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Schomburgk y Samaná
Schomburgk y Samaná
Emilio Cordero Michel
Muchos de los asistentes a esta actividad con la que la
Academia Dominicana de la Historia realiza el X Seminario
de Historia Local con el título de Samaná en la Historia
Dominicana, seguramente se preguntarán por qué les hablaré
de Schomburgk y Samaná, un personaje casi desconocido
para la gran mayoría de los aquí presentes. Lo haré por las
siguientes dos razones:
La primera es que para mí la Península y Bahía de Samaná
desempeñaron un papel protagónico a todo lo largo del proceso
histórico dominicano. Desde su constitución en un nitaínato
del cacicazgo de Maguá, bajo el mando de Guarionex, a
la presencia de Colón en la Bahía del Rincón durante su
primer viaje, lugar en el que protagonizó la llamada “Batalla
del Golfo de las Flechas”. Desde la lucha de los caciques
macorixes Mayobanex, Maniocatex y Guatiguaná, contra los
conquistadores españoles hasta la designación con el nombre
de Cabo Cabrón al punto geográfico al oeste de la Bahía
del Rincón; nombre que le fue impuesto por los españoles
1. Ponencia presentada en el IX Seminario de Historia Local Samaná en
la historia dominicana, celebrado en la ciudad de Santa Bárbara de
Samaná, el 25 de noviembre de 2006. Samaná en la Historia Dominicana.
2. Miembro de número, vicepresidente de la Junta Directiva de la Academia Dominicana de la Historia y editor de esta revista.
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al intransigente defensor de su pueblo frente a la conquista:
Mayobanex.
Desde los cimarrones negros que se escondieron en los
escabrosos montes de la península a partir de 1540, hasta los
contrabandistas y rescatadores que enfrentaron el monopolio
de la Casa de la Contratación de Sevilla y comerciaron con
holandeses, ingleses y franceses a finales del siglo XVI e
inicios del XVII. Desde los desalojados violentamente por
el truculento gobernador Osorio en los años de 1605 y 1606,
hasta los aventureros franceses e ingleses que se asentaron en
la Península de Samaná para luego trasladarse a La Tortuga e
iniciar la formación de la colonia de Saint-Domingue. Desde
los sueños del bonapartista general Jean Louis Ferrand de
trasladar a Samaná la capital de la colonia y construir una
moderna ciudad con el nombre de Port Napoleón, al intento de
la restaurada monarquía francesa de apropiarse de la Península
y Bahía de Samaná en febrero de 1822, justo en los momentos
en que el presidente haitiano Jean Pierre Boyer unificaba la
Isla de Santo Domingo bajo la bandera haitiana.
Desde el proyecto de protectorado francés de 1843 conocido
con el nombre de Plan Levasseur, auspiciado por un grupo de
dominicanos que no creía en la viabilidad del Estado libre,
independiente y soberano soñado por Duarte y los trinitarios,
hasta los planes antinacionales de los que negociaban con el
cónsul de Francia en Santo Domingo, Eustache de Juchereau
de Saint-Denys, el protectorado o la anexión a cambio de
la Península y Bahía de Samaná. Más aún, proclamada la
República en febrero de 1844, esos mismos sectores fraguaron
cercenar nuestro débil Estado con la infamante Resolución del
8 de marzo de ese año que revivió y amplió en sus concesiones
el Plan Levasseur.
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Schomburgk y Samaná
Tanto Pedro Santana, como Manuel Jimenes y Buenaventura
Báez, que presidieron la República de 1844 a 1861, ofertaron
Samaná a Francia, Inglaterra, España, Estados Unidos y hasta
al reino de Cerdeña, pequeña isla del Mediterráneo de menor
extensión superficial que este país, quizás solamente famosa
por sus excelentes viñedos y minas de plomo y zinc.
Podría aseverar que en toda la historia republicana
dominicana durante el siglo XIX hasta que Estados Unidos ─en
la llamada “Guerra hispanoamericana”─ ocupó militarmente a
Cuba y se quedó, entre otras cosas con la Bahía de Guantánamo
hasta nuestros días, Samaná estuvo en el escenario político
internacional del Caribe como presa codiciada por la Unión
Norteamericana. Samaná fue, en otras palabras, el factor
geopolítico dominicano de la segunda mitad del siglo XIX. Por
Samaná: se auparon y derrocaron gobiernos; se concertaron
leoninos empréstitos externos que retrasaron nuestro desarrollo
económico-social; se violó, con sobrada frecuencia, la
soberanía nacional, casi se logró la anexión a losEstados
Unidos; miles de dominicanos murieron en la Guerra de
los Seis Años contra el entreguista Báez; y Luperón tuvo la
oportunidad de protagonizar una de sus más hermosas gestas
patrióticas, justamente aquí, en Samaná, con sus legendarias
hazañas en el vapor Telégrafo, bautizado Restauración, y su
memorable y nacionalista misiva al presidente norteamericano
Ulysses S. Grant.
La segunda razón es que he considerado que la firme
actitud de un funcionario consular británico evitó, a inicios
de la década de 1850, que desde esos momentos fuéramos un
territorio ultramarino francés o una dependencia de Estados
Unidos, como la desdichada isla hermana de Puerto Rico.
Dicho de otra manera, que ese cónsul fue defensor de la
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soberanía e independencia dominicanas porque así convenía
a los intereses geopolíticos y económicos de Gran Bretaña en
el Caribe y porque llegó a querer a los dominicanos.
Hechas esas dos aclaraciones, pasaré a desarrollar el
tema, partiendo de las siguientes interrogantes: ¿Quién fue
Schomburgk? ¿Qué vino a hacer al país? ¿Qué opinó de Samaná
y cómo la vio? ¿De qué manera logró que mantuviéramos
nuestra soberanía e independencia durante el período en que
desempeñó sus funciones consulares en Santo Domingo, desde
inicios de 1849 hasta mediados de 1857?
Robert Hermann Schomburgk nació, el 5 de julio de
1804, en Frieberg, Baja Sajonia, Alemania. En la Universidad
de Leipzig obtuvo el título de Doctor en Filosofía y estudió
Botánica. Estuvo en las Antillas Menores inglesas realizando
en las Islas de Saint-Thomas, Saint-John, Anegada y Barbados
tan importantes estudios científicos que la Real Sociedad de
Londres, por sugerencias de su amigo y protector, el famoso
científico alemán Alexander von Humbolt, le encomendó
explorar el territorio de la Guayana Británica.
Su brillante carrera de explorador y naturalista lo llenaron
de gloria y, en 1841, con apenas 37 años de edad, fue colmado
de honores por las sociedades científicas y los gobiernos
europeos. En los años de 1842-1843, por mandato de la reina
Victoria, realizó una extraordinaria labor geográfica en el
territorio guyanés que determinó la fijación de los límites
fronterizos de esa colonia con Venezuela y Brasil con la llamada
Línea Schomburgk. Por ello, la reina británica le concedió la
dignidad de “Sir”, aunque los venezolanos desearon lo peor
para él, porque perdieron el vasto territorio del Esequibo que,
hasta nuestros días, reclaman como propio.
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Schomburgk y Samaná
A finales de 1848 fue designado cónsul general en
República Dominicana y arribó al puerto de Santo Domingo
el 20 de enero de 1849. El cónsul francés en el país, Víctor
Place, comunicó a su cancillería en París:
“que ignoraba la misión de este cónsul en un país en el
que los ingleses no tenían una sola casa de comercio y que
creía había venido para concertar un tratado de paz, comercio
y navegación similar al franco-dominicano”.
El cónsul Place lució ingenuo con esa opinión, porque la
misión de Schomburgk no era tanto la de lograr un acuerdo
comercial, sino que su objetivo político tenía un mayor alcance,
aunque no descuidara los intereses mercantiles británicos.
El que un personaje del nivel intelectual de Schomburgk,
colmado de gloria como científico y explorador en el ámbito
internacional, viniera como cónsul a un país pavorosamente
atrasado, pobre en extremo y abatido por las guerras con Haití,
no obedeció a un simple interés comercial de Inglaterra; su
presencia tuvo un objetivo estratégico fundamental: impedir,
a toda costa, que Francia o Estados Unidos tomaran posesión
de la Bahía de Samaná que, como ya dije, estaba siendo
ofrecida en cesión a cambio del protectorado desde diciembre
de 1843.
3. Emilio Rodríguez Demorizi. Correspondencia del cónsul de Francia
en Santo Domingo, Vol. II. Ciudad Trujillo, Editora Montalvo, 1944,
p.112. (Archivo General de la Nación, Vol IX).
4. Desde finales de 1843, el cónsul francés en Port-au-Prince André Nicholas Levasseur, comenzó a tener conversaciones con representantes
dominicanos de los Departamentos del Cibao y Ozama ante la Asamblea
Constituyente de Haití para lograr la posesión de la Península y Bahía
de Samaná, a cambio del protectorado de Francia, una vez lograda la
separación de Haití. Estos fueron Buenaventura Báez, Juan Nepomuceno Ravelo, José Santiago Díaz, Manuel María Valencia, Remigio
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La Bahía de Samaná era una presa codiciada, tanto por su
ubicación geográfica como por los mitológicos yacimientos de
carbón mineral que atesoraba a orillas del Arroyo Almacén, en
Las Cañitas, actual Sánchez. Además, estaba magníficamente
bien situada, era amplia, tanto que se decía que “podía albergar
todas las flotas del mundo” y, al mismo tiempo, conforme al
aludido mito, era rica en carbón. Esa creencia, en momentos en
los que las potencias europeas y Estados Unidos comenzaban a
cambiar sus flotas de guerra ─que eran las que daban el poderío
militar, económico y político─ formadas por navíos con cascos
de madera e impulsados por velas, por buques con cascos de
acero movidos por máquinas de vapor producido con carbón
mineral, incrementaba los deseos de apropiarse de ella.
En una relación del viaje que hizo Schomburgk al Cibao
y Samaná en 1851, hermosa reseña que traduje, anoté y que
apareció publicada en la obra editada conjuntamente con
Bernardo Vega Boyrie Asuntos dominicanos en archivos
ingleses, el cónsul inglés manifestó:
“La Bahía de Samaná es, quizás, una de las más bellas y
amplias de todas las Indias Occidentales. Está bien protegida
por una barrera de arrecifes y tiene aproximadamente 40 millas
de largo por 15 de anchura.
del Castillo, Francisco Javier Abreu y Miguel Antonio Rojas, quienes
entraron en negociaciones con el cónsul francés y le presentaron un
proyecto de protectorado conocido históricamente con el nombre de
Plan Levasseur, por medio del cual ofrecieron a Francia, a perpetuidad,
la cesión de la Bahía de Samaná. Una vez surgido el Estado Dominicano,
en febrero de 1844, la Junta Central Gubernativa Provisional, controlada
por los “afrancesados”, promulgó la antipatriótica Resolución del 8 de
marzo de dicho año de 1844 que mejoró y amplió, para beneficio de
Francia, las proposiciones del Plan Levasseur.
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Schomburgk y Samaná
Con relación a su posición, se ha aseverado que quizás
no podrían encontrarse en el mundo tres bahías similares
a la de Samaná. Dicha bahía es al Golfo de México, lo que
la Isla de Mayotte es al Océano Indico. La Isla de Santo
Domingo está ubicada a sotavento de las Antillas Menores y
de Puerto Rico y a barlovento de Cuba, Jamaica y el Golfo de
México, dominando, por tanto, desde el punto de vista militar
y comercial, su entrada. Por ello es que Francia siempre
le ha atribuido enorme importancia a la posesión de este
punto tan estratégico y ha recurrido a todos los medios para
lograrlo”.
5. Mayotte forma parte del Archipiélago de las Islas Comores, junto a las
Islas de Anjouan, Mohéli y Gran Comore, ubicadas al norte del canal
que separa a Mozambique y Madagascar (actual República Malgache).
Por su posición estratégica fue ocupada por Francia en 1843 para
establecer una base naval y carbonera para su flota, ejemplo que fue
imitado por Inglaterra en la Isla de Anjouan. Mayotte se convirtió en la
llave del Océano Indico durante la segunda mitad del siglo XIX, porque
desde ella se controlaba la navegación entre Europa y Asia bordeando
en Cabo de Buena Esperanza; situación que se mantuvo hasta que se
realizó la apertura del Canal de Suez, en 1869.
En un referéndum realizado en 1976, las Islas Comores (salvo Mayotte que prefirió seguir perteneciendo a los territorios ultramarinos de
Francia), votaron por la independencia y se constituyeron en un estado
independiente con el nombre de República Federal Islámica de las
Comores.
6. Robert H. Schomburgk. “Relación de un viaje a las provincias del
Cibao y a la Península de Samaná en la República Dominicana. 25 de
agosto de 1851”. Public Record Office. Santo Domingo. Foreign Office
23, Vol. 11, Folios 27-85. Londres. Reproducido por Bernardo Vega y
Emilio Cordero Michel (editores), en Asuntos dominicanos en archivos
ingleses. Santo Domingo, 1993. Fundación Cultural Dominicana, 1993,
p. 44.
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Con esta comparación entre la Isla de Mayotte y la Bahía
de Samaná queda claramente demostrada la importancia
estratégica que le daban los países que la codiciaban para
poder controlar militar, económica y políticamente el Caribe
y el Golfo de México.
En ese viaje exploratorio el cónsul inglés visitó las
mitológicas minas de carbón de Las Cañitas, tomó muestras,
las examinó y llegó a la conclusión de que
“dichas minas no son de carbón mineral, sino que están
formadas por el combustible fosilizado denominado lignito
o carbón de madera, una de las más recientes formaciones
geológicas. Es probable que a gran profundidad pueda
encontrarse verdadero carbón mineral; por lo menos, esa es
la creencia de algunas personas interesadas en establecer una
compañía para explotar estas minas”.
Con esta lapidaria sentencia, Schomburgk demolió el mito
de la riqueza carbonífera de Samaná; afirmación que ratificó
dos años después cuando, en 1853, publicó el opúsculo The
Peninsula and Bay of Samana in the Dominican Republic.
Algunos años más tarde, en 1871, durante el Régimen de
los Seis Años de Báez, el geólogo norteamericano William
Gabb, contratado por el gobierno para realizar investigaciones
mineras en el país, comunicó al ministro Manuel María Gautier
que había examinado esos yacimientos y que tenía el firme
convencimiento de que
7. Schomburgk. Ob. cit., p. 38.
8. Journal of the Royal Geographical Society. Londres, 1853. Vol. 3, N˚
8, pp. 224 y ss. Reproducido por Emilio Rodríguez Demorizi. Samaná,
pasado y pervenir. 2da. ed. Santo Domingo, Editora del Caribe, 1973,
pp. 286-309 (Sociedad Dominicana de Geografía, Vol. V).
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“eran de un lignito muy impuro, que no sirve absolutamente
como combustible”.
A partir de ese momento no se volvió a hablar más del
lignito de Samaná, hasta hace unos pocos años, cuando el
presidente Antonio Guzmán anunció al país que lo emplearía
como fuente energética para las termoeléctricas de la
Corporación Dominicana de Electricidad, cuyas calderas
serían modificadas para tales efectos y serían construidas vías
férreas para transportar el lignito desde Sánchez hasta el puerto
de Haina. Este proyecto, perfectamente viable y que hubiera
significado una economía de millones de dólares anuales en la
adquisición de derivados del petróleo, murió en su cuna porque
las multinacionales petroleras que suministran los carburantes
que consume el país se opusieron debido a que hubieran
dejado de percibir los cuantiosos beneficios que obtenían con
el oligopolio que mantenían y todavía mantienen.
Desde que Schomburgk desembocó en la Bahía de Samaná,
luego de navegar por el Yuna desde cerca de San Francisco
de Macorís ─donde se embarcó en cayuco en el Río Jaiguá,
afluente del Río Cuaba, que es tributario del Yuna y que en
esa época eran navegables con un promedio de 13 a 15 pies
de profundidad en época de estío y que hoy son arroyuelos o
secos cauces─ quedó prendado de su belleza. La describió de
esta manera:
“Después de regresar de las minas, embarcamos de nuevo
en las canoas y continuamos navegando a lo largo de la costa
hacia el Este, con el propósito de llegar al pequeño poblado
9. Emilio Rodríguez Demorizi. Riqueza mineral y agrícola de Santo Domingo. Santo Domingo, Editora del Caribe,1965, pp. 311-312 y 322.
(Academia Dominicana de la Historia, Vol. XX).
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de Samaná. Mientras las canoas avanzaban a golpe de remo,
observé la maravillosa y exuberante naturaleza tropical que
florecía a nuestro lado.
A todo lo largo de la extensión de la península hay una
cadena montañosa de moderada altura cuya ladera Sur
desciende hasta el mar, lo que determina que sólo en uno que
otro lugar se pueda encontrar un espacio llano. Las laderas
son muy fértiles y a principios de este siglo estaban cultivadas
de caña de azúcar, café y cacao. Desgraciadamente, en la
actualidad apenas quedan restos de estos cultivos y puede
decirse que el dominio de la naturaleza sobre la actividad
del hombre es la principal característica de la Península de
Samaná.
La fertilidad de Samaná es proverbialmente conocida,
pero hay tan escasos agricultores que la tierra se mantiene
improductiva. A pesar de que el tiempo no era muy favorable,
realicé una excursión por los alrededores para comprobar la
veracidad de los informes relacionados con la sorprendente
feracidad de sus suelos. Debo confesar, francamente, que
en la frondosidad de su vegetación Samaná compite con la
Guayana”.10
A continuación de su estadía en el poblado de Santa Bárbara
de Samaná, del que describió sus principales características:
los bohíos y construcciones; las dos iglesias que existían,
una católica y otra wesleyana; la conformación étnica de sus
pobladores, de la que resaltó la incidencia de los antiguos
esclavos norteamericanos asentados por Boyer en los años
1824 y 1825; sus actividades económicas; y algo que lo alarmó,
que Báez lo había convertido en lugar de confinamiento para
10. Schomburgk. Ob. cit., p. 42.
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sus enemigos políticos, por lo que se mantenía una fuerte
guarnición militar. Luego navegó hacia la Bahía de San
Lorenzo o de las Perlas, a la que hizo un ligero reconocimiento;
visitó las cuevas de Los Haitises y observó los petroglifos
taínos; continuó bojeando la costa sur de la bahía hasta Sabana
de la Mar y El Jovero (actual Miches), desde donde, a caballo,
regresó a Santo Domingo por la ruta de El Seybo.11
El haber navegado por las tranquilas aguas de la bahía,
observando sus condiciones geográficas y comprobando su
ubicación estratégica, incrementó en Schomburgk el deseo de
cerrarle, fundamentalmente a Estados Unidos, toda posibilidad
de apropiarse de ella. Momentáneamente, Francia había
quedado fuera del escenario al posponer sus pretensiones por
Samaná, debido a la convulsa situación política provocada
por la fundación de la Segunda República, en 1848, con el
nombramiento de Napoleón III como presidente y la disolución
de la asamblea que lo llevó a convertirse en emperador.
España, igualmente, quedó fuera del escenario político por la
agudización de las guerras carlistas y la subsiguiente campaña
de Marruecos en la costa del norte de África.
Estados Unidos, que ya había logrado su expansión
territorial hasta el Océano Pacífico con los despojos hecho a
México en Texas y California, comenzó a considerar el Caribe
como su zona de influencia económica, política y militar. El
instrumento para lograr tales fines, fue la política del Destino
Manifiesto del presidente Franklin Pierce, que tenía como
primer objetivo la adquisición del territorio dominicano. El
Gobierno Norteamericano envió a Santo Domingo a varios
agentes, comerciales y especiales para aprovecharse de la
11. Ibídem, pp. 42 y ss.
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debilidad dominicana y del entreguismo de Jimenes, Santana
y Báez para lograr sus propósitos. Tanto lo agentes Francis
Harrison, Jonathan Elliot, Benjamín Green y Robert Walsh,
como el descarado y famoso aventurero William Cazneau,
presionaron a estos tres mandatarios, particularmente a
Santana, para que cedieran o arrendaran la anhelada bahía.
El caso más notable, por lo escandaloso y violador de la
soberanía nacional fue el Tratado de Protección y Arrendamiento
de la Bahía de Samaná, así como la compra de una porción de
terreno de una milla cuadrada en la península para establecer
una base carbonera, firmado el 5 de octubre de 1854 por el
ministro de Relaciones Exteriores, Juan Nepomuceno Tejera y el
general Juan Luís Franco Bidó, senador por Santiago, y William
Cazneau. Conforme al artículo 27 del mismo, el Gobierno
Dominicano se comprometió a arrendar la Bahía de Samaná a
Estados Unidos por la suma US$300.00 dólares anuales.
Los cónsules de Francia, España e Inglaterra protestaron.
En dicha protesta llevó la voz cantante Schomburgk, quien
hizo venir buques de la flota británica ante el hecho de que
los navíos de guerra norteamericanos Constitution, Columbia,
Albany y Steamer estaban realizando estudios, mediciones y
sondeos en la Bahía de Samaná. El cónsul inglés, además,
propagó la noticia de que si se lograba la ratificación de ese
Tratado por el Congreso Dominicano, la esclavitud volvería
a imperar en el país, ya que esta institución se mantenía en el
sur de los Estados Unidos.
El Congreso no pudo reunir el quórum necesario por una
amenaza naval anglo-francesa que creó un verdadero caos
nacional, situación que hábilmente aprovechó Schomburgk
para modificar algunas de las cláusulas del Tratado ya firmado.
Sumner Welles, en su obra La Viña de Naboth, afirmó que:
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Schomburgk y Samaná
“El tratado fue sometido al congreso con las ofensivas
mutilaciones y añadiduras insertadas al margen del texto,
impresas en letra del puño del Cónsul inglés. En esta forma el
tratado fue aprobado por el Congreso el día 5 de diciembre de
1854. La humillación de Santana fue realizada y el “Destino
Manifiesto” de los Estados Unidos sufrió una bofetada”.12
En lo fundamental, las enmiendas hechas por Schomburgk
establecían en el artículo 3 que
“todos los dominicanos, sin distinción alguna de raza
ni color, disfrutarían en todos los Estados de la Unión
Americana, de los mismos e iguales derechos y prerrogativas
que los ciudadanos de aquellos estados gocen en la República
Dominicana”.13
Además de este poco diplomático ardid, Schomburgk y el
cónsul galo Durasse escribieron a Santana una nota, en fecha
14 de diciembre de 1854, señalándole que si el Gobierno
Dominicano quería que Inglaterra y Francia convencieran
al Gobierno Haitiano para que mantuviera la suspensión de
hostilidades y respetara la prolongación de la tregua que había
detenido la guerra dominico-haitiana, se les debía garantizar
que la República Dominicana se comprometía formalmente a
no vender, enajenar o ceder ninguna porción de su territorio
a gobierno extranjero alguno, especialmente las tierras que
rodeaban a la Bahía de Samaná.
12. Sumner Welles. La viña de Naboth. La República Dominicana, 18441924, Vol. 1. Santiago, Editorial El Diario, 1939, p. 153.
13. Alfonso Lockward. Documentos para la historia de las relaciones
dominico-americanas. Tomo I (1837-1860). Santo Domingo, 1987, p.
261.
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CLÍO 173
Es evidente que, por la enmienda al artículo 3, en momentos
en los que Estados Unidos mantenía la esclavitud y el Congreso
estaba controlado por los esclavistas y racistas sureños, no
podía ser aprobado un tratado que estableciera la igualdad de
los mulatos y negros dominicanos con los blancos del sur. Así lo
admitió el propio secretario de Estado Marcy, cuando informó
al agente comercial Elliot que, con esa disposición,
“se vería amenazada la paz y la seguridad de los Estados
del Sur”.14
Por otro lado, la referida nota de los cónsules y la constante
presión de Schomburgk sobre el presidente Santana ─quien
aspiraba a que la tregua con el emperador haitiano Soulouque
se prorrogara─ para que ni se le ocurriera pensar en venta,
cesión o arrendamiento de la Península y Bahía de Samaná, so
pena de no participar en la mediación con Haití, le obligaron,
momentáneamente y contra su voluntad, a posponer sus
intentos entreguistas.
El proyecto de arrendamiento de la Bahía de Samaná se
derrumbó y no fue sino hasta noviembre de 1869, cuando
Estados Unidos negociaba la anexión del país, que el gobierno
de Báez, más entreguita que los de Jimenes y Santana, firmó un
Tratado de Arrendamiento de la Península y Bahía de Samaná.
Aunque el Congreso títere de Báez aprobó este antinacional
Tratado, no ocurrió lo mismo con el Congreso Norteamericano
que se negó a sancionarlo. En esa decisión tuvieron decisiva
influencia tanto la decidida y patriótica actitud de Luperón,
como las maniobras oposicionistas del senador Charles
Sumner.
14. Sumner Welles. Ob. cit., p. 158.
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Schomburgk y Samaná
No obstante ello, a finales de 1872 e inicios de 1873 Báez
intentó de nuevo ceder la Bahía y Península de Samaná al
Gobierno de los Estados Unidos, pero al no poderlo lograr por
el movimiento de oposición unionista y la amenaza de rebelión
en el Cibao, optó por arrendarla a la Samaná Bay Company
of Santo Domingo por el término de 99 años por la suma de
US$150,000.00 dólares anuales. Este acuerdo fue aprobado por
el Congreso Dominicano manejado por Báez, quien recibió por
su entreguista gestión un obsequio de US$350,000.00 dólares
de la empresa arrendataria.
El 2 de enero de 1873 la empresa norteamericana tomó
posesión de Samaná e izó en el pueblo y en Cayo Banister
o Cayo Levantado la bandera norteamericana. Sin embargo,
dicho arrendamiento duró bien poco porque justamente al
año, el 2 de enero de 1874, Báez renunció a la presidencia
ante el Senado Consultor y ascendió a la primera magistratura
del Estado Ignacio María González. Una de las primeras
medidas adoptadas por el gobierno de González fue la de
rescindir, el 25 de marzo de dicho año 1874, el lesivo contrato
de arrendamiento a la soberanía nacional y enviar a Samaná
una comisión integrada por José Gabriel García, Victoriano
Vicioso, Alejandro Gross y Carlos T. Nouel para que tomaran
posesión de la Bahía, arriaran las banderas norteamericana y de
la empresa Samaná Bay Company of Santo Domingo e izaran
en su lugar la insignia nacional.15
También el dictador Ulises Heureaux, el 23 de febrero de
1890, inició negociaciones secretas con el enviado del Gobierno
15. Emilio Rodríguez, Demorizi. Proyecto de incorporación de Santo
Domingo a Norteamérica. Apuntes y documentos. Santo Domingo,
Editora Montalvo, 1964, pp. 298-300.
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de los Estados Unidos Frederick Douglas para arrendar la Bahía
de Samaná por US$300,000,00 dólares anuales y ayuda militar.
Lilís reanudó estas gestiones con mayor premura en abril de
1892, cuando propuso al Gobierno Norteamericano arrendarle
la Bahía por 99 años para que estableciera en ella una base
carbonera por US$250,000.00 dólares anuales; US$200,000.00
dólares al momento del Congreso Dominicano aprobar el
convenio y US$25,000.00 dólares anuales.16
Ya al finalizar su régimen, en la primavera de 1899,
específicamente en el mes de mayo, a dos meses de ser
ajusticiado en Moca el 26 de julio, Heureaux hizo una propuesta
de su puño y letra al ministro de los Estados Unidos para ceder
a perpetuidad no solamente la Bahía y Península de Samaná
sino también todos los puertos del país. Era una oferta integrada
por nueve estipulaciones que constituía una petición para que
“los Estados Unidos asumiera un protectorado contractual
del país.”17 El Gobierno de los Estados Unidos no aceptó las
proposiciones antipatrióticas de Lilís porque ya tenía bases en
la Bahía de Guantánamo, Cuba, y en Puerto Rico, y con esos
dos enclaves estratégicos en el Caribe, desde el punto de vista
militar, Samaná dejó de tener interés para los imperialistas
norteamericanos.
Otro dictador, el más cruel y ladrón de todos, Trujillo,
al que muchos tildan de nacionalista y algunos nostálgicos
añoran con devoción, siguió los pasos de Lilís y también
ofertó a los Estados Unidos arrendarle la Bahía de Samaná.
En efecto, conforme a documentos de los Archivos Nacionales
16. Sumner Welles. Ob. cit., pp. 462-464.
17. Ibídem, p. 504.
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Schomburgk y Samaná
de Washington citados por Bernardo Vega, el 28 de junio de
1930,
“en los preparativos para la juramentación y toma de
posesión (…) Trujillo propuso a la Legación Norteamericana
arrendar la Bahía de Samaná.”18
El Gobierno Norteamericano no aceptó este antipatriótico
ofrecimiento trujillista por las mismas causas que rehusó la
proposición de Lilís.
Por todo este resumido historial de la importancia de
Samaná en el proceso histórico dominicano del siglo XIX, fue
que manifesté al comienzo de esta ponencia, que Sir Robert
Schomburgk evitó, durante su permanencia de más de 8 años
en Santo Domingo, que nuestro país se convirtiera en territorio
de Estados Unidos. Fue, repito, un ferviente defensor de la
independencia y soberanía dominicanas, porque así convenía
a los intereses geopolíticos y comerciales de Inglaterra
en el Caribe; país que, en pocos años, pasó a controlar,
momentáneamente hasta finales del siglo XIX más de las tres
cuartas partes del comercio exterior dominicano, desplazando
a Estados Unidos en el tráfico marítimo y en el volumen de
mercancías comercializadas.
Las actividades políticas de Schomburgk no impidieron
que publicara, entre otros muchos trabajos científicos de gran
importancia: un opúsculo sobre Samaná, acompañado de un
hermosísimo mapa de la península y bahía; y de un capítulo
dedicado a Samaná en otra obra. Me refiero, claro está, a:
18. “ANEU-DE 811-34539/7. Oficio Nº 100 de John M. Cabot al Departamento de Estado del 28 de junio de 1930”. En Bernardo Vega. Trujillo
y las Fuerzas Armadas Norteamericanas. Santo Domingo, Editora
Taller, 1992, pp. 67 y 472 (Fundación Cultural Dominicana).
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CLÍO 173
1˚ “The Peninsula and Bay of Samana in the Dominican
Republic”, publicado en 1853 en el Journal of the Royal
Geographical Society, de Londres, Vol. 3, N˚ 8, pp. 24 y
siguientes, acompañado del mapa ya señalado. Emilio Rodríguez
Demorizi lo reprodujo en la segunda edición ampliada de
Samaná, pasado y provenir, 1973, pp. 286-309; y
2˚ Al capítulo “The Bay of Samana” de su obra Remarks
on the principal ports and anchoring places along the coast
of the Dominican Republic, editada en Londres, en 1853. El
Gobierno Dominicano hizo una traducción que publicó con el
título de Reseña de los principales puertos y puntos de anclaje
de las costas de la República Dominicana, en el mismo año
de 1853. Fue reeditada en los años 1856 y 1863 en La Gaceta
de Santo Domingo e incluida por Rodríguez Demorizi en las
dos ediciones de Samaná, pasado y porvenir, la de 1945, en las
pp. 145-148 y en la de 1973, en las pp. 150-154. El opúsculo
completo lo incluyó dicho autor en su obra La marina de
guerra dominicana, 1844-1861. Santo Domingo, 1958, pp.
279-325.
Pienso que quizás les he hablado en demasía de Schomburgk
y Samaná, tema sobre el que se podrían escribir varios ensayos.
Pero creo, y espero que ustedes también, que ha valido la
pena ofrecerles estos datos casi desconocidos, de la hermosa
y siempre codiciada Bahía de Samaná, ayer por objetivos
políticos/militares y hoy por móviles turísticos.
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