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Fepal - XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis - Montevideo, Uruguay
“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
Tratamiento psicoanalítico que incluye en el encuadre otras prácticas de
abordaje del inconsciente
Matilde E. Vitullo*
Introducción
Hace ya casi quince años que en mi trabajo implemento la inclusión del abordaje
corporal del inconsciente en el encuadre de tratamiento de algunos pacientes.
La primera comunicación al respecto la realizamos un grupo de profesionales en
19891, a través de un diseño de investigación sistemática de las modificaciones
que se producían en el proceso analítico a partir de la inclusión de dicho abordaje
y que eran evaluadas a partir de las modificaciones registradas en:
sueños y fallidos;
capacidad de insight;
pulsión epistemofílica y
cambios significativos en la vida del paciente.
El abordaje corporal del inconsciente (análisis corporal) incorporado al encuadre lo
realiza siempre otro profesional formado a tal efecto, en otro espacio en el cual es
el cuerpo que se expresa, la palabra se halla vedada y se utilizan objetos
relacionales2, siendo también los trabajadores corporales objeto del juego del otro
y viceversa. De tal modo, el paciente puede regresar a modos de comunicación
más arcaicos en el sentido también de la cadena de significantes.
Postulado
Mi postulación es que algunos pacientes, en determinadas circunstancias,
requieren
que
el
encuadre
del
tratamiento
psicoanalítico
comprenda
concretamente la inclusión de un abordaje corporal.
*
1
Dirección: Av. Del Libertador 232, Vte. Lopez, Prov. de Bs. As, Argentina (1638) [email protected]
VITULLO, Matilde y col. Un diseño de investigación. Buenos Aires: Jornadas APA, 1989
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“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
Fundamentación
Yo pienso que la teoría psicoanalítica contiene en sí misma mucho más de lo que
hemos podido captar. Con el grupo de “trabajadores de la salud” que nos
propusimos investigar proceso psicoanalítico y cambios correlativos significativos
de la vida del paciente cuando el psicoanálisis se realiza en forma complementaria
y paralela al análisis corporal, comencé a aplicar este tipo de encuadre en algunos
pacientes. Luego continué sola, convocando a profesionales formados en el área
de las terapias corporales y diseñé especialmente un programa que me permitió
computarizar los datos recogidos tratando de no dejar de lado variables que
podrían resultar significativas. Este recorrido puede encontrarse en las
producciones escritas que, sola o en colaboración, he realizado a lo largo de
estos quince años de trabajo.3
Mi objetivo fue siempre mostrar de qué modo logramos el rápido acceso a otros
niveles de conciencia. El “Proyecto...”4 freudiano marcó mi manera de ir
incorporando la teoría psicoanalítica. Como yo pienso que siempre nos hallamos
en intenso movimiento, me parece legítimo que podamos considerar a nuestra
teoría como un excelente marco de sostén a nuestra praxis, con significados
cambiando continuamente en función de la manera en que vamos ampliando
nuestra capacidad de comprensión, a medida que las dificultades van surgiendo. Y
de esto se trata precisamente el presente trabajo.
2
AUCOUTOURIER, B. y LAPIERRE A. Simbología del movimiento. Barcelona: Científico-médica, 1985
VITULLO, Matilde (en colaboración) “Atención de familias en un plan comunitario” Buenos Aires, 1987
“Ser hombre hoy aquí” Simposium APA Buenos Aires, Argentina, 1989
“Algunas expresiones de malestar” (en colaboración). FEPAL. Montevideo, 1992
“Un caso de dermatomiositis” (en colaboración). Primer Encuentro psicoanalítico interdisciplinario PENSAR
LA NIÑEZ. Buenos Aires, 1992
“El bebé derecho que llora, la nena que sabe ... y la mujer que se juega (Haciendo de profesiones imposibles
ALGO posible)” Trabajo de promoción a Miembro Titular APA-IPA Bs. As. 1993
“El niño enfermo y su re-inserción social. Acercándonos a sus espacios” Simposium ASAPPIA CLÍNICA
CONTEMPORÁNEA EN LA INFANCIA. Buenos Aires, 1994
“Transferencia en el campo ampliado del Psicoanálisis” (en colaboración). FEPAL. Monterrey, México 1996
“Operación rescate” Enviado para el Congreso IPA Barcelona 1997
“Con memoria y con deseo” Congreso Argentino de Psicoanálisis, Córdoba, Argentina 1998
“Articulación entre Psicoanálisis y otras prácticas” FEPAL (Investigación), Gramado, Brasil 2000
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2
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Lo que yo hago es incorporar el trabajo corporal al encuadre diseñado para cada
paciente en cada momento. Evito de este modo reduccionismos absolutamente
innecesarios porque considero que, cuando el paciente llega con su demanda de
análisis, el objetivo terapéutico de reconocimiento, expresión y superación de
conflictos,
descubrimiento
de
las
causas
determinantes
de
inhibiciones,
afianzamiento de la lograda posición de persona íntegra en pro del propio deseo,
etc se logra con mayor eficacia. Los pacientes en sus sesiones de trabajo corporal
experimentan vivencias que los remiten a recuerdos y son por lo tanto altamente
determinantes de buena posibilidad de insight. Me propuse, por lo tanto, analizar
esos relatos como si se tratara de sueños porque he visto que en dichas
experiencias se reavivan situaciones determinantes de conflictos y, si los sueños
son algo así como psicosis saludables5 por el aspecto catártico que conllevan, lo
mismo podemos decir de dichas experiencias.
Durante los últimos diez años la mayor parte de mi tarea psicoanalítica consistió
en acompañar a cada analizando en la tarea de desciframiento y ligadura a partir
de dichas experiencias6
Me reúno con los profesionales del área del cuerpo con la frecuencia necesaria
para la elaboración conjunta de las consignas, en función de las condiciones en
que se halle el proceso psicoanalítico de cada paciente que esté utilizando ese
preciso instrumento complementario de abordaje del inconsciente.
A grandes rasgos diré que, cuando convoco a los profesionales del área del
cuerpo
(quienes
poseen
conocimiento
de
la
teoría
psicoanalítica
e,
indefectiblemente, han transitado ellos mismos por un análisis personal), les doy
algunos datos de los pacientes, les comunico acerca del punto del proceso
analítico en el que se encuentran y les digo, concretamente, qué expectativa
abrigamos el paciente y yo respecto de la inclusión de ese trabajo.
A los pacientes les explico de qué forma trabajamos, reuniéndonos para evaluar
4
FREUD, S. “Proyecto de una Psicología para neurólogos” (1895) en: Obras Completas (Volumen III).
Buenos Aires: Amorrortu, 1993
5
HOBSON, J. Allan “The chemistry of conscious states. How the brain changes its mind” (pag 7) Boston,
New York, Toronto, London: Little, Brown & Company Limited. 1994.
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cada sesión de análisis del cuerpo y cómo yo, de acuerdo a la elaboración de la
misma en el espacio psicoanalítico del paciente, voy guiando a los otros
especialistas en la diagramación de la siguiente sesión de análisis corporal.
Dice Eduardo Issaharoff en su trabajo “Epistemología, metodología y un vacío en
la teoría psicoanalítica”7 que “para poder ponderar el rendimiento de cada paciente
necesitamos disponer de un modelo en el que no esté escindida la observación de
la acción.” Considero que, utilizando paralela y complementariamente al
Psicoanálisis (o Psicoterapia psicoanalítica, o Psicoanálisis aplicado) métodos de
abordaje del Inconsciente en los que el cuerpo y sus expresiones no se hallan
excluidos, sino más bien estimulados, podemos obtener información acerca de “el
modo en que el analizando integra las distintas funciones psíquicas en acciones
no lingüísticas” (Issaharoff), aún cuando no seamos nosotros (los psicoanalistas)
los que implementamos dichos métodos. Pienso mas bien que, para preservar el
valor que tiene nuestro modo de conectarnos con el inconsciente del paciente a
través de la escucha y la palabra, no debemos serlo y no por ello debe
considerarse en todos los casos escindida la observación de la acción. La
“actividad” de un paciente en el otro espacio muestra claramente, si sabemos ver,
la marcha de su proceso psicoanalítico. Y, tanto cuando se trate de determinantes
pre-verbales de la enfermedad, como en aquellos casos en los que se halle
reforzada la importancia del aspecto motor, o en los que este último se encuentre
bloqueado por cualquier circunstancia (shock, anestesia, etc.), su forma
comunicacional es mediante actos. Cuando se utilizan técnicas de juego o
expresivas en las que se niega al paciente el uso de la palabra, lo que ellas
promueven es la recuperación de los recuerdos. He comprobado una y otra vez en
todos estos años que, al producirse la repetición de la vivencia en un espacio
simbólico, el sujeto recuerda y con su psicoanalista elabora y establece las
ligaduras pertinentes, lo cual le permite avanzar en el proceso psicoanalítico.
Es decir que, como tenemos engramas motores que nos permiten ejecutar
6
VITULLO, M. “Articulación entre Psicoanálisis y otras prácticas” II Congreso Latinoamericano de
Investigación en Psicoanálisis y Psicoterapia, Gramado, Brasil, 2000
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acciones (sin tener conciencia acerca del cómo, por supuesto) y como dichos
engramas se hallan conectados con la emoción, al repetirse los movimientos que
la acción requiere, aparecen también las emociones.
Es por esta razón, por lo tanto, que tomo al análisis corporal como estando al
servicio del trabajo psicoanalítico.
Dado que la vivencia puede ser reconstruida a partir de un movimiento o de una
acción, para mí es importante que la práctica alternativa elegida se halle
totalmente subordinada a la dirección del psicoanalista para que puedan
obtenerse mejores resultados.
En el espacio del análisis corporal ciertos elementos de la realidad se transforman
regresivamente y adquieren la connotación de aquello que hace a la historia
personal de cada sujeto (como por ejemplo el ruido que hace determinado objeto
al ser golpeado contra el piso puede significar para el paciente el látigo con el cual
su padre lo golpeaba).
Quiero decir que, a mi modo de ver, el incorporar al encuadre las sesiones del
cuerpo en “acto no lingüístico” se relaciona con el hecho de que la considero
también una via regia de llegada al inconsciente porque, al tratarse, en general, de
juegos, prima el componente simbólico y elaborativo.
El paciente concurre a tratamiento en busca de aquello que está determinando
alteraciones (a veces graves) en su vida y, cuando, a posteriori de registrar, tanto
él como su terapeuta corporal, las expresiones de su cuerpo, el paciente relata en
sus sesiones recordando y relacionando hechos, sensaciones y sentimientos,
asegurando con cada palabra la ligadura.
¿Qué más nos dice Issaharoff en el citado trabajo? Puntualiza algo que
anteriormente otros prominentes psicoanalistas han dicho también, el hecho de
que:
“Desde su comienzo el Psicoanálisis privilegió la acción lingüística en detrimento de las acciones y
operaciones que constituyen el universo psíquico y del comportamiento, a partir del supuesto de
que lo verbal provee toda la información necesaria para la comprensión o explicación de la
conducta.”
7
ISSAHAROFF, E.duardo. “Epistemología, metodología y un vacío en la teoría psicoanalítica”. Revista de
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y agrega:
“(...) y este supuesto es un error por:
1º La estructura del acto lingüístico no es necesariamente isomórfica con la estructura de las
acciones no lingüísticas, aún cuando sus significaciones sean similares o idénticas.
2º Acciones lingüísticas y de relación a través de la integración de funciones psíquicas
(percepción y memoria perceptual, motora y afectiva) son ejecutadas por cada paciente con
determinadas estrategias, tácticas y técnicas que deben ser conocidas por el analista para poder
realizar lo que llamamos una interpretación eficaz.
3º Factores vinculados a la ejecución de acciones que requieren un alto grado de integración de
las distintas funciones.”
A mi modo de ver, la complementariedad de métodos evita que se produzca el
citado detrimento porque promueve acciones no lingüísticas; con tácticas,
estrategias y técnicas de ejecución; y pone en evidencia los factores que
intervienen en la integración de las distintas funciones.
Quisiera volver sobre el tema acerca de “un modelo en que no esté escindida la
observación de la acción” porque yo considero que la observación de la acción no
necesariamente se hallará escindida por el hecho de darse en un otro espacio con
profesionales formados a tal efecto. Ello puede ocurrir y así fue con el paciente
Reynaldo de mi trabajo “Ser hombre hoy aquí”, que concurría a un espacio de
trabajo corporal grupal semanal que yo no diseñaba.
En este paciente, durante un tiempo, sí se halló “escindida” porque jamás él
mencionaba en sus sesiones lo que trabajaba en el espacio del cuerpo. Esto era
congruente con su patología ya que, para él, su cuerpo prácticamente no existía a
menos que tuviese una crisis asmática. Hoy en día el paciente, ya sin ataques de
asma, concurre a un taller de teatro y, al relatar la realización de las propuestas,
se registra a sí mismo y permite que yo, su psicoanalista, pueda conocer su
modus operandis (acción).
Respecto de la “ponderación de su rendimiento” (Issaharoff) ello tiene demasiadas
implicancias. Para realizar eso, relaciono mi registro de los “Cambios significativos
en la vida del paciente” con las circunstancias que rodearon al paciente en el lapso
Psicoanálisis Nº 4, T IVIV. Buenos Aires: Asociación Psicoanalítica Argentina, 1987.
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de tiempo requerido por él para arribar a los mismos.
En el Primer Symposium de SAP del año 1998, el Dr. Ricardo Bernardi presentó
unas estadísticas realizadas en Uruguay, y en la Curva de “Adherencia a la ayuda
psicoterapéutica” pudimos observar que, de una prevalencia anual de trastornos
emocionales del 25 %, más del 20 % se dirigen a los consultorios médicos y
ayudas alternativas y consumen psicofármacos. Solamente en una proporción que
va del 1 al 5 % se registra demanda de Psicoanálisis. ¿Re-accionamos? ¿o el
paciente se halla inevitablemente destinado a perderse? Perderse no solamente
de sí mismo, alienado en esta sociedad de consumo, sino también perderse de
nuestros consultorios y la oportunidad de acceder a vivir de otra manera.
Desarrollo y análisis
Realizaré el desarrollo y análisis de mi planteo a través de la descripción del
abordaje psicoanalítico de un paciente que presenta concretamente riesgo para su
vida (paciente considerado de alto riesgo) Incluí en el diseño de su encuadre
terapéutico la sesión de abordaje corporal.
Se trata de un paciente varón de 38 años con dislipemia, reacción adversa a la
administración de Pravastatina, hipertensión arterial tratada con Beta bloqueantes
y Enalapril y diagnóstico de obstrucción coronaria con indicación de colocación de
un stent. El paciente consultó antes de realizar la coronariografía y la colocación
del stent. Me llamó mucho tiempo después de haberle sido yo recomendada.
H. (así lo nombraré), según mi diagnóstico psicoanalítico, es un paciente que
presenta una fobia grave (caracterizada según el DSM IV como Trastorno de
Ansiedad Generalizada) Esto significa 35 años de adrenalina por el hecho de vivir
cada mínima situación vital con angustia desmedida. Biológicamente, por lo tanto,
presenta todas las condiciones como para padecer una obstrucción coronaria. Sin
embargo, la misma psicopatología hace que resulte absolutamente contraindicado,
no solamente la colocación del stent, sino también el estudio diagnóstico
coronario. Este estudio podría llevar al paciente a realizar espasmos prolongados
de las arterias coronarias por secreción de adrenalina, con el riesgo que ello
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supone, y la colocación del stent convertirlo en un discapacitado por el resto de su
vida.
H. había multiplicado 20 veces el valor de la CPK al serle administrada la
Pravastatina para hacer descender el nivel de sus lípidos. Realizándosele todos
los estudios, se llegó a la conclusión de que el problema no era hepático, sino
muscular, y ello a pesar de presentar alteración significativa de los valores
enzimáticos hepáticos y trastornos de la coagulación.
Su padre, fallecido finalmente a raíz de un infarto de miocardio, había estado
enfermo durante muchísimos años, y, el día de su muerte, H. cayó desplomado al
lado del féretro. Según sus propias palabras, al relatar el episodio en ocasión de
su primera entrevista conmigo: “los músculos dejaron de sostenerme.”
El dolor precordial y los estudios realizados lo llevaron a la consulta con eminentes
cardiocirujanos de nuestro medio, quienes indicaron coronariografía y la
colocación de un stent.
Paralelamente a las primeras entrevistas psicoanalíticas, el paciente se hallaba
efectuando otras consultas cardiológicas. Una con la que había sido cardióloga de
su padre, quien le desaconsejó el estudio. Otra con un profesor de la UBA, quien
también le sugirió no realizarlo. Pero su médico de cabecera insistió en el
diagnóstico y tratamiento indicado por el cardiocirujano.
Lo vi inmediatamente después de la consulta con su rostro desfigurado por el
pánico.
Al expresarme el paciente la causa de lo que yo estaba viendo, supe que debía
cuidarlo extremadamente y diseñé un setting analítico que incluía dos sesiones
semanales conmigo y una semanal de abordaje corporal con otra profesional.
Cuando yo descubrí el pánico en su rostro y la causa del mismo, no tuve dudas en
expresarle al paciente que “había que agarrar al toro por sus astas”, y cuando me
preguntó qué significaba, le hablé de la inclusión de la sesión de abordaje
corporal. Le dije que lo pensara, que yo consideraba debía ser con una
Psicopedagoga con la cual trabajo y le di su nº telefónico. A la sesión siguiente, él
mismo retoma el tema hablándome de “tomar el toro por las astas” y de su
decisión de realizar ese tipo de trabajo. Se encontraba muy ansioso al respecto y
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las asociaciones de esa sesión tuvieron que ver con su hija de cuatro años.
A la sesión siguiente, trajo su primer sueño de análisis y ya había tomado turno
con la Trabajadora Corporal. Le interpreté el sueño como en relación con su
conocimiento acerca de que íbamos a hablar de él para preparar su abordaje del
inconsciente en el espacio del cuerpo. Y, además, le dije que me parecía un sueño
de buen pronóstico porque, frente a quienes decían que su enfermedad era
genética, él lo negaba rotundamente, expresándome así que no tenía la misma
enfermedad cardíaca de su padre que tempranamente en la vida lo había
colocado en situación de discapacitado y quien finalmente murió de un infarto
cardíaco.
Al comunicarme con la especialista para informarle acerca del paciente, mi
impresión diagnóstica y la necesidad de realizar con él un modo de acercamiento
cauteloso, la Lic. Lerner8 consideró oportuno comenzar con un trabajo de
expresión a través del dibujo en dos dimensiones. Le ofrecería papeles de muy
pequeño tamaño al comienzo, para concluir (en la misma sesión o en sesiones
posteriores ya que no conocía al paciente) con un afiche de enormes dimensiones.
Ella lo percibió muy armado (caracteropatía), con gran tensión corporal, pero
dispuesto al esfuerzo que este tipo de actividad le significaba por su patología.
Pudo detectar en él, a lo largo de la primera sesión, su deseo de aprendizaje y
apreciar que, a medida que avanzaba esa sesión, H. fue pudiendo sumergirse,
cada vez más, en su profundidad.
Los primeros cinco trozos de papel que le ofreció para dibujar medían
aproximadamente 4 x 3 cm. Cuando el paciente los trajo a su sesión conmigo
pudimos confirmar lo registrado por ella.
a) Un garabato en color marrón: Le señalé que parecía de un nene muy
chiquito y le relacioné el color con la caca.
b) Palotes unidos por su base en color rojo: Él mismo dijo: “acá ya estoy más
grande”, a lo que yo le agregué: “y pareciera que muy vital.”
c) Una casita típica con la pared del fondo pintada del mismo rojo, sin lograr la
8
Dirección: Acevedo 769, Bs. As. Argentina (1114). Email: [email protected]
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perspectiva de profundidad a pesar del intento: H. se ríe y me dice que
siempre fue muy malo dibujando. Yo le digo que me parece que muestra
con su dibujo que ya está más grandecito, pero que me llama la atención la
pared del fondo de color rojo.
d) Se nota que H. utilizó con fuerza el marcador negro realizando un dibujo en
el que claramente se puede divisar una tumba y una cruz, con una figura
coloreada de fondo que parece un cajón con paredes de color amarillo
intenso y uno de sus bordes en color rojo, y dejó en blanco la cavidad del
mismo (espacio vacío): Él mira y mira el dibujo y no hay relato. Le digo que
pareciera por ese entonces haber enterrado algo y que, quizás, si lo
podemos desenterrar, podremos llenar el espacio que quedó vacío en su
caja llena de ilusiones.
e) Un árbol con trazos muy livianos en verde y negro, raíces muy superficiales,
copa pequeña en relación con el tronco, y ramas apenas ligadas al mismo,
con diminutos frutos, algunos verdes y otros negros. Le digo que me da la
sensación de gran fragilidad, a lo cual responde que le costaba bastante
dibujar en un papel tan chiquito. Como los anteriores, eran del mismo
tamaño, se lo señalé y le sugerí que, probablemente no se animaba, a ser
él mismo y echar raíces. Asocia con su deseo de ir a radicarse al interior y
la gran dificultad que tiene para decidirse.
f) En papel de 5 cm x 4 cm. El dibujo que tiene más que ver con su deseo
actual, porque se asemeja a un camino en color verde (esperanza) y puntos
suspensivos avanzando por el mismo, y al costado una bandada como de
gaviotas en tonos de marrón verdoso. H. me dice “Aquí está, sueño con
poder irme, pero, con esta enfermedad, todos dicen que no puedo estar
muy lejos de algún lugar donde haya centros especializados.” Yo
simplemente le agrego que de verdad me parece algo difícil de decidir
porque, por un lado, aliviar el stress seguramente lo ayudaría muchísimo,
pero, por otro, si eso va a significar incrementarlo por el temor a que algo le
suceda, sería contraproducente, aunque aún no estaba dicha la última
palabra.
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g) En un papel de 5.5 x 8 cm. El dibujo es realmente impresionante. En
marcador negro una cruz con trazo grueso y a partir de ella, una telaraña
muy densa con un marco en la base, de color negro intenso, sin
absolutamente ninguna luz y, en la esquina superior izquierda, con las
mismas características, un triángulo coloreado en rojo fuerte limitando por
uno de sus lados con la telaraña. Al costado de la telaraña, hacia la
derecha, dibujó una figura humana desfigurada (mezcla de humano y
marciano) con el tronco y piernas en verde, pantorrillas y pies en negro, con
la rareza de que las extremidades son flechas apuntando dos hacia abajo y
dos hacia arriba. En la mitad superior de dicha figura colocó dos manchas
redondeadas de color rojo entremezcladas con algunos trazos color
amarillo provenientes de un sol dibujado en la esquina superior izquierda
del papel. Me relata cómo lo fue haciendo, y le interpreto que la fragilidad
pareciera dejarlo atrapado en las redes de una telaraña y, al mismo tiempo,
lo hace sentir un marciano. Le agrego que las manchas rojas me sugieren
vida entre tanta muerte y el sol entrando en esos atisbos de vida humana y
no robótica como un signo de buen pronóstico.
h) En papel de 11 x 17 cm. Sobre una de las caras, numerosos trazos en
crayón verde (nuevamente verde) que semejan un registro de ECG o EEG
y, del otro lado, una caja. Obviamente en la secuencia puede expresar
desde su inconsciente las dos caras que ya está descubriendo a su
enfermedad, la de obsesionarse con los estudios que hablan de lo mal que
está y la de registrar esa caja que aún se encuentra vacía porque no pudo
llevar a cabo sus ilusiones.
i) En una hoja tamaño oficio (que no pude ver) H. pudo soltarse y dejarse
llevar por la música y su necesidad de moverse plasmando el ritmo sobre la
hoja, sin objetivos provenientes de la conciencia. El paciente me relataba
feliz que creía le seguía a la hoja “h” una en la que pudo soltarse y
descubrió que esa hoja la había perdido, probablemente en el trayecto
desde el consultorio de la Lic. Lerner hasta su automóvil. Le interpreté que
así pareciera haber perdido su aspecto más vital y protector.
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j)
En una cartulina en blanco (que según me informó la terapeuta ella le
acercó mostrándole que también disponía de tizas (material que aún él no
había utilizado). H., muy tímidamente, comenzó a hacer redondeles,
nuevamente con los crayones. H. relata que del otro lado la Lic. Lerner, con
mucho placer, había plasmado lo que yo estaba viendo de ese lado de la
cartulina, y que él había primero dibujado unos pequeños círculos, pero
que, luego, viéndola a ella, se animó más y había tomado las tizas y tapado
lo anterior, escuchando la música.
La terapeuta corporal me había informado que ella, sentada frente a él, sobre la
misma cartulina y utilizando las tizas comenzó a dejarse llevar por la música y que
lo que ella consideraba como lo más importante de ese momento era la manera en
que H. miraba para aprehender esa posibilidad que la terapeuta tenía de disfrutar
con el solo hecho de deslizar las tizas sobre la cartulina al compás de la música y
que H. miraba y hacía, miraba y hacía... hasta que, finalmente, pudo moverse con
mayor continuidad, sin importar lo que dibujara sino el simple hecho de deslizarse
por la hoja, sintiendo la música. Con esto concluyó ese primer encuentro.
Solamente comentaré un encuentro más y el previo a las vacaciones con la
terapeuta corporal, y las sesiones conmigo posteriores a los mismos,
porque
considero que dicen mucho acerca de lo que deseo comunicar.
El paciente trajo a su sesión el enorme rollo de papel de escenografía (2.50 m x
1.10m) en el que había dibujado. Al desplegarlo él sobre el piso, descubrí que en
realidad eran dos. La Lic. Lerner decidió sobre la marcha presentarle un segundo
papel. Lo primero que H. me dijo fue: “Me parece impresionante las cosas que
surgen.” Luego comienza por el primero que dibujó y cuenta cómo una figura (que
a mí me pareció un gnomo) cuya cara es un enorme sol rodeado por un halo rojo
y cuyo cuerpo semeja el tallo de una flor, era sentida por él como su papá. Tanto
cuando se le fue perfilando esa figura en su dibujo, como en el momento de
decírmelo, se quebró emocionalmente. Luego me muestra a los cuatro hermanos
(él y sus tres hermanas mujeres) y asocia con vacaciones de la infancia. No dice
nada acerca de un tronco en forma de Y invertida que dibujó sobre las pequeñas
figuras de los cuatro niños. Yo le pregunto y responde: “un tronco”, a lo que
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agrego: “Pareciera que así representas a tu madre (un tronco, de madera, y sin
cabeza)” Se echó a reír diciendo: “No lo había pensado, pero... es tan así...” En
realidad sí estaba la cabeza más arriba rodeada de rulos pero sin cara y separada
del cuerpo. Por delante de esta última figura se pueden observar unas líneas en
color verde claro que sugieren barrotes, como si esa madre se hallara presa.
Y poco más allá del grupo familiar plasmó un pequeño círculo relleno de un modo
característico y me dice que no sabe qué es. Yo le digo que a mí me parece un
embrión y queda absolutamente sorprendido diciendo: ¡Qué impresionante!
Una flecha atraviesa todo lo largo del papel desde debajo de la imagen del padre
hasta el comienzo de una zona cubierta con suaves colores por la terapeuta. Dice
que eso (señalando lo realizado por la terapeuta) le sugiere mucha paz.
Continuando en la misma dirección y más o menos a la altura de la mitad de la
hoja él dice haber dibujado un pequeño pino. La base del mismo se encuentra
paralela y cercana a la gran flecha y el pino parece otra flecha pequeña apuntando
a un cielo que pintó sobre el otro borde.
Yo le interpreto diciéndole que la gran flecha pareciera estar representando el
curso de su vida partiendo del cobijo de su padre; que considero al embrión como
la expresión de algo que se comienza a gestar; y el pinito como el punto en el que
se encontraba cuando comenzó su tratamiento (apuntando al paraíso) Pero que,
según parece indicar la larga flecha, su vida continúa firme hacia lo que
representaría la desaparición de su desmedida angustia.
En el otro papel, H. dibujó bien en el centro un círculo y hacia un costado el curso
de un río en color celeste. Me dice que lo llamativo fue que, cuando terminó el
trabajo se paró en el medio del círculo. Yo miro en silencio el dibujo y lo que veo
es el corte de una arteria con sus túnicas marcadas y la luz de la misma sin
obstrucción. Cuando se lo digo se sorprende y agrega: “y aquí el agua está
fluyendo” (refiriéndose al pequeño río)
Como lo que en el otro dibujo parecía un embrión también podía estar aludiendo al
corte de una pequeña arteria, pero obstruida con placas ateromatosas, volví sobre
lo mismo diciéndole que, quizás, previamente a decidirse a hacer un tratamiento
psicoanalítico había estado tratando de gestar con su enfermedad un nuevo H.
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Resolvimos con la Lic. Lerner que la última sesión de trabajo corporal previa a las
vacaciones fuese de mucha conexión con el placer, y H. pudo bailar sin inhibición
(algo imposible hasta entonces para él), cantar, jugar y, según las palabras de la
terapeuta, se notaban una fluidez y dinamismo absolutamente nuevos en él y, lo
más llamativo para ella fue que los movimientos los realizaba sin rigidez.
Al día siguiente tuvo la segunda consulta con otro cardiólogo y llevó los resultados
de la angio-resonancia magnética coronaria que le había solicitado “sin urgencia”
para evaluar la evolución y realizada “de inmediato” por H. “para irse tranquilo de
vacaciones”. Había empeorado y el profesional consideró que H. era demasiado
joven para tener que limitarse en los esfuerzos, por lo tanto sugirió la colocación
del stent para “que mejore su calidad de vida”. Cuando llegó a su sesión estaba
enojado con el cardiólogo y había decidido colocarse el stent “de una vez por
todas”. Un sueño y un fallido de esa sesión mostraron que él estaba poniendo
énfasis en su problemática física cuando en realidad la psíquica era más
importante, y sus decisiones (contrafóbicas) eran en realidad una forma de
boicotearse a sí mismo para poder seguir el camino de su padre.
El sueño: “Yo pasaba y había un hombre tirado en el piso. Yo me detenía. Él
estaba duro. Yo le golpeaba el pecho, pero él me señalaba la cara” (se señala la
sien). “Yo no sabía qué hacer y seguía golpeándole el pecho. De repente giró la
cabeza y cerró el ojo como que se había muerto.”
H. me dice que se despertó con angustia y pensó que ese hombre tirado en la
calle era él mismo. Yo le pregunté si al despertar le dolía el pecho. y me respondió
que no, agregando: “sí recuerdo que el tipo estaba duro. Se hinchaba todo. Como
cuando se murió mi papá y yo me puse duro.”
En realidad, cuando murió su padre, los músculos dejaron de sostenerlo, por lo
tanto, no se puso duro, sino que perdió el tono muscular. Entonces, ¿cuándo se
había puesto duro y se había hinchado? ¿Cuándo fue que aparecieron sus
inhibiciones y rigideces? Tenemos mucho para trabajar psicoanalíticamente y él se
halla dispuesto a hacerlo.
Simplemente le interpreté que él insiste con el pecho, pero que quien
supuestamente está muriendo le señala la cabeza, y me aventuré a señalarle que
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“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
quizás alguna culpa inconsciente de esas que vienen de la infancia lo esté
llevando a golpear-se el pecho. Me resulta de utilidad para estas cuestiones el
hecho de que tenga una nena de cuatro años con la que tiene dificultad para
contactar. Y reflexionando el paciente en voz alta acerca de esto, al querer decir
“me produjo”, dice: “me produzco”. No hace falta mi palabra al respecto ya que se
da cuenta y comienza a reír.
Horacio se fue de vacaciones. No tuvo precordialgia a pesar de largas caminatas
cuesta arriba y de haber nadado mucho con su hija mayor. De modo que regresó
con el tantas veces soñado proyecto de irse a vivir al interior de la República ya
más en firme, y sin temor respecto de la distancia que lo separará de la ciudad
más cercana.
Siempre considero importante aclarar que, obviamente, resulta imposible saber
qué dirección habría tomado el análisis de este o cualquier otro paciente si otro
hubiese sido su analista, como así también de haber diseñado yo un abordaje
para él con otro tipo de encuadre, o si otras hubiesen sido las circunstancias del
país, del mundo, del paciente y las mías propias.
Algunas conclusiones
a) Resulta muy útil al proceso analítico cuando un paciente con dificultades para
acceder a cierto material inconsciente acepta complementar las sesiones
psicoanalíticas con análisis del cuerpo.
b) Hace falta un cuidadoso trabajo profesional conjunto, partiendo del proceso
analítico de cada paciente.
c) Podemos considerar el trabajo del paciente en el espacio del cuerpo como otra
vía regia de acceso al inconsciente.
d) El principal beneficio de incluir en el encuadre el abordaje corporal es que,
conservando viva la experiencia a través de la palabra del psicoanalista, el
paciente logra descubrirse en sus posibilidades de acción.
e) Animarnos a ir un poco más allá, cuando los pacientes muestran posibilidades
al respecto, puede no solamente redundar en beneficio del paciente, sino también
permitirnos incrementar el aprovechamiento de la teoría psicoanalítica.
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f) Incluir la dimensión de la acción en el encuadre psicoanalítico del modo que lo
proponemos nos permite acompañar la influencia que tienen sobre nuestra teoría
y práctica los vertiginosos cambios que el progreso produce, ya que la acción se
relaciona con el mundo.
g) La novedosa comprensión de la clínica, que se deriva del mencionado modo de
inclusión de la acción en el encuadre psicoanalítico, nos conduce también hacia
nuevas aplicaciones de la teoría psicoanalítica.
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