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APORTE DE LA EVALUACION VASCULAR INTEGRAL AL CÁLCULO DE RIESGO CARDIOVASCULAR Dr Pedro Forcada. Médico Cardiólogo. Prevención Cardiovascular. DIM Cardiovascular, Ramos Mejía y Hospital Universitario Austral, Pilar. Introducción En las últimas décadas se ha observado un cambio muy importante en la medicina en general y en el área cardiovascular en particular. Gracias a los avances terapéuticos acumulados en mas de 50 años, se ha logrado controlar las complicaciones de un gran número de patologías, en especial aquellas de gran impacto epidemiológico, pero las medidas terapéuticas aun están focalizadas principalmente en el período de estado de la enfermedad o en los periodos finales y no en la prevención durante los estadios iniciales. Como ejemplo, en el tratamiento de la enfermedad cardiovascular se han desarrollado la cirugía de by pass, la angioplastía, los stents y un formidable arsenal de drogas que permiten controlar las alteraciones hemorreológicas como trombolíticos y antitrombóticos, que permitieron evitar grandes complicaciones como el infarto de miocardio, el accidente cerebrovascular, la insuficiencia cardíaca y enfermedad renal terminal o al menos disminuir o enlentecer las consecuencias catastróficas de éstas cuando se producían. Esto condujo a una meseta en la mortalidad cardiovascular en el ultimo decenio pero en contrapartida se observó un sostenido aumento de las complicaciones crónicas (ICC, transplantes cardíacos y renales, diálisis) fundamentalmente en los paises desarrollados, con alto standard de vida y poblaciones cada vez mas longevas. Por otro lado, en aquellos países en vías de desarrollo con sistemas sanitarios y de prevención deficitarios, pobres recursos y nivel sociocultural menor, los factores de riesgo (como hipertensión, obesidad, dislipemia y diabetes) y la enfermedad cardiovascular misma, han adquirido proporciones epidémicas. Sin embargo, la experiencia muestra que estas patologías que se tratan hoy paliativamente por estos medios, se desarrollan paulatinamente a lo largo de mas de 20 años antes, dando lugar al llamado continuo cardiovascular, que comienza con un paciente con predisposición genética o no que en interacción con el medio y los factores de riesgo desarrolla progresivamente, disfunción endotelial, alteraciones estructurales vasculares y cardíacas como el remodelado y al aterosclerosis y finalmente se producen las grandes complicaciones cardiovasculares y la muerte. Por lo tanto, toman importancia preeminente los factores de riesgo cardiovascular, que encadenados en mayor o menor grado, en lo que se conoce como síndrome metabólico, ejercen un efecto devastador sobre la pared vascular, desarrollando las lesiones ateroscleróticas que son el germen de la enfermedad cardiovascular que hará eclosión años después, resultando el primer escalón al que debe dirigirse una estrategia de prevención adecuada. Paulatinamente fueron cambiando conceptos como en el caso de la hipertensión arterial, que era meramente interpretada como un fenómeno mecánico o hidrodinámico generado por el envejecimiento de las arterias y recientemente se establece su conexión con los disturbios metabólicos presentes en la diabetes o las dislipemias, los obesos y fumadores, y las alteraciones neurohumorales presentes en estos pacientes. Se han desentrañado mecanismos íntimos productores del daño vascular como la disfunción endotelial o el estrés oxidativo, asociados al frecuentemente a las alteraciones del metabolismo de la glucosa o de los lípidos. Enfermedad Cardiovascular: Un problema sanitario En los últimos 50 años, las enfermedades crónicas pasaron a ocupar un lugar preeminente al disminuir drásticamente las enfermedades infecciosas como causa de muerte y así la hipertensión, la diabetes y la dislipemia se hicieron mas prevalentes y la causa de muerte cardiovascular hoy supera ampliamente al cáncer en los países desarrollados y en vías de desarrollo. La modalidad de vida “occidental” se ha impuesto ampliamente a nivel mundial y sus consecuencias no han sido precisamente buenas, desarrollándose de la mano de la incultura, y la hambruna en grandes sectores por un lado y en otros, una epidemia de obesidad , síndrome metabólico y diabetes. En los países desarrollados y en los que están en vías de serlo, mas de la mitad de la población es obesa, por lo menos una cuarta parte tiene hipertensión y casi un tercio dislipemia. De los pacientes hipertensos, dos de cada tres tienen el síndrome metabólico, definido sencillamente por 3 de 5 elementos: hipertensión, sobrepeso, alteraciones del metabolismo de la glucosa, triglicéridos elevados o HDL bajo. (ATP III) Los avances en investigación básica desde el campo experimental y básico aplicado a la genómica permitieron descifrar los mecanismos íntimos del proceso aterosclerótico, el remodelado cardiovascular, la hipertrofia ventricular, la disfunción endotelial o la lesión renal. En menos de 20 años se está pasando de evaluar a los pacientes según parámetros clínicos a analizar minuciosamente el grado de extensión de la enfermedad según el nivel de compromiso de los órganos blanco y así cada vez es mayor la precisión para detectar los pacientes de “alto riesgo”. Por primera vez los clínicos, que durante años recurrieron al proceso deductivo cuentan con elementos objetivos para validar sus observaciones de esta manera en el infarto se puede calcular el riesgo por el índice de Killip y Kimbal o Peel, y en la angina inestable por el TIMI risk score, pero la precisión para predecir mala evolución es mucho mayor en presencia de baja fracción de eyección o lesiones coronarias extensas, que son datos objetivos y “duros”. En el caso de los hipertensos siempre se supo que “cuanto más alta peor”, sin embargo la mayor cantidad de accidentes cardiovasculares se dan en la mal llamada hipertensión arterial leve o estadío I, quiere decir que hay una franja importante de pacientes que con niveles no muy elevados de presión, presentan un deterioro avanzado de su aparato cardiovascular. Series como la de Framingham y estudios de cohortes en diferentes países permitieron evaluar la importancia de la presencia de compromiso de órganos blanco como la hipertrofia ventricular o indicadores de daño renal (microalbuminuria) que interactuando con los factores de riesgo como el tabaquismo, el síndrome metabólico, la diabetes o hipercolesterolemia permitían separar los pacientes de riesgo utilizando tablas de riesgo como el score de Framingham o el SCORE de los europeos. De esta manera, aun con valores de Presión Arterial no muy elevados y pocos factores de riesgo la presencia de lesión de órgano blanco (en especial cardíaca y renal) cambian radicalmente la interpretación del riesgo del paciente. Actualmente se ha comenzado a dar mayor importancia a la presencia de lesiones en el fondo de ojo, alteraciones de la pared arterial como el aumento del espesor intima media carotídeo y alteraciones de la función vascular como el deterioro de la compliance o la función endotelial, que permitirían también encontrar en ese estrato de pacientes de bajo riesgo aquellos que no lo son. Sin embargo aun queda mucho trabajo por hacer. En primer lugar desarrollar programas de prevención efectivos que signifiquen un verdadero cambio de mentalidad y luchar con la enfermedad cardiovascular en sus estadios más precoces, años antes de la complicación. Esto requiere concientizar a los pacientes para importantes cambios en su estilo de vida, a los médicos a educar, sostener y apoyar dichos cambios además de suministrar el tratamiento adecuado y políticas de salud de base adecuadas a una prevención efectiva, invirtiendo recursos antes y menos mas que cuando el evento sucedió, que después y mas. Marcadores de lesión vascular “regla de oro” para la medición del riesgo cardiovascular Hoy día se sabe claramente que con las escalas de riesgo sigue habiendo una franja gris de pacientes clasificados como bajo riesgo que tienen un compromiso cardiovascular importante, por lo que es indudable que la población de pacientes con riesgo cardiovascular es inhomogénea y hay un grupo considerable de individuos más predispuestos constitucionalmente a complicarse. Es lógico pensar que si los órganos de choque son los vasos y el corazón, buscar allí las alteraciones incipientes que señalen dicha predisposición. Se calcula que aproximadamente un 60% de los pacientes es reasignado a un riesgo cardiovascular mayor cuando se mide simultáneamente el espesor carotídeo y la masa ventricular izquierda, lo que tiene considerables consecuencias pronósticas. En las ultimas guías internacionales tanto norteamericanas (JNC VII) como las europeas (ESC-ESH) se ha incorporado como lesión de órgano blanco el engrosamiento miointimal de la carótida como evidencia de lesión de órgano blanco y elementos indicadores de mayor riesgo cardiovascular. Este es un paso fundamental ya que, junto al fondo de ojo, se incorpora conceptualmente una evaluación objetiva del árbol vascular y la detección precoz del germen de la enfermedad aterosclerótica, desde los grandes vasos a la microcirculación. Lamentablemente aun estos métodos no cuentan con el reconocimiento de los especialistas que tratan frecuentemente los pacientes hipertensos en especial los clínicos y cardiólogos y son aun poco utilizados. De cualquier manera, en estos últimos años se ha avanzado considerablemente en estudios de grandes poblaciones para determinar el valor predictivo del engrosamiento del espesor intima media carotídeo y de la compliance arterial y resultaron ser métodos reproducibles, eficaces, sensibles y específicos para detectar pacientes en riesgo de complicaciones cardiovasculares. Indudablemente que la presencia de placas ateroscleróticas son muestras obvias de un proceso aterosclerótico en curso, pero modificaciones en décimas de milímetro de dicho espesor o valores que superan 1milímetro, aun en ausencia de aquellas, son fuertes predictores. En los últimos años, anticipándose a la aparición de las alteraciones estructurales otras técnicas de evaluación vascular se han desarrollado y permiten determinar la función endotelial, la elasticidad arterial y el estado de la microcirculación, señaladores de alteraciones precoces de la función vascular. En algunos casos han mostrado una fuerte relación con el desarrollo de complicaciones cardiovasculares y permitieron separar claramente poblaciones de riesgo. Técnicas de evaluación vascular Determinación del espesor intima media arterial Esta técnica incruenta utiliza el ultrasonido vascular y permite en forma sencilla, objetiva y reproducible medir las modificaciones en el segmento de la arteria, el espacio subintimal, donde se producen los cambios iniciales del proceso aterosclerótico. La técnica es aplicable en las carótidas idealmente pero puede realizarse en la mayoría de las arterias de segundo orden y actualmente se dispone de sistemas computarizados que permiten una medición mas precisa. Sin embargo, con realizar la medición en segmentos establecidos en forma estándar y promediando varias mediciones y esto provee considerable información en especial si el espesor esta aumentado en ausencia de lesiones, ya que si ya hay placas, el diagnostico esta hecho y la decisión de intervención también. La evaluación de la aorta ascendente podría sensibilizar aun más los hallazgos con esta técnica. En estudios a gran escala se han establecido los valores esperables por edad y sexo y los puntos de corte a partir de los cuales el riesgo cardiovascular aumenta. Evaluación de la función endotelial Las técnicas que permiten medir la función endotelial en arterias periféricas, (test de la isquemia del antebrazo, o provocación hemodinámica) si bien necesitan de tener mucho cuidado para asegurar su reproducibilidad, son simples y no invasivas y han mostrado una correlación estrecha con la presencia de enfermedad coronaria, factores de riesgo en especial hipertensión y permiten monitorear el efecto de las intervenciones sobre los mismos. Consiste en determinar esencialmente el diámetro y flujo en la arteria, por lo regular la braquial, en reposo y luego interrumpir el flujo por un período breve (3 a 5 minutos) mediante un manguito de presión. Al restituir el flujo, la acción del jet sanguíneo sobre la pared vascular, en especial el endotelio, produce vasodilatación evidenciada por un aumento del diámetro arterial mas de un 10% y un considerable aumento del flujo (3 a 4 veces). En pacientes hipertensos, diabéticos, fumadores o dislipémicos la función endotelial esta deteriorada y la vasodilatación sensiblemente disminuida o abolida. Determinación de compliance o elasticidad arterial La determinación del compliance arterial, mediante métodos incruentos (VOP y tonometría) se utiliza cada vez mas, en especial en el estudio de la hipertensión y sus complicaciones y permite detectar precozmente las alteraciones de la elasticidad arterial no solo en los pacientes con factores de riesgo sino también aquellos con alto riesgo o evaluar la intervenciones terapéuticas. La técnica es sencilla no invasiva y reproducible y en general la mas simple toma la diferencia en tiempo de la onda de pulso entre un punto proximal (generalmente carótida) y otro distal (por lo general femoral) y existen una serie de modelos teóricos corregidos por sexo, edad y valores de presión que permiten calcular el valor de referencia teórico para detrerminar si el valor hallado es anormal. Todas estas alteraciones correlacionan con la presencia de hipertrofia ventricular o microalbuminuria indicadores que son clásicamente reconocidos como lesión de órgano blanco en hipertensión y marcadores pronósticos. Pletismografía Esta técnica, no invasiva evalúa la micocirculación y consiste en evaluar las modificaciones del volumen del antebrazo antes y después de provocar isquemia y estas están directamente relacionadas con la velocidad de transferencia de volumen desde el compartimiento arterial al venoso a través de la microcirculación. Este dato junto a la evaluación del fondo de ojo requieren aun de mayor estudio, pero en el caso de la hipertensión donde la microcirculación está francamente alterada, por procesos de rarefacción capilar y alteraciones arteriolares serán de importancia capital en un futuro próximo como marcador de riesgo. Faltaría incluir la descripción de la angioresonacia nuclear, la tomografía helicoidal y la tomografía multislice que si bien son técnicamente superiores, aun están en pleno desarrollo y todavía no cuentan con estudios de grupos poblacionales grandes en el campo de la prevención cardiovascular. Perspectiva En un futuro próximo, determinado por el progresivo conocimiento de la enfermedad cardiovascular y sus etapas evolutivas precoces se prevé la implementación de programas de prevención primaria cada vez mas completos y ambiciosos incluyendo la evaluación de las lesiones arteriales precoces y de la microcirculación detectando los pacientes con “alto riesgo” dentro del “bajo riesgo” que ameriten intervención precoz para permitir un tratamiento mas racional de la enfermedad desde sus estadios iniciales. Un laboratorio vascular permitirá en pocos minutos, determinar las alteraciones estructurales (espesor intima media) y funcionales (función endotelial y compliance) arteriales y aportar información valiosa para poner finalmente en contexto con indicadores “duros” al paciente cardiovascular dentro de las tablas de riesgo cardiovascular actuales, como Framingham, SCORE o ATP III de la misma manera que uno busca la extensión de las lesiones coronarias en la CCG o la extensión de la isquemia en la cámara gamma en un paciente con una angina inestable o infarto de bajo riesgo, para detectar así a los candidatos a complicaciones precoces y que requieren de una intervención mas agresiva. Laboratorios de Investigación Vascular y Unidades de Prevención Por este motivo, es cada vez más frecuente encontrar laboratorios de investigación vascular que aplican en mayor o menor grado las técnicas antes descriptas, al igual que equipos multidisciplinarios dirigidos a la prevención cardiovascular que agrupan clínicos, cardiólogos, diabetólogos, nutricionistas, rehabilitadores. Por el momento ambos trabajan por separado, evaluando los Laboratorios Vasculares la extensión de la enfermedad objetivamente y realizando estudios de fisiopatología o del impacto de las intervenciones sobre las variables antes descriptas y por otro lado, las Unidades de Prevención que buscan la presencia o no de factores de riesgo y el efecto de las intervenciones sobre los mismos, en programas de prevención determinados por escalas clínicas bastante imprecisas, tratando de modificar el pronóstico de los pacientes considerados en riesgo. Estas ultimas, probablemente estén incluyendo una alta proporción de pacientes con riesgo alto erróneamente entre los considerados de bajo o mederado, lo que sumado a los pacientes que ni siquiera ingresan a los programas de prevención por falta de conocimiento, tendría un impacto sanitario considerable. El punto interesante es lograr que ambos, tanto los Laboratorios Vasculares como las unidades de Prevención, trabajen asociados para tener no solo una evaluación mas precisa del riesgo cardiovascular global del paciente, sino que, basados en la evaluación objetiva proveniente de los Laboratorios Vasculares, se fundamente una mayor dureza en la intervención sobre los factores de riesgo por parte de las Unidades de Prevención, dirigida con mas precisión justamente a los pacientes con riesgo cardiovascular mas elevado y empezar a mantener la salud y no tratar las complicaciones de la enfermedad. Tratar al paciente correcto, con las medidas necesarias para obtener los resultados adecuados sería la propuesta de un nuevo concepto como las Unidades de Prevención que cuenten con un Laboratorio Vascular. Bibliografía sugerida 1-De Backer G, Ambrosioni E, Borch Johansen K et al: Third Joint Task Force of European and Other Societies on Cardiovascular Disease Prevention in Clinical Practice. European Journal of Cardiovascular Prevention and Rehabilitation 2003; 10(Suppl1):S1-S78. 2-Grundy S, Backer S, Clark L et al : Third Report of the National Cholesterol Education Panel (NCEP)Expert Panel: Detection, Evaluation and Treatment of High Blood Cholesterol in Adults (ATP III). Circulation 2002; Dec 17-24: 3145-3420. 3- Chobanian A, Bakris G, Black H et al: Seventh Report of the Joint National Committee on Prevention, Detection, Evaluation and Treatment of High Blood Pressure (JNC VII). 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