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LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
LA ALDEA GLOBAL: UNA FOTO SOCIOLÓGICA DE NUESTRO MUNDO
Habitan la Tierra cerca de 6.709 millones de personas, repartidas en pueblos y
ciudades de cerca de doscientos países... Si hiciéramos una visita a esta “aldea
global” descubriríamos que más de la mitad (4054) de sus habitantes son asiáticos,
1.300 de ellos procedentes de la República Popular China. Encontramos 973 millones
africanos, 732 millones europeos y cerca de 916 millones de latinoamericanos. De
América del Norte (canadienses, estadounidenses y mexicanos) sólo encontramos 452
millones individuos1.
Si estudiamos las formas de vida de los habitantes de esta aldea global sacaríamos
conclusiones sorprendentes. La aldea global cuenta con una inmensa cantidad de
recursos pero la mayoría de los habitantes no tienen acceso a ellos. Para hacer una
idea de la dimensión social del mundo, imagine por un momento que la Tierra tiene
sólo mil personas: la mitad de la riqueza total de la aldea está en manos de sólo el 150
personas
Encontrar alimentos es lo más urgente para la mayoría de estas personas. Todos los
años, los trabajadores producen comida más que suficiente para alimentar a todo el
mundo. A pesar de esto, la mitad de los habitantes de la aldea global (niños, en su
mayoría) están desnutridos o pasan hambre. Los 200 más desafortunados, que ni
tienen comida, ni agua potable, ni cobijo seguro, no tienen fuerzas suficientes para
trabajar, y están tan débiles que son víctimas fáciles de enfermedades mortales. Los
habitantes de esta aldea global
presumen que tienen muchas escuelas y
universidades. Alrededor de 75 de ellos tienen un título universitario y unos pocos han
terminado estudios de doctorado, pero la mitad ni siquiera sabe leer y escribir.
Los que vivimos en Europa somos de los más privilegiados en esta aldea global. La
perspectiva sociológica nos sirve para tener presente que muchos de los logros que
atribuimos a nuestra capacidad y cualidades son también producto de la posición
privilegiada que ocupamos en el sistema mundial2.
Nuestras oportunidades vitales y nuestras mismas experiencias sociales dependen
drásticamente del tipo de sociedad en que nos ha tocado nacer. No vivimos nuestras
vidas dejándonos llevar por el azar, pero la verdad es que tampoco somos dueños
absolutos de nuestro destino. Es cierto que los individuos toman decisiones
importantes día a día acerca de sus vidas, pero no lo hacen aisladamente, sino en un
contexto más amplio que llamamos “sociedad” ―en el contexto de la familia, la
universidad, el país, el mundo entero. La premisa fundamental de la sociología es que
el contexto social en que vivimos orienta o limita nuestras decisiones y nuestras
acciones, del mismo modo en que las estaciones determinan en gran parte el
1
Las estadísticas fueron actualizadas de la página Wikipedia, enciclopedia libre. La población mundial y
de los continentes es a 2008, la de los países particularizados es información estadística a 2010
2
Esta imagen de la aldea global ha sido cosntruida según datos de las Naciones Unidas.
calendario de nuestras actividades, o la ropa que nos vamos a poner. El contexto
social en el que nos desenvolvemos determina en buena parte las decisiones que
vamos a tomar en nuestras vidas. Y dado que los sociólogos saben bastante acerca
de cómo funcionan una sociedad, pueden estudiar y predecir, con dosis variables,
intuición y precisión, qué decisiones vamos tomar y que tipo de acciones vamos a
emprender.
______________________________________
LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA
Formalmente, la sociología es el estudio sistemático, riguroso y científico de la
sociedad. La sociología implica un modo particular de ver el mundo en que se vive,
una determinada perspectiva.
Ver lo general en lo particular.
Para Peter Berger (1963) la perspectiva sociológica consiste en ver lo general en lo
particular. Lo que Berger quería decir con esto es que los sociólogos son capaces de
identificar pautas generales en la experiencia social de las personas. Los sociólogas
reconocen y tienen presente que cada individuo es único, pero también reconocen que
sus experiencias vitales van a ser unas y otras dependiendo de la categoría a que
pertenecen (si son hombres o mujeres, ricos o pobres, niños o adultos, por ejemplo).
Se empieza a pensar en términos sociológicos cuando se reconoce que las categorías
con las que una sociedad clasifica a las personas van a influenciar las experiencias
vitales de esas personas.
En cada tema sociológico se ve claramente el impacto de la sociedad en las acciones,
pensamientos, y sentimientos de las personas. Por ejemplo, las diferencias entre niños
y adultos no son sólo una cuestión biológica. Las sociedades tienen expectativas
sociales distintas para cada una de las etapas de la vida, lo que hace que las
experiencias vitales sean distintas en cada una de estas etapas. Por ejemplo, en las
sociedades occidentales se espera que los niños sean “dependientes” y que los
adultos sean “responsables”, De los ancianos se espera que se “echen a un lado”: que
renuncien al protagonismo social que tenían en la etapa anterior de sus vidas y
reduzcan la esfera de sus actividades.
¿Cómo se sabe que es la sociedad y no las leyes de la naturaleza la que está
operando detrás de estas expectativas? Se puede saber comparando la evolución de
las sociedades a través del tiempo o comparando distintas sociedades entre sí. Por
ejemplo, entre los indios hopi de Norteamérica los niños tienen un nivel de
independencia notable en comparación con los niños de la cultura occidental, mientras
que en Abjasia (dentro de la Federación rusa) los ancianos no se “echan a un lado”
sino que en su sociedad son las personas más respetadas y valoradas socialmente.
Esto nos da una pista de la importancia de las sociedades y las expectativas sociales
por encima de las leyes de la biología.
Si se da un vistazo al entorno con mirada sociológica en seguida se cae en la cuenta
de la importancia de las posiciones sociales. La forma de vida del hombre depende en
gran parte del lugar que ocupa en la jerarquía social: si se ocupa una posición
privilegiada o si por el contrario le ha tocado vivir en las últimas filas y entre los pobres.
Si se mira el mundo con la perspectiva del sociólogo se puede observar también las
diferencias de género, esto es, los modos diferentes en que hombres y mujeres
terminan viviendo sus viadas. En todas las sociedades existe una serie de
expectativas que varían de acuerdo a la sociedad en concreto, acerca de los trabajos
que pueden realizar hombres y mujeres, o de las responsabilidades familiares de unos
y otras. Los individuos experimentan el poder de la sociedad cuando, al hacer sus
planes de vida, tienen que tomar en cuenta las oportunidades y desventajas que se les
imponen según el sexo con el que han nacido.
Distanciarnos de lo que nos es familiar o damos por supuesto
Emplear la perspectiva sociológica implica “dar un paso atrás” y ver las cosas dese un
ángulo diferente, de modo que lo que se es familiar o se da por supuesto aparece
distinto o incluso extraño, Tal como dijo Peter Berger en su libro Invitation to sociology”,
“el primer enunciado de la sociología es que las cosas no son lo parecen” (Berger
1963, 34). Por ejemplo, mirar el mundo con los ojos del sociólogo implica cuestionar la
idea de que las personas hacen lo que deciden hacer, y admitir, por el contrario, que lo
que las personas hacen y piensan viene en gran parte determinado por las sociedades
en que viven.
Aprender a “ver” cómo la sociedad influye en las acciones del hombre exige un poco
de práctica. Si preguntáramos a estudiantes universitarios por qué están estudiando tal
o cual carrera, sus respuestas podrían ser:
“Estoy estudiando esto en esta universidad porque aquí está estudiando mi novia”
“Estoy estudiando esto porque no di la nota de corte para estudiar lo que quería”
“Estoy aquí porque no encuentro trabajo”
Estas respuestas serían ciertamente válidas y del todo correctas para los estudiantes,
pero no para el sociólogo. Éste diría que esas respuestas son insuficientes, que
pegadas a nuestro mundo cotidiano o a lo que damos por supuesto se quedan cortas.
Al “dar un paso atrás” y mirar las cosas desde un ángulo diferente el sociólogo puede
empezar a ver otras cosas.
Si se piensa en términos sociológicos acerca de la decisión de hacer estudios
universitarios, uno advierte, en primer lugar, que esta decisión es impensable para la
mayoría de la gente en la mayoría de los países, para quienes ir a la universidad está
fuera de su alcance. Del mismo modo, si se hubiera nacido hace cien o doscientos
años, la “decisión” de ir a la universidad sólo la podía tomar un reducido número de
privilegiados. Pero incluso aquí y ahora, y si se mira a los compañeros de clase, se
puede pensar que determinados factores sociales han influido en la decisión de ir o no
a la universidad., Típicamente, los universitarios son personas jóvenes, generalmente
entre 18 y 24 años. ¿Por qué? Porque en nuestra sociedad, ir a la universidad está
asociado con esa etapa de la vida. Pero no tendría por qué ser así necesariamente, tal
como muestra el incremento relativo en algunos países de estudiantes de mayor edad.
También, la decisión de ir a la universidad depende de cómo se valore en la familia del
joven la importancia de los estudios. Quizá a los padres nunca se les ha pasado por la
cabeza que el hijo podría llegar a la universidad, o que merecería la pena que lo
intentara siquiera (y, menos aún, quizá, tratándose de la hija). Hoy en día en España,
por ejemplo, son más las mujeres universitarias que los hombres, pero esto no era así
hasta hace pocos años. Pero aún hoy en día son casi anecdóticos los gitanos que
llegan a la universidad. De modo que uno no entra en la universidad porque quiere:
hay categorías sociológicas, como la clase social, la etnia (paya o gitana) o el género
(hombres y mujeres) que limitan bastante el número de personas que pueden
verdaderamente tomar una decisión acera de si quieren o no ir a la universidad.
En resumen, al nivel más general, la sociología nos muestra las pautas y procesos
sociales que terminan afectando nuestras acciones y nuestras decisiones.
El individuo en el contexto social
A menudo la perspectiva sociológica contradice (o cualifica) ideas o percepciones que
parecen de sentido común. Como la idea, por ejemplo, de que la conducta humana es
el resultado de decisiones individuales. Para la mayoría de las personas, la vida
cotidiana consiste en asumir cantidad de responsabilidades, en tomar decisiones
importantes acerca de muchas cosas. Cuando parece que las cosas van bien se
felicitan, y cuando van mal se asume una auto culpa. Orgullosos de la individualidad
es fácil reconocer que en gran parte, las acciones están influidas o determinadas
socialmente.
La mejor demostración de cómo la sociedad influye en las decisiones y conductas de
las personas es quizá el estudio del suicidio. En principio no parece haber nada más
personal que la decisión de quitarse la vida. Por ello Emile Durkheim (1858-1917), un
pionero de la sociología y que será referencia permanente, eligió el suicidio como tema
de investigación. Si se pudiera demostrar que un acto tan libre y personal como el de
quitarse la vida está en realidad influenciado por factores sociales, el estatus científico
de la sociología (cuestionado por lo años en que Durkheim realizó sus investigaciones)
mejoraría notablemente. El caso es que Durkheim lo consiguió. Fue capaz de
demostrar que en la explicación del suicidio intervienen determinadas variables
sociológicas.
Durkheim analizó datos sobre el suicidio en Francia y otros países. El análisis de esos
datos mostraba que la probabilidad de suicidarse era significativamente más alta entre
algunas categorías de personas. Más en concreto, Durkheim descubrió que la tasa de
suicidio de los hombres, los protestes, las personas con más recursos económicos y
los solteros eran comparativamente más altas que las de la mujeres, los católicos y
judíos, las personas de escasos recursos y los casados. Atribuyó estas diferencias al
grado de integración social. Bajas tasas de suicidio parecían corresponderse con
personas que mantenían fuertes lazos sociales, mientras que aquellas otras más
individualistas o socialmente aisladas tenían tasas más altas de suicidio.
En las sociedades europeas de finales del siglo XIX que estudió Durkheim los
hombres tenían mucha más libertad y autonomía que las mujeres.
Independientemente de los beneficios de la libertad, decía Durkheim, un mayor grado
de autonomía personal implica un menor grado de integración social y, así una mayor
probabilidad de suicidio. Los protestantes, igualmente, parecían más inclinados al
suicidio que los católicos y los judíos porque, a diferencia de los rituales religiosos
protestantes, los rituales de católicos lay judíos refuerzan más los lazos sociales entre
los creyentes. Las personas de recursos elevados tiene, por supuesto, mayor libertad
y autonomía que los pobres, y por ello, según explicó Durkheim, también tenían tasas
de suicidio más elevadas. Por último, los solteros con vínculos sociales más débiles
que los casados, también parecen más dispuestas a considerar la opción del suicidio.
Después de un siglo, la hipótesis de Durkheim se sigue cuestionando. Se puede
afirmar que en todos los países, los hombres pareces seguir suicidándose más que las
mujeres. Sobre el tema, el siguiente es el panorama en Colombia3
Según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal, INML, cada día se suicidan seis
personas en Colombia. Las estadísticas reflejan que:
• De cada cinco suicidios, cuatro son de hombres.
• El mayor número de muertes por esta causa se establece entre los 15 y los 30 años,
siendo más frecuente de los 20 a los 24.
• El suicidio afecta a todas las personas sin importar su grado de escolaridad.
• Un alto porcentaje de fallecimientos se hallan en jóvenes estudiantes, comerciantes,
desempleados, amas de casa y trabajadores del campo.
• El 78 por ciento de los suicidios se ejecutan en áreas urbanas.
• Los métodos más usados para quitarse la vida son el ahorcamiento, el uso de
tóxicos, las armas de fuego y las caídas de altura.
• Dentro de las causas que inducen al suicidio se encuentra los problemas
económicos, los conflictos de pareja, el maltrato y las enfermedades como el VIH.
Expertos como Luz Janeth Forero, funcionaria del INML, y Carlos Miranda, presidente
de la Asociación Colombiana de Psiquiatría coinciden en que en Colombia no existen
políticas específicas para prevenir y abordar este tema.
El suicidio en el mundo
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, OMS, este tipo de fallecimiento es
la tercera causa de muerte general en personas entre los 15 y 44 años de edad, lo que
la convierte en un problema de salud pública. Y es que de acuerdo con la OMS, cada
año se pierden 14 millones 645 mil años de vida saludable por cuenta del suicidio.
Es un problema de tal magnitud que cobra más vidas que "las guerras, los ataques
terroristas y los homicidios", dice Brian Mishara, presidente de la Asociación
Internacional para la Prevención del Suicidio.
Las cifras indican que al año más de un millón de personas se quitan la vida, lo que
correspondería a más o menos unas 3 mil personas al día.
3
Datos tomados de Diariocrítico, Bogotá. Septiembre 11 de 2009
LA IMIPORTANCIA DE LA PERSPECTIVA GLOBAL
En el transcurso de pocos años, y debido al progreso tecnológico que ha puesto al
hombre en contacto con las zonas más remotas de la Tierra, muchas disciplinas
académicas han incorporado la perspectiva global, esto es, el estudios y análisis de
los fenómenos y acontecimientos que ocurren en el mundo y de la posición que cada
sociedad ocupa en relación a otras y dentro del sistema mundial. Pero ¿qué implica
esta perspectiva mundial para la sociología en concreto?
En realidad, la perspectiva global es una extensión lógica de la misma perspectiva
sociológica. Como se decía antes, la premisa básica de la sociología es que el
contexto social en que se vive afecta las decisiones y experiencias de los individuos.
Pues bien, dado que las sociedades no viven aisladas se puede decir que la posición
que ocupa la sociedad en que uno vive dentro del contexto mundial va a afectar las
conductas, decisiones o experiencias. En los párrafos con los que se abre este
capítulo se ofrece una descripción de la aldea global, allí se indica que entre las
personas que habitan en esta aldea existen enormes diferencias en cuanto a calidad
de vida.
Es en los países industrializados donde los niveles de desarrollo económico permiten
que la mayoría de su población disponga de recursos abundantes. Estos países son
Estados Unidos, Canadá, la mayoría de los países de Europa occidental, Japón, Israel
y Australia. Todos juntos, estos cuarenta países producen la mayoría de los bienes y
servicios que se generan en el mundo y contralan la mayoría de los recursos del
planeta. En términos generales, la mayoría de las personas que habitan en estos
países viven bastante bien, no porque sean muy listos o muy laboriosos, sino porque
han tenido la fortuna de nacer en una de las regiones más ricas del mundo.
Una segunda categoría de países son los que disponen de una cantidad moderada de
recursos. Son alrededor de noventa, relativamente industrializados y de renta per
cápita menor que el grupo anterior de países, los de este otro grupo de países (la
mayoría en Europa oriental y Latinoamérica) tienen más probabilidad de vivir en zonas
rurales que en ciudades, de utilizar bicicleta, motocicleta o animales para desplazarse
en lugar de coches, o de tener un nivel más bajo de escolarización. En la mayoría de
estos países, hay mucha desigualdad social, de forma que mientras una pequeña
minoría controla una inmensa cantidad de recursos, muchísima otra gente carece de
vivienda o de una alimentación adecuada.
Por último están los países pobres, en los que vive alrededor de la mitad de la
población mundial. Son países escasamente industrializados, en lo que la pobreza
más severa es la regla y no la excepción. La mayoría de estos países están
localizados en África y Asia. En estos países existe también una pequeña minoría de
privilegiados, pero la mayoría de la población tiene como único afán sobrevivir y salir
adelante, para lo que tienen que vencer dificultades de todo tipo: viviendas insalubres,
escasez de agua potable, alimentaos escasos, falta de medicinas y todo tipo de
recursos sanitarios, y lo peor, falta de ilusión.
El mapa del mundo está cambiando constantemente. Uno de los fenómenos más
interesantes a este respecto es lo que está ocurriendo en el sudeste asiático, en
concreto en Singapur, Corea de Sur, Tailandia y Taiwán (así como en la antigua
colonia de Hong Kong): países que hasta hace poco tenían una renta per cápita baja y
que pueden terminar perteneciendo al grupo de los países más ricos. Algunos autores
se han atrevido a sugerir que este nuevo “modelos asiático” (nuevo en cuanto que
sigue una pauta de industrialización diferente a la que siguieron los países
occidentales), puede convertirse incluso en el ejemplo a seguir en el siglo XXI
(Naisbitt, 1977).
Hasta hace muy poco los manuales de sociología estaban centrado en una u otra
sociedad. Se explicaban los conceptos básicos de la sociología poniendo ejemplos de
esa sociedad, sin comparar con otras sociedades y sin evaluar en qué medida lo que
está ocurriendo dentro de esa sociedad puede explicarse a partir de lo que ocurre
fuera. Ya no es posible seguir escribiendo manuales así.
Las siguientes son las razones por la cuales es necesario incorporar una perspectiva
global en los estudios sociológicos:
1. Porque las sociedades de todo el mundo están cada vez más vinculadas entre sí.
En gran parte, la historia de los últimos 300 años es una sucesión de acontecimientos
que han ido vinculando cada vez más estrechamente a las sociedades de todas partes
del globo. Primero fueron los exploradores y conquistadores, luego las empresas
coloniales de las grandes potencias, la esclavitud y las emigraciones masivas. Hoy es
el turismo y los avances tecnológicos. En cuestión de pocos años, las sociedades de
todo el mundo han quedad interconectadas a un nivel inimaginable hasta hace poco.
Los aviones cruzan los océanos en cuestión de horas, y en sólo unos segundos
pueden trasmitirse textos, imágenes y sonidos de un lugar a otro del planeta.
Una consecuencia de estos avances tecnológicos es que en todos los rincones del
planeta se puede encontrar gente con los mimos gustos en cuanto a la música, la ropa
o la comida. Con todo su poderío económico, las naciones más ricas parecen haber
proyectado sus gustos y estilo de vida sobre los miembros de otras sociedades:
encantados con las hamburguesas americanas, dispuestos a bailar pop británico y,
cada vez más, a estudiar inglés.
La Multiplicación de los intercambios comerciales entre las naciones ha creado una
economía global. Muchas grades empresas producen y venden sus bienes y servicios
a escala mundial, y los mercados financieros de todo el mundo, conectados entre sí
por vía satélite, están operando las veinticuatro horas del día. Ningún operador de
bolsa puede ignorar hoy lo que está ocurriendo en los mercados de valores de Tokio,
Hong Kong o Nueva York, de la misma forma que un agricultor español no puede
ignorar los cambios en la política agraria de la Unión Europea. Pero de la misma forma
que los países ricos de Occidente exporta sus bienes, estilos de vida e incluso sus
gustos a otros países, estos reaccionan a su vez. Todo esto está relacionado con el
proceso de globalización, que implica unos vínculos o lazos cada vez más estrechos
entre las sociedades de todo el mundo, cada vez más interconectadas.
2. Una perspectiva global permite ver que muchos de los problemas que se tienen en
Europa los están sufriendo también, pero con mucha intensidad, otros países del
mundo. La pobreza es un problema importante en Europa, y especialmente en Europa
oriental. Pero la pobreza está muchos más extendida y es un problema muchísimo
más severo en Latinoamérica, Asia y África. De la misma manera, si la mujer sigue
teniendo una condición subordinada en Europa, en otras zonas del mundo su
situación es mucho peor. Y si se puede hablar de conflictos étnicos, racismo y
xenofobia en Europa, en otras zonas del mundo (como Ruanda, por ejemplo) estos
fenómenos pueden tener consecuencias verdaderamente catastróficas en términos de
vidas humanas. Así pues, muchos de los problemas con los que se enfrenta Europa
no parecen singulares o particulares de esta zona del mundo. Antes bien, parecen
tener dimensiones globales. La contaminación del medio ambiente es un buen ejemplo
a este respecto; el mundo es un único ecosistema, lo que hace que los perjuicios (o
los beneficios) que cualquier país ocasione al entorno, va a afectar al resto del mundo.
3. Pensar en términos globales es un ejercicio excelente para que las personas se
entiendan mejor a sí mismas y a la sociedad en que viven. Cuando se hace una
mirada desde fuera al compararse con otras sociedades lo que se hace es poner en
cuestión viejos entendimientos, viejos argumentos de formas de pensar que aquí
parece que casi todo el mundo da por supuesto o acepta con la máxima naturalidad. Al
utilizar una perspectiva global se hace más flexible el razonamiento, se acumulan
nuevas herramientas explicativas y conceptuales que ayudan a pensar de forma
distinta viejos problemas y se conoce mejor otras sociedades lográndose así una
mayor tolerancia.
LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA EN LA VIDA COTIDIANA
Cuando hay encuentros entre personas que son diferentes entre sí, no queda más
remedio que reconocer cómo las vidas de los individuos se ven afectadas por el
contexto social en que viven. En dos situaciones esta influencia se hace mucha más
evidente.
Sociología y marginación social
Para aquellos que viven en los bordes o márgenes de la sociedad, no perfectamente
integrados, la perspectiva sociológica es, en muchos casos, algo natural. Las personas
experimentan, aunque quizá sólo ocasionalmente, alguna situación en que parece que
están socialmente marginados. Pero para algunos individuos en concreto la
marginación social es parte de su vida cotidiana. Y cuanto mayor es el grado de su
marginación social, mayor es la posibilidad de que estos individuos desarrollen una
perspectiva sociológica, un temperamento sociológico.
Para cualquier inmigrante turco en Alemania, pakistaní en Inglaterra o marroquí en
España es casi imposible que pase un solo día sin pensar o reflexionar en qué medida
el color de su piel está afectando a su propia vida y sus experiencias cotidianas. Al
contario, la mayoría de los alemanes, británicos o españoles piensan en estas
cuestiones de forma ocasional o superficial, pues para ellos el color de la piel es un
asunto secundario, que sólo afecta a los otros, a quienes tiene otro color de piel.
Algo semejante puede decirse de otras personas que no ocupan posiciones centrales
en la sociedad, como las mujeres, los homosexuales, los minusválidos, los “sin techo”,
o los ancianos. Estos individuos, relegados a los márgenes de la vida social, tienen
más probabilidad de reflexionar acerca de los prejuicios, costumbres, valores, arreglos
políticos, etc. (esto es en términos puramente sociológicos), que han contribuido a
colocarles en esta situación periférica o de marginación, que aquellos otros individuos
que no se ven afectados negativamente por ninguna de esta cuestiones. Así, si uno
quiere desarrollar una perspectiva sociológica, tiene que “dar un paso atrás”, observar
su experiencia y las experiencias sociales de otras personas desde un poco más lejos,
y siempre con buenas dosis de curiosidad y apretura intelectual. Esto implica poner
entre paréntesis lo que en la sociedad, la familia, en un grupo de amigos, se da por
supuesto y reconocer que hay muchas formas y muy distintas de organizarse
socialmente. Si además uno se deja tentar por todo esto y se propone encontrar
explicaciones lógicas y rigurosas de por qué las personas se organizan de formas
distintas y viven vidas distintas, entonces es que uno ya está en trance de convertirse
en sociólogo.
Sociología y crisis sociales
En periodos de grandes cambios o crisis sociales, la gente suele sentirse bastante
desorientada, y esto les hace pensar o reflexionar al modo del sociólogo. C. Wright
Mills (1959), un sociólogo norteamericano, puso como ejemplo el caso de la Gran
Depresión de los años 30 para ilustrar este principio. Por aquellos años, la tasa de
desempleo alcanzó el 30 por ciento en Estados Unidos (así como en otras partes del
mundo pues aquello fue una crisis global). Con cifras tan altas, muchos desempleados
empezaron a considerar que su situación particular se debía a determinadas causas
sociales. Antes que auto inculparse con expresiones del tipo “debo de estar haciendo
algo mal, pues no consigo trabajo”, buscaron otro tipo de explicaciones de orden supra
individual o sociológico a su situación, del tipo “hay una gran crisis económica y no
hay trabajo para todos”.
Pero, a la inversa, el pensamiento sociológico puede también promover el cambio
social. Cuando más se aprende sobre el funcionamiento de las sociedades, más se
cree que se puede cambiar en aquellos aspectos que menos gustan. Existe, por
ejemplo, una literatura sociológica que trata del tema de la mujer, y en concreto de su
situación subordinada respecto al hombre. Además de describir esta situación, de
medirla o de explicarla, muchos sociólogos y sociólogas han dedicado sus esfuerzos a
acortar las diferencias sociales que siguen existiendo entre hombre y mujeres en todo
el mundo.
En resumen, una introducción a la sociología es una invitación a mirar el mundo
cotidiano de forma distinta a como se hace habitual e irreflexivamente.
Los beneficios de la perspectiva sociológica
En la medida en que se adquiere la costumbre a emplear la perspectiva sociológica,
se está en mejores condiciones de mirarse a si mismo y a la sociedad de forma
diferente. Y de aquí resultan cuatro grandes beneficios:
Uno. La perspectiva sociológica termina convirtiéndose en una forma de pensar, una
especie de talante crítico que sirve para poner en cuestión los valores, las normas, las
definiciones de las cosas o incluso la forma de hacer las cosas (trabajar, amar, por
ejemplo), que las personas dan por supuestas. Esto es una situación privilegiada para
evaluar qué hay de beneficioso o perjudicial, de cierto o erróneo en esos valores,
normas, etc. En otras palabras, al pensar en términos sociológicos se puede llegar a la
conclusión de que algunas de las ideas que se consideran naturales o indiscutibles,
terminan apareciendo dudosas o falsas. Los sociólogos tratan de averiguar la validez
de afirmaciones que todo el mundo parece compartir, que se dan por supuestas o
parecen de sentido común, y por eso tienen que hacerse preguntas que, a primera
vista, pueden parecer extrañas o sorprendentes.
Dos. La perspectiva sociológica permite conocer mejor las oportunidades y los
obstáculos que se pueden encontrar en la vida. La sociología hace ver que, para bien
o para mal, la sociedad opera con ciertas reglas. Ayuda a entender cuáles son esas
reglas y cómo se aplican. En el juego de la vida se puede decidir cómo se juegan las
cartas, pero es la sociedad la que reparte las cartas y la que establece las reglas del
juego. Cuanto mejor se entienda cuales son esas reglas del juego, mejor se pueden
jugar las cartas. La sociología puede ayudar a entender cuáles son las dificultades con
las que se puede encontrar la persona intentando cumplir sus objetivos y, así, redefinir
mejor esos objetivos y a ser más efectivos a la hora alcanzarlos.
TRES. La perspectiva sociológica hace que los individuos sean miembros activos de la
sociedad. Desconociendo cómo opera la sociedad es más fácil que se acepten las
cosas como son, que se conforme con el statu quo. Se puede pensar que las cosas
son así en la sociedad porque así son las cosas “naturalmente”. Pero cuanto mayor
sea el conocimiento de otras sociedades, mejor se entienden las instituciones, valores,
tradiciones, etc., de la sociedad en que se vive, y así habrá más disposición para una
conversión a miembros activos de la sociedad. Para algunos sociólogos esto puede
significar aceptar la sociedad tal cual es; pero para otros puede significar intentar
transformarla de cabo a rabo o, incluso, transformar el mundo entero. La sociología, en
cuanto empresa científica, no es de derechas o izquierdas, no tiene una orientación
política que le sea consustancial. No teniendo una determinada orientación política, los
sociólogos pueden ser (y lo son) de todas las tendencias. Sin embargo, la sociología
tiene una dimensión crítica en cuanto que, como se acaba de ver, se desenvuelve
poniendo en cuestión el sentido común, lo que mucha gente da por supuesto o acepta
con la mayor naturalidad. Aun así, en su trabajo de investigación el sociólogo tiene que
dejar a un lado sus valores y tendencias políticas y esforzarse por llegar a
conclusiones sólidas; esto es, conclusiones construidas con el suficiente rigor lógico
como para hacer que otros sociólogos, independientemente de su orientación
valorativa, no tengan más remedio que tomarlas en cuenta.
C. Wright Mills sostenía que desarrollar la “imaginación sociológica” animaría a las
personas a convertirse en ciudadanos más activos.
Cuatro. La sociología ayuda a reconocer que existen diferencias entre las sociedades,
a reconocer el sufrimiento humano, y a afrontar el reto de vivir en un mundo tan
complejo y tan plural. El pensamiento sociológico sirve para valorar en sus auténticas
dimensiones la extraordinaria variedad de organizaciones sociales en el mundo, así
como el sufrimiento real y potencial de muchas personas a lo largo y ancho del
planeta. Los españoles, los franceses o los ingleses son sólo una pequeñísima
fracción de la población mundial. Existen otras muchas personas que viven en
condiciones y bajo arreglos sociales radicalmente distintos de los que se conocen en
Europa. En todo el mundo, las personas tienden a definir su propio estilo de vida como
“natural” y a ignorar (o incluso a criticar o censurar) otros estilos de vida. Pero la
sociología hace pensar críticamente acerca de las ventajas y desventajas relativas de
otros estilos de vida, de otras tradiciones o instituciones que hacen que las personas
vivan sus vidas de forma muy distinta. Haciendo esto, también hace que se reflexione
sobre los propios valores, instituciones, historia, etc. La sociología también da la
facilidad para identificar y valorar el sufrimiento humano allí donde se encuentra (en la
pobreza, las rupturas familiares, la enfermedad, las guerras, etc.), y a entender que
tales sufrimientos ocurren frecuentemente por la forma en que las sociedades están
organizadas.
Problemas de la perspectiva sociológica
Como se pudo ver, cuando se mira el mundo con los ojos del sociólogo se obtienen
algunos beneficios. Pero no todo es tan positivo. La perspectiva sociológica también
encierra algunos problemas o dificultades. A continuación se mencionan tres:
1. La sociología es parte de un mundo en constante transformación. Una de las
dificultades con la que se encuentran los sociólogos es que su objeto de estudio, las
sociedades, están cambiando constantemente. Las sociedades no son objetos fijos, y
cambian mientras el sociólogo las está estudiando. Así, un “descubrimiento” hecho hoy
puede que se tenga que cualificar sustancialmente mañana a la vista de nuevos
acontecimientos, que se sugieran nuevas pistas acerca de los mismos fenómenos.
Dado que una de las características del mundo moderno es la aceleración de cambios
de todo orden (tecnológicos, políticos, sociales, etc.), se tiene que esperar que el
conocimientos de la sociedad cambie también rápidamente. Así por ejemplo, muchos
de los datos que se encuentran en este texto, el lector los encuentra ya desfasados.
2. Los sociólogos son miembros de una sociedad; esto es, son parte del objeto de
estudio. Esto dificulta mucho la labor del sociólogo. Otros científicos (un físico, un
químico, o un espacialita en meteorología, por ejemplo) tiene como objeto de estudio
cosas que, al margen de la vida profesional, les resultan distantes o le son ajenas (los
metales, los compuestos químicos, los cambios meteorológicos). Este no es el caso de
los sociólogos, que, al estudiar cosas que les implican como miembros de la sociedad,
tienen muchas más dificultades para distanciarse del objeto de estudio. También está
el problema del etnocentrismo, esto es, la tentación de valorar o evaluar otras
sociedades no desde una perspectiva global, sino desde la propia sociedad.
3. El conocimiento sociológico termina siendo parte de la sociedad. Las
investigaciones y estudios que hacen los sociólogos, los libros que escriben, las
explicaciones que ofrecen sobre cosas muy diversas, terminan siendo parte del
conocimiento que una sociedad tiene de sí misma. Los sociólogos proponen ideas que
pueden llegar a ser aplicadas, llegando así a transformar en parte una sociedad: En
otras palabras, la sociología puede tener (y de hecho tiene) un impacto sobre la
sociedad: esto es, sobre su objeto de estudio. Esto no ocurre con otras ciencias. Los
astrónomos no cambian, por mucho que los estudien, las posición de lo planetas
LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA
Los grandes acontecimientos históricos no se producen porque sí. Son el resultado de
determinadas causas sociales, complejas y sólo en parte predecibles. Así fue también
con el nacimiento de la sociología. Después de haber hablado de la naturaleza de la
sociología, de sus ventajas y problemas, toca hablar de sus orígenes.
Aunque ha habido reflexiones sobre la sociedad desde los orígenes de la historia de la
humanidad, la sociología es una disciplina bastante reciente. Es una de las disciplinas
científicas más jóvenes ─mucho más que la historia, la física o la economía, por
ejemplo. Fue en 1838 cuando el pensador Auguste Comte el que acuño el término
“sociología” para describir una nueva forma de reflexionar sobre el mundo.
Ciencia y sociología
La naturaleza de la sociedad fue uno de los más importantes temas de reflexión para
los grandes pensadores del pasado. El filósofo chino K'ung Fu, también conocido
como Confucio (551-479 a.C.), o los filósofos griegos Platón (427-347 a. C.) y
Aristóteles (384-322 a.C.), por ejemplo, dedicaron parte de sus reflexiones al tema de
la sociedad.
De la misma manera, un pensador medieval como Santo Tomas (1225-1274), el
filósofo árabe Ibn Jaldún (1332-1406) y el filósofo ilustrado Montesquieu (1689-1755)
también dedicaron parte de su tiempo a reflexionar sobre las sociedades. Pero no fue
hasta el siglo XIX, y gracias al trabajo de Emile Durkheim, que se abordó el estudio de
la sociedad desde una perspectiva puramente científica.
Su se mira atrás en la historia, se puede descubrir que, hasta fecha muy reciente, no
ha habido ningún pensador que abordara las cuestiones con una perspectiva
sociológica. Hasta hace muy poco parecía suficiente reflexionar sobe las metas que
las sociedades debían proponerse, o aquellas otras cosas que debían evitar. No
intentaban describir o explicar lo mejor posible cómo funcionan las sociedades. Sólo
se limitaban a recomendar tal o cual modelo ideal o utópico de la sociedad y el modo
de alcanzarlo. (1972: 57: Edición original de 1918).
Pero ¿qué es lo que, en concreto, diferencia a la sociología de todas aquellas
reflexiones anteriores? Antes del nacimiento de la sociología, los filósofos y los
teólogos se limitaban a describir o imaginar cómo debía ser la sociedad. Ninguno
intentó analizar la sociedad tal como era realmente. Augusto Comte y Emile Durkheim,
precursores de la sociología, invirtieron el orden de prioridades. Por supuesto, estos
dos prensadores también tenían un modelo ideal de sociedad, unas preferencias
valorativas sobre cómo debía organizarse las sociedades. Pero tenían otro objetivo:
entender y explicar cómo es o cómo funciona la sociedad.
Para conseguir este objetivo debía aplicarse el método científico, que tantos
resultados había dado en otras disciplinas al estudio de la sociedad. Según Comte
puede dividirse la historia de la humanidad en tres fases o estadios, según el modo en
que los hombres han intentado comprender o explicar el mundo (1975, ed. Org., 185154). A la primera fase, que abarca la Edad Media europea, Comte la denominó
teológica. En esta fase se interpretaba y explicaba en mundo y la sociedad en
términos divinos. Se entendía, en otras palabras, que las cosas eran así o que la
sociedad estaba organizada de tal manera porque esa era la voluntad de Dios.
En una segunda fase, que corresponde al Renacimiento, las explicaciones teológicas
dieron paso a otras de tipo metafísico. En esta fase, las personas dejaron de entender
la sociedad en términos sobrenaturales y según la intervención de fuerzas divinas y
pasaron a entenderla según ideas abstractas o principios metafísicos (esto es, no
científico) acera de la sociedad. Según Hobbes, por ejemplo, la sociedad no es un
reflejo de la perfección de Dios, sino de las debilidades y egoísmo natural de los
hombres.
La tercera y última fase es la científica. En esta fase se intenta explicar la naturaleza
en sus propios términos, sin recurrir a intervenciones divinas o sobrenaturales, o a tal
o cual principio metafísico o abstracto imposible de contrastar empíricamente. Esto es
lo que hicieron personas como Copérnico (1473-1543), Galileo (1564-1642), o Isaac
Newton (1642-1727). Según Comte, había llegado el momento de hacer lo mismo con
respecto a la sociedad, había que aplicar el método científico para entender y explicar
(incluso para mejorar) la organización de la sociedad. En esto radica la contribución de
Comte a la sociología.
Comte fue lo que en sus propias palabras llamaba un “positivista”; esto es, una
persona que cree que sólo se puede obtener conocimiento verdadero de las cosas
aplicando el método científico. Como tal, Comte pensaba que, al igual que la
Naturaleza se rige según leyes que han descubierto los científicos (la ley de la
gravitación universal, por ejemplo), la sociedad también obedece a ciertas leyes que
toca descubrir. Los sociólogas de hoy en día siguen pensando que es necesario el
método científico para obtener un conocimiento riguroso y válido de la sociedad,
aunque la mayoría reconoce que no es posible encontrar “leyes” que expliquen la
sociedad al modo en que Comte esperaba. Se piensa así porque se reconoce que la
conducta humana es mucho más compleja que muchos de los fenómenos naturales.
Se reconoce también que el método científico es mucho más sofisticado (y precario a
veces) de lo que Comte y sus contemporáneos pensaba. Los seres humanos son
criaturas con una enorme imaginación y capacidad de sorprender, de forma que
resulta casi imposible explicar las conductas sociales según los postulados de tal o
cual otra “ley de la sociedad”. De la misma manera, el universo es mucho más caótico
y azaroso de lo que antes se pensaba, lo que hace que la empresa científica también
lo sea.
Cambio, transformación y sociología
Según Anthony Giddens, uno de los sociólogos con mayor prestigio en nuestros días,
la sociología fue fruto de las inmensas trasformaciones sociales que tuvieron lugar en
los dos últimos siglos. La revolución Francesa de 1789 y la revolución industrial que se
originó en Inglaterra en el siglo XVII “disolvieron las formas de organización social bajo
las que los hombres habían vivido durante milenios” (Giddens, 1986: 4) Las enormes
transformaciones sociales que tuvieron lugar en Europa en los siglos XVII y XIX
explican el nacimiento de la sociología. Viendo desmoronarse las estructuras sociales
existentes, no es de extrañar que algunas personas inquietas se pusieran a reflexionar
de un modo más riguroso y científico sobre la naturaleza de las sociedad y de los
cambios sociales que se estaban sucediendo en aquel entonces.
Primero fueron los avances científicos y tecnológicos que hicieron posible la
producción fabril. En segundo lugar, el desarrollo de la economía industrial, basada en
la producción en fábricas, produjo la migración de millones de personas del campo a
la ciudad. En tercer lugar, concentradas las grades ciudades y centros industriales,
muchas personas comenzaron a enfrascarse en debates acerca del gobierno de la
sociedad, la democracia y los derechos políticos.
Una nueva economía industrial
Durante la Edad Media, la inmensa mayoría de la gente se dedicaba al cultivo de la
tierra o a la producción manufacturera a pequeña escala (“manufactura” es una
palabra de origen latino que significa “producir con las manos”) Pero a finales del siglo
XVIII, y debido al desarrollo de la mecánica hidráulica y a la inversión de la máquina
de vapor, fue posible diseñar grandes máquinas que pudieran aprovechar estas
formas de energía y que hicieran posible la producción a gran escala. Así nació la
producción fabril: la producción en grandes fábricas, que fue sustituyendo a la
producción manufacturera. Con el nacimiento de las fábricas, los trabajadores dejaron
de trabajar en sus casas, y al ritmo que ellos se marcaban, Trabajando en fábricas, se
convirtieron en un eslabón, en una cadena de producción. Pasaron a formar parte de
un enorme ejército industrial, trabajando a las órdenes de capataces a los que no les
unía ningún tipo de vínculo social distinto de la necesidad de obedecer. Estos cambios
tan drásticos en el mundo de la producción tuvieron grandes efectos sobre las familias
y las tradiciones bajo las que habían vivido durante siglos.
El crecimiento de las ciudades
Las fábricas, que no tardaron en multiplicarse en muchos países de Europa, actuaron
como imanes para los que estaban buscando trabajo. Estos no eran pocos: muchas
personas fueron expulsadas del campo cuando los propietarios de las tierras
comenzaron a cercar sus propiedades para transformarlas en pastizales para el
ganado lanar, y así participar en los beneficios que prometía el desarrollo espectacular
de la industria textil. Este proceso, llamado cercamiento (por el cercado de las tierras),
obligó a miles de campesinos a abandonar el campo y trasladarse a los centros
industriales en busca de trabajo.
Muchos enclaves rurales fueron abandonados, al tiempo que pequeños núcleos
industriales se iban trasformando en grandes ciudades. La emigración a las ciudades y
zonas industriales se produjo a un ritmo tan rápido que muchas de ellas se vieron
desbordadas, incapaces de absorber contingentes tan numerosos de personas que
buscaban trabajo. Así, en muchas ciudades, el hacinamiento, la pobreza, las
enfermedades, el desempleo, la delincuencia, etc., eran problemas que estaban a la
orden del día y para los que no parecía haber una solución fácil. Estos problemas y
estas grades transformaciones sociales constituyeron al desarrollo de la sociología.
Cambios políticos
Durante la Edad Media, tal como Comte señaló, la mayoría de las personas pensaba
que la sociedad era reflejo de la voluntad de Dios. Los reyes decían gobernar por
derecho divino, y el resto de las personas, tanto las que ocupaban posiciones
privilegiadas como el pueblo común, también formaban parte de un plan divino. Con el
desarrollo económico y el crecimiento de las ciudades fue inevitable que se produjeran
cambios en el pensamiento político. Estos cambios se iniciaron en el siglo XVII, con la
obra de pensadores como Thomas Hobbes (1588-1679), John Locke (1642-1704) y
Adam Smith (1723-1790) más tarde. En la obra de estos tres pensadores se puede
observar un cambio crítico de orientación: ya no se apela a la obligación moral y
religiosa de los súbditos a ser leales a sus gobernantes. Se empieza a abandonar la
idea de que la sociedad es producto de un plan divino y se la entiende, por el
contrario, como producto de los hombres, mejor dicho, como el resultado de las
acciones de los hombres, orientados a satisfacer sus necesidades e intereses. En este
nuevo clima político se empieza a tomar en serio al individuo y sus derechos. Bajo la
influencia de Locke, la Declaración de Independencia de Estados Unidos proclamó
que todo individuo tiene “ciertos derechos inalienables”, como el derecho a “la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad”.
La Revolución Francesa de 1789 significó una ruptura aún más radical con las
tradiciones sociales del pasado. Cuando Alexis de Tocqueville (1805-1859) dijo que
los cambios operados tras la Revolución Francesa implicaban, nada más y nada
menos que “la regeneración de la especie humana”, estaba exagerando poco (1955:
13, ed. Orig., 1856). En este contexto no es de extrañar que Auguste Comte y otros
pensadores terminaran por dar carta de naturaleza a la sociología como una nueva
disciplina científica. La sociología nació precisamente en Francia, Alemania e
Inglaterra, los países en los que los cambios de los que se ha hablado fueron más
notables.
Los primeros sociólogos reaccionaron de forma deferente frente al nuevo orden de
cosas, de la misma manera que también hoy responden de forma distinta a los
problemas y retos sociales. Algunos, como Auguste Comte, temían las consecuencias
que se podían derivar de que muchas personas hubieran tenido que abandonar las
pequeñas comunidades en que vivían, y habían vivido sus antepasados, y se vieran
impotentes frente a los cambios que se estaban operando. Se explica así que, desde
esa perspectiva, Comte defendiera la revitalización de la institución de la familia y de la
moral tradicional.
Desde una postura diferente, Karl Marx (1818-1883) no se preocupaba mucho por las
viejas tradiciones. Sus preocupaciones eran de orden muy distinto. Estaba preocupado
porque el desarrollo de la industria concentraba la riqueza en pocas manos, mientras
que la mayoría de la población parecía condenada al hambre y la miseria.
Es evidente que Comte y Marx tenían puntos de vista diferentes acerca de los cambios
que se estaban operando. Pero tenían algo en común. Pensaban que las sociedades
eran algo más que la suma de las decisiones individuales de sus miembros. Antes
bien, pensaban, y por ello se les considera pioneros de la sociología, que las vidas de
las personas están en buena medida condicionadas por la sociedad que les rodea.
Esta afirmación sigue siendo cierta hoy en día.
TEORÍA SOCIOLÓGICA
Buscar algún sentido a los hechos y las observaciones aisladas lleva a otra dimensión
de la sociología: teorizar. Una teoría es un enunciado que expresa cómo y por qué
unos determinados hechos están relacionados. En cierto sentido, todos los individuos
teorizan o hacen generalizaciones en todo momento. Pero la sociología hace esto de
una forma más sistemática y racional (véase Craib, 1992; Lee y Newby, 1983).
Recuérdese que Emile Durkheim observó que determinadas categorías de personas
(los hombres, los protestantes, los ricos y los solteros) mostraban ´índices de suicidio
superiores a los de otras personas (las mujeres, los católicos y los judíos, los pobres y
los casados). Explicó estas diferencias por medio de una teoría, según la cual los
elevados índices de suicidio son consecuencia de bajos niveles de integración social.
Por supuesto, al proponer su teoría, Durkheim tuvo en cuenta y se preocupó de
descartar otras posibles teorías que dieran sentido a los datos que habían recogido.
Pero buscar un sentido a los datos, o mostrar que existe alguna relación entre ellos no
es garantía de que uno ya esté en posesión de una de una teoría correcta o
satisfactoria. Para evaluar una teoría hay que tener en cuenta muchas cosas: Cómo se
han conseguido los datos, si éstos son válidos, etc. Los sociólogos estilizan las reglas
de lógica y distintos métodos o técnicas de investigación para construir y probar
teorías. Los hechos permiten confirmar teorías; cualificarlas, señalando cuáles son sus
puntos débiles; o, sencillamente, rechazarlas. Como cualquier otro científico, Durkheim
no estaba satisfecho con tener una idea que pudiera explicar el suicidio. Tenía que
comprobar si esa idea o teoría era correcta y para ello se dedicó a recoger datos
estadísticos sobre el suicidio. Con esos datos ya fue capaz de presentar una teoría
que, tal como se encargó de demostrar, encajaba con todos aquellos datos.
Cuando un sociólogo se pone a la tarea de construir teorías acerca del funcionamiento
de la sociedad tiene muchas opciones desde donde empezar. ¿Qué dimensiones de la
sociedad va a empezar a investigar? ¿Cómo debe intentar relacionar hechos para
construir teorías? Cuando un sociólogo intente explicar la sociedad tiene a su
disposición algo así como un mapa que va guiando sus reflexiones teóricas, un
“paradigma” en la terminología de Kuhn (1970), Un paradigma teórico es una imagen
básica de la sociedad que guía no sólo la investigación (esto es, qué temas de
investigación son más relevantes que otros), sino también las reflexiones teóricas del
investigador.
Ya se ha dicho antes que dos de los pensadores que más contribuyeron al nacimiento
de la sociología, Comte y Marx entendían y explicaban los cambios que entonces se
estaban operado en el mundo de una forma muy distinta. Esas diferencias persisten
hoy en día: hay sociólogos que subrayan la capacidad de las sociedades para
mantenerse estables y en equilibrio, y otros que insisten en el cambio y el conflicto
social. De forma semejante, hay sociólogos que estudian los factores que hacen que
las personas creen y mantengan instituciones sociales que les permitan cooperar o
mantener relaciones estables, mientras que otros estudian cómo las sociedades
pueden fragmentarse según divisorias económicas, étnicas, raciales, etc. También,
mientras que algunos sociólogos sólo buscan explicar a las sociedades tal como son,
otros quieren además promover ciertos cambios sociales y según sus criterios o
valores.
Brevemente, los sociólogos no suelen estar de acuerdo acerca de las cosas que se
deben estudiar prioritariamente. Incluso si coinciden en esto, posiblemente seguirán
rumbos de investigación distintos, buscando respuestas o explicaciones también
distintas. Esto, sin embargo, no hace que la sociología sea una disciplina caótica. En
los últimos cien años, los sociólogos han desarrollado tres grandes paradigmas
teóricos que les han permitido analizar prácticamente todas las dimensiones de la
sociedad. Como ocurre con cualquier otra disciplina científica, estos tres paradigmas
están en constante ebullición: transformándose, innovándose, refinándose, e incluso
multiplicándose. Es por eso que después de hacer referencia a estos tres paradigmas
sociológicos, también se hará referencia a otros más recientes.
PRINCIPALES PARADIGMAS SOCIOLÓGICOS
En términos generales, se puede decir que los paradigmas que han dominado el
pensamiento sociológico son tres: el funcionalismo, la sociología del conflicto y la
teoría de la acción.
El paradigma funcionalista
El funcionalismo es un paradigma teórico según el cual la sociedad es un sistema
complejo cuyas partes “encajan” entre sí, produciendo el equilibrio y la estabilidad
social. Para el funcionalismo la vida de las personas están orientadas según la
dirección que marcan ciertas estructuras sociales, entendiéndose por ello pautas
relativamente estables de relaciones sociales. Las relaciones familiares, las conductas
titulizadas que siguen los individuos cuando se encuentran casualmente en la calle, o
profesores y alumnos cuando están en clase, por ejemplo, implican comportamientos
que no son aleatorios sino relativamente estables y predecibles. El funcionalismo
entiende las estructuras sociales en términos de las funciones sociales que cumplen;
esto es, en términos de las consecuencias que tienen para el funcionamiento de la
sociedad. Según el funcionalismo, todas estructura social (la familia, por ejemplo)
contribuye al funcionamiento de la sociedad, al menos tal como se conoce.
El funcionalismo debe mucho al pensamiento de Auguste Comte, quien frente a los
grandes cambios sociales que le tocó vivir y sobre los que tanto teorizó, estaba
preocupado por encontrar mecanismos de integración social. Pero también es notable
la influencia del pensador británico Herbert Spencer (1820-1903).
Spencer era un estudioso del cuerpo humano y de la sociedad, y sostenía que había
fuertes paralelismos entre el uno y la otra. Las partes del cuerpo humano, el esqueleto,
los músculos y los órganos internos son interdependientes unos de otros. De la misma
manera, pensaba Spencer, las estructuras sociales también son interdependientes, lo
que garantiza el funcionamiento de la sociedad. El paradigma estructural-funcionalista,
de modo semejante, busca identificar las estructuras de que se compone una sociedad
y las funciones que cumplen.
En Francia, y varias décadas después de la muerte de Auguste Comte, Emile
Durkheim dio un paso más en esta dirección teórica. Durkheim no estaba de acuerdo
con el darwinismo social al que dieron pie las reflexiones de Spencer, Antes bien, su
pensamiento sociológico estaba orientado a estudiar la solidaridad social; esto es,
cómo las sociedades son capaces de mantenerse unidas.
Con el desarrollo de la sociología en Estados Unidos los sociólogos americanos
discutieron y, en gran parte, incorporaron en sus investigaciones y reflexiones muchas
de las ideas de Herbert Spencer y Emile Durkheim. Este fuel el caso, por ejemplo, de
Talcott Parsons (1902-1979), el máximo representante del paradigma funcionalista.
Parsons concebía la sociedad como un sistema que tiende al equilibrio y la
supervivencia. Entendida la sociedad de esta manera, Parsons se propuso identificar
las tareas o requisitos básicos que todas las sociedades, en cuanto sistemas, deben
realizar o satisfacer para sobrevivir, y las formas en que conseguían hacer esto.
Dentro de la tradición funcionalista, el socióloga norteamericano Robert K. Merton
reformuló el concepto de función social. En primer lugar, Merton (1968) señaló que las
consecuencias de una pauta de acción social podían ser distintas para distintos
individuos. Por ejemplo, la familia tradicional (en la que el padre trabaja fuera y la
madre se queda en casa dedicada al cuidado de los niños) puede ser muy funcional o
positiva para el desarrollo de los niños, pero implica toda una suerte de privilegios para
los padres y otra de renuncia para las madres.
En segundo lugar, la gente raramente es consciente de las funciones que realizan
cuando participan en una estructura social en concreto. Por eso Merton diferenció
entre funciones manifiestas, que hacen referencias a las consecuencias intencionadas
y reconocidas de la acción social. Por poner un ejemplo, la función evidente de las
universidades es enseñar a los estudiantes las habilidades profesiones necesarias
para desempeñar un trabajo o una carrera determinada. Pero quizá tan importante
como esto, aunque pocas veces reconocido, son las otras funciones latentes que
pueden cumplir las universidades. Pueden servir, por ejemplo, para reducir la presión
en el mercado de trabajo, al entretener durante algunos años a muchos jóvenes que
difícilmente encontrarían un puesto de trabajo. También, pueden servir para reproducir
y reforzar las desigualdades sociales, al impedir el acceso a ciertos trabajos a aquellos
que, por unas razones u otras, no han llegado a la universidad. Que sean éstas u otras
las funciones latentes es, por supuesto, algo que el sociólogo debe demostrar.
En tercer lugar, según Merton, no cabe esperar que todas las consecuencias que se
siguen de tal o cual estructura social sean siempre funcionales o positivas. Por eso
habló de disfunciones sociales, esto es, de las consecuencias negativas (negativas
para el equilibrio o para la marcha de la sociedad en su conjunto) que se siguen del
funcionamiento de tal o cual estructura o pauta social. En resumen, según Merton, una
pauta de actividades o una estructura social pueden tener consecuencias funcionales
o disfuncionales. Aquí llegaron algunas críticas al funcionalismo. Algunos autores
señalaron que decir que tal o cual otra estructura social es funcional o disfuncional no
sirve de gran cosa; no ayuda a explicar por qué existe esa pauta en primer lugar, o por
qué, una vez originada, sigue existiendo. Quizá sea más apropiado pensar que existe
tal o cual estructura social porque sirve los intereses y preferencias de aquellos que
tienen y quieren conservar sus privilegios económicos o políticos. Este es otro
enfoque, el de la sociología del conflicto, que se verá a continuación.
Evaluación crítica
La característica más relevante del funcionalismo es su visión de la sociedad como un
todo comprensible, ordenado y estable. Los sociólogos funcionalistas combinan esta
visión de la sociedad con métodos científicos de investigación a fin de entender qué es
lo que hace que una sociedad funcione.
El paradigma funcionalista fue el paradigma teórico dominante en sociología hasta los
años sesenta, pero desde entonces ha ido perdiendo influencia. Los críticos al
funcionalismo se preguntan cómo es posible asumir que la sociedad tiene un orden
“natural” cuando se ven variaciones tan substanciales ente distintas sociedades y en
las mismas sociedades a lo largo del tiempo. Además, si se pone tanto énfasis en la
estabilidad y el equilibrio social, como hace el funcionalismo, se corre el riesgo de
infravalorar la otra cara de la moneda: la desigualdad y los conflictos sociales, como
los conflictos entre clases sociales o entre razas o etnias, por ejemplo, capaces cada
uno de ellos de romper las sociedades en pedazos. Este énfasis en el orden y la
estabilidad del funcionalismo ha sido criticado por otros sociólogos, que piensan que
este paradigma teórico es demasiado conservador.
La sociología del conflicto
Dentro de lo que se llama la sociología del conflicto se agrupan las teorías
sociológicas que analizan la sociedad desde el punto de vista de la desigualdad, el
conflicto y el cambio social. La sociología del conflicto es la otra cara de la moneda del
paradigma funcionalista. Ya no se tarta de explicar el equilibrio y la cohesión social,
sino de destacar precisamente lo contrario: la fragmentación y los conflictos sociales
que son consecuencia de la desigualdad social. Dentro de este paradigma se exploran
las causas y los efectos de las desigualdades económicas. (Entre clases sociales), de
las desigualdades por raza de género (entre hombres y mujeres), de etnia o raza
(entre la mayoría y la minorías étnicas o raciales), etc. Para la sociología del conflicto
las estructuras sociales no hacen que las sociedades funcionen como un todo
orgánico o armonioso sino que, por el contrario, lo que hace es perpetuar una
distribución desigual de los recursos económicos y políticos entre la población.
Desde la sociología del conflicto se resaltan las relaciones de dominación que
enfrentan a los países entre sí y, dentro de ellos, a diferentes categorías de personas:
a lo ricos y a los pobres, a los hombres y a las mujeres, a los blancos y a los negros,
etc. Se analizan también las estrategias que emplean los primero para mantener su
posición de dominación, y de los segundos par intentar mejorar su situación.
Muchos sociólogos que trabajan desde esta perspectiva sólo buscan describir y
explicar cómo funcionan las sociedades. También tiene como objetivo reducir las
desigualdades sociales. Este era también el objetivo de Karl Marx, cuyas ideas siguen
ejerciendo una fuerte influencia en esta corriente de la sociología. El objetivo de Marx
no era tan sólo entender la sociedad. Según una famosa tesis suya, que se mandó
grabar en su tumbía en el cementerio Highgate de Londres: “Hasta ahora los filósofos
se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras, pero de lo que se trata es
de transformarlo”.
Evaluación crítica
La sociología del conflicto se ha desarrollado con mucha fuerza en las últimas
décadas. Pero, como ha ocurrido con otros enfoques o paradigmas teóricos, la
sociología del conflicto también ha recibido fuertes críticas. Se ha criticado este
paradigma porque al desatacar tanto las desigualdades y los conflictos sociales parece
dejar de lado aquellos otros mecanismos (los valores compartidos, la interdependencia
entre personas y organizaciones) que favorecen el equilibrio y la paz social. Además,
siguen las críticas: en la medida en que los sociólogos que trabajan dentro de este
paradigma tienen objetivos políticos, no pueden decir que están haciendo
investigación científica. Los sociólogos que trabajan dentro de la sociología del
conflicto han respondido a esta última crítica poniendo en entredicho el mismo ideal de
una ciencia objetiva y libre de valores. Piensan, por el contrario, que tanto la sociología
que se hace desde la perspectiva del conflicto como cualquier otra sociología tienen
consecuencias políticas, aunque de distinto signo.
Otra crítica, y ésta afecta igualmente al paradigma funcionalista, es que la sociedad se
entiende únicamente en términos macro, en términos agregados. La sociedad se
muestra como un agregado de estructuras o instituciones (la familia, la economía, las
clases sociales, el gobierno, etc.) que parecen afectar a todas y cada una de las
dimensiones de la vida. Desde el tercer paradigma sociológico que se verá
continuación la sociedad no se entiende en términos de generalizaciones abstractas.
Estas dejan paso a las experiencias cotidianas de las personas, que se convierten en
el punto de arranque para la reflexión sociológica.
El paradigma de la acción
Tanto la sociología funcionalista como la sociología del conflicto tienen una orientación
macro, esto es, el punto de arranque de la reflexión e investigación sociológica se
sitúa al nivel de las grandes estructuras sociales, que permiten entender a la sociedad
como un todo. La sociología de orientación macro estudia las sociedades “desde
arriba”. Lo que se busca es una comprensión global, una imagen completa de la
sociedad, como el que se sube a un helicóptero para ver toda una ciudad: las vías de
comunicación y transporte, el contraste entre los barrios ricos y los barrios pobres, etc.
La teoría de la acción, por el contrario, tiene otro punto de arranque, que es el de las
personas. O, más en concreto, cómo se orientan y actúan las personas en sus
relaciones con otras personas, y sobre la base de significados o entendimientos
acerca del mundo, que van creándose, transformándose, cristalizándose o
desapareciendo continuamente. Esto implica una orientación micro, esto es, el nivel de
análisis del que se parte no son las grades estructuras sociales, sino las interacciones
ente las personas en distintos contextos sociales.
El origen del paradigma de la acción ─un conjunto de teorías de nivel micro desde las
que se analizan cómo los actores dotan de significado al mundo que le rodea─ Se
encuentra en la obra del sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) Weber insistía en
la necesidad de entender un contexto social desde la perspectiva de los individuos que
participan en él.
Según esta perspectiva, las acciones de los individuos y el significado que ellos mismo
dan a esas acciones van configurando la sociedad. Weber reconocía qué fenómenos
no puramente subjetivos, sino objetivos y tangibles (los avances tecnológicos, por
ejemplo), también contribuían a configurara una sociedad. Weber compartía también
algunos de las ideas de Marx sobre los conflictos sociales. Pero su enfoque era mucho
menos materialista y más centrado en el poder explicativo de las ideas. Al orientar las
acciones de los individuos en un sentido u otro, las ideas (especialmente las creencias
y los valores) terminan haciendo que las sociedades también se desarrollen en
direcciones distintas. Así, según esta perspectiva, las sociedad moderna no es el
producto de los avances tecnológicos o del capitalismo, sino de un nuevo modo de
pensar. Este énfasis en las ideas contrasta con el énfasis que ponía Marx en el
mundo de la economía y la producción. Por esta razón, algunos han descrito el trabajo
de Weber como “un debate con el fantasma de Karl Marx”. (Cuff y Pàyne, 1979: 73-4).
Gran parte de la obra de Weber es de naturaleza comparativa. En sus investigaciones
Weber estaba continuamente comprando sociedades entre sí y a través del tiempo:
sus creencias religiosas, su organización política y administrativa, sus instituciones
sociales y económicas, etc. Estos análisis históricos y comparativos le sirvieron para
crear lo que él llamaba “tipos ideales”. Un tipo ideal es una herramienta conceptual
que sirve para reconstruir de forma estilizada una pauta de relaciones sociales. Por
ejemplo, hablando de las relaciones de dominación, Weber definió tres tipos ideales: el
tipo ideal de dominación legal-racional, de la dominación tradicional y de la dominación
carismática. También, hablando de relaciones económicas definió el tipo ideal del
capitalismo. Los tipos ideales describen las características básicas de la clase de
fenómenos sociales que se está estudiando. Y por eso son ideales: porque se refieren
a características básicas que no tienen porque coincidir todas juntas en el mundo real.
Los tipos ideales sirven para ordenar las observaciones y los datos, para describir
contextos de relaciones sociales y eventualmente, para entender las acciones de las
personas a las que se refiere el tipo ideal (por ejemplo, para entender por qué el
capitalista, el burócrata o el líder carismático actúan de tal o cual manera).
Dentro de esta tradición de la sociología de la orientación micro también está el
interaccionismo simbólico, una corriente teórica que se desarrolló a partir de la obra
del filósofo norteamericano George Herbert Mead (1863-1934). Las reflexiones de
Mead se centraron en explicar cómo las personas van construyendo su propia
identidad y definiéndose a sí misma a través de sus experiencias sociales; esto es. De
sus interacciones con otras personas. Esta corriente teórica esta relacionada con la
Escuela de Chicago, que inició investigaciones en sociología urbana. Según el
interaccionismo simbólico, una sociedad es el producto o resultado de las
interacciones cotidianas de las personas, que van definiendo o dotando de significado
al mundo social que les rodea.
Pero, ¿cómo se puede decir que una sociedad es el resultado de las experiencias e
interacciones del millones de personas? Una respuesta a esta pregunta es que la
sociedad es algo que las personas construyen diariamente en sus relaciones sociales
cuando, interaccionando unas con otras, van dando sentido o imputando significado a
las cosas que les rodea. Y esto les incluye a sí mismas, y a sus derechos y
obligaciones hacia otras personas.
Por su puesto, no hay garantías de que este proceso de interacción continua haga que
las personas terminen imputando los mismos significados al mundo que les rodea y
así, reaccionando de la misma manera ante los mismos acontecimientos. Por ejemplo,
una persona puede ver a un vagabundo, pensar que ese vagabundo no tiene remedio
y pasar de largo. Otra persona, por el contrario, puede definir a ese mismo vagabundo
como un ser humano que necesita ayuda. De la misma manera, una persona puede
pasar cerca de un policía y sentirse protegida, mientras que otra puede ponerse
nerviosa. Los sociólogas que trabajan desde el interaccionismo simbólico ven la
sociedad como un mosaico de definiciones subjetivas y reacciones variables
Un enfoque muy próximo al interaccionismo simbólico es el enfoque dramatúrgico de
Erving Goffman (1922-1982). Por decirlo brevemente, este enfoque señala que las
personas son como actores que, al igual que en una obra de teatro, tienen que
desempeñar los papales sociales que les corresponden, y hacerlos creíbles. Hay otros
enfoques micro, como el del intercambio social, que han desarrollado George Homans
y Peter Blau entre otros. Desde este enfoque, se entiende la interacción social como
una negociació0n ente individuos que buscan llegar a algún acuerdo que les reporte
algún beneficio. Por ejemplo, se puede entender el ritual del cortejo desde el enfoque
del intercambio social como un proceso de tanteo y negociación en el que, entre todos
los posibles candidatos, una persona busca una pareja que pueda ofrecer tanto (en
términos de atractivo físico, inteligencia, o estatus económico) como ella misma está
dispuesta a aportar en caso de matrimonio.
Evaluación crítica
Los paradigmas micro son un buen contrapeso a las sociologías macro. Sin negar la
importancia de las estructuras sociales, como la familia o las clases sociales, no se
debe perder de vista que, de consistir en algo, la sociedad consiste, básicamente, en
individuos que están en contacto entre sí e interactuando continuamente. Por decirlo
de otra manera, los enfoques micro ayudan a entender cómo los individuos van
creando y recreando la sociedad en la que viven, a través de infinidad de interacciones
que e suceden en infinidad de actividades (Cf. Becker, 1986).
Pero por otro lado, cuando la investigación sociológica se centra en el análisis de las
interacciones cotidianas, es fácil perder de vista la influencia de otras variables macro
o variables estructurales. Detallando o señalando qué es lo específico o qué es lo que
sucede en un determinado contexto de interacción social, uno puede pasar por alto los
efectos de variables como la clase social, el género, o la raza.
Como se ha dicho antes, cada uno de estos paradigmas separadamente responde a
un tipo determinado de preguntas. Para tener una comprensión más veraz del
funcionamiento de la sociedad, sin embargo, hay que tener en cuanta todos ellos.
Estos tres grandes paradigmas o enfoques teóricos ofrecen distintas perspectivas
acera de los temas que interesan al sociólogo, pero ninguno de ellos es suficiente por
sí mismo, o mejor o más correcto que los otros. No siendo suficiente cada uno de
ellos, es necesario estar familiarizado con los tres si lo que se quiere es mejorar la
intuición y capacidad de análisis sociológico. Además, jugando con estos tres
enfoques surgen debates y controversias teóricas que le sirven a la sociología para ir
desarrollándose y progresando.
NUEVAS PERSPECTIVAS EN LA TEORÍA SOCIOLÓGICA: OTRAS VOCES.
El funcionalismo, la teoría del conflicto y el enfoque de la acción son todavía los
enfoques teóricos dominantes dentro de la sociología, y por eso será necesario
referirse a ellos repetidamente. Pero no son los únicos. En las últimas décadas han
surgido otros enfoques y perspectivas. Esto demuestra que la sociología es una
disciplina que está en continuo estado de efervescencia. Pero tampoco puede ser
de otro modo: en la medida en que la sociedad está cambiando y transformándose
continuamente es de esperar que la disciplina que se encarga de estudiarla
también cambie al mismo ritmo.
Algunos de estos nuevos enfoques teóricos son, en realidad, desarrollos de los
enfoques clásicos que se acaban de ver. Algunos, por ejemplo, se concentran en
diferentes aspectos de la “acción”, como el lenguaje y la conversación (y aquí la
literatura sobre el análisis de las conversaciones), o en el supuesto de que las
acciones son racionales (y aquí se tiene la literatura sobre elección racional y
teoría de los juegos). Otros se concentran en aspectos estructurales o en el
funcionamiento de las instituciones, por ejemplo (y aquí se da la literatura sobe el
neoinstitucionalismo). Pero a este nivel introductorio, no es necesario obsesionarse
con todos estos desarrollos.
También hay otros nuevos movimientos teóricos que, según algunos, están
teniendo un alcance mayor en la disciplina. Tanto que algunos autores se han
atrevido a señalar que la sociología ha entrado en una etapa de crisis en la que
todas la viejas ideas y los viejos paradigmas parecen cuestionarse, ya que, a pesar
de sus diferencias, los viejos paradigmas parecen compartir un mismo tipo de
discurso. Por decirlo brevemente, hay otros nuevos movimientos teóricos dentro de
la sociología que lo que hacen es destacar otras perspectivas o puntos de vista,
dar voz a otras personas que han tenido pocas oportunidades de expresarse.
Estos nuevos movimientos teóricos están convencidos de que toda investigación
sociológica parte de una perspectiva determinada., de una orientación o valoración
particular. Se razona que, siendo imposible alcanzar el conocimiento pleno del a
sociedad, hay que abrir la disciplina a otros enfoques u orientaciones y dejar hablar
a los que hasta ahora han estado silenciados. La sociología siempre será
selectiva, dicen estos críticos. El mismo Max Weber reconoció esto hace tiempo
cuando dijo que «no hay análisis científico de la cultura que sea absolutamente
“objetivo” (…) como tampoco de cualquier otro “fenómeno social”. Que siempre
será seleccionado, analizado y ordenado desde “un punto de vista”» (Weber, 1949;
72).
En la sociología contemporánea se reconoce cada vez más que hay distintas
orientaciones, puntos de vista o perspectivas desde las que puede iniciarse el
análisis de la realidad social. Por eso se recomienda sinceridad y explicitación
acera de la perspectiva que emplea. Los más críticos dentro de estos nuevos
movimientos teóricos han señalado que los viejos paradigmas de la sociología
están sesgados, en cuando que se estudia la sociedad desde la perspectiva de los
varones, del mundo occidental y desde la defensa de la heterosexualidad. Ya fuera
funcionalista, trabajara desde la sociología del conflicto o desde el paradigma de la
acción, el sociólogo tradicional, dicen los críticos, comparten una serie de valores
que vienen determinados por su género y su pertinencia al mundo occidental. A
diferencia de la vieja tradición sociológica, estos nuevos movimientos teóricos dan
voz a otras personas que hasta entonces no habían sido escuchadas. En conjunto
estos nuevos movimientos teóricos ofrecen una enorme pluralidad de puntos de
vista desde los cuales se puede estudiar la sociología.
¿Cuáles son entonteces estas nuevas voces? Son las de las mujeres, las minorías
raciales, los pueblos colonizados, los gays y lesbianas, los viejos, los minusválidos
y las voces de otros grupos marginados (o que la sociología ha marginado).
Cualquiera puede pertenecer a uno de estos grupos. Para resumir, las críticas que
se ha hecho a la sociología clásica desde estos nuevos movimientos teóricos son
las siguientes:
1. La sociología la han cultivado los hombres, que han investigado sobre lo que
importa a los hombres y para el beneficio de los hombres (y por hombres,
entiéndase blancos, heterosexuales y de posición social relativamente elevada). La
sociología, sigue la crítica, siempre se ha hecho desde una perspectiva limitada,
desde un sesgo determinado.
2. Aquellos temas que más han afectado a otros grupos de personas (el racismo,
el patriarcado y la subordinación de la mujer, la homofobia o el impacto del
colonialismo sobre las poblaciones nativas) han sido tradicionalmente relegados.
3. Y cuando no han sido relegados y se les ha prestado alguna atención, se han
analizado estos temas de forma parcial y distorsionada. La sociología, concluye la
crítica, ha sido tradicionalmente sexista, racista y homófoba.
La sociología feminista
Si es cierto que han faltado muchas voces en la sociología, la ausencia más
notable, al menos hasta hace poco tiempo, ha sido la de las mujeres. La sociología
ha sido una disciplina tradicionalmente masculina: cultivada por hombres, que se
han centrado en el mundo de los hombres y para beneficio de los hombres. Este
panorama está cambiando rápidamente con el desarrollo de una sociología y una
metodología feminista. Una y otra tienen como objetivo de estudio el análisis de las
relaciones de género, y consideran que la sociología puede y debe contribuir a
hacer que la opresión de las mujeres sea cosa del pasado.
Se puede concluir que la sociología no es una disciplina que ya está “terminada”,
sino que está en continuo estado de ebullición. Y esto implica nuevos retos, a los
que se tienen que enfrentar los profesionales y los estudiantes
independientemente de la disciplina que profesan o estudien.