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EL PLAN MARSHALL Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
El programa de recuperación económica de Europa aparece como antecedente de conformación del nuevo
orden mundial entendido en el marco del ascenso y expansión del capitalismo tardío en su fase neoliberal
y la emergencia de los Estados Unidos de Norteamérica como potencia política y económica mundial que
impuso los patrones sobre los cuales se generó una dinámica de modernización. La etapa subsiguiente a la
Segunda Guerra Mundial es el momento determinante de la conformación de un nuevo orden global.
Sin embargo, a pesar de los supuestos económicos en que se enmarcó la estrategia del Plan Marshall, sus
objetivos y alcances tienen claras dimensiones ideológicas. En el presente texto se intenta el abordaje de
estas cuestiones ubicando el Plan Marshall como factor causal de un nuevo ordenamiento a nivel mundial
a partir de la relevancia de los factores ideológicos que hicieron posible la configuración de este orden
mediante la aplicación de una estructura económica soportada en claros intereses políticos.
Los antecedentes del Plan Marshall son descritos por Martínez en los siguientes términos:
“las consecuencias de la segunda guerra mundial resultaron devastadores para las economías
europeas, lesionando su aparato productivo, y provocando alarmantes dificultades financieras.
Después de los desordenes de entreguerras, la segunda guerra mundial significó para Europa el
capítulo final de la pérdida de su hegemonía económica en el mercado mundial, en favor de Estados
Unidos.
El resurgimiento de las relaciones económicas internacionales no podía ceñirse al establecimiento
de un orden monetario y a la liberalización de los intercambios: debía pasar por la reconstrucción de
las naciones arruinadas por el conflicto. Y en ello puso su empeño Estados Unidos –convertido en
primera potencia económica-, con diversas modalidades de ayuda en los años cuarenta y
cincuenta1”.
Estados Unidos se hace, por tanto, con el liderazgo del proceso de reestructuración económica del mundo
después de las graves pérdidas y la devastación dejadas por la guerra, mediante una política de ayuda,
materializada en el llamado Plan Marshall, el cual “descansaba en la gran fortaleza de la economía
norteamericana, su industria se potenció gracias al conflicto armado y se reconvirtió rápidamente hacia la
industria civil, pero su producción necesitaba mercados, y Europa no estaba en condiciones ni de comprar
ni de producir”2, de esta manera Estados Unidos sale fortalecido como consecuencia de la guerra y
termina generando un proceso de inversión casi oportunista en Europa, basada en unos lineamientos
precisos establecidos en el Plan Marshall.
ASPECTOS IDEOLÓGICOS EN LA EMERGENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN EL
NUEVO ORDEN MUNDIAL
El reconocimiento de ámbitos ideológicos se hace pertinente para lograr un análisis localizado de
situaciones que redundan en agudas transformaciones de la realidad. Las ideologías han generado una
influencia radical en la manera en que han confluido ciertas experiencias históricas a partir de la
comprensión filosófica de la idea como precedente de la acción, de esta manera la praxis se sustenta en
imaginarios específicos, como describe Lechado “las ideologías o doctrinas políticas son sistemas de ideas
y creencias que pretenden explicar la sociedad y conformarla según determinadas escalas de valores”3,
1
2
3
MARTÍNEZ MARTÍN, Jesús. El crecimiento económico en el mundo desarrollado. Madrid: Ediciones Akal, 1992. p. 41.
RUÍZ, José Pascual. Los cimientos de los Estados Unidos de Europa. Madrid: Netbiblo. p. 7.
LECHADO, José. Ideología y conflictos en el mundo actual. En: ¿Un Nuevo Orden Internacional? Una introducción a los
problemas internacionales en el final del siglo. Madrid: Ediciones de la Torre, 1992. p. 103
1
este corpus de ideas es usado para la legitimación y la justificación de la acción de individuos o grupos
específicos4.
Desde esta lógica se entienden el diseño y la aplicación del Plan Marshall como parte del proyecto de los
Estados Unidos de imponer un modelo económico y político de carácter hegemónico, Lechado comenta
que “para entender la función social de la ideología hay que considerar la presencia de intereses
económicos contrapuestos entre las distintas clases de la sociedad, así como el propio hecho de la
dominación política”5. En este sentido la imposición de los parámetros fijados por Estados Unidos tenían
un objeto ideológico y práctico claro consistente en contrarrestar la influencia y el avance del comunismo
en el mundo.
Continúa Lechado: “Tanto en el ámbito de las sociedades nacionales como en el de las relaciones
internacionales, la justificación de la conducta de los actores políticos […] se fundamenta en el
encubrimiento de intereses económicos y aspiraciones de poder”6, los intereses defendidos justifican de
alguna manera la práctica de las imposiciones sociales, culturales, políticas y económicas, no obstante,
tales justificaciones en ocasiones sobreponen los fines a los medios utilizados, es una visión
homogeneizante y peligrosa en el sentido en que plantea que cualquier diferencia y oposición frente al
modelo imperante ha de ser considerada como enemiga y, por tanto, es atacada.
Como expresa Blum, “después de la segunda guerra mundial, USA, triunfante en el extranjero e incólume
en el interior, vio que se abría una puerta hacia la supremacía mundial. Sólo una cosa que se llamaba
“comunismo” bloqueaba el camino, política, militar, e ideológicamente”7. Este aspecto traduce el marco
que evidencia el ascenso de los Estados Unidos como líder mundial finalizando la segunda guerra. Las
motivaciones norteamericanas lejos de ser una mera intención altruista de liderar desinteresadamente la
reconstrucción de aquellas ciudades devastadas por la guerra, traduce un proceso de penetración de la
influencia e intervencionismo norteamericanos en Europa. El plan Marshall es un plan de carácter
ideológico y hegemónico que consolidó y justificó el ingreso de los Estados Unidos en diferentes regiones
del mundo.
INTERVENCIONISMO NORTEAMERICANO CONTRA EL COMUNISMO
El papel de salvador del mundo, asumido de manera autónoma por parte de los Estados Unidos en los años
de posguerra, se tradujo en el impulso de estrategias de carácter económico que mostraban un carácter
aparentemente altruista de esta nación, un compromiso con la reconstrucción mundial generada en parte
por este mismo país. Se planteó la política como una cuestión desinteresada pero que tenía un objetivo
práctico claro. Es pertinente recordar que el mismo presidente de los Estados Unidos reconoce los
aspectos ideológicos que motivaron la aplicación del Plan Marshall, tal motivación fue anunciada de
manera explícita por el presidente Truman frente al apoyo económico solicitado para Europa con el fin de
“ayudar a los pueblos libres a mantener sus instituciones y su integridad nacional frente a movimientos
que buscan imponer sus regímenes totalitarios”8.
Efectivamente el contexto sociohistórico del mundo del periodo de las guerras mundiales se convierte en
oportunidad para que los Estados Unidos consoliden las políticas de intervencionismo, “la rehabilitación
europea formaba parte de los intereses económicos de Estados Unidos, que necesitaba de la recuperación
de unos mercados europeos hundidos para ampliar la expansión económica, la internacionalización de su
4
5
6
7
8
Ibíd.
Ibìd., p. 104
Ibìd.
BLUM, William. ¿Qué pasó con el Plan Marshall?. En: El Estado Agresor. La Guerra de Washington Contra el Mundo.
Madrid: Status Ediciones, 2006. Consulta en: <http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32366>
Citado por RUÍZ MACÍA, José. Los cimientos de los Estados Unidos de Europa. La Coruña (Esp): Netbiblo. p. 7.
2
capital, tal y como se construyeron los mecanismos de funcionamiento del sistema capitalista a escala
mundial”9. Sin embargo, el propósito de expansión del capitalismo implicaba, a su vez, el freno al
potencial avance del comunismo mundial, en ausencia de la ayuda norteamericana los países europeos
fácilmente podrían virar hacia la influencia socialista soviética “propiciada por un importante avance de
los movimientos de izquierda de la Europa posbélica”10 ya que “la situación de penuria era tal que hacía
temer que la mitad occidental pudiera caer en manos comunistas y, por tanto, bajo el control de la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)”11.
El total de la ayuda impulsada por los Estados Unidos en Europa Occidental ascendió a 23.511 millones
de dólares en cerca de una década (Tabla 1), teniendo en cuenta que la URSS y las demás naciones
socialistas no aceptaron su participación en el la estrategia planteada por Norteamérica. Tal situación
genera el inicio de la Guerra Fría, tensión que se mantuvo a lo largo de varias décadas de la segunda
posguerra y que, de cierta manera, dividió el mundo en dos bloques ideológicos opuestos, no obstante,
dicha tensión tenía antecedentes más lejanos, como expresa Blum: “el anticomunismo había sido el pilar
principal de la política exterior de USA desde la Revolución Rusa hasta la Segunda Guerra Mundial con
una interrupción durante la guerra, hasta los últimos meses de la campaña del Pacífico, cuando
Washington colocó el enfrentamiento con el comunismo por sobre la lucha con los japoneses. Este retorno
al anticomunismo incluyó el lanzamiento de la bomba atómica en Japón como una advertencia a los
soviéticos”12. De esta manera la decisión de los países del bloque comunista tenía fundamentos
ideológicos y prácticos de sobra.
Tabla 1. Ayuda de Estados Unidos a Europa Occidental
Fuente: TRIFFIN. Europe and Money Muddle. En: MARTÍNEZ. p. 41
Frente a la necesidad de los recursos estadounidenses para promover la reconstrucción y la lógica del
desarrollo material de Europa, esta región termina adoptando condiciones de subordinación respecto a las
políticas establecidas por los Estados Unidos, las cuales, como se analiza más adelante, se hicieron
extensivas posteriormente hacia América Latina vía Alianza para el Progreso. Estados Unidos, entre tanto
se permite, con la complacencia de los estados europeos, difundir el evangelio capitalista abriendo
mercados para las corporaciones norteamericanas que encontraron el clima socio político adecuado para
su plena expansión13, de esta manera la represión contra la izquierda a lo largo y ancho de la Europa
Occidental no es un factor desligado del Plan Marshall, por el contrario, aparece como la expresión
práctica de las ideologías expresadas en esta política.
Algunos autores plantean los efectos positivos que el Plan Marshall representó para la economía de
Europa, entre estos aparece la construcción de un plan racional para poner en pie las economías europeas
9
10
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13
MARTÍNEZ. Op. Cit., p. 42.
Ibíd.
RUIZ. Op. Cit.
BLUM. Op. Cit.
Ibid.
3
y el desarrollo de estas, la creación de un régimen multilateral de los intercambios y liberalizarlos y la
organización un sistema de compensaciones multilaterales14, factores alcanzables solo a partir de la
consolidación de un modelo de tipo capitalista. De la misma manera los efectos políticos se hicieron
evidentes: la promoción de la necesidad de entendimiento y de las iniciativas europeas para la gestión
común de la ayuda norteamericana y el fomento de la convivencia entre los europeos para desterrar las
causas de las pasadas guerras e ir tejiendo una red de intereses comunes15. Es posible que dadas las
dramáticas consecuencias de la guerra los países europeos tendrían que llegar a un resultado similar de
consecución de un destino conjunto, sin embargo, el Plan Marshall impulsó los procesos de integración
europea que posteriormente confluyó en la Comunidad Económica Europea y luego en la Unión Europea,
fortaleciendo el poder económico y la influencia del capitalismo promovido inicialmente por los Estados
Unidos de América.
Como expresa Lechado, “la caída de los regímenes burocráticos de Europa central y oriental y la
consiguiente pérdida del referente ideológico que durante las últimas décadas constituyó el modelo
soviético puede sugerir, erróneamente, una suerte de “crepúsculo de las ideologías” en un pretendido
entorno internacional marcado por el orden y la cooperación de los estados”16 y dicha suposición es
errónea en el sentido que si bien Europa consolidó su unificación y reconstrucción material y económica,
los alcances del Plan Marshall llegaron a otras latitudes con realidades particulares, como es el caso de
América Latina, en donde la aplicación de las políticas intervencionistas tuvieron un efecto contrario en el
destino de las naciones.
LA CONTINUIDAD DEL PLAN MARSHALL EN LATINOAMÉRICA: LA ALIANZA
PARA EL PROGRESO
Las dimensiones del Plan Marshall llegaron a tener influencia directa en América Latina vía Alianza para
el Progreso, proceso que puede entenderse como una fase posterior del primero a pesar de aplicarse 15
años después. La experiencia latinoamericana frente al contexto ideológico de las políticas
intervencionistas de los Estados Unidos proponen la fase hegemónica que, en cierto sentido, permite
describir la compleja realidad de la región en el sentido de configurarse en base de una situación de
subordinación y subdesarrollo, respecto a la lógica del interés capitalista, pese a la resistencia que durante
varias décadas propusieron diversos movimientos obreros y proletarios reclamando la perversidad del
modelo para la realidad local.
Y es que la Alianza para el Progreso aparece en ocasiones como un hecho histórico desligado del Plan
Marshall por su ocurrencia temporal posterior, sin embargo, aparece como consecuente con este, en el
sentido, en que si bien la motivación no tenía nada que ver con la reconstrucción del mundo de posguerra,
sí implicaba la continuidad expansionista del modelo capitalista norteamericano frente a la persistente
amenaza del comunismo. La Alianza para el Progreso se presenta como un proyecto “para atacar la
pobreza, la ignorancia y la carencia de justicia social”17, sin embargo, representa la continuación en
América Latina del intervencionismo norteamericano en la lucha contra el modelo opuesto, Ortega
indicaba en su momento que “para muchos, es obvio que el arma principal de que han echado mano los
EE. UU. En su lucha contra la Unión soviética ha sido su poderío económico. Incapaces de contrarrestar la
movilización militar, la guerra política o la subvención, han contado para nivelar la balanza, con su
capacidad única de producir y distribuir artículos y con la posesión de un mecanismo económico muy bien
14
15
16
17
RUÍZ. Op. Cit. p. 8.
Ibíd.
LECHADO. Op. Cit. p. 105.
JIMENO, Esther, et al. Nuestro mundo actual: una visión del Mundo, América y Costa Rica. San José (Costa Rica):
Universidad Estatal a Distancia. p. 311
4
organizado y muy eficaz”18. El discurso anterior subyace al análisis de la realidad del modelo
norteamericano implementado a partir de la Alianza para el Progreso en el contexto latinoamericano de los
años sesenta y setenta en los cuales la influencia de la Revolución Cubana generaron una cercanía
ideológica del intelectualismo regional hacia el socialismo.
El objetivo del presente texto no es precisamente el análisis de la Alianza para el Progreso, sin embargo,
vale la pena nombrar la continuidad de las políticas estadounidenses que generaron en Latinoamérica
efectos diferentes a los obtenidos por el Plan Marshall en Europa, en el sentido que promovió la
imposición de un régimen racionalista, el capitalismo, en una sociedad básicamente tradicional y agraria,
justificando y legitimando modelos dictatoriales y el endeudamiento característico de los países de la
llamada periferia, así como las agudas desigualdades económicas que los caracterizan.
CONCLUSIONES
Blum expresa que los fondos del Plan Marshall “no se dirigieron sobre todo a la alimentación de
individuos o a la construcción de casas individuales, escuelas o fábricas, sino a fortalecer la
superestructura económica, particularmente, las industrias de hierro-acero y de la energía”19, de esta
manera plantea claramente los objetivos reales buscados mediante el Plan Marshall: un proceso de
intervencionismo de estado y la imposición de un modelo social, político y económico de carácter
hegemónico. Se reconoce que, a pesar de su situación, Europa tenía posibilidades de generar su propia
reconstrucción sin necesidad de la intervención externa dada su tradición industrial y comercial de varios
siglos.
Teniendo en cuenta el planteamiento de Noam Chomsky sobre la construcción histórica de una cultura del
miedo, por parte de los estadounidenses: “para mediados de la década de 1980 las campañas terroristas
apoyadas por Washington habían creado sociedades afectadas por el terror y el miedo generalizado”20, se
puede comprender fácilmente que la estrategia imperial de los Estados Unidos parece centrarse en la
concepción de posibles enemigos latentes que acechan la prosperidad y amenazan el progreso de los
Estados Unidos. De esta manera se ha concebido la política intervencionista hegemónica, desde una base
ideológica sustentada en el temor frente a una posible imposición de modelos divergentes, como fue el
caso del comunismo, lo que ha legitimado programas como el del Plan Marshall.
Se debe considerar, finalmente, la sustantivación del concepto Plan Marshall. Diversos intentos de
reformas económicas se plantean hoy con este nombre. En diversos medios publicitarios aparecen títulos
como “el titular del FMI reclama un Plan Marshall frente a la destrucción de Haití”, “Plan Marshall a la
venezolana en Bolivia”, “Plan Marshall contra la ansiedad futbolera” y otros más en los cuales se
identifica un claro componente ideológico que asigna una valoración positiva a dicho proceso. El Plan
Marshall no solo impulsó la expansión económica de los Estados Unidos sino también la imposición
hegemonía a nivel cultural, político y económico de la sociedad norteamericana en buena parte del mundo
moderno. Ese viraje del concepto evidencia la relevancia que la estrategia del Plan Marshall representó en
la consolidación del nuevo orden mundial.
18
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20
ORTEGA, Elena. La carta de Punta del Este y la Alianza para el Progreso. Santiago: Editorial Jurídica de Chile. p. 32.
BLUM. Op. Cit.
CHOMSKY, Noam. Hegemonía o Supervivencia. El dominio mundial de EE. UU
5
BIBLIOGRAFÍA
BLUM, William. ¿Qué pasó con el Plan Marshall?. En: El Estado Agresor. La Guerra de Washington
Contra
el
Mundo.
Madrid:
Status
Ediciones,
2006.
Consulta
en:
<http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32366>
CHOMSKY, Noam. Hegemonía o Supervivencia. El dominio mundial de EE. UU
JIMENO, Esther, et al. Nuestro mundo actual: una visión del Mundo, América y Costa Rica. San José
(Costa Rica): Universidad Estatal a Distancia.
LECHADO, José. Ideología y conflictos en el mundo actual. En: ¿Un Nuevo Orden Internacional? Una
introducción a los problemas internacionales en el final del siglo. Madrid: Ediciones de la Torre, 1992.
MARTÍNEZ MARTÍN, Jesús. El crecimiento económico en el mundo desarrollado. Madrid: Ediciones
Akal, 1992.
ORTEGA, Elena. La carta de Punta del Este y la Alianza para el Progreso. Santiago: Editorial Jurídica de
Chile.
RUÍZ MACÍA, José Pascual. Los cimientos de los Estados Unidos de Europa. La coruña (España)
Madrid: Netbiblo, 2007.
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