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Diálogo Latino Cubano
Año III Número 9 - Primer Trimestre 2015
n
Fernando Pedrosa, Manuel Cuesta Morúa y María Matilde Ollier
n
Víctor Manuel Rebolledo, Manuel Cuesta Morúa y Sergio Bitar
Viaje al Cono Sur
Por Manuel Cuesta Morúa
Sin América Latina, la democratización
de Cuba carece de la naturalización
que proporciona el contexto cultural,
social e histórico. Pág. 2
Cuba:
entre el deshielo y la democratización
¿Dónde va la isla de Cuba?
Si las sinergias entre los procesos de
normalización y democratización no se producen,
significará otra oportunidad perdida para una Cuba
reconciliada con los estándares regionales. Pág. 4
El régimen da señales de que admite
volver más pluralista el debate interno
al partido comunista, pero no puede
aceptar el fin del sistema de partido
único. Pág. 7
Por Armando Chaguaceda
Por Sergio Fausto
Diálogo Latino Cubano es una publicación trimestral del Programa de Solidaridad Democrática Internacional (Puente Democrático) del
Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), cuyo objetivo es generar un intercambio entre referentes de la sociedad
civil, académicos y analistas de América Latina con los actores del movimiento cívico cubano que contribuya a un escenario de apertura política y transición democrática en Cuba. Editores: Gabriel C. Salvia y Manuel Cuesta Morúa.
Diálogo Latino Cubano
Viaje al Cono Sur
Por Manuel Cuesta Morúa
D
urante el mes de marzo visité dos países referenciales en
América Latina, invitado por
el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).
Argentina y Chile, cada uno a su manera, significaron un importante turning point en el desafío que ha venido
representando Latinoamérica para la
oposición y sociedad civil cubanas.
No es un trabajo sobre ruedas en
avenidas pavimentadas. La perseverancia de CADAL ha hecho la diferencia en dos países bastante simpáticos o complacientes para con el
castrismo, y la presencia anterior de
diversos compatriotas, especialmente
en Argentina, ha dejado una buena
estela en el camino complicado de
convencer a la clase intelectual y política en esta zona de que los cubanos
merecemos lo que merecemos: la democracia y el respeto a las libertades
fundamentales.
Confieso que, no obstante la sensibilidad despierta, no esperaba la
recepción intelectual y política más
que evidente entre gente, algunas de
regreso, y todas bien conectadas y con
experiencia política suficiente como
para bostezar ante el aburrimiento.
Ayudó sobremanera a potenciar y
a escalar la recepción sudamericana
la presentación de mi libro, Ensayos
progresistas desde Cuba. No por la
novedad de las ideas, sino porque
permitió plantear el intercambio y la
discusión en ese plano importante, en
una época y en una región en la que
se advierte un agotamiento de los arquetipos y paradigmas hegemónicos,
impulsados desde el Foro de Sao Paulo, llevados a la práctica política por
los países llamados del Socialismo del
Siglo XXI, y agrupados en la Alterna-
n
n
Manuel Cuesta Morúa y Juan Carlos Zabalza
En Argentina se comenzó
a verificar lo que parecía
impensable en América
Latina en relación
con Cuba: que todo el
espectro de izquierda
se abriera al discurso
y a las propuestas
democráticas del
centro-izquierda cubano.
Tanto en el parlamento
argentino como de
representantes políticos
con vocación de Estado.
Liliana De Riz, Manuel Cuesta Morúa y Claudia Hilb
tiva Bolivariana para las Américas, y
también en sus aleros, como el caso
del kichnerismo, en Argentina. Lo
curioso de todo esto es que, frente a
la decadencia de la izquierda conventual, los demócratas en la región
seguimos todavía a la defensiva, más
o menos acomplejados y sin el coraje
necesario para decir alto y claro que
los derechos humanos, las libertades
fundamentales y la democracia política de base liberal son una adquisición
de la cultura política y no patrimonio
del “enemigo”.
El intercambio intelectual de estos conceptos, a propósito de Cuba,
resultó importante en la medida en
que mi país sigue siendo la frontera
en América Latina, ya debilitada con
buena fortuna, que divide todavía a la
clase política e intelectual de la región
en torno a qué entender y conceptuar
en el campo de las libertades fundamentales, los derechos humanos y la
construcción del Estado democrático.
Es decir la geopolítica imponiéndose
y confundiendo los conceptos sin los
que, paradójicamente, no se podría
entender el nacimiento político de
América Latina.
En Argentina se comenzó a verificar
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Diálogo Latino Cubano │2│Primer Trimestre 2015
n
Patricio Navia y Manuel Cuesta Morúa
lo que parecía impensable en América
Latina en relación con Cuba: que todo
el espectro de izquierda se abriera al
discurso y a las propuestas democráticas del centro-izquierda cubano. Tanto en el parlamento argentino como de
representantes políticos con vocación
de Estado. Y algo más importante aún,
que se pudiera concretar una red de
amigos con liderazgo académico y de
opinión, que canaliza nuestras ideas a
través de diferentes espacios, y que facilitó, en esta ocasión, hablar también
a los jóvenes argentinos en las universidades, para seguir mostrando el rostro de los demócratas cubanos.
Esencial este giro. La percepción
de una oposición cubana rabiosa, sin
sentido de lo político, que pretende el
desplome de la historia para abrirle la
puerta al difuso imperialismo yanqui,
siguió desvaneciéndose con esta visita que continúa visitas anteriores por
parte de muchos de mis compatriotas.
Por otra parte, poder explicar, desde el centro-izquierda, cómo y por
qué ha muerto la utopía cubana en
sus capítulos y versículos más cantados fue importante frente a quienes,
de algún modo, mantienen una visión
estupefaciente sobre Cuba y los significados de la revolución de 1959.
Y el honor de ser considerado Huésped de Honor de una ciudad como
Buenos Aires fortalece esa tendencia
latinoamericana a asomarse a Cuba
desde la democracia, después del entusiasmo, seguido por la indiferencia,
hacia las utopías.
Pero la visita a Chile fue más reveladora. Mi primera gran y grata sor-
La presentación de mi
libro en la Academia
Diplomática chilena, la
conversación sostenida
en Flacso, bastión de la
izquierda académica de
la región, el encuentro
con líderes del Partido
por la Democracia (PPD),
que forma parte de la
Nueva Mayoría que
gobierna Chile, y con
miembros históricos
tanto del PPD como del
Partido Socialista chileno,
cerrando con una visita
al Palacio de la Moneda,
sede del gobierno,
completaron el giro que
se viene produciendo
en las sensibilidades
de izquierda
latinoamericana.
n
Ricardo Brodsky y Manuel Cuesta Morúa
presa fue poder conocer a Haroldo
Dilla, uno de los más importantes intelectuales cubanos, quien se mostró
dispuesto desde el principio a prologar mi libro y quien sostiene, pese al
cúmulo de desilusiones que no para
de ofertar el castrismo, la idea de que
la equidad social puede lograrse siempre en un ambiente de libertades.
La presentación de mi libro en la
Academia Diplomática chilena, la conversación sostenida en Flacso, bastión
de la izquierda académica de la región,
el encuentro con líderes del Partido
Por la Democracia (PPD), que forma
parte de la Nueva Mayoría que gobierna Chile, y con miembros históricos
tanto del PPD como del Partido Socialista chileno, cerrando con una visita al
Palacio de la Moneda, sede del gobierno, completaron el giro que se viene
produciendo en las sensibilidades de
izquierda latinoamericana y en países
de una solvencia política y estabilidad
democrática referenciales en la región.
La apertura a la opinión pública,
a través de la prensa más importante de ambos países, tanto local como
nacional, marcó inicial y finalmente,
el tono de la que ha sido intelectual
y políticamente una de las tourneés
más productivas e importantes. Sin
América Latina, la democratización
de Cuba carece de la naturalización
que proporciona el contexto cultural,
social e histórico.
El autor es Portavoz del Arco Progresista
de Cuba.
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Diálogo Latino Cubano │3│Primer Trimestre 2015
Diálogo Latino Cubano
Cuba: entre el deshielo y la democratización
Por Armando Chaguaceda
Los cubanos tienen un dicho sobre la vida diaria: “No es fácil.”
Hoy, Estados Unidos quiere ser un socio para hacer que la vida de los
cubanos ordinarios sea un poco más fácil, más libre y más próspera.
Barack Obama
L
a noticia de una paulatina normalización de las relaciones
entre Estados Unidos y Cuba
ha desatado abundante polémica.
Ese día, Washington marcó una ruta de acciones concretas limitándose
Raúl Castro a ofrecer algunas consideraciones, más bien generales, en
torno al proceso. Desde entonces, se
expande en la prensa y redes sociales
un debate cuyos ejes son la validez,
legitimidad y futuro de la política estadounidense de aislamiento hacia la
isla; el nexo de esta con el pendiente
proceso democratizador cubano; así
como la viabilidad y consecuencias
del proceso de diálogo y apertura para las relaciones bilaterales y el régimen político de La Habana.
Segmentos radicales del exilio de
Miami y políticos republicanos han
reprochado a Obama su traición al
pueblo cubano y al compromiso de
los Estados Unidos en la defensa global de la democracia. Algo debatible,
pues no solo el mandatario enfatizó
en su discurso la continuada apuesta en pro de la democratización de
la isla, sino porque la diplomacia de
Estados Unidos no se basa en una inconmovible política de aislamiento a
todo regímen que viole los derechos
humanos. De ser así Estados Unidos
no tendría embajadas ni comercio
con Arabia Saudita y Vietnam, ni con
otros muchos gobiernos poco afectos
a las ideas de soberanía popular y
pluralismo político. Queda claro que
Se abre una posibilidad
de que los intereses de
disímiles actores (los
futuros dirigentes cubanos,
la nueva clase media
emergente, la disidencia
cubana, etc.) coincidan,
de forma aleatoria, con las
condiciones generadas por
la normalización...
Que defendamos lo
correcto (en términos
prácticos y éticos) de
la iniciativa de Obama
no nos lleva a asumir,
peregrinamente,
la fábula de que la
normalización habilitará,
mecánicamente y en el
mediano plazo, dinámicas
democratizadoras
decisivas.
otras variables de la geopolítica bilateral (los limitados intereses comerciales, el moderado riesgo militar) o
de la política doméstica (el peso del
lobby cubanoamericano dentro del
establishment estadounidense) han
servido, hasta la fecha, para el mantenimiento de la hostilidad contra La
Habana.
Otro de los argumentos de los enemigos de la normalización consiste
en señalar que, ante la actual crisis
venezolana, el gobierno cubano se
encuentra en una desesperada búsqueda de créditos e inversiones, lo
que le haría proclive a una apertura
política. Por ello, insisten en que los
anuncios de Obama equivalen a una
suerte de salvavidas navideño para
el ahogado del Caribe. Sin embargo,
aquí se obvia la historia reciente. La
experiencia del fin de la Unión Soviética (1991) reveló que un gobierno
como el cubano, con total control de
los recursos materiales y movilizativos del país, puede operar en condiciones de extrema restricción de
recursos financieros y aislamiento
diplomático. Adicionalmente, como
ha explicado Carmelo Mesa Lago,
en la actualidad una mayor (aunque insuficiente) diversificación de
la matriz energética, el comercio
y las inversiones del país caribeño
disminuyen el potencial impacto del
fin del subsidio petrolero venezolano. Las relaciones diplomáticas de
la Habana pasan por el mejor mo-
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Diálogo Latino Cubano │4│Primer Trimestre 2015
mento de toda la etapa revolucionaria. En suma: Cuba está en mejores
condiciones para afrontar una (poco
probable) crisis de la magnitud de la
de 1989-1993 a contrapelo de un Estados Unidos crecientemente aislado
en el entorno internacional –recuérdese la repetida condena en la ONU
al bloqueo– y en los organismos interamericanos.
Por la naturaleza de su esquema
postotalitario de dominación, el gobierno cubano apenas necesita, para
sostenerse, de una reproducción
simple que le garantice los recursos
para la represión de los opositores,
las ganancias (por el momento canalizadas al consumo en fronteras) de
la élite político-militar y sus aliados
menores (gerentes, artistas, nuevos
ricos, oficiales de los cuerpos armados) y una canasta (muy) básica para
una población desgastada en la lucha
por la supervivencia cotidiana. Para
pasar a una reproducción ampliada
(donde se sustituya la represión por
un control hegemónico, donde las élites dispongan de capitales y mercados para la inversión allende el país,
y donde se amplíe la base social del
régimen), sí precisa un relajamiento
o, en extremo, la normalización de
las relaciones con su poderoso vecino. Por ello se abre una posibilidad
de que los intereses de disímiles actores (los futuros dirigentes cubanos,
la nueva clase media emergente, la
disidencia cubana, etc.) coincidan,
de forma aleatoria, con las condiciones generadas por la normalización.
La hipótesis de la olla de presión
–agudizar las sanciones para provocar la sublevación popular contra
el gobierno– debería ser, además,
moralmente indefendible por quienes no compartimos, cotidianamente, la suerte y condiciones de vida
de nuestros compatriotas en la isla.
Los costos (reales y simbólicos) de
tan fracasada política los pagan los
ciudadanos cubanos: tanto las mayorías que ven sus vidas cotidianas (ya
precarias por el mediocre funcionamiento del modelo estatista) adicio-
La élite cubana
ha sostenido, en
su estrategia hacia
el exterior, dos
posturas respecto a
la relación bloqueodemocratización: la
principal insiste hasta
el cansancio en que es
posible dialogar con
Estados Unidos pero sin
hacer concesiones de
principio; la secundaria
ha coqueteado con
la ecuación a menor
acoso de Estados
Unidos mayor
posibilidad de apertura,
pero sin asumir
compromisos claros
y explícitos sobre las
formas y pasos que
concretarían esta
última.
nalmente afectadas por las carencias
provocadas por el embargo/bloqueo;
como los acosados disidentes que
ven su labor distorsionada por una
propaganda oficial que les señala
como “mercenarios de una potencia extranjera”. Entonces, probada
la ineficacia de esta estrategia a lo
largo de cinco décadas, el momento
de probar algo distinto parece haber
llegado.
El atizamiento del hastío interno
como recurso político es también dudoso en su efectividad, pues no hay
pruebas de que el mantenimiento o
refuerzo de las sanciones dividiría a
la élite, debilitaría su control político y envalentonaría a la población,
sacándola a la calle. En todo caso, a
mayor pobreza de la gente mayor dependencia de esta respecto al Estado.
Hoy ese Estado es, a la vez, patrón y
policía de la ciudadanía toda; mañana puede ser apenas lo segundo,
abriéndose mayores esferas de autonomía personal y colectiva.
Que defendamos lo correcto (en
términos prácticos y éticos) de la
iniciativa de Obama no nos lleva a
asumir, peregrinamente, la fábula
de que la normalización habilitará,
mecánicamente y en el mediano plazo, dinámicas democratizadoras decisivas. Queda claro que el gobierno
cubano no se compromete, por motivación propia, a ninguna apertura
política como contrapartida del cese
de las sanciones. No pasó en China ni
en Vietnam, dos regímenes gemelos
al cubano en cuanto a sistema político, mecanismos de control social
e ideología de Estado. De hecho, la
élite cubana ha sostenido, en su estrategia hacia el exterior, dos posturas respecto a la relación bloqueodemocratización: la principal (en
boca de sus dirigentes más destacados) insiste hasta el cansancio en
que es posible dialogar con Estados
Unidos pero sin hacer concesiones
de principio (léase cambios políticos); la secundaria (ocasionalmente expresada por funcionarios de
menor rango y dirigida a públicos y
foros foráneos simpatizantes de la
“Revolución”) ha coqueteado con la
ecuación a menor acoso de Estados
Unidos mayor posibilidad de apertura, pero sin asumir compromisos
claros y explícitos sobre las formas y
pasos que concretarían esta última.
De modo que, en el corto plazo, cabe
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Diálogo Latino Cubano │5│Primer Trimestre 2015
Diálogo Latino Cubano
esperar que la élite cubana seguirá
sustituyendo las reglas de un Estado
de derecho por su ejercicio arbitrario
de los derechos del Estado. Las detenciones y actos represivos con los
que el gobierno cubano cerró el 2014
y recibió el nuevo año apuntan en esa
dirección.
Sin embargo, evaluados desde la
sana combinación del optimismo de
la voluntad y el pesimismo del intelecto, los complejos caminos derivados del acercamiento Estados
Unidos-Cuba sugieren algunos escenarios interesantes. La ruta (incierta
y dinámica) de la normalización presenta oportunidades para la pluralización de la sociedad civil, una mayor
autonomía de los sujetos económicos
y un ascenso de nuevas élites (más
tecnocráticas/civiles y menos ideológicas/militares) al comando del
país. Ello guarda relación con la resistencia y creatividad que muestre
la oposición interna para adaptarse a
las nuevas condiciones, así como del
modo en que el acoso unilateral de
Estados Unidos se transforme en una
política interamericana de promoción pacifica de la democracia y los
derechos humanos, para lo cual los
gobiernos de la región deberán ser
menos complacientes con los desplantes y represiones de La Habana.
En esa dirección, sería también deseable una mayor articulación de los
activistas y organizaciones existentes
en la isla con entidades reconocidas
de la sociedad civil internacional
(Amnistía Internacional y Human
Rights Watch, entre otros); de modo
que sea la iniciativa civil trasnacional
–más que cualquier agenda gubernamental extranjera– la que marque el
paso de la democratización.
Si las sinergias entre los procesos
de normalización (entre Estados
Unidos y Cuba) y democratización
(abandono del monopartidismo,
despenalización del disenso y apertura de los medios y la sociedad civil
en la isla) no se producen (con actos
concretos como el reconocimiento a
la existencia y labor de las organiza-
Si la anunciada
normalización no se ve
acompañada de procesos
de empoderamiento
ciudadano y cambio
democrático, proseguirá
la marcha triunfante del
capitalismo autoritario
(conjugando la
retórica comunista y la
explotación voraz de los
trabajadores) mientras
sus élites (y asociados
globales) podrán lucrar,
reprimir y perpetuarse,
con la venia hemisférica.
Como China, Cuba
tendrá, en el mediano
plazo, su autoritarismo
colegiado, su burguesía
roja, su internet con
cortafuegos y su
mercado sin república.
Realidades para las que
hoy, en un oscuro rincón
de La Habana, se fraguan
los cimientos.
ciones defensoras de derechos humanos, la visita de los relatores de
la ONU y la ratificación de los pactos
en esa materia suscritos, en 2009,
por La Habana) el proceso que ahora
arranca significará otra oportunidad
perdida para la causa de una Cuba
plenamente reconciliada con los estándares regionales.
La política, como el dios Jano,
tiene dos caras; ya que tanto las acciones de élite como la movilización
popular pueden contribuir a la democratización de un país o avalar
inmovilismos y regresiones autoritarias. Hasta la fecha, el gobierno
cubano –sin nada nuevo que ofrecer en cuanto a las vulneradas promesas revolucionarias– no ha dado
muestras de procurar lo primero; y
la oposición –aunque meritoria en
su resistencia y lento crecimiento–
se ha revelado incapaz de frenar lo
segundo. Si la anunciada normalización no se ve acompañada de procesos de empoderamiento ciudadano y
cambio democrático, proseguirá la
marcha triunfante del capitalismo
autoritario (conjugando la retórica
comunista y la explotación voraz de
los trabajadores) mientras sus élites
(y asociados globales) podrán lucrar,
reprimir y perpetuarse, con la venia
hemisférica. Como China, Cuba tendrá, en el mediano plazo, su autoritarismo colegiado, su burguesía roja,
su internet con cortafuegos y su mercado sin república. Realidades para
las que hoy, en un oscuro rincón de
La Habana, se fraguan los cimientos.
Corresponde, a los demócratas de
dentro y fuera de la isla, imaginar y
construir –con fórmulas de justicia
social, pluralismo político y prosperidad económica– futuros alternativos para el pueblo cubano.
Armando Chaguaceda fue Profesor e
Investigador de Historia y Teoría Política
en la Universidad de la Habana (20032008) y actualmente en la Universidad de
Guanajuato, México.
Este artículo fue originalmente
publicado en Letras Libres.
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Diálogo Latino Cubano │6│Primer Trimestre 2015
¿Dónde va la isla de Cuba?
Por Sergio Fausto
A
nunciadas por Barack Obama y
Raúl Castro el 17 de diciembre
pasado, las medidas volcadas a
la normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba originan
esperanzas y preguntas. Este artículo se ocupa de responder dos de ellas:
¿por qué los dos países decidieron tomar ahora esa iniciativa y cuáles son
sus posibles desdoblamientos a más
largo plazo? Las respuestas se basan
en entrevistas sobre la cuestión cubana que realicé con Bernardo Sorj a
políticos, diplomáticos e intelectuales
en América Latina, Europa y Estados
Unidos, de las cuales resultó un informe disponible en internet (www.ifhc.
org.br).
A lo largo del último año se produjo una convergencia de intereses en
Washington y La Habana en favor de
la normalización de las relaciones bilaterales. Aproximándose a la segunda
mitad de su último mandato, Obama
vio en la reaproximación con Cuba la
oportunidad para dejar un legado histórico en la política exterior, área en la
cual viene sufriendo sucesivos reveses.
Además de ser políticamente significativo, el aprovechamiento de esa oportunidad se volvió una tarea más fácil a
medida que disminuyó la resistencia
de la comunidad cubano-americana
a la normalización de las relaciones
entre los dos países y aumentó el interés de compañías norteamericanas
a ampliar sus relaciones económicas
y comerciales con Cuba. El presidente
norteamericano avanzó dentro de los
límites de la competencia del Ejecutivo, determinados por la ley de embargo, cuya derogación dependería del
apoyo del Congreso.
Para Cuba, la reaproximación con
Washington parecía igualmente opor-
Washington tiene interés
en el éxito de las reformas
económicas. El mayor
temor de los Estados
Unidos es una crisis
que transforme a Cuba
en un estado fallido,
sumando riesgos para la
seguridad norteamericana
y produciendo una nueva
ola de inmigraciones en
masa para los Estados
Unidos. Es por eso que
altos funcionarios del
gobierno de Obama,
cuando se refieren a
las reformas en Cuba,
prefieren hablar de
“cambio evolutivo”
y no en “proceso de
transición”.
tuna y todavía más urgente. Con el
virtual colapso de la economía de Venezuela, el gobierno cubano necesita
desesperadamente de nuevas fuentes
de divisas para financiar sus cuentas
externas. China le puede abrir líneas
de crédito a voluntad, pero jamás será
para Cuba lo que en el pasado fue la
Unión Soviética.
Junto con los recursos para financiar
su balance de pagos y realizar inversiones en infraestructura, la Isla depende
de divisas para fomentar su economía
y dar impulso al lento y gradual proceso de reformas iniciado por el gobierno. El futuro de Cuba pasa por los
Estados Unidos. Desde luego la laxitud
de las restricciones a los viajes y los envíos de recursos a partir del territorio
norteamericano, son los principales
focos de las medidas anunciadas.
Washington tiene interés en el éxito
de las reformas económicas. El mayor
temor de los Estados Unidos es una
crisis que transforme a Cuba en un
estado fallido, sumando riesgos para
la seguridad norteamericana y produciendo una nueva ola de inmigraciones
en masa para los Estados Unidos. Es
por eso que altos funcionarios del gobierno de Obama, cuando se refieren a
las reformas en Cuba, prefieren hablar
de “cambio evolutivo” y no en “proceso
de transición”. No quieren provocar
en La Habana el miedo de que estén
interesados en promover el cambio del
régimen.
Para el régimen cubano, las reformas económicas son una cuestión de
supervivencia. El partido comunista
sabe que éstas son inevitables y que es
más seguro realizarlas mientras esté
vivo y en ejercicio el presidente Raúl
Castro, último remanente de la generación revolucionaria, hombre que
tiene el control de las Fuerzas Armadas, la más ponderosa institución del
país. Con 83 años, el presidente cubano ya anunció que dejará el poder
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Diálogo Latino Cubano │7│Primer Trimestre 2015
Diálogo Latino Cubano
en 2018. La estrategia del régimen es
promover las reformas sin poner en
riesgo el monopolio que ejerce sobre
el poder. Sin una agenda clara a largo
plazo, el gobierno las implementa por
ensayos y errores, avanzando en zigzag. Pretende ampliar gradualmente
la libertad de comercio y crear negocios por cuenta propia, fomentando
el crecimiento de un sector privado
compuesto por pequeños propietarios, al mismo tiempo que el sector
público es sometido a una drástica
reducción con despidos a gran escala.
No obstante, la “nueva clase media”
no debe sobrepasar los límites impuestos por el control estatal sobre
los principales sectores y los grandes
negocios de la economía. En estos sectores, la idea es reproducir el modelo
chino o vietnamita, con la atracción
de inversiones extranjeras para zonas
especiales de exportación, como por
ejemplo la que se planea construir en
torno al puerto de Mariel.
Las chances de que la estrategia del
régimen resulte, depende de que las
reformas produzcan los resultados
económicos pretendidos sin efectos
colaterales perturbadores, es decir,
presiones para que a mayor libertad
económica corresponda mayor libertad política. El régimen da señales de
que admite volver más pluralista el debate interno al partido comunista, pero
no puede aceptar el fin del sistema de
partido único. Cuentan a favor de su
estrategia la capacidad que el gobierno
La insistencia de los
países de la CELAC en la
reincorporación plena de
Cuba a la OEA, fue factor
relevante en la decisión
de Washington de
normalizar sus relaciones
con La Habana. Ahora,
es fundamental que
los países de la región,
respetando el principio
de no interferencia,
encuentren medios
eficaces para favorecer la
democratización en Cuba.
tiene de reprimir y desarticular selectivamente la oposición. Además de enfrentar al gobierno, la oposición tiene
que construirse en una sociedad que se
refugió en el cinismo para adaptarse a
las privaciones del régimen castrista.
Por otro lado, por la enorme diferencia
de poder y capacidad de negociación
internacional de Cuba en comparación
con China y con Vietnam, así como por
las características socioculturales de la
nación caribeña, situada a unos pocos
cientos de millas de la costa norteamericana, es poco creíble la hipótesis de
un cambio según el modelo asiático.
Más probable es un cambio más accidentado, lo que abre posibilidades
fuera del programa trazado por el régimen. Por la real democratización de
Cuba, trabajan audazmente grupos
opositores internos.
América Latina tiene un papel a
jugar en ese proceso. La insistencia
de los países de la CELAC en la reincorporación plena de Cuba a la OEA,
fue factor relevante en la decisión de
Washington de normalizar sus relaciones con La Habana. Ahora, es fundamental que los países de la región,
respetando el principio de no interferencia, encuentren medios eficaces
para favorecer la democratización en
Cuba. Por lo tanto, no se trata sólo de
ayudar a la construcción de puertos,
sino de establecer un diálogo abierto
con las fuerzas políticas cubanas y no
silenciar frente a violaciones de derechos humanos en la Isla.
Sergio Fausto es Superintendente
Ejecutivo del Instituto Fernando Henrique
Cardoso.
Traducción de Carina Di Marco.
El Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) es una fundación
privada, sin fines de lucro y a-partidaria constituida el 26 de febrero de 2003
con el objetivo de promover los valores democráticos; observar el desempeño político,
económico e institucional; y formular propuestas de políticas públicas que contribuyan
al buen gobierno y el bienestar de las personas.
Puente Democrático es un programa de CADAL
dedicado a la promoción internacional
de las libertades civiles y políticas.
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Diálogo Latino Cubano │8│Primer Trimestre 2015