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PRÓLOGO
Luis F. López Calva1
B
en Bernanke pasará a la historia como uno de los más importantes actores en la historia mundial de la política monetaria y la banca central. Como cabeza de la Reserva Federal,
tuvo que enfrentar la mayor crisis económica global en más de
setenta años, cuando esa institución estaba por celebrar apenas
el primer siglo desde su creación. Hoy conocemos a Bernanke,
graduado de la licenciatura en la Universidad de Harvard y del
doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, como
uno de los más importantes economistas que, por la naturaleza
de su trabajo y su enorme talento e inteligencia, se mueve en las
más altas esferas del mundo intelectual y político. Sin embargo,
cuando Ben era un niño, trabajaba durante los veranos ordenando los estantes de la farmacia familiar en una ciudad perdida del
sur de Estados Unidos. Prácticamente nadie hubiera imaginado
que llegaría a ser parte de ese mundo. Su historia personal es
sorprendente y se conecta con un fenómeno que caracterizó la
economía de Estados Unidos en la segunda parte del siglo xx:
la movilidad social. Como descendiente de inmigrantes judíos,
Bernanke, antes de la licenciatura, hizo todos sus estudios en
el sistema público de educación de Dillon; pequeña ciudad en
Carolina del Sur de la que nadie sabe nada. Si el contexto socioeconómico y político no hubieran permitido a ese brillante
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Banco Mundial
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MÉXICO, ¿EL MOTOR INMÓVIL?
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niño llegar a las mejores universidades y desarrollar todo su
potencial, hoy no sabríamos nada de él. Su familia tenía como
única riqueza sus valores y su trabajo.
La movilidad social es fundamental para construir dinámicas de eficiencia y equidad. La inmovilidad distorsiona la asignación de recursos y genera exclusión. En México, sin embargo,
la movilidad ha sido relativamente poco estudiada, excepto en
el ámbito de la sociología. La discusión sobre la importancia de
la movilidad económica —como un elemento de la movilidad
social— es «nueva» en nuestro país. Una de las razones por las
cuales tanto la movilidad social como la económica han sido
poco estudiadas en México es la falta de datos adecuados. Éstos
establecen hechos objetivos que permiten abrir un debate intelectual serio y promover acciones públicas en la materia. Por
ello es que el programa de movilidad social del ceey se ha convertido en un parteaguas para quienes trabajamos sobre temas
sociales en México. Este libro es una contribución más en ese
sentido. Los datos producidos por la encuesta de movilidad social 2011—que en sí mismos son ya una enorme contribución—
se analizan desde distintas perspectivas por algunos de los más
importantes investigadores de las ciencias sociales. La generación de información, la facilitación de espacios de debate intelectual, la capacidad de convocar a los investigadores de tan alto
nivel en torno esta discusión y el excelente trabajo para poner
la movilidad social sobre la mesa de los diseñadores de política
pública, son contribuciones de enorme valor social por parte del
Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
México, ¿el motor inmóvil? se convertirá, sin duda, en un referente para el debate público. La movilidad intergeneracional es
baja, la «fluidez» de la sociedad es asimismo limitada y, en términos de ingresos laborales, hay una movilidad que se explica
AGRADECIMIENTOS
PRÓLOGO
por un deterioro en los resultados laborales de grupos de mayor
ingreso, que en el ámbito del crecimiento regional en México, le
hemos llamado «convergencia hacia el estancamiento». Los anteriores son mensajes que deberían llamar a acciones públicas
precisas. Dijo Benjamín Franklin que en la sociedad hay solamente tres tipos de personas: quienes podrían moverse, quienes
no, y quienes, de hecho, se mueven. El hecho de que este último
grupo, los que se mueven, sea relativamente pequeño, lleva a
una hipótesis inmediata: el grupo de los que podrían moverse es
también reducido y ello conduce a importantes implicaciones
de eficiencia y de equidad. La ausencia de movilidad deslegitima
el frágil contrato social al crear una percepción de injusticia.
El mito de Benito Juárez en México ha llevado a pensar que,
de hecho, la movilidad social es posible aún para individuos en
comunidades históricamente excluidas. Ello es sólo parcialmente cierto. El hecho de que Ben Bernanke haya servido parte
de su mandato en la Reserva Federal con un presidente afroamericano, hijo de inmigrante, nos habla de que la movilidad se
favorecía de manera sistémica: la calidad de la escuela pública
le permitió desarrollar su talento y ser aceptado en las mejores
universidades. Hubo programas públicos que financiaron sus
estudios y, en general, se contó con los mecanismos adecuados
para que la movilidad fuera una realidad. Las historias de movilidad social en México, que los medios suelen mostrar de vez en
cuando como grandes noticias, típicamente se caracterizan por
una movilidad que fue posible a pesar del sistema y no debido
a éste. La emovi 2011 y el conjunto de trabajos presentados en
este libro son un enorme avance para poder entender dichos patrones y presentar estos argumentos de manera rigurosa.
En el mismo país de la movilidad de Bernanke y Barack Obama, Warren Buffet dijo en una famosa entrevista hace algunos
años: «en efecto, existe la lucha de clases y, hasta ahora, es mi
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clase la que va ganando». Sin que fuera esa su intención, hay un
mensaje interesante en esa declaración: sólo la persistencia, la
inmovilidad, puede crear «conciencia de clase» y ello se opone a
la lógica del contrato social. El mismo Buffet propuso, en varias
instancias y para sorpresa de muchos, que los impuestos deberían ser más altos para quienes son como él. Esa discusión es
parte de un fenómeno global: en los últimos veinticinco años –a
partir del fin de la guerra fría —el mundo ha buscado transitar
de un debate basado en ideologías a uno basado en ideales. La
declaración del milenio en el año 2000 y la reciente definición
de los objetivos de desarrollo sostenible –en una asamblea general de Naciones Unidas con la mayor participación en la historia reciente—reflejan, más que nada, una posición política: la
aspiración de que un conjunto de logros sociales básicos sean
posibles para todos. México no es ajeno a ese proceso. Sin embargo, el ideal de la movilidad —y su importancia por las implicaciones económicas, sociales y políticas—ha estado ausente
del debate público. Gracias al esfuerzo continuo del ceey y de
los investigadores que han respondido a esta convocatoria, hoy
tenemos este libro que contribuye a insistir en la necesidad de
plantearnos si la capacidad para todos de tener aspiraciones,
usando el concepto de Appadurai, debe ser parte de lo que nos
defina como sociedad.
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