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UNIDAD 9 - CONCENTRACIÓN, ATENCIÓN Y REFLEJOS:
TRASTORNOS QUE INFLUYEN
1. INTRODUCCIÓN
Los factores médicos con incidencia en la conducción son innumerables pero, en esta
unidad, se hará exclusivamente referencia a aquellos grupos de patologías y/o
alteraciones con incidencia en tres aspectos clave para la seguridad vial. Estos tres
aspectos, absolutamente decisivos para una buena conducción y lo suficientemente
interdependientes para poder ser abordados conjuntamente son la concentración, la
atención y los reflejos.
Por ello, a lo largo de esta unidad, se examinarán aquellos grupos de enfermedades
que pueden repercutir en mayor medida en la disminución de la concentración necesaria,
la atención precisa y los reflejos adecuados para una correcta conducta al volante y, por
tanto, la seguridad propia y ajena.
Los grupos a examinar son, en primer lugar, el significativo y prevalente conjunto de
los trastornos neurológicos de carácter menor, integrado esencialmente por las cefaleas.
En segundo lugar, se abordarán las principales alteraciones respiratorias que generan
dificultades y riesgos para la conducción. Finalmente, se hará referencia al gran conjunto
conformado por las que llamaremos alteraciones psiquiátricas, de gran diversidad y
gravedad dispar.
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2. TRASTORNOS NEUROLÓGICOS: CEFALEAS
Entre los numerosos trastornos neurológicos, examinaremos el grupo de las cefaleas.
Se entiende por cefalea el proceso doloroso que afecta con mayor frecuencia al ser
humano. Se calcula que el 95% de la población la presenta en algún momento de su vida.
A diferencia de otros dolores somáticos tiene un componente psicológico importante. Por
otra parte, además, constituye una de las patologías que es causa de una elevada
automedicación.
De acuerdo con los datos disponibles, la mayor parte de los dolores de cabeza, el 52%
de los casos, se deben a jaquecas o migrañas. La segunda causa de los mismos, son las
cefaleas tensionales que alcanzan el 32% de los casos. El 15% restante de supuestos se
reparte entre las cefaleas en racimo, post esfuerzo, por abuso de analgésicos o por causas
orgánicas graves. Entre estas últimas, la meningitis y los tumores cerebrales alcanzan sólo
un 3%.
Con carácter general puede afirmarse que existen dos grandes grupos de cefaleas, que
se diferencian atendiendo a dos criterios diferentes. Por un lado, su perfil temporal. Por
otro, su origen anatómico.
Así, se identifican, en primer lugar, las cefaleas primarias. Suponen el 95% de los
dolores de cabeza y son recurrentes. A su vez, se subdividen en migrañas, cefaleas
tensionales y cefalea en racimo.
El segundo grupo viene configurado por las cefaleas secundarias orgánicas. Se
caracterizan por ser cefaleas agudas y repentinas sin causa desencadenante y están
asociadas a procesos orgánicos cerebrales.
A continuación se examinan con mayor detalle algunas de ellas, atendiendo en primer
lugar a la sintomatología para abordar, en segundo lugar, el tratamiento más apropiado.
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2.1. Migrañas o jaquecas
Las migrañas, también denominadas jaquecas, afectan a un 12% de la población. Su
incidencia es de entre 2 a 4 veces más frecuente en mujeres, sobre todo cuando estas se
encuentran en edad fértil.
En numerosas ocasiones, la jaqueca es desencadenada por estrés emocional o por
cansancio. En algunos otros supuestos, menores, el origen pueden ser, bien, los cambios
hormonales (con la máxima manifestación para el periodo de la menstruación), bien los
cambios dietéticos (que pueden llevar a situaciones de hipoglucemias), la ingesta de
tiraminas del queso, la ingesta de triptófano, el alcohol y el tabaco.
Asimismo, las alteraciones en el ritmo del sueño, el entorno físico (cambios
atmosféricos, estímulos visuales o acústicos intensos) junto a la toma de algunos
medicamentos son también desencadenantes habituales en la aparición de la migraña.
Sin embargo, debe asimismo tenerse en cuenta que las jaquecas suelen tener un
componente hereditario. Así, más del 50% de los supuestos cuentan con antecedentes
familiares.
Como ya se ha indicado, la disparidad y diversidad del grupo que nos ocupa, permite
una subclasificación de estas migrañas o jaquecas.
Así, se puede distinguir entre migrañas sin aura o migraña común, presente en el 75%
de los casos y migraña con aura o clásica.
Esta última tiene, en la mayoría de los casos, un componente visual que puede consistir
bien en luces centelleantes, visión borrosa o percepción alterada de los objetos. Sin
embargo, a veces también se presenta con alteraciones sensitivas tipo parestesias y
disestesias. Incluso, en una minoría de los casos, se presenta con alteraciones motoras.
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Se caracteriza clínicamente por accesos dolorosos pulsátiles hemicráneales, asociados a
náuseas, vómitos en el 90% y 50% de los casos respectivamente y asociado fotofobia y
fonofobia, que se agravan por el ejercicio físico y mejoran con el sueño.
Por otro, por los que se refiere al desarrollo del proceso migrañoso se pueden
diferenciar asimismo las siguientes etapas. No obstante, debe señalarse que no
necesariamente deben presentarse todas estas fases en cada uno de los procesos. En la
práctica, en la mayoría de los casos no están siempre presentes todas ellas. Sin embargo,
es importante conocer cada una de esas fases: prodrómica, aura, fase de cefalea y fase
de resolución.
La primera de ellas, la fase prodrómica es a veces muy difícil de identificar. Hace
referencia a que en el periodo de 24 horas anterior a la cefalea propiamente dicha los
pacientes describen irritabilidad, excitabilidad, hiperactividad, sensación de malestar,
escalofríos, bostezos, cambios de apetito y alteraciones del ritmo intestinal.
La segunda, aura, ya descrita anteriormente, aparece sólo en el 20 % de los pacientes
y es de corto periodo de duración.
En cambio, la fase de cefalea, que oscila de 4 a 72 horas de duración, conlleva una
mejoría con el sueño y el frío y no siempre, ni necesariamente, se obtiene mejoría con la
ingesta de analgésicos.
Finalmente, la fase de resolución que implica el cese de la sintomatología. En
ocasiones, en esta fase se genera un comportamiento eufórico del paciente como
consecuencia del alivio percibido, con el consiguiente riesgo para la conducción de
vehículos.
En cuanto al tratamiento de las migrañas debe señalarse que éste es múltiple y
complejo. Además es de carácter muy individualizado e incluye tanto medidas
farmacológicas como no farmacológicas.
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Entre las recomendaciones generales iniciales destaca, en primer lugar, la necesidad de
realizar un calendario donde se identifiquen los factores desencadenantes, duración e
intensidad de las crisis y la respuesta a tratamientos anteriores.
Las medidas no farmacológicas incluyen técnicas de relajación, modificaciones
conductuales entre las que se encuentran horarios regulares de comidas, sueño, ejercicio
físico regular y evitar alimentos desencadenantes como chocolate, quesos, evitar el alcohol
y manejo conductual de la tensión emocional.
Las medidas físicas en las crisis de dolor consisten en permanecer inmóvil acostado en
una habitación sin luz ni ruidos con la cabeza ligeramente elevada.
Los tratamientos farmacológicos deben ser administrados en las fases prodrómicas y
aura siempre que sea posible ya que aumenta significativamente su eficacia y reduce
considerablemente la duración del proceso.
La terapéutica inespecífica incluye tanto analgésicos, AINE, antieméticos, ansiolíticos,
hipnóticos.
Los tratamientos específicos son los derivados ergotamínicos y los agonistas de la
serotonina o triptanos. Los ergotamínicos son sólo eficaces en el inicio de las crisis y
presentan gran cantidad de efectos secundarios tales como aumento de náuseas y
vómitos, vasoconstricción periférica, isquemia óptica y sudoración.
Los triptanos son actualmente los fármacos de mayor uso ya que presentan un mayor
índice de eficacia, se pueden administrar en cualquier fase de la migraña y mejoran
significativamente las náuseas y vómitos. Sin embargo su alto coste y su perfil de efectos
secundarios sobre todo cardiovasculares les convierten en fármacos de segunda línea tras
los antiinflamatorios y antieméticos en los casos graves o resistentes.
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En estos casos, la sensación de inestabilidad y la somnolencia son los efectos
secundarios más frecuentes. Además, están contraindicados en pacientes cardiópatas.
En cambio, una ventaja a tener en cuenta es su presentación para vía oral, subcutánea
y nasal.
La profilaxis de la migraña debe ser considerada si la frecuencia es mayor de tres
episodios al mes o cuando interfiera considerablemente en las actividades diarias, o en
que los fármacos estén contraindicados o no se toleren o exista un abuso de ellos.
De todos los fármacos a los que se puede recurrir para prevenir la migraña, los
betabloqueantes,
los
antagonistas
del
calcio,
los
antidepresivos
tricíclicos,
los
antiserotoninérgicos y los antiepilépticos son los más habituales con efectos secundarios
frecuentes que pueden interferir la conducción.
2.1.1. Consejos para el paciente sobre migrañas o jaquecas
•
En definitiva, visiblemente el episodio de migraña incapacita la conducción.
•
Además, aunque los síntomas puedan remitir con la medicación, los efectos
secundarios de estos merman claramente la capacidad de conducción.
•
Finalmente, un aspecto clave a tener en cuenta es la conducta a adoptar en el
caso que el inicio de los síntomas ocurra mientras se esté conduciendo. En este
supuesto, es importante recordar que se debe detener el vehículo y pedir
ayuda. En ningún caso debe intentarse llegar al destino forzando la conducción.
•
Recordar que los tratamientos profilácticos de la migraña también tienen efectos
secundarios que deben ser tenidos en cuenta y valorados con carácter previo.
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2.2. Cefalea tensional
Por su parte, la cefalea tensional está caracterizada por ser una sensación de presión
que generalmente se inicia en la región occipital o frontal y que posteriormente se irradia
holocraneal. Es de intensidad moderada e imprecisa respecto a la temporalidad de inicio y
finalización. Con frecuencia tiende a cronificarse.
En algunas ocasiones este tipo de cefalea empeora con la conducción en las ciudades
por irritabilidad ante el
tráfico, pérdida de paciencia y mal humor. Todo lo anterior
provoca una contractura de los músculos maseteros y tensión en las articulaciones
temporomandibulares al apretar los maxilares aumentando el dolor.
La medicación habitual en estos cuadros incluye además de los analgésicos de primer y
segundo escalón de la escalera analgésica de la OMS (analgésicos, AINE, opiáceos),
relajantes musculares y benzodiacepinas.
También en este caso los pacientes se automedican con frecuencia con tratamiento
sintomático sin tener en cuenta los efectos secundarios que pueden interferir en la
conducción, buscando el alivio inmediato y gratificante que supone la desaparición de la
cefalea.
2.2.1. Consejos para el paciente sobre la cefalea tensional
•
En este supuesto, la recomendación del médico con respecto a la conducción
debe incluir consejo sobre hábitos de vida más relajantes y advertencia de los
efectos secundarios de la medicación para extremar la precaución al conducir.
•
En estos casos, es de especial relevancia la comodidad dentro del vehículo. Así,
el asiento debe tener bien regulado tanto el respaldo como la altura para
permanecer en una posición que no provoque contractura de la columna dorsal,
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•
lumbar y cervical. El reposacabezas debe situarse en la correcta posición y la
distancia al volante ha ser la adecuada.
•
Además, debe tomarse en consideración que un nivel muy elevado del volumen
de la música, las emisoras aburridas y los coloquios irritantes deben ser
evitados.
•
Debe igualmente tenerse en cuenta que la fatiga y el sueño pueden
desencadenar la cefalea. Por ello es importante recordar que se debe estar
descansado antes de realizar un viaje.
2.3. Cefalea acumulada en racimos
En cuanto la cefalea acumulada en racimos debe señalarse que se presenta con un
dolor muy intenso orbitofrontal de horas de duración y que tiene una gran repercusión
emocional así como manifestaciones oculares (lagrimeo e inyección conjuntival).
En este caso, y a diferencia de la migraña, los pacientes encuentran alivio con la
deambulación en vez del reposo.
Sin embargo, el tratamiento es similar al de la migraña incluyendo la administración de
oxígeno inhalado.
2.3.1. Consejos para el paciente sobre la cefalea acumulada en racimos
•
En este caso el grado de incapacitación que genera impide claramente la
conducción.
•
No debe permitirse en ningún caso la conducción.
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•
Son de aplicación en este caso los consejos relativos a la medicación indicados
para las migrañas.
2.4. Cefalea neuralgia trigémino
Esta cefalea, denominada neuralgia trigémino, se caracteriza por un dolor muy intenso
paroxístico, insufrible, de varios segundos a minutos de duración discontinuo, que se
manifiesta como descarga eléctrica, lancinante en el territorio de las ramas sensitivas del
nervio trigémino más frecuentemente la maxilar superior.
A menudo se desencadena al contacto con un punto gatillo o por la actividad de la zona
afectada como en la masticación.
En este caso, el tratamiento de elección es la carbamazepina a dosis progresivas. Ello
puede provocar efectos secundarios tales como somnolencia e intolerancia digestiva.
2.4.1. Consejos para el paciente sobre cefalea neuralgia trigémino
•
Por ello, también en esta patología, está manifiestamente impedida la
conducción debido a la intensidad del dolor, claramente incapacitante.
•
Como mecanismos preventivos de los estímulos desencadenantes de las crisis
dolorosas se debe recomendar no dirigir la salida del aire acondicionado
directamente a la cara, no masticar chicle conduciendo así como no apretar la
mandíbula.
•
Además, también en este caso, se debe advertir al paciente de los efectos
secundarios del tratamiento con carbamazepina.
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CLAVES A TENER EN CUENTA
•
Las cefaleas pueden llegar a impedir por completo una conducción segura.
•
Los
tratamientos
farmacológicos
habituales,
tanto
profilácticos
como
terapéuticos, inciden negativamente en la seguridad de la conducción, por sus
múltiples y frecuentes efectos secundarios que alteran la concentración,
atención y reflejos.
•
Uno de los aspectos más delicados en la labor médica en este caso es
sensibilizar y persuadir al paciente de los riesgos que comparta su patología
dado que, en muchas ocasiones, no es consciente de ello.
3. ALTERACIONES RESPIRATORIAS
Entre las principales alteraciones respiratorias que generan dificultades y riesgos para la
conducción se van a señalar exclusivamente aquellas que generan disnea y aquellas
desencadenantes de tos y expectoración que se engloban bajo la denominación de
infecciones de las vías respiratorias superiores.
Tras una sucinta descripción de las mismas, se hará referencia a su fisiopatología y
diagnóstico diferencial para, finalmente, apuntar aquellas principales indicaciones y
recomendaciones a realizar en cada uno de los supuestos.
3.1. Disnea
Por lo que respecta a la disnea, con esta expresión se hace referencia a la sensación
subjetiva de una respiración difícil, laboriosa o molesta. Es, por tanto, un término que se
aplica a la sensación de “falta de aire”, a la desagradable conciencia de padecer dificultad
para respirar así como a la reacción del paciente ante esta sensación.
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La disnea puede ser consecuencia de múltiples trastornos. Estos pueden variar desde
los de carácter no urgente hasta los que tienen consecuencias mortales.
Sin embargo, la gravedad de la disnea no se relaciona de forma directa con la
severidad de la enfermedad subyacente. En cambio, sí puede estar influida por múltiples
factores psicológicos, culturales y por los estímulos externos. De entre los primeros, los
psicológicos, destacan los de carácter emocional así como el tipo de personalidad del
paciente.
El control de la disnea puede ser una auténtica urgencia, máxime si se tiene en cuenta
que es uno de los síntomas más difíciles de controlar.
Es importante distinguir la disnea de otros signos y síntomas, que pueden dar lugar a
confusión: taquipnea, hiperpnea, ortopnea, hiperventilación y disnea paroxística nocturna
(DPN).
La taquipnea implica un ritmo respiratorio más rápido de lo normal. Como consecuencia
de ello, se produce una respiración más superficial. Para considerarla como tal las cifras de
referencia normales oscilan entre 44 ciclos por minuto en el recién nacido hasta 14-18
ciclos por minuto en los adultos.
Por su parte, la hiperpnea consiste en una ventilación por minuto superior a la normal
para adaptarse a las necesidades metabólicas, produciendose inspiraciones más profundas
de lo habitual.
En cambio, la ortopnea hace referencia a la disnea que aparece en decúbito. En general
es consecuencia de insuficiencia ventricular izquierda o enfermedad pulmonar obstructiva
crónica. Se mide habitualmente por el número de almohadas que el paciente necesita usar
en la cama.
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La hiperventilación consiste en una ventilación por minuto que supera las necesidades
metabólicas. En este caso, la gasometría arterial muestra característicamente una Pa O2
normal con una alcalosis respiratoria no compensada.
Finalmente, se denomina disnea paroxística nocturna (DPN) a la aparición brusca de
disnea cuando se está acostado por la noche. Se relaciona con insuficiencia cardiaca
congestiva.
Por lo que respecta a la fisiopatología, se desconocen los mecanismos reales causantes
de disnea. En todo caso, la respiración normal está controlada por el centro respiratorio
situado en el bulbo raquídeo, por los quimiorreceptores periféricos situados cerca de los
cuerpos carotídeos y por los mecanorreceptores situados en el diafragma y los músculos
esqueléticos. Cualquier desequilibrio en estos órganos se percibe como disnea.
Mayoritariamente se considera que la sensación de disnea se desencadena mediante
alguno de los siguientes mecanismos. Así, puede surgir del aumento del esfuerzo
respiratorio, como consecuencia del aumento de la resistencia pulmonar o de la
disminución de la distensibilidad que aparecen en el asma o EPOC. También puede hacerlo
por el aumento de las frecuencias respiratorias como ocurre en los casos de hipoxemia
grave tales como acidosis o alteración de los estímulos centrales, como consecuencia de
tóxicos o de la existencia de trastornos del sistema nerviosos central.
Por lo que se refiere al diagnóstico diferencial, la disnea se asocia con múltiples causas
posibles. Entre ellas, se enunciarán a continuación las más significativas, cardiacas,
pulmonares, vasculares, mixtas y miscelánea.
•
Cardíacas: insuficiencia
cardiaca,
cardiopatía
isquémica,
miocardiopatías,
disfunción valvular, hipertrofia ventricular izquierda, enfermedad pericárdica,
arritmias.
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•
Pulmonares: EPOC, asma bronquial, enfermedades intersticiales pulmonares,
hipertensión pulmonar primaria, vasculitis pulmonares, neumotórax, derrame
pleural, neumonía, neoplasia bronquial, síndrome de vena cava superior,
traumatismos (fracturas costales, contusión pulmonar), cuerpos extraños
endobronquiales.
•
Mixtas: cor pulmonale, tromboembolismo pulmonar.
•
Miscelánea: acidosis metabólica, anemia, intoxicación por CO, dolor, ansiedad,
patología ORL, enfermedades neuromusculares. obesidad, deformidades de la
caja torácica.
En todos estos supuestos, la automedicación es realmente frecuente debido a que
produce una mejoría inmediata de los síntomas. El paciente asmático acostumbrado a
manejar sus fármacos puede abusar de la dosis en cantidad o frecuencia, esperando
obtener un beneficio más rápido, pero desconociendo los efectos secundarios de los
medicamentos que ingiere.
3.1.1. Consejos para el paciente sobre la disnea
•
En primer lugar, en todos estos cuadros debe realizarse un análisis exhaustivo
de la situación del paciente para valorar la posibilidad de conducción.
•
Una de las consideraciones para permitir o no la conducción es valorar, entre
otras variables, la intensidad de los síntomas o el inicio brusco o progresivo de
los mismos.
•
En principio, todos los procesos que cursan con disnea impiden la conducción y
el médico debe advertirlo explícitamente tanto al paciente como a la
familia/acompañante.
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•
Sin embargo, en los casos en los que el tratamiento consigue controlar la disnea
se puede permitir la conducción, siempre y cuando el médico lo considere
oportuno para el caso concreto e informe positivamente en ese sentido.
•
Por el contrario, toda enfermedad que provoque disnea paroxística imposibilita
la conducción, pues el conductor puede perder bruscamente el control del
vehículo, con el consiguiente riesgo de accidente.
•
Asimismo, debe informarse a todo conductor al volante que, en el caso de
comenzar con disnea, debe detener de inmediato el vehículo, no forzar la
continuidad de la conducción y seguir las recomendaciones que le hayan sido
suministradas por su médico ante el inicio de disnea en su concreta
enfermedad. En caso de mejorar siguiendo estas pautas, en ningún caso debe
acudir al servicio de urgencias conduciendo el mismo el vehículo sino que
deberá pedir la ayuda pertinente.
•
Es conveniente que los conductores con riesgo de sufrir disnea lleven dentro del
vehículo en lugar visible el informe médico con el tratamiento y las
recomendaciones con el fin de facilitar la atención médica urgente.
•
Para el caso de los pacientes con oxigenoterapia continuada y estabilidad
clínica, se debe advertir encarecidamente que, en el caso de deseo o petición de
conducción, es imprescindible la fijación correcta de cualesquiera de los
sistemas de suministro de oxígeno en el vehículo.
•
Por otro lado, en la enfermedad asmática cuando el frío se demuestre que es un
factor desencadenante del broncoespasmo, debe recordarse que es importante
no poner el aire acondicionado dentro del vehículo; asimismo, se debe evitar el
humo del tabaco de los acompañantes del conductor asmático, normalmente
ignorantes de la influencia directa irritante del tabaco sobre el bronquio.
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•
Es importante que el conductor asmático no utilice ambientadores de coche,
pues cualquiera de sus compuestos puede desencadenar broncoespasmo.
•
Siempre se debe intentar que se respeten las pautas de tratamiento sin que se
produzcan aumentos de dosis por cuenta del propio paciente ni frecuencia de
suministro para evitar una mayor incidencia de los efectos secundarios.
•
Los antiasmáticos agonista beta adrenérgicos provocan frecuentemente
temblores, cefaleas, palpitaciones, alteraciones del sueño a dosis dependiente.
Los glucocorticoides inhalados presentan como efectos secundarios cuadros de
tos irritativa persistente mientras que los cromoglicatos lo hacen con episodios
de estornudos, escozor e irritación.
•
Siempre es recomendable que el paciente lleve una copia del informe de su
médico en el vehículo, para que en caso de urgencia se le pueda atender
adecuadamente.
3.2. Tos, estornudos y expectoración: infección de vías respiratorias superiores
La tos y la expectoración son los principales síntomas de las infecciones de las vías
respiratorias superiores que afectan a la atención, concentración y reflejos necesarios para
una correcta conducción.
Estas infecciones de las vías respiratorias superiores son generalmente de carácter
vírico, afectan al árbol bronquial, generan cambios inflamatorios pasajeros, y producen
edema bronquial y, consecuentemente, formación de moco que provoca síntomas de
obstrucción de la vía aérea. Los virus son, por tanto, los agentes infecciosos más
frecuentes aunque, desde luego, no exclusivos.
Por lo que respecta a la sintomatología, debe destacarse la fiebre, el dolor faríngeo, la
congestión nasal, la rinorrea y la tos productiva o no productiva .En ocasiones, puede
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presentarse igualmente dolor torácico de características pleuríticas debido a la persistencia
de la tos. Estos síntomas generalmente se resuelven en un plazo de 7 y 10 días si bien la
tos puede prolongarse hasta cerca tres semanas, una circunstancia que se produce
prácticamente en un 50% de los casos.
Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta en el diagnóstico diferencial es
descartar la presencia de neumonía, asma bronquial, sinusitis o insuficiencia cardiaca.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, las pautas fundamentales para una correcta
prevención en materia de seguridad vial son las siguientes.
3.2.1. Consejos para el paciente sobre infecciones de vías respiratorias
superiores
•
Los accesos de tos, estornudos y expectoración pueden llegar a impedir el
control del vehículo en un momento dado. Por lo tanto, se debe desaconsejar la
conducción hasta que se produzca una mejoría significativa del cuadro clínico.
•
En todos los casos, se debe intentar que se respeten las pautas de tratamiento
sin que se produzcan aumentos de dosis por cuenta del propio paciente ni
frecuencia de suministro para evitar una mayor incidencia de los efectos
secundarios.
•
Los antitusígenos como la codeína y el dextrometorfano pueden producir
sedación y náuseas que dificultan la conducción. El médico debe advertir de ello
al paciente.
•
Por su parte, los pacientes sensibles al polen no pueden conducir con las
ventanillas abiertas en primavera. Igualmente, evitarán conducir automóviles
descapotables en esta época. Incluso se les recomendará conducir protegidos
con mascarillas y se les recordará la importancia de la sustitución de los filtros
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del aire de sus vehículos en las revisiones periódicas, pues éstos filtran
eficazmente el aire que entra en el habitáculo.
•
Por otro lado, los episodios nocturnos que impiden el descanso adecuado dan
lugar al día siguiente a cansancio y somnolencia con la consiguiente disminución
de la atención, la concentración y los reflejos y el subsiguiente riesgo para la
conducción.
•
Siempre es recomendable que el paciente lleve una copia del informe de su
médico en el vehículo, para que en caso de urgencia se le pueda atender
adecuadamente.
CLAVES A TENER EN CUENTA
•
Toda sintomatología de disnea imposibilita la conducción.
•
La tos, expectoración y estornudos pueden en un momento determinado
impedir el control del vehículo.
•
Aunque respiratoriamente el paciente se encuentre en condiciones adecuadas
para conducir, los efectos secundarios de los medicamentos que ingiere para
ello pueden provocar cierta incapacidad para llevar con seguridad su vehículo.
Los médicos han de advertir de los efectos secundarios de los fármacos y su
interferencia con la conducción.
•
En todo caso, y como recomendación general, debe tenerse en cuenta que
cuanto mayor es el conocimiento que sobre su enfermedad tienen los pacientes
y sus familiares, tanto respecto a los factores desencadenantes como a los
fármacos adecuados en sus dosis y vías de administración, mejor podrán estos
pacientes afrontar las limitaciones y dificultades para alcanzar adecuadamente
los criterios mínimos de seguridad vial.
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4. ALTERACIONES PSIQUIÁTRICAS
Las enfermedades psiquiátricas son patologías que deben ser tenidas muy cuenta
debido a su prevalencia en la población general y su repercusión en la conducción,
esencialmente como consecuencia del amplio uso de medicación crónica y las frecuentes
alteraciones de conducta que generan.
En este sentido es importante destacar que las enfermedades mentales de carácter
grave y crónico afectan aproximadamente al 1% de la población española. Sin embargo,
hasta aproximadamente un 20% de la población sufrirá algún trastorno mental en el
transcurso de su vida. Además, la mayoría de estos sujetos recibirá, en algún momento
del curso de su enfermedad, tratamiento farmacológico. Todas esas personas comportan
la existencia de un numeroso grupo de conductores tributario de recibir psicofármacos.
Dentro de la gran variedad existente, de entre los cuadros clínicos más frecuentes a
tener en cuenta destacan los síndromes de ansiedad y los síndromes depresivos como
sintomatología de múltiples trastornos psiquiátricos. Ambos tienen una prevalencia
aproximada de 15% y 10% respectivamente.
Debe indicarse que tanto los trastornos de ansiedad generalizada como la crisis de
angustia y el síndrome de ansiedad crónica se asocian a sintomatología somática tal como
taquicardia, palpitaciones, dolor precordial, sudoración junto con sensación de falta de
aire.
Esta sintomatología es muy intensa en las crisis de angustia presentando miedo sin
razón evidente, con gran terror, sensación de pérdida de control y de riesgo inminente.
Sin embargo su duración es limitada, pudiendo oscilar entre pocos minutos o hasta una
hora.
Por el contrario, el caso de la ansiedad crónica es diferente. Su duración puede ser
mucho mayor y presentarse durante días, hasta semanas e incluso meses. Sin embargo, la
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sintomatología es de mucha menor intensidad si bien, por el contrario, genera la presencia
de mayor fatiga y pérdida de atención unido a la inquietud, el insomnio y la irritabilidad.
Por otro lado, la ansiedad leve tiende a cronificarse, presentando crisis agudas de
variable intensidad y frecuencia.
En cualquier caso, en todos estos cuadros el tratamiento debe ser un combinado de
psicoterapia y medicación.
4.1. Consejos para el paciente sobre alteraciones psiquiátricas
•
Se debe advertir en todos los casos a los pacientes de los efectos secundarios
de los medicamentos prescritos y su incidencia en la conducción, sobre todo
porque la mayoría producen disminución en la capacidad de reacción.
•
Estos efectos secundarios son más frecuentes en la primera semana del
tratamiento. Por ello, debe desaconsejarse la conducción en este periodo.
•
Se debe procurar asimismo que la pauta de administración incida lo menos
posible en el horario habitual de conducción del paciente.
•
Como ya se ha indicado en otras patologías, en el momento mismo que
aparezcan los síntomas se debe detener el vehículo y solicitar ayuda. No se
puede forzar la conducción por los riesgos que comporta.
•
Conviene recomendar al paciente que, aunque se encuentre bien, no conduzca
solo, sobre todo si se trata de trayectos largos o en recorridos no habituales.
•
Se debe aconsejar asimismo respecto a los mayores riesgos que estos enfermos
asumen como simples peatones. Con la disminución de la atención y de los
reflejos son más susceptibles de sufrir atropellos.
La Prevención en Seguridad Vial a través de la Salud
Médicos por la Seguridad Vial
Unidad 9 – Concentración, atención y reflejos: trastornos que influyen
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•
En el caso de las depresiones, aunque anímicamente el paciente se encuentre
mejor, no puede conducir hasta que el médico le informe expresamente sobre
su capacidad para ello. Ello puede hacerse cuando se considere que la
medicación es efectiva, correcta la dosis y que los efectos secundarios no
limitan su capacidad al volante.
En todo caso, debe advertirse seriamente sobre el riesgo de interrumpir de forma
brusca el tratamiento.
CLAVES A TENER EN CUENTA
•
La patología de las alteraciones psiquiátricas dificultan por si mismas todas ellas
la conducción.
•
Existe una alta prevalencia en la población. Hasta aproximadamente un 20% de
la población sufrirá algún trastorno mental en el transcurso de su vida.
•
Los síndromes ansioso-depresivos son una de las sintomatologías más
frecuentes, dificultando/impidiendo la conducción.
•
Los efectos secundarios de los medicamentos inciden negativamente en la
conducción al disminuir la capacidad de reacción.
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