por medio del APEC en el área Asia-Pacífico y por medio de una posible Área Transatlántica de Libre Comercio (TAFTA) en el área del Atlántico, colocando así a los Estados Unidos como el corazón de un sistema centralizado de acuerdos regionales 26 Hasta mediados de la década de los 90, parecía que los Estados Unidos se habían abocado a seguir las opciones 2 y 5 al mismo tiempo, aparentemente con la esperanza de maximizar su fuerza negociadora y su campo de maniobra. Si los Estados Unidos se vieran compelidos a tomar una decisión final o si en algún momento decidiera seguir lo contemplado en la opción 1, las implicaciones de ello serían enormes. Cualquiera que sea el resultado, es sumamente probable que surjan conflictos en relación con el mismo proceso de integración. Es lógico suponer, por ejemplo, que los Estados Unidos contemplen la integración regional en el continente americano como un instrumento que le permita mejorar su posición competitiva de cara a otras sociedades industriales avanzadas, en particular Japón y Europa, lo que entraña una consolidación de su hegemonía dentro del hemisferio. América Latina, por otra parte, tiende a contemplar la integración regional como un medio para lograr tener acceso al capital, la inversión y el comercio de y con el Primer Mundo y no sólo con los Estados Unidos. Los Estados Unidos y América Latina pueden tener intereses y expectativas radicalmente diferentes en este sentido. Por lo anterior, estamos intentando explorar la dinámica de un juego trilateral entre Asia, América Latina y los Estados Unidos. Se trata de una tarea compleja, hecha aún más difícil por el número y la diversidad de naciones y de participantes dentro de cada una de las agrupaciones. Los obstáculos intelectuales pueden parecer abrumadores, pero el reto es muy grande y lo que está en juego es de enormes consecuencias. 27 Notas ____________________ 1. Japan Times, 27 de mayo de 1990. 2. Ver, por ejemplo, North American Free Trade: Assessing the Impact (Libre Comercio en Norteamérica: una evaluación de su impacto) (editado por Nora Lustig, Barry P. Bosworth y Robert Z. Lawrence; Brookings Institution, Washington, 1992); ¿Cómo va a afectar a México el tratado de libre comercio? (Luis Rubio; Fondo de Cultura Económica, México, 1992); NAFTA: An Assessment (El NAFTA -Tratado de Libre Comercio de Norteamérica-: una evaluación) (Gary Clyde Hufbauer y Jeffrey J. Schott; Institute for International Economics, Washington, 1993); The Political Economy of North American Free Trade (La economía política del Libre Comercio de Norteamérica) (Ricardo Grinspun y Maxwell A. Cameron; St. Martin's Press, Nueva York, 1993); Integration with Mexico; Options for U.S. Policy (La Integración con México; opciones de política para los E.U.) (Robert A. Pastor; Twentieth Century Fund, Nueva York, 1993); Economic Comparisons of Mexico, Canada and the United States: Implications for the NAFTA (Comparaciones económicas entre México, Canadá y los Estados Unidos: implicaciones para el NAFTA) (Arlene Wilson; Congressional Research Service, Washington, 1993); Mexico and NAFTA: The Real Impact (México y el NAFTA: el impacto real) (John L. Manzella; Journal of Commerce, 1994); Foreign Investment and NAFTA (La inversión extranjera y el NAFTA) (editado por Alan M. Rugman; University of South Carolina Press, Columbia, Carolina del Sur, 1994); y The NAFTA Debate: Grappling with Unconventional Trade Issues (El debate en torno al NAFTA: enfrentando temas comerciales no convencionales) (editado por M. Delal Baer y Sidney Weintraub; Lynne Rienner, Boulder, 1994). 3. "Western Hemisphere Free Trade: Getting from Here to There" ("Libre Comercio en el Hemisferio Occidental: cómo lograrlo") (Sidney Weintraub; Documentos de Trabajo sobre el comercio en el hemisferio occidental de BID-CEPAL no. 13, noviembre de 1992); "Decision Rules and Governance" ("Reglas de decisión y su aplicación") (Peter H. Smith, en The Challenge of Integration: Europe and the Americas (El Reto de la integración: Europa y las Américas), editado por Peter H. Smith; North-South Center, Miami, 1993); e Integrating the Americas: Shaping Future Trade Policy (Integración de las Américas: dando forma a la política comercial del futuro) (editado por Sidney Weintraub; North-South Center, Miami, 1994). 4. Ver Japanese Involvement with Latin America in the New International Environment: Perspectives from Japan, the U.S. and Latin America (El Involucramiento japonés con América Latina en el marco del nuevo ambiente internacional: perspectivas desde Japón, los Estados Unidos y América Latina) (editado por Kotaro Horisaka, Barbara Stallings y Gabriel Székely [en japonés]; Doubankan, Tokio, 1991); y Manufacturing across Borders and Oceans: Japan, the United States and Mexico (Las Manufacturas más allá de las fronteras y océanos: Japón, los Estados Unidos y México) (Gabriel Székely; Center for U.S.-Mexican Studies, University of California, San Diego, La Jolla, 1991). 28 PRIMERA PARTE LA LÓGICA DE LA INTEGRACIÓN 29 El proceso de integración regional se ha acelerado rápidamente en años recientes, al recibir un ímpetu nuevo y sin precedentes con la participación activa de los Estados Unidos. Con el fin de poder pronosticar las implicaciones a largo plazo de estos acontecimientos, resulta esencial comprender la lógica que los sustenta. ¿Cuáles son las metas de los esquemas de integración? ¿Por qué, súbitamente, los Estados Unidos han decidido dar todo su apoyo a la causa de la integración y qué es lo que esperan obtener de este proceso? ¿Por qué ha abandonado México su tradicional reticencia hacia los Estados Unidos y se ha abocado a promover activamente el Tratado Norteamericano de Libre Comercio? ¿De qué manera ayudarán los procesos de integración regional a determinar la forma del orden internacional tras el fin de la Guerra Fría? Los capítulos de esta sección abordan estas preguntas de forma directa. Para dar inicio a la discusión, Manfred Mols nos ofrece un seguimiento de la evolución de los esquemas de integración regional, así como un marco estructural comparativo que permite clasificar y analizar los diferentes acuerdos regionales. Aunque el NAFTA representa un acontecimiento novedoso e importante, en opinión de Mols se trata de algo cualitativamente diferente de la altamente institucionalizada Unión Europea y de las interacciones deliberadamente informales que se están llevando a cabo en la Cuenca del Pacífico. El ímpetu que se halla detrás de la integración regional es de origen tanto político como económico, según Mols y no se trata de un proceso ni automático ni inevitable. Esencialmente, la forma final del naciente orden mundial habrá de depender de las interacciones políticas que se den entre las principales potencias. Los capítulos subsiguientes analizan los papeles e intenciones de los Estados Unidos y de México. Peter H. Smith presenta un panorama de la política de los E.U. hacia América Latina, argumentando que Washington decidió apoyar 30 la promoción del "libre comercio" en gran medida como respuesta a los cambios que estaban ocurriendo en el escenario mundial. Tanto para Estados Unidos como para México, sostiene Smith, el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) ofrece una lógica política irresistible. Existen, sin embargo, menos incentivos para procurar una integración hemisférica, a pesar de toda la retórica que se escuchó en Miami en diciembre de 1994, por lo que las perspectivas de que se integre un Arrea de Libre Comercio del Hemisferio Occidental (WHFTA) son sumamente inciertas. Tras evaluar diferentes situaciones posibles, desde la formación de bloques regionales cerrados hasta la creación de un eje Norte-Sur, Smith llega a la conclusión de que los esquemas de integración regional pueden tener efectos muy profundos en el orden internacional posterior a la Guerra Fría. Desde otra perspectiva, Robert McCleery explora la lógica económica que sustenta a la política de los Estados Unidos y a su búsqueda de una integración norteamericana. McCleery nos revela aquí una paradoja: a pesar de que los Estados Unidos decidieron adoptar su actual política en respuesta a lo que percibían como amenazas procedentes del área Asia-Pacífico, sus intereses económicos se encuentran más ligados a dicha región. El desarrollo de un modelo de economía política demuestra que la estrategia óptima para los intereses de los Estados Unidos consistiría en invitar a nuevos miembros a unirse al NAFTA, partiendo de la base de una "competitividad y complementariedad económicas", más que de una base de geografía política. Según la conclusión a la que llega McCleery, semejante lógica apunta hacia "una mayor y no una menor interacción económica de los Estados Unidos con Asia y, en el futuro próximo, hacia una integración económica gradual y selectiva con América Latina y no hacia la concreción de una integración regional completa, como la que sostienen los proponentes del WHFTA". Lo anterior pueden ser malas noticias para América Latina, pero son buenas para la Cuenca del Pacífico. 31 En su capítulo sobre México, Luis Rubio enfatiza la importancia de las cuestiones internas de ese país. México ingresó al NAFTA no sólo para expandir su intercambio comercial con Canadá y los Estados Unidos, sostiene Rubio, sino para garantizar la continuidad de sus propias reformas económicas y para consolidar los cimientos de una naciente coalición política. Hasta mediados de los 90, según Rubio, México sigue manteniendo una profunda ambivalencia en relación con la posible admisión de nuevos miembros en el NAFTA. A consecuencia de la debacle financiera de diciembre de 1994, los esfuerzos de México están concentrados no en la expansión del NAFTA, sino en la necesidad de un ajuste estructural, en la diversificación de su intercambio comercial y de la inversión que recibe y, en áreas muy selectas en la profundización del NAFTA. En términos generales, Rubio subraya el dilema principal que deben enfrentar todos los participantes de un proceso de integración regional: cómo alcanzar los beneficios de la integración sin tener que pagar todo su costo. 32 CAPITULO DOS LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y EL SISTEMA INTERNACIONAL Manfred Mols La integración regional constituye la puesta en escena de un esquema comunitario que va más allá de las naciones-estado. Se basa en la proximidad geográfica y su lógica subyacente plantea una interrelación duradera entre todos los países involucrados. La integración regional ha tenido éxito en Europa Occidental; se ha convertido en una red de menor nivel en los países del sudeste asiático; ha sido un fenómeno transitorio en África y en los países de Asia Meridional; y en Latinoamérica los esfuerzos llevados a cabo con miras a la integración económica en las décadas de los 60 y 70 no han sido capaces de arrojar resultados duraderos. Así pues, en tanto que la integración regional ha jugado un papel en la política mundial durante décadas, sus contribuciones a los procesos y a la estructuración del sistema internacional no son todavía nada claras. En épocas anteriores, la mayoría de los analistas no daban mucha importancia a los movimientos de integración, posiblemente porque hubiera sido ingenuo y arriesgado derivar conclusiones de la estructura del sistema internacional partiendo del incierto destino de los esquemas de cooperación regional. A pesar de que Europa Occidental ofrecía una excepción a la regla, no parecía tener mucha importancia si la maltrecha Asociación Latinoamericana de Libre Comercio daba o no como resultado el nacimiento de la Asociación de Integración Latinoamericana (ALADI); o si Maphilindo en el sudeste asiático prosperaba o se marchitaba hasta desaparecer; si el Consejo de Cooperación del 33 Golfo promovía o no la cohesión de sus miembros; si la Organización de Unidad Africana y su ideología panafricanista subyacente se convertía en un medio viable para desahogar y solucionar las diferencias entre sus miembros o tan sólo "permanecería siendo un espejo de los problemas y la falta de unidad de todo un continente".1 La razón para la anterior falta de interés no estribaba en que esos esfuerzos carecieran de significado o de impacto, o en que estuvieran condenados al fracaso desde un principio. Tampoco es que reflejaran modas pasajeras en cuanto a ideas de desarrollo, ideologías políticas o modelos y filosofías económicas. Sencillamente, estos acuerdos y arreglos regionales no formaban parte del sistema internacional, cuyas fuerzas dominantes y definitorias fueron, por muchos años, los Estados Unidos, Europa Occidental, la Unión Soviética y, en los últimos años, Japón. (Algunos pronósticos relativos al desarrollo del sistema internacional que apuntaban más allá del año 2000, contemplaban también la participación de China, Brasil, India y, en algunos casos, Indonesia como participantes importantes en el futuro.) La teoría convencional reflejaba esta mezcla de realismo histórico, extrapolación y especulación. Las visiones dominantes del sistema internacional contemplaban, y siguen contemplando, a la nación-estado como la unidad central del mundo contemporáneo. Aun dentro de los proponentes de la escuela "idealista" se tendía a enfatizar formas de cooperación entre agentes estatales y no-estatales, en lugar de explorar las posibilidades de colaboración entre estados y grupos de estados integrados y su impacto en la ecuación del poder global. En consecuencia, las explicaciones teóricas de la integración, aunque fueran desarrolladas por expertos prominentes, resultaban mucho menos influyentes que los análisis relativos al conflicto Este-Oeste, a la disuasión nuclear y al control de armas, a la violencia y el mantenimiento de la paz, a los patrones de alianza, la 34 protección ambiental, la simulación del poder, el sistema de las Naciones Unidas, los agentes transnacionales o el surgimiento de una sociedad internacional. En retrospectiva, la subordinación de los trabajos (fundamentalmente neofuncionalistas) de la integración regional en los 60 y 70 se hace comprensible a la luz de su defecto fatal: los especialistas en integración regional no podían ignorar la corta historia del fenómeno, pues para muchos de ellos apenas databa de finales de la Segunda Guerra Mundial. Por ello, no resulta muy sorprendente que Kalevi J. Holsti escribiera un libro de gran importancia sobre la política internacional sin tomar en cuenta la integración regional, que Kenneth Waltz se atreviera a predecir la preeminencia de los estados como "unidades" prácticamente exclusivas del sistema internacional para los siguientes 150 años y que un libro de texto británico de reciente publicación, acerca de La Sociedad Global y las Relaciones Internacionales colocara al GATT, al FMI, al Grupo de los Siete, a la Comunidad Europea, etc." en una misma canasta, sosteniendo que todos ellos dependían de "las principales potencias occidentales".2 Los tiempos han cambiado. Los centros de un mundo bipolar, rodeados de aliados, han perdido su significado. Es posible, incluso probable, que un orden mundial futuro se reestructure en torno a un nuevo equilibrio del poder, si bien ya no parece apropiado imaginar este equilibrio en los términos estatistas tradicionales de un Metternich, un Morgenthau o un Kissinger. "El fin de la simplicidad", pidiendo prestada su frase a James Schlesinger, plantea un gran reto tanto para los políticos como para los analistas y los obliga a reconsiderar la capacidad, la función y el potencial de los diversos actores en el escenario mundial.3 ¿De dónde proviene la creciente importancia de la integración regional? La respuesta es clara: no se puede definir al sistema internacional actual sin considerar el grado y la manera en que los esquemas de integración regional 35 afectan el comportamiento de los estados y de otros agentes de la escena mundial. Conforme el escenario internacional se ve más y más moldeado por las entidades regionales, por la acción de los agentes transnacionales y por el sistema de las Naciones Unidas, la redefinición de los papeles y responsabilidades dentro de la ecuación mundial del poder debe tomar en cuenta las reivindicaciones y las capacidades de los agentes regionales, de las agrupaciones regionales de estados y de los esquemas de cooperación transregionales. Aun si tenemos incertidumbre en cuanto a la viabilidad de los megabloques que están surgiendo (Europa Occidental, Norteamérica y Este y Sudeste de Asia), no puede caber ninguna duda de que están emergiendo nuevas situaciones internacionales como resultado del desmoronamiento del orden mundial establecido tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Todos estos fenómenos manifiestan la existencia de nuevas fuerzas. Enfrentamos un mundo en el cual las naciones-estado continúan representando unidades fundamentales de análisis, pero actualmente operan dentro del contexto de esquemas de integración y cooperación con distintas razones y pesos específicos. Este capítulo examina la integración regional en un momento en el cual sigue definiéndose la nueva arquitectura del sistema internacional. En él, se ofrece una revisión de las características centrales de los procesos de integración, así como una tipología de los diferentes esquemas de integración regional. Concluye con un comentario sobre los temas que generalmente son ignorados en los estudios más convencionales del asunto que nos ocupa. 36 LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y EL NACIENTE SISTEMA INTERNACIONAL El mundo internacional de hoy en día se caracteriza por la interacción de naciones-estado, agentes transnacionales, organizaciones internacionales y esquemas para la organización y la cooperación regionales. Independientemente de sus propósitos o de sus grados de coherencia, los acuerdos regionales abarcan grandes y crecientes porciones del globo. Aun la República Popular China y la India están dejando atrás sus antiguos patrones de alianzas circunstanciales formales e informales, y dan muestra de una inclinación por el establecimiento de compromisos geopolíticos a largo plazo, por medio de estructuras tales como el Acuerdo de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y, en menor grado, de la Asociación Sudasiática de Cooperación Regional (SAARC). El regionalismo no es sólo un juego de mecanismos para coordinar las políticas gubernamentales o las economías nacionales. También fomenta la cooperación interregional entre diferentes grupos.4 El regionalismo no es algo completamente nuevo. Comenzó a principios del siglo XIX, poco antes de que iniciaran los movimientos independentistas de América Latina; experimentó después una evolución gradual a través del sistema anti-imperialista interamericano (como resultado de la conferencia de Washington, en 1889-1890), alcanzando una nueva dimensión en 1945, con la fundación de la Liga de Estados Árabes (diseñada para defender la identidad cultural y política de sus estados miembros), hasta llegar a una cumbre preliminar con el complejo movimiento europeo hacia la unidad (iniciado en 1952, con el establecimiento de la Comunidad Europea de Carbón y Acero). Desde la difusión de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en 1950,5 del 37 "espíritu de Bandung", en 1955 y de la formulación de los Tratados de Roma, en 1957, la cooperación regional se ha convertido en una característica común del mundo internacional. También ha generado una notable tendencia hacia la difusión de su "lógica" de un continente a otro, como en los casos de Europa, América Latina, el sudeste asiático y, en fechas más recientes, del sur de Asia.6 La disolución del sistema internacional de la postguerra no se ha llevado a cabo sólo como resultado del fin de la Guerra Fría (o de la perestroika y el colapso de la Unión Soviética). Entre otros factores, se cuentan los siguientes: la revitalización del proceso de integración de Europa Occidental a través de la Ley única Europea de 1986 y del Tratado de Maastricht; el gradual surgimiento de Japón como la segunda potencia económica a nivel mundial y líder en tecnologías y modos de producción modernos; la voluntad de una nación del Tercer Mundo (el México de Carlos Salinas de Gortari) de unirse a dos estados prominentes del Primer Mundo para la creación de un Tratado Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA); el abandono, por parte de la India, de su modelo tradicional de desarrollo autárquico y su aceptación de la norma común de la interdependencia; y el surgimiento de cambios adicionales en el Tercer Mundo, que indican una lucha nueva y sin precedentes por la supervivencia a través de la instrumentación de esquemas de integración regional y de alianzas regionales. Esta última característica merece atención especial. Existe una notable revitalización de los movimientos de integración regional entre países del Sur. El APEC representa la culminación de una "diplomacia del área Asia-Pacífico", que comprende tanto a fuerzas gubernamentales como no gubernamentales en países desarrollados y en vías de desarrollo.7 La ASEAN se encuentra actualmente expandiendo sus horizontes por medio de una compleja red de afiliaciones graduales o "niveles de diálogo", que incluyen a países como Vietnam, Laos, India, China y Rusia. Las discusiones también se centran en tipos 38 novedosos o más amplios de acuerdos regionales, tales como la propuesta del Primer Ministro de Malasia, Mohamed Mahathir, de establecer un Grupo Económico del Este Asiático (EAEG), misma que fue reducida, debido a presiones de los Estados Unidos y al ejercicio de la prudencia por parte de Japón, al concepto de una Convención Económica del Este Asiático (EAEC). La inesperada dinámica de la concertación y de los procesos de integración de América Latina -anunciados por la creación del Grupo de Río y por la aparición del Mercado Común del Sur (MERCOSUR)- constituyen también ejemplos sobresalientes de las tendencias que se han señalado. A ellos podríamos fácilmente sumar al Grupo de los Tres (México, Venezuela y Colombia), al nuevo Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y a un número nada despreciable de acuerdos bilaterales.8 Alcanzar un nuevo equilibrio mundial entre aquéllos que definen las reglas del juego internacional parece ser todavía un objetivo lejano. Los Estados Unidos son la única superpotencia sobreviviente y aún lleva a cuestas todas las obligaciones tradicionales de una superpotencia en cuanto a la formulación de una política global (según quedó de relieve en el Golfo Pérsico, en Somalia, en Bosnia y en el Caribe). Europa se ha recuperado de su antigua "esclerosis", a pesar del escepticismo público desatado a raíz del Tratado de Maastricht y de la evidente incapacidad de la Unión Europea para adoptar una política visionaria común en relación con la ex-Yugoslavia. Japón y otros países del Este asiático se encuentran tocando la puerta de acceso al grupo más selecto de países en el sistema internacional; Rusia, asimismo, parece lista para reingresar al escenario mundial.9 Lo que yo sostengo no es que las anteriores condiciones vayan a definir el balance futuro del poder; es mi intención sugerir, sin embargo, que el surgimiento de un nuevo sistema internacional estará estrechamente ligado a fuerzas 39 regionales, mismas que ejercerán una considerable influencia en él. Europa Occidental se sentirá cada vez más libre de operar fuera de la órbita estadounidense, al igual que las naciones del Este y del Sudeste de Asia, así como grandes porciones de América Latina, especialmente si la administración del presidente Clinton sigue una política tácita de "descuido benigno" del Hemisferio Occidental.10 Los mismos Estados Unidos reconocen que deben tomar en consideración a los megabloques globales. De hecho, Washington ha adoptado un papel proactivo de cara a la regionalización (por medio de la aceptación de la diplomacia multilateral en la región de Asia-Pacífico, de su membresía relativamente activa en el APEC, y de las medidas que ha adoptado para hacer surgir la confianza entre las naciones del continente americano, incluyendo la revitalización de la Organización de Estados Americanos (OEA).11 El gran reto para los Estados Unidos podría muy bien no provenir del Japón, como se sostiene de manera generalizada.12 El naciente megabloque europeo y la formación potencial de una agrupación asiática y de la Cuenca del Pacífico representan las principales amenazas para la preeminencia de los Estados Unidos. Japón habrá de jugar un papel preponderante en el mundo, pero no necesariamente como potencia individual, especialmente si se toma en consideración la posibilidad de una pax sinica con China.13 Está surgiendo un mundo tripolar, pero no tanto en la forma de un núcleo coherente de nacionesestado, sino como mezcla de estados y redes regionales que, al menos por ahora, resultan sumamente difíciles de definir en sus elementos constitutivos. El NAFTA/continente americano, la Cuenca del Pacífico o Europa podrían prefigurar las demarcaciones futuras pero sólo en términos muy vagos. Lo que resulta innegable es que los factores geográficos y geopolíticos regionales habrán de tener un impacto formativo de consideración en el naciente orden mundial. 40 CARACTERÍSTICAS BÁSICAS DE LA INTEGRACIÓN REGIONAL Casi por definición, el estudio de la integración regional requiere de una aproximación analítica interdisciplinaria. Este capítulo, no obstante, se concentra en los aspectos políticos de la integración. En lo personal, no soy de la opinión de que la política por sí misma afecte los orígenes y los resultados de la integración (a pesar de que este fue el caso en las primeras fases de Europa y en la fase formativa de la ASEAN). Sin embargo, es innegable que los aspectos políticos juegan papeles esenciales en los procesos de regionalización. Permítanme comenzar sugiriendo el uso de un concepto (propuesto por primera vez por LeRoy A. Bennett) de integración regional que define a ésta como "un segmento mundial unido por un conjunto común de objetivos, basados en nexos de tipo geográfico, social, cultural, económico y político, que presentan una estructura formal constituida por convenios intergubernamentales formales."14 Lo anterior tiende a darse como resultado de una transición gradual que lleva de la cooperación a la integración y que refleja una convergencia de niveles múltiples, histórica e irreversible. A menudo de manera palpable, otras veces de forma menos evidente, este proceso afecta los puntos sensibles de la soberanía nacional. Un esquema de integración completamente desarrollado implica siempre una transferencia concreta, aunque sea parcial, de la soberanía nacional de los países miembros en favor de la comunidad regional. La integración no puede tener éxito sin legitimidad, misma que busca su justificación básica en condiciones objetivas: un "mandato" de la historia, un entorno internacional cambiante, la percepción de la existencia de amenazas contra la supervivencia y la identidad, la procuración de una viabilidad colectiva, etc.15 Las consideraciones de costo-beneficio son prácticamente de igual importancia. 41 Aunque la integración es generalmente un esfuerzo que comienza en la cúspide y va permeando hacia abajo (es decir, se trata de un proceso iniciado, mantenido e intensificado por las élites gubernamentales y políticas), también abarca a fuerzas de la sociedad que tienden a establecer redes y organizaciones inter-sociales que van más allá de las relaciones habituales entre sociedades que se fusionan.17Después de su promulgación desde la cumbre, la integración siempre asume cualidades transnacionales. Por ejemplo, el secretariado de la ASEAN en Jakarta ha registrado a aproximadamente tres docenas de Organizaciones No-Gubernamentales (ONG) y a un número notable de organizaciones no afiliadas, tales como la Asociación de Productores de Madera del área Asia-Pacífico (APTA) o el Consejo Sindical de ASEAN (ATUC).18 Los esfuerzos europeos y latinoamericanos de integración han generado aún más acuerdos intersociales y transnacionales. Esta característica resulta de particular importancia en un momento en el cual se comienza a reconocer la creciente relevancia de los efectos integradores de las compañías multinacionales. Independientemente de lo que se cree comúnmente, la integración regional no es un fenómeno fundamentalmente económico, por lo que no debería analizarse exclusivamente en términos de su "lógica de coherencia". Aun cuando se reconoce una lógica económica detrás de ellos, las fases que se siguen desde el inicio, pasando por la continuidad hasta llegar a la fase de intensificación están indisolublemente ligadas a las decisiones políticas. Independientemente del propósito principal de un esquema de integración -según éste se proclame en decretos gubernamentales, documentos oficiales y tratados de integración-, resulta poco realista restringir su análisis a una sola dimensión. No se trata aquí de defender la tesis que los neofuncionalistas llaman "de derrame". Se trata de ejercer cautela contra el reduccionismo analítico. También es una afirmación en 42 el sentido de que la integración entraña "la adopción de una estrategia calculada, deliberada y discrecional por parte de las élites políticas".19 Cualquiera que sea el origen del ímpetu hacia la integración (la acción de líderes políticos visionarios o la presión de agentes económicos y de la sociedad civil), la comprensión del fenómeno no debe ignorar al factor externo. En primer lugar, es posible que las organizaciones internacionales, tales como la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) hayan actuado -intencionalmente o no- como freno a la búsqueda sin cortapisas de la satisfacción de los intereses nacionales. En segundo lugar, es concebible que retos e instituciones del exterior se constituyan en factores decisivos. La percepción de una amenaza geopolítica o económica puede provocar que un grupo de naciones-estado busque forjar una respuesta común ante la incapacidad de hallar soluciones individuales. En este contexto, la integración representa una respuesta estratégica para mantener la unidad, construir la identidad o reducir la dependencia ante las amenazas potenciales provenientes del exterior. Otro tipo de factor externo se genera con la presencia de un "eco extrarregional" (la imitación parcial o completa de procesos de integración que tienen lugar en otras partes del mundo).20 Europa, América Latina y el sudeste asiático ofrecen ejemplos clásicos de este proceso.21 Asimismo, debemos distinguir entre el proceso y el resultado de la integración. Las apariencias proyectadas por la integración plantean una ambigüedad entre el proceso y el producto. La integración revela una convergencia entre naciones que hace necesario un análisis sucinto de los mecanismos subyacentes a la misma. Al mismo tiempo, la integración responde a las iniciativas colectivas tomadas por los países miembros. Resulta importante, por lo tanto, hacer distinciones analíticas claras entre las acciones individuales 43 de los miembros del grupo, las decisiones colectivas de la entidad regional y los resultados de estos procesos.22 Finalmente, se debe considerar la cuestión de la causalidad, quizás de la forma planteada por la teoría de sistemas, que trata de definir las variables independientes y las dependientes, mismas que algunas veces se diferencian aún más por el concepto de "variables de proceso". Resulta esencial analizar las condiciones iniciales, los principales agentes, la transformación de esas condiciones iniciales y los resultados finales de la integración. Sigue siendo difícil, sin embargo, definir a priori la secuencia causal de la interdependencia en la integración. La lógica base de los ciclos de retroalimentación sugiere que, en cualquier situación empírica, el inicio de la dinámica de integración puede darse en cualquier punto del proceso de convergencia. Analizando los refuerzos mutuos y las restricciones que enfrentan los diversos actores, Renate Mayntz y Birgitta Nedelmann han desarrollado la noción del "estímulo circular"23. El concepto del estímulo circular ayuda a evitar la pseudoexactitud que caracterizaba a una gran parte de la teoría sobre integración regional y que llevaba a la creación de mayor confusión y no a la de un mayor esclarecimiento.24 UNA TIPOLOGÍA DE INTEGRACIONES REGIONALES Permítanme ahora proponer la identificación de patrones de coherencia regional que puedan aplicarse a los procesos de cooperación, integración y concertación de Europa, América Latina, el Sudeste de Asia y la Cuenca del Pacífico. Esta tipología no es un fin en sí misma. Su propósito es doble. En primer lugar, es una herramienta que ayuda a descubrir la "lógica" de la integración de acuerdo con los tipos de esquema de integración histórico-empíricos del mundo contemporáneo. En segundo lugar, nos permite explorar las conexiones 44 existentes entre un universo de naciones-estado y las manifestaciones existentes de regionalismo, interrelación que está ayudando a definir un nuevo equilibrio de poder en el escenario mundial. La tipología también podría ayudarnos a conceptualizar el nuevo fenómeno de redes políticas y económicas que trasciende las áreas geográficas clásicas, tales como las instituciones tanto formales como informales del continente americano y del área Asia-Pacífico que han llevado a la creación del concepto de "Cuenca del Pacífico". Tipo I: alterando el sistema internacional Hago distinción de cuatro clases diferentes de esfuerzos regionales. La primera categoría, el Tipo I, representa un nivel de regionalismo integrador tan avanzado que se halla a la vanguardia del escenario internacional. Un esquema de Tipo I contribuye por derecho propio y por medio de su autoridad a las estructuras constitutivas del sistema internacional. Cuenta con un peso específico indudable, como resultado de su significado económico y aun político, así como de su reputación como paradigma de integración exitosa. La Unión Europea (UE) es la manifestación más acabada de un esquema de Tipo I, a pesar de que representa un caso extremo de integración. Más aún, existen grandes preocupaciones en el seno de la UE, en el sentido de que la Unión podría verse rebasada por la tarea de profundizar su integración y por los requisitos que demanda el Tratado de Maastricht (que contempla una nueva "ciudadanía europea", una unión económica y monetaria total, la formulación de una política de defensa común y la colaboración intergubernamental sobre asuntos internos y de seguridad doméstica).25 No es inconcebible que Europa acabe en una Unión arancelaria o en un área de libre comercio, especialmente si la Unión acaba por admitir a los muchos estados que actualmente aspiran a ser 45 miembros plenos, lo que podría significar una Unión con treinta y cinco o cuarenta países miembros. Aunque semejante situación no debe descartarse, lo que es más probable es que se verifique "una gran profundización para una ampliación exitosa", lo que se justifica dada la percepción de que la integración europea es un proceso irreversible y de que el círculo interno, constituido por los seis países fundadores (Francia, Alemania, Italia y los estados del Benelux) sigue convencido de que la Unión Europea no debe diluirse en aras de una ampliación ilimitada.26 Independientemente de lo que ocurra en el futuro, Europa ha ganado aceptación internacional como uno de los principales agentes económicos y políticos del mundo. En 1991, el Producto Interno Bruto acumulado de sus doce miembros fue de 5,975 miles de millones de dólares en tanto que las cifras correspondientes a los Estados Unidos y a Japón fueron de 5,686 y 3,337 miles de millones de dólares respectivamente.27 Ese mismo año, el producto nacional bruto de los estados miembros del MERCOSUR llegó a 432 miles de millones de dólares lo que representa tan solo el 7% del de la Unión Europea. En palabras de un estadista asiático de gran importancia, refiriéndose a la ASEAN: "nuestro modelo ha sido y continúa siendo la Comunidad Europea".28 La aceptación internacional de Europa también se expresa claramente a través de sus numerosos nexos con países no miembros (nexos que se extienden aun hasta la antigua Unión Soviética y los Estados Unidos, a través de la Declaración Transatlántica) y de la exploración, con dichos países, de nuevos esquemas de cooperación.29 Los esquemas de Tipo I tienen estructuras institucionales fuertes y eficaces, con una clara autoridad supranacional. La Unión Europea "se distingue por el hecho de que tres instituciones (la Comisión de la Comunidad Europea, el Parlamento Europeo y el Tribunal de Justicia Europeo) toman decisiones con 46 carácter de obligatoriedad para todos sus miembros, independientemente de la posición de los diferentes gobiernos y de otros cuerpos nacionales". Las Leyes Comunitarias son, en ciertos campos, superiores a las leyes nacionales. Esto significa que las "naciones-estado soberanas deben de considerar las acciones de agentes políticos que escapan a su control inmediato".30Ningún otro esquema de integración regional ha desarrollado una transferencia real y legal ('de facto' y 'de jure') de la soberanía nacional en favor de autoridades supranacionales. En términos teóricos y legales, el Pacto Andino presenta una estructura institucional con sus propios cuerpos parlamentarios, judiciales y de toma de decisiones; en la práctica, sin embargo, la primacía del estatismo y del presidencialismo que existen entre los países miembros del pacto, al igual que las percepciones de varios de ellos en el sentido de que los costos y beneficios del arreglo no se distribuyen de manera equitativa, tienden a socavar esa estructura. Por lo tanto, una integración exitosa depende de la voluntad de los gobiernos nacionales para cumplir con declaraciones y decisiones intergubernamentales. Fuera de Europa, no obstante, el tema de la soberanía nacional no sólo es un asunto delicado: es un tabú. Por espacio de cerca de dos décadas, los miembros de la ASEAN evitaron hacer toda mención de la palabra integración (y mucho menos de llevar a cabo cualquier debate público serio acerca de las consecuencias políticas de largo plazo de una cooperación avanzada). No fue sino hasta 1992, en la Cumbre de Singapur, que la situación comenzó a cambiar. De la misma manera, para los latinoamericanos y los africanos la palabra integración implica una amenaza a la soberanía nacional, pero la utilizan de forma tan informal que a veces pierde todo sentido. En estas regiones, el establecimiento de centros supranacionales de gobierno pertenece al terreno de lo "impensable". En consecuencia, la regla que se observa en los movimientos de integración entre estos países parece ser la de una estructura institucional débil, 47 pequeñísimos cuerpos administrativos y presupuestos comunitarios extremadamente limitados (de entre 2,000,000 y 5,000,000 de dólares anuales). Las carencias institucionales, la escasez de personal administrativo y la falta de autoridad del cuerpo integrador son factores que hacen imposible la toma de posiciones influyentes de cara a los públicos internos o internacionales, que son una de las características de los esquemas de Tipo I. Adicionalmente, algunos esfuerzos de integración sufren de la presencia de un país hegemónico subregional, cuya influencia, omisión o desinterés pueden afectar o distorsionar el proceso de cooperación. La influencia que ejerce la india en la SAARC ofrece un ejemplo muy bueno de lo anterior; la preponderancia de los Estados Unidos en el Hemisferio Occidental constituye otro buen ejemplo. Al considerar los nexos a diferentes niveles que existen entre los agentes gubernamentales y los no-gubernamentales en los esquemas de integración de Tipo I, hallamos carencias significativas en el Sur, en relación con lo que ocurre en Europa. La ASEAN ha generado varias docenas de organizaciones transnacionales, en tanto que existen cientos de éstas en América Latina, en comparación con alrededor de cuatro mil en Europa. Adicionalmente, dentro de los procesos de toma de decisiones y de planeación de la ASEAN, resulta difícil para las organizaciones transnacionales ser aceptadas legalmente como socias. Y en América Latina existe más discusión acerca de la participación de los grupos intersociales que un acceso real a los cuerpos de gobierno, tales como la SICA, el MERCOSUR, la ALADI y el Sistema Económico Latinoamericano (SELA). En cuanto a la legitimidad de la integración, también existe una notable diferencia entre Europa y el Sur. La legitimidad en América Latina se deriva de un complejo legado de esfuerzos históricos tendientes a hacer realidad una unidad "perdida" bajo las condiciones actuales.31 En América Latina, las doctrinas del 48 cepalismo han servido como justificación importante para la integración económica, misma que se ve como una herramienta para la promoción del desarrollo y para lograr influir en el sistema internacional. La ASEAN, que es una astuta mezcla de cooperación e integración preliminar entre los países del Sudeste de Asia, debe su legitimidad al éxito que ha tenido como factor de pacificación dentro del grupo y por la eficacia que ha demostrado para balancear los intereses de países vecinos y/o de potencias extranjeras influyentes, por medio del famoso programa de "diálogo". En Europa, por otra parte, la población en general (o, al menos, el público político) ha estado siempre profundamente involucrada en el proceso de integración. La inclusión de grupos intersociales y de la opinión pública marca una distinción substancial entre la integración europea y los acuerdos de cooperación e integración que existen en el resto del mundo. El hecho de que los agentes sociales sean tomados en serio en Europa tiene un impacto constante en la dinámica de la integración, más allá del alcance de los gobiernos nacionales y más allá de la maquinaria de la Unión Europea, en Bruselas o en Estrasburgo. Los criterios anteriormente expuestos no agotan todos los posibles elementos de un regionalismo de Tipo I. Pero sí indican un patrón peculiar de cohesión, una independencia relativa de las cambiantes modas políticas de la época y una autoridad que cobra día a día una mayor independencia e influencia en las estructuras centrales del sistema internacional. El Tipo de integración I puede sonar como un tipo ideal Weberiano; es decir, un patrón histórico abstracto. Pero en su versión concreta (la Unión Europea), la dinámica avanza más o menos predeciblemente en la dirección indicada y tanto los agentes políticos de importancia como los analistas de todo el mundo la toman muy en serio. 49 Tipo II: funcionando dentro del sistema Los esquemas de Tipo II cumplen con la definición de Bennett: "un segmento del mundo, unido por un juego común de objetivos", pero se trata de esquemas significativamente menos desarrollados que el caso europeo. Sin embargo, sería inapropiado definir a los esquemas de integración Tipo II como formas subdesarrolladas de esquemas del Tipo I. La diferencia principal que existe entre los esquemas de Tipo I y de Tipo II yace en los objetivos fundamentales que persiguen estos últimos, entre los cuales no se cuenta buscar influir o alterar la estructura internacional del poder. Aunque los países latinoamericanos han sostenido, desde la década de los 60, que la integración facilitaría su inserción en el escenario internacional, jamás sugirieron una redefinición de la estructura política global. Lo mismo se observa en el caso de la ASEAN, de la SAARC y de mucho otros esquemas de integración. En comparación con las mayores ambiciones de los acuerdos de Tipo I, los de Tipo II se plantean objetivos más modestos: mejorar el desarrollo de los países miembros, crear un mayor intercambio comercial, asegurar la estabilidad y quizá una mayor seguridad regionales, todo lo cual promueve lo que la ASEAN llama dialéctica de la elasticidad nacional y regional. En consecuencia, el regionalismo de Tipo II comprende a una multitud de ejemplos que difieren en coherencia, autopresentación y aceptación. La ASEAN, el MERCOSUR, la SAARC y la moribunda EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio) son todos ejemplos de casos del Tipo II. 50 En tanto que los esquemas de integración del Tipo I acarrean el potencial de convertirse en una federación entre miembros, al estilo de Suiza o de los Estados Unidos, los de Tipo II operan por medio de unidades pequeñas o medianas dentro de las divisiones internacionales pre-existentes de poder, fuerza laboral y valores. Dichos esquemas, una vez desarrollados hasta su máximo potencial, pueden compararse con los peones en el imaginario tablero de ajedrez de la política internacional. Los esfuerzos que se realizan para defender o mejorar el status político, económico y de desarrollo no van acompañados de demandas de cambio en la composición de poderes del mundo internacional. Tipo III: formando nexos transregionales Como otra forma de integración, los esquemas de Tipo III buscan el desarrollo de acuerdos entre bloques emergentes o establecidos de cooperación regional. Independientemente de si se les etiqueta como "nuevo regionalismo", "nueva integración" o "regionalismo abierto", los esquemas de Tipo III presentan varias características distintivas.32 En primer lugar, el "nuevo regionalismo" parte de formas mejoradas de cooperación e integración y pasa de inmediato a la esfera de los nexos y las dimensiones transregionales y aun globales, a diferencia de los esquemas de Tipo I y II que enfatizan la coherencia interna de las colectividades y, por lo tanto, corren el riesgo de la autoabsorción. Esto es, parte de los logros a nivel regional para luego buscar hacerlos extensivos más allá de límites geográficos, institucionales o judiciales. Las razones subyacentes al regionalismo abierto fueron expresadas en alguna ocasión por Chong Li Choy, quien hizo notar que los estados más débiles requieren de "una estrategia 51 internacional que maximice los recursos disponibles para fines de desarrollo" en regiones específicas. 33 Los esquemas del Tipo III, luego entonces, presentan una apertura inmanente, que surge de la convicción de que deben existir mecanismos y estrategias para unir la estructura regional con el mundo exterior. El programa de "diálogo" de la ASEAN y su versión de seguridad ampliada, conforme a lo establecido en el Foro Regional de la ASEAN, representan ejemplos muy claros de la construcción abierta de los esquemas del Tipo III. La estrategia juega un importante papel en el éxito de los esquemas del Tipo III. Enfrentados al auge mundial del nacionalismo y a un aumento simultáneo de la interdependencia global, los partidarios del regionalismo abierto sin duda encontrarían de su agrado el concepto de "regímenes internacionales" propuesto hace una década por Stephen Krasner y sus colegas.34 Por los mismos motivos, apoyan la filosofía subyacente al GATT. Raúl A. Ondarts, al tiempo que desarrollaba sus nuevas ideas sobre la integración, enfatizaba la importancia de los nexos internacionales a escala global.35 La búsqueda de medios para dar cauce a las iniciativas regionales con fines transregionales es un constante reto para los encargados de diseñar las políticas relativas a este tema. La tarea de los esquemas de integración Tipo III, por lo tanto, consiste en combinar algunas ventajas flexibles pero consistentes de los esquemas de integración regional con una clara insistencia en el establecimiento de nexos globales y de patrones de interdependencia con otros estados y con otros esquemas regionales de integración. La apertura y la flexibilidad son, entonces, las características más prominentes en el regionalismo de Tipo III. Los partidarios del regionalismo abierto a menudo proponen una integración "suave", por medio de áreas de libre comercio, pues consideran que son mejores puntos de partida para la globalización que las naciones-estado actuando por cuenta propia. En 52 este mismo esquema, se deben evitar los bloques autosuficientes, los mercados comunes cerrados, las estructuras institucionales excluyentes y las formas monopólicas de representación de cara al mundo exterior. Si bien existe un cierto riesgo de que la flexibilidad dirigida hacia al exterior haga disminuir la solidaridad colectiva, los acuerdos exitosos de integración de Tipo III han conseguido, sin embargo, promover la cohesión y la flexibilidad entre sus miembros. La membresía de la ASEAN en la APEC o el Foro Regional de la ASEAN y, en cierta medida, el Grupo de Río, son todos buenos ejemplos de este tipo de integración. Aunque los esquemas de Tipo III influyen en el sistema internacional, lo hacen sin poner mucho énfasis en acuerdos formales o en formas de cooperación regional legalmente establecidas. Y, aunque el regionalismo abierto da forma a las normas y sirve como lubricante de los componentes del sistema internacional, no puede cambiar automática ni decisivamente la estructura del poder. Por ejemplo, caben muchas dudas de que el NAFTA mejore la posición global de los Estados Unidos de un modo realmente significativo. Tipo IV: promoviendo de la comunicación y de la cooperación La última versión de la integración regional es, por mucho, la más débil de todas. El Tipo IV consiste de un tipo de comunicación específica similar, a grandes rasgos, a la descripción que de la diplomacia del área Asia-Pacífico hace Lawrence T. Woods, según la cual las funciones básicas de la diplomacia política -representación, información, comunicación y negociación- se extienden a los ciudadanos y a las organizaciones privadas, en quienes recae parte de la tarea de iniciar esquemas de cooperación regional.36 Woods sostiene que estas cuatro funciones, ejercidas a diferentes niveles, dieron origen al movimiento que, 53 con el correr del tiempo, acabó creando las instituciones del Pacífico: el Consejo Económico de la Cuenca del Pacífico, el Consejo de Cooperación Económica del Pacífico, el Foro para la Cooperación Económica del área Asia-Pacífico, etcétera. Dichas interrelaciones regionales pueden ser "sólo palabras" o bien, según enfatizó Muthiah Alagappa durante las discusiones internas de la ASEAN, palabras "vacías" y totalmente desprovistas de objetivos y políticas comunes. No obstante, el proceso conlleva la manifestación y definición de las preocupaciones comunes, y éste puede llevarse a cabo a ravés de canales diplomáticos inusuales, informales e incluso poco convencionales, fuera de los marcos vigentes en los tratados internacionales. En tanto que la diplomacia regional, según se define en nuestro Tipo IV, es el fenotipo real de lo que muchos observadores identificarían hoy en día con el bloque del área Asia-Pacífico, podemos dejar abierta la pregunta de si la mayor parte de los acuerdos de Tipo IV representan el surgimiento o al menos una posibilidad de alcanzar acuerdos de cooperación del Tipo II. La definición del Tipo IV no descansa exclusivamente en la geografía. El concepto "Asia-Pacífico" es un concepto vago, pues la Cuenca del Pacífico no cumple con el prerrequisito de la proximidad regional. El Océano Pacífico, por sí mismo, no induce al establecimiento de nexos geopolíticos, geoestratégicos o geoeconómicos entre, por ejemplo, Indonesia y Perú, Panamá y Tasmania ni incluso entre Canadá y Hong Kong. La base empírica del Tipo IV consiste en un agrupamiento de estados, cada uno de los cuales espera alcanzar en el futuro arreglos regionales o sub-regionales más concretos (tales como la ASEAN, el Grupo de los Tres o el NAFTA). El Tipo IV es una red de diplomacia y comunicación basado, parcial pero no exclusivamente, en nexos oficiales y formales, cuya estructura puede sostenerse tan solo por una base institucional 54 embrionaria. En tanto que acumulación de expectativas congruentes, el Tipo IV constituye un tipo de esquema de "pre-integración". Históricamente, los esquemas de Tipo IV han surgido cuando los acuerdos regionales o sub-regionales tradicionales se estancan o caen en crisis. Un claro ejemplo es el Movimiento Europeo para la Cooperación Política, que existía fuera de los mecanismos oficiales de integración de los Tratados de Roma. Probó ser tan eficaz e indispensable que sus funciones básicas se fusionaron finalmente con las estructuras creadas por la Ley Europea única de 1986. También sobrevive parcialmente en la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea. 37 De forma similar, la concertación latinoamericana consiste en el acercamiento de jefes de gobierno, ministros de relaciones exteriores y élites de alto nivel, sin gran énfasis en marcos legales o fronteras físicas. Y, en el caso de la ASEAN, el "Grupo de los Catorce" cumple con una tarea paralela de estímulo a la cohesión regional, por medio de una diplomacia regional suboficial. El Tipo IV puede, asimismo, incluir tanto formas de diplomacia oficial como extraoficial. Las organizaciones transpacíficas existentes, tales como la APEC, son ejemplos de lo anterior. Entre otros ejemplos potenciales se contarían el movimiento hacia la creación de un Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental, que recibió un gran ímpetu oficial en la Cumbre de Miami de diciembre de 1994 y el exitoso establecimiento, por parte de la ASEAN, de un "diálogo" de seguridad entablado con estados no-miembros. En resumen, el Tipo IV contempla más cooperación que integración y presenta características tanto regionales como trans-regionales. Los participantes pueden ser unidades sociales o gobiernos nacionales, así como esquemas de integración formalmente establecidos, tanto regionales como sub-regionales. El Tipo IV sigue siendo difícil de definir en cuanto a su diseño conceptual, especialmente a la luz de su tendencia a fusionarse con los otros tipos de 55 esquemas de integración regional, como en los casos de Europa, de la concertación latinoamericana y del diálogo ampliado de la ASEAN. Por el momento, el Tipo IV describe bastante acertadamente a la red de interrelaciones trans-pacíficas, aún no desarrolladas del todo. CONCLUSIONES Los teóricos occidentales a menudo sostienen que la disposición compartida hacia la integración corresponde con los credos democráticos de las entidades involucradas. A primera vista, las experiencia de Europa Occidental y de América Latina parecerían brindar apoyo a esta tesis... pero también presentan evidencias en contra. Luis Echeverría Álvarez fue la figura principal en la constitución del SELA, por ejemplo; no obstante, el México de 1975 difícilmente podría tomarse como prototipo de democracia latinoamericana. Asimismo, el gobierno cubano de Fidel Castro ha expresado en repetidas ocasiones su interés en unirse a los esquemas de integración latinoamericanos. El Chile redemocratizado, por otra parte, no retomó las políticas previas de integración activa, seguidas en la década de los 60 por el presidente Eduardo Frei Montalva. En Europa, la Gran Bretaña nunca dejó de ser un paradigma notable de democracia y, no obstante, los esfuerzos de integración de sus gobiernos (basta recordar al de Margaret Thatcher) no han sido muy convincentes. Tampoco es posible explicar la coherencia de la ASEAN por la presencia (o ausencia) de cualidades democráticas en sus estados miembros y sus respectivos regímenes políticos. Lo que puede afirmarse, con cierta cautela, es que el tema de la soberanía puede abordarse más fácilmente en un ambiente democrático que en uno autoritario. Asimismo, la apertura transnacional, necesaria para estrechar los lazos intersociales que sirven como cimiento indispensable de una integración 56 plena, puede estar relacionada con la existencia de un ámbito democrático. Resulta revelador notar que, en su estudio de América Latina y del Sudeste de Asia, Hernán Gutiérrez Bermedo, Manfred Wilhelmy von Wolff y Evamaria Berg otorgaron un peso analítico definitivo a las políticas y filosofías desarrollistas más que a la naturaleza de los regímenes políticos en la determinación de abrazar la causa de la integración regional.38 La cooperación y la integración generalmente son iniciadas por los gobiernos o por las élites políticas de los estados de una región. Su supervivencia y éxito, sin embargo, a menudo dependen del nivel de aceptación internacional que obtengan.39 Si bien este factor externo no fue al inicio un elemento clave en la integración europea (aunque la tolerancia estadounidense y el apoyo material brindado por el Plan Marshall no deben subestimarse), la Unión Europea no hubiera podido tomar su lugar como agente mundial sin contar con la aceptación internacional. Por otra parte, la indiferencia de la Comunidad Europea hacia el espíritu de la "Declaración de Buenos Aires" (1970) puede muy bien haber tenido un impacto sumamente negativo para los esfuerzos de integración de América Latina; el desdén de Washington hacia la integración latinoamericana representa, indudablemente, un obstáculo adicional. Un prerrequisito absoluto para ganar la aceptación internacional consiste en generar la confianza de los principales agentes mundiales. La confianza y la estabilidad, la predictibilidad de la voluntad política y el éxito visible en el logro de los objetivo trazados representan factores decisivos para ganarse este necesario reconocimiento. Conforme la integración regional se convierte en una característica de cada vez mayor relevancia en el sistema internacional, la teoría debe mantenerse afinadísima en este respecto. El establecimiento de la APEC, la formación del NAFTA, la revitalización de la integración y de la concertación en América Latina, la lucha de Europa por alcanzar una solución negociada entre la 57 profundización y la ampliación de la Unión, todos estos procesos tienen implicaciones significativas para el presente y el futuro del sistema internacional y demuestran la creciente presencia de agentes muy complejos, que van más allá de la nación-estado tradicional. El campo de las relaciones internacionales y las disciplinas sociales adyacentes deben ir más allá del estudio de la "jerarquía de los estados" como estructura básica para el análisis y la evaluación de la "reforma y la resistencia en el orden internacional", pues éste ya no consiste en un mero juego de cambios en la concertación y el balance entre naciones-estado. Ha surgido, además, una nueva cuestión central: ¿de qué modo habrán de contribuir los procesos de integración regional contemporáneos al establecimiento de un nuevo equilibrio internacional en los años por venir?40 ¿Quedarán excluidos del juego del poder los estados menos poderosos del Sur y Este de Europa, así como los del Centro y aun los del Este de Asia? No necesariamente. El escenario internacional deberá continuar tomando en cuenta los entornos dentro de los cuales operan las principales potencias regionales. El que las interrelaciones entre las principales potencias y sus respectivos entornos se reduzca a los viejos patrones (a menudo hegemónicos) de dominio, dependerá en gran medida de la capacidad de los agentes menos poderosos de organizarse en formas que fortalezcan su posición negociadora al tratar con sus vecinos más poderosos. Esto resulta obvio en el caso de los entornos regionales tanto de Japón como de la Unión Europea. También resulta cierto en la relación, a menudo delicada, que sostiene América Latina con los Estados Unidos. Entre más eficazmente logren los estados menos poderosos desarrollar esquemas de Tipo II, más coordinada será su sociedad con las potencias regionales principales. Y entre más desarrollen los estados poderosos relaciones con otros países de sus respectivas esferas de influencia conforme a los patrones de Tipo III, menor será el peligro de que se cree un mundo de bloques 58 excluyentes, tanto regionales como de superpotencias. Los acuerdos de Tipo IV también llevarán, por una parte, a una interrelación mejor balanceada entre los esquemas regionales y sub-regionales de cooperación e integración con algunos de los principales estados. Por otra parte, también llevarán al establecimiento de interconexiones transregionales, capaces de trascender tanto a las nacionesestado como a los grupos regionales excluyentes. Este tipo de acuerdo abierto es el preferido de muchos de los principales intelectuales y de las élites políticas de los continentes americano, asiático y europeo. Dentro de este marco, ¿de qué manera podemos comprender los patrones de integración regional en el continente americano y en la Cuenca del Pacífico? A pesar de que los principales esquemas de integración latinoamericana (ALADI, SICA, el Grupo Andino, el MERCOSUR, el Grupo de los Tres y el CARICOM) y la ASEAN y la SAARC representan esquemas de Tipo II, fomentan la creación de redes de diálogo y comunicación, enfocadas hacia interrelaciones más abiertas (como lo ejemplifican los esquemas de Tipo III y Tipo IV). En América Latina, por ejemplo, tanto el esquema interamericano (SELA) como el Grupo de Río brindan asistencia organizativa a naciones-estado que deseen seguir una política de apertura dentro de marcos informales pero sin someterse a políticas de corte obligatorio que pudieran afectar seriamente a la soberanía de los países miembros. El programa de "diálogo" de la ASEAN y el Foro Regional recientemente institucionalizado cumplen con un propósito semejante. En el centro de todos estos esfuerzos existe, no obstante, una contradicción. Aunque claramente existen movimientos hacia la integración en el continente americano, en el Este y en el Sudeste asiático, las filosofías inherentes a los esquemas de Tipo III y Tipo IV socavan los esfuerzos tendientes a crear una formalización de la unidad sub-regional. Los encargados de diseñar políticas en estas regiones consideran que el momento y el contexto son 59 prematuros para emprender una formalización. Los Estados Unidos y Japón también reconocen las ventajas de la informalidad. A pesar de su compromiso, asumido a finales de 1994, de alcanzar un libre comercio para el año 2020, la APEC sigue representando poco más que un foro para el diálogo entre las potencias principales del Hemisferio Occidental y la Cuenca del Pacífico. La especulación acerca del futuro de todos estos movimientos podría resultar prematura. No existe duda, sin embargo, de que los países de Norte y Sudamérica, los del Este y Sudeste de Asia y los de Europa Occidental y Oriental siguen con mucha atención los esfuerzos de integración y cooperación que se dan fuera de sus respectivas áreas. Una ampliación del NAFTA dentro del contexto del Hemisferio Occidental tendría repercusiones en Asia (quizás hasta el punto de que las ideas del Primer Ministro Mahathir vuelvan a cobrar popularidad). Del mismo modo, los Estados Unidos siguen cuidadosamente el curso de los acontecimientos en las agrupaciones formales e informales que se dan en la región Asia-Pacífico, en tanto que las naciones sudamericanas monitorean cuidadosamente los movimientos de Estados Unidos en relación con la APEC y la ASEAN. ¿Será posible expandir y consolidar la integración regional tradicional conforme a los lineamientos del Tipo II? Este tipo de esquema ofrece la clave para lograr la estabilidad nacional y regional, un desarrollo económico más fuerte y el alcance de una mejor posición en el escenario internacional. Al mismo tiempo, es vital recordar la necesidad de evitar "círculos cerrados", según lo sostenido por las filosofías subyacentes a los esquemas Tipo III y IV. Los países de América Latina, más que los de Europa, disponen de legados culturales e históricos que los acercan. Los países asiáticos, por contra, deben de tomar en consideración su diversidad religiosa, étnica y de grado de desarrollo. Este último punto lo hace aún más evidente la APEC que, al contrario de lo que 60 sostienen C. Fred Bergsten y su grupo, no representa ni una comunidad ni una "familia". 41 En casos semejantes, las ventajas de un diálogo abierto y de una paciente definición de algunos (!) intereses comunes son las justificaciones para las relaciones existentes y sus desarrollos futuros. Mi objetivo en este capítulo ha sido el de ofrecer no sólo un marco de referencia para poder comparar los distintos casos, sino también una revisión de las características básicas de la cooperación e integración regionales y de sus diversos impactos en el sistema internacional. Estos criterios y su pleno cumplimiento, determinan no sólo el resultado de los procesos y de las características institucionales de la integración, sino que también deberían ayudar a enriquecer y a hacer extensiva la importancia de las comparaciones analíticas de los esquemas de integración. Hay mucho que aprender de un examen cuidadoso de las teorías existentes (en su mayoría, neofuncionalistas) acerca de la integración. Con el fin de poder desarrollar una teoría aún más sofisticada y relevante, también resulta útil combinar este ejercicio con una observación concienzuda de los patrones contemporáneos de cooperación e integración regional. Esto nos debería permitir superar el eurocentrismo que domina al campo teórico existente, con el fin de incluir en nuestro marco analítico a los esquemas de integración más avanzados, así como a los de un carácter más preliminar, para incrementar nuestra comprensión de uno de los fenómenos más significativos del mundo moderno. 61 Notas _________________ 1. Gerald Segal, The World Affairs Companion, rev. ed. (Londres: Simon and Schuster, 1993), p. 284. 2. Kalevi Jaakko Holsti, International Politics: A Framework for Analysis (Englewood, N.J.; Prentice-Hall, 1967); Kenneth N. Waltz, Theory of International Politics (Reading, MA; Addison-Wesley, 1979); Martin Shaw, Global Society and International Relations: Sociological Concepts and Political Perspectives (Cambridge; Polity Press, 1994). 3. James Schlesinger, "New Instabilities, New Priorities", Foreign Policy, invierno 85 (1991), pp. 3-24. 4. Geoffrey Edward y Elfriede Regelsberger, eds. Europe's Global Links: The European Community and Inter-Regional Cooperation (Londres; Pinter Publishers, 1990); Sarayu Prasada Gupta y Somsak Tambunlertchai, eds., The Asia-Pacific Economies: A Challenge to South Asia (Delhi; Macmillan India, 1992), parte IV. 5. El cepalismo es una fórmula de desarrollo que abrió el camino para los esfuerzos de integración económica de América Latina en la década de los 60. Fue propuesta por primera vez por Raúl Prebisch, entonces jefe de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina (CEPAL). 6. El Maphilindo, organizado en 1963, era un esquema de cooperación entre Malasia, las Filipinas e Indonesia; la Asociación de Asia del Sur fue fundada en 1961. Ambas organizaciones son consideradas como antecesoras de la ASEAN. 7. Lawrence T. Woods, Asia-Pacific Diplomacy: Nongovernmental Organizations and International Relations (Vancouver; University of British Columbia Press, 1993). 8. Instituto de Relaciones Europeo-Latinoamericanas (IRELA), Integration in Latin America: New Concepts, Multiple Efforts, Dossier Nº 44 (Madrid; IRELA, 1993). 9. Angela Stent, Thane Gustafson y Daniel Yergin, "The Return of a Great Power", en Yergin y Gustafson, eds., Russia 2010 and What It Means for the World (Londres; Nicholas Bealey, 1994). 10.Schlesinger, "New Instabilities, New Priorities", 20; Manfred Mols, "Bewegungen in der amerikanischen Lateinamerika-Politik", en Europa-Archiv 16/49 (1994), pp. 484-490. 11.Viron L. Vaky y Heraldo Muñoz, The Future of the Organization of American States (Nueva York; Twentieth Century Fund, 1993). 12.George Friedmann y Meredith LeBard, The Coming War with Japan (Nueva York; St. Martin's Press, 1991); Jeffrey T. Bergner, The New Superpowers; Germany, Japan the U.S. and the New World Order (Nueva York; St. Martin's Press, 1991); David Halberstam, The Next Century (Nueva York; William Morrow and Company, 1991). 62 13.Kay Möller, "China in Ostasien: Die Renaisance der Pax sinica", en Albrecht Zunker, ed., Weltordnung oder Chaos: Beiträge zur internationalen Politik, Festschrift zum 75. Geburtstag von Professor Dr. Klaus Ritter (Baden-Baden; Nomos Verlagsgesellschaft, 1993). 14.LeRoy A. Bennett, International Organizations: Principles and Issues, 3rd. ed. (Englewood Cliffs, N.J.; Prentice Hall, 1984), p. 289. Bennet se refiere de manera directa a las organizaciones regionales, pero su definición se aplica también a la integración. 15.Esta noción de legitimidad difiere del concepto weberiano relacionado con la credibilidad y la aceptación de diferentes tipos de liderazgo político. 16. Jean-Jacques Servan-Schreiber, Le défi américain (Paris; Denoel, 1967). 17.Daniel Frei, "Integrationsprozesse. Theoretische Erkenntnisse und praktische Folgerungen", en Werner Weidenfeld, ed., Die Identität Europas (Bonn; Bundeszentrale für Politische Bildung, 1985), pp. 113-131. 18.Hans Christoph Rieger, ASEAN Economic Co-operation Handbook (Singapur; ISEAS, 1991). 19.Peter H. Smith, "The Politics of Integration: Guidelines for Policy", en Smith, ed., The Challenge of Integration: Europe and the Americas (Miami; North-South Center, 1993), p. 406. 20. William P. Avery, "The Extra-Regional Transfer of Integrative Behavior", International Organization 27, Nº 4 (1973), pp. 549-556. 21. Servan-Schreiber, Le défi américain; Caesar Parreñas, ASEAN im Kräftefeld der Grossmächte (Frankfurt am Main: Peter Lang, 1989); Manfred Mols, Manfred Wilhelmy von Wolff y Hernán Bermedo Gutiérrez, eds., Regionalismus in Lateinamerika und Südostasien: Ein politikwissenschaftlicher Vergleich (Münster and Hamburg; Lit, 1993). 22. Ruth Zimmerling, Externe Einflüsse auf die Integration von Staaten: Zur politikwissenshcaftlichen Theorie regionaler Zusammenschlüsse (Freiburg/München; Verlag Karl Alber, 1991), p. 34. 23. Renate Mayntz y birgitta Nedelmann, "Eigendynamische soziale Prozesse: Anmerkungen zu einem analytischen Paradigma", Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie 39, nº. 4 (1987); pp. 648-668. 24. Philippe C. Schmitter, "A Revised Theory of Regional Integration", en Leon N. Lindberg y Stuart A. Scheingold, eds., Regional Integration: Theory and Research (Cambridge, MA; Harvard University Press, 1971), pp. 232-264. 25. Elfriede Regelsberger, "Whither Europe?", en Smith, ed., The Challenge of Integration. 26. Regelsberger, "Whither Europe?", p. 89. 27. Información del 'Deutsch-Südamerikanische Bank' de Hamburgo, marzo de 1993. (Ver también Tabla A-2 del Apéndice). 28. Thanat Khoman, "ASEAN: Concepción y Evolución", en Kernial Singh Sandhu et al, eds., The ASEAN Reader (Singapur; Institute of Southeast Asian Studies, 1992), p. xix. 29. Edward y Regelsberger, Europe´s Global Links. 63 30. Regelsberger, "Whither Europe?", p. 80. 31. Mols, Integration und Kooperation in zwei Kontinenten. 32. Guillermo Ondarts, "La nueva integración", Integración Latinoamericana 17, nº. 175 (1992), pp. 3-12, Norman D. Palmer, The New Regionalism in Asia and the Pacific (Massachusetts; Lexington Books, 1992); Janadas Devan, Southeast Asia: Challenges of the 21st. Century (Singapur: ISEAS, 1994). 33. Chong Li Choy, Open Self-Reliant Regionalism: Power for ASEAN Development, Artículo Ocasional nº. 65 (Singapur; ISEAS, 1981), pp. 40, 45. 34. Stephen Krasner, ed., International Regimes (Ithaca; Cornell University Press, 1983). 35. Ondarts, "La nueva integración". 36. Woods, Asia-Pacific Diplomacy. 37. Martin Holland, European Integration: From Community to Union (Londres; Pinter Publisher, 1994), p. 50 y passim; Elfriede Regelsberger, "Europäische Politische Zusammenarbeit: Gemeinsame Auben und Sicherheitspolitik", en Werner Weidenfeld y Wolfgang Wessels, eds., Europa von A-Z: Taschenbuch der Europäischen Integration (Bonn; Bundeszentrale für politische Bildung, 1992), pp. 166-172. 38. Hernán Bermedo Gutiérrez, Manfred Wilhelmy von Wolff y Evamaria Berg, Politische Systeme, Kooperation und Integration: Lateinamerika und die Länder der ASEAN", en Manfred Mols et al, eds., Regionalismus in Lateinamerika und Südostasien. 39. Parece existir una analogía con el origen del sistema estatal moderno. Cuando el sistema estatal europeo comienza, en los siglos XVI y XVII, un territorio era considerado independiente (sin importar si era gobernado por un príncipe o se hubiera organizado como república) al recibir el reconocimiento de su soberanía de parte de sus pares; es decir, debía ser reconocido por otros gobernantes y poderes. 40.Ian Clark, The Hierarchy of States: Reform and Resistance in the International Order (Nueva York; Cambridge University Press, 1993). 41.C. Fred Bergsten et al, A Vision for APEC: Towards an Asia-Pacific Economic Community, Informe del Grupo de Personas Eminentes (Singapur; Secretariado de la APEC, 1993); C. Fred Bergsten et. al., Achieving the APEC Vision: Free and Open Trade in the Asia-Pacific, Segundo Informe del Grupo de Personas Eminentes (Singapur; Secretariado de la APEC, 1994). 64 CAPITULO TRES LOS ESTADOS UNIDOS, LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y LA REFORMULACIÓN DEL ORDEN INTERNACIONAL Peter H. Smith Las radicales transformaciones del orden internacional que se dieron a finales de la década de los 80 trajeron consigo una era de optimismo, esperanza... e incertidumbre. La caída del Muro de Berlín, la reunificación de Alemania, la liberación de Europa del Este, la consolidación de la estabilidad entre las superpotencias y la implosión final de la Unión Soviética dieron como resultado un final súbito a las hostilidades de la Guerra Fría. Estos acontecimientos tuvieron consecuencias de largo alcance no sólo para Europa, sino también para otras partes del mundo y, en términos más generales, para el sistema internacional mismo. Sin embargo, la forma y el contenido de estas ramificaciones no eran nada claras. Igualmente incierto era el impacto de los acontecimientos globales en las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina. ¿Qué tipo de política adoptarían los Estados Unidos en relación con el Hemisferio Occidental? ¿Qué opciones tendrían a su alcance las naciones latinoamericanas? ¿Cuáles serían las perspectivas de una integración regional de todo el continente americano? y, finalmente, ¿qué consecuencias podrían tener las respuestas a las anteriores preguntas en el surgimiento del nuevo orden mundial? El presente capítulo presenta una serie de consideraciones sobre los anteriores temas. Comienza con una revisión de las transformaciones que ha sufrido el sistema internacional, incluyendo las relaciones dentro del Hemisferio 65 Occidental; describe a grandes rasgos la política más reciente de los Estados Unidos hacia América Latina; y concluye haciendo algunas reflexiones acerca de las posibles situaciones que pudieran surgir en el escenario mundial. En última instancia, este capítulo es un esfuerzo por explorar -aunque sea de manera hipotética- las relaciones entre los diferentes procesos de integración regional en el continente americano y en el resto del mundo. LOS ESTADOS UNIDOS Y EL MUNDO DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA El fin de la Guerra Fría no sólo puso punto final a varias décadas de hostilidad entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. También entrañó el fin de una serie de entendimientos tácitos acerca de la manera de conducir las relaciones internacionales. Si bien hubo erupciones ocasionales de hostilidad armada en la periferia global, en áreas a las que se dio el nombre genérico del "Tercer Mundo", las superpotencias rivales de la Guerra Fría evitaron a toda costa una confrontación directa. La razón central de este comportamiento tan prudente era, desde luego, el hecho de que tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética poseían arsenales nucleares de capacidad mutuamente disuasiva. Cualquier confrontación directa entre las superpotencias traía aparejado el riesgo de un posible intercambio nuclear, algo que ninguna de las dos partes podía permitirse. Esto llevó a un resultado contraintuitivo: los contrincantes principales no podían jamás involucrarse en un conflicto abierto. Independientemente de sus excesos y ambigüedades, la Guerra Fría estableció un juego de reglas informales bastante claro y eficaz, en cuyo marco se llevaron a cabo el diálogo y la interacción internacionales.1 66 Otro cambio, simultáneo, de mayor duración y quizás de consecuencias más importantes, fue la transición de una distribución bipolar del poder a una estructura multipolar. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos generaban más de la mitad del total de la producción manufacturera mundial, producía más de un tercio del total mundial de todos los bienes y servicios y tenía casi dos terceras partes del total de las reservas mundiales de oro. En términos económicos, como ha escrito el historiador Paul Kennedy, "el mundo les pertenecía".2 Entre tanto, la Unión Soviética, con su poderoso Ejército Rojo, se había convertido en un gigante militar. Para 1949, la U.R.S.S. había desarrollado su propia bomba atómica, acabando así con el monopolio de los Estados Unidos. En 1950, los Estados Unidos gastaron alrededor de 14,500 millones de dólares en defensa, con una fuerza militar de 1.4 millones de soldados; la U.R.S.S. gastó alrededor de 15,500 millones de dólares, con un ejército de 4.3 millones. Prevalecía la bipolaridad. Los cimientos objetivos de la hegemonía de estas dos potencias comenzaron a desaparecer conforme otros países pudieron ir recobrándose de la devastación económica de la Segunda Guerra Mundial. Como muestran los datos del Producto Interno Bruto y de tamaño de las poblaciones (o de los mercados) en la Tabla 3.1, la relativa supremacía de los Estados Unidos sufrió un constante retroceso desde la década de los 50 hasta la de los 90. Las naciones europeas aliadas dieron grandes pasos durante los 50 y 60 gracias, en parte, a la asistencia recibida de los Estados Unidos conforme al Plan Marshall, logrando consolidar su posición por medio de la formación y expansión de la Comunidad Económica Europea. Estimulado al principio por la Guerra de Corea y guiado posteriormente por una firme política gubernamental, Japón entró a las filas de las naciones industrialmente avanzadas durante los 60 y 70. Y la República Popular de China, postrada en 1950 tras años de ocupación japonesa y décadas 67 de guerras civiles, adoptó una serie de reformas económicas a finales de los 70 que transformaron al país en una rápidamente emergente potencia económica de calibre mundial. Parafraseando a Henry Luce en su célebre frase, desbordante de optimismo, acerca del "siglo estadounidense", muchos observadores empezaron a ver al mundo al borde de un "siglo del Pacífico". La dispersión del poder global que se dio entre los 50 y los 80 recibió aún más ímpetu con el surgimiento del Tercer Mundo, fenómeno que trajo a escena a muchos nuevos participantes en el juego internacional. De 1943 a 1989, conforme los imperios europeos fueron sucumbiendo uno a uno a procesos de "descolonización", no menos de noventa y seis países adquirieron su independencia y pasaron a formar parte de la comunidad mundial de naciones. Y en tanto que el Tercer Mundo se convertía en uno de los principales campos de batalla de la Guerra Fría, los miembros del Movimiento de Países No Alineados llevaron a cabo esfuerzos deliberados para resistirse al dominio de las grandes superpotencias. Apoyados en su gran número, los países del Tercer Mundo ejercieron considerable influencia e independencia en los foros globales. En la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, por ejemplo, los delegados de países del Tercer Mundo votaron en favor de las posiciones asumidas por los Estados Unidos en alrededor de un 70 por ciento de las instancias en la década de los 50; hacia los años 70, el porcentaje correspondiente había descendido a un 30 por ciento y para los 80 representaba tan solo un 20 por ciento. 68 Tabla 3.1 Producto Interno Bruto y tamaño de la población: principales potencias mundiales, 1950-1990 1950a 1970 ___________________ __________________ PIB 1990 __________________ Población PIB Población PIB Población (en miles de (en millones) (en miles de (en millones) (en miles de (en millones) millones de dólares de E.U.) millones de dólares de E.U.) _______ millones de dólares E.U.) _______ _______ _______ _______ Estados Unidos 381 152.3 1,011.6 204.8 5,392.2 250.0 Unión Soviéticab 126 211.4 230.5 241.8 1,259.3 289.0 Reino Unido 71 50.0 106.5 55.7 975.2 57.4 Italia 29 45.7 107.5 53.7 1,090.8 57.7 Francia 50 41.5 142.9 50.8 1,190.8 56.4 Alemania 48 67.9 184.5 61.6 1,574.3 79.5 ... ... 499.4 189.3 5,996.7 344.8 Japón 32 80.5 203.7 103.5 2,942.9 123.5 China 33 463.5 93.2 750.0 364.9 1,133.7 _______ Comunidad Europeac aLos datos económicos para 1950 están expresados en dólares de 1964; algunos se refieren al PNB y no al PIB. bLa Unión Soviética se disolvió en 1991. cFormada en 1957, la Comunidad Económica Europea tenía seis miembros en 1970: Bélgica, Francia, Alemania Occidental, Italia, Luxemburgo y Holanda; para 1990, la Comunidad Europea tenía doce miembros, tras el ingreso de Dinamarca, Irlanda, Grecia, España, Portugal y el Reino Unido (Alemania Oriental pasó a ser parte de Alemania después de la reunificación de 1990); en 1993, la Comunidad Europea fue rebautizada como Unión Europea. Fuente: Paul Kennedy, The Rise and Fall of World Powers, p. 369; Banco Mundial, World Development Report 1992: Development and the Environment (Nueva York; Oxford University Press, 1992), tablas 1 y 3, pp. 218-19 y 222-223; Banco Mundial, World Development Report 1993: Investing in Health (Nueva York; Oxford University Press, 1993), tabla 3, pp. 242-243; Unidad de Inteligencia del Economist, USSR Country Report 1991, p. 4; Satwar Lateef, Economic Growth in China and India 1950-1980, vol. 2 (Londres; Unidad de Inteligencia del Economist, 1976), p. 4; World Almanac and Book of Facts 1950, 1970. El efecto acumulativo de las anteriores tendencias fue la transformación de la forma y la estructura del sistema internacional. En cierto sentido, la recuperación de las potencias europeas, especialmente en Europa Occidental, favoreció la restauración del balance histórico y estructural de poder existente en 69 la década de los 20 y 30; a la luz de esto, la supremacía de los Estados Unidos estaba destinada a ser un fenómeno temporal. La aparición del Tercer Mundo, por otra parte, representó un acontecimiento enteramente novedoso, cuyos efectos inmediatos fueron una mayor diseminación del poder y un aumento sin precedentes del nivel de complejidad en la escena política mundial. En combinación, las anteriores tendencias apuntaron hacia un resultado económico y político inequívoco: el declive de la hegemonía de los Estados Unidos a escala mundial. Al mismo tiempo, los Estados Unidos lograron consolidar e, inclusive, hacer crecer su preponderancia militar. En este renglón, la desaparición de la Unión Soviética como rival militar permitió a los Estados Unidos gozar de un "momento unipolar" de superioridad incuestionada, según pudo comprobarse con su devastador desempeño durante la Operación Tormenta del Desierto, dirigida contra el Iraq de Saddam Hussein.3 Aunque fuera de manera temporal, el mundo se halló ante un desfase entre la distribución global del poder económico (que había evolucionado hasta convertirse en una situación claramente multipolar) y la distribución del poder militar (que había evolucionado hasta convertirse en unipolar). Para mediados de la década de los 90, no estaba nada claro si el mundo posterior a la Guerra Fría lograría encontrar un código de comportamiento internacional. La situación era muy confusa. Joseph A. Nye, Jr. escribía, en 1992: "No hay jerarquía alguna que describa adecuadamente una situación política mundial que involucre estructuras múltiples. La distribución del poder en el marco de la política mundial se ha convertido en algo así como un pastel de múltiples capas. La capa militar superior es fundamentalmente unipolar, ya que no existe poder militar alguno que pueda compararse con el de los Estados Unidos. La capa económica intermedia es tripolar y lo ha sido por espacio de dos décadas. 70 La capa inferior de la interdependencia transnacional exhibe una difusión del poder".4 Una de las consecuencias de esta configuración ha sido la ausencia de un juego de reglas firme o, al menos, ampliamente comprendido. En comparación con los períodos anteriores, el mundo posterior a la Guerra Fría se ha desenvuelto en un entorno "sin ley". Esta circunstancia ha tenido efectos encontrados: por una parte, ha desalentado la cooperación internacional; por la otra, ha justificado muchos esfuerzos en este sentido. Los Estados Unidos y América Latina: ¿recuperación de la hegemonía? Si bien los Estados Unidos estaban perdiendo su hegemonía global en el escenario mundial, al mismo tiempo se hallaban reafirmando su hegemonía regional dentro del escenario hemisférico. Si bien algunos estudiosos sostienen que es detectable un declive "profundo y fundamental" en la preponderancia de los Estados Unidos dentro del continente americano5, el registro histórico revela tres puntos fundamentales: primero, los Estados Unidos ejercieron un alto y constante grado de dominio hegemónico sobre el Hemisferio Occidental desde la década de los 50 hasta la de los 90; segundo, dentro de este patrón global, la hegemonía de los Estados Unidos sufrió un ligero declive entre los 60 y los 80; y tercero, aun dentro de este patrón global, la hegemonía de los Estados Unidos alcanzó su punto más alto entre mediados de los 80 y mediados de los 90. En otras palabras, desde la Segunda Guerra Mundial, la tendencia general ha apuntado siempre a que los Estados Unidos ejerzan un mayor grado de influencia sobre los países latinoamericanos, si bien este nivel de influencia ha mostrado cierta oscilación (ascendente, descendente, ascendente) desde mediados de la década de los 50 hasta la época actual. 71 En apoyo a esta interpretación, la Tabla 3.2 muestra datos relativos al Producto Interno Bruto (PIB) y al tamaño de la población para países clave de América Latina, para la región tomada como una entidad completa y para los Estados Unidos. Como se observa, las diferencias en las trayectorias demográficas son apabullantes: la población total de América Latina y la de los Estados Unidos eran casi del mismo tamaño en 1950: poco más de 150 millones de habitantes; pero para 1990 la población de América Latina era casi un 75 por ciento mayor a la estadounidense: 436 millones contra 250 millones. Sin embargo, la productividad económica de los Estados Unidos siempre ha superado avasalladoramente a la de América Latina, considerada como región: el PIB de los Estados Unidos era más de siete veces mayor al de América Latina en 1950; siete veces mayor en 1970; y más de cinco veces superior para 1990. En 1950, el PIB de los Estados Unidos era 30 veces superior al de Argentina, 33 veces superior al de Brasil, 37 veces mayor que el de México; para 1990, el PIB de los Estados Unidos era 58 veces superior al de Argentina, 13 veces mayor que el de Brasil y 23 veces más grande que el de México. Dentro de la comunidad global, según se muestra en la Tabla 3.1, los Estados Unidos habían perdido mucho terreno en relación con otras potencias importantes entre la década de los 50 y la de los 90; dentro del Hemisferio Occidental, por el contrario, los Estados Unidos consiguieron preponderancia relativa.6 72 mantener su posición de Tabla 3.2. Producto Interno Bruto y tamaño de la población: América Latina y los Estados Unidos, 1950-1990 1950 1970 1990 _________________________ _________________________ _______________________ Argentina Brasil Chile Colombia México Perú Venezuela América Latina Estados Unidos PIB (en miles de millones de dólares de E.U.) Población (en millones) ______________ _________ ______________ 9.5 8.8 2.6 2.0 7.8 1.5 4.6 40.9 287.0 17.1 52.2 6.1 11.3 25.8 8.0 5.0 155.1 152.3 PIB (en miles de millones de dólares de E.U.) 20.5 35.5 8.2 7.2 35.5 7.2 13.4 143.9 1,011.5 Población (en millones) PIB (en miles de millones de dólares de E.U.) Población (en millones) _________ ______________ _________ 23.8 92.5 9.4 20.5 50.7 13.5 10.3 269.0 204.8 93.3 414.1 27.8 41.4 237.8 36.6 48.3 1,015.2 5,392.2 32.3 150.4 13.2 33.0 86.2 22.3 19.7 435.7 250.0 Fuente: James W. Wilkie, Carlos Alberto Contreras y Christof Anders Weber (eds.), Statistical Abstract of Latin America 30 (Los Angeles; UCLA Latin American Center, 1993), parte 1, tablas 601-623, pp. 106-117 y parte 2, tabla 3423, pp. 1240-41; Banco Mundial, World Development Report 1993: Investing in Health (Nueva York; Oxford University Press, 1993), tabla 3, pp. 242-243; y el Economic Report of the President, diversos años. 73 Existe una situación semejante si se toman los datos relativos al intercambio comercial. La Tabla 3.3 presenta información sobre los principales socios comerciales de los países latinoamericanos en 1990. La estadísticas brindan muchos datos esclarecedores. Uno, quizás el más significativo, es el hecho de que los Estados Unidos eran entonces el mayor socio comercial individual para todos y cada uno de los países de esta región. En segundo lugar, se aprecia una presencia importante de la Comunidad Europea, especialmente en relación con países del Cono Sur (Argentina, Brasil y Chile), con quien el intercambio era superior al sostenido con los Estados Unidos. En tercer lugar, destaca el retraimiento de la Unión Soviética, país que para 1990 ostentaba tan solo una participación minúscula en el intercambio comercial de América Latina: habiendo sido el mayor socio comercial de Argentina en los 80, dada la magnitud de sus compras de trigo, la antigua Unión Soviética desapareció del panorama. Finalmente, los datos reflejan el surgimiento de Japón como socio comercial de América Latina: para principios de la década de los 90, las tendencias indicaban que Japón se convertiría en el cliente más grande de Chile. Basándose en los mismos datos, sin embargo, no se aprecia la posibilidad de que Japón desplace o compita siquiera con el papel de los Estados Unidos en la región. 74 Tabla 3.3. Principales socios comerciales de América Latina: seleccionados, 1990. Socios (% de participación en el intercambio comercial) países Europa ______________________ Estados Unidos _______ Reino Unido _______ Alemania Comunidad Europea _______ ________ Japón URSS ______ _____ Cuenca del Caribe: Colombia Exportaciones Importaciones 45.8 37.7 1.9 2.6 9.8 7.4 26.2 20.2 3.9 9.3 1.3 0.2 México Exportaciones Importaciones 73.1 70.8 0.8 1.2 1.5 4.5 10.2 12.6 5.4 5.1 0.2 0.03 Venezuela Exportaciones Importaciones 54.7 44.5 1.0 4.0 5.3 8.7 12.3 29.7 3.4 4.7 0.01 0.2 Argentina Exportaciones Importaciones 13.8 21.5 1.5 1.0 5.2 10.0 30.5 27.4 3.2 3.3 4.0 0.3 Brasil Exportaciones Importaciones 23.4 21.1 3.4 2.0 6.6 8.6 30.9 20.6 8.3 6.0 0.9 0.3 Chile Exportaciones Importaciones 16.9 19.2 4.6 2.9 10.9 6.9 34.7 19.8 14.6 7.0 0.2 0.6 Perú Exportaciones Importaciones 22.2 30.4 5.6 2.7 6.9 7.1 28.5 19.9 12.9 14.2 1.1 0.1 Sudamérica: Fuente: Wilkie et. al. (eds.), Statistical Abstracts of Latin America, 30, parte 2, tablas 2602 y 2612-2633, pp. 850-852 y 862-923. 75 El contacto comercial con los Estados Unidos fue de gran importancia para las naciones de América Latina, pero esta relación no resultó recíproca. Como participación del intercambio comercial total de los Estados Unidos, el comercio con América Latina dejó de representar entre un 28 y un 35 por ciento (cifras de 1950), para pasar a ser tan solo entre el 12 y el 14 por ciento para mediados de los 70, quedando más o menos estancado en estos niveles hasta la actualidad. Para principios de los 90, aproximadamente la mitad del intercambio comercial que Estados Unidos sostenía con América Latina lo tenía con México, consolidándose este país como el tercer socio comercial de los Estados Unidos (después de Canadá y el Japón).7 Fuera de México, el intercambio comercial con América Latina no resultaba muy importante para los Estados Unidos e incluso era mucho menos importante de lo que había llegado a ser en la década de los 50.8 Los patrones de inversión también reflejaron un declive en la importancia relativa de América Latina. De acuerdo con la Tabla 3.4, América Latina absorbía bastante más de una tercera parte de la inversión directa de los Estados Unidos en el extranjero en 1950. Para 1970, América Latina recibió menos de la mitad de ese porcentaje (16 por ciento) y para 1990 la cifra correspondiente había bajado a menos de un 10 por ciento. Europa Occidental, Canadá y "otras" regiones, especialmente Asia y la Cuenca del Pacífico estaban recibiendo cantidades significativamente mayores de la inversión directa estadounidense que las recibidas por América Latina. Ciertamente, el valor absoluto de las inversiones que los Estados Unidos hicieron en la región representó una cantidad importante; sumando las inversiones hechas en el Caribe anglo-parlante (especialmente en Bermudas), las cifras correspondientes a 1990 ascienden de 41,800 millones de dólares a 71,600 millones de dólares. Dentro del marco global, sin embargo, América Latina resultó mucho menos 76 importante para los Estados Unidos que otras regiones y mucho menos importante de lo que llegó a ser en los años inmediatamente posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. Tabla 3.4. Inversión Extranjera Directa de los Estados Unidos por región, 1950-1990 1950 _____________ En miles de millones de dólares de E.U. % ____________ ___ Región 1970 1990 _______________ ________________ En miles millones de dólares de E.U. % ____________ ___ En miles millones de dólares de E.U. ______________ % ___ América Latina 4.4 37.7 12.3 15.7 41.8 9.9 Europa Occidental 1.7 14.7 24.5 31.2 211.2 49.8 Canadá 3.6 30.4 22.8 29.2 67.0 15.8 Otrosa 2.0 17.2 18.6 23.8 104.1 24.5 11.8 100.0 78.2 99.9 424.1 100.0 Totalesb aIncluye a Asia y la Cuenca del Pacífico, África, el Medio Oriente y el Caribe no-hispano. bLos totales podrían no coincidir por efecto del redondeo de cifras. Fuente: Departamento de Comercio de los Estados Unidos, Historical Statistics of the United States, Colonial Times to 1970, parte 2 (Washington, DC; Oficina de Impresión del Gobierno, 1975), serie U 41-46, p. 870; y Departamento de Comercio de los Estados Unidos, Statistical Abstract of the United States, 1993 (Washington; Oficina de Impresión del Gobierno, 1993), p. 801. Este declive general de la importancia económica de América Latina hizo aumentar su disparidad respecto a los Estados Unidos. En comparación con lo que ocurría en otros períodos, las tendencias observadas en el intercambio comercial y la inversión evidenciaron que los Estados Unidos tuvieron menos intereses en juego en su trato con América Latina en un momento en el que 77 América Latina tenía más intereses en juego en su trato con los Estados Unidos. Esta creciente asimetría dio a Washington una posición sumamente favorable en relación con los países de la región. En un grado importante, el resurgimiento de la hegemonía de los Estados Unidos en el Hemisferio Occidental se dio como resultado de una sistemática retirada de sus rivales extra-hemisféricos. En este respecto, los Estados Unidos pudieron reafirmar su hegemonía en ausencia de competidores. Esta situación se dio no tanto porque el final de la Guerra Fría estimulara a los Estados Unidos a hacer algo particularmente atrevido, innovador o eficaz; ocurrió porque las potencias externas se retiraron del continente americano y enfocaron su atención en otras regiones. La Comunidad Europea se concentró en la rehabilitación y reincorporación de Europa del Este; la Unión Soviética se retiró y luego se colapso, dejando en su lugar a una Rusia con enormes retos internos; Japón, siempre preocupado de su relación con los Estados Unidos (y ocupado también con sus propios problemas económicos), se mostró reticente a acelerar su involucramiento en el hemisferio; y China, a pesar de sus enormes zancadas hacia el crecimiento económico, no se hallaba aún en posición de plantearse una estrategia agresiva en relación con América Latina. En este estado de cosas, no había competidores para los Estados Unidos y, como resultado de ello, la supremacía de este país en el continente americano adquirió una dimensión completa y carente de rivalidades. LA POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA: LA PROMOCIÓN DEL LIBRE COMERCIO Inicialmente, no estaba claro cuál sería el impacto del fin de la Guerra Fría en la política de los Estados Unidos hacia América Latina. Algunos observadores sostenían que Washington debería proponerse "redescubrir" a 78 América Latina y desarrollar una armonía natural de intereses económicos y sociales.9 Otros predijeron que, en ausencia del conflicto Este-Oeste, los Estados Unidos dejarían de preocuparse de América Latina. Jorge Castañeda escribió en alguna ocasión: Paradójicamente, después de muchos años de preocuparse por el excesivo involucramiento de los Estados Unidos en sus asuntos internos, América Latina podría muy pronto comenzar a sufrir por la indiferencia de los mismos Estados Unidos, situación que vendría a agravar la relativa falta de interés tradicional que el resto del mundo siempre ha tenido en la región. Conforme se desvanecen las motivaciones geopolíticas de la política de los Estados Unidos hacia América Latina, es posible que también el componente económico se reduzca. El hemisferio muy bien podría enfrentar la perspectiva de una "africanización", lo que en términos prácticos significaría una condena a vivir en los márgenes del mundo financiero y de los flujos comerciales y también, inevitablemente, en el olvido y la irrelevancia. La región podría llegar a verse atrapada en una pugna perversa y contradictoria entre nuevas formas de intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de América Latina y nuevas expresiones de indiferencia de su parte y del mundo en general hacia sus necesidades.10 En ausencia de la Guerra Fría, América Latina podría tener que enfrentar la amenaza de la marginación. Fue el estado de la economía mundial (y la de los Estados Unidos, en particular) lo que en última instancia llevó a Washington a promover la adopción de políticas de "libre comercio" en el continente americano. La motivación fue la de desarrollar mercados en expansión para las exportaciones de los Estados Unidos, mejorar la eficiencia de los procesos de manufactura estadounidenses (fundamentalmente mediante la obtención de acceso a un mercado de mano de 79 obra barata) y, en diferentes maneras, fortalecer la "competitividad" de los Estados Unidos en la economía internacional. La integración regional del continente americano también fortalecería a Washington en sus negociaciones con Europa, Japón y otras potencias económicas. En 1990, los Estados Unidos abrieron negociaciones formales con Canadá y México para la creación de un área norteamericana de libre comercio. Asimismo, a mediados de 1990, el entonces presidente estadounidense George Bush propuso el desarrollo de una zona de libre comercio que abarcara a todo el Hemisferio Occidental. Sosteniendo que "la prosperidad de nuestro hemisferio depende del comercio y no de la ayuda económica", Bush proclamó: "Con el fin de expandir el intercambio comercial, propongo que nos comprometamos con la creación de una zona hemisférica de libre comercio... debemos sumarnos a las tendencias mundiales observables, que apuntan hacia el establecimiento de mercados libres, tomando como nuestro objetivo final el establecimiento de un sistema de libre comercio que abarque a todo el continente americano: Norte, Centro y Sudamérica. Esperamos ver el día en el que no sólo el continente americano sea el primer hemisferio completamente libre y democrático, sino que esté integrado por socios en igualdad de circunstancias, partícipes en una zona de libre comercio que abarque desde el puerto de Anchorage hasta Tierra del Fuego..." Acorde con lo anterior, el Presidente continuó: "El día de hoy, anuncio que los Estados Unidos están listos para establecer pactos de libre comercio con otros mercados de América Latina y el Caribe y en particular con los grupos de países que se han asociado con fines de promover la liberalización comercial. El primer paso en este proceso consiste en establecer un acuerdo con 80 México, pero el objetivo a largo plazo es el de lograr un pacto que abarque a todo el continente americano".11 Libre Comercio en Norteamérica Presentado por primera vez en agosto de 1992, el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) fue firmado ese mismo octubre por líderes de los tres países en San Antonio, Texas, justo a la mitad de las campañas presidenciales en los Estados Unidos. Después de su ratificación por las legislaturas de los tres gobiernos, entró en efecto el 1º de enero de 1994. Partiendo de la base de un acuerdo bilateral de libre comercio entre Canadá y los Estados Unidos (aprobado en 1988 y cuya vigencia empezó a correr en enero de 1989), el NAFTA creó uno de los bloques comerciales más grandes del mundo, con una población de 370 millones en 1992 y una producción económica combinada de unos 6 billones de dólares (trillones estadounidenses). El NAFTA promueve el libre tránsito de bienes entre los países miembros, mediante la eliminación de impuestos a la importación, de aranceles y barreras al comercio en un lapso de quince años. El sesenta y cinco por ciento de los bienes que producen los Estados Unidos obtuvieron un status de exención de impuestos a la importación inmediatamente o en un lapso de cinco años; la mitad de los productos agrícolas exportados a México pasaron inmediatamente a estar exentos de impuestos de importación. Se contemplaron excepciones especiales para ciertos productos agrícolas "de alta sensibilidad", ya que el sector agrícola es, típicamente, uno de los sectores que más resistencia oponen a la integración; la eliminación de aranceles para el maíz y los frijoles secos en México y para el jugo de naranja y el azúcar en los Estados Unidos se extendería hasta el año 2009. Los aranceles sobre todos los automóviles dentro de América del Norte quedarían eliminados en un lapso de diez años, pero las reglas de origen 81 estipulaban que el contenido local de los mismos debía ser de, al menos, un 62.5 por ciento para que se aplicara la regla. No resultó, pues, sorprendente que los voceros de muchos gobiernos asiáticos tildaran esta cláusula de "altamente proteccionista" y de ser un intento disfrazado por excluir a las industrias y productos japoneses del mercado norteamericano. El NAFTA abrió a México a la inversión procedente de los Estados Unidos en muchas formas. Conforme al tratado, los bancos y las instituciones financieras de los Estados Unidos podían establecer sucursales en México y los ciudadanos estadounidenses podían invertir en instituciones mexicanas de banca y seguros. Aunque México continuó prohibiendo la propiedad extranjera en materia de campos petroleros, tal y como lo establece su Constitución, las compañías estadounidenses fueron autorizadas para competir por contratos de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y para operar, en términos generales, conforme a las mismas reglas con las que operan las compañías mexicanas. Hubo un tema que brilló por su ausencia: con la salvedad de una estipulación de alcances muy estrechos para el intercambio de ejecutivos corporativos y profesionales muy selectos, el tratado no hacía referencia alguna a la migración en gran escala de trabajadores. El constante flujo de "trabajadores indocumentados" de México a los Estados Unidos continuó siendo una fuente importante de conflicto en la relación bilateral. Sabiendo probablemente que no había espacio de maniobra que permitiera alcanzar una solución aceptable para todas las partes, los negociadores del NAFTA prefirieron evitar el tema en su totalidad. Esto, desde luego, no hace que el asunto desaparezca. El NAFTA provocó una acalorada discusión dentro de los Estados Unidos (y, en menor medida, dentro de Canadá, en donde los movimientos laborales organizados y los pequeños empresarios ya estaban sintiendo los efectos negativos del acuerdo Estados Unidos-Canadá). Al calor de la campaña 82 presidencial de 1992, el candidato Demócrata a la presidencia, Bill Clinton, se comprometió a apoyar el NAFTA a condición de que hubiera salvaguardas eficaces para la protección ambiental y de los derechos de los trabajadores; en septiembre de 1993, los gobiernos suscribieron acuerdos "complementarios" o paralelos sobre los temas laboral y ambiental. Conforme el Congreso de los Estados Unidos se aprestaba a someter a votación la ratificación del Tratado, éste pasó a ocupar el centro del escenario político. El millonario tejano (y alguna vez aspirante a la Presidencia) Ross Perot se puso al frente de la embestida contra el tratado, sosteniendo que el NAFTA alentaría a las empresas a buscar beneficiarse con el bajo costo de la mano de obra mexicana, provocando así la pérdida de millones de puestos de trabajo para los obreros estadounidenses. Los partidarios del NAFTA insistieron en que el Tratado estimularía las exportaciones de productos estadounidenses, logrando alcanzar economías de escala y mejorando la competitividad de los Estados Unidos. Dejando de lado a la vociferosa oposición al Tratado por parte del movimiento laboral organizado, que constituye un bastión tradicional de apoyo para los Demócratas, Clinton se dedicó a promover el Tratado infatigablemente. Y después de que Perot flaqueó visiblemente en el curso de un memorable debate televisivo con el Vicepresidente Al Gore, la Cámara Baja finalmente aprobó el NAFTA por un sorprendente margen de 234-200; el Senado hizo otro tanto, con un resultado de 61-38. En su forma final, el NAFTA presenta cuatro características sobresalientes. Uno de ellas es su compromiso implícito con la integración económica regional. A pesar de su nombre, el NAFTA (North American Free Trade Agreement o Tratado Norteamericano de Libre Comercio) no está abocado primordialmente a lograr un "libre comercio". Para 1990, las barreras arancelarias y aun las no arancelarias que existían para el intercambio comercial 83 entre Estados Unidos y México ya eran bastante bajas. El NAFTA se preocupa, sobre todo, por brindar un marco para la inversión. Al obtener un acceso preferencial a los mercados de los Estados Unidos y un "sello de aprobación" formal por medio del NAFTA, lo que México se propone conseguir es atraer flujos importantes de inversión extranjera directa, no sólo de los Estados Unidos, sino también de Japón y de Europa. Al obtener un acceso sin obstáculos al mercado laboral mexicano (de bajo costo, pero altamente capacitado), lo que los Estados Unidos se proponen conseguir es crear una plataforma de exportación para sus bienes manufacturados, mejorando así su competitividad en la economía global. Por las anteriores razones, el NAFTA incluye secciones sumamente detalladas sobre inversión, competencia, telecomunicaciones y servicios financieros. El comercio es apenas una parte del todo contemplado. De manera implícita, el NAFTA se propone una forma de integración considerablemente más profunda de lo que su nombre sugiere. En segundo término, el NAFTA es esencialmente un acuerdo intergubernamental. A diferencia de la Comunidad Europea (más tarde rebautizada como Unión Europea), en la que se creó una estructura compleja para asegurar un gobierno con autoridad supranacional genuina, el NAFTA se apoya en negociaciones y consensos presupuestos entre gobiernos nacionales. El NAFTA no entraña ninguna delegación de la soberanía política de sus miembros, tal y como ocurre en el caso europeo. El resultado es una inconsistencia, sostienen algunos, entre el nivel relativamente "profundo" de la integración económica contemplado por el NAFTA y su nivel claramente "superficial" de integración política. Pudiera ser que esta discrepancia pueda, o bien paralizar los procesos de integración económica y/o ejercer una enorme presión en favor del establecimiento de una autoridad supranacional que, en sí misma, se podría convertir en un instrumento de afirmación de la hegemonía de los Estados 84 Unidos. De una manera o de otra, parece probable que el NAFTA tenga que acabar por hacer frente a sus propias contradicciones internas. En tercer lugar, el NAFTA contempla de forma explícita la protección del medio ambiente. En su texto original, el NAFTA hacía sólo referencias pasajeras a las preocupaciones ambientales, como en la cláusula que establece que sus países miembros "reconocen que es inapropiado alentar la inversión mediante el relajamiento de medidas domésticas de protección a la salud, a la seguridad o al medio ambiente". Cumpliendo con su compromiso de campaña, sin embargo, el Presidente Clinton inició negociaciones relativas a un acuerdo complementario en marzo de 1993. Las complejidades diplomáticas llevaron a una dilución considerable de la posición estadounidense. El texto final contempla la creación de un secretariado ambiental, tal y como proponía Washington, pero sin el poder de dar inicio a procedimientos para la solución de disputas y el establecimiento de sanciones. Los grupos privados podrían hacer llegar sus querellas al secretariado, dentro de límites cuidadosamente especificados, pero no podrían iniciar acciones legales por su cuenta. La violación de normas quedó definida como "un patrón persistente de incumplimiento... en la aplicación eficaz " de las leyes internas de protección al medio ambiente. (Aun así, el acuerdo reconoce explícitamente la necesidad de un grado de discreción "razonable" en la aplicación de las leyes y el punto de partida para detectar cualquier violación es el 1º de enero de 1994, lo que significa que tomará bastante tiempo acumular un registro de transgresiones "persistente".) La imposición de penas sería la facultad exclusiva de un panel de arbitraje establecido mediante el voto de dos de los tres países y sólo después de un proceso legal prolongado y poco ágil. Al mismo tiempo, conforme a los términos de un acuerdo independiente, la frontera entre Estados Unidos y México recibe una atención especial, sujeta a un Plan Ambiental Integrado. Este es un programa multianual que contempla una intensa 85 cooperación e involucra compromisos de inversión por 460 millones de dólares por parte de México y de 379 millones de dólares por parte de Estados Unidos, con el fin de llevar a cabo una limpieza de la zona fronteriza entre 1993 y 1995. Cualesquiera que sean sus efectos prácticos, las negociaciones del acuerdo paralelo al NAFTA han puesto un punto muy en claro: para la década de los 90, el intercambio comercial y el tema ambiental se hallan ya indisolublemente ligados. Según ha escrito un analista, estos acontecimientos han demostrado con gran claridad que las consideraciones ambientales se han convertido en componente común de la política comercial en la década de los 90, ya que era políticamente imposible contemplar la conclusión exitosa del NAFTA sin la existencia de un convenio complementario sobre el medio ambiente. Por lo tanto, la liberalización comercial ha pasado a ser dependiente de la realización de esfuerzos paralelos para proteger el medio ambiente. No obstante, podría sostenerse que el progreso en materia de protección al medio ambiente se ha hecho, a su vez, dependiente de la liberalización comercial, pues el NAFTA ha hecho que se concentre la atención en problemas tales como la contaminación a lo largo de la frontera entre los Estados Unidos y México, problemas que hubieran sido mucho menos visibles en ausencia de un acuerdo comercial.12 Así se dieron, pues, los términos de la discusión. En lugar de concentrarse en los efectos potencialmente negativos de una promoción ilimitada del comercio y la exportación, la atención se centró en las consecuencias potencialmente constructivas de la negociación de acuerdos de libre comercio, de gobierno a gobierno. Otra característica distintiva del acuerdo norteamericano consiste en que, al igual que otros esquemas de integración de largo plazo, el NAFTA posee 86 una lógica política subyacente. Los Estados Unidos se han propuesto alcanzar diferentes metas. Una de ellas consiste en preservar la estabilidad de su frontera Sur; la idea es que el NAFTA estimule el crecimiento económico de México, eliminando la presión social y fortaleciendo así al régimen político. Un segundo objetivo consiste en asegurar a los Estados Unidos un creciente acceso al petróleo de México, que representa una de las cinco principales fuentes de abasto de ese producto para los Estados Unidos (los embarques de crudo mexicano a finales de la década de los 80 y a principios de la de los 90 representaban alrededor de la mitad de los embarques procedentes de la fuente principal de abastecimiento de crudo de los Estados Unidos: Arabia Saudita). Un tercer propósito de los Estados Unidos es el de obtener una importante posición negociadora en sus tratos comerciales con Europa, Japón y el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT). Por último, los Estados Unidos han querido consolidar el apoyo diplomático de México en lo tocante a su política exterior en general. Como ha quedado demostrado en diferentes situaciones (recuérdese las posiciones encontradas de ambos países en torno a los conflictos centroamericanos), este tema ha sido una fuente continua de tensión bilateral. Pero con el NAFTA en operación, se hace mucho más improbable que México manifieste desacuerdos serios con los Estados Unidos en lo tocante a temas de diplomacia internacional. El mismísimo embajador estadounidense John D. Negroponte manifestó exactamente lo anterior en un memorándum sumamente controvertido (y originalmente confidencial) que hizo llegar a Washington en abril de 1991, dirigido al Secretario de Estado Adjunto Bernard Aronson: "México se encuentra en el proceso de cambiar tanto el contenido como la imagen de su política exterior. Ha abandonado su postura ideológica, nacionalista y proteccionista, en favor de una posición pragmática, abierta y competitiva de cara a los asuntos mundiales... La propuesta de un TLC (Tratado de Libre Comercio) 87 es, de cierto modo, la corona de estas nuevas posturas políticas. Desde la perspectiva de las relaciones exteriores, un TLC institucionalizaría la aceptación, por parte de México, de una orientación norteamericana de su política exterior". (Cursivas propias.)13 El hecho de que haya sido Negroponte quien hiciera estas aseveraciones no necesariamente implica que son correctas. Pero, al menos, sí hace patente cuáles son las expectativas del gobierno de los Estados Unidos. Por su parte, México busca, como prioridad absoluta, la preservación de su paz social. Su esperanza consiste en que el NAFTA atraiga la inversión, fomente la creación de empleos y cree oportunidades significativas para el millón de personas que año con año entran al mercado de trabajo; esto aliviaría la pobreza y reduciría la presión social sobre el régimen político. En segundo lugar, el NAFTA ofrecía al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari la oportunidad de institucionalizar sus reformas económicas, aislándolas de los caprichos históricos de la sucesión presidencial. El proceso de "ajuste estructural" se convertía así en parte de un tratado internacional suscrito con la única superpotencia que queda en el mundo. En tercer lugar, México busca la bendición internacional para su "no tan democrático" régimen político. Esto resulta especialmente importante pues, en comparación con Argentina, Chile, Brasil y otros países que han pasado o están pasando por procesos de "democratización", México ya no destaca como modelo de civilidad política. Las perspectivas de la democratización en México, por lo tanto, se han convertido en objeto de importantes discusiones.14 Finalmente, México cree que el NAFTA ofrece al país un refuerzo diplomático de cara al resto de América Latina y, por extensión, de cara al Tercer Mundo en general. Una asociación con Canadá y los Estados Unidos liga a México con democracias industriales avanzadas y con líderes del "Primer Mundo". En consecuencia, México podría servir como "puente" entre el mundo en vías de desarrollo y el mundo desarrollado, funcionando como 88 representante e interlocutor de los pueblos del Sur. La negociación del NAFTA llevó a algunos analistas a acusar a México de volver su espalda a América Latina y al Tercer Mundo. No obstante, la élite política de la ciudad de México aspira a que, a largo plazo, el NAFTA conlleve al fortalecimiento del prestigio diplomático y político del país. Todos los cálculos anteriores resultaron súbitamente alterados. El 1º de enero de 1994, el día en que el NAFTA entraba en vigor, un movimiento guerrillero en el depauperado estado de Chiapas se alzó en armas para protestar contra el tratado de libre comercio, contra el modelo económico salinista y contra el carácter antidemocrático del régimen político. Con su liderazgo pintoresco y muy hábil, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) consiguió capturar la atención nacional e internacional durante el curso de unas negociaciones altamente publicitadas, sostenidas con las autoridades gubernamentales. Y el 17 de marzo, la bala de un asesino acabó con la vida de Luis Donaldo Colosio, el candidato presidencial por el PRI que Salinas mismo había escogido como su sucesor. Salinas designó otro candidato a toda prisa: Ernesto Zedillo Ponce de León, de 42 años de edad, quien tuvo que hacer su mejor esfuerzo por armar una campaña creíble con la cual presentarse a las elecciones de agosto de ese mismo año. Estos acontecimientos dieron un golpe devastador a la imagen internacional de México. El país ya no podía verse como una nación a punto de unirse al Primer Mundo; súbitamente, la imagen de México se convirtió en la de un país del Tercer Mundo que estaba por desintegrarse. Si todas estas calamidades hubieran ocurrido antes de que el Congreso de los Estados Unidos hubiera debido ratificar el NAFTA, coincidían la mayoría de los analistas, sin duda el pacto hubiera sido rechazado. Bajo estas nuevas y trágicas circunstancias, el NAFTA enfrentaba un futuro incierto e impredecible. Algo de calma retornó con las elecciones 89 presidenciales de agosto de 1994 que, según todas las opiniones, fueron las más limpias de la historia de México y en las cuales Zedillo triunfó con un 48.8 por ciento de los votos (contra 26.0 por ciento del derechista PAN y sólo 16.6 por ciento del populista PRD).15 La capacidad de gobierno de Zedillo, sin embargo, quedaba abierta a la duda: durante su primer mes en el poder, habría de enfrentarse a una renovación de las hostilidades en Chiapas, a la pérdida de la confianza de los inversionistas extranjeros y a una caída vertiginosa en el valor del peso. A pesar de haber recibido un mandato popular en favor de la continuidad, México parecía más bien estar en el umbral de un cambio fundamental. ¿DEL NAFTA AL WHFTA? Igualmente inciertas eran las perspectivas para la creación de una zona de libre comercio que abarcara a todo el continente americano. Casi desde su inicio, el NAFTA se concibió no sólo como una sociedad tripartita, sino también como un paso más en dirección a un acuerdo hemisférico (que pronto recibió el apodo de WHFTA o Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental). Al proclamar la Iniciativa de las Américas en junio de 1990, George Bush había concebido la creación de una zona de libre comercio que abarcara desde Alaska hasta la Argentina. Y en diciembre de 1993, el Vicepresidente Al Gore apoyó la perspectiva de una "Comunidad de Democracias del Hemisferio Occidental", que habría de consolidar la armonía política y económica en toda la región, con el NAFTA como su "punto de inicio". Ansiosos de acceder a este círculo privilegiado, los líderes latinoamericanos llegaron a ver su ingreso al NAFTA como un factor clave en su estrategia de desarrollo. Las expectativas pronto se hallaron por las nubes. 90 La creación de un WHFTA podría ocurrir de diversas formas. Una posibilidad sería que todos los países del continente americano acabaran por entrar en el NAFTA de forma directa. Al incluir a todos los países de América, el NAFTA automáticamente se convertiría en el WHFTA. Un segundo modo de constitución implicaría que los Estados Unidos (o México) formaran una serie de acuerdos de "centro y periferia" con otros países latinoamericanos, lo que en última instancia llevaría a la integración de la región conforme se fueran "llenando los espacios" entre periferias. Una tercera posibilidad se daría si todos los países de América Latina aceleraran sus propios procesos de integración subregional (tales como el MERCOSUR y el Pacto Andino), de manera que estas agrupaciones pudieran entonces negociar acuerdos de libre comercio con el NAFTA. Existe, como hemos visto, más de un camino hacia el WHFTA. No obstante, la formación de un WHFTA, de alcances hemisféricos, enfrenta obstáculos considerables, tanto económicos como políticos. La lógica comercial es mucho menos atractiva que en el caso del NAFTA. Como ya se dijo anteriormente, las relaciones comerciales entre Estados Unidos y América Latina -con excepción de México- habían estado disminuyendo en importancia para los primeros en las últimas décadas y particularmente en los últimos años. Adicionalmente, un posible WHFTA podría resultar en una considerable desviación de comercio, especialmente en el caso de países de América del Sur (particularmente Brasil). Un segundo impedimento se deriva del hecho de que el NAFTA no establece criterios de admisión. En una cláusula de acceso deliberadamente vaga, el tratado sencillamente sostiene que nuevos países podrían unirse al NAFTA "con sujeción a los términos y condiciones que pudieran convenir" los países miembros y sólo "después de otorgada la aprobación de conformidad con los procedimientos que se apliquen para lograr ésta en cada país". La vaguedad 91 del lenguaje utilizado se traduce, en términos prácticos, en que cada uno de los países miembros mantiene su derecho a establecer criterios arbitrarios o imposibles de cumplir de así desearlo, independientemente de que tomaría un tiempo considerable establecer dichos criterios. Una cuestión especialmente difícil es la de definir si la admisión se reservaría tan solo a estados "democráticos", en cuyo caso debería haber estipulaciones detalladas y significativas para establecer una supervisión. Esto, desde luego, resulta aún más complicado por el hecho de que uno de los miembros fundadores del NAFTA es México, país que tiene uno de los regímenes no democráticos más longevos del continente. Establecer, pues, la precondición de la existencia de un régimen democrático en cualquier país que aspirara a incorporarse al NAFTA podría percibirse como una medida hipócrita e injusta. Toda expansión del NAFTA debería hacerse en interés de todos los estados miembros, desde luego, así como en interés de los países solicitantes. En este punto, los socios del NAFTA manifiestan cierta ambigüedad. Canadá se había opuesto a establecer negociaciones con México desde un principio, por lo que no parece probable que de su beneplácito para el ingreso de más países latinoamericanos. Los Estados Unidos podrían considerar la expansión del NAFTA como un medio para consolidar su influencia económica y política (y para obtener acceso a nuevos mercados), pero tendría que sopesar cuidadosamente el valor de estas ventajas contra los impactos, potencialmente negativos, que una medida semejante pudiera tener en sus relaciones con Europa y Japón. México, presumiblemente, desea ser el único país latinoamericano que cuenta con la aprobación del NAFTA como destino de la inversión extranjera y, por lo tanto, se opondría al acceso de otros países del área (la admisión de otros miembros de la región tendría también el efecto de diluir el status político de México como único interlocutor entre América Latina y los Estados Unidos). La decisión de admitir 92 nuevos miembros tendría que ser por unanimidad, en todo caso, lo que en los hechos significa que cada uno de los tres países miembros cuenta con un derecho de veto. Además, no es descabellado suponer que, a la luz del levantamiento armado en Chiapas y del asesinato de Colosio, ni Washington ni Ottawa están particularmente ansiosos de ampliar los riesgos con nuevas membresías. Finalmente y lo que resulta quizás aún más importante, un posible WHFTA carece de motivación política. Como ya se explicó anteriormente, en el NAFTA sí existen intereses políticos en juego. Según sostiene Joe Foweraker en el Capítulo 9, un posible WHFTA no se halla en esa posición. Podría haber una motivación geopolítica en respuesta a acontecimientos importantes, realineaciones o a situaciones en el escenario internacional, pero nada de esto se hacía evidente hacia mediados de la década de los 90. Esta debilidad constituye un obstáculo fundamental. Sin existir una motivación política fuerte, una integración duradera no es posible. La Cumbre de Miami Buscando capitalizar el impulso creado por el NAFTA, la Administración Clinton promovió y fue anfitriona de la grandilocuentemente bautizada "Cumbre de las Américas", misma que tuvo lugar en la ciudad de Miami, en diciembre de 1994. Contando con la asistencia de treinta y cuatro jefes de estado, con la excepción de Fidel Castro de Cuba, ésta fue la primera reunión semejante desde 1967, año en que los Estados Unidos y América Latina coincidieron para intentar dar marcha a un plan de integración económica que había nacido muerto. El objetivo declarado que tenía la cumbre de Miami consistía en desarrollar un marco de referencia para la colaboración hemisférica, 93 con miras al siglo veintiuno. Un fin implícito, desde la perspectiva de Washington, era brindar tranquilidad al ámbito latinoamericano, en el sentido de que los Estados Unidos no pensaban abandonar ni olvidarse de los demás países de la región. Conforme se aproximaba la fecha de la reunión, el gobierno de los Estados Unidos propuso una compleja agenda de catorce puntos. Bajo la rúbrica clintoniana de una "reinvención del gobierno", esta agenda incluía recomendaciones para combatir la corrupción y el tráfico de drogas. Un segundo juego de recomendaciones se concentraba en el fortalecimiento de los nexos financieros y la promoción del libre comercio, que debía basarse en los principios del "regionalismo abierto". Y una tercera categoría, siempre bajo la elástica etiqueta del "desarrollo sostenible", contemplaba la suscripción de compromisos en las áreas de salud pública, educación, manejo de recursos y protección ambiental, con el fin de "reducir los problemas ambientales y sus impactos negativos, armonizar las normas para las industrias que operan en el hemisferio, aumentar la demanda de tecnologías y servicios ambientales y ofrecer oportunidades para la participación del público en los procesos de diseño de políticas ambientales". La armonización de normas ambientales en el continente americano "fortalecería los marcos legales, mejoraría el cumplimiento de las normas referentes al cuidado al medio ambiente y la capacidad de aplicarlas, y crearía instituciones por medio de la cooperación, la capacitación y la educación". Los líderes latinoamericanos consideraron que la agenda de Clinton era vaga, evasiva e irrelevante. Temerosos de su posible exclusión de los beneficios que se esperaba se derivaran del libre comercio con Canadá y los Estados Unidos, los países latinoamericanos, con la lógica salvedad de México, mostraron su enorme preocupación por conocer los términos, los tiempos y las 94 condiciones para poder tener acceso al NAFTA o a alguna forma de WHFTA. Insistían, en particular, en que la reunión de Miami debía establecer una serie de plazos para lograr la integración hemisférica. Conforme subía la presión, la agenda de Miami acabó por concentrarse en un solo tema: la extensión del libre comercio. Tal y como se acordó justo antes de celebrarse la cumbre, los jefes de estado acordaron formar el FTAA, Área de Libre Comercio de las Américas.16 En señal de buena fe, los miembros del NAFTA invitaron a Chile a iniciar las negociaciones con miras a su admisión en el Tratado. Vaticinando confiadamente que el FTAA "se extendería desde Alaska hasta Argentina", Clinton presumía que el acuerdo marcaba "un parteaguas en la historia del hemisferio". Con una combinación de amnesia e hipérbole, el presidente estadounidense llegó a proclamar que "la llamada década perdida de América Latina hoy era tan solo un recuerdo que se desvanecía en el olvido". Con la salvedad de Cuba, sostenía, la región "se ha liberado de las dictaduras y de las deudas y ha tomado el camino de la democracia y el desarrollo". Los signatarios de la reunión de Miami acordaron fijar el año 2005 como fecha límite para concluir las negociaciones tendientes a establecer un área de libre comercio, quedando su instrumentación para más adelante. Este resultado resultaba ambiguo. Sus partidarios ensalzaron el acuerdo por sus altos principios y ambiciosas metas. Los escépticos se lamentaban de su vaguedad y de la gran cantidad de años previstos para su instrumentación. En los hechos, las pláticas oficiales podrían durar una década o aún más. Gonzalo Sánchez de Losada, presidente de Bolivia, se lamentó de esta manera: "Sería un trágico error incurrir en un proceso prolongado, en el cual naciones cargadas de problemas y con democracias sumamente frágiles se hallaran en una especie de purgatorio 95 económico por espacio de 10, 15 o quizá 20 años. Eso nos costaría nada menos que los cimientos de la democracia en nuestros países". Irónicamente, la principal resistencia a la realización práctica del FTAA muy probablemente provendría de los Estados Unidos y no de América Latina. En palabras de un asesor de Clinton en Miami: "El hecho es que tres cuartas partes de los países reunidos hoy aquí se sumarían al NAFTA mañana mismo si pudieran. Pero no creemos que estén listos para hacerlo". El politólogo Mark B. Rosenberg hizo notar otro aspecto: "Los peligros reales se encuentran en el Congreso de los Estados Unidos y entre la población estadounidense en general... El estadounidense promedio no está listo para suscribir un acuerdo de libre comercio con América Latina. En el ambiente que tenemos actualmente, una vez concluida la Guerra Fría, la gente no entiende cuáles son los valores dominantes. El ritmo de los cambios es muy rápido y los estadounidenses se sienten sumamente inseguros".17 A pesar de la grandilocuente retórica de Miami, el camino a la integración hemisférica probablemente resulte disparejo, difícil y lento. LAS IMPLICACIONES GLOBALES DE LA INTEGRACION REGIONAL: TRES POSIBLES ESCENARIOS La promoción, por parte de los Estados Unidos, de una integración económica regional en el Hemisferio Occidental estaba destinada a tener un efecto significativo en el orden internacional posterior al fin de la Guerra Fría. En teoría, resultaba posible, desde luego, que el mundo cayera en un estado de anarquía, en una rivalidad de todos contra todos, pero en la práctica se veía probable el surgimiento de algún tipo de estructura global. De manera 96 esquemática, hacia la década de los 90 parecían presentarse tres posibles situaciones para un nuevo orden internacional de postguerra. Escenario 1: esferas de influencia Tomado por sí solo, parecería que el apoyo brindado por los Estados Unidos al NAFTA y/o al WHFTA haría revivir la noción histórica de las esferas de influencia. Tal y como fue practicado por las grandes potencias entre los siglos dieciséis y diecinueve, este sistema tiene dos elementos definitorios: primero, el ejercicio de una hegemonía informal por parte de una potencia importante dentro de una región geopolítica claramente demarcada; en segundo lugar, la aceptación de dicha hegemonía por parte de las otras potencias (que, a su vez, tendrían sus propias esferas de influencia). La estabilidad de este sistema descansa en un equilibrio de poder entre los principales participantes, así como en un principio de intercambio: tú no entras en mi esfera de influencia y yo no entro en la tuya. En todo caso, es la aceptación de las reivindicaciones hegemónicas por parte de las potencias externas lo que hace que el sistema sea viable; de no ser así, la historia revela que cualquier desacuerdo sobre los límites imperiales acaba por llevar a un conflicto armado. ¿Qué razón podrían tener las principales potencias de la era de la postguerra para querer restaurar un sistema tan anticuado? Uno de los factores subyacentes es el económico, que surge de los movimientos contemporáneos orientados hacia la regionalización comercial. Como se indica en la Introducción de este libro, era ampliamente aceptada la posibilidad de que las tendencias observadas acabaran por llevar a la formación de tres bloques comerciales masivos e independientes: un bloque europeo, que incluiría a Europa del Este y, probablemente, a parte de la antigua Unión Soviética; un bloque norteamericano, 97 incluyendo a Canadá y a México, así como a los Estados Unidos y/o un bloque del Hemisferio Occidental, que habría de incluir a prácticamente todas las naciones del continente americano; un bloque del área Asia-Pacífico, incluyendo a Japón y a las Economías de Reciente Industrialización e, inevitablemente, a China. La creación de los anteriores bloques comerciales podría brindar tanto la base objetiva como la justificación política para la reaparición de las esferas de influencia. Un segundo grupo de motivaciones tendría que ver con la seguridad. En ausencia del dominio bipolar del mundo y de las rígidas alianzas que caracterizaron a la Guerra Fría, pareció surgir una mucho mayor posibilidad de que estallaran guerras regionales, particularmente entre las potencias intermedias con un acceso potencial a la tecnología nuclear. La guerra Irán-Iraq de la década de los 80 y el conflicto Iraq-Kuwait de 1990 son tan solo los ejemplos más conspicuos de esta tendencia. Otras rivalidades añejas que podrían acabar por conducir a la guerra son las de Argelia y Egipto, India y Pakistán, Siria e Israel, Corea del Norte y Corea del Sur, así como un sinfín de tensiones étnicas en Europa del Este que fueron suprimidas largo tiempo por la misma Guerra Fría.18 Dados estos retos, las principales potencias podrían verse tentadas a volver a un esquema de división del mundo en esferas de influencia, en el cual cada potencia es responsable de mantener la paz dentro de su propia esfera. Las principales potencias coordinarían sus esfuerzos como centinelas regionales. En pocas palabras, podría surgir una reafirmación del dominio NorteSur con el fin de mantener la paz global en el mundo posterior al final de la Guerra Fría. A largo plazo, este escenario -hasta ahora hipotético- de las esferas de influencia tendría efectos catastróficos en el tenor de las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina. Los Estados Unidos quedarían ungidos como 98 policía regional, controlando los términos del intercambio económico. Esto daría como resultado el fortalecimiento de las corrientes nacionalistas en toda Latinoamérica, debilitando a los liderazgos moderados y pragmáticos que surgieron en la década de los 80 y principios de la de los 90. De una forma o de otra, América Latina acabaría, tarde o temprano, por buscar resistirse al dominio estadounidense. Sin contar con la ayuda o el apoyo de potencias extrahemisféricas, esto podría resultar una tarea abrumadora. Las implicaciones de lo anterior para la región Asia-Pacífico son igualmente poco prometedoras. En pocas palabras, el mensaje que las naciones de esta región recibirían sería: "manténganse fuera de América Latina." Esto, por sí mismo, sería muy desagradable. La cuestión crucial, sin embargo, consiste en saber si Japón u otros países asiáticos quedarían excluidos del mercado estadounidense, lo que podría llevarlos a responder mediante la construcción de un bloque Asia-Pacífico. Otro tema muy importante sería el del mantenimiento de la seguridad en Asia. Por razones obvias e históricas, Japón no puede funcionar como policía regional en Asia. ¿A cargo de quién entonces correría el mantenimiento de la paz? A largo plazo, algunos observadores contemplan la creación de un pacto entre China, Rusia y los Estados Unidos, con Japón como socio subordinado. Pero en el corto plazo, no parece haber ninguna alternativa viable para que se perpetúe el Tratado de Seguridad Mutua Estados UnidosJapón, que permite a los Estados Unidos desplegar sus fuerzas en Asia y fijar límites a las ambiciones transoceánicas de Japón. En este sentido, Japón podría acabar viviendo con lo peor de dos mundos; esto es, excluido económicamente del mercado norteamericano y restringido políticamente por el poderío militar estadounidense. Por todas las razones anteriores, los líderes japoneses han externado profundas preocupaciones en relación con el NAFTA y en relación con la potencial aparición de bloques económicos rivales. 99 Escenario 2: separación Norte-Sur Un posible segundo escenario contempla la formación de un eje "Norte-Norte" de cooperación económica y política que abarcaría a toda la parte superior del globo; desde los Estados Unidos a la Comunidad Europea, a través de Europa del Este (o Central), pasando por Rusia y hasta Japón. El capital y el intercambio comercial fluirían con relativa libertad alrededor de este circuito, pero las naciones del Sur quedarían excluidas. Con la salvedad de materias primas, los países en vías de desarrollo del Sur tendrían muy poco que ofrecer a las naciones muy desarrolladas del Norte. Citemos a Charles William Maynes: la división clave en el escenario de la política mundial muy probablemente sea la Norte-Sur. Las razones de esto son la relación existente entre la pobreza y la población, y el conflicto existente entre economía y demografía... El reto de la década de los 90 consiste en que el Este y el Oeste cooperen no sólo en un programa que eleve los niveles de vida del Este hasta que sean equiparables a los del Oeste, sino que comiencen a desarrollar un trabajo conceptualmente muy distinto, capaz de construir un plan global de desarrollo que cree el tipo de información e infraestructura necesarios para que las empresas privadas y públicas puedan prosperar en cualquier parte.19 El conflicto Este-Oeste daría paso a una división Norte-Sur del mundo, en la cual el Sur se vería abandonado. 100 Desde luego, algunos miembros del Sur tendrían boletos especiales de admisión para acceder a la economía Norte-Norte. Los países productores de petróleo, especialmente aquéllos que se muestren cooperativos, tendrían acceso al círculo Norte-Norte. Otra excepción sería la Sudáfrica del postapartheid, en parte por sus materias primas y en parte por razones políticas. Las economías de industrialización reciente (NIEs) de Asia y la "banda de los cuatro" del Sudeste asiático, con sus vastos recursos de mano de obra barata y alta tecnología tendrían prácticamente asegurada su admisión. Pero el resto de los países poco desarrollados, desde la India hasta África y una gran parte de América del Sur, podrían tener que enfrentarse a su exclusión del eje privilegiado. Que este escenario se concrete o no podría depender de dos premisas muy fuertes: la primera es la lógica imperante en un mercado abierto. El capital fluye hacia donde surjan las oportunidades y éstas generalmente se asocian a mercados de consumo atractivos, a una fuerza laboral capacitada y a la existencia de capacidad empresarial. Estas ventajas tienden a concentrarse en el Norte, en tanto que el Sur ofrece incertidumbre y riesgos. En segundo lugar, está la lógica política de la sociedad capitalista. El poder tiene la tendencia a seguir y a adaptarse a los flujos financieros y comerciales; de hecho, algunos sostienen que la tarea suprema del gobierno en una sociedad liberal consiste en proteger al capital y no en guiarlo ni en controlarlo. Entre más se difunda la tendencia global a privatizar la industria y a reducir el papel económico del estado, mayor será la subordinación de los intereses del gobierno a las fuerzas del mercado -y a la ratificación del eje Norte-Norte por parte de sus países miembros. Esta situación plantearía, a la larga, una serie de alternativas muy crueles para América Latina. En teoría, los líderes de la región podrían intentar responder con la creación de un eje Sur-Sur. En 1989, de hecho, varios líderes de países prominentes del Tercer Mundo se reunieron para formar el Grupo de 101 los Quince -G-15- (los miembros fundadores: Argelia, Argentina, Brasil, Egipto, India, Indonesia, Jamaica, Malasia, México, Nigeria, Perú, Senegal, Venezuela, Yugoslavia y Zimbabwe). En la reunión que sostuvieron en 1990 en Kuala Lumpur se discutió la gran cantidad de obstáculos económicos comunes que deben enfrentar (alzas en las tasas de interés, límites a las cantidades que una nación puede exportar, barreras arancelarias, bajos precios en las materias primas, alza en los costos de producción de bienes manufacturados y una maraña de condiciones para acceder a créditos y a recibir ayuda gubernamental). Lo más significativo fue que los participantes se mostraron de acuerdo en que no podían confiar en que el mundo desarrollado actuara como locomotora de su futuro. Pero nadie respondió al reto lanzado por Julius Nyerere, quien fustigó a los delegados por el fracaso de los esfuerzos de cooperación del pasado: "Nunca hemos tenido organizaciones enfocadas a la acción; éstas sólo han servido para leernos discursos entre nosotros". Instando a los miembros a hacer del G-15 un grupo tan activo como el G-7, Nyerere sostuvo que "existe el potencial para ser iguales. Es algo a lo que podemos aspirar".20 Sin embargo, prácticamente no ha habido ningún resultado desde entonces. Una segunda posibilidad sería la formación de un mercado latinoamericano. En palabras de un diplomático latinoamericano, la formación de un eje Norte-Norte: "nos daría la oportunidad de alcanzar el sueño bolivariano de la unidad continental". Sin embargo, a pesar de los logros del Pacto Andino y del MERCOSUR, las condiciones objetivas no dan viabilidad a una estrategia semejante. Las economías latinoamericanas son más competitivas que complementarias. Y aunque la consolidación de un consorcio continental latinoamericano podría mejorar la postura política del área en el marco del Tercer Mundo, la exclusión del eje Norte-Norte impondría un precio económico exorbitante a la adquisición de semejante prestigio. 102 En tercer lugar, los países latinoamericanos en lo individual buscarían ganar acceso al círculo Norte-Norte. México ha podido dirigir sus esfuerzos hacia este objetivo dadas sus ventajas inherentes: proximidad geográfica con los Estados Unidos, reservas de petróleo y una agenda bilateral compleja. El NAFTA permite a México subirse al ferrocarril económico del desarrollo Norte-Norte, aunque desde una posición de notable inferioridad. (No es siquiera necesario enfatizar que esta inclusión dista mucho de ser una "admisión en el Primer Mundo"). A cambio de el acceso que se le ha otorgado, México podría verse forzado a renunciar a prácticamente toda pretensión de liderazgo político en América Latina o el Tercer Mundo. Asimismo, en el escenario bilateral, en caso de que surjan conflictos como consecuencia de la integración económica, México deberá enfrentarse a una enorme asimetría de recursos en relación con sus socios norteamericanos. Se trata, quizás, de un intercambio amargo, pero es básicamente la esencia del trato que el país se propuso obtener. A largo plazo, la exclusión del Sur (o de partes substanciales del mismo) podría plantear problemas serios para los Estados Unidos y para otros miembros del círculo Norte-Norte. Un Sur abandonado podría convertirse en una zona aún más desesperada y dispuesta a todo. Los líderes moderados perderían toda credibilidad. Llegarían al poder radicales de todo cuño (nacionalistas, populistas, ayatolas -si no izquierdistas-). Con poco que perder, se verían tentados a instrumentar estrategias de confrontación de alto riesgo. El mundo se volvería cada vez más peligroso, especialmente a la luz de una proliferación de armas nucleares creciendo paralelamente a la tentación de optar por acciones militares. Resulta claro que no es conveniente para los intereses del Norte tener a un Sur enfurecido y pobre al otro lado del ecuador. Los esquemas de integración regional podrían promover o desalentar la creación de un eje Norte-Norte. Esto dependerá de quienes son los miembros 103 de dichos esquemas. Si la integración económica se da sólo entre los países del Norte, como en el caso de la Comunidad Europea, la agudización de la situación anteriormente descrita se aceleraría. (Las consultas menos formales que llevan a cabo los países del denominado Grupo de los Siete tienen un efecto similar). Sin embargo, en la medida en que los esquemas de integración regional establezcan nexos entre el Norte y el Sur, las posibilidades para un escenario de asociación Norte-Norte se reducen. Esta conexión Norte-Sur es una de las características más notables del NAFTA, que une a México con Canadá y los Estados Unidos; de un FTAA que abarque a todo el continente americano, y del APEC en el área Asia-Pacífico. La pregunta que debe plantearse, desde luego, es si estas manifestaciones de intención vagas y abstractas habrán de traducirse en un proceso de ampliación constante. Escenario 3: desarrollo global Una posible tercer escenario parte de la suposición de que el final de la Guerra Fría anuncia el inicio de una era de paz, prosperidad y armonía. Las grandes potencias, incluidos los Estados Unidos, dedicarían menos recursos a la carrera armamentista y más a la causa del desarrollo económico. Habría una reinversión productiva (y eficiente) de los "dividendos de la paz", canalizada hacia el bienestar humano y la equidad social. Las espadas se cambiarían por arados y las lanzas por instrumentos de cosecha. Al crearse un juego de suma positiva, la promoción del desarrollo económico tendría, a su vez, el efecto de reducir las posibilidades de existencia de conflictos internacionales; el recorte en el gasto militar haría disminuir la necesidad de invertir en defensa. Sin tener que cargar a cuestas con la Guerra Fría, el mundo se transformaría en un sitio más amable y habitable. 104 Existen al menos dos fuerzas subyacentes que podrían promover el escenario arriba descrito. La primera es el hecho de la interdependencia económica global: dado que la autarquía no representa una opción viable, las naciones deben admitir que necesitan unas de otras. Esta condición deberá promover la cooperación y la negociación pacífica. La segunda es la omnipresencia de la comunicación de masas, que tiende a nutrir y perpetuar una cultura cosmopolita y de amplia base popular. Este efecto resulta especialmente observable entre las jóvenes generaciones, que muestran, en todos los rincones del mundo, una tendencia a usar el mismo tipo de ropa, a escuchar la misma música y a seguir los mismos estilos de vida. La comunicación de masas también sirve para familiarizar a la gente con las tendencias internacionales y, más específicamente, con la promesa y la posibilidad de una vida sin dictaduras, reforzando así la fuerza y la universalidad de los valores democráticos. En diferentes pero innegables formas, la televisión ha jugado un papel clave en las transformaciones democráticas de Alemania del Este y las Filipinas. Una situación así ocasionaría cambios fundamentales en el tono y el contenido de las relaciones interamericanas. Los Estados Unidos se convertirían en un país más abierto y tolerante de la diversidad política. En ausencia de la Amenaza Roja, los Estados Unidos ya no tendrían razón para oponerse a los movimientos reformistas o aun revolucionarios y alcanzarían un nuevo nivel de comprensión de las tendencias políticas del Tercer Mundo y de América Latina. Sin estar ya cegados por la ideología, las grandes superpotencias (y en especial los Estados Unidos) podrían llegar a aceptar un mayor pluralismo en el escenario internacional. De conformidad con este escenario, la relación entre los Estados Unidos y América Latina se basaría en una cooperación voluntaria. Esta cooperación giraría en torno a una percepción de intereses convergentes, más 105 que depender de la coerción de los Estados Unidos o del alistamiento en una cruzada ideológica. Y, por estas mismas razones, la colaboración sería de naturaleza selectiva. Algunos países latinoamericanos podrían coincidir con las posturas de los Estados Unidos en ciertos temas, en tanto que otros podrían coincidir con su postura en otros temas. Ninguna nación de la región se vería obligada a aceptar el tipo de ultimátum del "todo o nada" que se les presentó a Cuba y a Nicaragua durante la era de la Guerra Fría. Europa y los países del APEC serían bienvenidos en la promoción del desarrollo en el continente americano. Los líderes japoneses podrían basar sus relaciones con los países latinoamericanos en sus propios méritos e intereses mutuos. Japón podría dejar de tener que tomar decisiones sobre su política exterior partiendo de la anuencia de Estados Unidos en ciertos temas, tal y como ha ocurrido hasta ahora. (Muchos líderes japoneses han reconocido que "consideran a América Latina como el traspatio de los Estados Unidos", por lo que la asistencia económica a países latinoamericanos se enfoca realmente hacia una consolidación de relaciones con los Estados Unidos y no con América Latina.) Ocasionalmente, Japón y Europa tendrían la opción de "acordar que desacuerdan" con los Estados Unidos en asuntos relacionados con América Latina. Una mayor presencia de Asia y de Europa en el Hemisferio Occidental no se consideraría una intrusión en los dominios tradicionales de los Estados Unidos, sino una contribución constructiva a las tareas del desarrollo mundial. Podría parecer, a primera vista, que la integración regional va en contra de los objetivos del desarrollo global. De conformidad con esta lógica, los esquemas de libre comercio tienden a consolidar esferas de influencia regionales y geográficas (como se plantea en el Escenario 1). Al fomentar la formación de bloques regionales, se desalienta la liberalización global. Esta percepción es la base de las críticas más fuertes al NAFTA y a otros esquemas similares. 106 No obstante, también existe un proceso dialéctico por medio del cual la integración regional puede promover la integración global. Precisamente, por el miedo a las rivalidades entre los bloques, los países que quedan excluidos de los esquemas regionales tenderán a reaccionar abriendo sus propias políticas económicas, con el fin de preservar su acceso al nuevo mercado regional. Así, la Unión Europea suavizó su postura en las negociaciones del GATT tras la aprobación del NAFTA por parte del congreso estadounidense y de una reunión inusualmente constructiva del APEC, ambas sostenidas en noviembre de 1993. Hacia finales del siguiente año, parecía que las propuestas de libre comercio para el área Asia-Pacífico y para el continente americano tendían a reforzarse mutuamente. De este modo, la integración regional podría tener un efecto significativo en estimular la integración global. Esto ocurriría sólo si los procesos de integración regional fueran continuos -con una constante expansión en sus respectivas membresías- y sólo si a largo plazo llevarán a membresías que se traslaparan; es decir, a la situación en la que haya países miembros de más de un esquema de integración regional. No hay garantía alguna de que éste habrá de ser el caso. Alineaciones y perspectivas En el inicio de 1995, el escenario internacional desplegaba una compleja gama de configuraciones. Los tres escenarios apenas discutidos se habían cumplido parcialmente, traslapándose y coexistiendo en un incierto equilibrio.21 La definición de esta situación habrá de requerir de un liderazgo político firme y fuerte, especialmente de parte de los Estados Unidos. 107 La Figura 3.1 presenta la situación actual en forma esquemática. La Unión Europea ha conseguido la integración económica de sus doce miembros que, en su mayoría, son países del Norte con altos ingresos. Los Estados Unidos, Canadá y México han creado el Área Norteamericana de Libre Comercio, que representa una unión parcial entre Norte y Sur y que puede o no hacerse extensiva a otros países de América Latina (siendo Chile el primero en fila). Dentro del marco de Sudamérica, el esquema de integración más importante es el MERCOSUR, suscrito por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, si bien existen otros proyectos; uno de ellos, según lo describe Gilson Schwartz en el Capítulo 8, contempla la creación de un Área Sudamericana de Libre Comercio (SAFTA). En el área Asia-Pacífico, el compromiso adquirido en 1994 para lograr un libre comercio en la zona representa una propuesta a largo plazo, más que un logro práctico. La APEC incluye simultáneamente a los tres miembros del NAFTA y a Chile, pero a ningún otro país de América Latina (muchos de los cuales limitan con el Océano Pacífico). Recapitulando, el mundo se hallaba a principios de 1995 en una situación sumamente ambigua: en lugar de promover la integración global, la realidad internacional parecía conjugar la existencia de un eje Norte-Norte (siendo sus puntos de anclaje los Estados Unidos y el Japón), con la inclusión selectiva de dos países del Tercer Mundo (México y posiblemente Chile, si consigue su acceso al NAFTA) y la formación simultánea de esferas regionales de influencia, con los Estados Unidos en una posición dominante en el Hemisferio Occidental, los mismos Estados Unidos y Japón en posición dominante en la región Asia-Pacífico y Europa a cargo de sí misma (con la opción de ejercer una influencia regional sobre África y quizá, el Medio Oriente). Los Escenarios 1 y 2 parecían ser los esquemas dominantes. 108 Figura 3.1 Integración regional y el sistema internacional, 1995 (FIGURA 3.1) El Escenario 3, que sostiene un desarrollo global, podrá lograrse sólo mediante una firme determinación. Como se indica anteriormente, esto requeriría de tres compromisos: (1) con la continua expansión de la membresía en los esquemas de integración regional que unen al Norte y al Sur; (2) con la promoción de membresías que se traslapen en diferentes esquemas de integración; (3) con la adecuación de las normas operativas entre los diferentes esquemas de integración. Tomadas como un todo, estos compromisos conllevan la promoción constante de un "regionalismo abierto". Sin este tipo de esfuerzo sostenido, la promoción que llevan a cabo los Estados Unidos en favor de una integración regional (especialmente en el Hemisferio Occidental, aunque también en el área Asia-Pacífico) podría resultar inútil y hasta contraproducente. El libre comercio por sí solo no es suficiente. 109 Notas __________________ 1. Para mayor información sobre este tema, ver Peter H. Smith, Talons of the Eagle: Dynamics of U.S.-Latin American Relations (Nueva York; Oxford University Press, 1996), capítulos 5-8. 2. Paul Kennedy, The Rise and Fall of the Great Powers: Economic Change and Military Conflict from 1500 to 2000 (Nueva York; Random House, 1987), p. 358. 3. Ver Charles Krauthammer, "The Unipolar Moment", Foreign Affairs 70, nº 1 (1991), pp. 2333. 4. Joseph S. Nye, Jr., "What New World Order?" Foreign Affairs 71, no. 2 (primavera 1991), pp. 83-96, con la cita en la p. 88. 5. Abraham F. Lowenthal, Partners in Conflict: The United States and Latin America (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1987), p.33. 6. En relación con el tamaño de la población, la diferencia entre la productividad per cápita creció de manera constante: en 1950, el Producto Interno Bruto per cápita de los Estados Unidos era de un poco más de siete veces la cifra correspondiente para América Latina y para 1990, la diferencia era de casi diez veces. Tomando este parámetro, la preponderancia de los Estados Unidos ha ido aumentando al paso del tiempo. 7. En 1992, el intercambio comercial mexicano con los Estados Unidos, siendo el tercero en importancia para este último país, alcanzó los 75,800 millones de dólares; Venezuela se hallaba en el lugar dieciséis, con 13,600 millones, Brasil en el diecisiete, con 13,400 millones, Colombia en el lugar número veintisiete, con un total de 6,100 millones y Argentina en el lugar cuarenta y dos, con una cifra de 4,500 millones. 8. De la década de los 80 a la de los 90, América Latina suministró aproximadamente una cuarta parte del total del petróleo importado por los Estados Unidos, si bien la enorme mayoría (más del 95 por ciento en 1992) de este petróleo provino tan solo de México y Venezuela. Por lo tanto, las preocupaciones petroleras de los Estados Unidos podrían tener un efecto en el tratamiento que Washington de a estos dos países, pero no necesariamente a la región tomada como un todo. 9. Abraham F. Lowenthal, "Rediscovering Latin America", Foreing Affairs 69, nº 4 (otoño de 1990), pp. 27-41; Robert A. Pastor, "The Latin American Option", Foreign Policy 88 (otoño de 1992), pp. 107-125. 10. Castañeda, "Latin America and the End of the Cold War", World Policy Journal 7, nº 3 (1992), pp. 469-492; la cita aparece en la página 477. 11. Discurso sobre La Empresa de las Américas, Casa Blanca, 27 de junio de 1990. 12. Gilbert R. Winham, "Enforcement of Environmental Measures: Negotiating the NAFTA Environmental Side Agreement", Journal of Environment and Development 3, nº 1 (invierno de 1994), p. 35. 13. Proceso 758 (13 de mayo de 1992), pp. 6-11, esp. p. 7. 110 14. Peter H. Smith, "The Political Impact of Free Trade in Mexico", Journal of Interamerican Studies and World Affairs (julio de 1992), pp. 1-24. 15. Descontando los votos anulados, Zedillo recibió el 50.2 por ciento de los votos emitidos, apenas lo justo para esgrimir una mayoría. 16. Los organizadores originalmente habían pensado bautizar a la iniciativa como Área de Libre Comercio de las Américas, pero la abreviatura AFTA ya la estaba utilizando el Área de Libre Comercio Asiática. 17. Los Angeles Times (12 de diciembre de 1994). 18. Ver Samuel P. Huntington, "The Clash of Civilizations?", Foreign Affairs 72, nº 3 (verano de 1993), pp. 22-49. 19. Maynes, "America without the Cold War", Foreign Policy 78 (primavera de 1990), pp. 3-25; la cita se encuentra en las páginas 22-23. 20. Japan Times, 3 y 4 de junio de 1990. El Grupo de los Siete (G-7) consiste en Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido. 21. Obviamente, estas situaciones podrían surgir en secuencia cronológica, así como de manera simultánea; en un sentido abstracto, no existen límites teóricos al rango posible de patrones o secuencias. 111 CAPITULO CUATRO PROMOCIÓN DE LA INTEGRACIÓN REGIONAL POR PARTE DE LOS ESTADOS UNIDOS: INTERESES y PERCEPCIONES Robert K. McCleery* La integración es un proceso complejo. Existe la idea equivocada pero muy difundida, por lo que ha ocurrido en la Unión Europea, de que la integración sigue una ruta inexorable que pasa del libre comercio a la formación de una unión aduanera, de ahí a la creación de un mercado común, a la unificación monetaria y, finalmente, a la unión política, como si fuera una gran roca que rueda colina abajo. Esta es la forma en que aparece en los libros de texto. No obstante, no es esto lo que está ocurriendo en Norteamérica.1 Existe mucha confusión, tanto en Estados Unidos como en otras partes, por lo que se percibe es una aparente contradicción en las iniciativas de política económica internacional de los Estados Unidos. El presidente Bush proclamó la llamada "Iniciativa de las Américas" que daría como resultado un acuerdo de libre comercio que abarcaría desde Canadá hasta la punta Sur de Chile, para luego mencionar a países como Singapur y Polonia entre otras naciones del mundo que son candidatos a lograr un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. El presidente Clinton declaró que la OTAN es la alianza más importante para los Estados Unidos y apenas dos semanas después se encontraba afirmando que el foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) era absolutamente crucial para el éxito económico de su país. Aquéllos que intentan inferir el sentido de una política económica internacional congruente partiendo de las palabras y acciones de los funcionarios de alto nivel, se preguntan si el mensaje de las 112 declaraciones se perdió en la traducción o si se trata de la esquizofrenia política habitual. El solo número de funcionarios de gobierno con responsabilidad en la formación o en la instrumentación de la política económica es, por sí mismo, abrumador. El Congreso, el Presidente, el Representante Comercial de los Estados Unidos, la Comisión de Comercio Internacional, la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), las secretarías de la Defensa, Estado, Comercio, Trabajo y Agricultura, así como muchas otras dependencias, desean diseñar o al menos influir en el diseño de la política económica, si bien no existe un solo individuo o agencia con la autoridad para ejercer un control total sobre ella o, al menos, coordinarla. A pesar de las anteriores incongruencias, el cambio de administración de Bush a Clinton mostró un grado sorprendente de continuidad en la política exterior, lo que implícitamente sugiere que existe una postura que va más allá de la política partidista y las personalidades individuales. El presente capítulo abordará varias interrogantes. ¿Qué tan fuerte es el compromiso de los Estados Unidos con el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) y el sistema comercial multilateral? ¿Representa el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) el principio de un régimen de libre comercio con toda la América Latina? ¿Cuáles son los costos y cuáles los beneficios de esta política? ¿De qué manera se proponen los Estados Unidos desarrollar relaciones políticas y comerciales con Japón y el resto de Asia? ¿Cuentan los Estados Unidos con una política económica internacional coherente? ¿Cuánta influencia tienen los Estados Unidos en el sistema internacional de comercio y de qué forma resulta más probable que la apliquen? Específicamente, la primera sección se ocupará del debate interno que en los Estados Unidos se tiene en relación con el multilateralismo, en oposición 113 al bilateralismo y al regionalismo, así como del poder con que cuentan los Estados Unidos para determinar el futuro del sistema comercial mundial. Se sostiene que los Estados Unidos pueden ser tanto los principales partidarios como la mayor amenaza para el libre comercio global. La segunda sección mira más allá del NAFTA y considera las perspectivas de una mayor integración en el Hemisferio Occidental, partiendo de la base de las iniciativas de política global y regional. No parece ser que las motivaciones que se tuvieron para suscribir el NAFTA se extiendan a lo largo del continente. Se presenta un modelo sencillo de economía política que se propone ayudar a explicar la simultánea búsqueda de una liberalización comercial multilateral y una integración regional. Se demuestra que existen dos problemas básicos en la integración hemisférica, desde el punto de vista de los Estados Unidos: el primero, la exclusión de buenos socios comerciales de fuera de la región y, el segundo, la inclusión de socios comerciales regionales que ofrecen pocos beneficios en el marco de dicha integración. Las siguientes dos secciones se ocupan de los puntos específicos de la Iniciativa de las Américas (EAI) y de la integración hemisférica, en oposición a la integración en la región de la APEC. En el primer caso, se llega a la conclusión de que la promesa de la EAI se basa únicamente en el libre comercio, si bien es probable que no exista el ímpetu necesario para lograr esta meta. En el segundo, se logra comprender un tanto qué es lo que se busca en un "buen candidato" a integrarse a un acuerdo comercial, y se sostiene que los productos elaborados en una región APEC integrada serían más competitivos internacionalmente que los que pudieran producirse en un Hemisferio Occidental integrado. Por último, se ofrecen algunas conclusiones breves. 114 EL CONTEXTO GLOBAL: LAS FALLAS DEL GATT Y LA VUELTA AL REGIONALISMO El actual sistema comercial mundial liberal (incluyendo tanto a las instituciones que controlan el comercio internacional como al tipo de restricciones comerciales que operan entre países individuales) ha surgido de manera bastante azarosa. Si bien no existe una visión única o un solo arquitecto detrás del constante y a veces espectacular avance hacia un intercambio internacional más libre de productos, sí han surgido varios principios rectores para coordinar los esfuerzos tanto de individuos como de naciones. Entre ellos se cuenta el multilateralismo (tal y como se le ha dado forma en el marco de las reglas de Nación Más Favorecida -NMF-) y una mezcla curiosa de mercantilismo y liberalismo que Paul Krugman ha bautizado como el "GATTspeak", en la cual las exportaciones son "buenas" y las importaciones "malas", pero un aumento en ambas resulta "bueno".2 A este último principio lo llamaremos "expansión comercial equilibrada". Las negociaciones del pasado se han concentrado en las barreras comerciales más fáciles de verificar y que resultan más importantes tanto económica como políticamente para las naciones industrializadas de la OCDE (Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica). Se han negociado reducciones arancelarias multilaterales partiendo de un punto determinado por un sinfín de factores históricos, geográficos, económicos y políticos. Los esfuerzos tendientes a manejar los flujos comerciales valiéndose de requisitos de desempeño y otros instrumentos, por contra, se han considerado innecesarios, cuando no contraproducentes. Pero los Estados Unidos están cada vez más convencidos de que su ventaja competitiva no se halla en el sector manufacturero, sino en el área de los productos y servicios de alta tecnología, para cuyo intercambio existen problemas 115 más severos que las barreras arancelarias. En tanto que el mayor importador del mundo, por no mencionar su status como la potencia militar dominante, los Estados Unidos cuentan con la influencia suficiente para destruir el sistema mediante el abandono de los principios rectores mencionados, en favor de acuerdos bilaterales basados en lo que "es justo" y no en las tendencias históricas. Esto tendría un grave costo en el bienestar mundial, particularmente en el bienestar de los países del este asiático, cuyas economías presentan un rapidísimo crecimiento y una acentuada dependencia del intercambio comercial, así como en el de los países que a gran velocidad han emprendido el rumbo de la liberalización en el Tercer Mundo. Este último grupo de naciones se ha visto estimulado a tomar las medidas liberalizadoras antes citadas por insistencia de las organizaciones internacionales, mismas que tienen una gran influencia de los Estados Unidos. Al enfrentarse a un dilema entre los "principios" del multilateralismo y los "principios" de los intereses multinacionales que buscan un mayor acceso a ciertos mercados clave, tales como México, Japón y China, ¿qué posición prevalecerá? Prácticamente todos los analistas responsables estarían de acuerdo en que el sistema comercial mundial, de corte liberal y bajo el marco establecido por el GATT, ha sido positivo para la economía global. El crecimiento del intercambio comercial ha sido superior al crecimiento de la producción en cada una de las últimas cuatro décadas, particularmente en el campo de las manufacturas. A este sobresaliente desempeño del comercio se le asocia con las reducciones arancelarias alcanzadas en el marco del GATT, si bien el intercambio comercial agrícola y de productos primarios también ha crecido muy rápidamente. Los países pequeños se han beneficiado con la capacidad de explotar sus ventajas comparativas. Los países grandes se han beneficiado con los precios más bajos y el aumento de opciones al consumidor. En la medida en que existan economías 116 de escala en la producción de ciertos bienes manufacturados, el intercambio comercial conlleva la reducción de costos, así como un uso más eficiente de los recursos. Conforme crecen los mercados, aumentan las reinversiones en investigación y desarrollo, acelerando así el paso de la innovación en todo el mundo. Los países abiertos al comercio también están generalmente abiertos a las nuevas ideas y a la inversión, lo que acelera la difusión de tecnologías conocidas y de técnicas administrativas avanzadas. En el contexto de la teoría comercial tradicional, puede demostrarse que los acuerdos bilaterales o regionales generalmente son inferiores en sus resultados a los acuerdos globales, considerando al mundo como un todo. La reducción de barreras al comercio entre un grupo pequeño de países puede tener dos efectos: una mayor especialización dentro del grupo, conforme a las ventajas comparativas de cada país; y la substitución de las importaciones provenientes de socios comerciales más eficientes y externos al grupo, en favor de importaciones provenientes de socios comerciales menos eficientes pero incluidos en la agrupación. Sin embargo, ciertas suposiciones tradicionales de la teoría comercial no proceden en el mundo real y el óptimo del libre comercio puro jamás ha sido alcanzado. No obstante, resulta extremadamente útil examinar las suposiciones subyacentes a la teoría, con el fin de comprender de qué manera los cambios que se están dando en el mundo amenazan a los principios del multilateralismo y a la expansión equilibrada del intercambio comercial. Ha llegado el momento para que economistas y otros expertos consideren los puntos a favor y en contra de los acuerdos comerciales regionales y bilaterales de un modo mucho más amplio que el que permiten los marcos de los modelos tradicionales, que son restrictivos y estilizados. Dadas las complejidades del mundo real, ¿es cierto que la liberalización comercial indiscriminada y multilateral, por medio del GATT (o por 117 medio de una organización semejante al GATT, tal como la Organización Mundial de Comercio) sigue siendo la mejor política? La idea más comúnmente cuestionada de la teoría del comercio internacional y de la economía neoclásica es aquella que sostiene que los recursos (expresión que generalmente hace referencia a los bienes de capital y a la fuerza laboral) pueden desplazarse de un tipo de producción a otro sin costo alguno. Aunque esto es a todas luces falso, los economistas defienden esta noción diciendo que la idea es procedente "a largo plazo". También existe la idea de que los precios se ajustan solos en un mercado libre. Hay un enorme cuerpo de evidencia empírica que muestra que los salarios distan mucho de ser perfectamente flexibles cuando se tratan de bajar y que las distorsiones del mercado, tales como las leyes de seguro de desempleo, alientan a las empresas a pasar el costo de cualquier ajuste de las partes involucradas a la sociedad en general (por ejemplo, mediante los despidos en lugar del recorte de sueldos).3 No obstante, los teóricos del comercio continúan suponiendo de manera implícita que existen los ajustes instantáneos y sin costo en los mercados laborales. Asimismo, en las teorías del desarrollo existe una amplia aceptación de los modelos "pulty-clay" (de plastilina) de formación del capital, que suponen una gran flexibilidad -favorecida por la intermediación financiera- en la manera y lugar en que el capital financiero se convierte en capital físico (aunque una vez que ese capital físico es puesto en su lugar como tal, sus características pasan de ser suaves como la plastilina a ser duras como piedra). No obstante, los economistas que se ocupan del comercio trabajan con la suposición de que el capital puede fluir de sector en sector, en respuesta a pequeños diferenciales en la rentabilidad.4 En otras palabras, estos economistas neoclásicos asumen, por ejemplo, que no sólo los trabajadores despedidos de la industria del vestido se pueden mover sin costo alguno desde Carolina del Norte hasta Seattle para 118 trabajar en la industria aero-espacial, ¡sino que podrían llevarse consigo sus máquinas de coser y hallarles utilidad en el nuevo proceso de producción! Una excepción en este grupo lo constituyen los economistas de la rama de economía internacional que se ocupan de estudiar la inversión extranjera directa (IED) y los cambios estructurales, pues ellos reconocen que es más fácil reubicar fábricas en otro país que convertir una fábrica de textiles en una planta siderúrgica.5 El rechazo de la premisa de que la mano de obra es perfectamente móvil y de que la economía de los Estados Unidos generaba pleno empleo (nivel en el cual cualquier estímulo fiscal o monetario adicional tiene una mayor probabilidad de generar inflación más que una reducción adicional en el desempleo) cuando las cifras de desempleo para casi todo 1993 se mantuvieron en un 7 por ciento, constituyó la base sobre la cual el movimiento laboral organizado fincó su oposición al NAFTA. Los trabajadores organizados y los activistas medioambientales unieron fuerzas para oponerse al Tratado, partiendo de la base de que el capital es sumamente móvil y que las nuevas inversiones y las fábricas existentes empacarían y se mudarían a México, atraídas por los salarios bajos y por una aplicación tibia de las leyes laborales y de protección al medio ambiente. La noción generalizada de que la liberalización comercial lleva a un óptimo de Pareto, descansa en un gran número de suposiciones que pueden no tener validez en el mundo real.6 Hace más de 30 años, el economista comercial Harry Johnson declaró: las bondades del libre comercio, defendidas con un dogmatismo considerable en el pasado, aparecen matizadas en la teoría contemporánea de comercio internacional, pues éstas dependen de factores tales como la estabilidad monetaria internacional, una representación eficiente de los costos alternativos 119 de oportunidad social, de la aceptación social de la distribución de ingresos resultante o de la adopción de una política social relativa a la distribución del ingreso, así como de la posible necesidad de transferencias internacionales de ingresos.7 Como respuesta a lo que se percibe es el fracaso de los principales planteamientos de la teoría comercial tradicional y del fracaso de dicha teoría para explicar acontecimientos tales como el enorme superávit comercial del Japón en tiempos en los que el yen ha alcanzado sus niveles más altos históricos, el concepto de "comercio estratégico" ha ido ganando una amplia credibilidad en los Estados Unidos, según ha demostrado el nombramiento de Laura Tyson como directora del Consejo de Asesores Económicos y de Robert Reich como Secretario del Trabajo.8 Los partidarios del comercio estratégico cuestionan la suposición neoclásica básica de que los mercados son competitivos. Citando a la nueva teoría comercial, que se concentra en productos diferenciados elaborados con economías de escala, los economistas afiliados a la corriente del comercio estratégico mantienen que en ciertas industrias clave se está llevando a cabo una pelea por obtener la mayor participación de mercado posible y los vencedores se asegurarán mayores utilidades y menores costos durante décadas. En ciertas circunstancias, por lo tanto, se puede apoyar la idea de una intervención gubernamental en forma de subsidios de producción o exportación para industrias clave, si bien es cierto que se corre el riesgo de provocar una reacción adversa en los socios comerciales del país en cuestión. En las infructuosas pláticas que los Estados Unidos sostuvieron con Japón en 1994, por ejemplo, los primeros insistieron en acordar el nivel de intercambio comercial en industrias consideradas estratégicas tanto en términos económicos como políticos, tales 120 como la automotriz y de autopartes. Esto resultaba tan inconveniente para los japoneses que las negociaciones se vieron interrumpidas. El acuerdo Estados Unidos-Japón sobre semiconductores tampoco puede considerarse un éxito rotundo, a pesar de las aseveraciones de los partidarios de un comercio dirigido. Los Estados Unidos lograron alcanzar el objetivo del 20 por ciento en la participación del mercado, básicamente porque la presencia de una recesión en Japón redujo la demanda de chips de otras procedencias; los chips importados de altísima calidad se hubieran vendido bien aun en ausencia de un acuerdo.9 El porcentaje, pasada la recesión, cayó brevemente por debajo de los 20 puntos, lo que añadió otro motivo de fricción a las pláticas comerciales que se estaban llevando a cabo. Una suposición más sutil es que el óptimo de Pareto, como lo definen los economistas, es una condición suficiente para la liberalización comercial o para alcanzar acuerdos comerciales. Esta creencia es atacada por la escuela "realista" de relaciones internacionales.10 Los realistas son pesimistas acerca de las perspectivas de cooperación, pues temen que un socio pueda sacar mayores ventajas que los otros en el marco de una relación comercial. De conformidad con este cálculo, rezagarse en relación con un posible adversario futuro, aún cuando se obtengan beneficios por medio de la cooperación, implica correr el riesgo de ser dominado en el futuro por dicho socio. Los estados deberían ser sumamente cautelosos en relación con los acuerdos de cooperación. Así pues, los dos pilares básicos del sistema comercial liberal en el mundo están siendo cuestionados, particularmente en los Estados Unidos. Paradójicamente, aun cuando la necesidad de producir para vender en los mercados internacionales es un concepto aceptado ampliamente en el mundo de los negocios, la comunidad encargada del diseño de las políticas está cada vez más desencantada con el GATT como mecanismo para lograr la liberalización de 121 mercados en el extranjero, particularmente en sectores en los que los Estados Unidos gozan de ventajas comparativas -industrias de tecnología de punta, agricultura y servicios internacionales. Este desencanto se basa en la percepción de que la manera en que se intercambiaron beneficios económicos por apoyo político en la era de la Guerra Fría, ya no es ni necesaria ni deseable actualmente, y de que otros países se han enriquecido haciendo un uso gratuito de las iniciativas multilaterales de los Estados Unidos, sacando ventajas tanto de áreas no cubiertas como de áreas no contempladas en el GATT y haciendo muy poco, en términos generales, para liberalizar el comercio en áreas distintas a la del sector manufacturero. La idea de que algunos países han estado sacando ventaja, contempla principalmente dos áreas de conflicto. La primera es la de los subsidios al productor (incluyendo el subsidio a la investigación y el desarrollo de productos y/o servicios, a estudios de mercado y comercialización y el acceso a bienes de capital artificialmente abaratados). La segunda la constituyen las regulaciones internas (el punto focal de las recientes pláticas comerciales de los Estados Unidos y Japón) que aumentan el costo de venta, generalmente tanto para compañías domésticas como extranjeras, o que discriminan contra compañías extranjeras en cuanto a la obtención de contratos gubernamentales, al acceso a factores o en relación con la compra de activos. La capacidad de controlar el tipo de cambio real y los costos domésticos genera, por necesidad, distorsiones en otras partes de la economía. Por ejemplo, tanto la subvaluación como la posterior apreciación (en respuesta a presiones de los Estados Unidos) de las monedas taiwanesa y coreana en la década de los 80 se apoyaron en controles en los mercados de capitales.11 Resulta irónico que las presiones de los Estados Unidos hacia las economías asiáticas, en el sentido de lograr un comercio dirigido, se hayan intensificado en momentos en los que se estaban 122 llevando a cabo reformas genuinas tendientes a limitar el poder de las burocracias. Entre las agencias que verían limitado su margen de acción se incluían los poderosos Ministerios de Comercio Internacional e Industria (MITI) y de Finanzas (MOF) del Japón. Como resultado de las dudas en torno a la liberalización comercial, podemos esperar un cambio en el comportamiento de los Estados Unidos. Específicamente, los Estados Unidos están explorando activamente alternativas al multilateralismo, en particular el regionalismo, el bilateralismo y el comercio dirigido. Y estos cambios en las políticas acabarán por hacerse sentir en los patrones de intercambio comercial, en la división internacional del trabajo y en el desarrollo económico del siglo venidero. ¿Estoy exagerando? Hay ciertos indicadores que van acumulándose día con día: . El NAFTA, el tratado comercial más ventajoso jamás negociado por los Estados Unidos,12 logró la ratificación de la Cámara Baja sólo después de acaloradas discusiones (a pesar de un mar de promesas de último minuto, concesiones y "ofrecimientos especiales" a legisladores indecisos).13 Ningún acuerdo comercial ha incluido jamás el tipo de armonización de normas ambientales y laborales que cubren los convenios paralelos al NAFTA. 14 Dada la falta de entusiasmo por el NAFTA, a pesar de sus beneficios sociopolíticos de largo alcance, uno podría preguntarse: ¿De qué manera reaccionarían el Congreso y el público estadounidense ante un progreso real en el marco del GATT? ¿Estarían dispuestos los legisladores a hacer extensivos beneficios económicos a China, Indonesia y Japón en términos más favorables que los otorgados a México? Desde el acuerdo sobre el GATT y el lanzamiento de la Organización Mundial de Comercio (OMC), las fricciones bilaterales con China y Japón han comenzado a agudizarse nuevamente. 123 . El Secretario de Estado, Warren Christopher, alguna vez dijo que la Comunidad Europea tenía mayor necesidad de que se concluyeran exitosamente las negociaciones del GATT que los Estados Unidos, pues éstos cuentan con el NAFTA y la APEC. La Comunidad Europea (CE), por lo tanto, debe colaborar con los Estados Unidos y otras naciones para lograr una conclusión exitosa "pues, de no tener éxito el GATT, la APEC podría contemplar otras medidas para conseguir un intercambio comercial más abierto".15 Esta declaración se interpretó como la amenaza de crear un área de libre mercado en el Pacífico, aunque los líderes asiáticos se apresuraron a reafirmar los principios de "regionalismo abierto" que rigen a la APEC, así como a negar tener interés en convenio comercial discriminatorio alguno. . Peter Sutherland, director general del GATT, ha acusado a los Estados Unidos y a la CE de escatimar el futuro económico mundial y ha expresado su temor de que un posible fracaso de la Ronda Uruguay pudiera llevar a una "carrera armamentista comercial".16 . Hablando extraoficialmente en 1991, un funcionario de una Embajada Estadounidense declaró: "Desde luego que el NAFTA desviará el comercio de Asia, justamente ese es su propósito".17 La mejor manera de interpretar ese comentario consiste en explicar que los funcionarios de la Administración Bush, especialmente en el Departamento de Comercio, creían que era inevitable que algunas industrias más cayeran en la inviabilidad, pero creían que era muy importante controlar a dónde se desplazaban las inversiones liberadas por ese proceso. Estos mismos funcionarios estaban convencidos de que los incentivos de mercado creados a través del NAFTA hacen de México (en relación con el Sudeste de Asia) un lugar más atractivo para invertir, lo que a su 124 vez generaría más puestos de trabajo de apoyo y mayor demanda de productos y servicios de los Estados Unidos, con el fin de compensar las pérdidas directas de puestos de trabajo en los sectores en declive en los Estados Unidos. . El GATT fue aprobado el último minuto a finales de 1994, en un momento en el que los Estados Unidos habían canjeado acceso al mercado a nivel bilateral a cambio de estipulaciones multilaterales más débiles. Los medios de comunicación acusaron a los Estados Unidos de suavizar su postura en relación con los subsidios gubernamentales y los impuestos aduaneros especiales, con el fin de dejar a los estrategas de Clinton un mayor margen de maniobra en el campo de la política industrial, por una parte, y para poder volver a poner en funcionamiento la Super 301 u otros programas proteccionistas que tranquilizaran al Congreso, por la otra. . A raíz del fracaso de las pláticas Estados Unidos-Japón, un experto economista explicó que el aumento subsiguiente en el valor del yen que apareció como noticia de primera plana en el International Herald Tribune era un signo de que "los Estados Unidos están utilizando el tipo de cambio como un arma política en contra de Japón". Otro experto anotó que "parece que los Estados Unidos se están aprestando para pasar a la imposición de sanciones". Clinton mismo no ha querido desmentir la posibilidad de una guerra comercial con Japón y ha dicho que "se considerarán todas las opciones".18 . En respuesta a las protestas provenientes de las industrias de la computación y del entretenimiento, a China le fue negado un sitio en la nueva Organización Mundial de Comercio y se le amenazó con imponer aranceles punitivos del 100 por ciento sobre más de 1,000 millones de dólares de 125 exportaciones hacia Estados Unidos, en el marco de una medida unilateral para mejorar la protección de los derechos de propiedad intelectual. Los Estados Unidos ya no pueden vanagloriarse de ser un bastión del libre comercio. Un ruidoso aumento en su petición de objetivos numéricos, una marcha atrás en relación con el control de los subsidios y su movimiento hacia el regionalismo son todos factores que contribuyen a que cada vez se generalice más el convencimiento de que las reglas comerciales multilaterales o no son eficaces o no son suficientemente buenas. Conforme el juego cambia de ser un "nosotros contra ellos" como en la Guerra Fría a un "yo contra mis más próximos rivales", inclusive aquéllos que creen que el libre comercio multilateral es claramente la mejor opción para el sistema comercial mundial (y quienes ven así las cosas siguen siendo mayoría entre los encargados de diseñar políticas en Washington) comenzarán a explorar mejores opciones para los Estados Unidos, a expensas de otros países. MÁS ALLÁ DEL NAFTA: LAS RAZONES DEL LIBRE COMERCIO CON AMÉRICA LATINA Antes de intentar analizar las complejas razones por las que el NAFTA contó con apoyo bipartidista en Estados Unidos y antes de considerar los posibles acontecimientos futuros, necesitamos examinar las principales iniciativas económicas y de política exterior de los Estados Unidos. Analizando las ramificaciones regionales en oposición a las de un país específico, podemos inferir qué tipos de política comercial resulta más probable que sigan el gobierno de Clinton y las administraciones posteriores. 126 Entre los temas principales de las relaciones de los Estados Unidos con América Latina se cuentan el tráfico de drogas, la migración de indocumentados, la deuda y la liberalización económica. Las drogas ilegales se producen en la región andina, así como también se producen y distribuyen a partir de varios países de la Cuenca del Caribe. Las políticas de control de drogas gozan de un fuerte apoyo político en el Congreso de los Estados Unidos. La migración ilegal tiene un perfil distinto: alrededor del 60 por ciento de todos los migrantes indocumentados proviene de México. Centroamérica y el Caribe contribuyen con, quizás, otro 20 por ciento, en tanto que los países asiáticos y el resto de los países con migración hacia los Estados Unidos contribuyen con alrededor del 10 por ciento restante. Otro reto proviene del legado de la crisis de la deuda en la década de los 80, que afectó profundamente a las exportaciones de los Estados Unidos hacia la región. A pesar de su impresionante recuperación en los 90s, América Latina sigue siendo una región altamente endeudada. Brasil es el mayor deudor de entre los países en vías de desarrollo, si bien México no se queda demasiado atrás. Chile, Venezuela, Colombia y Argentina, asimismo, deben cantidades suficientes como para merecer la atención de los bancos estadounidenses. Hay menos iniciativas de política específicas para las diferentes regiones de Asia, aunque el objetivo que se han propuesto los Estados Unidos de abrir mercados al intercambio comercial y a la inversión se aplica tanto en ese continente como en América Latina. En muchas formas, resultaba más fácil para los Estados Unidos tratar con Asia cuando la lucha contra el comunismo era la preocupación principal. Dejando de lado asuntos de seguridad importantes, tales como el nivel de despliegue de las fuerzas armadas estadounidenses y el potencial nuclear de Corea del Norte, las principales preocupaciones que los Estados Unidos tienen en relación con Asia actualmente son de naturaleza 127 económica. A pesar de la aseveración, tantas veces oída, de que Asia es el continente en donde vive la mayoría de los pobres del mundo, las preocupaciones económicas de los Estados Unidos tienen más qué ver con los logros de Asia, especialmente en lo tocante a la penetración que ha logrado en los mercados estadounidenses, que con la pobreza del Sur de Asia, de Asia Central y de Indochina.19 Existen dos interpretaciones principales que explican el éxito de Asia. La mayoría de los economistas creen que los logros de Asia han sido construidos con trabajo arduo y altos índices de ahorro e inversión, especialmente en lo tocante a inversiones en infraestructura moderna y recursos humanos, incluyendo la investigación y el desarrollo. Sobre estos cimientos, se construyó una división regional de trabajo muy efectiva, conforme fueron llegando oleadas sucesivas de inversión extranjera (en un principio de Japón a las economías de reciente industrialización [NIEs] y los países de la ASEAN con altos niveles salariales, posteriormente de Japón y las economías de reciente industrialización a países de la ASEAN y a China) que se tradujeron no sólo en la construcción de fábricas, sino también en la difusión de técnicas administrativas modernas, acceso a las redes de distribución existentes en mercados de países desarrollados y nexos con programas de investigación y desarrollo. El proceso fue alimentado por un aumento en los niveles salariales y un realineamiento en los tipos de cambio y fue facilitado por la liberalización del comercio y de las barreras a la inversión en las economías de bajos niveles salariales, así como por la liberalización de controles de capital en las economías de altos niveles salariales. Algunos economistas y un número creciente de otros especialistas de las ciencias sociales cuestionan la anterior visión convencional de los hechos.20 Ellos sostienen que el éxito de Asia se debe a una combinación de 128 factores: el haber sacado ventaja del sistema comercial internacional, del paraguas de seguridad brindado por los Estados Unidos y de su ayuda económica, todo lo anterior sumado a un estilo muy asiático de competencia, en el cual las intervenciones gubernamentales y su apoyo a las compañías domésticas ofrecen ventajas desleales. Una variante del anterior punto de vista sostiene que el aspecto más importante de la intervención gubernamental fue el control de los mercados de capital, la canalización de créditos en favor de compañías grandes (zaibatsu / keiretsu en Japón y chaebol en Corea) a tasas de interés muy bajas, dando así a las compañías nacionales tanto una ventaja en costos como el beneficio de una perspectiva segura a largo plazo, especialmente de cara a las compañías estadounidenses, sujetas a la visión de corto plazo e informes trimestrales de los corredores de Wall Street. Los que sostienen el punto de vista del mercado no logran ponerse de acuerdo en cuanto a la mejor manera de hacer frente a la amenaza asiática. Muchos de ellos se pronuncian a favor de efectuar reformas económicas en los Estados Unidos, incluyendo la reducción del déficit y la reforma de las leyes fiscales, con el fin de hacer aumentar el ahorro interno y hacer bajar las tasas de interés. Otros sostienen que la solución es la inversión gubernamental en educación básica y en la capacitación de la fuerza de trabajo. En el terreno internacional, los que se muestran a favor de recrear la internacionalización vertical de la producción conforme al modelo asiático, con el fin de aplicarlo a América Latina, se ven cuestionados por los proponentes del proteccionismo en los diversos países. La composición del gobierno de Clinton ha llevado a la gente a sospechar que la visión de Asia como competidor desleal habrá de ganar más credibilidad que en las anteriores administraciones republicanas. Una vez más, se han propuesto dos diferentes soluciones para hacer frente al reto asiático: la 129 primera consiste en atacar las instituciones que hacen distinta a Asia, tales como los sistemas de keiretsu y chaebol; la segunda aboga por la recreación de los elementos que se perciben como indispensables para conseguir competir con eficacia. Ambas se centran en Japón. Al mismo tiempo que se trata de adoptar los estilos administrativos y las políticas industriales de Japón, a menudo pareciera ser que los Estados Unidos critican acremente todo aquello que tiene éxito en Japón... y no partiendo de la base de que sea desleal o impropio, sino sencillamente ¡porque tiene éxito! La administración Clinton ha continuado ejerciendo presión contra Japón en relación con un cierto número de áreas relativas al intercambio comercial, pero esta presión no es tan severa como algunos habían temido pudiera ser. No obstante, hay fuertes indicadores de que esto se ha debido, fundamentalmente, a las circunstancias, pues los Estados Unidos han estado ocupados con las negociaciones del NAFTA y del GATT, en tanto que Japón ha estado promoviendo la desregulación y la reforma política internamente. Ahora que algunas de las otras preocupaciones comerciales de los Estados Unidos se han más o menos resuelto, la presión sobre Japón va en aumento. La cumbre económica entre el Primer Ministro Hosokawa y el Presidente Clinton, en Febrero de 1994, terminó sin ningún resultado, sin que pudiera llegarse a acuerdo alguno en ninguna de las cuatro áreas principales de la negociación. Curiosamente, la salida del gobierno reformista de Hosokawa y el regreso del viejo status quo al poder dieron como resultado un breve descanso a Japón de las presiones de los Estados Unidos. Entre las políticas globales de importancia se incluye el aumento de la producción y de la competitividad de la industria estadounidense, en particular las industrias de bienes de capital y los productos de tecnología de punta dirigidos al consumidor. Existe el convencimiento entre las burocracias de Washington de que los asiáticos y los europeos han logrado alcanzar en 130 competitividad a los Estados Unidos en un número de áreas clave mediante la división de los procesos de producción entre diferentes países que cuentan con distintas combinaciones de recursos humanos y físicos, logrando así beneficiarse de ventajas de costo significativas (lo que los economistas llaman ventaja comparativa) en diferentes productos y actividades. Por ejemplo, puede ser que una computadora se arme en Singapur con chips estandarizados de Malasia, chips especiales fabricados en Corea y en Taiwan, para que luego la comercialice una compañía multinacional de Japón, valiéndose de una agencia publicitaria de los Estados Unidos. La Comunidad Europea ampliada por la incorporación de España, Portugal y Grecia (así como Alemania Oriental), cuenta con una amplia gama de niveles salariales y de ingresos, así como de distintos recursos y especializaciones industriales. Pero las ventajas de la Cuenca del Pacífico -materias primas de Australia y del Sudeste de Asia, mano de obra de China, mano de obra capacitada de Singapur, Taiwan, Corea y Hong Kong (a los que llamaremos de ahora en adelante las economías asiáticas de reciente industrialización o ANIEs), el capital de las ANIEs y del Japón y la tecnología de este último país y, en menor medida, de los Estados Unidos y de las propias ANIEs- parecen representar una combinación insuperable. El apoyo bipartidista que el NAFTA suscitó en los Estados Unidos surgió de diferentes grupos y personas que interpretaron las ventajas de diferentes maneras. Los líderes empresariales vieron en ello una oportunidad para estimular el crecimiento económico y la demanda de consumo en México, ganando al mismo tiempo un acceso preferencial a los bienes intermedios mexicanos y al mercado de consumidores del país. Otros perseguían la estabilidad y la reducción de riesgos para invertir en México, tanto en plantas nuevas como en la floreciente Bolsa Mexicana de Valores. Otros se habían dado cuenta, a raíz del fracasado intento de "volver a tomar el control de nuestras 131 fronteras" que representó la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (1986) de que el flujo de migrantes indocumentados de México hacia Estados Unidos era mucho más sensible a las condiciones económicas que a los esfuerzos legislativos y policiales. Su razonamiento sostenía que la promoción del crecimiento y el aumento de los ingresos en México, que se daría a través del intercambio comercial con los Estados Unidos, sería mucho más eficaz en la reducción de la inmigración de indocumentados a largo plazo. También resultaba razonable suponer que los nexos institucionales que se crearían con el NAFTA y un crecimiento más rápido de México llevarían a una cooperación mucho más estrecha en cuanto a la aplicación de las leyes fronterizas (especialmente en lo tocante a la persecución del tráfico ilegal de drogas) y en cuanto al control de la contaminación a lo largo de la franja fronteriza. Los banqueros, desde luego, tenían mucho más que un mero interés pasajero en la salud de la economía mexicana, pues ésta se refleja directamente en el valor de mercado de sus papeles de deuda. Los Nuevos Demócratas deben de haber visto una oportunidad para promover su visión de una reestructuración de la industria estadounidense por medio de la competencia y de la búsqueda de complementariedades con países en vías de desarrollo, al tiempo que por esta vía se conseguía debilitar aún más al movimiento laboral organizado y su postura dentro del partido. Y la burocracia de Washington, independientemente de su afiliación partidaria, adora la estabilidad política, en parte porque facilita su trabajo. Debe de hacerse notar, sin embargo, que el levantamiento que se dio en el Sur de México, el trágico asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la crisis del peso de fines de 1994 y principios de 1995 conspiraron para atenuar e incluso revertir los efectos del NAFTA en muchas áreas. 132 LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL AJUSTE: UN MODELO Considérense por un momento los costos y beneficios de un ajuste económico inducido comercialmente. No existe consenso alguno, ni siquiera entre los economistas especializados en comercio, en cuanto a la magnitud del ajuste o a las ganancias económicas que habrá de reportar el NAFTA. Las estimaciones de las ganancias que pudieran llegar a obtener los Estados Unidos van desde 0 hasta 1.7 por ciento del PIB (Producto Interno Bruto), en tanto que las cifras correspondientes para México van desde 0 hasta 12.7 por ciento, dependiendo de qué premisas se apliquen y qué técnicas de modelo se utilicen.21 El único punto en el que parece haber acuerdo entre los estudiosos es el que las contracciones intersectoriales probablemente se mantendrán en un mínimo. De hecho, actualmente se acepta ampliamente la idea de que el impacto total del NAFTA en el mercado laboral de los Estados Unidos resulta despreciable en comparación con las fluctuaciones mensuales normales que sufren las cifras de empleo. No obstante, ningún modelo tiene un efecto lo suficientemente desagregado, ni por región ni por tipo de trabajo, como para eliminar la posibilidad de que haya efectos significativos a ese nivel. La relación que hay entre costos y beneficios puede ilustrarse de la mejor manera en relación con la teoría convencional de comercio estático de Jacob Viner y James Meade.22 En ese contexto, las ganancias que se derivan del comercio se relacionan con la "creación de comercio", lo que ocurre cuando los países signatarios de un tratado de libre comercio (TLC) reducen la producción de sus industrias ineficientes y aumentan la producción y, por lo tanto, las exportaciones de sus industrias eficientes. A nivel teórico, estas ganancias y ajustes podrían ser grandes si un país pequeño se pudiera 133 especializar enteramente en la producción de un solo tipo de producto y recurriera al intercambio comercial para satisfacer sus propios patrones de consumo. En la práctica, sin embargo, tanto las ganancias como los ajustes derivados de los TLC que predicen los modelos empíricos son muy pequeños. Esto sucede porque estos modelos, con el fin de describir adecuadamente los patrones comerciales del mundo real (en particular el fenómeno de que los países importan y exportan los mismos bienes), incorporan parámetros de diferenciación del producto. Así pues, una ventaja de costos pequeña sencillamente añade una reducida cantidad a la participación de mercado de una nación y no le permite capturar todo el mercado. Dos refinamientos recientes en estos modelos han complicado, sin alterar fundamentalmente, la relación que existe entre ganancias y ajustes. Uno de ellos se deriva del concepto de que los aumentos en la producción que logran los productores más eficientes pueden generar ahorros en los costos de los productos con economías de escala en la producción.23 Adicionalmente, si los productores monopólicamente competitivos se hubieran estado coludiendo antes de la firma de un TLC, las reducciones arancelarias resultantes podrían hacer bajar el diferencial precio/costo, lo que en sí mismo genera ahorro para los consumidores, aumenta la demanda y reduce los costos de producción. El segundo refinamiento consiste en permitir movimientos de factores (capital y mano de obra) en respuesta a cambios en las tasas de rendimiento y riesgo.24 Esta rama de la literatura también se propone medir los efectos de los acuerdos comerciales en la productividad total de dichos factores.25 En todos los casos, aun con un crecimiento en la productividad, las ganancias se generan de manera diferencial a lo largo de los diversos grupos sociales, por lo que deben de realizarse ajustes. En un contexto dinámico, sin embargo, es más fácil ver que la 134 mayoría de los ajustes se traducen en un crecimiento más lento y no en una contracción absoluta, por lo que pueden resultar más tolerables políticamente. En la perspectiva de lograr un Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental (WHFTA), hay razón para creer que la relación que hay entre beneficios y costos no es lineal, especialmente si se considera que se trata de un proceso que agrega economías cada vez más ineficientes y no competitivas a la base del NAFTA. En las gráficas 4.1 y 4.2 se considera la relación de costos y beneficios a partir de diferentes combinaciones de países, ordenados desde el mejor socio comercial en potencia hasta el peor, bajo la perspectiva del país en cuestión (tal como los Estados Unidos). En otras palabras, el movimiento a lo largo de la curva punteada, alejándose del punto de intersección 0, representa la expansión del WHFTA a través de la incorporación de nuevos miembros. La pregunta de si la curva llega alguna vez a tener una caída de más de 1 (punto en el que los costos marginales exceden a los beneficios marginales en relación con el siguiente país a incorporar) puede ser interesante, pero no resulta importante para el análisis que nos ocupa. Asimismo, la pregunta de si es relevante hacer la distinción entre beneficios reales o percibidos se deja abierta. Entre los ejemplos de los costos de integración se cuentan costos reales de ajuste, costos reales de negociación y apoyo a la integración, tales como el reciente paquete de garantías de préstamo que por 20,000 millones de dólares se extendió a México. Esta curva se halla fija en un punto temporal, pero puede moverse como resultado de un continuo crecimiento económico, de los avances en la liberalización y de las reformas en América Latina. Para ilustrar el significado de estas gráficas es conveniente incorporar a un grupo de actores más: los políticos que buscan maximizar sus beneficios. Éstos generalmente favorecen todos aquellos cambios que tengan un 135 efecto positivo para sus demarcaciones electorales, tales como propuestas que generen riqueza e ingresos fiscales para crear condiciones favorables que puedan exhibirse como logros en el momento de buscar la reelección. No obstante, los ajustes de recursos que pudiera generar un WHFTA o cualquier otra innovación podría ocasionar serias dislocaciones al mercado de trabajo. Sean o no las pérdidas de puestos de trabajo atribuibles directamente al ajuste, los trabajadores desplazados podrían culpar al político que favoreció la creación del WHFTA de lo que les esté ocurriendo. Aunque probablemente ninguno de los muchos consumidores que se benefician con un precio menor de las importaciones habrá de llamar o escribir a su representante en el Congreso, muchos de los que pierdan sus trabajos sí lo harán. (¡Y pueden estar seguros de que no expresarán su agradecimiento si consiguen encontrar un trabajo mejor pagado en algún otro sector de la economía!) Los políticos, por lo tanto, tienden a evitar los ajustes y el descontento que éstos conllevan. Y aun sí favorecen la instrumentación de una iniciativa de política que resulte en beneficios netos modestos, en la inteligencia de que los costos del ajuste también serían pequeños, siempre habrán de insistir en que cualquier iniciativa que conlleve altos costos debe, necesariamente, conllevar beneficios aún mayores. En otras palabras, confrontamos dos visiones: una local y de corto plazo y otra amplia y no necesariamente de largo plazo y hallamos que cada una tiene diferentes implicaciones en el momento de tomar decisiones. Las curvas "I" en las Ilustraciones 4.1 y 4.2 presentan puntos "de indiferencia" entre pares de combinaciones costo/beneficio, desde la perspectiva de nuestros políticos maximizadores de beneficios. En otras palabras, dichos políticos estarían dispuestos a aceptar cualquier punto en una línea dada y no mostrarían ninguna preferencia por un punto en especial (por lo que estos puntos son indiferentes entre sí). Esto es, para que dos puntos se hallen en la misma 136 curva de indiferencia, el punto con costos mayores deberá corresponder a un beneficio neto más alto. La dirección de la preferencia es hacia el noroeste (mayores beneficios y menores costos), por lo que I1 resulta preferible a I0 (que representa el status quo actual). I1 es, de hecho, el mayor nivel lograble de beneficio que hay en la Ilustración 4.1. De acuerdo con los criterios económicos convencionales, la combinación óptima de ajustes y beneficios aparecería en el punto de tangencia entre la curva WHFTA y una línea de intercambio constante (de 45o), arrojando así el tamaño óptimo del área de libre comercio. En la Ilustración 4.1, sin embargo, vemos que el equilibrio de la economía política, dado por la conjunción de la curva de la WHFTA y I1 en el punto E, se da en un nivel más bajo de beneficios netos y en un área de libre comercio menor. Por razones ya explicadas, los políticos maximizadores de beneficios se mostrarían reticentes en aceptar todos los costos que se requieren para alcanzar estos beneficios, por lo que congelarían un TLC antes de que éste llegara a su tamaño óptimo. Gráfica 4.1 La economía política de un WHFTA (GRÁFICA 4.1) Nótese también M, el punto de intersección entre la curva I0 y la curva de la WHFTA (en otras palabras, el punto de integración después de el cual el país preferiría no tener más integración). El punto M podría concebirse como la mayor cantidad de integración que un país podría aceptar como parte de un proceso de negociación en el cual se tomen en cuenta los intereses de todos los países involucrados. Una posibilidad, que resulta aparente en la Ilustración 4.1, es que un WHFTA completo dejaría a los Estados Unidos sin haber ganado nada ni perdido nada. En ese caso, la intersección se daría al final de la curva de la WHFTA. 137 Gráfica 4.2 La economía política de los acuerdos comerciales: WHFTA, UFTA y GATT (GRÁFICA 4.2) Consideremos ahora una segunda curva "de intercambio" (en otras palabras, un área de libre comercio sin restricciones geográficas bautizada como UFTA en la Ilustración 4.2) que represente una secuencia óptima de liberalización comercial no sólo dentro del hemisferio, sino a escala mundial. Está claro que esta curva quedaría al noroeste de la curva de la WHFTA si cualquier país que no sea del Hemisferio Occidental resulta ser un mejor socio comercial para los Estados Unidos que algunos países del Hemisferio, con su punto de partida en el sitio en el que se añada al "mejor" país no perteneciente al Hemisferio Occidental. Para cualquier curva de indiferencia de forma normal, se alcanzaría un nivel mayor de utilidad si la "integración" se llevara a cabo de forma "abierta", más que de una forma determinada geográficamente. Así pues, I2 resulta preferible a I1. Si consideramos tan solo los beneficios netos, la maximización de beneficios arrojaría una integración que involucraría a un mayor número de países en el caso no restringido geográficamente que en el caso de la WHFTA. Pero si las curvas de indiferencia se flexionan lo suficiente, entonces un TLC con bases no geográficas resultaría en un TLC con menos miembros. De forma similar, en tanto que un país latinoamericano dado podría aumentar sus posibilidades de ser incluido en una WHFTA mediante desregulación, inversión en infraestructura y otras medidas que lo hicieran más atractivo como socio comercial de los Estados Unidos, no significa que quede claro qué ocurriría si todos los países latinoamericanos se abocaran a tomar acciones semejantes de manera simultánea: es posible que más o menos países fueran incluidos. 138 Finalmente, la Ilustración 4.2 revela que el paso a un libre comercio regional o a uno global no necesariamente representa lo óptimo; dicho con más precisión y con el fin de interpretar el modelo en un contexto dinámico, no significa que necesariamente exista un ritmo óptimo de progreso hacia un libre comercio, considerando costos y beneficios tanto económicos como políticos. Otro punto que debemos considerar es la opción que ofrece el GATT, que también aparece en la Ilustración 4.2. La opción GATT puede concebirse como un movimiento parcial hacia el libre comercio, en el cual todos los países involucrados reciben un trato igualitario y es, por lo tanto, un promedio del origen y el final de la curva de un acuerdo de libre comercio sin restricciones geográficas. La curva de intercambio del GATT demuestra que un acuerdo que postule una reducción del 33 por ciento en aranceles por parte de todos los miembros, significa un movimiento de una tercera parte del camino hacia el libre comercio global. Dada la interpretación de los datos, la estrategia de la "integración abierta" (UFTA), domina sobre cualquier acuerdo del GATT, pero la línea de este último se cruza con la curva de la WHFTA. Por lo tanto, un libre comercio o un comercio casi libre por medio del GATT pudiera resultar preferible a un acuerdo de WHFTA, tanto parcial como pleno. La lógica anterior se sostiene si todos los países son partícipes potenciales en un área limitada de libre comercio. No obstante, se puede sostener que la única forma para avanzar hacia un libre comercio con Europa es por medio del GATT, por lo que Europa debería excluirse de la curva de "intercambio global", si bien se le debe de incluir en la línea del GATT. Esto da surgimiento a posibles situaciones adicionales, incluyendo la posibilidad de que, si Europa fuera el socio comercial más importante de los Estados Unidos por un margen suficiente, todo acuerdo en el marco del GATT sería preferible a cualquier acuerdo bilateral o combinación de ellos. Que una estrategia basada en 139 el GATT sea capaz de arrojar un mayor nivel de bienestar que la integración regional (¡o aun que un libre comercio global inscrito en el GATT mejore el nivel de bienestar en lo absoluto!) dependerá de la forma de las curvas de indiferencia y de las de intercambio, pero resulta más probable cuando las curvas de indiferencia son menos empinadas (esto es, cuando hay un menor requerimiento de ganancias económicas para un número mayor de unidades de costos de ajuste, por lo que el bienestar depende fundamentalmente de los beneficios netos).26 ¿Qué significa lo anterior para la WHFTA y/o la OMC? Considerando las reacciones de las potencias de Europa y Asia y de aquellas naciones que quedarían fuera del acuerdo, se puede pensar que la mejor estrategia para los Estados Unidos en el futuro consistiría en seleccionar a qué países les permite acceso al NAFTA, basados en consideraciones no geográficas sino en competitividad y complementariedad económica. En el curso de este proceso, el entusiasmo de los Estados Unidos por una continua expansión de los pactos bilaterales habrá de desvanecerse gradualmente, al igual que su disposición a mantener su papel de liderazgo en la nueva Organización Mundial de Comercio (OMC), a menos de que su alcance aumente dramáticamente y vaya más allá de su modesta meta de hacer bajar los aranceles sobre productos del sector manufacturero. Las anteriores conclusiones podrían ser matizadas por factores políticos. Las potencias económicas de otras regiones podrían no objetar la negociación de acuerdos comerciales promovidos por los Estados Unidos en su propia esfera tradicional de influencia (el Hemisferio Occidental), pero podrían objetar la realización de acuerdos más inclusivos. Los posible candidatos a suscribir acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos, como Singapur, deberán sopesar los beneficios de contar con nexos más estrechos con el mayor 140 mercado de los Estados Unidos y los costos de un posible debilitamiento en sus nexos con las economías asiáticas, mismas que registran un crecimiento más veloz. La fuerza de las consideraciones políticas domésticas de los Estados Unidos puede enfatizarse aún más si se considera la posibilidad de un acuerdo de libre comercio bilateral con Japón. A pesar del hecho de que los Estados Unidos sostienen que sólo quieren tener un acceso en condiciones de igualdad al mercado japonés, mi percepción de las cosas me dice que otorgar preferencias a Japón para acceder al mercado de los Estados Unidos por medio de un TLC resultaría algo políticamente inaceptable, aun si los Estados Unidos recibieran claramente una preferencia más valiosa en el mercado japonés como retribución . LA INICIATIVA DE LAS AMÉRICAS: UNA JUSTIFICACIÓN ECONÓMICA Existen pocos documentos que apoyen o analicen el libre comercio hemisférico. Varios años después del anuncio original del lanzamiento de la Iniciativa de las Américas, en Junio de 1990, aún no están claras las intenciones del presidente Bush, como tampoco está clara cuál es la postura al respecto del presidente Clinton.27 La propuesta inicial suscitó un interés considerable, emoción y controversia en toda la región, así como repetidas peticiones a los Estados Unidos de que aclararan cuál era su postura en cuanto a la región, los acuerdos institucionales contemplados y el calendario para llevarlos a cabo.28 Aunque la reciente cumbre de Miami parece haber generado planes concretos, los ajustes implícitos son inviables para la mayoría de los países de la región, aun antes de la perturbación de los mercados regionales que trajo consigo la crisis financiera mexicana. 141 Tras una gran profusión de acuerdos informales de referencia con varios países y grupos en América Latina, entre 1990 y 1991, mucho se ha hablado del poco progreso logrado. Esto no es totalmente justo; si bien no se han negociado más acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos, éstos han hecho extensivo un status de preferencia a los países del Pacto Andino. Revisemos el progreso que se ha llevado a cabo desde el anuncio hecho por Bush en las tres principales áreas de la EAI: reducción de deuda, incentivos a la inversión y libre comercio a nivel hemisférico.29 El plan de reducción de deuda que contempla la EAI consideraba sólo los 12,000 millones de dólares de deuda oficial que los países del área adeudan a los Estados Unidos. A través de una combinación de quita de deuda contemplado por el programa bilateral de asistencia alimentaria y los swaps "de deuda por medio ambiente", se han eliminado unos 900 millones del total anteriormente citado. Pero este endeudamiento por 12,000 millones de dólares representa apenas el 3 por ciento del total de la deuda de la región, que alcanza los 400,000 millones de dólares, por lo que el componente de reducción de deuda de la EAI debe catalogarse necesariamente como insignificante. Raymond Ahearn sugiere que podrían haber reducciones en los pagos de servicio de deuda para algunos de los países latinoamericanos más pequeños por medio de este programa (El Salvador, Costa Rica, Haití y la República Dominicana), pero las cifras no parecen apoyar esta postura. Por ejemplo, la deuda oficial de El Salvador, que alcanzaba los 755 millones de dólares, se redujo en 41.2 millones (casi el 6 por ciento) en los primeros tres años de la EAI, pero toda la reducción fue de deuda preferencial, cuyas tasas de interés ya eran menores a las del mercado. Existen pocas posibilidades de aumentar la cobertura del programa para que abarque los 5,500 millones de dólares de deuda oficial no preferencial. El Congreso autorizó la extensión del programa de reducción de deuda a 142 préstamos otorgados por el Exim Bank y por la Commodity Credit Corporation, pero no otorgó fondos para este programa en 1993. Sin embargo, aun la eliminación total de los 12,000 millones de dólares en deuda oficial, con la posibilidad de que otros acreedores hicieran otro tanto (Japón y Europa son acreedores conjuntos de 38,000 millones de dólares de deuda oficial latinoamericana), tendrían poco impacto en las transferencias netas de recursos de la región. Se propuso un fondo de inversión multilateral (FIM) de 1,500 millones de dólares conforme a la EAI, con el fin de promover las reformas en políticas de inversión de América Latina. Sin el esperado apoyo de Europa, se recibieron compromisos por 1,300 millones de dólares, pero la contribución programada de los Estados Unidos para el año fiscal de 1993 fue recortada por el congreso de 100 a 90 millones de dólares. Si bien el fondo se propone desembolsar a largo plazo unos 300 millones de dólares al año destinados a ayudar a los países latinoamericanos a superar sus problemas de escasez de capital, los flujos de capital netos a América Latina "han aumentado notablemente en los últimos años, pasando de 9,600 millones de dólares en 1989, a 18,400 en 1990, para doblarse nuevamente en 1991, cuando alcanzó los 36,000 millones de dólares".30 Una vez más, aun si los resultados más optimistas del FIM se llevaran a cabo, esto no tendría ningún efecto de importancia en la macroeconomía de la región. Por todo lo anterior, la promesa sustancial del EAI realmente es el libre comercio y, dados los bajos niveles de intercambio comercial intralatinoamérica, esto significa un acceso preferencial al mercado de los Estados Unidos. Dado que, por definición, no se pueden otorgar preferencias a todos, esto significa otorgar acceso preferencial a América Latina, en relación con Europa, África y Asia. Y en este punto, los Estados Unidos o se mueven con 143 suma cautela o simplemente hacen tiempo. Ahearn y sus coautores concluyen con una frase notablemente franca: "Queda por verse si la EAI habrá de recordarse fundamentalmente como una maniobra retórica para tranquilizar las sospechas de los países latinoamericanos en el sentido de que habrían de ser abandonados, o bien como una atrevida política diseñada para acercar a los Estados Unidos con Latinoamérica".31 Hay quienes sostienen que las negociaciones relativas al NAFTA y al GATT hicieron pasar a un segundo plano a la más amplia pero menos urgente EAI. También hay quienes argumentan que un énfasis excesivo en el EAI hubiera podido complicar políticamente la ratificación del NAFTA. Hay otro punto de vista que sostiene que la administración Bush ya había dado marcha atrás en relación con la EAI desde antes de su derrota electoral de 1992. Esta interpretación podría reflejar un reconocimiento creciente de las dificultades que habría que enfrentar para forjar un TLC de alcances hemisféricos, una mayor comprensión de la naturaleza y el alcance de las objeciones provenientes de Asia y de otras regiones y una mayor percepción de la resistencia interna a efectuar ajustes estructurales adicionales mediante el comercio. Una tercera y más sutil lectura de la situación sostiene que la EAI desde un principio se propuso como una promesa vacía, a utilizarse como zanahoria y garrote en las negociaciones comerciales. El efecto de la zanahoria sería el fortalecimiento de la liberalización comercial y de las reformas económicas en América Latina, mediante la formulación de promesas de un acceso garantizado al mercado de los Estados Unidos. El garrote tendría dos picos (¿como las lenguas de los negociadores comerciales?): uno de ellos serviría para disciplinar a los países latinoamericanos reacios ante el temor de quedar excluidos de una posible WHFTA, pero la segunda y más importante se utiliza para golpear a Europa y posiblemente a los países del Este Asiático con el mensaje de que el GATT cobra menor importancia 144 para Estados Unidos en la misma medida en que éstos encuentran otras opciones. Una lectura más amable de los acontecimientos recientes ocurridos en el marco de la EAI sostiene que ésta era un plan de rescate para una región que, conforme pudo verse, no necesitaba ser rescatada. Al tiempo que el crecimiento del ingreso y de las exportaciones redujo la proporción representada por el servicio de deuda; conforme la expansión y la liberalización crearon suficientes incentivos para nuevas inversiones privadas directas y de cartera, y conforme la liberalización y la recuperación económica de los Estados Unidos estimularon el intercambio comercial, la demanda de medidas más formales tales como la EAI disminuyeron. En esta situación, los recientes problemas de la región, detonados por la crisis mexicana, podrían hacer resurgir el apoyo al plan de libre comercio regional que se presentó en la cumbre de Miami. WHFTA VS. APEC: UNA COMPARACIÓN DE COMPETITIVIDAD INTERNACIONAL Un sencillo modelo de ganancias provenientes de la internacionalización de la producción puede ilustrar una de las diferencias importantes entre una WHFTA y un grupo comercial asiático o del área AsiaPacífico. Supongamos que un producto final requiere de numerosos y separables pasos para su producción. La mayoría de ellos podrían llevarse a cabo en cualquier país, pero el costo final del producto depende del costo que tenga cada uno de los pasos de su producción. Dado un rango de países, sean dentro de una región o a nivel global, con diferentes niveles salariales, productividad de la fuerza de trabajo, costo de capital y dotación de infraestructura, sería posible diseñar una ruta óptima de producción (minimización de costos) que partiera desde el diseño, pasando por la obtención de materias primas, la producción de 145 componentes y su armado, hasta su distribución al mercado, considerando costos de flete y barreras arancelarias al mismo tiempo. Desde luego, ningún país tiene un solo tipo de fuerza laboral ni un solo nivel salarial. Este modelo se aplica a la parte básica de la teoría del comercio internacional para suponer que de los muchos tipo de mano de obra que existen en una economía, el tipo más común definirá la ventaja comparativa de un país y, por lo tanto, determinará su competitividad internacional. Es posible que una economía sumamente protegida que cuente con recursos naturales muy rentables no sea competitiva internacionalmente con producto o proceso alguno, pues el precio de su mano de obra podría estar fuera de todo mercado salvo el suyo propio. Lo anterior probablemente caracterizó a algunas naciones latinoamericanas en los 70 y quizá se aplique actualmente a países como Myanmar (Birmania). La protección, sea a nivel nacional o regional, permite que el precio de los factores exceda sus niveles competitivos. Qué tanto mejore un acuerdo regional de libre comercio la competitividad de los productos de su región se puede reducir, por lo tanto, al éxito que tengan los países de dicha agrupación regional en la reproducción de las condiciones de sus competidores en otras partes del mundo. Las gráficas 4.3 y 4.4 muestran los costos laborales unitarios de varios países asiáticos y latinoamericanos, calculados mediante la división de un índice salarios pagados a los trabajadores del sector manufacturero entre un índice de productividad laboral en ese mismo sector. Si partimos de la suposición de que la reducción en los precios de los artículos, en combinación con la liberalización comercial observada en América Latina en la década de los 80, hizo competitivos a los países latinoamericanos de cara a los asiáticos para 1990 (suposición que podría cuestionarse), podemos ver qué tan desfasados estaban los salarios con la productividad de América Latina en la década de los 70: los índices de 146 salarios/productividad superan por mucho el nivel de 1.0 casi todos los años y en todos los países. Este enorme subsidio al trabajo creó un cierto poder adquisitivo que generó utilidades para las compañías extranjeras que producían para el mercado local, pero también sirvió como un incentivo negativo para la instalación de fábricas y procesos de producción en América Latina, con miras a los mercados regionales o globales. De conformidad con la Ilustración 4.4, por el contrario, las relaciones asiáticas mostraron la tendencia a mantenerse alrededor de 1.0 o aun por debajo de éste. Sólo Indonesia, con una economía relativamente protegida y una gran riqueza de recursos naturales rivalizaba de alguna manera con las distorsiones observadas en América Latina y, de hecho, Indonesia ha comenzado a recibir cantidades significativas de flujos de capital extranjero apenas en fechas recientes. En Asia, la inversión extranjera directa busca crear un sistema de minimización de costos de producción que podríamos llamar de "internacionalización vertical", para diferenciarla del concepto de "integración vertical" (distintos productos y procesos efectuados por una misma empresa o conglomerado), muy común en la literatura de la organización industrial. Existe suficiente diversidad en las economías asiáticas como para permitir aproximarse a un continuum de combinaciones de recursos y costos. América Latina, por el contrario, tiene dos desventajas principales. La primera, quizá enfatizada por los estudiosos asiáticos, consiste en que tanto el NAFTA como una posible WHFTA estarían constituidos por naciones deudoras. La segunda desventaja, menos apreciada por los analistas, consiste en que América Latina carece de la diversidad de Asia y, por lo tanto, no se aproxima al establecimiento de ese continuum. En particular, no hay países en América Latina con el nivel de capital humano y de productividad que es posible encontrar en Corea del Sur y en Taiwán, como tampoco hay países con niveles salariales comparables que 147 pudieran competir con la productividad laboral de países como China e Indonesia. (Ver datos en el apéndice de este volumen.) Gráfica 4.3 Países latinoamericanos de altos salarios: índice salarial/índice de productividad, 1971-1990 (GRÁFICA 4.3) Gráfica 4.4 Salarios y productividad en Asia: índice salarial/índice de productividad, 1971-1990 (GRÁFICA 4.4) Una posible WHFTA sería competitiva con Asia en ciertos tipos de procesos (en la inteligencia de que otro auge en la rentabilidad de los recursos naturales de la región no lleve a una reversión de la liberalización reciente). Pero en los niveles de capacitación medio alto y bajo, Asia cuenta con una clara ventaja de costos que se traduciría en una ventaja competitiva en una amplia gama de procesos y productos en caso de desarrollarse bloques comerciales proteccionistas. Incluso en el nivel medio, en el que América Latina es más competitiva, hay dos factores en su contra. En primer lugar, el que la rentabilidad de los recursos se centre en los salarios hace que la fuerza laboral sea algo menos competitiva de lo que sería de otra manera. En segundo lugar, la infraestructura relativamente pobre de la mayoría de los países latinoamericanos hace que aumenten los costos. Estos puntos tienen un efecto directo en el atractivo de los países de América Latina como socios comerciales. Por otra parte, los beneficios que podrían derivarse de la unión de sus economías en una WHFTA podrían ser mayores para los países latinoamericanos que para los asiáticos. Una mayor orientación de sus economías hacia el exterior, una 148 reducción en las distorsiones introducidas por sus políticas y mayores inversiones en infraestructura para reducir los costos regionales e internacionales de transacción, podrían resultar en un estímulo considerable para el crecimiento de la productividad y la competitividad de América Latina a largo plazo. CONCLUSIONES La ratificación del NAFTA puede ser defendida por los panegiristas de la administración Clinton como un triunfo de la esperanza sobre el miedo, en el sentido en que las industrias en crecimiento en los Estados Unidos han resultado favorecidas por el pacto, en tanto que las industrias en declive se han acelerado su deterioro. Estas voces victoriosas, sin embargo, deben de reconocer que se trató de una victoria pírrica y de una coalición de apoyo sumamente frágil. En términos del modelo presentado en páginas anteriores, las curvas de indiferencia de los políticos que deben votar sobre la aprobación o no de tratados comerciales parece ser bastante pronunciada, lo que indica que no están dispuestos a aceptar más ajustes, a menos de que se les garanticen beneficios desproporcionadamente grandes. Es poco probable que la coalición tras el NAFTA busque someterse a otra prueba pronto, ya sea en favor del acceso de un país que está claramente listo para ingresar al acuerdo, pero cuya importancia política para los Estados Unidos es menor (Chile), ya sea para países políticamente importantes, pero cuya admisión sería difícil de justificar en términos económicos (El Salvador u Honduras). Aun si ignoramos (como los economistas hacen con demasiada frecuencia) los efectos que las políticas de un país tienen sobre las de otros, parece poco probable que un libre comercio hemisférico sea de interés para los Estados Unidos. En un ambiente político en el cual la voluntad de pagar costos 149 es sumamente limitada, existen países fuera del Hemisferio Occidental que ciertamente podrían dar más beneficios que muchos países del hemisferio mismo. Si el ambiente político cambiara con el actual auge económico, entonces resulta sumamente posible que un progreso multilateral adicional en el marco del GATT resulte preferible a una mayor integración regional. En un modelo sencillo de competitividad internacional, el NAFTA puede mejorar la competitividad de los bienes producidos en los Estados Unidos de cara a los productos de una Europa unificada o de un cada vez más interdependiente Este de Asia, pero la instrumentación de un WHFTA no resultaría en una réplica de la competitividad asiática en el Hemisferio Occidental, en gran medida por la carencia de la diversidad de factores que sí se encuentra en Asia. Así pues, tanto el asunto de la competitividad como el de la maximización del bienestar parecen apuntar hacia una mayor y no una menor interacción económica de los Estados Unidos con Asia y, en el futuro próximo, hacia una integración económica gradual y selectiva con América Latina y no tanto hacia una integración plena, como la contemplada por una posible Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental (WHFTA). Notas ______________ * Al autor le gustaría expresar su agradecimiento a Shoji Nishijima y Koji Shimomura del RIEB y a Clark Reynolds de la Universidad de Stanford por sus útiles comentarios. Todo error en el texto, sin embargo, es responsabilidad del autor. 1. En 1995, hemos sido testigos del repudio hacia el anterior presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari; hemos visto la reducción sistemática de los derechos de los inmigrantes en California; y también el rechazo de las garantías de crédito a México por parte del Congreso de los Estados Unidos. 2. Afirmaciones de Paul Krugman en la reunión anual de la Asociación de Economistas Estadounidenses, enero de 1992. 150 3. Ver Morley Gunderson y Daniel Hamermesh, "The Effect of Free Trade on the North American Labor Market", en Clark Reynolds et. al., eds., The Dynamics of North American Trade and Investment (Stanford, CA; Stanford University Press, 1991), pp. 225-240. 4. Ver James Stanford, "Estimating the Effects of North American Free Trade: A Three-Country General Equilibrium Model with 'Real World' Assumptions", Canadian Centre for Policy Alternatives (septiembre de 1993) para una comparación crítica de las suposiciones subyacentes a los modelos neoclásico e "institucional". 5. Ver, por ejemplo, James Markusen, "The Theory of the Multinational Enterprise: A Common Analytical Framework", en Eric Ramstetter, ed., Direct Foreign Investment in Asia's Developing Economies and Structural Change in the Asia-Pacific Region (Boulder; Westview Press, 1991), pp. 11-32 y Chung H. Lee, "Outward Direct Foreign Investment and Structural Adjustment in a Small Open Economy", Kobe Economic and Business Review 36 (1990), pp. 1-15. 6. Por ejemplo, un acuerdo comercial tiene dominio Pareto en relación con otras políticas (p.ej.: el status quo) si todos los participantes (definidos al nivel nacional) logran garantizarse, al menos, el mismo nivel económico y si al menos un país sale beneficiado con el acuerdo. 7. Citado en Richard Cooper, "International Economics in the International Encyclopaedia of Social Sciences", Journal of Economic Literature 8, nº 2 (1970), pp. 438-439. 8. Ver capítulos de Borrus, Tyson y Zysman, Brander Spencer y Paul Krugman, en Krugman, ed., Strategic Trade Policies and the New International Economics (Cambridge, MA; MIT Press, 1986) y Robert Reich, "We Need a Strategic Trade Policy", Challenge 33, nº 4 (1990), pp. 38-42. Para ver una crítica tradicional de la política de comercio estratégico, ver Gottfried Haberler, "Strategic Trade Policy and the New International Economics: A Critical Analysis", en Ronald W. Jones y Anne O. Krueger, eds., The Political Economy of International Trade (Cambridge, MA; BLACKWELL, 1990), pp. 25-30. 9. Yoshio Tsurumi, "A Japanese-American Grand Bargain", World Policy Journal 10, nº 3, (1993), pp. 45-53. 10. Para una descripción más completa de la "escuela realista", representada por los trabajos de Kenneth N. Waltz y muchos otros autores, ver Richard Gilpin, The Political Economy of International Relations (Princeton, NJ; Princeton University Press, 1987) y Joseph Grieco, Cooperation among Nations: Europe, America and Non-Tariff Barriers to Trade (Ithaca, NY; Cornell University Press, 1990). 11. Robert McCleery y William James, "Beyond Export-led Growth: Alternative Pathways to a 'Neutral' Trade Regime", ponencia presentada ante la East Asian Economics Association, Seúl, Corea del Sur (septiembre de 1992). 12. De acuerdo con lo sostenido por Gary Hufbauer y Jeffrey Schott, "Regionalism in North America", en Kenichi Ohno, ed., Regional Integration and Its Impact on Developing Countries (Tokio; Institute for Developing Economies, 1993). 13. Business Week (8 de noviembre de 1993), p. 26. 14. Para tener acceso a una descripción del acuerdo, ver Gobiernos de Canadá, Estados Unidos Mexicanos y Estados Unidos de América, Description of the Proposed North American Free Trade Agreement (agosto de 1992). Para consultar un análisis de sus estipulaciones y su 151 posible efecto sobre los tres países, ver Gary Hufbauer y Jeffrey Schott, NAFTA: An Assessment (Washington; Institute for International Economics, 1992). 15. Christopher, en comentarios hechos durante una reunión informativa antes de su viaje a la reunión de la APEC celebrada en Seattle, según lo reportó The Australian (17 de noviembre de 1993), p. 1. 16. Ibid. 17. Para tener acceso a una estimación de los efectos potenciales en la desviación de comercio y de inversión que el NAFTA pudiera tener en países en vías de desarrollo en otras regiones, en particular en el Sudeste Asiático, ver Robert McCleery et. al., "NAFTA and Its Effect on Other Regions: U.S. Trade Policy and Asia's Concerns in a Global Context", en Kenichi Ohno, ed., Regional Integration and Its Impact on Developing Countries (Tokio; Institute for Developing Economies, 1993). 18. Neil MacKinnon, estratega en jefe de divisas en Citibank, Londres, citado en el International Herald Tribune, (15 de febrero de 1994), p. 1. Nick Stamenkovic, economista del DKB International y el presidente Clinton, ibid. 19. Este "hecho" puede no resultar cierto bajo un análisis cuidadoso, especialmente si uno corrige los niveles de vida de China y otros países valiéndose de los datos de Summer y Heston. Robert Summers y Alan Heston, "The Penn World Tables (Mark S): An Expanded Set of International Comparison, 1950-1988", Quarterly Journal of Economics 106, nº 2 (1991). 20. Chalmers Johnson, "The Institutional Foundations of Japanese Industrial Policy", en C. Barfield yW. Schamba, eds., The Politics of Industrial Policy (Washington, D.C.; American Enterprise Institute, 1986), pp. 187-205 y Robert Wade, Governing the Market (Washington, D.C.; The World Bank, 1990). 21. Ver, por ejemplo, United States International Trade Commission, Economy-Wide Modeling of the Economic Implications of a FTA with Mexico and a NAFTA with Canada and Mexico (Washington, DC; USITC), publicación 2508, mayo de 1992; Congressional Budget Office, Estimating the Effects of NAFTA: An Assessment of the Economic Models and other Empirical Studies (Washington, DC; Congressional Budget Office, junio de 1993); y Nora Lustig et. al., North American Free Trade (Washington, DC; The Brookings Institution, 1992). 22. Jacob Meade, The Theory of Customs Unions (Amsterdam; North Holland, 1955) y Jacob Viner, The Customs Union Issue (Nueva York; Carnegie Endowment for International Peace, 1950). Otro estudio clásico es el de Robert Lipsey, "The Theory of Customs Unions", reimpreso en Jagdish Bhagwati, ed., International Trade: Selected Readings (Cambridge, MA; MIT Press, 1987), pp. 357-376. 23. David Cox y Richard Harris, "Trade Liberalization and Industrial Organization: Some Estimates for Canada", Journal of Political Economy 93 (1985), pp. 115-145 y Richard Harris, "Applied General Equilibrium Analysis of Small Open Economies with Scale Economies and Imperfect Competition", American Economic Review 74 (1984), pp. 1016-32. 24. Ver Robert McCleery, "An Intertemporal, Linked, Macroeconomic CGE Model of the United States and Mexico Focusing on Demographic Change and Factor Flows" y también Sherman Robinson et. al., "Agricultural Policies and Migration in a U.S.-Mexico Free Trade Area: A Computable General Equilibrium Analysis", en United States International Trade Commission, Economy-Wide Modeling of the Economic Implications of a FTA with Mexico 152 and a NAFTA with Canada and Mexico (Washington, DC; USITC), publicación nº 2508 (mayo de 1992) y Raúl Hinojosa Ojeda y Robert McCleery, "U.S.-Mexico Interdependence, Social Pacts and Policy Perspectives: A Computable General Equilibrium Approach", en Gerardo Bueno et. al, eds., U.S.-Mexico Relations, pp. 113-154. 25. Ver McCleery, "An Intertemporal, Linked, Macroeconomic CGE Model of the United States and Mexico Focusing on Demographic Change and Factor Flows", y también Timothy Kehoe, "Modeling the Dynamic Impact of North American Free Trade", en United States International Trade Commission, Economy-Wide Modeling of the Economic Implications of a FTA with Mexico and a NAFTA with Canada and Mexico (Washington, DC; USITC), publicación nº 2508 (mayo de 1992). 26. Para ver la consideración de otra posible situación (un acuerdo del GATT una vez firmado el NAFTA), ver Robert McCleery y Shoji Nishijima, "Trade Groupings in the Americas and Asia and the National Interests of Japan and the United States", CILAS Working Paper , nº 9 (LaJolla; Center for Iberian and Latin American Studies [CILAS]; University of California, San Diego -por aparecer). 27. El Servicio de Investigación del Congreso tiene un documento sobre la EAI (Raymond Ahearn et. al, Enterprise for the Americas Initiative: Background, Congressional Action and Future Prospects [CRS Report 93-715, 23 de julio de 1993] y otro documento que pasa revista a una discusión de las perspectivas del libre comercio a nivel hemisférico (Raymond Ahearn, The Future of Western Hemisphere Trade Relations [CRS Report for Congress 9244, 7 de enero de 1992]). Hasta finales de 1993, la U.S. International Trade Commission no había publicado ningún estudio de la EAI ni de la WHFTA, pero sí había publicado seis sobre el NAFTA. 28. Ver, por ejemplo, "Points on Enterprise for the Americas Initiative", memorándum no clasificado, firmado por R. Ives, del USTR al Departamento de Estado para su distribución a Embajadas Estadounidenses en Bolivia, Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia (febrero de 1992). Este comunicado se dirigía a los líderes de los países del Pacto Andino, en respuesta a sus repetidas peticiones de "un resumen escrito de los puntos tocados en nuestra visión del movimiento hacia el establecimiento de un área hemisférica de libre comercio, bajo la Iniciativa de las Américas". Una lectura cuidadosa de este corto comunicado imiplica que las peticione arriba mencionadas se manejaron a nivel muy bajo y que las respuestas de los Estados Unidos ni se coordinaron adecuadamente ni fueron muy bien pensadas. 29. Alrededor del 85 por ciento de las exportaciones de Colombia a los Estados Unidos ingresan a este último país exentas de aranceles debido, fundamentalmente, a las preferencias comerciales, según lo expresado por María del Pilar Esguerra en la reunión Pacific Economic Lookout (Perspectivas Económicas del Pacífico), celebrada en Osaka el 22 de febrero de 1994. 30. La discusión que sigue se apoya en gran medida en lo escrito por Raymond Ahearn et. al, en Enterprise for the Americas Initiative: Background, Congressional Action and Future Prospects (CRS Report 93-715, 23 de julio de 1993). 31. Ibid. 153 CAPITULO CINCO MÉXICO, EL NAFTA y LA CUENCA DEL PACÍFICO Luis Rubio México lanzó la iniciativa de negociar un Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) con el fin de lograr objetivos esencialmente políticos. Si bien el contenido del acuerdo se ocupa de asuntos económicos y, en un sentido amplio, con las reglas para el intercambio comercial, los objetivos del gobierno mexicano tenían más que ver con la búsqueda de credibilidad para la reforma económica que había emprendido desde principios de los ochenta. El gobierno mexicano buscaba atraer la inversión extranjera con el fin de acelerar el paso de la modernización económica y de hacer crecer rápidamente los niveles de productividad interna. Desde la perspectiva del gobierno mexicano, por lo tanto, la sola culminación de las largas negociaciones era tan importante como el contenido del acuerdo negociado, si no es que más. Desde que el NAFTA entró en vigor en enero de 1994, dos asuntos han sido de vital importancia para México. El primero tiene que ver con la expansión del NAFTA, tal y como lo contempla el texto del documento. El segundo tiene que ver con los objetivos de México en el escenario comercial mundial, particularmente en la Cuenca del Pacífico. Ambas preocupaciones son relevantes y críticas, especialmente porque el gobierno mexicano mismo ha estado intentando ampliar sus relaciones comerciales en todo el mundo. Tradicionalmente, México ha buscado una diversificación tanto en su política exterior como en su comercio. Dada la difícil historia de la relación entre 154 México y Estados Unidos, el gobierno ha intentado expandir sus nexos económicos y desarrollar relaciones políticas sólidas con otras naciones del mundo, con el fin de disminuir el peso relativo de su vecino del Norte. En tanto que el NAFTA pudiera parecer a primera vista como un paso muy importante en dirección opuesta a dichos objetivos, el punto de vista prevaleciente en México es que el NAFTA puede ayudar a avanzarlos. Este capítulo contiene cuatro partes. La primera sección establece el contexto en el cual México tomó la decisión de negociar el NAFTA y analiza los objetivos políticos que ello contemplaba. La segunda sección examina la política comercial mexicana y discute la cuestión de la diversificación en oposición a la concentración del comercio. La tercera sección explora la expansión potencial del NAFTA para incluir nuevos miembros. La última parte se ocupa de los objetivos de México en relación con la Cuenca del Pacífico y concluye con algunos comentarios sobre la dirección que podría adoptar la política comercial del país en el futuro próximo. ¿POR QUÉ EL LIBRE COMERCIO CON LOS ESTADOS UNIDOS? Durante la década de los 80, el gobierno mexicano se enfrentó con el dilema más complejo y difícil de su historia moderna. Durante décadas, la nación había seguido una estrategia de desarrollo económico bastante autárquica, intentando construir una plataforma industrial interna, organizada y dirigida por un estado fuerte. Al actuar así, el gobierno buscaba mejorar su fuerza política y hacer aumentar los privilegios de la élite política que había gobernado al país desde la década de los veinte, así como mejorar le bienestar de la población mexicana en general. Por muchos años, esa estrategia tuvo éxito y el crecimiento 155 económico fue extraordinariamente alto. A la larga, sin embargo, la economía comenzó a dar señales de estancamiento. Un excesivo endeudamiento y una serie de intentos fracasados por sostener un programa económico que ya no funcionaba, llevaron a niveles de inflación cada vez más altos y a sucesivas devaluaciones del peso después de 1976. Para fines de los setenta, pero particularmente a principios de los ochenta, se hizo evidente que la estructura básica de la economía estaba fracturada y que el posponer las duras decisiones que debían tomarse sólo retrasaría la posibilidad de volver a tener tasas de crecimiento económico altas y sostenibles. La toma de conciencia de que, en la era de la globalización, una economía cerrada y protegida ya no era capaz de generar tasas de crecimiento como las de los países asiáticos se convirtió en un estímulo formidable para la promoción del cambio económico y político. Para 1982, como consecuencia de un endeudamiento gubernamental excesivo y de una administración económica extremadamente pobre, el gobierno se vio forzado a suspender los pagos de su deuda, produciendo una contracción económica muy severa, que duró varios años. La mezcla de altos niveles de inflación, recesión económica y un desempleo que crecía rápidamente produjo presiones políticas cada vez mayores contra el gobierno. El deterioro político y económico produjo, a su vez, una severa crisis de confianza, situación que no se vio aliviada cuando José López Portillo tomó la decisión de expropiar los bancos y utilizarlos como chivos expiatorios de las pésimas políticas gubernamentales. Una nueva administración, bajo Miguel De la Madrid (1982-1988), lanzó un programa de ajuste ortodoxo, dirigido a lograr la estabilización y reestructuración de la economía. La nueva estrategia tenía un alcance limitado, pues abordaba, sobre todo, las finanzas gubernamentales. El déficit fiscal se redujo significativamente, aumentando el ingreso al tiempo que se reducían los 156 gastos. Los subsidios se recortaron drásticamente y muchas empresas propiedad del gobierno fueron privatizadas. Algo que resulta interesante es constatar que al gobierno le tomó varios años tomar una decisión seria para aumentar las exportaciones, con el fin de hacer bajar la dependencia que el país tenía del petróleo y lograr así fortalecer la balanza de pagos. Independientemente de los altibajos, poco a poco comenzó a tomar forma un programa tendiente a lograr una profunda reforma económica. La administración de De la Madrid ya no buscaba sólo una buena administración de la economía, se estaba planteando una transformación y una modernización a fondo de la estructura económica de la nación. El estado redefinió su papel en la sociedad mexicana, abandonando la premisa de que su propósito era administrar la economía. El nuevo enfoque se centraba en crear las condiciones que permitieran el crecimiento económico; así pues, el gobierno lanzó una serie de iniciativas para desregular las actividades productivas, extender la privatización de las industrias operadas por el estado (paraestatales), desarrollar nueva infraestructura y hacer frente a los problemas de la pobreza, la educación y la salud pública. La liberalización de las importaciones fue el primer cambio significativo en la estrategia económica. A partir de 1985, tanto los aranceles como los requisitos de permiso de importación comenzaron a reducirse o fueron eliminados. En 1986, México se unió al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT). Estos dos cambios en la política del país tuvieron un gran impacto en las estructuras tradicionales de la economía y obligaron a los empresarios locales a emprender ajustes para enfrentar la competencia mundial; la alternativa era perderlo todo. Las compañías mexicanas comenzaron a buscar alianzas con socios extranjeros, a desarrollar sus propios mercados de 157 exportación, a adquirir nueva maquinaria y tecnología, a poner atención a las necesidades de los consumidores y a competir en el mercado. Conforme avanzaba la liberalización del mercado, los empresarios mexicanos comenzaron a sentir la presión de la competencia, fundamentalmente de las importaciones. Muchas empresas quebraron o se vieron obligadas a cerrar. Otras pasaron por una serie de dolorosos procesos de ajuste que, en la mayoría de los casos, produjeron resultados muy favorables. De acuerdo con las estimaciones actuales, alrededor del 60 por ciento de la producción industrial mexicana (representada por alrededor del 10 por ciento de las empresas industriales) se ha vuelto realmente competitiva, por medio del desarrollo de mercados de exportación viables, al tiempo que han logrado oponer un frente exitoso a la competencia representada por las importaciones. Un 20 por ciento adicional de la producción, representada por un 10 por ciento adicional de empresas, se halla aún en el proceso de ajuste.1 El reto central para la economía mexicana a mediados de los noventa se deriva del hecho de que alrededor del 80 por ciento de las empresas nacionales (unas 140,000) no ha logrado o no ha querido realizar un ajuste exitoso. No es necesario hacer énfasis en que la crisis económica de 1994-1995 ha aumentado mucho la presión sobre dichas empresas, pues ahora deben hacer frente a una contracción violenta de los mercados y a un aumento en los costos financieros. El intercambio comercial de México con el mundo se ha multiplicado rápidamente en los últimos quince años. El volumen total del comercio exterior pasó de unos 30,000 millones de dólares a principios de los ochenta a 140,000 millones para 1994, en tanto que las exportaciones no petroleras se cuadruplicaron entre 1986 y 1990. De la mano del crecimiento comercial, sin embargo, llegó un rápido aumento de los conflictos comerciales. Muchos productos mexicanos comenzaron a verse sujetos a la imposición de topes, pago 158 de derechos compensatorios y otras barreras no arancelarias en los Estados Unidos. Este proceso llegó a un punto tal en el cual prácticamente todo exportador mexicano con éxito debía enfrentarse a cargos de "dumping" y a acciones legales emprendidas contra ellos en el principal mercado externo del país. Como resultado de esas acciones, algunos sectores (fundamentalmente el del acero, el cemento y ciertos productos agrícolas) se hallaron ante la imposibilidad de continuar expandiendo sus exportaciones hacia el mercado de los Estados Unidos. A pesar de que muchas de las acciones legales en cuestión pueden haber sido justificadas, pronto se hizo patente que los mecanismos proteccionistas a disposición de los productores de los Estados Unidos eran potencialmente invencibles, fueran justificados o no. Para finales de los 80, estaba muy claro que los esfuerzos de México por reestructurarse e integrarse a la economía mundial podían ser fácilmente frustrados por las políticas proteccionistas de sus principales socios comerciales, especialmente los Estados Unidos. Por primera vez en la historia moderna, el gobierno se vio enfrentado a una realidad compleja: la economía mexicana necesitaba reformarse, pero para que la reforma fuera exitosa, las exportaciones tenían que crecer. Desde esta perspectiva, los conflictos comerciales, que se multiplicaban día a día, no parecían ser precisamente la receta del éxito. Por lo tanto, existía el gran peligro de que la nueva estrategia de desarrollo económico pudiera quedar inutilizada antes siquiera de que el gran despegue exportador llegara a materializarse. Algo aún más importante era el hecho de que la noción misma de la reforma pudiera ser derrotada por las fuerzas de oposición interna, perspectiva poco halagüeña tanto para los reformadores mexicanos como para el gobierno de los Estados Unidos. El contexto bilateral del comercio México-Estados Unidos no era adecuado para estas nuevas condiciones. En 1985, los Estados Unidos y México 159 habían firmado un convenio para establecer un marco de referencia comercial, así como un acuerdo paralelo sobre subsidios e impuestos compensatorios. Estos acuerdos abrieron el camino para la eliminación de trabas burocráticas y barreras no arancelarias en la frontera México-Estados Unidos. Incluían también la "prueba de daños", un procedimiento tendiente a reducir la propensión a tener conflictos comerciales sin fin. En los años que siguieron al convenio, sin embargo, pronto se hizo patente que éste era insuficiente para hacer frente a una expansión verdaderamente explosiva del movimiento comercial. Se hizo evidente que México tendría que alcanzar acuerdos substancialmente más profundos y fundamentales con los Estados Unidos si deseaba que su nueva estrategia de desarrollo tuviera posibilidades de éxito. Para 1989, la administración de Carlos Salinas de Gortari tomó consciencia de que se enfrentaba a un dilema muy serio, un dilema que determinaría el futuro de México. Por una parte, resultaba imposible transformar a México en una nación competitiva sin expandir su participación en la economía internacional. Por la otra, la volatilidad de los 70 y los 80 había hecho imposible ganarse y mantener la confianza del sector privado y de la comunidad inversionista, tanto en México como en el extranjero. México y los Estados Unidos llevaron a cabo algunos esfuerzos conjuntos para hallar soluciones a su situación comercial. Se exploraron varias posibilidades, incluyendo los acuerdos sectoriales. La complejidad que entrañaban dichos acuerdos pronto se hizo patente: era cada vez más difícil diferenciar al sector electrónico del automotriz, por ejemplo. Al mismo tiempo, se hizo muy evidente en México que la liberalización por sí misma no generaría confianza en el sector privado. Para tener éxito en la consolidación de sus reformas económicas, México necesitaba ofrecer garantías creíbles a largo plazo de que las nuevas políticas se mantendrían.2 160 Para finales de 1989, la administración de Salinas obtuvo una reestructuración exitosa de sus obligaciones de deuda con la comunidad bancaria y consiguió establecer credibilidad interna para su programa de reformas. La privatización de las principales compañías paraestatales estaba firmemente en curso y las oportunidades para invertir en infraestructura comenzaban a materializarse. Comenzaba a notarse un crecimiento moderado, pero la inversión privada se hallaba muy por debajo de los niveles requeridos para transformar la economía, para hacer aumentar de manera importante la tasa de crecimiento económico o para crear los niveles de empleo que la población estaban demandando. Es decir, aunque las reformas avanzaban rápidamente, los inversionistas permanecían cautelosos. Esta mezcla de conflictos comerciales y falta de inversión resultó ser el detonador del NAFTA. Tras décadas de una relación más bien fría con los Estados Unidos y después de años de severa recesión económica, el gobierno mexicano finalmente optó por negociar con Washington un acuerdo comercial de gran alcance. A principios de 1990, la administración de Salinas propuso un acuerdo comercial bilateral, con miras a (a) establecer un procedimiento ordenado para integrar ambas economías y (b) crear un marco legal que ofreciera credibilidad a los inversionistas en cuanto a la permanencia de las recientes reformas llevadas a cabo en México, así como para el establecimiento de salvaguardas legales apropiadas para sus inversiones. Así pues, México abandonaba su añeja política de hacer caso omiso del potencial de oportunidades que representaba el mercado de los Estados Unidos y, lo que era aún más importante, de ignorar la realidad de una rápida -y desordenada- integración de ambas economías en la zona fronteriza. 161 La política de la integración La decisión de integrar su economía con la de los Estados Unidos no fue una decisión fácil para el gobierno mexicano. La conflictiva relación histórica con tan poderoso vecino había dejado una profunda suspicacia entre la mayoría de los mexicanos y los líderes políticos habían explotado esa suspicacia para mantener el control interno desde la Revolución Mexicana. Los resultados de ello en la política económica tuvieron dos vertientes: por una parte, la retórica antiestadounidense llevó a prácticamente todos los gobiernos mexicanos a buscar una diversificación de su intercambio comercial; por la otra, la realidad se estaba imponiendo: el intercambio con los Estados Unidos estaba creciendo, concentrándose, acelerándose y profundizándose. Décadas después de que se había anunciado la política de diversificación, en los años 50, el intercambio comercial estaba más concentrado que nunca. Adicionalmente, la frontera entre ambos países se caracterizaba cada vez más por un proceso de "integración silenciosa" que ninguno de los gobiernos podía revertir ni contener fácilmente. Esas dos características opuestas (la retórica y la realidad) crearon actitudes únicas entre los mexicanos. En primer lugar, existía una especie de amnesia colectiva acerca de la naturaleza de los intercambios que se llevaban a cabo a lo largo de la frontera y acerca de las potenciales consecuencias sociales y políticas que dicha interacción podría acarrear a largo plazo. A pesar de una gran abundancia de investigación académica sobre la frontera y de que los empresarios habían cobrado consciencia del potencial que ofrecía la región, el gobierno no estaba preparado para escuchar a la realidad. En segundo lugar, la 162 disposición a ignorar lo evidente llegó a extremos asombrosos. Durante el gobierno de De la Madrid, por ejemplo, la mitad del total de los nuevos empleos creados en México lo fueron en las plantas maquiladoras que habían florecido a lo largo de la frontera. Sin embargo, no se tomó medida alguna para fortalecer ese sector industrial, ni para extender y mejorar la sobrecargada infraestructura de la región, como tampoco se hizo nada para aprovechar al máximo el enorme potencial que ofrecía. La reacción gubernamental ante los cambios que se estaban presentando en la frontera fue del todo congruente con una realidad nacional igualmente importante. Desde que logró alcanzar su independencia a principios del siglo diecinueve, México ha estado en un constante dilema sobre si debe intensificar su relación con los Estados Unidos o mantener una distancia prudente. Si bien la historia puede ser manipulada con fines políticos o partidarios, es imposible ignorar o negar la dura realidad de las intervenciones militares y la pérdida de extensos territorios en manos de los Estados Unidos. De hecho, la política exterior mexicana se había construido alrededor de la idea de que los Estados Unidos representaban una amenaza real y permanente para la soberanía de México. A pesar de que varios gobiernos cultivaron una relación próxima "de facto" con su vecino del norte, la mayoría optó por un distanciamiento deliberado que garantizara la soberanía de la nación. La lógica subyacente sostenía que era mejor ser independiente y pobre que estar sujeto a los designios de una potencia extranjera. Las razones del NAFTA Cualesquiera que fueran las razones para mantener una distancia prudente de los Estados Unidos en el pasado, las realidades de la década de los 163 80 planteaban una situación global completamente inédita. Esta década marcó el comienzo de una manera distinta de abordar las relaciones México-Estados Unidos. La cambiante naturaleza de la economía mundial y los hechos evidentes -tanto buenos como malos- que se estaban dando en la región fronteriza se combinaron para alterar la visión tradicional que México había sostenido en relación con los Estados Unidos. El persistente estancamiento de la economía mexicana, el creciente reto político presentado por la oposición a la élite priísta en el gobierno y los peligros crónicos de la inestabilidad política formaron parte de las consideraciones que llevaron al gobierno de Carlos Salinas de Gortari a proponer el NAFTA. A pesar de todas las discusiones, especulaciones y expectativas asociadas con un tratado de libre comercio, el NAFTA fue el resultado de un cálculo político sumamente cuidadoso. El proceso de reforma económica de México enfrentaba un dilema de naturaleza esencialmente política. Dado el hecho de que la reforma implicaba un enorme ajuste para todas las actividades productivas, de las cuales sólo algunas saldrían adelante con éxito, el proyecto de reformas entero pasó a depender de la perseverancia. Desde la perspectiva salinista, la continuación sistemática y permanente de la reforma era el único camino a seguir. La cuestión era hallar cómo hacerla políticamente sustentable, al tiempo que se buscaba generar confianza tanto entre los mexicanos como entre los inversionistas nacionales y extranjeros. Para finales de 1989, el gobierno de Salinas había persuadido a los bancos acreedores de México a que renegociaran la totalidad de la deuda comercial bancaria. Se había logrado reducir la inflación hasta un nivel moderado (aunque aún alto), de alrededor del 15 por ciento. Asimismo, se habían privatizado con éxito varias de las principales industrias paraestatales. El gobierno incluso comenzó la privatización del sistema bancario y de la compañía 164 telefónica nacional. A pesar de los anteriores logros, sin embargo, la inversión a largo plazo (tanto nacional como extranjera) seguía sin presentarse. Finalmente, el gobierno de Salinas reconoció que la confianza de los inversionistas había sido tan golpeada en el pasado que se requería algo más que un buen desempeño para volver a generarla. Los inversionistas necesitaban contar con la certidumbre de que el proceso de reformas puesto en marcha, así como las políticas específicas que lo acompañaban, se mantendrían aun bajo los gobiernos subsiguientes. Esta garantía, sin embargo, sólo podía otorgarla la comunidad internacional, específicamente los Estados Unidos. En suma, la lógica económica del NAFTA resultó la extensión natural del proceso de reforma. Con el fin de lograr un crecimiento sostenido, se hacía necesario asegurarse un mercado estable para los productos mexicanos, eliminar las barreras no arancelarias a las exportaciones mexicanas, reducir los altos aranceles máximos que restringían el acceso de los productos de México a los Estados Unidos y crear un mecanismo para la resolución de las disputas comerciales que pudieran surgir. Una vez que México tomó la decisión de liberalizar sus mercados y buscó mejorar su competitividad industrial, la única barrera de importancia para el éxito del proceso de reforma lo constituía la falta de un acceso seguro al mercado de exportación más importante de México: los Estados Unidos. Por lo tanto, se necesitaba alcanzar un convenio de libre comercio para asegurar el éxito de las reformas económicas internas. Así como la reforma económica tenía implicaciones políticas muy profundas, lo mismo ocurría con el acuerdo de libre comercio. La reforma mexicana constituía un cambio dramático en la política de ese país. Después de décadas de estar al servicio de los intereses de un grupo relativamente pequeño de políticos e industriales, el nuevo programa representaba una ruptura trascendental con el pasado y una redefinición de las alianzas políticas, así como 165 una reconfiguración de las bases de sustento de la coalición gobernante. El aglutinante que mantenía unida a esta nueva coalición era la expectativa de una recuperación económica y de una distribución de los beneficios entre los participantes, que ahora incluían a grandes segmentos de la clase media y de las clases "populares" en ascenso, incluyendo a la mayoría de la clase trabajadora. Para todos estos grupos, el acuerdo de libre comercio constituía una garantía de la permanencia de las reformas económicas y, de acuerdo con esta visión, de la viabilidad de la coalición misma. Además, un acuerdo de libre comercio podría servir para despolitizar la reforma económica, pues ésta quedaría inamovible y "sustentada en una base de concreto".3 En otras palabras, el NAFTA ofrecía una póliza de seguro político a todos los grupos de la nueva coalición gobernante. Brindaba una garantía a los sectores empresariales (tanto locales como extranjeros) que debían cargar con la enorme responsabilidad de llevar a cabo la recuperación económica y también a la población mexicana en general, en el sentido de que cualquier gobierno futuro no tendría más opción que continuar con las reformas. El NAFTA debía ser, por encima de todo, un instrumento para despolitizar la economía y así, fortalecer el compromiso con el cambio. Sólo la historia podrá decir si será posible cumplir con expectativas tan altas. El primer año del NAFTA El impacto que ha tenido el NAFTA en dos áreas ha sido realmente importante, a pesar de la crisis económica desatada en diciembre de 1994. En primer lugar, se observa un rápido crecimiento del comercio total entre México y los Estados Unidos. En segundo lugar, pero no por ello menos importante, está el cambio de actitud entre los empresarios. Aun antes de que el NAFTA fuera 166 formalmente puesto en marcha, empresas de ambos lados de la frontera comenzaron a desarrollar estrategias para expandir sus operaciones, crear nuevos mercados e identificar posibles socios estratégicos. Estas acciones han alterado de manera fundamental la naturaleza de la relación comercial existente entre las dos naciones. Una vez que el NAFTA entró en vigor, la existencia de una estructura formal y legal que rigiera el comercio y la inversión alivió muchas preocupaciones acerca de la confiabilidad del acceso al mercado, así como del status legal de las nuevas inversiones. Aunque la crisis mexicana ha hecho disminuir el optimismo que inicialmente rodeaba al NAFTA, ha habido un cambio dramático en la naturaleza de esta relación económica. Las cifras de intercambio comercial y de inversión demuestran claramente este cambio. Durante el primer año de vigencia del NAFTA, el total del intercambio comercial (exportaciones e importaciones) entre los Estados Unidos y México pasó de 89,600 millones de dólares, cifra que se registraba en 1993, a 109,000 millones para 1994. Un aumento del 21.6 por ciento en apenas un año indica un mejoramiento notable, especialmente a la luz de la evolución histórica del comercio bilateral, que siempre había mostrado la tendencia a un crecimiento anual modesto. Aún más revelador resulta el hecho de que el comercio total comenzó a acelerarse inmediatamente después de que se manifestó públicamente la idea de crear una zona de libre comercio. El intercambio comercial entre ambas naciones aumentó de 38,900 millones de dólares en 1990, el año en que el NAFTA se propuso por vez primera a 109,000 millones en 1994.4 Independientemente de cualquier otra cosa que pudiera decirse del NAFTA, no puede haber ninguna duda de que el convenio mutuo de fijar reglas adecuadas para el intercambio comercial -e incluso la sola promesa de un convenio semejante- llevó a una expansión significativa del intercambio comercial total. 167 La crisis financiera mexicana de diciembre de 1994 ha alterado la situación, pero no ha modificado la tendencia como tal. México ha debido enfrentar una escasez de divisas, un peso muy debilitado y una profunda recesión (que significó una tasa de crecimiento negativo de -5.6 por ciento en la primera mitad de 1995).5 Irónicamente, estas condiciones han cambiado grandemente la relación comercial global en favor de México. En tanto que los Estados Unidos gozaban de un superávit comercial de 5,100 millones de dólares con México en 1994, se espera que México goce de un superávit de alrededor de 12,000 millones de dólares en 1995. Y el intercambio comercial total continúa creciendo a una tasa anualizada de alrededor del 14 por ciento (basado en proyecciones que cubren desde el último trimestre de 1994 hasta el primer trimestre de 1995).6 Estos cambios en la situación habrán de ser utilizados sin duda por los críticos del NAFTA como evidencia de que México se había propuesto esto desde un principio. Existen dos respuestas básicas a esta interpretación bastante simplista. La primera es el hecho de que México está pasando por la peor recesión de su historia moderna y las recesiones inevitablemente conllevan una contracción en la demanda de importaciones. Así que si las importaciones han seguido creciendo aun en plena recesión, tal y como ha ocurrido, resulta lógico suponer que la demanda de importaciones registrará un repunte significativo cuando la economía mexicana comience a crecer nuevamente. La segunda es el panorama comercial global de México. La severidad de la recesión ha revertido la situación de la balanza comercial total del país, pasando de un déficit de casi 30,000 millones de dólares en 1994 a un superávit esperado de 12,000 millones (y quizás 15,000 millones) en 1995.7 El objetivo actual del gobierno consiste en lograr un superávit modesto de cuenta corriente, para lo cual requiere de un superávit comercial masivo. La distribución de la 168 balanza comercial, sin embargo, es muy desigual. En tanto que México ha hecho crecer su superávit con los Estados Unidos, su déficit comercial con Europa y Asia (que se está reduciendo) sigue siendo importante. El déficit con la Unión Europea ha disminuido de 5,700 millones de dólares en 1994 a unos 3,000 millones, cifra esperada para 1995.8 La balanza comercial con Asia, que tenía un déficit de casi 7,000 millones de dólares en 1994, ha bajado a unos 5,500 millones, cifra que se espera para 1995. En otras palabras, los Estados Unidos han sufrido la mayor parte del ajuste del desequilibrio comercial. Esto podría tener consecuencias políticas, particularmente de cara a las relaciones comerciales de México con otros socios del mundo, a pesar de que el volumen total del comercio que México tiene con Europa y Asia, que se estima en alrededor de unos 18,000 millones de dólares para 1995, represente sólo una fracción del intercambio comercial que México tiene con los Estados Unidos. Un indicador menos politizado y quizás más importante del impacto que el NAFTA ha tenido en la relación económica entre México y los Estados Unidos tiene que ver con la inversión. Los datos relativos a la inversión extranjera directa en México muestran un crecimiento impresionante, pasando de 2,600 millones de dólares en 1990, a 7,900 millones en 1994.9 De hecho, la inversión extranjera total prácticamente se doblo cada año, a partir de que se propuso el NAFTA. Aún más significativo que el volumen de la inversión ha sido la rápida integración de las operaciones empresariales, particularmente conforme las empresas mexicanas se abocan a expandir sus mercados en los Estados Unidos. Ha habido un número creciente de convenios de distribución, inversiones directas, transferencias de plantas de México a los Estados Unidos, desarrollo de nuevas operaciones próximas a los mercados, etc. El hecho fundamental que presenta la frontera entre México y los Estados Unidos consiste en que, a pesar 169 de la actual contracción económica de México, el NAFTA está borrando rápidamente la frontera del mapa económico. CONCENTRACIÓN VS. DIVERSIFICACIÓN Por décadas, un gobierno mexicano tras otro se había planteado la diversificación del intercambio comercial como si se tratara de un asunto de seguridad nacional. Más que intentar ampliar el comercio total, los sucesivos gobiernos se esforzaban por encontrar modos de hacer disminuir la importancia relativa de los Estados Unidos en los asuntos nacionales. Esta postura estaba justificada por los conflictos históricos que se venían dando desde el siglo diecinueve, pero también resultaba útil para la consecución de ciertos objetivos políticos. Aunque es probable que los líderes mexicanos fueran genuinamente desconfiados de los Estados Unidos, también manipularon el fantasma de la intervención estadounidense y el doloroso legado histórico con el fin de mantenerse en el poder y, ocasionalmente, para justificar la toma de acciones impopulares y aun descabelladas. Fuera que se basaran en razones sólidas o en mero cálculo político, los líderes mexicanos tradicionalmente consideraban la proximidad con los Estados Unidos como una maldición para México. En consecuencia, los beneficios potenciales derivados de esta proximidad fueron ignorados. El NAFTA, por lo tanto, constituye un alejamiento radical de las tendencias anteriores. No resulta tan obvio, sin embargo, que las tendencias a largo plazo hayan sido alteradas del todo. La justificación para dar este impresionante viraje, implícito en el NAFTA, mostró ser sumamente compleja. El gobierno de Salinas abordó los problemas de México con una visión mucho más analítica que las anteriores, e introdujo cambios profundos en las estrategias y aun en las prioridades, si bien 170 no en los objetivos fundamentales. Impulsado por consideraciones de orden político, más que por restricciones ideológicas o políticas, el equipo de Salinas calculó que el mejorar los nexos comerciales con los Estados Unidos lograría alcanzar dos metas. En primer lugar obligaría a la economía mexicana a especializarse, a explotar sus ventajas competitivas y a encontrar áreas en las que las empresas mexicanas y estadounidenses pudieran complementarse mutuamente, dando como resultado una mayor eficiencia, una expansión en la producción y la creación de nuevas fuentes de empleo. En segundo lugar, abriría el mercado canadiense a las exportaciones mexicanas, además de ofrecer una garantía de acceso al mercado de los Estados Unidos. Esta evolución acabaría por transformar las exportaciones mexicanas, hasta el punto de hacerlas mucho más capaces de competir exitosamente en cualquier otra parte del mundo. La verdad del asunto es que los esfuerzos de diversificación anteriores habían fracasado. Hasta principios de la década de los 80, las exportaciones no petroleras de México eran muy pequeñas (por debajo de los 3,000 millones de dólares) y el 70 por ciento de ellas acababa en el mercado estadounidense. Este último porcentaje continúa vigente aun hoy en día, aunque las exportaciones no petroleras de México han aumentado desde entonces, hasta alcanzar unos 50,000 millones de dólares. Si se define la diversificación estrictamente como la proporción de exportaciones e importaciones que una nación sostiene con sus socios comerciales, entonces el intercambio comercial de México sigue estando extremadamente concentrado. No obstante, hay otras medidas que pueden usarse para demostrar que el intercambio comercial de México sí se ha diversificado. Se podría, por ejemplo, examinar el aumento en el número de socios comerciales de México, la diversidad de los bienes que se exportan actualmente o el contenido tecnológico de las exportaciones actuales. Las fuentes de inversión extranjera también se 171 han expandido. Todo lo anterior es el resultado de la adopción de un régimen económico más liberal y especialmente de la puesta en marcha del NAFTA. El tipo de bienes que las empresas mexicanas han estado exportando ha cambiado significativamente en los últimos años. De ser un exportador esencialmente de materias primas a principios de la década de los 80, años en los que las exportaciones petroleras representaban más del 80 por ciento del total de las exportaciones, México se ha transformado en un exportador no tradicional. Para 1994, las exportaciones no petroleras representaban más del 80 por ciento de un movimiento comercial total de 143,000 millones de dólares.10 Las cifras anteriores reflejan un cambio estructural muy profundo en la economía mexicana, transformación que explica por qué el NAFTA ha sido tan exitoso hasta ahora y alberga un potencial extraordinario de crecimiento en el intercambio comercial. Además de un cambio en las políticas comerciales, el NAFTA representa una revisión fundamental de la concepción de lo que son los intereses nacionales. Hasta la década de los 80, el comercio internacional nunca se había contemplado como un componente clave del desarrollo económico. Con la excepción del petróleo, que comenzó a exportarse a mediados de los años 70, las exportaciones no habían tenido un papel de importancia en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Aun el auge en las exportaciones petroleras tuvo pocos efectos en la política comercial. Si acaso, creó la ilusión de que no era necesario hacer que la economía y la industria mexicanas fueran capaces de competir en los mercados mundiales. Gracias a las exportaciones petroleras, se pensaba en aquel entonces, México siempre tendría acceso a las divisas. La disponibilidad de éstas, luego entonces, nunca llegaría a ser una preocupación en el diseño de estrategias para lograr un crecimiento continuo. 172 Por todo lo anterior, el NAFTA no sólo representa una voluntad de adaptación y de resolver diferencias fundamentales con los Estados Unidos, sino también un abandono de los conceptos anteriores sobre política económica y los intereses nacionales de México. En este nuevo marco, lo que importa es ser capaces de competir, tener el potencial de hacer crecer las exportaciones y, como resultado, alcanzar la capacidad de mejorar continuamente la productividad. Lo anterior se contempla como el único medio capaz de crear nuevas fuentes de trabajo y asegurar niveles de vida más altos para la población mexicana. Lo que cambió para el gobierno mexicano no fue el objetivo general y abstracto del desarrollo económico, sino los instrumentos específicos que habían de utilizarse para conseguirlo. Importaba menos en donde se vendían las exportaciones que el tipo de exportaciones que se estaba realizando, cuánto valor agregado contenían y cuántas fuentes de trabajo creaban. Alejarse de la dependencia de una sola exportación (el petróleo, sobre cuyo precio México no tenía ninguna influencia) era mucho más importante que evitar el mercado estadounidense. Adicionalmente se consideraba que los productos de exportación que tuvieran éxito en los Estados Unidos tendrían una buena oportunidad de ser exitosos en otros mercados también. Esta suposición ha demostrado ser correcta, dado que el número de socios comerciales de México prácticamente se ha duplicado entre principios de los 80 y mediados de los 90. Aun antes de la firma del NAFTA, México había comenzado a negociar convenios similares con otras naciones, fundamentalmente en América del Sur. Asimismo, México suscribió un convenio-marco con la Unión Europea. Estas acciones, paralelas e independientes de las negociaciones relativas al NAFTA, tenían dos objetivos centrales. Uno consistía en expandir los mercados, eliminar los obstáculos al intercambio comercial y, en general, ayudar a diversificar los 173 patrones comerciales del país. En tanto que el NAFTA se estaba buscando por razones tanto políticas como económicas, las negociaciones comerciales adicionales se dirigían estricta y específicamente a la procuración de nuevos mercados para las exportaciones mexicanas. Los acuerdos de libre comercio con Chile, Venezuela, Colombia, Bolivia, América Central y aun Europa se contemplaban como instrumentos para asegurar el acceso de los bienes mexicanos a esos mercados . En resumen, el NAFTA constituye un cambio significativo en la estrategia mexicana, pero no en sus objetivo a largo plazo. El gobierno cambió su visión de los Estados Unidos, pero no ha abandonado su objetivo de diversificar su intercambio comercial. Hubo dos cambios fundamentales en la estrategia. Uno tiene que ver con el papel del intercambio comercial en la economía y el otro con el papel que los Estados Unidos podrían tener en el proceso de desarrollo mexicano. Por una parte, el intercambio comercial obtuvo reconocimiento como factor central en el proceso de desarrollo. Por lo mismo, resultaba esencial asegurarse el acceso a tantos mercados como fuera posible, así como modernizar la economía, para lo cual nuevas fuentes de inversión y tecnología resultaban absolutamente cruciales. Por otra parte, los Estados Unidos se convertirían, en el marco de esta nueva estrategia, en el ancla encargada de conferir credibilidad y respetabilidad a la nueva política económica, así como de suministrar un mercado enorme. No está claro, hasta ahora (mediados de los 90), si ésta o cualquier otra estrategia habrá de alterar los patrones históricos de la concentración comercial. Lo que si hará (y de hecho, ya ha sucedido) es expandir dramáticamente los niveles de intercambio comercial total, así como diversificar las fuentes de inversión. EXPANSIÓN DEL NAFTA 174 La cláusula de acceso, contenida en el Artículo 2204 del NAFTA, establece el marco general necesario para incluir nuevos miembros en el acuerdo. Esta cláusula establece que cualquier país o grupo de países que acepte los términos del acuerdo podría incorporarse al NAFTA, en la inteligencia de que los miembros de éste deben dar su consentimiento unánime. La cláusula, por otra parte, no especifica los procedimientos que otras naciones deben seguir para convertirse en miembros. De hecho, todos los meses de trabajos preliminares para la posible admisión de Chile han tenido más que ver con los procedimientos, que con las negociaciones específicas requeridas para su ingreso. Cualquiera que sea el contenido formal del acuerdo en este sentido, los mexicanos han expresado visiones conflictivas en relación con la expansión del NAFTA. Por una parte, contar con un acceso preferencial al mayor mercado del mundo otorga a México una posición económica excepcional que le permite atraer inversiones, logrando así los objetivos de desarrollo a largo plazo que lo llevaron a negociar el NAFTA en primer lugar. Por otra parte, los costos políticos de que se les perciba como demasiado próximos a los Estados Unidos ha inhibido a sucesivos gobiernos a buscar mayores nexos con el vecino del Norte, independientemente de las inclinaciones personales de cada líder en lo individual. El conflicto obvio que existe entre estas dos posturas crea inevitables dudas acerca de la posición del país en cuanto a la posible expansión del NAFTA. Tan compleja como parece ser esta dicotomía en el terreno de lo abstracto, las preferencias de México se han manifestado claramente con el paso del tiempo. En primer lugar, México no ha limitado ni obstaculizado en forma alguna las negociaciones con Chile. En segundo lugar, ha sido muy perseverante 175 en su búsqueda de nuevos acuerdos de libre comercio fuera del marco del NAFTA, con países tanto del Sur como de Europa. Sería posible, en este sentido, que México intentara lograr acuerdos similares con países del área del Pacífico, siempre y cuando dichas acciones no pusieran en riesgo al NAFTA, mediante la generación de conflictos comerciales que afectaran los intereses de los Estados Unidos. (Dado lo incierto del clima político en Estados Unidos, no es fácil definir qué sería exactamente lo que podría poner en riesgo al NAFTA.) Si los Estados Unidos utilizaran Acuerdos de Libre Comercio bilaterales con los países asiáticos, con el fin de expandir el intercambio comercial y las oportunidades económicas, por ejemplo, muy probablemente México haría otro tanto, haciendo un esfuerzo por negociar sus propios acuerdos comerciales de la misma forma que ha hecho en América Latina. En todo caso, México ya ha buscado y ganado su acceso a la APEC, lo que señala su claro compromiso con la diversificación comercial. En tercer lugar, México ha expresado su compromiso para hacer mayores los poderes del GATT y para hacer que éstos se asemejen lo más posible a los términos liberales que se contemplan en el NAFTA. Específicamente y más allá de acuerdos-marco y otros convenios similares con otras naciones o agrupaciones fuera de la región norteamericana, México ha sostenido durante mucho tiempo que el foro apropiado para mejorar el régimen comercial mundial es el GATT. Ahora que la Organización Mundial de Comercio ha fracasado en lograr un acuerdo sobre "dumping" (venta a precios desleales), la pregunta es si alguno o todos los participantes del NAFTA habrán de buscar profundizarlo en este respecto. Finalmente, el elemento más importante del dilema mexicano consiste en que hasta ahora no ha tenido que tomar partido sobre si el NAFTA debe o no ampliarse. Si bien cualquier miembro nuevo del NAFTA podría potencialmente 176 representar una amenaza para algún sector de la economía mexicana, la economía chilena es tan pequeña que no representa un riesgo importante. En caso de que el NAFTA recibiera una solicitud de ingreso de cualquier candidato más poderoso y amenazador (Brasil, por ejemplo), a México no le quedaría más remedio que aclarar y hacer públicas sus preferencias reales. Más allá de todo dilema de corto plazo, el principal objetivo de México no consiste en evitar el acceso de nuevos miembros al NAFTA, sino conseguir un ajuste rápido de su propia economía. La mayor parte de la planta industrial mexicana ha sido sumamente afectada por la liberalización de importaciones que precedió al NAFTA; de hecho, uno de los principales objetivos económicos del NAFTA desde el punto de vista mexicano consistía en atraer la inversión y la tecnología extranjeras, con el fin de modernizar la planta industrial del país, aumentar la productividad y expandir las exportaciones como resultado de ello. La integración gradual que las economías mexicana y estadounidense han estado experimentando en los últimos veinte años ha sido reforzada de manera sustancial por la existencia de reglas comerciales claras y transparentes. Resulta claro que lo que México espera es que tanto el proceso de integración como la modernización de su economía se hayan llevado a cabo antes de que cualquier competidor importante aparezca en escena. Antes de que estallara la crisis financiera mexicana hacia finales de 1994, el tema del ingreso de nuevos miembros al NAFTA, aunque vago, era claramente parte de la agenda de los tres socios fundadores del Acuerdo. El advenimiento de la crisis ha hecho surgir nuevas consideraciones, tanto en Washington como en la Ciudad de México. La modernización de la economía mexicana ha resultado mucho más difícil de lo que se había supuesto con anterioridad, y el clima político en los Estados Unidos ha cambiado de manera significativa. Desde esta perspectiva, lo más probable que ocurra con el NAFTA 177 en los años por venir es que se busque consolidar lo ya existente, más que acelerar un proceso política y económicamente poco atractivo (cuando no abiertamente peligroso) para sus miembros. Resulta discutible si la política de consolidación es o no incompatible con la posibilidad de incorporar a naciones más pequeñas al Acuerdo. En todo caso, resulta evidente que incorporar a naciones más grandes sencillamente no se contempla en el futuro próximo. El futuro del NAFTA se encuentra al margen de las preferencias de México. La decisión sobre si se debe o no proceder a incorporar a nuevos miembros y sobre el modo en que esto deberá hacerse la habrá de tomar Estados Unidos y no México. Tanto México como Canadá tienen sus propios intereses y objetivos, así como sus propios tiempos para hacer las cosas, pero resulta sumamente claro que cualquier iniciativa tendiente a expandir el NAFTA de manera significativa quedará a cargo, esencialmente, de los Estados Unidos. El ambiente político de los Estados Unidos a mediados de los 90 no parece favorable para una expansión del NAFTA, pero esto podría cambiar con el tiempo. No es ninguna coincidencia que los otros dos miembros del NAFTA compartan una frontera con los Estados Unidos. Los intereses de este último país en el escenario internacional y en relación con América Latina son evidentemente muy distintos de los de Canadá y México. Y, sin embargo, el bienestar económico de estos dos países es un componente crucial de los intereses nacionales de los Estados Unidos. En el corto plazo, por lo tanto, el NAFTA hará énfasis en la consolidación, más que en la expansión. A largo plazo, no obstante, no hay duda de que la expansión y ampliación del NAFTA será uno de los objetivos importantes de los Estados Unidos, y Canadá y México no tendrán más opción que incorporarse al proceso. 178 MÉXICO Y LA CUENCA DEL PACÍFICO El objetivo principal que México se propuso obtener a través del NAFTA fue la atracción de inversión foránea. Ese objetivo sigue siendo tan importante a mediados de los 90 como lo era cuando se tomó por primera vez la decisión de promover el acuerdo, a finales de los 80. En tanto que algunos otros criterios que guiaban las políticas económicas y comerciales de México han sufrido alteraciones desde el advenimiento de la crisis de diciembre de 1994, la búsqueda de fuentes confiables de inversión extranjera a largo plazo ha seguido en el centro de los objetivos económicos del gobierno. Las tres fuentes potenciales de las que podría generarse inversión son Japón y algunas otras naciones asiáticas; la Unión Europea; y los Estados Unidos. El área Asia-Pacífico también se ha convertido en la zona comercial más grande del mundo. Como resultado de ello, la Cuenca del Pacífico constituye uno de los objetivos más importantes para los encargados de diseñar la política comercial mexicana. Como se dijo anteriormente, el propósito económico del NAFTA, desde la perspectiva de México, tenía dos aspectos: garantizar el acceso al mercado estadounidense de las mercancías mexicanas y atraer la inversión extranjera. Sin embargo, cada vez resulta más difícil distinguir entre un objetivo y el otro, especialmente conforme el proceso de globalización se hace más profundo y cobra velocidad en todo el mundo.11 La mayoría de los inversionistas que contemplan la producción de bienes o servicios en México sin duda habrán de conferir una importancia vital al acceso privilegiado que el país tiene al mercado estadounidense, conforme a los términos del NAFTA. Enfatizando estas oportunidades, el objetivo más importante de México en la Cuenca del Pacífico será el de atraer inversiones. Y entre más inversiones consiga México atraer de esa área, más cerca se encontrará de 179 alcanzar su objetivo a largo plazo, consistente en diversificar su intercambio comercial y la procedencia de sus inversiones extranjeras. México ha intentado convertir su ubicación geográfica en una ventaja competitiva. Su extensa frontera con los Estados Unidos, su costa pacífica, su salida al Océano Atlántico (a través del Golfo de México) y su cercanía cultural e histórica con el resto de América Latina son todos factores que se están utilizando para atraer la inversión extranjera. El NAFTA es la culminación de estos esfuerzos, al garantizar el acceso al mercado de los Estados Unidos. Esta estrategia ya ha comenzado a rendir beneficios. La región Norte de México ha experimentado por años una presencia creciente de plantas manufactureras y ensambladoras (maquiladoras) enfocadas al mercado de exportación, fundamentalmente -si bien no de manera exclusiva- al de los Estados Unidos. Muchas de estas nuevas plantas son propiedad de empresas japonesas, pero también hay inversiones importantes de países tales como Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán. La reglas de origen que contempla el NAFTA han hecho una fuerte contribución al aumento del valor agregado mexicano en los ciclos productivos de estas plantas, mediante la expansión de operaciones en el país y mediante el empleo de partes y componentes producidos en el mismo. Algunas de las inversiones de origen asiático han creado nuevas plantas y empresas conjuntas (joint ventures). Muchas otras se han dado como resultado de la reubicación y transferencia de plantas que previamente se ubicaban en países asiáticos. Las razones para esta reubicación han sido objeto de una gran discusión. Mucho antes de que se finalizaran las negociaciones del NAFTA, muchos observadores asiáticos se mostraban preocupados por el hecho de que el NAFTA desviaría mucho más flujo comercial de la región Asia-Pacífico que el que generaría. Esa cuestión no puede contestarse con absoluta certeza el día de hoy, pero existen muchos indicadores que podrían ayudar a determinar el 180 impacto del NAFTA en el flujo comercial asiático. La experiencia acumulada hasta la fecha sugiere que el NAFTA no ha desviado el flujo comercial sino que, en lugar de ello, ha alterado los patrones comerciales dentro de la región del Pacífico. El cambio más evidente se deriva de la reubicación de plantas, muchas de las cuales se han instalado en lugares más próximos a su mercado final en los Estados Unidos. Si bien no cabe duda de que muchos factores influyen en la decisión sobre el mejor lugar para ubicar una planta, parece razonable suponer que los costos de la mano de obra, la cercanía con el mercado estadounidense, la apreciación de las monedas asiáticas frente al dólar y, de manera más reciente, la entrada en vigor del NAFTA han sido elementos muy importantes en la toma de dicha decisión. Muchas de estas reubicaciones se han dado con bastante anterioridad a la existencia del NAFTA, por lo que no constituyen una nueva tendencia en la región. El único patrón que el NAFTA parece reforzar a través del Pacífico es la consolidación de México como punto final de ensamblaje en la producción de varios tipos de bienes manufacturados, cuyas partes y componentes generalmente provienen ya sea de Asia, o de los Estados Unidos. A pesar del NAFTA, el futuro de las plantas de armado en el centro y norte de México dependerá en gran medida de la calidad de la infraestructura y de la educación en México. La mayoría de las plantas extranjeras ubicadas en México han sido capaces de elevar sus niveles de productividad muy por encima de sus expectativas iniciales, pero también se han topado con cuellos de botella en la disponibilidad de personal capacitado, así como en el suministro de electricidad, las vías de comunicación, la eficiencia de los ferrocarriles y los puertos, etc. Es muy probable que México intente atraer operaciones con un mayor valor agregado localmente en el futuro; para que esto resulte posible, no 181 obstante, se deberán llevar a cabo mejoramientos básicos en la infraestructura y la educación. De todas las fuentes potenciales de inversión de Asia, Japón es indudablemente el objetivo más importante para los encargados de diseñar las políticas en México. La información de que se dispone a la fecha sugiere que la inversión japonesa ha estado creciendo y ha aprovechado las ventajas del NAFTA mediante la expansión de sus operaciones y la reubicación de plantas en México. En tanto que algunos de estos proyectos tienen puesta su mira en el resto del mundo, siendo un ejemplo notable la planta de Nissan en Aguascalientes, la mayoría de las nuevas inversiones japonesas en México se han concentrado en el norte del país, con el objetivo de contar con una plataforma para exportar a los Estados Unidos. Para 1995, Japón era la quinta fuente más grande de inversión extranjera directa en México (tras los Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania y Holanda) y su inversión representaba el 4 por ciento del total. Si bien ha crecido, la inversión japonesa en México ha sido determinada en gran medida por su "estrategia hacia Estados Unidos", más que por cualquier intento de penetrar en el mercado mexicano. Es posible observar un patrón similar en relación con las inversiones provenientes de otros países de la región Asia -Pacífico. Durante muchos años, los observadores han especulado acerca de lo que parecía ser un "entendimiento ideal" entre México y China. La idea subyacente a esta noción se sustentaba en que ambas naciones comparten un nivel similar de desarrollo tecnológico y que China, a diferencia de Japón, presenta una amplia demanda del tipo de bienes que produce México y una menor demanda de materias primas. Las evidencias de principios de los 90 indican que China ha aprovechado esta oportunidad mucho más rápida y eficientemente que México. Como resultado de la importación de bienes 182 manufacturados, México ha incurrido en un gran déficit comercial con la República Popular China. Las fricciones que genera dicho déficit se han agregado a los conflictos comerciales surgidos con base en los alegatos de competencia desleal ("dumping") que México ha presentado. Es indudable que China habrá de convertirse en un factor crucial en la región Asia-Pacífico; no parece, sin embargo, que el intercambio comercial México-China vaya a aumentar de manera importante en el futuro próximo. Si se extrapolan las tendencias recientes en el intercambio comercial y la inversión extranjera, surgen tres patrones en la relación de México con la Cuenca del Pacífico. El primero consiste en un rápido aumento del volumen total del intercambio comercial y de la inversión. El segundo es un fortalecimiento de los nexos con esa región a través de la instalación de plantas de armado que muchas empresas asiáticas han realizado en México. Estas plantas actualmente operan con partes y componentes asiáticos de alto valor agregado, cuyo ensamblaje final se lleva a cabo en México. Finalmente, estas tendencias indican que a mayor nivel de inversión, mayor será el volumen del intercambio comercial. Queda por ahora sin responder si México será capaz de transformarse con la rapidez necesaria para fortalecer su propia base industrial y desarrollar mercados de exportación en toda Asia. EL FUTURO DE LA POLÍTICA COMERCIAL MEXICANA Aún no se ha resuelto la histórica ambivalencia de México en relación con la concentración y la diversificación comerciales. Aunque muchos sostienen que el NAFTA ha resuelto esta disputa, las tensiones permanecen y no parece muy probable que se vayan a solucionar en el corto plazo. En cierta medida, la 183 decisión de lanzar el NAFTA fue tomada por un gobierno presidencialista que tuvo éxito en generar apoyo popular para una visión que sostenía que la ubicación geográfica del país obstaculizaba una gran diversificación comercial y que, por tanto, favorecía el NAFTA. Desde entonces, la crisis económica que comenzó en diciembre de 1994 ha generado una nueva ola de escepticismo e incertidumbre acerca de las políticas económicas y comerciales dentro del equipo gobernante que encabeza el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León. En la larga trayectoria histórica del país, el NAFTA representa una excepción, más que un caso que confirme la regla. Tradicionalmente, los mexicanos se han sentido intimidados por la proximidad de la enorme e imponente economía estadounidense. Los mexicanos no han resuelto el dilema sobre si deben aprovechar la oportunidad que les ofrece su ubicación geográfica o rechazar dicha realidad e intentar limitar y controlar las implicaciones de su relación con los Estados Unidos. Este añejo dilema, y la ansiedad que lo acompaña, sigue siendo tan válido en los 90 como lo fue antaño. Anteriormente estas condiciones llevaron al establecimiento de políticas cerradas. Hoy en día, en la era del NAFTA, las oportunidades de una relación más cercana se pierden entre el cúmulo de dificultades económicas por las que México atraviesa. Aunque existen muchas áreas potenciales para profundizar y ampliar la relación bilateral, no es tan evidente que a México le entusiasmen estas perspectivas. Las posibilidades que se presentan a futuro apuntan a que la política oficial mexicana probablemente habrá de contemplar un mayor distanciamiento de los Estados Unidos, en relación con la situación imperante a principios de los 90, teniendo cuidado de no dañar al NAFTA. En otras palabras, México no favorecerá ni la ampliación ni la profundización del NAFTA (aunque con excepciones menores, como en el caso del potencial acceso de Chile al tratado). La dirección que habrá de tomar el gobierno mexicano en el futuro próximo 184 probablemente seguirá favoreciendo la búsqueda de la diversificación, particularmente en sus fuentes de inversión, pero también en otras áreas, anteriormente abandonadas. Las políticas futuras no harán nada que haga disminuir las inversiones provenientes de los Estados Unidos, pero probablemente hará todo lo posible por ampliar el volumen de inversiones procedentes de Japón y de Europa. El reto fundamental que ahora enfrenta México tiene menos que ver con la inversión y el intercambio comercial que con el ajuste de su actual planta industrial a la competencia internacional. Nadie parece saber si este ajuste será suficientemente rápido y exitoso como para permitirle soportar las crecientes presiones que habrán de derivarse del ingreso de otros países al NAFTA, lo que ocurrirá cuando los Estados Unidos consideren estar listos para tomar ese camino. Las elecciones presidenciales de 1996 en los Estados Unidos podrían resultar tan cruciales para este punto como cualquier otro factor. En suma, la cuestión comercial inmediata para México pasa menos por el NAFTA y más por la realización de ajustes internos. Lo que ocurra en los próximos años determinará la postura de México en relación con el comercio. A muchos mexicanos les agradaría una profundización o una ampliación del NAFTA y, en todo caso, la continuación del proceso de integración norteamericana. Si el NAFTA es o no el mejor instrumento para abordar las relaciones comerciales con empresas de países no miembros o para la resolución de disputas comerciales sigue siendo una cuestión sin respuesta y sobre la que no hay consenso alguno en México. En otras palabras, la pregunta de si se debe ampliar el NAFTA para incluir a otras naciones del continente americano o de otras regiones del mundo es algo que aún queda por resolverse en México. Para la mayoría de los encargados de diseñar las políticas en México, el foro apropiado para dirimir la mayoría de las cuestiones sobre comercio e 185 inversión debería ser la Organización Mundial de Comercio, no porque rechacen la posibilidad de expandir el NAFTA, sino porque no encuentran propósito alguno en un mero aumento numérico de sus miembros. Al mismo tiempo, la liberalización de mercados que se lleva a cabo en todo el mundo por medio de la Organización Mundial de Comercio (OMC) seguramente será mucho menos completa y más lenta que a través del NAFTA. Conforme mejore el desempeño de la economía mexicana, por lo tanto, es posible que la postura del gobierno habrá de suavizarse en relación con la expansión del NAFTA. Independientemente de lo que el gobierno mexicano lleve a cabo en otras partes del mundo, la integración continuará a lo largo de una amplia banda que corre a lo largo de ambos lados de la frontera México-Estados Unidos. Una falta de profundización del NAFTA, sin embargo, acarreará más dificultades para este proceso. Hay problemas clave no resueltos en áreas tan variadas como infraestructura, reglamentos, aduanas, prácticas desleales de comercio ("dumping") y comunicaciones y no pueden ser abordados de manera unilateral. En ausencia de una acción bilateral, el proceso de integración se verá limitado en cuanto a la cantidad de fuentes de riqueza y de empleo que de otra manera se habrían generado y, por lo tanto, las promesas iniciales que se hicieron con el NAFTA no se cumplirían cabalmente. Dada la gravedad de la situación económica actual de México, la principal barrera para seguir una política comercial agresiva será de orden político. Pocos líderes mexicanos comprenden que, en el marco de la economía global contemporánea, el destino de la economía nacional está unida a la del mundo en general. De continuar ignorando este hecho fundamental, su capacidad de convencimiento del público mexicano quedará irremediablemente limitada. En ausencia de definiciones claras en el ámbito político, la política económica mexicana continuará existiendo en el vacío. 186 Notas ________________ 1. Nacional Financiera, Encuesta sobre la problemática de la empresa mexicana frente al reto de la modernización (Ciudad de México; Nacional Financiera, 1993). 2. Ver CIDAC, El acuerdo de libre comercio México-Estados Unidos , (Ciudad de México; Diana, 1991); Gary Clyde Hufbauer y Jeffrey J. Schott, North American Free Trade: Issues and Recommendations (Washington, DC; Institute for International Economics, 1992); Robert A. Pastor, "The Regional and Global Implications of NAFTA" en Integration with Mexico: Options for U.S. Policy (Nueva York; Twentieth Century Fund Press, 1993), pp. 87-106; Sidney Weintraub, "The Widening of NAFTA" en NAFTA: What Comes Next? (Washington, DC; The Center for Strategic and International Studies, 1994), pp. 80-105. 3. Ver Luis Rubio, ¿Cómo va a afectar a México el Tratado de Libre Comercio? (México; Fondo de Cultura Económica, 1993). 4. INEGI, Estadísticas del comercio exterior de México, Información preliminar 8, nº 5 (eneromayo, 1995). 5. Banco de México, Indicadores Económicos (junio de 1995), varios números. 6. INEGI, Estdísticas del comercio exterior de México. 7. Presidencia de la República, Plan Nacional de Desarrollo (mayo de 1995). 8. INEGI, Estadísticas del comercio exterior de México . 9. Banco de México, Indicadores del sector externo, 1991-1994 (Ciudad de México; Banco de México, 1995). 10. Ibid. 11. Ver IBAFIN, México ante la Cuenca del Pacífico (Ciudad de México; Diana, 1988); Víctor López Villafañe, "La integración económica en la cuenca del Pacífico; el reto de América del Norte", Comercio Exterior 43, nº 12 (diciembre de 1993), pp. 1145-1152; Joseph Newman, Mexico on the Pacific Rim: Patterns of Trade and Investment, Central American and Caribbean Program Ocassional Papers nº 29, (Washington, DC; Johns Hopkins University, 1989); José Juan de Olloqui, "Aspectos financieros de la relación de México con la Cuenca del Pacífico", Comercio Exterior 40, nº 4 (abril de 1990), pp. 322-325; Luis Rubio, "Japan in Mexico: A Changing Pattern", en Susan Kaufman Purcell y Robert M. Immerman, eds., Japan and Latin America in the New Global Order (Nueva York; Americas Society, septiembre de 1992); Antonio Salinas Chávez, "La cuenca del Pacífico; retos y posibilidades para la economía", Comercio Exterior 39, nº 1, (enero de 1989), pp. 11-22; Pablo Wong González, "La región norte de México en la triangulación comercial y productiva del Pacífico", Comercio Exterior 43, nº 12 (diciembre de 1993), pp. 11531163. 187 SEGUNDA PARTE EL NAFTA, EL WHFTA Y AMÉRICA LATINA Una de las preocupaciones centrales en esta década tiene que ver con las implicaciones del NAFTA para países no miembros de América Latina, especialmente de Sudamérica. ¿Es realista su expectativa de integrarse en un Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental? ¿Serán capaces de desarrollar nexos significativos con las dinámicas economías de la Cuenca del Pacífico? ¿Hasta qué grado deben confiar en los esfuerzos de integración subregional que lleven a cabo ellos mismos? Los capítulos que se presentan en esta sección ofrecen análisis y perspectivas desde el punto de vista de las naciones sudamericanas más importantes. Neantro Saavedra-Rivano ofrece una explicación de las políticas económicas exteriores de Chile, enfatizando que pronto habrá de ser tiempo de tomar decisiones difíciles, entre el NAFTA, el MERCOSUR, la APEC y Europa. Chile ya no busca de manera tan vehemente como al principio su membresía en el NAFTA, a pesar de haber sido invitado a iniciar las negociaciones para su admisión, y está concentrando su atención en su relación con el MERCOSUR. Cada una de las opciones que se le presentan tiene sus costos y sus beneficios, según apunta Saavedra-Rivano y para Chile será sumamente difícil mantener su postura unilateral de apertura y flexibilidad. Alejandro Pastori nos ofrece una comparación fascinante entre Argentina y Uruguay, países vecinos con intereses claramente divergentes: Argentina tiene razones para limitar al MERCOSUR y no vaya más que un área de libre comercio, lo que permitiría a Buenos Aires intensificar su relación con los 188 Estados Unidos y con el NAFTA, en tanto que a Uruguay le resulta mucho muy provechosa una profundización del MERCOSUR, con el fin de desarrollarlo como una unión aduanera y/o un mercado común. La integración subregional no ha representado obstáculo alguno para las relaciones comerciales con la región Asia-Pacífico, según demuestra Pastori, pero tanto Argentina como Uruguay tienen pocas perspectivas de recibir inversiones sustanciales provenientes del continente asiático. En otras palabras, es muy probable que la interacción económica siga siendo selectiva y las implicaciones de ello habrán de ser ambiguas. Desde la perspectiva de Brasil, Gilsono Schwartz nos habla de los retos y las oportunidades que subyacen a los procesos de integración regional. Brasil ha seguido un curso estratégico muy distinto al de Argentina y por estas razones -así como por razones históricas-, Brasil tiene sus propios intereses: promover su propio desarrollo y utilizar al MERCOSUR como plataforma para la formación de un Área Sudamericana de Libre Comercio (SAFTA). Esto consolidaría el liderazgo brasileño en todo el continente y manifestaría su independencia política y económica de los Estados Unidos. Según lo enfatiza Schwartz, el comportamiento internacional habrá de responder a los intereses nacionales, más que a una inevitable lógica de cooperación altruista, seguida en aras del beneficio común. Joe Foweraker cierra esta sección con una evaluación global de las perspectivas de creación de un Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental (WHFTA). Su argumento es claro: a pesar de la cumbre de Miami de finales de 1994, hay pocas oportunidades de que se lleve a cabo un WHFTA. La razón de ello es que no existe una motivación suficientemente fuerte para los Estados Unidos, ni desde la perspectiva política ni desde la económica. En lugar de ello, sugiere Foweraker, Washington probablemente se apoyará en una 189 combinación de fórmulas al abordar sus relaciones con el continente americano: valiéndose del NAFTA a nivel regional, del GATT y de la OMC a nivel multilateral y aplicando presión más sanciones a nivel bilateral. Es muy poco probable que se de una integración hemisférica. La implicación de todo esto es que a los países latinoamericanos, con la salvedad de México, más les convendría buscar otras alternativas. 190 CAPITULO SEIS Chile y la Integración Regional Neantro Saavedra Rivano* Tras décadas de caos político y desorden social, seguidos de una larga dictadura militar, Chile actualmente disfruta de un período notablemente favorable. Los indicadores económicos relativos tanto al sector externo como al interno muestran una situación ascendente y señalan a Chile como la economía más dinámica de toda América Latina. Las condiciones sociales han mejorado durante la administración de Aylwin y también representan una prioridad para el gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva. Por encima de todo, el impasse histórico entre el centro, la izquierda y la derecha parece haberse resuelto con la creación, en 1989, de una alianza de Concertación entre los demócrata-cristianos y los principales herederos políticos del gobierno de Allende.1 La estabilidad política de Chile quedó de manifiesto en marzo de 1994, cuando el mundo fue testigo, por primera vez desde 1915, de una transición presidencial entre dos miembros del mismo partido o de la misma coalición de partidos. Todas estas características hacen de Chile un socio comercial atractivo y el país cuenta con muchas alternativas en el ambiente actual de integración hemisférica e internacional. Como es bien conocido, los Estados Unidos han indicado en repetidas ocasiones que Chile es uno de los pocos países latinoamericanos, si no el único, que está en posición de unirse al Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio o bien de alcanzar un acuerdo comercial bilateral con los Estados Unidos. En lo que puede interpretarse como una muestra aún más concreta del reconocimiento internacional de que goza el país, Chile fue aceptado en noviembre de 1994 como miembro del foro de Cooperación 191 Económica Asia-Pacífico (APEC). El Mercado Común del Sur, conocido como MERCOSUR, también ha expresado claramente su deseo de contar con Chile entre sus miembros. Aun el Grupo Andino, que Chile abandonó en 1976, quisiera verlo de regreso en su seno. Hasta ahora, Chile ha evitado comprometerse oficialmente, al tiempo que sigue activamente una estrategia dual de liberalización comercial y negociación de convenios bilaterales con otros países de América Latina (incluyendo pactos suscritos con México, Venezuela y Argentina). A pesar de las condiciones excepcionalmente positivas de que goza Chile actualmente, existe el convencimiento general de que pronto el país deberá tomar decisiones difíciles. Lo atractivo de Chile como socio comercial se fundamenta, en cierta medida, en las ventajas que éste presenta en relación a sus vecinos. Conforme más países latinoamericanos hallen la salida a sus respectivas crisis económicas, los aspectos positivos de dichos países serán redescubiertos y las ventajas actuales de Chile se verán erosionadas. Además, la tendencia hacia la constitución de bloques regionales y subregionales podría dejar al país un tanto aislado. Chile, por lo tanto, se halla bajo presión para definir su política internacional y quizá para que se alinee con uno de los bloques comerciales existentes. Estas presiones, así como una política ambigua de los Estados Unidos hacia América Latina (y en especial hacia Chile) hacen que el país deba tomar ciertas decisiones estratégicas importantes. El presente capítulo examina estas opciones. EL AMBIENTE INTERNO Chile cuenta con la bien ganada reputación de ser el primer país latinoamericano en haber comenzado un proceso de liberalización económica, si 192 bien éste entrañó un alto costo social y político. Sin ofrecer una discusión detallada de este proceso, se pueden identificar las medidas de mayor relevancia para el examen que nos ocupa, incluyendo la apertura de gran alcance del país al comercio y a la inversión internacional, la privatización de muchas empresas estatales y la liberalización del sector financiero.2 En 1974, las tasas arancelarias, que son un indicador común de apertura, mostraban un promedio del 105 por ciento (con un arancel máximo de 750 por ciento). Para 1982, estos porcentajes habían bajado a un 10 por ciento universal (salvo para los automóviles). Quizás el indicador más elocuente del grado de apertura de la economía son las cifras de 1993, publicadas por el Banco de Chile, que muestran que el intercambio comercial (exportaciones más importaciones) era equivalente al 44.6 por ciento del producto interno bruto (PIB), ciertamente el número más alto de todo el continente americano (con la posible excepción de Panamá). La liberalización fue ardua. El largo proceso que entrañó, y que fue particularmente afectado por la crisis financiera en que cayó América Latina a principios de los 80, puede dividirse en tres etapas. Durante la etapa de "tratamiento de choque", que se dio entre 1974 y 1982, los funcionarios instrumentaron la mayoría de las reformas estructurales que finalmente establecieron la reestructuración completa de la economía chilena.3 Estas reformas tuvieron altos costos sociales y políticos, los más notables de los cuales fueron el desempleo y el subempleo. Los poderes dictatoriales asumidos por el gobierno militar facilitaron la imposición de una reestructuración tan a fondo de la sociedad chilena. En todo este período, la tasa de desempleo se mantuvo de forma constante alrededor del 10 por ciento y, en 1982, casi alcanzó el 20 por ciento. La segunda etapa, la crisis, se dio entre 1982 y 1985, durante la cual hubo una reversión parcial a las políticas anteriores. En particular, las tasas de los aranceles aumentaron para proteger lo que quedaba de la industria local y el 193 gobierno se vio forzado a proceder a la nacionalización 'de facto' de muchas instituciones financieras quebradas. Resulta importante notar, sin embargo, que las circunstancias obligaron a que se llevara a cabo esta parcial reversión en las políticas de liberalización, contra lo que hubieran deseado los gobernantes chilenos. Durante la etapa de recuperación (de 1985 en adelante), las reformas estructurales se han profundizado y consolidado parcialmente. La clave del éxito fue la capacidad de la sociedad chilena de encontrar una manera para salir de su larga crisis política. Como reacción a la larga dictadura militar y a los anteriores fracasos del sistema político chileno, comenzó a forjarse una mayoría hacia finales de los 80, misma que gradualmente fue desarrollando su propio programa social y de acción política. En 1988, el General Augusto Pinochet fue derrotado en un plebiscito que él y sus partidarios habían organizado, en la expectativa de que los chilenos le otorgarían a los militares un mandato para continuar en el poder siete años más. La emergente mayoría, organizada bajo el nombre de Concertación -y que aglutinaba a todos los grupos de oposición, con la excepción del Partido Comunista-, ganó las elecciones generales de 1989. Esto puso a Chile nuevamente en el camino de la democracia. El cambio de gobierno era importante porque ofrecía la promesa de la justicia social, en particular una distribución justa de las ganancias económicas. Lo que era apenas una promesa a finales de los 80 se había convertido en política gubernamental a partir de 1990, política claramente apoyada por los votantes en las elecciones generales de diciembre de 1993, cuando se confirmó el apoyo con que contaba la coalición gobernante. Una de las consecuencias del éxito de la liberalización chilena ha sido un rápido crecimiento en su intercambio comercial internacional. Las exportaciones pasaron de representar 4,200 millones de dólares en 1986 hasta casi 10,000 millones en 1992, lo que indica un crecimiento anual promedio del 194 15.5 por ciento. Las importaciones crecieron aún más rápido, a un promedio de casi un 20 por ciento anual.4 Aún más notable resultó la diversificación de dicho intercambio comercial, fundamentalmente en el campo de las exportaciones. En cuanto al tipo de productos, es posible clasificarlos en tres categorías: recursos naturales, recursos naturales procesados y otros productos industriales.5 Entre 1986 y 1991, las exportaciones de estos productos aumentaron en porcentajes anuales de 13.9 18.0 y 35.8, respectivamente. De esta forma, la dependencia tradicional que tenía la economía de las exportaciones de productos minerales, especialmente cobre, está descendiendo de manera constante. Una de las políticas centrales del gobierno chileno consiste en hacer disminuir dicha dependencia aún más y en aumentar el valor agregado de las exportaciones, política que ha sido denominada como la "segunda etapa en la promoción de las exportaciones". A nivel mundial, además del bien conocido éxito chileno en penetrar los mercados japoneses, las exportaciones a otros mercados asiáticos también han aumentado de manera significativa en forma global, pasando a representar el 30.8 por ciento del total de las exportaciones en 1993. En su evolución regional, las exportaciones chilenas se han equilibrado de manera extraordinaria, por lo que el país no depende de manera vital de ningún mercado en particular. La Tabla 6.1 nos ofrece una visión más completa de esta evolución. Otra característica importante del ambiente interno es el énfasis dado a resolver la "deuda social". En los inicios del gobierno de Aylwin y después de complejas negociaciones con los partidos de oposición, se pactó una reforma fiscal que generara ingresos adicionales, lo que permitiría al gobierno aumentar el gasto social sin afectar la estabilidad macroeconómica. El gasto gubernamental en aspectos sociales aumentó casi un 20 por ciento en términos reales entre 1989 y 1992, y el porcentaje de la población que vivía por debajo de la línea de pobreza pasó de 44.6 por ciento en 1989 a 32.7 por ciento en 1992. 195 Esta última cifra representaba 1.1 millones de personas.6 Este énfasis en lo social ha sido a su vez asumido por el actual gobierno de Frei. No obstante el panorama descrito anteriormente, aún existen algunas imperfecciones. Como lo ha ilustrado el diálogo que actualmente sostiene Chile con los Estados Unidos en relación con el libre comercio, Chile carece de una legislación o reglamentación completas en los campos de la protección ambiental y de la propiedad intelectual. Además, Chile no ha liberalizado sus mercados financieros de manera suficiente -como se constata al compararlos incluso con los de algunos de sus vecinos-, lo que permitiría al país insertarse plenamente en la economía mundial. Tabla 6.1 Principales mercados para las exportaciones chilenas, 1980-1993. % de exportaciones totales ________________________________ 1980 _____ 1985 ______ 1990 ______ 1993 ______ Estados Unidos 10.0 22.2 16.8 17.6 Comunidad Económica Europea 40.7 34.9 37.2 26.0 Japón 11.1 10.6 16.2 16.0 América Latina 24.8 14.7 12.7 19.7 Exportaciones totales (en millones de dólares de Estados Unidos) Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile y Manuel Agosín, "Beneficios y costos potenciales para Chile de los acuerdos de libre mercado", Estudios Públicos 52 (Santiago de Chile, verano de 1993). 196 No obstante, el ambiente interno de Chile es, en general, muy positivo. La economía creció en porcentajes del 10.3 y del 6.0 en 1992 y 1993, respectivamente. Para 1993, la tasa de inflación cayó hasta estar apenas por encima del 12 por ciento y el desempleo bajó hasta un 4.6 por ciento. Al mismo tiempo, la inversión, en tanto que porcentaje del PIB, ha alcanzado el punto más alto de su historia, 21 por ciento; las reservas internacionales son de casi 11,000 millones de dólares (lo que representa más de un año de importaciones) y la inversión extranjera directa ha estado fluyendo de manera constante hacia el país (la inversión extranjera fue de 2,740 millones de dólares en 1993 y se estiman unos 4,660 millones para 1994). Las cifras de la Inversión Extranjera Directa (IED) son sólo algunos de los muchos signos que denotan el alto prestigio de que goza Chile actualmente en círculos internacionales. Se podría decir, inclusive, que Chile se ve más prometedor hoy en día que en ningún otro momento de su historia desde el "período dorado" de los años de 1860 y 1870, cuando Chile era uno de los países más respetados y admirados del continente. EL AMBIENTE INTERNACIONAL Y LA POLÍTICA COMERCIAL CHILENA Chile se enfrenta a un ambiente internacional que cambia rápidamente y del cual el recientemente ratificado Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) forma parte importante. No obstante, sería difícil comprender la postura chilena en relación con el NAFTA sin considerar otros aspectos de la economía global actual. Una de las consecuencias que trajo consigo abrir al país a la economía mundial es que su prosperidad ha pasado a depender en gran medida de lo exitosa que resulte esta inserción. Una vez que se había tomado la crucial 197 decisión de hacer que la economía chilena evolucionara a partir de su base de recursos naturales, la opción de un crecimiento generado internamente prácticamente desapareció. Actualmente, Chile tiene un marcado interés en las más recientes tendencias del escenario internacional, particularmente en relación con las "políticas comerciales estratégicas" y con la formación de bloques. Después del relativo éxito de la Ronda Uruguay de negociaciones del GATT, pareciera que las tensiones comerciales han disminuido. Sin embargo, la amenaza de valerse de medidas comerciales unilaterales o su utilización en los hechos crea incertidumbres en relación con la supervivencia del sistema de libre comercio. Los encargados de diseñar las políticas chilenas también deben considerar la naturaleza ambigua de la mayor parte de los bloques comerciales. En principio, y dependiendo de su evolución posterior, estos bloques podrían obstaculizar o reforzar el intercambio comercial internacional. América Latina es un buen ejemplo de esta dualidad potencial. Resulta aparente que la "segunda ola" de acuerdos de integración entre países latinoamericanos busca promover el intercambio comercial y la inversión, como extensión de sus procesos de liberalización internos. Los países latinoamericanos, no obstante, buscan un acceso a los mismos mercados y cortejan a los mismos inversionistas potenciales. El riesgo es que conforme esta competencia se desarrolle, aumente la posibilidad de una situación en la cual los bloques comerciales subregionales se utilicen para alcanzar objetivos estratégicos. Esto podría ser un obstáculo significativo para el intercambio comercial. Chile debe poner especial atención a varios de los componentes específicos del ambiente internacional. En primer lugar, dentro de la misma América Latina, en donde existen las importantes agrupaciones del MERCOSUR, el Grupo Andino y, en menor medida, la Asociación para la Integración de 198 América Latina (ALADI). El MERCOSUR es, por mucho, la agrupación de mayor importancia para Chile, pues Argentina y Brasil, dos de los socios comerciales más importantes de Chile, son miembros del mismo. Desde su creación en 1991, el MERCOSUR extendió una invitación abierta a Chile, pero el país ha preferido tomar una actitud de "esperar y observar". Recientemente y en parte por el rápido desarrollo de los nexos económicos internos entre los países miembros del MERCOSUR, la postura de Chile se ha modificado de manera importante. El MERCOSUR, al igual que otras agrupaciones, ha reportado un aumento sustancial en el intercambio comercial intraregional (ver Tabla 6.2). En segundo lugar está Norteamérica, en donde el NAFTA constituye el principal elemento. Su ratificación abrió la puerta para el inicio de conversaciones con Chile, ya sea con los Estados Unidos únicamente o bien en el marco de los tres miembros del NAFTA. El segundo elemento del panorama norteamericano es, desde luego, la Iniciativa de las Américas (EAI), surgida apenas meses después de que el entonces presidente Salinas había propuesto un NAFTA extendido. Ambos elementos están entrelazados. La EAI y una posible formación de una WHFTA (según se propuso en la cumbre de Miami, a finales de 1994) resultan particularmente importantes, porque expresan una reafirmación de la presencia de los Estados Unidos en América Latina. En este respecto, esta iniciativa podría interpretarse como parte de un juego de políticas dirigidas a recuperar la posición de liderazgo global de los Estados Unidos y como tal no puede ser ignorada por Chile. La tarea más importante de la diplomacia chilena consiste en negociar un acuerdo comercial, ya sea en el marco del NAFTA o con los Estados Unidos directamente. Se han llevado a cabo grandes esfuerzos en este sentido, aunque con pocos resultados, según veremos más adelante. La región Asia-Pacífico es otro componente importante en este ambiente. Es ampliamente reconocido que ésta es la región más dinámica del 199 mundo. Varios movimientos tácticos y estratégicos se están llevando a cabo en esa región, algunos de ellos tendientes a la formación de bloques comerciales completamente asiáticos, en tanto que otros buscan establecer nexos de Asia con otros países de la Cuenca del Pacífico, fundamentalmente con Estados Unidos y Canadá, aunque también con países latinoamericanos como México y Chile. Desde el punto de vista de este último, la APEC es la entidad más importante de la región Asia-Pacífico, particularmente en relación con los países del Oriente asiático, con los cuales el intercambio comercial chileno ha aumentado vigorosamente en años recientes. Ser admitido como miembro de la APEC ha sido, sin duda, uno de los éxitos recientes más grandes de la diplomacia chilena. Tabla 6.2. Comercio entre las principales asociaciones comerciales en América Latina, 1980-1993 % de exportaciones totales _________________________________________________ 1980 _____ 1985 _____ 1990 _____ 1991 _____ 1992 _____ 1993 _____ 13.8 8.0 10.9 13.6 16.8 19.2 Grupo Andino 4.0 2.6 4.2 6. 8.0 9.7 MERCOSUR 11.6 5.5 8.9 11.1 14.3 18.5 ALADI Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Santiago de Chile. 200 Finalmente, está Europa que, como región, representa casi una tercera parte del total de las exportaciones chilenas. Aunque sólo fuera por esa razón, Europa es un componente esencial del ambiente internacional. Además, están ocurriendo muchas cosas interesantes en ese continente, particularmente relevante es el nacimiento de un gran número de economías capitalistas (y comerciales) en lo que alguna vez fue conocido como el Consejo para la Asistencia Económica Mutua (COMECON). Todos estos elementos regionales están evidentemente ligados entre sí y los encargados de diseñar las políticas correspondientes en Chile deberán considerar cuidadosamente cuál habrá de ser la participación de Chile en todos ellos. OPCIONES DE POLÍTICA El crecimiento del intercambio comercial internacional chileno resulta esencial para la prosperidad del país y, en la medida en que Chile siga siendo un país en vías de desarrollo con necesidades sociales importantes, resulta a su vez vital para mantener la estabilidad social y política. Entre los objetivos más importantes de la política comercial chilena se cuentan:7 (1) continuar con la diversificación de exportaciones, tanto a nivel sectorial como regional; (2) aumentar el valor agregado de las exportaciones (segunda etapa en la promoción de las exportaciones); (3) consolidar el acceso a los mercados en los que se ha logrado ganar acceso. Todos estos objetivos se encuentran interrelacionados y alcanzarlos depende tanto de las acciones que lleve a cabo Chile como de las que lleven a cabo sus socios comerciales y/o las agrupaciones a las que puedan pertenecer. La consolidación del acceso a mercados podría lograrse mediante la firma de tratados bilaterales con los socios comerciales de Chile y por medio de una liberalización general del intercambio 201 comercial que minimice la instrumentación de medidas comerciales unilaterales o de la amenaza de hacer uso de ellas. Lo mismo se aplica a los demás objetivos del país. Así, por ejemplo, el éxito de la segunda etapa de promoción de las exportaciones se ve amenazado por la presencia de un "aumento arancelario" en la mayoría de los socios comerciales chilenos, conforme al cual entre más aumenten los aranceles, mayor será el contenido de mano de obra de los bienes exportados.8 Esta situación podría evitarse por medio de acuerdos bilaterales con los socios comerciales de Chile pero, por otra parte, también habrá de verse aligerada parcialmente como consecuencia de la ratificación de la Ronda Uruguay del GATT. La importancia de la segunda etapa de promoción de las exportaciones es notable. El crecimiento de las exportaciones chilenas se ha basado en las materias primas o en recursos ligeramente procesados pertenecientes a cuatro grandes grupos: minerales, productos forestales, productos marinos y agroindustria. A pesar de tasas notables de crecimiento, se reconoce ampliamente que una mayor penetración de los mercados externos con base en estos productos se hace cada vez más difícil. Además de permitir una mayor expansión del intercambio comercial, la producción y exportación de productos manufacturados con base en los recursos existentes tendrá otras dos consecuencias importantes. La primera es la creación de nuevas fuentes de trabajo y un aumento en la productividad general. En segundo lugar, se sacaría ventaja de las economías de escala y de los efectos de "aprender haciendo" que tradicionalmente se asocian con las actividades de manufactura. Según hizo notar Manuel Agosín, la proporción de bienes manufacturados en relación con el total de las exportaciones chilenas ha cambiado poco entre 1980 y 1990, permaneciendo en alrededor del 10 por ciento.9 No obstante, la proporción de bienes manufacturados en relación con la totalidad de las exportaciones de otros 202 países de América Latina es mucho mayor, habiendo alcanzado cerca del 32 por ciento en 1990 y acusando un rápido y constante incremento (ver tabla 6.3). Esto indicaría que las manufacturas chilenas se están haciendo más competitivas, al menos en los mercados latinoamericanos, por lo que una liberalización comercial con América Latina ofrecería una interesante oportunidad de expandir aún más la exportación de manufacturas.10 ¿Cuáles son las opciones de política de que dispone Chile? Podemos responder a esta pregunta desde dos perspectivas diferentes: en primer lugar, se debe escoger entre distintas formas de abordar la política comercial: unilateral, bilateral, regional y aún multilateral. Conforme al enfoque unilateral, Chile ya ha ofrecido mucho a la comunidad internacional. Con la adopción de un arancel único del 11 por ciento y la ausencia práctica de cualquier otra restricción al comercio, Chile es actualmente uno de los países más comprometidos con el libre comercio del mundo (si bien el nivel de sus aranceles está por encima de los de otros países de Asia y del mundo desarrollado). En cuanto a las iniciativas bilaterales, Chile ha buscado activamente la suscripción de acuerdos comerciales con otros países latinoamericanos y está dispuesto a negociar acuerdos adicionales, particularmente con los Estados Unidos. La situación tocante a los acuerdos regionales, área en la que Chile se ha mostrado más cauteloso hasta hace poco (particularmente en relación con América Latina), se discute más adelante. Hagamos notar, sin embargo, que Chile ha seguido una estrategia regional agresiva en la zona Asia-Pacífico, lo que le permitió asegurar su admisión a la APEC. Otra cuestión de política es aquélla que tiene que ver con un énfasis regional. Una de las preocupaciones principales ha sido decidir si los esfuerzos del país han de enfocarse en América Latina o en Norteamérica o, más precisamente, si se deben dedicar los escasos recursos diplomáticos a negociar 203 con los Estados Unidos o con el MERCOSUR. Según veremos en la sección que sigue, Chile ha resuelto este dilema (al menos por ahora) mediante el inicio de activas negociaciones con el MERCOSUR, dirigiendo algunos de sus recursos diplomáticos hacia el establecimiento de contactos con la Unión Europea y, desde luego, con Asia. Tabla 6.3. Exportaciones chilenas de manufacturas por destino principal, 1980-90 1980 _____________________ 1990 ___________________ Valor (en Exporta- Exporta- Valor (en Exporta- Exporta- millones de ciones de ciones tota- millones de ciones de ciones tota- dólares de manufactu- les a la dólares de manufactu-les a la E.U.) ras (%) Región (%) E.U.) ras (%) ________ ________ ________ ________ ________ ________ Estados Unidos 74.1 17.7 16.2 221.0 26.5 15.5 Comunidad Económica Europea 75.7 18.1 4.1 174.9 21.0 5.5 Japón 32.6 7.8 6.4 30.1 3.6 2.2 221.6 53.0 19.6 351.5 42.2 32.6 14.4 3.4 2.4 56.4 6.8 3.9 418.4 100.0 9.2 834.0 100.0 9.8 América Latina Otros Mundo Región (%) Fuente: Manuel Agosín, "Beneficios y costos potenciales para Chile de los acuerdos de libre mercado", Estudios Públicos 52 (Santiago de Chile, verano de 1993). EL DILEMA "NAFTA CONTRA TLC" Y LAS NEGOCIACIONES RECIENTES El tema de las negociaciones comerciales con los Estados Unidos y la posibilidad ya sea de ingresar al NAFTA o de suscribir un tratado de libre 204 comercio con los Estados Unidos ha dado origen a una viva discusión entre diversos sectores de la sociedad chilena. En menos de dos años, se han aguzado y refinado las diferentes posturas al respecto. Hasta hace poco, se suponía, de manera bastante acrítica, que unirse al NAFTA era necesariamente bueno para Chile y las condiciones de acceso no se cuestionaban.11 Actualmente, se discuten intensamente, tanto en los medios como en foros públicos, los puntos a favor y en contra, así como el valor relativo de un convenio bilateral, en oposición a un tratado multilateral. Además, las negociaciones con los Estados Unidos se han colocado en un contexto más amplio, tomándose en cuenta la posición internacional de Chile. En particular, se está considerando la posición chilena en una posible negociación entre América Latina (sin México) y los Estados Unidos (o el NAFTA). Antes de avanzar más, es necesario identificar a los principales agentes involucrados en el lado chileno de la discusión. En primer lugar, la industria que, aunque representa a una parte muy pequeñas de la economía chilena, está representada por la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA). En segundo lugar, los intereses agrícolas, representados por la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA). Una organización empresarial conjunta, la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), representa los intereses de la comunidad empresarial. La confederación laboral chilena, llamada Central Única de Trabajadores (CUT) aún es débil y está luchando por recuperarse después de dos décadas de represión sistemática. Los ecologistas apenas están comenzando a organizarse y aunque son muy elocuentes, aún no influyen fuertemente en la opinión pública. Los consumidores son aún más débiles y rara vez se les escucha. La breve descripción anterior es, necesariamente, incompleta y no incluye el papel que tienen los inversionistas extranjeros. No obstante, sirve para 205 el fin de presentar las posiciones de los diversos participantes en las discusiones que se están llevando a cabo. ¿Cuáles son los principales temas que podemos esperar surjan en el curso de una negociación con los Estados Unidos y cuáles son los costos y los beneficios que cabe esperar de una asociación comercial, ya sea con los Estados Unidos o con el NAFTA? Las estimaciones convencionales acerca del impacto comercial que un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos tendría varían entre un 2.8 y un 4.4 por ciento.12 Los efectos en la planta de empleo serían modestos, dado que el aumento en fuentes de empleo que las exportaciones generarían tendría su equivalente negativo en la desaparición de plazas de trabajo ocasionadas por el incremento de importaciones procedentes de los Estados Unidos. Más allá de estas ganancias de corto plazo se hallan los beneficios derivados de asegurar un acceso al mercado de los Estados Unidos, así como otros beneficios difíciles de medir valiéndose de los modelos matemáticos actuales.13 Aun utilizando los modelos de equilibrio general o alguna otra de las muchas técnicas ampliamente aceptadas, hubiera sido muy difícil predecir, por ejemplo, el gran aumento en intercambio comercial que se ha dado entre Chile y México a partir del establecimiento del acuerdo de libre comercio que suscribieron. El comercio que Chile sostiene con Canadá, que actualmente es insignificante, también aumentaría de manera significativa en el caso de suscribirse un acuerdo comercial con Norteamérica (en lugar de hacerlo sólo con los Estados Unidos). Otro tipo de ganancia (de naturaleza institucional y política) tiene que ver con la transformación estructural que Chile tendría necesariamente que llevar a cabo y que tendría el efecto de modernizar su economía. Asimismo, debe considerarse la imagen internacional positiva que la suscripción de un acuerdo semejante traería al país. Por otra parte, la asociación podría tener algunos 206 impactos negativos si Chile diera la impresión de estar comprometido con una relación exclusiva con los Estados Unidos o si aparentara estar ansioso de que se le incluya en la "Fortaleza de las Américas". También habría costos a corto plazo, asociados con la modernización de la economía chilena a que se hizo referencia con anterioridad, pues los ajustes necesarios ciertamente se distribuirían de manera inequitativa entre los diferentes sectores de la sociedad. Los asuntos más delicados que hay entre Chile y los Estados Unidos ya se han indicado debidamente en declaraciones de funcionarios estadounidenses y en publicaciones del gobierno de los Estados Unidos.14 Dos de estos temas surgieron por primera vez durante las negociaciones MéxicoEstados Unidos: el medio ambiente y los mercados de trabajo. Todas las señales apuntan hacia un endurecimiento en relación con estas cuestiones por parte del gobierno de los Estados Unidos, al que también le preocupan mucho las cuestiones de la protección de los derechos de propiedad intelectual y la agricultura.15 Aunque Chile ha puesto en vigor leyes sobre el tema de los derechos de propiedad intelectual, los Estados Unidos las consideran insuficientes. En relación con las políticas agrícolas, el sistema chileno de "bandas de precio", tendiente a proteger a los productores de trigo, harina de trigo, semillas oleaginosas y otros productos básicos también ha sido sumamente criticado por el lado estadounidense.16 Luego entonces, no resulta sorprendente que los productores rurales chilenos, representados por el SNA, se hayan mostrado poco entusiastas en relación con las negociaciones comerciales sostenidas con Norteamérica, si bien no las han rechazado totalmente. Por otra parte, el sector industrial ha dado una entusiasta bienvenida a las negociaciones con los Estados Unidos, aunque reconoce también el valor de otras iniciativas comerciales chilenas, dirigidas hacia el MERCOSUR y hacia otras partes del mundo. Ambos sectores, no 207 obstante, coinciden en su preferencia por el NAFTA por encima de lograr un acuerdo de libre comercio únicamente con los Estados Unidos. Estos sectores temen que, en el curso de las negociaciones bilaterales, el gobierno de los Estados Unidos sucumba ante sus propias presiones internas, lo que podría traducirse en un intento por imponer normas laborales y ambientales/ecológicas que resultaran excesivamente costosas para Chile. Justamente por esa razón, el movimiento laboral prefiere la firma de un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, más que un ingreso al NAFTA. El movimiento laboral inicialmente se mostró suspicaz en relación con cualquier negociación comercial con Norteamérica. Después de asumir su aparente inevitabilidad, y tras el establecimiento de un muy publicitado contacto con la AFL-CIO (la más importante central laboral estadounidense), los líderes laborales chilenos llegaron a una posición conjunta con sus contrapartes estadounidenses. Resulta interesante hacer notar que la convergencia de puntos de vista entre ambas confederaciones dio como resultado una fuerte crítica proveniente de círculos empresariales y se acusó a la CUT de "conspirar con extranjeros para hacer prevalecer sus intereses por encima de los intereses nacionales".17 La situación de los ecologistas en el marco de estas discusiones es similar a la del movimiento laboral, aunque no son tan influyentes como ellos. Este grupo ha buscado forjar alianzas con sus equivalentes estadounidenses, con el fin de promover un mayor control y reglamentación de las actividades potencialmente dañinas para el medio ambiente y por esta razón también se les ha criticado.18 A pesar de la variedad de posturas, prácticamente todos los sectores de la sociedad chilena parecen admitir la inevitabilidad de algún tipo de acuerdo con Norteamérica. Hasta hace poco, la mayoría de ellos parecía creer en la inminencia de este acuerdo y aceptaban que las negociaciones sobre este tema eran una de las más altas prioridades en Chile. En particular, varios miembros del 208 gabinete y otros funcionarios del más alto nivel del nuevo gobierno del presidente Frei han indicado en numerosas ocasiones que consideran cruciales las negociaciones con los Estados Unidos. Por otra parte, el gobierno chileno ha evitado tomar una postura pública acerca de si resulta preferible un tratado bilateral o el ingreso al NAFTA. Durante la visita de estado que el presidente Frei hizo a Washington en junio de 1994, esta indefinición llevó a una situación curiosa en la que ni él ni el presidente Clinton abordaron esta decisión fundamental. No obstante, estaba claro que el camino que lleva al NAFTA es un camino incierto y que la estrategia informal consistiría primero en obtener la autorización de un procedimiento rápido ("fast track"), con el fin de negociar un acuerdo bilateral. A partir de ese momento, los acontecimientos se sucedieron de manera muy veloz (Tabla 6.4). Pronto se hizo evidente que los crecientes problemas políticos del gobierno de Clinton le harían imposible proseguir con las negociaciones bilaterales con Chile (y, en términos más generales, con América Latina). Al tiempo que los funcionarios estadounidenses concentraban sus esfuerzos en rescatar las negociaciones del GATT, los líderes chilenos, a pesar de su desilusión, reaccionaron con rapidez y aceptaron finalmente la añeja oferta de unirse al MERCOSUR. El 5 de agosto de 1994, Chile dio su anuencia para iniciar negociaciones con el MERCOSUR, con el fin de llegar a algún tipo de asociación. En la toma de esta decisión, que había sido pospuesta de manera muy pensada en el pasado, jugaron un papel muy importante dos elementos adicionales. Uno de ellos fue la entrada en vigor de un arancel externo común del MERCOSUR, lo que significó el fin de ciertas preferencias arancelarias que los países miembros de la agrupación otorgaban a países externos, particularmente a Chile. Alrededor del 40 por ciento del total de las exportaciones chilenas hacia el MERCOSUR estaban cubiertas por estas preferencias arancelarias especiales, 209 por lo que resultaba importantísimo negociar su preservación.19 El otro elemento es el interés que los líderes de la Unión Europea expresaron en su cumbre de Corfu (junio de 1994), en el sentido de que la Unión debía de encontrar formas de interactuar con el MERCOSUR. Adicionalmente, para la segunda mitad de 1994 resultaba evidente que la caótica situación económica y política de Brasil se estaba resolviendo, lo que daba un nuevo ímpetu al MERCOSUR. Las negociaciones de Chile con el MERCOSUR han avanzado sin dificultades desde entonces. El gobierno chileno no se ha dado por vencido en cuanto a las negociaciones con los Estados Unidos, pero por el momento está dándoles menor importancia y no tienen el carácter de urgentes.20 La "versión oficial" de Chile actualmente es la de que su prioridad es América Latina, en tanto que la búsqueda de un equilibrio a través de las negociaciones con otros mercados regionales importantes es, por ahora, de importancia secundaria.21 Tabla 6.4. Las negociaciones sobre comercio internacional de Chile durante 1994. Cronología. Marzo El Representante Comercial de los Estados Unidos, Mickey Kantor visita Santiago durante la toma de poder del presidente Frei y declara que Chile es el primero en la lista para negociar el siguiente tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Una delegación de la AFL-CIO visita Chile y se reúne con miembros del gobierno chileno, así como con su contraparte chilena, la Central Única de Trabajadores (CUT). La AFL-CIO y el CUT acuerdan 210 dar su preferencia a la suscripción de un acuerdo bilateral por encima del acceso chileno al NAFTA. Junio La Unión Europea celebra su cumbre en Corfu, Grecia, y conviene en promover mayores contactos con México y el MERCOSUR. El presidente Clinton, en una propuesta legislativa enviada al congreso de su país que tiene que ver fundamentalmente con la ratificación de los resultados de las negociaciones de la Ronda Uruguay del GATT, anexa una petición para obtener autorización de vía rápida ("fast track") en las negociaciones tendientes a la firma de acuerdos comerciales bilaterales con otras naciones. Chile es la única nación latinoamericana que se nombra con ese fin. El presidente Frei hace una visita oficial a los Estados Unidos. La reunión que sostiene con el presidente Clinton no logra producir un calendario concreto acerca de la admisión chilena al NAFTA. El presidente Clinton desea que se apruebe su petición de vía rápida ("fast track") primero. Ambos presidentes discuten la posibilidad de firmar primero un acuerdo comercial bilateral. Agosto El Comité de Finanzas del Senado estadounidense 211 decide no someter a voto la petición de autorización de vía rápida ("fast track") que el gobierno de Clinton había anexado al paquete legislativo relativo al GATT. El presidente Frei acepta una invitación especial para asistir a la reunión de Buenos Aires del MERCOSUR, en la que se habría de aprobar formalmente el arancel común que entraría en vigor el 1º de enero de 1995. En el curso de la reunión, Chile se muestra de acuerdo en iniciar pláticas con el MERCOSUR para lograr una asociación cuya naturaleza quedó por especificarse. Septiembre El gobierno de Clinton retira del Congreso su petición de autorización para obtener vía rápida ("fast track"), con el fin de rescatar el paquete legislativo sobre el GATT. Las autoridades chilenas manifiestan su desencanto con la medida. El presidente Frei visita Río de Janeiro para asistir a una reunión del Grupo de Río. Se celebra la primera reunión de negociación formal con el MERCOSUR. Octubre Se lleva a cabo la segunda ronda de negociaciones entre Chile y el MERCOSUR en Montevideo. 212 Las negociaciones definen listas de productos que habrán de ser cubiertas por el arancel común. El presidente Frei lleva a cabo una visita oficial a Italia. El documento que ambos gobiernos suscriben enfatiza el interés de Italia en promover los contactos entre la Unión Europea y el MERCOSUR, así como la atención con que se sigue el proceso mediante el cual Chile se incorporaría al MERCOSUR. Noviembre El presidente Frei viaja a Yakarta, a las ceremonias formales que marcan el acceso de Chile a la APEC, en calidad de miembro. Después de reunirse con los jefes de estado de los países miembros de la APEC, Frei viaja a Japón y a Corea del Sur. CONSIDERACIONES FINALES Chile ha tenido la buena fortuna de haber podido combinar su sólida situación interna con un ambiente regional e internacional favorable. Aunque la situación interna de Chile está bien administrada y no inspira ninguna preocupación especial, la situación privilegiada del país en el marco del Hemisferio Occidental está tocando a su fin. Chile es uno de varios países latinoamericanos que habrán de surgir en el escenario internacional y sus 213 vulnerabilidades se están poniendo en evidencia. Cómo hacer frente a la pérdida del especial atractivo del que Chile gozaba hasta hace poco en el contexto de Sudamérica probablemente será el mayor reto de los encargados de diseñar las políticas chilenas el resto de la presente década. Uno de los puntos importantes asociados con este reto es el de las alianzas comerciales. Dado que los acuerdos de libre comercio presentan un potencial ambiguo, que puede resultar en una promoción o en una obstaculización del intercambio comercial, cualesquiera que sean las intenciones verdaderas de Chile al escoger acercarse a una región o a algún tratado comercial en particular, toda decisión relativa a las alianzas comerciales habrá simultáneamente de abrir nuevas posibilidades y de cerrar otras, relativas a posibles pactos con terceras naciones. Dicho lo anterior, se debe reconocer la casi inevitabilidad de que Chile forme algún tipo de alianza comercial con Norteamérica. El peso geopolítico de los Estados Unidos en la región es demasiado grande para poder ignorarse y esta situación habrá de prevalecer en el futuro previsible. Además, es muy poco probable que alguna otra potencia económica se atreva a aumentar significativamente su presencia en el continente y en particular a intentar establecer acuerdos económicos amplios con Chile. El antecedente sentado por México en este sentido resulta interesante. Durante su gira europea de junio de 1990, el presidente Salinas no consiguió atraer el interés de Europa Occidental hacia México y esto fue un factor decisivo para tomar la decisión extraordinaria de unir estrechamente el destino de México con el de los Estados Unidos.22 La situación de Chile es diferente en cierto grado. El país depende mucho menos de los Estados Unidos que México; por esta razón, una posible asociación no necesariamente habrá de ser tan sólida. Esta diferencia de grado también ofrece a Chile cierta flexibilidad al negociar los términos de una asociación semejante. 214 La diplomacia chilena requerirá de toda su capacidad al negociar un acuerdo comercial con los Estados Unidos, con el fin de asegurar un equilibrio adecuado entre ese país y otras áreas fundamentales para la preservación de su identidad nacional. Una de ellas, naturalmente, es América Latina, con su posible papel futuro de entidad política y económica regional de grandes dimensiones. Un futuro así debe cuidarse y la mejor forma de hacerlo es mediante el fortalecimiento de la emergente red de acuerdos de integración bilaterales y subregionales, aun en el caso de que acabaran por cuajar en el contexto de una entidad mayor: la del Hemisferio Occidental. Las negociaciones que actualmente se están llevando a cabo con el MERCOSUR, de ser exitosas, constituirán un importantísimo paso en esa dirección. Otra área es la del Pacífico, particularmente Asia. Chile no desea renunciar a su visión de sí mismo como un país del Pacífico. Esta noción data del nacimiento de la República. Chile ha dedicado enormes esfuerzos al desarrollo de relaciones diplomáticas y económicas con Asia y debe reafirmar su compromiso permanente con esa región. La incorporación de Chile en el seno de la APEC, junto con los tres miembros del NAFTA, puede utilizarse con eficacia para ese propósito. En último lugar, pero no por ello menos importante, está Europa, una región con la cual Chile tiene fuertes lazos culturales y no menos fuertes nexos económicos. Aunque muchos países europeos tienen una visión positiva de Chile, parece poco probable que la Unión Europea esté dispuesta a dedicar un gran esfuerzo para concluir un acuerdo bilateral con un país tan pequeño, especialmente cuando el MERCOSUR está promoviendo activamente un acercamiento con Europa. En este punto, la asociación de Chile con el MERCOSUR probablemente sea de mucha utilidad y esto parece ser uno de los factores más importantes detrás de la decisión chilena de enterar en pláticas formales con el MERCOSUR. 215 216 Notas _________________ * Este capítulo se escribió en parte en el curso de una estadía mía como Investigador Invitado en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, a cuyo importante apoyo doy aquí un reconocimiento. Asimismo, deseo agradecer a los participantes en el Seminario Internacional sobre "¿Cooperación o Rivalidad? Integración Regional en el Continente Americano y la Cuenca del Pacífico" (Kobe, 28 al 30 de marzo de 1994), por sus contribuciones para mejorar un primer borrador de este texto. Los comentarios que me hicieron Mikio Kuwayama, Juan Carlos Lerda y Barbara Stallings, todos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe en Santiago de Chile, fueron también sumamente útiles. Finalmente, me da un gran placer otorgar aquí un reconocimiento a Jonathan Kushner, quien me ayudó con la investigación haciendo uso de su gran capacidad en este sentido. 1. Además de los Demócrata-Cristianos, el Partido Socialista y el Partido para la Democracia se cuentan entre los participantes. El Partido Comunista no participó y su influencia, significativa en tiempos del gobierno de la Unidad Popular de Allende, ha ido disminuyendo en el curso de los últimos años. 2. Ver Felipe Morandé, "Development in Chile: Some Facts and Thoughts", Programa de Postgrado en Economía, ILADES/Georgetown University, Ensayo E-14 (Santiago de Chile, julio de 1993). 3. Ver Morandé, "Development in Chile" y también Patricio Meller, Adjustmenet and Equity in Chile (París; OECD; 1992). 4. Direction of Trade Statistics Yearbook, International Monetary Fund (Washington, DC; 1993). 5. Manuel Campero y B. Escobar, "Evolución de las exportaciones chilenas ", en Andrea Butelmann y Patricio Meller, eds., Estrategia comercial chilena para la década de los 90 (Santiago de Chile; CIEPLAN, 1992). 6. Ver Dagmar Raczynski, Estrategias para combatir la pobreza en Chile: Programas, instituciones y recursos, Working Paper 191, Departamento de Desarrollo Económico y Social (Banco Interamericano de Desarrollo, julio de 1994). 7. Ver Butelmann y Meller, Estrategia comercial chilena y también Andrea Butelmann, "Some Elements of Chilean Trade Policy: The USA or MERCOSUR?", ponencia presentada en el Taller Académico sobre Integración Económica en el Hemisferio Occidental, Kellogg Institute for International Studies (University of Notre Dame, abril de 1993). 8. Ver, por ejemplo, Butelmann, "Some Elements of Chilean Trade Policy" y también Andrea Butelmann y Manuel Campero, "Medición del escalonamiento arancelario de las exportaciones chilenas a los Estados Unidos", en Butelmann y Meller, Estrategia comercial chilena. 9. Manuel Agosín, "Beneficios y costos potenciales para Chile de los acuerdos de libre mercado", Estudios Públicos 52 (Santiago de Chile, verano de 1993). 10. Ver Agosín, ibid., en el cual este argumento se presenta con mayor amplitud. 217 11. Así pues, por ejemplo, un estudio reciente preguntó a diferentes personalidades chilenas si pensaban que Chile firmaría un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos para el año 2000. Todos los encuestados respondieron afirmativamente y nadie cuestionó las condiciones en las que se daría un acuerdo semejante ni tampoco si afectaría la postura de Chile en el escenario internacional. Ver "Proyecciones Económicas: Chile de aquí al año 2000", La Segunda (Santiago de Chile, 1º de diciembre de 1992). 12. Ver, por ejemplo, Refik Erzan y Alexander Yeats, Free Trade Agreements with the United States: What`s in It for Latin America? Investigación Política del Banco Mundial WPS 827 (Washington, DC, 1992) y R. Valdés, "Una metodología para evaluar el impacto cuantitativo de una liberalización comercial: aplicación al ALC entre Chile y Estados Unidos", en Butelmann y Meller, Estrategia comercial chilena. 13. Ver también los Capítulos 4 y 9 de este volumen. 14. Sobre este asunto, al igual que en relación con otros de los relativos a estas negociaciones, tales como condiciones de ingreso y calendarios, el gobierno chileno ha adoptado una actitud esencialmente pasiva. 15. Ver, por ejemplo, Chilean Trade - Factors Affecting U.S. Trade and Investment, Informe de la 'U.S. General Accounting Office' (Oficina Contable General de los Estados Unidos) dirigido al Subcomité de Políticas Económicas y Comercio Internacionales, Comité de Relaciones Exteriores, Cámara Baja, (Washington, D.C., 12 de junio de 1992). 16. Conforme a este sistema, se impone un impuesto variable a las importaciones de productos seleccionados, además del arancel normal, cuando el precio cae por debajo de un precio mínimo establecido. Ver también el Apéndice III de Chilean Trade -- Factors Affecting U.S. Trade and Investment. 17. Ver, por ejemplo, las declaraciones del Senador Sergio Pizarro, que aparecieron en El Mercurio (Santiago de Chile, 8 de julio de 1994), pp. C1 y C12. 18. Ver El Mercurio, 30 de julio de 1994, pp. A1 y A24. 19. De éstas, el 70 por ciento de las exportaciones a Brasil, el 25 por ciento de las exportaciones a Argentina y 40 por ciento de las exportaciones a Uruguay y Paraguay están cubiertas por preferencias arancelarias. El Mercurio, 15 de octubre de 1994, p. 4. 20. "[El acceso al NAFTA] es un objetivo muy importante para nuestro país; no obstante, no deberá interpretarse como la médula de nuestra política exterior. De forma alguna habrá de considerarse una condición indispensable para nuestro desarrollo; Chile ha crecido, se ha desarrollado y se ha internacionalizado sin el NAFTA y es capaz de seguir haciéndolo sin él", declaró el nuevo Ministro de Relaciones Exteriores, José Miguel Insulza, en una entrevista exclusiva que concedió a El Mercurio (Edición Internacional), 6 al 12 de octubre de 1994, p. 6. 21. Conforme se publicó en El Mercurio, ibid. 218 CAPÍTULO SIETE ESTRATEGIAS HACIA LA INTEGRACIÓN: URUGUAY Y ARGENTINA Alejandro Pastori La integración regional no tiene nada de inevitable. Su finalidad subyacente consiste en otorgar a los países miembros beneficios que, por su cuenta, no podrían conseguir. Para algunos países, la integración regional parecería ofrecer ventajas inequívocas; para otros, las ganancias de la integración podrían ser neutralizadas por sus pérdidas; para algunos más, los costos podrían pesar mucho más que los beneficios adquiridos. Asimismo, no todas las naciones son igualmente deseables como socios comerciales. Qué tan deseable puede ser una nación generalmente se define por los beneficios que pueda ofrecer a otros miembros en una agrupación. La viabilidad de la integración regional, luego entonces, depende tanto de la voluntad y la capacidad de las naciones-estados participantes como de sus metas, sus estrategias y sus recursos. La integración, vista así, es un medio más que un fin y cada país tiene su propia visión del proceso. Este capítulo explora estas cuestiones en el contexto de Uruguay y Argentina. Histórica y políticamente, existen similitudes sustanciales entre estos dos países vecinos. Durante el siglo diecinueve, ambas desarrollaron economías en gran medida rurales, que se apoyaban en la exportación de productos derivados del ganado, fundamentalmente carne y en la importación de bienes manufacturados de Europa, especialmente de la Gran Bretaña. A principios del siglo veinte, estos países establecieron democracias electorales que se 219 consideraron modelos ejemplares de este tipo de sistema y dada su armonía política y sus programas de bienestar social, Uruguay ganó renombre como "la Suiza de Sudamérica". El descontento popular y la polarización ideológica llevaron a la inestabilidad y a la intervención militar, primero en Argentina y luego en Uruguay, y ambos países sufrieron los excesos fanáticos de los regímenes "burocrático-autoritarios" en la década de los 70 y los 80. Actualmente, en ambos países se ha restaurado la democracia política. Dejando atrás las similitudes, llaman la atención las diferencias económicas entre ambos países. La población de Argentina, de 33.1 millones de habitantes en 1992, es aproximadamente diez veces mayor que la uruguaya, que sólo tiene 3.1 millones de habitantes. Y el producto interno bruto de Argentina, que se calcula en unos 228,000 millones de dólares para 1992, es más de veinte veces superior al uruguayo, que sólo fue de 11,400 millones para ese mismo año. También hay diferencias estructurales. El sector industrial representa alrededor del 40 por ciento del PIB en Argentina y sólo el 32 por ciento en Uruguay, en tanto que el sector de servicios representa el 46 por ciento de lo producido en Argentina, en tanto que en Uruguay es el 58 por ciento. ¿De qué modo afectan estas diferencias la visión que estos dos países tienen de la integración regional? El presente capítulo trata esta pregunta de tres maneras. La primera sección describe cómo se presentaba la situación para Argentina y para Uruguay en el campo de la integración regional hasta 1994. Una segunda parte aborda las posibles estrategias que estas dos naciones podrían poner en práctica en relación con la integración continental. La última sección analiza las consecuencias que estas estrategias podrían tener para las relaciones que potencialmente Argentina y Uruguay podrían forjar con los países de la Cuenca del Pacífico, abriéndonos una ventana a las perspectivas de largo plazo que existen para la cooperación interregional. 220 LA SITUACIÓN ACTUAL: ARGENTINA, URUGUAY Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL Para Argentina y Uruguay, la creación del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) por medio del Tratado de Asunción de 1991 presenta uno de los más importantes retos económicos y políticos de la década de los 90. De hecho, el MERCOSUR representa un acontecimiento de gran importancia para toda América Latina, dado que sus países miembros representan aproximadamente la mitad de la superficie del área, cerca de la mitad del PIB regional, alrededor del 43 por ciento de su población y un tercio del intercambio comercial intraregional. Para comprender las implicaciones que este esquema de integración tiene para Argentina y Uruguay, es necesario comprender los elementos básicos del proyecto del MERCOSUR. El MERCOSUR se planteó con tres componentes fundamentales. El primero, era la plena liberalización del intercambio comercial entre los países miembros. El segundo, contemplaba el establecimiento de un arancel externo común (AEC) y de una política comercial común de cara a naciones del exterior. El tercero promovía la coordinación y la armonización de las políticas macroeconómicas, con el fin de eliminar las asimetrías que pudieran distorsionar la operación del mercado común. La liberalización del intercambio comercial ha funcionado esencialmente de la forma prevista. Los aranceles han sido prácticamente eliminados entre los cuatro países miembros; muchas barreras no arancelarias (BNAs) han sido eliminadas o reducidas; y las listas de excepciones para "productos específicos" se han reducido conforme a lo programado si bien, de conformidad con las negociaciones de 1994, su eliminación final se llevará a 221 cabo en un período de entre cuatro y cinco años, de acuerdo con el llamado régimen de adecuación . En otras palabras, durante este tiempo y en relación con esta lista de productos, podría seguir existiendo un arancel intraregional. Dicho de otro modo, con la salvedad de lo contemplado para la adecuación, el MERCOSUR parece haber llevado, en los hechos, a la creación de una verdadera área de libre comercio (ALC). Del mismo modo, se ha avanzado en la negociación del Arancel Externo Común (AEC), lo que transformaría al MERCOSUR en una unión aduanera. Si bien no ha habido un acuerdo que abarque a todo el mercado y cubra a todos los productos, los países miembros llegaron a acuerdos a finales de 1994 sobre cerca de un 90 por ciento de los bienes y continuarán trabajando sobre los restantes. En general, establecieron como objetivo el establecer aranceles externos de menos del 20 por ciento (por ejemplo, del 14 por ciento sobre bienes de capital), con la estipulación de que los países miembros deberán alcanzar este objetivo para el año 2001 (en algunos casos, para el 2006). Esta regla no tiene más de 300 excepciones, sobre las cuales los países podrán mantener sus aranceles nacionales hasta el año 2001. A partir de enero de 1995, el MERCOSUR ha puesto en vigor lo que se conoce como una "unión aduanera imperfecta". Hasta hace poco, la dificultad más grande para el MERCOSUR tenía que ver con la armonización de las políticas macroeconómicas. A principios de los 90, existían graves desequilibrios entre Argentina y Brasil. En tanto que Argentina estaba consiguiendo controlar la inflación y lograba crecer, Brasil tenía una tasa de inflación del 1,150 por ciento en 1992 y una disminución de más del 1 por ciento en su PIB; y en tanto que Argentina tenía un tipo de cambio fijo con una moneda convertible, Brasil tenía un tipo de cambio libre con una moneda no convertible. Por lo anterior, parecía casi imposible imaginar el logro de una 222 compatibilidad macroeconómica entre estas dos naciones. No obstante, desde la exitosa introducción del Plano Real en Brasil, esta perspectiva ha cambiado de manera dramática. Aun en ausencia de una verdadera coordinación de políticas macroeconómicas, la aparente convergencia de Brasil y Argentina en el camino de la estabilización ha mostrado la tendencia a reducir los efectos más negativos del intercambio comercial intraregional resultantes de la disparidad de políticas macroeconómicas. Además, es muy probable que esta convergencia no sea un fenómeno temporal, dado que tanto Fernando Henrique Cardoso en Brasil como Carlos Saúl Menem en Argentina han recibido el mandato popular para continuar estas políticas en las elecciones presidenciales de sus respectivos países. En gran medida como resultado de su programa de liberalización, el MERCOSUR ya ha ejercido una considerable influencia en la dinámica comercial de la región. De hecho, el intercambio comercial entre países miembros del MERCOSUR ha aumentado de 4,200 millones de dólares a 7,400 millones entre 1991 y 1992, lo que representa un aumento del 76 por ciento en tan solo un año. Las cifras más recientes han seguido un patrón similar. Para Argentina en particular, la balanza comercial con los otros miembros del MERCOSUR, especialmente con Brasil, ha tomado un cariz positivo. Únicamente entre 1992 y 1993, las exportaciones intraregionales de Argentina pasaron de 1,900 millones de dólares a 3,500 millones, lo que representa un aumento del 84 por ciento. Entre tanto, las importaciones argentinas provenientes de otros países del MERCOSUR han aumentado ligeramente, pasando de 3,700 millones de dólares en 1992 a 4,000 millones en 1993. Estas cifras implican dos cosas. La primera es que el intercambio comercial intra-MERCOSUR no ha conllevado ninguna distorsión importante en la balanza comercial argentina. Y la segunda es que, al tiempo en que las distorsiones comerciales estaban disminuyendo, el déficit comercial argentino dentro de la 223 región bajó de 1,700 millones de dólares en 1992 a 500 millones de dólares en 1993. Desde luego, el volumen total del intercambio comercial dentro del MERCOSUR se ha mantenido dentro de ciertos límites. A pesar de constantes aumentos en los últimos años, el intercambio comercial intra-MERCOSUR es aún una porción modesta del intercambio comercial total de todos sus miembros (en 1993, por ejemplo, el MERCOSUR representó apenas el 14 por ciento del comercio exterior total de sus cuatro países miembros). En comparación con el intercambio comercial intraregional logrado por la Comunidad Europea de Carbón y Acero en los 50, que arrojó un porcentaje de alrededor del 27 por ciento en sus dos primeros años de operación, las cifras ponen de manifiesto que el MERCOSUR aún tiene un largo camino que recorrer. No obstante, el MERCOSUR tiene una importancia diferente para cada uno de sus miembros. En conjunto, Argentina y Brasil representan prácticamente "el total" del intercambio comercial del MERCOSUR. Sin embargo, las exportaciones hacia países del MERCOSUR representan sólo el 20 por ciento del total de las exportaciones argentinas y son aún menos importantes en el caso de Brasil. Para Uruguay, en cambio, las exportaciones a los otros países miembros del MERCOSUR representan entre el 35 y el 40 por ciento de sus exportaciones totales. Las anteriores diferencias enfatizan la gama de estrategias económicas a disposición de Argentina y de Uruguay, especialmente en relación con el MERCOSUR. En relación con su comercio, Uruguay depende mucho de Argentina y de Brasil, que son sus dos principales mercados. Argentina no se encuentra en la misma situación (aunque Brasil sea uno de sus principales socios comerciales, siendo los Estados Unidos otro de ellos). Por lo mismo, Argentina y Brasil tienen a su alcance opciones que Uruguay no tiene. En vista de los 224 papeles preponderantes de Argentina y Brasil en el MERCOSUR, la instrumentación exitosa del Mercado Común del Sur dependerá, en gran medida, de la continuidad de las tendencias positivas en las balanzas comerciales de esos dos países. INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA Un segundo proceso de integración regional en el que están involucrados tanto Argentina como Uruguay es la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). Hasta mediados de los 90, el futuro de la ALADI permanece sumido en la incertidumbre. Establecida en 1980 como sucesora de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, la ALADI abarca a todos los países de América del Sur (con la excepción de Guyana y Surinam), además de México. Esta Asociación se creó con el fin de promover y coordinar los esfuerzos de integración subregionales para lograr maximizar la cooperación regional. En el curso de los años, sin embargo, sus países miembros han alcanzado muchísimos acuerdos bilaterales y subregionales de integración fuera del marco de la ALADI (mismos que se intentan "insertar" posteriormente en la ALADI valiéndose de procedimientos artificiales). Estos acontecimientos han hecho disminuir naturalmente el papel de la ALADI como punto de convergencia para los diferentes procesos de integración continental. Según lo ha reconocido el mismo Secretariado de la ALADI, el carácter heterogéneo de las relaciones externas de los miembros de la Asociación (a nivel global, continental, regional, subregional y bilateral) coloca al proceso de la ALADI "entre distintos procesos de integración y relaciones económicas de geometría variable, que funcionan como vasos comunicantes entre sí, dentro de un marco mundial de perspectivas inciertas". 225 A pesar de estos retos a su liderazgo (y a su naturaleza inherentemente conservadora), la ALADI ha jugado un papel institucional de importancia en la integración regional. Específicamente, el marco político y judicial que brinda la Asociación ha ayudado a dar un aura de legitimidad continental a las reformas comerciales unilaterales y subregionales de las naciones miembros de la ALADI. En parte como resultado de esta influencia, el valor del intercambio comercial intra-ALADI creció un 28.5 por ciento en 1992, alcanzando un pico histórico de 19,400 millones de dólares. Como porcentaje del total de las exportaciones de la zona, las exportaciones intra-ALADI, que habían aumentado meramente un 10 por ciento en el período 1986-1990, aumentaron un 13.6 por ciento en 1991, un 16.2 por ciento en 1992 (el mayor nivel en más de tres décadas de esfuerzos de integración regional en América Latina), un 16.3 por ciento de aumento en 1993 y un 16.6 por ciento en 1994. En este contexto, tanto Argentina como Uruguay aumentaron el volumen de sus exportaciones hacia países miembros de la ALADI (incluyendo al MERCOSUR). Las exportaciones de la Argentina, por ejemplo, representaron un volumen de 5,200 millones de dólares hacia países de la ALADI en 1993 y 6,800 millones en 1994; Uruguay exportó el equivalente a 813 millones de dólares a países de la ALADI en 1993 y 1,000 millones en 1994. En esos mismos años, las exportaciones tanto de Argentina como de Uruguay hacia el resto del mundo experimentaron una ligera caída, de lo que se desprende que el intercambio comercial intra-ALADI mostró un dinamismo inusual. Al mismo tiempo, la mayoría de las importaciones argentinas y uruguayas no estaban proviniendo de países de la ALADI, sino de otras áreas, particularmente de Europa y los Estados Unidos. Cualquier posible situación para el futuro de la integración continental desde las perspectivas de Argentina y Uruguay dependerá de sus fuentes de 226 suministro así como de la convergencia de sus estrategias de integración. Así pues, sus relaciones comerciales con el resto del mundo tendrán un impacto considerable en la formulación de estrategias políticas, geopolíticas y económicas en general. En última instancia, la importancia de los procesos intraregionales depende en gran medida de las tendencias y acontecimientos de todo el escenario global. OPCIONES DE POLÍTICA PARA LA INTEGRACIÓN REGIONAL: LOS CASOS DE ARGENTINA Y URUGUAY Como resultado de sus diferentes posiciones y posturas, Argentina y Uruguay cuentan con distintas opciones de política. Analicemos aquí sus perspectivas en relación con lo que cabe esperar de la integración a nivel tanto subregional como hemisférico. Argentina: en busca de autonomía y liderazgo Un factor determinante para Argentina se deriva del hecho de que sus principales socios comerciales son Brasil y los Estados Unidos. Como lo ha reconocido Guido Di Tella, ministro de relaciones exteriores argentino: "Tanto Brasil como los Estados Unidos tienen una grandísima influencia en los asuntos comerciales argentinos". Potencialmente, al menos, esta circunstancia podría colocar a Argentina en el dilema poco envidiable de tener que escoger entre sus dos principales socios en caso de no poder amalgamar o conciliar a ambos dentro de una sola estrategia continental coherente. La preocupación de Argentina en relación con los esquemas de integración promovidos por Brasil (sean el MERCOSUR o la SAFTA [Asociación 227 Sudamericana de Libre Comercio]) o por los Estados Unidos (NAFTA) se deriva de la incertidumbre en cuanto a las respuestas a las siguientes preguntas clave: (a) ¿Son mutuamente excluyentes una integración con Sudamérica y con Norteamérica? (b) De ser así, ¿cuál es la opción más conveniente para Argentina? (c) Tener que escoger entre una y otra opciones, ¿amenazaría la continuidad del crecimiento económico argentino y/o la postura de liderazgo del país en cuestiones de comercio? ¿O bien ambas opciones sustentan la afirmación de Argentina como país del "Primer Mundo"? En el marco del MERCOSUR, las perspectivas de eliminar las asimetrías macroeconómicas existentes entre sus cuatro miembros se han hecho menos remotas de lo que alguna vez parecieron ser. Las dudas que alguna vez expresara Argentina en torno a la viabilidad de lograr constituir una unión aduanera subregional (al tiempo que exploraba la posibilidad de solicitar su acceso al NAFTA) han quedado disueltas en gran medida como resultado de las negociaciones intra-MERCOSUR que culminaron con los acuerdos de Ouro Preto en diciembre de 1994. Aún así, queda un largo camino por recorrer. La tensión que se genera entre estos dos esquemas para el MERCOSUR -entre un área de libre comercio (ALC) y una unión aduanera- se pone de manifiesto por el hecho de que no sería posible para Argentina negociar su propio acceso al NAFTA. Esto violaría lo contemplado en el Tratado de Asunción y en las reglas que rigen al MERCOSUR. Por definición, una unión aduanera obliga a un compromiso de adopción de un Arancel Externo Común (AEC) y, como resultado, a forjar una política comercial común de cara a los países no miembros. El apoyo al establecimiento de un AEC implica que los 228 países participantes deberán estar preparados para hacer frente a los costos -y no sólo a los beneficios- que de ello se deriven; esto significa la aceptación de una postura regional más que la adopción de una unilateral en lo tocante a las relaciones comerciales con terceras partes. Si Argentina adopta el AEC del MERCOSUR, no podrá negociar de manera individual con el NAFTA. Este no sería el caso para un área de libre comercio, bajo cuyos términos los países miembros pueden mantener sus políticas comerciales independientes, administrar sus propios aranceles y alcanzar sus propios acuerdos con los socios con los que escojan tenerlos. De hecho, Argentina y Brasil han tenido que tomar una decisión en relación con el MERCOSUR: o construyen una unión aduanera o se conforman con el establecimiento de un ALC. A la luz del dilema anterior, Argentina al principio mostró poco interés en acelerar el proceso del AEC para el MERCOSUR. Las acciones y los pronunciamientos oficiales del gobierno argentino reflejaban esta misma línea de pensamiento. Durante un viaje a los Estados Unidos en febrero de 1994, el ministro argentino de relaciones exteriores, Guido Di Tella, recibió una invitación de Mickey Kantor, el representante más importante del gobierno de Clinton en relación con los asuntos comerciales, para que Argentina ingresara al NAFTA lo más pronto posible. Aunque los escépticos sugieren que este ofrecimiento podría ser meramente una zanahoria (en el marco de un esquema "de zanahoria y garrote") a utilizarse durante las negociaciones bilaterales, dado que Washington estaba presionando fuertemente a Argentina a adoptar un acuerdo de patentes para la protección de la propiedad intelectual (especialmente en el campo de los farmacéuticos), la noticia de una posible incorporación unilateral de Argentina al NAFTA tuvo repercusiones inmediatas a nivel continental. 229 En parte como respuesta a lo anterior, Brasil inicialmente boicoteó la posibilidad de otorgar una "salvedad" a México, con el fin de que su ingreso al NAFTA no se hiciera incompatible con su membresía en la ALADI (entre todos los países de América del Sur, Brasil es el que tiene más qué perder de la participación de México en el NAFTA). Al final, Brasil cedió en su postura, pero sólo después de exigir compensaciones concretas de parte de México. Brasil también lanzó la idea de un Área Sudamericana de Libre Comercio (SAFTA), que sería compatible con el MERCOSUR y con otras iniciativas continentales. Ambos pasos se tomaron con el fin de mantener la preponderancia de Brasil en América Latina, de aislar a México y de unir a América del Sur bajo el liderazgo brasileño, en una suerte de contrapeso al acuerdo norteamericano. Esta estrategia disminuiría la posibilidad de que pudieran ingresar al NAFTA otros países del área, tales como Chile, Argentina, Colombia o Venezuela, posibilidad que podría terminar por aislar diplomática y comercialmente a Brasil. Esta reacción por parte de Brasil polarizó la situación. Argentina comenzó a examinar los beneficios concretos que podría traerle su membresía individual en el NAFTA. Había quienes sostenían que había llegado el momento para que Argentina consumara y consolidara los beneficios potenciales de su alianza política con los Estados Unidos, forjada apenas a principios de la década de los 90. Además, el ingreso al NAFTA brindaría una oportunidad para que Argentina mejorara su relación comercial con los Estados Unidos, país que seguía manteniendo una postura bastante proteccionista en relación con las importaciones provenientes de Argentina. Y, a un nivel político más general, Argentina podría obtener ventajas de las negociaciones con los Estados Unidos en lo tocante a las estrategias y a la compra de equipo militar. En contra de la postura británica, por ejemplo, Argentina compró treinta y seis aviones Skyhawk, equipados con radares de tecnología de punta. De acuerdo con lo expresado por 230 el embajador argentino ante los Estados Unidos, Raúl Granillo Ocampo, esta transacción representó un éxito político de gran importancia: "En el fondo, lo que estaba en juego era el grado de confianza que Argentina merece por parte de un país como los Estados Unidos; en realidad, se nos considera un país aliado". Por otra parte, surgió un escepticismo considerable en cuanto a los beneficios potenciales de ingresar al NAFTA. De conformidad con un estudio citado por un anterior ministro de Economía, Roberto Alemán, el ingreso al NAFTA llevaría a un aumento en las importaciones procedentes de los Estados Unidos que representaría aproximadamente unos 900 millones de dólares, en tanto que el aumento de las exportaciones argentinas hacia los Estados Unidos representaría un poco menos de 100 millones. Adicionalmente, Argentina siempre ha intentado mantener su flexibilidad y un acceso abierto a tantos mercados como sea posible. Ha cultivado relaciones comerciales importantes no sólo con América del Sur y con los Estados Unidos, sino también con Europa, Asia y con la antigua Unión Soviética. Más que restringirse al mercado norteamericano, sostienen los partidarios de este punto de vista, Argentina debería intentar mantener su acceso a los mercados establecidos y conservar abierta la oportunidad de buscar nuevos mercados. La estrategia de los Estados Unidos es un factor clave en este cálculo. Washington podría estar favoreciendo actualmente la integración hemisférica precisamente por lo conflictivo de su relación con Brasil. Toda maniobra que "aisle" a Brasil por medio de la firma de acuerdos con los socios comerciales naturales y más importantes de ese país podrían, al final, obligar a Brasil a adoptar políticas económicas aceptables para Washington. Desde este punto de vista, los Estados Unidos podrían estar planeando apropiarse del mercado brasileño por medios indirectos y subrepticios, mediante la sutil aplicación de la influencia estratégica. 231 En consecuencia, parece razonable suponer que Argentina intentaría negociar su ingreso al NAFTA sin romper sus nexos con los diferentes procesos de integración subregionales (el MERCOSUR, la ALADI, el posible SAFTA u otros acuerdos bilaterales). Esencial para esta forma de obrar resulta la nueva tendencia que se ha dado en el marco de las negociaciones del MERCOSUR. Como resultado de los acontecimientos de finales de 1994, especialmente de los acuerdos de Ouro Preto, Argentina ya no teme que una profundización del MERCOSUR pudiera obstaculizar o impedir una futura alianza o algún otro tipo de relación con el NAFTA. Dado que el MERCOSUR ya ha alcanzado un status jurídico internacional, se halla en una posición legal que le permite iniciar un diálogo formal ya sea con el NAFTA o con los Estados Unidos. Como demostración de esto, el MERCOSUR ya ha sostenido discusiones acerca del posible establecimiento de algún tipo de acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. En términos generales, parecería que empiezan a desaparecer los obstáculos que impiden a un país ser miembro de más de una agrupación regional o subregional, a la luz de la voluntad política y de las necesidades económicas de los gobiernos latinoamericanos. Entre otros ejemplos de esta tendencia podríamos citar la anuencia que dio la ALADI a México para ingresar al NAFTA, como ya se indicó anteriormente; así como las indicaciones surgidas en la Cumbre de Miami en diciembre de 1994, en el sentido de que Argentina podría ser el siguiente país (después de Chile) que se invitara a incorporarse al NAFTA. Dado el ambiente dominante, nadie quiere que se le vaya ningún tren; todos los países quieren mantener su posibilidad de acceso a cuanto esquema de libre comercio surja. Chile representa un excelente ejemplo de este tipo de estrategia: ha firmado una amplia variedad de acuerdos bilaterales de libre comercio, se 232 encuentra en plenas negociaciones con el NAFTA, así como en negociaciones que habrán de llevar a algún tipo de asociación con el MERCOSUR. Desde un punto de vista económico, en mi opinión, a Argentina le gustaría poder mantener una puerta abierta en sus relaciones comerciales importantes, en particular con la Unión Europea, pero también con las de la región Asia-Pacífico. No obstante, parece claro que Argentina tiene un interés especial en mantener una alineación estrecha con los Estados Unidos y Europa, en gran medida por el potencial de aumento en las inversiones extranjeras directas que podrían llegar a Argentina en caso de unirse al NAFTA. De hecho, la atracción de inversiones extranjeras es una de las metas principales de la actual política económica argentina, pues el país requiere de capital extranjero con el fin de equilibrar su cuenta corriente. En pocas palabras, las opciones más viables que se le presentan a Argentina dan como resultado tres estrategias potenciales: 1. Considerar la posibilidad de ingresar al NAFTA a mediano plazo (en uno o dos años), restringiendo el carácter del MERCOSUR al de un área de libre comercio sencilla. 2. Apoyar la propuesta brasileña de crear un Área Sudamericana de Libre Comercio (SAFTA). De hecho, esto ayudaría a reconciliar la postura de Argentina como miembro de la ALADI con su posible ingreso al NAFTA. Una vez más, esta opción revelaría el desinterés argentino en desarrollar el MERCOSUR hasta su máximo potencial. 3. Alternativamente, Argentina podría dar un nivel bajo de prioridad a su relación con el NAFTA y dar su apoyo 233 completo al MERCOSUR y al SAFTA. Según lo observado hasta mediados de 1995, Argentina parece haber escogido la tercera opción. No obstante, en caso de que se presentaran acontecimientos no previstos, quedan otras alternativas. Uruguay: pequeñas dimensiones y ventajas comparativas Al igual que Bélgica, Luxemburgo y Dinamarca, Uruguay es un país pequeño, rodeado de vecinos muy poderosos. Por razones históricas, ocupa una posición estratégica única, entre Argentina y Brasil. Su intercambio comercial con esos dos países representa alrededor del 40 por ciento de la totalidad de su comercio exterior. Como resultado de ello, Uruguay está sumamente involucrado en un proceso de integración que el país no inició y sobre el que no tiene ningún control: el MERCOSUR. Al igual que otros países pequeños, Uruguay tiene mucho que ganar de una integración con naciones y mercados mayores. Dado que tienen estructuras económicas relativamente poco diversificadas y acceso a pocos mercados internacionales, los países pequeños no sólo obtienen acceso a los mercados de miembros mayores a través de su integración, sino que también se hacen de una plataforma para alcanzar nuevos mercados. Desde un punto de vista político, la integración con países más poderosos mejora la capacidad de negociación en el escenario internacional; asimismo, facilita el manejo de relaciones con vecinos de mayor tamaño, especialmente si el esquema de integración crea instrumentos eficaces de gobierno. En última instancia, según ha ocurrido en Europa y en el caso de la ALADI, los países pequeños a veces obtienen ventajas institucionales 234 por el simple hecho de ser pequeños (por ejemplo, se les permite bajar sus niveles arancelarios más lentamente que lo que se exige a los países de mayor tamaño). Para obtener los beneficios plenos de las anteriores oportunidades, sin embargo, los países más pequeños requieren de exportar en cantidades significativas, deben contar con una base de recursos humanos aceptable y deben cumplir estrictamente con las reglas y los requisitos que se establecen en el proceso de integración. Dentro del contexto latinoamericano, Uruguay posee ventajas comparativas importantes sobre sus socios mayores (así como sobre Paraguay): . Ofrece seguridad para el capital extranjero (Uruguay ha sido tradicionalmente un mercado financiero seguro, en el cual los bancos extranjeros pueden operar en igualdad de circunstancias con los bancos locales). . Cuenta con una base muy fuerte de recursos humanos, pues tiene una población altamente educada. . Ofrece estabilidad política, no sólo en relación con su fortaleza institucional, sino también en lo tocante a la transparencia en los procesos desarrollados para hacer valer los contratos internacionales a nivel estatal. Uruguay cuenta con un sistema judicial absolutamente independiente, serio e incuestionable en lo tocante a la objetividad de sus decisiones. Del mismo modo, la administración pública es notablemente transparente, especialmente si se le compara con la historia de corrupción y otros cargos similares que se asocian con otros países del MERCOSUR. Las sólidas instituciones de Uruguay y la transparencia de sus operaciones representan la ventaja comparativa más importante del país en el marco de cualquier proceso de integración. 235 . Además de lo anterior, la ciudadanía de Uruguay ha experimentado un cambio de mentalidad y de actitudes y actualmente da prioridad a la eficiencia como requisito para sobrevivir en un mercado internacional nuevo y expandido. A la luz de los anteriores recursos, ¿qué tipo de opciones estratégicas están a disposición de Uruguay? En primer lugar, como el pequeño país que es, operando en un esquema de integración subregional, Uruguay debería intentar diversificar sus mercados en la mayor medida posible, con el fin de evitar quedar "atrapado" entre Argentina y Brasil. Aunque no resulta necesariamente desventajoso estar ubicado entre Argentina y Brasil y depender económicamente de ellos, lo que si podría resultar un problema es el hecho de que estos dos países estén intentando expandir sus mercados a otros niveles regionales (por ejemplo, a través del NAFTA y/o del SAFTA). Esto podría tener consecuencias francamente negativas para Uruguay. Con el fin de evitar esta situación, Uruguay debería abrirse a nivel nacional, regional y global. En segundo lugar, Uruguay debería diseñar sus políticas con miras a promover la plena instauración del MERCOSUR como unión aduanera o aun como mercado común y no como mera zona de libre comercio. Su participación en un ALC subregional ofrece menos beneficios a Uruguay que una unión aduanera, por ejemplo, pues ésta última permitiría al país asegurar su participación del mercado al que lograría acceder junto con Argentina y Brasil. En este contexto, Uruguay buscó negociar el AEC (Arancel Externo Común) más bajo posible para el MERCOSUR, dado que esto promovería la competitividad internacional de su economía y le permitiría mantener una postura abierta hacia el mundo en general. 236 En un sentido geopolítico, Uruguay obtiene una estatura y ventajas considerables con su participación en el MERCOSUR. Para un país tan pequeño, la membresía en una organización que abarca a alrededor de la mitad de los recursos y de la población de América Latina no puede tener más que un efecto positivo en cuanto a su posición internacional. En otras áreas, las opciones de Uruguay son marcadamente distintas de las de Argentina. No parece muy probable, por ejemplo, que Uruguay pueda negociar su admisión individual al NAFTA, a menos de que Argentina inicie el procedimiento primero. (Uruguay podría proceder a negociar su admisión al SAFTA por cuenta propia, independientemente de la postura al respecto de Argentina, pero esto podría crear tantos problemas que no tendría sentido hacerlo.) Una situación más apetecible para el Uruguay sería lograr su acceso al NAFTA por medio del MERCOSUR, en el caso de que todos los miembros de esta última agrupación llegaran a un acuerdo colectivo con los países miembros del NAFTA. Esto resultaría estratégicamente conveniente para Uruguay. En última instancia, sin embargo, Uruguay encara una contradicción fundamental: sus opciones estratégicas podrían ser dictadas no por sus propias preferencias, sino por las acciones de otros y más grandes agentes regionales. Los esfuerzos hacia una integración regional en América Latina han siempre conllevado ambigüedad y tensión, desde los esfuerzos de México por mantener sus nexos con América Latina al tiempo que se proponía ingresar al NAFTA, hasta los dilemas enfrentados por Argentina y Brasil en sus respectivos caminos hacia el MERCOSUR, sin olvidar la postura unilateral adoptada por Chile y las posiciones de Colombia y Venezuela como puentes "naturales" entre América del Sur y América del Norte. El juego que se da entre estas estrategias y la gama de resultados posibles que de éste se deriva amenazan con generar contradicciones e incertidumbre. Como consecuencia de ello, a los países pequeños como 237 Uruguay les queda poco espacio de maniobra. Al final, Uruguay podría verse forzado a aceptar las circunstancias -y las oportunidades- que acaben imponiéndosele. ARGENTINA, URUGUAY Y LA CUENCA DEL PACÍFICO ¿Qué tipo de relación podrían cultivar Argentina y Uruguay con las naciones de la Cuenca del Pacífico? ¿Tendrán el MERCOSUR y otras iniciativas de integración regional el efecto de fortalecer o de debilitar estas relaciones? Al explorar estas cuestiones, me propongo examinar distintas situaciones posibles que podrían influir en las relaciones entre esas dos regiones del mundo, así como ofrecer algunas opciones viables de estrategia y de política. Escenarios Globales Al igual que otros países de América Latina, Argentina y Uruguay deben definir sus alternativas estratégicas dentro del contexto de las realidades globales. Una de estas es la hegemonía hemisférica de los Estados Unidos. Otra es el riesgo de una competencia hostil entre tres bloques económicos y políticos cerrados: Norteamérica (y/o el Hemisferio Occidental), Europa y la región AsiaPacífico. Una ruta más prometedora, especialmente para los países del Cono Sur, involucraría el cultivo de nexos próximos entre Asia y el continente americano, así como la adopción de un "regionalismo abierto" en ambas áreas. A pesar de las continuas tensiones entre Estados Unidos y Japón que genera el desequilibrio comercial existente entre esas naciones, hay buenas razones para esperar que los Estados Unidos y Asia fortalezcan sus relaciones. Ciertamente, esa es la principal implicación que tienen las declaraciones de la APEC en favor del libre comercio. Además, ambos lados se necesitan 238 mutuamente. Para mejorar su posición global, los Estados Unidos requieren de un mayor acceso a los mercados y a los recursos humanos, tecnológicos y financieros de la región Asia-Pacífico. A su vez, Japón y las otras naciones del Este asiático necesitan de la continuidad en el acceso a los recursos naturales, mercados de consumo y oportunidades de inversión que ofrece el continente americano. Muchos asiáticos darían la bienvenida a una presencia fuerte de los Estados Unidos en la región, tanto en lo político como en lo militar, como medio para mantener el equilibrio de poder y contener las pretensiones hegemónicas de parte de Japón. Las perspectivas de fortalecimiento en los nexos transpacíficos son prometedoras no sólo por los crecientes niveles de intercambio comercial entre las regiones, sino también por la multiplicación de centros de crecimiento dentro de la misma Asia. El reciente surgimiento económico de las NICs (Países de Industrialización Reciente), de la ASEAN y de la República Popular China ha llevado a algunos observadores a la conclusión de que es muy poco probable que se desarrolle un "bloque asiático" sólido y coherente, y que lo más probable es el surgimiento de diversas agrupaciones con un gran dinamismo y crecimiento económicos. Esta situación reduce la probabilidad de que se cree una rivalidad hostil entre tres bloques dominantes (ubicados en Asia, Europa y el continente americano) y mejora las perspectivas para el regionalismo abierto. Una consideración final tiene que ver con el GATT, la OMC (Organización Mundial de Comercio) y la culminación de la Ronda Uruguay. Tomado en sí mismo, el resultado de las negociaciones del GATT parecería apoyar las perspectivas de una liberalización global, más que la formación de bloques regionales proteccionistas. Los criterios adoptados en la Ronda Uruguay muestran la tendencia a reforzar el marco reglamentario, reducir las posibilidades de que algunas naciones pudieran comportarse de manera desleal, evitar el 239 establecimiento de aranceles como barreras proteccionistas y la aparición de uniones aduaneras exclusivas. De la misma manera, las regulaciones del GATT acerca de las reglas de origen deberán tener el efecto de desalentar y minimizar los intentos de restringir el acceso al mercado a productos provenientes de países no miembros de áreas de libre comercio. Los mecanismos para la resolución de disputas se han mejorado, se han eliminado las excepciones y los temas agrícolas se han resuelto a través de la negociación. En última instancia, aunque podría ser lo más importante de todo, la Ronda Uruguay no sólo estableció una serie de compromisos formales a favor del libre comercio, sino que creó una serie de directrices para la continua liberalización del comercio internacional. En efecto, el GATT ha ofrecido términos y condiciones para lograr el desarrollo global. Las perspectivas para América Latina Conforme se han presentado estas tendencias mundiales, los expertos y los encargados de diseñar políticas de América Latina han expresado un creciente interés en el establecimiento de relaciones con las naciones de la Cuenca del Pacífico. Según lo ha observado J. Moneta, la región Asia-Pacífico es el área de "mayor potencial para la cooperación económica, el intercambio comercial, la inversión y la transferencia de tecnología".1 Como parte de una nueva estrategia de transformación productiva para América Latina, Moneta sugiere: 1. La adopción de medidas graduales tendientes a establecer una complementariedad intraindustrial, con base en las ventajas comparativas que se concentren en aquéllos que sean más dinámicos y competitivos; 240 2. La formación de una relación recíproca con los Países de Industrialización Reciente, la ASEAN y China, con miras a formar empresas conjuntas ("joint ventures") y a invertir en sectores y servicios productivos, atrayendo así mayores niveles de inversión extranjera directa (IED) hacia América Latina y el Caribe; 3. El mejoramiento de la articulación económica entre América Latina y Japón, por medio de proyectos conjuntos con los NICs y la ASEAN; 4. La incorporación de América Latina al proceso de innovación tecnológica y reestructuración productiva que actualmente se halla en curso en la región AsiaPacífico. En relación con la agenda económica de América Latina y el Caribe, el Secretariado Permanente del SELA (Sistema Económico Latinoamericano) ha planteado una recomendación muy clara: "En caso de que continúe el estancamiento o de que se de un crecimiento lento de los países industrializados, la necesidad de actuar en los mercados de la contraparte aumentará para América Latina, los NICs, China y los países de la ASEAN. Es cierto que la región latinoamericana presenta una gran demanda potencial, al igual que los países del Pacífico asiático, como China. Actualmente, sin embargo, la región asiática parece ser una región claramente exportadora, atractiva para la inversión, en tanto que la región de América Latina aparece como una región importadora y/o receptora de inversiones".2 La profundización de la cooperación política por medio de la participación en foros internacionales también puede llevar a nexos más próximos entre Asia y América Latina. Chile, México, Perú, Colombia y Argentina son países con un claro compromiso en este sentido. Al respecto, sería sumamente constructivo establecer un foro regular para llevar a cabo consultas entre países de América 241 Latina, de la ASEAN, China y los NICs, en el cual pudieran compartirse las diferentes experiencias de cada uno y se pudieran lograr acuerdos sobre programas de cooperación recíproca. Dichas consultas y actividades podrían llevarse a cabo de manera independiente de los países industrialmente avanzados de ambas áreas. De hecho, resultaría útil para Argentina y para Uruguay tomar la iniciativa y lanzar una propuesta que persiguiera los fines anteriormente expuestos. Argentina, Uruguay y la Cuenca del Pacífico Las perspectivas a mediano plazo para las relaciones económicas entre Argentina, Uruguay y Asia son, en términos generales, alentadoras. Los acontecimientos más recientes en relación con el intercambio comercial y la inversión sugieren un aumento de nexos entre el continente americano y los países de la Cuenca del Pacífico. Siendo más específicos, los procesos de integración de América Latina (tales como el MERCOSUR) tienen la finalidad de mejorar la participación de sus países miembros en la economía mundial y de promover relaciones abiertas con otras partes del mundo. Tanto Argentina como Uruguay han logrado diversificar sus relaciones comerciales. Las importaciones provenientes de Asia han aumentado, en tanto que las exportaciones a países asiáticos se han mantenido constantes. Según se muestra en la Tabla 7.1, por ejemplo, las importaciones argentinas provenientes del área Asia-Pacífico han crecido mucho más rápidamente que el resto de las importaciones argentinas. El aumento global en las importaciones de Argentina ha representado un 3.54 por ciento entre 1989 y 1992, lo que resulta en un déficit comercial de consideración. Las importaciones provenientes de la Comunidad Europea aumentaron en un 3.18 por ciento durante este período; las 242 importaciones provenientes de Norteamérica subieron un 3.43 por ciento; las importaciones provenientes de países miembros de la ALADI aumentaron un 3.6 por ciento y la cifra correspondiente a los países del MERCOSUR aumentó un 4.32 por ciento. Pero la expansión del intercambio comercial con Asia ha alcanzado niveles espectaculares. En relación con los países de la ASEAN (sin contar a Singapur), las importaciones aumentaron en un 89.5 por ciento; la cifra tocante a los NICs (Singapur, Corea del Sur, Taiwán y Hong Kong) mostró un aumento del 7.87 por ciento; y la correspondiente a la región Asia-Pacífico tomada en su totalidad (Japón, los países de la ASEAN, los NICs y China) acusó un aumento del 6.36 por ciento. Estas cifras hablan por sí mismas. 243 Tabla 7.1. Importaciones argentinas, 1989-1992 volumen (en miles de dólares estadounidenses) ________________________ relación __________ Regiones/Países 1989 ____ 1992 ____ Comunidad Europea Francia Alemania Italia 1,143 187 393 243 3,633 573 1,083 760 3.18 NAFTA Estados Unidos 1,004 880 3,453 3,183 3.43 2 179 89.50 NICs (Países de Industrialización Reciente)b 138 1,087 7.87 Asia-Pacíficoc Japón Corea del Sur 335 180 69 2,133 697 467 6.36 1,383 4,981 3.60 867 721 3,753 3,338 4.32 4,200 14,871 3.54 ASEANa ALADI MERCOSUR Brasil Total 1992/1989 __________ a sin contar a Singapur b Singapur, Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán c Japón, países de la ASEAN, NICs y China Fuente: ALADI y cálculos personales Al mismo tiempo y según lo revela la Tabla 7.2, Argentina consiguió aumentar sus exportaciones en sólo un 1.27 por ciento entre 1989 y 1992. Esta expansión se distribuyó de manera relativamente constante en todas las regiones 244 del mundo, incluyendo Asia. Una implicación de esto es que los procesos de integración subregional, específicamente el MERCOSUR, han tenido un efecto muy reducido en los flujos comerciales y no han llevado, en forma alguna, a la generación de distorsiones en el intercambio comercial. De hecho, parece poco probable que la intensificación de los procesos de integración regional en el continente americano (sea por medio de una "profundización" del MERCOSUR o por medio del acceso al NAFTA) tenga efectos negativos sobre el intercambio comercial. Según lo sugiere la teoría económica, dichos acontecimientos tendrían una tendencia a crear un mayor intercambio comercial , más que a desviarlo. La experiencia sudamericana muestra claramente que la liberalización comercial ha llevado a un mayor intercambio comercial no sólo con los países miembros del MERCOSUR, sino también con países no miembros de éste. El aumento de importaciones de origen asiático en Uruguay y Argentina ha exacerbado los déficits comerciales de ambos países, haciendo más crítica la situación del sector exportador. De hecho, algunas industrias orientadas hacia la exportación en el Cono Sur (productos petroquímicos, calzado, juguetes) están siendo perjudicadas de manera directa por la competencia proveniente de Asia. En última instancia, sin embargo, la exitosa conclusión de las negociaciones de la Ronda Uruguay habrán de hacer posible la superación de estos problemas, al asegurar acceso a mercados que hasta ahora habían permanecido protegidos, aun en países del continente asiático (es el caso de Uruguay en relación con el arroz y la malta). Las perspectivas a largo plazo para el intercambio comercial entre Argentina, Uruguay y la Cuenca del Pacífico siguen siendo positivas. Las inversiones presentan una situación contrastante, especialmente en el caso del ingreso al NAFTA (o del establecimiento de una relación especial con los países miembros de dicho acuerdo). Según se le interpreta ampliamente, el 245 NAFTA se concentra más en las inversiones que en el libre comercio per se. Actualmente y según lo indica la Tabla 7.3, las inversiones extranjeras en Argentina y Uruguay provienen fundamentalmente de Europa y, en segundo término, de los Estados Unidos. Y según lo muestra la Tabla 7.4, la proporción de inversión extranjera directa (IED) de Japón ha estado disminuyendo de forma constante. Esta tendencia continuaría sin duda, en el caso de que Argentina y Uruguay decidan fortalecer sus relaciones económicas con los Estados Unidos o con Europa. 246 Tabla 7.2. Exportaciones argentinas, 1989-1992 volumen (en miles de dólares estadounidenses) _________________________ relación ________ Regiones/Países 1989 ____ 1992 ____ 1992/1989 _________ Comunidad Europea Alemania Italia Holanda 2,517 413 290 983 3,746 730 526 1,212 1.48 NAFTA Estados Unidos 1,384 1,150 1,613 1,325 1.16 ASEANa 114 171 1.50 NICsb 199 240 1.20 Asia-Pacíficoc Japón China 990 270 407 1.055 374 128 1.06 ALADI 2,387 3,917 1.64 MERCOSUR Brasi 1,427 1,124 2,325 1,671 1.62 Total 9,567 12,234 1.27 a sin Singapur b Singapur, Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán c Japón, países de la ASEAN, NICs y China Fuente: ALADI y cálculos personales Entre tanto, la IED de Japón se ha redirigido hacia la región Asia-Pacífico, en donde compite exitosamente con los Estados Unidos (que tiene un patrón más diversificado de Inversión Directa en el Extranjero, con flujos considerables hacia 247 Europa y Asia, además de América Latina). La inversión japonesa parece tener un destino natural en el Sureste asiático, región que ofrece numerosas condiciones ventajosas: proximidad geográfica, fuerza de trabajo abundante y disciplinada (con ideales confucianos tradicionales sobre el trabajo), los niveles salariales más bajos del mundo, abundantes recursos naturales y numerosos incentivos gubernamentales para el capital extranjero. Además, se están abriendo oportunidades comparables para la inversión japonesa en áreas previamente no explotadas, tales como China y Vietnam. Las ventajas que ofrecen los países del sudeste asiático serían sumamente difíciles de superar para Argentina y Uruguay. De hecho, es probable que todo progreso en la integración del Hemisferio Occidental aliente a la inversión norteamericana a buscar refugio dentro del mismo continente americano. A pesar de algunas similitudes entre el Sureste asiático y América Latina, parece probable que la proximidad geográfica y los procesos de integración 'de facto' induzcan tanto a los Estados Unidos como a Japón a ubicar su producción y sus inversiones dentro de sus respectivas regiones. En otras palabras, a diferencia de lo que ocurre con el comercio, los patrones de inversión podrían estar fuertemente condicionados por los procesos de integración regional. Este efecto sólo tendría implicaciones modestas para Argentina y Uruguay, dado que la Inversión Extranjera Directa (IED) de Japón en esos países es escasa y parece estar declinando. Una consecuencia más significativa de la integración regional para los países del Mar del Plata sería el potencial desplazamiento de la IED procedente de Europa por parte de los Estados Unidos. 248 Tabla 7.3. Inversión Extranjera Directa de Europa, los Estados Unidos y Japón (millones de dólares de E.U.) Argentina _________ Brasil Paraguay ______ ________ Uruguay MERCOSUR _________ _________ Comunidad Europea 1985 98 268 -11 3 358 1991 512 849 -3 32 1.390 1,587 4,469 11 164 6,231 1985 73 106 -- -- 179 1991 415 869 -- -- 1,284 1985-1991 583 6,384 -- -- 6,967 1985 4 180 -1 -1 182 1991 90 276 0 0 366 144 1,476 -4 -1 1,615 1985-1991 Estados Unidos Japón 1985-1991 Fuente: IDB/IRELA, Foreign Direct Investment in Latin America, (Madrid; IRELA, 1993). 249 Tabla 7.4. Participación Latinoamericana en la Inversión Extranjera Directa de Japón, 1986-1992 % de la Inversión Extranjera Directa del Japón ________________________ 1986 21.2 1987 14.4 1988 13.7 1989 7.7 1990 6.4 1991 8.0 1992 7.9 Fuente: Informe JEI, Números 23-A y 21-B, 21 de junio de 1991 y 11 de junio de 1993, respectivamente (Washington: Instituto Económico Japonés) CONCLUSIONES El análisis de las relaciones actuales y a futuro entre los países del continente americano, los de la Cuenca del Pacífico y los procesos de integración regional requiere de la consideración de situaciones globales amplias. Lo que ocurra a países específicos, en particular a países en vías de desarrollo, tales como Argentina y Uruguay, muy probablemente será determinado por las acciones y las reacciones de las principales potencias mundiales y por el tipo de orden internacional que éstas construyan. Los países pequeños tendrán pocas opciones; los países aún más pequeños, como es el caso de Uruguay, quizás no tengan opción alguna. 250 Puede decirse, sin embargo, que Argentina y Uruguay han alcanzado ambos un punto en su proceso de integración regional en el cual ya no hay retorno. No hay duda alguna de que la integración seguirá adelante. La única pregunta es hacia dónde habrá de dirigirse y si su dinámica sufrirá cambios importantes. Al mismo tiempo, las alternativas viables para Argentina y Uruguay descansan sobre bases muy delicadas. Ambas naciones son sumamente susceptibles a las presiones tanto internas como externas y algunas de ellas son impredecibles, tales como: . el advenimiento de crisis sociales como reacción ante los costos a corto plazo de la integración, especialmente en Argentina; . las presiones políticas y electorales hacia el proteccionismo (aparentes tanto en Uruguay como en Argentina, además de Brasil); . la dependencia a los Estados Unidos en cuanto a decisiones y preferencias sobre el ingreso al NAFTA (consideración de importancia para Argentina); . la dependencia relativa de los pequeños países (tales como Uruguay) a las políticas adoptadas por los vecinos mayores de la región (Argentina y Brasil); y . la complejidad y la confusión que resultan de la multiplicidad de procesos de promoción del libre comercio (desde el GATT hasta la ALADI, el SAFTA, el NAFTA, el MERCOSUR y un sinfín de relaciones potenciales con los Estados Unidos). Las anteriores consideraciones enfatizan la necesidad de ser cautelosos en cuanto a los pronósticos. En resumen, sin embargo, puede afirmarse que los 251 procesos de integración habrán de continuar en toda la América Latina y que estos procesos tenderán a liberalizar el comercio, ya sea por medio de la consolidación y la profundización de los pactos existentes (tales como el MERCOSUR) o por medio de la expansión de la membresía (si Chile o Bolivia ingresaran al MERCOSUR, por ejemplo, o si Argentina se uniera al NAFTA o si el SAFTA llegara a abarcar a todas las naciones de América del Sur). Los patrones de intercambio comercial internacional de Argentina y Uruguay muestran un aumento en los flujos comerciales con los países de la Cuenca del Pacífico. La integración subregional no ha tenido ningún efecto negativo sobre el intercambio comercial transpacífico para ninguno de estos países. El establecimiento de políticas comerciales deliberadas podría probablemente llevar a un aumento y un mejoramiento de la naturaleza y la dirección de estos flujos. Un paso hacia este objetivo podría ser la creación de un foro MERCOSUR/Cuenca del Pacífico en el cual se discutiera el comercio, la inversión y todo otro asunto relacionado con ellos. Aun así, parece difícil contemplar a priori una gran expansión de la inversión asiática en el Cono Sur. Parece más probable que sea en relación con la inversión, más que con el comercio, que dominen los patrones y las preferencias regionales. En suma, es muy probable que atestigüemos una globalización y una liberalización del comercio internacional junto con una regionalización y una concentración de la inversión de conformidad con los bloques geográficos. El orden -o el desorden- económico resultante será sumamente ambiguo. Los países en vías de desarrollo, tales como Argentina y Uruguay, tan solo pueden esperar para ver cuál será el resultado. 252 Notas _______________ 1. "Escenarios intermedios de cambio mundial: una visión desde América Latina", en Secretaría del SELA, La agenda económica de América Latina y el Caribe 37 (octubre-diciembre de 1993). 2. Ibid. 253 CAPITULO OCHO BRASIL, EL MERCOSUR Y EL SAFTA: ¿REESTRUCTURACIÓN DESTRUCTIVA o INTEGRACIÓN PANAMERICANA? Gilson Schwartz La mayoría de los países latinoamericanos ha establecido recientemente reformas económicas y políticas importantes, pero aún es demasiado pronto para evaluar las tendencias geopolíticas e ideológicas implícitas en semejantes cambios de política. Esto resulta particularmente cierto en el caso de Brasil, figura económica dominante en la región. El presente capítulo se propone desmontar una visión ideológica de estas reformas que aparentemente goza de consenso, mediante el análisis de algunas peculiaridades de la experiencia brasileña, especialmente de cara a Argentina, que es el principal socio comercial de Brasil en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Este es, a la fecha, el intento de integración regional más exitoso de América Latina. El presente capítulo también analiza los límites macroeconómicos del MERCOSUR (desde la perspectiva de Brasil) y revisa el ambiente empresarial brasileño, así como las reacciones internas ante la integración regional. El MERCOSUR, si bien aún genera incertidumbres a nivel macroeconómico e institucional, crea oportunidades empresariales y comerciales muy importantes, al tiempo que refuerza amplias transformaciones en la cultura empresarial. Las conclusiones del presente capítulo sugieren que tanto los conflictos macroeconómicos como las oportunidades microeconómicas deberían aterrizarse en el establecimiento de 254 estrategias geopolíticas congruentes, mismas que aún son sumamente discutidas en Brasil. Sebastian Edwards, prominente economista del Banco Mundial, ha expresado la opinión general prevaleciente sobre el MERCOSUR y la tendencia regional hacia la integración: Dos factores hacen particularmente interesantes a estos nuevos esfuerzos integracionistas en América Latina. En primer lugar, se están dando dentro de un contexto que favorece mucho la promoción de las exportaciones y la expansión del intercambio comercial internacional en prácticamente todo el mundo en vías de desarrollo. La actitud en favor del comercio internacional que actualmente prevalece en la mayoría de los países latinoamericanos, contrasta agudamente con las políticas proteccionistas que la región había establecido en las décadas de los 50, 60 y 70. En segundo lugar, los nuevos esfuerzos de integración regional están teniendo lugar en un momento en el cual, tras una década de ajuste económico y de reformas, América Latina está emergiendo como una nueva fuerza económica mundial.1 En un tono un tanto más filosófico, Félix Peña, anterior subsecretario de la Argentina para el MERCOSUR, sugiere que la tendencia hacia la integración depende de la construcción de nexos basados en un acuerdo mínimo sobre visiones económicas", de forma que "en el caso de América Latina, actualmente éste se deriva del llamado 'consenso de Washington' en favor de la liberalización de los mercados".2 En este punto, sin embargo, los problemas macroeconómicos y las divergencias en las estrategias geopolíticas podrían resultar más importantes para el análisis del proyecto integracionista que una aceptación 255 rápida de la filosofía integracionista, aun cuando un "acuerdo mínimo" amplio como el mencionado anteriormente podría tener un papel que jugar en el futuro.3 A principios de los 80, mucho antes del surgimiento del consenso de Washington, Brasil introdujo cambios estructurales en el patrón de su internacionalización. En fechas más recientes, la discusión en Brasil acerca de qué tan deseable resultaría contar con un ancla en el tipo de cambio para las políticas de estabilización ha puesto de manifiesto profundos desacuerdos en cuanto al modelo de desarrollo del país.4 Habiendo posiblemente llegado tarde a las reformas del tipo que aconseja el consenso de Washington, a Brasil podría caracterizársele como la excepción a dicho "consenso". Si bien muchos analistas alaban -sin pensarlo dos veces- al modelo de economía política dominante en prácticamente toda la América Latina, la economía más fuerte de toda la región (la brasileña) está lejos de ser homogénea en sus definiciones ideológicas, políticas y económicas. José Serra, importante líder político brasileño e influyente economista ha llevado a cabo una campaña abiertamente opuesta al modelo de estabilización ultraliberal.5 Afirma que las fechas límite que fija el MERCOSUR son tan estrictas que ciertos aspectos cruciales del acuerdo deberán o bien ignorarse o bien posponerse. Serra ha señalado que el proyecto económico argentino difiere profundamente del brasileño y que el primero resulta más parecido al de los países miembros del NAFTA. Las evaluaciones de viabilidad de la integración que se basan en la competitividad habrán de tomarse con cautela, dada la escasez de información verosímil sobre dicha medida. Las condiciones macroeconómicas se deterioraron mucho durante la década de los 80, cuando los procesos hiperinflacionarios distorsionaron las estructuras productivas tanto de Argentina como de Brasil. Argentina puso en práctica un programa de estabilización ligado a un tipo de 256 cambio congelado y a un creciente déficit comercial, a pesar de que Brasil optó por una solución muy diferente, que entrañaba únicamente una política de tipo de cambio flexible. Según se demostró con la crisis mexicana de diciembre de 1994, los diferentes grados de apertura financiera varían de manera impresionante entre México y Argentina, ubicándose éstos en un extremo del espectro, en tanto que Brasil en el otro. Así pues, una de las características del MERCOSUR consiste en que la integración habrá de llevarse a cabo entre países con marcadas diferencias en el manejo macroeconómico y con políticas económicas que difieren de manera importante en sus planteamientos subyacentes. Esto podría ser una fuente de preocupación, especialmente debido a que el éxito del Plan Cavallo en Argentina parece depender en gran medida de lo que haga Brasil. En palabras del economista argentino Pablo Gerchunov: "Brasil es el maná de Argentina".6 El dogmatismo del consenso de Washington también es cuestionado por la evidencia de que muchos países asiáticos han tenido éxito en sus programas económicos sin haber tenido que abandonar sus políticas de substitución de importaciones. Mitsuhiro Kagami subraya el hecho de que la liberalización económica fue un proceso "paso por paso" en el Este de Asia, particularmente en los casos de Corea del Sur y Taiwán, en los cuales las estructuras económicas internas fueron preparándose y adaptándose gradualmente a ella.7 Kagami, por lo tanto, invierte la causalidad establecida: aunque en la mayoría de los casos se supone que la liberalización lleva a los ajustes estructurales, él sostiene que son los ajustes estructurales los que llevan a la liberalización. La experiencia brasileña probablemente será vista, dentro de algunos años, como un ajuste estructural gradual que llevó a una liberalización selectiva, en contraste con el método liberal ortodoxo, que toma a la liberalización como su principio rector.8 En palabras del presidente brasileño, Fernando Henrique Cardoso: 257 La autarquía y la búsqueda de una autonomía completa (aun desde el punto de vista tecnológico) son valores muy próximos al ideal de una gran potencia, son enfoques que fueron apoyados durante el período militar. Dicho aislamiento entra en conflicto con la tendencia universalizadora de la ciencia, más que expresar los intereses populares. ¿Significa esto que los social-demócratas de América Latina debieran lisa y llanamente apoyar la liberalización o la apertura de las economías nacionales? No. Significa, una vez más, que los criterios de competitividad y de absorción de tecnología deberán ser la piedra clave de las políticas económicas orientadas hacia el bienestar social de la población. Es este el credo socialdemócrata.9 CONTRADICCIONES MACROECONÓMICAS ENTRE ARGENTINA Y BRASIL Desde la década de los 80, Argentina ha sufrido brotes hiperinflacionarios periódicos, en contraste con la hiperinflación reprimida que ha experimentado el Brasil. Argentina desindustrializó su estructura productiva, en tanto que Brasil continuó enfatizando la substitución de importaciones, al tiempo que creaba un sistema de promoción de exportaciones (con un involucramiento directo de la burocracia diplomática del país).10 Argentina se mantuvo como una nación subdesarrollada financieramente y sufrió una enorme fuga de capitales, en tanto que Brasil desarrolló un refinado sistema financiero basado en una indización extensiva del adeudo público que contuvo tanto al capital privado interno como al extranjero (ver Tabla 8.1). Entre 1970 y 1989, el crecimiento del PIB en Argentina fue del 0.75 por ciento (1.5 por ciento en Uruguay), en tanto que el de Brasil fue del 5.5 por ciento (6 por ciento en Paraguay). Estas estructuras económicas experimentaron distintas reacciones ante las sacudidas externas e internas. El 258 desempeño sectorial refleja lo anterior: la industria, que representaba el 15.7 por ciento del PIB argentino en 1970, cayó hasta un 7.6 por ciento en 1989; en el mismo período, la participación de la industria en el PIB brasileño pasó de ser del 27.3 por ciento al 40.9 por ciento entre 1970 y 1989. El crecimiento industrial en ese mismo período fue del -0.4 por ciento en Argentina y del 5.1 por ciento en Brasil (mayor aun que en México). La formación de capital refleja un movimiento similar.11 Aun concentrándose en un período menor -por ejemplo, la década de los 80-, el patrón es el mismo: el PIB de Argentina cayó (-7.7 por ciento), en tanto que el de Brasil creció (18.1 por ciento), aunque el PIB seguía creciendo a un ritmo menor al del crecimiento de la población. Uruguay acusó un estancamiento (2.6 por ciento) y sólo Paraguay tuvo buenos resultados (40.7 por ciento). Tabla 8.1 Diferencias macroeconómicas entre Brasil y Argentina Argentina Brasil amnistías fiscales ausencia de amnistías fiscales; cobros fiscales más estrictos moneda convertible moneda no convertible patrón dólar flotación regulada privatización intensiva sectores estratégicos preservados liberalización antes de estabilización planes de estabilización sin liberalización salvaje fuga de capitales la indización evitó la fuga de capitales sistema financiero subdesarrollado instituciones y servicios financieros muy refinados 259 déficit comercial superávit comercial estructural libre flujo de capital hacia el interior del país flujos restringidos de capital hacia el interior del país desindustrialización reestructuración industrial sindicatos laborales debilitados sindicatos laborales fuertes liberalización financiera reforma financiera controlada oposición parlamentaria débil apoyo parlamentario débil La desindustrialización de Argentina puede considerarse como una "reestructuración destructiva", proceso que se inició desde antes de la crisis de la deuda. Históricamente, Argentina ha mantenido una posición próxima a la Gran Bretaña y, desde la década de los 30, ha pasado por algunas dificultades con Brasil. El populismo argentino siempre subrayó su espíritu conservador pues, crisis tras crisis, los sectores tradicionales siempre acababan por imponer su hegemonía. Esta situación contrasta mucho con el nacionalismo pro- industrializador que se desarrolló bajo el populismo brasileño. Asimismo, el recorte arancelario se convirtió en parte integral de la política antihiperinflacionaria de Argentina, en tanto que Brasil utilizó esta medida sólo de forma marginal como parte de su política industrial de largo plazo.12 Con el fin de comprender la lógica de la política económica brasileña, especialmente en el contexto del Plan Real, lanzado en julio de 1994, es necesario enfatizar que han habido discusiones teóricas y prácticas muy intensas en torno a la adopción del dólar como moneda de referencia, lo que ha llevado a una apreciación del real (de hecho, José Serra, uno de los principales opositores 260 a esta medida, se ha convertido en ministro de planeación). El presidente Cardoso está intentando conciliar las visiones que del país tienen sus fuerzas políticas más representativas mediante la creación de un gabinete que une no sólo a las facciones que apoyaron directamente su candidatura, sino también a líderes del Partido del Trabajo (PT) y del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMBD). A pesar de su ingenio político, Cardoso debe encarar retos y conflictos fundamentales en lo tocante a varios temas clave como: . lo deseable de la estabilización por medio de una apreciación del tipo de cambio; . el recorte o la eliminación de los bancos estatales regionales; . el ajuste fiscal que involucra el alza de impuestos, el control de las empresas estatales y la privatización; . la reforma constitucional sobre temas relacionados con bienestar social, los capitales extranjeros y los monopolios de estado; y . la desindización progresiva. El nombramiento de Serra como ministro de planeación encaja en esta imagen de forcejeo político y económico. En su calidad de notable diputado, de antiguo secretario de planeación del Estado de Sâo Paulo, con buenos contactos en la burocracia estatal y en los círculos académicos, y heredero del pensamiento económico de la CEPAL, Serra intentará un ajuste estructural, al tiempo que se logre mantener la base industrial del país como parte fundamental de la planeación estratégica. Además de ser un partidario de la industria nacional, ha sido abiertamente crítico no sólo de la apreciación de la moneda 261 brasileña, sino de la velocidad con la que los líderes brasileños están abordando el tema del MERCOSUR.13 El gobierno de Cardoso tendrá que encontrar el modo de equilibrar a las fuerzas conservadoras y a las partidarias de la ruptura que se dan en Brasil. El presidente ha enfatizado la importancia de los cambios políticos y económicos como un "proceso", en oposición al establecimiento de programas de choque específicos (ver gráfica 8.1), pero las desesperadas circunstancias económicas de Brasil requieren de decisiones duras, que habrán de acarrear costos políticos inevitablemente. Los riesgos podrían aumentar si se escogiera una estrategia demasiado gradualista. Afortunadamente, Cardoso cuenta con una de las bases de apoyo más amplias que cualquier presidente de Brasil haya tenido en la historia del país. Aun Lula (el derrotado candidato del PT) ha declarado que el proyecto político del Partido social-demócrata Brasileño (PSDB) muestra signos de permanecer en práctica por lo menos una década. COMPETITIVIDAD BRASILEÑA Y DESEMPEÑO COMERCIAL En julio de 1994, el gobierno brasileño anunció un plan de estabilización en el que se establecía al tipo de cambio como ancla nominal. Esto generó algunas dudas acerca del efecto que la apreciación del tipo de cambio tendría sobre la competitividad brasileña, especialmente de cara a las experiencias argentina y mexicana. Una posible solución podría ser el confiar en medidas de "rezago en el ajuste del tipo de cambio". Dichas medidas toman como referencia los índices de precios al mayoreo. Inmediatamente antes del lanzamiento del real, algunas estimaciones sobre el rezago en el ajuste del tipo de cambio mostraron magnitudes de hasta un 25 por ciento. Por otra parte, la capacidad de largo plazo 262 de atraer flujos de capital del exterior indica en qué medida el rezago en el ajuste del tipo de cambio (apreciación) puede sostenerse sin poner en riesgo a la balanza de pagos. Al respecto, deben considerarse tres factores. En primer lugar, no está claro si los flujos de capital extranjero hacia el interior del país a principios de los 90 se dieron como resultado de un aumento en la confianza en los programas de estabilización, o por la caída de las tasas de interés en los Estados Unidos y el aumento de su presencia en las economías en vías de desarrollo con procesos de estabilización en curso. En segundo lugar, a diferencia de otros casos latinoamericanos, varios sectores manufactureros brasileños ya habían llevado a cabo el ajuste y la racionalización de sus procesos productivos para consolidar sus altos niveles de intercambio comercial, tanto en el mercado de las exportaciones como en el de las importaciones (existen unas seiscientas compañías en Brasil con certificación de calidad ISO 9000). En tercer lugar, las altas tasas de interés real han afectado la competitividad microeconómica y, en cierto sentido, han compensado a los sectores exportadores por la apreciación del tipo de cambio. La oportunidad de arbitraje entre las menores tasas de interés extranjeras y las mayores internas ha significado ingresos extraordinarios para los exportadores (y para los importadores), además de servir como un estímulo primario para el flujo hacia el país de recursos estrictamente financieros (inversiones en el mercado de valores, renta fija, expedición de bonos, etc.). Cuando se alcancen una estabilización y un clima político más tranquilo, Brasil habrá de experimentar una gradual reducción de las tasas de interés y, así, una posible eliminación de dichas oportunidades de arbitraje.14 263 Figura 8.1 Estabilización con ajuste fiscal, desindización y reforma del tipo de cambio carga impositiva creciente èè superávit fiscal ê ç deuda pública reestructurada èè tasas de interésè menores ê é política de ingresos (desindización) .* liberalización comercial ç é é ê é ê é è è inflación menor è è * convertibilidad é ê ê é flujos estables de capital hacia ç el interior y tipo de cambio estable ç ç ê ç mayor cobro de impuestos ê é ê é crecimiento económico despegue de la inversión é è è Fuente: Brazil Trends, julio de 1994 A nivel macroeconómico, el tipo de cambio se ha rezagado respecto la inflación desde octubre de 1991, como resultado tanto de la excesiva alza inicial como de las altas tasas de interés resultantes. Se ha observado una reducción continua de los niveles arancelarios, conjuntamente con una apreciación del tipo de cambio, sin efecto alguno sobre la eliminación del superávit comercial. Como quiera que sea, resulta imposible aislar la variable del tipo de cambio de lo que ocurre en el resto de la economía, principalmente en la estructura de la 264 balanza de pagos. Esto resulta particularmente importante dado que algunos observadores esperan al menos una reversión parcial de los flujos comerciales entre Brasil y Argentina, una vez que la estabilización en Brasil sea un hecho. Dados los ingredientes macro y microeconómicos, no parece probable que el desequilibrio comercial entre Argentina y Brasil vaya a corregirse de manera significativa en el futuro próximo. El desempeñó brasileño en relación con el pago de su deuda externa ha sido notablemente estable (especialmente si se le compara con los ciclos del PIB y las crisis inflacionarias) y flexible, por lo que se ha registrado un superávit comercial a pesar de una continua liberalización comercial y de una constante reducción de aranceles. Bajo estas circunstancias, el MERCOSUR refuerza al ambiente empresarial brasileño, vanguardista y pro-internacional y no se percibe como una amenaza para los sectores industriales brasileños. La mayoría de los empresarios brasileños está muy consciente de los cambios estructurales que actualmente se están dando en las condiciones del comercio internacional y en los reglamentos que lo rigen. Asimismo, en los círculos gubernamentales y académicos se discute constante y activamente qué políticas han de adoptarse para hacer frente a las nuevas circunstancias. Hay evidencia de que a partir la década de los 50 muchas de las exportaciones tradicionales de las economías periféricas han perdido importancia conforme la diversificación del intercambio ha aumentado en dichos países. Para principios de los 80 (mucho más pronto que en el caso de otros países latinoamericanos y por distintas razones), los analistas académicos y políticos brasileños se hallaban discutiendo la idea de una "integración competitiva". Surgió la cuestión de si la política de substitución de importaciones se había seguido lo suficiente como para permitir un cambio estructural industrial que fuera lo suficientemente profundo como para permitir a la economía brasileña generar 265 un "superávit comercial estructural", al tiempo que se creaban simultáneamente las posibilidades de actualizar los patrones de importación y de exportación. Los economistas, que en ese momento se oponían al régimen militar, criticaron severamente estas ideas, pues representaban un reconocimiento indirecto del relativo éxito de las políticas económicas establecidas por el régimen promilitar. No obstante, la dirigencia del Banco Nacional para el Desarrollo Social y Económico apoyó el concepto de integración competitiva y para 1984 el Banco Mundial se hallaba negociando empréstitos para llevar a cabo programas de reforma comercial. Después de la democratización del régimen brasileño en 1985, la nueva Comisión de Política Aduanera publicó informes sobre las políticas industriales y sectoriales. En 1988, el gobierno brasileño estableció la primera "cámara sectorial", un cuerpo negociador al estilo Japonés dedicado a asuntos de política industrial, que incluía a burócratas, empresarios y líderes sindicales con la capacidad requerida para negociar ajustes y la liberalización comercial a largo plazo. La primera ronda de reducción de aranceles quedó establecida en 1987. Las tasas arancelarias promedio bajaron de un 85 por ciento a un 51 por ciento (ver Tabla 8.2). En 1989, hubo una segunda ronda, eliminándose los controles directos a la importación relativos a 2,500 productos. Así pues, a la llegada al poder del presidente Fernando Collor de Mello en 1990, ya se había constituido un grupo de expertos en el diseño de políticas, convencido de la naturaleza gradual que debía seguir el ajuste estructural y que, a través de las cámaras sectoriales, se hallaba involucrado en negociaciones directas con los sectores afectados. 266 EL MERCOSUR Y LAS CONDICIONES EMPRESARIALES A pesar de las perturbaciones políticas y económicas del país, la integración regional, la liberalización comercial y la integración competitiva son conceptos que han guiado la reconstrucción gradual del estado brasileño. A la par del remodelamiento institucional, la hiperinflación, las tensiones financieras y el aumento en la competencia global han sido factores que han amenazado a los sectores económicos del país. Dado que la economía brasileña nunca ha experimentado una hiperinflación abierta, ha habido un ajuste estructural subterráneo (al tiempo que los sucesivos planes de estabilización se concentraban en anclas nominales o en la represión directa de la inflación inercial, por medio de la desindización). En pocas palabras, ha habido ajustes microeconómicos simultáneos pero no sincronizados con los planes de estabilización macroeconómica. Las condiciones empresariales han cambiado y actualmente prevalece una actitud más "orientada hacia el exterior", a pesar de que la liberalización en Brasil ha progresado a un ritmo más lento (sin una concesión ideológica plena al consenso de Washington) que en cualquier otra parte de la región. Esta forma selectiva de abordar la liberalización comercial y la integración competitiva han minimizado los riesgos de la desindustrialización. Un reciente estudio sobre las reacciones sectoriales ante el MERCOSUR muestra que, para el 53 por ciento de las industrias brasileñas, el MERCOSUR representa perspectivas de exportación favorables; para el resto de las industrias del país, su impacto será débil (27 por ciento) o impredecible (20 por ciento). Algo similar sucede en el campo de las importaciones.15 Alrededor del 70 por ciento de las pequeñas industrias tienen poco conocimiento de los posibles efectos del MERCOSUR (ver Tabla 8.3). 267 Las exportaciones brasileñas hacia los otros países miembros del MERCOSUR alcanzaron los 4,100 millones de dólares en 1992 (11 por ciento del total de las exportaciones del país), en comparación con tan sólo 1,400 millones de dólares en 1989 (lo que representa un aumento del 193 por ciento). Si bien una gran parte de este desempeño puede atribuirse a la política cambiaria en Argentina, no se puede soslayar el hecho de que se han creado oportunidades importantes para los empresarios, mismas que se han ido consolidando con las negociaciones diplomáticas y el desarrollo institucional. Los productos manufacturados constituyen el 87 por ciento de las exportaciones brasileñas, en tanto que lo opuesto ocurre con las importaciones (60 por ciento de las importaciones de Brasil que provienen de países del MERCOSUR son productos primarios y alimentos). El MERCOSUR ha sido el mercado más importante para la industria química brasileña (que representó, en promedio, casi 300 millones de dólares entre 1991 y 1992). La Tabla 8.4 muestra el destino de las exportaciones brasileñas y la importancia creciente del MERCOSUR, de cara a la disminución en importancia del NAFTA. Resulta claro que el crecimiento de las exportaciones brasileñas hacia el MERCOSUR desde 1989 se da como resultado de la política cambiaría argentina, que llevó a un aumento significativo en las importaciones de ese país, pero que podría resultar insostenible en el caso de que Argentina cayera en una recesión como resultado de la crisis mexicana de diciembre de 1994. Parece ser que el precio de la prisa en la instrumentación del MERCOSUR podría ser la creación de expectativas demasiado altas. Los temas más controvertidos hasta ahora han sido: (1) la creación de una Comisión de Comercio, en agosto de 1994, como primer intento de establecer una institución supranacional. La Comisión examinará y revisará los aranceles externos comunes existentes (AEC), así como los subsidios a productos industriales y 268 agrícolas (tales como el reintegro argentino, que estará en vigencia hasta el año 2001);16 (2) los bienes de capital, las autopartes y los productos químicos finos, que son sectores protegidos por el gobierno brasileño y, por lo tanto, están sujetos a una reducción arancelaria gradual, por lo que no se espera que en estos sectores haya políticas comunes en vigor antes de 1999;17 (3) las listas de excepciones especiales al AEC; (4) los acuerdos con terceros países. Conforme a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), éstos son posibles y Brasil está promoviendo con fuerza el establecimiento de un Área Sudamericana de Libre Comercio (SAFTA), en tanto que Chile y Bolivia están buscando su ingreso temprano al MERCOSUR.18 Tabla 8.2 Aranceles de importación en Brasil, 1987-1993 año porcentaje promedio 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 51.0 41.0 35.0 32.3 25.3 17.2 14.2 Fuente: Honorio Kume y Guida Piani, A Politica de Proteçao no Brasil (CTT, 1991). 269 Tabla 8.3 Impacto del MERCOSUR: expectativas industriales Pregunta: ¿tendrá el MERCOSUR un impacto fuerte en las exportaciones? Sector Industrial % de respuestas afirmativas metal-mecánico hule químico bebidas materiales de transporte plásticos 29 84 61 80 19 15 Pregunta: ¿tendrá el MERCOSUR un impacto fuerte en las Importaciones? sector industrial % de respuestas afirmativas hule bebidas 84 79 Fuente: Lia Valls Pereira, "Percepçao empresarial do Mercosur", enero de 1994; IBRE-FGV-RJ, pp. 28-29. 270 Conjuntura Econômica, Tabla 8.4. Destino de las exportaciones brasileñas, 1989 y 1992 1989 1992 Destino mmd % mmd % NAFTA 9.6 38.2 8.5 28.4 MERCOSUR 1.4 5.3 4.1 16.2 Asia 5.3 8.9 5.3 7.7 Intra-MERCOSUR 3.7 -- 4.0 -- (mmd = miles de millones de dólares) Nota: No estaban disponibles los datos relativos a 1992 para el intercambio MERCOSUR; se proporciona sólo la cifra relativa a 1990. comercial intra- Fuente: Secretaria de Comercio Exterior (SECEX). La Comisión de Comercio es un cuerpo intergubernamental, no una institución supranacional, dado que está constituido por representantes de los Ministerios de Relaciones Exteriores de los países participantes.19 Uno de los mandatos de la Comisión de Comercio es el establecimiento de las políticas de precios, precondición para la imposición de Aranceles Externos Comunes o AEC). Para ello, se daba por sentado que prácticamente todo el intercambio comercial del MERCOSUR se llevaría a cabo dentro de un área de libre comercio para enero de 1995 (lo que de hecho ya sucedía para el 85 por ciento de los bienes antes de esa fecha); y que no habría nuevos topes de importación y los ya existentes quedarían exentos de pago de aranceles. Las barreras no arancelarias (más de doscientas) se irían negociando y normalizando. No obstante, la permanencia de ciertos regímenes especiales, como por ejemplo el de la industria automotriz, quedaron abiertos a la negociación. El resultado de ello fue una severa crisis diplomática en junio de 1995, cuando el gobierno brasileño 271 impuso topes a la importación de automóviles, topes que también afectaban al intercambio comercial que se llevaba a cabo en el marco del MERCOSUR.20 La Comisión de Comercio también ha otorgado un trato especial a temas tan controvertidos como las zonas especiales, libres de impuestos; este es el caso de Manaus (Brasil) y Tierra del Fuego (Argentina). En su seno, también se ha acordado dar un seguimiento especial a los acuerdos bilaterales suscritos entre Uruguay, Argentina y Brasil.21 Los productores argentinos de trigo, por citar un ejemplo, se han quejado repetidamente de que Brasil no ha instituido políticas más regionalistas frente a terceros países que subsidian fuertemente la producción agrícola. "Brasil no ha prestado oído alguno a las demandas argentinas... y, hasta ahora, no hemos obtenido ninguna respuesta", protesta Felipe Solá, Secretario de Agricultura argentino. El Secretario de Política Agrícola de Brasil, Benjamin Martines, ha dado la siguiente respuesta: "el problema consiste en que [Argentina desea] que se apliquen derechos compensatorios a todos los países del mundo, pues todos los grandes productores y exportadores del mundo están subsidiados". El presidente de la Asociación de la Industria Triguera de Brasil (ABITRIGO), por otra parte, se quejó de la baja calidad del trigo argentino.22 Argentina también había impuesto aranceles y topes a la importación de muebles de madera procedentes del Brasil, justo antes de que se firmara el acuerdo sobre el MERCOSUR. Los embarques brasileños de pulpa y papel también se vieron afectados por el hecho de que las restricciones argentinas en estos sectores, que debían cesar en abril de 1994, se extendieron hasta diciembre de ese año. Adicionalmente, existen problemas fronterizos entre ambos países. Los funcionarios argentinos imponen con frecuencia barreras no arancelarias. Por ejemplo, exigen que muestras de ciertos productos se envíen a laboratorios en Buenos Aires, mientras la mercancía en cuestión se deteriora en 272 los camiones. Los funcionarios brasileños, a su vez, bloquean las exportaciones argentinas argumentando problemas de calidad (como ha ocurrido con las exportaciones de ajo argentino).23 En las áreas de inversión extranjera y establecimiento de operaciones fuera del país de origen, casi trescientas compañías brasileñas se han establecido en Argentina; no se ha verificado un movimiento equivalente por parte de la élite empresarial argentina. Actualmente, el MERCOSUR funciona más como una unión aduanera, debido a la existencia de un número considerable de excepciones al AEC, pero ofrece perspectivas muy prometedoras para el empresariado, dada la incertidumbre que suele prevalecer en el ámbito de las transacciones comerciales.24 Es probable que el intercambio comercial del MERCOSUR se divida en dos categorías: una unión aduanera con un arancel externo común y un área de libre comercio, con productos sujetos a reglas de origen. El área de libre comercio podría otorgar a los países miembros una mayor autonomía en relación con el establecimientos de políticas comerciales, lo que haría que el tema de los AEC fuera menos importante. La propuesta brasileña de establecer un SAFTA parece, por lo tanto, ser una buena opción política.25 No obstante, también ha habido algunos problemas en este renglón. Inicialmente, Brasil quería imponer una regla que permitiera a los países miembros del SAFTA iniciativas de negociación individual. Esto permitiría a Brasil ser visto como miembro del MERCOSUR y también como cabeza de lanza de sus propias iniciativas individuales fuera de éste. Uruguay y Argentina vetaron la regla. No obstante, a Brasil le gustaría ser capaz de sacar provecho de las ventajas que ofrece la bilateralidad dentro de un acuerdo multilateral. En lo tocante a la secuencia de prioridades, existe una clara oposición entre las prioridades argentinas (el MERCOSUR primero, después el NAFTA y luego el 273 SAFTA) y las de Brasil (MERCOSUR, SAFTA y luego el NAFTA).26 La razón de esta diferencia es económica: las prioridades brasileñas toman en cuenta la protección de la estructura industrial existente, en tanto que Argentina teme que sus ventajas comerciales dentro del MERCOSUR sean neutralizadas con la creación de un área comercial más amplia.27 Hay quienes consideran que el inicio de pláticas con la Unión Europea podría ser una alternativa que evitaría una confrontación en relación con el NAFTA. También hay quienes imaginan una secuencia que va del MERCOSUR al SAFTA y luego al NAFTA, para llegar a pláticas futuras con la Unión Europea. RIVALIDAD NEOCOLONIAL VS. INTEGRACIÓN PANAMERICANA Las perspectivas para el MERCOSUR deberán evaluarse desde un punto de vista geopolítico, más que desde uno estrictamente económico. La congruencia y consistencia macroeconómicas no pueden simplemente imponerse a la autonomía y a los proyectos nacionales: "el aspecto esencial de la tensión entre uno y otro objetivo descansa en el hecho de que establecer un patrón monetario común implica subordinar las monedas nacionales al comportamiento futuro de la moneda de referencia. El problema surge cuando la moneda de referencia se mueve de conformidad con los intereses y prioridades del estado nacional que la expide".28 La cuestión, tanto para Argentina como para Brasil, conforme logren estabilizar sus economías por medio de la subordinación de sus respectivas monedas locales a una moneda de referencia, es determinar si los intereses, necesidades y orden de prioridades de los Estados Unidos, Argentina y Brasil habrán de converger en un período estratégicamente relevante. Por lo tanto, 274 resulta importante complementar el punto de vista económico con un buen entendimiento de las discusiones de corte geopolítico en Brasil. Las restricciones macroeconómicas ya existen, pero su extensión y profundidad dependen en gran medida del ritmo de las reformas en Brasil (liberalización, globalización y desregulación). Hasta ahora, las reformas brasileñas han sido un proceso controlado, gradual y selectivo. Los cambios han involucrado reformas constitucionales, mismas que -a casi seis años de haberse realizado- todavía no han sido codificadas como leyes ordinarias.29 La democratización ha llevado a una nueva generación de pensadores inspirados en la CEPAL, que resultan altamente críticos del consenso de Washington y especialmente perceptivos de las brechas y las debilidades tecnológicas que presentan las políticas industriales. No parece muy probable que aun bajo un régimen más liberal esta nueva perspectiva quede descartada.30 La escuela estructuralista enfatiza la creación de redes industriales como la base para elaborar políticas estratégicas. Desde este punto de vista, los sectores industriales avanzados (la industria automotriz, la informática, la petroquímica y los bienes de capital) deben preservarse. Luego entonces, no es una coincidencia que hayan sido precisamente estos sectores los que han ocasionado fricciones en el curso de las negociaciones del MERCOSUR. De conformidad con este análisis neoestructural, la cooperación regional podría romper el patrón tradicional de transferencia tecnológica de los países industrializados a aquéllos en vías de desarrollo. En el período posterior a la Guerra Fría, una reducción en el gasto militar que favoreciera la cooperación en otras áreas podría traer beneficios sustanciales para los países de América Latina.31 Una evaluación de los cambios económicos que se han dado después de la Guerra Fría, requiere de una forma diferente de abordar la toma de decisiones en 275 cuanto a la inversión y los flujos de capital. Durante casi toda la década de los 80, muchos creyeron que América Latina era una causa perdida: una región exiliada del orden internacional. Esta imagen cambió drásticamente a principios de los 90, tan solo para ser drásticamente reafirmada por la crisis mexicana de diciembre de 1994. Los estudios del FMI actualmente se concentran en los riesgos que entrañan los flujos de capital hacia estas naciones y los riesgos que entraña la apreciación de sus monedas. Esto implica que la liberalización, a secas, no tiene sentido. Más bien, lo que cuenta es el ritmo, la naturaleza y el propósito (así como la secuencia) con la que ésta es manejada. Estos elementos varían de caso a caso y deben planearse cuidadosamente, especialmente cuando se está bajo los efectos de una política de estabilización que mantiene al tipo de cambio apreciado de manera constante. Esa reflexión ha llevado a la conclusión, especialmente en Brasil, de que una reducción drástica de los aranceles sería riesgosa.32 Los asuntos económicos, tales como la reforma monetaria, el ajuste estructural y los calendarios de liberalización comercial plantean problemas estratégicos y políticos cruciales. Por una parte, la liberalización ha sido gradual y selectiva en Brasil. Por la otra, es claro que el final de la Guerra Fría tiene una consecuencia geopolítica de importancia para América Latina: trae consigo el fin del "Tercermundismo" como punto de negociación. De manera más específica, parece que los intereses de los Estados Unidos actualmente se concentran más en el norte y centro de América (de Colombia hacia el norte), por lo que tanto Sudamérica -como África- queda fuera del marco geoestratégico. Como alternativa a las políticas de no alineación que prevalecieron en el pasado, la planeación geopolítica estratégica de Brasil ha considerado cuidadosamente al MERCOSUR, en tanto que Argentina, siguiendo el ejemplo de Chile, ha manifestado abiertamente su interés en una integración por la "vía 276 rápida" al NAFTA. El MERCOSUR, por lo tanto, puede evaluarse como parte de un legado histórico de planeación estratégica de la burocracia diplomática brasileña y como una adaptación del discurso "Tercermundista" a una nueva realidad global que carece de polaridades claramente definidas. El proceso de negociación con Argentina y Paraguay data de la década de los 70, cuando los militares brasileños diseñaron una política regional que formaba parte integral de un proyecto nacional más grande, heredero de la planeación territorial estratégica del siglo pasado. El MERCOSUR fue el resultado de las anteriores iniciativas y sólo recientemente ha sido modernizado en términos más liberales.33 ¿En qué medida puede sobrevivir el pensamiento estratégico original que llevó a un regionalismo más profundo en el ambiente macroeconómico y geopolítico de nuestros días? Aunque se da por sentado que el MERCOSUR contribuye a la creación de un marco pacífico y democrático entre naciones históricamente beligerantes y militaristas, Argentina ha revelado su interés en establecer nexos más fuertes con el NAFTA (aunque la crisis mexicana propició un cambio de prioridades, lo que abrió la posibilidad para que comenzaran las negociaciones encaminadas a coordinar las políticas de tipo de cambio con Brasil). Cuatro puntos resumen los temas que hemos tocado anteriormente: (1) Argentina y Brasil presentan desempeños macroeconómicos acentuadamente diferentes; (2) desde la década de los 70, Brasil ha promovido la integración regional como parte de un proyecto nacional más amplio; (3) Argentina ha optado por la reestructuración destructiva, conforme a los postulados de un programa neoliberal; y (4) los acontecimientos que se han dado después del final de la Guerra Fría parecen excluir a América Latina de cualquier participación significativa en el nuevo sistema mundial que se está conformando. 277 Desde esta perspectiva (y especialmente a partir de la crisis mexicana de diciembre de 1994), el futuro del MERCOSUR parece depender de un manejo regional exitoso de las diferencias existentes entre Argentina y Brasil. De conformidad con el consenso dominante, la formación de un WHFTA (Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental), postulada en la Cumbre de Miami de 1994, podría servir como el escenario para que se dé este manejo. Pero la historia política y económica del Brasil no apuntan en la dirección de esas expectativas. Aun en el seno del Ministerio de Relaciones Exteriores existen visiones encontradas y temor ante los posibles efectos del MERCOSUR como unión aduanera. Se argumenta que la ausencia de un marco jurídico que proteja a las empresas puede ocasionarles severos daños.34 Se pueden citar otros ejemplos en los que se manifiesta un distanciamiento de los preceptos y la racionalidad económica que acompañan la noción de un regionalismo abierto. Una de estas perspectivas sostiene que el MERCOSUR debería legitimarse política y no económicamente: "aunque las bases genuinas de la intensificación del intercambio comercial entre Argentina y Brasil son de proximidad geográfica, es sobre una base política que podría sostenerse una estrategia de 'internacionalización' restringida de la economía brasileña. La lógica sería la de formar una reserva de mercado, a escala regional, antes de que llegue la inevitable confrontación con las bestias ('tigres' y otros tipos de seres depredadores) existentes en el comercio internacional".35 En otras palabras, el MERCOSUR podría verse como una afirmación de la hegemonía regional brasileña, más que como un paso hacia un esquema de integración panamericano (logrado mediante una afiliación pasiva al NAFTA). Desde esta perspectiva, el MERCOSUR y el NAFTA podrían converger a largo plazo, pero no necesariamente a través de una adhesión. 36 Estas alternativas se podrían expresar metafóricamente como un conflicto entre la integración panamericana 278 (la integración regional bajo un paraguas dado por los Estados Unidos) y la rivalidad neocolonial (una integración regional limitada y una alineación competitiva sin adhesión), dentro del contexto de una búsqueda de hegemonía en un mundo de creciente multilateralismo.37 Frente a estos planteamientos, Argentina otorga una mayor importancia a la liberalización intensiva con expectativas de atraer nuevas olas de inversión extranjera.38 Hay una perspectiva adicional que explica la importancia que Brasil otorga al MERCOSUR y al WHFTA como medio para contrarestar las incertidumbres que se presentan en el orden mundial. Esta perspectiva implica un cambio radical en su política exterior -misma que había favorecido el multilateralismo- y representa un cambio sustancial en las políticas a largo plazo seguidas por Brasil.39 Desde un punto de vista estratégico, la divergencia a corto plazo entre Argentina y Brasil quedó de manifiesto a principios de 1994. Argentina enfatizaba constantemente una fusión del MERCOSUR con el NAFTA, propuesta que resulta mucho más compatible con un WHFTA y con los imperativos económicos de ese país, pues el déficit comercial continúa y la cantidad de activos "susceptibles de privatización" está llegando a su fin. Brasil, por otra parte, aún se ve a sí mismo como el centro del dinamismo y como líder regional del (antiguo) Tercer Mundo. La diplomacia brasileña sigue siendo abiertamente crítica del orden mundial y exige un asiento en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. El Ministerio de Relaciones Exteriores sostiene que, dada la dimensión y el peso específico de Brasil en el escenario internacional, éste no puede conformarse con simplemente reaccionar ante una agenda impuesta desde afuera, sino que debería tener la capacidad de definir su propia agenda internacional."40 Desde esta perspectiva, resulta claro que Brasil 279 busca un fortalecimiento específico dentro del marco del Cono Sur, con el fin de fungir como contrapeso al liderazgo norteamericano. Así pues, tiene sentido que Brasil proponga la creación de un SAFTA para usarlo como amortiguador de una incorporación demasiado apresurada del MERCOSUR al NAFTA, lo que establecería el marco para una rivalidad neocolonial. La idea consiste en ampliar el MERCOSUR para abarcar al Pacto Andino (constituido por Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia) o a países individuales, como Chile.41 La idea surgió por primera vez en octubre de 1993 y Colombia y Venezuela ya han expresado su interés en ella, en el marco de una reunión de la ALADI, a mediados de febrero de 1994. Chile y Bolivia estuvieron presentes en la firma del acuerdo que creó al MERCOSUR en agosto de 1994 y participan en el mismo como observadores. Al Ministerio brasileño de Relaciones Exteriores le gustaría que se llegara a más acuerdos en el curso de 1995. Celso Amorim, antiguo ministro de Relaciones Exteriores, ha declarado que América del Sur es la mayor prioridad para Brasil; asimismo, ha declarado que Brasil no tiene ninguna intención de solicitar su ingreso al NAFTA.42 Ciertamente, la diplomacia brasileña se está distanciando de la actitud Tercermundista prevaleciente en el pasado. Dicho cambio parece inclinarse por una perspectiva de 'comercio global' -dentro del marco de la rivalidad neocolonial-, más que por una alineación definida con los Estados Unidos -integración panamericana- que, al menos para algunos analistas, podría conllevar riesgos de reestructuración destructiva, así como un peligro para la soberanía monetaria nacional. Desde luego, las cosas nunca se presentan tan brutalmente, especialmente si se considera el infatigable trabajo de los diplomáticos brasileños. Pero existe una constante tensión entre el reto de ocupar diferentes escenarios (NAFTA, Unión Europea, Pacto Andino, ALADI) con el fin de escapar al "confinamiento" y tener que mantener, al mismo tiempo, una retórica acerca de lo óptimo que 280 resultaría una convergencia entre todas las agrupaciones regionales. Pero Amorim identifica abiertamente cuál es la tensión central: "las negociaciones que se den entre el MERCOSUR y el NAFTA representarán la clave para el éxito o el fracaso de una zona hemisférica".43 Además de que habrá de considerarse que la visión común de un "acuerdo mínimo" latinoamericano sobre temas tocantes al regionalismo y a las reformas liberales deberá pasar las pruebas que la realidad económica y política de cada país les vaya imponiendo. Esto se puso particularmente de manifiesto después de la crisis mexicana, cuando Argentina se acercó peligrosamente a una suspensión del cumplimiento de sus obligaciones regionales y Brasil tuvo que enfrentar un ataque especulativo contra su nueva moneda, el real. Ambos gobiernos reaccionaron con alzas arancelarias para los artículos de importación y con la negociación de listas de excepciones más amplias, así como con nuevos y más flexibles calendarios para el establecimiento y la entrada en vigor de los aranceles externos comunes del MERCOSUR. En pocas palabras, el pragmatismo se impuso por sobre cualquier ideal ideológico o utópico de integración. BRASIL Y EL PACÍFICO Su condición de "comerciante global" ha sido señalada por muchos diplomáticos. En relación con los mercados de exportación, Brasil presenta un patrón bastante diversificado (ver Tabla 8.4 y, en el Capítulo 3, ver la Tabla 3.3). Desde 1985, sin embargo, el perfil exportador de Brasil muestra ciertas tendencias distintivas en relación con los destinos de sus exportaciones: (1) un declive marcado en su participación en el mercado de los Estados Unidos; (2) una mayor presencia en los mercados europeo y asiático hasta 1990, para pasar 281 luego a un descenso suave; (3) una mayor participación en los mercados latinoamericanos. Resultaría extremadamente prematuro extrapolar tendencias a largo plazo a partir de las tendencias mencionadas anteriormente. Por una parte, si bien es cierto que las exportaciones brasileñas apuntan hacia un patrón de intercambio global, también lo es que las distintas participaciones de mercado son, en gran medida, un reflejo de los ciclos económicos que se dan en el mundo desarrollado. El único cambio significativo que se ha dado desde 1985 ha sido la creciente participación (a partir de 1990) en los mercados latinoamericanos, debido, fundamentalmente, al proceso de estabilización en Argentina (el único país del cual Argentina importa más productos que de Brasil es Estados Unidos), al tiempo que se ha dado un vigoroso declive en la participación brasileña en el mercado de los Estados Unidos. En pocas palabras, pareciera que se está llevando a cabo algún tipo de desviación del intercambio comercial interamericano, aunque se mantiene un dominio de parte de los Estados Unidos. Aunque el intercambio comercial con Asia no cayó tan dramáticamente en el inicio de los 90, también es cierto que éste no ha mostrado un gran dinamismo. Es claro que la formulación de políticas comerciales para la región asiática no tiene una alta prioridad en la agenda diplomática. La participación brasileña, tanto en exportaciones hacia el Japón como en importaciones provenientes de ese país, que representa el 37 por ciento de su intercambio comercial con Asia, también ha acusado un ligero descenso en el curso de los últimos diez años, si bien las exportaciones japonesas a Brasil son notablemente más estables que las exportaciones brasileñas a Japón. Adicionalmente, los flujos de exportaciones e importaciones que se dan entre Brasil y Japón están atados a un patrón tradicional. Brasil exporta fundamentalmente productos primarios y materias primas y los recientes intentos 282 por exportar productos más elaborados han fracasado. Uno de estos intentos fue apoyado por la Organización de Recuperación de Comercio Exterior de Japón (JETRO) en 1992. El llamado Proyecto Plan, apoyado por un Comité de Asesores de Promoción de Exportaciones (miembros del gobierno, académicos, asociaciones de exportación e importantes compañías comercializadoras japonesas con sede en Brasil), se instaura semestralmente para discutir estrategias alternativas de exportación hacia los mercados asiáticos. Hasta ahora, los resultados obtenidos apuntan exclusivamente hacia un reforzamiento de la exportación de productos primarios o de productos que ya han logrado penetrar en los mercados japoneses, así como de aquéllos que han resultado beneficiados de cambios explícitos en la política comercial (como en el caso del jugo de naranja). En suma, no se ha logrado mucho progreso en cuanto a lograr exportar productos más elaborados. En lo tocante a otros mercados asiáticos, la participación de las exportaciones brasileñas en ellos ha mostrado una gran estabilidad. Por otra parte, conforme la liberalización comercial progresa en Brasil, las participaciones de dichos países en las importaciones brasileñas acusan crecimientos constantes. No obstante, el intercambio comercial con China se ha mostrado peculiarmente inestable. El establecimiento de relaciones diplomáticas con China se dio en 1974 y desde entonces ha habido un creciente intercambio, en el que se cuenta cooperación militar y científica (un ejemplo de esto último es el programa conjunto de satélites, que es el mayor proyecto de "cooperación SurSur".44 Existe un punto de vista que goza de muchas simpatías en la comunidad diplomática brasileña. Este sostiene que se debería hacer un uso estratégico de China como elemento central en la política asiática de Brasil.45 En pocas palabras, a pesar de la naturaleza de Brasil como comerciante global, sostenida por la política exterior brasileña, aún no existen señales de que los mercados 283 asiáticos hayan de jugar el papel de polo comercial alternativo para Brasil. Una vez más, el país parece estar apostando a un juego predominantemente americano. CONCLUSIONES Este capítulo se concentra en las restricciones macroeconómicas, microeconómicas y geopolíticas de Brasil, con el fin de evaluar al MERCOSUR como proyecto privilegiado y viable, así como para aclarar el papel de Asia en relación con el comercio y la política exteriores de Brasil. Las implicaciones económicas y geopolíticas prácticas del MERCOSUR, así como sus justificaciones ideológicas o analíticas distan mucho de estar claramente definidas. Importantes incongruencias a nivel macro, e incertidumbres a nivel micro, coexisten en un ambiente cada vez más complejo. Conforme han ido surgiendo contradicciones estructurales, se han dado cambios o excepciones importantes a los calendarios y esfuerzos de liberalización. El programa de reestructuración destructiva de Argentina ha sido fuertemente criticado en Brasil. Algunos economistas y diplomáticos temen no sólo a los riesgos de una inmediata instrumentación del MERCOSUR, sino que también se manifiestan contra una integración demasiado rápida o demasiado pasiva a un esquema de integración hemisférica. Desde un punto de vista tan crítico, la integración parece muchas veces sólo otra oportunidad para la afirmación nacional del predominio brasileño. El SAFTA surge como un proyecto alternativo que podría reforzar la "convergencia negociada" con el NAFTA. Al mismo tiempo, continúa en la agenda una integración plena en el marco de una iniciativa panamericana. 284 En su papel de comerciante global, sin embargo, Brasil podría tener la oportunidad política de explotar un paradigma alternativo y más activo. Los datos comerciales muestran, no obstante, que la participación brasileña en los mercados extranjeros ha sido, en su mayor parte, reactiva y sujeta a disminuir. Los mercados de la región Asia-Pacífico en particular, se han beneficiado de la liberalización comercial brasileña, pero lo contrario no ha ocurrido. Tampoco se ha dado un aumento en la exportación de productos brasileños más elaborados hacia esos mercados, altamente dinámicos. 285 Notas __________________ 1. Sebastian Edwards, "Latin American Economic Integration: A New Perspective on an Old Dream", The World Economy 16, nº 3 (mayo de 1993), pp. 317-388, con cita en las pp. 317318. 2. Félix Peña, "Strategies for Macroeconomic Coordination: Reflections on the Case of MERCOSUR", en Peter H. Smith, ed., The Challenge of Integration: Europe and the Americas (Miami; The North-South Center, 1993), p. 184. 3. El "consenso de Washington" se convirtió en un tema central de discusión entre los intelectuales brasileños durante la elección presidencial de 1994. Se publicó una serie de artículos en el mayor periódico brasileño, Folha de Sâ Paulo. En una entrevista y conferencia patrocinadas por el periódico, John Williamson reconoció que aunque Fernando Henrique Cardoso está al día en relación con el consenso, el consenso mismo está sufriendo cambios cruciales. 4. Esta discusión comenzó a principios de los 80, cuando la dolarización se convirtió en un asunto clave en relación con el diseño de políticas. Después del Plan Real, las discusiones se enfocaron explícitamente a los aspectos cruciales de anclar el tipo de cambio. Un economista crítico de esta medida, José Serra, resultó electo senador en 1994 y luego fue nombrado ministro de planeación por el presidente Cardoso, al tiempo que la prensa subrayaba la sensibilidad de Serra hacia las quejas de la élite industrial en contra de la depreciación del dólar en Brasil. 5. "Meta e ambiciosa, diz Serra", Folha de Sâo Paulo (15 de febrero de 1994), pp.1-8. José Serra no era el único líder antiliberal que llegó al poder dentro del gabinete de Cardoso. La prensa lo ha presentado como un pulpo político, con aliados en puestos estratégicos en los Ministerios de Finanzas, Comunicaciones y Educación. Adicionalmente, Dorothea Werneck, antigua ministra de Asuntos Laborales y entusiasta de las "cámaras sectoriales" al estilo japonés, ha sido nombrada ministra de Industria y Comercio. En el Estado de Sâo Paulo, Emerson Kapaz, empresario pro-desarrollista y de militancia socialista, se convirtió en secretario de industria y ciencias. Luis Carlos Bresser Pereira, abierto crítico del consenso de Washington, ha sido nombrado ministro de Administración y Reforma Estatal. 6. Después de tres años de vivir del crédito y del endeudamiento externo, la dolarización de pasivos y la privatización, quedó evidenciado en 1994 que la Tesorería argentina no sería capaz de sostener los pagos de seguridad social ni los salariales. El déficit comercial y la descendente actividad económica (y con ella, el cobro de impuestos) debían financiarse en el exterior. Una recuperación brasileña con estabilización se traduciría en mayores importaciones, ayudando así a Argentina a disminuir su déficit comercial, al tiempo que inyectaría nueva vida a la estructura económica argentina. 7. Mitsuhiro Kagami, "Lessons from Trade and Investment in East Asia for WHFTA", ponencia preparada para el Proyecto Conjunto BID/CEPAL de 1992, sobre "Apoyo al proceso de liberalización comercial hemisférica", hoja mimeografiada del BID (octubre de 1992), p. 1. 8. Para consultar una revisión del "consenso" liberal en lo tocante a los modelos de desarrollo asiáticos, ver Gilson Schwartz, "The Fate of Being Late - Asian and Latin American Structures Compared", ponencia presentada en la Conferencia Transpacífica de UCLA, 1993. 286 Debe enfatizarse que la apreciación del tipo de cambio, afecta a los precios internos a través de la oferta de bienes importados, para lo cual se requiere también de la liberalización comercial. Si bien es congruente desde un punto de vista lógico, este modelo está abierto a discusión en cuanto a la secuencia y la selectividad de sus políticas concretas. No obsante, la afinación del mismo, depende de opciones filosóficas que están lejos de gozar de consenso entre la élite brasileña. 9. Fernando Henrique Cardoso, "Desafíos da Social-Democracia na América Latina", Novos Estudios Cebrap 28 (octubre de 1990), p. 46. 10. Fernando Henrique Cardoso fue ministro brasileño de Relaciones Exteriores, ministro de Finanzas y, desde enero de 1995, Presidente de Brasil. Como ministro de Relaciones Exteriores, Cardoso hizo campaña a favor de abrir el cuerpo diplomático a los intereses sociales y económicos, creando un Comité Empresarial en Itamaraty. 11. Deberá tenerse en cuenta que la población total de Argentina es, en grandes términos, igual a la del estado brasileño de Sâo Paulo. 12. Resulta interesante notar que la liberalización comercial siempre ha estado condicionada en Brasil por fuerzas proteccionistas, especialmente en los sectores de bienes de capital. No obstante, el Plan Real obligó a bajar la inflación fundamentalmente a través de una sobrevaluación del tipo de cambio, más que por medio de una severa apertura de la economía. Las importaciones postales, por ejemplo, se liberalizaron antes de la Navidad para volverse a proteger a finales de diciembre de 1994; asimismo, los aranceles sobre la importación de automóviles aumentaron en febrero de 1995. Por otra parte, en Argentina, un bloque hegemónico liberal-conservador ha dado su apoyo a una estrategia de internacionalización a la chilena que resulta mucho más pro-estadounidense y enfatiza una apertura multilateral en la economía. Ver Pedro da Motta Veiga, "Mercosur: a agenda de consolidaçao interna e os dilemas da ampliaçao", en Boletim de Conjuntura Internacional 10 (Brasilia; SEPLAN-SEAIN, noviembre de 1994), pp. 89-111. 13. El mismo día en que se anunció su nombramiento, Serra viajó a Buenos Aires, en donde participó en un taller sobre políticas de estabilización organizado por el CEDES, grupo de estudio "radical" en el que participan muchos de los antiguos miembros del gobierno de Alfonsín. 14. En octubre de 1994, el gobierno brasileño recurrió a controles administrativos y crediticios sobre las operaciones financieras comerciales, con el fin de evitar una mayor apreciación del tipo de cambio a través del arbitraje de diferenciales de tasas de interés. 15. Lia Valls Pereira, "Percepçao empresarial do Mercosur", Conjuntura Econômica (enero de 1994), IBRE-FGV-RJ. 16. Brasil y Argentina obtuvieron el derecho de exentar del AEC a 233 artículos, Paraguay a 215 y Uruguay a 203. Se otorgó protección interregional hasta el año 2001 para 221 productos de Argentina, 29 de Brasil, 427 de Paraguay y 950 de Uruguay. Rinaldo Campos Soares, presidente de Usiminas (empresa siderúrgica), declaró que Brasil hizo más concesiones de las esperadas a los argentinos "debido a la fragilidad de su industria" (en "O desafio das novas alianças do MERCOSUR", Gazeta Mercantil (19 de diciembre de 1994). 17. Las reglas de origen del MERCOSUR requieren que el 60 por ciento de los insumos sean de producción local, con el fin de gozar del beneficio del arancel cero, en tanto que para los bienes de capital el contenido local deberá ser del 80 por ciento hasta el año 2001. Los 287 aranceles argentinos sobre los bienes informáticos era de cero, ya desde antes del acuerdo del MERCOSUR. 18. Se han iniciado contactos formales entre el MERCOSUR y la Unión Europea. No existe todavía ninguna política formal en relación con los países asiáticos ni con organizaciones como la APEC. 19. Representantes de la Unión Europea, en visita a Brasil, han insistido en este punto, enfatizando que la integración debería apoyarse en cuerpos supranacionales más que intergubernamentales. 20. Conforme evolucionó la crisis, se hizo patente que surgirían mayores dificultades y que existía una gran necesidad de algún tipo de agencia reguladora supranacional. Adicionalmente, vale la pena subrayar que, unos días antes de que estallara la crisis, el Secretario de Comercio Exterior, José Tavares de Araújo, Jr., renunció como consecuencia de la publicación de un artículo en el que se criticaban las fechas límite del MERCOSUR. Había sido nombrado Secretario por el Ministro José Serra. Ver "Mercosul: a minha versao", en Folha de Sâo Paulo (28 de junio de 1995). 21. Uruguay tiene nueve zonas libres de impuestos y sus exportaciones al MERCOSUR estarán sujetas al AEC y a la regla de origen del 60 por ciento de contenido local. En Brasil existen dieciséis zonas de procesamiento de exportaciones formalmente aprobadas, pero se encuentran tan solo en la etapa de planeación. Paraguay aún no ha formulado una política para este tipo de zonas especiales. No obstante, aunque Tierra del Fuego es una zona de exportación, Manaus es una zona de procesamiento que vende a los mercados locales. 22. Gazeta Mercantil, 29 de julio de 1994, p. 14. 23 El 22 de diciembre de 1993, la Confederación de la Industria Nacional Brasileña publicó un informe sobre las medidas adoptadas por Argentina en contra las exportaciones brasileñas. Ëste abordaba desde las medidas contra la competencia desleal ("antidumping") hasta las restricciones cuantitativas y los derechos compensatorios. Ver "CNI aponta barreiras", en Gazeta Mercantil (23 de diciembre de 1993). 24. Gazeta Mercantil imprimió un encabezado muy informativo en un momento de tensiones entre los países miembros del MERCOSUR: "Discurso liberal con prácticas proteccionistas" (18 de julio de 1994). 25. "MERCOSUR: do período de transiçao à uniao aduaneira", en Panorama da Economia Mundial, nº 14 (julio de 1994). Debe subrayarse que, como resultado, la liberalización arancelaria ha seguido adelante entre Argentina y Brasil, a costa de un aumento en las barreras no arancelarias. 26. Ver Robert Lavagna, "El estado de la integración en la Unión Europea y el MERCOSUR" (Montevideo; Group de Universidades Coimbra/Circulo Europeu, junio de 1994), esp. p. 15, pie de página. No está claro en qué medida resultará afectada la situación por la Cumbre de Miami. Se ha dicho que el presidente Cardoso de Brasil está enfadado con su personal diplomático por no haber sido informado de la fecha límite para el calendario de integración hemisférica. Abiertamente hizo un énfasis a la necesidad de "integrarse" sin "desintegrar" las estructuras industriales existentes. Ver Clovis Rossi, "FHQ quer fim das 'picuinhas' com os EUA", Folha de Sâo Paulo, Mais! (18 de diciembre de 1994), p. 3. 27. Ver Lavagna, "El estado de la integración en la Unión Europea y el MERCOSUR", p. 17. 288 28. Paulo Nogueira Batista, Jr., "Hiperinflaçao, Ajuste Fiscal e Regressao Monetaria", Novos Estudios Cebrap 36 (julio de 1993), 147-160, esp. p. 159. 29. C.K.L. Ferreira, M.C.P. Freitas y Gilson Schwartz, "Formato Institucional de Sistemas Financeiros Comparados", 8 vols., mimeografiado (Instituto de Economia do Sector Publico, Fundap, Sâo Paulo, 1991). 30. Para una revisión de las políticas industriales brasileñas y de las dificultades de los planes ortodoxos de estabilización, ver Gilson Schwartz, Japanese Economic Cooperation with Brazil: Progress Report (Tokio, Japón; Institute of Developing Economies, 1990). 31. Para una evaluación temprana de este punto de vista por un no brasileño, ver Fernando Fajnzylber, "Reflexoes sobre os limites e potencialidades economicas da democratizaçao", Revista de Economia Política 6, nº 1 (enero-abril de 1986), pp. 9, 33. 32. Casi dos meses después de lanzado el Plan Real y bajo una fuerte apreciación del tipo de cambio frente el dólar, el gobierno brasileño anunció un paquete de medidas fiscales y de apoyo al crédito para las exportaciones, especialmente de bienes de capital, junto con iniciativas contra el comercio desleal ("antidumping"). 33. El consenso de Washington se constituyó mucho después de que la idea del MERCOSUR se hiciera de simpatías. En lugar de ser una estrategia de "post-substitución de importaciones" dentro del marco de un ajuste neoliberal, inicialmente se concibió como un proyecto de integración dirigido por el gobierno y basado en grandes proyectos de inversión, tales como Itaipu (1973). La integración regional también incluía proyectos de desarrollo en la región amazónica. Estas eran todas iniciativas acordes con el ideal militar del "Gran Brasil". Las discusiones sobre armas nucleares entre Brasil y Argentina también datan de este período. 34. Paulo Nogueira Batista, entonces embajador brasileño ante la ALADI, subrayó las divergencias dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores en lo tocante al MERCOSUR en un debate con Marcos Azambuja, embajador brasileño ante Argentina. "Divergências sobre o MERCOSUR no Itamaraty", Gazeta Mercantil (22 de julio de 1994). El periódico informa de una cierta perplejidad entre los empresarios presentes en el seminario, pero apunta a que la perspectiva de Azambuja representa la postura gubernamental. 35. Paulo Robert de Almeida, "O Brasil e o MERCOSUR em face do NAFTA", Politica Externa 3, Nº 1, (junio de 1994). 36. El Subsecretario General de Comercio Exterior y Asuntos Económicos y de Integración del Ministerio de Relaciones Exteriores, Embajador José Artur Denot Medeiros, sostiene un punto de vista similar: "La diplomacia nacional sostiene que el SAFTA es perfectamente compatible con un proceso futuro de integración con planes hemisféricos de esquemas de liberalización comercial subregional, tales como el MERCOSUR y el NAFTA. El SAFTA no es un antídoto contra el NAFTA, sino un activo adicional para una posible convergencia negociada de los procesos de integración continental". J.A.D. Medeiros, "Do sonho à realidade", en Carta do MERCOSUR, (Sâo Paulo; ADEBIM, junio de 1994), p. 5. Cursivas del autor. 37. Ver Luiz Carlos Bresser Pereira y V. Thornstensen, "Do Mercosul a integraçao americana," Política Externa 1, nº 3 (diciembre-febrero de 1992-93), pp. 122-145, esp. p. 122. 38. Nótese la secuencia de posturas diplomáticas divergentes entre Argentina y Brasil en lo tocante a, por ejemplo, la definición de la presidencia de la Organización Mundial de Comercio, la intervención en Haití y el acceso al NAFTA. A pesar del acuerdo firmado en la 289 Casa Blanca entre los Estados Unidos y el MERCOSUR, Argentina ha insistido en su capacidad individual de ingresar al NAFTA. Y, a pesar de afectar los intereses de Argentina, los Estados Unidos se aprestaban a exportar 131,000 toneladas de trigo subsidiado a Brasil en 1991, algo que era abiertamente violatorio de los acuerdos del MERCOSUR (y que llevó a reacciones por parte de Argentina, como ya se mencionó anteriormente). 39. Ver Bresser Pereira y Thornstensen, "Do Mercosul à Integraçao Americana", p. 123. Bresser Pereira se convirtió en uno de los principales partidarios de esta política/póliza de seguro, favoreciendo una integración clara con los Estados Unidos. En diciembre de 1994, Fernando Henrique Cardoso había escogido a Bresser Pereira como ministro de Relaciones Exteriores, pero hubo una reacción inmediata y negativa dentro de Itamaraty por lo que, al día siguiente, Bresser Pereira fue transferido a la Secretaría de Administración y Reforma Estatal y Luis Felipe Lampreia, embajador brasileño ante las Naciones Unidas, fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores. Más que ser la expresión de un espíritu de cuerpo entre diplomáticos, es muy probable que estos sucesos se hayan dado también como resultado de significativas divergencias estratégicas y geopolíticas. 40. Celso Amorim, "Perspectivas para o Brasil", Política Externa 2, nº3 (diciembre-febrero de 1993-94), pp. 133-142, ver especialmente p. 135. 41. Hace mucho, Fernando Henrique Cardoso fue exiliado a Chile. Su estrecha relación con ese país podría dar como resultado una integración más rápida de Chile al MERCOSUR. Ver "Relaçao entre o Brasil e o Chile deve se fortalecer com Cardoso na Presidência", Gazeta Mercantil (28 de diciembre de 1994), p. 3. 42. Brasil envió misivas a los países miembros del MERCOSUR a finales de marzo de 1994, manifestando su disposición oficial a unirse al NAFTA, siempre y cuando las negociaciones al respecto fueran conducidas por el MERCOSUR como entidad (y no por países actuando invidualmente). Esta medida fue diseñada claramente para actuar contra las intenciones manifiestas de Argentina. También hay tendencias importantes hacia un acuerdo entre el MERCOSUR y la Unión Europea. Ver Amorim, "Perspectivas para o Brasil". 43. M.H. Tachinardi, "Os desafios para os próximos anos", en Gazeta Mercantil (19 de diciembre de 1994), p. 5. 44. Y. Tao, "Cooperaçao e Desenvolvimento", en Brasil-China, 20 anos de relaçoes (Rio de Janeiro; Centro de Estudos Norte-Americanos, 1994). 45. Ha habido una creciente penetración de la industria del entretenimiento brasileña (telenovelas), así como de la de servicios (especialmente en el área de la construcción civil) en China. La cooperación en satélites está apoyada por un proyecto de construcción conjunto por valor de unos 150 millones de dólares. 290 CAPÍTULO NUEVE ¿DEL NAFTA AL WHFTA? PERSPECTIVAS PARA EL LIBRE COMERCIO A NIVEL HEMISFÉRICO Joe Foweraker La historia reciente sugiere un fuerte ímpetu hacia el libre comercio en el Hemisferio Occidental. Los Estados Unidos habían iniciado la Ronda Uruguay de las negociaciones del GATT a principios de 1986 y México se unió al GATT en agosto de ese año. Para noviembre de 1987, México y los Estados Unidos habían firmado un acuerdo-marco para la liberalización del comercio bilateral. En junio de 1990, el presidente Bush anunció la Iniciativa de las Américas (EAI) y ésta fue rápidamente seguida por la noticia de la inminente creación de un Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Para octubre de 1991, se habían negociado más acuerdos-marco entre los Estados Unidos y todos los países del continente (un total de 31 países), con la salvedad de la República Dominicana, Haití, Surinam y Cuba. La historia parece apuntar a que dichos acuerdos (como en el caso de los firmados con Canadá en 1985 y México en 1987) acaban por llevar a tratados de libre comercio (TLC) plenos. Adicionalmente, los calendarios de estos acuerdos incluían puntos semejantes a los del NAFTA, tales como aranceles cero, eliminación de barreras no arancelarias, un clima abierto para las inversiones y protección plena de los derechos de propiedad intelectual. Así, pues súbitamente surgió la perspectiva de "una zona de libre comercio que fuera desde el puerto de Anchorage hasta Tierra del Fuego",1 es decir, un Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental (WHFTA) que creara el mayor mercado del mundo, con 291 una población de 700 millones de habitantes y un PIB de más de 7.3 billones de dólares. No resulta sorprendente que la Iniciativa de las Américas fuera considerada por Henry Kissinger como "la iniciativa de política exterior más creativa del gobierno de Bush".2 DE LA INICIATIVA DE LAS AMÉRICAS (EAI) AL ÁREA DE LIBRE COMERCIO DE LAS AMÉRICAS (FTAA) No obstante, la secuencia de estos acontecimientos y la calidad de los compromisos que entrañan deberían obligarnos a hacer una pausa y reflexionar un poco. La petición formal de México de negociar un Área de Libre Comercio antecedió a la Iniciativa de las Américas lanzada por el presidente Bush por tan solo unos cuantos días. Esto sugeriría que la Iniciativa de las Américas no es más que una "jugarreta retórica"3 que fue "en parte diseñada para tranquilizar a los terceros países que resultaban más afectados por el NAFTA".4 América del Sur (a diferencia de América Central y el Caribe) jamás había tenido una alta prioridad en la agenda del gobierno de Bush, pero la cumbre sobre drogas de febrero de 1990 fue seguida por una gira presidencial por cinco países latinoamericanos en diciembre de ese mismo año. Esto, una vez más, sugiere que la Iniciativa de las Américas se diseñó con la intención de "combatir los temores"5 de los gobiernos latinoamericanos que resultaban más afectados por el NAFTA, además de brindar una afirmación de tipo general, en el sentido de que América Latina no sería abandonada a consecuencia del colapso del "socialismo real" en Europa del Este y la Unión Soviética. En otras palabras, la Iniciativa de las Américas resultó ser más una maniobra para limitar los daños y el conflicto, que una política viable6 o un lema del ala internacionalista del Partido Republicano que buscara incorporar a América Latina en su idea del 292 "nuevo orden mundial".7 Cuando menos, la Iniciativa de las Américas parecía una política llevada a cabo "distraídamente" más que "deliberadamente"8, de manera tal que cinco años después de su lanzamiento, no hay gran cosa que pueda mostrarse en este sentido, más allá de los acuerdos-marco y de la continua discusión del tema en círculos académicos. No obstante, las perspectivas de un libre comercio a nivel hemisférico parecen haberse transformado por obra de la Cumbre de las Américas. En los primeros meses del gobierno de Clinton, el presidente hizo un llamado en favor del libre comercio, si bien no especificó calendario alguno en relación con la instrumentación de un posible WHFTA (Acuerdo de Libre Comercio del Hemisferio Occidental); asimismo, a su aseveración de que el comercio con América Latina es "el área en la que se halla la posibilidad real de crear puestos de trabajo y beneficios a largo plazo para los Estados Unidos" no ha seguido propuesta concreta alguna9. Todo esto cambió durante diciembre de 1994 en Miami, en donde los treinta y cuatro jefes de gobierno "elegidos libremente" del continente americano expresaron su compromiso para lograr un Área de Libre Comercio de las Américas (FTAA) para el año 2005. El objetivo que esto se plantea es conseguir un "comercio sin barreras, sin subsidios y sin prácticas desleales" y el Plan de Acción contempla que deberá lograrse un "progreso significativo hacia el logro de esta meta para finales del siglo". En pocas palabras, la cumbre parecería haber sellado la discusión sobre el libre comercio en el Hemisferio Occidental. En realidad, las cosas no son tan sencillas. Por una parte, la moda panamericana contemporánea de la integración regional ya ha llevado a una gran variedad de acuerdos de libre comercio y la cumbre previó que un Área de Libre Comercio de las Américas debería "apoyarse en los arreglos subregionales y bilaterales ya existentes, con el fin de conjuntarlos". Pero dichas iniciativas 293 regionales se han caracterizado por sonoros fracasos en el pasado y por incongruencias más recientemente. Asimismo, la tarea de reconciliar la multitud de acuerdos existentes es enormemente compleja. La cumbre se vio obligada a reconocer que esta tarea se complica aún más dadas las "amplias diferencias que existen en los niveles de desarrollo y en los tamaños de las economías de los países del hemisferio". Por otra parte, la cumbre insistió en que el avance hacia un Área de Libre Comercio Americana debía lograrse de acuerdo con "reglas y disciplinas multilaterales" y, en particular, con apego a las estipulaciones del GATT y de la Organización Mundial del Comercio, si bien también aceptó que "las decisiones relativas a los acuerdos comerciales seguían siendo derecho soberano de cada nación". Tomados juntos, estos factores dejan a las valientes declaraciones hechas en la Cumbre de las Américas muy lejos de lograr una instrumentación exitosa de política de integración alguna, por lo que sigue siendo extremadamente incierto si el NAFTA podrá servir como modelo para un futuro libre comercio hemisférico. De esta forma, las promesas del FTAA no pueden juzgarse por las buenas intenciones de sus signatarios, sino sólo por las presiones económicas y políticas que se den a su favor y en su contra, a niveles regional y global, comenzando por el trasfondo multilateral en el que se pretende insertar y los tratados que lo harán posible. EL REGIONALISMO DEL WHFTA CONTRA EL MULTILATERALISMO Los Estados Unidos siempre han jugado un papel clave en la promoción del multilateralismo. Asimismo, ha dado origen y sido el líder de las ocho rondas negociadoras del GATT. Al mismo tiempo, si bien ha procurado alcanzar el 294 objetivo fundamental de la no discriminación, el GATT, conforme a su Artículo XXIV, siempre ha permitido el libre comercio regional, en el cual "substancialmente todo" el comercio es libre entre los participantes y en el cual las barreras remanentes que se apliquen a terceras partes no son aumentadas.10 La anterior redacción prácticamente no ha creado obstáculo alguno a la creación de acuerdos regionales: los países miembros del GATT han notificado la existencia de unos setenta acuerdos semejantes y el GATT jamás ha mostrado estar en desacuerdo con la existencia de alguno de ellos. Pero los Estados Unidos mismos sólo volvieron su mirada al regionalismo cuando sus aspiraciones multilaterales resultaron frustradas; en particular, cuando la Comunidad Europea rechazó comenzar negociaciones comerciales multilaterales en 1982. En ese momento, los Estados Unidos comenzaron pláticas con Canadá y el Acuerdo de Libre Comercio con Canadá (junto con el acuerdo bilateral con Israel y las preferencias comerciales otorgadas a países del Caribe) se diseñó con el fin de aguijonear a la Comunidad Europea y a muchos de los países en vías de desarrollo para asegurar su participación en una nueva ronda de negociaciones del GATT.11 Para los Estados Unidos, las iniciativas regionales no son necesariamente inconsistentes con un régimen multilateral sino, al contrario, pueden servir para promoverlo. Sin embargo, el aparente fracaso del GATT en el logro de un sistema comercial no discriminatorio, así como el crecimiento del regionalismo en todo el mundo llevaron a los Estados Unidos a abandonar la observancia estricta del principio incondicional de la Nación Más Favorecida (NMF). Las tensiones suscitadas por el intercambio comercial Estados Unidos-Japón, un persistente déficit comercial, la percepción (cuando no la dura realidad) de la existencia de otros regionalismos (la Comunidad Europea, el bloque japonés) y el penoso avance de las conversaciones del GATT alentaron esta tendencia. Sin embargo, aun el NAFTA, que es una iniciativa regional por 295 excelencia, puede verse como un acuerdo hecho en el interés del multilateralismo, en la medida en que mostró a los negociadores de la Ronda Uruguay del GATT que era posible alcanzar acuerdos sobre asuntos tan complejos como el comercio de servicios, la inversión relativa al intercambio comercial, los derechos de propiedad intelectual y la solución de disputas. Dada la conclusión de la Ronda Uruguay, podría decirse que los Estados Unidos han seguido una estrategia exitosa. No obstante, promover tanto el regionalismo como el multilateralismo puede resultar en una política incoherente. Así pues, James Baker se encontró objetando un Acuerdo de Libre Comercio asiático centrado en Japón, al tiempo que trabajaba para lograr realizar el NAFTA en el continente americano. De hecho, si bien puede argumentarse que el NAFTA es, en parte, una respuesta a los regionalismos que se están dando en otras partes del globo (especialmente en Europa), no puede negarse fácilmente que el NAFTA, a su vez, podría provocar reacciones defensivas, cuando no abiertamente de represalia. Los países asiáticos, en particular, consideran que el supuesto "regionalismo abierto" del NAFTA no es más que proteccionismo con otro nombre. Esto podría avivar las tensiones y exacerbar la creciente división de la economía mundial en cuatro bloques principales: una Comunidad Europea expandida, un NAFTA/WHFTA, un Área de Libre Comercio asiática y un grupo residual de países menos desarrollados. Cada bloque tendría un interés propio en desviar el comercio y una gran resistencia a la reducción de los aranceles globales. Asimismo, las negociaciones internas de cada bloque desviarían su atención de los asuntos a nivel mundial. Sus arreglos comerciales preferenciales podrían privar al sistema multilateral del apoyo logístico que necesita para hacer frente a las caídas cíclicas de la actividad en la economía mundial. La integración de un WHFTA, según lo ha sugerido Kissinger, daría entonces a los Estados Unidos una mejor posición en sus negociaciones con bloques rivales.12 296 El colapso del imperio soviético, la creciente renuencia de los Estados Unidos a asumir responsabilidades globales (por no hablar de su creciente aislacionismo) y el éxito de la Comunidad Europea podrían contribuir a la constitución de bloques y, a su vez, a hacer aumentar las tensiones económicas. Esta posible situación responde a una "concepción política del comercio que ve al mundo como un rompecabezas".13 Haría del WHFTA "una mala idea cuyo tiempo ha llegado".14 No obstante, ésta probablemente resulte una visión demasiado pesimista. No existen evidencias de que el establecimiento de un Mercado Europeo desde 1992-93 haya hecho de la Comunidad Europea una entidad más proteccionista; asimismo, Japón está adoptando gradualmente políticas y prácticas comerciales cada vez más abiertas. Lo que es más importante, la constitución de bloques va a contracorriente de la creciente consolidación de los mercados mundiales y de los complejos arreglos de producción interregionales que se dan dentro de y entre compañías que han acusado un aumento rápido en el volumen de sus intercambio comerciales con base en producción transnacional.15 Y podría resultar deseable un cierto grado de regionalismo; éste facilita un régimen comercial global más ordenado. En otras palabras, el pesimismo fue coyuntural y correspondió a un momento en el cual los Estados Unidos (y especialmente su Departamento del Tesoro) temía el fracaso de las pláticas del GATT y parecía listo para comprometerse con la opción menos atractiva de los Acuerdos de Libre Comercio a nivel regional. La exitosa conclusión de la Ronda Uruguay necesariamente cambia el equilibrio futuro entre el regionalismo y el multilateralismo y, en consecuencia, la evaluación de las perspectivas para un WHFTA.16 Se ha argumentado que la Iniciativa de las Américas partía del supuesto de una conclusión exitosa de las negociaciones del GATT, lo que haría que un GATT revitalizado promoviera "la integración de las naciones latinoamericanas 297 en el sistema comercial global". Desde este punto de vista, la Iniciativa de las Américas "no era un intento de los Estados Unidos por establecer un bloque comercial regional, sino... un esfuerzo para hacer descender las barreras arancelarias de la región para beneficio de todas las naciones".17 En este sentido, más que contradecir los principios del multilateralismo, la Iniciativa de las Américas se mantenía congruente con ellos. Los mismos autores han sostenido que, de la misma forma en que la Iniciativa de las Américas resulta favorable para el multilateralismo, el multilateralismo, bajo la forma del renovado GATT, podría funcionar como catalizador para el avance de la Iniciativa. Por una parte, el éxito del GATT promoverá las exportaciones latinoamericanas, reforzando así las reformas económicas internas de esas naciones; por la otra, romperá con el unilateralismo en los Estados Unidos e inhibirá los impulsos proteccionistas tanto en ese país como en la Comunidad Europea. También se ha sostenido que la exitosa conclusión de la ronda de negociaciones del GATT facilita las negociaciones de la Iniciativa de las Américas, dado que resuelve muchos de los puntos de esta última -fundamentalmente relacionados con la agricultura y los servicios- que son difíciles de resolver en un marco bilateral o regional.18 Pero todos los anteriores puntos de vista parecen ignorar la posición opuesta, que sostiene que el éxito del acuerdo multilateral inevitablemente acabará por reducir los beneficios derivados de los pactos comerciales regionales. Todo parece apuntar a que los Estados Unidos, en particular, serán capaces de gozar de los beneficios potenciales de un WHFTA por medio del régimen comercial del GATT, haciendo poco atractivo el seguir por la vía de un regionalismo provocativo. Todo análisis costo-beneficio habrá, pues, de llegar a la conclusión de que el actual gobierno estadounidense deberá primero asegurarse de obtener los beneficios que se deriven del NAFTA, para luego concentrarse exclusivamente en el régimen comercial multilateral del GATT. 298 El tipo de argumentos racionales que se derivan de la elaboración de modelos econométricos de las relaciones multilaterales a nivel global pueden no ser los únicos factores en consideración (y, ciertamente, no dicen mucho sobre las tensiones regionales-globales). Hay dos razones para esto: la primera es que las fuerzas que obran tanto a favor como en contra de un WHFTA a nivel hemisférico son muy específicas, responden a intereses particulares y obedecen una lógica regional; la segunda es que los argumentos económicos podrían pasar por alto la importancia (algunos dirían la primordial importancia) de los motivos políticos particulares y de la dimensión geopolítica general del proyecto regional. Por estas razones, paso a examinar estas dinámicas regionales (primero a nivel hemisférico y después a nivel de los diferentes contextos de América Latina y los Estados Unidos), antes de pasar a evaluar los aspectos políticos de un posible WHFTA. LOS ACONTECIMIENTOS SUBYACENTES A LA INICIATIVA DE LAS AMÉRICAS (EAI) La idea de la Iniciativa de las Américas fue posible sólo porque se dio un cambio sustancial en las políticas de América Latina, pasando del proteccionismo del ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones) a un régimen comercial más libre. En los años previos al anuncio de la Iniciativa de las Américas, Chile, México y gradualmente la mayoría de los países del continente comenzaron a eliminar restricciones a la importación y a desregular sus economías. El contexto general en que se dio el cambio incluía la globalización de la economía internacional y un acelerado ritmo de cambio tecnológico (que afectó negativamente a los proyectos basados en el desarrollo de tecnología nacional. Tal fue el caso de la industria de computación brasileña). Pero el 299 verdadero detonador del cambio fue la crisis de la deuda y especialmente la crisis mexicana de 1982. A partir de ese momento, las agencias multilaterales y los gobiernos acreedores manifestaron su anuencia a renegociar la deuda a condición de que los países deudores llevaran a cabo una liberalización económica. En ese entonces la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina se limitaba a abordar su relación con América Central y el Caribe. El que la administración de Bush mostrara una mayor disposición a alcanzar acuerdos con la mayoría demócrata del Congreso en relación con El Salvador y Nicaragua, logró facilitar una agenda política más equilibrada para una América Latina inmersa en reformas económicas y procesos de democratización que se combinaban novedosamente. Todos estos cambios, en conjunto, eliminaron muchas de las fricciones tradicionales entre América Latina y los Estados Unidos, y le allanaron el camino a la Iniciativa de las Américas. En tanto que proyecto hemisférico de largo plazo, la Iniciativa se centraba en reducción de deuda, inversión extranjera e intercambio comercial. La iniciativa sobre deuda, sin embargo, se limitó a la deuda pública contraída con los Estados Unidos. En este caso, aun si los 12,000 millones de dólares del total de dicha deuda fueran condonados, el resultado sería un ahorro insignificante de unos 400 millones de dólares por año sobre el pago total de intereses. Por el lado de las inversiones, las nuevas que provendrían de un fondo multilateral se canalizarían a través del BID, con el fin de promover los esfuerzos de privatización y una mayor liberalización de los regímenes de inversión.19 Se contemplaba que este fondo de 1,500 millones de dólares también apoyara la reducción de la deuda comercial. Pero las condiciones para que un país calificara para la reducción de deuda y recepción de nuevas inversiones incluían la aprobación de las políticas macroeconómicas por parte del FMI, estricta observancia de las directrices del BID y un programa de refinanciamiento acordado con la banca comercial. En 300 pocas palabras, en lo tocante a la deuda y la inversión extranjera, la Iniciativa de las Américas "no proponía una estrategia para el desarrollo de la región, sino un medio para acelerar las reformas económicas que ya estaban en curso, cuyos elementos principales habían sido promovidos por las agencias financieras internacionales con apoyo del gobierno de los Estados Unidos".20 Dicho de otro modo, no se trata de un programa de recuperación, sino de uno de auto-ayuda que busca ofrecer algunos incentivos tendientes a reforzar los esfuerzos reformistas internos de los países latinoamericanos. Pero el corazón de la Iniciativa de las Américas no lo constituye ni la deuda ni la inversión, sino el intercambio comercial y la promesa de un WHFTA en el largo plazo. Qué tan largo habrá de ser este plazo se hizo evidente al develarse el tipo de condiciones que van aparejadas a esta promesa. Además de contar con un ambiente macroeconómico estable y una buena posición ante el GATT, el Departamento de Estado de los Estados Unidos ha declarado que "las barreras comerciales intraregionales deberán caer y el volumen del intercambio comercial entre países de América Latina y el Caribe deberá aumentar substancialmente antes de que cualquier país del hemisferio -con la salvedad de México y de Chilepuedan comenzar a negociar acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos".21 Lo anterior representa graves obstáculos en el contexto económico latinoamericano, si bien otras de las condiciones son aún más exhaustivas y específicas: una política ambiental adecuada, la protección de los derechos humanos, la cooperación en temas relacionados con el narcotráfico y el rechazo al terrorismo internacional. Estas últimas condiciones, sin embargo, podrían ser sólo "de fachada". Después de todo, el cumplimiento que México ha dado a las disposiciones ambientales es irregular y su expediente en cuanto a derechos humanos sigue siendo malo; no obstante, México es actualmente miembro del NAFTA. 301 ACONTECIMIENTOS QUE OBSTACULIZAN LAS PERSPECTIVAS PARA UN WHFTA En años recientes, las economías latinoamericanas se han hecho menos (y no más) importantes para los Estados Unidos. El PIB de América Latina y el Caribe durante 1991 representó aproximadamente un trillón de dólares (comparado con los 5.6 trillones de producción de los Estados Unidos) y el intercambio comercial con los Estados Unidos se mantenía en niveles relativamente bajos y con tendencia a la baja. La participación de América Latina en las exportaciones de los Estados Unidos cayeron del 17.5 por ciento en 1980 a tan sólo 13.5 por ciento en 1989, en tanto que su participación en los mercados estadounidenses cayó de un 15.5. al 12.2 por ciento en los mismos años. Los Estados Unidos perdieron unos 130,000 millones de dólares en intercambio comercial con América Latina en el curso de la década. (Al mismo tiempo, América Latina recibía sólo el 10.6 por ciento del total de la inversión de Estados Unidos en el extranjero y el 13.5 por ciento de la inversión extranjera en el sector manufacturero para 1989. Asimismo, la acumulación de reservas para hacerle frente a las pérdidas, así como el proceso de renegociación de la deuda hicieron de la amenaza de moratoria de pagos por parte de América Latina una posibilidad lejana). Las cifras globales, sin embargo, ocultan el alto grado de concentración comercial que existe, pues el intercambio comercial de los Estados Unidos con México, Brasil y Venezuela representa el 70 por ciento del total de las transacciones comerciales que los Estados Unidos sostienen con países de la región. México, por sí solo, representa más de la mitad. Asimismo, las exportaciones mexicanas representan ligeramente más de la mitad del total de las exportaciones de América Latina hacia los Estados Unidos y recibe, a su vez, 302 la mitad de las importaciones. Como se ve, la caída en importancia de América Latina ha sido correspondida por una creciente prominencia de México. Esta importancia hace que el NAFTA cobre sentido. Canadá y México, como países, son respectivamente los mercados primero y tercero en importancia para las exportaciones de los Estados Unidos (el mercado canadiense representó 79,000 millones de dólares en 1989 y México 29,000 millones de dólares en el mismo año), por lo que se espera que las ganancias resultantes de mayores exportaciones a los Estados Unidos por parte de esos países regresen en forma de una mayor adquisición de bienes y servicios producidos en este país. Pero México también recibe más de un tercio de la inversión en manufacturas que los Estados Unidos realizan en la región. La drástica reestructuración económica llevada a cabo en la década de los 80 llevó a una significativa recuperación económica que fue reconocida por el Plan Brady, y su acceso al mercado estadounidense (mercado al cual México ya dirige alrededor del 70 por ciento de sus exportaciones totales), lo hace cada vez más atractivo para las compañías extranjeras. Las empresas estadounidenses, en particular, tienden a ver México como la "nueva frontera", en la cual la inversión puede promover la integración intraindustrial y crear nuevos niveles de eficiencia continental. Pero todo aquello que hace que el NAFTA tenga sentido, hace que el WHFTA no lo tenga. La gran "lección de México muestra que la reestructuración debe llevarse a cabo antes de entablar negociaciones de libre comercio con los Estados Unidos"22 y la mayor parte de los países de América Latina distan mucho de estar listos. Las excepciones a esto son: Chile, país que cuenta con un régimen democrático, mercados abiertos, estabilidad monetaria y baja dependencia de la aplicación de aranceles y, en cierta medida, los países del CARICOM, que ya han experimentado dos Iniciativas para la Cuenca del Caribe. Adicionalmente, los distintos grados de preparación económica y progreso 303 político que presentan los distintos países del continente hacen muy poco probable la posibilidad de alcanzar un acuerdo comercial plurilateral; por lo anterior, cada país deberá aprovechar sus propios tiempos y procurar alcanzar acuerdos bilaterales cuando las condiciones sean adecuadas. En caso de no hacerlo, sus reformas podrían sufrir una reversión ante sus propias presiones domésticas, lo que llevaría a un colapso del proyecto de un WHFTA. Pero las condiciones propuestas y la solución caso por caso que se aplicaría para alcanzar un libre comercio regional, tal como lo hemos descrito, ciertamente acabaría por crear una estructura de "centro y periferias", en la cual los Estados Unidos representarían el centro y los distintos países de América Latina las periferias. Hay quienes sostienen que un arreglo semejante sería discriminatorio e ineficiente, además de que generaría "conflictos interminables e insolubles", lo que acabaría por profundizar las rivalidades políticas.23 Paradójicamente, la misma reestructuración económica que podría mejorar las perspectivas de alcanzar un WHFTA haría aumentar los ya altos grados de desigualdad de ingresos que presentan las economías de América Latina. Esto crearía un obstáculo adicional para el tipo de progreso social que debe sostener la viabilidad de un WHFTA a largo plazo. El ingreso latinoamericano es el que se distribuye de manera más inequitativa en el mundo, ya que la brecha existente entre el nivel de vida de las capas superiores y el de las capas inferiores de la población representa una relación de veintiuno a uno, por nueve a uno en el Este de Asia y catorce a uno en los países pobres de África, Asia y Europa. Weiskoff sostiene que sin contar con una base amplia de poder adquisitivo y empleo productivo, el proyecto de un WHFTA no puede sobrevivir.24 304 EL INTERÉS DE AMÉRICA LATINA EN UN WHFTA La Iniciativa de las Américas fue recibida de manera muy entusiasta por prácticamente todos los gobiernos de América Latina. Las ideas que presentaba sobre reducción de deuda y nuevas inversiones no se consideraron ni novedosas ni significativas, pero las perspectivas de poder establecer un libre comercio tuvieron una muy buena acogida. Este entusiasmo reflejaba, en cierta medida, una ansiedad compartida en el sentido de que América Latina podría quedar fuera del "nuevo orden mundial". Los términos de intercambio de los productos tradicionales de la región habían estado cayendo desde hacía ya algún tiempo. Resultaba cada vez más evidente que el principal motor del crecimiento mundial giraba en torno a un eje Norte-Norte y que había habido un descenso constante en la participación de América Latina en el total de las exportaciones mundiales, mismas que cayeron de un 10.9 por ciento en 1950 a 5.4 por ciento en 1985. Esta caída fue acompañada por un descenso en la participación de la región como receptora del total de la inversión extranjera directa (ésta representaba un 15.3 por ciento en 1975 y descendió al 9.1 por ciento en 1985). Había temor de que se establecieran medidas proteccionistas tanto en los Estados Unidos como en la Comunidad Europea y los contactos de los países latinoamericanos con esta última seguían siendo débiles. El crecimiento del interés y de la inversión japonesa en el continente era menor al esperado o al requerido. El colapso del imperio soviético creó nuevos países "dispuestos" a competir por asistencia, tecnología, inversión y créditos. En pocas palabras, los mercados de exportación acusaban una gran incertidumbre, por toda una serie de razones y, en consecuencia, la Iniciativa de las Américas resultó sumamente positiva para los 305 líderes latinoamericanos, agobiados por los problemas económicos que experimentaban sus respectivos países. Al mismo tiempo, los Estados Unidos mantenía su hegemonía regional. Puede ser una hegemonía propiciada por la falta de competidores, según sostiene Peter Smith en el Capítulo 3, pero hegemonía al fin. Los siguientes datos son reveladores. El Producto Interno Bruto de los Estados Unidos es seis veces mayor que el de toda América Latina y el Caribe, y trece veces mayor que el del MERCOSUR. Todas las decisiones críticas sobre el manejo de la deuda latinoamericana se toman en los Estados Unidos (dichas decisiones las toman agencias multilaterales radicadas en los Estados Unidos, así como consorcios de bancos comerciales presididos por bancos estadounidenses). Asimismo, los Estados Unidos siguen siendo plenamente capaces de llevar a cabo intervenciones armadas en el hemisferio (por ejemplo, en Panamá y en Haití), con el fin de salvaguardar propiedad e intereses económicos de los Estados Unidos y, posiblemente, para promover la democracia. Y los Estados Unidos siguen siendo el principal mercado de la región, lo que es aún más importante para el tema que nos ocupa. Entre 1980 y 1987, su participación en las exportaciones latinoamericanas aumentó del 32.2 al 38.2 por ciento y actualmente rebasa con creces el 40 por ciento (lo que representa más del doble de la participación de la Comunidad Europea). El Grupo Andino envía el 50 por ciento de sus exportaciones totales a los Estados Unidos; los países de la Comunidad y Mercado Común del Caribe (CARICOM), el 44 por ciento; Venezuela el 40; el Mercado Común Centroamericano (CACM) el 37; Brasil y Colombia, el 30; Chile, el 23 y Argentina el 10 por ciento. Adicionalmente, el sector exportador que acusa el crecimiento más rápido en América Latina es el manufacturero (habiendo aumentado del 40 al 52 por ciento su participación en el total de las exportaciones entre 1970 y 1985) y los Estados Unidos han resultado 306 un mercado mucho más abierto a este sector que la Comunidad Europea o Japón (su participación en el total de exportaciones manufactureras latinoamericanas aumentó del 21.8 al 50 por ciento entre 1980 y 1987 y el porcentaje de productos manufacturados dentro del total de sus importaciones provenientes de América Latina creció del 23 al 56 por ciento entre 1980 y 1989). El significado potencial de un WHFTA para los países de América Latina queda, por lo tanto, sumamente claro y no se ha visto disminuido por el reciente acuerdo alcanzado en el marco del GATT. De la misma forma en que México se beneficia del NAFTA, América Latina en general se beneficiaría de un WHFTA mediante la consolidación del acceso a su mercado más importante, lo que eliminaría la amenaza del proteccionismo y haría a la región mucho más atractiva para la inversión extranjera. Parecería que la pertinencia de los anteriores argumentos es casi inevitable una vez que se ha suscrito el NAFTA, y una vez asumidos los efectos que éste tendrá en una previsible desviación de comercio en América Latina. El acuerdo recientemente alcanzado en el marco del GATT sugiere que muy posiblemente estos efectos habrán de ser pequeños, en el orden de las decenas de millones de dólares y ciertamente muy por debajo de los 200 millones. Después de todo, el NAFTA sólo representa un pequeño agregado al intercambio comercial y a la producción del Tratado de Libre Comercio Canadá-Estados Unidos, ya que México representa tan sólo el 4 por ciento de la producción total del mismo y el 6.6 por ciento del total de sus exportaciones; asimismo, las barreras arancelarias y no arancelarias que los Estados Unidos aplican a países no miembros del NAFTA son relativamente bajas y muy posiblemente se mantengan de esa forma. Pero "si se alcanzaran acuerdos por sector específico en cuanto a Barreras No Arancelarias a expensas de proveedores de terceros países... los efectos de desviación de comercio podrían resultar mucho más pronunciados".25 Las reglas 307 de origen y las de procuración gubernamental (rules of government procurement) podrían resultar sumamente significativas en relación con lo anterior. Las reglas de origen que contempla el NAFTA son muy estrictas y altamente proteccionistas y podrían alentar a los productores a dejar de comprar a países no miembros para hacer sus adquisiciones con proveedores menos eficientes pero ubicados dentro del Tratado de Libre Comercio.26 Adicionalmente, México no es miembro del Código de Procuración Gubernamental del GATT, por lo que el NAFTA podría permitir a las compañías estadounidenses y canadienses competir por contratos gubernamentales mexicanos, excluyendo en los hechos a compañías de terceros países. Aun considerando lo anterior, el efecto de desviación principal para México se sentirá mucho más en la inversión que en el intercambio comercial (especialmente en el caso de los países del Caribe). CONDICIONES SUBREGIONALES CONTRA EL WHFTA Las iniciativas de integración subregional que se han propuesto en América Latina en el pasado "han fracasado siempre en el largo plazo".27 Tanto la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALC) como el Mercado Común Centroamericano (CACM) se fundaron en 1960 y ambos acabaron hundiéndose dado que los diferentes niveles de industrialización de los países integrantes llevaron a una distribución inequitativa de los beneficios de la liberalización. La historia del CARICOM (sucesor caribeño del CARIFTA) es muy similar y el Grupo Andino de 1969 no consiguió acordar un arancel externo común. En 1980, el ALADI substituyó a al ALC e intentó corregir los fracasos del pasado mediante una adecuación a los distintos niveles de desarrollo y el establecimiento de metas más flexibles, incluyendo acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales. 308 Pero estos últimos han mostrado la tendencia a acentuar las disparidades existentes y el esquema general se ha visto sometido a varios y muy severos golpes. No obstante, en años recientes ha habido un cierto número de intentos por revivir el subregionalismo en el continente. El CACM, el Pacto Andino y la CARICOM han sido relanzados y el Grupo Andino aspira a lograr el establecimiento de una unión aduanera plena. Colombia, México y Venezuela (el llamado Grupo de los Tres) se empeñan en lograr la eliminación de todas las barreras comerciales para 1995 o antes, de ser posible. México y el CACM quieren lograr el establecimiento de una zona de libre comercio para 1996. Chile ha logrado alcanzar acuerdos bilaterales con Brasil, Argentina, Venezuela y Colombia. Por último, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay han creado el MERCOSUR, que no sólo habrá de eliminar las barreras arancelarias y no arancelarias, sino que también habrá de posibilitar el libre tránsito de capital, mano de obra y servicios. En resumen, la retórica regionalista y las pláticas tendientes a una integración regional han involucrado a prácticamente todos los países del continente y han dominado la agenda de las reuniones del Grupo de Río. Dado que los países en los esquemas subregionales anteriores operaban con barreras comerciales altas para promover el ISI, hay quien sostiene que las distintas condiciones imperantes en la actualidad mejoran la viabilidad de las nuevas iniciativas. Pero el intercambio comercial intraregional sigue representando un porcentaje muy pequeño del total (e incluso se encuentra en descenso entre los países andinos y los centroamericanos). Este porcentaje es de alrededor del 3 por ciento en el Grupo Andino, 6 por ciento en el CARICOM, 10 por ciento en el CACM y 8 por ciento en el MERCOSUR, en claro contraste con el porcentaje correspondiente del total que abarca el NAFTA (40 por ciento). Por lo tanto, no caben muchas dudas en cuanto a que las iniciativas de 309 integración tienen una oportunidad limitada de conseguir resultados concretos. Las posibilidades de lograr un MERCOSUR exitoso no son muy altas. Paraguay y Uruguay se hallan en desventaja relativa y los cuatro países miembros se hallan lejos de lograr armonizar sus políticas económicas, presupuestarias y fiscales, lo que sería esencial para lograr el establecimiento de una unión aduanera. Brasil, que es el país hegemónico en la subregión, es la fuerza dominante del proyecto y se ve amenazado en igual medida por su hiperinflación y por sus propias pugnas internas en relación con la privatización. En el caso del Grupo Andino, las Actas de Caracas permiten cambios en las listas nacionales de productos exentos de la reducción arancelaria, una vez que la apertura comercial haya mostrado hasta qué punto la industria nacional de cada país sufre a consecuencia de dicha apertura. Y en cuanto se haga valer esta cláusula, todo el proyecto estará condenado. En términos generales, los esquemas de integración subregional se ven amenazados por objetivos poco claros y por compromisos ambiguos: "la mezcla de opciones deriva en estrategias confusas y las políticas contempladas contienen contradicciones potencialmente insalvables".28 Las bases de los acuerdos son frágiles y habrán de sobrevivir, si acaso, en "versiones sumamente diluidas" de sí mismas. En reuniones recientes del Grupo de Río se ha discutido de qué forma podrían integrarse las distintas agrupaciones subregionales para formar un proyecto de integración hemisférica (WHFTA), presuponiendo que dichas agrupaciones o los acuerdos de libre comercio subregionales pudieran negociar de forma efectiva con los Estados Unidos. Pero aun si "se asume que los distintos acuerdos y agrupaciones que comienzan a cristalizar en América Latina constituyen el material (énfasis mío) con el cual habrá de constituirse la integración regional y, a largo plazo, el surgimiento de un área comercial a escala hemisférica", esta visión no deja de representar una "imagen sumamente 310 idealizada de una realidad muy compleja".29 Las agrupaciones subregionales están progresando a ritmos sumamente distintos. Su enfoque exclusivo en cuestiones económicas y su total desinterés en aspectos políticos críticos, tales como consultas y representatividad populares se traducen en una carencia de legitimidad local. Aunque sigan siendo prioridades del más alto orden para los países de América Latina, prácticamente son imposibles de comprender en los Estados Unidos. Y mientras sostengan sus altos niveles de proteccionismo, sus aspiraciones de lograr un WHFTA no dejarán de ser "un sueño ocioso". 30 Este sueño está formado por una serie de cálculos necios, motivados por la exitosa negociación del NAFTA por parte de México. A pesar de los intentos de este último país por "limitar los daños" (tales como la firma del Acuerdo de Libre Comercio con Chile, en septiembre de 1991 y el papel que juega en diferentes agrupaciones subregionales), resulta que México ha "desertado" y con ello ha cambiado el equilibrio económico y geopolítico existente entre Norte y Sudamérica. Al respecto, resulta claro que no puede suponerse que la membresía de México en la ALADI hará que este país se muestre complaciente con la ampliación del NAFTA (según veremos más adelante). EL INTERÉS DE LOS ESTADOS UNIDOS EN EL WHFTA Hay quien considera que América Latina es una buena apuesta económica para el futuro. Las diferentes partes del antiguo imperio soviético están acosadas por un sinfín de problemas y las relaciones con China continuarán siendo fuente de fricciones. El mercado latinoamericano, constituido por 430 millones de personas, ofrece un mayor potencial que los 110 millones de europeos orientales. Antes del colapso del peso mexicano en diciembre de 1994, la confianza 311 económica estaba retornando, acompañada de parte del capital fugado anteriormente, y la inversión había comenzado a repuntar. Desde este punto de vista, el WHFTA presenta un conjunto de oportunidades económicas muy sólidas para los Estados Unidos. Mediante la promoción del crecimiento económico del continente, las exportaciones estadounidenses también crecerían y, de este modo, los Estados Unidos podrían emular el ejemplo de integración europea. En otras palabras, "debe resultar evidente para los encargados de diseñar las políticas de los Estados Unidos que la hegemonía política puede resultar costosa, en tanto que favorecer una mejor posición económica entre los países vecinos puede resultar rentable y beneficioso".31 Una América Latina más próspera también puede hacer disminuir los riesgos que para los Estados Unidos representan las "nuevas cuestiones de seguridad": narcotráfico e inmigración. Asimismo, algún tipo de acuerdo hemisférico facilitaría la negociación de soluciones a dichas cuestiones. En resumen, el establecimiento de nexos económicos más estrechos podría facilitar el manejo de retos políticos difíciles en un hemisferio cada vez más interdependiente. Los Estados Unidos, por lo tanto, deberían tener interés en promover el liberalismo económico y el establecimiento de regímenes democráticos en los países del WHFTA. Este es un argumento congruente tanto con la visión de una "hegemonía en declive" como con la de una "hegemonía en resurgimiento". Finalmente, podría darse el caso de que un apoyo estadounidense al establecimiento del WHFTA resulte en el fortalecimiento de los cimientos de un régimen global de libre comercio, si bien es cierto que esto no sería cierto en el corto plazo: la más reciente ronda de negociaciones en el marco del GATT, que se llevó a cabo con el concurso de 112 naciones, tomó casi ocho años, en tanto que las negociaciones del NAFTA, llevadas a cabo entre tres países, tomaron más de diez años. 312 LAS RAZONES EN CONTRA DEL WHFTA Los principales socios comerciales de los Estados Unidos en el norte industrializado podrían interpretar de forma negativa el apoyo que dicho país pudiera dar al WHFTA, lo que afectaría negativamente las relaciones entre los Estados Unidos con dichos países. Más que aumentar su poder de negociación en foros internacionales, el WHFTA podría resultar un impedimento para estrechar nexos con la mayoría de las naciones que sostienen esquemas de intercambio comercial eficientes, lo que resultaría en un daño para el progreso económico de largo plazo. En este sentido, no existe ninguna analogía plausible con la Comunidad Europea, sencillamente por el hecho de que los Estados Unidos dominarían el WHFTA en una forma que no tiene paralelo en el contexto europeo, pues ningún país (ni siquiera Alemania) cuenta con esa clase de hegemonía. Al mismo tiempo, dada su posición preponderante, los Estados Unidos tendrían que tomar medidas para apoyar a sus socios más débiles e igualar las condiciones del intercambio comercial, incluyendo la inversión en comercio, embarques e infraestructura de seguros; y la capacitación y empleo de personal legal-administrativo para monitorear el cumplimiento de las reglas de origen y de competencia. No obstante, parece dudoso que, en el corto plazo, los Estados Unidos dispongan de recursos económicos suficientes (de al menos varios miles de millones de dólares) para llevar a cabo las transferencias de recursos que se requerirían para que el WHFTA pudiera operar. A este respecto, deberá recordarse que los Estados Unidos no han cumplido sus promesas de ayuda a Nicaragua o Panamá y que tanto las promesas de inversión (multilateral) como las propuestas de reducción de deuda 313 planteadas por la Iniciativa de las Américas parecen ser sencillamente inadecuadas. Es precisamente esta carencia de recursos la que hizo que el presidente Bush insistiera en que "la prosperidad de nuestro hemisferio depende del comercio y no de la ayuda"; por las mismas razones, "los líderes de América Latina comprendieron que difícilmente podían esperar más de unos Estados Unidos con escasez de recursos (por lo que) buscaron beneficiarse de la mejor manera posible de lo que había sobre la mesa".32 En pocas palabras, resulta evidente para todos que "los Estados Unidos no habrán de instrumentar ningún otro programa que implique grandes transferencias de recursos oficiales".33 A pesar de que la Iniciativa de las Américas ha sido el primer esquema que define los intereses hemisféricos de los Estados Unidos desde que se instituyó la Alianza para el Progreso, resulta claro que las comparaciones con esta última están fuera de lugar. La Alianza estaba apoyada por un compromiso de los Estados Unidos de transferir 20 mil millones de dólares a América Latina en el espacio de una década (lo que equivaldría, en términos actuales, entre 80 y 90 mil millones de dólares para una población que entonces era más o menos la mitad de lo que es en la actualidad). Y dado que los Estados Unidos no eran nada ambiguos en cuanto a su compromiso con el multilateralismo en aquellos momentos, la Alianza no ofrecía Acuerdo de Libre Comercio regional alguno. La actual propuesta de la Iniciativa de las Américas es el resultado de un pacto político 'non-sancto' entre, por una parte, el Departamento del Tesoro, que apoyaba la opción de un comercio preferencial con América Latina, en lugar de reducción de deuda y, por la otra, el Departamento de Estado, que deseaba tener una herramienta para presionar a América Latina a cooperar en la solución de las nuevas cuestiones de seguridad. Pero no existe la certidumbre de que "ni el libre comercio ni un aumento en el intercambio comercial hayan de reducir los conflictos entre los Estados Unidos y los países latinoamericanos en relación con 314 otros asuntos, tales como el narcotráfico, la migración o los derechos humanos"34 (la evidencia proveniente de México es sumamente negativa en este sentido). Adicionalmente, "aún no se ha logrado establecer un argumento convincente que ligue los intereses vitales de los Estados Unidos en los campos de control del narcotráfico, migración y medio ambiente con una agenda política de mayor amplitud en el continente americano".35 Sin tener una motivación fuerte para apoyar la realización del WHFTA, los Estados Unidos podrían retomar una postura más proteccionista. En lo particular, dado que los productos manufacturados actualmente representan más del 50 por ciento del total de las exportaciones latinoamericanas a los Estados Unidos (país que acusa un déficit del 10 por ciento en este sector con la región), la "competitividad de la región... podría agravar los conflictos comerciales y llevar a la adopción de medidas proteccionistas en el Congreso de los Estados Unidos." Lejos de establecer en los hechos lo propuesto por la Iniciativa de las Américas o por un Área de Libre Comercio de las Américas, el "uso de ciertas disposiciones contempladas en la legislación comercial de los Estados Unidos (Secciones 301 y Super 301) y la aplicación de leyes de alivio temporal a ciertas industrias (cláusulas de salvaguarda, reglamentos contra la competencia desleal y medidas de reciprocidad)" podrían aumentar. Dichas posibilidades son más factibles en el contexto del NAFTA, en el cual los productores nacionales de los tres países podrían presionar a sus respectivos gobiernos para que apliquen las citadas disposiciones contra países no miembros (incluyendo topes y acuerdos de restricción voluntaria), con el fin de compensar una situación de mayor competencia por parte de los productores de los países miembros.36 315 CONSIDERACIONES POLÍTICAS EN EL ESTABLECIMIENTO DEL WHFTA El regionalismo ha sido definido recientemente como "un conjunto de políticas instrumentado por uno o más estados y diseñado para promover el surgimiento de una unidad regional coherente, que domine los patrones de las relaciones entre los estados de dicha región y el resto del mundo y que constituya la base organizativa de las políticas que se generen dentro de la región en relación con una amplia gama de temas".37 Inclusive una definición tan neutral como la anteriormente citada deja en claro que "las consideraciones políticas tienen un papel crucial en los esquemas de integración regional y que los experimentos de integración más exitosos cuentan con propósitos políticos que resultan esenciales para el esquema global".38 Por lo tanto, resulta imposible evaluar las perspectivas de la integración regional en general, o del WHFTA en particular, por medio de criterios y discusiones de corte exclusivamente económico. Entre las iniciativas regionales recientes, el Acuerdo de Libre Comercio suscrito entre los Estados Unidos e Israel en 1985 tenía el objetivo político de brindar un apoyo estratégico a ese país aliado en el Medio Oriente; el Acuerdo de Libre Comercio Estados Unidos-Canadá, suscrito en 1988, tenía el propósito de estimular el avance en las negociaciones del GATT; y el programa de trato comercial preferencial de sentido único que los Estados Unidos suscribieron con los países andinos en 1991 fue motivado por las preocupaciones de Estados Unidos en relación con el narcotráfico. En relación con lo anterior, resulta claro que el NAFTA tiene motivaciones políticas muy fuertes detrás, sencillamente por el hecho de que un México estable ha sido siempre uno de los intereses cruciales en asuntos de seguridad nacional 316 para los Estados Unidos. En lo particular, uno de los intereses geopolíticos vitales de los Estados Unidos consiste en asegurar su frontera sur, garantizar la estabilidad del sistema político mexicano y promover el compromiso de México con un modelo de economía de mercado. Dado que la porosidad de esta frontera sur se traduce en la incapacidad de los Estados Unidos para controlar el narcotráfico y la migración ilegal (proveniente no sólo de México, sino de toda América Latina), el NAFTA en los hechos ha desplazado la frontera sur hasta Guatemala, en donde la misma puede ser patrullada más eficazmente por el ejército mexicano. Adicionalmente, el NAFTA facilita el suministro futuro de energéticos para los Estados Unidos, país que ha llevado a cabo una gran presión para que se permita el acceso de inversiones en la industria petrolera mexicana y para asegurar un suministro estable de crudo. Basándose en redes sumamente densas de interdependencia económica, cultural e institucional, el NAFTA consigue transformar en virtud la creciente "latinoamericanización" del sur de California y del Suroeste de los Estados Unidos en general, además de otorgar un papel "subimperial" a México en relación con América Central y el Caribe. Por su parte, México asegura su acceso al mercado de los Estados Unidos, institucionaliza sus reformas, atrae la inversión extranjera tanto de los Estados Unidos como de Japón y gana legitimidad para su régimen no democrático. En resumen, "el progreso llevado a cabo en lo tocante al futuro económico y financiero de México y el reclutamiento del país como socio internacional resultó ser positivo políticamente" tanto para México como para los Estados Unidos.39 Los Estados Unidos pueden, en lo particular, contar con la cooperación constante de México en relación con el narcotráfico, la migración y las cuestiones del medio ambiente. Resulta difícil identificar una racionalidad política análoga para el establecimiento del WHFTA. Con el colapso del imperio soviético, ya no existe 317 una razón de seguridad nacional que justifique el involucramiento de los Estados Unidos en un bloque regional (aunque el tráfico de armamento y, en menor medida, la difusión de tecnología nuclear siguen siendo temas vigentes). En relación con las "nuevas cuestiones de seguridad" que representan la migración ilegal y especialmente el narcotráfico, los países de América Latina siguen siendo sensibles a cualquier cosa que pudiera legitimar o provocar la intervención de los Estados Unidos. En relación con el narcotráfico, sigue existiendo una clara diferencia entre la manera de percibir el problema de los Estados Unidos, quienes sostienen que la raíz del problema es la producción de estupefacientes y la de los países latinoamericanos (particularmente Perú y Colombia), quienes sostienen que el problema radica en la existencia de un mercado para dichos estupefacientes. Las cuestiones relacionadas con el medio ambiente han adquirido una gran importancia, pero las únicas que tienen relevancia directa para los Estados Unidos habrán de resolverse (o no) en el contexto del NAFTA. Esto ilustra el punto de que las redes de interdependencia de los Estados Unidos con América Latina son mucho menos densas que las que operan con México y son especialmente laxas en relación con los países del MERCOSUR, al tiempo que la infraestructura institucional hemisférica, incluyendo al BID, a la Organización de Estados Americanos y a la CEPAL podrían de hecho obstaculizar más que favorecer el proyecto del WHFTA. Por una parte, estas instituciones brindan apoyo a una amplia gama de intereses especiales (intelectuales, políticos y financieros) que podrían verse amenazados por el libre comercio y sus implicaciones comerciales y políticas; por la otra, la lenta acumulación de prácticas, redes y cultura institucionales ha creado una inercia que opera en contra de cualquier cambio. Queda pendiente aún la cuestión de la democracia. A menudo se argumenta que los Estados Unidos han cambiado su agenda política hacia América Latina a 318 partir del final de la Guerra Fría y que actualmente dan mayor prioridad a las reformas económicas y al progreso democrático. Pero la Iniciativa de las Américas no exige un régimen democrático como precondición para que un país sea incluido en un área de libre comercio, sino que se le requiere una "capacidad económica e institucional que permita cumplir con compromisos serios y de largo plazo", lo que resulta muy distinto. Tampoco debió México satisfacer ningún criterio a este respecto para ingresar al NAFTA y cualquier invocación que de la democracia haga un Área de Libre Comercio para las Américas queda desacreditada de antemano por el precedente sentado por el caso mexicano. Es cierto que la Organización de Estados Americanos tuvo éxito en coordinar una respuesta hemisférica al golpe militar en Haití en septiembre de 1991 y que la política de los Estados Unidos al respecto se resolvió en un marco multilateral, pero esto parece ser aún la excepción que confirma la regla. Resulta más típico el tipo de "intervencionismo democrático" que los Estados Unidos llevaron a cabo en Nicaragua y en Panamá. Dado que la historia demuestra que los esfuerzos estadounidenses por promover la democracia en el hemisferio son "generalmente insignificantes, a menudo contraproducentes y sólo ocasionalmente productivos",40 es dable esperar que la promoción de la democracia sea ignorada si ésta entra en conflicto con los intereses de los Estados Unidos. El establecimiento de la democracia, por lo tanto, no puede considerarse como una de las principales motivaciones para la creación del WHFTA. Hay quienes insisten en que la democracia debe ser una precondición para el establecimiento del WHFTA, así como la principal meta de la integración hemisférica y un componente esencial del progreso económico. Pero, a pesar de la reciente avalancha de las llamadas transiciones democráticas en América Latina, continúa existiendo una considerable variación en la forma y el grado de las prácticas democráticas en todo 319 el continente. Adicionalmente, la consolidación de la democracia a menudo es algo inseguro e incierto y ya se evidencian diferentes formas de "democradura" (tendencias autoritarias dentro de un contexto formalmente democrático) en países como Perú y Argentina (por no mencionar a Guatemala, El Salvador, Panamá, Venezuela, posiblemente Brasil y, desde luego, México). Por lo tanto, Smith sugiere que "en la medida en que la democratización represente una precondición para una integración efectiva en todo el hemisferio, las perspectivas de uno y otro proceso, se vuelven inciertas".41 Adicionalmente, dado que el nivel de prácticas democráticas varía grandemente de un país a otro en las agrupaciones subregionales existentes, tales como el NAFTA y el MERCOSUR, es probable que en el futuro previsible éstas sean manejadas por secretariados exclusivos, lo que sugiere que el control del proceso de integración en América Latina habrá de sufrir de un "déficit democrático" bastante mayor que el observado en la Comunidad Europea. En resumen, así como la dudosa democracia de los participantes no trabaja en favor de los proyectos de integración regional, los proyectos antidemocráticos de integración tampoco tienen efecto positivo alguno en la promoción de la democracia entre los países participantes. ¿DEL NAFTA AL WHFTA? Las dudas que rodean a la Iniciativa de las Américas, las dificultades que enfrentan la iniciativas subregionales dentro de América Latina y la promesa incierta de un Área de Libre Comercio de las Américas parecen sugerir que "el ingreso al NAFTA podría constituir el principal o aun el único camino para lograr acuerdos de libre comercio entre los países de América Central, América del Sur y los Estados Unidos".42 La presencia de una cláusula que regule el ingreso al NAFTA en el texto mismo del Tratado podría "evitar el surgimiento de un conjunto 320 abigarrado de acuerdos suscritos entre diferentes países del Hemisferio Occidental" y "el NAFTA mismo habría de constituirse en el texto que dichos países acabarían por suscribir".43 Como mínimo, el NAFTA podría servir de modelo para la elaboración gradual de un Área de Libre Comercio para las Américas. Pero aun los partidarios del WHFTA consideran que éste no es tan urgente como lo fue el NAFTA y sugieren que los Estados Unidos deberán primero adaptarse al libre comercio dentro del mismo NAFTA. Adicionalmente, si el WHFTA pretendiera ser tan totalizador como el NAFTA, deberá resolver primero las diferencias que hay entre las reglas de origen que se contemplan en dicho Acuerdo y las que operan en los Acuerdos de Libre Comercio latinoamericanos y caribeños, lo que implica necesariamente un largo proceso de negociaciones. Y dado que dichas negociaciones también estarían sujetas al progreso de las reformas internas dentro de América Latina y al clima político existente dentro de los Estados Unidos, "el WHFTA deberá considerarse como un largo noviazgo, que podría durar hasta una década y no como un matrimonio a la carrera".44 Aun las perspectivas más conservadoras podrían resultar injustificadamente optimistas. Las condiciones específicas para lograr la admisión al NAFTA son desconocidas pues "el NAFTA es poco específico cuando se trata de cuestiones de ingreso y de expansión del mismo".45 Pero resulta claro que toda decisión tomada en el seno del NAFTA habrá de guiarse por el principio de la unanimidad, pues los Estados Unidos no tolerarán verse superados por un voto conjunto de Canadá y México y porque sus socios menores buscarán maximizar sus propias fuerzas. El principio que opera aquí obedece a las reglas de un "juego de tres", pero aun los doce miembros de la Comunidad Europea (que desde 1985 han operado bajo un sistema de "mayoría calificada" en cuanto a los votos tendientes al establecimiento de un mercado único) han retenido el principio de unanimidad 321 en lo tocante a la admisión de miembros nuevos. En el seno del NAFTA, este principio permitirá a México vetar cualquier solicitud de acceso futuro y este país no tiene interés alguno en que los términos de su integración al mercado norteamericano se hagan extensivos a otros países del continente. En otras palabras, así como "los países que buscan la expansión de sus mercados o de sus economías productivas -como Estados Unidos- estarían interesados en aumentar la cantidad de miembros en un tratado como el NAFTA, los países que buscan atraer la inversión extranjera -como México- estarían interesados en restringir su membresía", "México tiene buenas razones para excluir del NAFTA a otras naciones latinoamericanas".46 Por lo anterior, el futuro resulta menos flexible de lo que parece y el simple hecho de que cada socio del NAFTA tenga poder de veto plantea un problema muy serio para una mayor integración del continente. Más que facilitar el advenimiento del WHFTA, el NAFTA podría acabar por evitarlo. Al mismo tiempo, el NAFTA no prohíbe a ninguno de sus miembros suscribir acuerdos de trato comercial preferencial con países no miembros y México ya ha negociado Acuerdos de Libre Comercio con Chile, Venezuela, Colombia y Bolivia. En principio, la cláusula de "Nación Más Favorecida" de la Asociación de Integración de América Latina (ALADI) (Artículo 44 del Tratado de Montevideo) obliga a México a hacer extensiva a los otros diez estados miembros de la Asociación cualquier ventaja comercial o de flujo de capital que pudiera otorgarse a países no miembros de la Asociación, por lo que las ventajas arancelarias acordadas con los Estados Unidos y Canadá en el marco del NAFTA constituyen una invitación a los países miembros de la ALADI a beneficiarse gratuitamente de las ventajas así ofrecidas por el mercado mexicano. Pero la existencia del NAFTA ha transformado radicalmente la situación estratégica de México y dado que sólo el 2 por ciento de su intercambio comercial se lleva a cabo con América Latina, 322 puede fácilmente rescindir sus compromisos previos. En lugar de cumplir con dichos compromisos, México podría establecerse como el centro de un nuevo arreglo de "centro y periferia" (con Chile, Colombia, Venezuela y América Central) lo que puede maximizar tanto sus intereses económicos como sus intereses políticos. Claramente, está buscando ampliar las ventajas económicas que ha ganado con el NAFTA, así como asegurar un mercado de consumo más amplio que permita sobrevivir a sus industrias menos competitivas, pues "el surgimiento de ciertos países 'centro' con los cuales se suscriban la mayoría de los acuerdos bilaterales puede asimismo crear incentivos para la concentración de la inversión en dichos países, pues cuentan con acceso a un mayor número de mercados y a insumos más económicos".47 De forma paralela, la diplomacia mexicana está utilizando su recién adquirida estatura comercial para extender y profundizar su influencia política en la subregión. Se ha sugerido que la nueva disposición "de centro y perifieria" adoptada por México podría entrar en conflicto con los esfuerzos que llevan a cabo los Estados Unidos para construir su propia "periferia", que derivaría del establecimiento de un "NAFTA mejorado", que operaría con Canadá, México y tres o cuatro de los países económicamente más avanzados en el continente. Pero una expansión restringida del NAFTA contribuiría a la fragmentación económica y política del continente, lo que sería contraproducente para los intereses hegemónicos de largo plazo de los Estados Unidos. Así como los Estados Unidos buscaron asegurar su frontera sur mediante el NAFTA, México busca asegurar su propia frontera sur por medio de la integración de América Central a una economía subregional ordenada que serviría para estabilizarla. En la medida en que los Estados Unidos vean sus propios intereses asegurados por el papel "subimperial" o "subhegemónico" de México, los 323 intereses comunes de los dos socios del NAFTA se combinarán para mantener el nuevo 'status quo'. El NAFTA no puede ni habrá de llevar al WHFTA. Algunos comentaristas han sugerido que los recientes acontecimientos en México de hecho invalidan la pertinencia de los planteamientos anteriormente presentados. El confilcto en Chiapas parecería indicar que el gobierno mexicano es incapaz de mantener la estabilidad dentro de su propio territorio, por lo que no resultaría realista esperar que fuera capaz de mantenerlo en América Central. Del mismo modo, el asesinato del candidato presidencial del partido en el poder parece probar que la sola existencia del NAFTA no puede garantizar la estabilidad de la frontera sur de los Estados Unidos. Por todo lo anterior, México no puede cumplir con un papel "subimperial" de manera confiable y los Estados Unidos no pueden basar su estrategia hemisférica en la presunción de que el sistema político mexicano es estable y de que el país marcha hacia la modernidad económica y social. Inclusive se ha sostenido que el NAFTA no hubiera sido ratificado jamás por los Estados Unidos si el alzamiento de Chiapas y el asesinato del candidato Colosio se hubieran dado antes de que dicha ratificación pasara al Congreso para su aprobación. Asimismo, tanto el gobierno como la opinión pública de los Estados Unidos actualmente tienen una visión cada vez más cargada de escepticismo en lo tocante al NAFTA. Los anteriores puntos de vista están equivocados, en parte por concentrarse en eventos coyunturales más que en las tendencias económicas de largo plazo y en intereses geopolíticos más amplios, pero también porque sobrestiman el significado de los eventos mismos. El asesinato del candidato presidencial Colosio no amenazó la estabilidad de México. Por el contrario, promovió una mayor cohesión en el seno del partido en el poder y le ganó votos entre los sectores más indiferentes de la población que, de otra manera, quizá hubieran permanecido en casa en las elecciones de agosto de 1994. Este voto, llamado 324 "del miedo", confirma la conclusión de prácticamente todos los estudios que se han hecho sobre la cultura política mexicana: que el partido en el poder goza de una "hegemonía débil", que se deriva directamente de un temor generalizado a que las alternativas sean peores y, sobre todo, más violentas. Más vale malo conocido que bueno por conocer. El levantamiento de Chiapas reforzó dichos miedos y el gobierno mexicano ha empleado una mezcla de cooptación y coerción para contenerlo. Ciertamente, las respuestas militares iniciales y las más recientes han sido violentas, pero cuando a los militares se les ordenó terminar con la violencia, acataron la orden. Resulta difícil imaginar a los ejércitos de Guatemala o El Salvador cumpliendo con órdenes políticas provenientes de un gobierno civil de esta misma forma. Reflexionando un poco más, el levantamiento armado puede reforzar el compromiso de los Estados Unidos con el NAFTA y con la modernización de México. De no hacerlo, se podría propiciar el surgimiento en México de la patología centroamericana. El propósito principal del NAFTA consiste en legislar, canalizar y ofrecer garantías legales para un proceso de integración económica que ya se había iniciado años atrás. Este proceso habría seguido adelante aun sin el NAFTA, pero su establecimiento consolidó la integración lograda hasta entonces y funcionó como catalizador para una mayor integración. Al mismo tiempo, en su dimensión política, el NAFTA consolida intereses estratégicos vitales de los Estados Unidos y brinda un punto de anclaje para la elaboración de una política coherente hacia América Latina, tanto en lo geopolítico como en lo estratégico. Los acontecimientos más recientes no cambian en nada la justificación económica del NAFTA y, en cambio, sí podrían servir para reforzar su importancia estratégica. Desde el punto de vista de los Estados Unidos, el sentido estratégico del acuerdo fue siempre de carácter conservador, en la medida en que servía para mantener la estabilidad del sistema político mexicano 325 y, por lo tanto, la estabilidad de la frontera Sur de los Estados Unidos. Reforzar este sentido estratégico significa reforzar su conservadurismo, por lo que el paso del NAFTA al WHFTA resulta más remoto que nunca. A pesar de las declaraciones llenas de optimismo que se escucharon en la Cumbre de las Américas, el consenso político de los Estados Unidos acabará por aconsejar cautela. Hemos llegado hasta este punto, pero no iremos más lejos. 326 Notas _________________ 1. Presidente George Bush, 27 de junio de 1990. 2. Ver Raymond J. Ahearn, Nancy Serafino y Betsy A. Cody, Enterprise for the Americas Initiative: Background, Congressional Action and Future Prospects (Washington, D.C.; Congressional Research Service, 23 de julio de 1993). 3. Ver Peter H. Smith, "The Politics of Integration: Concepts and Themes", en Peter H. Smith, ed., The Challenge of Integration: Europe and the Americas (Brunswick, N.J.; Transaction Books, 1993), pp. 1-16. 4. Ver Sidney Weintraub, "Regionalism and the GATT: the North American Initiative", SAIS Review 11 (invierno-primavera, 1991), pp. 45-57. 5. Ver Sidney Weintraub, "Western Hemisphere Free Trade: Probability or Pipe Dream?", The Annals of the American Academy 526 (marzo de 1993). 6. Ver Joe Foweraker, "The Political Actors of Civil Society: Winners and Losers", en Smith, ed., The Challenge of Integration, p. 94. 7. Ver Riordan Roett, "Why Integration Now? U.S. Interests and Purposes", en Smith, ed., The Challenge of Integration, p. 94. 8. Weintraub, "Western Hemisphere Free Trade", p. 10. 9. Ver Raymond J. Ahearn y Alfred Reifman, U.S. Interest in Western Hemisphere Free Trade (Washington, D.C.; Congressional Research Service, noviembre de 1993). 10. El NAFTA eliminará la mayoría de las barreras arancelarias y no arancelarias internas, muchas de ellas de manera inmediata y el resto en un lapso de diez años y no aumentará las barreras al intercambio comercial con terceros países. Por lo tanto, parece cumplir con las condiciones expuestas en el Artículo XXIV. Pero algunos observadores japoneses sugieren que las reglas de origen del NAFTA violan las condiciones al elevar las barreras en la realidad. Ver George D. Holliday, NAFTA: Effects on Trade with Nonmember Countries (Washington, D.C.; Congressional Research Service, febrero de 1993). 11. Ver Jeffrey J. Schott y Gary C. Hufbauer, "Free Trade Areas, the Enterprise for the Americas Initiative and the Multilateral Trading System", en Colin I. Bradford, Jr., ed., Strategic Options for Latin America in the 1990 (París; Organization for Economic Cooperation and Development [OECD], 1992). Ver también Jagdish Bhagwati, "Beyond NAFTA: Clinton's Trading Choices", Foreign Policy 91 (verano de 1993), pp. 155-162. 12. Ahearn y Reifman, U.S. Interest in Western Hemisphere Free Trade. 13. Bhagwati, "Beyond NAFTA: Clinton's Trading Choices", p. 162. 14. Ahearn y Reifman, U.S. Interest in Western Hemisphere Free Trade, p. 6. 15. Ver Andrew Hurrell, "Latin America in the New World Order: A Regional Bloc of The Americas?" International Affairs 68, nº 1 (1992), pp. 121-139. 327 16. Ver Sergio Bitar y Colin I. Bradford, Jr., "Strategic Options for Latin America in the 1990", en Bradford, Jr., ed., Strategic Options for Latin America in the 1990. 17. Ver Gary C. Hufbauer y Jeffrey J. Schott, "The Changing Hemispheric Trade Environment: Opportunities and Obstacles", University of Miami Inter-American Law Review (primaveraverano, 1991), p. 264. 18. Peter Hakim, "Western Hemisphere Free Trade: Why Should Latin America Be Interested?" The Annals of the American Academy 526 (marzo de 1993). 19. Ver David E. Lewis, "The North American Free Trade Agreement: Its Impact on Caribbean Basin Economies", Caribbean Affairs 4 (octubre-diciembre de 1991), pp. 56-67. 20. Ver Mikio Kuwayama, "Latin America and the Internationalization of the World Economy", CEPAL Review 46 (abril de 1992), p. 26. 21. Hufbauer y Schott, "The Changing Hemispheric Trade Environment: Opportunities and Obstacles", p. 265. 22. Weintraub, "Western Hemisphere Free Trade", p. 18. 23. Como consecuencia, se sostiene que sería mejor que las agrupaciones subregionales se constituyeran en un vehículo para su participación en la Iniciativa de las Américas o, aún mejor, pensar en negociar la Iniciativa entre el NAFTA y una posible Asociación de Libre Comercio para América Latina y el Caribe. Ver Sidney Weintraub, Trade Opportunities in the Western Hemisphere (Lyndon B. Johnson School of Public Affairs, Universidad de Texas en Austin, 1991). 24. Ver Richard Weisskoff, "Income Distribution and the Enterprise of the Americas Initiative", Interamerican Studies and World Affairs 33, nº 4 (invierno de 1991), p. 118. 25. Hufbauer y Schott, "The Changing Hemispheric Trade Environment: Opportunities and Obstacles", p. 283. 26. Ver Gert Rosenthal, Open Regionalism in Latin America and the Caribbean (Santiago, Chile; CEPAL, 1994). Este informe expresa cierta preocupación por la carencia de aranceles externos comunes en los Acuerdos de Libre Comercio subregionales del hemisferio y sostiene que las reglas de origen tienden a actuar "como herramientas para restringir el intercambio comercial" y como "instrumento oculto del proteccionismo". El informe no se refiere al NAFTA en lo particular. 27. Ver Diana Brand, "Free Trade in Latin America: A Successful Way Out of the Crisis?", Intereconomics 26 (noviembre-diciembre de 1991), p. 286. 28. Ver Alberto van Klaveren, "Why Integration Now? Options for Latin America", en Smith, ed., The Challenge of Integration p. 140. 29. Van Klaveren, "Why Integration Now? Options for Latin America". 30. Weintraub, "Western Hemisphere Free Trade". 31. Sidney Weintraub, "The New U.S. Economic Initiative Toward Latin America", Interamerican Studies and World Affairs 33, nº 1 (primavera de 1991). 328 32. Hakim, "Western Hemisphere Free Trade: Why Should Latin America Be Interested?", p. 124. 33. Weintraub, "Western Hemisphere Free Trade", p. 17. 34. Hakim, "Western Hemisphere Free Trade", p. 125. 35. Roett, "Why Integration Now?", p. 112. 36. Kuwayama, "Latin America and the Internationalization of the World Economy", p. 24. 37. Hurrell, "Latin America in the New World Order", p. 123. 38. Smith, "The Politics of Integration", p. 2. 39. Roett, "Why Integration Now? U.S. Interests and Purposes", p. 103. 40. Abraham F. Lowenthal, "The United States and Latin American Democracy: Learning from History", en Abraham F. Lowenthal, ed., Exporting Democracy: The United States and Latin America (Baltimore; Johns Hopkins University Press, 1991). 41. Smith, "Decision Rules and Governance", en Smith, ed., The Challenge of Integration, p. 375. 42. Van Klaveren, "Why Integration Now? Options for Latin America", p. 127. 43. Schott y Hufbauer, "Free Trade Areas, the Enterprise for the Americas Initiative and the Multilateral Trading System", p. 265. 44. Schott y Hufbauer, "Free Trade Areas, the Enterprise for the Americas Initiative and the Multilateral Trading System", p. 265. 45. Smith, "The Politics of Integration: Guidelines for Policy", p. 403. 46. Smith, "Decision Rules and Governance", pp. 381-82. 47. Rosenthal, Open Regionalism in Latin America and the Caribbean. 329 TERCERA PARTE NAFTA, WHFTA Y LA CUENCA DEL PACÍFICO 330 La integración regional en el continente americano y especialmente el NAFTA, han provocado fuertes y diversas respuestas en los países de la Cuenca del Pacífico. La perspectiva de un WHFTA (Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental) tiene implicaciones aún más profundas para esta región. Ambos acontecimientos han generado una serie de preguntas: ¿cómo reaccionar ante el NAFTA y/o el WHFTA? ¿cuáles son las perspectivas de la integración regional en la zona del Pacífico asiático? ¿llevará esta dinámica a la formación de bloques competitivos y hostiles? Los capítulos que siguen presentan una amplia gama de perspectivas relativas a estas cuestiones. Analizando las perspectivas económicas del Japón, Shoji Nishijima explica el profundo temor de que el NAFTA se convierta en un instrumento proteccionista y describe el desconcierto que se vive en Tokio ante la incongruencia de Washington, que se ha comprometido en un proceso de regionalización en el continente americano al tiempo que critica las iniciativas similares que se llevan a cabo en Asia. Los análisis económicos, así como las declaraciones oficiales, sugieren que Japón tiene un permanente interés en un régimen de libre comercio, más que en el establecimiento de bloques exclusivos, por lo que existen escasas perspectivas para la creación de una agrupación formal del Este asiático. El principal reto, desde el punto de vista de Nishijima, consiste en asegurar que la APEC se convierta en un vehículo para el "regionalismo abierto". Adoptando una perspectiva política, Kotaro Horisaka examina la gama de opciones de política exterior con las que cuenta Japón, en respuesta a lo que llama "la nueva doctrina regional interamericana." En contraste con otros autores, Horisaka supone que los Estados Unidos tienen intenciones serias de ampliar el NAFTA y convertirlo en un WHFTA (Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental), asegurando así la hegemonía hemisférica como un recurso con el 331 cual Estados unidos podrá hacer frente al resto del mundo. Conviene a los intereses del Japón oponerse a esta tendencia y Horisaka esboza un número de medios prudentes pero eficaces para conseguir los propósitos japoneses: fortalecimiento de nexos bilaterales, creciente participación en las organizaciones multilaterales, mayor y más intenso intercambio comercial y ampliación de la asistencia para el desarrollo (ODA) sobre una base de flexibilidad. Aun actuando como potencia extrahemisférica, este análisis sugiere que Japón no debería dejar a América para los americanos. En relación con la ASEAN, Mohamed Ariff nos brinda una visión matizada e imparcial del NAFTA. Si bien los líderes de las naciones de la ASEAN han expresado un gran temor de que el NAFTA reduzca el acceso de sus naciones al mercado estadounidense, especialmente por las preferencias otorgadas a México, Ariff señala que la desviación de comercio habrá de ser mínima y que inclusive pudiera quedar compensada por los efectos del crecimiento. La potencial desviación de la inversión es un tema distinto y más problemático. Pero el mensaje más perturbador que envía el NAFTA, desde la perspectiva de la ASEAN, es la duda que ha planteado sobre el compromiso de Washington con un régimen comercial multilateral de comercio (como el representado por el GATT y la OMC). Frente a dichas preocupaciones, las naciones de la ASEAN cuentan con varias opciones estratégicas en relación con sus propios procesos de integración, con la integración transpacífica y con el escenario multilateral. El futuro se muestra muy indeterminado: según las conclusiones de Ariff, "mucho habrá de depender de la forma en que los países de la ASEAN jueguen sus cartas". El capítulo siguiente se ocupa de la República Popular de China, en el cual Suisheng Zhao describe la reacción frente al NAFTA y su posible ampliación hacia una WHFTA. Completamente comprometidos con una vía de desarrollo 332 basada en las exportaciones, los líderes chinos han expresado sus temores en relación con el proteccionismo de los Estados Unidos y a la competencia proveniente de México. La respuesta estratégica de Beijing ha consistido en intensificar sus contactos económicos y políticos informales en toda la región del Asia- Pacífico, especialmente con Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur y Japón. Como parte de un énfasis general en la diversificación de mercados, la República Popular de China tiene la intención de desarrollar nexos con Canadá y América Latina, en particular con México. China también está buscando obtener su ingreso al GATT. Retomando los temas anteriores, Shigeyuki Abe hace un recuento del estado de cosas y de las perspectivas para la integración económica entre las naciones de la región Asia-Pacífico. Pone de manifiesto una red de planes subregionales sorprendentemente compleja y altamente eficaz, pero que se basa fundamentalmente en nexos informales. La región Asia-Pacífico se ha convertido en un centro de crecimiento dinámico en ausencia de una compleja infraestructura institucional, según señala Abe, de modo que no hay ningún motivo poderoso para constituirla ahora. Asia no tiene pensado seguir el modelo europeo y ni siquiera el del NAFTA. A pesar de las presiones de los Estados Unidos, da a entender Abe, la APEC deberá mantenerse como una organización para consultas informal y flexible, en vez de convertirse en una área formal de libre comercio. Una vez más, la clave de la liberalización global reside en un regionalismo abierto. Para concluir el volumen, el capítulo final presenta un planteamiento prescriptivo, preparado por Shoji Nishijima, el cual esboza opciones y recomendaciones de política. En cierto sentido, este ensayo ofrece una síntesis conceptual de los argumentos presentados a lo largo del libro. En otro sentido, brinda directrices prácticas para los encargados de diseñar políticas y para los 333 agentes internacionales, tanto en el escenario multilateral, como en la región Asia-Pacífico, en América Latina y en los Estados Unidos. Su argumento básico consiste en sostener que los beneficios globales de la integración regional no habrán de provenir de la libre operación del mercado, sino de la aplicación de un liderazgo político firme y decidido. 334 CAPITULO DIEZ JAPÓN, LA INTEGRACIÓN REGIONAL Y LA CUENCA DEL PACÍFICO Shoji Nishijima* En la presente década, las relaciones entre los Estados Unidos y Japón han sido complejas y difíciles, particularmente en el área económica. Una razón de los conflictos ha sido el surgimiento de Japón como potencia económica mundial y su continua reticencia a abrir sus mercados, pero también el declive de los Estados Unidos ha influido. La reunión "de negociación comercial integral" de febrero de 1994 entre el presidente Clinton y el Primer Ministro Hosokawa fracasó por la fuerte oposición japonesa a aceptar restricciones cuantitativas a sus exportaciones con el fin de reducir el desequilibrio comercial existente entre ambos países. El rechazo de Japón a aceptar dichas medidas recibió el apoyo de la Unión Europea, que piensa que los Estados Unidos no están buscando una apertura global de los mercados japoneses, sino simplemente su acceso a los mismos. Otro ejemplo de esta tensión es la reciente apertura del mercado de arroz japonés. Ésta se dio a través de un incremento de las cuotas, en tanto que el establecimiento de aranceles quedó pospuesto debido a la fuerte presión de los Estados Unidos. El desequilibrio comercial bilateral está creciendo. Como resultado del colapso de su economía a principios de los 90, Japón entró en una recesión que lo ha llevado a un superávit comercial cada vez mayor, en respuesta a la caída de sus importaciones y a la estabilidad de sus exportaciones. El déficit comercial bilateral de los Estados Unidos con Japón alcanzó la cifra récord de 59,000 335 millones de dólares en 1993, superando los 41,000 millones de 1990. Este creciente desequilibrio comercial podría servir de justificación para aplicar medidas proteccionistas en América del Norte y para que los Estados Unidos ejerzan presiones políticas más fuertes. En este contexto, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) deberá enfrentar conflictos potenciales en el escenario económico y político de la región del Pacífico. Si el NAFTA alentara a los encargados de diseñar políticas en los Estados Unidos a establecer un regionalismo "cerrado" o exclusivo en América del Norte, las relaciones entre los Estados Unidos y Japón podrían complicarse aún más. Esto es, si la relación con Japón se deteriora, los Estados Unidos podrían responder mediante el fortalecimiento de las políticas proteccionistas del NAFTA. Por lo anterior, la sociedad entre Estados Unidos y Japón habrá de ser crucial y dependerá de la dirección que adopte el NAFTA. Un número creciente de japoneses ha comenzado a pensar que la política que los Estados Unidos han seguido hacia Japón es insostenible, pues los Estados Unidos se han comprometido con la integración regional en América del Norte al tiempo que insisten en que Japón debe liberalizar aún más su propio intercambio comercial. El intento de formar un Grupo Económico del Este Asiátco (EAEG), propuesto por el Primer Ministro de Malasia, provocó irritación en los Estados Unidos y una rápida reacción de su gobierno que presionó a Japón para que no aceptara la propuesta. Reconociendo esta fricción, el EAEG fue rebautizado como Conferencia Económica del Este Asiático (EAEC), con el fin de enfatizar sus características de órgano consultivo. Susan Kaufman Purcell y Robert M. Immerman presentan un argumento económico contra la EAEC que es común en los Estados Unidos: la EAEC "podría muy bien inspirar a los Estados Unidos a hacer justamente lo que Mahatir, Primer Ministro de Malasia, había 336 temido inicialmente, volver su espalda al Pacífico y concentrarse de manera exclusiva en las zonas comerciales del Hemisferio Occidental y Europea".1 La reacción oficial de los Estados Unidos, a su vez, causó perplejidad en Japón. Esto no se debió a que Japón aprobara la supuesta conveniencia y eficacia de un EAEG que excluyera a los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, sino a la actitud estadounidense que se oponía a la integración regional en la región Asia-Pacífico al tiempo que promovía un acuerdo de libre comercio en América del Norte. Kozo Watanabe, ex-Ministro de Comercio Internacional e Industria del Japón, ha señalado la contradicción en la postura de los Estados Unidos.2 La percepción que hay en Japón en cuanto a que el NAFTA perjudicará sus niveles de bienestar se fundamenta en los posibles efectos discriminatorios que éste acarreará sobre el comercio y la inversión en Asia. Con el fin de mitigar esta percepción, el gobierno de los Estados Unidos ha estado enfatizando los aspectos no proteccionistas del NAFTA, al tiempo que proclama un compromiso firme en favor de la asociación y la cooperación en la Cuenca del Pacífico. Uno de los ejemplos visibles lo constituyó su actitud tendiente a fortalecer el papel de la APEC, según propuso Clinton en la reunión que de la misma se llevó a cabo en noviembre de 1993 en Seattle. Existe un consenso unánime entre los miembros de la APEC, en el sentido de que ésta no debe ser una institución cerrada, ni "una fortaleza" como la Unión Europea. La reunión de 1993, sin embargo, reveló inesperadamente la existencia de desacuerdos entre sus miembros. Algunos de ellos (los Estados Unidos, Australia, Corea del Sur y Singapur, por ejemplo) se inclinan a considerar a la APEC como una institución a través de la cual se negocie la liberalización comercial en la región del Pacífico. El otro grupo (que incluye a los otros cinco países de la ASEAN y a Japón) sostiene que la APEC debe constituir un marco 337 flexible para la cooperación económica y que la liberalización comercial debería abordarse fundamentalmente en el seno del GATT. Los países de la ASEAN temen que sus mercados sean dominados por otros miembros de la APEC, si es que ésta se llegara a constituir en un área de libre comercio. Por esta razón, los países de la ASEAN pretenden abrir sus mercados paulatinamente y en una región limitada, según lo pone de manifiesto la propuesta de Acuerdo de Libre Comercio de la ASEAN (AFTA). Estos países tampoco apoyan el fortalecimiento y la profundización de la APEC, con miras a negociaciones comerciales (por ejemplo, una ronda de negociaciones APEC), pues esto podría llevar a presiones para que estas naciones abrieran sus mercados antes de que sus industrias fueran competitivas a nivel internacional. Por su parte, la actitud conservadora de Japón a este respecto se basa en preocupaciones que involucran una mayor participación de Estados Unidos en la APEC, la cual posiblemente iría en demérito de la posición de Japón en la región y en el temor de que se les critique por sus barreras comerciales -mismas que seguramente se convertirían en uno de los temas principales de tales negociaciones. No obstante, la actitud de Japón no resultará aceptable en el futuro, pues la APEC se encuentra en un punto clave de su desarrollo y su papel se ha convertido en uno de los temas más importantes del escenario económico y político mundial, en vista de la conclusión exitosa de la Ronda Uruguay del GATT a finales de 1993. En este capítulo examino las opciones del Japón frente al regionalismo en América del Norte. ¿Por qué carece Japón de incentivos para celebrar acuerdos bilaterales y multilaterales de libre comercio en la región del Pacífico mediante una estructura formal e institucional? Si Japón escoge comprometerse con un marco no institucional, ¿cuál sería la mejor estructura regional? y, en lo particular, ¿cómo sería una forma viable de la APEC en el futuro? Con el fin de 338 abordar estas cuestiones, comienzo con un panorama del proceso de desarrollo del Pacífico asiático, mismo que ha sido promovido por un marco institucional bastante informal. A continuación, presento un modelo muy sencillo para analizar los incentivos existentes para constituir o no acuerdos de libre comercio. Posteriormente, discuto las opciones que tiene a su alcance Japón y la improbabilidad de una integración formal en la región Asia-Pacífico, así como las perspectivas de la APEC como organización para el regionalismo abierto, esquema que Japón debería procurar fortalecer. TENDENCIAS ECONÓMICAS EN EL ÁREA ASIA-PACÍFICO Por más de treinta años, la región Asia-Pacífico ha mantenido altas tasas de crecimiento y se ha constituido en un polo de desarrollo en la economía mundial. La Tabla 10.1 muestra el desempeño económico de los tres grupos económicos: el Este de Asia (compuesto por las Economías de Reciente Industrialización o NIEs, por los países de la ASEAN, Japón y China); los países del NAFTA (Estados Unidos, Canadá y México) y la Comunidad Europea. La tasa promedio de crecimiento real del Este de Asia se mantuvo por encima del 5.4 por ciento en los últimos años de la década de los 80, en tanto que los países del NAFTA como los de la Comunidad Europea (CE 12) presentaron tasas de crecimiento real relativamente bajas, de 2.6 y 3.1 por ciento, respectivamente. A pesar de la disminución en el ritmo de actividad de la economía mundial, el Este de Asia ha mantenido en la década de los 90 tasas de crecimiento relativamente altas. Las Economías de Reciente Industrialización (NIEs) y las naciones de la ASEAN crecieron más de 6 por ciento en 1991 y 1992. La República de China también se 339 ha destacado por sus altas tasas de crecimiento: el crecimiento real alcanzó 11.2 por ciento como nivel máximo en 1992, tras haber sostenido una tasa promedio de 5.3 por ciento entre 1989 y 1991. Las tasas de 1993 parecen haber disminuido ligeramente, aunque siguen siendo altas. Tomando en cuenta el crecimiento del Este de Asia, parece justo suponer que la región continuará siendo un polo de crecimiento. Estados Unidos y Japón, al enfrentar un dinamismo económico decreciente entre los países del mundo desarrollado, están comenzando a considerar a la región Asia-Pacífico como un mercado estratégicamente indispensable para sus productos. En cierto sentido, el acceso al mercado de esta región constituye un "salvavidas" tanto para la economía estadounidense como para la japonesa. Resulta evidente que estas altas tasas de crecimiento en la región han sido precedidas por un aumento significativo en el comercio y la inversión extranjera directa (IED). La Tabla 10.2 muestra los cambios en la participación del comercio mundial que han experimentado estas tres regiones. La participación del Este Asiático se ha duplicado en los últimos veinte años. En 1970 representó 10.8 por ciento, en 1980 14.2 por ciento, en 1990 20.5 y 21.7 por ciento en 1992. En contraste, los países del NAFTA y la CE 12 han mantenido participaciones constantes: aproximadamente del 20 40 por ciento, respectivamente. Este fuerte crecimiento en el intercambio comercial del Este Asiático ha sido promovido por una firme expansión de las exportaciones del sector manufacturero y, también, por un continuo aumento en el intercambio comercial entre los países de la región. Los cambios en los flujos comerciales intraregionales aparecen en la Tabla 10.3. Como se observa, los porcentajes de comercio intraregional han aumentado de un 35.2 por ciento en 1980 a un 40.6 por ciento en 1990 y 43.9 por ciento en 1992. Esta última cifra se halla por debajo de la que corresponda a la CE 12 340 (60.7 por ciento), pero está ligeramente por encima de la del NAFTA (40.3 por ciento).3 Resulta notable que la región del Este Asiático haya sido capaz de lograr niveles relativamente altos de intercambio comercial intraregional sin un marco institucional formal y, que a pesar de que se haya acelerado dicho intercambio, el comercio del Este Asiático con otras regiones continúe siendo importante. El intercambio comercial (exportaciones más importaciones) con los países del NAFTA se ha mantenido por encima del 20 por ciento del total del intercambio comercial del Este Asiático, aunque se observa una tendencia decreciente a partir de la segunda mitad de la década de los 80.4 El intercambio comercial con la CE 12 muestra un aumento pequeño pero constante, pasando del 11 al 14.3 por ciento en 1992. De este modo, a pesar de la dramática expansión del intercambio comercial entre los países de la región del Este Asiático, ésta sigue dependiendo substancialmente del intercambio comercial con el resto del mundo, en particular con América del Norte y con Europa. 341 Tabla 10.1 Tasas de crecimiento en tres regiones económicas: América del Norte, Europa y el Este de Asia. tasas de crecimiento real de tres regiones económicas (%) __________________________________________ 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 _____ _____ _____ _____ _____ _____ _____ NAFTA 2.6 3.4 4.4 2.6 1.0 -1.1 3.3 Estados Unidos 2.9 3.1 3.9 2.5 0.8 -1.2 3.4 Canadá 3.3 4.2 5.0 2.3 -0.5 -1.7 2.1 México -3.8 1.7 1.2 3.3 4.4 3.6 2.5 Comunidad Europea 2.8 2.7 4.0 3.5 2.8 0.8 1.4 Este de Asia 3.9 5.5 6.8 5.3 5.6 5.0 3.3 2.6 4.1 6.2 4.7 5.2 4.3 1.4 11.0 12.3 9.6 6.3 6.7 7.4 6.2 ASEAN 4.5 6.0 8.1 8.7 7.6 6.0 6.7 China 7.7 10.2 11.3 4.4 4.7 6.9 11.2 Japón NIEs asiáticas Nota: NAFTA: Estados Unidos, Canadá y México; Comunidad Europea: Francia, Italia, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, el Reino Unido, Irlanda, Dinamarca, Grecia y (a partir de 1988) España y Portugal; NIEs asiáticas: Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong Kong; Países de la ASEAN: Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Brunei; Este de Asia: Japón, NIEs asiáticas, países de la ASEAN y China. Fuente: Fondo Monetario Internacional, Economic Outlook; Ministerio de Finanzas de Japón. 342 Tabla 10.2. Participación en el comercio mundial por regiones: América del Norte, Europa y Este de Asia. participación en el comercio mundial por regiones (%) _________________________________________________ 1970 ______ 1975 ______ 1980 ______ 1985 ______ 1990 ______ 1992 ______ 10.7 17.9 16.6 20.0 18.0 18.1 Comunidad Europea 40.8 38.7 36.9 39.0 41.4 39.6 Este de Asia 12.3 14.2 18.3 20.5 21.7 NAFTA 10.8 Nota: Las participaciones incluyen exportaciones e importaciones Fuente: Fondo Monetario Internacional, Direction of Trade Statistics, varios números. 343 Tabla 10.3 Participación en el comercio inter e intraregional: América del Norte, Europa y el Este de Asia participación comercial iter e Intraregional ____________________________________________ 1980 1986 1990 1992 ____ ____ ____ ____ NAFTA NAFTA Comunidad Europea Este de Asia 31.5 18.1 19.1 33.0 18.3 27.3 37.4 18.4 26.4 40.3 17.2 27.0 Comunidad Europea NAFTA Comunidad Europea Este de Asia 7.7 52.4 4.3 9.0 57.5 6.0 8.1 60.8 6.8 7.9 60.7 7.7 Este de Asia NAFTA Comunidad Europea Este de Asia 21.0 11.0 35.2 28.8 12.8 36.1 23.8 13.9 40.6 22.8 14.3 43.9 Fuente: Fondo Monetario Internacional, Direction of Trade Statistics, varios números. La Tabla 10.4 presenta datos relativos a la Inversión Extranjera Directa (IED). Se observa un flujo de inversión hacia los países del Este Asiático con un aumento dramático en la segunda mitad de la década de los 80. En particular, los países de la ASEAN recibieron en 1990 más de diez veces el monto de la Inversión Extranjera Directa alcanzada en 1986, en tanto que las NIEs asiáticas han mostrado un crecimiento sostenido. En 1991 y 1992, sin embargo, la 344 Inversión Extranjera Directa disminuyó en la ASEAN, para orientarse hacia China e Indochina. Este cambio se explica debido a los aumentos relativos en los salarios reales de las NIEs, a los cuellos de botella que existen en la infraestructura de los países de la ASEAN, al drástico viraje hacia políticas de mercado en China e Indochina y a la inversión estratégica realizada en la República Popular de China por parte de los miembros de la comunidad china residentes en el extranjero, factores todos que contribuyeron a este cambio. Esto es, así como en la década de los 80 la Inversión Extranjera Directa cambió de las NIEs a los países de la ASEAN, actualmente su destino está cambiando de éstos últimos a China, Indochina y aun al Sur de Asia. La estructura de ventajas comparativas de la región Asia-Pacífico ha respondido al aumento de la Inversión Extranjera Directa. La Inversión Extranjera Directa dirigida a la manufactura ha provocado el movimiento de las industrias y de los procesos productivos primero de Japón a las NIEs, luego de las NIEs a los países de la ASEAN y, finalmente, de éstos últimos a China y el Sur de Asia. Este proceso dinámico corresponde a cambios en los patrones comerciales, mismos que han favorecido el rápido crecimiento de la región. Este crecimiento ha sido además impulsado por la Inversión Extranjera Directa -de origen distinto al japonés- en los países del este asiático y en las naciones de la ASEAN. La posibilidad de que el NAFTA, pudiera desviar la inversión de Japón y las NIEs de los países de la ASEAN hacia América del Norte, requiere un análisis cuidadoso, especialmente en lo que se refiere a sus efectos en los países de la ASEAN y en China. Cabe hacer notar que los convenios comerciales y de inversión se han llevado a cabo sin un marco institucional. 345 Tabla 10.4 Flujos de Inversión Extranjera en Asia (en millones de dólares de E.U.) 1986 1987 1988 1989 1990 1991 _____ _____ ______ ______ ______ _______ 1992 _____ Países de la ASEAN Filipinas Malasia Tailandia Indonesia 2,061 78 203 953 826 3,931 167 298 1,946 1,520 11,949 452 768 6,249 4,481 14,774 804 1,256 7,995 4,719 26,143 961 2,303 14,128 8,751 16,804 783 2,255 4,988 8,778 23,130 630 2,185 10,022 10,293 NIEs asiáticas Corea del Sur Taiwán Hong Kong Singapur 1,876 354 770 205 547 3,412 1,060 1,419 245 687 3,648 1,283 1,183 359 824 4,685 1,090 2,418 343 833 4,631 803 2,302 303 1,224 4,947 1,396 1,778 348 1,425 na 895 1,461 na 1,711 China (a) (b) 2,834 1,874 3,709 2,314 5,297 3,193 5,600 3,393 6,596 3,487 11,977 4,366 58,124 10,723 na na 363 538 600 1,221 1,905 Vietnam Nota: China: (a) base contractual, (b) desembolso real Fuente: JETRO, JETRO Hakusyo (Documentos Blancos); Comercio, 1993 346 Otras fuerzas prominentes en la región Asia-Pacífico se encuentran en el dramático desarrollo de las zonas económicas subregionales: (1) el Triángulo del Crecimiento (Singapur, el estado Johor de Malasia y la isla Batam de Indonesia); (2) la zona del Baht (Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam); y (3) la Gran Zona Económica del Sur de China (Hong Kong, las provincias chinas de Guangdong y Fujian y Taiwán). El crecimiento de estas subregiones es el resultado de la iniciativa individual operando en un entorno de mercado. En este sentido, su existencia y éxito constituyen un elemento en contra de quienes propugnan por la formación de un marco regional institucional. INCENTIVOS PARA UNA INTEGRACIÓN FORMAL: ANÁLISIS TEÓRICO Existen argumentos persuasivos que explican por qué la región AsiaPacífico no tiene la intención de establecer un marco institucional para el libre comercio con países tanto de dentro como de fuera de la región: (1) Los países de la región Asia-Pacífico han alcanzado altas tasas de crecimiento básicamente por medio de mecanismos de mercado, sin integración regional institucional alguna. No está claro si un marco regional institucional habría llevado a la región a niveles de crecimiento tan dramáticos como los alcanzados. (2) Se espera que la región Asia-Pacífico continúe siendo un polo de crecimiento en el futuro. En consecuencia, no existe ninguna buena razón para introducir un marco institucional en lugar de aplicar las políticas orientadas hacia la exportación que hasta ahora han seguido los países de la región. La 347 introducción de este marco podría generar fricciones comerciales en lugar de altas tasas de crecimiento. (3) El intercambio comercial de los países de la región continúa dependiendo en gran medida del comercio con países fuera de la región, especialmente con América del Norte. Si una iniciativa de integración para la región AsiaPacífico provocara represalias por parte de Norteamérica y se generara una contracción comercial severa, ciertamente dicha iniciativa no resultaría prudente. (4) Dada la gran diversidad económica y cultural que existe en el área AsiaPacífico, resulta difícil establecer políticas comunes, y el costo de establecer y mantener la integración en la región sería enorme. (5) Las economías de los países de la región Asia-Pacífico son pequeñas, con la excepción de Japón, China e Indonesia. Por lo tanto, los beneficios potenciales que podrían derivarse de economías de escala serían menores a los esperados en la CE o en los países del NAFTA, especialmente si no todos los países se unen en un bloque regional. (6) La dinámica de las zonas "naturales" subregionales, de rápido crecimiento, se basa en la "localidad", misma que se extiende a través de las fronteras pero sólo dentro de un área geográfica limitada. Si se constituyera un acuerdo institucional entre las naciones con subregiones, éste podría disminuir las ventajas de la localidad. Debido a que un acuerdo cubriría todas las partes de un país, el capital privado (y extranjero) podría preferir buscar ventajas en el acuerdo mediante la inversión en zonas diferentes a las subregiones. 348 Las razones anteriores no explican del todo por qué Japón se muestra reticente a constituir acuerdos bilaterales o regionales en la región Asia-Pacífico, en tanto que los Estados Unidos (el gobierno de Bush y algunos miembros del Senado de los Estados Unidos, en particular) han sugerido que los países asiáticos deberían suscribir acuerdos individuales bilaterales de libre comercio con los Estados Unidos. Si en teoría tanto Japón como Estados Unidos tienen el mismo nivel de acceso a los mercados de la zona, ¿qué factores explican la diferencia entre la postura de Estados Unidos y la de Japón? Para analizar esta cuestión podemos utilizar un modelo sencillo (ver Gráfica 10.1). Se basa en tres países con la misma industria: dos países desarrollados, uno (m) más competitivo que el otro (l), y un país en vías de desarrollo (d), que es el menos competitivo de los tres. Para simplificar la operación del modelo, se parte de la suposición de que los países desarrollados tienen la capacidad productiva de poder suministrar suficientes bienes adicionales para satisfacer la demanda total del país en vías de desarrollo a un nivel de precio establecido. Así, sus curvas de oferta se trazan como líneas horizontales con elasticidad infinita de precio, aunque se supone que las curvas de ambos países no son idénticas, debido a la diferencia que existe en su eficiencia productiva, costos de transporte y otros factores. Excluiremos el caso de la especialización perfecta, en virtud de que los dos países desarrollados tienen la posibilidad de ofrecer sus bienes a sus propios mercados o a otros países, que no se incorporan al modelo de manera explícita, dada la existencia de costos de transporte y de distorsiones de política. Por lo tanto, la palabra "competitivo" significa la competitividad de un producto en el mercado específico del país en vías de desarrollo. El país desarrollado que esté geográficamente más alejado del país en vías de desarrollo, deberá hacer frente a costos de transporte más elevados. 349 En contraste, dado que la economía del país en vías de desarrollo es pequeña, se supone que el país tendrá una curva de costo decreciente, misma que se traza como una curva descendente en la Gráfica 10.1.5 El tamaño del mercado del país en vías de desarrollo está dado por Xd, en el cual la industria tiene un costo unitario que corresponde a Cd. Dado que Cd es mayor que el costo en los países desarrollados, la industria del país en vías de desarrollo no podría existir sin medidas de protección. Sólo cuando se aplica un arancel de importación superior a AB al país desarrollado menos competitivo y un arancel superior a AC al país más competitivo se logra la supervivencia de la industria en cuestión. Gráfica 10.1 Costos unitarios en un mercado específico de un país en desarrollo. (GRÁFICA 10.1) En este modelo, tratándose de un arancel no discriminatorio, cualquier arancel menor a AC tendrá por resultado que el mercado completo del país en desarrollo sea dominado por el país más competitivo. Esto ocurre porque el país más competitivo puede ofrecer un producto homogéneo a un menor precio que el país en vías de desarrollo y que el país desarrollado menos competitivo, cuando la demanda de dicho producto se base únicamente en el precio. El país menos competitivo puede vender en el mercado sólo si se le otorga un arancel preferencial y este margen de preferencia debe ser igual o mayor a BC. En este sentido, el país menos competitivo que busque exportar al país en vías de desarrollo tiene un incentivo para suscribir un acuerdo con este último. Esto, a su vez, tendría un efecto discriminatorio contra el país más competitivo. Un caso 350 típico sería un acuerdo de libre comercio, en el cual se da una desviación de comercio debido a que antes de suscribir el acuerdo, el país en vías de desarrollo había estado importando productos del país más competitivo. Con respecto al país en vías de desarrollo, si la industria en cuestión es una industria naciente y una reducción de costos fuera viable y suficiente para capturar el mercado del país desarrollado, entonces existiría un incentivo para suscribir un acuerdo de libre comercio con dicho país. Es de esperarse, aun y cuando toma tiempo, que la competencia de importaciones genere un aumento de eficiencia y, a su vez, una reducción arancelaria, lo cual se expresa en la caída de la curva de costos (los llamados efectos "de aprendizaje").6 Además de este efecto, los costos se reducirán moviéndose a lo largo de la curva si el tamaño del mercado crece por la penetración en el mercado del país desarrollado. No obstante, el incentivo para que un país específico suscriba un acuerdo depende de la ganancia neta en bienestar que de ello resulte, no sólo por una mejora en la eficiencia, sino también por los costos de ajuste que genera la competencia de las importaciones. Si, mediante un acuerdo suscrito con cualquiera de los países desarrollados, el país en vías de desarrollo es capaz de lograr una ganancia neta positiva en bienestar, establecerá un acuerdo con el país desarrollado. Desde luego, cuando el país en vías de desarrollo no pueda alcanzar ganancias positivas netas con cualquiera de los dos países desarrollados, no existirá incentivo alguno para suscribir un acuerdo de comercio. Dado que para un país en vías de desarrollo las ganancias que se derivan de un acuerdo dependerían de las preferencias en el tiempo (tasas de descuento), para un país con mayores tasas de descuento (caso en el cual el país tiende a preferir un aumento en bienestar a corto plazo), el valor presente de los beneficios que resulten de un aumento en la producción mediante mejoras en la eficiencia (que toman tiempo para realizarse), sería menor. Por otra parte, el 351 costo del ajuste será mayor en un país que tenga problemas sociales serios e inestabilidad política y éste (el costo del ajuste) probablemente será mayor cuando el país en vías de desarrollo deba enfrentar una competencia más severa, por lo que las ganancias netas tenderán a ser negativas. En este caso, el país en vías de desarrollo abandonará un acuerdo con el país más competitivo aun cuando las ganancias potenciales sean mayores. En contraste con lo anterior, aunque las ganancias potenciales sean menores, el país en vías de desarrollo preferirá suscribir un acuerdo con el país menos competitivo cuando se supone que el costo del ajuste necesario es menor. Dadas las preferencias y los costos del ajuste, no podemos determinar 'a priori' la preferencia que el país en vías de desarrollo habrá de mostrar entre uno y otro socio. Bajo un régimen de libre comercio, el país más competitivo puede exportar a los otros dos países (suponiendo que la ventaja en productividad compense la desventaja que representa el transporte en el país menos competitivo). Sin embargo, si el país en vías de desarrollo aplica aranceles AC y el país menos competitivo aplica aranceles BC, el país más competitivo no podrá exportar a ambos países. Por lo tanto, el país más competitivo cuenta con un incentivo para proceder a negociar un acuerdo de libre comercio con ambos países. En un universo constituido por tres países, buscar acuerdos con los otros dos países significa que un país busca el establecimiento de un régimen de libre comercio global. Un acuerdo exclusivo con el país en vías de desarrollo no garantiza necesariamente que el país más competitivo cuente con la primera mejor política (la máxima exportación), pues es altamente probable que el tercer país prefiera mantener su protección arancelaria en contra del país más competitivo. El país más competitivo perdería así, el mercado del país menos competitivo. En suma, la mejor estrategia para el país más competitivo es establecer un régimen de libre comercio global, lo que le asegura un libre acceso a todos los 352 países restantes. Por otra parte, para el país desarrollado menos competitivo, la mejor estrategia es la de formar un acuerdo de libre comercio exclusivo con el país en vías de desarrollo, lo que asegurará su capacidad de exportación al mercado de éste último, aun y cuando exista un competidor más eficiente en alguna parte del mundo.7 OPCIONES PARA JAPÓN Ante la aprobación del NAFTA, ¿cuáles son las opciones económicas para Japón, particularmente en lo relativo a los incentivos para constituir un acuerdo formal de libre comercio en la región Asia-Pacífico? Parece haber cinco opciones básicas, que se discutirán a continuación: (1) desarrollar una nueva institución regional en la zona Asia-Pacífico como defensa contra el NAFTA y la CE (la Conferencia Económica del Este de Asia [CEEA], por ejemplo); (2) buscar un acuerdo de libre comercio bilateral con los Estados Unidos; (3) crear un marco institucional formal para el libre comercio en la Cuenca del Pacífico (una versión institucional de la APEC, por ejemplo, que incluya a Asia y a América del Norte, pero no a la agrupación del área Asia-Pacífico); (4) perseguir el globalismo mediante la expansión y el fortalecimiento del sistema del GATT y la Organización Mundial de Comercio (OMC); y (5) avanzar hacia la cooperación económica en la región del Pacífico, dentro del marco informal existente (la actual APEC, por ejemplo). Opción 1 Como se vio arriba, el país más competitivo no tiene incentivo alguno para crear un acuerdo institucional formal. Probablemente Japón sea más competitivo en los mercados asiáticos que Estados Unidos, debido a que la participación de 353 Japón en las importaciones totales de los países asiáticos es mayor que la estadounidenses. Las importaciones japonesas en las NIEs asiáticas representaron 21.6 por ciento, mientras que las de Estados Unidos fueron de 15.1 por ciento en 1992. 25.8 por ciento de las importaciones de los países de la ASEAN fueron de origen japonés y 14.1 por ciento provenían de Estados Unidos. La proporción de importaciones japonesas en China (16.7 por ciento), fue también mayor que la estadounidense (10.9 por ciento).8 La hegemonía comercial que Japón mantiene sobre los mercados de la región Asia-Pacífico, disminuye los incentivos de este país para establecer un marco formal en la región. A la luz del análisis teórico realizado en la sección anterior, resulta comprensible que Japón no tenga la intención de establecer un acuerdo de libre comercio con el área Asia-Pacífico (ni tampoco un bloque asiático). Además, aunque Japón ha desarrollado relaciones económicas dentro de esta zona, principalmente en áreas como la Inversión Extranjera Directa (IED), el comercio y la asistencia para el desarrollo (ODA), los vínculos sociales y políticos que sostiene con dicha área son relativamente débiles. Un indicador de ello es el pequeño número de inmigrantes, refugiados y estudiantes extranjeros aceptados en Japón. Japón no se ha involucrado mucho en los asuntos de orden político de otros países asiáticos y, por razones históricas, ha preferido mantener su distancia al respecto. Las relaciones de Japón con Asia, por lo tanto, constituyen una base débil para un proceso de integración formal. Si Japón lanzara una iniciativa para formar un bloque regional en el área Asia-Pacífico (excluyendo a Norteamérica), es probable que se viera obligado a pagar un alto costo como país central de dicho bloque, incluyendo represalias por parte de América del Norte. Dichos costos variarían, dependiendo de muchos factores. Dado que los países de la región Asia-Pacífico son muy diferentes, no 354 sólo en el tamaño de sus economías y procesos de desarrollo, sino también en el ámbito social y su herencia cultural, un bloque regional resultaría sumamente costoso para el país central. Pero aun si sólo participara un pequeño número de los países "más desarrollados", la integración generaría costos muy altos. Entre ellos se hallaría la dificultad de negociar acuerdos en relación con el comercio, la inversión, la migración y el medio ambiente. El precio de la administración también alcanzaría un monto considerable. De mayor importancia son, los "gastos de asistencia" requeridos por los países miembros menos desarrollados, para realizar los ajustes económicos necesarios para resolver problemas de "eficiencia y equidad".9 Si el bloque da prioridad a la eficiencia que resulta del libre comercio, los países menos competitivos deberán enfrentar un crecimiento más lento o bien, soportar el enorme peso del ajuste. Estos países dejarían de tener un incentivo para participar en la integración. Por el contrario, si se antepusiera la equidad a la eficiencia, el libre comercio no podría llevarse a cabo y se perderían las ganancias en bienestar provenientes de una asignación más eficiente de los recursos. Mantener la institución requeriría la costosa administración del problema de "equidad vs. eficiencia". Si se espera que Japón pague una gran parte de dichos costos, en su calidad de "miembro central" o fuerza hegemónica, el peso de los costos eliminaría el incentivo que Japón pudiera tener para suscribir el acuerdo. En términos generales, se espera que el aumento en el número de participantes se traducirá en beneficios, debido a las economías de escala, a la mayor competencia, a las economías externas y al poder de negociación frente al resto del mundo. No obstante, el número de países será determinante para los costos. Por ejemplo, supongamos que un miembro central, como Japón, paga su parte del costo en proporción a su PIB. Modificando un modelo desarrollado con 355 Robert McCleary (ver Capítulo 4), podemos demostrar que, dado lo prohibitivo de los costos, Japón no tendría ningún incentivo para constituir un bloque regional. En la Gráfica 10.2 la línea gg representa la curva de ganancias netas esperadas (beneficio esperado menos costo esperado) que Japón obtendría con la integración. Dado que los costos se incrementan a una tasa creciente con el aumento en el número de países participantes, si éstos son pocos, la tasa de aumento de los beneficios será mayor que la de los costos. Pero cuando el número de países participantes se incrementa, los costos aumentan más rápidamente que los beneficios. Así, la curva de ganancias netas tiene la forma de una "U" invertida, con beneficios netos marginales decrecientes en relación con los costos. La curva I representa la curva de indiferencia social del Japón.10 A lo largo de la curva I, una sociedad puede alcanzar el mismo nivel de utilidad aun cuando la combinación de beneficios y costos netos difiera. El nivel de utilidad, medido en términos de beneficios netos, se da en el punto de intercepción Y. La curva ubicada hacia el Noroeste representa un mayor bienestar, dado que para un costo específico, Japón obtiene mayores beneficios netos. Supongamos que en un sistema comercial sin integración, Japón puede obtener un nivel de bienestar igual a b1. La Curva I1, que corresponde a este nivel de bienestar tiene dos puntos de equilibrio, A y B, en los que el mismo nivel de bienestar se obtiene mediante la integración con diferente número de países. En el punto A, el número de participantes es menor que en el punto B. Este caso implica que el bienestar que resulta del sistema comercial actual y de la integración en los puntos A y B son indiferentes para Japón. Sin embargo, Japón puede obtener un mayor nivel de bienestar mediante la integración entre A y B, en donde le es posible alcanzar una curva de indiferencia mayor. Luego, entre A y B, la integración está justificada y Japón tendrá incentivos para buscarla. No es 356 necesario hacer hincapié en que el tamaño óptimo de integración, desde el punto de vista de Japón, queda determinado en el punto C, que maximiza el bienestar. No obstante, supongamos un caso en el cual el sistema comercial mundial mejora como consecuencia del éxito de las negociaciones realizadas en el seno del GATT/OMC y que el nivel de bienestar esperado bajo este nuevo sistema comercial esté dado en b3. La curva de indiferencia correspondiente es, por lo tanto I3, que es mayor a I2, curva que maximiza el bienestar a través de la integración. En este caso, no existe ningún incentivo para que Japón acceda a un acuerdo de libre comercio. De forma similar, ¿qué ocurriría si la carga de los costos aumenta para Japón, independientemente del número de participantes? Si los países miembros dan muestras de deterioro en su estabilidad social o si hay represalias por parte de América del Norte, el costo de mantener la integración aumentará, incluso si el número de participantes permanece igual. Un cambio semejante en el costo hará que la curva gg se desvíe hacia abajo (esto no aparece en la Gráfica). Si la desviación es suficiente como para evitar que haya una intersección con I1, Japón perderá su motivación para constituir una institución de libre comercio. Gráfica 10.2. Incentivos para constituir o no constituir un Acuerdo de Libre Comercio. (GRÁFICA 10.2) En suma, tomando en cuenta (1) la conclusión de las negociaciones de la Ronda Uruguay y la reciente ratificación de la OMC en los Estados Unidos y otros países, lo que representa un avance hacia un mejor sistema comercial mundial y (2) la gran diversidad que existe en el área Asia-Pacífico y el deterioro reciente 357 de la estabilidad económica y política en dicha región, no resultaría falso el sostener que Japón carece de incentivos para constituir un bloque asiático. Opciones 2 y 3 Existe una interpretación que sostiene que el mundo está dominado por sus dos bloques más grandes -Europa y la Cuenca del Pacífico-, más que por un triángulo: .11 Este razonamiento señala que la proporción del intercambio comercial intraregional de la Cuenca del Pacífico es casi igual al de la CE. También sostiene que Japón no es suficientemente grande como para constituir un vértice del triángulo, lo cual queda demostrado con la participación, relativamente menor, de Japón en el monto global de la Inversión Extranjera Directa y con el hecho de que el yen no ha sido aceptado como la principal divisa mundial. De este modo, el argumento concluye que el libre comercio en la zona debería abarcar a todos los países de la Cuenca del Pacífico. Sin embargo, es evidente que la integración de todos los países de la Cuenca del Pacífico es algo difícil de lograr. Con un aumento considerable en el número de participantes en el proceso de integración, los costos acabarían por ser mayores que los beneficios, según queda descrito al moverse a lo largo de la curva gg a la derecha de la Gráfica 10.2. La viabilidad es otro factor. Un acuerdo incluiría a países sumamente diferentes, por lo que cabría esperar altos costos. ¿Quién los paga? En este caso, los miembros centrales serían los Estados Unidos y Japón. Estos dos países deberían pagar una mayor proporción de los costos. ¿Pueden hacerlo de forma cooperativa? La cooperación, una vez más, dependerá de la competitividad. Se puede argumentar que entre más competitivo es un país, más deberá pagar, porque tendrá una mayor ganancia de la ampliación del comercio. Pero el país más competitivo es el que tiene menos 358 incentivos para participar en un proceso de integración. Por ello, la motivación para pagar los costos será reducida. En un caso semejante, la coordinación se torna difícil. Este problema de coordinación también surge en el caso de un acuerdo bilateral entre los Estados Unidos y Japón (Opción 2). Hasta ahora, los Estados Unidos han establecido una relación próxima con Canadá y México, lo que podría llamarse una "integración natural", no sólo en un sentido geográfico, sino también en un sentido económico, social y político. El NAFTA, a pesar de su aparente inevitabilidad, tiene implicaciones importantes en la estrategia de los Estados Unidos hacia la región del Pacífico. Si el NAFTA permite a los Estados Unidos competir con Japón, mediante ganancias derivadas de las economías de escala y de niveles bajos de salarios, los Estados Unidos buscarán establecer el acuerdo de libre comercio más grande posible (institucional o no institucional) en la región del Pacífico y evitarán el establecimiento de un marco institucional en el área Asia-Pacífico. En este contexto, los Estados Unidos figurarían como el país más competitivo, por lo que su objetivo sería maximizar las ganancias provenientes del intercambio comercial en la región del Pacífico. El discurso del presidente Clinton acerca de la integración de una "Comunidad de la Región del Pacífico" que habrá de procurar la liberalización comercial debe entenderse en este contexto. El cambio en la política estadounidense con respecto a Asia, una vez que se firmó el NAFTA, parece ser una estrategia racional, pues el éxito del NAFTA permitirá a Estados Unidos penetrar ese polo de crecimiento, en particular a China. De no poder penetrar los mercados asiáticos, los Estados Unidos perderían enormes beneficios. En este sentido, los Estados Unidos buscarán asegurar un marco de libre comercio para la región del Pacífico. Si resulta más sencillo lograr la liberalización comercial a través de un marco institucional formal, los Estados Unidos buscarán formalizar la 359 APEC o la Comunidad de la Región del Pacífico. De no ser así, los Estados Unidos apoyarán un marco no institucional. En cualquiera de los dos casos, es seguro que los Estados Unidos habrán de comprometerse más con la liberalización en el área Asia-Pacífico. De hecho, en noviembre de 1994, bajo el liderazgo de los Estados Unidos en la reunión cumbre de Bogor, la APEC aprobó un programa de liberalización comercial y de inversión que habrá de completarse para el año 2020 (ver Capítulo 14). El reconocimiento de que Estados Unidos ha mantenido relaciones políticas y militares más estrechas con el área Asia-Pacífico que Japón, constituye un elemento crucial de este argumento. Los Estados Unidos han pagado su parte correspondiente del costo de mantener la paz y la estabilidad en la región, aunque con frecuencia se le criticó por su intervencionismo. En cierta medida, los Estados Unidos han sido un agente hegemónico en la región. Si la región del Pacífico (incluyendo a América del Norte) formara un bloque, los Estados Unidos obligarían a Japón a pagar su parte proporcional de los costos de mantener dicho bloque, con el fin de aligerar el peso que representan esos costos para Estados Unidos. Este escenario sería menos costoso para Estados Unidos que una alternativa en la que Japón asume toda la responsabilidad de mantener un acuerdo en la región del Pacífico, pero excluyendo a América del Norte del mismo. Por esta razón, los Estados Unidos tendrán un mayor incentivo para conformar un esquema de integración en la región del Pacífico. Opciones 4 y 5 Estas opciones parecen ser consistentes entre sí, tomando en cuenta que la APEC no busca crear una institución basada en medidas proteccionistas y discriminatorias. A la APEC se considera, en general, como un marco que 360 complementa al GATT/OMC y que se basa en un "regionalismo abierto".12 Actualmente Japón está siguiendo las Opciones 4 y 5 y, se espera, que lo siga haciendo en el futuro. A continuación discutiré estas opciones con mayor detalle y, dada la importancia de la reunión de Bogor, pondré particular atención en los efectos que representan para Japón los recientes cambios de la APEC. REGIONALISMO ABIERTO La teoría del comercio establece que un régimen de libre comercio global es lo mejor para el bienestar mundial. Aunque el Artículo XXIV del GATT permite la existencia de uniones aduaneras y de acuerdos de libre comercio, siempre y cuando no sean discriminatorios para los países que no son, no hay seguridad de que los actuales acuerdos de libre comercio no conduzcan a un mayor proteccionismo o de que el regionalismo culmine efectivamente en multilateralismo. El GATT/OMC no es un sistema omnipotente. El GATT ha sido denominado cínicamente "Acuerdo General para Hablar y Hablar" (juego de palabras con las siglas GATT, cuyo significado de General Agreement on Tariffs and Trade se cambia por el General Agreement to Talk and Talk), debido a que el proceso para llegar a los múltiples acuerdos fue sumamente prolongado y difícil. Los ciento veinticinco miembros del GATT difieren mucho en su nivel de desarrollo, su avance tecnológico, sus capacidades de ajuste, etc. Es muy difícil llegar a un consenso. De observarse estrictamente el principio del GATT que sostiene que todas las naciones miembros deben recibir un trato incondicional de Nación Más Favorecida, las negociaciones arancelarias enfrentarían serios obstáculos. Una de las razones es que las negociaciones enfrentan lo que es conocido como el 361 "dilema del prisionero", que en este contexto implica que hay países que se benefician gratuitamente -esto es, obtienen todo a cambio de poco o nada- de los acuerdos alcanzados en el seno del GATT. Adicionalmente, y aunque las negociaciones de la Ronda Uruguay hayan concluido, todavía quedan sin resolverse varios asuntos, tales como el comercio de servicios y algunos productos agrícolas, la protección de la propiedad intelectual , las medidas de inversión relacionadas con el comercio y el establecimiento de un mecanismo para la solución de controversias. Se acepta ampliamente que la APEC representa una institución complementaria sumamente útil para el sistema GATT/OMC. Ippei Yamazawa propuso una Asociación Económica Abierta (AEA) como versión avanzada de la APEC y que sea congruente con los principios del GATT.14 Yamazawa sostiene que dicha asociación podría promover las transacciones intraregionales y también acoger agrupaciones subregionales, así como guiar su desarrollo individual. Independientemente de que se logre establecer la Asociación Económica Abierta (AEA) o alguna otra clase de APEC ampliada que tienda hacia un "GATT más Alfa", el "regionalismo abierto" representa una característica básica del tipo de marco que intenta crearse. Este tema se discute ampliamente en los círculos académicos de Japón. "Regionalismo abierto" significa un regionalismo congruente con el globalismo. Este concepto, aparentemente contradictorio, resulta significativo cuando una organización institucional extiende incondicionalmente sus convenios no sólo a países miembros, sino también a países que no lo son, con base en el principio de Nación Más Favorecida (NMF).15 Según esta idea, el NAFTA debería ofrecer incondicionalmente sus concesiones arancelarias al resto del mundo. No obstante, esto es poco probable ya que si los países participantes no obtienen beneficios discriminatorios de dicho esquema, se pierde cualquier incentivo de participación. 362 Sin embargo, un marco no institucional puede dar cuerpo al regionalismo abierto, pues no resulta inherentemente discriminatorio. El punto es que el país central, en este caso Japón, ofrezca programas de asistencia para el desarrollo de la región -todo esto en coordinación con las directrices expresadas en el marco, para que se beneficie del dinamismo que esto genere. La región requiere de mayor infraestructura y del desarrollo de recursos humanos, que podrían alcanzarse por medio de Asistencia para el Desarrollo (ODA) proveniente de Japón y mediante flujos financieros privados. Si los países del área Asia-Pacífico reducen aún más los impedimentos para la inversión directa, la Inversión Extranjera Directa proveniente de Japón puede representar un papel importante en la transferencia de tecnología y de recursos administrativos. En lo que se refiere a la liberalización comercial de la región - y de los esfuerzos para poner en vigor las funciones del GATT/OMC-, se requiere que Japón acelere su liberalización unilateral, particularmente eliminando sus barreras no arancelarias (BNA). La liberalización del enorme mercado japonés será la vía más efectiva para el desarrollo de el área Asia-Pacífico. No obstante, Japón podría otorgar privilegios a los países del área Asia-Pacífico mediante una liberalización selectiva de las partidas arancelarias que son de más interés para los países de la región.16 Al mismo tiempo, Japón deberá llevar a cabo esfuerzos para promover una Unión Europea y un NAFTA más abiertos y no discriminatorios, con el fin de conseguir el objetivo de un libre comercio a nivel mundial. Finalmente, los elementos más indispensables que se requieren para lograr un regionalismo abierto en la Cuenca del Pacífico dependen, desde luego, de un mejoramiento drástico de las relaciones económicas entre Japón y los Estados Unidos. Sin embargo, Japón tiene necesidad de ejercer un liderazgo en respuesta a los cambios recientemente operados en la APEC, con el fin de lograr un regionalismo abierto en la región del Pacífico. En la reunión de Bogor a finales de 363 1994, los miembros de la APEC acordaron instrumentar la liberalización del comercio y de la inversión, aunque en la declaración conjunta sólo se especifica el marco temporal de dicha liberalización: el año 2010 para los países desarrollados y 2020 para los países en vías de desarrollo. No obstante, resulta innegable que la APEC ha entrado en una nueva fase. ¿Significa la liberalización acordada una institucionalización de la APEC o el desarrollo del regionalismo abierto? ¿Asegurará la liberalización un status de Nación Más Favorecida (NMF) a los países no miembros? En su calidad de organizador de la reunión de la APEC en Osaka en 1995, Japón deberá diseñar un programa de acción para la liberalización, que incluya una explicación de cuál es el proceso a seguir y la forma en que se deberá realizar. Debe hacerse notar que existen varios desacuerdos entre los países miembros en lo que se refiere al ritmo y al grado de liberalización que se persigue. Si Japón no presenta un esquema concreto de un proceso de liberalización que promueva el regionalismo abierto, la APEC podría convertirse en un pacto discriminatorio. Al mismo tiempo, a menos de que Japón contribuya a establecer una cooperación estratégica entre los países miembros, la liberalización prevista fracasará. Por estas razones, Japón debe buscar un papel de liderazgo en el ámbito económico y político, por medio del cual pueda realizarse el regionalismo abierto sin generar conflictos en la región del Pacífico. CONCLUSIONES Japón es responsable del progreso del multilateralismo en la región del Pacífico. Por las razones siguientes, sin embargo, Japón no tiene ni la motivación ni las condiciones para conformar o participar en un esquema de integración formal: 364 (a) el área Asia-Pacífico ha desarrollado una integración 'de facto' por medio de mecanismos de mercado y, se espera, que mantenga y acelere su dinamismo sin organización institucional; (b) el área Asia-Pacífico está compuesta por países significativamente diferentes, lo que representa un alto costo para la constitución y el mantenimiento de un esquema de integración formal; (c) lo que Japón debe evitar es la posibilidad de que surjan conflictos y amenazas de represalias en la Cuenca del Pacífico, situación que podría presentarse si se formara un bloque asiático. Para que el área Asia-Pacífico progrese, Japón buscará el establecimiento de un marco no institucional y no discriminatorio que promueva el regionalismo abierto. Este marco no se contrapone al multilateralismo de toda la región del Pacífico. Si los Estados Unidos se suman a este marco en una forma congruente con el regionalismo abierto, es probable que se fortaleciera y se extendiera el multilateralismo en la región del Pacífico. Las principales tareas de Japón para lograr un regionalismo abierto en la región del Pacífico son: (1) Mejorar las relaciones económicas bilaterales con los Estados Unidos, ya que éstas son determinantes para el progreso del liberalismo y/o del regionalismo en la región. Por ejemplo, un mayor deterioro en la balanza comercial entre Estados Unidos y Japón generaría actitudes proteccionistas entre los miembros del NAFTA, lo cual debe evitarse. (2) Comprometerse firmemente con: (a) el fortalecimiento y mejoramiento del GATT/OMC; (b) el desarrollo y la liberalización de los países menos 365 avanzados de la región para lo cual, el gobierno japonés deberá ampliar la aplicación y el alcance de la Asistencia para el Desarrollo (ODA), de manera que se concentre en la liberalización de dichos países; (c) promover la liberalización unilateral mediante la apertura de los mercados en Japón, simplificando las reglamentaciones gubernamentales y reestructurando el sistema económico; y (d) diversificar las actividades de las compañías japonesas del sector privado en el exterior. (3) Profundizar institucionalmente a la APEC, si bien dicho fortalecimiento no debe traducirse en un marco más cerrado respecto al acceso de nuevos miembros y la liberalización comercial. Hay una relación inversa entre la institucionalización y la liberalización global. El fortalecimiento de la estructura institucional de la APEC podría requerir que Japón haga lo siguiente: (a) mantener una actitud congruente y cooperativa con el sistema GATT/OMC; (b) respetar su principio de "consenso" entre los miembros participantes; (c) sostener discusiones más plenas y frecuentes sobre toda una variedad de temas; (d) alinear de forma constante las integraciones subregionales que se dan dentro de la APEC. Por medio de un marco no institucional, Japón podría contribuir al progreso en la región del Pacífico, lo que a su vez sería una fuerza importante en el desarrollo mundial. Para lograr esto, Japón debe cambiar. Sin cambios en su comportamiento económico y político tanto en el ámbito interno como en el internacional, Japón no podrá cumplir con sus responsabilidades. De manera especial, Japón debería eliminar las presiones políticas y establecer mecanismos adecuados de asistencia para el ajuste, con el fin de promover la liberalización. Ha llegado el momento para que Japón cambie. 366 Notas ______________________ * Al autor le gustaría expresar su agradecimiento a Peter H. Smith y a Robert McCleery por sus útiles sugerencias y comentarios. 1. Susan Kaufman Purcell y Robert M. Immerman, "Japan, Latin America and the United States: Prospects for Cooperation and Conflict", en Kaufman e Immerman, eds., Japan and Latin America in the New Global Order (Boulder; Lynne Rienner Publishers, 1992), 143. 2. Nikkei Shinbun, 18 de octubre de 1992. 3. Si observamos la relación de intercambio comercial intraregional en términos de importaciones y exportaciones por separado, el cambio se pone más de manifiesto. La relación de intercambio comercial de exportación intraregional fue de 33.9 por ciento en 1980, 39.4 por ciento en 1990 y 42.3 por ciento en 1992. El cambio en las importaciones intraregionales es aún más notable: 34.8, 47.1 y 51.2 por ciento, respectivamente. Ver JETRO Hakusyo (White Paper on Trade [Documento Blanco sobre el Intercambio Comercial]) (Tokio; JETRO, 1993), p. 24. 4. Las cifras que siguen reflejan dicho declive: 21 por ciento en 1980, 28.8 por ciento en 1986, 23.8 por ciento en 1990 y 22.8 por ciento en 1992. 5. Ver Warner Max Corden, "Economies of Scale and Customs Union Theory", en International Trade Theory and Policy: Selected Essays of W. Max Corden (Washington, D.C.; Edward Elgar, 1992), en donde se analizan los efectos estáticos sobre el bienestar de las uniones aduaneras que utilizan una curva de costo decreciente en un modelo de dos países. 6. Aquí, se asume que la curva de costos del país en vías de desarrollo intersecta a las de los países desarrollados. 7. Desde luego, el modelo sólo considera las condiciones de costos como incentivo para la integración. Si se incluyen otros factores, tales como las economías de escala, los diferenciales salariales y los elementos políticos, encontraremos incentivos adicionales. 8. FMI, Direction of Trade Statistics Yearbook, 1993 (Washington, D.C.; FMI, 1993). 9. Además de estos costos, podemos contabilizar el precio de la administración macroeconómica en la región. Podemos hallar un caso típico en el apoyo que los Estados Unidos dieron a México cuando estalló la crisis de este último país en diciembre de 1994. Los Estados Unidos tuvieron que poner unos 20,000 millones de dólares para estabilizar el mercado. 10. Definimos la función del bienestar social como U=U (NB, C), en la que U es el bienestar social; NB es el beneficio neto y C son los costos; reescribimos la función de bienestar habitual manteniendo las condiciones siguientes: UNB'>0, UNB''<0, UC',0,UC''>0. Se introduce un componente de bienestar social, agregándose a los beneficios netos derivados de la integración, pues podemos suponer que la integración no necesariamente beneficia a todas las clases o grupos que componen a la sociedad (el bienestar social no se compone sólo de beneficios derivados de la integración). 367 11. Ver Soogil Young, "Globalism or Regionalism: Complements or Competitors?", en M. Noland, ed., Pacific Dynamism and the International Economic System (Washington, D.C.; Institute for International Economics, 1993). 12. Ver Kiyoshi Kohima, "Open Regionalism" (en japonés), Sekaikeizi-Hyoron 1992). (diciembre de 13. Ver Jagdish Bagwati, "Regionalism versus Multilateralism", The World Economy 15, nº 5 (septiembre de 1992), p. 550. 14 Ippei Yamazawa, "On Pacific Economic Integration", The Economic Journal 102 (noviembre de 1992). 15. Ver Kojima, "Open Regionalism", pp.81-85. 16. Ver Kojima, "Open Regionalism", p. 84. 368 CAPITULO ONCE Opciones Políticas para Japón: Haciéndole Frente a la Estratégia Regional de los Estados Unidos Kotaro Horisaka Con vigencia a partir de enero de 1994, el Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) abarca a dos países del Norte industrializado, Estados Unidos y Canadá y a uno del Sur en vías de desarrollo, México, los tres en el Hemisferio Occidental. El NAFTA puede verse como la expresión de una nueva doctrina regional interamericana adoptada por los Estados Unidos, con el fin de revitalizar su economía mediante un acuerdo de libre comercio (ALC).1 El gobierno estadounidense ha revelado claramente que tiene la intención de hacer extensivo el ALC a otros países latinoamericanos en el futuro próximo. Si bien esta nueva estrategia estadounidense está dirigida inicialmente al Hemisferio Occidental, podría acabar por extenderse hacia las regiones del Este Asiático y el Pacífico, por medio de la incorporación de países de la APEC (Cooperación Económica del Área Asia-Pacífico). Dado que ha colocado su relación con los Estados Unidos en el más alto nivel de prioridad en su agenda de política exterior desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Japón se halla actualmente obligado a definir su papel en una relación trilateral emergente, ya sea mediante el otorgamiento de su apoyo a los Estados Unidos para el desarrollo de una doctrina regional (lo que implicaría aceptar la explicación que dan los Estados Unidos, en el sentido de que un Tratado de Libre Comercio hemisférico representa un paso adelante hacia el libre comercio global) o bien mediante la adopción de su propia estrategia 369 independiente hacia América Latina. En este capítulo, me propongo discutir las opciones políticas que Japón, en su calidad de una nación líder del área AsiaPacífico, debería explorar en lo tocante a sus relaciones exteriores en un nuevo ambiente internacional. América Latina nos ofrece un buen ejemplo para examinar estas alternativas. El estudio de las relaciones japonesas con América Latina ofrece una oportunidad excelente para analizar las opciones que en relaciones exteriores se le presentan a Japón en lo tocante a los países del Tercer Mundo, en el contexto de la relación bilateral con su socio más importante: los Estados Unidos. LA NUEVA DOCTRINA REGIONAL ESTRATÉGICA DE LOS ESTADOS UNIDOS El reciente cambio en la actitud de los Estados Unidos hacia los países de América Latina resulta sorprendente. En la década de los 80, académicos tan prominentes como Abraham F. Lowenthal consideraban a los Estados Unidos y a América Latina como "socios en conflicto".6 Evaluando el impacto de la crisis de la deuda, Howard J. Wiarda llegó a la conclusión de que, en 1987, la "estructura de las relaciones interamericanas ha sido sumamente dañada, si no es que destruida".3 Hacia principios de la década de los 90, sin embargo, los expertos describían las relaciones interamericanas en términos positivos, incluso se llegaba a hablar del retorno a la tónica de los "buenos vecinos" que imperó en la década de los 30.4 Robert A. Pastor ha observado que, "en cierto modo, la década de los 90 se parece a la de los 30, cuando los Estados Unidos y América Latina se acercaron uno hacia el otro para lograr acuerdos comerciales bilaterales, de cara a un mundo fragmentado en bloques comerciales".5 Y, en una publicación de 1990, Wiarda enfatizó el consenso hemisférico en lo tocante a 370 objetivos generales, argumentando que "América Latina necesita a los Estados Unidos económica, política y estratégicamente; los Estados Unidos necesitan a América Latina por las mismas razones".6 Según lo revelan estos comentarios, ha habido un rápido realineamiento de la política exterior estadounidense en el hemisferio, así como una redefinición de las relaciones con América Latina. Adicionalmente, el contenido del NAFTA difiere de lo planteado en las antiguas políticas estadounidenses hacia América Latina, incluyendo la postura "del buen vecino", planteada por Franklin D. Roosevelt y la Alianza para el Progreso que postuló John F. Kennedy, pues la nueva política otorga una mayor importancia a los beneficios económicos que Estados Unidos pueda derivar de ella que a los beneficios que pudieran derivarse para América Latina. Desde la perspectiva asiática, hay cuatro aspectos de la nueva doctrina económica regional de los Estados Unidos que merecen particular atención. Primeramente, la formulación de la doctrina se dio como resultado de esfuerzos deliberados llevados a cabo por el gobierno de los Estados Unidos (si bien el gobierno mexicano tuvo un papel de apoyo importante, llegando inclusive a tolerar acusaciones de "deserción" por parte de otras naciones latinoamericanas).7 Washington tomó medidas graduales en una aproximación estratégica hacia la concreción del NAFTA. Esto puede verse en las negociaciones para el establecimiento de un acuerdo de libre comercio con Canadá, llevadas a cabo a finales de los 80, seguidas por una serie de "acuerdos-marco" bilaterales en las áreas de comercio e inversión, suscritos con diferentes países de América Latina. En junio de 1990, el entonces presidente George Bush anunció su Iniciativa de las Américas y en diciembre de 1994 el presidente Clinton invitó a sus colegas latinoamericanos a la ciudad de Miami para sostener una reunión cumbre del Hemisferio Occidental, en la que se 371 propuso el futuro establecimiento de un Acuerdo de Libre Comercio que habría de abarcar a toda la región. Adicionalmente, el gobierno de los Estados Unidos ha tenido una mucho mayor influencia en los países de América Latina que el sector privado estadounidense. En segundo lugar, la doctrina se concentra fundamentalmente en el comercio y los beneficios que de ella podrían derivarse para los Estados Unidos. Los pueblos latinoamericanos ya no pueden darse el lujo de seguir viendo a los Estados Unidos como el "benevolente" Tío Sam. El gobierno de Clinton ha sido mucho más claro en este sentido que los anteriores gobiernos republicanos. Parecería ser que los Estados Unidos están valiéndose de la misma lógica de crecimiento que Japón adoptó a finales de la década de los 60. Como ya lo ha apuntado Ryuzo Sato, los Estados Unidos han reconocido los límites de expansión de su mercado interno y se ha abocado a desarrollar un sistema de libre comercio que facilite la exportación de sus productos nacionales.8 En tercer lugar, la doctrina económica se complementa con mensajes inequívocos, enviados a los países de América Latina, en el sentido de que éstos deben democratizar sus sistemas políticos, introducir políticas económicas de libre mercado, controlar el tráfico de estupefacientes, proteger su medio ambiente y abrir sus mercados internos al comercio internacional. Aunque la esencia de estas exigencias políticas pueda parecer apropiada a primera vista, el lenguaje de la doctrina indica que el final de la Guerra Fría prácticamente no ha traído consigo cambio alguno en cuanto a la actitud hegemónica de Washington hacia América Latina. En cuarto lugar, parecería que el gobierno de los Estados Unidos está intentando claramente formar un Área de Libre Comercio del Hemisferio Occidental (WHFTA), mediante la expansión del número de países miembros del NAFTA y también mediante la absorción de los sistemas cooperativos intra372 regionales, tales como el MERCOSUR (Mercado Común del Sur), la Comunidad Andina y el Grupo de los Tres (México, Colombia y Venezuela). En marzo de 1994, el presidente Clinton invitó a sus colegas de más de treinta países del Hemisferio Occidental a asistir a la Cumbre de las Américas, celebrada en Miami en diciembre de ese año. Motivados por el temor a quedar marginados de la tendencia global hacia la integración económica y dados sus propios cambios de políticas hacia un desarrollo orientado al exterior, resultado de la crisis de la deuda, los países de América Latina se mostraron ansiosos de secundar las iniciativas estadounidenses. Además, la aceptación de México de un Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos (su "deserción" según dirían algunos) obligó a otras naciones latinoamericanas a reconsiderar sus propias posturas. Actualmente, los Estados Unidos parecen moverse hacia la aplicación de la estrategia de los ALC en las regiones del Este de Asia y el Pacífico. La evidencia en este sentido es apenas preliminar, pero el llamado que hicieron los Estados Unidos a los países del este asiático en el sentido de buscar una APEC ampliada (aunado a la estridente postura de los Estados Unidos, en el sentido de que la APEC debería comprometerse con el libre comercio) indica con claridad un interés estadounidense en expander su esfera de influencia. Una interpretación muy generalizada en Japón de la estrategia de los Estados Unidos sostiene que éstos buscan "integrarse con los países del Este de Asia y formar gradualmente un área de libre comercio del Pacífico que, en esencia, combinaría a la actual zona de la APEC con el Área Norteamericana de Libre Comercio",9 en lugar de competir con ella como bloque norteamericano. 373 LA POLÍTICA EXTERIOR JAPONESA DESPUÉS DE LA GUERRA Con este transfondo, ¿qué tipo de postura debería adoptar Japón hacia América Latina? Con el fin de establecer el contexto de mi argumento central, permítaseme hacer notar dos características muy notorias de la relación que Japón ha mantenido con América Latina hasta la fecha. En primer lugar, la relación ha sido prácticamente económica en su totalidad. Si bien la importancia del diálogo político, la negociación diplomática y el intercambio cultural no pueden ignorarse, las relaciones japonesas con América Latina han sido, fundamentalmente, de carácter económico y financiero. Japón prácticamente no se ha involucrado en la política interna de las naciones latinoamericanas ni en los conflictos regionales, tales como los de América Central en la década de los 80. En este sentido, las relaciones de Japón con América Latina han sido muy distintas de las estadounidenses en la región.10 En segundo lugar, las relaciones entre Japón y América Latina han sido marcadamente unilaterales. Japón ha jugado un papel activo en el intercambio comercial, la inversión y la extensión de empréstitos bancarios privados, en tanto que las naciones latinoamericanas se han mostrado bastante pasivas en relación con Japón. Como consecuencia de esta asimetría, las relaciones han acusado la tendencia a estancarse siempre que Japón ha perdido interés en el área. En este sentido, las relaciones entre Japón y América Latina resultaron sumamente afectadas por la crisis económica latinoamericana de la década de los 80.11 Para 1991, el intercambio comercial con América Latina representaba el 3.9 por ciento del total del intercambio que Japón sostenía con el exterior; a su vez, el intercambio comercial de América Latina con Japón representaba el 6.0 por ciento del intercambio comercial exterior total de América Latina.12 Si bien 374 América Latina juega un papel modesto, inclusive descendente, en el comercio japonés, Japón representa actualmente el principal mercado para las exportaciones chilenas, aún por encima del mercado estadounidense; asimismo, el mercado japonés es un mercado cada vez más importante para la mayoría de los países latinoamericanos. En comparación, los mercados de América Latina representan el 7.7 por ciento del total de las exportaciones estadounidenses, en tanto que el mercado estadounidense representa el 42.8 por ciento del total de las exportaciones latinoamericanas. De conformidad con las estadísticas gubernamentales japonesas, el valor total de la inversión japonesa en América Latina, incluyendo las inversiones en los mercados accionarios, alcanzó los 43,800 millones de dólares hacia finales de 1991.13 Esta cifra representó el 12.4 por ciento del total de inversiones japonesas en el extranjero para aquel año. Al mismo tiempo, el total de la inversión extranjera directa estadounidense en América Latina alcanzó los 77,300 millones de dólares.14 Dicha cifra representó el 17 por ciento del total de la inversión extranjera directa de los Estados Unidos. No hay datos consistentes que muestren el peso relativo de los inversionistas externos en América Latina considerada globalmente, pero los Estados Unidos continúan siendo el principal inversionista extranjero en México y Brasil; Japón es el tercero en Brasil, el cuarto en México y en Venezuela y el séptimo en Perú.15 Asimismo, desde un punto de vista político, Japón se ha ceñido, en lo general, a las políticas estadounidenses en su trato con América Latina, con excepción de unos cuantos casos, tales como el continuar relaciones diplomáticas con Cuba después de la Revolución de 1959 y el apoyo al presidente peruano Fujimori, tras su autogolpe de 1992.16 En general, el sistema japonés y los encargados de diseñar políticas de ese país tienden a creer que "América Latina es el patio trasero de los Estados Unidos y sus problemas 375 deberán manejarlos, fundamentalmente, los Estados Unidos". El liderazgo japonés ha procurado evitar fricciones políticas en relación con el Hemisferio Occidental, actuando en armonía con los Estados Unidos. Al respecto, la postura de Japón hacia América Latina refleja el amplio marco que para la política exterior estableció el Primer Ministro Shigeru Yoshida inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Al hacer de la relación con los Estados Unidos la piedra angular de la política exterior japonesa, la llamada Doctrina Yoshida internacional de Japón, buscaba maximizar la presencia económica bajo la protección de la "sombrilla" militar que representaba el Tratado de Seguridad Mutuo Japón-Estados Unidos.17 Con el surgimiento de la Guerra Fría y el estallido de la Guerra de Corea (1950-53) sin embargo, los Estados Unidos presionaron a Japón para que se rearmara, a pesar de una estipulación (Artículo IX) de la Constitución de 1947, en la que Japón renuncia a la guerra. Como resultado del brusco viraje que experimentó la política exterior estadounidense, Japón pasó de una actitud de desarme a una rápida rehabilitación de su fuerza defensiva. Esta cooperación se llevó a cabo con muchas reservas, sin embargo, dada la ampliamente difundida ansiedad popular en lo tocante a un posible estallido bélico. El gobierno japonés también hubo de dar una cuidadosa consideración diplomática a los temores de los países vecinos en cuanto a un posible resurgimiento del militarismo en Japón. No obstante, una de las consecuencias de este rearme "defensivo", especialmente en el contexto de un alineamiento de post-guerra con Occidente, consistió en una grave polarización política dentro de la sociedad japonesa. Adicionalmente, las relaciones ruso-japonesas se han mantenido bloqueadas. De cualquier manera, en el marco de las relaciones exteriores de Japón, la política y la economía se mantuvieron cuidadosamente separadas, en aras de alcanzar el crecimiento económico. Con base en este principio de separación, 376 Japón comenzó a desarrollar relaciones comerciales con China comunista mucho antes del reestablecimiento de relaciones diplomáticas, en 1972. El mismo principio se aplicó a Cuba, tras la Revolución de 1959 en este país. Japón alcanzó su actual posición en la comunidad internacional como resultado de dos parteaguas de suma importancia. El primero ocurrió en 1964, cuando Japón se unió a las filas de las naciones industrialmente avanzadas al aceptar las obligaciones que le imponían los Artículos del Convenio del Fondo Monetario Internacional (FMI) y al convertirse en miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Ese mismo año, los Juegos Olímpicos tuvieron lugar en Tokio y el Shinkansen, tren de alta velocidad entre Tokio y Osaka, fue abierto al público. El segundo parteaguas se dio en 1985, cuando Japón se convirtió en nación acreedora y los Estados Unidos en nación deudora. La balanza comercial japonesa había estado generando un superávit desde finales de la década de los 60. Japón superó el choque que ocasionó la suspensión, anunciada unilateralmente por Nixon, de la convertibilidad del dólar a oro, las dos crisis petroleras de los 70 y la recesión mundial del final de la década. Fue en este periodo, de hecho, cuando surge el poder competitivo internacional de Japón. Al internacionalizar sus operaciones por medio de inversiones en el extranjero, comenzaron a aumentar las fricciones económicas entre Japón y los Estados Unidos en las áreas de comercio, finanzas y servicios. La falta de acceso al mercado en Japón se convirtió en un elemento clave en la tensión comercial existente entre ambas naciones. Ni siquiera la duplicación del valor del yen ante el dólar, que comenzó con el Acuerdo del Plaza en septiembre de 1985, logró una disminución importante en el superávit comercial japonés. Fue precisamente en este contexto que las diferencias entre el capitalismo al estilo japonés y el modelo occidental despertaron el interés de los observadores occidentales; los 377 académicos "revisionistas" argumentaron que el modelo japonés no sólo era único, sino que era esencialmente incompatible con el enfoque occidental. En la cumbre Estados Unidos-Japón de febrero de 1994, el entonces Primer Ministro Morihiro Hosokawa se rehusó a conceder la exigencia del gobierno de Clinton en el sentido de establecer metas numéricas para medir la apertura de los mercados japoneses. Hosokawa declaró: "Creo firmemente que nuestra relación en esta nueva era está madurando al grado de que cada uno de nosotros respeta y tiene confianza en los juicios del otro, cada uno de nosotros lleva a cabo su mejor esfuerzo para resolver nuestros problemas mutuos... pero, al mismo tiempo, admitimos con franqueza lo que podemos y no podemos lograr no obstante nuestros mejores esfuerzos".18 Que la relación entre Japón y los Estados Unidos haya madurado o no sigue estando abierto a consideración. La declaración de Hosokawa, sin embargo, dio la impresión de que la postura negociadora de Japón hacia los Estados Unidos estaba cambiando de manera muy notable. Este cambio podría representar un tercer parteaguas en las relaciones internacionales japonesas. Irónicamente, Japón se ha abocado aún más a eliminar la reglamentación innecesaria de sus mercados y a procurar la apertura de éstos a raíz de su negativa a establecer metas numéricas. Anteriormente, Japón ha llegado a menudo a acuerdos mutuos con los Estados Unidos, con el fin de preservar la semblanza de una buena relación entre ambas naciones, a menudo mediante maniobras meramente cosméticas, según Hosokawa observó después de su reunión con Clinton.19 (Los japoneses suelen referirse a dichos acuerdos artificiales como tamamushi-iro : el color de un escarabajo, que cambia según el ángulo desde el que se le vea.) No obstante, esta forma de arreglar los desacuerdos podría estar sembrando las semillas de controversias futuras.20 378 CAMBIOS POLÍTICOS EN JAPÓN Tras el rechazo del gobierno de Hosokawa a establecer metas numéricas para medir la apertura del mercado japonés, hay cambios monumentales en la situación política interna de Japón. A nivel superficial, los comentaristas han notado la omnipresencia del escándalo, de la inestabilidad y la incertidumbre. El Primer Ministro Hosokawa renunció a principios de 1994, después de menos de un año de haber asumido el cargo; su sucesor, Tsutomu Hata, se vio obligado a disolver su propio gabinete en junio de 1994. Posteriormente, Tomiichi Murayama, un socialista, llegó al poder valiéndose de una coalición muy inusual entre su partido, el PLD y un mini-partido, conocido como Sakigage; Murayama era apenas el segundo Primer Ministro socialista desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial (el primero tomó posesión del cargo en 1947) y habría de convertirse en el sexto Primer Ministro en renunciar desde 1989. Más allá de estas idas y venidas, han estado ocurriendo cambios más profundos y duraderos a nivel estructural. El Partido Liberal Democrático (PLD), el aparato burocrático y el círculo empresarial, constituido por las principales organizaciones corporativas (zaikai), habían sido los principales agentes responsables de la creación de las políticas japonesas a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. La prensa se refería a ellos como "el Triángulo de Acero". En relaciones exteriores, la burocracia se encargó de desarrollar las relaciones económicas de Japón, apoyándose en la ideología de seguridad y liberalismo del PLD y en los llamados de la comunidad financiera en el sentido de buscar una expansión económica (ver Figura 11.1). En el seno del aparato burocrático, es el Ministerio de Relaciones Exteriores (Gaimusho) el responsable general de la diplomacia japonesa. Otros ministerios también tienen papeles importantes en la política exterior. Los asuntos 379 relacionados con el comercio los conduce el Ministerio de Comercio Internacional e Industria (MITI); los asuntos relativos a las finanzas internacionales los maneja el Ministerio de Finanzas, etc. De este modo, el gobierno puede utilizar las áreas de especialización de cada ministerio. Pero, al mismo tiempo, la actitud prepotente de los ministerios ha recibido críticas, pues se le responsabiliza de ser una de las principales causas de ineficiencia en las negociaciones con el extranjero. Cuando el PLD perdió su tradicional mayoría en la Dieta en las elecciones generales de julio de 1993, apareció una alianza de partidos anti-PLD y anti-Comunista. Fue así como se desmoronó el "sistema de 1955" del partido dominante (el PLD), que había gobernado al país por casi cuarenta años.21 Figura 11.1 Actores tradicionales en las relaciones exteriores de Japón. (FIGURA 11.1) Entre tanto, el aparato burocrático, aún imbuido del carácter "de 1940", que lo inclina hacia un comportamiento autoritario, parece incapaz de hacer frente al proceso de liberalización actualmente exigido por la sociedad japonesa. Como resultado de esto, el aparato burocrático se ha convertido en el blanco de críticas muy severas, tanto a nivel interno como internacionalmente.22 En este marco, tanto los economistas como los líderes financieros han comenzado a temer que la guía administrativa (bajo la bandera de los objetivos numéricos como medio para presionar a la apertura de los mercados) habrá de fortalecer el control de la burocracia sobre las industrias japonesas, inhibiendo así el movimiento tendiente hacia la desregulación. También se han observado transformaciones en los zaikai, los círculos empresariales lidereados por cuatro organizaciones: Keidanren, la federación de 380 las principales organizaciones industriales; Nisshou, la Cámara Japonesa de Industrias y Comercio; Keizai Doyuukai, la asociación de ejecutivos corporativos; y Nikkeiren, la federación de asociaciones patronales. Estas organizaciones ya no son grupos de interés monolíticos que representan las opiniones de la comunidad empresarial bajo el emblema del desarrollo económico. Los cambios en los círculos empresariales ocurrieron, en primer lugar, porque la estructura de la industria japonesa dejó de ser dominada por las industrias de enormes plantas y pasó a ser un conglomerado compuesto por una gran variedad de industrias con diferentes intereses. En segundo lugar, con la internacionalización de las actividades empresariales, muchas compañías ya no pudieron pensar únicamente en los mercados japoneses. En tercer lugar, en tanto que los empleados japoneses se había caracterizado históricamente por dar la prioridad en sus vidas a las compañías en las que trabajaban (kaishashugi), lo que apoyaba la unificación de la comunidad empresarial japonesa desde su base, se dio un debilitamiento en la lealtad hacia las compañías como resultado de los cambios generacionales en la planta laboral y de las medidas de racionalización corporativa (medidas que, por ejemplo, hicieron cada vez más costoso y difícil para las compañías mantener su sistema de empleo de por vida). Y, finalmente, los recientes escándalos políticos que involucraron a ejecutivos de alto nivel en las principales compañías dañaron seriamente el prestigio de las zaikai en el marco de la comunidad japonesa. El debilitamiento del "triángulo de acero" es fácilmente observable23 y la burocracia japonesa ya no puede conducir a la industria valiéndose de directrices administrativas fuertes, como tampoco pueden las zaikai seguir conduciendo a las corporaciones en lo individual. Japón necesita establecer un nuevo sistema de toma de decisiones, presumiblemente con base en una participación más amplia de gente, no sólo en lo tocante a la política interna, sino también en lo que 381 concierne a las relaciones internacionales. Al respecto, la responsabilidad de los políticos japoneses en el sentido de construir un consenso público acerca de cambios estructurales ha cobrado mucha importancia. La dificultad implícita en la tarea se hace aún más compleja por la necesidad de llevar a cabo cambios estructurales bajo la recesión económica más severa que Japón haya experimentado en la era de la post-guerra. No existe duda alguna de que la relación de Japón con los Estados Unidos sigue siendo su relación bilateral más vital. En una reunión celebrada en Tokio en marzo de 1994, después de pasado un mes para reflexionar sobre lo ocurrido en la cumbre de febrero, el Ministro de Relaciones Exteriores japonés, Tsutomu Hata y el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Warren Christopher, no consiguieron alcanzar ningún avance importante en el terreno de las disputas comerciales. Ambos reconfirmaron que: (1) Japón y los Estados Unidos son aliados con base en el tratado de seguridad mutua; (2) ambos países tienen responsabilidades en común en lo tocante a la paz y la estabilidad mundiales; y (3) ambos países necesitan mantener una relación cercana, con el fin de evitar el empeoramiento de las tensiones económicas.24 No es probable, sin embargo, que Japón vuelva a la postura dependiente que los anteriores gobiernos del PLD adoptaron en relación con los Estados Unidos.25 Durante la Guerra Fría, el tema de la seguridad ofrecía una buena base para construir la relación mutua. Los gobiernos del PLD observaron, en todo momento, una política de mantenimiento de un tono favorable en la relación, en aras de la defensa de Japón. De conformidad con esto, los líderes gubernamentales expresaban la postura estratégicamente cercana de Japón con los Estados Unidos por medio de frases clave, tales como "miembro del bloque occidental" (Primer Ministro Ohira), "aliado de los Estados Unidos" (Suzuki), 382 "fortaleza imposible de hundir e inexpugnable" (Nakasone) y "sociedad global" (Miyazawa). La Guerra Fría ha concluido y las tensiones entre el Este y Oeste han disminuido de manera dramática. En este nuevo contexto internacional, las fricciones económicas están surgiendo como principal tema político entre Japón y los Estados Unidos. La retórica de la seguridad mutua ya no ofrece razones convincentes para poner un remedio a la brecha comercial. A menos de que ambos gobiernos lleguen a un acuerdo genuino en cuanto a las medidas básicas que deberán tomarse con el fin de rectificar el enorme desequilibrio favorable a Japón en comercio exterior, partiendo de una base global y no bilateral, no habrá medida alguna que satisfaga a los Estados Unidos.26 De acuerdo con Yoichi Funabashi, importante comentarista de asuntos internacionales, el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca estima que una apertura completa y total del mercado japonés sólo reduciría de 9,000 a 18,000 millones de dólares el déficit comercial que los Estados Unidos tienen con Japón y que asciende a 60,000 millones de dólares por año. Debemos basar nuestra consideración de la postura japonesa en relación con la nueva doctrina regional de los Estados Unidos en el Hemisferio Occidental partiendo de una premisa dual que contemple los cambios políticos en Japón y los cambios que se dan en la relación Japón-Estados Unidos. Otro instrumento en estas consideraciones lo constituye la visión de América Latina en relación con Japón, dado que siempre debemos tomar en cuenta las percepciones de nuestros socios antes de definir las opciones políticas. ¿Realmente se espera que Japón juegue algún tipo de papel en América Latina? 383 LA IMAGEN DE JAPÓN EN AMÉRICA LATINA Con el fin de comprender las percepciones que América Latina tiene de Japón y de su posición en la era posterior al fin de la Guerra Fría, el Instituto Iberoamericano de la Universidad de Sophia planteó un cuestionario a los estudiantes universitarios de nueve ciudades en siete países de la región.27 Se escogió llevar a cabo el muestreo entre estudiantes universitarios porque (1) así se obtendrían muestras relativamente homogéneas en los siete países y (2) porque los estudiantes constituyen una posible élite futura que bien podría tomar parte en las relaciones internacionales en años por venir. También se planteó el cuestionario a personas no universitarias en los siete países, con una distribución ocupacional que variaba por ciudad, con el fin de obtener un punto de referencia para interpretar los resultados de las respuestas dadas por los estudiantes universitarios. Aunque obviamente no existe una visión uniforme de Japón en toda Latinoamérica, las respuestas al cuestionario de las personas no universitarias resultaron ser muy similares a los de los estudiantes universitarios. Los resultados muestran que la relación entre Japón y América Latina no es contemplada con mucha intensidad por la mayoría de los encuestados. Los que respondieron que la relación económica de Japón con su país era "débil" (52.2 por ciento en relaciones económicas, 64.0 por ciento en relaciones culturales, 64.2 por ciento en relaciones políticas) fueron más que aquellos que respondieron que dicha relación era "fuerte" (37.5 por ciento en relaciones económicas, 21.9 por ciento en relaciones culturales, 17.4 por ciento en relaciones políticas). No obstante, los encuestados ven positivamente el crecimiento del poder económico japonés en la comunidad internacional, según se puede apreciar en la Tabla 11.1 y esperan que sus respectivos países desarrollen relaciones más próximas con Japón en el futuro. En cuanto a las 384 expectativas, el 70.8 por ciento de los encuestados respondió que las relaciones entre Japón y América Latina tomarán una dirección favorable y sólo el 2.6 por ciento predijo que el movimiento sería en una dirección no favorable. (el 11.5 por ciento predijo que no habrá cambios y el 15.2 por ciento declaró no saber lo que podría pasar). La responsabilidad en el fortalecimiento de la relación fue puesta en gran medida en Japón: en cooperación tecnológica (60.8 por ciento); en cooperación económica (51.8 por ciento); en intercambio cultural (32.1 por ciento); en expansión comercial (28.5 por ciento) y en intercambio personal (16.1 por ciento). Al mismo tiempo, un aumento en la fuerza política de Japón recibió un número casi igual de respuestas "favorables" y "desfavorables", según se muestra en la Tabla 11.1 También se tomaron opiniones en relación con el aumento en la fuerza militar de Japón. Aunque el 47 por ciento de los encuestados piensan que Japón "no amenazará la paz mundial", el 30.9 por ciento contestó lo contrario. Esto indica que existe una preocupación importante en este sentido. El anterior estudio reafirma el reconocimiento general de Japón en América Latina como potencia económica pero no como potencia política o militar. Según lo ha descrito Charlotte Elton, se considera que las fuentes del poder japonés se dan en los campos financieros, tecnológicos, organizacionales y económicos.28 En pocas palabras, a Japón se le percibe en América Latina como un tipo de potencia diferente a los Estados Unidos o a Europa. Concluye Elton: Existe el deseo entre los latinoamericanos de hallar una alternativa al resurgimiento de los Estados Unidos como potencia dominante en la región. Se percibe como algo positivo que Japón no pueda usar un "poder duro", según lo ha llamado Joseph Nye y que tenga un gran potencial para desarrollar su "poder 385 blando" para la promoción de una mayor integración económica, de una globalización real y de una división económica del mundo más armoniosa... Existe la esperanza de que Japón... pueda constituirse en un puente entre el Norte y el Sur, ayudando a cerrar la creciente brecha [entre el Norte y el Sur] y promoviendo un orden económico internacional realmente nuevo.29 Tabla 11.1. Percepciones Latinoamericanas sobre el creciente poderío de Japón % de personas que respondieron _____________________________ poder económico ________________ poder político ____________ Favorable para América Latina 46.1 20.9 Desfavorable para América Latina 11.8 18.8 Ninguno de los dos 26.8 31.4 No sabe 15.3 28.8 Fuente: Kotaro Horisaka, "Japan's Image in Latin America and the Future of Japanese-Latin American Relations", Iberoamericana 13, nº 1 (1991): 25-36. Esta no es una tarea sencilla. En la Cumbre Económica de Tokio, celebrada en mayo de 1986, once países deudores de América Latina (el llamado Grupo de Cartagena) enviaron un mensaje al Primer Ministro Yasuhiro Nakasone, invitando a Japón a tomar el liderazgo en la solución del problema de la deuda.30 Dos años después, en la reunión anual de 1988 del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, Japón propuso el Plan Miyazawa (bautizado en honor al Ministro de Finanzas japonés, Kiichi Miyazawa), que permitía la bursatilización de los empréstitos bancarios, con el fin de reducir los pagos por concepto de 386 servicio de deuda de los países muy endeudados. Aunque el Plan Miyazawa fue rechazado por los Estados Unidos, Washington pronto adoptó la esencia de las ideas japonesas al respecto, bajo la rúbrica del llamado Plan Brady.31 Como lo muestra este ejemplo, no resulta fácil para Japón jugar un papel de intermediario a gran escala entre el Norte y el Sur, especialmente en el Hemisferio Occidental, en donde la presencia de los Estados Unidos es especialmente fuerte. OPCIONES POLÍTICAS DE JAPÓN EN EL HEMISFERIO OCCIDENTAL Volvamos a nuestra pregunta inicial. ¿Qué tipo de postura debería adoptar Japón en relación con el Hemisferio Occidental, en donde se llevan a cabo esfuerzos integracionistas a gran velocidad, bajo el liderazgo de los Estados Unidos? ¿Debería Japón apoyar el Acuerdo de Libre Comercio estratégico que promueve Washington y forjar una relación trilateral sólida entre Japón, los Estados Unidos y América Latina? ¿Es correcto suponer, tal y como han afirmado Susan Kaufman Purcell y Robert M. Immerman, que la "congruencia" de los intereses de los Estados Unidos y Japón en América Latina, que "se puso de manifiesto por primera vez durante la crisis de la deuda", se ha hecho "más pronunciada" con el advenimiento del fin de la Guerra Fría?32 Oficialmente, la política exterior japonesa hacia América Latina sigue constando de tres soportes principales: apoyo a la democratización y a las reformas económicas orientadas al mercado, promoción de una comprensión mutua y cooperación en la solución de problemas ambientales y relacionados con el narcotráfico.33 Todo lo anterior es congruente con la política que los Estados Unidos sostienen hacia América Latina. En particular, el gobierno japonés se encuentra contribuyendo activamente a la reconstrucción de América Central, 387 bajo la llamada "Sociedad para la Democracia y el Desarrollo en América Central", iniciativa proveniente de los Estados Unidos. Japón ocupa la presidencia del grupo de trabajo sobre desarrollo económico en esta Sociedad. No obstante, parece ingenuo imaginar que Japón habrá de seguir para siempre las iniciativas de los Estados Unidos en cuanto a la estrategia de libre comercio en el Hemisferio Occidental. La relación entre Estados Unidos y Japón en su totalidad se halla actualmente en una situación delicada, tal y como lo hemos mencionado anteriormente y América Latina continúa pidiendo a Japón que asuma un papel de agente económico alternativo a los Estados Unidos. Mi opinión es que Japón, en lugar de esperar a que los Estados Unidos señalen el camino, debería esforzarse por fortalecer sus nexos económicos con los diferentes países de América Latina, así como promover las relaciones multilaterales por medio de órganos internacionales, en apoyo de los nexos bilaterales. De esta manera, Japón puede complementar la estrategia regional de los Estados Unidos en América Latina, pero al mismo tiempo puede ofrecer a los países latinoamericanos un modelo alternativo para la internacionalización de sus economías. Adicionalmente, una postura semejante por parte de Japón daría como resultado una tendencia a reforzar los sectores privados en América Latina. La experiencia del Este de Asia nos ayuda a comprender esta lógica. Las relaciones económicas bilaterales, en especial el fortalecimiento de los nexos industriales por medio del libre comercio y de la inversión corporativa, se constituyeron en la fuerza dominante detrás de la integración de los mercados del Este de Asia. Tal y como lo ha manifestado Takashi Inoguchi en su famosa metáfora de la formación de "gansos en vuelo" (es decir, la difusión de las economías internacionalmente competitivas basadas en la manufactura de Japón a los Países asiáticos de Reciente Industrialización, a los países de la ASEAN [Asociación de Naciones del Sureste de Asia] y ahora a China): "son las fuerzas 388 del mercado, por medio del comercio y la inversión, las que ayudan a Japón a canalizar el dinamismo al resto del Este de Asia".34 Winston Lord, Subsecretario de Estado de los Estados Unidos para el Este de Asia se ha expresado en términos muy similares: "Es la comunidad empresarial la fuerza que está detrás el crecimiento y la prosperidad de la región".35 Fue el mercado y no un marco estratégico proclamado de forma grandilocuente o un esquema oficial de libre comercio el responsable de la integración de las economías del Este de Asia. Desde el principio de las actividades económicas de Japón en América Latina, los países de dicha región han atraído la atención (y la inversión) de las corporaciones japonesas por una o más de tres razones básicas: (1) un mercado interno potencialmente grande, con un ingreso personal relativamente alto, especialmente en comparación con otras regiones del Tercer Mundo; (2) recursos naturales ricos y gran producción de alimentos; y (3) bases de producción con abundante fuerza laboral, con el fin de exportar a Norteamérica, Europa, África, Medio-Oriente y otros países vecinos de América Latina.36 Aunque actualmente las actitudes financieras de Japón hacia el área tienden a caracterizarse por la cautela, los tres incentivos antes mencionados siguen estando vigentes, especialmente a la luz de la reciente recuperación económica de las naciones latinoamericanas y de sus esfuerzos por integrar mercados regionales; la rápida expansión de la economía del área Asia-Pacífico, que ha dado como resultado un aumento en la demanda de recursos naturales y de alimentos; y la súbita llegada, en junio de 1994, de la "era de dos dígitos" (en el tipo de cambio contra el dólar), lo que acelera aún más la transferencia de la bases de producción japonesas al exterior, con el fin de mantener la competitividad corporativa. Los recientes cambios en la forma de percibir al área Asia-Pacífico en América Latina resultan asimismo alentadores. La Tabla 11.2 muestra la rápida expansión de las exportaciones latinoamericanas a países del Este asiático, 389 mismas que casi se duplicaron entre 1985 y 1991. En el mismo período, las exportaciones del área Asia-Pacífico a los Estados Unidos y a Europa aumentaron, en cada caso, 140 por ciento y a los países de América Latina 160 por ciento. La Tabla 11.2 también revela el comienzo de un gran (y creciente) déficit comercial de América Latina con los Estados Unidos, como resultado de la promoción estadounidense de las exportaciones, junto con la adopción de políticas de mercado abierto por parte de América Latina. Los países latinoamericanos que deseen contar con una posición más fuerte para negociar con los Estados Unidos se beneficiarían al reforzar sus nexos con Japón y con otras naciones asiáticas.37 Además, una relación más próxima de los países de América Latina con Japón y Asia ayudaría a corregir la relación unilateral entre Japón y América Latina que ha existido hasta ahora. No obstante, Japón debe llevar a cabo varias tareas con el fin de reforzar sus nexos industriales con los países latinoamericanos. En primer lugar, el gobierno debe abrir sus mercados nacionales mediante un relajamiento de las regulaciones gubernamentales y mediante la reestructuración del sistema económico nacional y esto debe ocurrir por propia iniciativa y no por medio de gaiatsu (presiones externas). En segundo lugar, el gobierno japonés debe poner de su parte cuanto sea posible para evitar la formación de doctrinas regionales exclusivas o estrechas en Asia y el Pacífico. Y, en tercer lugar, las compañías privadas japonesas deberán diversificar sus actividades (actualmente concentradas en el Este de Asia y los Estados Unidos) hacia otras áreas del mundo, incluyendo a América Latina. Estas políticas también ayudarían a corregir el enorme superávit comercial japonés con los Estados Unidos. 390 Tabla 11.2. Intercambio comercial Latinoamericano, socios principales Exportaciones (FOB) (en millones de dólares de E. U) _______________________ 1985 _____ 1987 _____ 1989 _____ 1991 _____ Importaciones (CIF) (en millones de dólares de E.U.) _______________________ 1985 _____ 1987 _____ 1989 _____ 1991 _____ Este de Asia 8,038 7,629 11,993 15,667 6,004 7,568 8,328 14,343 Japón 5,077 4,717 6,562 8,204 4,290 5,426 5,707 8,767 Otros* 2,961 2,912 5,431 7,463 1,714 2,142 2,621 5,576 Estados Unidos 40,193 39,063 43,111 57,565 26,244 28,201 38,142 63,536 América Latina 12,595 13,720 17,396 20,975 13,466 14,937 17,672 20,545 Comunidad Económica 22,190 20,083 26,712 30,300 13,023 19,340 20,046 28,715 94,428 113,585 140,444 72,801 84,179 99,632 142,395 Europea Total Mundial 99,317 Nota: "Otros" incluye a China, Hong Kong, Indonesia, Corea del Sur, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Taiwán. Fuente: Fondo Monetario Internacional, Directory of Trade Statistics Yearbook 1992 (Washington, DC; FMI, 1992). Al mismo tiempo, sería importante para Japón extender asistencia para el desarrollo exterior a América Latina, para propósitos tales como el desarrollo de capital social, incluyendo infraestructura y educación, protección ambiental y reducción de la pobreza. Estos retos sociales representan aspectos negativos del sistema de laissez-faire , mismos que resultan grandemente agravados como resultado de la competencia exhaustiva de mercado que los Estados Unidos han 391 introducido a los países latinoamericanos, junto con su doctrina estratégica regional. Con el fin de ayudar a resolver estos problemas, el gobierno japonés debe expandir la aplicación y el alcance de su asistencia para el desarrollo exterior, la que se ha dirigido a un número muy estrecho de objetivos hasta ahora, siendo sus destinatarios tan sólo gobiernos centrales e instituciones afiliadas a dichos gobiernos.38 Sería deseable que algo de la asistencia para el desarrollo que Japón canaliza a dichos países fuera para compañías recientemente privatizadas, para organismos de servicios públicos locales y para empresas mixtas (del sector público y el privado). En este modo, la asistencia japonesa para el desarrollo exterior podría ayudar a aumentar el nivel de las actividades privadas en los países receptores de dicha asistencia. Y, con el fin de promover la cooperación en estas áreas, Japón no debe seguir confiando sus relaciones internacionales a su burocracia y a sus grandes corporaciones y deberá, en lugar de ello, de ampliar sus canales hacia el extranjero a todos los niveles, a través de partidos políticos, gobiernos locales y organizaciones no gubernamentales. Japón deberá, asimismo, participar más plenamente en instituciones multilaterales. Peter Smith ha planteado, en términos generales, escenarios alternativos para las relaciones Norte-Sur tras el fin de la Guerra Fría (ver Capítulo 3).39 Prevé tres resultados potenciales: (1) el reestablecimiento de las esferas de influencia, fundamentalmente por parte de los países del Norte; (2) el surgimiento de una separación Norte-Sur; y (3) el desarrollo global, en el cual los países del Sur, así como los del Norte, reciben el "dividendo de la paz". Para Japón, que ha desarrollado su fuerza sobre la base de su comercio exterior, la primera y la segunda opciones deben evitarse. En consecuencia, Japón no puede ignorar la 392 diversificación de sus relaciones con los países del Sur y debe unirse al Norte para llevar a cabo todos los esfuerzos tendientes a estimular un desarrollo global. En virtud del actual desorden que impera en sus políticas internas, Japón no se halla en posición de alcanzar grandes logros políticos en el escenario internacional, tales como adquirir membresía permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o en el marco de las Fuerzas Pacificadoras de la ONU. La mejor opción para Japón, al menos hasta que el pueblo japonés llegue a un nuevo consenso sobre política internacional, es hacer uso pleno de los recursos de política exterior, relativamente fuertes, de que dispone el país (tanto en lo económico, como en lo financiero y en lo tecnológico) en foros bilaterales y multilaterales y no mediante un marco regional, especialmente en América Latina. De este modo, Japón podría hacer su aportación para canalizar el dinamismo asiático al Hemisferio Occidental. 393 Notas ____________________ 1. Aunque la palabra "doctrina" no se utiliza frecuentemente en la literatura relacionada con la política exterior estadounidense hacia América Latina, la utilizo aquí porque las políticas de los Estados Unidos en lo tocante al Hemisferio Occidental, que constituyen un mensaje muy claro de Washington, parecen definir las directrices básicas de la relación que dicho país sostiene con América Latina en el nuevo ambiente político internacional. 2. Tomado del título del libro escrito por el estadounidense Abraham F. Lowenthal, prominente estudioso de América Latina, Partners in Conflict: the United States and Latin America (Baltimore; The John Hopkins University Press, 1987). 3. Howard J. Wiarda, Latin America at the Crossroads: Debt, Development and the Future (Boulder; Westview Press, 1987), p. 68. 4. Peter Hakim, "The United States and Latin America: Good Neighbors Again?", Current History 19, nº 562 (febrero de 1992), pp. 49-53, esp. p. 49. 5. Robert A. Pastor, "The Latin American Option", Foreign Policy 88 (otoño de 1992), pp. 107125, esp. p. 108. 6. Howard J. Wiarda, The Democratic Revolution in Latin America: History, Politics and U.S. Policy (Nueva York; Holmes & Meier, 1990), p. 264. El autor también apunta que hubo algunas diferencias en el orden asignado a cada una de estas razones y su peso relativo entre los Estados Unidos y los países de América Latina. 7. Andrew Hurrell, "Latin America in the New World Order: A Regional Bloc of the Americas?", International Affairs 68, nº 1 (1992):, p.127. 8. Sato Ryuso, "Nichibei Shunou Kaidango no Keizai Kankei (Relaciones Económicas tras la Cumbre Estados Unidos-Japón)", Nihon Keizai Shimbun (2 de febrero de 1994). 9. Takashi Inoguchi, "The Coming Pacific Century?" Current History 1994), p. 25. 93, nº 579 (enero de 10. Para un mayor análisis, ver Kotaro Horisaka, "Japan's Economic Relations with Latin America", en Barbara Stallings y Gabriel Székely, eds., Japan, the United States and Latin America: Toward a Trilateral Relationship in the Western Hemisphere? (Houndsmill, Basingstoke, Hampshire; Macmillan, 1993, en conjunción con St. Anthony's College). 11. Ver también Barbara Stallings y Kotaro Horisaka, "Japan and Latin America: New Partners in the 1990", en Abraham F. Lowenthal y Gregory F. Treverton, eds., Latin America in a New World (Boulder; Westview Press, 1994) para mayor desarrollado sobre la relación. 12 FMI, Direction of Trade Statistics Yearbook 1992 (Washington, D.C.; 1992). 13. Ministerio de Finanzas, Annual Report of International Business Bureau (Tokio, 1993). 14. Los datos pertinentes a los Estados Unidos no son comparables directamente a los de Japón, debido a la existencia de diferencias en los criterios aplicados. Departamento de Comercio de los Estados Unidos, Survey of Current Business 72, nº 8 (1992). 394 15. JETRO, Hakusho toshihen 1993: sekai to Nihon no kaigai chokusetsu toshi (Informe Blanco sobre la Inversión Extranjera Directa del Japón) (Tokio; JETRO, 1993). Para una comparación de la presencia japonesa y estadounidense en América Latina, ver Barbara Stallings y Gabriel Székely, "The New Trilateralism: the United States, Japan and Latin America", en Stallings y Székely, eds., Japan, the United States and Latin America. 16. Para este argumento, ver Hiroshi Matsushita, "Japanese Diplomacy toward Latin America after World War II", en Stallings y Székely, eds., Japan, the United States and Latin America. Para información sobre la política japonesa hacia el gobierno de Fujimori, ver Gustavo Andrade, "The Image of Japan among Peruvians and Japanese Policy Towards Fujimori Government", Iberoamericana 14, nº 2, (Universidad de Sophia, 1992), pp. 59-69; asimismo, consultar el discurso de julio de 1993 de Terusuke Terada, anterior Director General del Departamento de América Latina y el Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, mismo que se reproduce como "Diplomacia de Japón hacia América Latina", Iberoamericana 15, nº 2 (1993), pp. 71-79. 17. Para información sobre las decisiones políticas japonesas inmediatamente posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial, consultar los artículos que aparecieron en Takashi Inoguchi y Daniel I. Okimoto, eds., The Political Economy of Japan, Vol. 2: The Changing International Context (Stanford, Stanford University Press; 1988). Consultar también Kotaro Horisaka, "As relaçoes externas do Japao de pós-guerra e a América Latina", Iberoamericana (Universidad de Sophia) 13, nº 2 (1991), pp. 20-32. 18. Mainichi Daily News (13 de febrero de 1994). 19. The Nikkei Weekly (14 de febrero de 1994). 20. Existía un amplio consenso entre los japoneses, en el sentido de que los instrumentos visibles y orientados hacia la obtención de resultados en el marco de las negociaciones comerciales (tales como el establecimiento de objetivos numéricos por parte de los gobiernos) "no sólo traerían consigo un intercambio comercial dirigido, sino que bloquearían los esfuerzos de Japón por revitalizar e internacionalizar su economía". Este punto de vista ha sido tomado de un llamado que por escrito hiciera un grupo de 154 economistas y expertos legales, fundamentalmente japoneses, que se envió tanto al Primer Ministro japonés como al presidente de los Estados Unidos antes de efectuarse la Cumbre. El grupo aboga por la reforma llevada a cabo por la iniciativa interna y por un menor involucramiento del gobierno en el sector privado. The Nikkei Weekly (7 de febrero de 1994). 21. Para saber más sobre los cambios políticos recientes, consultar Stephen J. Anderson, "Japan: The End of One-Party Dominance", Current History 92, nº 578 (diciembre de 1993), pp. 406-412; así como Hiroshi Mizuguchi, "Political Reform: Much Ado about Nothing?" Japan Quarterly 40, nº 3 (julio-septiembre de 1993): 246-257. 22. Nihon Keizai Shimbun, principal diario económico japonés, ha publicado una serie de artículos excelentes sobre el sistema burocrático japonés y los ministerios desde 1992. Los artículos también aparecieron en el Nikkei Weekly, edición del mismo diario en lengua inglesa. 23. Leonard Silk y Tom Kono, "Sayonara, Japan Inc." Foreign Policy, nº 93 (invierno de 199394), pp. 115-131, esp. p. 125. 24. Asahi Shimbun, 11 de marzo de 1994. 395 25. El retorno del PLD como partido gubernamental en junio de 1994, como parte de una coalición gubernamental con el Partido Socialista, no significa el resurgimiento de los anteriores gobiernos del PLD, también conocidos como el "sistema de 1955". 26. Comentario hecho por Yoichi Funabashi, Asahi Evening News (12 de marzo de 1994). 27. Para esta investigación, ver Kotaro Horisaka, "Japan's Image in Latin America and the Future of Japanese-Latin American Relations", Iberoamericana 13, nº 1 (1991): 25-36. El estudio fue llevado a cabo en la Ciudad de México y en Tijuana (México), en San José (Costa Rica), en Santa Fé de Bogotá (Colombia), en Caracas (Venezuela), en Brasilia y en Sâo Paulo (Brasil) y en Buenos Aires (Argentina). 28. Charlotte Elton, "New Dimensions of Japanese Foreign Policy: A Latin American View of Japanese Presence", en Tsuneo Akaha y Frank Langdon, eds., Japan in the Post-hegemonic World (Boulder; Lynne Rienner Publishers, 1993), p. 247. 29. bid., p. 248. 30. Nihon Keizai Simbun (3 de mayo de 1986). 31. Ernani T. Torres, "Brazil-Japan Relations: From Fever to Chill", en Stallings y Székely, eds., Japan, the United States and Latin America. 32. Susan Kaufman Purcell y Robert M. Immerman, "Japan, Latin America and the United States: Prospects for Cooperation and Conflict", en Susan Kaufman Purcell y Robert M. Immerman, eds., Japan and Latin America in the New Global Order (Boulder; Lynne Rienner Publishers, 1992), p. 127. 33. Ministerio de Relaciones Exteriores, Diplomatic Blue Book 1992: Japan's Diplomatic Activities (Tokio; InfoPlus, 1993), p. 293. 34. Inoguchi, "The Coming Pacific Century?", p. 25. 35. Far Eastern Economic Review (11 de noviembre de 1993). 36. Para mayores detalles sobre esta discusión, ver Horisaka, "Japan's Economic Relations with Latin America", pp. 62-65. 37. Susan Kaufman Purcell y Robert M. Immerman sostienen en su trabajo que "parece poco probable... que las principales naciones latinoamericanas pudieran o quisieran jugar 'una carta japonesa' en su trato con los Estados Unidos", pues los gobiernos de América Latina están relativamente poco interesados en dicha carta y las "naciones latinoamericanas, hasta ahora, no han detectado ninguna disposición de parte del gobierno japonés ni del sector privado de ese país que pudiera alentarlos a considerar jugar dicha carta". (Purcell e Immerman, Japan and Latin America in the New Global Order , pp. 139-140). No obstante, si pensamos en el reciente crecimiento de las economías del Este de Asia y en el aumento de intereses entre el Este asiático y América Latina, una "carta del Este asiático" podría tener un papel importante en la diplomacia de América Latina. A petición del propio país, México fue admitido como miembro de la APEC durante la reunión ministerial sostenida en noviembre de 1993; y en noviembre de 1994 Chile participó en una reunión de la APEC por primera vez. 38. De acuerdo con los datos proporcionados por la OCDE, la Asistencia para el Desarrollo de Japón a la región de América Latina representó 846 millones de dólares en 1991, cifra que duplicó la de 1987. Japón es la segunda nación en lo tocante a niveles de asistencia 396 otorgados a esta región. Los Estados Unidos encabezaban la lista en 1991, con una cifra de 1,397 millones de dólares, si bien no se ha apreciado ningún aumento en dicha cifra en los últimos cinco años. Ministerio de Relaciones Exteriores, Wagakunino Seifu Kaihatsu Enjo (Asistencia para el Desarrollo Exterior de Japón), vol. 2 (Tokio; Kokusai Kyouryoku Suishin Kyoukai, 1993), p. 605. 39. Ver también Peter H. Smith, "Shin Kokusai Chitsujo no Sinario to Kankei Henkaku" (traducción de "Facing the New International Oreder: Latin America, Japan and the United States"), en Kotaro Horisaka, Barbara Stallings y Gabriel Székely, eds., Raten America tono Kyouzon (Involucramiento de Japón con América Latina en el nuevo ambiente internacional) (Tokio; Doubunkan Shuppan, 1991), p. 240. 397 CAPITULO DOCE LAS EXTERNALIDADES DE LA ASEAN Y DEL NAFTA Mohammed Ariff La ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) representa una agrupación de economías abiertas que depende críticamente del comercio internacional y de los flujos de inversión del exterior. Los países de la ASEAN (Brunei, Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia) han progresado gracias al sistema de comercio multilateral, que les ha dado acceso a los mercados de los países desarrollados. La experiencia de la ASEAN ha mostrado claramente que el comercio y la inversión están ligados entre sí, siendo que la inversión genera una gran parte del comercio, según se desprende del hecho de que los principales socios comerciales de la ASEAN también son sus principales fuentes de inversión extranjera directa (IED). Claramente, interesa a los países de la ASEAN que los mercados de los países desarrollados permanezcan abiertos a los países en vías de desarrollo y que la inversión en el Sudeste de Asia que proviene de los primeros no disminuya. Como grupo regional orientado hacia el exterior, la ASEAN se ha esforzado por fortalecer sus nexos económicos extraregionales, especialmente con los Estados Unidos, que es el mercado más importante para sus productos manufacturados. Los cambios en el régimen comercial estadounidense tienen implicaciones importantes para las economías de la ASEAN. Es en este contexto particular que el NAFTA (Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio) suscrito entre los Estados Unidos, Canadá y México resulta relevante para la ASEAN. Existe un gran temor entre estas naciones de que el NAFTA desvíe el comercio y los flujos de inversión del Sudeste de Asia. 398 Es importante constatar si dicho temor tiene razón de ser. Si bien un estudio riguroso deberá esperar a que pase algo de tiempo, resulta posible ofrecer una evaluación preliminar del posible impacto del NAFTA en términos de la dirección, si no de la magnitud, de los flujos de comercio e inversión. Con base en la evidencia empírica de que se dispone actualmente, el presente capítulo examina las implicaciones, tanto negativas como positivas, que el NAFTA presenta para la ASEAN. Asimismo, ofrece algunas predicciones sobre la respuesta que la ASEAN deberá dar a los retos y oportunidades que plantea el NAFTA en los años por venir. EL MARCO DEL NAFTA El NAFTA entró en vigor el 1º de enero de 1994, abarcando un enorme mercado de más de 360 millones de personas, con un Producto Interno Bruto (PIB) combinado de alrededor de 6.5 billones de dólares. El NAFTA habrá de resultar de la eliminación, en un lapso de diez años, de todos los aranceles existentes entre los tres países miembros del Acuerdo para todos los productos de manufactura en Norteamérica (con la excepción de algunos aranceles que habrán de mantenerse en relación con algunos renglones "sensibles", mismos que disponen de quince años para su eliminación). Además, el NAFTA también desmantelará las barreras no arancelarias que impiden el flujo comercial intraregional, tales como el requisito de licencias de importación. El NAFTA constituye un paquete muy amplio de liberalización, que va más allá del comercio de mercancías y cubre la reglamentación para la inversión y el comercio en servicios, así como los arreglos regionales que van más allá de los asuntos específicamente de comercio e inversión y contemplan temas ambientales y los tocantes a derechos de propiedad intelectual. Excluidos de la cobertura de 399 servicios se hallan los sectores de la aviación, la navegación marítima y las telecomunicaciones básicas.1 Si bien el NAFTA habrá de instrumentarse gradualmente, en el espacio de quince años, las medidas iniciales son suficientemente substanciales como para tener impactos significativos. México se ha comprometido a una eliminación inmediata de los aranceles para casi el 50 por ciento de los bienes industriales de los Estados Unidos, incluyendo máquinas herramientas, aparatos médicos, semiconductores y equipo de cómputo, telecomunicaciones y equipo electrónico. A cambio de esto, los Estados Unidos deberán eliminar inmediatamente los aranceles que se aplican a una amplia gama de renglones de exportación de interés para México. Como lo contempla el Acuerdo de Libre Comercio Estados Unidos-Canadá, todo el intercambio comercial entre esos dos países estará exento de impuestos para 1998. A juzgar por el patrón de comercio trilateral, cada uno de los tres países miembros del NAFTA se beneficiará significativamente del Acuerdo. Entre las exportaciones primarias canadienses a los Estados Unidos están los productos de madera, los productos de papel y los metales no ferrosos. Tanto Canadá como México llevan a cabo grandes exportaciones petroleras a los Estados Unidos. El comercio intraindustrial Estados Unidos-México y Estados Unidos-Canadá está dominado por los renglones de maquinaria y equipo de transporte. La categoría más importante en el intercambio comercial bilateral existente entre Canadá y los Estados Unidos es la de automóviles y autopartes, en tanto que las dos categorías más importantes del comercio intraindustrial E.U.-México son la maquinaria eléctrica, y los automóviles y las autopartes.2 Uno podría, por lo tanto, esperar un aumento en los flujos comerciales intraregionales en el marco del NAFTA, a juzgar por los arreglos comerciales preferenciales. 400 No obstante, las ganancias derivadas del NAFTA muy probablemente habrán de distribuirse de manera desigual entre los tres miembros del Acuerdo, según lo muestran diferentes estudios que han aplicado modelos de equilibrio general para analizar los impactos de la liberalización comercial.3 Todos estos estudios indican que el NAFTA habrá de beneficiar más a México y a Estados Unidos en el menor grado. Canadá ocupa la posición intermedia en cuanto a beneficios derivados del Acuerdo. Según lo sostiene uno de estos estudios, la eliminación de aranceles y de barreras no arancelarias conforme lo contempla el NAFTA aumentará el PIB de México en un 1.6 por ciento, el de Estados Unidos en un 0.1 por ciento y el de Canadá en un 0.7 por ciento.4 Agregando el efecto de la inversión, el impacto del NAFTA como porcentaje del PIB se estima en 5.0 por ciento para México, 0.3 por ciento para Estados Unidos y 0.7 por ciento para Canadá. La distribución de las ganancias dinámicas muy probablemente habrá de seguir un patrón similar al de las ganancias estáticas, resultando más beneficiado México que Canadá o los Estados Unidos.5 Lo anterior no resulta sorprendente, pues tanto Canadá como los Estados Unidos son ya economías bastante abiertas y los Estados Unidos son suficientemente grandes como para explotar los beneficios derivados de la economía de escala por cuenta propia. México habrá de ser el país más beneficiado con el NAFTA por dos motivos: (a) su propio mercado interno es relativamente pequeño y (b) sus aranceles son mucho más altos que los de los otros dos socios. No existe garantía alguna de que estas ganancias no habrán de lograrse a expensas de terceros países. Sin duda, el NAFTA tendrá externalidades tanto positivas como negativas en el resto del mundo, especialmente en aquellos países con relaciones comerciales importantes con Norteamérica. Dado que Norteamérica representa un mercado de exportación importante para los 401 miembros de la ASEAN, especialmente en el sector de las manufacturas, el establecimiento del NAFTA habrá de tener implicaciones muy serias para estos países. DERRAMAS Y EFECTOS SECUNDARIOS SOBRE LA ASEAN Las economías de los países de la ASEAN dependen en gran medida del intercambio comercial; dichas economías presentan una relación exportaciones/PIB que va del 20 por ciento en el caso de las Filipinas al 152 por ciento en el caso de Singapur (cifras de 1990) (ver Tabla 12.1). Las exportaciones de dichas economías han registrado tasas de crecimiento anual sumamente altas, que van del 14 por ciento en el caso de Indonesia al 25 por ciento en el caso de Tailandia, durante el período comprendido entre 1987 y 1990. Las tasas de crecimiento anual correspondientes a las exportaciones de productos manufacturados en lo particular son aún más impresionantes y van del 15 por ciento, en el caso de las Filipinas, al 34 por ciento en el caso de Tailandia. Los Estados Unidos representan el mercado más importante en lo individual para las exportaciones provenientes de la ASEAN, pues representa casi una quinta parte del total (ver Tabla 12.2). Los Estados Unidos, por otra parte, ocupan el segundo lugar como fuente de importaciones de los países de la ASEAN, superado sólo por Japón. El 16 por ciento del total de las importaciones de estos países provienen de los Estados Unidos. La importancia que tiene el mercado estadounidense para los países de la ASEAN es aún más pronunciada en el caso de las exportaciones del sector manufacturero, que constituye alrededor del 80 por ciento del total de las exportaciones de la ASEAN a los Estados Unidos. Es muy importante señalar que el comercio intraindustrial que sostiene la ASEAN 402 con los Estados Unidos es considerable, mostrando un índice intraindustrial Grubel-Lloyd de más del 50 por ciento.6 Los productos manufacturados que la ASEAN exporta a los Estados Unidos son bastante competitivos, según muestra un análisis de participación de mercado.7 Canadá juega un papel marginal como mercado de exportación y como fuente de importaciones para los países de la ASEAN, pues representa apenas el 1 por ciento del total de las exportaciones y las importaciones de dicha Asociación. México ocupa una posición poco importante en la matriz comercial de la ASEAN. Desde el punto de vista de la ASEAN, dado lo anterior, son los Estados Unidos los que interesan al evaluar el NAFTA. La desviación comercial que surja del NAFTA habrá de erosionar la participación que en el mercado estadounidense ocupa la ASEAN. Sin embargo, la estructura de producción canadiense difiere notablemente de la de los países de la ASEAN, por lo que no resulta probable que Canadá sea capaz de desviar una porción significativa del intercambio comercial. México, por otra parte, es el país más temido en círculos de la ASEAN, pues su ventaja comparativa en el sector manufacturero es extraordinariamente similar a la de la mayoría de los países de la ASEAN. México produce una amplia variedad de productos manufacturados que es casi idéntica a la de los países miembros de la ASEAN. Gracias al acceso preferencial al mercado que le otorga el NAFTA, México podría quedarse con una parte importante de la participación de la ASEAN en el mercado estadounidense. 403 Tabla 12.1. Apertura económica de los países de la ASEAN: indicadores clave Total de expor- País a Indonesia PIB per cápita Tasa de creci- (en dólares miento del PIB E.U.) - 1990 1987-89 __________ __________ b Tasa de Exportaciones Exportaciones Total de expor- taciones de produc- crecimiento per cápita taciones (en Tasa de creci- Relación de tos manufacturados de exportaciones nufacturados (en dólares miles de millones miento de las exportacio- (miles de millones de bienes per cápita (en de E.U.) de dólares de exportaciones nes/PIB (%) de dólares de E.U.) manufactu- dólares de E.U.) - 1990 (%) 1987-90 1990 1990 rados (%) E.U.) - 1990 __________ __________ __________ __________ __________ ___________ __________ de bienes ma- 602.1 6.6 143.4 25.55 14.1 23.8 8.94 24.4 50.20 Malasia 2,368.7 8.9 1,643.0 29.41 18.1 69.4 12.94 21.9 722.90 Filipinas 713.2 6.0 141.2 8.68 15.4 19.8 5.38 15.4 87.50 Singapur 11,533.3 10.2 17,542.3 53.63 22.6 152.1 38.42 Tailandia 1,436.7 12.7 412.2 23.00 25.40 28.70 14.72 a b 23.1 12,805.90 33.60 263.80 Brunei es omitido debido a la escasez de datos estadísticos, pero su economía es tan pequeña que no representa mucha diferencia en términos reales. Las tasas de crecimiento del PIB son reales, con base en datos de precio constante de PIB. Otros se basan en datos de precios actuales. Fuentes: Banco Asiático de Desarrollo, Asian Development Outlook, 1991; Fondo Monetario Internacional, International Financial Statistics, (Washington, DC; FMI, noviembre de 1992); Naciones Unidas, National Accounts Statistics: Analysis of Main Aggregates, 1988-1989; Banco Mundial, World Development Report (Washington, DC; 1989, 1991 y 1992). 404 Tabla 12.2. Comercio bilateral de los países de la ASEAN: países selecionados, 1991 destinos, en porcentajes ___________________________________________________________ Total (en miles Exporta- de millones de Estados ciones a dólares de E.U.) Unidos ____________ Brunei Indonesia Malasia Filipinas Singapur Tailandia ASEAN 2.60 29.14 34.4 8.84 59.19 27.56 161.74 _________ 1.00 12.04 16.88 35.65 19.72 21.84 18.67 América Canadá _______ 0.00 0.59 0.78 1.65 0.77 1.50 0.90 México ______ 0.02 0.20 0.27 0.15 0.15 0.30 0.21 Latina _______ 0.02 0.23 0.53 0.26 0.29 0.41 0.34 Comunidad Japón _______ 0.02 26.95 15.86 20.04 8.67 18.28 18.26 ASEAN _______ Europea ________ 52.53 10.97 29.18 6.98 25.82 10.93 20.16 9.54 12.84 14.77 18.61 13.99 20.80 15.29 procedencia, en porcentajes ___________________________________________________________ Total (en miles Exporta- de millones de Estados ciones a dólares de E.U.) Unidos ____________ Brunei Indonesia Malasia Filipinas Singapur Tailandia ASEAN 1.76 25.87 36.75 12.95 66.26 37.52 181.11 _________ 10.02 13.13 15.31 20.16 15.85 10.65 14.53 América Canadá _______ 0.15 1.37 0.82 1.34 0.61 1.02 0.89 México ______ 0.01 0.15 0.30 0.16 0.10 0.25 0.18 Latina _______ 0.01 0.19 0.45 0.24 0.20 0.40 0.26 Comunidad Japón _______ 7.96 24.46 26.07 19.44 21.30 28.79 24.01 ASEAN _______ Europea ________ 44.07 9.52 19.77 9.70 2316 13.60 17.79 29.71 18.18 13.61 10.18 12.04 13.86 13.65 Fuente: Naciones Unidas, Commodity Trade Statistics, 1991, 39, nºs 1-28 (Ginebra; Naciones Unidas, 1991). Varios estudios econométricos han mostrado que las exportaciones mexicanas a los Estados Unidos habrán de aumentar entre un 13 y un 17 por ciento en el marco del NAFTA.8 En particular, el sector de textiles y de prendas de vestir que se venden a los Estados Unidos podría presentar un aumento de hasta un 42 por ciento.9 Otros estudios, sin embargo, sugieren que el efecto de desviación de comercio que habrá de tener el NAFTA no será muy grande. Por 405 ejemplo, un estudio reciente, basado en un modelo de gravedad,10 ha mostrado que las importaciones estadounidenses son mucho menos sensibles a la distancia que las exportaciones de ese país.11 En otras palabras, las exportaciones de los Estados Unidos muestran la tendencia a venderse en mercados próximos, en tanto que las importaciones provienen de mercados más lejanos. Según estos resultados, podría inferirse que los Estados Unidos habrán de exportar más a Canadá y a México, antes que importar más de dichos países. De conformidad con este posible escenario, el temor de la ASEAN a perder parte de su participación en el mercado estadounidense en favor de México no tiene bases. Ya se dispone de estimaciones generales en cuanto a los efectos de desviación comercial que el NAFTA habrá de tener para los países de la ASEAN. De acuerdo con una de estas estimaciones, el NAFTA habrá de resultar en una desviación de casi 484 millones de dólares del comercio de la ASEAN, lo que representa el 4 por ciento de las exportaciones de la ASEAN a Norteamérica.12 Otro estudio da como resultado una desviación del flujo comercial aún menor: de unos 350 millones de dólares para toda Asia, de la que la ASEAN forma sólo una parte pequeña.13 La mayor parte de esta desviación tendrá lugar en el mercado de los Estados Unidos, pues Canadá y México no constituyen mercados importantes para las exportaciones de la ASEAN. Los exportadores de la ASEAN compiten por el mercado estadounidense con los productores canadienses y mexicanos en al menos trece grupos de productos: productos químicos orgánicos, piedras preciosas, calzado, instrumentos, frutas en conserva, azúcar no refinada, productos petroleros, textiles y prendas de vestir, hierro y acero, artículos de viaje, pescado, nueces frescas y preparaciones alimenticias.14 De acuerdo con un estudio conducido por la UNCTAD, la desviación comercial que habrá de experimentar la ASEAN en 406 favor de México podría ocurrir fundamentalmente en el sector de hilos textiles y prendas de vestir, calzado, artículos eléctricos, partes y componentes, radioreceptores y cables y alambres eléctricos (ver Tabla 12.3). El hecho de que México haya sido por largo tiempo competidor de los textiles y de las prendas de vestir producidos en la ASEAN en el marco del mercado estadounidense no significa necesariamente que la ASEAN deba perder su participación en dicho mercado debido al NAFTA. Una razón de esto es que el comercio E.U.-México en el sector de los textiles y las prendas de vestir ha estado dominado desde la década de los 60 por las operaciones de producción compartida, conforme al programa de maquiladoras. Adicionalmente, la exportación de textiles y de prendas de vestir provenientes de los países en vías de desarrollo sigue estando sujeta a topes obligatorios, conforme al Acuerdo Multi-Fibras (AMF) suscrito después de concluida la Ronda de Uruguay del GATT. Los países de la ASEAN tendrán por ello que enfrentar una competencia más fuerte por parte de productores de bajo costo, tales como China y la India, más que de países productores con niveles salariales relativamente elevados, tales como México. Sin embargo, los requisitos exclusivos del NAFTA en cuanto a reglas de origen, que extienden el contenido regional más allá del producto final hasta abarcar insumos introducidos posteriormente a la etapa del hilado (por ejemplo, la llamada transformación triple) servirán para limitar las exportaciones hacia Norteamérica de textiles provenientes de terceros países. Los productos eléctricos y electrónicos ocupan una posición prominente entre las exportaciones que probablemente habrán de ser afectadas por la desviación comercial que la ASEAN sufrirá en favor de México en el mercado estadounidense, pues estos productos son de interés exportador tanto para los países de la ASEAN como para México. Una vez más, la desviación comercial en este renglón podría no ser tan severa como se teme, al menos en el corto plazo. 407 Las exportaciones de productos electrónicos mexicanos ya están actualmente dominadas por compañías transnacionales estadounidenses que importan componentes de los Estados Unidos y exportan los productos terminados de nuevo hacia los Estados Unidos, conforme al esquema de maquiladoras. Las exportaciones de ciertos productos electrónicos de la ASEAN gozan de un tratamiento preferencial en los Estados Unidos, conforme a las fracciones 807.00 y 806.30 de la Tabla Arancelaria de los Estados Unidos, que contemplan un reingreso libre de aranceles a los Estados Unidos de todo producto armado en el extranjero pero constituido por componentes fabricados en los Estados Unidos. Por lo tanto, no resulta probable que las exportaciones de productos electrónicos manufacturados por corporaciones multinacionales de los Estados Unidos en países de la ASEAN sufran a causa del NAFTA, a menos de que dichas corporaciones multinacionales dejen los países de ASEAN en favor de México. Podrían no hacerlo pues, en relación con los países de la ASEAN, México no es un país con bajos niveles salariales. No obstante, la proximidad con los Estados Unidos podría inclinar la balanza en favor de México. 408 Tabla 12.3. Potencial de desvío comercio del NAFTAa Descripción de producto ___________________________ Principales países en vías de desarrollo que compitenb ___________________________ Ciertas verduras, uvas frescas Tailandia, Chile Hilos textiles Brasil, Egipto, Tailandia, países CBI, Indonesia Telecomunicaciones Radio-receptores Singapur, Brasil Aparatos Eléctricos Resistores eléctricos Taiwán, países CBI, Singapur, Malasia Componentes para circuitos eléctricos Taiwán, Singapur Componentes eléctricos Taiwán, Corea del Sur, Malasia, Singapur, países CBIc Prendas de Vestir Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Indonesia, Tailandia, India, Bangladesh, Filipinas, Sri Lanka, Malasia, países CBI (en particular, Costa Rica, República Dominicana, Guatemala, Honduras, Jamaica y Belice) Calzado Brasil, Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong, Indonesia, Tailandia, países CBI, India, Filipinas, Malasia a Exportaciones seleccionadas de países en vías de desarrollo no pertenecientes al NAFTA hechas a los Estados Unidos en 1992 (excluyendo grupos de productos que deban pagar un arancel máximo del 4% en los Estados Unidos); los productos de la ASEAN que pagan aranceles de Nación Más Favorecida (MFN) (las importaciones que los Estados Unidos hacen de países de la ASEAN que excedan el millón de dólares estaodunidenses). b con base en el valor de las exportaciones. c CBI significa Iniciativa de la Cuenca del Caribe, programa lanzado por el entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan, en 1982. 409 Los países de la ASEAN podrían tener dificultades al intentar penetrar el mercado automotor y de autopartes de Norteamérica. La desviación comercial en este sector habrá de afectar en gran medida a Japón, Corea del Sur y Taiwán, dada su gran participación en el mercado estadounidense. El alto porcentaje de contenido norteamericano (62.5 por ciento) que contemplan las reglas de origen del NAFTA habrá de dar al traste con las esperanzas de los países de la ASEAN de poder capturar una parte del mercado de automóviles de pasajeros en Norteamérica. Ciertamente, no todos los países de la ASEAN habrán de ser afectados de manera uniforme por la desviación comercial que resulte del NAFTA. El impacto muy probablemente variará de país a país, dependiendo de la ventaja comparativa de cada uno de ellos. En el contexto del NAFTA, la desviación comercial que sufra un país en relación con el mercado estadounidense será importante cuando la ventaja comparativa de dicho país presente un patrón similar al de México. Un estudio reciente, conducido por Michael G. Plummer, ha arrojado algo de luz a este respecto. Con base en listados de ventaja comparativa revelada, parecería que Singapur habrá de ser la nación menos afectada.15 En el caso de las Filipinas, los productos que más probablemente habrían de resultar afectados son los productos de pescado, la caña de azúcar, las prendas de vestir, la maquinaria no eléctrica y las manufacturas de madera. Para el caso de Tailandia, las exportaciones que más probablemente habrán de enfrentar una desviación comercial en el mercado estadounidense son los productos de pescado, el hule natural, las prendas de vestir, la joyería y las manufacturas de madera. La lista de productos de Malasia que podrían enfrentar una desviación comercial en el mercado de los Estados Unidos incluye al petróleo crudo, al hule natural, la manteca de cacao, las prendas de vestir, los 410 productos elaborados con hule, el triplay y la cerámica. En el caso de Indonesia, la desviación comercial parecería afectar mayormente al hule natural, al petróleo crudo, a los productos de pescado, al triplay, a los textiles y a las prendas de vestir. Considerando todos los aspectos, cierta desviación comercial en perjuicio de los países de la ASEAN parece ser inevitable, dada la complementariedad de la estructura económica en la membresía del NAFTA. El hecho de que el ingreso per cápita de México sea sólo una séptima parte del de los Estados Unidos y Canadá resume muy bien la situación. No obstante, hay algunos factores mitigantes que deberán tomarse en consideración. Uno de estos consiste en que casi tres cuartas partes del intercambio comercial entre Canadá y Estados Unidos ya estaba libre de aranceles aun antes de que entrara en vigor el Acuerdo de Libre Comercio Estados Unidos-Canadá. Del mismo modo, más del 50 por ciento de las exportaciones mexicanas podían ingresar al mercado de los Estados Unidos sin tener que pagar impuestos de importación, aun desde antes de entrar en vigor el NAFTA. Lo que es más, la frontera México-Estados Unidos ha sido siempre tan permeable al contrabando que el NAFTA prácticamente equivale a legalizar lo que antes era ilegal. Todo lo anterior sugiere que el NAFTA habrá de tener un menor efecto desviador del comercio que lo que hubiera ocurrido si no hubiera habido previamente prácticamente ningún tipo de libre comercio entre los Estados Unidos y sus vecinos inmediatos. Además, los aranceles habrán de eliminarse en un lapso que comprende entre diez y quince años, lo que habrá de perturbar mínimamente los mercados. Los efectos de la desviación comercial también podrían verse compensados (y aun más que compensados) por el efecto de crecimiento que el NAFTA habrá de tener. En caso de que el NAFTA lleve a una asignación más racional de recursos en América del Norte, esto podría llevar a un mayor ingreso y a una 411 mayor demanda de importaciones, en cuyo caso, las exportaciones de la ASEAN hacia América del Norte continuarán creciendo. Otra de las preocupaciones dominantes entre países de la ASEAN en relación con el NAFTA concierne la posibilidad de una desviación de la inversión. A diferencia de lo que ha ocurrido en relación con el comercio, los investigadores y estudiosos han desarrollado pocas simulaciones o pronósticos para el análisis de esta cuestión. La hipótesis sostiene que los inversionistas extranjeros se apresurarán a invertir en México, con el fin de ganar acceso al mercado estadounidense, ignorando a los países de la ASEAN. La cuestión de la desviación de la inversión está estrechamente ligada a la desviación comercial. Si el NAFTA no resulta tener un efecto importante de desviación del comercio, se puede argumentar que no habría incentivos para que los inversionistas extranjeros reubiquen sus fábricas, pues podrían continuar operando en los países de la ASEAN y exportando sus productos al mercado norteamericano. De conformidad con esta lógica, la desviación de las inversiones sólo puede ser tan grave como la desviación comercial. Si este fuera el caso, el riesgo de desviación en las inversiones deberá darse por descontado a la luz del análisis anterior. No obstante, la lógica anterior sólo se aplica a la reubicación potencial de las inversiones existentes y no a la desviación potencial de nuevas inversiones, mismas que podrían resultar atraídas a México por las perspectivas de creación de comercio. Además, es posible invertir el argumento, de forma que la desviación comercial quede postulada como una desviación que sólo puede ser tan seria como la desviación de inversión, especialmente dado que una parte importante del intercambio comercial se lleva a cabo sobre una base intraempresas. Todo lo anterior sólo sirve para reiterar que el comercio y la inversión están interrelacionados. Tanto la creación del comercio como su 412 desviación, conforme al NAFTA, tenderán a la desviación de la inversión en favor de México. Vista en estos términos, la desviación de la inversión parece ser un problema mayor que la desviación comercial. Mucho habrá de depender, de las políticas que los países de la ASAN adopten en relación con la Inversión Extranjera Directa. En todo caso, el temor a la desviación de la inversión parece exagerado en virtud del hecho de que la capacidad de absorción de inversiones de México es limitada (se estima en unos 5,000 millones de dólares al año). Sin embargo, la probabilidad de que las compañías estadounidenses se reubiquen en México parece mayor que el de que las empresas no estadounidenses lo hagan, pues éstas últimas podrían hallar demasiado estrictos los requisitos de contenido regional que plantea el NAFTA. Más allá de estas cuestiones prácticas, los líderes de la ASEAN también han expresado su preocupación en el sentido de que con NAFTA el compromiso de los Estados Unidos hacia el multilateralismo comercial se esté debilitando. El hecho de que las negociaciones de la Ronda Uruguay del GATT se hayan prolongado por más de siete años se atribuye en parte a la erosión del compromiso de los Estados Unidos para con el GATT. El fuerte involucramiento de los Estados Unidos en el NAFTA podría haber debilitado el interés y la apuesta de los Estados Unidos en el orden del GATT. Esta "desviación de la atención" no es menos grave que la desviación del comercio o de la inversión. La preocupación de los miembros de la ASEAN es comprensible, dado que las economías abiertas y sumamente dependientes del comercio exterior de la ASEAN deben su prosperidad al sistema comercial multilateral. Un debilitamiento de éste tendría implicaciones muy graves para las naciones de la ASEAN. Tampoco parece ser congruente con sus propios intereses que los Estados 413 Unidos den la espalda al sistema del GATT, pues el 75 por ciento de la totalidad de su comercio exterior se lleva a cabo fuera de Norteamérica. Igualmente seria resulta la preocupación de la ASEAN en relación con la influencia que habrá de tener el NAFTA en la formulación de las políticas comerciales de los Estados Unidos. Éstos han estado recurriendo cada vez más a las soluciones bilaterales y a las acciones unilaterales. Con el NAFTA en vigor, los Estados Unidos podrían volverse aún más agresivos en el trato a sus socios comerciales. Como resulta bien sabido, la lista llamada Super 301 ha señalado a aquellos países con los que Estados Unidos tiene grandes déficit comerciales bilaterales, supuestamente causados por "prácticas comerciales desleales". Bajo NAFTA, las exportaciones de los Estados Unidos a Canadá y a México podrían crecer más rápido que las exportaciones hacia el resto del mundo. Además, según lo sugieren los resultados del análisis de gravedad anteriormente citado, los Estados Unidos muestran la tendencia a exportar más hacia países geográficamente cercanos. Podría inferirse de todo esto que los déficit comerciales bilaterales que tengan los Estados Unidos con terceros países, incluyendo a la ASEAN, habrán de crecer, lo que podría invitar a los Estados Unidos a tomar medidas punitivas unilaterales. Se teme que los Estados Unidos asuman una postura menos conciliatoria de ahora en adelante, dado que su posición se hallará reforzada por el bloque comercial norteamericano. LAS OPCIONES DE LA ASEAN Los países de la ASEAN apuestan a y tienen interés en que los mercados sigan abiertos en todo el mundo, incluyendo América del Norte. Aunque los efectos de desviación de comercio y de la inversión resultado del NAFTA pueden no representar una amenaza inmediata para los países de la ASEAN, el creciente 414 surgimiento del regionalismo tiene implicaciones graves para el sistema comercial multilateral. Todas las agrupaciones regionales son necesariamente discriminatorias en la medida en que los privilegios que los miembros obtienen no son extensivos a países no-miembros, aun en el caso de no crearse nuevas barreras comerciales. El NAFTA y la Unión Europea son los esquemas de integración regional más temidos en el círculo de las naciones de la ASEAN, no sólo porque hay países clave involucrados en estas agrupaciones, sino también porque son agrupaciones regionales muy serias, a diferencia de lo que ocurre en otras partes del mundo, incluyendo a la misma ASEAN, que son agrupaciones mejor conocidas por su retórica que por sus acciones. Los países de la ASEAN cuentan con varias opciones. Una de ellas consiste en profundizar la integración económica regional de la propia ASEAN. Pero esto tiene costos, dado que haría de la ASEAN una agrupación orientada hacia sí misma. La ASEAN ha evitado caer en esquemas de integración que hubieran tenido el efecto de reorientar las economías de sus países miembros. Aun la iniciativa comercial más reciente emanada de la ASEAN, el Área de Libre Comercio de la ASEAN (AFTA), está diseñada de forma que no debilite los nexos extraregionales de la ASEAN. Bajo el AFTA, todos los aranceles se reducirán al rango entre 0 y 5 por ciento en un lapso de quince años y todas las barreras no arancelarias quedarán desmanteladas en ocho años para los países miembros de la ASEAN (contados a partir del 1º de enero de 1993). La reducción arancelaria operará en dos vías. En la "vía normal", los aranceles se reducirán al rango entre o y 5 por ciento en un lapso de entre diez y quince años. En la "vía rápida", los aranceles se reducirán hasta en un 5 por ciento en un lapso de entre siete y diez años (ver Tabla 12.4). Los productos que habrán de operar en la vía rápida representan alrededor del 37 por ciento del comercio total intra-ASEAN.16 Un punto algo espinoso lo 415 constituye la lista de exclusiones. No obstante, dicha lista estará sujeta a revisión, de forma que los productos que aparezcan en ella habrán de colocarse ya sea en la vía normal al final del octavo año (2001) o en la vía rápida posteriormente. Tabla 12.4. AFTA: Tabla de reducciones arancelarias aceleradas, de reducciones normales y lista de exclusión Paísa Inclusión Exclusión ________________________________________ ______________________________________ Número de Número de Número bienes bajo bienes bajo total de de bienes % el programa el programa bienes incluidos/ acelerado normal incluidos totales ________ _________ ________ _________ Productos agrícolas Excepción Temporales _________ general no procesados Total _______ ______ ________ Brunei (9) 2,472 3,498 5,970 92.66 208 243 22 6,443 Indonesia (9) 2,816 4,539 7,355 78.39 1,654 50 324 9,383 Malasia (9) 3,166 5,611 8,777 88.25 627 -- 541 9,945 Filipinas (8) 1,033 3,418 4,451 79.61 714 28 398 5,591 Singapur (9) 2,205 3,517 5,722 97.95 nil 120 nil 5,842 Tailandia (6) 1,736 2,777 4,513 89.40 118 26 390 5.047 aLas cifras entre paréntesis se refieren al nivel de dígito de la clasificación de artículos. Fuente: Datos obtenidos por el autor a partir de informes no publicados del Secretariado de la ASEAN, Jakarta, Indonesia. Una característica muy positiva del AFTA consiste en que su propósito no es el de aumentar el comercio intra-ASEAN, sino el de hacer a los productos de esta región más competitivos en el mercado mundial, haciendo de la ASEAN una región atractiva para las inversiones extranjeras directas. El AFTA también tiene la intención de servir como "campo de entrenamiento" para los empresarios de 416 los países de la ASEAN, quienes podrán así aprender a competir entre ellos en el escenario regional antes de enfrentar a otros competidores en el mercado internacional. Todo lo anterior deberá ayudar a los países de la ASEAN a compensar y aun evitar la desviación del comercio y de la inversión que pudieran causar el NAFTA y otras agrupaciones regionales. Otro acontecimiento interesante que ha ocurrido recientemente en la ASEAN es el surgimiento de los llamados triángulos de crecimiento que entrañan la integración de partes o provincias contiguas de tres países en un esquema subregional o transfronterizo. Los triángulos de crecimiento actúan, en esencia, como "bloques de producción", dentro de los cuales, la mano de obra, el capital y la tecnología circulan con libertad a través de las fronteras nacionales con el fin de minimizar costos y hacer así internacionalmente competitivos a los productos que en ellos se elaboran. Los triángulos de crecimiento podrían verse, por lo anterior, como "zonas económicas transnacionales".17 El triángulo de crecimiento Singapur-Johor-Riau (Sijori), a menudo citado como un esquema de cooperación económica subregional exitoso, ha estado operando formalmente desde 1988. En este triángulo, Singapur suministra la infraestructura de apoyo, incluyendo capital, tecnología y conocimientos administrativos y de mercadotecnia, en tanto que Johor (Malasia) y Riau (Indonesia) ponen el terreno, la mano de obra barata, tanto capacitada como semi-capacitada y los recursos naturales. Al norte ha surgido otro triángulo de crecimiento que cuenta con el pleno apoyo oficial de los tres países involucrados y une el norte de la península de Malasia, el sur de Tailandia y el norte de Sumatra (Indonesia). El potencial para el desarrollo industrial, de recursos naturales e infraestructura en el marco de este triángulo de crecimiento parece ser enorme, dado el alto grado de complementariedad de recursos y de dotación de factores de las subregiones participantes. Se espera el surgimiento de un 417 número creciente de triángulos de crecimiento dentro de la ASEAN, incluyendo varios que unan las provincias del sur de las Filipinas con los estados de Borneo y otros que unan a Malasia y Tailandia con los estados de Indochina. Todo esto deberá llevar a una asignación más racional de recursos escasos, haciendo más competitivos a los productos de la ASEAN en los mercados mundiales. Una segunda opción estratégica para la ASEAN sería la de expandir su membresía, incluyendo a países como Myanmar (Birmania), Camboya, Laos y Vietnam. Una ampliación de la ASEAN podría, sin embargo, crear más problemas que soluciones. En gran medida, los anteriores países aún no están listos para unirse a la agrupación. Y aun cuando lleguen a estarlo, la ASEAN tiene fuertes reservas políticas en cuanto a algunos de dichos miembros potenciales, por no mencionar las dificultades derivadas de buscar acomodo en el marco de la agrupación a países en diferentes niveles de desarrollo. En todo caso, una ASEAN de mayores dimensiones en estos momentos daría a la agrupación una mayor fuerza geopolítica y un mayor poder de negociación, aunque contribuiría poco a la competitividad de la ASEAN en el corto plazo. Dado el vital interés que la ASEAN tiene en el funcionamiento del sistema comercial multilateral, una tercera alternativa que estos países tienen (y que representa su primera mejor opción) consiste en colaborar con la Organización Mundial de Comercio (que habrá de suceder al GATT) para mantener abiertos los canales comerciales en beneficio de todas las naciones. Al respecto, la ASEAN ha jugado muy bien sus cartas al participar en la Ronda Uruguay de manera activa. Todos los países de la ASEAN hicieron "concesiones" significativas en el renglón arancelario en el marco de las negociaciones multilaterales y habrán de derivar beneficios considerables por ello, en términos de un acceso más fácil a los mercados de todo el mundo. También es digno de hacer notar que las naciones de la ASEAN han estado liberalizando sus regímenes comerciales de 418 manera unilateral desde mediados de la década de los 80. Como resultado de ello, las industrias de estas naciones se han hecho más eficientes y sus productos son más competitivos. La ASEAN está sumamente consciente de que su agrupación no goza de una gran capacidad de influencia en el resto del mundo. Esta debilidad podría superarse mediante la formación de alianzas o coaliciones estratégicas con países que compartan las posiciones de la ASEAN. Las naciones de la ASEAN ya son miembros de Cooperación Económica del Área Asia-Pacífico (APEC), que es un foro estructurado flexiblemente. Resulta comprensible que la reciente propuesta del "Eminent Persons Group" (Grupo de Personas Eminentes) en el sentido de transformar a la APEC en un bloque económico (con base en la creencia de que esto habría de favorecer una asignación más racional de recursos en la región Asia-Pacífico) no haya sido bien recibida por la mayoría de los países de la ASEAN.18 Un bloque económico de la magnitud de la APEC podría distorsionar seriamente los flujos comerciales. Para los países de la ASEAN, la APEC es una organización cómoda y rentable en tanto siga siendo un foro consultivo con una estructura más o menos flexible, capaz de actuar como una entidad de "cabildeo" para la promoción del libre comercio. La APEC podrá jugar este papel de forma significativa sólo si se abstiene de concretar acuerdos comerciales preferenciales en su propio seno, independientemente del compromiso que ha asumido para alcanzar un régimen de libre comercio en la región Asia-Pacífico para el año 2020. Para que la APEC actúe de forma eficaz como entidad proponente del libre comercio, la participación de los Estados Unidos resulta crítica, pues no sólo brinda una gran fuerza a la APEC, sino que asegura que los Estados Unidos no se apartarán del libre comercio a nivel multilateral en virtud de la suscripción del NAFTA. En tanto que todos los países de la ASEAN reconocen la importancia de los Estados 419 Unidos y dan la bienvenida a su involucramiento activo en la región, en general se muestran recelosos de cualquier movimiento de aproximación de los Estados Unidos a un país en específico, con miras a establecer una alineación estratégica de éste. Los países de la ASEAN preferirían que las alineaciones estratégicas de los Estados Unidos con países de la zona se llevarán a cabo con la APEC en conjunto. Al respecto, una de las posibilidades que la ASEAN está considerando de manera muy seria es la propuesta, planteada por Malasia, de establecer una Conferencia Económica del Oriente Asiático (EAEC), que comprenda a las economías del Noreste y del Sudeste asiático. La EAEC se contempla como una entidad regional con relaciones estrechas entre sus miembros y con la posibilidad de que en su marco se generen acuerdos intraregionales de comercio e inversión. Esta Conferencia se considera como una "seguro" que operaría para beneficio de la región en el caso de que América del Norte o Europa Occidental se conviertan en fortalezas. Sería un error muy costoso convertir a la EAEC en un bloque comercial (aunque esto podría ocurrir en circunstancias excepcionalmente apremiantes), pues los países de la ASEAN acabarían pagando una enorme "póliza" por su seguro en caso de que ello ocurriera. Los países de la ASEAN se beneficiarían con la formación de la una EAEC, sin embargo, si ésta abrazara la causa del libre comercio. La EAEC complementaría a la APEC. Una alineación estratégica en el marco de la cual la APEC, la EAEC y la ASEAN formaran círculos concéntricos (siendo la EAEC una capa intermedia entre la periferia de la APEC y el núcleo de la ASEAN) constituiría la situación óptima para los países de la ASEAN. La idea de los círculos concéntricos, como muchos otros buenos conceptos económicos, ha sido tomada de la física, cuyas leyes exigen que el núcleo sea más fuerte que las capas externas en una relación de círculos concéntricos. De no ser así, el núcleo, constituido por las naciones de 420 la ASEAN, sencillamente se marchitaría hasta desaparecer. El concepto de los círculos concéntricos con la ASEAN en el núcleo, es difícil de vender. Para otros países, la idea de unirse al esquema casi con el fin único de proteger los intereses de la ASEAN, no les ofrece incentivo alguno. La ASEAN también necesita mejorar su relación con América del Norte en general y con los Estados Unidos en particular. Dado que la inversión y el intercambio comercial guardan una relación muy estrecha, las compañías estadounidenses que operan en los países miembros de la ASEAN pueden actuar como vehículos para el comercio que la ASEAN sostenga con América del Norte. La ASEAN podría superar los obstáculos planteados por la firma del NAFTA aumentando los intereses estadounidenses en esta región. Aunque las multinacionales estadounidenses emplean más contenido estadounidense en sus productos que otras multinacionales extranjeras, también tienen un interés muy claro y fuerte en mantener el mercado de estadounidense abierto a sus productos. No es ningún secreto que las multinacionales esta