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ALCOHOLISMO Y DEPRESIÓN
Recientemente dentro del campo de la salud mental y de la psiquiatría de
las adicciones, se utiliza la expresión comorbilidad psiquiátrica para indicar
la presencia simultánea de un trastorno mental y de problemas causados por
el uso de alcohol y otras drogas; denotando con ello la coexistencia de dos trastornos independientes, pero invariablemente interactuantes. Es indispensable
tomar en consideración la evidencia de que estos pacientes, independientemente del diagnóstico de intoxicación o dependencia, con regularidad cursan
con otros trastornos psiquiátricos adicionales. En consecuencia una primera
aproximación para estructurar una propuesta para identificar cuál condición
puede ser considerada como el “problema primario”, si el trastorno psiquiátrico
o el uso de sustancias, es indispensable para realizar una historia clínica completa que posibilite esclarecer esta situación, e identificar las posibles causas
del trastorno psiquiátrico primario; es decir establecer un correcto diagnóstico
que permita discriminar si la sintomatología se correlaciona con el uso de alcohol y otras drogas, o bien, si corresponde a otra entidad nosológica.
En el sentido anteriormente indicado se viene insistiendo, en que cada vez
existen pruebas más evidentes, que ponen de manifiesto un nexo muy estrecho
entre alcoholismo y depresión, señalando que estas dos entidades se presentan frecuentemente en el mismo paciente. Se asevera que los síntomas de
depresión son predominantes en los alcohólicos en comparación con varias
categorías diagnósticas de pacientes psiquiátricos.
“Los ejemplos más comunes de comorbilidad psiquiátrica incluyen las correlaciones de depresión mayor y adicción a la cocaína; adicción de alcohol y trastorno de pánico (TA); adicción a diversas sustancias y
esquizofrenia, así como trastorno limítrofe de la personalidad y abuso
episódico de diversas sustancias” (Dr. Lino Díaz Barriga Salgado).
“A juicio de diversos expertos en alcoholismo y toxicomanías, “la patología dual” ha experimentado un intenso crecimiento en los últimos años. Se
prevé que para el año 2010 más del 70% de la población psiquiátrica presentará algún tipo de drogodependencia. Teniendo en cuenta estas perspectivas
psicopatológicas a devenir en un futuro tan cercano “resulta fundamental diferenciar si los trastornos psíquicos asociados al consumo del alcohol son primarios o si son drogo-inducidos”. Se considera que la prevalencia de pacientes
con patología psiquiátrica que presentan comorbilidad es del 19,8%; el 55%
de los pacientes alcohólicos poseen trastornos psíquicos complementarios y el 64% de los toxicómanos no alcohólicos presentan patología psíquica
concomitante. De los pacientes alcohólicos, el 13,4% registraban trastornos afectivos, el 3,8% esquizofrenia, el 14,3% presentaban trastornos de
personalidad antisocial, más del 19% mostraban trastornos de ansiedad, y
el 36,6% presentaba otro trastorno psiquiátrico” (Dr. M. Casas Brugué).
José Manuel González Campa
médico psiquiatra, considerado como uno de los más significativos científicos
europeos en el ámbito de la salud mental.
“Referente a la comorbilidad entre alcoholismo y depresión, diversos estudios
realizados hablan de que “la prevalencia de alcoholismo / depresión está poco
definida”, y la sitúan entre un 30% y un 90% durante el consumo activo. Después
de 34 semanas de abstinencia se experimentaría una reducción significativa en
este porcentaje, llegándose a valores de prevalencia del 6-25%. En estudios recientes se insiste en que se debe de abordar esta problemática tratando de estudiar la patología depresiva previa al alcoholismo, la inducida por el consumo de
alcohol y la desencadenada por el síndrome de abstinencia, así como la producida
por alteraciones orgánicas (encefalopáticas) derivadas de la ingesta crónica de alcohol etílico” (Dr. M. Casas Brugué).
Hasta aquí algunas de las consideraciones que en los últimos tiempos se
vienen teniendo sobre la problemática de la comorbilidad psiquiátrica y de manera más específica y concreta sobre la psicopatología dual alcoholismo / depresión.
Antes de seguir analizando de una manera más incisiva y pormenorizada la
patología alcoholomanígena - depresiva, considero una cuestión epistemológica fundamental o hermenéutica - científica plantearse la siguiente pregunta: ¿El
alcoholismo es un síntoma o una enfermedad? La respuesta a este interrogante puede contribuir a resolver una serie de contradicciones que hoy tienen
plena vigencia en el campo de la psicopatología y de la praxis clínica psiquiátrica.
Para el autor de este trabajo el alcoholismo es siempre una enfermedad cuya
acción deletérea desestructura integralmente a la persona que la padece. El alcoholismo crónico produce en los seres humanos trastornos somático s, y psíquicos que avocan al enfermo/a a padecer alteraciones orgánicas,
psicoemocionales, psicoafectivas, sociofamiliares, sociolaborales, psicosociales,
psicopatológicas, morales y espirituales (noéticas).
El comité de expertos de la OMS desde 1955 asimila el alcoholismo a las
otras formas de dependencia física y psíquica de las drogas. Hablando de la alcoholdependencia es conveniente tener en cuenta el significado etimológico de los
términos toxicomanía, habituación, adicción, dependencia y capacidad de abstinencia y capacidad de control.
Se define como dependencia un estado psíquico, y a veces físico resultante
de la interacción de un organismo vivo y una sustancia o fármaco. Este estado
puede acompañarse o no de tolerancia (necesidad de aumentar la dosis de droga
para conseguir los mismos efectos farmacodinámicos).
La dependencia psíquica, que habla de la necesidad psicológica de una sustancia, se equipararía al término habituación.
La dependencia física constituiría lo que definimos como adicción (es un estado de adaptación, de un organismo a una sustancia toxicomanígena que se manifiesta por intensos trastornos físicos que se presentan cuando se suspende la
administración de dicha droga o cuando su acción es afectada por la administración de un antagonista específico).
La capacidad de abstinencia consiste en la posibilidad que tienen todos los
seres humanos de abstenerse del consumo de sustancias que crean dependencia;
en el caso concreto que nos ocupa la capacidad de abstinencia de un enfermo/a
alcohólico/a consistiría en la posibilidad volitiva de esa persona para abstenerse
del consumo de bebidas alcohólicas sin tener que sufrir ninguna lucha o confrontación dialéctica angustiosa en la esfera de su intimidad.
La capacidad de control consiste en la capacidad que tienen la casi totalidad
de los seres humanos de interrumpir la ingesta de una sustancia toxicomanígena
(drogas) en el momento que la persona lo decide; en el caso del consumo de bebidas alcohólicas se trataría de poder interrumpir la ingesta etílica de manera vo-
luntaria sin esfuerzo alguno por parte de la persona que estuviera consumiendo
una bebida alcohólica.
El término toxicomanía expresa toda relación patológica con las drogas.
Para realizar un diagnóstico de alcoholismo crónico es necesario tener en
cuenta la significación de los términos analizados a la luz de los trastornos psicopatológicos y clínicos que el paciente presente.
Volviendo al problema de la comorbilidad psiquiátrica y específicamente al diagnóstico dual alcoholismo / depresión, voy a exponer a continuación algunas de
las clasificaciones más importantes que se han venido manejando en las últimas
décadas.
Philip Solomon y Vernon D. Patch en su Manual de Psiquiatría, distinguen
tres tipos de alcoholismo:
1) Alcoholismo social
2) Alcoholismo neurótico
3) Alcoholismo psicótico, y dentro de este último apartado:
a) Alcoholismo esquizofrénico
b) Alcoholismo maníaco - depresivo.
Esta clasificación, como cualquier otra que pudiera hacerse, contiene elementos
psicopatológicos y clínicos de un valor incuestionable; pero en cualquier caso tengo
que manifestar que no es posible clasificar de manera rígida a los enfermos/as alcohólicos/as en departamentos estanco rígidos y cerrados. La realidad psicológica, psicopatológica y existencial de los pacientes alcohólicos
trasciende todos los encasillamientos casuísticos que hasta el presente se han ido
elaborando. Cualquier paciente que padece un problema de alcoholismo crónico
puede devenir su existencia toxicomanígena con alteraciones sociopáticas, neuropáticas, psicopáticas y psicóticas.
La clasificación de Philip Solomon y Vernon D. Patch podría ser asimilada a la
elaborada por el Profesor Alonso Fernández y que se expone en diversas obras
suyas.
El alcoholismo social se correspondería con el bebedor habitual excesivo.
El alcoholismo neurótico se correspondería con el bebedor alcoholómano.
El alcoholismo psicótico se correspondería con el bebedor enfermo psíquico.
Volviendo sobre mis consideraciones analítico - críticas debo de manifestar que
cualquier enfermo/a alcohólico/a se puede convertir en un bebedor habitual excesivo, que busca la ingesta de bebidas alcohólicas para gratificar deseos insatisfechos
a nivel consciente o inconsciente y que por consiguiente existen elementos neuróticos que juegan un papel importante en su ingesta etílica; por otro lado es bien
conocido que el alcoholismo crónico conduce a la larga a alteraciones psicopatológicas (psicoafectivas, psicoemocionales o psicóticas) de la personalidad.
A la luz de todo lo anteriormente expuesto creo que se puede llegar a la siguientes conclusiones:
1) El alcoholismo crónico debe reconocerse como una enfermedad; es
decir, como una entidad nosológica concreta y específica.
2) Dicha enfermedad se instaura cuando la persona afectada por la ingesta
de bebidas alcohólicas pierde su capacidad de control, su capacidad de abstinencia o ambas.
3) Es necesario no confundir, en el caso de la enfermedad alcohólica, el síntoma con la enfermedad. Explicitaré mejor este concepto:
Una persona puede comenzar su ingesta etílica (en un primer momento de su
devenir toxicomanígeno) condicionada por factores peristáticos pertenecientes a su
perimundo o entorno psicosocial en el que vive inmersa; de tal manera que la influencia de hábitos toxicomanígenos sociales, familiares, etc. pueden influir en que
un ser humano empiece a ingerir con determinada frecuencia bebidas alcohólicas.
Asimismo pueden surgir pulsiones procedentes de los estratos inconscientes de su
personalidad que le lleven a la ingesta de alcohol etílico para satisfacer el principio
del placer. Existe también la posibilidad de que la persona sufra alteraciones de su
salud mental (neurosis o psicosis) que le induzcan a la ingesta de alcohol etílico para
contrarrestar sentimientos de ansiedad, angustia, tristeza, frustración, etc. En todos
estos casos la ingesta de bebidas alcohólicas, en el principio de la carrera toxicomanígena, seria Un Síntoma, pero la reiteración en el tiempo del consumo de alcohol
etílico llegaría a producir alteraciones del funcionamiento bioquímico cerebral de la
persona, y cuando esta realidad sucediera se produciría una dependencia física por
adaptación de los productos finales del metabolismo del alcohol etílico a determinadas
zonas cerebrales que son receptores de los denominados opiáceos endógenos (endorfinas y encefalinas). Llegada esta realidad bioquímica - cerebral el paciente habría
establecido una dependencia psíquica, una dependencia física y habría perdido
su capacidad de control y en la inmensa mayoría de los casos su capacidad de
abstinencia; en otras palabras: el Síntoma se habría convertido en Enfermedad.
4) Hoy en día en las diversas clasificaciones nosológicas de las enfermedades
mentales (DSM III - DSM IV - CIE) se suele abordar la problemática del alcoholismo
crónico diagnosticándole con la calificación de Dependencia al Alcohol. Aunque es
cierto que en un enfermo/a alcohólico/a existe siempre una dependencia al alcohol
etílico, esta realidad no explica, por si misma, todos los factores psicodinámicos, etiopatogénicos, psicopatológicos y clínicos que se dan en el Alcoholismo Crónico.
El Alcoholismo Crónico constituye una entidad nosológica clara y compleja. La sintomatología de esta enfermedad es abigarrada y múltiple y se pone de
manifiesto por una serie de síntomas que son expresión de las alteraciones fisiopatológicas, neurológicas, bioquímicas, psicoemocionales, psicoafectivas y noógenas o
neumáticas que se dan en la persona afectada por dicha enfermedad.
5) Cuando se realiza en un enfermo/a alcohólico/a una buena exploración clínica, lo cual implica realizar una investigación anamnésica profunda y detallada, se
encuentran siempre alteraciones de la esfera psicoemocional y psicoafectiva; es decir se encuentran alteraciones de la esfera timopática (esfera afectiva)
que se ponen de manifiesto por padecer la siguiente sintomatología: ansiedad, angustia y manifestaciones depresivas (tristeza, pena, remordimientos, sentimientos de culpa, labilidad psicoemocional con tendencia al llanto y, en múltiples
ocasiones, crítica autopunitiva con posible descarga catártica de tipo autolítico).
En cuanto a los síntomas depresivos se dice que se ponen más de manifiesto entre
los bebedores altos y abstinentes y menor entre los bebedores moderados.
Esta última aseveración hay que considerarla con muchísima prudencia, aunque no
sea más que por tener en cuenta la denominada niebla alcohólica (situación de un
estado de conciencia obnubilada en la cual el sujeto enfermo no es capaz de viven
ciar su propia situación anímica y existencial con suficiente nitidez para poder expresar al investigador los sentimientos que experimenta en cuanto a su estado de
ánimo).
Continuando con las consideraciones sobre la comorbilidad alcoholismo/depresión, voy a exponer a continuación mi concepción sobre esta realidad psicopatológica. En mi experiencia científica y clínica la relación alcoholismo / depresión
se deviene de la siguiente manera:
a) La DEPRESIÓN como SÍNTOMA del ALCOHOLISMO
b) La DEPRESIÓN como CAUSA del ALCOHOLISMO
c) La DEPRESIÓN como SECUELA del ALCOHOLISMO
En esta clasificación, que establezco, la depresión la considero fundamental-
mente desde el punto de vista de la clasificación nosológica establecida y estructurada
por el Dr. Víctor Frankl. Este autor establecía las siguientes modalidades clínicas
desde el punto de vista timopático:
1) Depresión somatógena: se trataría de aquellos síndrome s depresivos
que tendrían como infraestructura etiopatogénica alteraciones de la esfera somática
del organismo humano. El Alcohol etílico, como anteriormente hemos dejado expuesto es capaz de actuar desestructurando el organismo a nivel físico - orgánico
hasta llegar a producir alteraciones bioquímicas profundas en la esfera de su intimidad; como consecuencia de dichas alteraciones bioquímicas a nivel cerebral, y de los
trastornos hormonales que se pueden producir por la actuación del alcohol etílico
sobre diversas glándulas de secreción interna (tales como el hígado, hipotálamo, testículos, ovarios y cápsulas suprarrenales) el enfermo alcohólico puede llegar a padecer como síntoma de su Alcoholismo Crónico una verdadera Depresión. Por
consiguiente la depresión en este caso no constituiría una entidad nosológica (clínica) añadida o superpuesta al problema toxicomanígeno, sino que sería una consecuencia psicopatológica y psicoemocional del mismo.
2) Depresión Psicógena: se trataría de alteraciones psicoemocionales y psicoafectivas de naturaleza psíquica desde el punto de vista causal y que estarían producidas por trastornos intrapsíquicos vivenciados a nivel consciente e inconsciente;
dichos trastornos impulsarían al individuo al consumo de bebidas alcohólicas con
la finalidad de resolver los deseos, traumas o contradicciones surgidos en la esfera
de la intimidad del paciente. En este caso la depresión podría constituir una entidad
primaria que avocase a un problema de alcoholismo o ser un síntoma más de la toxicomanía alcohólica padecida por una persona, dado que el alcohol etílico, actuando en la esfera de la intimidad psicofísica de un ser humano, puede producir
trastornos tanto psicológicos como orgánicos que se expresen en forma de un síndrome depresivo.
3) Depresión noógena: se trataría de un síndrome depresivo gestado a partir de la problemática existencial, moral y espiritual de una persona. El paciente que
se encuentra en una situación de depresión noógena tendería a buscar la realización de deseos profundos, de naturaleza metafísica, que se devienen en los estratos
más inaccesibles de la esfera de su intimidad. Entre los impulsos o deseos que surgen
de dicha esfera se encuentra lo que el autor del libro de Eclesiastés en su capítulo
3 y verso 11 denomina “el deseo vehemente por la eternidad o el deseo por la
vivencia del tiempo indefinido”. No sólo la Revelación Bíblica, sino que también
los contenidos de La Mitología (como ejemplo más paradigmático podemos tener en
cuenta la mitología griega) ponen de manifiesto que el ser humano necesita satisfacer
demandas surgidas de lo más profundo de su corazón para intentar conseguir su realización; en este sentido debemos tomar en consideración una frase lapidaria pronunciada por el gran filósofo español José Ortega y Gasset, cuando afirmó: “Antes,
mucho antes de que el VINO fuese considerado un problema administrativo,
fue el VINO un DIOS”. Es bien conocido en el campo de la psicología y psicopatología de las adicciones que muchas sustancias toxicomanígenas son consumidas por
los seres humanos, desde tiempos inmemorial es, para buscar la realización de deseos y sentimientos de naturaleza místico - religiosa.
El entorno psicosocial, sociolaboral y sociofamiliar en el que los seres humanos
nos devenimos no es capaz en la mayoría de las ocasiones de satisfacer los impulsos
o demandas que surgen de la esfera de nuestra intimidad y que demandan una gratificación inmanente y trascendente. Muchos enfermos y enfermas alcohólicas,
aunque no tengan consciencia de estos impulsos o deseos, consumen alcohol etílico
con el fin de alcanzar una realización de sus frustraciones metafísico - existenciales.
Aun en este caso en que la ingesta de bebidas alcohólicas constituye un síntoma
de la depresión noógena, cuando la persona que la padece llega a establecer una
dependencia psíquica y/o física del alcohol etílico, el síntoma se trasforma en enfermedad; y el enfermo con un alcoholismo crónico experimenta sentimientos de
angustia, ansiedad, culpa y frustración que le lleva a padecer un síndrome depresivo como expresión sintomatológica de su alcoholismo crónico.
La depresión como secuela del alcoholismo es aquella que se pone de manifiesto cuando el enfermo/a alcohólico/a deja de consumir bebidas etílicas después
de haber realizado un tratamiento de desintoxicación y deshabituación y de estar integrado/a en un grupo psicoterapéutico de autoayuda. Este síndrome secuelar de
fenomenología depresiva puede deberse a alteraciones encefalopáticas por la acción deletérea que el alcohol etílico ejerce sobre determinadas estructuras del cerebro
humano, y especialmente sobre su corteza cerebral ( encefalopatía de Wernike, encefalopatía Minor, atrofia cerebral de tipo córtico subcortical, infartos cerebrales, etc.).
También la depresión postalcohólica puede deberse a alteraciones encefalopáticas
y bioquímicas que ponen de manifiesto en el paciente un síndrome patológico que se
expresa psicoafectivamente como lo hace una Psicosis Maniaco - depresiva; este síndrome evoluciona con fases depresivas y maniacas de tipo ciclotímico.
Por otro lado tenemos que tener en cuenta que la vida de un enfermo/a alcohólico/a gira alrededor del alcohol etílico y que esta droga regula y orienta toda la vida
del paciente, de tal manera que al desaparecer, el alcohol, de la experiencia vivencial
del mismo, deja una gran vacío existencial en la esfera de su intimidad. Para llenar
este vacío el paciente intenta sustituir la ingesta etílica por otras sustancias toxicomanígenas (tranquilizantes, ansiolíticos, antidepresivos o psicoestimulantes de tipo
cafeínico y nicotínico). Aunque parezca extraño un sustituto de “la gratificación alcohólico - toxicomanígena” puede ser el desarrollo de un síndrome depresivo,
mediante el cual el paciente intenta redimir los sentimientos de culpa que se
hacen conscientes en su esfera yóica (YO) al tomar conciencia de todas las
consecuencias negativas a las que le ha conducido su enfermedad alcohólica”. Es por esta causa que con bastante frecuencia, e incluso después de dos o tres
años de abstinencia el paciente experimenta tendencias autolíticas llegando en ocasiones a la consumación suicida.
Desde el punto de vista de la Rehabilitación de un paciente alcohólico, y en función de lo anteriormente expuesto tenemos que interrogamos de esta manera: “¿A
que precio vende el alcohólico su abstinencia?”. La respuesta a este interrogante
es compleja, pero fundamental, para poder hacer una interpretación adecuada a la
hora de valorar y evaluar el pronóstico y la evolución de un paciente. En múltiples
ocasiones el paciente alcohólico que toma conciencia de su enfermedad toxicomanígena y que sigue las indicaciones terapéuticas adecuadas para su desintoxicación y
rehabilitación desarrolla una ganancia secundaria de naturaleza inconsciente
que le puede avocar a sufrir un síndrome depresivo, una neurastemia o psicastemia postalcohólica (Rudolph Brun y Pierre Janet) o una neurosis de conversión
o trastornos psicosomáticos.
En definitiva comprobamos en la práctica clínica la estrecha relación que existe
entre el alcoholismo y la depresión; de tal manera que en la actualidad, y de una
manera especial en el mundo occidental, podemos hablar de una sociedad deprimida y tanática. Teniendo en cuenta que en dicha sociedad el alcoholismo crónico
afecta desde un 10% a un 20% de los miembros que la componen, podemos entender
como esta enfermedad influye en las depresiones y en el índice de suicidios que el
mundo occidental padece. Así hoy en día podemos hablar de:
a) Alcoholismo y depresión en niños.
b) Alcoholismo y depresión en jóvenes adolescentes.
c) Alcoholismo y trastornos de angustia en jóvenes.
d) Alcoholismo y depresión en adultos.
e) Alcoholismo y depresión en ancianos.
f) Alcoholismo y depresión en el cónyuge o compañero/a del paciente
alcohólico/a. Esta última situación se produce cuando al cabo de un tiempo de abstinencia del paciente alcohólico se desencadena en el cónyuge un síndrome depresivo
como expresión catártica de todo el sufrimiento reprimido durante el tiempo que el
paciente alcohólico estuvo consumiendo bebidas etílicas y desarrollando su enfermedad toxicomanígena.
Finalmente diremos que es necesario prestar la máxima atención al problema de
comorbilidad psiquiátrica que expresa la patología dual alcoholismo / depresión, pero siempre teniendo en cuenta que en la inmensa mayoría de las ocasiones
la depresión no constituye más que un síntoma de otra entidad nosológica y
clínica que denominamos alcoholismo crónico; de tal manera que el tratamiento
fundamental del síndrome depresivo que sufre un alcohólico/a no se debe basar en
la ingesta de psicofármacos, sino en la rehabilitación y abstinencia, continuada en el
tiempo, del paciente con esta problemática toxicomanígena.
En cuanto a la rehabilitación del paciente alcohólico/a es fundamental la integración del mismo en un grupo de autoayuda. Las terapias de grupo para pacientes
alcohólicos tienen como finalidad alcanzar las siguientes metas:
1) Desarrollar una conciencia de daño (es decir que el paciente tome conciencia de que el alcohol es una sustancia peligrosa para su salud, tanto psíquica
como física; dado que se trata de una droga que puede lesionar los diversos tejidos
de su organismo desde la piel al cerebro y que también puede desestructurar el equilibrio psicoemocional de la esfera de su intimidad).
2) Tomar conciencia de enfermedad (el paciente debe comprender que el
alcohol etílico no solamente es un veneno tóxico que puede dañarle, sino que constituye una sustancia toxicomanígena respecto de la cual puede desarrollar una dependencia psíquica y física; dependencia que hará inviable el desarrollo
equilibrado de su personalidad y que le avocará a una vivenciación catastrófica desde
el punto de vista existencial, ético y espiritual. La alteración fundamental que condiciona todos los trastornos aquí mencionados es aquella que se produce a nivel de las
alteraciones bioquímicas cerebrales que se dan en el paciente alcohólico y que
hacen desde este punto de vista que su enfermedad sea necesario considerarla
irreversible. Es decir el paciente alcohólico/a mantiene, a pesar de años de abstinencia, una alteración en el funcionamiento bioquímico de su cerebro que
hace que si vuelve a ingerir bebidas etílicas su enfermedad vuelva a ponerse en marcha de nuevo como si el periodo de abstinencia no hubiera tenido lugar).
3) Una vez cumplidos los dos objetivos anteriores, se debe actuar sobre el
paciente para que en este se despierte una motivación adecuada y suficiente para
que pueda llevarse adelante una rehabilitación integral de su persona con dimensiones psiconeumáticas, psicosociales, sociofamiliares, y sociolaborales, de tal
manera que a la larga no solamente consiga la plena realización de su persona y de
aquellas demandas más profundas que surgen de la esfera de su intimidad, sino que
al mismo tiempo se vaya convirtiendo en un agente de salud que redunde en beneficio de toda la comunidad en la que vive y deviene su existencia.
Fdo: Dr. J. M. González Campa
Especialista en Psiquiatría Comunitaria, Alcoholismo y Toxicomanías.
Ha sido Director Médico ­ Administrativo de los Servicios de Salud Mental
del Principado de Asturias.