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¿ QUE ES LA ENFERMEDAD ?
Dr. Mariano José Bueno Cortés.
BIOSALUD-INSTITUTO DE MEDICINA BIOLÓGICA Y ANTIENVEJECIMIENTO
INTRODUCCION.
Realmente es muy difícil definir qué es la
enfermedad. Desde el punto de vista filosófico o
científico, es prácticamente imposible definir a la
enfermedad sin contar con la salud.
Si cogemos un diccionario, leeremos que la
enfermedad es la alteración de la salud. Al mismo
tiempo, si consultamos el término salud, leeremos:
sentirse bien, ausencia de enfermedad.
Efectivamente,
estas
definiciones
son
correctas, pero creo que no se ajustan totalmente a
la realidad.
Me explicaré. Imaginemos a una
persona que ha tomado fármacos muy activos, tales
como sedantes, o psicofármacos. Se encuentra
perfectamente. Pero, ¿está totalmente sano?.
La respuesta está clara. Se encuentra en un
estado de salud totalmente artificial. Está enfermo, y
además aquello que aparentemente le ha curado, ha
aumentado el estado de enfermedad de su
organismo.
Podríamos definir a la salud como el estado armónico de todas las funciones
de los órganos y tejidos del cuerpo humano, de la mente y del alma, en relación
con el entorno y con todo cuanto vamos encontrando. Podríamos además hablar de
Salud Holística, Salud Integral, Salud Total. Salud es plenitud, incluyendo toda
nuestra esencia en lo físico, lo emocional, lo mental y lo espiritual. Por ello, ignorar
cualquiera de estos aspectos es renunciar a la Salud.
Todos los métodos de perfeccionamiento espiritual nos inducen a mirar
desde dentro. Lo mismo que ocurre con la salud: Toda curación proviene del
interior. El cuerpo se cura a sí mismo. El proceso podrá ser iniciado o potenciado
por una fuente externa, que ponga en marcha la curación.
Para ello, es preciso que se den determinadas condiciones previas:
“ La persona debe comprender los puntos básicos de su salud, incluyendo los
fuertes y los débiles”.
Tenemos que aprender a conocer nuestro cuerpo, y sus reacciones ante los
diferentes estímulos externos, sus defensas y sus debilidades básicas, lo que somos
capaces de soportar y lo que no. Todos sabemos ya por experiencia que la
manifestación del malestar se produce generalmente en una región debilitada del
organismo. Esta debilidad puede ser consecuencia de un estrés o incluso de una
constitución susceptible por parte del individuo.
Cuando nacemos, lo hacemos con una constitución determinada. Esta
constitución nos caracteriza a nivel psíquico, físico y patológico. Cada constitución
posee unas características físicas ( coloración de la piel, estructura corporal,
tamaño de las manos, características de las uñas, etc.), unas características
psicológicas ( un temperamento determinado, etc.), y unas tendencias patológicas.
Estas tendencias son debidas a la fisiología propia de nuestra constitución.
Recalquemos que son tendencias. Podemos elegir con nuestro modo de vivir, el
padecer esas enfermedades a las que tenemos tendencia o no. Es decir, conociendo
nuestras debilidades, deberemos cuidarnos para corregirlas. Pese al peso de la
herencia, podremos evitar muchas enfermedades.
El sujeto debe aprender a considerar todas las condiciones físicas como
síntomas. Los desequilibrios físicos de cualquier tipo, los malestares y las
enfermedades no son más que síntomas. Debe de existir otra cosa, sea una pauta
emocional o mental, un estrés, etc., que ha promovido el síntoma físico.
La mayor parte de las veces,
ignoramos nuestras pautas negativas y
nuestros
desequilibrios.
Cuando
empezamos a “desmadrarnos” nuestro
cuerpo nos da un toque de atención. En
muchos casos el malestar físico no es
más que una “llamada de atención” por
parte del cuerpo físico, para que
modifiquemos nuestras costumbres y
hábitos, antes de que sea demasiado
tarde. Nos referimos a esos síntomas
aislados que a veces sufrimos, dolores
de cabeza, náuseas, insomnios, picores
cutáneos, etc. Es la forma que tiene
nuestro organismo de advertirnos que
llevamos mala vida, que debemos
cambiar el rumbo.
Estos cambios no solamente se
refieren al comportamiento alimenticio, a
las costumbres cotidianas. También nos
referimos a la insatisfacción psíquica, al
estrés.
El individuo debe asumir la responsabilidad y buscar alternativas que afecten
a todo su ser.
Debemos estar totalmente dispuestos a ampliar nuestra perspectiva y poner
en marcha las alternativas necesarias para restaurar la salud y el equilibrio a todos
los niveles. Estas alternativas son muchas veces difíciles y complicadas de llevar a
cabo, pero, nos llevarán al éxito en cuanto a la eliminación tanto de los síntomas
como de sus causas.
Siempre vamos a tener alternativas. Hay muchos métodos de curación,
muchas terapias y muchos remedios. Debemos hallar el método o la combinación
de métodos más idóneos para reequilibrar nuestro organismo. A veces nos
centraremos en varias modalidades diferentes, de las que tomaremos lo más útil
para nosotros en ese momento.
Para poder elegir esas alternativas debes conocerlas a fondo y, sobre todo,
conocer todos los aspectos de tu ser; tus emociones, tus pautas mentales y tus
perspectivas espirituales que son tan importantes para tu salud como el estado
físico de los diferentes sistemas, tejidos y órganos de tu cuerpo.
Para mantener el equilibrio de la salud, el sujeto utilizará el sentido común.
Todos los extremos son negativos. No hay nada absoluto. Todo es relativo. Ya nos
lo explican los chinos desde hace 5000 años con las teorías del Yin y el Yang. No
debemos polarizarnos totalmente ni en lo físico, ni en lo emocional, ni en lo
mental, ni en lo espiritual. Tampoco debemos olvidarnos de ninguno.
La dolencia nos indicará dónde se encuentra el desequilibrio o el estrés que
nos amargan la vida. Nos servirá para reconocer las energías negativas que
estamos cultivando en otros planos de nuestro ser. El proceso de curación holística
nos permitirá conocer la causa, y devolverá el equilibrio al organismo. De lo
contrario, si sólo tratamos los síntomas, y nos olvidamos de la causa real que ha
roto el equilibrio,
estas energías desequilibradoras buscarán una nueva
oportunidad para manifestarse. La enfermedad rebrotará con otros síntomas o en
otro punto, por lo general con más intensidad que antes.
La Medicina Moderna es muy efectiva para eliminar esos síntomas y señales
del malestar real que posee el organismo. Por ello, cada vez estamos más
enfermos. Hasta tal punto, que nos acostumbramos a ello, y aceptamos como
normales síntomas que por definición son anormales en el organismo. Es más,
cuántas personas padecen enfermedades con auténtica resignación.
Cuántas
enfermedades reumáticas hacen un calvario de la vida de muchos pacientes, y sólo
se les ofrece la toma de analgésicos y antiinflamatorios de por vida (mientras se lo
tolera el estómago).
Pero no vamos a caer en el error de que la culpa la tenemos los médicos. Es
que el paciente se ha vuelto comodón. Es más cómodo tomar pastillas que
modificar nuestros hábitos. Hay que despertar. Es más cómodo adoptar una actitud
pasiva que activa de la enfermedad. Cuán frecuente es el que el enfermo se
autocompadezca. Cuántas veces le echamos la culpa al médico de todo lo que nos
pasa. Seamos serios. Cada vez que a un paciente nuevo, cuando llegan a mi
consulta por un problema reumático le digo como primera medida que debe comer
hasta que le diga exclusivamente frutas y verduras, se lleva las manos a la cabeza.
Claro, todavía se extraña más cuando le hablo de vaciar el intestino.
Cuántas veces no hacemos los ejercicios que el médico nos ha recomendado
practicar a diario para mejorar nuestras articulaciones. Cuantas veces...
LAS CRISIS CURATIVAS.
La pena es que suele crear dificultades
más adelante si seguimos no haciendo caso de
las señales que nos advierten de que algo no
funciona en nuestro interior. Por ejemplo,
desde el punto de vista de la Medicina
Biológica, el cuerpo, sometido hoy en día a
tantos y tantos tóxicos (polución, pesticidas,
radiaciones
nocivas,
sustancias
químicas
nocivas propias de nuestro metabolismo...), de
vez en cuando busca la forma de eliminar al
exterior todas esas toxinas. Recordemos un
resfriado. La Medicina Moderna rápidamente
nos elimina el goteo nasal y la congestión.
Impedimos que nuestro organismo elimine por
la vía nasal las toxinas acumuladas. Incluso
para el paciente sería muy incómodo estar una
semana destilando por una nariz colorada.
Vamos a un ejemplo más gráfico. Cuando tomamos un alimento en malas
condiciones, nuestro organismo automáticamente rechaza estas toxinas y, las
elimina al exterior o mediante diarreas o vómitos, incluso de ambas maneras. La
Medicina Moderna nos dará un antidiarréico o un antiemético, para cortar el
síntoma. De este modo, impediremos que nuestro organismo elimine algo que
posteriormente nos va a crear problemas. Estas toxinas al permanecer en el
organismo tendrán que salir al exterior produciendo lo que se llama una crisis
curativa, como el resfriado comentado antes. La Medicina Biológica por el contrario
ayudará a la eliminación de esas toxinas, dejando que los sistemas de defensa del
cuerpo hagan su trabajo, y reponiendo los líquidos perdidos.
Estas crisis curativas
suceden precisamente cuando el sujeto cobra
conciencia de su salud y empieza a hacer algo, como comenzar un buen programa
de ejercicios o llevar una dieta racional, etc. Al cabo de pocas semanas le abate el
resfriado o cualquier otro proceso febril. Así comienza la crisis curativa, proceso
mediante el que se purifica y fortalece el organismo; es que el cuerpo reacciona a
nuestros esfuerzos por restablecer su salud. Es como cuando queremos limpiar de
porquería el fondo de un canal o de un río. Al remover en el fondo, se viene a la
superficie, y en apariencia el agua será más sucia. Así, podremos filtrarla y
conseguiremos que el lecho quede limpio.
Hay muchas veces que los pacientes aprovechan estas crisis como excusa
para seguir con una alimentación sana, con una vida sana. No niego que es
molesta, pero si aguantamos el chaparrón, saldremos muy fortalecidos. La crisis
curativa aparece cada vez que el cuerpo necesita purificarse. El cuerpo elegirá el
momento en que se halle con vitalidad suficiente para resistir el proceso; por eso,
las crisis curativas aparecen cuando mejor creemos estar y disponemos de más
tiempo (es sorprendente comprobar cuantas personas enferman al estar de
vacaciones).
LAS CRISIS DE MALESTAR.
A veces lo que se produce es lo que llamamos crisis de malestar. Es lo que
ocurre cuando el organismo está saturado hasta el límite de toxinas, sustancias de
desecho y mucosidades. Es lo que sucede cuando no hemos prestado atención a
esas señales de alarma que he comentado antes. El organismo está totalmente
saturado y los gérmenes encuentran un terreno de lo más favorable y proliferan. La
toxicidad se intensifica e irá a atacar los puntos más débiles.
Se produce la enfermedad cuando las defensas orgánicas y la vitalidad están
más débiles. En ese momento todavía tenemos posibilidades y, como última
oportunidad surge la crisis de malestar, como recurso para salvar la vida. Es una
purificación forzada, una limpieza intensa, ya que estaban empezando a aparecer
lesiones en diferentes órganos, los estados precancerosos, las septicemias, etc.
Esta etapa podrá durar semanas o incluso meses, según el deterioro al que
hayamos permitido llegar a nuestro organismo.
Todos sabemos lo frecuente que es enfermar con el principio de la estación
fría. Al enfriarse el cuerpo físico todos los vasos se contraen y ello fuerza una
eliminación de toxinas. Consecuentemente, reaccionamos y cambiamos nuestros
hábitos, aunque ya no podemos evitar las lesiones. Es lo que ocurre en los infartos
de miocardio, en los que algunos pacientes ven las “orejas al lobo” y deciden hacer
balance de su vida, cuidando los cuatro aspectos: físico, emocional, mental y
espiritual.
DECÁLOGO DE LA CONSERVACIÓN DE LA SALUD.
Tenemos que darnos cuenta de que nosotros somos los únicos responsables
de nuestra salud. Al menos desde el momento en el que tenemos uso de razón, de
forma individual y, hasta ese momento, nuestros padres tienen la obligación de
documentarse e indicarnos lo que se debe y no se debe hacer.
Cuando caemos enfermos, nosotros somos los que nos tenemos que curar.
El médico es sólo el que nos guiará en nuestro proceso de vuelta a la salud, pero
somos nosotros los que debemos ser conscientes de lo que debemos cambiar en
nuestras vidas para conservar nuestra salud.
Demos unas pinceladas de los puntos más importantes:
1.- Hacer como mínimo 3 comidas diarias. El desayuno
fuerte; la comida, intermedia; la cena, muy ligera.
2.- Comer abundante fruta de la estación fuera de las
comidas o en su defecto antes de comer.
3.- Todas las comidas tienen que tener verduras, fresca o
cocida.
4.- No comer más de 5 veces a la
semana carne o pescado.
5.- No beber agua durante las comidas. El resto del día, de litro
y medio a dos litros. Agua mineral.
6.- No consumir azúcar blanco. Sólo de caña.
7.- No beber leche de vaca, que sea preferiblemente de
almendras o soja no transgénica.
8.- No más de 2 huevos a la semana.
9.- Utilizar aceite de oliva de primera presión en frío, vinagre de manzana y sal
marina.
10.- Hacer ejercicio diariamente. Al menos caminar 1
hora.
11.- Hacer una cura de desintoxicación al comienzo de
cada estación.
12.- Tener tiempo libre para uno mismo,
reflexionar, dialogar, estar con la familia.
13.- Ser positivo. Sólo se vive una vez.
para
14.- No perder el tiempo en discusiones absurdas. Dar cariño a los demás.
15.- Dormir al menos 7 horas diarias o lo necesario para
encontrarnos bien.
16.- Los alimentos de la tierra que sean preferiblemente
de cultivo biológico.
17.- Dormir con el colchón adecuado (preferiblemente
látex) y somier de madera.
18.- Controlar la contaminación electromagnética y las
geopatías.
19.- Ayudar en lo posible al prójimo, nos sentiremos mejor.
20.- Ayudar a conservar nuestro entorno sano.
“El cuerpo es el templo de la vida. La energía es la fuerza de la vida. El
espíritu es el gobernador de la vida. El desequilibrio de uno de ellos daña a los
tres. Cuando el espíritu asume el mando, el cuerpo lo sigue de forma natural y
esta disposición beneficia a los Tres Tesoros. Cuando el cuerpo dirige, el espíritu
lo sigue y eso daña a los Tres Tesoros.”
Clasico Wen Tse, siglo I
a. C.