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OBJETIVIDAD: EL QUINTO PRINCIPIO
OBJECTIVITY: THE FIFTH PRINCIPLE
Lic. Yamileh Briceño Sivira
Comunicadora Social
Docente UAM
RESUMEN
Este ensayo tiene por finalidad hacer una reflexión teórica sobre la objetividad periodística
como quinto principio ético fundamental en el ejercicio de la profesión del comunicador
social. También se pretende demostrar la necesidad de rescatar la ética en las aulas de clase
donde se forman estudiantes de comunicación social; tomando en cuenta las características de
la sociedad actual tales como globalización, inmediatez de la información, falta de valores
humanos, ausencia del reconocimiento del otro. Para ello, se realizó una investigación
documental basada en la consulta de libros y autores especialistas en el área de ética,
comunicación y periodismo, así como también algunas referencias de la web, y la propia
observación de la realidad por parte de la autora en su desempeño docente y profesional en el
área del periodismo y la comunicación social. Todos estos aspectos se van identificando y
demostrando en el desarrollo, para llegar a una interesante teoría reflexiva sobre la objetividad
del comunicador.
PALABRAS CLAVE: Ética, objetividad, comunicador social, valores humanos,
sociedad.
SUMMARY
The purpose of this essay is to make a reflexive theory about the objectivity of journalism as an the
fifth fundamental ethical principle to exercise this profession as a social communicator. This essay
also would like to demonstrate the necessity to rescue the study of ethics within the classrooms where
students are being forged as future social communicators; taking under consideration the behavioral
characteristics of today’s society such as: globalization, rapid availability of information, lack of
values, and the absence of recognition of one another. Thus, a documented investigation was made
based on published subject matter and specialized authors in the subject of ethics, communication, and
journalism. Also some references extracted from the web and by accounts made by the author herself
based on her own observations and experience as a docent and a professional in the area of journalism
and a social communicator. All these aspects start to take shape and unfold themselves as they reach
the pinnacle of an interesting reflexive theory about the objectivity of the communicator.
KEY WORDS: Ethics, objectivity, social communicator, human values, society.
Introducción: compromiso por un ejercicio correcto.
La pretensión de cambiar la forma de ser y actuar de mis semejantes no es la intención de
este trabajo, más si lo es el sembrar algo positivo. Inicio convencida de que quien decide
estudiar comunicación social debe estar consciente de la responsabilidad social que asume, y
de lo que se enfrentará como servidor de una sociedad como la conocemos hoy, donde la ética
parece perder la batalla.
Hablo como docente y comunicadora social, ya que formar jóvenes sobre ética profesional
en esta “era de la información” también constituye un desafío diario, apasionante y
motivador. Parte de esa realidad que consigo en el aula tiene un lugar común cuando
estudiantes me comentan en privado o en sus intervenciones de clase que la objetividad no
existe, afirmación que peligrosamente puede convertirse en lo que ahora llamamos “viral”
(contagioso), multiplicando dudas y escepticismo.
Esta sociedad globalizada y desigual parece empujar a los futuros profesionales de la
comunicación a dudar de un periodismo objetivo, el cual en mi experiencia, definitivamente
debe formar parte del ejercicio ético como uno de los principios que nos permite mantenernos
centrados en el camino hacia lo correcto, y al logro de la información veraz y responsable que
por derecho tiene todo ciudadano, y a la vez, nos corresponde como derecho humano.
Es sano comenzar por definir ética. Parafraseando a filósofos de la Grecia Antigua, ética es
una ciencia cuyo objeto es el estudio de la moral y su aplicación. Es el estudio de lo bueno y
de lo malo, de lo correcto y de lo incorrecto, de lo permitido y de lo prohibido. Hay
estudiosos e intelectuales contemporáneos que escribieron sobre esta rama de la filosofía en
términos más simples y coloquiales, pero no menos acertados. Y prefiero inclinarme hacia
esto último para citar a Fernando Savater cuando afirma en su libro “Ética para Amador”:
“…a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en
parte nuestra propia forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir,
conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo o inconveniente. Y como podemos
inventar y elegir, podemos equivocarnos… De modo que parece prudente fijarnos bien en lo
que hacemos y procurar adquirir un saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir o
arte de vivir, si prefieres, es a lo que llaman ética” (Savater:(s/f),7). A esta definición yo
agrego, que ser ético es vivir con la consciencia tranquila, sabiendo que se actúa en procura
del bien. Tal y como dijo Aristóteles, ahora interpretando al filósofo griego: hacer el bien es la
virtud que nos permite alcanzar la felicidad.
Y hablando de virtud, llego a otra importante reflexión. Dice el profesor de la Universidad
de Los Andes Rómulo Perdomo M.: “La virtud es un hábito que nos mueve a obrar
externamente, como un testimonio de lo que nuestra convicción interna considera como
bueno, de acuerdo con nuestra norma”. (Perdomo: 2009, 44). Así que, ser un virtuoso del
periodismo, significa hacer de nuestras acciones y nuestros hábitos “obras y hábitos buenos”,
que indudablemente deben estar acompañadas del intento diario y habitual por alcanzar la
objetividad.
Ahora bien, el avance de la globalización demanda máximo compromiso por parte de los
profesionales de la comunicación y del periodismo en el cumplimiento de sus deberes y
obligaciones. Ante esta realidad, la ética profesional se hace aún más necesaria para el
ejercicio correcto. Veamos lo que al respecto afirma el Profesor de la Universidad Católica
Andrés Bello, Eduardo García: “En ningún acto académico se resaltan los derechos que
tienen los profesionales, puesto que precisamente lo que adquiere todo egresado universitario
es un compromiso; de allí el carácter deontológico de la ética profesional. En este sentido
podemos afirmar que el primer deber que tiene todo profesional está vinculado con el
correcto ejercicio de su profesión, es decir, en primera instancia se exige que los
profesionales sean competentes en su trabajo”. (García: 2009, 36).
De manera que, estamos claros en que la deontología fortalece ese compromiso; desde que
se recibe el título estamos “casados” con la ética profesional. Recordemos que deontología es
la rama de la ética que establece el conjunto de normas que rigen la conducta hacia el
ejercicio correcto de la profesión. Si hablamos de periodismo, considero es una de las
profesiones que más expectativas genera en las personas; de la cual, la sociedad espera más,
mejor y correcto ejercicio. En Venezuela, país en el que nos formamos, el Código de Ética del
Periodista Venezolano (CEPV) explica en su exposición de motivos cuál es el objetivo de su
creación: “El Colegio Nacional de Periodistas dicta el Código de Ética como norma de
conducta de los profesionales del periodismo y la comunicación social que se desempeñen en
los medios impresos, audiovisuales y digitales y que en general procesan información en
cualquier otra actividad, llama a todos sus miembros a cumplirlo y a vigilar su
cumplimiento…” (CEPV: 2013). Así, pretendo aclarar a lo largo de estas líneas, la duda
sobre la objetividad en el periodismo, el cual he asumido desde que me gradué como
comunicador social, uno de los principios a seguir para el ejercicio correcto de mi profesión.
Objetividad: quinto principio.
Para comenzar, es bueno estar claros sobre qué son los principios; por eso cito de nuevo al
profesor Perdomo cuando explica la esencia de los principios éticos: “Hemos visto que los
principios son grandes síntesis, evidentes, sencillos, fecundos, y especialmente útiles para
guiarnos dentro de conjuntos infinitos. Pero ¿cuál es su esencia? Pensamos que son
proposiciones filosóficas metacientíficas que sirven para guiarnos en la consecución de las
soluciones científicas, y que son una expresión de la lógica del “hacia”. La ciencia nos da un
algoritmo para solucionar un problema, es decir, un conjunto de pasos muy precisos y
determinados, el principio no, pues él solo nos indica la dirección en la cual se encuentra la
solución. Es como una brújula”. (Perdomo: 2009, 36). De modo que, un principio es
abstracto, como la objetividad; es un ideal, como la objetividad; es una modelo a seguir,
como la objetividad; un “hacia” que direcciona nuestra acción, como la objetividad; por lo
tanto es la guía a seguir para poder acostarnos tranquilos todos los días, porque nos permite
enfocarnos para hacer las cosas bien, nos permite ser mejores profesionales de la
comunicación.
La Real Academia Española define el término objeto de la siguiente manera: “1. adj.
Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de
pensar o de sentir”. (RAE, 2014). Y la palabra derivada objetividad definida por la misma
RAE significa: “1. f. Cualidad de objetivo”. (RAE, 2014). Así pues, podemos concluir que la
objetividad en términos éticos es la capacidad o cualidad que tiene una persona cuando trata
de decidir cosas con independencia de la propia manera de pensar o de sentir.
Imaginemos al gremio profesional de la comunicación y el periodismo que no trate de ser
objetivo al informar. Sería un caos social, porque el comunicador objetivo es sostén de la paz
y la diversidad de ideas; es a su vez promotor del ejercicio responsable de la libertad de
expresión, y garante de que el pueblo reciba información veraz, oportuna e imparcial.
¿Podríamos defender y garantizar estos derechos sin objetividad? ¿Acaso para ser
responsables con la sociedad no debemos sumar objetividad a lo que hacemos y decimos?
Como principio también es tratada la objetividad en el texto del Código Internacional de
Ética Periodística de la UNESCO: “2. Adhesión del periodista a la realidad objetiva. La
tarea primordial del periodista es proporcionar una información verídica y auténtica con la
adhesión honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto
adecuado, manifestando sus relaciones esenciales -sin que ello entrañe distorsiones-, y
empleando toda la capacidad creativa del profesional a fin de que el público reciba un
material apropiado que le permita formarse una imagen precisa y coherente del mundo,
donde el origen, naturaleza y esencia de los acontecimientos, procesos y situaciones sean
comprendidos de la manera más objetiva posible”. (CIEP: 1983). En este código queda
demostrado que internacionalmente se reconoce la importancia de este principio para el
ejercicio periodístico.
En mis clases de deontología enfocada hacia la ética del ejercicio del periodista, es
prioridad inculcar a los estudiantes sobre los principios fundamentales de la ética del
periodismo, los cuales son además deberes y derechos humanos universales asumidos
constitucionalmente, asumidos por el gremio, y vistos en mi modo de ver, de esta forma: 1.
Búsqueda de la verdad, 2. Responsabilidad social, 3. Defensa de la libertad de expresión, 4.
Defensa de la libertad de información. Y luego de toda esta reflexión se puede afirmar que la
objetividad para el profesional de la comunicación y el periodismo es un asunto ético. En este
orden de ideas, sumo el quinto principio: 5. Buscar la objetividad para informar.
¿Por qué el quinto principio? Porque veo la objetividad como un principio “intercesor”
entre los principios demás principios enumerados, ya que si no tratamos de alcanzarla no se
obtendría una información veraz, no se podría ser un periodista responsable con la sociedad, y
mucho menos se podrán defender derechos humanos como la libertad de expresión e
información.
El ser humano aunque por naturaleza es subjetivo, siempre busca la perfección en todo;
busca la perfección en sus semejantes, en el mundo, en los seres que ama, en sus mascotas;
busca perfección en la belleza, en la naturaleza, en su hogar, en la ciudad, en las máquinas que
crea, en sus diseños, en sus proyectos, busca perfección hasta en el propio ser. Igualmente, el
hombre busca perfección en el trabajo, y la perfección en el trabajo periodístico se busca a
través de la objetividad. Buscar la perfección también resulta ser un asunto ético, cuando se
toman las decisiones correctas.
Cierto lo afirmado en el Manual de Estilo de El Nacional cuando se refiere a las
responsabilidades del periodista: “Un periodista es un relator de los hechos y no debe
pretender convertirse en protagonista del suceso ni de la información que redacta”. (Manual
de Estilo de El Nacional: 2014, 8). Aquí podemos inferir indirectamente el principio ético de
la objetividad, entre otros. Más adelante, el mismo manual dice: “El periodista no debe
incorporar sus opiniones personales sobre los asuntos que informa, sus protagonistas y los
afectados. Está obligado a ser lo más objetivo posible: a distanciarse de los hechos y
analizarlos con frialdad, que no significa apatía y desinterés, sino asumir un enfoque crítico
tanto del tema como de los personajes de la noticia. Debe mostrar las contradicciones en que
incurra un personaje, o cualquier otro elemento que no lo beneficie, siempre que se atenga a
los hechos y no sean reflejo de sus valoraciones o prejuicios personales”. (Manual de Estilo
del Nacional: 2014, 9). Se aprecia como este medio de comunicación toma como principios
no sólo la información veraz, responsable e imparcial, la responsabilidad social, la defensa de
la libertad de expresión y de la libertad de información, sino que alude directamente al
principio de la objetividad periodística. El papel lo aguanta todo, se hace necesario hacerlo
realidad pase lo que pase.
Lo anterior me lleva a esta analogía: así como los profesionales de la medicina tienen el
deber de preservar y garantizar la salud de sus pacientes aplicando la ética de la medicina a
través de tratamientos y medicamentos adecuados, los profesionales del periodismo tenemos
el deber de preservar y garantizar la salud de la sociedad aplicando la ética del periodismo a
través del tratamiento equilibrado de la información asumiendo el máximo de objetividad. Ni
más ni menos.
Comunicadores integrales y éticos en la sociedad actual.
El periodismo, en cualquiera de sus especialidades, requiere la búsqueda de la verdad,
valiéndose de la objetividad. Comunicar buscando esa objetividad también debe ser vista
como la acción de un profesional integral. Ser integral en consecuencia, es contar con
conocimientos teóricos, prácticos, y por supuesto éticos. Lo ético se relaciona con valores, y
entre esos valores también están los humanos y sociales.
Todo profesional necesita del código deontológico y de la razón para orientar el deber y la
obligación del ejercicio correcto. Pero esto no significa que sea una camisa de fuerza y que no
podamos ir también en busca de los principios, valores y virtudes que nos hacen seres
humanos útiles e íntegros, ya que independientemente de las circunstancias que nos rodean, la
sensibilidad humana nunca se debe dejar a un lado; esa humanidad nos ayuda a reconocer al
otro. Lo que dice el Doctor José Luis Da Silva refleja el enunciado: “Nuestros tiempos no
soportan la imposición de preceptos, inclusive si éstos se presentan como buenos. Será más
aconsejable, ante una realidad plural y vertiginosa, ser crítico, reflexivo y dialogante que
canónico, impositivo y fervoroso creyente en materia política o religiosa. Más que decir lo
que es bueno para una mayoría o minoría, sería menester considerar la posibilidad de
concitar el encuentro plural con el objeto de acometer lo que corresponde hacer, sin caer en
la casuística y, mucho menos, en una doble moral. Para ello, el sujeto que soy, y que Paul
Ricoeur (2006) llama el sí mismo como otro, no es posible sin la presencia y el
reconocimiento del otro en el proceso narrativo y discursivo. El otro, al igual que el yo
narrador, debe estar presente en la escritura, en el discurso, en la imagen,, en el
pensamiento, etc., de lo contrario se correría el riesgo de caer en el olvido y en el
desconocimiento de lo que significa la semejanza, la igualdad y el reconocimiento”. (Da
Silva: 2009, 115).
E aquí otro reto que se presenta en el aula: para ser buenos profesionales no basta con los
valores inculcados en el hogar, ni con los conocimientos impartidos en la universidad, ni con
las normas que nos enseña el Código de Ética del Periodista Venezolano. Significa el reto
diario de querer ser mejores, o lo que es lo mismo, buscar la perfección, lo que no es algo que
se logra de forma rápida y fácil, ni está en ningún manual de estilo o de ética. Eso que tanto
deseamos, hay que forjarlo, buscarlo y vivirlo para encontrarlo, y finalmente enseñarlo, como
todo principio. Toda herramienta ética debe impartirse dentro del aula con un lenguaje que
facilite a los estudiantes la aplicabilidad de las obras y acciones que los harán virtuosos de lo
que tanto se pregona en esta sociedad globalizada como la nuestra, que también se caracteriza
por tantos deseos, diversidad, polarización social y política. Cito por esto al Dr. Da Silva de
nuevo: “Cuidarse cada quien de pensar sobre el valor moral de su vida, atendiendo que
nadie tiene el monopolio de la verdad merece algo más que un simple saludo a la bandera.
Las proposiciones que invitan a la reflexión moral funcionan más como un recordatorio de
tarea no hecha, impostergable e intransferible, que cada ser humano ha de atender y cuidar,
so pena de perderse en la multiplicidad de imágenes y mensajes que violentan su
individualidad” (Da Silva: 2009, 118). Toda esta reflexión es un reflejo también de lo que
debe ser un comunicador o periodista integral, más que ser humano, un ser humanizado y
objetivo.
El comunicador profesional debe ser un ser humano sensible, promotor de paz, generador
y propiciador de bienestar, capaz de ser razonable, reflexivo; no reaccionario, ni belicoso; con
poder para convencer e incorporar a los demás a una convivencia pacífica, siempre en medio
de un diálogo conciliador. Un comunicador social crítico, capaz también de reconocer las
posibles “trampas” de informaciones que persuaden y seducen con sus formas y colores, las
cuales debemos cuestionar y abordar, con objetividad por cierto.
La ética profesional desde sus inicios en la antigüedad admite la importancia del
reconocimiento de nuestros semejantes, y así lo sostiene la Doctora Lorena Rojas Parma:
“Hemos señalado que la necesidad ha sido origen de las profesiones, que hacen la
comunidad y que, por lo tanto, siempre implican al otro. Quizás esta sea la dimensión
fundante de su ética: el saber y el saber hacer siempre implican al otro. Los maestros sofistas
de los que hemos hablado, sólo fueron posibles gracias a sus alumnos y a sus aspiraciones;
la inevitable referencia a Sócrates es el mejor de los ejemplos del proceder del filósofo
siempre en diálogo con el otro. Todo lo que aprendemos a hacer para labrarnos un buen
camino en el despliegue de la vida, inevitablemente nos pone en relación directa con el otro.
Y hacer bien lo que hacemos, es hacer bien al otro, cualquiera sea la dimensión de nuestro
arte…” (Rojas: 2009, 25). Esta cita me recuerda lo que siempre digo a mis estudiantes:
nosotros periodistas, nosotros comunicadores, debemos convertirnos en los filósofos de
nuestro tiempo, reflexionar y asumirlo a través de nuestras informaciones; ser modelos y
dignos de credibilidad ante todos por igual, porque eso es lo que se espera de nosotros.
Debemos filosofar siempre, por la sociedad. Esa labor social no se puede quedar en el pasado,
es permanente y actual. El hecho de reconocer al otro en todas sus dimensiones nos ayuda a
ser objetivos, más humanos, verdaderos servidores sociales, éticos e integrales.
Para cerrar este punto, me atrevo a hacer esta analogía: así como el médico en ejercicio
tiene como objetivo preservar la salud de los pacientes que trata, el periodista tiene como
objetivo preservar la salud de la sociedad a la que informa. Las sociedades somos reflejo en
gran medida de la forma cómo estamos siendo informados, de allí la responsabilidad social
del comunicador. Nuestra sociedad venezolana actual es reflejo, en gran medida del ejercicio
periodístico que se hace.
En medio de la globalización, la tecnología y las diferencias.
La actualidad rebosa de globalización, de avances tecnológicos y de redes sociales que han
restado criterio propio, han socavado al contacto humano personalizado, haciéndolo parecer
antiguo, del pasado, fuera de moda. El hombre que piensa (homo sapiens), se convirtió en el
hombre que ve (homo videns). Da Silva, cita a su vez al teórico Giovani Sartrori (2005), de
quien toma referencia al “homo videns” para describir al mundo y la sociedad actual: “El
avance tecnológico en el campo de las comunicaciones ha descubierto dos situaciones que no
se pueden obviar: primero, las informaciones se transmiten con tal rapidez que hacen casi
imposible evaluar la importancia y la pertinencia de lo transmitido, quedando en un lapso
breve de tiempo totalmente obsoleto como manera de discusión. La continua actualización
del presente dificulta la existencia del pasado, al tiempo que no resulta descabellado decir
que el futuro es presente, gracias a la globalización y la digitalización de la información. La
comunicación se reduce al establecimiento de redes mediáticas cuyo mérito se circunscribe a
corroer toda resistencia institucional. Fortalecer el flujo indiscriminado de datos se entiende
como una tarea prioritaria y, por momentos, amparado por la libertad de expresión e
información a través de los organismos regionales e internacionales. Cualquier resistencia o
llamado de atención se califica como censura o falta de apertura” (Da Silva: 2009, 121).
Esta teoría legitimada por la realidad, describe que en un segundo aspecto, el homo sapiens
se convierte en homo videns porque deja a un lado el carácter connotativo del lenguaje por
uno denotativo, es decir, que lo único que sobrevive son las imágenes y la inmediatez. Éstas
simplifican el trabajo de tener que analizar la información, lo que indica empobrecimiento de
las culturas, la comunicación, así como también reducción de la capacidad crítica y analítica
del ser humano.
Conclusiones: prevalece la ética.
Lo afirmado en el párrafo anterior, resulta fatalista y hasta odioso al colocarnos ante una
pérdida casi total de la capacidad de comunicarnos personalmente, de mirarnos a los ojos, de
sentirnos, de establecer relaciones comunicativas y sociales reales, mostrando así el tipo de
sociedad en la que vivimos, donde los usos discursivos dan mayor importancia a rumores y
amarillismo, socavando cada vez más el respeto al usuario lector de la información. Esa es la
sociedad que vivimos, donde pareciera hay deseos de acabar con todo lo que solía ser un
mundo más justo y humano, pero no lo ha logrado del todo. Por eso dije al inicio de este
trabajo, que en esta sociedad, parece que la ética pierde la batalla. Ya terminando el ensayo
decreto con absoluto optimismo que confío no perderemos una batalla más.
La salud de nuestras relaciones sociales y comunicacionales significa: además de no
permitir que la tecnología nos deshumanice, significa permitir el reabrir caminos de
diversidad y el reconocimiento del otro, así seremos verdaderamente integrales. Esta sociedad
que hemos descrito es una realidad que nos amenaza y gana terreno. Sin embargo, mi
optimismo me indica que, aún cuando las diferencias ideológicas que tanto se promueven en
las redes sociales o por los efectos de la situación política pretendan separarnos; o porque la
rapidez de la información no nos permita ser verdaderamente críticos, humanos, incluyentes,
diversos, respetuosos y sociables, no debemos ser débiles. Al respecto me parece oportuno
transcribir al periodista y abogado Eduardo Rodríguez Giolitti cuando afirma: “Ante el
radicalismo la respuesta debe ser la tolerancia. Ser tolerante ante el intolerante es más
difícil, pero no renuncio a tal esfuerzo porque la salud de las relaciones sociales así lo
requiere, y porque el poder de los recursos comunicacionales a mi alcance me comprometen
a dar un servicio de mediación racional”. “…Es la mejor manera de enriquecer los enfoques
porque nadie ostenta la exclusividad de la verdad absoluta. Por tales razones, el respeto se
convierte en la gran llave de la comunicación y la convivencia y, más que eso, de un mayor
provecho de la vida”. (Rodríguez: 2013, 18).
Por todo lo expresado, quiero insistir que la ética, aunque ciencia antigua, junto a la razón,
deben prevalecer y sobrevivir. Desde las universidades, los docentes debemos insistir sobre la
necesidad de valores éticos y humanos, especialmente en las escuelas de comunicación social
donde se forman los profesionales en los que toda sociedad cree y confía, sobretodo esta
sociedad venezolana actual. Si los docentes no asimilamos que la comunicación social y el
periodismo deben priorizar el trabajo como servidores sociales, si no, podríamos caer en el
vacío que produciría la carencia de los cinco principios fundamentales que promuevo,
estaríamos condenados al caos y la anarquía que asoman sus narices por cualquier abertura. Si
llegáramos a perder el norte que nos ofrecen estos principios éticos, será un descaro de
nuestra parte echar la culpa al gobierno, al cambio climático, y a la crisis de valores. No
podemos enseñar lo que no conocemos ni practicamos.
Quienes somos comunicadores, quienes formamos comunicadores y quienes aspiran serlo,
debemos aspirar también ser servidores sociales y estar por encima de las circunstancias.
Mientras más dificultades hay, más necesarios somos los periodistas y comunicadores
integrales. Por eso, no temamos conocernos bien a nosotros mismos, para reconocer y
cambiar nuestras actitudes erradas y defectos. Ser razonables, y ejercer la ética desde lo
individual, nos hará capaces de cambiar todo lo demás. No pretendamos cambiar al mundo,
el país, o la mentalidad de los demás si no empezamos a cambiar nuestra actitud desde
nuestro metro cuadrado, desde lo más simple, desde lo cotidiano. La reflexión, el filosofar,
nos debe hacer optimistas, porque es mejor comunicar e informar desde la actitud positiva,
desde el amor. En cuanto a todo lo dicho, insisto a los comunicadores sociales y estudiantes
que no hay lugar para la duda, que no hay cabida al abandono de la objetividad como
principio; si esa fuera la decisión, no seríamos éticos y defraudaríamos a toda la sociedad que
espera tanto de nosotros.
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