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Presidente: Gonzalo Martínez Sande
Vicepresidenta: Angela Juana Torres Iglesias
Secretaría xeral: Irene Martínez Montero
Vicesecretaría xeral: Belén Martínez Alonso
Tesoureiro: Jorge García Fernández
Directora de Publicacións: Chús Gómez
Rodríguez
Vocais
Mª José Rivas Seoane
Monserrat Neira Rodríguez
Mª José Recimil López
María Jesús Vázquez Carreira
Comité de Publicacións
Directora: Chus Gómez Rodríguez
Vocais
Santiago Lamas Crego
Ramón Area Carracedo
Alcira Cibeira Vázquez
David Simón Lorda
Fidel Vidal Pérez
Ruben Touriño Cantón
Francisco Moreno Tovar
Comisión de control e garantías
Coordinador: Tiburcio Angosto Saura
Jose M Garcia de la Villa Merchán
Mª Dolores Domínguez
Adolfo Bobadilla Pardo
Soledad López Ares.
SISO/SAÚDE, Nº 48-49 - Invierno 2009
Boletín da Asociación Galega de Saúde
Mental
Congrega, S.L.
C/ Rosalía de Castro, 13. 1º izda.
15004 A Coruña
Correo electrónico: [email protected]
http://www.agsm.es/
Imagen de portada
«Dreams».
Álvaro R. Alonso
www.flickr.com/pestanhas
Diseño y maquetación
Montse P. Miró. A Coruña
Feito, S.L. Severino Cobas, 67. 36214 VIGO.
E-mail: [email protected]
SISO/SAÚDE: V.G. 10984. ISSN: 1130-1538
Sección Psicoanálisis Aplicado
Coordinador: J.R. Eiras
Sección Infanto-Xuvenil
Coordinador: J. Mazaira
Sección de Rehabilitación
Coordinador: E. Paz Silva
Comisión de Docencia e Investigación
Coordinadora: Alexandre García Caballero
Vocais
Raimundo Mateos
Miguel Anxo Garcia Alvarez
Javier Sardiña Agra
Jesús Alberdi Sudupe
Comisión de Asistencia e Lexislación
Coordinador: Mª Xesus Garcia Alvarez
Vocais
Marisol Filgueira Bouza
Mª José Ramil Fraga
Fernanda Sobrín Sueiras
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Sumario
9
Editorial
Tiempos de zozobra
Gonzalo Martínez Sande
Originales y revisiones
11
53
67
83
99
107
El concepto de enfermedad:
Partes II-III: Grecia, Roma. Medicina científica
Parte IV: La Ilustración
Parte V: En la actualidad
Ramón Area Carracedo, Luis Vila Pillado
El desorden de tu nombre. Psicoterapia de apoyo en
un caso de duelo
García Laborda, Ana
Identidad de género y transexualidad. Desde una perspectiva
queer y psicoanalítica
Iria María Prieto Payo
Mentira y desnudez
Francisco Ferrández Méndez
Mínima Moralia
Ramón Area Carracedo, Luis Vila Pillado
Pensar la locura
José María Álvarez
135
Elogio y defensa de la histeria
145
Goce, cuerpo y escritura
Fernando Colina
Chús Gómez
3
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Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
Francisco Ferrández Méndez
A propósito de...
171
Agosto 2009. 50 años de Hospital Psiquiátrico en Toén
175
Pinacoteca psiquiátrica: 1959-1990. La colección del
Hospital de Toén
David Simón Lorda
Alcira Cibeira, David Simón Lorda
Os eventos consuetudinarios que
acontecen na rúa
191
David Lynch en Toén
195
Dossier de prensa
206
Dimite el jefe del servicio de psiquiatría del Chou. Lamas
abandona en desacuerdo con la política de personal de la gerencia
209
Entrevista: Maribel Vila, terapeuta de la fundación Affinity
213
Voluntarios de Morea darán apoyo a enfermos mentales para
realizar gestiones cotidianas
215
Unha magdalena internacional e impactante. Conferencia
Gómez Pin. Paideia. A Coruña
221
4
Chús Gómez
Mar Gil. La Voz de Galicia
Mar Gil. La Voz de Galicia
La Región
Luis Vila Pillado, Ramón Area Carracedo
Entrevista a Federico Menéndez
La Voz de Galicia. Javier Becerra
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225
La Otra Psiquiatría. Hit again!
227
Notas gallegas en el Día Mundial de la Salud Mental (De
Lamas a Federico Ménendez)
Javier Carreño Villada
David Simón
Psicoanálisis aplicado
231
El capitalismo pulsional
Manuel Fernández Blanco
235
El lenguaje del Yo en la modernidad
251
La chica zyprexa
Manuel Fernández Blanco
J.R. Eiras
Casos clínicos
261
271
283
Farolas
Iria María Prieto Payo
A propósito de un caso de magia negra y mal de
ojo en Lanzarote
Teresa María Pérez Pardal, Ana Villares Rouco
La extrañeza, el amor y las voces
José Antonio Campos Pérez, Ana Mª Seoane
VI Conversaciones «La Otra Psiquiatría»:
La Melancolía
289
La causa de la melancolía
Fernando Colina
5
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303
317
323
329
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El vicio absurdo. A proposito de una posible histeria
melancolizada. Virginia Woolf (1882-1941)
Chús Gómez
El tipo benjaminiano
Laura Martín López-Andrade
La melancolía y el trastorno bipolar
Antía Briones, Ana Franco, Pablo Molina, Jorge Usón
La cara noble de la tristeza melancólica
Mª Antonia de Miguel
343
Mi madre es una arpía
353
Pesquera: «¿Cómo se llama ese pez?»
Iria Prieto Payo
Adolfo Santamaría Ferrer
Primer Encuentro «El Otro niño»
361
363
365
375
Preámbulo
Luz Fernández García
Manifiesto «El Otro niño»
¿Psicosis, autismo, Asperger?
Luz Fernández García
Un bolígrafo Bic
Nuria García Landín
385
El niño psicótico chez Françoise Dolto
389
Diagnóstico diferencial del autismo y psicosis infantiles
401
Niños múticos en análisis. Mutismo, psicosis infantil,
autismo
Ángela González Delgado
Eva Rivas Cambronero
Fernando Martín Aduriz
6
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409
Infancia, psicosis y presos adultos
417
Psicosis infantil: el juego de la presencia-ausencia
429
Los niños psicóticos y el aprendizaje
437
El autismo: «Un combate activo»
451
Arte, angustia y psicosis infantiles
459
¿Mi hijo es autista?
473
Orientación e integración escolar de los niños
con trastornos del desarrollo
481
José Manuel de Manuel
Mª Antonia de Miguel
Puri Arias del Real
Elena Usobiaga
Nuria Gutiérrez
Luis León
Felicidad Vega
Cada uno nace como nace
Pachi de Heredia Martínez
Libros
489
515
Reseñas de libros
Ramón Area Carracedo, Luis Vila Pillado
Normas de publicación
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01. Editorial:Editorial
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Editorial
Tiempos de zozobra
Gonzalo Martínez Sande
Uno de los tópicos más reiterados en los comentarios sobre
Milennium de Larsson, es el de mostrar el resquebrajamiento
del estado del bienestar sueco y la podredumbre subyacente
en forma de sexismo, racismo, etc. Sin embargo los lectores
un poco veteranos sabemos que, allá por los 60, una joven
pareja de periodistas comunistas suecos, que crearon la saga
del inspector Beck, han comentado de manera reiterada que
una de la razones que les llevaron a escribir aquellas novelas a cuatro manos era el interés crítico por indagar en las
grietas que mostraba el confortable estado del bienestar de
aquellos años.
El tiempo
Con la anterior administración autonómica no habíamos
quedado demasiado satisfechos, aunque pudiera consolarnos el mal menor, con un plan de salud mental, corto de
objetivos y muy limitado en dotaciones. El proceso de integración de la red de atención a drogodependencias en salud
mental no sabemos muy bien dónde encalló.
En un cuadro de crisis como la actual, sabemos que la necesaria austeridad, suele aplicarse recortando… y casi siempre,
la atención a la salud mental no suele estar especialmente
protegida en esas situaciones.
Editorial. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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01. Editorial:Editorial
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Tiempos de zozobra
La mala noticia del problema, luego rectificado, en la reincorporación de Víctor Pedreira a su plaza en Pontevedra, no
fue precisamente un comienzo tranquilizador. Lo de Lamas
en Ourense tampoco calma ánimos precisamente.
En el aspecto estructural no sabemos qué implicaciones
puede tener en el organigrama futuro de la atención a la
salud mental en Galicia, el hecho de que ésta quede englobada en una misma subdirección general con la gestión
sociosanitaria.
Tantas nubes no han siquiera permitido la alegría que han
significado buenas noticias del ámbito de la formación
como la reforma del plan del MIR de Psiquiatría o la
ampliación, con un cuarto año, del PIR.
En fin, muchas nubes. Estaría bien comenzar a despertarse
y mostrarse atentos a la situación. Todavía no hay mucha
información pero los signos observados parecen preocupantes. No parece que la cosa pinte bien. Ojalá nos equivoquemos, pero, insisto, creo que es hora de desperezarse y empezar a prestar mucha atención.
10
Editorial. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Originales y revisiones
El concepto de enfermedad
Ramón Area Carracedo
Luís Vila Pillado
Partes II-III: Grecia, Roma. Medicina científica
Resumen
En el artículo publicado en el Siso anterior realizamos una
revisión sobre el concepto de enfermedad de acuerdo a los
distintos autores. Con posterioridad, analizamos desde una
dialéctica histórica, los posibles orígenes del mismo en los
albores de la humanidad. En la segunda parte realizaremos
un estudio del concepto de enfermedad en las dos grandes
civilizaciones de occidente, Grecia y Roma. La tercera parte
se centra en el período histórico correspondiente a la medicina científica, la cuarta abarcará la modernidad ilustrada y
la quinta y última parte, analizará el presente para finalizar
con las relaciones entre el constructo insight y el concepto de
enfermedad.
Segundo momento histórico: Grecia (y Roma)
El nacimiento de la medicina como un saber técnico se estima que fue un proceso de alrededor de trescientos años a
partir del siglo VI a.C. El giro de pensamiento puede resumirse en la sustitución de las explicaciones de tipo mágico o
sobrenatural acerca de la enfermedad por explicaciones que
remitiesen al hombre y/o la naturaleza.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
11
El concepto de enfermedad II-III
El legado documental sobre el pensamiento médico de la
época está recogido en los tratados hipocráticos. Éstos lo
conforman unos cincuenta tratados que suman más de mil
páginas, tratándose una colección heterogénea en cuanto a
estilo. Está escrito en dialecto jónico y se sabe que buena
parte de ella estuvo en la Biblioteca Médica de la isla de Cos.
Como señala Laín Entralgo1, los principales tratados fueron
escritos entre los años 420 y 350 a.C., algunos por el mismo
Hipócrates, aunque se desconoce de cuáles exactamente fue
el autor. Se piensa que parte de la heterogeneidad de Corpus
Hippocraticum puede deberse a que en la Biblioteca de
Alejandría otros autores anónimos fueron agregando escritos a un núcleo genuinamente hipocrático.
El concepto global de enfermedad presente en la medicina
hipocrática era el de un proceso patológico general. Se pensaba que se producía una lucha entre el hombre y el proceso morboso siendo lo resultante los síntomas, por lo que
paciente y enfermedad estaban unidos por un lazo indisoluble, primando más que la universalidad de una entidad morbosa particular, la individualidad única de tal proceso.
Para comprender la descripción de la enfermedad de la
medicina hipocrática es necesario conocer su antropología.
La noción básica consistía en que el hombre es algo perteneciente a la naturaleza y por lo tanto regido por el concepto de physis (naturaleza). De esta physis se estableció una
estructura específicamente humana que comprendía tres
conceptos.
- El primero de ellos era el de forma que para el ser humano se definió como una holomelies, es decir, como algo
unitario pero a la vez compuesto por partes (algo así como
una totimembridad).
- El segundo concepto es el de los elementos en los que podía
descomponerse la unidad de la physis. Ésta descomponibilidad de la naturaleza permitía explicar la variedad de reali1 Laín Entralgo, P. Historia de la Medicina. Edt, Masson, multimedia 1998.
12
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad II-III
dades existentes en la naturaleza y, por lo tanto, explicar la
presencia del hombre en la misma. Fuego, tierra, aire y agua
fueron los elementos considerados por la teoría hipocrática.
- El tercer concepto es el de humor, aparecido en la Grecia
presocrática y que, posteriormente desde Galeno, dominó
durante muchos siglos el pensamiento médico. Un humor
era un elemento secundario (los primarios eran los cuatro
elementos antes mencionados) caracterizado por su fluidez y
su miscibilidad. La fluidez permitía su movimiento a través
del cuerpo y la miscibilidad provocaba que su modo natural
de existencia en el cuerpo fuese la mezcla (krasis).
Parece posible que en su origen histórico se hubiesen establecido dos tipos de humores (Cnido, primera mitad del siglo
V a.C.) pero en la descripción que nos ha llegado hasta nuestros días eran cuatro, a saber, sangre (haima), pituita o flema
(phlegma), bilis amarilla (xanthe khole) y bilis negra (melaina
khole).
La vida biológica del hombre era descrita como un permanente movimiento de su naturaleza habitual desde el nacimiento hasta la muerte cuyo buen orden exigía que la mezcla de los humores fuese la adecuada. El mantenimiento de
una buena unidad armoniosa era fruto de de dos agentes.
Uno de ellos interno, simple y congénito, el calor implantado o ingénito (emphyton thermon), y otro de ellos complejo y
externo, el alimento (trophe).
La sede principal del calor implantado era el corazón, concretamente el ventrículo izquierdo, mientras que el alimento
provienía del cosmos y podía ser sólido (sita), líquido (pota) o
gaseoso (pneuma).
Cada uno de estos alimentos poseía para la medicina hipocrática una serie de funciones. Así, por ejemplo, el neuma,
alimenta, impulsa, vivifica y refrigera, y tales funciones son
generales para todas las partes del cuerpo. No pensaban que
el aire fuera a los pulmones y la tráquea, sino que viajaba
directamente al cerebro para producir la inteligencia, al pulmón y al corazón para alimentarles y moderar la intensidad
del calor implantado.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
13
El concepto de enfermedad II-III
La finalidad de tal tipo de nutrición era generar cada uno de
los tipos de humor que posteriormente se acumulaban en su
respectiva fuente. Así, la pituita iba a la cabeza, la sangre al
corazón, la bilis al hígado, el agua (o la bilis negra según
otros escritos) al bazo, y cada uno de estos órganos era el
centro regulador de la dinámica del humor respectivo.
La etiología propiamente dicha se dividía entre causas externas y causas internas o disposición. Entre las causas externas
se incluían alteraciones en la alimentación y alteraciones del
medio, tales como venenos, traumas, parásitos e incluso
emociones extremas. Entre las causas internas se incluían
sexo, edad, herencia, raza y biotipo.
Como parte de la propia etiología describieron mecanismos
que hoy entenderíamos casi como una patogenia, pero debe
recordarse que la enfermedad no era un ente abstracto sino
primordialmente una lucha. Siguiendo la teoría humoral la
enfermedad acontecía cuando se producía una alteración de
dichos humores, por ejemplo separación –apocrysis– de
uno de ellos, o una desporporción en los alimentos y su circulación, por ejemplo desorden en el flujo del penuma a través del cuerpo –dysrroia–. Así, en la apocrysis la secuencia
de la enfermedad incluía la separación de un humor, la constitución de un depósito (apostasis) que por una parte ingurgita el lugar en el que se produce y por otro vacía (kenosis) el
lugar del que procede, tanto más si se desplaza (metástasis) a
una región interior.
Si regresamos al concepto de enfermedad tras esta descripción de lo que era para la medicina hipocrática la antropología patológica, cabe señalar que la enfermedad consistía
esencialmente en un proceso en el interior del individuo que
guardaba relación con la idea de desajuste del orden natural.
Este orden natural radicaba en la fundación misma del concepto de physis (universal –unitario– y cosmológico –ordenado–).
Si el saber griego se ocupó principalmente de los dioses,
tarea de la que es ejemplo Hesíodo en el siglo VIII a.C., a
los filósofos jonios se les atribuye la creación del concepto de
physis. El tema dominante no era tanto el hombre sino el
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad II-III
problema cosmológico y se consideraba al hombre como
una parte más de la naturaleza. Entonces, los mismos principios que explicaban la constitución de la naturaleza podrían explicar también al hombre.
En la metodología que hemos escogido para este trabajo,
una diléctica de los conceptos, habíamos partido de la creación desde los muertos del concepto de muerte y cómo desde
éste surgieron tanto un protosistema religioso como un protosistema científico.
La idea de physis es una idea abstracta pero todavía no plenamente cristalizadora de un sistema cultural pleno. Así
como ha sido estudiado su papel en el desarrollo de la filosofía griega también se puede considerar como punto de
partida para la explicación de lo que se ha considerado el
origen de la medicina.
La expansión del concepto de enfermedad como antesala de
la muerte precisaba de condiciones vecinas en la que manifestarse no ya tanto su capacidad de explicación como su
capacidad de transformación. Para una enfermedad como
simple antesala de la muerte seguramente no sea preciso
otra tecnología diferente que la tecnología religiosa, así que
sólo ampliando el concepto de enfermedad a otras condiciones que no implicasen necesariamente la muerte tendría
cabida el desarrollo de un protosistema médico paralelamente a un protosistema religioso. La vecindad con la muerte es la condición de sufriente, de paciente.
La emancipación de la naturaleza de lo sobrenatural efectuada por la filosofía proveyó de un catálogo de conceptos
listos para ser empleados por el protosistema médico naciente. Así, puede entederse que paralelamente a dicha emancipación hubiese también una emancipación desde la agonía
de la muerte al sufrimiento del paciente. Tal trasvase permitió que dicho sufrimiento pudiese ser incorporado a esa
physis inaugurada por los jonios y por lo tanto susceptible de
intentar ser explicada y, en lo posible, transformada.
En su intento de explicación del mundo los filósofos jonios
partieron de esa idea de unidad y orden que era la physis
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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El concepto de enfermedad II-III
pero precisaron de una expansión de ese concepto horizontalmente para ir construyendo un esbozo de un sistema cultural con su pretensión epistemológica y su pretensión tecnológica. Más allá de las apariencias múltiples y mudables
de la naturaleza pretendieron hallar una sustancia que constituyese su ser y que regulase su devenir. Esa sustancia fue
para Tales el agua, para Anaxímenes fue el agua, y para
Heráclito el fuego.
Desde el primer concepto unitario y ordenado, es decir, la
physis, se podía obviar la radical separación entre lo sobrenatural y lo natural, es decir, permitía el paso desde el
mythos al logos. A partir de la physis se precisa del concepto de sustancia para explicar la diversidad y el movimiento,
naciendo el concepto de esencia. La transición intermedia la
constituyó Empédocles quien propuso cuatro elementos
como sustancias, a saber, aire, agua, tierra y fuego.
En la medicina hipocrática se entiende al ser humano como
physis, es decir, como algo perteneciente a la unidad y al
orden de la naturaleza. Su composición también consta de
cuatro elementos pero apareció un concepto nuevo que fue
el de humor.
Este humor ha de entenderse como un paso más en la creación de un protosistema científico médico ya que proveía
una fluidez y una miscibilidad manteniendo la apariencia
humana. Es decir, si la prototeoría mantuviese los cuatro elementos de Empédocles, los cambios en su proporción derivarían no en la posibilidad de explicar la enfermedad sino en
el cambio de ser. Así, el concepto de humor es un concepto
intermedio que permite generar toda una antropología
patológica.
Vemos entonces que la enfermedad para la medicina hipocrática se desenvuelve en tres pasos. El primero es el nacimiento de la pyshis que permitió obviar lo sobrenatural en la
explicación de la realidad (y por lo tanto del hombre).
Además permitió una emancipación del sufrimiento del
paciente respecto a la agonía de la muerte. El segundo de
ellos es un concepto modificado de la primitiva idea de sustancia o esencia, el concepto de elemento, que permitió
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad II-III
explicar la diversidad de la naturaleza manteniendo las ideas
de orden y unidad, algo esencialmente útil para la física y
seguramente menos para la biología y menos aún para una
posible antropología. Y finalmente el tercero de ellos es el
concepto de humor que permitió establecer unas condiciones especiales en el ser humano que explican su diversidad,
su unidad y su variación dentro de la physis (la naturaleza)
pero al mismo tiempo con una independencia necesaria
para alcanzar un concepto de enfermedad válido epistemológicamente y tecnológicamente.
Partiendo desde la physis, continuando por la sustancia y llegando al humor se explican algunas de las características de
la enfermedad para la medicina hipocrática.
- En primer lugar la enfermedad es un desajuste, una pérdida de la armonía entre los cuatro humores.
- En segundo lugar, como tal disarmonía es también una
lucha entre la normalidad y la etiología, siendo los síntomas
son producto de esa lucha.
- En tercer lugar y como consecuencia de lo anterior las etiologías contienen aún, sin una diferenciación plena, un esbozo de patogenia.
- En cuarto lugar la enfermedad no es una entidad por sí
misma sino que es fundamentalmente la íntima unión entre
el individuo y la etiología/esbozo de patogenia.
Las limitaciones del protosistema médico dialécticamente así
construído también pueden deducirse.
- En primer lugar no es directamente deducible una idea de
anatomía o de fisiología, ya que lo que reposa como criterio
de orden y unidad para el ser humano es también la physis.
- En segundo lugar la idea de enfermedad es un proceso en
el que la carga se centra en la etiología y en un esbozo de
patogenia, siendo algo unitario con respecto al ser humano
enfermo. No existe pues una clara posibilidad de delimitar la
enfermedad respecto al enfermo.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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El concepto de enfermedad II-III
De este segundo momento en un historia dialéctica del concepto de enfermedad diremos entonces:
- Sufrimiento.
- Síntomas como lucha.
- Etiología fundida con un esbozo patogénico.
- Cuerpo naturalizado con un esbozo antropológico.
Tercer momento histórico: Bernard, Virchow y
Sydenham
La doctrina humoral de la medicina hipocrática alcanzará
hasta el renacimiento merced a la obra de Galeno. Galeno,
que nació en Pérgamo en el año 129 d.C. fue el más grande
comentador del cuerpo hipocrático, escribiendo una numerosa obra, con más de cuatrocientos volúmenes.
La interpretación de la historia de la medicina tiende a
situar a Vesalio como uno de los grandes rupturistas con los
dogmas de Galeno. Tal ruptura fue realizada principalmente a través de la anatomía, y su obra principal De humani
corporis fábrica es considerada como el primer estudio sistemático de la anatomía humana. De esa manera sembró los
cimientos de una anatomía descriptiva con aspiraciones de
convertirse en el sustento de toda la medicina futura y socavando la universal aceptación de la doctrina humoral.
En esta dialéctica de los conceptos que intentamos llevar a
cabo el antecedente de Vesalio debe dejarse en suspenso y
anteponer la obra de Thomas Sydenham antes de intentar
describir las consecuencias que para el concepto de enfermedad tuvo la revolución anatómica iniciada por Vesalio.
Sydenham nació en 1624 y murió en 1689. Inició su formación en Oxford y la completó en Montpellier instalándose
posteriormente en Londres en donde se dedicó por entero a
la atención de pacientes.
El concepto clave en su obra es el de especie morbosa. La
especie morbosa es un tipo procesal o evolutivo del enfermar
que se repite unívocamente en un gran número de enfermos.
La misión del clínico estriba en aislarla y descubrirla
18
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad II-III
mediante la experiencia clínica y ello con la misma excatitud
que la empleada por los botánicos: «el botánico no se contenta haciendo la descripción general del cardo según lo que
lo distingue de los demás vegetales, y atiende a los signos y
caracteres porque cada especie se distingue de los demás»2.
La descripción idónea de una especie morbosa requerirá,
por consiguiente, que después de haber observado minuciosamente y detenidamente muchos casos individuales parecidos, el médico discierna los síntomas que se presentan en
todos ellos respecto a los que varían con el sexo, la edad, el
temperamento y la medicación, así como de aquellos que
dependen de un eventual capricho de la naturaleza.
Es importante recordar que la noción de enfermedad galénica se centraba en la íntima conexión del paciente con el
proceso morboso de acuerdo con las leyes fisopatológicas,
por lo que el concepto de especie morbosa no sólo atañe al
diagnóstico, es decir, al proceso mediante el médico aspira a
un conocimiento y a una posible técnica sanatoria en relación a lo que le sucede al paciente, sino que también es un
concepto que reforma radicalmente el sistema teórico de la
medicina.
El camino anatómico que hemos considerado como iniciado
en la obra de Vesalio puede rastrearse a través de lo que la
patología consideró en cada momento y por cada autor
como el «tema central». Si inicialmente tal centralidad fue
ocupada por el concepto de órgano de Morgagni, y posteriormente fue sustituído por el concepto de tejido de Bichat,
el final de este momento histórico que hemos escogido
puede situarse en Virchow, quien sistematizó y completó una
orientación que resultó en que el centro de la patología fuese
la célula.
La obra de Morgagni puede considerarse en una mirada
superficial como poco original. Desde hacía tiempo se
2 López Piñero, J.M. Antología de clásicos médicos. Edt. Triacastela, 1998.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
19
El concepto de enfermedad II-III
hacían autopsias y se describían lesiones de los órganos, y en
esa línea se sitúan obras como las de Théophile Bonet en el
siglo XVII o los estudios anatomopatológicos de Valsalva en
el siglo XVIII. Pero si en estos y otros autores las observaciones eran más bien aisladas, en la obra de Morgagni se
aprecia una investigación rigurosa, sistemática, que derivará
en un principio conceptual, el de que el síntoma está unido
a una lesión morfológica. La tecnología médica comprenderá entonces la descripción minuciosa y detallada hecha por
un hombre observador, que se toma tiempo para hacer una
exposición acabada del cuadro clínico y de las lesiones de
cada caso. De ahí que en adelante, a manera de principio, el
síntoma pasaría a quedar unido a la lesión morfológica.
Virchow nació en Schievelbein en 1821 y murió en Berlín en
1902. En su larga y activa vida pueden distinguirse tres
períodos. Hasta 1849 fue una época caracterizada por una
intensa actividad social y política (de ideas socialistas), fundando el Archiv für pathologische Anatomie und Physiologie und klinische Medizin, que ha proseguido su aparición hasta nuestros
días. La segunda etapa, en Würzburg, hasta el año 1956, fue
un período de gran producción científica. Finalmente la última etapa, hasta su muerte, acontece en Berlín a la cabeza
del primer instituto autónomo de patología y como maestro
de muchos discípulos.
La tesis central de Virchow es la concepción celular del organismo y sus enfermedades. El principio de que la célula es la
forma última, irreductible, de todo ser vivo. Y que tanto en
el estado de salud como en el de enfermedad todas las acciones vitales emanan de ella. El organismo animal es reducido
a la suma de unidades vitales, todas las cuales ofrecen los
caracteres completos de la vida. Lo compara a una especie
de organización social, a una masa de existencias individuales, dependientes unas de otras, pero con una dependencia
de tal naturaleza que cada elemento tiene su actividad propia.
Claude Bernard nació en Saint Julien, en la Borgoña, en
1813 y murió en Paris en 1878. A los 21 años comenzó los
estudios de medicina, convirtiéndose en pocos años en el discípulo predilecto Magendie en el Collège de France, donde
20
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad II-III
en 1855 sucedió a su maestro. Su lugar en el Collège fue en
el laboratorio, en el sótano, donde tenía pésimas condiciones
de trabajo. No obstante, allí hizo sus grandes descubrimientos en tan sólo una década, de 1846 a 1857. El laboratorio
era para él el santuario de la medicina.
Cuando Bernard, ya enfermo, se retiró a su casa de Saint
Julien, escribió su meditada Introduction à l’étude de la médicine
expérimentale, aparecida en 1865 y considerada una de las
obras más importantes en la medicina. En esa obra Bernard
introdujo la idea de medio interno, uno de los conceptos
básicos de la fisiología.
Además Bernard está considerado como el fundador de la
medicina experimental. Bernard negó la existencia de todo
tipo de principios vitales y sostuvo que los síntomas de las
enfermedades no eran fenómenos ajenos al estado normal o
de salud. Eran, por el contrario, algo preexistente, y simplemente eran anormalmente manifiestos en la enfermedad. El
clásico ejemplo es el de la diabetes y la presencia de azúcar
en sangre y orina que se constata en tales enfermos. Como
científico, Bernard demostró que el azúcar era algo existente en el ser humano y no simplemente algo que procedía del
reino vegetal, propuso además que las concentraciones se
mantenían en un rango y que el azúcar debía ser eliminado
por el riñón, hallándose en orina cuando las concentraciones
en la sangre sobrepasaban un determinado umbral.
La enfermedad fue definida por Bernard como un estado
fisiológico alterado, y toda enfermedad tiene una función
normal respectiva, de la cual sólo es una expresión perturbada, exagerada o aminorada o anulada.
Tras esta somera caracterización de este tercer momento, un
momento en realidad que se extiende a lo largo de varios
siglos, regresemos a la dialéctica del concepto de enfermedad que nos hemos propuesto trazar.
Señalábamos que la medicina hipocrática propuso un espacio para la enfermedad que tiene dificultades para diferenciarse del espacio de la física, ya que la idea principal que la
rige, derivada de la filosofía presocrática, es la idea de physis
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
21
El concepto de enfermedad II-III
o naturaleza. Por lo tanto no creó un verdadero espacio
antropológico sino que éste, evolucionando desde la referida
idea de physis y desde la idea de elemento de Empédocles,
alcanzó la noción de humor que tras la obra de Galeno
dominaría la medicina de la edad media hasta el renacimiento.
En los escritos de Vesalio aparece sistematizado un nuevo
cuerpo, el cuerpo anatómico, en un primer momento descriptivo pero que desde la medicina sienta las bases para un
futuro concepto de enfermedad ya radicalmente asentado
en lo específicamente antropológico y no dominado por la
idea de naturaleza (unitaria y ordenada) de los filósofos presocráticos.
Si habíamos considerado como atractor cultural en el
momento prehistórico los muertos, entonces la anatomía de
Vesalio será un nuevo atractor cultural alrededor del cual
deberán irse desplegando los conceptos e ideas de un nuevo
sistema médico.
En la obra de Thomas Sydenham hemos considerado como
concepto clave el de especie morbosa. La aparición del
mismo no parte estrictamente de una descripción de la realidad y tampoco de una evolución del protosistema médico
que hemos intentado describir en el segundo momento. En
línea con contemporáneos pertenecientes a la filosofía, de los
que el mismo Sydenham ha afirmado su influencia, nace de
una emancipación de la vertiente tecnológica del protosistema teórico y no tanto de la vertiente epistemológica. Es más,
en ese momento histórico, en el Barroco, y con la obra de
Bacon como telón de fondo, se invierte la tendencia a considerar en primer lugar la comprensión teórica de la realidad
y en segundo lugar la pretensión de transformarla.
La influencia de Bacon en la noción de especie morbosa es
notoria. Bacon proponía una observación detenida de la
naturaleza y a través de la inducción lograr extraer las formas de la naturaleza (Formae naturae).
Bacon opuso su propio concepto de inducción a la inducción
aristotélica. Ésta se fundaba sólo en casos particulares, y por
22
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad II-III
lo tanto ofrecía conclusiones precarias. La inducción útil
para la ciencia, de acuerdo con Bacon, debe fundarse en la
elección y eliminación de casos particulares. Así, la elección
y eliminación repetidas muchas veces permiten alcanzar la
determinación de la naturaleza verdadera de la auténtica ley
del fenómeno. Esta inducción procede sin saltos y por grados, va subiendo progresivamente de los hechos particulares
a principios cada vez más generales.
Pero además del concepto de inducción del que se ha señalado como uno de los pilares en la formación del llamado
método científico, lo que interesa en este momento es la
noción de forma. Para comprenderla hay que aclarar que
Bacon en todo fenómeno natural distingue dos aspectos:
- Esquematismo latente (latens schematismus): la estructura y el
orden intrínseco de los cuerpos considerados estáticamente.
- Proceso latente (latens processus o processus ad formam): movimiento intrínseco de esos mismos cuerpos que los lleva a la
realización de la forma.
Se debe ver en la forma, por un lado, la estructura que individualiza y define un determinado fenómeno natural y, por
otro, la ley que regula el movimiento de generación o de producción del mismo fenómeno. La forma como diferencia
verdadera es el principio del esquematismo, esto es, el orden
intrínseco de las partes de la materia, porque es lo que individualiza la estructura de una realidad material, mientras
que como naturaleza naturante o fuente de emanación es la
ley que regula el movimiento de producción de un determinado fenómeno.
Como señala Abbagnano3 aquí la diferencia con la noción
de sustancia en Aristóteles no es tan clara. Si la forma para
Bacon era el principio estático y dinámico de los cuerpos físicos, entonces corresponde exactamente a la sustancia aristotélica como principio del ser, del devenir y de la inteligibilidad de toda cosa real.
3Abbagnano. Historia de la filosofía. Edt. Sarpe, 1988.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
23
El concepto de enfermedad II-III
Por lo tanto y aún pareciendo que la noción de forma emana
de manera independiente del sistema filosófico que hemos
considerado como anterior, no es en realidad más que un
intento de instaurar en el pensamiento aristotélico la necesidad de la experimentación, y más concretamente la inducción. Quizás por ello, y también siguiendo a Abbagnano, la
doctrina de Bacon no ha tenido excesiva influencia en el desarrollo de la ciencia, dominada por las intuiciones metodológicas de Kepler o Galileo, pero ignorando el experimentalismo baconiano. Y es que el experimentalismo científico ya
había encontrado su lógica y por lo tanto la capacidad de
construir un sistema: la matemática.
Sin embargo en medicina y a través de la obra de Sydenham
sí que ha tenido influencia el filósofo inglés.
La inducción y la forma permiten una nueva ontología de la
enfermedad aún partiendo de una filosofía no demasiado
alejada de la doctrina aristotélica. Así de la observación de
un gran número de pacientes se obtiene un invariante, la
enfermedad, y sobre eso puede reposar tanto el método
diagnóstico como un incipiente método investigador destinado a la construcción de una nosología.
Y eso es así por varias razones, pero la principal es que del
antiguo concepto de enfermedad hipocrático/galénica el
aspecto de lucha que individualizaba cada caso se pueden
descomponer dos elementos, el anatómico como lo estático
y el fisiológico como dinámico. Con esta nueva antropología
patológica de la que todavía tan sólo se intuyen los trazos se
dirige el camino del concepto de enfermedad hacia la senda
de la anatomía por poseer un estatismo que reposaba en el
latens schematismus de la forma baconiana.
Como ya hemos señalado, esta nueva anatomía ya no es
dominantentemente descriptiva como la de Vesalio. Es una
anatomía que empezando en el órgano de Morgagni, continuando en el tejido de Bichat y finalizando en la célula de
Virchow aspira a una correlación clínico-morfológica.
Queda entonces definido un nuevo espacio para la enfermedad, el cuerpo anatómico. Este cuerpo provee un invariante
24
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad II-III
necesario para conformar una noción de enfermedad más
independiente del sujeto y más próxima a un universal.
Además el síntoma modifica también su estatuto ontológico
en primer lugar porque remite al cuerpo, a un estatismo y a
una universalidad, en segundo lugar porque su lectura permite identificar en el diagnóstico una determinada especie
morbosa y no solamente un proceso morboso.
La obra de Claude Bernard permitió alcanzar un universalismo y una ontología de la enfermedad similar a la conseguida por el pensamiento morfológico justamente partiendo
del otro componente de la forma baconiana, el latens processus o processus ad formam, y modificando esa noción de lucha
que la enfermedad como proceso morboso tenía en la medicina hipocrática/galénica.
Los conceptos de medio interno y de equilibrio se incorporan entonces al sistema teórico de la medicina permitiendo
con ello el paso a la ciencia de lo mudable, de la temporalidad, de lo cambiante.
Así, si Vesalio y Virchow aportan un espacio para la enfermedad, Bernard aportó fundamentalmente una temporalidad para la misma.
Tercera fase en la historia de la enfermedad: (Sydenham,
Bernard, Virchow)
- Enfermedad.
- Síntomas indiciarios.
- Semiología.
- Cuerpo anatómico/fisiológico.
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El concepto de enfermedad IV
Parte IV: La Ilustración
Resumen
Continuamos con la cuarta entrega de la serie dedicada al
concepto de enfermedad. En ella, analizaremos las ideas
relacionadas con la enfermedad que, recogiendo las aportaciones anteriores, vieron la luz en la Ilustración.
Cuarto momento histórico: la modernidad
ilustrada
Si analizamos después de este recorrido la conflictividad
resultante en la generación de un sistema teórico médico en
el que se inserta el concepto de enfermedad podemos señalar:
- Desde la anatomía existe un conflicto de niveles en cuanto
a lo descriptivo. Es decir, la correlación clínico-morfológica
no ha podido realizarse de forma completa y consistente a
un solo nivel. Ni el órgano de Morgagni, ni el tejido de
Bichat, ni la célula de Virchow se bastan. Este tipo de orientación todavía puede rastrearse a día de hoy en la genómica
que pretende no solamente una teconología sino también
una epistemología que culmine ese camino de la correlación
clínico-morfológica iniciada con la anatomía de Vesalio.
- Desde la fisiología existe un conflicto en cuanto a la noción
de normalidad. Debe encuadrarse la obra de Bernard en el
antecedente del filósofo Augusto Comte. Este afirmaba que
todas las enfermedades eran alteraciones de lo normal y
recurrió al concepto de armonía para intenar definirla, aunque tal armonía que no era algo estrictamente cuantificable
sino que se situaba en un punto intermedio entre lo cuantitativo, lo cualitativo y lo calificativo. La noción de normalidad es imprescindible para establecer un concepto universal
de enfermedad (y no una enfermedad hipocrática en la que
la lucha entre el individuo y el proceso morboso hace que
cada caso particular sea único). La salida a esta dificultad
que se proporciona en nuestros días para establecer una normalidad (si se da por buena una realidad dinámica y cam26
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad IV
biante, con su medio interno y sus equilibrios), es la estadística y la epidemiología. En el fondo, ámbas no representan
más más que el experimentalismo baconiano del que ya
hemos hablado y del que debe recordarse que no fue excesivamente exitoso en la ciencia.
- El tercer punto conflictivo afecta al concepto y al fundamento de la noción de síntoma. Si el síntoma era para la
doctrina hipocrática el resultante de la lucha entre el enfermo y la enfermedad, se hace necesario para una enfermedad
con estatuto ontológico propio, y asentada en la anatomía y
la fisiología, unas características especiales de los síntomas.
Por lo tanto el síntoma debe cumplir unas exigencias en
cuanto a su referencia. Debe referir al espacio estipulado
para la enfermedad, debe referir a una dinámica pero permaneciendo estable en el tiempo y debe, finalmente, permitir una referencia diáfana a la condición de enfermedad en
contraposición a la de salud.
- Y finalmente debemos considerar si el espacio y el tiempo
antropológicos, es decir, si el espacio y el tiempo asignados al
hombre por la cultura, pueden solaparse al espacio y al tiempo asignados por el sistema teórico de la medicina al hombre. Si no es verdad, entonces aquí habrá un lugar para otro
tipo de problemas, los que transcurren desde una psicología
antropológica y desde una sociología antropológica a la
medicina. Cuestiones como la medicalización, como el
malestar forman parte de este tipo de problemáticas.
La entrada en la modernidad fue presidida por las ideas de
la filosofía ilustrada. El cambio de paradigma desde las ideas
de la edad media puede resumirse en la aparición de dos instancias que dominaron la organización de la sociedad, a
saber, el concepto de estado y el concepto de ciudadano.
Ambas creemos que fueron responsables de la expansión
desde un espacio corporal anatomofisológicamente entendido a un espacio social y psicológico. Social en tanto en cuanto en los recién creados estados, comenzó una rudimentaria
organización de la asistencia a los enfermos. Así, es durante
estos siglos cuando se asiste al desarrollo de los hospitales,
desarrollo ampliamente favorecido por los avances en los
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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El concepto de enfermedad IV
conocimientos técnicos de la medicina. De otro lado un cierto individualismo propio de la ilustración que convirtió al
ciudadano en protagonista social, permitió tambien la
expansión del espacio de la enfermedad desde el cuerpo
anatomofisiológico a un cuerpo identitario que para ser definido precisaba de lo que se consideraba su opuesto, es decir
la mente. La idea cartesiana de una diferenciación entre
cuerpo y alma no sólo en lo que a la medicina se refiere debe
traducirse como un dualismo entre dos opuestos sino como
dos caras que pasaron a constituir el espacio ampliado de la
enfermedad.
Si hemos postulado como hechos definitorios de la enfermedad en una primera fase la etiología, en una segunda fase un
esbozo de etiopatogenia y en una tercera fase la semiología,
en la modernidad ilustrada se abre camino de forma definitiva la terapéutica, ya que el estado en su pretensión de
mejorar los ciudadanos como fórmula para conseguir una
mejor nación, inicia una serie de considerables esfuerzos en
la atención sanitaria. Es entonces una enfermedad cuyo
mayor carácter definitorio es la superación o curación de la
misma con la finalidad de que el enfermo deje de serlo y reanude sus esfuerzos de cara al éxito del estado como colectividad. Los movimientos de tipo higienista tan ampliamente
presentes en el mundo en esos siglos deben interpretarse
bajo esta perspectiva. La propia procedencia de la palabra
enfermo (infirmus: impotente) deja bien a las claras las consecuencias ya no tanto individuales y mortales de la enfermedad, sino unas consecuencias ante la sociedad entera.
El espacio psicológico nacido del incipiente individualismo
que propone la ilustración se encuadra en un primer
momento en la sustancia espiritual cartesiana y es el responsable de los primeros movimientos alienistas precursores de
la psiquiatría del siglo XX. Este espacio naciente para la
enfermedad desdoblará sin embargo la enfermedad en dos
vertientes que terminarán por confluir en la psiquiatría. De
un lado la posibilidad de la existencia de las llamadas enfermedades del alma, desligadas ya de las explicaciones míticas
como por ejemplo la posesión demoníaca que se atribuía en
la antigüedad como causa de, por ejemplo, la epilepsia. Es,
digámoslo así, la vertiente dominante, la que ha llevado las
28
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad IV
riendas del desarrollo de esa tecnología llamada psiquiatría.
La otra vertiente es la posibilidad de una psicosomática que,
aunque por lo general forme parte de la psiquiatría misma
sin fricciones mayores, esconde no obstante una problematicidad a la hora de plantear la cuestión de qué es una enfermedad. Nos estamos refiriendo a todas las consideraciones
en torno a la individualidad en la que se inserta una determinada enfermedad. El poder de este giro hacia el individualismo es tal que durante gran parte del siglo XX las ideas
del fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, pudieron
oponerse con relativo éxito a aquella otra medicina de corte
más universal, pretendidamente más fecunda aunque también seguramente más deshumanizadora.
La expansión del concepto de enfermedad hasta apropiarse
de dos espacios relativamente nuevos hasta aquel entonces,
el espacio social y el espacio psicológico, derivó en un nuevo
concepto de enfermedad, que a partir de entonces ha de
incorporar como elementos de su definición la impotencia
(fundamentalmente en cuanto a capacidad de trabajo) y la
vivencia (como consecuencias en el alma del hecho de estar
enfermo).
El primero de los elementos guarda una estrecha relación
con toda la historia de la asistencia médica en los países
europeos, mientras que el segundo de los elementos guarda
relación con el desarrollo de la psiquiatría.
Habíamos establecido que para una primera fase en la historia de la enfermedad dominada por la idea de muerte, los
síntomas eran fundamentalmente establecidos como premonitorios de la misma.
En una segunda fase de la historia de la enfermedad, la idea
dominante era de la de sufrimiento y los síntomas eran etiológicos y parcialmente etiopatogénicos remitiendo a la posibilidad de un proceso morboso entendido como lucha.
En la tercera fase, la idea dominante era ya la de enfermedad y el síntoma debía mantener una referencia clara con el
nuevo espacio anatómico y fisiológico pero también con la
enfermedad como una ontología independiente del sujeto.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
29
El concepto de enfermedad IV
Para esta cuarta fase una de las ideas dominantes es el concepto de enfermedad contaminado por circunstancias no
reducibles a un espacio anatómico-fisiológico motivado por
ese presidir de una terapéutica que es sobre todo solución,
una solución tanto para el estado como para el ciudadano.
Así, socialmente, la enfermedad es aquello que genere impotencia y psicológicamente aquello que produzca una vivencia desagradable. Se abre así un nuevo espacio a la enfermedad que ocupará la queja, la cual se fortalecerá y se elevará por encima de cualquier otro espacio hasta ser dominante en la época denominada postmodernidad.
Hipotético cuarto momento: la modernidad.
Impotencia y vivencia.
Contaminación del concepto de enfermedad.
Síntomas heterogéneos.
Terapéutica.
Cuerpo social y psicológico.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
Parte V: En la actualidad
Resumen
Llegamos a la última parte de esta serie de artículos dedicados al concepto de enfermedad. Hasta el momento, partiendo de la opinión de los distintos autores, hemos intentado
trazar una dialéctica histórica de dicho concepto, a partir de
unos momentos claves. Con la visión obtenida, nos proponemos analizar algunas cuestiones conflictivas del presente,
en particular cómo ha establecido la psiquiatría oficial, el
problema de la conciencia de enfermedad en las psicosis.
En los últimos años hemos asistido a uno de esos imperceptibles cambios lingüísticos que creemos merece la pena analizar. Si en las palabras podemos rastrear una fonética, una
etimología, un determinado significado, no es menos cierto
que en ellas también podemos encontrar pistas de las ideologías.
Un ejemplo conocido por todos en el que se entremezclan
las cuestiones de las palabras y la ideología es el eufemismo4.
eufemismo.
(Del lat. euphemismus, y este del gr.).
1. m. Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y
franca expresión sería dura o malsonante.
No existe sin embargo palabra que haga referencia a esos
sutiles cambios en las palabras pertenecientes al lenguaje
científico, pero, sin embargo, también tienen sus motivos. La
ciencia no tiene (o al menos eso proclama) como prioridad
en las variaciones semánticas sustituir lo duro o malsonante
por lo suave o decoroso.
Las modificaciones terminológicas siempre han pretendido
un cambio en los marcos conceptuales. Quizás por ello, no
4 Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
31
El concepto de enfermedad V
existe nadie que limpie, pula y de esplendor ni tampoco se
ha establecido que alguien deba velar por tales modificaciones, sobre todo las que surgen de manera súbita, hasta imponerse como una moda.
Así que como no tenemos a nadie a quién recurrir, simplemente planteamos la cuestión:
En los últimos años, en la literatura psiquiátrica se ha ido
imponiendo el término adherencia perdiendo cada vez más
peso el término conciencia de enfermedad.
El término adherencia5 comenzó a ser empleado en la
medicina hacia 1940, cuando se iniciaron una serie de estudios que tenían como protagonistas a algunas enfermedades
crónicas. La finalidad de los mismos era contribuir a un
mejor automanejo del paciente con su enfermedad. La elección del término no estuvo exento de polémica, frente a, por
ejemplo, cumplimiento. Se prefirió adherencia ya que así se
evitaba cierta connotación de sumisión que tenía la palabra
cumplimiento. Además, la propia O.M.S. ha señalado que
adherencia debe ser entendida de manera amplia, incluyendo no sólo la toma de medicación, sino también, por ejemplo, la búsqueda de ayuda o la adquisición de habilidades
por parte del paciente que mejoren el manejo que éste hace
de enfermedad.
Nada de estos aspectos o de esta historia puede hallarse
cuando se leen artículos en revistas de psiquiatría hablando
de la adherencia. La adherencia, es algo que se utiliza para
hablar de cómo un paciente y su tratamiento deben de estar
pegados.
Con todo ello, ¿tiene algún sentido que el término conciencia de enfermedad se haya borrado de la literatura psiquiátrica y se haya adoptado el término adherencia?
5 Bosworth, H.B. Oddone, E.Z. Weinberger, M. Patient treatment adherence.
Edt. Routledge, 2005.
32
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
El estudio de lo que en clínica habitualmente entendemos
por conciencia de enfermedad se engloba dentro de la literatura anglosajona bajo el término insight, que en la psiquiatría de lengua castellana también utilizamos en relación a las
neurosis como entidades nosológicas y a la psicoterapia
como forma de tratamiento.
Esto es así por que el término insight, que en inglés designa
una heterogeneidad de situaciones, no tiene traducción al
castellano. Tampoco hay una palabra para el insight angloamericano en francés o italiano. Por el contrario y de manera parecida a Inglaterra o Estados Unidos, la psiquiatía alemana echó mano del término einscht, más o menos equivalente a insight.
El concepto moderno de introspección en la psiquiatría clínica parte de los trabajos de Aubrey Lewis en 1934. Lewis6
definió introspección como «la correcta actitud hacia los cambios mórbidos en sí mismo y, más aún, la comprensión de
que la enfermedad es mental». Este autor fue probablemente el primer psiquiatra que señaló la relación entre falta de
introspección y anosognosia (falta de conciencia de enfermedad o discapacidad que usualmente sigue a un daño
agudo en el hemisferio cerebral derecho), y notó también la
relación entre introspección escasa y esquizofrenia.
Antes del siglo XIX la visión oficial de la enfermedad mental (representada por Hobbes y Locke) se basaba en la presencia de delirios, en los cuales, por definición, no puede
existir conciencia de enfermedad. El delirio era el elemento
central de la locura y la ausencia de insight formaba parte de
su propia definición.
El término conciencia de enfermedad, empleado desde
aproximadamente finales del siglo XVIII, se utilizaba más
en el medio legal que en el médico. Es desde el ámbito judicial desde donde empiezan a considerarse determinadas
6 Lewis, A. The psychopathology of insight. Journal of medical psychology, 14:
332-348, 1934.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
33
El concepto de enfermedad V
cuestiones técnicas relacionadas con la incapacitación y la
imputabilidad. Tales cuestiones al transpasarse a la psiquiatría (que era requerida para las peritaciones) desembocan el
el problema de las locuras parciales. Se abre entonces una tercera posibilidad entre el enajenado y el sujeto normal, es
decir, aparece por primera vez la posibilidad de una locura
parcial bajo dos modalidades principales.
- Una locura parcial incompleta, es decir, se considera que la
enfermedad afecta sólo a una parte del cerebro. De aquí es
de donde surge el concepto de monomanía, impulsado
desde los trabajos de Pinel o Esquirol. La visión del funcionamiento mental basado en las ideas del filósofo John Locke
(una visión en la que todo el funcionamiento es esencialmente intelectual) dejó paso a una fragmentación en dicho
funcionamiento, incorporándose como modelo el de la psicología de las facultades. Así, se empiezaron a establecer
como entidades nosológicas locuras emocionales o locuras
volitivas, y este tipo de locuras se clasifican bajo el epígrafe
general de las monomanías.
Estas monomanías, a su vez, son las que introducen en la psiquiatría el problema del insight, resumido por Balillarger en
la frase: «locuras que son conscientes de sí mismas».
- Una locura parcial temporal. La pérdida de la condición de
normalidad acontece en un período recortado de tiempo,
tras el cual el sujeto retorna a la misma. Aquí el recorrido
histórico es más complejo y con varias ramificaciones. A
nivel legal sigue un camino relativamente independiente del
recorrido conceptual de la propia psiquiatría, tal y como lo
atestigua la presencia todavía a día de hoy del término «enajenación mental transitoria», sin exacta equivalencia en el
vocabulario psiquiátrico. El establecimiento del trastorno
bipolar como enfermedad independiente de la esquizofrenia
por parte de Baillarger (forme circulaire de maladie mentale), Falret (folie a double forme) y Kahlbaum (locura circular) introduce ya en la psiquiatría episodios de completa
locura en los que posteriormente se produce una remisión
total. La propia farmacología desde la aparición de las sales
de litio contribuye al establecimiento de todo el campo
semántico de los tratamientos preventivos, y desde ahí se
34
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
puede rastrear una cierta acepción del término insight vinculado a la prevención y que toma forma a través de todas
las terapias basadas en la psicoeducación (véase la ingente
cantidad de trabajos que proponen la psicoeducación como
uno de los pilares básicos del trastorno bipolar).
Tras la incorporación a la psiquiatría de los términos conciencia, introspección y self se abrieron otros espacios conceptuales. Su aceptación después de 1840 fue facilitada por
la necesidad de incorporar descripciones subjetivas de las
experiencias internas en aras del diagnóstico. Moreau de
Tours fue una figura importante para articular estas posiciones. Los alienistas, convencidos por sus trabajos, comenzaron a aceptar la visión de que la manera en que los pacientes experienciaban su enfermedad era esencial para el diagnóstico y la clasificación. Otros dos autores relevantes en esta
historia fueron Parant y Dragonet7.
Dragonet en Conscience et alienation mentale de 1881 concibió la
consciencia como la capacidad de monitorización de la vida
interna, y contemplaba la posibilidad de que estuviese alterada o no dependiendo de si eran uno o los dos hemisferios
cerebrles los alterados. Parant en La raison dans la folie de 1888
estableció distintas posibilidades o grados en cuanto a la
conciencia de enfermedad, concibiéndola como un fenómeno complejo dependiente de varios factores.
La facilicitación final para el desarrollo de una ciencia del
insight fue la aparición en la psiquiatría del concepto de
comprensión, que procedía de la filosofía de corte fenomenológico. Este movimiento abogaba por una introspección
con la finalidad de alcanzar la esencia de las cosas. Si en un
primer momento el insight era una parte del aparato psíquico, con la comprensión tomó un cariz de tipo global, ya que
se refería a la captación de la realidad de un modo total,
7 Berrios, G. The history of mental symptoms. Edt. Cambridge University Press,
1996.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
35
El concepto de enfermedad V
incluyendo emociones, volición, etc… pero también componentes inconscientes. La conciencia de enfermedad pasó a
relacionarse con una aprehensión de la totalidad del estado
existencial y mental que incluye no sólo el conocimiento
intelectual de la enfermedad sino también aspectos emocionales y volitivos.
Para Jaspers existen diferentes maneras de conocimiento de
enfermedad. La primera vía de conocimiento es el directo,
objetivo o inmanente. Consiste en las diferentes posibilidades a través de la cuales la enfermedad puede llegar a mostrarse. Estos modos son el simple ser (dasein), el de la consciencia en sí (bewusstsein überhaupt), y el del espíritu (geist).
Cada uno de estos tres modos implican una respectiva
noción vinculada a la enfermedad: la inutilidad (lo vital), la
evidencia (lo universal, lo científico-natural) y la convicción
(lo compartido).
La segunda vía de conocimiento es el indirecto o esclarecedor. El lenguaje de este conocimiento indirecto posee dos
rasgos fundamentales: su carácter simbólico o cifrado y su
expresión paradójica o contradictoria.
Y finalmente en esta breve historia del insight debemos citar
a Freud y al nacimiento el inconsciente que incorpora la
posibilidad de desconocer el significado del síntoma y de la
enfermedad, ya no en la locura, sino en la neurosis y en
general en todos los individuos. La propia naturaleza del psicoanálisis ha llevado a algunos autores a diferenciar dos tipos
de insight, uno intelectual, por clarificación o descriptivo (en
el que el paciente es consciente de lo que le ocurre a través
de las palabras del analista) y un insight emocional, por
interpretación u ostensivo (en el que el paciente obtiene el
conocimiento a través de la transferencia). En todo caso, su
aportación conceptual al insight puede resumirse en varios
puntos:
- Universalidad del inconsciente.
- Introducción de la temporalidad en el insight (el presente
se relaciona con el pasado).
- El insight como relación de sentido entre acontecimiento y
síntoma (ya no tanto anatomoclínica).
36
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
- El insight más focalizado en el síntoma que en la enfermedad (la enfermedad es una generalidad a la que se accede y
se resuelve a través del síntoma y de su presentación en la
relación terapéutica).
Estudios
En el estudio piloto de la O.M.S.8 sobre la esquizofrenia se
observó que un 97% de pacientes presentaban algún déficit
en la conciencia de enfermedad. Estas cifras tan elevadas
fueron posteriormente replicadas en estudios posteriores
pero entre pacientes hospitalizados. Los estudios con pacientes ambulatorios dan las siguientes cifras9:
- Un 57%tienen un déficit ligero-moderado.
- Un 32% presentan un grave déficit respecto a las consecuencias sociales de su enfermedad.
- El 22% de los pacientes niegan la necesidad o el beneficio
de la medicación.
Respecto a la gravedad de las manifestaciones clínicas, unos
estudios muestran relación entre escasa introspección y
mayor intensidad de los síntomas, mientras que otros no
encuentran relación alguna10.
Tal vez los estudios más consistentes son aquellos que han
mostrado asociación entre escasa introspección y delirios, y
una relación inversa entre introspección y gravedad de la
depresión11.
La relación entre pronóstico y falta de introspección tampoco está definida con claridad. Aunque la mayoría de los estu-
8 WHO. World health organization.Report of the international pilot study of
the schizophrenia. 1973.
9 Amador, XF. Andreasen, NC. Flaum, M. Strauss, DH. Yale, SA. Clark, S.
Awareness of illness in schizophrenia, schizoaffective and mood disorders. Arch
Gen Psychiatry, 1994;51: 826-36.
10 Villagrán J., Luque R. Psicopatología del insight. En: Berrios GE, editor.
Psicopatología descriptiva: nuevas tendencias. Edt. Trotta, 2000.
11 Smith TE, Hull JW, Israel LM, Willson DF. Insight, symptoms, and
neurocognition in schizophrenia and schizoaffective disorder. Schizophr Bull.
2000;26:193-200.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
37
El concepto de enfermedad V
dios se orientan a una relación entre introspección y una
mejor evolución, algunos autores, como Eskey12 y Van
Putten13, no hallaron relación.
La introspección se ha estudiado también desde el punto de
vista de su asociación a la respuesta positiva al tratamiento.
La mayor parte de las investigaciones encuentran una relación entre pérdida de introspección y respuesta al tratamiento.
En cuanto a estudios neuropsicológicos:
Existe una cierta evidencia de que algunas formas de pobre
insight reflejan alteraciones cognitivas, particularmente en
los períodos de exacerbación aguda. Los déficits cognitivos
podrían ser los responsables de las dificultades para que los
pacientes generen unas narrativas coherentes sobre su propia enfermedad14. En particular, la mayor relación se ha
encontrado con un dominio de las funciones ejecutivas, la
flexibilidad del pensamiento abstracto (esquizofrénicos presentan peores resultados con respecto a controles sanos en
test que demanden soluciones novedosas y flexibles ante problemas complejos15. Esta misma dificultad también se ha
12 Eskey A. Insight and prognosis. J Clin Psychol. 1958;14:426-9.
13 Van Putten T. Why do schizophrenic patients refuse to take their drugs?
Arch Gen Psychiatry. 1974;31:67-72.
14 McEvoy JP: The relationship between insight into psychosis and compliance
with medication, in Insight and Psychosis, 2ª ed. Amador X, David A. Oxford,
England, Oxford University Press, 2004.
15 Lysaker PH, Bryson GJ, Lancaster R, et al: Insight in schizophrenia
associations with executive function and coping style. Schizophr Res 2003.
Smith TE, Hull JW, Israel LM, et al: Insight, symptoms and neurocognition in
schizophrenia and schizoaffective disorder. Schizophr Bull 2000.
Young DA, Zakzanis KK, Bailey C: Further parameters of insight and
neuropsychological deficit in schizophrenia and other chronic mental diseases. J
Nerv Ment Disord 1998.
Mohamed S, Fleming S, Penn P, Spaulding W: Insight in schizophrenia: its
relationship to measures of executive function. JNerv Ment Disord 1999.
Lysaker PH, France CM, Davis LW, et al: Personal narratives of illness in
schizophrenia: associations with neurocognition and symptoms. Psychiatry
2005.
38
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
encontrado cuando, a partir de material no estructurado
deben construir un material narrativo16.
Medición del insight
- El primer instrumento elaborado fue el The insight and treatment attitudes questtionaire, McEvoy 1983.
- David schedule for assesment of insight, lo considera como algo
más complejo y más multidimensional.
- Amador (1991) distinguió dos componentes en el insight: la
conciencia de enfermedad (que consiste en en el fallo de un
individuo para reconocer la presencia de un determinado
signo o déficit cuando un examinador lo confronta con él.
La atribución incorrecta, refleja la particular creencia de un
individuo acerca un déficit o un síntoma. De acuerdo con
esta visión Amador y Srauss (1990) desarrollaron la Scale to
assess Unawareness of mental disorder, en la que se distingue una
conciencia actual y retrospectiva acrca de: tener una enfermedad mental, efectos de las medicaciones, las consecuencias de la enfermedad, los signos y síntomas específicos.
- Selten, Sijben, vanden Bosch, Omloo-Viser y Warmerdam
(1993) crearon una escala sobre el insight de los síntomas
negativos (Subjective experience of negative symptoms).
- Markova (1992) creó una escala de insight autoadministrada, de 39 ítems.
- Johnson y Orrell (1995) demostraron que la medida del
insight es muy dependiente de variables socioculturales. (sólo
un 37% de caucasianos se etiquetaban como de pobre
insight frente a un 70% en otros grupos étnicos). Cuando las
variables se analizaron mediante un análisis de regresión la
etnicidad se mostró como la variable independiente más significativa que influye en el insight percibido.
16 Drake RJ, Lewis SW: Insight and neurocognition in schizophrenia.
Schizophr Res 2003.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
39
El concepto de enfermedad V
Razones que sugieren los autores:
- Hay sociedades en la que existe mayor estigma a la enfermedad mental por lo que puede ser más favorable la negación de la misma.
- Algunas minorías sólo son admitidas en el hospital si están
muy graves.
Dimensiones del insight
reflejadas en la puntuación
SUMD ITAQ PANSS
Aceptación de la etiqueta de
enfermedad
SI
Conciencia de tener una
enfermedad mental
SI
Percepción de la necesidad
de un tratamiento
SI
SI
SI
Conciencia de signos y
síntomas
SI
Atribución de signos y
síntomas a una enfermedad
mental
SI
Conciencia de las
consecuencias sociales de la
enfermedad mental
SI
SI
SI
SI
SI
Etiquetado correcto de las
experiencias psicóticas
SI
Pérdida de juicio (falta de
conciencia de que los actos
son debidos a una
enfermedad mental)
40
PSE
SI
SI
Conciencia de los beneficios
de un tratamiento
SAI
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
SI
El concepto de enfermedad V
Tiempo
Actualmente
SI
SI
En el pasado
SI
SI
En el futuro
SI
SI
SI
SI
SUMD: scale to assess unawanerenessof mental disorder (Amador y
Strauss, 1990).
ITAQ: insight and treatment attitude questionaire (McEvoy, 1989).
PANSS: positive and negative syndrome scale (Kay, 1987).
DSAI: David Schedule for assessing the three components of insight
(David, 1990).
PSE: present state examination (Wing, 1974).
Tratamientos e intervenciones
Existen tres grandes grupos de teorías para explicar el problema de la conciencia de enfermedad en la esquizofrenia.
UNO/ teorías clínicas: la falta de conciencia de enfermedad
es un síntoma de las psicosis.
DOS/ teorías psicodinámicas: la falta de conciencia de
enfermedad es un mecanismo de defensa relacionado con la
negación que pretende preservar en el sujeto una visión integrada del sí mismo.
TRES/ teorías neuropsicológicas: la falta de conciencia de
enfermedad es un síntoma de tipo cognitivo, relacionado
con los mecanismos de autopercepción, y similar a la anosognosia.
Estas tres grandes teorías no han sin embargo generado claridad en las intervenciones sobre la falta de conciencia de
enfermedad en esquizofrénicos. Existen pocos trabajos y
además por lo general no se molestan en trazar las justificaciones teóricas oportunas a las intervenciones propuestas. La
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
41
El concepto de enfermedad V
revisión más completa de tales trabajos es la realizada por
Henry y Ghaemi17, quienes recogen un total de 11 estudios.
MacGlynn y Schacter (1989) en una revisión sobre el problema de la conciencia de enfermedad en trastornos neurológicos constatan una preocupante falta de estudios. No está
mejor la cosa para la esquizofrenia, pese a lo que pudiese
parecer.
Watts (1973), Milton (1978) realizaron cada uno de ellos un
estudio dirigido a modificar las creencias sobre el pensamiento delirante, refiriendo resultados positivos.
Lin (1979) y Brown (1987) utilizaron un enfoque educacional demostrando que algunas formas de conocimiento sobre
la enfermedad en los esquizofrénicos pueden ser parcialmente modificadas.
Seltzer (1980) también aplica un enfoque psicoeducativo
demostrando la eficacia del mismo en el conocimiento del
tratamiento y la adherencia al mismo, aunque algunos problemas metodológicos ponen en duda sus conclusiones.
Searles (1965) utilizó un enfoque psicoanalítico, trabajando
con la negación, y sugiriendo que la conciencia de enfermedad puede modificarse con psicoterapia.
Existen dos estudios con videograbaciones18 (en los que se
les expone al paciente su propio comportamiento psicótico)
que afirman que mejora el insight en pacientes esquizofrénicos, aunque comunicaciones sobre esta técnica existen ya
desde el año 196919.
17 Henry, Ch. Ghaemi, S.N. Insight in psychosis: A systematic review of
treatment interventions. Psychopahology, 2004;37:194-199.
18 Davidoff, S. Forester, B. Ghaemi, S. N. Bodkin, J. A. Effect of Video SelfObservation on Development of Insight in Psychotic Disorders. Journal of
Nervous & Mental Disease. 186(11):697-700, November 1998.
Vikram, S. Video self-obervation: a means of improving insight in psychosis.
Psychiatric Bulletin (2008) 32: 341-344.
19 Alger, I. Thetapeutic use of videotape playback. The journal of nervous
and mental disease. April, 1969, 148:4.
42
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
También dentro de este grupo de tratamientos de perfil psicológico se deben incluir los trabajos con técnicas cognitivoconductuales centradas en los delirios y las alucinaciones.
En cuanto a los tratamientos farmacológicos existen pocos
trabajos sobre el insight en la era de los neurolépticos típicos.
Cuando aparecieron los neurolépticos atípicos comenzaron
a publicarse una serie de estudios que propugnaban el cambio desde los neurolépticos atípicos fundamentándose en
que generaban una mejoría en múltiples problemas, entre
ellos el insight. Posteriormente y dado que muchos de los
resultados no eran replicables, supongo (siendo bienintencionado que por las dificultades inherentes al constructo
insight) los estudios pasaron a estudiar la cumplimentación
del tratamiento. Un buen ejemplo de un estudio de este tipo
es el de Linden20 o el de Dolder21. Desde la cuestión de la
adherencia las explicaciones se han centrado en los efectos
secundarios en un primer momento, y con posterioridad en
el bienestar subjetivo de una determinada medicación (por
ejemplo, el trabajo de Rosi22 o el de Garavan23). La aparición de los neurolépticos de acción prolongada certificó el
paso definitivo desde el insight a la adherencia. Si la primera mantenía como marco de referencia al sujeto (en las tres
grandes teorías generales, la clínica, la psicodinámica y la
neuropsicológica), la segunda toma como marco la calidad
de vida, los efectos secundarios y el efecto subjetivo de una
medicación determinada.
20 M. Linden, M. Scheel, T. Eich, F.X. Improvement of patient compliance
after switching from conventional neuroleptics to the atypical neuroleptic
amisulpride. J Psychopharmacol, November 1, 2006; 20(6): 815 - 823
21 Dolder, C.R. Lacro, J.P. Dunn, L.B. Jeste, D.V. Antispychotic medication
adherence: Is there a diference between typical and atypical agents? Am J Psy.
159: 103-108. January 2002.
22 Rosi, A. Subjective experience and subjective response to neuroleptics in
schizophrenia . Comprehensive Psychiatry , Volume 41 , Issue 6 , Pages 446 –
449.
23 Garavan, J. et al. Compliance with neuroleptic medication in outpatients
with schizophrenia; relationship to subjective response to neuroleptics; attitudes
to medication and insight. Comprehensive Psychiatry , Volume 39 , Issue
4, Pages 215 – 219.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
43
El concepto de enfermedad V
En cuando a la asociación entre insight y mecanismos de
defensa:
- Mayer Gross, 1920, dividió en dos las negaciones acerca de
la enfermedad.
La negación sobre el futuro y la negación sobre las experiencias psicóticas. La negación sobre el futturo hace mención a la imposibilidad del paciente de señalar previsibles
sucesos positivos en su futuro próximo.
- MacGlasahn y Carpenter, 1976: los pacientes que aceptan
en lugar de negar sus experiencias psicóticas son más proclives a presentar una depresión postpsicótica, por lo que estos
autores consideran la negación como un mecanismo de
defensa «útil».
- Van Putten (1976) postuló un modo de funcionamiento
más maniforme entre los que no tienen conciencia de enfermedad, prefiriendo un estado de grandiosidad al estado más
normal inducido por los neurolépticos.
- Sackheim (1983) propuso que la negación es esencial en la
regulación del estado afetivo.
- Smith (1998 y 2000) halló una correlación entre sintomatología depresiva y conciencia de enfermedad aunque no
con atribución de síntomas.
- Los estudios que encuentran una relación entre insight y
depresión pueden sugerir que el pobre insight, al menos en
parte, puede derivar de mecanismos de negación.
Concepto de enfermedad
Una de las posibles vías de investigación en torno al insight
es la reflexión en torno a la enfermedad. Detenernos en
aquello que el paciente debe conocer, es decir, la enfermedad misma.
En filosofía es común emplear el término objeto o ente para
referirse a un existente (cualquiera que sea su naturaleza últi44
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
ma) que se le presenta al hombre para ser conocido por él.
Si, desde esta terminología, decimos que la enfermedad es
un objeto, entonces debemos pasar a describir cuál es su
naturaleza (si es una realidad concreta, un tipo de abtracción, una generalización, un prototipo, un contenido de conciencia experiencial aplicable a una serie de situaciones
coporales…). También debemos intentar establecer cómo el
ser humano aprehende dicho objeto, es decir, si se trata de
una sensación, de una percepción, de una idea, de un estado de conciencia…)
En la primera parte de esta serie de artículos hemos intentado realizar una revisión detallada sobre el concepto de enfermedad de acuerdo a los autores más relevantes. En la segunda, la tercera y la cuarta parte hemos realizado un recorrido
histórico tratando de identificar cómo ha ido conformándose el concepto de enfermedad en medicina. Tras plantear las
dificultades clínicas y conceptuales del insight y de la introspección, creemos necesario plantear un modelo diferente,
muy en relación con el concepto de enfermedad.
Una de las aproximaciones posibles y escasamente exploradas del problema del insight es a través de la extensa literatura de corte más antropológico acerca del concepto de
enfermedad. Aquí, el imprescindible punto de partida es el
trabajo realizado por Kleiman24 en 1980, un estudio de tipo
transcultural en Taiwan. Uno de los elementos centrales en
su análisis es la distinción entre disease (la alteración de los
procesos biológicos y/o psicológicos) e illness (la experiencia
psicológica y su sentido ante cualquier alteración). Kleiman
observó que los modelos explicativos de la enfermedad eran
fundamentales, pero además, dichos modelos eran en parte
conscientes y en parte quedaban fuera de la conciencia. Eso
daba lugar a que, al mismo tiempo, fueran plenamente
coherente y a la vez ambiguos. También reparó que el
modelo al que se acogía un individuo cambiaba con el tiempo y que la relación médico paciente podía ser vista como
24 Kleinman, A. Patients and Healers in the Context of Culture. Edt.
University of California Press, 1980.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
45
El concepto de enfermedad V
una transacción entre el médico y el modelo explicativo del
paciente.
Los modelos explicativos de la enfermedad cuentan para
Kleiman con los siguientes componentes:
- Causa o etiología.
- Temporalidad y modo de inicio de la(s) alteración(es) o síntomas.
- Proceso de progresión desde la normalidad al la alteración
o fisiopatología.
- Curso de progresión de la(s) alteración(es) o síntoma(s).
- Solución o tratamiento.
Con posterioridad, Young25 (1981, 1982) realizó una crítica
a la metodología empleada en los estudios etnográficos para
estudiar la forma en que los seres humanos dan cuenta de la
enfermedad. Hasta ese momento se consideraba que los llamados modelos explicativos eran la manera principal
mediante la cual las personas construían accedían a modelos
causa/efecto de sus síntomas. Young afirmó en sus trabajos
que los seres humanos emplean diversos modelos cognitivos
para pensar acerca de sus enfermedades. Además postuló
que dichos modelos explicativos imponen una falsa coherencia en los complejos narrativos al contener contradicciones
internas debidas a otros tipos diferentes de razonamiento
que también están en juego. Sobre la clasificación de Young,
Stern y Kirmayer26 (2004) han elaborado un catálogo de las
estrategias cognitivas a través de las cuales las personas dan
cuenta del hecho de la enfermedad.
25 Young, A. (1981) When rational men fall sick: an inquiry into some
assumptions made by medical anthropologists. Culture, medicine and
psychiatry, 5, 317-335.
Young, A. (1982) Rational men and the explanatory model approach. Culture,
medicine and psychiatry, 6, 57-71.
26 Stern, L. Kirmayer, L.J. Knowlengde structures in illness narratives:
development and realiabity of a coding scheme. Transcultural psychiatry,
March, 2004.
46
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
- Los modelos explicativos se refieren a esquemas de síntomas o enfermedad organizados en términos de relaciones
causales, implicando las ideas de causa, fisiopatología, curso
y tratamiento. Se han dividido en tres tipos.
Los factores causales estipulan una específica relación de tipo
causal entre el síntoma o la enfermedad y un evento o suceso.
Los procesos causales describen los factores causales como un
proceso o mecanismo ordenado en el tiempo.
Los modelos explicativos de tipo nominal describen la enfermedad
o el síntoma a través de una determinada etiqueta diagnóstica que implica la existencia de un modelo explicativo subyacente.
- Los prototipos toman episodios o eventos significativos del
pasado que sirven como ejemplos de una particular experiencia para la enfermedad actual. No están organizados en
términos de un proceso causal explícito, sino que su finalidad se refiere principalmente al significado de la enfermedad y sus implicaciones.
- Los complejos encadenados son una forma de razonamiento transductivo que involucra una secuencia de eventos
no como nexos causales sino en términos de las contigüidades de significado. Los complejos encadenados de tipo simple se refieren a un ejemplo sencillo de eventos u ocurrencias
que se presentan en contigüidad temporal con el desarrollo
de la enfermedad o del síntoma. La descripción se realiza
basada en la experiencia y no provee una explicación explícita para la presencia de la enfermedad o el síntoma. Los
complejos encadenados generalizados son una extensión de
los anteriores. Un patrón de factores son vistos siempre o a
menudo como en contigüidad temporal con el síntoma.
En el problema de la conciencia de enfermedad debemos
comenzar por decir que aquello que el paciente debe dar
cuenta en primer lugar es un dato, un hecho. Este dato
puede acontecer en diferentes espacios. Puede darse en el
cuerpo, en su anatomía o su fisiología. En numerosas ocasiones, los síntomas acontecen en espacios distintos, como el
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
47
El concepto de enfermedad V
espacio relacional o el espacio social. Lo que se debe hacer
con un dato es principalmente identificarlo.Estos datos
deben agruparse de alguna manera. Su asociación tiene
como finalidad proveer una explicación de lo que está sucediendo. El dato o los datos, de esta manera, se encuadran
dentro de una determinada red semántica. Hemos visto que
éste es el término que propone Good a la hora de hablar de
la enfermedad y que se basó en las ideas de Turner (símbolos rituales dominantes), de Fox (términos centrales) y de
Izutsu (palabras-foco). Por lo tanto, el dato, dentro de una
red semántica, permite su explicación.
La enfermedad, entendida como una red semántica, es
decir, como un concepto, consta de una serie de clases.
Pongamos un ejemplo, el concepto mueble. En el mundo
real encontramos sillas, mesas, sofás, armarios. Mueble es
entonces un concepto que engloba a otros conceptos, de
acuerdo a una relación de inclusión, es decir, jerárquica. En
la enfermedad, hallamos también distintas clases.
Por lo tanto, ante un dato o evento, existen diferentes posibilidades de aprehensión por un sujeto:
- Existen eventos en los que el paciente simplemente niega
su existencia.
- Existen eventos a los que el paciente otorga existencia pero
a los que niega la obligatoriedad de ser explicados.
- Existen eventos a los que el paciente les otorga tanto su
existencia como la obligatoriedad de explicación.
- Existen eventos a los que el paciente les otorga tanto su
existencia como la obligatoriedad de explicación, y que
dicha explicación se sitúa en la red semántica de enfermedad.
- Existen eventos a los que el paciente les otorga tanto su
existencia como la obligatoriedad de explicación, que dicha
explicación se sitúa en la red semántica de enfermedad, y
que además paciente, cuidador y profesional sanitario, lo
sitúan en la misma clase.
48
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
Las situaciones en las que puede alterarse la conciencia de
enfermedad podrían entonces clasificarse así:
Anosognosias.
Desatenciones.
Delirios.
Errores atribucionales.
Intentemos ahora un breve recorrido por la psiquiatría y la
esquizofrenia para ir desarrollando una serie de viñetas clínicas en la que esta clasificación nos resulte más clara.
Sabemos que algunos de los llamados síntomas negativos
suelen ser negados en su misma existencia por los pacientes.
No tienen, por lo tanto, ni la condición de evento para el
paciente en muchas ocasiones.
Algunas conductas peculiares, extrañas o manieristas, sí son
vistas por el paciente como un evento. Lo mismo sucede con
algunos movimientos de tipo disquinético, de los que el
paciente se da cuenta, pero no se ve impelido a explicar27.
Este tipo de datos no sólo acontecen en el espacio anatómico, también los podemos encontrar en los espacios sociales y
relacionales. Por ejemplo, algunas costumbres extrañas que
tampoco los médicos sabemos encuadrar muy bien: dietas
raras, paseos rutinarios y repetitivos dotados de esa cualidad
extraña.
El tipo de insight es una desatención. Y el modelo por el cual
el sujeto aprehende tales datos es a través de un prototipo y
no de un modelo explicativo.
27 Esto puede ser visto por algunos psiquiatras como un caso de buena
fortuna. Es decir, en una akatisia aguda el paciente enseguida interpreta como
causa el tratamiento, cosa que no sucede por lo general en una discinesia, por
lo que los pacientes continúan adheridos a sus pastillas. Diskinéticos, pero
contentos.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
49
El concepto de enfermedad V
Otros eventos sí se ajustan a los «modelos explicativos» aunque estos modelos no se correspondan con la red semántica
de enfermedad. Sabemos que existen síntomas a los que el
paciente tiende a otorgarles una causa, un mecanismo y una
solución, aunque digamos que no tenga conciencia de enfermedad. Por ejemplo, en un paciente con una descompensación aguda de su esquizofrenia no supone lo mismo hablar
con él de «insomnio» que de «alucinaciones». El insomnio es
más neutro mientras que la alucinación aleja al paciente de
un campo semántico de enfermedad y lo atrae hacia un
campo de perjuicio o persecución. Y en la persecución, el
paciente aprehende el dato a través de un modelo que incluye causas, mecanismos y soluciones. Por eso a este tipo de
problema le he dado el nombre de delirio en la clasificación
anterior.
Podemos seguir todavía más con este tipo de aproximación
a la cuestión del insight en el delirio.
Sabemos que la relevancia de cada uno de los componentes
de un determinado modelo explicativo es diferente.
Tratamiento/solución puede ser o no prioritario, de ahí que
algunos pacientes busquen una salida a sus alteraciones y
otros en cambio las vivan pasivamente. Lo mismo puede
decirse para fisopatología o patogenia. Algunos pacientes
pueden pasarse días enteros buscando el mecanismo por el
cual escuchan voces y en otros es algo que le tiene sin cuidado. Clínicamente, es distinto el modelo explicativo de enfermedad de un parafrénico (en el que sí es prioritario el componente «mecanismo» respecto al de una esquizofrenia simple (en el cual no resulta importante). Debemos además contar con que tales modelos explicativos son en parte conscientes y en parte inconscientes. Y algo no referido por
Kleiman de forma explícita, que en parte son universales
(para toda una cultura) y en parte individuales (propios y
exclusivos del sujeto enfermo).
Por ello, las diferentes escalas de medición del insight no son
más que la plasmación imperfecta de las cuestiones relativas
al problema del concepto de enfermedad, lo que debe llevar
a refinarlas y mejorarlas.
50
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El concepto de enfermedad V
Y por último existen pacientes que llevan un dato a la red
semántica de enfermedad, aunque no coincidan con la opinión de sus médicos o cuidadores. Aquí se suele emplear el
término atribución. Un paciente que atribuye su disnea a un
ataque cardíaco y no a una crisis de ansiedad, podría ser uno
de los muchos ejemplos.
Siguiendo esta línea de trabajo, se pueden extraer algunas
sugerencias relativas al enfoque de un paciente esquizofrénico «sin conciencia de enfermedad».
- En primer lugar debería analizarse cuál es el síntoma problemático que trae a la luz la falta de conciencia de enfermedad. Aquí creemos importante saber en qué espacio se
sitúa el síntoma, en el corporal, el social o el relacional, ya
que nos va a indicar tanto el grado de dificultad como dar
pistas acerca de la estrategia a seguir. El gradiente sería: corporal, relacional, social, por lo que se empieza siguiendo este
orden y la finalidad última es seguirlo con el paciente en sentido contrario (eso dice, por ejemplo, la experiencia con
pacientes alcohólicos).
- En segundo lugar intentaría saber si el problema puede
situarse en uno de los siguientes cuatro aspectos: anosognosia, desatención, delirio y atribución, ya que sabemos que los
dos primeros son más abordables desde un paradigma rehabilitador, el tercero a través de medicación y el cuarto a través de la psicoterapia.
- En tercer lugar, situaría el dato en alguno de los modelos
por los que la enfermedad se conoce, es decir, prototipos,
complejos encadenados, modelos explicativos. Y dentro de
estos últimos, trataría de saber si lo predominante es causa,
mecanismo o solución, ya que creo que este ejercicio también nos puede dar pistas sobre la aproximación más adecuada. En mi modesta opinión, la cosa es como sigue:
Prototipos: psicoeducación, modelos de corte más cognitivo.
Complejos encadenados: modelos de corte más psicodinámico.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
51
El concepto de enfermedad V
Modelos explicativos (alteración, causa y solución): modelos
de corte más farmacológico.
Alteración: síntomas más cuestionables vs. síntomas menos
cuestionables.
Causa: delirios cristalizados vs. delirios en crecimiento.
Trabajo en la resolución del delirio respecto a la crítica del
mismo.
Solución: riesgo de alteraciones de conducta, de paso al
acto, de suicidio.
52
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El desorden de tu nombre.
Psicoterapia de apoyo en un caso
de duelo
Ana García Laborda
CSM Parla (Madrid). Enfermera especialista en Salud
Mental. Socióloga. Antropóloga
Correspondencia Ana García Laborda
Email [email protected]
Movil 687700663
Resumen
El trabajo tiene como objetivo describir un caso clínico, tratado en los servicios públicos que se presenta como un duelo
disfuncional y cuya patología aparece centrada en la persona que consulta. El cambio de perspectiva en el abordaje, de
una mirada centrada en lo personal, a una mirada centrada
en lo microsocial y especialmente en lo familiar, permitió el
desvelamiento de una estructura familiar, que en un primer
momento, se presentaba como solida y organizada, y cuyo
eje de estructuración estaba constituido por el marido fallecido de la consultante, pero que hizo aflorar un desorden
previo en la familia de origen de esta, el cual, a su vez, moldea el modo de relación de su familia de procreación. Todo
ello en el marco de un medio social, que promueve el establecimiento de dichas estructuras familiares disfuncionales.
Palabras clave
Duelo. Psicoterapia de apoyo. Estructura familiar.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
53
El desorden de tu nombre. Psicoterapia de apoyo en un caso de duelo
Title
The mess of your name. Psychotherapy support in a case of a mourning.
Abstract
The paper aims to describe a clinical case treated by the Public Services
that is presented as a dysfunctional grief centred on the person who
consults the therapist. The change of perspective in the approach, from
an approach centred on the personal issues to an approach centred on
the microsocial issues and especially on the family questions, allowed the
manifestation of a familiar structure, which at first, appeared solid and
organized, and whose axis of structure was constituted by the deceased
husband of the consultant, but that made appear a previous disorder in
the family of origin , which in turn models the way of relations of the
family of procreation. All this in the background of a social environment
that promotes the establishment of the above mentioned dysfunctional
family structures.
Key words
Grief. Psychotherapy support. Family structure.
Los cuatro muleros
(Canción popular andaluza)
De los cuatro muleros,
que van al agua,
el de la mula torda,
me roba el alma
De los cuatro muleros
mamita mía,
el de la mula torda,
es mi mario.
Anda me he equivocado,
que el de la mula torda,
mamita mía,
es mi cuñao.1
1Cuatro muleros. Disponible en
http://www.pnte.cfnavarra.es/tiosebas/sitioweb%20euskera/pag2-5.html
[consultado el día 4 de abril de 2008]
54
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El desorden de tu nombre. Psicoterapia de apoyo en un caso de duelo
El duelo es el proceso de integración de la pérdida, de cualquier pérdida, en el sentido que voy utilizar aquí, la pérdida
de un ser querido. La misión de terapeuta es ayudar al sujeto a recolocarse en la nueva red de relaciones que se instaura tras esa pérdida, y por tanto, la aceptación de una nueva
identidad y un nuevo rol, poniéndose en juego aspectos vinculares, tanto intrapsíquicos, como intersubjetivos. En ese
proceso, se reactivan pérdidas no elaboradas anteriormente,
y se ponen en evidencia fallos en la estructura psíquica y
social, que previamente estaban en equilibrio, y que deben
reajustarse. Así, debe resignificarse la biografía del sujeto
para que vuelva a tener sentido.
¿Qué es la psicoterapia de apoyo?
Cuando me refiero a psicoterapia de apoyo lo hago en el
sentido de psicoterapia de soporte de base psicoanalítica. La
psicoterapia de apoyo tiene como objetivo primordial fortalecer las conductas apropiadas existentes, y utilizarlas o
extenderlas en la resolución de nuevas situaciones.
Según Kernberg2, psicoanálisis, psicoterapia psicoanalítica
y psicoterapia de apoyo tienen en común la teoría general
que las sustentan, pero se distinguen en sus objetivos y técnicas empleadas.
- El psicoanálisis busca un cambio estructural, mediante la
integración del conflicto inconsciente (reprimido o disociado) en el yo consciente.
- La psicoterapia psicoanalítica (o expresiva) busca la reorganización parcial de la estructura psíquica en el contexto de
un cambio sintomático significativo.
- La psicoterapia de apoyo (o de soporte), tiene como fin la
mejora sistemática a través de un mayor equilibrio adaptati2Kernberg, Otto F. Psicoanálisis, psicoterapia psicoanalítica y psicoterapia de
apoyo: contribuciones contemporáneas. Disponible en
www.specaracas.com.ve/download/cdt_163doc [consultado 2 de mayo de
2008]
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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El desorden de tu nombre. Psicoterapia de apoyo en un caso de duelo
vo de las configuraciones de impulso/defensa, reforzando las
defensas e impulsos adaptativos.
Estos distintos objetivos tienen como consecuencia, diferentes enfoques técnicos. En cuanto a las características de la
psicoterapia de apoyo utiliza básicamente las mismas técnicas que el psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica, pero
con diferente orientación, centrándose más en el aquí y
ahora, la clarificación y la confrontación.
En la psicoterapia de apoyo:
- No se interpretan los conflictos inconscientes.
- No trabaja con la transferencia ni la contratransferencia,
salvo superficialmente cuando está dificulta la terapia.
- Utilizan técnicas cognitivas y afectivas de soporte para
reforzar los compromisos adaptativos tales como el consejo,
la tranquilización, el elogio, etc.
- Se lleva a cabo cara a cara, y es flexible respecto a frecuencia y duración de las sesiones.
- No interpreta, sino que señala y conforta.
- En caso necesario, interviene en el ambiente, por lo que sí
es necesario utiliza la entrevista con personas del entorno o
indica el acudir a ciertos recursos.
- Busca la adaptación a las necesidades tanto intrapsíquicas,
como externas, más que el cambio intrapsíquico estructural.
Motivo de consulta o como se presenta el caso
Adela consulta por primera vez, con carácter urgente, en
junio de 2004 por ideas autolíticas sin estructurar en relación
al fallecimiento de su esposo hace mes y medio. Hace tres
días que siente que su esposo la llama, la necesita y le dice
que se tome pastillas.
Refiere que a partir del fallecimiento del esposo se le vienen
cosas a la cabeza «mi padre abusó de mí a los diez años...
como si yo tuviera la culpa... mi madre me ha dejado una
casa, como si me hubiera pagado con eso», ya que la madre
conocía el abuso sexual.
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Está con tratamiento farmacológico hace un año y medio a
raíz del fallecimiento de su madre por un infarto cerebral,
tras varios meses de invalidez. Es diagnosticada de duelo disfuncional y derivada para psicoterapia de apoyo junto con
tratamiento psicofarmacológico.
Figura 1
Deconstrucción de la historia familiar
Adela nació en 1942 en Madrid de madre gallega. El padre
era alcohólico y maltrataba a su madre, cuando esto sucedía
Adela se metía en medio de los dos. La madre de Adela se
iba temporadas a Galicia, porque allí tenía un querido, que
era además marido de su hermana y a la vez primo hermano, dejando a Adela a cargo de sus hermanos «hubiese o no
hubiese». La madre escribía diciendo que pronto volvería
«yo iba a la estación todos los días, a ver si venía, pero no lo
hacía».
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El padre de Adela abusó sexualmente de ella a los diez años.
Adela escribió a su madre para contárselo y esta no la creyó,
volviendo de Galicia al cabo de dos meses. Unas vecinas se
le contaron a la madre de Adela, y entonces si dio crédito,
pero siguió actuando igual que antes, yendo y viniendo de
Galicia. Las únicas personas que protegieron a Adela eran
las vecinas que le ofrecieron que fuera a su casa cuando estuviera a solas con su padre, y cuando esto sucedía la acogían
en una u otra casa.
Figura 2
Cuando Adela tenía 15 años la madre trajo a la hija de su
querido, ya fallecido, a vivir con sus hijos, la madre había
muerto en el parto, Adela dice que le daba «todos los caprichos» «era su ojito derecho», se trataban de «hermanas»
hasta que falleció la madre de Adela. Esta describe como ella
y sus hermanos, se vestían con ropas que les daban, mientras
esta niña le compraban vestidos y en una ocasión, le compró
«zapatos de charol», lujo que, en esa época, solo podían
tener los niños pudientes, para días señalados.
Cuando la madre enfermó, siendo ya todos sus hijos adultos
con sus propias familias formadas, la única que quiso cui58
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darla fue Adela, eso le acarreó problemas con sus hermanos
«no ha sido buena, pero siempre están hablando mal de ella,
(los hermanos)... a mí me duele, porque es mi madre». Adela
ha dado todo lo que ha podido a sus hijos y a su nieto Julio
«para que no dijeran: igual que su madre». Cuando le señalo que está pagando lo que hizo su madre, se emociona y
dice que «sí».
A los 17 años Adela se casó con Daniel, un hombre que la
maltrataba y se iba con otras mujeres, nunca ha dicho como
se llamaba. Al año de casada tuvo a su hijo Tomás que nació
con una enfermedad (no es capaz de nombrarla) que requirió tres operaciones, al no tener seguro de enfermedad, (en
la época, no era obligatorio pertenecer a la Seguridad
Social) tuvo que costearlos, la tercera operación, la pagó el
hermano de su marido Boni, «lo ha tenido mejor que a su
hijo». No se sabe en qué momento, empezó a convivir con
él, previamente cuando Tomás tenía un año, el marido de
Adela, la abandonó, según dice no lo ha vuelto a ver, tras el
abandono Adela se fue a vivir con su hijo Tomás a casa de
su madre María.
Según describe Adela mientras duró la pareja con Boni la
familia funcionó con estabilidad, sintiendo que todo estaba
en orden. Paralelamente describe a Boni como extremadamente celoso de tal manera que cuando ella tenía 19 ó 20
años, un hombre le pidió a un vecino de Adela que se la presentara porque le gustaba, cuando Boni se enteró llevó a
Adela a casa de su madre y le dijo que era «una puta»,
dejándola en casa de esta. Boni estaba celoso hasta del hermano de Adela, decía que nadie la tenía que tocar, ni su hermano.
De la unión de Adela y Boni nacieron dos hijos Carmen,
hijo legal de Daniel, ya que Adela seguía casada con él, si
bien Adela dice que le pidió a su madre que le inscribiese
como hijo de soltera y esta no le hizo caso, y Fernando que
figura en el registro como hijo de soltera. Hay que recordar
que la ley de divorcio no se aprobó en España, hasta 1978 y
que los hijos nacidos de mujeres casadas, eran legalmente
del matrimonio, filiándose siempre como hijos del marido.
En el año 2000, y por cuestiones legales futuras Adela y Boni
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se casaron, tras ello Fernando pudo ser inscrito como hijo de
ambos en el libro de familia.
Adela se refiere a toda la familia de procreación, excepto a
Boni como «mis niños», «los chicos», «criaturas», «no sé
decirles que no... para que no digan que me parezco a mi
madre». El yerno Kico dice que Adela es su única «madre».
A pesar de esta vivencia de estabilidad y pax en el periodo
de convivencia de Adela y Boni tienen lugar diversos sucesos
y después de la muerte de Boni las cosas se desbordan.
Cuando consulta por primera vez Adela no sabe nada de su
hijo Tomás desde hace diez años, salvo que acudió al tanatorio a raíz de morir Boni, la razón de este desafecto que da
Adela es que «la mujer me quitó el piso», Adela y Boni avalaron un crédito a Tomás y su esposa para pagar el piso de
estos, y como no le hicieron frente amenazaron de embargo
a Adela y Boni, así que se tuvieron que hacer cargo de una
deuda de 2 millones de pesetas, no denunciaron al hijo para
que no fuera a la cárcel. Tomás no ha podido tener hijos a
pesar de que en el momento que consulta Adela tiene 43
años. Poco antes de la nochebuena de 2004 Adela se entera
de que a Tomás le ha nacido un hijo muerto, pero espera
una semana para llamarlo, no sabe si creer lo sucedido, porque dice, en una ocasión la esposa de Tomás dijo que había
tenido un aborto y era falso.
Carmen se casó embarazada con un hombre Kico que jugaba, consumía cocaína, se iba con otras mujeres y no le daba
dinero para la manutención familiar. En un momento indeterminado se infectó de HIV y no lo dijo a la familia,
siguiendo haciendo vida habitual. El primer hijo de la pareja Julio, al que Adela siempre se refiere en diminutivo o
como «el niño», nació «…con los intestinos sin formar», por
lo que estuvo enfermo con frecuentes ingresos, en una ocasión durante un año, desde entonces «yo no puedo verle llorar», «no podíamos verle llorar... hemos sido muy blandos».
Adela y Carmen se turnaban para cuidar a Julio en el hospital, el problema desapareció cuando pudieron conseguir
una leche que traían en avión de Alemania y «costaba 9.000
pts». Adela y Boni se hicieron cargo de Julio porque el padre
de este Kico, «se gastaba todo el dinero». El nieto Julio «se
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mete por la nariz» y fuma porros, roba reiteradamente a su
madre Carmen y a Adela: dinero, joyas, saca dinero con tarjetas de estas, deja deudas de drogas y otras cosas, en varias
ocasiones ha sido amenazado por traficantes, ha tenido
varios accidentes de coches, conduciendo sin carnet, con el
coche de su tío Fernando habiéndolo cogido sin permiso,
etc., en todos los casos Carmen y Adela han pagado las deudas y tapado los desmanes. Cuando Boni murió le dijo a
Adela «no dejes que se hunda», Adela dice que «lo quiero
más que a nadie, más que a mi marido».
Al inicio del tratamiento Carmen vivía puerta con puerta
con Adela, comían y pasaban el día juntas «es la que más me
necesita», constantemente engaña a su madre para quedarse con el dinero de esta, que se gasta en objetos innecesarios
tales como joyas, sillones vibradores, y otros caprichos.
Producto de esa constante sangría económica Adela tiene
embargada su pensión hasta dentro de dos años y la hija se
ha quedado con el importe de la venta de la casa que tras el
fallecimiento de Boni era de Adela y su hijo Fernando, a
pesar de ello Carmen está enfadada con su madre, dice que
Adela no le ha dado nada que «me lo ha dado mi
padre...solo me ha dado dinero» en referencia a que sigue
figurando legalmente como hija del primer marido de
Adela. En vida su padre biológico Boni, le ofreció en varias
ocasiones hacerse ambos pruebas de ADN e inscribirla en el
libro de familia como hija, tal y como hizo con Fernando,
pero esta se negó argumentando que era como desconfiar de
su padre, diciendo que ya sabía que era su padre y «echándome la culpa a mí» dice Adela.
Fernando ha funcionado como portador de la ley social a
partir de que Boni falleció, poniendo limites a Julio cuando
nadie más de la familia lo hacía y ayudando a su madre, hermana y sobrino cuando lo han necesitado, pero con ciertas
normas. A intentado buscar trabajo a su sobrino, pero cuando no ha respondido le ha llamado la atención. No ha tenido hijos de su matrimonio, su esposa lo dejó, en junio de
2006 se separó y a finales de ese año empezó a convivir con
una mujer Sole, que tiene una hija Nina de 15 años a la que
trata «como a una hija». Adela dice que su suegra «era
pasión» por Fernando, «hasta le hizo el ajuar».
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Tras la venta del domicilio conyugal de Adela y Boni, la
parte de dinero de Adela se la quedó Carmen, Adela debía
decidir donde vivía, quiso ir a casa de su hija «es quien más
me necesita» y relata, que de siempre, si ella no hace la
comida, su hija no la hace, pero tras una discusión con su
hija en que le dijo a Adela que «al fin y al cabo es lo único
que he cogido de mi padre, el dinero» se va de casa de esta,
su hijo Fernando y la pareja de este Sole, van a buscarla y se
quedó a vivir en casa de estos «mi hija no me quiere... ella
piensa en su padre, pero no piensa en su madre».
En todo este tiempo Adela ha hecho más de una docena de
intentos autolíticos.
En el último año Adela ha seguido viviendo con Fernando y
Sole, en el domicilio de estos, que se casaron durante el año
2007. Mientras tanto, su hija Carmen y toda la familia
nuclear de esta han seguido derrochando dinero y patrimonio a la vez que Carmen pedía reiteradamente dinero a
Adela, incluso mediante engaño, perdiendo Carmen su propio domicilio.
Finalmente a principios de 2008, Fernando con su nueva
familia nuclear se fue a vivir a un pueblo de Almería, llevándose también a Adela. Esta desde su traslado se encuentra bien, no ha vuelto a realizar ningún intento autolítico, a
pesar de que al poco del traslado tuvo que ver a su hija, en
el entierro de un hermano, en este pudo por fin poner límites a su hija.
Encuadre
Se realizaron entrevistas individuales quincenales de media
hora de duración, si bien ante situaciones de crisis están llegaron a ser cada 7 ó 10 días, e incluso diarias, ante alguno
de los gestos autolíticos.
Se realizaron entrevistas familiares con Carmen y especialmente con Fernando y Sole que eran los miembros de la
familia, que más interactuaban con Adela. Además de la
terapia de apoyo tuvo consultas para seguimiento farmacológico, y durante unos meses, acudió a terapia ocupacional
dos veces a la semana.
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Códigos familiares o que se juega en la dinámica
familiar
Existen una serie de códigos familiares que no coinciden con
los códigos sociales de la cultura en la que se inscribe esta
familia, y que se perpetúan a través de, al menos, tres generaciones y que son causantes de patología en todos sus
miembros, exceptuando a aquellos que vienen a imponer la
ley social, esto es, Boni y Fernando.
Adela, Tomás, Carmen, Julio, Loli, y Pepe, no sabemos si
María, tienen todos patología psíquica identificable. Adela,
Tomás, Carmen y Loli han sido atendidos por los servicios
de salud mental; Daniel, Pepe, Julio y Kico si bien no han
sido identificados como pacientes tienen patologías adictivas
y otras conductas antisociales.
Podríamos resumir estas dinámicas familiares trasgeneracionales:
- Hombres de la familia que hacen funciones de marido, sin
serlo.
- Padre de Adela (Pepe) que tiene relaciones sexuales
con ella.
- Hermano del marido (Boni) que vive como marido
de Adela durante 39 años, hasta que se casan.
- Hijo de Adela (Fernando) que hace de pareja de ella
para imponer orden familiar.
- Madres que no se hacen cargo de sus hijos.
- Madre de Adela (María) respecto a ella, dejando esta
función a las vecinas.
- Carmen no se hace cargo de Tomás, y deja que ejerza de madre Adela, ante el nacimiento de un hijo deteriorado y el fallo de la función paterna
- Madres que se hacen cargo de hijos que no son suyos.
- Madre de Adela con la hija de su amante.
- Adela de su nieto Tomás.
- Suegra de Adela con el hijo de esta Fernando.
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El desorden de tu nombre. Psicoterapia de apoyo en un caso de duelo
- Hombres que hacen de pater (padre social) de hijos de los
que no son genitores (padre biológico).
- Segundo marido de Adela (Boni) con el primer hijo
de Adela (Tomás).
- Hijo pequeño de Adela (Fernando) con el hijo de su
hermana (Julio).
- Hijo pequeño de Adela (Fernando) con la hija de su
nueva pareja (Nina).
- Hombres que no pueden tener hijos.
- El segundo marido de Adela (Boni) no tiene ningún
hijo legalmente, hasta el 2000.
- El hijo del hijo mayor de Adela (Tomás) muere al
nacer.
- El hijo pequeño de Adela (Fernando) no tiene hijos.
Podríamos decir que el que es genitor (padre biológico), no
puede ser pater (padre social) al menos si lo definimos desde
lo real social, ya que en el caso de Boni, si es genitor de
Carmen y Fernando, la primera es hija legal de Daniel y el
segundo legalmente es hijo de soltera de Adela.
- Hombres que cohesionan la familia, dotándola de orden.
- Segundo marido de Adela (Boni).
- El hijo pequeño de Adela (Fernando).
Pero como veremos a través de la deconstrucción y reconstrucción de la historia familiar, hay otras alternativas que
están funcionando en la articulación de lugares y relaciones
familiares.
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El desorden de tu nombre. Psicoterapia de apoyo en un caso de duelo
Figura 3
El trabajo efectuado o desarrollado en la terapia de
apoyo
El trabajo efectuado con Adela, se resumiría en el desvelamiento de la estructura y dinámica familiar. El cambio de
perspectiva en el abordaje, de una mirada centrada en lo
personal, a una mirada centrada en lo microsocial y especialmente en lo familiar, permitió el desvelamiento de una
estructura familiar, que en un primer momento, se presentaba como sólida y organizada, y cuyo eje de estructuración
estaba constituido por el marido fallecido de la consultante,
pero que hizo aflorar un desorden previo en la familia de origen de esta, el cual, a su vez, moldea el modo de relación de
su familia de procreación. Todo ello en el marco de un
medio social, que promueve el establecimiento de dichas
estructuras familiares disfuncionales. Así pues, se ha reordenado genealógica y relacionalmente los vínculos de Adela,
apoyando tras la venta del domicilio de Adela y Boni, que
Adela fuera a vivir con Fernando y que lo hicieran en un
lugar alejado geográficamente de su hija Carmen.
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El desorden de tu nombre. Psicoterapia de apoyo en un caso de duelo
De cualquier manera la terapia de apoyo toca a su fin, la historia se ha repetido. Adela ha pagado a su hija Carmen con
el domicilio familiar que el padre ocupara un lugar inadecuado, ya que si bien lleva los mismos apellidos que este no
significan lo mismo, igual que la madre de Adela hizo con
ella al dejarle el domicilio familiar, en compensación por no
haber puesto límite a los abusos del padre.
En este momento parece haber una nueva estabilidad que
no sé si es más de lo mismo o una reorganización más adaptada socialmente. De cualquier manera, el duelo y su significación, parecen haberse resuelto con esta nueva configuración familiar o relacional, pero la pregunta es ¿está pasando
lo mismo que cuando Adela hizo pareja con Boni, haciéndose cargo de los hijos de su hermano, tal y como podría
apuntar que Fernando haya hecho una segunda pareja con
Sole, haciéndose cargo de Nina del que no es genitor, a la
vez que pone orden en toda la familia?
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Identidad de género y
transexualidad:
desde una perspectiva queer y
psicoanalítica
Iria María Prieto Payo
MIR. H. Río Hortega. Valladolid
[email protected]
Marica, bollera, metrosexual, mujer, butchfemme, travesti,
transgénero, hombre, muy hombre, transexual, marimacho,
homoerótico objetivo, afeminado, invertido...
El espectro genérico se amplia, se multiplica y se difumina,
alejándose de la dicotomía hombre-mujer, la realidad social
precede a la teoría, la normatividad se quiebra liberando a
la diversidad en un nomadismo genérico.
La masculinidad ya no se esconde tras un único semblante y
acompaña a la feminidad en ese baile de máscaras que conforma la sexuación.
Ahora más que nunca los límites entre la masculinidad y la
feminidad se borran, tras años de discursos feministas que en
un principio abogaban por la igualdad para posteriormente
ensalzar la diferencia.
Ya no se trata de equiparar las posiciones masculinas y femeninas, enfrentarlas y dotarlas de equitativos atributos, en
cuanto a su importancia se refiere; hablamos entonces de
una desintegración de posiciones que se dividen y mutan,
intercalándose y combinándose entre si.
La dificultad reside ahora en asimilar la diferencia sin repudiar la igualdad, tendiendo un puente entre los opuestos.
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Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
Descentralizar la antinomia igualdad-diferencia, masculinofemenino, concibiendo algo más plural, bajo la atenta mirada del binomio biología-cultura.
Como eje central del desarrollo de este trabajo me valgo de
la transexualidad, paradigma de la transmutación genérica,
desafiando las teorías explicativas de la elección genérica a la
que nos vemos avocados –si bien se convierte en un salto
cualitativo, de un extremo a otro–.
Cuestión de género
Money introdujo la discordancia entre sexo biológico y sexo
psicosocial, tras su experiencia con jóvenes seudohermafroditas, en su trabajo como psicólogo en el primer servicio de
endocrinología pediátrica del Johns Hopkins Hospital de
Baltimore.
En 1955 propone por primera vez la distinción entre sexo y
género, refiriéndose el primero a lo biológico y el género a lo
psicosexual.
El término es acogido rápidamente por Robert Stoller acuñando la expresión Identidad genérica nuclear como la sensación que tiene el individuo de ser varón o mujer.
Se dividió la experiencia sexual humana en 4 factores constitutivos:
- Identidad genérica nuclear.
- Identidad de rol genérico, es decir, la identificación del
individuo con ciertas conductas típicas de varones o
mujeres en una sociedad determinada, también considerablemente influida por factores psicosociales.
- Elección de objeto dominante.
- Intensidad de deseo sexual.
La antropología estructural de Levi-Strauss presenta la problemática diferenciación entre naturaleza y cultura, en una
quizás ya obsoleta explicación de la organización social de la
vida sexual en 3 instituciones:
- Género, heterosexualidad obligatoria y el control ejercido
sobre la sexualidad femenina.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
Entiende el género como una división de los sexos impuesta
por la sociedad, resultado de un proceso cultural por el cual
los seres del sexo masculino y femenino son transformados
(«domesticados») en hombres y mujeres.
La cultura los categoriza –empleando la biología– en entidades excluyentes, sin basarse en ninguna diferencia natural
que desprenda esa antítesis. Realizando un constructo social
que suprime las similitudes, con el fin de crear una división
sexual del trabajo en función del género, donde el matrimonio, a través de la heterosexualidad obligatoria, satisfaga las
necesidades creadas por uno u otro sexo, resultantes de la
división sexual laboral.
Foucault sin desechar de pleno cualquier dimensión biológica, dio prioridad al papel fundamental desempeñado por las
instituciones y los discursos de poder en la formación de la
sexualidad. Para Foucault, la sexualidad no es una característica natural o un hecho de la vida humana, sino una categoría construida a partir de la experiencia, cuyos orígenes
son históricos, sociales y culturales.
Concibe el sexo como un efecto en vez de un origen.
Presenta la sexualidad como un sistema histórico abierto y
complejo de discurso y poder que genera el término equivocado de «sexo» como parte de una táctica para esconder y,
por lo tanto, mantener las relaciones de poder.
Asiéndose a la teorización foucaultiana por un lado y el psicoanálisis lacaniano y las psicoanalistas francesas Kristeva e
Irigaray por el otro, la teoría queer pasa por el aro deconstructivista proponiendo una de las teorías más radicales respecto al género.
Ya no se trata de una multiplicidad de géneros sino de la
deconstrucción misma del género.
Desafía la concepción binaria, la cual considera reduccionista y pone en cuestionamiento las categorías de masculino y
femenino. Afirma que la orientación sexual y la identidad
sexual y de género son el resultado de una construcción
social y que, por lo tanto, no existen papeles sexuales esenciales o biológicamente inscritos en la naturaleza humana,
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
sino formas socialmente variables de desempeñar uno o
varios papeles sexuales.
Rechaza así la clasificación de los individuos en categorías
universales como «homosexuales», «heterosexuales», «hombre» o «mujer», sosteniendo que ésas esconden un número
enorme de variaciones culturales, ninguna de las cuales sería
más fundamental o natural que las otras. Emplea para ello
la crítica del concepto de opuestos binarios derridianos,
tomando como término central la heterosexualidad y la
masculinidad fálica, relegando a un lugar marginal la homosexualidad y la feminidad en la sociedad actual.
Judith Butler, figura principal del movimiento queer, propone el redespliegue de las performances de género –aquellas
conductas o actividades que producen el género en la vida
diaria y construyen como varones y mujeres a las personas
implicadas en ellas– a través de repeticiones paródicas que
pongan en evidencia el carácter performativo (como opuesto a expresivo) del género.
En su libro princeps El género en disputa aclara: «la performatividad no es un acto único, sino una repetición y un ritual
que consigue su efecto a través de su naturalización en el
contexto de un cuerpo, entendido, hasta cierto punto, como
una duración temporal sostenida culturalmente».
Los actos performativos son actos del lenguaje que «producen» los acontecimientos a los que se refieren, y que no son
ni verdaderos ni falsos, sino que tiene éxito o bien fracasan.
Butler señala que» «¡es un niño!» o «¡es una niña!» son actos
performativos iniciáticos, citas rituales basadas en convenciones de género.
La psicoanalista Silvia Bleichmar en su libro Paradojas de la
sexualidad masculina, apunta a esta performatividad genérica
en su cita: «el hecho de que los padres digan al infante que
es niño o niña no está definido por sus deseos, sino por una
arbitrariedad de repartición de la cultura que se sostiene en
su relación con la diferencia anatómica... los enunciados
que remiten a la sexuación masculino/femenino están instituidos en el ser mismo del sujeto, se enraízan en la estructura del yo y son anteriores al reconocimiento de la diferencia anatómica».
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
Por lo tanto la teoría queer propugna una deconstrucción
total del género en su binomio masculino-femenino, permitiendo el albedrío genérico más allá de la normatividad falogocéntrica impuesta.
Si bien los axiomas sexo anatómico e identidad de género
quedan bien diferenciados, muchas son las cuestiones que
me surgen al avanzar en la exposición y más aún al tratar de
abordar el tema de la transexualidad, ¿se trata de un tercer
género?, ¿podemos realmente desarticular lo biológico de la
sexuación?¿y de la cultura?
Siguiendo fidedignamente a Lacan, la anatomía, lo biológico se separa de la identidad genérica y deja libre al sujeto en
su proceso de sexuación, liberado de la marca que imprime
el cuerpo y a expensas de su propia elección. La anatomía ya
no es el destino, al menos si se da crédito a Lacan que en el
seminario Les non dupes errent de 1973 afirma lo contrario, «El
ser sexuado se autoriza por sí mismo», lo cual significa que
tiene la elección, le otorga toda responsabilidad, como lo
dice explícitamente en el seminario Aún.
Aunque la elección no parece del todo emancipada, la cuestión cultural sobrevuela todo el camino y la cuestión del
inconsciente aún no ha sido abordada.
Cultura, genero, biológico... pero ¿qué está en juego? ¿La
sexuación? La elección inconsciente de nuestro modo de ser
como femenino y masculino. ¿Masculino? ¿Femenino? ¿Qué
es ser hombre? ¿Qué es ser mujer? Preguntas que trato de
resolver, ya en un primer intento me desaliento al comprobar las dudas acerca de su posible resolución que el mismo
Freud expone en su obra Tres ensayos para una teoría sexual.
La disquisición aumenta en pleno siglo XXI, los roles genéricos se desencorsetan y el papel y la función social se redimen de sus anteriores localizaciones, formando una maraña
de máscaras tras la que se ocultan las nuevas realidades
genéricas junto con las posiciones más extremas.
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Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
Sexuación: De la fenomenología de la percepción a
la fenomenología del goce.
La anatomía por sí sola no determina la identidad sexual, y,
del mismo modo, la diferencia sexual no puede ser reducida a lo cultural. Entonces, si las sexualidades masculinafemenina no son categorías de la esencia y masculino-femenino no son meros constructos históricos, ¿qué produce la
diferencia sexual?
Para Freud lo que produce la diferencia sexual es el significado asignado a la diferencia anatómica de los órganos masculinos y femeninos, interpretada en términos de presencia
y ausencia.
Fenomenología de la percepción de la forma del cuerpo, una
fenomenología del cuerpo imaginario a partir de la cual se
puede decir que alguien lo tiene o no lo tiene –supeditada al
complejo de castración y al complejo edípico–, que desde
una bisexualidad iniciática llevará al sujeto a la represión de
la representación psíquica del sexo «vencido», que como
admite Freud en Análisis terminable e interminable: «Lo que
experimenta la represión es lo que va en contra del sexo del
individuo».
En consecuencia ninguno de los dos sexos será completo: las
mujeres sufrirán «la envidia del pene» y los hombres «la
angustia de castración». El semblante del hombre tendrá la
función de proteger al tener y las diversas máscaras de la
feminidad ocultarán ese no tener, el penisneid. Disfrazaran
la falta y la envidia que acompaña.
¿Qué semblante adoptará el transexual que no protege el
tener y encima exhibe la falta?
Lacan no teoriza la sexualidad en términos de género sino
de goce, y pasará de la fenomenología de la percepción a la
fenomenología del goce, más que del cuerpo imaginario.
Morel plantea, siguiendo a Lacan, que la elección de ser
hombre o mujer, depende de sus modos de goce en relación
con el otro sexo.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
Para dar cuenta de lo real del goce en el campo de la sexualidad y respetar al mismo tiempo las sutilezas del complejo
de castración freudiano, se requiere otra lógica distinta a la
de la identificación.
La teorización lacaniana concibe la castración como una
operación simbólica, castración operada por lo simbólico
que llamará: función fálica.
Como producto de esta operación el falo viene a significar el
goce prohibido. Este sacrificio es exigido a los hombres y las
mujeres por igual como pago de su entrada en lo simbólico,
pues no podría acceder a la condición de sujetos si no hubiese límite al goce.
La lógica de la castración divide el campo de los seres
hablantes en dos, los seres hablantes se insertan inconscientemente en la estructura de la manera que quieran, de
acuerdo con sus identificaciones, independientemente de su
sexo biológico. La variable x (el sujeto) aparece en ambos
lados de la fórmula, lo que deja en claro que hay una sola
categoría de sujeto hablante que puede asumir una posición
de un lado u otro (hombre/mujer).
Del lado masculino hay un intento de identificarse con el
falo (impostura) y la proposición universal dice que todos los
hombres caen bajo la función fálica se someten a la castración simbólica.
Del lado femenino, la mujer está «no-toda» identificada con
la función fálica: ella dice sí y no, sí o no. La fórmula femenina demuestra la indecidibilidad y la imposibilidad de totalizar a la mujer.
La feminidad no se organiza como una función universal,
como sí lo hace la masculinidad; por ello «no toda» la mujer
está sujeta a la función fálica.
El campo femenino existe, pero no como un conjunto definido como el del hombre, y esta es la razón por la que Lacan
sostiene que «La mujer (con mayúsculas) no existe».
Ella tiene una posibilidad adicional de goce, como consecuencia de no estar enteramente dentro de lo simbólico,
aparece un goce suplementario no relacionado con la casOriginales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
tración impuesta por la función fálica, un goce que la castración se olvida, se trata del goce femenino encarnado por
Mujer (barrada y con mayúsculas), aquella que como posición totalizadora afirma Lacan que no existe.
Cada ser hablante puede elegir inscribirse en cualquiera de
los dos campos, aunque esta será una elección «forzada»,
impuesta por los parámetros de la historia del inconsciente
del sujeto, ya que para Lacan la sexualidad es inseparable de
la existencia del inconsciente. Esta posición queda fuera del
debate sobre si la sexualidad es algo «natural o cultural»,
dado que el inconsciente no puede ser considerado algo biológico, ni tampoco algo meramente social o cultural.
¿Podríamos decir entonces que el Transexual revela un posicionamiento entorno al goce femenino?
Al término del Edipo, el falo aparece como la pérdida simbólica de un objeto imaginario. El transexual al unirse al no
todo femenino debe realizar esa perdida desde lo imaginario, con la castración biológica, la mutilación del cuerpo perdiendo imaginariamente el objeto real. Un intento de ser esa
mujer con mayúsculas en una «idealización apasionada de la
feminidad» (según Kress-Pesen), empleando para ello la castración en lo imaginario, en el cuerpo.
El transexual elige la castración, opta por el no tener, no
suple la falta se convierte en ella en su camino hacia la conversión en LAMUJER (con mayúsculas). Intenta ser la verdadera mujer que repudia el tener señalando al hombre lo
insignificante de la posesión, un tener tan insignificante del
que se puede prescindir.
Para ello muestra su ansiada falta y vacío recubriéndose de
una exacerbada feminidad, el establecido rol de feminidad,
se arma del superfluo suplemento.
Suplemento, voz tomado de Derrida por los teóricos queer,
para señalar la existencia de una falta anterior a una presencia, recalca la ausencia de original, la carencia radical
originaria dentro de la metafísica de la presencia.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
La mujer no existe, ese lugar está vacío y se completa con
una feminidad performativa, rol genérico fruto de un discurso preestablecido.
Con la lógica del goce se ofrece un Lacan más deconstructivista, donde el sujeto en principio campa a sus anchas por el
matema de la sexuación; libera al deseo de la dicotomía
sexual, al colocar como motor de arranque del deseo una
perdida asexuada, el objeto a. Coincide en este punto con la
teoría queer, al descentralizar la heterosexualidad normativa
del eje de la elección objetal.
Nuestra sexualidad ha quedado liberada, ¿pasará lo mismo
con el género y la sexuación?
Retomo de nuevo la transexualidad masculina, propósito y
causa de esta docencia, para a través de sus distintas vertientes explicativas regresar a las dudas antes planteadas.
Transexualidad
Término introducido por Harry Benjamin en los años 50,
definido por Stoller como «la convicción de un sujeto, biológicamente normal, de pertenecer al otro sexo. En el adulto,
a esta creencia le acompaña en nuestros días la demanda de
intervención quirúrgica y endocrinológica para modificar la
apariencia anatómica en el sentido del sexo opuesto.»
La transexualidad ha estado presente en todas las culturas y
tiempos históricos de la humanidad. Sus distintas formas de
manifestación han estado moduladas por la respuesta social,
donde destacan los temas de aceptación e integración, como
la posibilidad de recibir tratamiento.
Las primeras referencias a un caso de transexualidad las
encontramos en la obra de Esquirol, que ya en el s. XIX realizaba las primeras observaciones médicas.
Habrá que esperar hasta 1953 para descubrir la primera historia de conversión de sexo: Georges Jorgensen.
La inscripción estructural y psicopatológica del transexual
ha variado a lo largo de los años. Durante la primera mitad
del siglo XIX se encuadra al transexual dentro del registro
de las monomanías, considerando su deseo de cambio de
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
sexo como un delirio parcial. En la segunda mitad de siglo se
cataloga en la clínica de las perversiones sexuales, lo que
lleva a confundirlos con homosexuales y travestidos.
En los años 50 Stoller realiza la primera aproximación psicoanalítica a la cuestión transexual, siempre desde una perspectiva kleiniana y de la Psicología del Yo norteamericana,
en la que sustituye la bisexualidad freudiana por una feminidad primordial común a ambos sexos, y fijará en esta fase
previa a la emergencia de la masculinidad el origen de la
transexualidad, como una confusión identificatoria con la
madre.
Tanto él como Benjamin se encargan de aclarar la imprecisión conceptual entre transexual, homosexual y travestido: el
transexual no encuentra satisfacción erótica en su travestismo, se viste con ropas femeninas como mujer que es, tampoco encara su relación sexual con sujetos del mismo sexo
biológico como una elección homosexual, ya que el transexual se adentra en la relación desde una posición femenina.
Muy distinta es también su relación con el pene, órgano de
goce para travestis y homosexuales y órgano repudiado para
el transexual.
Los estudios más recientes que consideran la transexualidad
a partir del sujeto del inconsciente, no parecen correlacionarla a una estructura precisa. No se trata más que de una
formación imaginaria, y en el marco de una clínica estructural ninguna formación imaginaria es específica. Aunque
en sus formas más características es considerada un fenómeno psicótico.
La psicosis es la hipótesis explicativa más extendida, especialmente en círculos lacanianos, donde el famoso libro de la
psicoanalista Catherine Millot: Exsexo sentará las bases.
Debo señalar la continuación de la búsqueda de una etiología de la transexualidad dentro de la medicina, encaminada
a la existencia de un trastorno en la diferenciación sexual del
cerebro, lo que significaría que la transexualidad pasaría a
considerarse un trastorno biológico.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
Gooren afirma: «Los transexuales podrían ser rehabilitados,
pasando de perturbados mentales a víctimas de un trastorno
en la diferenciación sexual y los seguros médicos podrían ser
obligados a cubrir los costos de la reasignación»
¿Se encuentra tal vez la medicina a la zaga de una realidad
social de la que el psicoanálisis parece mantenerse al margen?
El transexual delirante
Collete Soller escribe a propósito del delirio: «proceso de significantización, tan reducida como sea, por el cual el sujeto
llega a elaborar y fijar una forma de goce aceptable para él».
En el transexual parece que falla el trabajo de elaboración
necesaria para la identificación de un delirio; la certeza error
en la atribución del sexo aparece más bien como un fenómeno elemental.
El transexual según Lacan es aquel que quiere librarse del
error que ha hecho pasar a lo Real, mediante el lenguaje, la
pequeña diferencia anatómica. Se considera una locura ya
que no es el órgano, si no el significante lo que él rechaza,
como significante del goce sexual que para él es demasiado
real, por no estar correlacionado al falo.
Repudia por tanto el significante fálico, forcluyendo así el
Nombre del Padre en su aproximación al goce femenino,
que tiene como objetivo convertirse en La mujer con mayúsculas, en su mismo ser.
No acepta de este modo la castración ni la ley fálica, por lo
que para categorizar la sexuación y el goce deberá inventar
una nueva forma de hacerlo, sin servirse del Nombre del
Padre como síntoma.
Cuanto más logrados sean estos modos sintomáticos de anudar lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, el sujeto tendrá
una apariencia más normal, y su psicosis será menos aparente.
El transexual deberá buscar por tanto un significante que
mantenga el nudo, que lo ate en lugar del Nombre del Padre
y así crear una suplencia que desempeñe la función de cuarOriginales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
to, haciendo que el nudo se mantenga. Este significante que
viene a suplir al Nombre del Padre podría ser La mujer, pero
sólo mantendría unido a lo Imaginario y lo Simbólico.
Lo Real en cambio, no queda anudado haciendo de la
demanda transexual una petición de corrección que habría
de ajustar lo Real del sexo al nudo Imaginario y Simbólico,
en este caso encarnado en la demanda de corrección quirúrgica.
El síntoma transexual tendría así una función estructural
análoga a la que Lacan atribuye a la escritura para Joyce.
Esto permite comprender por medio de qué suplemento se
evita la psicosis.
Deconstruyendo el falo
Una de las mayores críticas a la hipótesis psicótica es la profusión para su estudio de los casos más patológicos, donde la
trama delirante es más evidente, realizando una aproximación del transexual al empuje a la mujer del psicótico. Pero
no se trata de un mandato divino que espolea a la eviración
a mujer como en el caso Schreber, no hay una convicción
delirante sino una voluntad inquebrantable de subsanar el
error cometido por la naturaleza.
Hacía alusión al inicio sobre la posibilidad migratoria que
otorga al género la lógica del goce, permitiendo la movilidad
desde la posición masculina a la femenina y viceversa, relegando al ser hablante la opción de inscribirse en cualquiera
de los campos. Pero encuentro aquí una dificultad teórica, ya
que cuando el transexual se coloca en torno al goce femenino, haciendo central el término antes considerado como
marginal, su aproximación al no-todo femenino y rechazo a
la función fálica es llevado al campo de la forclusión y la psicosis. Convirtiendo la inscripción del transexual en ilegítima.
Propongo una visión deconstructivista del matema, donde
un juego de opuestos binarios descentralizaría la lógica del
goce, desenmascarando así la naturaleza controvertible de
todo centro, donde la excepción al universal fálico diera paso
a una mayor representación que la del padre de la horda primitiva, diluyendo la dicotomía masculino-femenino.
Obviamente la cuestión no es tan sencilla como una simple
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
teorización postestructuralista, ya que ataca de lleno a la
Ley, la ley fálica que nos barra e introduce en lo simbólico.
La psicoanalista francesa Lucie Irigaray afirma que el
«sexo» femenino es una cuestión de ausencia lingüística dentro de un discurso masculinista.
Irigaray sostiene que el sexo femenino no es una «carencia»
ni un «otro» que inherente y negativamente define al sujeto
en su masculinidad.
Por el contrario, el sexo femenino evita las exigencias mismas de representación, porque ella no es ni «Otro» ni
«carencia», pues esas categorías siguen siendo relativas al
sujeto sartreano, inmanentes a ese esquema falogocéntrico.
Pone en duda por tanto la propia Ley, entendida –siguiendo
a Foucault– como una formación de poder, reactiva a una
configuración histórica concreta. Una configuración que
responde a un momento concreto, al de su formulación, mi
duda es ¿el curso de la historia y la sociedad actual podría
conllevar una reformulación de la ley falocéntrica? ¿la
coyuntura actual donde las posiciones se difuminan permitiría una imposición legal más allá del patriarcado preponderante en el momento de su definición?
Kaja Silverman sugiere la posibilidad de proponer una articulación de lo simbólico que no esté gobernada por el falo.
Argumenta en favor de una diferencia entre la ley simbólica
y la ley del padre. Afirma que la ley del incesto no debería
asociarse con el Nombre del Padre.
Concita a separar decididamente la prohibición del incesto
de la Ley del Nombre del Padre, para poder afirmar-a pesar
de la escasez de testimonios históricos a favor-que la Ley de
la Estructura de Parentesco no es necesariamente fálica.
Sin embargo, no estoy segura que el hecho de decirle «no al
falo» y por lo tanto a lo que simboliza el poder («ficción
dominante» según Silverman) no sea en sí mismo una reformulación del poder, del poder como resistencia, creando una
nueva categoría dicotómica, esta vez centrado en lo no normalizado, en lo excluido. Levi-Strauss entendía la prohibiOriginales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Identidad de género y transexualidad: desde una perspectiva queer y psicoanalítica
ción del incesto como un universal contingente que funda el
pasaje de la naturaleza a la cultura. La cultura varía en tanto
a las modificaciones en la subjetivación que engendran nuevas formaciones culturales, ¿se presta los cambios en la subjetivación actual a una nueva reformulación? ¿Qué lugar
ocupan las nuevas entidades genéricas, sexuales, incluso
familiares –donde la triangulación edípica se sustenta en
parejas homosexuales y monoparentales–?
No pretendo con este trabajo poner en duda la legitimidad
fálica, pero sí plantear mis dudas de cómo el psicoanálisis, la
medicina, la psiquiatría e incluso la antropología puede dar
respuesta a las nuevas realidades sociales, históricas y culturales. No sólo al paradigma transexual, que por situarse en
una polaridad extrema abre el camino a todas las variaciones que vienen a la zaga y aún no nos hemos podido ni plantear.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Mentira y desnudez
Francisco Ferrández Méndez
MIR 4º Psiquiatría. Hospital Río Hortega. Valladolid.
Introducción
La identidad, como el deseo, es una tarea interminable que
vive sin embargo del espejismo de su cierre y conclusión. Ser
uno y lo mismo exige al hombre tanta memoria como capacidad para olvidar o ignorar a cada paso lo que se deja de
ser. Esta doblez, este incesante dividirse del alma humana
que ha de ser negado para poder afirmarse como sujeto y no
abismarse en la psicosis, ha de ser, si no hay accidentes que
lo impidan, un signo de salud. Y es que, mal que nos pese,
no conocemos otra cosa más cercana a la salud mental que
la tan cacareada adaptación. Y la capacidad de adaptación
no es sino una forma algo pedante y con groseros tintes conformistas de nombrar la inconstancia o la zozobra. Mucho
nos tememos que, desde que el hombre no obedece a un
programa genético como lo pueda hacer un animal, la quimera de la unidad consigo mismo se persigue a costa de
muchas renuncias y de escandalosos olvidos y negaciones.
Hay, sin embargo, quien no puede ser otra cosa que sí
mismo, y que en el mejor de los casos así se sostiene hasta el
fin de sus días. O quien, por ese deber de ser uno y lo mismo
en toda circunstancia, estalla en mil pedazos cuando determinados acontecimientos vitales lo conminan a definirse, es
decir, a asumir nuevos atributos. Hablamos del psicótico y,
sobre todo, del esquizofrénico. Una autismo funcionante y
pseudoadaptado como forma de ser puede, quizá, valerle
para vivir, pasando a los ojos de los demás por alguien simplemente excéntrico u original. Se les ha llamado esquizotíOriginales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Mentira y desnudez
picos y quizá se oculten tras muchas otras máscaras. Pero sus
crisis se parecerán al estallido que describíamos: la clínica
nos advierte que ciertas coyunturas la precipitan porque
hacen imposible esa precaria y fantasmática inmutabilidad.
El encuentro, las más de las veces adolescente, con la sexualidad, es una de ellas. Otra, por ejemplo, la asunción de la
paternidad o alguna de sus metáforas. Quizá ambas puedan
entenderse como momentos en los que no se puede simple y
llanamente «ser», sino que se ha de «parecer». Debe uno
desdoblarse, asumir papeles, vestirse de cualidades que exigen cierta capacidad dramática y de enajenación, y sobre
todo de olvido de la libertad anterior.
Si no erramos demasiado el camino tendríamos que encontrar, entonces, en la mentira y el fingimiento uno de los campos en que el psicótico fracasa. Y con mayor estrépito el
esquizofrénico. Proponemos releer, en las siguientes páginas,
algunas de las teorizaciones sobre la esquizofrenia a la luz de
la capacidad para mentir o fingir. Y mencionar, de paso, las
relaciones de esta psicosis con la palabra entendida como
instrumento de la mentira. Por último, pensaremos la obra
de Nietzsche como una invitación a la psicosis por el camino de la filosofía y de un tipo muy especial de sinceridad.
Ser, estar y parecer
Por azar o por especial sensibilidad de la lengua castellana a
lo mutable del devenir, sus tres verbos copulativos se acomodan muy bien al desarrollo psicológico entendido desde el
psicoanálisis. El feliz hallazgo de una acepción del verbo latino stare para describir modos transitorios de la existencia no
se da en otras lenguas, y permite ubicar perfectamente de su
lado la psicosis maníacodepresiva. Un paso antes, porque
casi se pueden concebir estos tres verbos como una gradación de menor a mayor calado existencial, se situaría el ser
monolítico de las psicosis de la razón: esquizofrenia y paranoia. Las identificaciones neuróticas y su baile de máscaras,
por fin, en la saludable maleabilidad del parecer.
Decimos de algunos individuos, en efecto, que «son esquizofrénicos», haciendo del verbo vehículo del estigma y de
nuestro prejuicio sobre su cronicidad. Y si bien puede «estar-
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Mentira y desnudez
lo» en las crisis, o «parecerlo» antes del diagnóstico, nada
mejor lo define y marca su distancia de nosotros que ese
«ser» cerrado y perfecto, como la esfera de Parménides.
Vivida de por dentro, si es que sabemos algo de eso merced
a los esfuerzos de la psiquiatría más interpretativa, la experiencia esquizofrénica se desarrolla por entero en este plano,
en el del absoluto y la soledad. Hasta el atributo, adyacente
necesario al verbo «ser» precisamente para ponerle coto y
límite, importuna al sujeto como factor de confusión.
Llevado al extremo, «yo soy Juan», por ejemplo, no deja
nada claro quién es quién.
Tanto la crisis como la paz psicopatológica de la esquizofrenia tienen su manifestación en el nivel del ser antes que en el
del estar o parecer cualquier cosa. Roto, desgarrada su unidad, se da la angustiosa y plotiniana simbiosis con el todo. Y
si una suerte de delirio nominal y circunscrito le devuelve
una identidad, ésta será por fuerza tan rígida como original,
porque no irá dedicada al prójimo. Ser el hijo de Dios no es
necesariamente más loco ni más excéntrico que convertirse
repentinamente al sintoísmo habiendo vivido siempre en
Castellón de la Plana.
Como en toda psicosis, diremos también del maníacodepresivo que es así, o que es bipolar, si hablamos otra jerga. Pero
el psicoanálisis dice que las fronteras de este yo se han cerrado lo suficiente como para que no tenga que recurrir al acorazamiento antes descrito o que se torne de pronto en territorio de paso de pensamientos, influencias y sensaciones.
Sufrirá, pues, del sangrado periódico de esas suturas, de unas
cicatrices precarias, y «estará» alternativamente melancólico
o eufórico según se dedique a la mortificación o bien decida
huir hacia delante. Al tiempo, simplemente o con ayuda del
litio, dejará de estarlo.
La neurosis, en cambio, sí consigue vestirse de otra cosa y
hacer de la doblez y la inconstancia una forma de salud
mental. De un conocido a quien no vemos tiempo atrás nos
sorprenderá lo cambiado que está. Nos quejaremos incluso
de su volubilidad y su esclavitud a la moda, igual en el
campo ideológico que en el del vestir. Los más desconfiados
sospecharán tras cada gesto y cada palabra una segunda y
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Mentira y desnudez
aún una tercera intención. Cada mecanismo de defensa que
despliegue será una máscara y un fuego de artificio que desviará nuestra atención del corazón de sus conflictos, siendo
más que frecuente el acabar descubriendo tras el pulcro un
desaseado y tras una amable seducción, la violenta intención
de castrar. Cuando piden, demandan otra cosa, y cuanto
dicen ser, no es más que el papel que su biografía les invita a
adoptar, reprimiendo necesariamente el resto. Hijos del
Edipo, toman por condición de subsistencia una identificación imposible que les permita disfrutar de lo prohibido, por
un desplazamiento de los actores, y que retenga en su carácter un poso de cada renuncia. Incluso de la perversión, como
negativo de la neurosis y si no es demasiado compulsiva y
esclavizante, se dirá con sorpresa al salir a la luz ciertos
vicios: «pues no lo parecía, era tan normal…».
El neurótico en crisis sufre de lo que pueda parecer ante los
demás, pero no pone en compromiso su existencia más que
en las experiencias límite de la despersonalización o la disociación. Y aún en éstas sospechamos e interpretamos una
intención escondida tras los síntomas, y esperamos que se
resuelvan mucho antes y sin las secuelas de una experiencia
genuinamente psicótica.
Usos de la mentira
Hemos asimilado la mentira al ocultamiento, y la hemos
situado dentro del campo de una apariencia intencional,
bien que muchas veces inconsciente. Estamos más cerca,
pues, de un theatrum mundi convenido y psicopatológico que
del juicio moral sobre el engaño. Atendiendo a lo que pueda
ofrecer al sujeto de la psicopatología, quizá sea la de Agustín
de Hipona la definición que mejor revela el carácter protector de la mentira, su función de pantalla que guarda la intimidad de los propios pensamientos de la inquisición ajena:
«Dirá mentira quien, teniendo una cosa en la mente, manifieste otra distinta con palabras u otro signo cualquiera. Y así
se dice que el mentiroso tiene el corazón doble, es decir, tiene
un doble pensamiento: uno, el que sabe u opina que es verdad y se calla; otro, el que dice algo pensando o sabiendo
que es falso»1. Nos interesa especialmente esta división que
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Mentira y desnudez
la mentira agustiniana impone al sujeto porque permite que
éste cree en su interior espacios privados, donde sus verdaderas intenciones y sentimientos no puedan ser adivinados
por otros. Lo saludable de crear estos repliegues y fracciones
subjetivas ha sido puesto de manifiesto en repetidas ocasiones por el estudio psicológico de la conducta del niño. A la
par que puede ser un signo de rebeldía, la mentira del infante le permite delimitar un campo propio de experiencia,
separado de la fantasía, al cual sus padres no tienen acceso,
superando el primitivo temor de que éstos conocen cada uno
de sus pensamientos. Escamotear al otro lo propio hace posible una sana autonomía y el afianzamiento de las barreras
que separan el yo y el mundo.
La desnudez del psiquismo esquizofrénico, que sufre de continuo por esta falta de privacidad, ha acabado por erigirse en
argumento principal para su diagnóstico. Los síntomas de
primer rango de Kurt Schneider, aunque se recopilaron
principalmente para el diagnóstico diferencial con la psicosis maníacodepresiva, acabaron sirviendo de base para los
criterios de las clasificaciones estadísticas actuales. Y todos
ellos aluden a esa porosidad del alma esquizofrénica, que
vive asaltada por incesantes injerencias de lo ajeno y fugas
de lo propio. La sonorización, la sustracción u otras intromisiones en el pensamiento, así como en general los fenómenos de influencia, denotan un fallo en la defensa de la
propia intimidad, una desnudez psíquica que deja al esquizofrénico a la intemperie del mundo y de sus semejantes.
Incluso la percepción delirante y la alucinación que
Schneider, coherente con la edificación de una semiología
extraída de la clínica, se niega a incluir como fenómenos de
permeabilidad del yo2, encuentran perfecto acomodo en la
misma serie en las elaboraciones psicoanalíticas: sea el juego
1 Un extracto de la obra Sobre la mentira, de San Agustín, junto con una
excelente selección de textos de los siglos XVI a XVIII sobre este tema, se
puede encontrar en CARDANO y otros, Sobre la mentira, Valladolid,
Cuatroediciones, 2001.
2 Se puede encontrar la descripción, análisis y clasificación de Schneider de
estos síntomas de primer rango en su obra Psicopatología clínica, Madrid,
Fundación Archivos de Neurobiología, 1997, pp 170-172.
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Mentira y desnudez
de defensas introyectivo-proyectivo de la teoría kleiniana,
sean los «retornos en lo real» de lo forcluido para la línea de
pensamiento lacaniana.
Creemos que razones como estas llevaron a Clérabault a
soliviantar a sus pacientes, seguro de que no serían capaces
de guardar demasiado tiempo el secreto de sus experiencias
de automatismo. Y que con un estilo muy diferente, pero con
la misma intención, dejó Neisser reposar en cama a sus
enfermos paranoicos hasta que acabasen por contar aquello
que les afligía3. E, igual que afirmamos que el fracaso en la
mentira y el disfraz puede tenerse por típico de las psicosis,
colegiremos que crecientes progresos en este sentido pueden
juzgarse como signos de mejoría, al menos, en lo que concierne a la edificación de esa barrera que los defienda de las
intrusiones. Que un esquizofrénico nos oculte algo, o que
mienta y manipule para conseguir ciertos objetivos podrá
juzgarse moralmente o podrá psiquiatrizarse como «rasgo
perverso» emergente en una psicosis, pero no hay razones
para no celebrarlo como una conquista de autonomía y
como una mejoría psicopatológica.
Esquizofrenia y modernidad
Si la enfermedad mental, en su patoplastia, ofrece para cada
cuadro muy diversas formas de presentación según las coordenadas históricas y culturales en que ésta se presenta, podemos esperar que ocurra algo parecido para el fracaso esquizofrénico en el manejo de la mentira. En concreto para las
voces, se ha dicho recientemente que parecen surgir con la
Modernidad y que dejan de convertirse en signo claro de
psicosis si se indaga hacia atrás en la historia4. Creemos que
una hipótesis análoga se puede defender para el problema
que aquí tratamos.
3 Sobre estos dos estilos de exploración véase J.M. Álvarez
4 Véase ÁLVAREZ, J.M. y COLINA, F., Las voces y su historia: sobre el nacimiento
de la esquizofrenia, Átopos. Salud mental, comunidad y cultura, 2007, nº6, pp 412.
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Mentira y desnudez
Quizá la crisis que marca el inicio de la Modernidad es precisamente la que lleva a tomar en serio la realidad percibida
y el interminable juego de las apariencias. Si en Grecia la
«cosa» había de ser desvelada, y si en la oscuridad de la Edad
Media tan sólo lo aprehendido a la luz de la bondad de Dios
era confiable, el inicio del período moderno viene marcado
por las «razzias» en filosofía e incluso en literatura del «genio
maligno» cartesiano. La vida es sueño, de Calderón. El giro
Copernicano. La duda metódica del mismo Descartes.
Cualesquiera fueran las seguridades de la época hasta entonces, se vieron conmovidas en un corto lapso de tiempo. En
filosofía, hasta tal punto se pone en cuestión el propio proceso del conocer, que desplaza al problema del ser y, llegado
Kant, se veta al hombre el acceso al noumeno. Y en la moral,
el tema del ser y el parecer cobra importancia capital llegada la Ilustración, con ejemplos sobresalientes en Diderot y
Rousseau5.
Ese progresivo respeto a la apariencia, hasta entonces despreciada por terrenal o por «física», en oposición a una
excelsa «metafísica», parece tener un sorprendente eco en la
transformación social que culmina en la sociedad industrial
del XIX. Debemos a Norbert Elias6 un análisis de esos cambios, y en concreto los que la progresiva especialización de
las relaciones sociales conlleva para la vida individual. La
compartimentación y la multiplicación de las formas en que
los hombres se relacionan obliga a una cada vez más ardua
tarea de representación, de asunción de papeles, y no menos
de fingimiento. A través de textos de la época, Elias desvela
que incluso pudores que nos pueden parecen tan naturales
como los asociados al desnudo durante el baño o en la cama,
o los mismos actos de excreción, tienen su origen precisamente en el abandono del modelo feudal de sociedad. De un
hogar sin compartimentos se pasa progresivamente a sepa5 Un ensayo sobre este particular puede encontrarse en IGLESIAS, M.C., La
máscara y el signo: modelos ilustrados, en «El discurso de la mentira», de Castilla del
Pino, C. (Comp.). Madrid, Alianza Universidad, 1988.
6 Véanse sus obras El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y
psicogenéticas, México, FCE, 1987; y la recopilación de artículos La sociedad de los
individuos, Barcelona, Península, 1990.
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Mentira y desnudez
rar dormitorios, baños, etc. De dormir desnudo, al uso de la
camisa de noche o el pijama. Revisando en su evolución
estos desarrollos de la vida en común, Elias topa con nuestro
mismo problema: el de la paulatina institución, a base de
renuncias, de una intimidad que defender frente a los otros.
Léanse, como ejemplo, estas líneas: «Es esta contradicción
del ser humano individual, esta «privatización», este excluir
determinados ámbitos de la vida del trato social de las personas […] lo que provoca en el individuo la sensación de que
él es «interiormente» algo que existe por sí mismo, ajeno a
cualquier relación con otras personas, y que sólo «posteriormente» entra en relación con otros «de fuera»». Forzado,
pues, a extrañarse en el trato social, un individuo que
encuentre dificultades en llevar a cabo las escisiones que
exige este imperativo de mendacidad, y que no sea capaz del
esfuerzo de adoptar en cada ámbito de su vida de una determinada apariencia, no puede por menos que sentirse agredido en esa suerte de «ser auténtico» que de pronto se ve
obligado a la vez a sofocar y a resguardar. Algo parecido a lo
que George Devereux califica como una de las formas de
«explotación sintomática» de un rasgo cultural por parte de
la esquizofrenia. Es decir, la adopción de ese rasgo cultural
como síntoma a la hora de manifestarse. El esquizofrénico,
según él, se limita a caricaturizar con su fragmentación la
brutal atomización que padece la sociedad capitalista, que es
llevada a extremos perversos en la oposición del «amigo»
frente al «socio»7.
Aún otro sociólogo, muy agustiniano en su forma de abordar esta cuestión, nos recuerda en qué consiste ese «progreso de la civilización» que supone determinado uso de la
mentira y del secreto, y de paso nos pone en guardia acerca
de sus peligros. En su Sociología, Simmel escribe lo siguiente:
«como el cuerpo que […] es nuestra primera «propiedad»
[…] y por ello todo atentado contra el patrimonio es sentido
como una violación de la personalidad, así también hay una
7 DEVEREUX, G., La esquizofrenia, psicosis étnica o la esquizofrenia sin lágrimas, en
«Ensayos de etnopsiquiatría general», Barcelona, Barral Eds., 1973.
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Mentira y desnudez
propiedad espiritual privada, cuya violación afecta al yo en
su centro más íntimo». Y más adelante: «El secreto en este
sentido, el disimulo de ciertas realidades […] constituye una
de las más grandes conquistas de la humanidad». Aunque
Simmel no puede evitar preguntarse si es un progreso en sí
misma o sólo en lo que atañe a la protección de la intimidad,
puesto que, «dijérase que, a medida que progresa la adaptación cultural, van haciéndose más públicos los asuntos de la
generalidad y más secretos los de los individuos»8. Y así,
nuestro esquizofrénico, incapaz de una doblez sana y maleable, se ha visto, con el correr de la historia hasta la actual
sociedad del espectáculo, compelido al secreto y a la farsa,
con las desastrosas consecuencias antes descritas.
La fragmentación y el blindaje: Burgölzli, 1911
Si aceptamos, entonces, que el progreso de la civilización
obliga a cada vez más actuaciones y fingimientos, y multiplica los escenarios en que el sujeto se ve obligado a alienarse
en la representación, entenderemos que una de las manifestaciones de la locura, su problema para defender un espacio
físico y psíquico propio, haya ido cobrando con el correr de
la historia una creciente preponderancia, hasta instituirse en
campo abonado para los «síntomas de primer rango» ya
mencionados. Así pues, deberíamos poder interpretar la
esquizofrenia como entidad nosográfica desde este punto de
vista, e intentaremos hacerlo repasando dos generaciones de
psicopatólogos que se encontraron en Suiza a principios del
siglo XX.
Habíamos dicho del esquizofrénico que vive su drama del
lado de un ser rígido, solipsista, incapaz de la doblez necesaria para la convivencia en el Theatrum mundi. Y habíamos tildado de fracaso su permanencia en esa suspensión casi
metafísica, o bien su ruptura a la menor tentativa de dividir-
8 SIMMEL, G., El secreto y la sociedad secreta, en «Sociología 1, estudios sobre las
formas de socialización», Madrid, Biblioteca de la Revista de Occidente, 1977,
pp. 357-386.
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se en la mentira. En cuanto a esta ruptura, al menos tres de
las visiones más penetrantes del problema esquizofrénico la
tomaron por nuclear: así ocurre en la noción de discordancia
en Chaslin, la de pequeño automatismo mental en el caso de
Clérambault y la de la spaltung en la descripción del padre de
la criatura, Eugen Bleuler9.
Ofrece este último una visión sincrónica de la fragmentación
esquizofrénica. Manteniendo las formas evolutivas reunidas
por Kraepelin, aunque rechazando la demencia como destino ineluctable, se centrará en dilucidar cuáles de los síntomas observados son primarios, y cuáles se derivan de ellos
como secundarios. No sabríamos decir si el desgarramiento
de la identidad así descrito pudiera ser el resultado de una
escisión forzada del yo en una sociedad mendaz, o un último
recurso de ocultación, en el sentido en el que Bion habla de
los «ataques al vínculo», a la ruptura del nexo entre afectos
e ideas como forma de resistencia y encubrimiento. La laxitud de las asociaciones puede ser un ardid para el despiste,
como también la ambivalencia, y el autismo, una forma de
impenetrabilidad. Hablaremos de esto más tarde. Por ahora,
y limitándonos a asociar mentira y fragmentación, citaremos
dos visiones del problema, ya postfreudianas, que nos parecen muy significativas: Winnicott y Laing.
El concepto de falso self para el primero no deja de recordarnos a la división agustiniana del hombre mendaz. Este
núcleo de la personalidad, que vive vuelto hacia fuera y
sometido a las exigencias del ambiente, trata al actuar así de
ocultar y proteger un self verdadero. Su rasgo principal es la
sumisión, dirá Winnicott, con la imitación como especialidad. Pero puede, en sus esfuerzos, desbocarse y llegar a
alcanzar excesiva autonomía. Los casos más leves hacen surgir todo un síndrome muy cercano al estado límite, con la
autoagresión y el suicidio como última defensa ante la trai-
9 El lector encontrará una síntesis de estas hipótesis sobre el problema
esquizofrénico, junto con las propuestas por Gilbert Ballet y Sigmund Freud,
en ÁLVAREZ, JM., La invención de las enfermedades mentales, Madrid, Gredos,
2008, pp.281-402.
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ción de ese self artificial y vendido al prójimo. Sin embargo,
esto supone todavía cierta elasticidad. La obra de Ronald D.
Laing nos ofrece la versión esquizofrénica de este proceso. El
«yo dividido» de esta manera no puede sostenerse en esa
forma de vida, y el núcleo escindido al que puede calificarse
todavía de «verdadero» acaba por tomar al falso como extraño, incluida toda la fracción del esquema corporal de que se
haga cargo. Enajena, por así decir, su parte mendaz, «adaptada», humillada ante los requerimientos del grupo social,
con las consiguientes vivencias xenopáticas y de distorsión
de sus propios límites10.
Hay una segunda generación de psiquiatras alumnos de
Bleuler en Burgölzli que, más centrados en la diacronía del
proceso esquizofrénico y en el diagnóstico por el contacto,
describen muy bien lo que nosotros hemos esbozado como
algo parecido a un aislamiento en el ser, a un solipsismo desapegado del resto de la naturaleza. Minkowski, que pretende organizar el síndrome esquizofrénico alrededor de la
noción de pérdida del contacto vital con la realidad, hace una bella
descripción de las diferentes formas que puede adoptar ese
autismo. Para comenzar, rompe con la idea del repliegue
hacia el mundo interior como su fenómeno principal. Al
igual que puede haber un «autismo pobre», también hay
uno «rico» en fenómenos cuyo denominador común en
tanto actitudes esquizofrénicas es el no estar dedicados a nadie
en particular, siquiera al mismo actor. El racionalismo y el
geometrismo mórbido, como la esquizomanía o el lamento
morboso, son actos sin mañana, sin posibilidad de acomodo en
la propia biografía o en la comunidad. Y son, creemos nosotros, una forma extrema de sinceridad porque no acaban
de alienarse ni en el para sí, que exigiría cierta división, ni en
el para los otros, ni en el vago «para el mundo». Desde fuera,
claro, tamaño ejercicio de autenticidad no deja de parecer
una originalidad desmesurada, cuando no una forma de
10 Véanse las obras de WINNICOTT, DW., La distorsión del yo en términos de self
verdadero y falso, en «Obras Escogidas I», Barcelona, RBA, 2006; y de LAING,
RD., El Yo dividido, México, FCE, 1964.
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esquizotipia, para la psiquiatría, o una franca extravagancia
para el común de los observadores. Creemos que las formas
de existencia frustrada de Binswanger11 se pueden entender del
mismo modo, y que lo único y singular de estas actitudes
excéntricas las sitúa muy lejos de las que se dirigen al otro
como público, y que Ambrose Bierce definió con hiriente
sarcasmo como un «método de distinción tan vulgar que los
tontos lo utilizan para acentuar su incapacidad»12. Nos
queda la duda, a pesar de todo, de si el autismo, como la disgregación, no pudiera ser un recurso desesperado de ocultarse del prójimo haciéndose radicalmente incomprensible,
y sin esconderse de nada, gracias a una sinceridad sin vuelta de hoja.
Mentira, alienación y defecto. Bonneval, 1946
Aun sin proponérnoslo y pretendiendo tan sólo acercar los
campos antropológicos de la mentira y la psicosis por ver en
cuánto se superponían, hemos establecido un tácito nexo
causal entre uno y otro: nuestro esquizofrénico ha sido en las
páginas precedentes alguien imposibilitado para mentir,
alguien que, o bien no es capaz de dividirse, como el mismo
acto del engaño requiere, o, de hacerlo, se rompe. Seguimos
sostentiendo, de esta manera, el mito del defecto. Si unos
pretenden encontrarlo en lo orgánico, en el cable roto que
desencadena el proceso, nosotros lo acabamos de situar en el
lenguaje. Pues si el psicótico miente y oculta a duras penas,
hemos de suponer que su problema original es el manejo de
ese lenguaje como aparato de la mentira. Siendo consecuentes, hablaremos ahora de la relación del esquizofrénico
con él, y en especial de las teorías que hacen hincapié en lo
que tiene de estructurante para el sujeto. Para el final dejaremos la posibilidad de enloquecer por el otro lado, por el de
11 Las referencias de Minkowski y Binswanger se han extraido de los textos
MINKOWSKI, E., La esquizofrenia, México, FCE, 2000; y BINSWANGER, L.,
Tres formas de la existencia frustrada. Exaltación, excentricidad, manierismo. Barcelona,
RBA, 2006, pp. 713-967. Véase en especial, de este último, «Excentricidad»,
pp. 739-839.
12 BIERCE, A., Diccionario del Diablo, Madrid, Ediciones del Dragón, 1986.
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un dominio tan brillante del lenguaje y el pensamiento que
acabe por rechazarse a sí mismo.
Si la filosofía, después de Freud, no puede ser la misma ante
la muestra de que el sujeto se desconoce, tampoco podrá
serlo si tomamos por válida su teoría del pensamiento. El
Proyecto de una psicología para neurólogos, que Freud no quiso editar en vida, acabó infiltrando sus contenidos en muchos de
sus artículos, hasta La negación. Pues bien, lo que en estos textos se propone no es otra cosa que la denuncia filosófica de
Camus, medio siglo más tarde: «el pensamiento de un hombre es, ante todo, su nostalgia»13. La egregia quimera de
una razón autónoma se tambalea ante la proposición de que
el pensamiento, y también las representaciones verbales que
son su vehículo, no son sino una forma de añoranza, una
manera de retardar el acto desesperado al que el sujeto se
lanza para revivir la satisfacción original. A eso queda reducido el juicio: a un rodeo. Inalcanzable la cosa, la verdadera
comunión del ser con el mundo, el inmaduro sistema nervioso de la criatura humana se conformará con entregarse al
desarrollo de un juego de semejanzas, y tomará por buena la
representación aproximada de lo que busca, entrando de
lleno en el mundo de las apariencias y los símbolos. El esquizofrénico, en este sentido, vive el lenguaje como una injerencia externa, y se niega a utilizar la vía de un discurso prefabricado, que le preexiste y no le pertenece. En sus crisis,
demostrará que lo vive como ajeno con una rica variedad de
síntomas. Incapaz de sustituciones y metáforas, se pretenderá un ser omnipotente, autónomo y tan absolutamente sincero como el descrito por nosotros a propósito del engaño.
Al no gozar de los beneficios de la duda, sufre de los vértigos
del absoluto.
La desconfianza que le inspiran las palabras, a las que mil
veces se ha dicho que trata «como cosas», como «cuerpos
extraños», y su reacción cuando se requiere que utilice la
metáfora para esconderse, queda patente como en ninguna
13 CAMUS, A., El mito de Sísifo, Madrid, Alianza, 1981.
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otra, en la teoría del double bind esquizofrénico. Las tres formas típicas de esta enfermedad se pueden ver como respuestas de rebeldía frente al teatro que impone el trato
social. Si paranoide, desconfiará de cualquier mensaje; si
hebefrénico, se reirá de ello y jugará con las palabras al neologismo o a la esquizoafasia; si catatónico, caricaturizará la
sumisión como obediencia automática, y denunciará con su
silencio la bastardía del verbo14.
A mitad del siglo pasado, empero, hubo todavía un último
intento de esquivar el escollo de la noción de deficiencia
para explicar la locura. Uno de los coloquios organizados
por Henri Ey en Bonneval tuvo por tema «La psicogénesis»,
y acogió la ponencia de un Jacques Lacan todavía más psiquiatra que psicoanalista. En ella, quiso resolver la cuestión
de la causalidad psíquica con las armas de la filosofía. Es un
momento de su obra, sin embargo, en que la psicosis no está
netamente diferenciada de la neurosis, y utiliza para ambas
el argumento de un «yo como función de desconocimiento».
Y es una época en que, para hablar de psicosis, emplea un
modelo de locura tomado de Hegel, y no atravesado por sus
posteriores elaboraciones a la luz de la clínica psicoanalítica.
Aún más, la psicosis ejemplar sería para él la paranoia, que
es a nuestro entender una forma acabada de locura, y no la
esquizofrenia, en la cual el defecto parece imponerse a cada
paso. Así pues, y para defender lo que entiende como «libertad subjetiva», como elección del sujeto sobre su forma de
enfermar, Lacan va a decir aquello de que la psicosis es «una
decisión insondable del ser», una forma de «desconocer sus
servidumbres», que en el caso que nos ocupa no serían otras
que las de un lenguaje ajeno al individuo, unas palabras que
le son prestadas para convertirse en sujeto. La proposición
merece atención por bella, pero nos parece que, al situar el
problema en lo insondable, se limita a esquivarlo. Decíamos al
principio que, queramos o no, poco más podemos entender
por salud mental que la capacidad de dividirse sin sufrir
14 BATESON, G.; JACKSON, D.; HALEY, J.; WEAKLAND, D., Hacia una
teoría de la esquizofrenia; en «Pasos hacia una ecología de la mente», Buenos
Aires, Ediciones Carlos Lohle, 1976.
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demasiado. Y por sujeto no entendemos otra cosa que aquello que el lenguaje «ha sujetado» al mundo y a los otros.
Sostener, entonces, que el ser «decide» es colgarle atributos
que sólo conocemos para el sujeto tal y como lo hemos definido antes. Y si a éstos, además, no se los puede sondear,
tanto peor.
En este sentido, creemos que podría haber una psicosis ideal,
una forma especulativa de locura que no partiese de una
deficiencia, sino del alarde excesivo de una razón crítica.
Hablamos del vértigo que se experimenta en la lectura de
Nietzsche en su obra de juventud Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.
Una invitación a la locura: Friedrich Nietzsche
La obra, escueta pero mortal para la soberbia del yo pensante, escupe sobre nuestras vanidades desde la primera
página15. Hubo eones en que el intelecto humano no holló
eso que podríamos llamar naturaleza, cosa en sí o realidad
inalcanzable. Y, dice, si pudiéramos preguntar a una mosca,
hallaríamos que ella también se siente el centro volante del
mundo, de manera tan patética como lo hacemos nosotros.
No hay verdad ni proposición que no sea un apaño, un compromiso, una convención que el hombre establece por
«necesidad, hastío o gregarismo». De la nostalgia de la
«cosa» y la necesidad de aproximarse a la satisfacción que se
encontró en ella nace entonces el conformismo del engaño,
que pretende alcanzar su objetivo por la semejanza. «¿Qué
es entonces la verdad?. Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos. [… ] Las verdades
son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas
que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas
que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal». Decir la verdad es,
entonces y de forma harto simple, «utilizar las metáforas
15 Se puede encontrar este texto de Nietzsche, junto con un estudio de Hans
Vaihinger, en NIETZSCHE, F.; VAIHINGER, H., Verdad y mentira, Madrid,
Tecnos, 2007.
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habituales». Nuestro esquizofrénico, al contrario que el
genio de Nietzsche, se extraña al utilizarlas, se sabe alienado
en ellas, y decide no hacerlo, por una insondable y orgullosa
rebeldía. Como al porquero de Agamenón, este mecanismo
alienante no acaba de convencerle y rehúsa jugar. Es decir,
se pierde el camino que lleva a su propia destrucción por la
misma vía que el intelecto se disuelve en sí mismo. El filósofo alemán no abomina de metáforas y mitos, sino que más
bien los ensalza, sobre todo a los griegos, pero propone
tomarlos como tales, perder toda fe en ellos. Así, desechados
por burdos y antropomórficos incluso los aprioris del tiempo, el espacio o la causalidad, nos invita a asomarnos a la
«cosa» y disfrutar del vértigo de una falta abosluta de «sujeción», de una radical libertad. Es decir, el fin del «sujeto». Y
llegar a ello por muy otra vía que una decisión insondable y
originaria, sino por el otro lado, por el del empeño de la
razón en hacerse añicos a martillazos.
Ocurre, claro, que si fuera posible esta forma de locura, esta
psicosis especulativa y entrópica, todos podríamos intentarla
por curiosidad o por simple deporte. Pero ahí si que damos
la razón a la vieja sentencia: no es loco quien quiere, sino
quien puede.
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Mínima Moralia
Ramón Area Carracedo
Luis Vila Pillado
Jürgen Habermas utilizó en ocasiones para referirse a su
maestro, Theodor Adorno, la expresión de «intelectual filosofante». Su obra Minima Moralia, para ser comprendida en
su plenitud, precisa de una aclaración de la frase de
Habermas, que no es más que una acertada expresión de la
concepción global que Adorno tenía de la filosofía. Éste, en
una afirmación sorprendente, declaró «lo que ha sido pensado de forma convincente, debe ser pensado en algún otro
lugar y por alguna otra persona». Con ello daba relevancia
a su particular forma de escribir, que en última instancia
pretendía la corrección del lenguaje filosófico identificante,
en una crítica a las formas mercantilizadas y reificadas del
trato comunicativo, que alcanza hasta la misma vida cotidiana.
Adorno no dudaba en la relación entre lenguaje y sociedad:
«la resistencia a la sociedad es la resistencia a su lenguaje».
Por ello creyó necesario construir toda una manera de
expresarse que manifestase su propia resistencia ante el
mundo que le tocó vivir.
En Minima Moralia Adorno se propuso alcanzar algunas verdades justas como forma de exorcizar el horror de la guerra
y su propio exilio en los Estados Unidos. Consideraba que
existe una posición irreductible entre lo que es una vida falsa
y una vida justa y en su análisis de sus circunstancias (un
mundo repleto de violencia) afirmó que, desgraciadamente,
existen algunas similitudes entre las masas guiadas por los
dictadores en los regímenes totalitarios y las masas guiadas
por las estadísticas en los regímenes democráticos.
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Minima Moralia
Denominó Signo de Caín a la violencia que emerge en el
seno de las masas grises. En las dictaduras, Caín es fácilmente reconocible, es un embaucador que guía a las masas
robotizadas hacia la muerte. En las democracias, Caín pasa
más desapercibido, pero puede seguirse su rastro en la creciente desigualdad social presente en algunas sociedades
occidentales, en las que el dinero y los derechos abren una
brecha entre un Caín, poderoso y productor, y una masa
consumidora y obediente.
Quizás esta introducción sirva para aclarar que no pretendemos dar lecciones de moral, y que el título de esta sección
tan sólo pretende agrupar a esas pequeñas observaciones
que surgen en la cotidianeidad de nuestro trabajo. Y por
supuesto, el título también es un recuerdo y un homenaje a
Adorno.
Nos toca vivir en unos tiempos tan apresurados, que las consignas y las sentencias parecen haber sustituído a la reflexión. La consigna y la sentencia a veces impactan de tal modo
que casi nos dejan en trance hipnótico, y por momentos tentados estamos de agradecer su apariencia de verdad.
En ocasiones los problemas surgen cuando necesitamos ver
por detrás de ellas y de su simplificación, dejándonos a merced de una realidad compleja y que nos sobrepasa. En otros
momentos, escuchamos cosas que nos llaman la atención
casi de manera inmediata y que luego dejan un poso sobre
el que reflexionar en los días siguientes. ¿Cómo no saltar
cuando ante una reunión sobre un nuevo hospital, escuchamos a alguien cuestionar la existencia de una biblioteca en
estos tiempos de ordenadores y de internet?
Afortunadamente a veces nuestros directivos son más lúcidos
que alguno de nuestros compañeros, y cuestionamientos
como estos no son tenidos en cuenta. Pero, tal propuesta
¿será signo de nuestros tiempos?
Quizás Adorno, en su particular estilo de escribir, simplemente nos ofrecería un pequeño párrafo en el que clasificase a los psiquiatras alemanes. Por ejemplo, un espectro de
cinco puntos, a saber: a) los lectores de libros b) los lectores
de revistas, c) los lectores de los estudios que provee el visitador de turno d) los lectores de abstracts y e) aquellos que no
leen. Ahora que estamos hablando de psiquiatras alemanes,
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Minima Moralia
hay un viejo chiste (no es de Adorno, sino que lo leímos en
una novela de Philip Kerr) que decía que todos los psiquiatras alemanes se comportan como si fuesen Dios, pero ese no
es el problema, el problema es que a veces Dios se comporta como si fuese un psiquiatra alemán.
Resulta curioso también que aquellos que pertenecen a los
últimos tramos de este espectro a veces puedan decir (lo
hemos escuchado) sobre los de los primeros tramos, sentencias del estilo «es buen chico/a, pero le pierde la filosofía» o
«no trabaja mal, pero busca mucho la problemática de la
problemática», «no ve enfermos, siempre está reunido».
Aclaremos que el que está siempre reunido, suele estar siempre reunido en su ciudad de trabajo, y que, por el contrario,
nunca hemos oído decir a nadie «escucha a los enfermos,
pero le pierden tantas cenas». Es este tipo de diferencia en el
lenguaje lo que nos alerta de aquello que alertó a Adorno,
hasta compartir con él que la resistencia a la sociedad es la
resistencia a su lenguaje, pero también que las cosas que se
dan como obvias deben ser pensadas por otra persona en
otro lugar.
A Adorno, por ejemplo, le sorprendería escuchar de algunos
de los psiquiatras alemanes, justo antes de alguna cena, sentencias como «el medicamento más barato es aquel que el
paciente no abandona», en lo que parece un curioso deslizamiento desde el mundo de los desodorantes al mundo de
la medicina.
Y es que las consignas y las sentencias tienen una capacidad
inusual a la hora de establecer identidades. Tan sólo los cánticos, que añaden música pegadiza a las mismas frases simplonas, le ganan en esta cuestión, y por ello alertamos de que
todo llegará. Por ejemplo, llegará un día en que esa frase de
«la psiquiatría es una especialidad médica» se convierta en
un jingle que suene en congresos y reuniones. Entonces se
asumirán sin cuestionamiento alguno corolarios absurdos,
en el caso que nos ocupa, se llegará a decir la medicina sólo
trata con medicamentos (dejando de lado, por no rimar con
el corolario, las cosas que hacen los rehabilitadores, los cirujanos, etc). Todo ello no será impedimento para que la TEC
sea considerada un medicamento, o para considerar un
complemento necesario las «charlas», término empleado
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Minima Moralia
por aquellos que «ven» muchos pacientes, ya que el visionado no incluye escuchar a los que hablan demasiado.
Estas son algunas de las cosas del lenguaje que nos han ido
llamando la atención a lo largo de meses, hasta considerar
escribirlo tomando como ejemplo y como guía a Adorno.
Empezamos entonces con la primera entrega.
Mínima moralia
- Adherencia: Recuperamos para este inicio, una reflexión
que señalamos en un editorial anterior de nuestra revista.
Adherencia significa unión física, pegadura de las cosas. El
Diccionario de la R.A.E. señala una acepción médica para
el término, a saber, cada una de las bridas o superficies
extensas de tejido conjuntivo que unen a las vísceras entre sí
o con las paredes del tronco, entorpecen la función de estas
vísceras y producen dolores u otras molestias.
Últimamente ha aparecido en el vocabulario psiquiátrico la
palabra adherencia intentado aproximarse mediante la
misma al problema de la toma de medicación en los
pacientes psicóticos. Léanse sino las novedosas monografías
que llevan títulos como «La adherencia al tratamiento», «La
adherencia a la medicación», etc. Anteriormente se empleaban diferentes palabras para describir tales problemas, constituyendo una especie de familia semántica, en la que se
incluirían, entre otras, cumplimiento, conciencia de enfermedad, abandono...
Lo que llama la atención del cambio de nomenclatura es el
aspecto físico que la palabra adherencia comporta, es decir,
como si la cuestión de la toma o no toma de tratamiento
fuese algo que dependiese de la cualidad física de los objetos
a adherirse. Esto, en el caso de la medicación, no supondría
problema alguno. Es decir, podría perfectamente existir una
cualidad pegajosa en el tratamiento que le hiciese adherirse
más firmemente al paciente. La pegajosidad tiene desde este
punto de vista varias vertientes. Por ejemplo, el que sea una
posología no diaria sino quincenal. Es obvio que una vez
inyectada no hay forma de liberarse de ella. Pero la adherencia necesita del otro objeto, en este caso el paciente, para que
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Minima Moralia
el cumplimiento de tratamiento mantenga la acepción de
adherencia. No hay mayor adherencia entre los seres
humanos que la voluntad, que desgraciadamente es una de
esas horribles propiedades psicológicas tan poco proclives a
ser tratadas en términos de pegamento. Quizás por eso, la
palabra adherencia no entra en el mismo campo semántico
que subjetividad, conciencia...
Así que irremediablemente nos vemos obligados a cambiar
de palabra cuando han pasado los quince días o el mes o las
tres semanas y para entonces, físicamente hablando, nos
quedan los efectos secundarios y poca cosa más.
- Lo habitual, como crítica, es afirmar que para algunos el
fin justifica los medios. Cada vez tengo más la sensación que
para la burocracia, los medios justifican los fines. Hasta el
aburrimiento.
- Se dice de los pacientes si cumplen o no criterios, toda una
obligación ineludible para ellos. Ahora bien, falta por saber
si los criterios tienen algo que cumplir ante algo. Tal
impunidad no es cosa buena.
- Es ingente la cantidad de escritos que se titulan «a
propósito de un caso». El caso nunca es a propósito, pero si
que desvela nuestros más íntimos propósitos.
- Tanto estudio cuestionando el efecto placebo y todavía a nadie
se le ha ocurrido investigar el efecto ambrosía de algunos
psicofármacos para los que los prescriben.
- Alessandro Baricco ha publicado un ensayo cuyo título es
sugerente: Los bárbaros. Debiéramos preguntarnos cómo más
allá del Imperio Romano, más allá de la Revolución
Francesa, de la Ilustración, de la postmodernidad, cómo más
allá de todo eso perviven entre nosotros los bárbaros. Quizás
porque han aprendido a darse un barniz de civilización. Por
eso no es conveniente dejarse atrapar por los barnices ni por
la civilización. Quizás por eso sigamos prefiriendo la cultura
a la civilización.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
103
Minima Moralia
- El gobierno, preocupado, prepara un plan para detener la
fuga de cerebros. Compartiendo con todo el mundo la
desazón ante las fugas, reclamamos un plan para detener la
fuga de mentes.
- Siempre se ha considerado algo próximo al pecado tirar la
piedra y esconder la mano. Nadie ha alertado del peligro de
lo contrario, tirar la mano y esconder la piedra y sin
embargo resulta de lo más habitual. Otros le han llamado
identificación con el agresor.
- Hay muchas formas de intentar solucionar un problema y,
entre todas, suele considerarse como la mejor, resolverlos.
No es, seguramente, la más frecuente en estos tiempos en los
que nadie desea un enemigo. Por eso, el primer lugar en las
formas y maneras de afrontar un problema, se sitúa el
disolverlos y no el resolverlos.
- Existe una diferencia a la que no se le ha prestado la
atención que merece. Y es que no es lo mismo trabajar en
equipo que equipar un trabajo, y ante la proliferación de
equipamientos que suavizan la dureza del trabajo diario,
para qué regresar a las discusiones del trabajo en equipo.
Mejor solo que mal equipado.
- Unamuno, al revés: Convenceremos pero no venceremos.
Es lo que les queda a los que tienen la razón y además no
están lo suficientemente locos para que se la den sin más
miramientos.
- La clásica definición de la metonimia decía que era tomar
la parte por el todo. Así, detalle a detalle, pequeñez a
pequeñez, hasta olvidarse de lo fundamental, hasta
convertirnos todos en unos alienados de la metonimia.
Tacita a tacita, no se hace el café, queridos amigos y amigas.
- Detrás de la mesa del consultorio, todos necesitan ser algo,
tiene su lógica, la atención a pacientes precisa de una
capacitación profesional. Al levantarse y salir, ya no hay
olvido posible y el hiperprofesionalismo se lleva allá donde se
vaya. En cierto modo, es como los nacionalismos
excluyentes. Hasta llegar a las mismas discusiones y a las
mismas fracturas.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Minima Moralia
- En un muy recomendable libro titulado Sociología de las
filosofías se analiza el proceso acontecido en diversas escuelas
de pensamiento que lleva desde su fundación por un
pensador a su posterior atomización. Particularmente
interesante es el capítulo destinado al Confucionismo, en el
que resultan asombrosos algunos paralelismos con la historia
de nuestra especialidad. El factor humano y el factor
económico dados de la mano para fundar miles de escuelas,
hasta que llega un punto, por ejemplo, cuando asoman por
las murallas del imperio budistas o sintoístas, que no queda
más remedio que un agrupamiento. Podríamos llamarle
integración, ciencia cognitiva, farmacología basada en la
evidencia, neurociencia, movimiento cognitivo analítico o
como se quiera llamarle, pero desde que cayó en nuestras
manos el libro citado, la cosa se entiende mejor y con más
escepticismo.
- Y ya puestos a recomendar cosas, después de un libro, una
canción, ya tiene sus añitos, pero siempre está bien escuchar
a Albert Plá con su «Joaquín el necio». Después de las
detalladas descripciones de síndromes psiquiátricos de
«ansiedades sísmicas» o del «camino de Santiago», seguro
que el «síndrome de Joaquín el necio» también tiene su
huequecito en la literatura psiquiátrica. Nosotros conocemos
algún caso. A Joaquín el necio, zapatero remendón y
gruñón, su esposa Rosa le deja por un hombre negro.
Convencido de que la única explicación para tal conducta
tiene que ver con cuestiones de tamaño, la venganza pasa
por la amputación, y ahí viene la sorpresa: «Joaquín miro la
parte amputada/ y de verdad qe eso no era nada/ hay que
tendría el maldito negro/que tendrá el negro que yo no
tengo/ será que Rosa se ha vuelto loca/ por qué te fuiste con
ese negro/ por qué te fuiste si yo la tengo/ mucho mas
grande aquí no hay color /lloró de rabia Joaquín el Necio/
no comprendía preguntó al cielo/ la clientela llenó los
vasos/ y al unísono le respondió /pero por qué será
Joaquín/ por qué /por qué será / porque el negro es mejor
que tú /no tiene malicia ni mal corazón /el negro es mejor
que tú/ es más bondadoso y más vacilón/ el negro es mejor
que tú /no tiene perfidia es más bonachón /el negro es
mejor que tú /es más honrado y trabajador».
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Pensar la locura*
José María Álvarez Martínez.
Psicólogo clínico; Psicoanalista miembro de la ELP-AMP.
Hospital Río Hortega. Valladolid.
Buenas tardes. Gracias por la invitación a los doctores
Adolfo Santamaría y Francisco Traver.
No estoy en las mejores condiciones para dar una conferencia porque arrastro un fuerte resfriado y el viaje me ha debilitado aún más. De todos modos me siento dicho dichoso por
estar aquí con vosotros y os agradezco el caluroso recibimiento. Me han resultado gratas las palabras que Paco
Traver dedicó a mis escritos, en la conversación que mantuvimos durante la comida. Viniendo de él, me honran.
Cuando hablé con Adolfo Santamaría hace unas semanas,
me hice a la idea de hablaros sobre la psicosis o la locura,
naturalmente haciendo referencias a la cuestión del paso al
acto. Pero me gustaría hacer una exposición general o cuando menos dar unas pinceladas de lo que considero fundamental de la locura.
Dos concepciones de la clínica de la psicosis
Hace unos días, cuando redactaba algunas páginas de La
invención de las enfermedades mentales, el libro que reescribo para
la nueva edición de Gredos, releía unos comentarios de Emil
* Conferencia pronunciada en el Hospital provincial de Castellón en 2008.
Para la presente publicación se ha revisado y corregido el texto, se han
ampliado algunos pasajes y anotado minuciosamente las referencias
bibliográficas.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
107
Pensar la locura
Kraepelin que resumen con precisión la orientación de la
psiquiatría clínica surgida de él, una orientación muy crítica
con el psicoanálisis. En un texto de 1920 sobre las manifestaciones de la locura, escribió: «[…] muchas quimeras del
psicoanálisis se originaron, precisamente, desde testimonios
de los enfermos. Aparte de la interpretación más o menos
arbitraria del observador, la autodepreciación del enfermo
genera considerables errores»1. De manera que cuando los
psicoanalistas atienden a lo que los pacientes les dicen, no
caen en la cuenta de que les están hablando locos y que los
locos, ya se sabe, dicen bobadas o disparates.
Esta posición resume una manera de pensar la clínica. Otra
forma totalmente distinta de concebir la clínica, incluso los
mismos hechos, deriva de Freud, quien unos años antes
había escrito a Jung algunos comentarios sobre el loco Paul
Schreber, entre los cuales entresaco las siguientes palabras:
«al igual que al maravilloso Schreber, al cual deberían haber
nombrado profesor de psiquiatría y director de un centro
psiquiátrico»2. Desde luego, Freud se tomó muy en serio los
escritos autobiográficos del Dr. Schreber. Tan en serio se los
tomó que, a partir de ellos, redactó uno de sus más logrados
ensayos (Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia
(Dementia paranoides) descrito autobiográficamente, de 1911),
donde, como él mismo dice a Jung en una carta, se «plantea
el golpe más atrevido contra la psiquiatría»3. Ese golpe, a mi
manera de ver, consiste en poner de manifiesto que todo
cuanto se ha venido llamando delirio es en realidad el trabajo que el loco hace para recomponerse en su locura, es decir,
para reequilibrarse. Freud lo dijo con estas palabras: «la formación delirante, es, en realidad, el intento de restablecimiento [ist in Wirklichkeit der Heilungsversuch], la reconstruc-
1 KRAEPELIN, E.: «Las manifestaciones de la locura», en A. HOCHE, E.
KRAEPELIN y O. BUMKE, Los síntomas de la locura, Madrid, Triacastela,
1999, p. 58.
2 FREUD, S. y JUNG, C. G.: «Carta de 22 de abril de 1910», Correspondencia,
Madrid, Taurus, 1978, p. 367.
3 FREUD, S. y JUNG, C. G.: «Carta del 18 de diciembre de 1910»,
Correspondencia, op. cit., p. 440.
108
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Pensar la locura
ción»4. Escrita hace casi cien años, esta frase de Freud es
posiblemente la afirmación más contundente que se haya
realizado acerca de la locura. Se inspira en el testimonio que
un juez loco, un magistrado de Leipzig, Sajonia, escribió
sobre los hechos y pensamientos dignos de mantener vivos
en el recuerdo, Denkwürdigkeiten, como tituló su libro en alemán. Tan fascinado quedó Freud por el delirio escrito de
Schreber que, aun siendo poco dado manifestaciones entusiastas, escribió al final del ensayo: «Queda para el futuro
decidir si la teoría contiene más delirio del que yo quisiera o
el delirio más verdad de lo que otros hallan hoy creíble»5.
Como puede apreciarse, las posiciones de Kraepelin y de
Freud respecto a la locura y los locos son asintóticas.
Partimos entonces, tras estas breves pinceladas acerca de
Emil Kraepelin y de Freud, de dos maneras de entender los
mismos hechos: hay quien le da importancia a lo que dicen
los pacientes y hay quien no le da ninguna importancia o la
rebaja al mero interés semiológico y diagnóstico. Si saco a
colación a Emil Kraepelin es porque su obra constituye el
pilar más importante de la Psiquiatría clínica. Dentro de no
mucho, en una colección que hemos llamado La Biblioteca
de los Alienistas del Pisuerga, publicaremos las memorias de
Kraepelin, seguramente durante 2009. Según nos relata, sus
anhelos de convertirse en investigador se vieron frustrados
cuando, a causa de las tinturas empleadas en las pruebas de
reacción, se le produjo un escotoma en la mácula del ojo
izquierdo6. Siempre me ha resultado llamativo que la
merma de su visión del ojo izquierdo no le impidiera elaborar la más sistemática y ambiciosa aportación a eso que se
llama, desde Foucault, la «clínica de la mirada».
4 FREUD, S.: Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia
paranoides) descrito autobiográficamente [1911], en Obras Completas, vol. XII,
Buenos Aires, Amorrortu editores, 1986, p. 65.
5 FREUD, S.: Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia
paranoides) descrito autobiográficamente [1911], op. cit., p. 72.
6 El incidente arriba referido puede leerse en Emil KRAEPELIN,
Lebenserinnerungen, Springer-Verlag, Berlín-Heidelberg-New York, 1983, p. 24.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
109
Pensar la locura
Pero lo importante de todo esto radica en la manera de concebir los hechos clínicos y las experiencias de los locos, asunto del que me propongo hablar esta tarde. Al principio de su
carrera, en 1885, Emil Kraepelin aceptó el nombramiento
de director del manicomio asociado a la Universidad de
Dorpat (Estonia). Según nos dice en sus memorias, desconocía la lengua de sus pacientes: «Me resultó muy difícil trabajar con los pacientes por culpa del idioma. La mayoría de los
enfermos a los que les podíamos enseñar algo sólo hablaban
estonio y muy pocos hablaban ruso o letón, así que no podía
comunicarme prácticamente con ninguno si no tenía un traductor a mi lado. Poco a poco aprendí a decir las preguntas
más habituales, pero por desgracia los pacientes me daban
respuestas que superaban mi escaso vocabulario. Mis conversaciones con ellos me llevaban demasiado tiempo y además no podía percibir ninguna variación sutil en su pronunciación, expresión o formación de frases y palabras»7. Pese
a este desconocimiento, durante su estancia en Dorpat reeditó dos veces su tratado Psychiatrie, cosa que no deja de sorprender si uno se pregunta de dónde sacaba los nuevos datos
que habrían de servirle para remodelar su nosografía y afirmar sus fundamentos nosológicos. Sin embargo, este hecho
no fue para él un obstáculo puesto que, en su opinión, no es
necesario saber lo que dicen los pacientes para hacer clínica
psiquiátrica; más aún, afirma que una buena condición para
la observación es no entender la lengua de los enfermos.
Trato de perfilar aquí uno de los polos de la clínica y de la
orientación psiquiátrica de la psicopatología, extremo en el
que se subraya que no es necesario tomarse en serio cuanto
dicen los pacientes. En el otro polo se halla Freud, quien sí
se toma en serio sus palabras, hecho del que deriva una teoría del delirio que divide a la psiquiatría en dos orientaciones irreconciliables: una concibe el síntoma como un signo
que indica el disfuncionamiento del organismo; otra lo concibe como un trabajo subjetivo de reequilibrio. De manera
que no hay término medio: o se está con Freud o se está contra Freud.
7 KRAEPELIN, E.: Lebenserinnerungen, op. cit., pp. 45-46.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Pensar la locura
Estas dos orientaciones tienen, por lo demás, una larga historia. Son dos visiones que han existido desde la Antigüedad.
Las encontramos en la forma contrapuesta de concebir el
pathos de Hipócrates y de Platón. Cicerón, siguiendo en
sobre el particular la tradición estoica, aportó numerosos
argumentos para afianzar la separación entre las enfermedades del cuerpo y las enfermedades del alma, separación
que ha prevalecido incólume durante siglos. Lasègue, el gran
alienista francés, explicaba el antagonismo de estas dos
escuelas que desde hace tanto tiempo se disputan la preeminencia recurriendo a una metáfora religiosa. «El vitalismo es
María cogida a los pies del Señor, absorta, ajena al resto del
mundo; el materialismo es Marta, la que permanece en el
mundo real y cumple con los cuidados de la casa»8.
Aparte de la historia, ámbito del que nuestra disciplina no
puede desentenderse, es necesario tener presente que en
algunos aspectos nosotros vamos a la zaga de los pioneros o
clásicos de la psicopatología. ¿Por qué vamos a la zaga?
Porque con respecto a ellos, que inventaron un campo del
saber, la observación y la semiología clínica apenas se cultivan, hecho del que deriva la pobreza de las teorías psicopatológicas actuales. La semiología clínica se construyó a lo
largo del siglo XIX y primeras décadas del XX. Las grandes
teorías psicopatologías también. Hoy día, en general, los
especialistas se conforman con pequeños rudimentos que
extraen de manuales o incluso de breviarios; eso les parece
suficiente para prescribir o determinar la orientación de los
tratamientos. Se incurre así en una trampa epistemológica
según la cual la patología psíquica se separa cada vez más de
la psicología, de tal manera que cualquiera de nuestros residentes puede definir la alucinación como una percepción sin
objeto, sin que se pregunten qué es eso de la «percepción» y
qué pasa con el sujeto de esa experiencia. Creo que esta escisión obedece al hecho de que los clásicos de la psicopatología estaban más próximos a las experiencias de los locos.
Incluso muchos de ellos vivían con ellos en los hospitales,
8 RITTI, A.: «Eloge du professeur Ch. Lasègue», Annales Médico-psychologiques,
1885, nº 2, p. 117.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
111
Pensar la locura
como Bleuler, como Guido Weber. Esa proximidad a los
locos facilitaba su cercanía a las experiencias singulares que
definen el campo de la locura en oposición a otro tipo de
experiencia a las que consideramos normales. De este
campo de la experiencia me propongo reflexionar esta tarde.
Le decía entre otras cosas a Adolfo Santamaría en sus palabras de presentación: de las grandes psicosis hemos adquirido un buen conocimiento a través de los grandes clásicos
como Clérambault o Emil Kraepelin; sabemos distinguir la
paranoia de la melancolía, sabemos perfilar los contornos de
la esquizofrenia, etc. Sin embargo, con el paso del tiempo,
con el correr de las décadas, ha resurgido el antiguo debate
relativo a las formas actuales de presentación de la psicosis,
en especial el que se interroga sobre los locos que no lo parecen. Es un problemática que en el Campo Freudiano está
dando mucho que hablar y que concita numerosos debates
entorno a las llamadas psicosis «ordinarias», término por lo
demás poco afortunado pues en francés ordinaire no atesora
resonancias a ordinariez, sino más bien a «común» o «habitual», como leemos, por ejemplo en Séglas, cuando expone
la sintomatología común (ordinaire) de la melancolía. En mi
opinión, sería mejor hablar de «psicosis normalizadas» o
«discretas», pues aunque algunos psicóticos sean ordinarios,
la psicosis nunca es ordinaria. La raigambre histórica del
asunto la exponemos en la introducción a Las locuras razonantes de Sérieux y Capgras, monografía con que iniciamos la
colección de los Alienistas del Pisuerga de la que antes
hablé9.
Territorios de la psicosis
¿Qué denominador común hallamos entre los granes locos
descritos por Clérambault o Chaslin y esos locos que no lo
parecen, los «locos lúcidos» de Trélat, los esquizofrénicos
9 Véase J. Mª. ÁLVAREZ, F. COLINA y R. ESTEBAN, «Presentación de Las
locuras razonantes. El delirio de interpretación, de Paul Sérieux y Joseph Capgras», en
P. SÉRIEUX y J. CAPGRAS, Las locuras razonantes. El delirio de interpretación,
Madrid, Ergon. Biblioteca de los Alienistas del Pisuerga, 2008.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Pensar la locura
simples de Bleuler o los locos razonantes de los autores franceses? ¿Qué comparten los locos de siempre con los locos
actuales, las grandes psicosis con las discretas?
Considero que para hablar de psicosis es necesario delimitar
una comunidad de experiencias particulares y privativas, es
decir, que los sujetos que las padecen hayan compartido,
comparten o compartirán determinados tipos de experiencias. A quienes participen de ese denominador común de
experiencias les llamamos psicóticos; por tanto, el diagnóstico no debe deducirse a partir de la teoría sino extraerse de
la clínica. En una primera aproximación, podemos designar
dichas experiencias con dos grandes términos de la psicopatología, como son la alucinación y el delirio. Son experiencias que no todo el mundo tiene, es decir, que sólo tienen
algunas personas a las que llamamos psicóticos.
Naturalmente, desde esta perspectiva se pueden oponer los
psicóticos y los no psicóticos, los delirantes y los no delirantes, etcétera. Siguiendo estas demarcaciones se establece una
nosografía, incluso unas estructuras clínicas. También se
puede investigar el pathos desde otra perspectiva más continuista, por ejemplo suponiendo que todo el mundo está loco
o todo el mundo delira, aunque los más sanos son quines
han hallado algún tipo de estabilización y los locos son quienes no pueden dar con ella. Por diversas razones y a sabiendas de que ambas perspectivas son construcciones siempre
mejorables, la que más me interesa es la primera, esto es, la
orientación estructural de la psicología patológica, pues de
ella han derivado hasta la fecha los mayores conocimientos
en esta materia.
A la hora de delimitar y precisar el tipo de experiencia consustancial a la locura surgen, como es natural, numerosas
complicaciones. Sin ir más lejos, no todos los psicóticos deliran ni todos alucinan. Ni siquiera todos llegan a desarrollar
grandes síntomas, ni tampoco todos llegan a presentar una
crisis, un desencadenamiento, una flagrante discontinuidad
existencial. Se sabe también desde antiguo que hay gente
que presenta pequeños desequilibrios y nunca desencadena
una crisis. Este ámbito de la clínica –el de las psicosis no desencadenadas– ha sido especialmente investigado por Lacan
a partir de su doctrina clásica de las estructuras, según la
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
113
Pensar la locura
cual se dan ciertas organizaciones psíquicas marcadas por el
mecanismo generador de la psicosis que, sin embargo, permanecen en una relativa estabilidad y no llegan a resquebrajarse.
Siguiendo la metáfora del taburete de tres patas, expuesta en
el Seminario III, podemos imaginar que un sujeto puede permanecer sentado de por vida sin caerse; incluso haciendo
algunos equilibrios, habría quien podría acomodarse en un
taburete al que faltaran dos patas. Ahora bien, un mal
encuentro o el fracaso de una identificación puede llevarlo a
la crisis, de la que a su vez podrá recuperarse echando mano
de recursos imaginarios, simbólicos o incluso con el paso al
acto. Todos estos aspectos fueron desarrollados por Lacan en
los diez primeros Seminarios.
No fue ésta su única perspectiva. En el Seminario XXIII, dedicado a James Joyce, Lacan se interesa por la locura de este
escritor, quien por lo demás jamás tuvo una crisis psicótica10. Aquí la orientación de la investigación va por otro
camino y tiene otras miras: tratar de precisar los elementos
discretos de la locura de Joyce y determinar qué fue lo que
le permitió permanecer equilibrado, aspecto que Lacan vincula a la creación. Como destacara Jacques-Alain Miller,
llama la atención la relación de Joyce con la lengua, una
relación de goce ejemplarmente manifestada en esas risotadas que le sobrevenían mientras escribía. En esa relación con
la lengua destaca Lacan el núcleo traumático por excelencia,
ese traumatismo que para todos supone el encuentro con la
lengua. Ahora bien, siguiendo la hipótesis del último Lacan,
¿dónde podemos advertir la carencia paterna que padecía
Joyce?, ¿en qué justificamos la perspectiva que considera
loco a Joyce, a quien califica de «desabonado del inconsciente»? Lacan baraja al respecto diversas hipótesis que me
limito a enumerar. En primer lugar, confiere un valor singular a las epifanías, esos textos sacados de contexto que son
10 Véase sobre todo: J. LACAN, Le Séminaire. Livre XXIII: Le sinthome, París,
Seuil, 2005 [ed. española: El Seminario. Libro 23: El sinthome, Barcelona-Buenos
Aires, Paidós, 2006]; J. AUBERT (comp.), Joyce avec Lacan, París, Navarin, 1987.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Pensar la locura
posteriormente incluidos en los relatos, las cuales tienen algo
de experiencia enigmática. En segundo lugar, enfatiza el
relato de la paliza sufrida a manos de sus compañeros de
colegio, cuyo texto publicado en Retrato del artista adolescente
dice así: «Y aun aquella noche, al regresar vacilante hasta
casa a lo largo del camino Jone, había sentido que había una
fuerza que le iba quitando la capa de odio acumulado en un
momento con la misma facilidad con la que se desprende la
suave piel de un fruto maduro»11. En tercer lugar, con gran
curiosidad, Lacan trata de verificar la posición de redentor y
las palabras impuestas, cuya análisis pormenorizado hallamos en la Tesis doctoral de Sérgio Laia12. Finalmente, destaca la relación con su hija Lucia, esquizofrénica a la que
Joyce no consideraba en absoluto enferma sino una dotada
telépata emisor. A mi modo de ver, cuando se analiza la relación de Joyce con su hija esquizofrénica, se tiene la impresión de que hay algo loco ahí; a medida que avanzaba la
enfermedad de Lucia, más seguro estaba Joyce de la clarividencia de la hija: «Mi esposa y yo hemos comprobado cientos de ejemplos de su clarividencia», escribe13. Tan seguro
estaba de la clarividencia que, tal como recoge la excelente
biografía de Ellmann, Joyce jamás dio crédito al hecho de
que su hija estuviera loca y que por ello vivía recluida en el
manicomio; al contrario, le consultaba sobre las decisiones
que tenía que tomar en el futuro. «Conforme aumentaba su
locura –escribe Ellmann–, la creencia de Joyce en la clarividencia de Lucia aumentaba también»14.
Si me he extendido un poco con estos comentarios es para
mostraros que, en mi opinión, la clínica clásica o estructural,
aporta elementos suficiente para diagnosticar también esas
formas de locura discreta, de locura que ni siquiera se ha
desencadenado, tal como me parece advertir en la certeza de
11 JOYCE, J.: Retrato del artista adolescente, Barcelona, Argos Vergara, 1980, p.
82.
12 Cf. S. LAIA, Los escritos fuera de sí. Joyce, Lacan y la locura, Vigo, AGSM. La
Otra psiquiatría, 2006.
13 ELLMANN, R.: James Joyce, Barcelona, Anagrama, 2002, p.757.
14 ELLMANN, R.: James Joyce, op. cit., p. 756.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Pensar la locura
Joyce sobre la clarividencia de su hija. De este modo, en
lugar de separar la clínica clásica y la clínica borromea, considero que nuestros esfuerzos deben encaminarse a una articulación entre ambas. Ese es mi punto de vista.
La quintaesencia de la locura
Dicho lo anterior, es el momento de interrogarse sobre ese
denominador común que hermana a los habitantes del territorio de la locura, esto es, de poner el acento sobre las experiencias patognomónicas de la locura. Conviene aquí dar la
palabra a un loco, en este caso a Friedrich Nietzsche, quien
en su autobiografía Ecce homo dejó escrito: «No la duda, la
certeza es lo que vuelve loco…»15. En estas palabras hallamos una definición de la esencia de la experiencia del loco.
Creo que si tuviéramos que asimilar a algo lo que es la experiencia concreta de la locura, tendríamos que asociarla a la
experiencia de certeza. También podemos leerlo en
Rousseau, otro de los autores más estudiados cuando se
investiga la paranoia y la melancolía. Rousseau escribe en
una carta dirigida a su amigo Paul Moultou el 23 de diciembre de 1761: «No sé qué ceguera, qué tenebroso humor... me
hizo inventar, para ensombrecer mi vida y el honor de otras
personas, esa trama de horrores en la cual la sospecha, que
mi mente predispuesta cambiaba casi siempre en certeza, no
fue mejor disimulada respecto a otros que respecto a vos... El
delirio del dolor me hizo perder la razón en vez de la
vida»16.
Aplicado al delirio, cuantos lo han estudiado –desde
Esquirol a Henri Ey– coinciden en destacar la convicción o
certeza genuina del delirante. Más aún, como sostenía JeanPierre Falret, si no hay certeza o convicción, no es un delirio; abundando en lo anterior, sostenía que si desapareciera
15 NIETZSCHE, F.: Ecce homo, Madrid, Alianza, 1998, p. 50.
16 Citado por P. SÉRIEUX y J. CAPGRAS, Las locuras razonantes. El delirio de
interpretación, Madrid, Ergon, Biblioteca de los Alienistas del Pisuerga, 2008, p.
139.
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Pensar la locura
la convicción, el delirio estaría curado17. Todo el mundo
está de acuerdo en eso. Y lo mismo se dice, con razón, de la
alucinación. No resulta sencillo, sin embargo, distinguir la
certeza de las creencias, asunto en el que se han entretenido
mucho los filósofos. Para no abundar en este asunto, del que
me ocupé en algunos textos de Estudios sobre la psicosis y el en
último capítulo La invención de las enfermedades mentales, bastará
con evocar las palabras de Spinoza cuando habla de una
«adhesión incondicional del alma»18, metáfora muy hermosa para explicar el vínculo que algunos sujetos tienen con
determinados tipos de experiencias.
Al igual que sucede en el delirio y la alucinación, esto es, en
los grandes fenómenos de la psicosis, también el criterio de
la certeza se puede aplicar a lo que llamamos «fenómenos
elementales», a esos fenómenos mínimos que contienen la
estructura general de psicosis.
Los fenómenos elementales constituyen una de las páginas
más hermosas de la historia de la clínica mental. Al mismo
tiempo es uno de los instrumentos más importantes al servicio del clínico, tanto en materia de diagnóstico como en
materia terapéutica. Me resulta muy dificultoso entender la
psicosis sin hacerme una idea precisa de los fenómenos elementales. No me refiero a diagnosticarla incluso antes de
que haya dado la cara, aspecto que ofrece cada vez menos
dificultades a medida que se madura en experiencia; me
refiero a servirse de esos fenómenos para atisbar el itinerario
por el que presumiblemente discurrirá. Porque como un
plano en miniatura, el fenómeno elemental indica los posibles derroteros que recorrerá la psicosis.
Os mostraré estos supuestos con el siguiente ejemplo clínico
narrado por Paul Schreber. El fenómeno en cuestión se sitúa
en los momentos previos a la gran eclosión de su locura, o
17 Cf. J.-P. FALRET, «Du délire» [1839], en Des maladies mentales et des asiles
d’aliénés, París, Baillière, 1864, pp. 351-424.
18 Cf. B. SPINOZA, Tratado del entendimiento humano. Principios de filosofía de
Descartes. Pensamientos metafísicos, Madrid, Alianza, 2006.
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Pensar la locura
sea, a la segunda crisis. El Dr. Schreber, que en aquellos
momentos contaba cincuenta y un años, acababa de recibir
el nombramiento de Senatpräsident. Apenas unos días después, insomne, fue sorprendido por la intrusión de un «fenómeno notable», el cual contiene y anticipa con claridad el
carácter amenazador que habría de adquirir su psicosis. Se
trataba de «un crujido que se repetía a intervalos más o
menos largos», un ruido que le despertaba cada vez que
estaba a punto de dormirse. Pensó que podía tratarse de un
ratoncito que pudiera haberse deslizado hasta la primera
planta, aunque –como él observó después– la casa estaba
«sólidamente construida». Años después, en plena locura,
cuando redactó las Denkwürdigkeiten, Schreber sabía muy bien
que aquello no era obra de un simple ratón: «Pero después
de haber oído esos ruidos infinitas veces, y por seguir escuchándolos actualmente noche y día, me di cuenta de manera indiscutible que eran efecto de milagros divinos»19.
De manera que antes de la gran crisis psicótica, la segunda
crisis, Schreber nos informa de esa experiencia o fenómeno
elemental; es tan elemental que ni siquiera tiene significación: es un significante vacío, descascarillado de significación, es decir, un puro ruido. Nada más elemental que el
puro ruido. Ese ruido, años después sería interpretado –el
delirio siempre es una interpretación– como una malvada
intención de Dios. Si habéis seguido este hecho, habréis
entendido cuál es la lógica de la locura. En toda locura hay
un período –un instante al menos– en el que se da un vacío
de significación. Hay un instante de enigma, un puro ruido;
no hay nada más, sólo un ruido que el sujeto experimenta
con la certeza de que está referido a él. Es como si de pronto al sujeto se le van todas las representaciones con que configura el mundo y se queda en la perplejidad (como llamaban a esto los fenomenólogos). Y hay sujetos, los paranoicos,
que pueden adelantar una fórmula para explicar esa perplejidad, ese vacío. Y formulan, escriben un título, el título de
su delirio; a ese título lo podemos llamar el axioma o la fórmula del delirio.
19 SCHREBER, D. P.: Memorias de un neurópata [1903], Buenos Aires, Petrel,
1978, p. 54.
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Pensar la locura
Creo que es útil perfilar la noción de ‘axioma’ y distinguirla
del sistema delirante, pues hay psicosis que –como sucede en
algunos reivindicadores– se limitan al axioma sin que se dé
la edificación de un sistema delirante. La diferenciación
entre la fórmula o axioma del delirio y el sistema delirante
nos pone sobre la pista de las dos dimensiones de la certeza.
Se trata, en primer lugar, de las experiencias de certeza; en
segundo lugar, del axioma, de la fórmula o postulado de la
certeza. Como cabe deducir de cuanto ya he avanzado, en
lo que atañe a las experiencias de certeza no hay ninguna
variedad de psicosis que escape a ellas, puesto que sólo en la
psicosis pueden darse experiencias al margen de cualquier
vacilación y siempre referidas al sujeto. La cualidad de ser
vividas como reales, verdaderas y ensambladas al sujeto
viene determinada, como es natural, por la particularidad
del mecanismo psíquico que las origina, esto es, por la
Verwerfung o forclusión. De este mecanismo derivan dos
dimensiones que actúan de forma sincrónica: por una parte,
el sujeto no se reconoce autor de eso que rechaza de forma
radical; por otra, esas representaciones que no han entrado
en el proceso de la simbolización le retornan, siendo experimentadas como proviniendo de otro lugar pero aludiéndole,
pues al fin y al cabo son sus propias representaciones. En ese
sentido se puede afirmar que todas las experiencias de la certeza son testimonios de primera mano o efectos primigenios
del mecanismo causal que constituye la estructura psicótica.
Esquizofrenia, paranoia y melancolía
Aun pecando de precipitación, parece sensato proponer una
sencilla clasificación de todas las experiencias de certeza
conforme a las tres grandes categorías de psicosis: en el caso
de la esquizofrenia pura o estado esquizofrénico o Síndrome
de Pasividad, resultan características las que atañen a la fragmentación y la atomización del cuerpo y del lenguaje; en la
melancolía, sea o no delirante, las relativas a la indignidad,
la culpabilidad y el autodesprecio; en la paranoia, las referidas al saber y a la verdad por medio de la interpretación,
como es sobre todo la autorreferencia, y en menor medida
la intuición y la revelación.
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Pensar la locura
A diferencia de tan amplio muestrario de experiencias, las
cuales afectan a todas las variantes de psicosis, el axioma de
la certeza sólo se observa, en mi opinión, en la paranoia y en
la melancolía. El uso del término «axioma» resulta aquí muy
apropiado por cuanto refiere una proposición que no necesita demostración, cosa que se corresponde a la perfección
con la cualidad que el psicótico le atribuye.
De acuerdo con lo que acabo de exponer, se puede describir
varios polos en la psicosis: el paranoico, el esquizofrénico y
el melancólico. Esta concepción se sustenta en una visión
unitaria de la psicosis y es contraria a la noción según la cual
las psicosis son un conjunto de enfermedades distintas. De
este modo, el sujeto podría entrar en la psicosis por la puerta de esquizofrenia y reequilibrarse mediante la paranoia, o
irrumpir através de la paranoia y derivar hacia la melancolía, etcétera. Creo que esto el lo que enseñan los grandes
casos de la clínica: Schreber, Rousseau, Wagner, entre otros.
El polo esquizofrénico nos muestra a un sujeto pasivo, es
decir, a un receptor que experimenta en su encierro interior
el filo cortante de lo Real. La experiencia enigmática es su
denominador común, cosa que le sucede mientras asiste al
desmoronamiento del lenguaje, a la fragmentación del cuerpo y a los movimientos erráticos del goce. Sumido en la perplejidad más angustiosa, el esquizofrénico puro no fabrica
ninguna respuesta explicativa, esto es, no consigue introducir ninguna significación relativa a ese vacío que experimenta. Cuanto más capturado está en el Uno, en la soledad por
excelencia, menos columbra la existencia del Otro. A falta
de ese Otro exterior, todas sus experiencias se circunscriben
a la xenopatía del cuerpo y del lenguaje; como escribe
Colina: «La palabra misma se convierte en el interlocutor
principal del esquizofrénico»20. Así que, sin la cobertura
que aporta la distinción de lo Simbólico y lo Real, el esquizofrénico vive a la intemperie de la xenopatía, donde las
palabras se han vuelto literales, cosificadas, pura materia que
retumba en su pensamiento o se adensa y circula por su
cuerpo.
20 COLINA, F.: De locos, dioses, deseos y costumbres. Crónica del manicomio,
Valladolid, Pasaje de las letras, 2007, p. 24.
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El estado esquizofrénico se mantiene en estos casos mientras
el sujeto sigue siendo pasto de los retornos de ciertos significantes no simbolizados y mientras no se decida –o quizás no
pueda– formalizar alguna explicación, limitándose su locura
a una continua experiencia de la certeza de esos fenómenos
inefables y de intrusión. Al contrario que en la paranoia,
donde la presencia permanente del Otro real se torna asfixiante, en el estado equizofrénico la figura del Otro está
totalmente desdibujada. En la misma proporción que flaquea esa referencia a la alteridad, se observa cómo la experiencia xenopática se apodera del cuerpo, lo fragmenta y
produce esos fenómenos tan llamativos del «lenguaje de
órgano» descritos por Freud21, o bien cristaliza en un puro
Síndrome de Pasividad clérambaultiano.
Al contrario que la personalidad total y sin fisuras que nuestros clásicos han redondeado en los rasgos del «carácter
paranoico», el esquizofrénico es alguien completamente desgarrado en su identidad yoica y corporal. A falta de una referencia al Otro, el sujeto sumido en el estado esquizofrénico
permanece fijado en un circuito cerrado: sus pensamientos
le asaltan como proviniendo de otro lugar, el lenguaje cobra
vida propia y habla a través de él, el cuerpo que habita deja
también de pertenecerle y adquiere una autonomía propia.
Absorto en la perplejidad e invadido por la xenopatía, el
esquizofrénico sólo puede testimoniar de la certeza de los
fenómenos que experimenta. El esquizofrénico puede permanecer de por vida en la xenopatía, a no ser que consiga
inventar algún axioma o fórmula que le permita delirar, en
cuyo caso se desplazaría desde el estado esquizofrénico hacia
la paranoia esquizofrénica o, como suele decirse, la esquizofrenia paranoide.
Eso sucede a menudo cuando «el Otro se introduce en lo
real para dirigirle mensajes», según indica Miller22. La pre-
21 Cf. S. FREUD, «Lo inconsciente» [1915], Obras Completas, Vol. XIV, Buenos
Aires, Amorrortu, 1976, pp. 155-213
22 MILLER, J.A.: De la naturaleza de los semblantes, Buenos Aires, Paidós, 2002
[1991-1992], p. 50.
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sencia del Otro, aunque sea rudimentaria, puede añadir a la
experiencia xenopática una intencionalidad, favoreciendo
con ello algún tipo de explicación loca que siente las bases
del posterior trabajo delirante. Toda respuesta que reordene
las significaciones destruidas sitúa al sujeto con un pie en la
paranoia, es decir, en el polo paranoico de la psicosis. Es frecuente observar cómo la perplejidad inicial se esfuma en un
instante, siempre y cuando el sujeto haya logrado cernir un
pequeño axioma que condense el texto de su certeza sobre
el Otro. Esa fórmula contiene una explicación sobre la falta
esencial que constituye a su Otro, falta que se siente llamado
a colmar. En esta posición híbrida entre la paranoia y la
esquizofrenia, la fórmula del delirio es más imprecisa y el
sujeto, si bien localiza a un Otro causante de su xenopatía,
precisa entregarse a un trabajo delirante que paulatinamente le ayude a cifrar un axioma más circunscrito; es el caso de
muchas formas paranoides que se edifican mediante interpretaciones delirantes.
Muy distinto me parece el polo paranoico, en cuya puerta de
entrada a su panóptico invertido puede leerse la máxima de
Horacio Tua res agitur («De tus cosas se trata», o también «Es
de ti de quien se trata»). Ciertamente, vaya donde vaya siempre hay miradas que lo siguen y conversaciones que le aluden. El polo paranoico genuino está habitado por un sujeto
activo, esto es, alguien que inventa una respuesta frente al
enigma inicial. Cualesquiera sean los fenómenos elementales de la paranoia, siempre encontraremos en ellos la presencia de un Otro. Basta que alguien se sienta aludido –aunque no sepa qué se le quiere decir con eso– para que en su
fuero interno ya conciba la existencia de un Otro, pues de
algún lugar o instancia que no es él mismo tiene que partir
la alusión y la referencia. Se entenderá ahora aquella afirmación antes realizada según la cual el paranoico –a diferencia del esquizofrénico– es capaz de cernir un axioma o
postulado que sirva de encofrado al delirio que podría llegar
a construir. De esa fórmula del delirio surgirá la materia
prima empleada en las ulteriores interpretaciones. Al incluir
al Otro, el postulado o axioma de la certeza posibilita la creación de las distintas significaciones tendentes a investigar las
causas («Ursachen erforschen», es decir, «investigar las causas»,
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escribió Schreber poco antes de expirar23), las intenciones y
las finalidades que mueven a ese Otro en sus propósitos
gozadores. El delirio así surgido consiste siempre en una
explicación o interpretación de la maldad del Otro que se ha
apoderado del sujeto, ese inocente contra quien se ha trabado la más indigna de las calumnias, la más horrenda de las
manipulaciones o la más despiadada e injustificada de las
venganzas. Incluso en la erotomanía ese Otro termina por
revelar su auténtica esencia de malignidad, su sed de goce, la
cual sólo puede saciar mediante alguna forma de usufructo
del sujeto loco. También Schreber mostraba con claridad
este hecho esencial de la paranoia cuando situaba su posición de objeto exclusivo del goce divino: «Dios exige un estado
constante de goce; es entonces mi deber ofrecerle este goce, en
la medida de lo posible en las condiciones actuales atentatorias contra el orden del Universo, y ofrecérselo en forma del
mayor despliegue posible de voluptuosidad del alma»24.
En la misma proporción que se constituye, se localiza y se
inviste un Otro exterior, aumentan las posibilidades de cicatrizar los desgarrones de la identidad que están en la base del
estado propiamente esquizofrénico. Bien diferente resulta
asimismo este estado de desgarramiento del polo paranoico
de la psicosis, el cual se caracteriza por la extrema infatuación y el narcisismo más soberbio. Esta polarización entre
atomización y reunión, entre pasividad y producción, está en
la base de las numerosas transiciones de uno a otro polo y
parece indicar que la paranoia es la salida más frecuente del
estado esquizofrénico, como se pone de relieve en el autotratamiento delirante que el Dr. Schreber pone en marcha
para reducir el marasmo de la segunda crisis.
Hace unos meses, con Juan José de la Peña, propusimos
algunas consideraciones sobre el trabajo delirante y la edifi-
23 SCHREBER, D. P.: «Últimos escritos», en D. DEVRESSE, H. ISRAËLS y
J. QUACKELBEEN, Schreber inédit, París, Seuil, 1986, pp. 113.
24 SCHREBER, D. P.: Memorias de un neurópata [1903], op. cit., pp. 280-281.
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Pensar la locura
cación de un delirio sistematizado25. Advertíamos que el clínico debe tener presentes dos aspectos que a menudo indican la buena marcha de su creación loca. Se trata, en primer
lugar, del aplazamiento –a veces indefinido– de la realización de esa violencia esencial del Otro. De especial interés
resulta, en segundo lugar, la consecución de algún tipo de
reconciliación, entendimiento o pacto con el perseguidor,
salutífero resultado que consiguen algunas creaciones delirantes, como la alcanzada por Paul Schreber.
Recuperando lo que proponía al principio, también en la
melancolía, la enfermedad por excelencia del deseo, puede
observarse en ocasiones la concreción de un axioma. Como
sabéis, la paranoia y la melancolía guardan para los primeros alienistas una relación de hermandad, un vínculo que
sólo se desharía cuando Baillarger y J.-P. Falret acentuaron la
consustancialidad de la unión manía y melancolía. Esa hermandad de la melancolía y la paranoia –y con ella la noción
de locura parcial– tuvo los días contados desde que Esquirol
introdujera la escisión humor/razón en la melancolía pineliana. A partir de este corte se conformó un polo propiamente melancólico (lypémanie) y otro expansivo y razonante
(monomanie), separación que sentaría las bases de la posterior
oposición entre los trastornos del humor (locura maníacodepresiva) y los trastornos del juicio (delirios crónicos). Sin
embargo, en distintos momentos de la construcción del
saber psicopatológico dicha afinidad volvería a resurgir y
mostrarse problemática, de manera especial en la descripción de Cotard de los delirios de negación y enormidad,
también en el delirio sensitivo de Gaupp y Kretschmer,
incluso en el diagnóstico de algunos locos célebres como
Rousseau o Schreber.
No resultó nada sencillo a nuestros clásicos transformar la
melancolía antigua en una enfermedad mental. A mi manera de ver, resultó decisivo asimilar la melancolía con el sufri25 Cf. J. M.ª ÁLVAREZ y J. DE LA PEÑA: «Sobre el delirio, su función y sus
usos en el tratamiento de la psicosis», en A. DÍAZ PATRICIO y R. LUQUE
LUQUE (eds.), Psicopatología de los síntomas psicóticos, Madrid, A.E.N., 2006, pp.
199-240.
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miento, con lo que entonces llamaban «dolor moral» (douleur morale), es decir, el dolor del alma (Seelenschmerz). «Toda
melancolía expresa la lesión de un sentimiento; es una afección dolorosa», escribió Guislain en Leçons orales sur les phrénopathies26. Lejos de ser un mero fenómeno característico, el
sufrimiento se convierte en un elemento esencial de la explicación nosológica: el melancólico –subraya Griesinger– se
encuentra cada vez más dominado por un estado de dolor
moral que persiste de por sí y que aumenta con cada impresión moral27. Más que ningún otro, la caracterización de la
melancolía realizada Heinrich Schüle destaca por encima de
cualquier otro los aspectos dolorosos y el sufrimiento, en
especial cuando examina los trastornos de la inteligencia
característicos de estos enfermos, cuya «conciencia sólo contiene la idea-dolor»28. Y lo mismo opina Séglas, quien su
monografía sobre el delirio de negación escribió: el melancólico es un enfermo «ingenioso en lo que concierne a atormentarse»29.
Esta pequeña digresión sobre el dolor del melancólico puede
ayudarnos a situar el polo melancólico de la psicosis. A diferencia del paranoico, el sujeto melancólico configura su
axioma de certeza en relación con su propio ser juzgado
como indigno, razón por la cual son frecuentes las referencias a faltas cometidas que no tiene perdón o a la merecida
condenación que le espera; uno de nuestros pacientes
melancólicos nos aportó la mejor definición sobre la experiencia melancólica: «Vivo en el corredor de la muerte, a la
espera de que por fin me ajusticien por mis imperdonables
pecados». En este tipo de axioma el sujeto se trata «como a
la hediondez del mundo, como al kakon fundamental del universo en el que él localiza el goce malo […] y en este senti26 GUISLAIN, J.: Leçons orales sur les phrénopathies, ou Traité théorique et pratique des
maladies mentales, vol. I, Gante, Hebbelynck, 1852, p. 103.
27 Véase, W. GRIESINGER, Traité des maladies mentales. Pathologie et thérapeutique,
París, A. Delahaye, 1865, p. 264.
28 SCHÜLE, H.: Traité clinique des maladies mentales, París, Delahaye y
Lecrosnier, 1888, p. 26.
29 SÉGLAS, J.: Le délire des négations. Sémiologie et diagnostic, París, Masson, 1897,
p. 92 [ed. española: Delirios melancólicos, Madrid, Ergon. Biblioteca de los
Alienistas del Pisuerga, 2008, p. 92].
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Pensar la locura
do podemos decir que se identifica con la cosa», propuso con
acierto C. Soler30. Los clásicos llamaron la atención sobre la
inoperancia e insalubridad de los delirios melancólicos, tal
como recogió hace más de cien años Heinrich Schüle: «La
diferencia psicológica esencial entre los dos tipos de ideas
delirantes es la siguiente: en el delirio sistematizado, el deliro se establece de golpe (incluso si era general y vago al principio); en la melancolía, por el contrario, el delirio es secundario; en el primero es un elemento esencial e indispensable,
mientras que en el segundo es accidental y puede a menudo
faltar. Una vez creado, el delirio sistematizado alivia al enfermo gracias a la explicación que aporta; pero en la melancolía esa explicación no hace sino añadir un dolor nuevo»31.
Ese «dolor nuevo» sobreañadido resulta evidente en los delirios monstruosos descritos por Cotard y Séglas en pacientes
observados en la Salpêtrière.
La patobiografía de Rousseau resulta muy instructiva para
entender la articulación entre la paranoia y la melancolía.
Como sabéis, Rousseau fue considerado generalmente un
paranoico, en especial tras el estudio que le dedicaron
Sérieux y Capgras32. Sin embargo, para Régis era un
melancólico33. Según Sérieux y Capgras, su delirio de interpretación se desarrolló muy lentamente y poco después de
cumplir los cuarenta años, sin que resulte fácil establecer su
fecha de inicio En Las confesiones sitúa en el año 1752 —tenía
entonces cuarenta— «el origen de la odiosa trama», a raíz
30 SOLER, C.: «Pérdida y culpa en la melancolía», en Estudios sobre las psicosis,
Buenos Aires, Manantial, 1991, p. 38.
31 SCHÜLE, H.: Traité clinique des maladies mentales, op. cit., p. 124.
32 Cf. P. SÉRIEUX y J. CAPGRAS, Las locuras razonantes. El delirio de
interpretación, op. cit., en especial el epígrafe VIII del capítulo IV (Variedades), pp.
134-156.
33 Cf. E. RÉGIS, «Étude médicale sur J.-J. Rousseau», Chronique médicale, 1900,
febrero-julio, nº 1, 2, 3, 5, 7, 12 y 13, 1900; autor de media docena de estudios
sobre Rousseau, Régis, contra la opinión de muchos de sus colegas, lo
calificaba de «melancólico-perseguido»; véase asimismo: E. RÉGIS, La
dromomanie de Jean-Jacques Rousseau, París, Société française d’imprimerie et de
libraire, 1900. Entre los estudios críticos, antes que ningún otro véase J.
STAROBINSLI, Jean-Jacques Rousseau. La transparencia y el obstáculo,
Madrid, Taurus, 1983, pp. 357-372.
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de una «pequeña aunque memorable peripecia» que tuvo
con en Barón de Grimm. Pero su convicción no llegó a formularse hasta tiempo después; no tenía entonces, al parecer,
más que vagas inquietudes que hacían permanecer en su
memoria ciertos incidentes cuya interpretación no cristalizó
hasta más tarde. Rousseau, con cincuenta años de edad,
emprende la redacción de Las confesiones, que preparaba
desde un bienio antes. «Sabía –dice– que me pintaban en
público con unos rasgos tan deformes, que pese a lo malo de
mí mismo que no quería silenciar, sólo podía salir ganando
mostrándome tal como era». La vertiente persecutoria de la
locura de Rousseau es suficientemente conocida, mucha más
que el sustrato melancólico. Se advierte éste en algunos
pasajes de Las confesiones y Las ensoñaciones del paseante solitario,
en especial cuando se refiere a un robo sin importancia
cometido en su juventud, la sustracción de una cinta, hecho
del que culpó a la criada Marion. Pues bien, este hecho le
atormentó toda la vida. Tanto que, tal como puede leerse al
final del Libro II de Las confesiones, pide que se le permita no
volver a hablar nunca más de ello34. Más explícito se mostró en el cuarto paseo de Las ensoñaciones, donde puede leerse: «Esa mentira, que en sí fue un gran crimen, debió serlo
todavía mayor por sus efectos, que siempre he ignorado pero
que el remordimiento me ha hecho suponer todo lo crueles
que es posible»; y más adelante: «La criminal mentira cuya
víctima fue Marion me ha dejado imborrables remordimientos que me han librado para el resto de mis días no sólo
de toda mentira de esa especie…»35.
El caso Rousseau resulta ineludible para estudiar las relaciones entre inocencia (paranoica) y culpabilidad (melancólica).
Su posición al respecto es muy original: es culpable ante sí
mismo e inocente a los ojos de Dios («el sabe que yo soy ino-
34 Al respecto, en Las confesiones escribe: «Conmigo llevaba los largos recuerdos
del crimen y el insoportable peso de los remordimientos con los que, al cabo de
cuarenta años, mi conciencia sigue cargada, y cuyo amargo sentimiento, lejos
de debilitarse, aumenta a medida que envejezco» (ROUSSEAU, J.-J.: Las
Confesiones, Madrid, Alianza, 2004, p. 127).
35 ROUSSEAU, J.-J.: Las ensoñaciones del paseante solitario, Madrid, Alianza, 1998,
p. 73.
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Pensar la locura
cente»). También resulta muy útil para investigar las variantes clínicas. Según Sérieux y Capgras, es un caso paradigmático de de delirio de interpretación en su variedad resignada. Esta nomenclatura me resulta de gran interés, pues la
variedad clínica parece estar determinada por las formas
particulares de gozar. Como él mismo detalla, su forma de
gozar era masoquista. Rousseau es un «perseguido» resignado, de los que se esconde; no es un perseguido-perseguidor,
de esos que plantan cara y actúan contra el perseguidor. Él
huye, siempre se escapa; es un dromómano, es decir, alguien
que está en fuga permanente. Podemos pensar que esa variedad resignada (pasiva) está estrechamente relacionada con el
fantasma de ser golpeado en las nalgas, con esa forma particular de gozar. Esta perspectiva conviene tenerla en cuenta
a la hora de investigar las variedades clínicas dentro de las
estructuras.
Delirio y paso al acto
Existe en la literatura psicopatológica otro caso ilustrativo de
las relaciones entre la paranoia y la melancolía, paradigmático en lo que atañe a la articulación del delirio y el paso al
acto. Se trata de caso Wagner, estudiado por Gaupp a principios del siglo XX36. En mi opinión la locura de Wagner
muestra con claridad cómo el sujeto se precipita en el acto
cuando no da con un delirio, es decir, cuando no es capaz de
elaborar un delirio que frene la respuesta ciega del acto criminal37. En este punto, Wagner se opone por completo a
Aimée, la paranoica estudiada por Lacan en su Tesis doctoral, esa loca cuyo acto es la consecuencia de un delirio sin
salida, de un mal remedio delirante que ya no sirve para
36 Entre sus estudios, véase sobre todo GAUPP, R.: Zur Psychologie des
Massenmords. Hauptlehrer Wagner von Degerloch (Verbrechertypen, t. I, Helf 3), Berlín,
1914 [ed. española: El caso Wagner (Madrid, Asociación Española de
Neuropsiquiatría, 1998].
37 Más detalles se pueden leer en Estudios sobre la psicosis, Vigo, AGSM. La
Otra psiquiatría, 2006, pp. 63-80; La invención de las enfermedades mentales,
Madrid, Gredos, 2008, pp. 152-169.
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Pensar la locura
apuntalar una estabilización38. De manera que, a mi manera de ver, existen delirios que fracasan y conducen al acto;
existen también actos que se realizan porque el sujeto no es
capaz de inventar un delirio. Sobre estos aspectos me propongo tratar en el último tramo de la conferencia, dando
primero algunas pinceladas del caso Wagner.
Cuando a finales de 1913 se inició el proceso penal contra E.
Wagner, el Prof. Robert Gaupp fue convocado en calidad de
experto para dictaminar sobre el posible trastorno mental
del asesino y pirómano. Según informa Gaupp en su monografía (Hauptlehrer Wagner. Zur Psychologie des Massenmords) y en
los diversos artículos que dedicó al caso, los crímenes de
Wagner, minuciosamente premeditados, se realizaron a lo
largo de la madrugada del 3 al 4 de septiembre de 1913 en
Degerloch y de la noche siguiente en Mühlhausen.
Asesinados sus cuatro hijos y su mujer, ejecutada en parte su
venganza sobre el pueblo de Mühlhausen y sus habitantes
varones, Wagner fue detenido merced a la intervención de
unos valientes vecinos. Con un tono sorprendentemente
sosegado, Wagner informó ante el juez de los detalles de
todos sus crímenes y del contenido de las cartas recientemente enviadas. En éstas se exponían, amén de ciertas disposiciones y despedidas, los motivos de su acto: continuos
remordimientos y alusiones relativos a «una serie de delitos
de zoofilia que se remontaban a doce años atrás». En estas
circunstancias fue como se encontró con Robert Gaupp,
cuyo informe pericial determinó el sobreseimiento del proceso penal al declarar a Wagner irresponsable de sus actos
criminales (además de su propia familia, nueve personas
muertas en Mühlhausen, once heridas, y numerosos incendios). Tras la conclusión de este largo proceso, en febrero de
1914, Wagner fue ingresado de por vida en el manicomio de
Winnental.
38 Sobre Aimée, vénase los siguientes textos de J. LACAN: De la psicosis
paranoica en sus relaciones con la personalidad, México, Siglo XXI, 1979 [1932];
«Propos sur la causalité psychique», Écrits I, París, Seuil, 1999, pp. 150-192;
Conferencias y conversaciones en Universidades norteamericanas, Universidad de Yale,
U.S.A., noviembre y diciembre de 1975; dactilografiado.
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Pensar la locura
Los motivos argüidos para justificar tan atroces crímenes
seguían, como era de esperar, esa lógica tan implacable
como terrible que caracteriza el rigor del paranoico. Desde
el primer momento reconoció Wagner que el asesinato de su
familia había estado determinado por la piedad y la compasión, mientras que los incendios y los asesinatos de
Mühlhausen («el pueblo causante de mi desgracia») habían
estado engendrados por el odio y la venganza, ya que había
sido allí donde cometiera sus «delitos sexuales» y donde
comenzaran las «difamaciones». Con el correr de los años,
el maestro Wagner reblandeció su odio hacia los habitantes
de Mühlhausen, llegándose a cuestionar incluso la pertinencia de su venganza. Pero jamás se arrepintió lo más mínimo
de haber asesinado a sus propios hijos: «Mi estado anímico
ha mejorado considerablemente –escribió el propio Wagner
en 1919–. Si estuviera en mis manos haría revivir a los vecinos de Mühlhausen que he matado. Pero mis hijos deberían
permanecer muertos. Ya que me produce un gran dolor
pensar que podrían sufrir, aunque sólo fuera una mínima
parte de lo que he sufrido yo. […] Hoy por hoy no hay nadie
que compadezca más a las víctimas de Mühlhausen que yo
mismo. Pero la muerte de mi familia sigue siendo, hasta hoy,
el mayor consuelo para mi miseria. Mis hijos eran como yo,
así que ¿qué podían esperar de la vida?»39. Wagner se sentía en la obligación de asesinar a sus descendientes; su miedo
permanente radicaba en que ellos hubieran podido heredar
las mismas «tendencias inmorales» incluso bajo una forma
más deleznable y aberrante aún, pues no sólo él mismo sino
toda su familia «éramos, a mi juicio, gente degenerada», e
«ir contra natura era el más grande de los crímenes».
Tras sopesar la locura de Wagner, Robert Gaupp dictaminó
la «irresponsabilidad» de este hombre que se llamaba asimismo «salvador de los justos» y «ángel exterminador».
Wagner, que estaba seguro de que iba a ser condenado a
muerte, se mostró sumamente encolerizado con el psiquiatra
tras conocer el resultado de su peritaje. Así se lo comunicó
39 GAUPP, R.: «Der Fall Wagner. Eine Katamnese, zugleich ein Beitrag zur
Lehre von der Paranoia», Zeitschrift für die gesamte Neurologie und Psychiatrie, 1920,
nº 60, pp. 312-327.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Pensar la locura
en una carta, en la que también lo señalaba como a una de
las personas que más odiaba. Se negó taxativamente a ser
calificado de enfermo mental; es decir, a hacer responsable
de sus actos criminales a su locura: «Y declaro que asumo
por entero la responsabilidad prevista en el Código penal y
que me siento plenamente responsable»40. La más mínima
brizna de subjetividad quedaba anegada merced a esa consideración de «irresponsable» por paranoico. En mayo de
1916 intentó obtener la reapertura de su proceso. Elaboró
un largo escrito dirigido a la Fiscalía del Estado en el que criticó acerbamente el dictamen elaborado por Gaupp y
Wollenberg. Respecto al «delito sexual» cometido en
Mühlhausen, Wagner continuó negándose a dar información alguna.
La historia de los «delitos sexuales» se remonta a julio de
1901, cuando Wagner se trasladó a Mühlhausen para continuar ejerciendo el magisterio. Fue allí donde sus tormentos
más horrorosos comenzaron. La vergüenza y las supuestas
alusiones al onanismo dieron paso a «una serie de actos
delictivos (relaciones sexuales con animales) de los que nadie
se enteró por aquel entonces. […] Según me confesó aquí en
el hospital –informa Gaupp–, empezó a cometer esos actos
delictivos unas semanas o meses después de su traslado a
Mühlhausen, a altas horas de la noche, cuando volvía del
mesón a su casa. Jamás confió a nadie los detalles de esas
prácticas aberrantes»41. Al mismo tiempo que frecuentaba
los establos, bebido («para huir de mi propia compañía»),
comenzó a coquetear con la hija de mesonero S. Cuando se
supo que la joven Anna estaba embarazada, los superiores
del maestro decidieron su presto trasladarlo a Radelstetten,
donde permanecería hasta mayo de 1912. Aunque se vio
obligado a poner tierra de por medio, la autorreferencia
mórbida (krankhafte Eigenbeziehung), en forma de ocasionales
alucinaciones («palabras que no pienso repetir») y continuas
«habladurías» que apuntaban al corazón de sus prácticas de
bestialismo, jamás le abandonaría por completo.
40 GAUPP, R.: El caso Wagner, op. cit., p. 158.
41 Ibid., p. 53.
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Pensar la locura
Una vez consumado el acto, minuciosamente planificado, se
produjo una remisión de las autorreferencias; aún así, en el
manicomio algunos enfermeros imitaban voces de animales
y se veía expuesto a pullas y vejaciones. Hasta el momento
de su detención, un pequeño revólver siempre cargado le
acompañaba, pues de darse el caso de ser descubiertas esas
abyectas prácticas se habría suicidado al instante. Esa fue la
primera salida que encontró, el suicidio, pero nunca lo llegó
a consumar por cobardía. La otra salida ya la conocemos:
arrasar el linaje de los Wagner, incendiar el lugar donde
había cometido sus «delitos» para borrarlo de la memoria y
vengarse de quienes se mofaban de su indignidad.
Toda la locura paranoica del maestro Wagner, según mi
interpretación, deriva de una certeza pulsional: «Soy zoofílico» (Ich bin Sodomit). Esa es la gran confesión realizada tras
cometer los actos criminales. El reconocimiento de dicha
certeza se le presentaba endofásicamente en la forma pertinaz del autorreproche y la culpa, lo que se plasmaba clínicamente en un humor de tipo depresivo y un carácter ocasionalmente asténico y pusilánime. Sin embargo, la dimensión propiamente paranoica de dicha certeza, la que más le
atormentaba y le empujó al acto, era precisamente la que
experimentaba en esa singular forma de alusiones que los
otros le dirigirían, mostrando así con precisión el mecanismo
genérico de la estructura psicótica: lo que no ha sido simbolizado le retorna al sujeto en lo Real, esto es, Wagner sólo
puede cerciorarse de su goce deleznable a través de las alusiones y los comentarios de los otros. De manera que ya «al
día siguiente» de cometer sus «delitos» zoofílicos, comenzaron las autorreferencias y los comentarios dirigidos a él, aunque su nombre no se pronunciaba abiertamente al principio.
Con el paso del tiempo «la cosa llegó a tal extremo que, en
cuanto se reunían dos, yo era el tercero del cual se hablaba.
La verdad es que el aire debió de espesarse tanto con mi
nombre que hasta hubiera podido ensacarlo»42. Las alusiones y difamaciones provenían exclusivamente de varones
42 Ibid., p. 133.
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Pensar la locura
adultos, razón por la cual Wagner sólo se lamentó de las
muertes de personas de sexo femenino.
Siguiendo la lógica del caso se pueda advertir que el paso al
acto se aplazó durante unos cuatro años gracias al autotratamiento que el propio Wagner halló en la escritura, forma
bien real de construirse una historia subjetiva y de desplazar
esa extrema condensación de goce depositado en el acto
homicida y suicida. Embebido en recrear literariamente los
futuros crímenes, en teorizar la redención a través de la
muerte o justificar el asesinato por amor, absorto mientras
pudo en el uso de la palabra, Wagner logró demorar su ejecución; nada extraña, en ese sentido, que ésta se produjera
tras un intenso período creativo y pocos días después de concluir su Autobiografía.
En el manicomio, Wagner siguió escribiendo y consiguió
una estabilidad que sorprendió a Gaupp. Esa estabilidad, sin
embargo, se vino abajo cuando sobrevino un nuevo incidente, a partir del cual se orquestó –ahora sí– un trabajo delirante mucho más sistematizado que la mera trama autorreferencial que he descrito. Sucedió que al leer el drama
Schweiger de Franz Werfel, estrenado en enero de 1923 en
Stuttgart, cuya temática se ocupa asimismo de la enfermedad mental, Wagner encontró demasiados paralelismos con
su obra reciente Wahn. Desde la soledad de su celda del
manicomio, Wagner «transformó poco a poco esta contingencia» en certeza: Werfel le había plagiado. Más aún, sin
evidencia alguna, comenzó a creer que ese dramaturgo era
judío y que los editores que rechazaron su drama también lo
eran. Fue así como trabó un auténtico delirio de persecución
(«un nuevo delirio», escribió Gaupp) por los judíos. Pero en
esta ocasión, la respuesta a esa certeza de haber sido plagiado tomó, por fortuna, la senda de la edificación delirante y
no la del paso al acto. De esta manera, se vio empujado a
elaborar un delirio tendente a purificar la literatura alemana de las nefandas influencias judías. Esta localización del
perseguidor le permitió tomar una distancia adecuada y
adquirir una templanza de la que en otro tiempo había carecido, planeando una futura vida anónima y calmada en
alguna ciudad en la que ya no llamara la atención, en la que
a poder ser su nombre no estuviera en boca de nadie. Sus
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Pensar la locura
días transcurrieron sin demasiados sobresaltos en el manicomio de Winnental, entregado como siempre a la creación de
nuevos dramas. Sólo la muerte, sobrevenida el 27 de abril de
1938, logró poner fin a su delirio de ser plagiado.
No comparto, por tanto, la interpretación que Gaupp ofreció del caso Wagner. En mi opinión, Wagner no inventó ningún delirio sistematizado hasta mucho tiempo después de su
paso al acto. En los años previos a la comisión de los crímenes, más que de un delirio sistematizado se trata únicamente de la planificación rigurosa del acto y, quizás, de haberse
entregado a la edificación un delirio de ese tipo, el acto criminal se hubiera pospuesto indefinidamente. Como he tratado de desarrollar en Estudios sobre la psicosis, mientras no
pudo localizar un perseguidor (Werfel y los judíos) fuera de
su certeza pulsional («Soy zoofílico»), Wagner permaneció
encasquillado en esa trama de autorreferencias sobre su
indignidad, pero sin poder dar ningún sentido ni explicación delirante a esa verdad absoluta e indeleble que sólo
pudo oír mediante las alusiones de sus convecinos varones.
Siguiendo esta línea argumental me parece evidente que la
relación entre el delirio y el acto criminal muestra, al menos,
dos posibilidades: como ensaña el caso Wagner, cuando el
sujeto permanece atrapado en la autorrferencia enfermiza y
en la alusión sin conformar un delirio interpretativo, puede
darse la realización del acto tendente a aniquilar al Otro
malvado; por el contrario, como enseña la Aimée de Lacan,
hay sujetos que inventan delirios sistematizados en los que,
llegando a ciertos callejones sin salida, rematan con la realización criminal.
Con esto daré por concluida esta conferencia. Espero que
con estas reflexiones en voz alta haya contribuido a pensar
lo locura. Más me gustaría eso que contribuir al establecimiento de un discurso dogmático y cerrado en sí mismo.
También espero que con vuestros comentarios y preguntas,
este terreno del saber tan oscuro y resbaladizo pueda aclararse un poco más; que seamos entre todos capaces de
«entender la razón de las cosas», como escribió Virgilio en
su elogio de Lucrecio.
Gracias.
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Elogio y defensa de la histeria*
Fernando Colina
Venir a defender la histeria, y no solo a interpretarla, no es
cegarse ante las trampas del deseo, ni identificarse completamente con sus peculiares modos de defensa, y de ataque
añadiría yo. Pues aquello de que el principio de que el ataque es la mejor defensa lo ejemplifica como pocos la histeria. Conviene recordarlo, además, porque el psicoanálisis
entiende principalmente de defensas.
No estoy hablando aquí de la histeria decimonónica, la histeria de conversión, que sucedía en un ambiente de represión social de la mujer que se transmitía a la represión familiar, personal y subjetiva de cada histérica. Aquella histeria
charcotiana, fabuladora, falsa, mimética, plástica, mitománica, rebelde.
Tampoco se limita a defender su diagnóstico, el uso del término «histeria», ante la prepotencia de una psiquiatría positivista que lo ha desplazado sin consideración ni condescendencia, siendo como es el más significativo de todos, al
menos para una clínica subjetiva. El mismo destino que
comparte con la melancolía.
Se trata, más bien, de detenerse un rato a elogiar la parte
más noble de esta estrategia, la estrategia histérica, que coincide sustancialmente con la estructura profunda del deseo.
Defender el deseo como síntoma de la vida y garantía de la
Texto leido en las V Conversaciones «La Otra Psiquiatría». San Clodio.
Ourense. Junio 2008.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Elogio y defensa de la histeria
salud viene a ser lo mismo que reconocer el fondo histérico
que le anima.
Por otra parte, si se admite también la existencia de una histeria vil, bochornosa, recriminatoria y falsamente reivindicativa, cuyas manifestaciones coinciden con un estrago del
afán de dominio, defender la histeria viene a coincidir con
defender un buen uso del poder, del deseo de poder.
Recordemos que al igual que hay una melancolía natural y
otra adusta, una noble y otra vulgar, una salutífera y otra
mortífera, o una paranoia bajo los mismos contrastes, también hay una histeria natural y amable (seductora y quizá en
el peor de los casos caprichosa) y otra adusta (resentida, castradora, recriminadora). Hay que advertir que la reivindicación fálica de las formas clínicas o negativas de la histeria
gira en torno al deseo de poder, tanto o más que sobre el
sexual, sin necesidad por ello de desvirtuar o traicionar a
Freud. Aquí es donde hay un exceso sexual freudiano, que es
más que nada un olvido del deseo de poder, caso de que el
deseo de poder sea el protagonista de la histeria con el
mismo rango que el sexual, y caso de que estos dos deseos
sean realmente distinguibles, que es mucho pedir, pues suelen presentarse uno antes del otro o los dos a la vez.
La histeria, por lo tanto, es la gran defensora del deseo. Del
D. Juan, héroe moderno del deseo, se ha dicho con razón
que lo único que sabe es desear. Otra cosa es que aparezca
enseguida la otra cara de la moneda y se convierta pronto en
un stajanovista que no sabe descansar ni desayunar con
nadie, ni saludar a las mañanas del mundo. Pues transforma
la seducción en conquista, la sexualidad en penetración y la
palabra en engaño. De este modo su deseo insaciable despierta el deseo del otro para usarlo con los fines de dominio,
victoria y sumisión. Sabemos también que su victoria necesita obstáculos y que se recrea especialmente en el triunfo
cuando se siente el primero, el iniciador, el vencedor original. Pero no por ello se desvirtúa su condición mítica de
héroe deseante de la modernidad.
Saber extraer o drenar el deseo de los demás es la habilidad
suprema de la histeria. Toda su dramaturgia está destinada
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Elogio y defensa de la histeria
en primer lugar a crear un deseo vivo y un placer prometido. Destinada a la tarea de mantener el deseo vivo a cualquier precio aunque, efectivamente, el privilegio tiene un
precio que pagar.
Nada podemos reprochar a la histeria por encarnar la insustituible necesidad de despertar el deseo de los demás, de avivar la vida con su alegre disponibilidad. Ahora bien, otra
cosa es que, por sus inclinaciones defensivas, convierta su
ataque en el impulso recortado del eterno iniciador que no
sabe prolongar la experiencia. De este modo se convierte en
un adicto del deseo del otro, al que vampiriza y coloniza
transformándose no en su amable compañía, pues no sabe
proseguir, sino en la simple encarnación de lo que le falta, sin
mayor satisfacción para el otro que tener ante sí, más que el
partícipe de su placer, el testimonio de su insuficiencia y de
su limitación. Curiosamente, nadie nos enseña a conocer
mejor nuestros límites que el histérico que nos compromete.
Cosa que no deja de ser de mucho valor y con frecuencia de
bastante agradecer.
En vez de identificarse con el otro mientras despierta su
deseo, en tanto le aviva, le hace renacer y le reanima camino de la amistad, se identifica solo con el deseo que despierta y no con el objeto que lo libra. Aquí se pierde en un vaciamiento del otro que muestra sus rasgos perversos y que coincide con el uso del otro para triunfar sobre el deseo. Como
un ladrón que engatusa para quedarse con las joyas de los
demás, en este caso las alhajas del deseo, que enseguida exhibirá ante los demás. De este modo entendemos que ponga
pronto en marcha el juego de ensalzar y humillar al otro, de
obedecer y mandar, de idealizar y castrar. Bajo esta erotización inicial, que exige cierta idealización pero que concluye
en dominio, entendemos la razón de sus caprichos y aspavientos, de sus giros y desplazamientos continuos.
El tropiezo descansa también en otro conocido fenómeno.
En el hecho de que por su tesón para sostener vivo el deseo
del otro, elige el camino de mantenerlo insatisfecho. De
forma que cuando cree ya tenerlo bajo su dominio, completa su posesión con las bajas mañas de la recriminación que
le desautoriza y desilusiona. La acritud, la intransigencia hisOriginales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Elogio y defensa de la histeria
térica, la cabezonería narcisista, se hacen presentes, bajo el
peligro, eso sí, de que el otro no se quede prendado en el
juego de atracción y ofensa que propone sino de que sencillamente se hastíe y se largue dejándola con su masoquismo
a cuestas, camino de la oblación, la abnegación, la renuncia
y la inmolación sacrificial ante algún poder, que como sabemos es otra de las grandes salidas de la histeria cuando pierde la capacidad de seducción.
Y para el uso de esa llave, que abre y cierra el deseo del otro
dejándole encerrado, ningún dispositivo le resulta más útil al
histérico que la ganzúa de la culpa. La histeria es la gran culpabilizadora de la humanidad. La histeria, sin duda, es cristiana. Ningún otro sentimiento resulta tan favorable para su
dialéctica constante de agradar y desagradar. Sabemos que
muchas personas eligen como discurso preferente de poder
aquel que engendra la incomodidad y la falta en los demás,
procurando hostigarlos para que se sientan culpables. Todos
tenemos experiencia de personas dotadas de esa rara habilidad. Sujetos que en cuanto pueden dejan caer algunas alusiones morales ante nuestros deseos. Hay gente realmente
sutil en estas artes de dominar a los demás picoteando en su
culpa. Artistas que aprovechan los momentos de mayor intimidad, y casi hasta de ternura, para soltarte un comentario
envenenado que abre tu vergüenza en canal y te deja a su
disposición durante un buen rato, si no durante buena parte
de tu vida.
Esta singular destreza tiene todo de histérica (ese sentimiento de ser acreedor de continuo y de sentirse siempre inocente y víctima) y hasta ahora también tiene algo de femenina:
la histeria es la afección femenina por excelencia, o, al
menos, lo ha sido hasta ahora, pues el futuro es mucho
menos prometedor. Y esto es así, no porque venga determinada en los genes, como ahora se pretende hacer con todo,
ni porque responda a algo esencial que defina a las mujeres,
sino porque consiste en una daga delicada que ha tenido que
perfeccionarse con tiempo para defenderse de un mundo
secularmente dominado por la canalla masculina. Frente a
la tosca bofetada, o las exigencias autoritarias del macho
padre de familia, quizá las mujeres no hayan tenido más
remedio que perfeccionar esta argucia para sacudirse la infa138
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Elogio y defensa de la histeria
mia viril que las aprisiona. Lo cual no las exime de responsabilidad, si se les aplica su propia medicina y se las culpabiliza un poco, ni justifica su uso indiscriminado ni su afán de
poder y casi de hombría. Habrá que esperar a nuevos climas
de igualdad para ver hasta qué punto este estilete de culpabilidad cambia de sexo y deja vislumbrar de forma más
natural el resentimiento que esconde. Tiempos en que la histeria no mantenga tanta diferencia sexual como sucede en la
que aún predomina.
Por otra parte, la histeria, en tanto que encarna la invitación
a un tercero, representa como pocas inclinaciones humanas
la apertura a la constitución de la sociedad. La dialéctica
social, que no es otra cosa que la dialéctica del deseo del
otro, tiene una indudable raíz histérica con la que coincide.
El deseo se abre a un tercero, por lo tanto, a una contabilidad socializadora, gracias a que está más pendiente del
deseo del otro que de la persona del otro como tal, y no sólo
le interesa el deseo que el otro avanza hacia él, sino la mirada que lanza hacia otro lugar, donde un tercero le reclama
también a él en cuanto que le roba protagonismo con su
valor, le amenaza con la indiferencia y le demuestra cuál es
el objeto realmente deseable. De este modo, a fin de cuentas,
consigue que todos queramos y disputemos por lo mismo, en
una unanimidad que permite la formación de los grupos y la
cohesión social. El fenómeno le encontramos expuesto de
tácitamente en Ovidio, por citar un maestro de la
Antigüedad, quien mucho antes que Freud (ese señor a
quien Paco ya leía a los 15 años), destacó que «una mujer no
atrae la atención por su bonito rostro, sino por el amor que
su marido la tiene», y en esa coincidencia del amante con el
marido se funda histéricamente la sociedad, y se consagra en
el adulterio.
El componente negativo del proceso no deja naturalmente
de comparecer con facilidad. Pues de este cruce de miradas
el histérico consigue que el otro no solo quiera lo que únicamente a regañadientes se le va a conceder, sino que, al tiempo, desplace su interés hacia otro objeto que se empeña en
invitar a la función, más que nada para derrotarle en cuanto tenga ocasión. Nada resulta más satisfactorio y triunfante
para el histérico que conseguir que alguien se vaya con él
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Elogio y defensa de la histeria
bajo el precio de haber dejado a alguien. En este sentido
cohesiona y desune a la vez.
Para esta capacidad agrupadora, que viene sostenida por el
motor de la identificación, la histérica también posee alguna
ventaja añadida: su mimetismo, su plasticidad, su facilidad
dramática, aunque se trate de de una identificación aprovechada y superficial, casi de contagio, frívola y tocada por el
defecto de la imitación y el desplazamiento.
No olvidemos, además, que las manifestaciones de la histeria vienen determinadas por la recepción que reciben sus
manifestaciones. La interpretación de la histeria exige una
teoría de la recepción, como sucede en los estudios literarios,
a la que generalmente concedemos poca importancia. Pero
es tan importante la recepción (histérica) de los síntomas
como su producción. Sin ella no es comprensible su significado ni adquiere rango suficiente su asombrosa plasticidad
(Sydenham {1624-1689}: proteiforme y camaleónica). Por
ese motivo la histeria diagnostica la sociedad, porque revela
su debilidad y sus propios síntomas en el modo como la
acoge. Este es el último elogio que la corresponde.
Si la histeria medieval desenmascara los abusos de poder de
la cultura eclesial (las brujas y poseídos, el satanismo y la
alianza con el diablo, los estigmatizados), la histeria moderna y victoriana (la freudiana, la charcotiana) denuncia el
abuso machista, la histeria postmoderna descubre un campo
nuevo sin simbolizar. Espacios que ocupa y que, sin proponérselo, nos sirven para estudiar nuestro modo de vida e
incitan a saber acerca del presente. Pues si el deseo de saber
del hombre ocupa la primera frase del primer libro de metafísica en la historia de Occidente, algo hay que agradecerle
a la histeria de que, como escribe Aristóteles, «todos los
hombres tengan naturalmente el deseo de saber». Incluso
muestra también su presencia en el párrafo siguiente, cuando el filósofo sostiene que «preferimos el conocimiento visible a todos los demás conocimientos», pues el compromiso
de la histeria con su cuerpo visual no rebaja su importancia
aunque conozcamos el extraordinario valor de la dimensión
visual en el pensamiento griego.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Elogio y defensa de la histeria
De este modo, la histeria, como la guerra, encarnan las dos
grandes comadronas del conocimiento.
El territorio que hoy ocupa la histeria con predilección es
doble: de un lado, el espacio donde habita la hipertrofia del
consumo, y, por el otro, la falta de rigor y responsabilidad
tan característicos de nuestro tiempo (esa mezcla de inocencia y frivolidad).
La histeria, en su sentido colectivo, es la gran animadora hoy
del consumo que sostiene la economía. Logra coincidir con
lo que le falta al mundo. Se muestra como el gran sostén del
mercado: el deseo de comprar. Como un atractivo motor de
consumo y a la vez como causa del consumismo estúpido y
depredador, puramente imaginario, sin el cual, no obstante,
el sistema se hunde. Las cosas son útiles porque se consumen
y se compran, no por su utilidad intrínseca. En un dominio
de moda, flujos, liquidez, movimiento y necesidad de crecimiento para mantener la tensión, la histeria muestra hoy su
inigualable capacidad de desplazamiento, como una aplicación más de la célebre continuidad del movimiento uterino,
del nomadismo y de la capacidad de estar siempre en otro
lugar. Los objetos se han vuelto inconsistentes y huidizos, así
que la astuta histeria ha abandonado con gusto la clínica
para enseñorearse por todo el escenario social, demostrando
una vez más su plasticidad y sus dotes para identificarse con
todo lo que la ponen delante. El amor en ella es transporte,
místico o físico, que eso da casi igual. Lo importante es que
ame sin deseo o desee sin amor, pero que en cualquier caso
nunca se entiendan Afrodita y Eros. Este es el fundamento
actual del comercio.
Aquí la histeria se revela como lo que es: la ocasión para
extraviar la palabra o su conversión en cuerpo alienado,
mercantil y fetichista. En un mundo de cosas, reina la histeria por la magnitud de su cuerpo, donde la conversión ha
sido sustituida por la exhibición en un desplazamiento
mucho más conforme al gusto actual. Y también donde la
represión va siendo sustituida poco a poco por la supresión,
por la capacidad para mirar a otro lado y mostrarse ciegos e
indiferentes con la realidad que no interesa o no conviene.
Ese «prefiero no saber nada de eso», que es la otra cara del
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Elogio y defensa de la histeria
impulso a saber que encarna igualmente, y que a veces como
«derecho a no saber» adquiere una legitimidad que se opone
a lo más absurdo de la ciencia y el progreso.
Llegados a este lugar, es tentador concebir la verdad como
un discurso necesariamente histérico. Entenderla como un
objetivo que no termina de llegar, como un retroceso irreductible, como un desvelamiento que vela, según la paradoja con que ha acabado identificándola la metafísica occidental. La verdad, entonces, es ese paso atrás que da siempre la
histeria cuando, curiosamente, llega la hora de la verdad.
Histérico, entonces, es todo lo iniciador, lo que sólo seduce
para darnos enseguida la espalda y dejarnos –por fortuna–
con las ganas; con las ganas de seguir deseando, insatisfechos
pero insistentes, en pos de lo verdadero.
Al tiempo, la tolerancia receptiva facilita también su soltura
para hacerse con aquellos síntomas que, sin tener causa evidente, son juzgados benévolamente por la sociedad. Léase la
depresión, la fibromialgia o cualquier nuevo síndrome que
venga a ocupar los espacios sin simbolizar, a los que provee
de sentido, de ocultación, de trampa y de una inocencia
campal, elevándose de este modo a constituirse en testimonio de nuestros fracasos. Por si fuera poco le permite agruparse en un grupo escogido de presuntos incomprendidos
que le facilitan un suplemento de identidad. La histeria se
muestra dispuesta a convertirse a un grupo como antes se convertía en el desplazamiento corporal. Una identidad que
fácilmente se desplaza a la victimización y reivindicación de
una inocencia a prueba de toda responsabilidad. La bella
indiferencia se transforma dócilmente en acusación.
Convertir las quejas en acusaciones es el camino de la culpa
a la acusación. Sufro luego acuso. «Sufro: indudablemente
alguien tiene que ser causante, así razonan las ovejas enfermizas» (Nietzsche). Cultura de la inocencia que no quiere oír
hablar de culpa y menos de responsabilidad, si no es de la
del otro. La histeria ha ocupado pronto ese espacio receptivo de la inocencia que la tienta con facilidad.
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Elogio y defensa de la histeria
Este es el fondo hístero-paranoico de la sociedad actual. E
hístero-melancólico de sus ciudadanos en la medida en que
el sufrimiento es hoy, antes que nada, depresivo.
La histeria nos enseña, por lo tanto, que culpa y responsabilidad no coinciden enteramente. Las diferencias entre moral
y ética, o entre ética superyóica o subjetiva, o entre la ética
de la convicción y de la responsabilidad, las señala la histeria con nitidez.
La culpa es la condición necesaria pero no suficiente de la
responsabilidad. La culpa debe comparecer pare retirarse
ante la responsabilidad naciente.
La culpa es vertical y no sale de uno mismo. La responsabilidad es horizontal, dialógica, interrelacional. Ser responsable es ser dueño de la acción. La culpa, en cambio, inhibe la
acción y se transforma en idea (inocente), en convicción.
La responsabilidad como garantía de ser dueño de los actos
propios. El responsable inicia antes la reparación, el culpable no, se paraliza y se recrea en ella.
La culpa responde ante Dios, la responsabilidad ante los
demás.
Hacerse cargo del deseo es tarea de la responsabilidad, perderlo de la culpa. Séneca le advierte a Lucilo en un mundo
estoico, poco histérico (96): «Te he prohibido deprimirte y
desfallecer».
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Goce, cuerpo y escritura
Chús Gómez
«Estoy convencida de que hay dos cosas en la vida que son
fundamentales: las delicias de la carne y la delicias de la literatura.
Yo he tenido la suerte de disfrutar de las dos por igual...»
Nagiko
«La biografía infantil, su instancia y su motor, son la forma en la que han sido
entregadas las figuras del saber, el goce y el objeto»
Intervenciones y textos. Lacan
The pillow book es una película fascinante. La vi por primera
vez en el Festival de Cine de Sitges en 1997 del que fue ganadora. La primera impresión fue de sorpresa por su inscripción en aquel certamen sobre cine fantástico y de terror. Era
en el significante fantástico donde se abría la diferencia, porque el de terror sencillamente lo obvié. En todo caso, más
allá de lo fantástico estaba lo inclasificable.
Verla en gran formato es una experiencia estética nada comparable con su visualización en formato casero en el que la
he visto al cabo de estos años sin que por ello haya perdido
nada de la estela de su primer impacto.
Greenaway es un director de cine muy particular, que se
reconoce a si mismo como pintor. De hecho su formación
inicial fue como tal en la Escuela de Arte, en donde estuvo
desde el año 1960 hasta el 63, en pleno auge del arte conceptual y del Pop Art en EEUU. Fue después de este tiempo
cuando se interesó por el cine europeo, especialmente por:
Antonioni, Bergman, Godar, Passolini y Resnais. Como
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Goce, cuerpo y escritura
señala Jorge Gorostiza en el libro que dedica a su obra,
podría realizarse un análisis de su filmografía a partir de los
cuadros y autores que en él han influido: Vermeer, Piero
Della Francesca, Franz Hall, los paisajistas ingleses, los prerrafaelistas... pues para él, el cine no es más que una extensión de la pintura.
Si él se nombra como pintor, parte de los críticos cinematográficos definen su producción como anticine y a él como
anticineasta. Inquieto respecto de las características tradicionales del cine dedica mucho tiempo a otras actividades en
un intento de investigar, y modificar las limitaciones del
mismo, en un intento de reinventar el séptimo arte, que para
él en el mundo occidental está sujeto a cuatro tiranías: el
texto, los actores, la cámara y el cuadro.
Greenaway, amante de lo barroco, del exceso y rompedor en
su relación con la cámara, tanto en planos como en el encuadre, es un autor ubicado en la frontera, en el límite. Es un
innovador, un creador sobre todo en su relación con la
cámara, de cuya esclavitud él intenta escamotearse subvirtiendo su uso. Sus films bellos en general, a veces se tornan
inquietantes al rozar lo siniestro, pero no se sostienen solamente en la búsqueda de la belleza o en la sofisticación de la
imagen, cada vez más elaborada, sino que bajo cada plano
hay todo un soporte ideológico y conceptual que lo sitúa distante de los presupuestos y prototipos del cineasta europeo al
uso, al margen de los supuestos del cine comercial habitual.
Prefiere actores teatrales y no es nada convencional en el uso
de texturas, formas o referentes utilizados, como puede ser
su concepto de belleza, o las influencias de las que parte.
Polifacético, transgresor, purista hasta el exceso rompe el
lenguaje narrativo habitual cinematográfico, lo que lo convierte en un inclasificable.
En sus películas nada es lo que parece... sus obras presentan
un collage de escenas que podrían ser analizadas una a una
individualmente de manera que cada una podría ser nuclear y definitiva de algún aspecto que él explora en ese
momento.
Su película es un lujo para los sentidos. Fascina al introducir
como novedad la presentación de múltiples pantallas que a
manera de ventanas superpuestas sobre la imagen principal
permiten ver la misma escena desde ángulos diferentes,
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Goce, cuerpo y escritura
aumentando así el efecto preciosista que la película contiene
recreándose en detalles que de otra manera habrían pasado
desapercibidos para el espectador.
La película, como la obra de cualquier creador tiene su
firma, sus marcas de estilo invariables: la importancia y presencia constante de los números, los juegos de colores y texturas como una de las maneras de tratar el tiempo y su
dimensión subjetiva en la vida de la protagonista, o la mezcla de diferentes tipos de músicas en la banda sonora, que en
este caso combina, la música tradicional japonesa, con la
clásica o la metálica y estridente, en los momentos de mayor
tensión dramática.
Otra constante en la cinta es el texto impreso superpuesto en
este caso en varias lenguas, con el que impresionará y capturará nuestra retina: el francés, el japonés, el inglés... que
entremezclados con el blanco y negro, el sepia y el color, sirven de colofón para alejarnos o acercarnos a la temporalidad de la protagonista, para llevarnos al presente inmediato
o introducirnos de la mano de la memoria y de su construcción, en el recuerdo de la infancia. De esta manera y aunque
él dice que no le interesan las narrativas de las películas,
puesto que para eso ya está la literatura, en este film ha conseguido construir un texto especialmente bello del que pueden hacerse multiplicidad de lecturas según sea el interés del
espectador.
Puede gustar o no su extravagancia, su barroquismo extremo a veces, su experimentalismo, su oscuridad o su erudición, pero lo que no produce es indiferencia.
Es una buena manera de tratar el tema del cuerpo, ya que
junto con la escritura está presente desde el primer plano.
Greeneway plantea el cuerpo como un texto que se puede
leer, pero podría ilustrar muchos otros aspectos.
El cuerpo escrito, acariciado, objeto deseado, despedazado,
el cuerpo objeto de culto, cosificado, cadaverizado, atravesado, constituye la presencia más constante en la película;
sobre él girará toda la trama desenvuelta en triángulos cada
vez más complejizados, sobre los que se articularán: fantasmas, intrigas y venganzas, de manera paulatina.
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Goce, cuerpo y escritura
Los libros, como los números, la arquitectura o la pintura,
son una de las obsesiones del director. En este caso serán ideogramas los que aparecen escritos en la piel de los sujetos, a
fin de obtener del editor algo que guarda como una reliquia
y que ahora descubriremos al desarrollar la trama que la
argumenta.
The Pillow Book
Greenaway cuenta que el día del cumpleaños de Nagiko, su
padre, un calígrafo de Kyoto, escribe en la cara de su hija su
nombre, mientras recita una fórmula semejante a la del
Génesis, firma su obra como si de Dios mismo se tratase.
Este ritual lo repetirá en cada cumpleaños de la niña:
«Cuando Dios modeló con arcilla al primer ser humano le
pintó los ojos, los labios y el sexo luego escribió el nombre de
la persona para que no lo olvidara. Cuando dios aprobó su
creación dio vida al modelo de arcilla pintada firmando con
su nombre».
De esta manera el cuerpo de Nagiko quedará envuelto y erotizado por la letra escrita por la mano de su padre sonorizada con su voz. A partir de entonces la vida de Nagiko se verá
impelida a buscar amantes que caligrafíen su cuerpo, y esa
actividad será el centro de su vida. Cada año se repite la
misma ceremonia: mientras su padre escribe y lee en voz alta
el texto, su madre que le enseñó el chino mandarín, canta.
La tía de Nagiko lee cada noche a la niña el libro que guarda en la almohada tal y como es habitual en la tradición
japonesa y que da titulo a la película: The pillow book. El libro
Makura no Sôshi, es el Diario Intimo, de la Dama Sei
Shonagon, con la que Nagiko comparte el nombre. Su tía, a
la vez que lee, le recuerda que cuando ella cumpla 28 años
el libro habrá cumplido 1000 años. El imperativo: «no lo
olvides» inscribirá su marca en la vida de Nagiko.
Sei Shonagon era una cortesana del Kyoto del siglo X. La
riqueza exuberante de sus descripciones, el hecho literario y
el libro mismo como objeto, serán junto con la lectura y la
escritura, los fieles acompañantes de Nagiko a lo largo de su
vida, de tal manera que sobre ellos nos dirá: «los mayores
placeres de este mundo son los de la lectura y los de la carne
y yo he tenido la suerte de disfrutar de los dos por igual».
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Goce, cuerpo y escritura
En cada cumpleaños el padre repite el ritual y acude a ver a
su editor. En una de esas ocasiones Nagiko ve como éste
sodomiza al padre y al final de la escena intercambian los
textos escritos del padre por dinero. En ese momento la voz
en off de Nagiko dice: «Tuve la certeza de que para entender lo que había visto habría de pasar mucho tiempo». «A
los 6 años decidí escribir un diario como Sei Shonagon y
anotar allí todos los relatos con mis amantes».
El mismo día que comienza a escribir su diario, conoce al
que será su marido, hijo adoptivo del editor. La escena del
primer encuentro de Nagiko y su futuro marido ocurre en la
imprenta, en la que espera que su padre finalice el encuentro con su editor. De nuevo la voz de ella en off: «El sentido
del olfato era muy fuerte, me gustaba el olor del papel de
todo tipo, me recordaba a la fragancia de la piel». Cuando
el padre regresa a su lado, Nagiko pregunta: ¿Por qué vienes
a verlo? ¿También le has puesto nombre?
Decidida ya a tener amantes que le caligrafíen el cuerpo,
duda entre procurarse un buen amante o un buen calígrafo,
a la vez que busca incansablemente el amante-calígrafo
ideal.
Hace ensayos con los haikus: «El olor del papel blanco es
como el olor de la piel de un nuevo amante que hace una
visita sorpresa en un jardín lluvioso»; « la pluma es como ese
instrumento de placer sobre cuyo propósito nunca hay duda,
pero cuya eficacia siempre se olvida».
El casamiento de Nagiko se realiza por todo lo alto pero el
matrimonio se rompe pronto, tal y como ella había previsto.
Su marido rechaza y desprecia repetir el ritual de cumpleaños que Nagiko le solicita y que considera una niñería.
Nagiko se refugia más en los libros y en su diario. Las desavenencias van en aumento. Su marido reprocha los gastos
en libros y se cela del diario al que ella confía secretos a los
que él no tiene acceso. No entiende la pasión de Nagiko, ni
nada de lo que está en juego. A su reproche por el gasto, ella
responde con la ironía y el desprecio, desvelando así su ignorancia. La relación de Nagiko con los libros, la escritura y su
diario, resulta insoportable a su marido que decide resolverlo incendiando su biblioteca, como modo de violar su intimidad.
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Goce, cuerpo y escritura
El incendio provoca la huida de Nagiko a Hong Kong, en
donde malvive como pinche de cocina en un cutre restaurante, a la vez que se hace calígrafa: «estaba decidida a mantener viva la ocupación de mi padre».
El día que cumple 21 años intenta regalarse la felicitación
del padre. Reproduce el texto en una máquina de escribir y
se lo pone después sobre su cuerpo. La máquina acaba en el
WC, al constatar que sin el otro que escriba sobre su cuerpo,
el efecto no es el mismo.
Convertida en modelo de éxito se transforma en objeto codiciado por los hombres, que seducidos por su belleza, escriben sobre ella a cambio de sexo. Así Nagiko va de encuentro
en encuentro, en un fotomatón que parece imparable, a la
búsqueda del amante-calígrafo ideal que nunca aparece...
La serie que tiende al infinito la inician: un artista vanidoso,
un funcionario, un graffiti, un matemático que le llena la
espalda de sumas y el pecho de restas, mientras su mujer
canta... Ninguno logra sacarla de la insatisfacción hasta que
finalmente aparece en escena Jerome: cosmopolita traductor
inglés, que habla cuatro idiomas y gusta de los placeres del
sexo. Él, como el padre de Nagiko, mantiene encuentros
sexuales con el editor, que de nuevo es reintroducido en la
trama triangular. Él la convencerá para que consienta en ser
pluma y no papel como hasta ahora, cosa que logrará, con
algún rodeo y un rechazo inicial.
Se conocen y Nagiko pide que le escriba algo en su cuerpo.
Jerome le escribe su propio nombre en el brazo y la ira de
Nagiko se desata: «No escribes... haces garabatos».
En un segundo momento Nagiko acepta escribir sobre él, y
aunque se queja, pues desconoce el placer que eso le proporcionará, acepta porque sabe que es el amante del editor
que ha rechazado sus libros «por la mala calidad del papel».
La venganza
En esta tesitura surge un plan de venganza, que Oky, el fotógrafo enamorado de Nagiko, trama al ver amenazado su
lugar por Jerome. El joven inglés pasa a ser la víctima ignorante a sacrificar por partida doble y por motivos diferentes.
La trama se complejiza. Las venganzas en juego se multiplican como ocurre con las ventanas que se despliegan en la
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Goce, cuerpo y escritura
pantalla. Nagiko deja de ser el soporte de la escritura para
convertirse en la escritora de las páginas de un único libro,
formado por 13 libros que Jerome portará en su cuerpo destinados al editor, al que también ella quiere destruir por partida doble: por haber rechazado sus escritos y por haber
sodomizado y vejado al padre.
Abandona el papel sobre el que escribía para pasar a usar la
piel como soporte de los mismos, a la vez que continúa escribiendo haikus identificada a Sei Shonagon.
La lógica que la empuja en su venganza es: si no puede seducir al editor, puede seducir a su amante y asestarle una estocada mortal. Pero algo se le escapa en su plan... la contingencia del encuentro con Jerome ha introducido un imprevisto: el amor, que desbaratará todo el montaje hasta el final.
Ambos se enamoran y en ese momento el giro que introduce en la trama, cambia toda la escenografía de la película:
ésta se satura de imágenes, de música, y de texto impreso en
francés. Una avalancha de escenas se superponen y nos
inundan saturando nuestros sentidos. Se imprime sobre la
pantalla la letra de la canción de amor que Nagiko canta,
mientras ellos se aman. Jerome escribe el Padre Nuestro
sobre el cuerpo de su amada, a la vez que ella canta: «mezcla perfecta» «el sexo de un ángel», «un hombre cambia».
Jerome será el único hombre que repita la escena ritual del
padre sobre el cuerpo de Nagiko de manera satisfactoria.
El juego
Se inicia el juego; Jerome será el portador de 13 libros que
ella enviará al editor a través de los cuales ejecutará su venganza.
El 1º es el libro agenda. Cuando Jerome llega a casa del editor, se desnuda y deja al descubierto todo su cuerpo escrito.
El editor llama rapidamente a sus secretarias para que
copien el texto, pues percibe que es efímero... frágil... evanescente...Antes de perderlo para siempre, lo toca, lo acaricia, lo huele, lo lame... El sudor de Jerome lo diluye, lo difumina, lo licua... y así transformado en tinta sin más, el secreto que portaba desaparece en el sumidero arrastrado por el
agua.
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Goce, cuerpo y escritura
En primer plano en la escena el sumidero devorando el
texto. Cierre de plano en negro.
El editor entra en el juego. Acepta su publicación, pues ama
el soporte. Concluido el pacto, Jerome se va con él, pese a la
petición de su amada de que no le acompañe, pues para ella
sería traicionar su amor. «Me voy con tu consentimiento»
bromea Jerome con Nagiko, imponiendo de esta manera su
condición de amor: que los celos estén presentes. Nagiko se
cela porque de nuevo contempla la escena sexual entre
ambos. Otra vez excluida al no ser la única para Jerome...
Loca de celos se va y lo abandona para de nuevo frecuentar
el bar de alterne en donde seduce a los hombres, que a partir de ahora continuarán el juego.
Envía el 2º libro: El libro del Inocente. El 3º: El del idiota. El
4º: el del impotente. El 5º: el del exhibicionista.
A partir del 5º libro Jerome está enloquecido de celos.
Reclama su lugar de papel, sobre el que ella ha de escribir
sus textos. La escena es ahora de alto dramatismo: Jerome
golpeando sobre la puerta de la casa de Nagiko le suplica
que le deje entrar... le declara su amor... le pide que le
hable... pero Nagiko... no contesta. Ante el silencio de
Nagiko, Jerome busca a Oky, el fotógrafo, para averiguar
que le ocurre a su amada. Oky aprovecha la desesperación
de Jerome, para desplegar su estrategia de venganza sobre él.
Le cuenta con todo lujo de detalles, para aumentar su desesperación y sus celos, como ella y su doncella cuidan del cuerpo de los hombres que han de llevar los textos en su piel. Se
demora en explicarle cómo los lavan... los afeitan... y le dice
que Nagiko lo ha dejado asustada porque Jerome es escritor.
A la vez que le cuenta esto desliza la posibilidad de un suicidio por amor como salida para atraer de nuevo la atención
de Nagiko. Mensaje que vela la verdad de su deseo: desembarazarse de él y así tener vía libre para conseguir a Nagiko
con su amor siempre rechazado.
Jerome ya en casa de Nagiko comienza a escribir y a tomar
las pastillas que Oky le ha dado. De nuevo gran intensidad
de imágenes, saturación de textos... de música... que acompañan a un Jerome aturdido, embriagado, y que desesperado de dolor, pasa al acto el deseo de Oky.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Goce, cuerpo y escritura
Tumbado en cama con el libro de Sei Shonagon sobre su
vientre, emborrachado de fármacos y alcohol, se desliza
hacia la muerte, dejando una nota de despedida: «Nagiko
reúnete conmigo en la biblioteca, en cualquier biblioteca, en
todas las bibliotecas. Tuyo Jerome».
Cuando Nagiko llega a casa, encuentra a Jerome. La alegría
inicial por el reencuentro se hace desesperación al descubrir
que no está dormido sino muerto. Lo llora amargamente y
escribe sobre su cuerpo, ya cadáver, el libro del amante.
Se celebran los funerales y Oky contento, avisa al editor de
la muerte de Jerome y del secreto que éste porta.
Nagiko quema toda su producción: sus libros, sus ropas, las
fotos, los diarios... y regresa de nuevo a Japón a casa de los
padres, ya muertos. «Fue el segundo incendio de mi vida. El
primer incendio me había echado de Japón, el segundo me
llevó de vuelta».
El editor conocedor por Oky de lo ocurrido, profana la
tumba y roba el cadáver de Jerome. Comprueba que tal y
como éste le había dicho, tiene escrito un texto sobre su piel.
Con un fino escalpelo separa y recorta cuidadosamente la
piel escrita, transformada en adorado objeto, a la vez que
tira lo que queda del cuerpo ensangrentado, que como resto
inservible acaba en el camión de la basura. El libro de la piel
de su amado se convierte así en el objeto agalmático, precioso que guarda para su goce.
Nagiko, que había prometido a Jerome 13 libros, comienza
de nuevo el envío al editor, esta vez a cambio del libro de la
piel de su amado. Ahora Nagiko no escribe a cambio de
sexo, sino para obtener su objeto de amor.
Envía el 7º: el libro del seductor, el 8º: el libro de la juventud.
Desde el 8º libro el juego se complica y se introduce una
nueva variable. Ahora el editor habrá de resolver el enigma
de la localización del texto. Los ideogramas se esconden en
el cuerpo, entre sus pliegues, en lo más recóndito e insospechado, de manera que no serán visibles a simple vista, ni con
los cuerpos desnudos a modo de torneado lienzo. Detrás de
las orejas... en los párpados... en el escroto... de nuevo se
aumenta la tensión dramática y se desencadena la furia del
editor desafiado por Nagiko.
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Goce, cuerpo y escritura
El libro 9º es el libro de los secretos, el 10º el del silencio, y
la escritura va oculta paradójicamente en la lengua. El 11º:
es el de la traición, el 12º: el de los falsos comienzos y el 13º:
el de la muerte, libro con el que concluirá el juego en un acto
ceremonial, que como al principio inaugura el film.
En este libro final, Nagiko envía a un luchador de sumo que
porta escrito en su gran cuerpo el siguiente texto: «se que
has chantajeado, violado y humillado a mi padre; también
sospecho que has destrozado a mi marido, pero ahora has
hecho el peor de los crímenes: has profanado el cuerpo de
mi amado. Tu y yo sabemos que ya has vivido lo suficiente».
Con el libro de la piel de Jerome resbalando sobre el cuerpo
del editor, fundido en un abrazo con él, el luchador de sumo
ejecuta la sentencia con una navaja de afeitar que hace deslizar por el cuello de éste.
Finalmente Nagiko guarda el libro de Jerome en un adorno
floral tradicional japonés. Al fondo de la escena la niñera
con el bebé de Nagiko y Jerome. Escena final que cierra un
círculo en el que Nagiko recuerda el imperativo de su tía:
hoy que cumple 28 años se cumplen 1.000 años del libro de
Sei Shonagon. Ahora cuenta ya con las experiencias suficientes como para escribir sus propias listas y su propio diario íntimo.
Ultimo plano: Nagiko amamanta a su bebé, y la sutil caída
del kimono sobre su hombro desnudo deja ver un tatuaje,
que se supone es el libro del amante que portaba Jerome en
su cuerpo.
Nagiko reinstaura sobre su hijo el ritual de su padre con ella,
mientras suena de fondo música tradicional japonesa.
Una lectura
De manera extraordinaria el film nos presenta en primera
instancia el cuerpo como simbólico, imaginario y como real
invitándonos a disfrutar además del guión, de la sensual caligrafía japonesa bajo la que late como real la muerte. La película da cuenta de la diferencia entre texto y cuerpo, a la vez
que a través de la vida de Nagiko nos revela las marcas de
goce que un cuerpo porta convirtiéndolo en cuerpo sexuado
y erotizado.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Goce, cuerpo y escritura
Es la marca de la escritura de ideogramas japoneses que
sobre el cuerpo realiza el padre la marca de goce que dirigirá su vida. Asistimos además a los diferentes cambios de
posición subjetiva de Nagiko: ser escrita –hacerse escribir–
escritora, con todo lo que eso supone en relación al goce en
juego.
Su dios-padre inscribe el nombre de Nagiko repitiendo un
ritual que como trauma inicial, servirá de molde para la
construcción de un síntoma. Nagiko es el objeto de goce del
padre al cuál ella se identificará.
Su padre, calígrafo ideal, erotiza la piel de Nagiko al escribir
sobre su cuerpo envuelto en la voz que sonoriza su escritura,
mientras su madre mira la escena. Su padre, como primer
objeto será lo que busque en su vida de manera incesante en
el recorrido de cuerpos que ella hace. El goce de ser escrita
que intercambia por sexo con los calígrafos, la dejan en la
insatisfacción permanente viéndose obligada a catapultarse,
de cuerpo en cuerpo, en nuevas búsquedas hasta que, la presencia de Jerome desencadena el reencuentro con el primer
objeto de amor y pone fin a la búsqueda, ubicado en el lugar
de su primer objeto de amor. Gracias al amor, Nagiko cede
en su goce y acepta la demanda de amor de Jerome: convertirse en pincel que escriba sobre él, a la vez que éste impone su condición amorosa: que los celos estén presentes.
Nagiko cautivada en la mirada clandestina de la escena de la
sodomización del padre, en la que mira y es mirada, es
expulsada por la introducción de un tercero en la escena.
Convertida así en no-toda deviene objeto para el padre
caído, al que intentará restituir durante toda su vida. La
escena de la relación sexual entre su amante y el editor
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Goce, cuerpo y escritura
actualiza la primera escena traumática provocando que
huya loca de celos sin querer saber nada de Jerome.
Nagiko se identifica al padre. Su síntoma en un primer
momento es la escritura en el cuerpo. La presencia de
Jerome como partenaire-síntoma introduce el amor en la
historia y permite al goce condescender al deseo y tener un
hijo, además de convertirla en escritora logrando así un
saber hacer con el síntoma.
Greenaway en su película nos cuenta la aventura amorosa
del sujeto con el significante que inscribe en el cuerpo las
marcas de un goce muy particular, de cuyos avatares no quedará indemne la vida de la protagonista.
Bibliografía
1. Miller, Jacques-Alain: El lenguaje aparato de goce. Buenos
Aires, colección Diva, Junio 2000.
2. Gorostiza, Jorge: Peter Greenaway. Madrid. Ed. Cátedra,
1995.
3. Lacan, J.: Seminario 11. Buenos Aires. Ed. Paidós, 2001.
4. Miller, Jacques-Alain: Lógicas de la vida amorosa. Buenos
Aires. Ed. Manatial, 1991.
5. Miller, Jacques-Alain: Introducción a la clínica lacaniana.
Barcelona. Ed. RBA, 2006.
http://www.wikipedia.org
http://www.terrazared.com.ar//web_es/pires/html/1/sei
_c..html
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Urgencia psiquiátrica y urgencia
subjetiva
Psychiatric emergency and subjective emergency
Francisco Ferrández Méndez
M.I.R. IV Psiquiatría, Hospital Universitario Río Hortega.
Valladolid
[email protected]
Resumen
La definición de urgencia en psicopatología es en ocasiones
tan difícil que puede acabar por entenderse como un problema institucional antes que clínico. Por otro lado, en la
práctica no se nos suele ocultar que la vivencia subjetiva de
la urgencia no siempre coincide con lo que los servicios de
salud mental en su actual organización entienden por
«urgente». El presente artículo recoge reflexiones en torno a
esta cuestión, fruto del encuentro en Buenos Aires con el Dr.
Emilio Vaschetto y otros psicoanalistas, que llevan algún
tiempo dedicados a la investigación de la urgencia en su vertiente subjetiva.
Abstract
In psychopathology, the definition of emergency is sometimes so difficult
that can finally be understood as an institutional matter rather than a
clinical matter. On the other hand, in clinical practise is easy to realize
that subjective experience of emergency somtimes does not coincide
with what mental health services understand as urgent. This article tries
to think about this cuestion starting from the work and investigations by
Dr. Emilio Vaschetto and other psychoanalists from Buenos Aires.
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
Palabras clave
Urgencia psiquiátrica, urgencia subjetiva, crisis.
Key words
Psychiatric emergency, subjective emergency, crisis.
Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
1. Introducción
A cierta hora de la madrugada en un hospital general cualquiera, no resultará extraño escuchar el rezongo de un médico de urgencias que protesta por el tiempo perdido en la
atención de lo que él, sometido a las tensiones de la demanda acuciante y la prisa por la respuesta, no considera «una
urgencia». Entre el ejemplo paradigmático de un esquizofrénico agitado en pleno brote y con la amenaza en ciernes
de un paso al acto agresivo, y el del neurótico angustiado por
la pérdida de referencias en su vida y cuya única demanda
es ser escuchado, se da toda una serie de consultas para las
que la pertinencia de una atención inmediata o diferida se
dirime no tanto en función del caso en sí como de factores
institucionales y, por qué no, también ideológicos. La urgencia psiquiátrica, como accidente existencial, asistencial y
nosológico que interrumpe de una manera u otra el devenir
biográfico de un paciente, es ya de por sí difícil de definir.
Tal vez por ello acabe siendo muchas veces el cajón de sastre institucional donde van a parar los sujetos cuyo seguimiento a largo plazo no se ha mostrado eficaz o, en casos
peores pero tristemente frecuentes, ha sido negligente. El
destierro de la subjetividad del terreno de la asistencia psiquiátrica y psicológica en el ámbito de la salud pública obedece a muchos factores, algunos de los cuales tienen desgraciadamente que ver con la intromisión en el campo de la teoría de intereses más o menos espurios. Las consecuencias se
hacen sentir de manera privilegiada en esos casos agudos,
impostergables, que llamamos «urgentes», y cuyo afrontamiento variará notablemente según qué hipótesis etiológica
y técnica se tome como punto de partida. En lo que sigue
158
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
hablaremos de las urgencias psiquiátricas en general, señalando en cada caso cómo la consideración desde el punto de
vista del sujeto, la medida en que puedan ser o llegar a ser
también una «urgencia subjetiva», puede contribuir a cambiar la tendencia ciega a la repetición que tiñe muchos historiales clínicos.
2. Límites de la definición de urgencia psiquiátrica
Aquel médico airado que dibujábamos al inicio como un
profesional al borde del burnout, anhela en su fuero interno
los árboles decisionales y protocolos de actuación que tanto
agilizan el trabajo en otras disciplinas y de cuya insuficiencia
adolece la psiquiatría. No dudará en la contención de una
agitación maníaca, ni se dejará engañar por una pseudocrisis comicial en una paciente histérica. Sabrá incluso descartar una patología cardíaca, una hipoglucemia o un embolismo pulmonar en un paciente en pleno ataque de pánico, tratándolo llegado el caso mediante un ansiolítico. Pero no
podrá por menos que sentirse extraño ante la demanda de
ayuda de quien, sin que su vida corra peligro, acuda a urgencias con el sólo riesgo de ver desmoronarse sus seguridades,
creencias, defensas, valores o vínculos. Y, claro, protestará:
«esto no es una urgencia», sin que pueda defender éticamente tal reacción. Una sociedad que se pretende «del bienestar» no puede soslayar la atención de los hijos del malestar
que induce si no es al precio de escotomas o negaciones cuyo
cinismo cobra en ocasiones el brillo de lo escandaloso.
Como no puede ser de otra manera, se diagnostica lo que ya
se conoce. Que es lo mismo que decir, con Wittgenstein, que
el límite de lo nombrable es el horizonte de nuestra mirada
como clínicos. No objetaríamos nada al respecto de no ser
porque, en el caso concreto de la urgencia psiquiátrica, esta
circunstancia instala una paradoja insoslayable desde su
misma definición. La cuestión no radica ya en que sólo se
pueda tratar lo que en el zeitgeist actual se identifique como
trastorno o enfermedad, sino que, llevado el concepto a sus
últimas consecuencias, hablar de urgencia sin tener en cuenta la subjetividad nos aboca a una tautología estéril. Sigamos
este camino partiendo de la definición de emergencia psiquiátrica que aparece en los principales tratados sobre psiOriginales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
quiatría, por ejemplo la de Kaplan en su sinopsis: «un trastorno grave del estado de ánimo, el pensamiento o la conducta que requiere de atención inmediata». La urgencia psiquiátrica se ve, por un lado, limitada por la nosografía. No
hay urgencia donde no hay, al menos, la intuición diagnóstica de un «trastorno», que, además, debe ser «grave». Por
otro lado, no hay urgencia donde no se requiere una «atención inmediata». O, de otra manera, es urgente lo que puede
ser atendido en el aquí y ahora. Con lo que de esta definición quedan excluidas situaciones tanto o más amenazadoras para el sujeto que las clásicamente descritas. La perplejidad psicótica o la angustia vaga de un neurótico a punto de
tomar una decisión vital pueden, para la psiquiatría, ser tratables en un segundo tiempo. Pero una psiquiatría que tenga
en cuenta el concepto de «urgencia subjetiva» sabe que son,
precisamente, el momento más crítico, sin cuya adecuada
atención el regreso al statu quo ante, el «restablecimiento»,
no modificará en nada la posición subjetiva ni prevendrá
ninguna recurrencia. Y esa atención no parece poder darse
de forma sincrónica, puntual, sino que exige un despliegue
en el tiempo. Llevada al absurdo, la definición de urgencia
psiquiátrica recuerda a la que Stern dio de la inteligencia:
urgencia será lo que debe ser atendido de forma urgente. Es
decir, lo que pueda reconocerse y, por ende, resolverse.
Paradójicamente, y sin que la posición del sujeto se haya
modificado más que en el espacio, un paciente internado
por ideación suicida dejará de ser «urgente» para pasar a
estar «en tratamiento». La urgencia finaliza ni más ni menos
que cuando termina la atención por el servicio de urgencias
y es derivado a otro dispositivo.
3. Oferta y demanda
Para encontrar el origen de la atención urgente a los pacientes mentales debemos retroceder a principios del siglo XX,
cuando el ejército ruso, enfrentado a Japón, comienza a tratar en la retaguardia del campo de batalla las secuelas psíquicas de los combatientes como forma de restablecer su
salud para que pudieran ser devueltos al frente. Esta práctica, que luego adoptaría el ejército estadounidense en las
sucesivas guerras mundiales y más tarde se generalizaría
como forma de atención de las neurosis traumáticas, viene
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
marcada desde su inicio por, al menos, dos ideas: la de utilidad y la de recuperación. Sobre la utilidad en general, y
pecando voluntariamente de suspicaces, no nos parece que
sea mala estrategia preguntarse de entrada para quién ha de
resultar útil tal o cual medida.
Un servicio de urgencias no puede, en ocasiones, desplazar
la obligación de intervenir en un caso, por ejemplo, de agresión. Pero el tantas veces invocado «riesgo para sí o para terceros» sólo contribuye a distanciar aún más la demanda original, si es que ésta parte del sujeto, para acercarla a los límites de lo legal, de la psiquiatría como guardiana del orden
social. Papel que asumió con gusto entre finales del XIX y
principios del XX, pero del que bien le valdría cuidarse hoy
en día. Sabemos que los alienistas de aquellos años, perdida
la fe en los tratamientos disponibles y hacinados los psicóticos crónicos en los depósitos manicomiales, encontraron una
forma de justificar su disciplina: los peritajes psiquiátricos. Si
no como terapeutas, podían postularse como higienistas o
defensores del orden social. Hoy en día, la compulsiva búsqueda del origen genético de las más abigarradas manifestaciones de la psique humana puede llevarnos de nuevo a una
situación parecida. Consideramos, pues, sospechosa una
«utilidad» que no se desprenda directamente de la historia
del sujeto y que no lo tenga a él mismo por fin. La noción de
urgencia subjetiva abre esa posibilidad, sin que por ello quienes la defendemos nos consideremos exentos de la obligación deontológica de intervenir en determinados casos. Se
trata, simplemente, de luchar contra demandas «creadas»,
nacidas no del pathos individual sino de la oferta de la salud
mental como objeto de consumo. Y aún más, de no acoger
determinadas peticiones, a las que cada vez estamos más
acostumbrados en los servicios de urgencias, que van desde
la simple disculpa, a la renuncia a la propia responsabilidad
con la excusa, hija de la mauvoise foi, de tal o cual patología
mental.
Por otro lado, habíamos mencionado la idea de «restablecimiento» como uno de los pilares en que tuvo su origen la
atención urgente del enfermo de neurosis de guerra. La
recuperación de la «homeostasis», de la estabilidad, de una
supuesta paz sostenible fuera de la crisis, tiñe los objetivos de
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Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
las intervenciones urgentes en la psiquiatría. Considerar, con
Lacan, que ni el goce, ni el deseo ni el propio cuerpo tienden
a otra cosa que al conflicto y la inestabilidad, y que la única
salida posible de la repetición es saber arreglárselas con esos
desarreglos constitutivos del alma, puede y debe contribuir a
una mejor atención de las patologías mentales agudas. Una
psiquiatría que sepa escuchar, también, la urgencia subjetiva
allí donde ésta aparezca (sea o no en la guardia de un hospital) podrá, llegado el caso, hacerse cargo de otra forma de
demandas que, en muchas ocasiones, no llegan a existir o se
pierden en los laberintos burocráticos de la institución. No se
trata de que el concepto de urgencia subjetiva desplace al de
urgencia psiquiátrica, sino de que lo amplíe, corrija y complete. Considerar urgente la atención de determinados
«momentos fecundos» de una biografía no puede sino enriquecer la clínica y redundar en beneficio del que sufre. Y
puede, además, prevenir que la oferta monopolice la demanda hasta el punto de enterrar al sujeto bajo promesas inalcanzables de felicidad.
4. Emergencia, urgencia y crisis
Como se intentó plantear más arriba, deberíamos considerar que, de haber urgencia, ésta ha de situarse del lado de la
demanda. Por eso nuestro médico protestaba por los pasillos:
se veía también urgido, pero no sabía muy bien a qué por
carecer de herramientas de escucha y una oferta de respuestas para afrontarlo. Como forma de resolver este punto débil
de la asistencia, del lado de la oferta se ha intentado incluso
gradar la intensidad del conflicto: la «emergencia» comportará casos en que haya un compromiso vital; la «urgencia»
casos en que sólo se advierta un riesgo para la salud mental;
y la «crisis» situaciones psicopatológicas más o menos agudas en que la asistencia puede ser demorada y que, además,
exige una actuación que excede los límites sincrónicos de los
servicios de guardia. Parece que la saturación de estos dispositivos, la recurrente queja de los pacientes que «no
encuentran lo que buscaban» o «no se sienten atendidos»,
los fenómenos de «puerta giratoria» y el fracaso de la respuesta exclusivamente farmacológica, han acabado por
inducir algunas novedades asistenciales que incluyen el despliegue en el tiempo de una atención cuya condición sincró162
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
nica empieza a parecer más un obstáculo que una ventaja.
Por ello, hace años que comenzaron a surgir, más en centros
privados que en públicos, «unidades de crisis», de «hospitalización breve», teléfonos o consultas que funcionan las 24
horas para el seguimiento de estos pacientes...
Nos parece que la multiplicación de dispositivos es más un
síntoma del problema de la urgencia que una solución. La
razón de un libro como éste es mostrar con ejemplos prácticos y defender en el plano teórico cómo la «urgencia subjetiva» puede darse en cualquier marco, y no sólo en unidades
de emergencia o de crisis. Sólo si se reconoce podrá ser atendida. La misma etimología de los diferentes términos bajo
los que se pretende ubicar ese sufrimiento agudo, nos pone
sobre la pista de a qué nos referimos y cuales son los matices
que separan una forma y otra de ver el problema.
Si por emergencia entendemos «lo que emerge», un «suceso
o accidente que sobreviene», nada nos impide entonces
entenderla como la irrupción de algo inesperado, para lo
que el sujeto no cuenta con armas que lo protejan. En la
orientación lacaniana se defiende que lo que irrumpe es un
real. Si nos decidimos por el término urgencia, el diccionario de la RAE nos permite entenderla, en su segunda acepción, como «necesidad o falta apremiante de lo que es
menester para algún negocio». Algo que falta, que pueden
ser, por ejemplo, las mismas palabras para las que no hay
tiempo en la urgencia psiquiátrica. Aun más, y sobre esto
hablaremos más adelante, si preferimos entender este tipo de
situaciones como crisis, basta con leer la definición para descartar que el objetivo pueda ser el «restablecimiento».
Donde el RAE dice «mutación considerable que acaece en
una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el
enfermo», debe leerse al pie de la letra y hacer hincapié en
su valor mutativo, de cambio, de momento bisagra en cuyo
horizonte se dibuja una mejoría o un agravamiento, lo que
da cuenta de su carácter decisivo. En lugar de recuperar la
homeostasis, es el instante preciso en que el sujeto puede
intentar hacerse con la radical falta de ella.
En las siguientes líneas, y atendiendo a esta apertura conceptual y clínica, vamos a trazar algunos rasgos de la urgenOriginales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
cia psiquiátrica para confrontarlos con los de la urgencia
subjetiva.
5. Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
La cualidad eminentemente sincrónica de la primera, ya
señalada, determina toda una serie de características que
impiden que el sujeto que consulta pueda elaborar un discurso sobre su sufrimiento. En propiedad, para que se dé ese
discurso hace falta que se abra la posibilidad de un discurrir
que no tiene lugar en la inmediatez de la entrevista de guardia. La dimensión diacrónica de la atención a la urgencia
subjetiva nos parece el primer rasgo diferencial a señalar, y
la raíz de buena parte de los siguientes. Que el psiquiatra,
detectada una constelación sintomática determinada, haya
de formular un diagnóstico presuntivo, obliga a cristalizar al
sujeto en una descripción. No hay posibilidad para que a
partir de ella se produzca una narración que permita ubicar
al sujeto que enuncia, desplegando así lo que verdaderamente se entiende por síndrome, es decir, aquello que «discurre junto». Por otro lado, la urgencia psiquiátrica, muchas
veces dificultada por el estado de conciencia, afectivo o volitivo de paciente, ofrece al médico en ocasiones un relato
coral sobre la historia del trastorno. La familia, otro médico
o la misma policía son a veces las únicas fuentes de información de que se dispone, dificultando de nuevo que se pueda
rastrear la huella del sujeto en su propia historia.
El psiquiatra, una vez dispone de una impresión diagnóstica
que lo oriente, empleará el resto de la o las entrevistas en
construir la respuesta que el paciente, o muchas veces la
sociedad, le exige. Obtura con ello la posibilidad de que lo
construido en ese momento fecundo que es la urgencia sea
una pregunta, algo sin duda mucho más genuino y más
representativo del lugar en que el discurso del paciente falla.
Sucede, además, que el catálogo de respuestas que pueden
darse en una consulta urgente es forzosamente limitado, y
casi nunca puede decirse de ellas que son específicas para el
sujeto tomado en su singularidad. Abundando en ello, se
puede sostener que, en una situación de urgencia subjetiva
no sólo se construye una pregunta y se evita una respuesta
apresurada, sino que siquiera ésta es el objetivo final. En nin164
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
gún caso se puede afirmar que ésta tenga que venir por fuerza del lado del terapeuta, y en ocasiones lo único que este
ofrecerá será una opción ética: la de la elaboración en lugar
del acto, la de la palabra en lugar del don (sea éste un psicofármaco o un consejo).
La urgencia psiquiátrica tiene como fin, por tanto, un diagnóstico aproximado y un tratamiento acorde con él, que es a
lo que hemos llamado respuesta. La urgencia subjetiva, al
permitir en la diacronía que el sujeto elabore un discurso,
cuenta con más armas para intentar un diagnóstico estructural. Lo cual significa también saber reconocer en virtud de
qué «decisión insondable» ha llegado el sujeto a esa situación y valorar el riesgo que corre no en función de modelos
de curso predeterminados o criterios estadísticos, sino devolviéndole la responsabilidad sobre el discurrir del proceso.
Aún más, y en esto la diferencia es radical en ambas formas
de atención de lo urgente: el tratamiento entendido como
respuesta no es el fin de la urgencia subjetiva. Tomando el
caso por caso como una posibilidad abierta para que sea formulada esa pregunta original, se puede dar la paradoja de
que el mismo estado de urgencia sea el tratamiento adecuado para un exceso de sentido y una sobreabundancia angustiante de respuestas.
6. Psiquiatrizar lo subjetivo o subjetivar lo
psiquiátrico
Un paciente psiquiátrico puede estar perfectamente descompensado, y en medida tal que a la situación se la pueda
calificar de urgente. Sin embargo, éste puede no sentirse
urgido en lo más mínimo. Y a la inversa, un paciente puede
hallarse sumido en la más terrible desesperación sin que se
le ocurra consultar con un psiquiatra. Aún más, puede que
en la consulta de guardia, adonde supuestamente deben
concurrir las emergencias, sea rechazado mediante las siempre efectivas armas de la derivación o la prescripción apresurada. Los casos extremos tienden a ser los más demostrativos y, sin embargo, incluso en ellos encontraremos que hay
toda una zona común entre las urgencias psiquiátricas y subjetivas. Un psicótico «sin conciencia de enfermedad», incluso habiendo sido llevado a la consulta por la policía, puede
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Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
estar lo suficientemente angustiado como para iniciar, en ese
preciso momento, un tratamiento, por muy delirante que sea
la hipótesis sobre el origen de su malestar que haya llegado
a elaborar. En ese sentido, la respuesta apresurada o limitada al psicofármaco puede obturar una incipiente transferencia con un equipo de salud mental. El ejemplo radicalmente
contrario lo constituye quizá el del neurótico que, perfectamente de acuerdo con ser tratado, rechaza cualquier implicación en la génesis de su sufrimiento y exige de la institución que calme su angustia con una solución rápida. Ante la
crisis, en el preciso instante en que estalla el cristal que en la
metáfora freudiana es el aparato psíquico, y deja ver su
estructuración en sus líneas de fractura, hay pacientes que
apostarán por el sentido que aporta el saber médico o psicológico o el simple reproche al prójimo, protegiéndose así de
su propia responsabilidad en cuanto sujetos. Transformar
una urgencia psiquiátrica en urgencia subjetiva consiste no
sólo en dar un espacio diacrónico para que el sujeto pueda
elaborar algo sobre su pathos, sino, en cierta medida, «paranoidizar» al sujeto. La angustia, como «afecto que no engaña», que concierne siempre y no puede atribuirse a otro,
será la guía que permita llevar al sujeto a asumir que «eso»
que le pasa depende de él, y lo desplace de la cómoda y estéril queja y del siempre beneficioso heterorreproche. Así vista,
la urgencia subjetiva es una forma de tratamiento desde su
inicio, y no sólo la puerta de entrada a una terapia.
El caso contrario al recién descrito sería el de la angustia
inaugural del paciente que debuta en la psicosis. El trema, la
conciencia de vaga significación, la esquizoforia o cuantos
nombres se hayan propuesto para el momento de perplejidad que precede a la fragmentación o al delirio es quizá el
momento en que la angustia muestra su cara más autorreferencial y el sujeto se encuentra en mayor medida urgido,
inmerso en el peligro de su misma disolución. De nuevo la
angustia, si nos hemos dejado guiar por ella, ha sido la llave
para un diagnóstico de estructura, revelando lo riesgoso de
haber procedido con excesiva celeridad y haberla tratado a
nivel sintomático, permitiendo que el sujeto se pierda camino de la siguiente derivación o, en algunos casos, en la tensa
soledad de la lista de espera.
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
7. Psicofármacos y urgencia subjetiva
Como hemos intentado mostrar, la urgencia subjetiva no se
da forzosamente en el marco de una consulta de urgencias.
Una «asistencia flotante», una flexibilidad suficiente de la
escucha allá donde el sujeto está dispuesto a hablar exige
también dispositivos y modos de intervención adecuados a
tal fin. Si pretendemos llevar a sus últimas consecuencias el
paralelismo entre urgencia psiquiátrica y subjetiva, no podemos dejar de lado, al menos, otro de los territorios en que
ambas se superponen.
De entre las intervenciones que se dan en la primera, hay
una que el testimonio desencantado de los pacientes y la
duda reconocida de nuestros colegas hace que merezca el
calificativo de crítica. Hablamos de la prescripción farmacológica, pero nuestra intención no será en ningún caso proponer una alternativa a las recomendaciones de guías clínicas, tratados y monografías sino más bien, como hemos
venido haciendo, confrontarlas con las indicaciones que pueden surgir de esa propuesta clínica y ética que es el concepto de urgencia subjetiva.
Se habrá advertido ya que la misma concesión de un espacio para la subjetividad en la consideración de la urgencia
obliga a torsiones técnicas nada amigas de la ortodoxia. Nos
ubicamos, pues, más cerca del arte y de la invención, en sentido psicótico si se quiere, que del protocolo. Cada caso, allí
donde se muestre en forma de sujeto urgido será la única
guía con la que podamos contar. Esto no está reñido, empero, con el establecimiento de dos focos que merezcan nuestra atención como paso previo a cualquier medida farmacológica. Estos dos focos son lo insoportable y la angustia.
Creemos poder afirmar que, sin la valoración previa de estos
dos factores, la prescripción, aunque acertada o útil, excluye
al sujeto y a la urgencia que porta. La angustia será la diana
del tratamiento, y lo insoportable, el umbral más allá del
cual ésta dejará de ser la guía que proponíamos más arriba
para convertirse en el más arduo de los obstáculos. De esto
que hemos llamado insoportable bastará decir que exige de
toda esa pericia técnica en la exploración y la escucha que
más arriba hemos llamado arte y que no hace tanto tiempo
Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
se exigió a cualquier médico. No de otra manera creemos
que pueda aprehenderse ese límite cuantitativo, esa dificultad económica en la vida anímica. Mantener al sujeto bajo
ese umbral convierte a la angustia en blanco de cualquier
intervención farmacológica, pero sólo en la medida en que
así se facilite que el sujeto diga. Nos movemos entonces entre
el rango de lo insoportable y ese otro nivel que habíamos llamado de «paranoidización» del sujeto. Se tratará de mitigar
el sufrimiento sin acallarlo, de aliviar sin ocultar.
Es ésta una apuesta ética por la palabra de cuyas dificultades
se derivan directamente las tres principales indicaciones de
tratamiento farmacológico. Allí donde la alteración comportamental sustituya al decir, y en especial si se trata de un cuadro de agitación y agresividad, la medicación será insoslayable. Si un insomnio pertinaz llega a interferir en la capacidad del paciente de elaborar lo que le ocurre, habrá de procurársele un sueño reparador. Y si es la angustia la que impide por sus repercusiones psicofisiológicas que el discurso del
paciente se inicie o prosiga, se debe apuntar a su reducción,
precaviéndonos siempre de perder, al suprimirla del todo,
esa única guía que, decíamos, nos puede poner sobre la pista
de un sujeto en urgencia.
Como arte, como invención, esta propuesta no admite corsés, pero sí sugerencias. Un breve recorrido por las familias
farmacológicas más utilizadas puede ser útil para finalizar.
Siempre atendiendo a la angustia, el insomnio y la alteración
conductual como obstáculos principales de la palabra, nos
parece que la ansiolisis, una cierta sedación, es el objetivo
único de la prescripción de psicofármacos en una urgencia
subjetiva. Podríamos así excluir de entrada los antidepresivos y eutimizantes de un catálogo inicial de indicaciones. No
sólo la escalada posológica y latencia en la respuesta que
requieren los desaconsejan, sino que no se nos antojan las
armas más efectivas para la mitigación inicial de la angustia.
Podríamos aceptar, eso sí, el uso de antidepresivos de perfil
sedante, por una acción inmediata anticolinérgica o antihistamínica. Mirtazapina, mianserina, trazodona o algunos de
los viejos tricíclicos pueden cumplir esa misión. De las otras
familias de fármacos, nos parecen especialmente recomendables para la reducción de la angustia, la inducción del
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Originales y revisiones. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Urgencia psiquiátrica y urgencia subjetiva
sueño los ansiolíticos e hipnóticos benzodiacepínicos y los
neurolépticos sedantes. De los primeros recomendamos, en
principio y si la exigencia de una respuesta rápida no es
demasiado acuciante, las benzodiacepinas de vida media y
media-larga. De los segundos, desde los clásicos (clorpromazina, clotiapina, etc.) hasta los atípicos que cumplan con ese
perfil (olanzapina, quetiapina...). La contención química de
la agitación psicomotriz se abordará tal y como recomiendan las principales guías clínicas, sin perder de vista que el
objetivo es la posibilidad de un discurso y no el silencio de
una falsa paz psicotrópica. En este caso, la posología de los
neurolépticos o ansiolíticos utilizados debe ser ajustada al
inicio y durante el tiempo de prescripción cuantas veces sean
necesarias para que la angustia no supere el mencionado
dintel de lo insoportable ni pierda, por exceso de celo en su
tratamiento, su cualidad de motor, de vía regia hacia el cuestionamiento subjetivo.
Hemos de subrayar, a modo de conclusión, que si la urgencia la marca el sujeto, lo mismo ha de suceder con la indicación, y que los consejos arriba vertidos sólo tienen calidad de
tales si se ha atendido el caso desde una perspectiva genuinamente subjetiva.
Bibliografía
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Grama, 2006.
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Ed. Barcelona, Masson, 1980.
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Aires. Hormé, 1977.
4. Guimón, J.; Dávila, R.; Andreoli, A. (Eds.): Crisis y contención. Del estrés al equilibrio psíquico. Madrid. Eneida, 2008.
5. Huertas, R.: El siglo de la clínica. Madrid. Frenia, 2004.
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6. Kaplan, HI.; Saddock, BJ.: Tratado de psiquiatría. 6ª Ed.
Buenos Aires. Intermédica, 1997.
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et la demande». Psychanalyse à l’Université, tomo 15, nº 57.
París. Enero de 1990.
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http://www.psiquiatria.com/articulos/psicosis/20303
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A propósito de...
Agosto 2009 (50 años de Hospital
Psiquiátrico en Toén)
lunes 31 de agosto de 2009
David Simón
El diario «La Región» con fecha 25 de
julio de 1959 anunciaba que «El doctor
don José Fernández Turégano,
secretario general del Patronato Nacional de Asistencia
Psiquiátrica, visitó el Sanatorio de Toén, que empezará a
funcionar el próximo 15 de agosto, acompañado del doctor
Freijanes Malingre, jefe provincial de Sanidad; el doctor
Cabaleiro, director del Sanatorio; el doctor Téllez Carrasco,
médico ayudante del mismo; el señor Rodríguez de Dios,
presidente de la Diputación; y el señor Conde Fidalgo,
arquitecto director de la obra. El Sanatorio acogerá
inicialmente a un total de 160 enfermos varones de la
provincia de Orense, todos ellos de los considerados
recuperables, y cuenta con unas estupendas instalaciones
aprovechando los antiguos pabellones construidos en
principio para leprosería y adaptados ahora a su nueva
función».
Los primeros enfermos llegaron al Hospital el 27 de agosto
de 1959, trasladados desde el terrible «Manicomio de
Conjo» (más de 1.500 enfermos con sólo dos psiquiatras...
Era propietaria la Iglesia compostelana). Cuelga en la
entrada del blog una foto de esos enfermos y de sus
cuidadores (auxiliares psiquiátricos) de esa fecha. Nunca
llegó a tener Toén más de 160 enfermos (hasta 1982 sólo
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Agosto 2009. 50 años de Hospital Psiquiátrico en Toén
ingresaban varones... esa es otra historia). Mucha Historia e
historietas se juntan en este Sanatorio-manicomio-hospital
psiquiátrico de Toén, y sobre algunas de ellas volveremos en
este blog en el futuro, aunque dejo un enlace a un trabajo de
hace unos años:
(http://www.ourensedixital.com/hospi_rural/index.htm).
Dejo también un enlace a un vídeo de la televisión de
Galicia emitido en agosto de 2009 en el que se da cuenta de
una las novedades terapéuticas (terapia asistida con
animales) que el equipo de facultativos psiquiatras y
psicólogos del hospital ha introducido en los últimos dos
años en el abordaje de la recuperación de los enfermos
mentales que allí ingresan:
(http://agalegainfo.crtvg.es/videos/?emi=8396&corte=200
9-08-21&hora=13:33:23&canle=tvg1 ).
El destino futuro de las Unidades de Rehabilitación
psiquiátrica y Cuidados Especiales (que son las que
permanecen abiertas a día de hoy en el Hospital de Toén)
parece que ahora está en revisión respecto a lo planificado
por el gobierno bipartito entre 2005-2009. Dicho proyecto
incluía el traslado de las mismas a un edificio nuevo en el
Hospital de Piñor, en un entorno más sanitario y con apoyo
de otros servicios como Medicina interna-geriatríaRehabilitación y Medicina Fisica. Lo planificado por el
Sergas «bipartito», profundizaba en una inteligente y
novedosa propuesta ya presentada en Servicios Centrales de
la Consellería a finales de 2004 o primeros del 2005 por el
último gerente CHOU bajo gobierno de la Xunta de la «era
Fraga».
En el verano de 2008 ya había un Plan funcional escrito
para un nuevo edificio de Rehabilitación Psiquiátrica en
Piñor y visado por máximas autoridades Sergas en Santiago.
Todo el proyecto estaba además integrado en el nuevo Plan
Director del Complexo Hospitalario de Ourense (CHOU) y
en el marco del Plan Estratéxico de Saúde Mental de la
Consellería de Sanidade/Sergas. Tenía una clara vocación
de acercar los servicios de salud mental al sistema
hospitalario sanitario general (siguiendo líneas estratégicas
legisladas ya en la ley General de Sanidad y la Ley de Saúde
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Agosto 2009. 50 años de Hospital Psiquiátrico en Toén
de Galicia, y perfiladas en diferentes iniciativas del
Ministerio de Sanidad y de la Unión europea), potenciando
una red de dispositivos extrahospitalarios de atención a la
salud/enfermedad mental que permitiese la alternativa a los
dispositivos manicomiales). No dio tiempo a licitarlo antes
de las elecciones autonómicas. A ver qué ocurre ahora... El
tiempo dirá.
Mientras tanto, felicidades por medio siglo de hospital y
enhorabuena a todos los que han trabajado allí –a veces en
condiciones muy precarias, otras siendo vanguardia
innovadora– tratando de ofrecer los mejores cuidados que
sabían o podían a los enfermos que por allí pasaron.
www.diariodeunmedicodeguardia.blogspot.com
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Pinacoteca psiquiátrica:
1959-1990. La colección del
Hospital de Toén1
Alcira Cibeira Vázquez, David Simón Lorda
Complexo Hospitalario de Ourense.
El hospital y sus particularidades. Contexto. Una
historia
1959 es el año en que se inaugura el Sanatorio psiquiátrico
de Toén en Ourense, perteneciente al P.A.N.A.P. El psiquiatra Manuel Cabaleiro Goás es nombrado Director Médico.
Tenía 150 camas exclusivamente para hombres, con un perfil de «recuperables» (Simón Lorda, 2005).
Los primeros años el enfoque era neuropsiquiátrico «duro».
A partir de mediados de los 60 aparece una gran inquietud
por la psiquiatría social y la Higiene Mental. El período que
abarca de 1971 a 1975 se inicia una asistencia psiquiátrica
sectorizada extrahospitalaria. En el 75 Cabaleiro tiene que
delegar funciones por el inicio de una enfermedad, fallece en
1977, su proyecto queda inacabado (Simón Lorda, 2005).
En los años 80 se desarrolla la Ley General de Sanidad, con
importantes avances en tema de legislación pero se produce
un estancamiento inversor y asistencial en el hospital.
1 Texto y obras presentadas para el catálogo de la exposición: «Pinacoteca
psiquiátrica en España, 1917-1990», organizada por la Universidad de Valencia
del 22 de octubre del 2009 al 24 de enero del 2010 en la sala Estudi GeneralLa Nau (Valencia). Comisaria: Ana Hernández Merino.
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Pinacoteca psiquiátrica: 1959-1990. La colección del Hospital de Toén
En torno al año de inauguración de Toén se producen varias
iniciativas y publicaciones que despertaron el interés de los
profesionales que trabajaban en los hospitales psiquiátricos,
por las expresiones artísticas de los que allí estaban ingresados. El pionero fue Prinzhorn, historiador del arte y psiquiatra, que en los años 20, escribe un tratado sobre la actividad
artística de los enfermos mentales y reúne una colección en
Heidelberg, Alemania. En los 40, Dubuffet visita diversos
manicomios suizos y adquiere las obras que formarán en los
60 la colección de Art Brut de Laussane. En París, en el
Sainte-Anne, los médicos alentaban la pintura entre los
enfermos, en 1950 se organiza la Exposición Internacional
de Arte Psicopatológico, coincidiendo con el primer
Congreso Mundial de Psiquiatría, a ella acudieron psiquiatras españoles como Lafora y sobre ella escribió Robert
Volmat (1956). En 1954 J. Delay crea en el Sainte-Anne el
esbozo de lo que sería el Centro de Estudios de la Expresión,
el departamento de Arte Psicopatológico y el Centro de
Documentación sobre Artes Plásticas. En 1959 se funda la
Sociedad Internacional de Psicopatología de la Expresión
(SIPE) de la que fue presidente Volmat (Hernández, 2008).
En España, el panorama es menos esperanzador, el interés y
las publicaciones fueron escasos y fundamentalmente estaba
centrado en el valor diagnóstico de las producciones. Alguna
de las iniciativas españolas vienen de la mano de Mira i
López y de Escudero Valverde y surgen publicaciones como
el libro Pinacoteca Psiquiátrica que contenía láminas con obras
artísticas de pacientes del Departamento de Terapéutica
Ocupacional Artística de la Clínica Psiquiátrica
Universitaria de Barcelona dirigida por R. Sarró y J. Obiols.
Cabaleiro realiza estancias de varios meses durante la década de los 50 en países e instituciones que hemos nombrado
como centros neurálgicos de las iniciativas (Francia, Suiza,
Alemania) y con alguno de los protagonistas relevantes
(Delay en el Sainte-Anne, por ejemplo). Además, Volmat,
Mira i López, Lafora, Escudero Valverde… son autores que
forman parte de sus fondos bibliográficos.
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Laborterapia. Inicio de la colección
Cabaleiro en Problemas actuales de las psicosis esquizofrénicas
(1954), dedica un capítulo completo a la psicoterapia y la
laborterapia, en el que recuerda su concepción organicista
de la enfermedad mental, para acto seguido conceder un
papel «muy valioso» a las mismas «como complemento de
las terapéuticas somáticas». Partidario de la aplicación del
método de Hermann Simon (1937), propugnaba la laborterapia como medio para la rehabilitación de los esquizofrénicos (Dualde, 2004). La influencia de H. Simon pudo incidir
positivamente en algunos casos en la asistencia a los enfermos sentando las bases del tratamiento ocupacional, pero no
favoreció la utilización del arte como terapia (Hernández,
2007). Desde una óptica contrapuesta, Mira i López, estudia
la pintura de los enfermos mentales. Le interesó el uso clínico de la actividad artística espontánea por su valor proyectivo. Señala que la actividad creadora no debe confundirse
con la terapia ocupacional. La primera es libre y expresiva,
útil para comprender la dolencia; la segunda caracterizada
por la función de creación manual para disciplinar la mente
(Hernández, 2007). Otros de los autores que se interesaron
por las pinturas de los enfermos mentales a principios del
SXX en España fueron: Pérez Valdés, Lafora y Pérez
Villamil. Este último autor, maestro de Cabaleiro, hace referencia a las pinturas psicopatológicas en un texto del año
1933 (Hernández, 2008) y en 1941-42 en su Manual de
Psiquiatría, refiere en el texto que a través de los dibujos, pinturas, construcciones, etc.
«Es posible llegar a conocer contenidos inconscientes de
estos enfermos que se simbolizan en imágenes de expresionismo arcaico, engendradas merced a las actividades mágicas del pensamiento, y aún al borrarse los límites entre los
planos del yo y del ambiente es posible al enfermo, tantas
veces, representarse a sí mismo. Por eso, son los trabajos realizados por los esquizofrénicos aquellos que tienen un valor
más alto. La literatura sobre estas cuestiones es extraordinaria y profusa, mereciendo en nuestra patria consideración
especial los estudios realizados por el Dr. Lafora sobre trabajos de sus enfermos».
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¿Dónde se sitúa Cabaleiro y, por tanto, dónde se sitúa Toén?
¿Tratamiento ocupacional o pintura psicopatológica?
Explícitamente, en el texto que hemos mencionado de 1954,
la línea del hospital se sitúa del lado de la teoría de H.
Simon. Además en las Memorias anuales del Sanatorio, se
desarrolla extensamente uno de los epígrafes: «laborterapia», en el que se ve, claramente, la influencia de dicha teoría. Tanto en el texto del año 54 como en otros textos revisados de su obra, no hemos encontrado referencias a las
publicaciones de Mira i López o Villamil sobre pintura psicopatológica pero su biografía está muy unida a la de estos
dos autores por lo que su influencia, también en este campo
está asegurada. Cabaleiro se forma con Villamil, éste sentía
gran aprecio científico y personal por Mira y así se o transmite a su alumno. Estudioso de los textos de Mira, Cabaleiro
le conoce personalmente en Zurich en 1957 y se mantendrán en contacto desde entonces (Simon Lorda, 1999).
El análisis a través de lo revisado de la obra escrita de
Cabaleiro, nos llevaría a situarnos del lado del tratamiento
ocupacional pero el Director del sanatorio ansiaba introducir una línea de trabajo «ocupacional-terapéutico-artística».
Se puede realizar esta afirmación por las pinturas y esculturas que se conservan desde los años 60; por la influencia de
autores fundamentales en este campo en su vida y obra; por
los testimonios que aportan los monitores de taller:
«Cabaleiro promovió la creación artística como actividad
terapéutica (…) y creó un taller terapéutico para que se
desarrollasen las actividades artísticas de los pacientes»
(Martínez, F. 2009); y por las descripciones de las memorias
anuales:
«Nuestro esfuerzo por ampliar el taller de artes plásticas no
se ha visto coronado por el éxito por razones de espacio y de
falta de medios materiales, pero, por el contrario, este taller
ha podido ofrecer durante el año a nuestros pacientes las
más amplias posibilidades expresivas y técnicas como la tala
de madera, modelado de barro, bronce, piedra, escayola y la
pintura en casi todas sus gamas. Todo ello nos ha hecho pensar en la posibilidad de hacer exposiciones periódicas»
(Memoria Sanatorio psiquiátrico de Toén, Orense. Año 1977).
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Poco a poco, como en muchos otros centros que tenían talleres similares, las pinturas y esculturas fueron formando una
colección de arte psicopatológico.
El taller. Los maestros. El espacio
Desde la apertura y durante los años 60, la actividad ocupacional era una parte importante de la terapéutica. El 90% de
los pacientes procedían del entorno rural y por ello las actividades que contaban con mayor asistencia eran las relacionadas con la agricultura (granja y huerta) y jardinería.
Durante estos años, hasta mediados de los 70, los
jefes/maestros de taller Magín Domínguez y Celso
Carpintero, desarrollaron actividades de cestería, carpintería, alfarería, encuadernación… con un criterio más artesanal que empresarial o artístico.
Entre 1971 y 1975 se produce un período de reforma en
Toén, con la sectorización llegan otros cambios que introducen algunos elementos terapéuticos y artísticos muy modestos y menores. El PANAP contrata cinco «hermanos holandeses» de la Congregación de Nuestra Señora de Lourdes,
especializados en la asistencia a enfermos mentales en
Bélgica desde el s. XVIII, a los que se les encomendó la formación y dirección del personal enfermero y auxiliar y de
todo lo referente a la laborterapia (Informe, 1972). En 1973
se pone en marcha la revista «La chispa» con los religiosos
Rietkerk y Grondhuis, secretario y tipógrafo respectivamente. La publicación «pretende tener carácter formativo, informativo y recreativo», en palabras de Cabaleiro en el prólogo
del primer número. Se abordan temas de la vida cotidiana
de la institución (celebraciones, onomásticas…). Para
Goffman se trata de una de las formas más comunes de
«ceremonia institucional»; los colaboradores deben de
seguir la ideología oficial y exponerla a sus iguales. Se publican, dibujos, poesías, chistes… en los que lo que prima es el
mensaje y la información a transmitir, por tanto, las iniciativas artísticas quedan para otros espacios. Pero como suele
ocurrir ante la supervisión y censura, la necesidad de ser crítico hace que puedan surgir en ocasiones escritos e historietas gráficas interesantes con alusiones veladas o indirectas.
En el taller, además de los objetos de artesanía, los hermaA propósito de... Siso nº 48-49. Invierno 2009
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nos favorecen la realización de otras iniciativas que impulsan
la actividad creativa. Hoy se conservan varios mosaicos en
los que se empleaban materiales orgánicos que están en proceso de restauración en el taller particular de Florencio de
Arboiro.
El arranque y mantenimiento de la actividad «ocupacionalterapéutico-artística» se produce a partir del año 1976. En
estos momentos había tres talleres: el de carpintería, el de
encuadernación (el más antiguo) y el de terapia ocupacional.
En la memoria de ese año se refleja:
«Una de las labores más interesantes en la rehabilitación de
los pacientes del Sanatorio de Toén es la que se lleva a cabo
en el Taller de Terapia Ocupacional (artes plásticas) en el
que se realizan trabajos de moldeado en barro, talla en
madera y pintura. Es aquí donde el proceso terapéutico
rehabilitador de la laborterapia obtiene sus mejores frutos y
por ello sería interesante potenciarlo al máximo».
Se hace cargo de este taller Florencio Martínez, conocido
como Florencio de Arboiro (escultor y etnógrafo vocacional); en el «taller de terapia artística», como él lo denomina,
el proceso de expresión curativa se abría al mundo personal
e íntimo de los pacientes en un proceso de «normalización»
de la patología y de búsqueda del significado personal y vital
del síntoma (Vázquez Barquero, 2009).
A finales de los años 70 se mantienen los talleres de carpintería y los de pintura, escultura y encuadernación con
Alfonso Armada, Florencio Martínez y Andrés Parada de
maestros de taller. Con Andrés y Florencio la colección va
creciendo y es durante estos años y principios de la década
de los 80 cuando se alcanza la mayor actividad.
En los años 80, el reglamento de régimen interior, distingue
como dos categorías de personal y con funciones diferentes
a los terapeutas ocupacionales y a los maestros o monitores
de taller; los primeros deben de impartir técnicas de terapia
ocupacional a los pacientes y colaborar con el equipo técnico asistencial trabajando en el proceso rehabilitador. Los
segundos deben realizar la iniciación y formación profesio180
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nal de los pacientes. Cada monitor tendrá a su cargo un
taller, actuando con arreglo a las normas de rehabilitación.
Los segundos forman parte de la plantilla desde las 60, los
primeros no se incorporarán hasta mediados de los 90…
Varios fueron los psiquiatras que impulsaron el desarrollo de
la colección, dos los que los maestros de taller destacan en
sus testimonios: Cabaleiro Goás hasta el año 1977 y J.L.
Gómez-Reino quien ocupa en años posteriores el cargo de
director. El Dr. Leopoldo de Castro merece una mención
especial, con su manera de hacer clínica estimula al psicótico a la producción de escritos, dibujos… que utiliza tanto
para el diagnóstico, como se ve en los análisis de los «manugrafismos» que aparecen en sus notas clínicas, como su uso
con un fin terapéutico en sí mismo.
El espacio que ocupaba el taller cambió a lo largo de los
años. Para que nos hagamos una idea, el proyecto arquitectónico inicial de Toén data de los años 20 y su uso iba ser
destinado a leprosería o posteriormente a sanatorio antituberculoso. Finalmente se inaugura como sanatorio psiquiátrico e iría creciendo a base de ir añadiendo pabellones que
constituirían una «aldea hospital» (inspirado en el proyecto
del hospital de Gheel, Bélgica). Otros ocho edificios, el «club
social», completarían el proyecto (Simón Lorda, 2005).
Cuando los talleres se localizaron en las galerías de unión del
pabellón de cocina con el edificio de pacientes, las referencias a la inadecuación y escasez de espacio eran continuas en
diferentes documentos de la administración y en las memorias anuales. Durante un breve período ocuparon uno de los
edificios del «club social» y posteriormente, debido a que
esas instalaciones nunca se terminaron y acabaron por deteriorarse, se traslada a un edificio anexo al pabellón principal,
con amplios espacios, que era ocupado anteriormente por
las antiguas cocinas.
Los protagonistas y sus obras. Locos
extraordinarios
En todos los demás epígrafes podemos hablar de generalidades, en este sólo podemos de particularidades.
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Durante los primeros años del hospital, lo más frecuente
eran los trabajos espontáneos: en las historias clínicas del
archivo histórico aparecen escritos y dibujos en trozos de
papel higiénico de la época, papel de estraza, hojas de evolución clínica, hojas sueltas de cuadernos… aparecen más
esbozos y bosquejos que obras completamente terminadas a
diferencia de lo que ocurre en el taller. Algunos pacientes
pintaban por iniciativa propia múltiples temáticas: mundos
alternativos, inventos, máquinas estrafalarias…
Otros trabajos eran fruto de la interacción con un espacio y
tiempo determinados, dirigidos y organizados por el maestro
de taller. Unos en serie (ceniceros, bandejas…), otros más
personales como los autorretratos modelados en arcilla o los
óleos sobre lienzo de temática libre.
Algunas obras son de pequeño formato, hay dibujos y piezas
de arcilla (entre las que destaca la colección de cabezas) que
son casi miniaturas. Otras colosales, como los óleos de T., su
tamaño, sus retratos ecuestres, de reyes, soldados…dan
cuenta de su delirio de grandeza.
Hay autores que desarrollaron su obra a lo largo de décadas;
obras con un sello personal, cuya huella permite distinguirla. Uno de ellos es C., del que presentamos varios trabajos.
Sus obras van desde el año 1973 hasta la actualidad. En ocasiones se situaba como «creador de toda la existencia», en
otras como «creado». Varias son las mutaciones de identidades que lo vuelven más o menos prolífico. Los personajes de
sus delirios era «ellos», «los otros», «los angelitos», estos últimos aparecen en algunas obras; a veces le «queman, comen
o beben», otras, megalómano, dice ser Dios o Jesucristo.
C. C. es el incondicional adlátere, incansable que diariamente se entrega a su trabajo de ayuda y colaboración con
los maestros de taller. En este caso es el espacio y no la obra
lo que le sostiene y le nombra.
F. todo un referente en el uso de material reciclado, lo podemos ver en las pipas que elaboró de las que no se separaba.
EPOC severo, por un lado es o que le mata, por otro lo que
mantenía el deseo…
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E. megalómana hiperproductiva, dibujaba «pagarés» que
entregaba como regalo a cualquiera que le dedicase un
mínimo de escucha. Su aspecto, como su apodo señorial «la
marquesa», digno de sus extravagantes vestidos; todo sobresalía en ella, incluso durante los ingresos en la unidad cerrada en la que vestían con uniformes. La ausencia de cualquier
tipo de pertenencia personal en esa unidad, ni un bolígrafo
o lápiz «por su peligrosidad», decían las normas de la unidad, era lo que hacía que su producción disminuyese. Sus
dibujos coloridos, hechos de un tirón pero trabajados al
detalle, se sucedían uno tras otro, su número ilimitado, al
igual que los «pagarés».
No es infrecuente que nos encontremos a los psicóticos escribiendo o buscando algo con qué escribir (Colina, 2007).
Basta con pasearse por un hospital psiquiátrico para comprobarlo. Varios son los autores que con sus escritos han
pasado sus horas por las salas del hospital. Un ejemplo es A.
metódico, riguroso, diariamente entregado a la escritura. Su
colección de cuadernos da cuenta del volumen de su trabajo. Llena hojas «plagadas de fórmulas, palabras en otros
idiomas, neologismos, esquemas…». «Escritos en clave»,
poseen una línea, fruto de la «hipótesis de trabajo» que le
ocupa desde hace años y en la que se entremezcla su historia, la del psiquiátrico y la de los terapeutas que por allí han
circulado (Gómez, 2006). En una ocasión dijo al psiquiatra
que le atendía: «Si usted me da permiso mañana le traigo
una obra que vengo realizando desde los diecisiete años y
que es la salvación de mi vida psíquica».
Otro autor apodado «el poeta» ha dirigido sus escritos a un
periódico local, a veces han sido publicados, a veces no…
Muchos escritos se han perdido o se encuentran en los archivos particulares de los psiquiatras que han atendido a sus
autores. Otros se encuentran entre las páginas de las historias clínicas (escritos poéticos, de denuncia o protesta, escritos con caligrafías perfectas pero en los que se pierde el hilo
conductor, otros ilegibles, otros de perfecta forma y contenido…).
Chús Gómez, en un texto inédito del 2007, reflexiona sobre
el papel que para algunos sujetos psicóticos cumple la escritura:
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«El escrito o la expresión de alguna otra forma, aparece en
algunos cuando se les facilita, en otros aparece espontáneamente, la función que ocupa la obra es tan particular como lo
es la biografía. Para los psicóticos puede tratarse de un trabajo riguroso, metódico y diario en unos, ocasional y único
en otros. Para algunos los escritos y dibujos son hechos para
ser leídos, enviados, publicados, o para a la manera de un
tesoro, constituirse en el objeto más preciado del que el escritor es celoso y único guardián del secreto que albergan sus
palabras que como puntadas zurcen su historia. Algunos son
destinados a sí mismo, a otros… hechos por encargo, para
informar, para revelar al mundo un mensaje, para avisar,
proteger, defender, reivindicar, construir, destruir, organizar… los motivos son tantos como autores posibles».
Describe el caso de un paciente que a petición del psiquiatra
que le trataba, realiza un único escrito en el que relata de
manera rigurosa y precisa los detalles de su primer episodio
psicótico. «Caligráficamente escrito, con letra cuidada y
metódica, en el reverso de un montón de folios de papel de
electroencefalograma, el texto constituye una joya psicopatológica y literaria que describe paso a paso la psicosis que le
llevó a su primer ingreso en el hospital de Toén en agosto de
1968» (Gómez, 2007).
Pinturas, esculturas, escritos… ortografía y perspectivas
comparten espacios. Lo mejor en estos momentos será evitar
más descripciones y disfrutar de la exposición.
Después de los 90. Proyectos futuros
Durante los años 90 el taller pasa a ser un espacio infrautilizado en la cultura hospitalaria, pasa a verse como un espacio de ocio. En 1994 se incorpora al equipo del hospital la
primera terapeuta ocupacional: Concepción Gálvez. Desde
este momento se generan dos espacios diferenciados de talleres; por una parte se mantiene el «taller de laborterapia» con
los monitores de taller, en el edificio anexo de las antiguas
cocinas, con escaso contacto con el equipo terapéutico cuyas
actividades principales siguen siendo la encuadernación,
escultura y pintura supervisadas por Andrés Parada y
Florencio de Arboiro. Las actividades de estos talleres fun184
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cionan en un horario reducido (dos horas por la mañana) y
permiten cierta expresividad libre. Por otra parte están las
actividades organizadas por los terapeutas ocupacionales,
con una filosofía asistencial diferente, en espacios físicos dentro del hospital, con un horario más amplio de mañana y de
tarde que persigue objetivos específicos. En la actualidad se
mantiene esta divergencia asistencial, téorica y espacial favorecida porque ambos equipos tienen una dependencia funcional pero no administrativa en el organigrama del centro.
Los relatos, los escritos y las obras de los pacientes «clásicos»
de la unidad de larga estancia, hacen que nos interesemos
por una labor de recuperación de los fondos de la colección,
dispersos por toda la institución y amontonados en distintas
dependencias. En el inventariado realizado se ve que se conservan, sobre todo, óleos, figuras en arcilla, bajorrelieves y
esculturas en madera realizadas en el taller desde los años 60.
Una revisión de las historias clínicas del archivo histórico del
hospital nos ha permitido el acceso a otro tipo de trabajos:
los escritos, las cartas, los cuadernos, los dibujos e ilustraciones en soportes más informales.
Habilitar un espacio para la exposición permanente de los
fondos y la publicación de la obra de los autores extraordinarios que han pasado por el hospital, son los próximos proyectos relacionados con la colección.
En esta pinacoteca, escritos y obra plástica se expondrán conjuntamente, letras y trazos, tinta y óleos entremezclados.
Cada autor ha elegido con lo que tuvo, con lo que pudo o
con lo que quiso su forma de expresión. En Locas letras…,
Colina, refiere que el que escribe quiere «ver» el lenguaje,
que la escritura vuelve la palabra más material pues le presta otra hechura, duplicando su consistencia física al incorporar al sonido primitivo la imagen que viene más tarde. Le
dota de un fiero poder que Platón enseguida destacó:
«Efectivamente, lo que hay de de terrible en la escritura,
Fedro, pienso que es también el que ella tenga en verdad
tanta semejanza con la pintura» (Platón, Crátilo, 275 d).
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Universitaires de France, 1956.
Fuentes
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Cabaleiro Goás. Nos 1 a 1004 (1959-1988).
Informe: «Organización de la asistencia psiquiátrica en la
provincia de Orense. Área piloto»; mayo 1972. Original
Mecanografiado, 29 pp.
«La chispa». Boletín mensual del sanatorio psiquiátrico de
Toén. Números 1-3, febrero a abril de 1973.
Memoria Sanatorio Psiquiátrico de Toén, Orense. Años
1976, 1977 y 1978. Ministerio de sanidad y Seguridad
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Pinacoteca psiquiátrica: 1959-1990. La colección del Hospital de Toéna
Social. Administración Institucional de Sanidad Nacional.
Documentos mecanografiados.
Reglamento de régimen interior del Hospital Dr. Cabaleiro
Goás, Toén. J.L. Gómez-Reino, 1980. Documento original
mecanografiado.
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Pinacoteca psiquiátrica: 1959-1990. La colección del Hospital de Toéna
Recorte de prensa del diario Levante a propósito de la exposición.
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Os eventos
consuetudinarios que
acontecen na rúa
David Lynch en Toén
Chús Gómez
Fue un agosto caluroso y de mal agüero. En la localidad de
Toén había desaparecido una joven vecina y esto siempre es
motivo de desazón.
Se inició su búsqueda que incluía las zonas próximas entre
las cuales se encuentra el hospital psiquiátrico. El escenario
del temor y del desconsuelo se aderezaba así con lo ruinoso
de parte de los edificios que no ayudaba para nada a presagiar un feliz desenlace.
Los días pasaban y las batidas de los vecinos y de las fuerzas
de seguridad del estado sortearon los caminos y senderos de
la zona. La inquietud crecía por momentos y la esperanza de
que la búsqueda finalizara con su feliz hallazgo iba perdiendo peso.
En un ambiente caldeado por el desánimo surge una noticia
añadida: lo encontrado en el edificio administrativo del hospital abandonado desde hace muchos años, otrora tapiado,
al que fue necesario entrar para continuar la búsqueda. Allí
como si de un film de David Lynch se tratara, encuentran
esparcidos por el suelo viejos papeles mezclados con muebles
abandonados, suciedad, restos de pequeños fuegos, algunos
medicamentos... (complejo vitamínico B... y algún otro) y
toda la inmundicia que se arremolina en torno a lo abandoOs eventos consuetudinarios que acontecen na rúa. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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David Lynch en Toén
nado y miserable eso si siempre todo con mucha humedad
aunque sea en verano...
Se desata la cruel noticia que no hace sino añadir más abandono y miseria a lo ya existente... además de nula consideración con los ingresados y sus familiares; de los que allí trabajamos casi mejor no hablar: menuda panda de desconsiderados...
Para el periodista prima ante todo la «información»... derecho inviolable en una sociedad tan pulcra y democrática
como la nuestra. Contrastar información, buscar aclaraciones y comprobar en el caso de que se hayan vulnerado derechos en relación a la información de personas: que ha ocurrido, como se explica este hecho... ya se hará después; primero informar, eso ante todo. Para ello lanza una bomba
que siembra descrédito y más miseria...
Sabemos que el periodismo de investigación puede y logra
en muchas ocasiones con su denuncia mejorar las condiciones de vida muchos desfavorecidos, pero en otras todo se
queda en un bombazo sensacionalista que a modo de fuego
artificial explota, sube, da luz un tiempo y después se apaga
dejando solamente olor a pólvora mojada... y así una y otra
vez... y todos sin arreglar nada...
Me pregunto sin quitar relevancia en absoluto a lo acontecido por qué nos rasgamos las vestiduras en relación a ese
hallazgo y sin embargo nadie se las rasga por el estado de los
edificios utilizados como hospital en el que al fin y al cabo
viven y trabajan personas...
Todas las administraciones una detrás de otra han constatado por activa y por pasiva el estado de la cosa; por una vez
han estado de acuerdo en su valoración y en su solución: con
esto hay que acabar... así no se puede estar... y todos también
de acuerdo en la solución: posponer su mejora y dignificación por una cosa o por otra... porque ya se sabe los dineros
es que no llegan para nada... o se desvían sin saber adonde
fueron a parar... y es que no se puede desvestir a un santo
para vestir a otro... y eso todo el mundo lo entiende sobre
todo si los desvestidos son siempre los mismos, porque ya se
sabe de la resistencia al cambio... ¿no? Siempre los margina192
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David Lynch en Toén
dos del mundo al final... y no nos olvidemos: los locos lo son
por mucho que prediquemos...
Si el nivel cultural de un pueblo se mide en cómo trata a los
mas desfavorecidos de su sociedad... ya sabemos dónde estamos... Al fin y al cabo esto ocurre muchas veces en muchos
temas no hay por qué escandalizarse...
De todas maneras lo terrible por irremediable es lo de
Laura... Al fin y al cabo esto de lo que hablo, si se quiere
tiene fácil solución... es una cuestión política nada más, ni
siquiera sanitaria.
Me pregunto cuántas legislaturas más... cuántas promesas
más... para este Toén y los otros muchos que todavía existen...
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Dossier de prensa
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Menta (labradora donada por la Fundación Affinity, vive en Toén con Curro, un Golden Retriever,
también donado por Affinity)
Entrevista | Maribel Vila
Terapeuta de la fundación Affinity
Maribel Vila con Menta y Curro en Toén
LA VOZ DE GALICIA .30/9/2009. Mar Gil
«El trabajo con perros adiestrados
reduce el riesgo coronario»
M. Vila. Terapeuta de la fundación Affinity
Tres prisiones, un centro de rehabilitación de drogodependencias y un hospital psiquiátrico realizan en Galicia terapia
con animales de la mano de la fundación catalana Affinity.
La terapeuta Maribel Vila compartió en el psiquiátrico
Cabaleiro Goás, de Ourense, la experiencia que tiene como
protagonistas a Menta y Curro, dos perros labradores de
10 y 6 meses.
«Es un tema que parece muy novedoso pero se lleva practicando en muchos países desde hace muchos años. La primera experiencia fue en un asilo de York (Gran Bretaña) en
1792; luego, de manera oficial se empezó en 1953 en
EE.UU., y en España los primeros programas fueron en
1993 con la fundación Affinity», explica.
-¿De qué nos puede curar un perro?
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Entrevista | Maribel Vila. Terapeuta de la fundación Affinity
- El perro no cura nada, pero, para empezar, es un gran facilitador social. Luego, permite mejorar la autoestima y el
autocontrol, favorece sentimientos de afecto, evita la soledad
y, dependiendo del colectivo, permite trabajar también la
empatía, la disciplina, la responsabilidad, el aumento de
comunicación... Hay muchos estudios que demuestran que
el trabajo con perros adiestrados reduce la medicación, el
riesgo de enfermedades coronarias, la hipertensión...
- ¿También la hipertensión?
- ¿Por qué? Porque acariciar a un animal reduce la ansiedad,
es un beneficio directo. El animal sirve para potenciar o trabajar hábitos y estados emocionales. Un animal nos da confianza, no nos sentimos juzgados; con presos funciona muy
bien porque un perro no sabe si la persona ha matado o
robado, tiene la misma alegría de ver a un interno que a
otro. ¡Imagínate a nivel de aceptación lo que puede transmitir un perro! En niños con parálisis cerebral produce una
relajación importante, que es clave para su tensión muscular.
En Estados Unidos se trabaja mucho con enfermos terminales y de cáncer, en los tratamientos de quimioterapia, para
rebajar el estrés; aquí se empieza en salud mental y en autismo.
- En Tomiño hay una experiencia con drogodependientes.
- Sí, en el centro Alborada; el director me ha dicho que es
espectacular cómo han acogido el programa chavales a los
que no les motiva nada y también que la terapia los ayuda a
soportar la abstinencia.
- Y con los enfermos psiquiátricos, ¿cuál es la valoración en
Ourense?
- Para empezar, el Cabaleiro Goás es un centro muy antiguo
y los animales han dado un tono más distendido; solo con
eso ya han hecho un trabajo. Además, han empezado a participar en reuniones de grupo, están allí, oyen, son un elemento relajante. La idea es que pronto empiecen a trabajar
más activamente porque aún son jóvenes y llevan poco tiempo en el hospital.
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Entrevista | Maribel Vila. Terapeuta de la fundación Affinity
- Affinity hace también terapia con gatos.
- Es otro enfoque; por el tamaño se puede manejar muy bien
en el regazo, por eso funciona muy bien para gente mayor.
Es más complicado trabajar el tema de órdenes y habilidades, pero a nivel afectivo el gato funciona igual. Y aunque
nosotros no lo hacemos, también se trabaja con burros, tortugas, cabras, peces, cerdos vietnamitas..., hay muchas
escuelas granja trabajando así. Que en las consultas de dentistas suela haber una pecera no es gratuito porque los peces
tienen un efecto relajante. En muchos centros geriátricos tienen periquitos: alegran la vista, introducen un elemento vivo
en un lugar envejecido y hay que cuidarlos, lo que da un
motivo para levantarse cada mañana.
http://www.agalega.info/videos/?emi=8396&corte=200908-21&hora=13:33:23&canle=tvg1
A propósito de esta noticia sobre la terapia asistida con animales en el programa de la TVG: A revista fin de semana; data:
16 de agosto de 2009.
Menta y Curro en Toén.
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Unha magdalena internacional e
impactante
Conferencia de Gómez Pin en Paideia. A Coruña
Luis Vila Pillado
Ramón Area Carracedo
«Descendín pola escaleira ao salón Guermantes no que se celebraba a
matinée, tamén chamada cofee-break. Xusto rematara unha interesante conferencia na que se falaba como as persoas malhumoradas e de
ánimo miserable son mellores á hora de tomar decisións e son menos
crédulas1. Un montón de conversas, un montón de palabras. Os croissants, o zume de laranxa, a garabata elegante, a sacarina, os maletíns
que todos portaban, os pichigüilis... tamén eran palabras.Descendín
pola escaleira cara a mundaneidade e vin aquelas caras e tropecei cun
adoquín e púxenme a recordar e me entraron unhas ganas horrorosas
de pecharme nun apartamento situado, por exemplo, no 102 do boulevard Haussman. En París, of course».
Un
O día seis de novembro chovía de verdade. Supoño que
podería terse dado a circunstancia de estar nalgunha cidade
de Galiza (de feito nesa data estivemos en Santiago, Lugo e
(L) A Coruña), atoparnos con algún coñecido e comezar a
falar de cómo chegou de repente o inverno.
Ás oito da tarde entramos cuns amigos (e non cuns coñecidos) da fundación Paideia a escoitar unha conferencia de
Victor Gómez Pin sobre a obra de Marcel Proust.
Organizaba Federico Menéndez, con quen tomamos antes
un café (sen nada para mollar como unha magdalena).
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Unha magdalena internacional e impactante
Presentouno Manuel Rivas, que tivo unha intervención máis
breve (dixo que para non quitar protagonismo) aínda que no
coloquio soltouse e tivemos o pracer de escoitar un diálogo
entre os dous moi interesante.
En realidade, todo iso da conversa en torno a chuvia coa que
comezabamos, ven a conto da diferencia que para Gómez
Pin é fundamental entre unha linguaxe informativa e aquela outra linguaxe creativa, nas palabras do poñente «que a
súa vez, fertiliza a linguaxe».
Viña a conto esta distinción para comprender o proxecto de
Marcel Proust, quen abandona calquer obriga mundana e
entrégase a escrita de «A la recherche du temps perdu»,
cunha ética rigorosa, cuasi-delirante. Ao longo da novela
aparecen todas as posibilidades de uso da linguaxe, aínda
que o relevante non sexan as páxinas adicadas a unha descripción minuciosa dunha estancia ou a transcribir unha
(eterna) conversa banal, senón a concepción mesma que da
linguaxe ten o narrador, o autor, Marcel Proust.
No título, «Na busca do tempo perdido», quizais atopemos
unha pista. A última palabra do mesmo é perdido. Existe
unha acepción de perdido que conduce o significado cara
aquelo que debe ser buscado. A outra acepción conduce o
significado cara aquelo que se perde de xeito irremediable.
Proust trata de atopar a vida humana, e para iso precisa do
tempo na medida en que este permite memoria. O comezo
é a reminiscencia, é decir, a través da realidade (e da sensorialidade) do presente acode o pasado e os feitos do pasado
(pénsese na coñecida escea da magdalena). Este é un efecto
principalmente da linguaxe, que na súa facultade creativa
permite o acceso á vida a través da memoria actualizada.
Sucede que esta viaxe ao pasado non so actualiza o pasado
senón tamén o presente, de feito que a reminiscencia fai ver
o efecto do paso do tempo na carne, nos corpos, un paso do
tempo que é o camiño hacia a podredume e a morte. Esta
relación entre presente e pasado co tempo e a linguaxe como
intermediarios, son xustamente os que lle outorgan a palabra «perdido» a súa doble vertente.
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Unha magdalena internacional e impactante
Debo añadir que Gómez Pin entregou aos asistentes unha
selección de textos da obra que releímos varias veces dende
entón. Non recordabamos que se poideran ler pedaciños e
nada máis, acostumados como estamos a seren lectores decimonónicos que comezan polo principio e rematan ao final.
Nese sentido, lectores perdidos (que tamén ten dúas formas
de interpretarse, é dicir, «sen remedio» e «estragados»). A
selección é magnífica, pero supoñemos que para apreciala
un debe ter un pasado que inclúa ter acudido á conferencia
(uns poucos da profesión, ou mellor, os de sempre) así que
non vou incluír aquí ningún dos mesmos (non somos Gómez
Pin e moito menos Marcel Proust, senón uns «aprendices de
gacetilla» aos que nos toca, de cando en vez, escribir no Siso
na sección de Eventos que acontecen na rúa).
Cumpre dicir tamén que a conferencia coincidía cunha actividade formativa en Lugo sobre o suicidio. Porén, os psiquiatras «perdidos» non teñen un conflicto coa ubicuidade
senón coas eleccións que fan.
Dous
André Gidé, que foi lector para a editorial Gallimard, devolveu ao editor «A la recherche du temps perdu», cunha nota
(da que máis tarde se arrepentíu) na que dicía: «Non podo
comprender que un señor poida empregar trinta páxinas
para describir como da voltas e máis voltas na cama antes de
atopar o sono».
Na conferencia de Gómez Pin, este afirmou que a linguaxe
é todo no home, pero que quizais non poida explicar porqué
un taxista de Barcelona traballa dezaseis horas ao día. Para
os que foi un libro revelador «El lenguaje del tercer Reich»
de Victor Kemplerer, a potencialidade alienadora da linguaxe polo poder é máis comprensible. Na saida da conferencia
cambiabamos unhas palabras con Fidel Vidal, cando Luis
Ferrer nos dicía que tíñamos que ler máis a Biblia. Os tres
replicamos que eramos devotos lectores da Biblia, máis só do
Antigo Testamento. Ao principio, foi o verbo, é dicir, unha
linguaxe creadora. Pronto, esa lingua/creadora, transformouse e convertíuse na lei: por culpa dunha mazá (e non
dunha rosa, exemplo moi socorrido séculos despois), Adán e
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Unha magdalena internacional e impactante
mais Eva foron expulsados nada menos que do paraíso. A
língua/lei quedou para sempre entre os homes e as mulleres
e con ela a posibilidade da perversión da linguaxe. Unha
perversión que, como demostra Kemplerer, ten que ver co
III Reich e quizais cos horarios/explotación dos taxistas de
Barcelona.
Non somos especialistas nin testigos do que aconteceu
durante o III Reich e a Barcelona, imos pouco, xa se sabe,
nestes tempos os psiquiatras viaxan sobre todo de congresos
que como últimamente os congresos son tan «mundanos»,
que diría Proust, estámonos a quedar moito na casa.
Ao que sí asistimos nesta última temporada é a un discurso
colectivo en torno ao saber motivado polas vicisitudes desta
OPE eterna na que algúns andamos metidos. Entendemos o
desquiciamento xeral, pero outra cousa é non pararse a pensar nalgunha das frases que escoitamos con máis frecuencia.
Como o común é andar a buscar papeliños pedidos (A la
recherche du papier perdu), cando os atopan e comproban que se
trata dun «artigo científico», deben logo calcular a relevancia do mesmo. Trátase dun concurso de méritos, e é normal
que exista unha lexislación sobre os mesmos, de forma que
se poidan establecer diferencias (cando en realidade poucas
hai, alomenos como científico, creemos que noutros eidos,
como as posicións existenciais, sí) entre os opositores. O
asunto é que os artigos publícanse en revistas, e estas son
importantes na medida en que teñan «factor de impacto» e
sexan «internacionais». Debemos dicir que algún impertinente, mesmo se atreveu a acusar ao Siso de ser local e sen
impacto (que como frase literal non é mala, máis ben todo o
contrario) pero no contexto no que estamos debe interpretarse adecuadamente.
Comenzaremos por dicir que unha meritocracia no acceso
ao sistema público é o sistema menos malo (ao igual que a
democracia parlamentaria como forma de organización
política dun estado). Cremos que a frase é sabia porque agocha tras dela o necesario escepticismo co que se deben contemplar asuntos desta índole. É dicir, un pode estar dacordo
ca meritocracia, pode crer nela, pero tamén, por desgraza,
pode ser un fundamentalista da mesma. E cos fundamenta218
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Unha magdalena internacional e impactante
listas, o sistema «meritocracia» deixa de funcionar. A «meritocracia» é un feito da linguaxe, como todo o que acontece
na vida dos homes, e xa sinalamos que estes poden levar a
efectos do máis perversos. Por iso, imos desmenuzar polo
miúdo todo iso do «impacto» e o «internacionalismo» tentando desvelar cómo ten máis que ver co mercado que co
saber.
O factor de impacto puntúa por revista, non por artigo.
Calcúlase en función do número de veces que unha revista
en concreto é citada (calquer dos seus artigos) nun período
de tempo. A puntuación non é porque o artigo do opositor
sexa citado un número de veces (supoño que a todos nos
citan pouco, da igual que os artigos estean no Siso que nas
Actas Norcoreanas de Neurociencias), senón porque a revista na que se publica o artigo sexa das que máis se citan. A
excusa é que nesas revistas é máis difícil publicar, que son
máis esixentes, que teñen un nivel máis alto… pero o certo é
que preferíuse puntuar o «escaparate» e non o «producto».
Sirva este argumento como introducción a por qué consideramos a «meritocracia» máis vinculada ao mercado e menos
ao saber.
No fondo é como unha gran tenda presente en todas as cidades do mundo, por exemplo, Zara ou El Corte Inglés. Hai
un plus nos artigos debido a que se expoñen e se venden
nesas tendas, investidas dunha aureola de calidade. E dicir,
está presente o carácter «internacional» (en París, Berlín,
Bos Aires) e o carácter «impacto» (de venta só en El Corte
Inglés).
Agora ben, cómo pode ser que estas propiedades de mercado den a apariencia (que moitos cren coa fe dos fundamentalistas) de tratarse do saber? Sabemos da tendencia que
existe a asociar un producto a un valor, pero non a un valor
económico, senón a un valor psicolóxico ou social. Así,
«Bienvenido a la república independiente de tu casa» permite ao cliente disfrutar da experiencia de seren un underground no tocante á decoración do fogar.
O mundo das colonias (agora que se aproxima ao nadal) é
altamente ilustrativo. A estructura lingüística segue a norma:
Os eventos consuetudinarios que acontecen na rúa. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Unha magdalena internacional e impactante
producto/para/valor, e así hai colonias para inconformistas,
para seductores, para femmes fatais, para aspirantes a conselleiros do PP. Últimanente, unha cadea de roupa e complementos, sacou unha liña «cooperante» de modo que a
experiecia solidaria xa non implica irse a Burundi, senón ao
centro dalgunha cidade do mundo. Na terminoloxía marxista, esta diferenza é expresada a través dos termos «valor de
uso» e «valor de cambio». O valor de uso está determinado
polas súas condicións naturais, sendo a aptitude que posúe
un obxecto para satisfacer unha necesidade. O valor de cambio é unha condición social asignada polo mercado.
Os psiquiatras, como clientes, parecen crerse este tipo de
experiencias postmodernas. Poden sentirse investigadores
profundos, estatísticos relevantes, neurocientíficos, psicoterapeutas da Europa central… en definitiva, aliénanse no mercado do saber.
Por iso, a meritocracia é o mellor dos sistemas posibles pero
sempre que os clientes/opositores estean dotados dun saudable escepticismo.
P.D. Pasámoslle á editora da revista unha serie de index de
publicacións psicosociais onde se demostra que o Siso ten
factor de impacto e que é unha revista internacional. Por si
acaso estamos a perder o noso escepticismo, non nos atrevemos a dicir nada máis. Que quede como un misterio, como
esas cousas dun tempo perdido.
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Entrevista a Federico Menéndez
«Se ha pasado del padre abnegado al padre
colegui»
La Voz de Galicia, 11 - 10 - 2009
El especialista en psiquiatría infantil se encarga de
coordinar en la Fundación Paideia un ciclo sobre la
responsabilidad
Javier Becerra
11/10/2009
El próximo día 15 de octubre arranca en la Fundación
Paideia el ciclo La responsabilidad-responsabilidades. Con el subtítulo de «Niño, padres, escuela, servicios», durante cuatro
jornadas especialistas en ética, psicología o derecho como
Manuel Cruz, Vicente Garrido o Esther Giménez-Salinas
dilucidarán sobre el concepto de la responsabilidad. «Es un
problema muy preocupante, sobre el que hay que retomar
categorías», asegura Federico Menéndez, coordinador del
ciclo y, hasta el año pasado, médico adjunto en la Unidad de
Salud Mental Infantil del Hospital A Coruña.
- ¿Es la responsabilidad un concepto caduco?
- Puede ser caduco si lo identificamos como culpa. Sin
embargo, nosotros lo que pretendemos es recuperar el concepto de responsabilidad como valor de acto. Si una persona no tiene responsabilidad se convierte en una planta o en
un animal. El ser humano es responsable de su esencia y sus
actos tienen un valor. En el niño lo tenemos que tener aún
más claro, dada esa idea del niño cándido y angelical, para
hacer de él una persona capaz de pensar, de sentir y de plantearse las cosas.
Os eventos consuetudinarios que acontecen na rúa. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Entrevista a Federico Menéndez
- Los especialistas aseguran que ha bajado el nivel de disciplina. ¿Cómo lo ve usted?
- Desde lo psíquico yo veo que en la socialización primaria,
que los niños reciben de sus padres, se basa en la autoritas.
Eso significa que tú por el valor que tú tienes le das al otro
una autoridad. Es todo lo contrario que el ejercicio de la
coacción física. En mi generación si un padre le decía a un
hijo «No me mires a la cara, ¿no te da vergüenza?» ya bastaba. Era mucho más coactivo que cualquier azote.
- ¿Están los padres confundidos respecto a cómo hacer valer
esa autoridad?
- Yo aprecio una cierta abdicación de la responsabilidad de
ser padre. Se ha pasado del padre abnegado, que generación
tras generación imprimía unos valores y unas pautas, al
padre gestor o el padre colegui, lo cual es nefasto para el
niño. Un niño necesita un padre, amigos ya tendrá. A este
nivel creo que ese padre que gestiona actividades y ocio ha
perdido la seguridad en sí mismo y va buscando esa responsabilidad de ser padre en un técnico que le exima. Es decir,
que le diga qué tiene que hacer. Así se confunde educación
con instrucción. Eso es una deriva peligrosa. Por eso no
soportan los padres que un profesor les diga nada malo sobre
su hijo. Piensan que no han sido unos buenos gestores.
Antes, si el maestro castigaba a un niño, el padre lo castigaba doble.
- ¿Entonces un padre no puede ser amigo de su hijo?
- Por poder sí, pero lo que importa es que sea padre. Si luego
quiere ser colegui, amiguete o lo que sea, bien, pero primero de todo hay que ser padre, eso no puede fallar. No es una
cuestión de formalismos, sino de ¿qué es lo que mi hijo espera de mí? Un hijo lo que espera es que le quieran. Ser responsable es darle autonomía a un niño, es decir: se te quiere y porque se te quiere se te hace responsable.
- Los docentes se quejan de que los padres actualmente delegan todo en ellos.
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Entrevista a Federico Menéndez
-Cuando la socialización primaria, lo que se recibe en casa,
falla, solo queda el maestro, que lo tiene que hacer todo.
Nunca fue así. El maestro antes era un complemento, quien,
de alguna manera, daba entrada al niño en los saberes y, de
paso, tenía una función de respeto y de valor para él. Esa
transmisión de los saberes no tiene que ver con la educación,
con los valores y con las pautas. Educar es introducir al
nuevo, en este caso el niño, en un mundo ya hecho y construido. Es posibilitarle que no esté desamparado, que tenga
unas referencias para desarrollarse.
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Entrevista a Federico Menéndez
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La Otra Psiquiatría. Hit again!
La Melancolía: VI Conversaciones La Otra
Psiquiatría
Javier Carreño Villada
Esta vez fue en Valladolid. En el colegio de médicos. Como
viene siendo habitual el turno rotatorio Ourense-Valladolid
cayó esta vez en Valladolid. El tema: la melancolía. Sitiados
por bares de espectaculares tapas e ibéricos varios, La Otra
Psiquiatría fue capaz de capturar y embelesar, durante todo
un día, a más de cien personas incluidos los políticos. Desde
Valencia Francesc Roca, de la Agencia Valenciana de Salud,
nos introdujo a los primeros ponentes. De entrada David
Pujante de la Universidad de Valladolid. En una prosa admirable, nos conectó la melancolía con el teatro surrealista de
García Lorca. Acto seguido, Chus Gómez, nos deleitó con el
vicio absurdo titulo de su trabajo en el que nos narró su
investigación sobre Virginia Woolf y su pequeño vicio. Un
vicio que no era otro que la tristeza más enconada. Por último Mª Antonia de Miguel, desde una rigurosa lectura de
Freud y Lacan, nos habló de la cara noble de la tristeza
melancólica pocas veces rescatada en esa faceta.
Pausa-café. Debates, reencuentros y vuelta al ruedo.
Segundo Manchado psiquiatra de Las Palmas de Gran
Canaria, nos introdujo a José María Álvarez, maestro y
punta de lanza de La Otra Psiquiatría. Con ese verbo claro
y conciso que le caracteriza, nos habló de la verdad de la
melancolía. Esa verdad que tiene que ver con la certeza. En
segundo lugar Javier Oncins, psiquiatra de Teruel, siguió los
desarrollos de José María al hilo de la pertenencia de la
melancolía a las psicosis. Para ello recurrió a los últimos
Os eventos consuetudinarios que acontecen na rúa. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La Otra Psiquiatría. Hit again!
avances en la compleja topología lacaniana, planteando
dudas y lecturas de varios autores para explicar que se anuda
o se desanuda en las psicosis. Para finalizar la mañana
Fernando Colina, maestro de maestros, se lanzó a hablar de
las causas de la melancolía. Su saber y su sorna inundaron el
auditorio. Nos contó pormenorizadamente la historia de las
causas de la melancolía y luego nos dijo ironicamente que
posiblemente no eran esas las causas pero que agradecía la
escucha atenta.
Durante la comida y como suele ser habitual tiempo de
encuentros y de comentarios, incluso de debate. Por la tarde
turno para los más jóvenes. Laura Martín realizó un brillante análisis de Walter Benjamin y dejó ajustado líricamente
un nuevo tipo psicopatológico: El tipo benjaminiano. Ana
Franco efectuó un breve pero acertado repaso a la relación
melancolía-trastorno bipolar.
Para finalizar tiempo para los casos clínicos. Desde
Castellón, Adolfo Santamaría nos impresionó con las
maniobras de un sujeto para reordenarse en su psicosis; su
método: lógico y contundente: «Tunearme la mente». Más
emocionante si cabe, Iria Prieto nos asombró con la dirección de un caso de gran dificultad. Un caso en los que hay
que lidiar en varios frentes. Un caso definido por los dichos
del paciente: «Mi madre es una arpía».
En la conversación sobre los casos y animando el debate
Pepe Eiras que anudó y organizó los cabos sueltos que quedaban en los casos clínicos dándoles su consistencia formal
teórica. Por supuesto el público (que aguantó en su mayoría
las 10 horas) se lanzó también a preguntas y respuestas en un
fructifero debate como suele ser ya casi norma en estos
encuentros.
Tantas ganas quedaron que, como veníamos comentando
otros años, La Otra Psiquiatría ha parido su retoño. El padre
no ha sido un protocolo científico ni ninguna fecundación
depot, sino un viejo amigo psicopedagogo y psicoanalista,
Fernando Aduriz que en colaboración con psicoanalistas,
psicomotricistas, docentes y psiquiatras ha organizado otra
conversación que también hará serie: el Otro niño.
Espacios de este tipo siempre son bien recibidos.
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Notas gallegas en el Día Mundial
de la Salud Mental (De Lamas a
Federico Ménendez)
David Simon. Ourense.
www.diariodeunmedicodeguardia.blogspot.com
Desde «Diario de un médico de guardia» hemos hecho hoy
un descorazonador repaso a la prensa digital buscando noticias acerca de la celebración en España del Día Mundial de
la Salud Mental. Salvo cuatro referencias de noticias de
Agencia acerca de una manifestación de familiares de enfermos mentales por el centro de Madrid (exigiendo mayor
atención médica y mayor implicación de las autoridades y de
la sanidad pública en el tratamiento de las enfermedades
mentales), hay mucho más espacio dedicado a un
crimen/parricidio en el que se destaca que el posible autor
tiene una patología psiquiátrica. Sí que hay que matizar que
hay posicionamientos/divulgación tanto desde la FEAFES
GALICIA (http://www.feafesgalicia.org/) como desde el
PSdeG-PSOE .
Pero resaltar que no hemos visto ningún tipo de de declaración o mínima noticia desde ámbitos institucionales como la
Consellería de Sanidade. Desde hace muchos años ya con
Cochón como Conselleiro PP y luego con Rubio en el
Bipartito PSOE-BNG, la Consellería/Sergas hacía algún
tipo de acto/nota prensa/anuncio oficial prensa/reunión
con Asociaciónes familiares/mailing... con motivo del Día
Mundial de la Salud Mental). Este silencio/olvido/desinterés de la Consellería (que sin embargo sí que sale hoy a a
hablar del los cuidados paliativos al socaire del Día
Mundial... y para anunciar nuevos planes...) ...como decimos
Os eventos consuetudinarios que acontecen na rúa. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Notas gallegas en el Día Mundial de la Salud Mental (De Lamas a Federico
Ménendez)
este olvido en el contexto en el que estamos de voluntad
«deconstructiva» y de desactivación en la agenda de la
acción de gobierno de todo lo que sea el Plan Estratéxico de
SAlud Mental y de Mellora de Atención Primaria , me parece muy simbólico y sintomático. Que tomen nota las
Asociaciones de Familiares y Enfermos. Las Sociedades
Cientificas del campo «psi» en Galicia: la Asociación
Gallega de Psiquiatría y la Asociación Galega de Saúde
Mental, tampoco reflejan nada en sus páginas web ni que se
tenga han constancia han enviado ni mails ni ningún tipo de
declaración o reivindicación.
Todo ello choca con la atención y orientación que se ha
hecho desde otros lugares del Estado como Andalucía,
Canarias o el movimiento asociativo-reivindicativo en
Madrid. Dejamos abajo algunos links:
Consejeria de Salud. Junta de Andalucia
El programa Forma Joven promociona la salud mental y sensibiliza sobre el estigma social en torno a esta patología.
Andalucía contará en 2012 con 16 hospitales de día para
tratar a pacientes con trastorno mental grave, 81 unidades
comunitarias, 21 de hospitalización, 15 comunidades terapéuticas, 9 de rehabilitación y 14 de salud mental infanto
juvenil.
http://www.juntadeandalucia.es/salud/channels/portada/
Noticia10198?perfil=ciud&idioma=es&tema=/temas_es/&c
ontenido=/channels/portada/Noticia10198
Gobierno de Canarias: 10 de octubre de 2009. Día Mundial
de la Salud Mental. Sanidad ultima la implantación del
Registro de Casos Psiquiátricos de Canarias.
http://www2.gobiernodecanarias.org/noticias/index.jsp?m
odule=1&page=nota.htm&id=113313
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Os eventos consuetudinarios que acontecen na rúa. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Notas gallegas en el Día Mundial de la Salud Mental (De Lamas a Federico
Ménendez)
Mesa Pro-salud mental de Madrid
Una contundente denuncia acerca de la planificación actual
y futura de la atencion a la salud mental de Madrid, (y cuya
Consejería de Sanidad está dirigida por varios altos cargos
ourensanos y gallegos que ya estuvieron en puestos directivos de gobiernos del Partido Popular en la era Fraga).
http://diariocritico.com/blogs/salud/2009/10/10/diamundial-de-la-salud-mental-2/
Os eventos consuetudinarios que acontecen na rúa. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Psicoanálisis aplicado
El capitalismo pulsional
Manuel Fernández Blanco
El filósofo francés Bernard Stiegler define al sistema económico actual como el del capitalismo pulsional, tomando
apoyo en los conceptos freudianos. El psicoanálisis ha esclarecido cómo en el ser humano la búsqueda compulsiva de la
satisfacción puede llevar a la autodestrucción. El hedonismo
es la otra cara de la pulsión de muerte.
Cada vez que sale a la luz un escándalo de corrupción económica comprobamos cómo se puede pasar del lujo y la
ostentación a la cárcel o del prestigio social e intelectual,
como gurú de las finanzas, al rechazo global. Las últimas
derivas del sistema económico, y las conductas de voracidad
de algunos de los tenidos por sus más eminentes gestores,
han logrado lo que la izquierda marxista había dado ya por
una batalla perdida: que se pudiera llegar a cuestionar, a
estas alturas de la historia, el sistema capitalista. Esta es la
paradoja: los más fervientes defensores del libre mercado son
los que han provocado el intervencionismo estatal.
En cualquier caso, el capitalismo no está en crisis como consecuencia del cuestionamiento político e ideológico de sus
enemigos. El capitalismo está enfermo de si mismo, de su
empuje a la autodevoración. El capitalismo de producción
admitía la posibilidad de sostenerse en ideales como el progreso material y social, el espíritu emprendedor o la creación
de empleo y bienestar. Pero el capitalismo ha mutado y el sistema actual ha roto de modo alarmante el equilibrio entre
producción y conservación. En este recorrido se ha perdido
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El capitalismo pulsional
el saber hacer y el saber vivir. El saber hacer porque el saber
pasa a las máquinas (quizás lleguemos a comprar coches que
no necesitarán que nosotros los pilotemos); y el saber vivir
porque el sujeto actual se sostiene en la necesidad del consumo compulsivo, en las conductas adictivas.
La civilización global se caracteriza por la pasión por los
objetos propuestos por la sociedad del mercado. Se trata, en
el hedonismo contemporáneo, del goce ininterrumpido
(aunque sea el del trabajo, el de la adicción al trabajo). La
propuesta del capitalismo es la de que hay objetos para la
satisfacción. Ese es el fantasma del capitalismo: hay objeto,
en el régimen del tener. Pero, en ese registro, todos los objetos son perecederos y generadores de insatisfacción. La respuesta del capitalismo es la novedad, la novedad misma
como objeto de goce, ante la caducidad crecientemente acelerada de los objetos que propone para la satisfacción. El
ofrecimiento continuo de objetos plus-de-goce disponibles
para todos borra la singularidad. Por eso la universalización
del objeto contribuye a la soledad del sujeto. Sirva como
ejemplo el caso de los hikikomori en Japón. Son 1.200.000
sujetos entre 14 y 30 años. Es decir, en Japón, 1 de cada 10
jóvenes vive recluido en su habitación, en un universo de
multiconexión virtual pero evitando las relaciones reales. Es
la paradoja de que la interconexión universal, múltiple e instantánea, puede ir de la mano del aislamiento y de la soledad. Los hikikomori son la expresión más radical de este
fenómeno pero, sin llegar a ese extremo, tenemos los adictos
a Internet, los adictos al sexo, los adictos al móvil, los compradores compulsivos, etc.
Este modelo de civilización produce un efecto de fatiga (de
fatiga crónica, podríamos decir) al quedar capturado el sujeto por los objetos de los que se hace dependiente. La dependencia implica la prevalencia de síntomas más vinculados a
la dificultad del destete y de la separación. Más vinculados al
narcisismo, más regresivos. La caída de los ideales y el declive de los discursos basados en el Nombre del Padre, conduce a la puesta en primer plano del objeto de goce y la relación de dependencia. Esto explica, entre otras cosas, el incremento de la violencia de género. Los hombres no son más
machistas ahora, son más niños, más dependientes. Por eso
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no soportan el abandono y al acto homicida sigue, en
muchos casos, el suicidio.
La civilización oscila entre la angustia porque falta la falta.
«No les falta nada, tienen de todo», dicen nuestros mayores,
y el tedio que conduce a la depresión generalizada. Por eso
los fármacos más prescritos son los ansiolíticos y los antidepresivos. Si una enfermedad, la depresión, alcanza al 25%
de la población, ¿es una enfermedad? O bien se trata de la
generalización de la llamada psiquiatría cosmética.
La economía libidinal respecto de los bienes y su uso se ha
modificado porque la compulsión consumista no es el deseo
ni el placer, que siempre está ligado a la mesura y al límite;
es el empuje a la acumulación de los objetos que propone el
mercado ignorando que el deseo no vive de objetos. El sujeto actual, en una especie de bulimia generalizada, consume
sin poder parar incluso lo que no necesita para luego vomitarlo, confrontándose al vacío. Cuanto más vacío existencial,
más atracón. Por eso se consume también lo que se detesta:
la gente cada vez pasa más horas viendo programas de televisión que dice aborrecer. Se intoxican así del opio de sus
propias endorfinas y adormecen cualquier deseo que pudiera despertarlos. El empuje al consumo y al éxito material ha
destruido el deseo. Antes por el exceso, ahora por la privación. El éxito del término mileurista se deriva de esta lógica, porque apunta a la limitación del derecho al consumo.
El ciudadano ha dejado su lugar al consumidor, por eso los
derechos del ciudadano han cedido su protagonismo a los
derechos del consumidor. Esto contamina todos los ámbitos,
incluido el sanitario, donde el paciente, en el lenguaje de los
gestores, ha pasado a denominarse cliente. Las consecuencias de esta dinámica alcanzan el ámbito del saber. La sabiduría ha dejado de ser un ideal, porque sólo tiene valor el
saber operativo, el saber del funcionamiento, en muchas
ocasiones absolutamente limitado y empobrecedor. Por eso
vivimos la edad de oro de los protocolos. Los manuales de
instrucciones han llegado a la clínica.
La destrucción del deseo conduce a que lo pulsional se manifieste sin contención en la clínica, pero también en la opiPsicoanálisis aplicado. Siso nº 48-49 Invierno 2009
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El capitalismo pulsional
nión pública que cada vez más, bajo la coartada de lo políticamente correcto, procede al linchamiento de cualquier voz
que se aparte del criterio establecido. Así convive la exhibición mediática sin velos del goce sexual, o del goce del
horror y de la muerte, con el autoritarismo incorpóreo
representado por la opinión conveniente.
Si el estado actual de la civilización se caracteriza por el individualismo y el hedonismo conformista, y los discursos revolucionarios clásicos han caído, pareciera que el único planteamiento subversivo, en la actualidad, sería el anticonsumista. Frente al exceso del consumo, la respuesta anoréxica.
Esto alcanza también el ámbito sexual. En la época de la
permisividad sexual casi absoluta, cuyo único límite es la
pederastia, la única trasgresión posible sería la antisexualidad como alternativa anticonsumista. Tal vez la lógica del
exceso puede conducir a algunos a la anorexia sexual. Ya
existe un movimiento organizado, a nivel internacional, de
los ateos del sexo. No es descartable que pronto podamos
asistir a la celebración del día del orgullo antisexual.
El ideal se anula por su pluralización ilimitada y porque
entra en el registro de la paradoja posible. Recordemos a
Pekka-Eric Auvinen, el asesino múltiple finlandés, que se
definía como un humanista antihumano y como un ateo
endiosado. Si toda identificación es posible, no hay identificación. Esta nueva forma de ideal está al servicio de adaptarse al goce particular. Al permitir la paradoja, cortocircuita el conflicto. Por eso, con el final del siglo XX, la problemática de la represión deja de ser central y las patologías que
dominan la escena no son ya tanto las patologías neuróticas
producidas por la represión de la libido, son las patologías de
la impulsividad producidas por el Just do it («Simplemente
hazlo»), como nos recomienda Nike, o Imposible is nothing
(«Nada es imposible»), como afirma Adidas. Esta lógica hace
variar la relación del sujeto con el objeto. El sujeto queda
subordinado al objeto, seducido por el objeto de satisfacción
siempre posible.
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El lenguaje del Yo en la
modernidad*
Manuel Fernández Blanco
Comienzo por lo más simple, los fundamentos, hablando del
Yo, qué es y cómo se constituye. No nacemos con un Yo, el
Yo no es un punto de partida. El niño recién nacido siente su
cuerpo hecho de elementos y órganos autónomos y descoordinados, no tiene un sentimiento de unidad corporal. Su
imagen no está integrada, su Yo no está constituido. El
punto de partida es un organismo, pero el Yo sólo es una
posibilidad, afortunadamente frecuente.
Algunas patologías psíquicas graves de la primera infancia,
como el autismo y las psicosis infantiles precoces testimonian
precisamente de las dificultades para algunos niños de darse
un cuerpo, de establecer los límites corporales, de distinguir
lo que es interior y exterior a ellos mismos. Estos niños no
acceden a constituir su yo.
El Yo se constituye en lo que Jacques Lacan denominó estadio del espejo, esta experiencia se produce entre los 6 y los
18 meses, pero sus efectos estructurales se extienden a toda
la vida del sujeto.
Esta experiencia consiste en que el niño frente al espejo vive
por una parte, de su lado su inmadurez, y por otra parte, en
* Conferencia pronunciada el 18 de febrero de 2005, en la Facultad de Ciencias
Políticas de la Universidad de Granada.
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El lenguaje del Yo en la modernidad
la imagen que el espejo refleja, o bien en la imagen de otro
que funciona como espejo, una imagen acabada y total. En
la identificación imaginaria especular a esa imagen el niño
constituye su Yo, por eso el Yo es siempre un préstamo que
el sujeto otorga a esa imagen como unificada, como total.
Esa imagen le fascina, porque le promete lo que él no tiene:
unidad, completud. Pero este efecto de fascinación va a ser
permanente, todos y cada uno quedamos fascinados cuando
aparece ante nosotros alguien que parece tener lo que a nosotros nos falta, la fascinación tiene que ver con suponerle al
otro una completud allí donde nosotros estamos en falta.
El estadio del espejo va acompañado de dos afectos fundamentales: el primero es el júbilo, la alegría, porque el sujeto
imaginariamente cree tener lo que no tiene, y la contracara
de este júbilo es la angustia cuando cualquier azar, cualquier
contingencia de la vida, hace que esa imagen de completud
se rompa. El otro afecto es la agresividad, ya que por la
dependencia del otro para la constitución del Yo –estamos
diciendo siempre que es en la identificación a la imagen del
otro que se constituye el Yo del sujeto–, por esa dependencia
el Yo es siempre otro, o el Yo nunca es más que la mitad de
uno mismo. Quien me da la imagen al mismo tiempo me
desposee, Yo es otro, de ahí la relación mortífera que todos
tenemos con la propia imagen, y la relación de agresividad
con los semejantes, especialmente con los que son más semejantes, con los que son como Yo, la agresividad es el afecto
propio de la relación con el semejante, por eso hay más violencia en un Betis-Sevilla, que en un Betis-Barcelona, por
ejemplo. La agresividad es siempre mayor con el semejante,
con el próximo, con el vecino. Muchos sujetos refieren experiencias de desconocimiento ante su propia imagen en el
espejo, experiencias como de despersonalización, de no
reconocimiento ante la propia imagen en el espejo, experiencias que no forzosamente tienen que ver con la despersonalización psicótica, sino con este hecho de estructura: el
Yo como otro y el Yo como desconocimiento.
Entonces el Yo es la identidad imaginaria del sujeto, pero
está determinada simbólicamente: tenemos el Yo ideal,
¿pero qué Yo sería ideal? El Yo ideal sería la imagen ideal de
mí mismo de acuerdo a los propios ideales que yo he inte236
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riorizado. Esto quiere decir que el Yo ideal no es el mismo
para cada uno, el Yo ideal se hace depender de los ideales de
cada uno; si el mayor ideal de un sujeto es la honestidad,
cualquier conducta deshonesta hará que la imagen del Yo
ideal se resienta porque no estará acorde con el ideal de
honestidad, con el ideal del Yo, es decir, el Yo ideal tiene una
subordinación simbólica respecto del ideal del Yo. El Yo ideal
quiere dar una imagen amable al ideal del Yo, quiere aparecer amable a los ojos de los propios ideales interiorizados. El
Yo ideal es el que estaría más acorde con el ideal del Yo.
El problema para el sujeto, que ya voy a llamar clásico, era responder a ese ideal, estar acorde con los ideales, ideales que
cada vez podían exigir más, hacerse tiránicos, porque en realidad el ideal esclavizaba al sujeto con sus demandas superyoicas insaciables, porque frente al ideal siempre se está en defecto, nunca se es suficientemente ideal, cuanto más se entrega al
ideal más exige y esto avocaría a que el pequeño Yo nunca
estuviera a la altura de las exigencias del ideal del Yo.
Esta dinámica favorecía la neurosis generalizada. Cuando la
civilización ponía el acento en el ideal, pensemos en la época
victoriana, la que vivió Freud, la represión era uno de los
rasgos distintivos de la civilización, porque ¿qué es lo que
hace entrar en contradicción con el ideal? Ninguna otra cosa
que no sea el goce, es decir, pensar, sentir, actuar, un goce
que el sujeto considera inadecuado a los ojos de sus ideales.
La estructura del síntoma neurótico es ésta: es un goce que
entra en contradicción con un ideal, por eso hay conflicto.
Por eso el ideal estaba al servicio de reprimir el goce, y como
el goce no se deja reprimir, nunca pierde sus derechos, buscaba una satisfacción sustitutiva en el síntoma, en esa formación de compromiso entre la pulsión y la defensa.
No sé si estamos ya en la época de la neurosis generalizada,
más bien daría la impresión de que estamos en la época de
la perversión generalizada: no estamos en la época del límite, del ideal limitando el goce, estamos en la época de lo ilimitado, de la pulsión o de la impulsión en el primer plano.
Por eso los síntomas de moda no están tan relacionados con
la culpa neurótica, están más relacionados con la impulsividad, por eso en los niños en esta época más maníaca el trasPsicoanálisis aplicado. Siso nº 48-49 Invierno 2009
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torno por excelencia es el trastorno por déficit de atención
con hiperactividad. Por eso las patologías del consumo y de
las impulsividades en general están en primer plano.
Entonces parece que hay un Yo que es un poco antiguo, hay
un Yo clásico un poco en declive, porque los ideales están en
franco declive en nuestras sociedades hipermodernas. El
relativismo hipermoderno conlleva que ningún ideal sea
consistente. Esto tiene incidencias directas sobre el Yo de los
sujetos. Los ideales ya no asedian al sujeto con sus exigencias
subjetivas, podríamos pensar entonces que el pequeño Yo
del sujeto liberado del peso aplastante de los ideales se ha
desarrollado, se ha fortalecido, convirtiéndose en una gran
potencia, el Yo fuerte efecto de la civilización.
Pero no es eso lo que observamos. Sí observamos el auge del
delirio yoico, como dice Jacques-Alain Miller, el delirio yoico
es creerse igual a lo que se está identificado, es creer que uno
es igual a sí mismo. Actualmente las identificaciones imaginarias proliferan, lo que hace que el paisaje de la civilización
esté dominado por la diversidad, hay muchas tribus, hay
muchos modos de estar y de gozar. La civilización actual
favorece la diversidad –la calle es variopinta– pero no favorece la diferencia. Bajo la diversidad imaginaria hay una
homogeneización cada vez mayor, por ejemplo el auténtico
Uno, el auténtico amo actual, es la opinión pública. ¿Quién
se atreve hoy día a decir algo que contraríe a la opinión
mayoritaria? Es un retorno del Uno, del amo, bajo la apariencia de la diversidad. Esta diversidad imaginaria lleva a
una especie de adolescencia generalizada, el sujeto actual
quiere afirmarse en sus identificaciones imaginarias, en su
diversidad, porque hay un déficit de identidad, y la identificación no es la identidad. Entonces todos dispuestos a afirmar su Yo, su alienación imaginaria, pero eso supone vender
el alma al demonio porque sabemos que la alienación es
sinónimo de enajenación, de robo, de extrañamiento. El Yo
es extrañamiento.
Les pediría que pensaran un momento en lo que son sus opiniones sobre alguna cosa, y que recapaciten sobre las fuentes de donde provienen esas opiniones, esto nos permitirá
discernir y tener una idea bastante cabal de que el Yo es
extrañamiento, es alienación; lo que creemos más nuestro,
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nuestras ideas, nuestra percepción del mundo está habitado
por algo que en realidad es un préstamo.
Pero además, ahí donde parece que podemos reconocernos
en nuestras opiniones, ahí donde creemos ser iguales a nosotros mismos, habita algo que nos es profundamente extraño. Lacan produjo un concepto para explicar esto: la extimidad, donde lo más íntimo puede aparecer al sujeto como
lo más extraño, es decir, lo más extraño para un sujeto puede
ser algo que alberga en su interior, y puede aparecer bajo la
forma de una fantasía, o bajo la forma de una pesadilla. O
bajo la forma del odio a lo que aparentemente es diferente y
viene de fuera.
El racismo ejemplifica bien este fenómeno. El racismo tiene
un único fundamento: es lo intolerable del goce del otro, o
dicho de otra manera, es lo intolerable de que el otro goce
de un modo diferente a como dictan mis ideales, mi tradición, mi cultura. La cultura no es otra cosa que una forma
de organización del goce, de civilización del goce; la cultura
nos dice cuántas fiestas hay que hacer, cuando hay que trabajar, cuando hay que divertirse, qué fiestas hay que celebrar
de una manera y cuáles de otra, es decir, la cultura son formas de ordenamiento del goce, por eso cuando alguien aparece gozando de un modo diferente puede suscitar el odio, el
odio visceral (porque se siente en el cuerpo), porque ese goce
en realidad es el goce más íntimo del sujeto pero que no
puede admitir como tal, porque el sujeto es un extranjero
para sí mismo. La extranjeridad del sujeto está en su goce,
nuestros goces más íntimos nos pueden aparecer como
extraños, como odiosos, como inaceptables, por eso el odio
al extranjero que nosotros mismos somos, porque somos
racistas de nuestro propio goce. En el ámbito del racismo al
extranjero hay un fenómeno muy curioso: si ese goce ajeno
está en su lugar de origen, en su patria, puede producir un
efecto de fascinación para nosotros si lo visitamos allí, el goce
del otro cuando está lejos se llama exotismo, idiosincrasia,
pero aquel que puede disfrutar mucho con la idiosincrasia
del Magreb, puede no tolerar al magrebí de vecino, y entonces la idiosincrasia se puede tornar en «odiosincrasia» (término acuñado por la psicoanalista Amanda Goya) porque
está próximo.
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Este mismo fenómeno que se da en la civilización se da en la
intimidad del sujeto. Lo más odioso, lo más extraño es el
goce que nos habita, el goce inaceptable que nos habita, por
eso lo que nos hace fundamentalmente otros para nosotros
mismos es el goce. Pero esto que aparece como opacidad, el
Yo en su afán de dominio lo pretendería transparente. El Yo
se postula como transparente pero es pura oscuridad, puro
desconocimiento. Es un desconocimiento que puede ser útil
si aceptamos hacernos una humilde pregunta (si es en presencia de un analista todavía puede ser mejor): ¿por qué
pienso lo que pienso? Extrañamiento que puede sernos útil
si le añadimos otra pregunta: ¿a quién debo lo que pienso, a
quién se lo oí, de quién lo tomo?
Se nos puede objetar que en el registro especular no deberíamos hablar de conocer sino de desconocer, ya que el Yo es
–como dice Lacan– una instancia de desconocimiento, pero
es una obligación ética conocer nuestro desconocimiento, o
sea, nuestro Yo.
La experiencia especular supone la venta de la poca identidad que tenemos por la identificación que la imagen de
completud nos promete. Y hay que aclarar algo: para que
exista imagen especular no es necesario un espejo, basta un
otro con el que nos comparemos, por su ropa, por su imagen, por sus propiedades, por su belleza, por su inteligencia.
Por eso Lacan aclara que el narcisismo es siempre del régimen del dos. Cuando alguien se considera el más guapo, el
más diestro o el más listo, lo sepa o no, el otro siempre está
presente. Cuando el Yo en esa comparación sale bien parado se vuelve maníaco, exultante, el Yo se hincha; y cuando
sale mal parado se entristece o se vuelve agresivo. Y la pregunta sería: ¿por qué la civilización actual apuesta por un
partenaire –el Yo- tan disminuido? Es por la necesidad de
apostar por algo que pueda proferir un «Yo soy». ¿Por qué
ese «Yo soy» le ganaría la mano al inconsciente freudiano?
El «Yo soy», el ergo sum, es un avance extraordinario, es superar a Descartes, porque el pobre Descartes tenía que decir
«Pienso, luego yo soy», pero actualmente parece que no es
necesario darse el trabajo de pensar para ser, parece que el
sum viene caído del cielo (vamos a decir esto al menos provisionalmente).
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Ya que estamos hablando de Descartes no podemos dejar de
mencionar la forclusión que este filósofo opera en su célebre
cógito. Descartes deduce el ser del pensar, es extraordinario
que la existencia sea inferida de una actividad simbólica.
Vamos a poner un ejemplo muy simple para ver el atrevimiento de Descartes: ¿pensar un triángulo basta para asegurar su existencia?, ¿pensar en cien euros nos asegura de
tenerlos en el bolsillo? El «Yo soy», o el ser, igualado al pensamiento es un argumento un poco flojo, sin embargo
Descartes es el padre de la filosofía moderna porque abastece a la subjetividad de una base tan fuerte como falsa. Cada
vez que alguien dice sum se engaña, cada vez que alguien
dice «soy» pensando que despeja su identidad se engaña,
porque la verdadera respuesta a la identidad no vendrá
nunca del Yo cartesiano, sino del inconsciente freudiano,
porque pensar es errar, de todos modos eso hoy en día no
importa demasiado, porque hoy se piensa y se habla de otra
manera. Actualmente el pensar es un ejercicio de autoafirmación narcisista. Habría que modificar el cógito, podríamos decir algo así: Puesto que yo lo pienso así es, y tan contentos. No se trata de un pensamiento que buscando la verdad pudiera equivocarse –lo que después de todo sería comprensible–, sino de un pensamiento que busca asegurarse o
reasegurarse de sus certezas. Esto es empíricamente comprobable, se habla mucho, se habla para pontificar, se habla
sentando cátedra. Los nuevos sujetos son catedráticos de la
vida sin haberle dado la vuelta a la manzana.
¿Qué dice entonces el Yo en la modernidad? ¿Cuál es el lenguaje del Yo en la modernidad? Dice «Yo pienso», dice «Yo
tengo derecho», dice «Yo soy víctima», pero sobre todo, dice
«Yo gozo». Intentaremos declinar todas estas cosas que dice
el Yo de la modernidad.
«Yo pienso», y puesto que el Yo piensa se cree además que
lo pensado es propio; mi pensamiento es mío, mis ideas son
mías, al modo en que se dice mis vestidos son míos. De lo
que se trata aquí es del individualismo anómico actual que
empuja a la originalidad narcisística, en contra de la gran
individualidad que se derivaría de la responsabilidad. El
sujeto actual se cree que por pensar algo, por tener una idea,
eso le da derecho al no conformismo, sin pararse a pensar si
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esa idea conlleva algo de la invención o es sólo una justificación para el goce, porque el individualismo actual se formularía más o menos así: «Puesto que esto pienso, esto hago».
No hay distancia entre el pensar y el actuar, tampoco hay
distancia para pararse a pensar en las consecuencias que el
actuar tiene para el propio individuo y para el otro. Si hay
que hacerlo se hace, y la tendencia seguirá, esto lleva a situaciones dramáticas. Por ejemplo, nadie puede discutirle a una
mujer o a un hombre su derecho al embarazo o a la paternidad, meses después ese padre y esa madre se ven con su
hijo en el punto de encuentro.
El viejo Yo es desbancado por Freud en lo que él llama el tercer golpe al narcisismo humano, el decir, que el Yo no era
amo en su propia casa. ¿Cuál es la tesis freudiana? Que Yo
no soy dueño de mis pensamientos, ni de mis actos, que hay
algo en mí mismo que puede más que Yo, dirige mi vida más
que Yo –y cuando digo Yo me refiero al pensamiento consciente–, es decir, que el Yo no es amo en su propia casa porque el inconsciente existe. Pero este Yo un poco derrocado
por Freud, retorna actualmente en una remontada incuestionable por su alianza con el derecho, y esto puede ser resumible en una divisa, en un eslogan del sujeto de la modernidad que es «Yo tengo derecho». Pero «Yo tengo derecho» es
un autootorgamiento que marca una diferencia radical respecto al momento en que el derecho provenía de lo que el
otro le reconocía al sujeto. Antes, el otro le reconocía al sujeto unos derechos, pero actualmente el derecho autootorgado
tiene más fuerza que la ley. El Yo munido de un derecho
absoluto, el Yo del «Yo tengo derecho» cuestiona la ley como
algo exterior, extraño. Si antes la ley cuestionaba al individuo, ahora el individuo cuestiona la ley.
La consecuencia de esto es que si hay derechos, y Yo no
tengo algunos, «Yo soy víctima»: el victimismo generalizado
del sujeto de la modernidad. La sociedad actual es la sociedad de los derechos. También hay que decir que el auge de
los derechos es proporcional al declive de la responsabilidad.
Voy a recordar las palabras de John Taylor cuando decía:
«Si usted puede establecer un derecho y demostrar que está
privado de él, entonces adquiere el estatuto de víctima». Si
por ejemplo, la salud es un derecho, yo puedo fumar y al
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El lenguaje del Yo en la modernidad
mismo tiempo denunciar –como es práctica habitual en
EEUU– a las industrias tabacaleras si me sobreviene un cáncer de pulmón. La fórmula es muy simple: el goce para mí,
la culpa para el otro, porque el sujeto actual defiende su
libertad pero no acepta su responsabilidad. De este modo
puede dirigir demandas contradictorias a la sociedad, puede
decir «Soy libre, déjeme en paz», pero a la vez, «Ocúpense
de mí». No son buenos tiempos para los deberes, empezando por los escolares. Es frecuente la queja sobre los deberes
de los niños, que según algunos deberían aprender jugando.
Como desarrolla Lipovetsky en su libro El crepúsculo del deber,
la ética indolora de los nuevos tiempos democráticos, los jóvenes
actuales son derechistas, no por su adscripción político-ideológica, sino por su reclamación de todos los derechos y el
rechazo a los deberes. En consonancia con esto se ideó un
modelo educativo que permitía superar cursos suspendiendo. Lo importante, al parecer, era evitar problemas de autoestima al alumno.
Por otra parte, las sociedades de afectados proliferan por
doquier, con el recurso habitual a la opinión pública. No
hace mucho conversaba con el presidente de una asociación
ciudadana que me decía: «Es muy sencillo, basta con recurrir a los medios de comunicación». Hoy en día los políticos
tienen miedo al pueblo, y el pueblo no le tiene ningún miedo
a los políticos. En esta lógica –como señala Pascal
Bruckner– se instala la victimización como una versión fraudulenta del privilegio que libera de la aplicación igualitaria
de la ley. Se esboza así una sociedad de castas al revés, donde
por ejemplo, haber padecido un daño reemplaza a las ventajas de la cuna: es la aristocracia de las víctimas. Éstos reivindican intereses particulares, en ocasiones legítimos, y en
otros simple coartada para todo tipo de astucias, porque
estamos en la época de las excepciones, todos diferentes, y
nada da más rédito hoy en día que hacer de la excepción privilegio. Ya no hay mendigos que piden, sino pícaros que exigen. Esto supone una fragmentación de lo social, un auge de
lo sectorial, de lo particular, de lo individual, con lo cual,
cualquier tipo de proyecto general es muy complicado de llevar adelante actualmente. Es decir, la gestión de un gobierno –y digo gestión y no política, porque políticos parece que
se han acabado– es una simple gestión de los intereses de las
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minorías, es una gestión de las particularidades, en busca de
una armonización que permitiera conservar un semblante,
una apariencia, de que lo colectivo aún existe; entonces el Yo
de la modernidad, el Yo de los derechos es también el Yo del
victimismo generalizado.
Pero vamos a volver un poco a Descartes, al menos para no
descartarlo del todo, porque Lacan alabó la emergencia
puntual de un sujeto que dice «Soy», sum, no las descartamos
porque las formaciones del inconsciente –excluido el síntoma, porque el síntoma es permanente, es regular, es constante– se declinan como el cógito desde la fugacidad, es el
relámpago del chiste, del lapsus, del olvido, donde el ser y la
palabra se reúnen por un momento. Una fugacidad que
Lacan va a comentar del siguiente modo: Un momento
antes no estaba y ya un momento después no es.
Tampoco minusvaloramos las aportaciones de Descartes
cuando limpia de todas las representaciones imaginarias al
Yo y lo reduce a algo vacío, que se irá llenando con lo que el
sujeto pueda aceptar como verdadero, porque así se le aparece, y no lo que proviene de la autoridad, de la tradición y
demás. Aceptamos entonces estas dos aportaciones cartesianas, pero negamos que una vez que se dice sum se le pueda
desde la conciencia añadir algo. El ser y el pensar no se reúnen jamás. Ningún pensamiento es, ningún ser es pensamiento. Esto quiere decir que el ser y el sujeto no son lo
mismo, y el pensamiento, ya sea consciente o inconsciente
no llega a decir del sujeto cuál es su ser, o sea, su identidad,
porque la identidad no está en el pensamiento, la identidad
mayor de un sujeto es su goce innombrable, lo más real de
su goce. Pero se nos podría objetar, aceptando que el ser y el
sujeto no son lo mismo: ¿no se habla en psicoanálisis de
constitución del sujeto, constitución que se lleva a cabo
mediante los significantes a los que se aliena, significantes
del discurso familiar, etc.? Es cierto, pero esos significantes
dejan siempre un espacio vacío, un vacío que emerge sobre
todo cuando el vínculo con el otro es sacudido, y ese vacío
tiene un nombre, la falta en ser del sujeto, y el sujeto de la
falta en ser no es ese vacío, es lo que viene a llenar ese vacío,
y lo que viene a llenar ese vacío, lo que da consistencia a un
sujeto es su goce. Es la diferencia en realidad entre identificación e identidad.
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La identificación puede ser a un significante, uno puede
identificarse a un significante, a un ideal, a una palabra, ahí
estamos en el registro de las identificaciones, pero ahí todo es
voluble, es cambiante, esas pueden ser las verdades de un
sujeto, pero lo más real de un sujeto va más allá de sus identificaciones, lo más real, la identidad de un sujeto es su modo
de goce, que por otra parte es lo más constante, lo que no
varía, no es cierto que gocemos de modos diferentes, que
pasemos de un modo de goce a otro, gozamos siempre del
mismo modo.
Entonces, tenemos la omnipresencia del Yo, la omniverborrea del Yo, esto es lo que se observa hoy. El Yo está tan presente que podríamos decir que nadie escucha a nadie, todo
el mundo habla, pero la conversación ha quedado degradada al cruce de un Yo que habla y otro que le interrumpe. El
Yo habla siempre y habla sentando cátedra, habla desde una
falsa certeza porque, como he repetido, el Yo está definido
por Lacan desde el desconocimiento. Pero ya sabemos: la
ignorancia es muy atrevida; y el Yo cuanto más desconoce
más opina, cuando la posición más sabia del Yo sería la de la
humildad de aquel que viste de prestado, es decir, el único
Yo que podría ser sabio es el Yo que sabe que siempre es un
seudónimo. Sin embargo, hoy el Yo es parlanchín, pareciera
que callarse es un error hoy en día, digo callar como
momento previo a la opinión, por lo menos, callar como
sinónimo de pensar. Curiosamente los programas hoy tan en
boga en la televisión se llaman Talking show, apuntando con
su nombre a que se trata sólo de hablar, sin punto de detención, sin punto de basta que asegure alguna conclusión, y
además, sobre todo se trata de hablar despreocupándose de
las consecuencias de lo que se dice, es un hablar absolutamente irresponsable. En este sentido, se acercaría al decir
irresponsable que le proponemos al paciente los psicoanalistas, la asociación libre de ideas: diga cualquier cosa, todo lo
que se le ocurra, no importa que sea incoherente, y sobre
todo diga aquello que no querría decir, diga su sexualidad,
diga su intimidad. Podría haber un cierto paralelismo entre
este decir de los talking show y la sesión analítica.
Evidentemente no es lo mismo, porque se trata de una asociación libre sin hacerse cargo jamás de los efectos, sin
hacerse responsable de los efectos de la palabra.
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Si Lacan en la primera etapa de su enseñanza colocó el goce
del lado de lo imaginario, esta palabrería actual parece darle
la razón, nada de la verdad parece estar en juego, es el puro
goce del bla bla bla. No nos referimos ahora a la remontada
obscena de los goces más íntimos sobre el escenario de ese
gran teatro de los media, sino la puesta en acto del desconocimiento tan propio al Yo. Actualmente el Yo y la verdad no
cruzan sus caminos, la apuesta actual, la apuesta yoica, se
traduce en un empuje al alejamiento de la división subjetiva,
en lugar de la división subjetiva, el Yo.
Y llegados a este punto, se podría plantear lo siguiente: hay
una apuesta por el Yo en la civilización, por un Yo famélico
a pesar de todo, pero es un Yo diferente, se podría hablar de
un estatuto diferente del Yo, de un estatuto inédito, se podría
pensar incluso si este Yo es el Yo del que hablaba Freud, porque comienza a no ser válida la incompatibilidad que caracterizaba al Yo. Me refiero a que cada vez más los sujetos
admiten íntima y públicamente goces que antes le hubieran
provocado la vergüenza, la división subjetiva, es decir, parece que el Yo actual tiene las tragaderas mucho más laxas, no
es un Yo al servicio de ocultar lo íntimo, sino más bien al servicio de mostrarlo. Un Yo como instrumento de mostración
de lo más íntimo, lo más íntimo pasa a ser público, y esto se
ve en todos los registros, se ve desde el registro más imaginario, el registro de la moda por ejemplo, donde la ropa íntima, la ropa interior pasa al exterior, es un efecto de civilización: lo íntimo se hace público y se ofrece a la mirada del
otro, al goce de la mirada del otro, esa mirada que antes servía para avergonzar ahora es el apoyo de la exhibición, es
una mirada que goza mirando el goce exhibicionista del
otro. Y esto va desde los aspectos más imaginarios, hasta el
modo de goce más íntimo puesto en lo público o mostrado
directamente por la televisión. Los personajes de los reality
show de la televisión se escogen no en función de sus identificaciones ideales, es decir, uno podría pensar en un reality
show hace treinta años, habría que meter en la casa del Gran
Hermano a un comunista con un facha, igual eso daba algún
juego, pero sería más al estilo de Don Pepón y Don Camilo, eso
sería un debate de ideas, sería elegir a los sujetos en base a
su rasgo identificatorio ideal. No se elige hoy así a los sujetos, sino en base a su rasgo de goce, es decir, vamos a elegir
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a un transexual, a alguien con rasgos de goce muy llamativos para la exhibición pública de lo más íntimo, para la
mirada tragona y voraz del otro, mirada que ya no avergüenza a nadie, es decir, antes eso se miraba por el ojo de la
cerradura y si a uno lo pillaban, menuda vergüenza. Ahora
el ojo de la cerradura es la televisión, por lo tanto ya no es
más el ojo de la cerradura, no es la mirada en su capacidad
de avergonzar sino en su capacidad de mostrar.
Y, ese Yo que no funciona como límite, ese Yo que no es sede
de la vergüenza, ¿es el mismo Yo? Hay de todas formas una
paradoja: el Yo cada vez más laxo, cada vez traga más con
todo, cada vez menos en la división subjetiva, uno podría
decir es la felicidad, ya no hay más represión, ya nunca más
una época victoriana, ya no más síntomas neuróticos, todos
felices. Pero nunca se han consumido tantos antidepresivos,
tantos ansiolíticos, vivimos en la sociedad de la depresión
generalizada, ¿por qué? Este Yo que aparentemente puede
con todo, parece que está un poco resentido, hay que favorecer su autoestima e inventamos toda una serie de terapias
para que el Yo se quiera mucho a sí mismo. Ponemos al sujeto frente al espejo –no deja de ser curioso, algunas de estas
técnicas de afirmación de la autoestima son precisamente
ante el espejo–, para que se diga a sí mismo lo maravilloso
que es, que en realidad no debe dejarse amilanar por juicios
contrarios a su autoestima –internos o externos– por tanto,
reproducen la relación más especular, la relación de la ignorancia mayor del sujeto, por no decir ya el planteamiento de
debilidad mental que le supone al sujeto, por eso son muy
mal toleradas este tipo de técnicas, especialmente cuando el
sujeto tiene unas pocas luces.
Entonces, autoestima, aumentar la autoestima. Este sintagma supone un pecado y un error. El error es afirmar la existencia de la autoestima misma, porque no hay autoestima,
toda estima es heteroestima, o sea venida del otro, porque es
del otro del que depende el juicio. Y el pecado es el de
aumentarla, porque no hay ningún sujeto con baja autoestima (salvo la melancolía psicótica, que no es el caso del que
estamos hablando aquí).
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El narcisismo es de estructura, y muchas veces la humildad,
la sumisión, la bondad extrema, son los reductos más
inabordables de una estima a prueba de bombas. Hay un
narcisismo de la pobreza, hay un narcisismo de la exclusión,
hay el narcisismo de quedar solo y así pensar que uno es
único, no hay baja autoestima porque el narcisismo es
estructural.
Otra cosa es donde ponga el narcisismo cada uno, puede
poner el narcisismo en ser el máximo campeón de la falta,
en ser el mejor de los peores, la omnipotencia de la falta es
un alarde de narcisismo. La verdad de la omnipotencia yoica
que favorece la civilización, este «Si tú quieres, puedes», la
voluntad, qué barbaridad esto de la voluntad, porque no hay
voluntad mayor que la del goce, que la del síntoma de cada
uno. El ludópata que se dice así mismo «No debo jugar
nunca más, arruino mi familia, mi vida, me echan del trabajo…», está diciendo esto y está caminando hacia el casino, eso es voluntad y es insuperable, y frente a la voluntad de
la pulsión que siempre es un sí, no hay no. El deseo puede
ser un sí pero no, no pero sí, podemos hacer lo imposible,
podemos complicarnos, pero cuando se trata de la pulsión
no hay no, es siempre sí, para voluntad la de la pulsión.
Pedirle al Yo voluntad es pedirle algo que no está dentro de
sus facultades. Por eso apuntar a la omnipotencia yoica produce el mayor de los desvalimientos, es una crueldad, decirle a un sujeto «Si quieres puedes» lo aboca al mayor de los
desvalimientos, es un artificio condenado al fracaso, no es un
semblante porque un semblante comporta una relación a lo
real.
Dicho de otra manera, esas simplezas llamadas terapias
infladoras del Yo hasta la omnipotencia –como si el Yo necesitara que lo inflaran más de lo que él tiende a inflarse–, esas
técnicas, al ser técnicas del Yo, no hacen más que duplicar lo
más propio del Yo: su colapso por infatuación. Si pretendemos aliarnos con el Yo obtenemos un saldo de desconocimiento duplicado, terapias que suministran un sentido, un
saber suplementario, que pretenden que es posible saber
hacer con la pulsión, dominarla, adiestrarla, desconocen la
causa, desconocen que el Yo nunca domina la pulsión y la
pulsión no respeta ni quiere aliados.
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Hay algo nuevo en el momento actual, llamémosle modernidad o hipermodernidad, porque mientras estas técnicas
pretenden dominar a la pulsión, no es el del control de la
pulsión por el Yo, cosa por otra parte imposible, sino –y este
es realmente el punto fuerte– la alianza del Yo con la pulsión, la civilización actual favorece una nueva alianza del Yo
con la pulsión, porque la actual inflación yoica no nos parece que caiga sólo ni fundamentalmente sobre lo imaginario,
sino que el Yo se muestra cada vez más propicio para alojar
a la pulsión, por lo tanto hoy no se trata de un lenguaje yoico
presuntuoso de su perfección, sino de una omnipotencia
yoica al no retroceder frente al goce, es decir, la fórmula del
sujeto actual no es «Pienso luego soy», es «Gozo luego soy»,
y esto produce una nueva alianza del Yo con la pulsión, el Yo
freudiano que se planteaba como un freno a lo pulsional no
existe más, el Yo en la civilización actual se plantea como
aliado de la pulsión, difícil de distinguir de la pulsión misma,
pero esta nueva alianza lleva a lo peor, no es la felicidad.
Si la pulsión no acepta ya ningún tipo de contrato, ningún
límite, si el Yo freudiano era un batallador que trataba
infructuosamente –porque aparecían los síntomas como formación de compromiso– de mantener el goce a raya, ahora
al Yo tomado por la pulsión sólo le queda la insatisfacción, y
eso es lo que no sabe la modernidad ni sus comadres; no
saben que para satisfacerse el Yo no necesita la pulsión y que
cuando ésta se satisface es a costa del Yo, y este maridaje
actual del Yo con la pulsión trae consigo la insatisfacción
generalizada, porque si la fórmula es «Gozo luego soy» ser
feliz no es una posibilidad, es un deber, ha pasado a ser una
obligación, un mandato pulsional, y eso instala en la civilización la insatisfacción generalizada. Desde que ser feliz no
es una posibilidad sino un deber la insatisfacción es inevitable.
El psicoanálisis también se plantea el saber hacer algo con la
pulsión, pero no es la propuesta del término medio, no es la
propuesta del control. El saber hacer con la pulsión que postula el psicoanálisis se alcanzaría después de un hacer saber.
Para concluir, el lenguaje del Yo no es un asunto lingüístico,
el lenguaje del Yo indica un cambio de posición subjetiva,
tiende cada vez más a reflejar lo que es hoy en día lo común:
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el desconocimiento de la castración. Pero desconocer la castración, desconocer el límite, pensar que todo es posible, no
vuelve inexistente la castración, la obliga a retornar en lo
real.
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La chica zyprexa
José R. Eiras
Este relato está construido a partir de varios cientos de folios
que el paciente escribió a lo largo de un año a modo de diario. Considero que su prosa, elegantemente irónica, da cuenta por sí sola de la lógica de su psicosis, así como de la progresión de la cura.
Lo que más me cuesta localizar es el principio del delirio.
Creo que la infancia debe ser tratada en otro capítulo. Si
algo me pasó a los dieciocho años, creo correcto analizar
desde los dieciséis. En ese verano estuve en un cámping con
el único propósito de beber, fumar porros, charlar, salir y
tomar tripis. El desfase del sueño y la cantidad de droga
tomada me llevó a hablar con las gaviotas, a ver las nubes
como personajes de dibujos cuyas misiones eran soplar y
limpiar el ambiente cargado del día anterior. Durante el
curso siguiente, en los recreos fumábamos siempre. De
hecho, era tal la ceremonia que le dábamos, que el día después de los exámenes de evaluación nos quedábamos toda la
tarde en el monte a fumar hasta que era de noche. Mi sentimiento era de un ser especial.
Llegó Semana Santa. El viaje a Londres con mi familia fue
un caos. La emoción, el nerviosismo y el protagonismo despertaron la sensación de triunfalismo y autoconfianza que
me llevó a empezar a creerme mis historias fantásticas.
En Londres comenzó la aventura. En el avión empecé a ver
las primeras cosas raras. Las formas que empezaron a coger
las nubes me hicieron ver figuras que en mi mente se tradujeron como almas ardiendo en el infierno.
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La chica zyprexa
Por mi cabeza ya rondaban los pensamientos del estilo de
que yo debía de ser un ser especial y de que Dios me había
tocado de algún modo. Dios me mostraba lo que él veía
desde su Cielo: almas ardiendo en un infierno llamado
Tierra en el que todos ardíamos por el agobio de la necesidad de trabajar, por la esclavitud y la batalla por nuestra
supervivencia. Todo el viaje tuve sueños raros y las noches
eran mezclas de realidad y de sueño. Me despertaba hecho
polvo y muy confuso, pero no recuerdo qué soñaba.
No hay nada escrito, y hay que escribir mucho sobre muchas
cosas con el fin de entender sobre todo una: ¿por qué me
volví loco? ¿qué fue lo que me hizo delirar?
En el Náutico se gestó el delirio, las frases malintencionadas
de mi amigo. Puto mamarracho que hacía de la convivencia
rivalidad, veneno y competición. Mis pensamientos se reflejaban en su autoridad, experto en romper la autoestima de
los demás. Me convertí en el reflejo de los consejos que tenía
la gente bajo su dominio premeditadamente y que castigaba
cualquier «insurrección» con un gran desprecio verbal y juegos de chantaje psicológico. Este tipo me maltrató psicológicamente haciendo que mi criterio siempre pareciese equivocado y que ante cualquier duda yo me creyese tonto o
manco. Recuerdo cómo cada pensamiento que salía de sus
normas se convertía en una lucha en silencio.
Mi estado de alucinación creó una espiral en la que comenzó a crecer mi pensamiento guardando más y más datos
hasta que no pudo soportarlos con cordura. Era mi padre y
me estaba traicionando. Me encontré a Dios y apareció. Me
aluciné y me creí especial.
El brote
COU, dieciocho años. Yo me sentía diferente. Mi sentimiento de diferenciación con el
resto siguió creciendo y empecé a comerme
las uñas, hasta que me comí los dedos, los
antebrazos, los codos... y me metí yo dentro
de mí mismo.
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La chica zyprexa
Me puse gorra...
Yo era la gorra. Yo era el de la gorra. Cíclope, me llamaban
de vez en cuando. Me sentí identificado con el poder de
poder mirar con un solo ojo.
Conseguí arreglármelas para que todo el mundo me tuviese
respeto en el autobús. Nadie se sentaba al lado del chico
mayor del grupo de música, los cascos, la gorra y que guardaba su sitio a la chica que se subía en las Camelias... mi
dama. Mi dama de las Camelias. El curso fue pasando y me
gustaba verla subir y meternos con los compañeros del bus y
escuchar el programa de radio que ponían mientras hacíamos comentarios breves pero que a mí me parecían el significado de innumerables sentimientos. Se reía.
Me convertí en una máquina de captar señales ocultas.
Hasta las ranas saltaban como en una coreografía para
decirme cosas que los días no me decían. No entendía nada.
Sentía fiebre.
De repente, la que saltó fue la liebre, ...! y ví una ventanita
que se abría cuando ella me dijo que había un programa de
radio que estaba muy bien y que la gente mandaba una canción y su dedicatoria.
«...Tenemos una carta que nos llega desde Vigo. La carta la
escribe María, y dice que se la quiere dedicar a Rocky, su
perro, al que quiere mucho y que es quien está siempre ahí.
La carta dice lo siguiente:
Eh! tú que estás ahí, comparte tu alegría...
Mi corazón dio un vuelco. Sentía que una espina de oro se
me estaba clavando y vi cómo todo encajaba tal y como yo
lo había soñado. Era ella. Ella era Ella. La quería abrazar
hasta la muerte y dar mi vida por ella... entregarme
100x100.
«...Vamos a poner la canción que nos pide esta chica...
PUM!!! Vaya, qué ha pasado? parece que tenemos fenómenos paranormales hoy en el estudio..., bueno, allá va. El
tema se titula Love is in the air. Para Rocky».
Del brote salió una camelia.
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Ella era para mí la dama de las Camelias.
Mi vida cambió en ese momento. Nunca supe lo que pasó
realmente, pero esa fue la historia de la chica del brote.
¿Por ahora?
El delirio
Toda la vida escuchando lo inteligente
que soy, el diamante en bruto... busqué
esa persona, busqué mi alma gemela y
tras encontrar a varias me gustó mucho
la idea de que mi alma gemela era Dios.
Realmente, ¿qué otra alma más gemela
que aquel que conoce todo de ti y que
diseñó tu molde?, según las teorías de los curas, que como los
fariseos serían para Cristo, digo yo me enseñaron sobre su
dios y su maravillosa forma de hipócrita y cobarde vida.
Tanto me gustó que decidí declararme Dios hasta que se
demuestre lo contrario. El listado de mis personalidades y
sus definiciones es el siguiente:
Ra, Dios egipcio del Sol, el más seductor. El poder absoluto.
Tutankhamon. La seducción del poder, la belleza de la
magia, el silencio, el enigma, el misterio... el faraón niño. Yo.
Mi magia es mi Fe.
Jesús de Nazaret. Lo quiero mucho. Lo sigo buscando. Hay
quien dice que es Tutankhamon.
Clark Kent-Superman. La identidad del tío tímido con doble
personalidad, torpe y soso que realmente es extraterrestre
como yo y lo sabe.
Songoku. El más carismático para mí. Todo corazón.
Neo (Matrix). El más moderno. Un superhéroe digital. El
Elegido, el único, el libertador, el que lo comprende todo y
acierta siempre. Mi anticristo.
Todo esto me lleva a pensar que el crucifijo que tiene mi
madre soy yo. Un dios con las manos y las piernas cortadas.
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El primer recuerdo que tengo de Dios es el crucifijo que
tiene mi madre. Me impactó siempre porque en la Guerra
Civil le cortaron los brazos y las piernas para poder esconderlo en un cajón.
El delirio, para mí, es la mezcla de dos realidades mediante
la ironía. Creo interesante analizar qué es lo que falta en mi
interior en el momento en que aparecen las ganas de delirar.
Segundo brote
Tiene veinte años. Va vestido con una sudadera color naranja con capucha. Lo acompaña su madre, quien informa del brote que había tenido
hace dos años y que desde entonces había estado tomando olanzapina
(Zyprexa®), medicación antipsicótica, y que ha estado viendo a un analista durante estos dos años, pero que había abandonado hacía unos
meses. Darko, como él se autonombra imaginariamente, permanece
callado, pero acepta volver a verme al día siguiente y sin reticencias me
dice: «estoy al borde del abismo, es como si estuviera al borde del cañón
del Colorado» y comienza su segundo análisis.
La otra mujer
Busco una chica que me cure. Busco la chica Zyprexa. No sé
qué debo esperar, estoy tratando de encontrar algo y rellenar
un vacío.
Realmente este escrito es un delirio de puta madre. Estoy
escribiendo lo que se me viene a la cabeza sin buscarle
demasiada lógica y me sienta bastante bien. He cambiado el
deliro por la auto-observación y el análisis y me cuesta no
ver miles de cosas de las que quejarme o no ver tan de cerca
la locura. Me aburro un poco de la cordura, pero me hace
sentir especialmente bien medir mis palabras y tener un
poco más de dominio de la situación.
¿Qué me inyectó María? Básicamente mala hostia. Llegué
de Londres de salvar al mundo y María dio alas a mi locura.
Me apoyó, se divertía. En el fondo me siento engañado.
Siento que todo el mundo veía la realidad menos yo. Es
como una inocentada.
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Me enamoré de una guarra y no solo eso, sino creyéndome
que era la Virgen.
Creo que mi problema no es María y quiero llamarle María
a otra cosa, que es realmente lo que debo descubrir. Algo
había en esa relación de la que no me quiero desprender. Me
duele que me hizo dudar de mis percepciones, su manera de
pensar y de actuar eran diferentes a las mías y lo que para
mí sería igual para ella no era más que hablar. Entonces tuve
que tragar que ella para mí ligaba con todos. Lo más fácil
hubiese sido no atarse a ella y pasar de todo, pero tenía mi
polla. Estaba bloqueado porque ella se adueñó de mi polla y
me hacía el camino muy difícil con su inestabilidad y sus
excentricidades. En el fondo perderla a ella era perder el
brote y la sensación de que iba a perder el brote me hacía
querer retenerla como si fuese la única cosa que tiene sentido en la vida.
Pérdida del delirio
Un dato que me llamó la atención es que desde que he perdido el delirio he comenzado a tener sueños en los que aparecen mujeres. El hecho de que yo tuviese la figura de la
mujer guardada en el cajón de las imposibilidades hacen que
ahora empiecen a salir de mi inconsciente y que yo crea que
son posibles.
He pasado muchos años deseando la mujer imposible, y en
mi delirio la encontré.
Es llamativo que en el momento del brote sentirme enamorado me hizo llegar a decir que creía en Dios. Ya a los dieciséis años la mujer representaba mi salvación y la consecución de mis objetivos.
Estar sin delirar es raro.
Raro, raro, raro.
Estoy como siempre a la espera del cambio exterior que me
deje acomodarme y dejar de pensar y combatir. El endocrino que me trató a los doce años me dijo que tenía exceso de
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hormonas masculinas!1 con lo cual el problema es que yo
soy muy macho. Yo siempre me vi muy femenino. De hecho,
creo que soy una lesbiana. Por dentro soy una mujer y me
gusta más sentirme así. Me gusta tener la mente complicada
y sentir que sólo yo llego a unos límites de complicación que
ni siquiera la mujer más complicada entiende.
Estoy convirtiendo en argumentos cuestiones de mi
pensamiento que antes eran de fe.
Toca seguir mirando hacia dentro y descubriendo cómo soy.
Y ya empiezo a tener herramientas.
Vuelvo a María. Lo que hay en ella es una metáfora de mi
curiosidad. Y fue así desde el principio.
La hostia con la realidad
El brote comenzó a trasladarse a María. Un día, en la playa,
mientras paseaba con mi Madre, mi hermano, Dios, la
Muerte, extraterrestres y demás. María me mandó un SMS
en el que me decía que desconcertaban mucho mis comentarios surrealistas. Yo le dije que si quería podía ser serio, y a
partir de ahí comencé a dejar de delirar.
Me siento un poco perplejo. Es interesante saberme diferente al resto en el sentido en que no me llega lo que hay a mi
alrededor y necesito inventar constantemente. El delirio fue
como una niebla constante que despistó mis pensamientos
haciendo preguntas a las que yo no supe simplemente no
contestar. Pero no dejo de analizar por qué María simboliza
el delirio. Según mis interpretaciones, ella robó mi pene.
Estoy diferente, más serio, más adulto.
Una de las cosas que más me duelen de la sexualidad de
María es la ausencia total de inocencia, algo que hace que
para mí el dominio y la superioridad del pene ante la mujer
se pierda, y con ello todo mi poder ante ella queda reducido
1 Padece ginecomastia
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La chica zyprexa
a nada. En resumen, me sentiría mejor con una mujer que
le tuviese un poco más de miedo al pene.
Mi análisis ante el caso de María es que suple su carencia de
pene relativizando la importancia de su sexualidad hasta
entregarla por completo para que así su sexo no valga nada,
y de paso el sexo del hombre, del que ella carece, valga exactamente lo mismo, y así tener una carencia menor.
El hecho de no haber tenido pene hasta los veinte años supone para mí una magnificación de su símbolo, figura de gran
importancia en mi mente y uno de los temas delicados por
antonomasia en mi persona.
Establezco una relación directa entre el sufrimiento desmedido reducido al conocer la vida sexual de María y mi ausencia de pene en la adolescencia.
Yo, que no tenía pene, estaba con una persona que había
tenido todos los penes del mundo. no satisfecha, se probó a
tener dos a la vez, y yo, con mi mutilación, tuve que escuchar
las maravillas de tener dos penes.
La envidié por tener algo que yo nunca tendré y por tener el
poder de relativizar hasta cero un tema que tantos surcos
provocó en mi cerebro, siendo con ello vulnerable a cualquiera de sus actos, y convirtiéndose con ello en su muñeco
de trapo.
Así está el patio:
Volviendo otra vez al tema del delirio, noto que el miedo va
cambiando de forma poco a poco. A veces vuelve, pero la
sensación es de que llega un eco más suave. No me pone nervioso. El delirio se va deshaciendo como si se diluyera como
azúcar en agua... el delirio ya lleva mucho tiempo sin estar.
Ya me he asentado en esta nueva fase. Pasar de estar con
delirio a estar sin delirio deja a uno medio atontado. Es una
situación mucho más incómoda que cuando iba en una furgoneta siendo Dios, a salvar el mundo unido cósmicamente
a una chica que era mi chica y con unos padres especiales
cuya situación era un plan para que yo fuese mágicamente
un super ser.
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Es complicado responder a la pregunta de cómo me encuentro sin delirar. Noto que mi cabeza funciona de manera diferente. Noto también que el delirio está haciendo una constante presión por aparecer y volver al sistema de pensamiento que utilizaba, pero el sentirme más preciso y más
práctico me lleva a decirle que no. No me apetece magia ni
historias fantásticas. Es como si me hubiese estresado de
todo eso y sólo me apeteciese estar tranquilo, conseguir estar
cómodo trabajando, con la gente, mejorar la casa y entretenerme con las cosas con las que se entretiene la mayoría.
Delirar es leer constantemente entre líneas, pero me apetece
dejar de ironizar y de desvelar el misterio. Me apetece
que el rojo sea rojo y azul azul.
La sensación más extraña que tengo ahora es cierta falta de
objetivo o apetito por conseguir algo. Hasta ahora la sensación era de que algo me picaba. Me picaba la curiosidad
muy en el interior, y el haber dado un cambio tan drástico a
nivel laboral, social, sentimental e interior ha hecho que concentre mi energía en mí y en mi entorno, en lugar de hacerlo en el entorno hipotético ideal.
Mi padre pasó a ser el jefe de la gran mafia sideral a ser un
personaje con el que no tengo comunicación. No quiero
esperar a una mujer que me salve. No aspiro a lograr comprarme un Jaguar. No aspiro a que mi padre sea un buen
padre. No aspiro a cambiar el mundo ni a sentirme diferente y superior al resto. Simplemente me doy cuenta de ser uno
más y de que estar aquí carece de sentido. Yo se lo había
encontrado.
Perder el delirio en el fondo es una derrota. Dejar de ser
amigo de Ronaldinho y de naves espaciales deja a uno triste.
María fue el personaje con quien más disfruté en el delirio.
Cuando deliré la última vez hubo algo de diferente.
De algún modo no puedo decir que tenga ninguna queja
hoy. No me siento mal. No tengo la necesidad de buscar algo
en mi interior, no tengo ansiedad... solamente me siento
raro, pero comprendo que es normal y tengo que aprender
a convivir con este vacío. Es difícil asumir que la vida realPsicoanálisis aplicado. Siso nº 48-49 Invierno 2009
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La chica zyprexa
mente supone este vacío, después de llevar tanto tiempo
relleno por mi fantasía.
Si hay algo en mi mente, es María. Ella rellena todo el rato
mi pensamiento. Ella es la mujer, el futuro que deseo y mi
padre el presente del que escapo. Si ella falla y el futuro falla,
alarma. Mi padre ya falló y yo no quiero volver a sentir un
fallo. Proyecto a mi padre en María. María dejó de ser
María y el delirio dejó de ser delirio.
Creo que es la primera vez que soy consciente de que me
volví loco.
¿De dónde podrá venir esta vocación redentora de mujeres?
Ella encontró en mí a su redentor y yo a quien redimir. A
María ya la entiendo. Mi trabajo me costó. He tenido que
transformarme a mí mismo para lograr entenderla y ahora
ve la posibilidad de entenderse en mi reflejo. Yo haré que eso
sea así.
Dibujo del autor de un día rutinario.
Ya no necesito a la chica Zyprexa. A veces mordisqueo una
pastilla para poder dormir. Mi vida cambió en ese momento.
Todos los dibujos son autobiográficos
Vigo, 27 de enero de 2008.
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Psicoanálisis aplicado. Siso nº 48-49 Invierno 2009
Casos clínicos
Farolas
Iria María Prieto Payo
MIR 3º. Hospital Psiquiátrico Dr. Villacián. Valladolid
mail. [email protected]
Caso Clínico presentado en Primeras Jornadas, «La psicosis: La Otra Psiquiatría y el Psicoanálisis», Granada, 2008.
Dentro de un mes hace un año que conozco a Daniela, aunque el verbo conocer se me queda holgado una vez he
comenzado a compilar todos nuestros encuentros. Aunque
frecuentes, nuestras citas tardaron en adquirir cierta «consistencia», mi impericia se enfrentaba al dilatado periplo psiquiátrico de Daniela.
Nuestra relación ha ido progresando, incluso enriqueciéndose, pero aprovecho la oportunidad brindada hoy para tratar
de comprender con vuestra ayuda y experiencia, desde mi
posición de residente y neófita, los fragmentos aportados por
Daniela, en esta construcción delirante en la que está embarcada.
Múltiples ingresos en Valladolid y por toda la geografía peninsular, incluyendo Portugal, unidad de rehabilitación, diversos
centros de salud mental y psiquiatras, jalonaban los distintos
informes que me encontré en nuestro primer día, a pesar de
que Daniela tenía entonces 28 años recién cumplidos.
Daniela es joven, guapa por cierto, de aspecto cuidado y ligeramente coqueta, marcados rasgos y una fría mirada, que
más allá de un contacto «extraño» esconde una difícil biografía y una inteligencia nada desdeñable.
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Farolas
Su figura es oronda y a lo largo de este año sus curvas irán
en aumento, matiz importante para ella, en tanto su cuerpo
ha sido su billete y su medio de subsistencia en todo su viaje
de huida.
Nuestro primer encuentro podría calificarse de poco alentador; discurso centrado en toda su producción delirante, autoreferencial y paranoide, toda la población la increpa y critica, no acierta a encontrar una temática común, pero el agravio se le presenta constante y reiteradamente. Cualquier
intento de desviación del tema resulta infructuoso y la anamnesis repelida con un comodín frecuentemente empleado por
ella «tengo amnesia, tuve un accidente y un traumatismo en
la cabeza».
Describe el continuo acoso al que se ve sometida por el
vecindario y la población en general; insultos, befas e improperios al orden del día, voces emitidas desde las farolas municipales. Pero ella mantiene una actitud altiva y desafiante,
afirma que el problema reside en la estupidez y envidia de los
españoles, «no sé por que lo hacen, siempre ha sido así, lo
que pasa es que no son muy inteligentes».
De sus antecedentes familiares apenas detalla el fallecimiento de su padre cuando contaba 4 años y la existencia de 3
hermanas y una madre prácticamente ausentes. En la actualidad convive con su pareja y la hija de éste, 7 años más joven
que ella.
Anteriormente su vida ha sido un continuo peregrinaje entre
casas de acogida, ingresos en Valladolid, Guadalajara,
Madrid, Bilbao, Lisboa... , pisos compartidos y la más absoluta marginalidad, empañado por el abuso de drogas y alcohol y el ejercicio de la prostitución, esto último no me lo revelará hasta algunas consultas después.
Toda esta desordenada diatriba comienza a inquietarme,
aunque Daniela no impresiona por una angustia perturbadora, sino por el relato de alguien que se ha habituado a una
situación incómoda, injusta e incontrolable para ella, pero
con la que ha aprendido relativamente a convivir.
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Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Farolas
No tan habituada estoy yo a todo lo relatado por Daniela, me
enfrento por primera vez en el marco de la consulta del
Centro de Salud Mental y no de urgencias, a toda una trama
delirante.
Siento que mis palabras y decisiones deben ser tomadas con
cautela y mesura, es nuestra primera entrevista, tengo miedo
a perderla en un mal golpe de timón, incluso en el primero.
Su historial relata su escasa continuidad en los seguimientos
y sus frecuentes idas y venidas.
En la sala de espera se encuentra su pareja, Javier, alcohólico rehabilitado que ha decidido devolver «la inmensa ayuda
que me han prestado», como él afirma, en la persona de
Daniela. La recoge de la total indigencia hace 3 años y se la
lleva a su hogar «no tenía nada, me la encontré en la calle,
enferma, desnutrida». La convivencia aunque dificultosa no
supone una gran traba para la evolución de su relación.
Javier ha elegido el papel de caritativo compañero, que se
afana en ampararla como antaño hicieron con él. Bien es
cierto que supone el único lazo que Daniela mantiene, distanciada de su familia e incapaz de mantener ningún tipo de
vínculo social.
Javier no parece alarmado por la situación de Daniela ni su
discurso, sintiéndose a salvo de cualquier matiz delirante,
excluido de la maquinación de la trama organizada contra
ella.
Mi cauta posición junto con el apoyo de Javier me abstienen
de tomar decisiones más drásticas como valorar la posibilidad de ingreso, eso sí, me cercioro de fijar una nueva cita en
pocos días. Damos por concluida la primera entrevista, para
ser exactos la finiquita Daniela...
Nuestro segundo encuentro fue más desbaratado si cabe.
La angustia había aumentado, una angustia que no alcanzaba a identificar, pero en cuyo blanco y diana Daniela tenía la
certeza de encontrarse. La ideación de prejuicio la dominaba, extendiéndose incluso a Javier, su pareja. Clamaba los
múltiples robos y vejaciones a las que se veía sometida, ninguno en concreto pero... «todos en general». El goce desloCasos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
263
Farolas
calizado parecía adherirse al significante, identificando en
toda la población española ese goce ilegal que perturbaba el
mundo, su mundo.
Javier era ahora el mayor traidor, sometiendo a Daniela a un
constante maltrato psicológico y aprovechándose de ella sin
consideración.
La mandíbula contraída, expresión tensa, reflejo de la
importante agresividad que trataba de contener, «no aguanto más en este país, cualquier día me hacen algo... y yo a
ellos».
Sus planes eran huir. Ideaba escaparse a París, allí encontraría a alguien que le ayudaría como antes había hecho Javier.
El éxodo era una posibilidad más que probable, sabía que no
sería la primera vez, Paris ya había sido uno de sus destinos.
Daniela acostumbraba a marcharse en autostop, pagando los
kilómetros con favores sexuales; no hacía mucho su cuerpo
era esbelto y su belleza, aún hoy reconocible.
Cualquier posibilidad de contención verbal era imposible, el
riesgo de huida era muy alto y no menor que el del paso al
acto en forma de violencia; las demandas y juicios por agresión también se contaban entre sus papeles.
Trato de manejar las circunstancias, refrenarla, pero la situación está tan descompensada que cualquier intento lo creo
infructuoso. La escucho, trato de desviarla de ese monodiscurso... nada.
Atisbo cierta inseguridad en la fuga, otras veces tampoco le
ha servido, callo y sopeso... trato de indicarle esos fracasos
anteriores y sutilmente le hago una oferta: «¿y qué pasaría si
te quedaras unos días en el clínico (unidad de agudos)?»
Silencio, se queda pensativa y en un murmullo me dice
«bueno, en el clínico no se meten conmigo, las 2voces cesan».
Rápidamente pacto con ella el ingreso voluntario, aviso a la
unidad y directamente, de la mano de Javier, se va para allí.
Dos consultas, un ingreso...
Aprovecho este lapso para repasar su historial, incluido el de
la unidad de Rehabilitación, donde estuvo ingresada durante 3 meses, hace exactamente 5 años.
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Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Farolas
De sus anteriores psiquiatras y/o terapeutas apenas hay
información recogida y los informes de alta son una retahíla
de test (Zung y Conde, Bech, Goldberg...) y demás pruebas
complementarias, con un breve apartado de exploración psicopatológica reglada. De forma constante en los ingresos
observo su corta duración (pide el alta voluntaria a los pocos
días) y la nula continuidad de seguimiento tras el alta e implicación en otros dispositivos que se le ofrecen, como el Centro
de Día.
La unidad de rehabilitación se encuentra en el Dr.Villacián,
por lo que en una guardia pude acceder al historial completo.
Su estancia fue de lo más enzarzada, presentaba Daniela una
sintomatología florida: robo del pensamiento, alucinaciones,
inserción del pensamiento, difusión, control mental y corporal... más extensas aún son las observaciones de enfermería:
increpa a los pacientes, no participa en las actividades, «están
todos demasiado enfermos, no se puede hablar con ellos».
De hecho no quiere permanecer en la unidad, está muy a
disgusto con los demás internos. No sigue horarios y son frecuentes sus huidas de la unidad, en muchas ocasiones para
continuar prostituyéndose.
Una demanda constante en Daniela, también ahora, es la
necesidad de dinero, «entre todo lo que me han robado y mi
escasa pensión», recalca que no le llega, aunque en este
momento, Javier se encarga de toda su manutención y necesidades.
Recoge la historia las frecuentes disputas y altercados con los
pacientes y el personal; en una ocasión llega a agredir a una
enfermera, se abalanza sobre ella, le tira del pelo y no la suelta hasta ser reducida por el personal de seguridad. «Quería
abrirte la cabeza porque decías: tú para él», recoge la historia. Tras uno de los muchos altercados se le traslada a la unidad de agudos del Clínico e incluso se precisa de la colaboración de una dotación policial.
Finalmente abandona la unidad de rehabilitación tras un
ingreso en agudos.
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Farolas
Las estancias en el Clínico se suceden, cambios de Centro de
Salud Mental, hasta que finalmente llega a mi centro.
Ya han pasado 15 días, Daniela vuelve a consulta. Ha estado
6 días ingresada, al quinto ya pide el alta voluntaria. La situación no ha cambiado en demasía, la labor delirante continúa, quizás atenuada por la carga farmacológica. Apenas
remarco 2 puntos, Javier parece situarse en un plano más
amable, vuelve a ser un dadivoso compañero y la posibilidad
de marcharse ya no está tan presente. El temporal ha pasado, comienza el trabajo.
Las consultas siguientes siguen una dinámica similar, los
agravios verbales continúan, en forma de voces que emergen
de las farolas, en una ocasión llega a identificar la voz de
Leticia Ortiz.
Poco a poco, Daniela parece más relajada, incluso se plantea
nuevas actividades, está pendiente de un curso de diseño gráfico. Daniela tiene cierta conciencia de enfermedad, o al
menos nombra con relativa soltura el diagnóstico establecido, «tengo esquizofrenia paranoide», diagnóstico en el que
en ningún momento incluye las voces relatadas, pero emplea
como limitación a la hora de desarrollar cualquier tipo de
empleo «y con lo pequeña que es mi pensión». Provoca en
Daniela un importante sentimiento de incapacidad, se ve
limitada, a la merced de Javier, ansía cierta independencia
económica. A veces la encuentra, se va a la estación... «ayer
me fui con un viejo asqueroso, necesitaba dinero», me cuenta en una ocasión, creo que la única en este período...
Le planteo el centro ocupacional, conseguir esos 50 euros sin
corromper su cuerpo, aunque debería ser más exacta y afirmar que a quién más corrompen estas confesiones son a mi...
Otra vez se niega, «no puedo con los enfermos, siempre
acabo mal con alguno»
En una nueva consulta aparece más centrada, ha empezado
el curso de diseño, buena relación con los compañeros, «yo
voy más lenta, porque estoy enferma, todo por culpa de las
drogas que tomaba» «Javier me ayuda mucho, con su hija
fenomenal»
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Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Farolas
Retomo el punto de mayor desasosiego para Daniela, su
necesidad de escapar, trato de trabajar sobre ello, comienza
a contar algunos episodios, viñetas «pero no me acuerdo de
casi nada, tuve un accidente y un traumatismo en la cabeza...»
La siguiente ocasión incluso se muestra dispuesta a relatar su
biografía. Ya han pasado casi 2 meses desde el último ingreso.
Daniela es la pequeña de 4 hermanas, con las que apenas
tiene relación; de ningún tipo con la mayor «siempre me tuvo
envidia por ser la pequeña» y muy escasa con las dos siguientes. La segunda hermana me cuenta que también ingresa y
acude al psiquiatra «tiene trastorno de personalidad o algo
así, pero también pasan mucho de mi».
El padre fallece cuando tiene 4 años «era alcohólico y pegaba a mi madre, se murió de cáncer... estuvo en la cárcel porque apuñaló a una camarera que no quería servirle más alcohol...» «Mi madre también era alcohólica, y cuando mi
padre murió todavía más. Yo apenas me acuerdo de cuando
murió mi padre, ni siquiera lloré... mi madre nos pegaba con
palos y vivíamos de una forma muy precaria, desnutridas y
maltratadas... En el pueblo no nos ayudaron nada, sabiendo
que éramos unas crías, por eso pienso que la gente es demasiado injusta...»
«A los 10 años, una prima toma cartas en el asunto y nos llevan internas a mis hermanas y a mi, a mi madre la ingresan
en el psiquiátrico a pesar de tener pena de cárcel...» «En el
colegio me volví muy dura y rebelde, aunque mi madre me
pegaba yo era mejor persona cuando vivía con ella».
No llega a terminar el bachillerato y los años siguientes alternará períodos en pisos compartidos, en hogares donde ejerce de interna y en la casa de su hermana, con intervalos
donde trabaja en servicios de limpieza y, de una forma cada
vez más continua, en clubes de alterne, para acabar en una
fase donde la droga se apodera totalmente de ella y llega a
vivir en casas ocupadas y abandonadas con lo más vil e
inmundo.
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
267
Farolas
Es en este estado cuando conoce a Javier.
«Dormía en cajeros, no comía, estaba muy enferma, deliraba, decía cosas sin sentido y alucinaba, estaba muy mal...
todo por culpa de la droga..., iba a la estación y me iba con
tíos... Un día le pedí 1 euro a Javier porque quería llamar a
una ambulancia, estaba fatal... deliraba... y a partir de entonces me fui a vivir con él»
La veo 2 semanas después, la noto intranquila, se lo menciono «es que la sociedad está muy mal, no me dejan de criticar,
especialmente Leticia Ortiz...».
«A mi me deben mucho dinero de todas las ideas que me han
robado», ideas que no concreta, ¡ ideas, ideas..!
«Me iría a Vigo, pero allí hay muchos atentados, secuestran
gente, es todo por el tráfico de drogas y yo no quiero tener
nada que ver en eso».
«Entonces no te vas a marchar?», sondeo. «Esta sociedad
está enferma, tendría que irme del país, pero si me voy hay
un atentado. Como dejarían de criticarme a mi, lo harían
entre ellos y explotaría una bomba». ¡Hala! Solucionado
pensé, ya se ha encargado en su quehacer delirante de ultimar sus infructuosas partidas y con ellas un monto de angustia extra. He de confesar que una ola de emoción me invadió
y en un color fosforito anoté: Super-schreber!!! Subrayando
así el carácter redentor que el delirio había adquirido, al más
puro estilo del magistrado alemán.
Cuando se me planteó escribir el caso, este era el punto
donde más o menos me encontraba con Daniela, pequeñas
variaciones en los últimos meses, alternando días donde la
consulta se llenaba de su habitual lista de quejas: cuanto le
han robado, su difícil vida y las voces de las farolas que aún
persisten, no tan invasivas como antes, pero siempre presentes «ya no les hago caso, pero la señora esa que grita desde el
altavoz de la farola para mi que está loca»; con otros días
donde no entiende por qué viene al psiquiatra, afirma que
está bien y no necesita medicación... pero todas nuestras consultas, incluso el día de mayor «salud» acaban de la misma
forma: Daniela me pide nuevas recetas de medicación y me
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Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Farolas
dice a la vez que comienza a levantarse «en un mes nos
vemos, no?», yo asiento, sonrío y respondo «en un mes está
bien Daniela».
Las consultas, los días, las semanas, los meses han ido pasando y Daniela ha acudido puntualmente a todas nuestras citas,
con una frecuencia en aumento, nunca mayor de un mes,
tiempo que ella se encarga de marcar, no insisto en lo contrario.
En estas oscilaciones siempre hay 2 asuntos persistentes, que
le preocupan sobremanera: uno es su obesidad, incremento
de peso que atribuye a la medicación
Y el otro es su precaria situación económica. Este último me
sumerge en un conflicto ético, qué hacer con Daniela, se
niega a cualquier tipo de recurso asistencial y es incapaz de
desarrollar un trabajo normal, con la sombra de la prostitución siempre presente...
La exposición debía concluir en este punto, pero en las dos
últimas semanas el caso ha sufrido un giro inesperado, aunque previsible si se amplía la perspectiva más allá de este último año. Y qué situación mejor que el marco actual para
plantearse lo sucedido, ¿dónde he fallado, se me ha escapado algo? ¿O todo ha sido un continuo?
Atendiendo a la perenne demanda de Daniela, «estoy muy
gorda, no paro de engordar, es por culpa de la medicación»,
me decido por primera vez a una variación en la medicación,
subo un poquito uno, bajo otro, esta vez cita en una semana.
La situación es relativamente estable y la queja insistente.
Siete días y por primera vez no aparece...
En su lugar se presenta Javier, preocupado y alarmado,
Daniela lleva 2 días fuera de casa. Ha pedido un crédito de
700 euros y se los ha gastado, principalmente en alcohol y
cocaína, llevaba años sin consumir.
Desbordado por la situación se plantea tirar la toalla «todo
lo que hago por ella y no me lo agradece, yo la quiero, la
quiero ayudar, pero cuando se pone así me supera y encima
sé que hoy ha estado con otro» «el último año ha estado
fenomenal, ha acertado de pleno con la medicación, nunca
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Farolas
ha estado así –la medicación no la había tocado desde su último ingreso–, pero desde hace unos días...»
Desde Marzo sólo dispongo de un día de consulta a la semana, por lo que una vez que conseguimos localizar a Daniela
la cito de nuevo a los 7 días.
Repaso las últimas consultas, dos sentencias llaman ahora mi
atención:
«Menos mal que tengo las pastillas, porque si no pegaría a
alguien»
«La gente escucha lo que digo, y luego cambian para peor,
yo digo que no lo hagan porque... mis palabras no son exactas», el significante ha perdido su precisión haciendo tambalear el trabajo delirante y sicrónicamente su rúbrica redentora.
De nuevo puntual, la situación me resulta familiar, me
recuerda a los inicios. Delirante, agresiva, Javier vuelve a
aprovecharse de ella, «es homosexual, me tiene envidia,
todos en esta ciudad son homosexuales, voy por la calle y lo
murmuran, quieren ser como yo»
Me cuenta la concesión del crédito, el consumo de estos días,
sexo con un viejo amigo, por placer recalca. Bueno, pienso,
ya no es por dinero, pero ahora pide créditos... ¿es mejor?
Otra cosa ha cambiado, la fuga ya no entra en sus planes, lo
demás me resulta semejante y repito de nuevo:
«¿Y qué pasaría si te quedaras unos días en el Clínico?»
Silencio, se queda pensativa y en un murmullo me
dice»bueno, en el Clínico no se meten conmigo, las voces
cesan».
270
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
A propósito de un caso de magia
negra y mal de ojo en Lanzarote
Teresa María Pérez Pardal, Ana Villares Rouco
Psicólogas Clínicas
Unidad de Salud Mental de Valterra. Hospital José Molina.
Orosa. Arrecife.
Dirección de correspondencia:
C/Coruña, nº 5, 1º A. Arrecife. Lanzarote.
Resumen
En la actualidad, están emergiendo nuevas sociedades multiculturales que ponen a prueba las capacidades y recursos no
sólo de las personas inmigrantes, sino de la población de acogida, entre ellos, los profesionales sanitarios. Esto pone de
relieve la necesidad de tener en cuenta las creencias culturales de aquellos que conviven con nosotros sea cual sea su procedencia.
Palabras clave
Creencias culturales, trastorno mental, inmigración.
Introducción
Desde las ciencias de la salud se hace cada vez más patente
la necesidad de abordar la presencia de otras culturas en
nuestra sociedad. Esto es así ya que las diferencias culturales
y los factores propios del proceso de migración influyen en el
proceso de salud y de enfermedad. El conocimiento de las
diferentes culturas insertadas en nuestra sociedad facilita la
comunicación, mejora la comprensión de la problemática
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
271
A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
presentada y la intervención a realizar. Y es que en el campo
de la salud, influyen los conocimientos y creencias sobre el
cuerpo, la salud, la enfermedad y la alimentación; creencias
religiosas y valores; roles de género... y también los factores
que actúan en el propio proceso migratorio y que inciden
con fuerza en la salud (tipo y condiciones del proceso, inserción laboral, situación jurídica, existencia o no de red social,
condiciones de la vivienda, estructura de la unidad doméstica...). Por dichos motivos los inmigrantes forman un colectivo susceptible y en riesgo a la enfermedad debido al estrés de
adaptación y asimilación de una nueva cultura.
Más concretamente, dentro de las ciencias de la salud, es en
la psiquiatría y psicología transcultural (que se ha desarrollado fundamentalmente en los últimos 20 años) donde cobra
más importancia el interés por definir el impacto de la cultura en el diagnóstico y tratamiento de las alteraciones psíquicas de los trastornos mentales. En la literatura referente a las
principales patologías de la población inmigrante se recoge
una mayor incidencia de los siguientes trastornos en relación
a las poblaciones de origen y de acogida: el trastorno por
estrés postraumático; los trastornos psicóticos, la somatización, los trastornos afectivos y el consumo de tóxicos y el síndrome del emigrante con estrés crónico múltiple o síndrome
de Ulises.
El entorno cultural del caso que nos ocupa tiene características diferenciales con el resto de las comunidades autónomas
de España. A modo de resumen, este entorno cultural se desarrolló sobre la población aborigen en la que incidieron en
siglos pasados aportaciones de distintos grupos bereberes, de
distintos colonizadores de países europeos y posteriormente
influencias procedentes de América que fueron configurando
la identidad canaria actual quedando pocos vestigios de la
propia cultura aborigen. Hasta la década de los setenta la
población en Lanzarote era mayoritariamente autóctona,
sobre este acervo cultural fueron incorporándose poco a
poco foráneos procedentes de la península y sobre todo de
Alemania, Francia e Inglaterra que se integraban paulatinamente lo que favorecía el mantenimiento de la identidad lanzaroteña. En esta época había frecuentes idas y venidas de
los canarios a América Latina lo que enriquecía de un modo
272
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
suave y pausado dicha identidad. En estos momentos la vida
de la población residente se caracterizaba por su tranquilidad, fundamentada en una economía de subsistencia y con
una sociedad poco cambiante y exigente. Esta situación cambia de repente en los últimos años setenta y principios de los
ochenta en los que el fenómeno inmigratorio se transforma
en un notable aumento de personas procedentes de la península y de Europa. Esto implica la necesidad de adaptación no
sólo para las personas que llegan sino también para los, hasta
entonces, habitantes de la isla. Es a partir de los noventa
cuando la situación se vuelve mas compleja con la aparición
del grupo de inmigrantes ilegales africanos, sudamericanos y
este-europeos, como se puede ver en la siguiente tabla
(tabla 1).
Tabla 1: FUENTE: ISTAC, «Padrón 2000 - 2008».
ELABORACIÓN: Centro de Datos. Cabildo de Lanzarote.
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
Tabla 1 Datos de evolución de la población en Lanzarote
según nacionalidades (2000-2008)
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Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
Caso clínico
Paciente de 21 años de edad, varón que ingresa en la UIB
traído por su familia. La duración del ingreso fue de dos
meses y diecisiete días.
No constan antecedentes personales en nuestra unidad, si
bien la familia informa de antecedentes de consumo de sustancias (marihuana y cocaína) en tratamiento en el CAD. En
el momento del ingreso llevaba tres semanas abstinente,
aspecto corroborado por los análisis tóxicos realizados por el
CAD.
Entre los antecedentes familiares, la abuela materna había
sido diagnosticada de episodios psicóticos y de consumo de
cannabis en nuestra unidad de salud mental. El cuadro de la
abuela presentaba una temática delirante de magia negra y
mal de ojo. La familia es natural de la República
Dominicana y llevan residiendo en Lanzarote desde hace
aproximadamente 12 años. El núcleo familiar está constituido por la madre, la abuela, dos hermanos y dos sobrinos
menores de edad. La familia pertenece a un nivel socioeconómico bajo, no teniendo ninguno de ellos un empleo estable ni reglado.
El paciente no ha trabajado nunca, ni tampoco estaba realizando ninguna actividad académica actualmente, habiendo
estudiado hasta completar la EGB. Nunca ha llegado a independizarse de su familia. Sus grupos de referencia eran su
núcleo familiar y una pandilla con la que consumía tóxicos.
La familia había solicitado ayuda cuando las alteraciones
conductuales se habían extremado, a pesar de que el cuadro
llevaba tiempo instaurándose.
En el momento del ingreso la familia describe que desde
hace aproximadamente tres-cuatro semanas presenta un
cuadro de tipo autorreferencial y delirante, en el que piensa
que la gente habla de él, que le miran, que le insultan, que le
llaman maricón e incluso que la televisión habla sobre él. Se
superpone a este cuadro un importante sentimiento de culpa,
refiriendo en una ocasión haber besado a sus sobrinos, lo que
le hace sentirse culpable, malvado, e incluso pensar en el suiCasos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
275
A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
cidio. Presentando, además, en los últimos días episodios de
agresividad e impulsividad con importante riesgo personal.
Inicialmente se le ofrece ingreso en la UIB que el paciente
acepta.
Desde el inicio del ingreso, el paciente presenta una mezcla
de síntomas autorreferenciales y delirantes en los que se mezclan importantes creencias de tipo cultural (santería y religión) pero presentando claramente ideas de tipo psicótico, así
como alucinaciones auditivas (refiere que una voz le habla
desde su corazón, que oye a las personas hablar en su contra,
voces que le dicen lo que tiene que hacer...) y visuales (ve
sombras...). También presenta una importante labilidad afectiva que sugiere la presencia de un cuadro afectivo de tipo
disfórico, presentando impulsividad, agresividad verbal, verborrea, así como en otros momentos ideas de culpabilidad,
llanto con resonancia, angustia importante, sentimientos de
minusvaloración, etc..... A la importante sintomatología psiquiátrica se une una problemática de tipo familiar y cultural,
dado que el paciente, a pesar de llevar muchos años en la isla,
no ha trabajado nunca y ha vivido siempre con su familia.
Tanto la intensa angustia vivida por el paciente, como las
atribuciones culturales compartidas por toda la familia, que
les llevan a pensar en la existencia de la posibilidad de magia
negra o mal de ojo, llevan a que al inicio del ingreso exista
un importante conflicto con la familia que intenta incluso llevarse al paciente a pesar de estar este ingresado con una
autorización judicial.
Desde el punto de vista psiquiátrico, la importante angustia
y sus trastornos de conducta con impulsividad y agresividad
hacia algunos de sus compañeros de la planta, llevan a un
aumento de la medicación que no consigue una gran mejoría y provoca efectos secundarios de tipo extrapiramidal con
rigidez y sialorrea, lo que aumenta la angustia del paciente y
la familia. Dada la escasa mejoría del paciente y la clara existencia de síntomas de tipo afectivo mixtos se decide el inicio
de tratamiento con un estabilizador del humor (litio) y reducir la medicación neuroléptica para evitar los efectos secundarios. A pesar de seguir existiendo ideaciones de tipo delirante el paciente va mostrándose mucho más tranquilo y cal276
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
mado, disminuyendo los episodios de angustia, ansiedad e
impulsividad y mostrándose más colaborador por lo que se
reestablecen visitas de la familia y se comienza con permisos
de salida que transcurren sin incidencias. Dada la mejoría y
a pesar de que al alta persisten ideas psicóticas de base, ya
más como recuerdos de los que no se hace crítica que como
sintomatología actual, se decide su alta de la Unidad con
derivación a la Unidad de Salud Mental.
Durante el ingreso se observa una actitud ambivalente por
parte de la familia. Por una parte, existe cierta confianza en
la medicina occidental, puesto que acudieron a solicitar
ayuda, y por otra parte, se plantean que lo que le ocurre al
paciente está relacionado con la magia negra y el mal de ojo.
De hecho, plantean en numerosas ocasiones que se le de el
alta para llevárselo a su país de origen y ponerse en manos
de «santeros» de su cultura. Asimismo, además de sus creencias culturales, apoyaban la visión que tenía el paciente de lo
que le ocurría en base a la experiencia previa que habían
vivido con la abuela.
Durante el ingreso, la abuela vuelve a presentar un nuevo
episodio con lo que la madre del paciente decide llevársela a
su país en el que permanecen sobre dos semanas quedando
el paciente ingresado en la unidad. En esta recaída de la
abuela no solicitan la intervención del servicio de salud mental. A su vuelta, refieren mejoría de la abuela gracias al tratamiento mágico. Aplican al paciente un ungüento traído de
su país, tras haberlo consensuado con los terapeutas del caso.
Se consideró que la oposición podría influir negativamente
en el vínculo establecido. Otro objetivo fue el tratar de disminuir la angustia del paciente y la familia por un ingreso
que estaba resultando muy prolongado. Esta intervención
facilitó que se cumpliese el ingreso con la colaboración de la
familia y del propio paciente y también que empezasen a
manifestarse en el seno de la familia discrepancias en torno
a las creencias defendidas inicialmente.
Tras el alta, el paciente acude a una única consulta de postalta de psiquiatría (consultas asignadas al paciente antes de
los quince días posteriores al alta). En la misma consulta
comenta que ha abandonado el tratamiento porque consideCasos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
277
A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
ra que no lo necesita, dice que «está normal», como es él. La
familia ha intentado que el paciente tome la medicación, no
lográndolo. En dicha consulta se negocia con el paciente la
toma de la medicación que éste acepta. Así mismo, sigue
consultas con enfermería, a las que acude irregularmente,
manifestando cierta conciencia de enfermedad («menos mal
que me ingresaron, yo creía que tenía razón y tuve que relajarme»), realizando un seguimiento irregular del tratamiento
farmacológico y manteniéndose abstinente («antes me
empujaba el grupo, te das cuenta de lo que son, si tienes y
consumes muy bien y si no eres una mierda para ellos»).
Discusión
En este caso con claras características culturales, que han
determinado su manejo, es necesario destacar una serie de
aspectos:
* Se hace preciso resaltar la importancia de involucrar a
la familia del paciente o a las personas allegadas en todas
las fases del proceso de intervención. Esto debe ser así,
cuando existan discrepancias entre nuestros planteamientos y los de la familia, teniendo incluso más importancia
cuando se trata de diferencias en creencias o cuestiones
culturales. De este modo, evitaremos que la familia se
sienta cuestionada en su propia identidad. Asimismo al ser
consciente de las diferencias entre nuestros planteamientos teórico- científicos y la visión de la familia evitaremos
caer en situaciones de contacto cultural vividas como conflictivas. En estas situaciones el desconocimiento que se
tiene sobre los otros grupos culturales puede provocar
reacciones como el paternalismo, ocupando una posición
de superioridad que implica considerar al otro culturalmente distinto como alguien que no sabe, al que hay que
educar y dirigir y al que se debe guiar. Otras veces las
reacciones se orientan más hacia la discriminación;
menospreciando al paciente, cuestionándole, minimizando lo que nos cuenta, no escuchándole...
Además de adaptarnos a las creencias de la familia, debemos también considerar que nuestros conocimientos teóricos, sin tener en cuenta la cultura del paciente, pueden
278
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
llevarnos a realizar diagnósticos erróneos. Así, en el caso
que nos ocupa una de las primeras hipótesis diagnósticas
fue la de una folie a deux que se descartó al observar la
evolución del cuadro. En este caso no se tuvo en cuenta el
contexto cultural conformado por las creencias del
paciente, su familia y la frecuencia con la que estas se dan
en su población de origen.
* Por otra parte destacar la exclusión social, en la que el
emigrante es un grupo especialmente vulnerable. El proceso migratorio está ligado a condiciones precarias que
afectan al estado general de salud. En este caso la situación socioeconómica familiar constituye un factor de riesgo más.
* Otro de los aspectos destacados se relaciona con el tiempo que el episodio psicótico del paciente ha estado sin tratar. En este sentido existen numerosos estudios que han
observado que ciertos grupos de inmigrantes tienen
mayor tendencia que los nativos a abandonar el tratamiento psicológico y psiquiátrico, sosteniendo la hipótesis
de que los pacientes inmigrantes realizan con mayor frecuencia itinerarios «más negativos» en los accesos a los
servicios de salud mental (1). El itinerario negativo se define como la forma de acceso a los servicios de salud mental por parte de la población inmigrante que implica con
mayor frecuencia la intervención de las fuerzas de seguridad o el ingreso judicial involuntario siendo, por tanto, un
itinerario menos deseable que el de la población nativa.
Estos itinerarios negativos pueden ser explicados por las
creencias que tienen las familias y los propios pacientes
sobre las enfermedades en las que pueden incluso llegar a
etiquetar una enfermedad mental como un estado atribuído a la magia. Asimismo influye el desconocimiento y las
falsas creencias sobre el propio tratamiento y el ingreso, es
decir, desconocimiento de los abordajes fundamentados
en la medicina occidental. Por otra parte este colectivo, en
general, dada su situación socioeconómica suele priorizar
aspectos como el trabajo y la economía frente a la salud
tanto física como mental. (2)
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
A pesar del aumento de la población extranjera en nuestro país no se ha observado un incremento en la asistencia
en el colectivo de inmigrantes a los servicios de salud mental, estando las cifras de utilización de estos servicios por
parte de los inmigrantes por debajo de las observadas en
la población española (3). Esto confirma que los inmigrantes suelen realizar los itinerarios negativos antes descritos con mayor frecuencia que la población autóctona.
De hecho suelen acudir a los servicios sanitarios cuando se
encuentran mal, buscando una solución inmediata a sus
problemas, generando una alta demanda de los servicios
de urgencias y un mal uso de los dispositivos de atención
ambulatoria. Esta idea la confirman algunos autores que
han encontrado que los inmigrantes tardan más tiempo
en acudir a los servicios de salud mental ante un primer
episodio psicótico como se desprende de nuestro caso (4).
Conclusiones
La existencia de sociedades en las que conviven diferentes
culturas es una realidad en auge en muchas partes del
mundo. El multiculturalismo no debe ser abordado como
una situación problemática o conflictiva, sino como un proceso inevitable que describe la coexistencia dentro de un
mismo territorio de culturas diferentes. Es necesario construir un pensamiento cultural entre los profesionales que se
relacionan con inmigrantes y/o poblaciones transculturales
en el mundo en el que vivimos actualmente, caracterizado
por la globalización y la mezcla de culturas. Este pensamiento cultural debería incorporar una idea de cultura amplia,
dinámica y adaptativa, ya que limitarlo solamente a considerar cultura con diferencias de lengua, nación, religión o raza
sería tener una visión reducida del término cultura. Este por
tanto debe considerar aspectos como el género, las diferencias generacionales, las diferencias entre lo urbano y lo rural,
la identidad sexual, la aproximación a las distintas formas de
sexualidad, las diferencias socioeconómicas o políticas, las
diferencias entre inmigrantes y no inmigrantes, diferencias
en cuanto a familias de origen (familia nuclear, monoparental, reconstituída..) y sus respectivas influencias en sus comportamientos, relaciones o emociones. Los constructos culturales que poseemos conforman nuestra identidad cultural,
280
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
que es dinámica y cambiante. Por lo tanto esta aproximación
a un enfoque cultural en nuestra labor profesional tiene que
estar dirigida y aplicada al conjunto de la población, pero
tiene mayor notoriedad en el trabajo con poblaciones transculturales. Los profesionales tendremos que hacer los máximos esfuerzos para no pensar en términos absolutos cuando
entremos en contacto con otras culturas, de otro modo estigmatizaremos a un grupo o cultura, lo que llevará a consecuencias iatrogénicas tanto en la propia asistencia psicoterapeútica o psiquiátrica como en la integración de dichas
poblaciones. El pensamiento transcultural y cultural de la
atención debe tener en cuenta los diferentes perfiles de la
migración actual con el fin de entender y abordar adecuadamente y en forma específica las diferentes problemáticas psicológicas y psiquiátricas que presentan los inmigrantes.
La necesidad de considerar los aspectos culturales se hace
más patente en nuestra disciplina debido a la existencia de
muchas teorías explicativas tanto psicológicas como biológicas y las dificultades de aceptar una de ellas. Esto hace preciso tener en cuenta la formulación cultural para evitar errores diagnósticos motivados por los prejuicios de los profesionales pertenecientes a una cultura distinta del paciente ya
que se tendería a etiquetar como psicóticos síntomas no
habituales en la cultura occidental. Asimismo debemos tener
en cuenta que la exposición continua a la discriminación y al
racismo puede incrementar «estados normales de paranoia»
en individuos sanos.
Agradecimientos a: doña Alcira Cibeira, don Julio Santiago,
don Matías Ibarzábal.
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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A propósito de un caso de magia negra y mal de ojo en Lanzarote
Bibliografía
1. Baca-García, E.; Pérez, M., y otros: «Acceso, itinerarios y
utilización de los servicios psiquiátricos en la población
inmigrante». Monografías de psiquiatría, 2005; 4; 11-17.
2. Jiménez, C.: «Inmigrantes extranjeros en Madrid».
Madrid. Consejería de Integración Social, 1993.
3. Sanz, L.J.; Elustondo, I.; Valverde, M.; Montilla, J.F.;
Miralles, M.: «Salud mental e inmigración: adhesión al tratamiento ambulatorio». Revista de la Asociación Española de
Neuropsiquiatría; 2007; Vol. XXVII; 100; 281-291.
4. Harrison, G.; Holton, A.; Nelson, D.: «Severe Mental
Disorder in Afro-caribbean patients: some social, demographic and service factors». Psychological Medicine, 1989; 19;
683-696.
CONTINENTE
2004
282
2003
Nacionalidad
2002
2001
2008
2000
2007
2006
2005
Variación 00/08 %
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La extrañeza, el amor y las voces
José Antonio Campos Pérez, Ana Mª Seoane
Psiquiatra. Hospital Toén.
«Soy aquel que mejor ha sentido el desarreglo
estupefaciente de su lengua en sus relaciones
con el pensamiento. Soy aquel que mejor ha
descubierto el instante de sus más íntimos, de
sus más insospechados deslizamientos. Me
pierdo en mi pensamiento como en un sueño,
como entrando súbitamente en su pensamiento.
Soy aquel que conoce los rincones de la perdida»
Antonin Artaud. El pesa-nervios
M. es un hombre joven de 21 años que reside en este
Hospital Psiquiátrico desde hace dos. Es el menor de tres
hermanos, todos ellos ya independizados. Su padre, empleado en una cantera, pasa y pasaba la mayor parte del tiempo
realizando su trabajo; su madre, por el contrario, pasa y
pasaba la mayor parte del suyo en casa.
M. está diagnosticado de Psicosis Paranoide, su primera descompensación se produjo a los 17 años, con clínica consistente en aislamiento autístico en el domicilio, hipocondriasis psicótica además de un delirio de perjuicio centrado en su
madre. Este último parecía ser el eje central donde pivotaba
su vida psíquica, que oscilaba también hacia un delirio de
filiación, el cual ha sido interpretado como motivo de sus
pasos al acto heteroagresivos, sobretodo hacia la figura
materna, siendo este el contexto de la mayoría de sus ingresos previos (seis en total, comprendidos en 3 años).
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
283
La extrañeza, el amor y las voces
Primer encuentro
Mi llegada al Hospital Psiquiátrico se produce cuando M
lleva ingresado ya unos 8 meses, coincidiendo además con la
época estival, por lo que en unos días su psiquiatra toma
vacaciones y yo paso a hacerme cargo de M de forma temporal.
Ya en nuestro primer encuentro me impactó su mirar; M
posee una mirada fija, perpleja, con ausentes parpadeos, desnuda, atenta, que a pesar de su aparente pasividad impresiona de un estado de alerta, contenedora y generadora de
angustia. Podría decirse que es un hombre guapo, de ojos
azules tristes, su cara es ancha, grave, tensa, donde desentonan episódicamente risas inmotivadas que según él no responden a «nada».
En nuestras primeras entrevistas M se coloca frente a mi y
solo mira, espera, de alguna manera percibo una inmensa
fragilidad en él, siento como si mis palabras pudieran descolocar algo, desatar algo, desencadenar algo en aquel aparente vacío; por ello me limitaba únicamente a hacerle permisos
para que pudiera bajar al pueblo cercano al Hospital. Al
regresar su psiquiatra terminaron estos encuentros, con gran
sensación de alivio por mi parte, como el que uno siente al
completar la última altura de un castillo de naipes sin que
este se derrumbe.
Cambios
Siete meses después su psiquiatra me propone un cambio de
terapeuta, aduciendo ausencia de movimiento y estancamiento del proyecto terapéutico; al parecer M al ser preguntado al respecto me elige como su nuevo terapeuta. Por
supuesto acepto la proposición, albergando la esperanza de
encontrar en M el paciente que fuera «mi maestro de psicosis», evitando así parapetarme en los temores que el nuevo
reto suponía para mí.
Este cambio coincide en el tiempo con la llegada al Hospital
de una paciente, E, que desde el primer momento, atraída
por M, se acerca a él insistentemente, a saber con qué gestos
y a saber con qué palabras.
284
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La extrañeza, el amor y las voces
La perplejidad se torna en inquietud, la angustia se hace
patente, M es visto recorrer los pasillos gritando la palabra
«puta». Su cuerpo, antes lento y pesado, se acelera.
- ¿A quién llamas «puta»?
- A nadie, a mí.
Le propongo un cambio a una unidad cerrada, por si eso
pudiera aliviarle de algún modo, acepta sin vacilar. E acude
furtiva al encuentro con M. A través de los cristales de la
Unidad se producen estas visitas, que parecen inquietar aún
más a M, quien, en exabruptos golpea el mobiliario, siendo
esto interpretado por el personal como «celos», pues dicen se
produce siempre que E habla con algún otro paciente masculino. ¿Un psicótico celoso? No, no lo creo, tenía entendido
que el amor sí que era posible en las psicosis, pero que era un
amor muerto, mortífero o mortificado. Al preguntarle a él,
como siempre la misma respuesta, «no sé», «no sé nada»,
«no me pasa nada», el muro de lo inefable.
Cada vez se le hace más difícil su permanencia en la Unidad
«me estás quitando la guapura y la juventud». Solicita su
regreso a la unidad abierta. «No lo soporto, los demás me
miran», «yo no les he hecho nada». El Otro se le impone sin
distancia, sin medida, le acosa, se siente ahogar. Esa misma
mañana le traslado a su antigua unidad. Me habla entonces
por primera vez de unas voces que le acompañan constantemente, son voces masculinas, no conocidas, que localiza en
su interior. «Me hablan», «son una tortura», «se que me
quieren», «no las soporto», «me dicen palabras de amor».
No hay nada más allá, no hay más trabajo psicótico.
¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Por qué a mí? M parece no
necesitar o no encontrar las respuestas, tal vez simplemente
no sea capaz de hacerse las preguntas.
Esquizografías
La mañana siguiente aparece su habitación repleta de escritos en sus paredes. Son esquizografías, palabras inconexas,
frases incoherentes, repetitivas, que dibujan círculos, corazones, o simplemente renglones a lo largo y ancho de las paredes. Debió pasar horas al dictado de sus voces, un trabajo
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La extrañeza, el amor y las voces
portentoso y minucioso a la vez. Al preguntarle responde «es
lo que tengo en la cabeza». Me invita a su habitación para
contemplar su obra. M miraba a los escritos, caminaba sin
pausa de un lado al otro de al habitación, señalaba fragmentos y los nombraba «esto es el Amor», «esto es el Mundo»,
«esto Nacer»; al contrario de lo que yo hubiera esperado no
parecía leer, no traducía, no daba significado a las palabras
escritas, trataba a las palabras como cosas, trozos, significantes puros. Sonreía, musitaba, su mirada punzante se posó en
la mía como buscando aprobación, una respuesta o tal vez
nada, tan solo se posó en la mía.
- Debiste pasar mucho tiempo con esto.
- Nada.
- ¿Te alivia escribir?
- Sí.
- Muy bien...
- ...(Se ríe)
En las paredes leo palabras que se repiten de manera que
enlazadas forman una peculiar musiquilla «tonto, tonto,
tonto», «toén, toén», «¿qué pasa?», ¿no me pasa nada?»... el
resto para mí es ininteligible, frases en gallego, neologismos,
amenazas de muerte,... Parece inquietarse y decide que se
acabó la visita. Él sale primero.
- ¿Me haces un permiso para bajar a Moreiras?
- Sí, vamos.
Un paso al acto psicótico
M acude a mi despacho acompañado por un celador. Al
parecer durante la comida había agredido a otro paciente
que se encontraba al otro lado del comedor sin ningún motivo aparente. Ya a solas me comenta:»llevaba toda la comida
metiéndose conmigo», «llamándome gilipollas, imbécil,...»,
«no le aguantaba más», «yo le mato». Poco a poco había perdido espacio, desde hace tiempo algo le empujaba a salir de
la perplejidad, estaba siendo asediado, su rostro recordaba al
de un animal acorralado. De nuevo la invasión del Otro,
ahora más intensa, de nuevo la fragilidad aparente, su
mundo se reducía por momentos, era acechado, no había
tregua. Acuciado por la necesidad de aliviarle, consciente de
lo delicado de la situación, llamo a Chus Gómez. Somos
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Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La extrañeza, el amor y las voces
entonces testigos de su desmoronamiento, mi escena anteriormente temida, incoherente, asustado, confuso, la mayoría de sus palabras morían antes de hacerse sonido, musitaba, «no puedo explicar», «no me salen las palabras», posiblemente inmerso en un sin fin de fenómenos elementales repetía «no os entiendo», «no entiendo nada». Proponemos de
forma sutil y con firmeza un nuevo cambio de unidad como
medida de contención. «Si queréis matarme, vamos...atadme». Él sale primero, nosotros salimos detrás y de repente la
violencia, seca, desnuda, sin sentido. Había agredido a Chus
Gómez. Reía y riendo acude a ser contenido, y seguía riendo, nervioso, asustado, confuso, ausente, hasta al fin dormir
por los neurolépticos administrados.
En días posteriores dio distintas versiones de lo sucedido, la
que me dio a mí fue confusa, psicótica y a mi juicio real. «Las
paredes del despacho», «no podía hablar», «no entendía
nada», «os salían como rayos de los ojos», «luz que entraba
en los míos», «golpeé la pared», «no recuerdo», «¿Está bien
la doctora?».
En esta ocasión se siguieron produciendo también las visitas
de E y sus encuentros a través de los cristales; y como antes
M seguía defendiéndose de la invasión del cuerpo del otro
«no aguanto aquí», «la gente me pasa su dolor», «a ese le
dolía su ojo y me lo metió a mí», «me duele toda la cabeza».
Pero hay un otro a quien sí quiere a su lado «E es mi novia»,
«quiero ir a casa de sus padres de paseo», «comprarme un
coche... trabajar...»
- Déjame estar con ella. –Me suplica un día–
- ¿Qué te gustaría hacer?
- Quiero follármela.
- ¿Qué tengo que entender yo por «follar»?
- Ya sabes... (sonríe).
Por lo que me cuenta entiendo que para él «follar», es lo que
todo el mundo entiende por un acto sexual. Aunque en sus
Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La extrañeza, el amor y las voces
palabras no resuena ningún deseo, son palabras cosificadas,
como el pedazo de sus escritos al que llamó «Amor», son
palabras en su entera literalidad.
E finalmente es dada de alta sin la posibilidad de un último
encuentro sin barreras de cristal. M poco a poco parece calmarse, perplejo, aunque como siempre tenso, habla nuevamente poco, y a su manera, dice:
«Si hablo no sé lo que pienso y si pienso no sé lo que hablo»
Caso clínico leido en el III Encuentro Clínicos Hospital Rio
Hortega (Valladolid) y Clinicos Hospital de Toén; 27 mayo
2009
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Casos clínicos. Siso nº 48-49. Invierno 2009
VI Conversaciones
«La Otra Psiquiatría»:
La Melancolía
La causa de la melancolía
Fernando Colina
Escribe Burton en su inclasificable Anatomía (I, 3, p. 379)
que «la torre de Babel nunca produjo tanta confusión de lenguas como la variedad de síntomas que produce el caos de
los melancólicos». Mientras que Freud, con otro lenguaje
muy diferente y varios siglos más tarde, insistió en algo parecido: «La melancolía muestra diversas formas clínicas a las
que no se ha logrado reducir todavía a una unidad, y entre
las cuales hay algunas que recuerdan más las afecciones
somáticas que las psicógenas». Si nos dejamos guiar por
estas dos muestras, podemos decir que quien quiera definir
la melancolía probablemente haya perdido el juicio. Sin
embargo, aunque su complejidad nos desborde estamos convocados a estas Conversaciones para identificarla y defenderla frente a un enemigo común.
La melancolía es, junto con la histeria, la enfermedad del
alma más antigua que conocemos, pero así como la melancolía se repite cabezonamente con una sintomatología reconocible, bien descrita desde los orígenes de nuestra cultura,
la histeria se camufla de continuo bajo nuevos síntomas gracias a su plasticidad desbordante, a su mimetismo y a su
capacidad para ocupar los espacios no simbolizados de la
sociedad. Tan dotada para la simulación se muestra, que hoy
se ha disfrazado con ropas invisibles, ha borrado su nombre
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La causa de la melancolía
y ha logrado desaparecer como categoría conceptual. La
ciencia, una vez más, ha caído en la trampa y, seducida por
sus halagos o contrariada por su adustez, ha extraviado el
deseo de verdad de un modo vergonzante. En nuestra disciplina hoy domina un positivismo activo y encogido que finalmente ha usurpado todos los saberes psicopatológicos y ha
alejado entre sí los dominios, antes complementarios, de la
naturaleza y la cultura.
La melancolía y la locura fueron sinónimos durante siglos en
nuestra civilización occidental. Bajo su nombre se representaba cualquier forma de enajenación, pero también se identificaba ese padecimiento específico que Hipócrates definió
de un modo sucinto: «Si el miedo y la tristeza se alargan en
el tiempo, degeneran en melancolía». De hecho, la melancolía es la única enfermedad mental cuyo nombre se entronca en el lenguaje común. El pasado noble de la melancolía,
del que habla Starobinski, da cuenta de este acontecimiento.
La melancolía fue la enfermedad del alma por excelencia
hasta la época moderna y sigue aspirando a un importante
papel en los conflictos de la humanidad. A fin de cuentas,
reproduce un malestar donde todos nos reconocemos.
Recordemos que la melancolía fue atacada desde el nacimiento de la psiquiatría. Esquirol intentó enseguida, con
audacia neológica, recurrir al nombre de «Lypemanía» para
identificar la forma melancólica de sus monomanías. En el
Diccionario de ciencias médicas de 1819 se expreso con
inútil contundencia: «La palabra melancolía, consagrada en
el lenguaje vulgar para expresar el estado de tristeza de algunos individuos, debe ser dejada a los moralistas y a los poetas que, en su expresión, no están obligados a tanta severidad
como los médicos». Es evidente que, sin que se conociera
aún el alcance de la medida, estamos ante una declaración
de principios de la desvalorización que se avecinaba, pues
demuestra con claridad que, más aún que por la amplitud
vaga del concepto, lo que molestaba a los neófitos de la
nueva ciencia era el origen filosófico o literario de la palabra,
dominios de los que ya excluían temerariamente, aunque
con menos virulencia que en el presente, la seriedad y el
rigor que reconocen en las ciencias positivas pero que excluyen de las ciencias humanas.
292
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La causa de la melancolía
No obstante, aquí dejamos constancia de la obstinación de la
melancolía por permanecer entre nosotros y defender contracorriente el lirismo de la tristeza. Es verdad que la melancolía, con el apoyo de Freud, que fue su valedor a lo largo del
siglo XX –siempre el psicoanálisis aparece como contrapunto y a la vez sostén de la psiquiatría–, ha mostrado enérgicamente su resistencia y no ha desaparecido hasta fecha muy
reciente. Y no lo ha hecho, por supuesto, para la corriente
que aún se muestra permeable al psicoanálisis y se deja inspirar por la lectura de Freud. Por lo tanto, la pregunta obligada para los más optimistas es si este concepto, tan antiguo
como nuestra cultura, no reaparecerá una y otra vez, quizá
con otro maquillaje pero sin perder intensidad, para mostrarnos lo que la historia tiene de novedad pero también de
repetición trascendental.
Sin duda, hay que desconfiar de una psiquiatría que suprime la melancolía. Por eso defendemos aquí su causa. Una
causa que aprovecha su triple significado. Como etiología,
como motivación y como litigio. Como etiología porque discute el origen orgánico de la enfermedad, la reducción de la
sustanciosa teoría hipocrática de los humores a la elemental
concepción del humor serotoninérgico. Como motivación
porque nos anima a apoyar su obstinación por permanecer,
aunque sea ahora con la ayuda del psicoanálisis –que se ha
convertido en la reserva de la cultura psiquiátrica clásica– o
en estos pequeños grupos residuales, como el que constituimos los de la Otra Psiquiatría, que propugna su conservación un cuatro de julio cualquiera. Como litigio porque se
trata de sostener una cruzada, anacrónica quizá pero rabiosamente actual, contra el positivismo, que quiere desvalorizarla y condenarla al ostracismo.
El origen del oscurecimiento y exilio de las categorías diagnosticas tradicionales lo encontramos ya en el trasfondo de
las palabras de Esquirol. En la citada frase de 1819 late el
afán de cientificidad, la eliminación de los componentes subjetivos de la enfermedad y el rechazo de la inspiración histórica, filosófica y literaria que identifican a la psiquiatría que
podemos llamar, indistintamente, dinámica, hermenéutica o
humanista. Lo observamos más concretamente en la histeria, que es la encargada por definición de poner en duda el
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La causa de la melancolía
origen físico del síntoma bajo el que se escuda. Es evidente
también en la paranoia, donde el inseparable estudio del
carácter paranoico añade demasiado condimento subjetivo
al plato del delirio, un exceso de comprensión para los austeros hábitos científicos. Y sucede en la melancolía, cuya tradición humoral es una provocación en toda línea a las aspiraciones del reduccionismo positivista.
No viene mal recordar aquí alguna de las ventajas del pasado. La teoría humoral, que se basaba en el fisicalismo de la
discrasia humoral, no era sin embargo una teoría materialista al uso moderno, pues se acompañaba simultáneamente de
consideraciones psicológicas, morales, mágicas, teológicas e
incluso astrológicas, con las que se entremezclaba de un
modo inseparable. Quizá de una forma insólita para nuestra
sensibilidad actual, atenta a otras formas de exactitud y a las
exigencias del método experimental, pero sin la sencillez
algo lerda, cuando no patética, de la psiquiatría actual. No
olvidemos que el ánimo triste era entendido desde una perspectiva múltiple que mezclaba las cuatro cualidades (seco,
húmedo, frío y caliente), los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego), los cuatro humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra), los cuatro temperamentos (sanguíneo, colérico, melancólico y flemático), en armonía todos ellos con las
cuatro edades de la vida, las cuatro estaciones y los cuatro
puntos cardinales.
La noción humoral de la melancolía nos ayuda a entender la
permanente polaridad que presentan las manifestaciones de
la tristeza. Pues en su discurso convivían una melancolía
noble y otra vulgar, una egoísta y otra generosa, una salutífera y otra mortífera. El melancólico era dios y demonio a la
vez. Representaba la verdad directa y única que compaginaba con la ironía y el desenmascaramiento de todas las duplicidades del mundo. Su gran potencia especulativa, hija de la
profunda naturaleza de su padre Saturno, le permitía entenderla sin dificultad como un trastorno morboso pero también como un sentimiento noble, una fuente de inspiración
y un armonioso acorde de la locura. La bilis negra obligaba
al pensamiento a penetrar y explorar el centro de las cosas,
pero también lo elevaba a las zonas más altas porque se
correspondía con el más lejano y espiritual de los planetas.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La causa de la melancolía
Recordemos, como escribía Hölderlin, que «se puede caer
en la altura tanto como en el abismo» (Ensayos). A fin de
cuentas, cabe decir, como resumen de estas tensiones, que el
proceso creador estaba constitutivamente ligado, como el
sufrimiento y la angustia, a la dimensión de la nada y la soledad, que es el espacio por excelencia de la melancolía.
Así las cosas, la melancolía ha sido desplazada por una
nueva categorización de sus manifestaciones: la depresión y
el trastorno bipolar. El auge de la depresión, que se remonta a los años setenta, siguió la misma estrategia que más
tarde prolongó el trastorno bipolar. Para ello comenzó por
simplificar el trastorno hasta reducirlo a una descripción sin
matices pero con aires de objetividad. Después, siempre que
la ocasión lo permite, da falsamente por supuesto que el trastorno se encuentra perfectamente identificado y que todos
coincidimos a la hora de reconocer la esencia y los límites del
concepto. Por último, se ensancha todo lo posible la extensión real de aplicación, para lo que se agravan artificialmente sus manifestaciones más leves y se suavizan las más intensas. De esta manera, las barreras entre depresiones mayores
y menores desaparecen, del mismo modo que deja de resultar pertinente diferenciar entre trastornos bipolares psicóticos y neuróticos. Todos se vuelven iguales, lo que autoriza a
extender el diagnóstico lo más posible y con ello las posibilidades de prescripción, que es de lo que finalmente se trata.
Basta con añadir a estas condiciones un canto a la adherencia al tratamiento, a la necesaria prolongación del mismo
con vistas a garantizar el efecto terapéutico, y, si es necesario, defender un tratamiento precoz y preventivo que evite el
inicio del proceso, para que de este modo el círculo mortal
de la estulticia y el bochorno profesional completen la decadencia del estudio psicopatológico.
Recordemos que Freud aún comentaba en Duelo y melancolía
que «es también muy notable que jamás se nos ocurra considerar el duelo como un estado patológico y someter al sujeto afligido a tratamiento médico». Sin embargo, es evidente
que las formas normales de tristeza se han ido borrando
poco a poco de la representación social y del discurso médico, para ser sustituidas por trastornos depresivos a los que
con suma facilidad se califica enseguida de «mayores», se
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La causa de la melancolía
supone que para consolidar mejor su carácter patológico. Al
mismo tiempo, los denominados trastornos depresivos llamados «menores» o los «breves recidivantes» son desplazados en la clasificación más extendida –DSM– dentro de los
«trastornos depresivos no especificados» como formas marginales y, por lo tanto, tácitamente infrecuentes. La posibilidad, todavía más chocante, de poder especificar un episodio
depresivo mayor de «leve», como propone la amenazadora
clasificación, resulta aún más reveladora de la intención del
clasificador. Este movimiento artificial de agravación se
completa con otro paralelo de simplificación, como se constata en la maniobra por la cual la melancolía y las formas
psicóticas de depresión se diluyen y quedan incluidas también en el trastorno depresivo mayor como una simple especificación adicional, bien como criterio de psicosis, en el
caso de aparecer ideas delirantes congruentes y alucinaciones visuales, o bien como melancolía si la tristeza es cualitativamente distinta, hay un empeoramiento matutino y la culpabilidad es inapropiada o excesiva. De este modo, la psicosis se presenta como una simple adjetivación de la depresión,
no como algo sustantivo. En cualquier caso, la intención es
palpable, confundir los límites de la depresión con la tristeza
normal, para ampliar su espectro por arriba, y disolver la
depresión propiamente psicótica para que el concepto de
depresión mayor alcance también a las zonas más profundas
sin perder su unidad diagnóstica.
Recordemos en este sentido un testimonio de la época. En
1966, hace justo ahora poco más de cuarenta años, Juan-José
López Ibor publicó Las neurosis como enfermedades del
ánimo. Un libro hondo, elegante, culto, bien escrito, que
merece un homenaje –más justificado que la figura del
autor– y que debería causar vergüenza a la prosaica psiquiatría actual, ramplona, comercial e inculta.
Allí, en aquel texto premonitorio, López Ibor defiende una
concepción de las neurosis como enfermedades del ánimo
cuyo objetivo era muy claro: luchar contra el psicoanálisis y
lo que representaba como sostén del concepto de melancolía. «Las neurosis, afirmaba con energía antifreudiana, no
son, fundamentalmente, conflictos instintivos, sino estados
de ánimo patológicos». Esta es la tesis que arguye contra
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La causa de la melancolía
Freud, a quien, en el prólogo, reconoce ser «una auténtico
hito en la historia del conocimiento de las neurosis», añadiendo, con una ambivalencia muy característica, que « lo
que ahora se diga, no puede ignorar lo que él dijo y está
influido, directa o indirectamente, por él». En realidad, su
relación con Freud siempre fue muy obstinada y combativa
pero, en el fondo, ambigua. Su primer libro, ya en 1936
(escrito cuando contaba 30 años; vivió de 1906 a 1991) trata
sobre lo vivo y lo muerto del psicoanálisis, que después, en
1948, refundiría en el más conocido La agonía del psicoanálisis. En él expresó con claridad su sueño de sustituir la psicodinamia por la timodinamia, no mostrando pudor a la
hora de aseverar que «la verdadera psicología profunda es la
endotímica».
Pues bien, en Las neurosis como enfermedades del ánimo sostiene lo
siguiente: «Cada vez me siento menos inclinado a diagnosticar una depresión reactiva pura», apuntando de este modo
a la biologización paulatina de la tristeza. Algo más adelante añadía que «se pueden integrar las depresiones endógenas
y reactivas en la misma interpretación, lo cual es posible si se
admite el fondo endógeno de todas ellas, como yo propongo,
y creo que las terapéuticas actuales lo demuestran claramente». Recordemos que acababa de introducirse el
Anafranil.
Incluso en un artículo posterior, de 1979, «Equivalentes
depresivos», se permite emular a Esquirol y propone un
nuevo bautizo de la melancolía: «Las melancolías se llaman
hoy depresiones, palabra que resulta menos opresiva y
sobrecargada que la de melancolía y que además tiene la
ventaja de poder comprender cuadros más leves de la enfermedad».
Tengamos en cuenta, para completar el paralelismo de su
época con la presente, que uno de los ideólogos actuales del
trastorno bipolar, Vieta, sostiene alegremente que la frecuencia de las depresiones bipolares está subestimada, lo que
podemos valorar como colofón de un procedimiento análogo al que hemos visto para la depresión pero desplazado
ahora al trastorno de moda. En efecto, el trastorno bipolar,
que se integra en una sola enfermedad sin justificar adecuaVI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La causa de la melancolía
damente sus límites, acoge todo tipo de alternancias del
humor, desde las oscilaciones que casi responden a una eutimia a la que no se debería reconocer pretensiones de enfermedad, hasta llegar a las alternativas propias de la tradicional psicosis maníaco-depresiva. Pero en este caso, como el
colectivo promotor del desafuero conoce el espíritu divisor
del hombre, al que se pretende calmar para que no dude de
su competencia conceptual, establece una subdivisión, en
tipos I y II, que no se sabe bien a qué realidad clínica corresponde, ni explica las ventajas de semejante separación arbitraria si no es para camuflar y suplantar la auténtica diferencia, la que no se quiere plantear, es decir entre trastorno
bipolar neurótico o psicótico.
Ahora bien, el procedimiento tiene sin duda una coartada.
Pues, al extender tanto su dominio, se lucha inequívocamente contra el estigma, en tanto el trastorno se vuelve tan
general que no contamina a nadie con diferencias sociales ni
discriminación personal. De este modo, como si el mal de
muchos pudiera revertir en consuelo de tontos, la pobreza
psicopatológica, derivada de ese continuo que ha olvidado
los matices y las diferencias, desemboca en una ventaja integradora y, por supuesto, en un beneficio económico en tanto
nos convertimos en potenciales consumidores de píldoras
estabilizadoras. Aunque, naturalmente, este beneplácito
social supone oscurecer o desplazar la clínica fundada en la
sospecha, la misma con que Freud enriqueció la psicopatología, para proponernos una clínica fundada en las pruebas
y las evidencias. Un ingenuo pero interesado regreso a los
ideales de la fenomenología, cuando aspiraba a llegar a una
descripción pura que cumpliera con una «vuelta a la realidad» inequívoca.
Para defendernos de este maleficio teórico y práctico, que ha
hechizado la conciencia de los psiquiatras, venimos a defender la melancolía entendida, casi al modo antiguo, como un
eje melancólico que recorre todo el espectro psicopatológico.
Del mismo modo que la melancolía pre-psiquiátrica era
sinónimo de locura y, a la vez, representaba específicamente
los momentos tristes de la enajenación, el eje melancólico
muestra la tristeza que puede acompañar a cualquier síntoma o a la condición humana misma y, simultáneamente,
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La causa de la melancolía
identificarse con las formas de depresión más intensa, tal y
como hemos venido reconociendo bajo la denominación de
psicosis maníaco-depresiva.
Frente a un modelo rígido, de estructuras clínicas cerradas,
alternativas, discretas y excluyentes, se propone este otro,
más fluido y líquido, que se independiza de los modelos
estructuralistas y tolera tanto compartir lo que tienen de
común las estructuras como separar lo que tienen de diferente. En suma, ponemos a nuestro alcance una melancolía
transestructural y transdiagnóstica que nos provee de una
unidad constitutiva y la convierte en el engarce que, proveniente del fondo de los siglos, une todos nuestros males, aunque no renuncia a establecer las diferencias correspondientes entre estructuras ni desprecia el estudio de los síntomas.
Respeta, de este modo, el principio nuclear de la psicopatología, que nos propone igualar y diferenciar alternativamente, estudiar lo que los casos tienen de semejante y también lo
que presentan de diferente.
Cabe esperar de su concepto, así ampliado, que vuelva a
permitir la transición antigua desde la melancolía poética y
amorosa a la melancolía morbosa, camino que hoy está conceptualmente obstruido. Considerada como arquetipo universal del dolor y el sufrimiento, da respuesta al juego continuo de límites y fronteras que se establece entre la locura y
la normalidad, construyendo un puente que comunica el
extremo más loco del hombre y las afecciones más simples y
comunes del alma. Por si fuera poco, del brazo de la melancolía la tristeza se ofrece bajo una perspectiva moral, no sólo
natural como la que hoy impera.
La tristeza, a la postre, es el eco del deseo, su llanto, su sollozo. Todo deseo concluye en placer pero también en insatisfacción y pérdida. Observada desde ese ángulo, la tristeza
puede entenderse como la respiración del deseo, la expiración e inspiración con que alternan la experiencia sucesiva y
alternante del placer y el dolor. La melancolía es el centro de
gravedad del deseo y sus estrategias. Sin duda, la vida discurre como una secuencia de pérdidas y duelos inacabables.
Somos melancólicos en cuanto que deseantes, por mortal
necesidad. Esta pasión ascética de la melancolía explica la
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La causa de la melancolía
fascinación que ejerce sobre las conciencias con su secreta
combinación de placer y sufrimiento. Tentación que los psiquiatras empiezan a olvidar tanto como sus pacientes, contribuyendo así con sus discursos a la multiplicación desbordante de las depresiones, ejemplo clínico de intolerancia a la
tristeza, ese sentimiento sagrado que a veces nos atropella
pero que también con frecuencia nos anima. Como si la
locura y la tristeza tuvieran razones que la razón médica no
comprende. Un mundo sin melancolía, es decir, sin la inclinación constitutiva de pensar las cosas hasta el final, es un
espacio abonado para la emergencia exponencial de las llamadas depresiones. La depresión se instala entonces como
síntoma de la posmodernidad y, según se ha señalado, como
cáncer del siglo. Y tras la depresión, siguiendo la tendencia
de una degradación permanente de la melancolía, el discurso medico promociona la serotonina como causa de la enfermedad, sin darse cuenta del destino irónico que convierte a
la discrasia serotoninérgica en una réplica tardía de la discrasia humoral, aunque degradada y desprovista de sus
conexiones y su grandeza.
La melancolía no es otra cosa que una red mediadora que
comunica entre sí el sufrimiento de los hombres. Un mal
eterno que se ofrece como matriz de cualquier afección. No
ya solo de las que rotulamos como neuróticas, como hemos
dicho, en la medida en que, del brazo del deseo, acompañan
siempre a la angustia y a todas sus defensas más características, obsesivas, fóbicas o histéricas. Fijémonos también en
que la melancolía recorre y enlaza toda la órbita de las psicosis. Bien es verdad que, considerada a este nivel, siempre
posee un aire algo descentrado, pues en su forma psicótica,
llamémosla o no depresión mayor, trastorno bipolar o, más
precisamente, psicosis maníaco-depresiva, da la impresión
de ser una invitada intempestiva respecto al resto de las psicosis, especialmente si la comparamos con la esquizofrenia,
que ejerce de protagonista moderno y principal de la locura.
Porque, mientras los síntomas esquizofrénicos cursan con
alucinaciones, automatismo y delirio, los melancólicos se
muestran demasiado comprensibles para permanecer cómodamente en el mismo espacio de desvarío. No obstante, la
disposición de la melancolía como eje de la psicopatología
intenta salvar precisamente ese problema, demostrando su
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La causa de la melancolía
ubicuidad en todos los círculos del malestar. Por ese motivo,
no debemos cifrar todo el problema en admitir que a la psicosis de la palabra, la esquizofrenia, se opone la psicosis del
deseo, la melancolía, en la medida en que una acompaña al
desgarramiento y la otra simplemente a la soledad, como si
la melancolía no fuera otra cosa que una psicosis más, algo
inadaptada a ese ambiente, eso es cierto, pero perfectamente identificable y bien diferenciada, sino que también cabe la
posibilidad de mostrar la presencia constante de la melancolía, bajo cualquiera de sus cualidades y formas, en todas las
experiencias psicóticas, ya sean pre-esquizofrénicas, esquizoafectivas o post-esquizofrénicas. De este modo, la melancolía es una psicosis más y, a la vez, el acompañante imprescindible de todas.
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El vicio absurdo.
A propósito de una posible histeria
melancolizada
Virginia Woolf (1882-1941)
Chús Gómez
«Escribir. El gran consuelo y la gran calamidad». V. Woolf
«No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la
libertad de mi mente». V. Woolf
«La histeria puede constituir no sólo una rebeldía sino ser una fuerza
revolucionaria. Cuando renunciemos a los criterios peyorativos
tradicionales vinculados al diagnóstico de histeria podremos trazar la
historia de cuanto deben a la histeria la liberación de la mujer y la
conquista de los derechos femeninos». Lucian Israël
«Palabras. Las palabras inglesas en las casas, en las calles, en los
campos a lo largo de tantos siglos…Las palabras pertenecen a las otras
palabras. Pero sólo un poeta sabe que la palabra encarnadino
pertenece al océano de loInefable… para usar nuevas palabras habrá
que crear un nuevo lenguaje. Se llegará a ello, pero no es cosa nuestra.
Lo nuestro es unir viejas palabras en un orden nuevo para que
subsistan y creen la belleza, para que digan la verdad…». V. Woolf
En este ya VI año nos encontramos en Valladolid para mantener un encuentro que propicie una conversación clínica;
en este año el tema monográfico es la melancolía y yo he elegido un titulo: el vicio absurdo; palabras con las que Virginia
Woolf se refería a las crisis depresivas y maniformes que
padeció a lo largo de su vida y que finalizaron con su suicidio en el Río Ouse en 1941; pero también es el nombre del
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
libro del mismo título, de Viviane Forrester, que me atrapó
en la feria del libro viejo en el 2005 en Vigo. Como siempre
suele pasar fue un encuentro… que me llevó a desempolvar
a una autora con la que mi historia se había cruzado literariamente en otro tiempo permaneciendo coagulada, petrificada… ahora había llegado el momento de retomarla.
Pero antes de empezar mi reflexión a propósito de la autora
y su tan traída y llevada enfermedad mental, la ubicaré en la
coyuntura familiar, social y biográfica que tanta importancia
tendrán en su obra, destacando algunos rasgos fundamentales de su narrativa que me ayudaran guiada por su vida y
obra algo a propósito de lo que en materia diagnóstica a mi
se me ocurre.
En este asunto partía de un pre-juicio, derivado de los análisis que sobre ella había leído; no cabía duda, era una PMD,
diagnóstico políticamente mejor nombrado actualmente
como trastorno bipolar que, con su apabullante éxito social
y profesional, inunda casi todo… término que reproduce y
acota la riqueza de lo afectivo en una cuestión del pensamiento binario más pobre… sin matices, sin sombras, sin
responsables… y suele ensombrecer y ocultar actualmente a
la noble histeria.
Sin más preámbulo vamos... con Virginia.
Biografía
Virginia nació en Londres en 1882. De clase alta acomodada fue hija del escritor, filósofo y político Leslie Stephen, y de
Julia Jackson; ambos habían estado casados anteriormente y
aportaron sus respectivos hijos al matrimonio. Leslie
Stephen: a Laura, y Julia a: Stella, George y Gerald. Del
nuevo matrimonio nacerían: Vanessa, Thoby, Virginia y
Adrian.
Virginia mantuvo toda su vida una relación muy cercana
con Vanessa y con Thoby además de con su hermanastra
Stella, que fue una segunda madre para ella. Su muerte temprana junto con la de Thoby, su favorito y protegido con el
que hizo sus pinitos literarios infantiles supuso para ella un
batacazo existencial.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
Sin embargo la relación con sus hermanastros está marcada
por acosos sexuales durante años, que ella recoge en su diario y en Momentos de vida, donde Gerald se le aparece en sueños en forma de un animal espantoso, un terror que la hace
sentirse impotente y del que solo se evade gracias a la creación, en la que la sexualidad desplazada a Otra escena se
hace inmaterial para encarnarse en ese puntillismo preciosista para describir la gota de agua en una hoja, el sonido del
roce del viento, o la espuma del mar y su fusión con el horizonte…
Persisto en creer que mi entereza para resistir esos choques es lo que han
hecho de mí una escritora.
Recuerdo el contacto de su mano debajo de mis ropas, avanzando firme y decidida,
cada vez más abajo. Recuerdo que yo esperaba que se detuviese de una vez, notaba que
me iba poniendo tensa y me retorcía a medida que la mano iba aproximándose a mis
partes más íntimas. Pero no se detuvo. Recuerdo que me sentí ofendida, que no me
gustó».
Es probable que ocurriesen desde los seis años aunque sobre
esto, y las circunstancias de los mismos, Virginia permanece
un tanto imprecisa. Este encuentro traumático e incestuoso,
fue no sin consecuencias, a juzgar por lo que fue luego su
vida amorosa con los hombres y mujeres de su vida y por los
accesos de culpa que la asaltaban con relativa frecuencia.
Virginia y Vanessa por su condición de mujeres en esa época
no fueron a la universidad; su formación fue casi autodidacta en el seno de una verdadera aristocracia intelectual; por
suerte su padre abrió sin restricción su biblioteca de la cual
Virginia se empapó empezando a escribir relatos, un pequeño periódico, que fueron sus inicios en la relación con la
escritura… pero antes de coger la pluma Virginia destaca
por ser la narradora y cronista oficial de la familia, posición
central de liderazgo que ocupó siempre en su vida y que se
constata en el grupo de Bloomsbury.
La familia vivía en Kensington rico barrio Londinense.
Desde niñas, se dio por seguro entre ellas que Vanessa sería
pintora y Virginia escritora (¿mandato paterno?) y así fue. Su
vida estuvo marcada por una serie de pérdidas importantes:
su madre muere en 1894, después Stella y Toby y finalmente su padre en 1904.
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
A propósito de la muerte de la madre Virginia dice: «siempre me lamenté por no haber sufrido lo suficiente su muerte». «Su muerte fue el peor desastre que podía ocurrir».
Fallecido su padre, los hermanos Stephen se trasladan a
Bloomsbury, un barrio menos elegante. Ahí, en su nueva
casa, su hermano Thoby, estudiante en Cambridge, organizaba reuniones sociales los jueves por la tarde con los amigos
del college a los que se añadieron sus hermanas; todos compartían gustos culturales y afinidades vitales además de:
buena posición social, tiempo disponible, algo de dinero y
bonitas casas de campo en las que filosofar y divertirse alejados de una sociedad asfixiante a la que soñaban modificar…; Duncan Grant, Lytton Strachey, Roger Fry, Gerald
Brennan, Bertrand Russell, Maynard Keynes, Katherine
Mansfield, Dora Carrington, el crítico de arte Clive Bell, y
Leonard ambos maridos futuros de las Stephen fueron entre
otros, algunos de sus distinguidos miembros. Todos buscaban aire, simplicidad, luz y una vecindad terapéutica que se
retroalimentada por el elitismo, la sátira, el ateísmo y las
relaciones triangulares. En sus veladas empapaban la conversación de sexo con la misma franqueza con que hablaban
de la naturaleza del bien.
El exceso de belleza en Florencia y el hartazgo de goce estético pusieron malo a Stendhal por eso hay que andar con
cuidado por Bloomsbury... en sus múltiples plazas las almas
bellas aún pueden escuchar el eco de los pasos de algunos de
sus ilustres inquilinos muertos: Dickens, Darwin, T. S. Eliot
o Bob Marley.
Al casarse con Leonard, Virginia Stephen, adopta el apellido del marido y pasa a ser Virginia Woolf; se trasladan a
Hogart House en Richmond. Quentin Bell, su sobrino y biógrafo la describe con «aquella elegancia delgada, fina y
angular que conservó toda su vida». Su relación con
Leonard fue muy estimulante y estabilizadora y Virginia
escribe su primera novela, Fin de viaje, ya con el apellido
Woolf.
En Hogarth House, el matrimonio fundó una editorial llamada Hogarth Press que fue ampliándose; en ella publicaron
además de Virginia, Katherine Mansfield, T. S. Eliot y la
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
obra completa de Freud, pero dejaron en el cajón de la
imprenta el Ulises, libro para Virginia inquietante aunque
reconocía había algo en él que le pareció genial si bien obsceno y zafio. Virginia y Joyce nunca se conocieron y si ella
opinaba así de su libro él sencillamente la ignoró.
Por el contrario los Woolf si conocieron a Freud al que visitaron el 28 de enero de 1939, después de haber colaborado
en su rescate de la Viena ocupada por los nazis desde marzo
del 1938. Fue un encuentro más apacible para Leonard que
para Virginia; Leonard cuenta: con ella fue extremadamente delicado, le regaló una flor, se mostró ceremonioso, extremadamente cortés
pero anticuado;
La entrevista no fue fácil, Freud estaba muy afectado por su
cáncer de mandíbula y se notaba abatido; ocho meses después de ese encuentro fallecía. A Leonard le impresionó su
halo de grandeza, que no de celebridad y le dio impresión de
gran bondad. Pero ambos siempre se mantuvieron en una
discreta distancia del psicoanálisis interesándose por su valor
intelectual pero con reticencias.
Desde el punto de vista teórico y a través de sus obras
Virginia rivalizará y discrepará con Freud por ejemplo en la
cuestión clave ¿qué quiere una mujer? sus obras interpelan de
manera metafórica a Freud, 26 años mayor que ella, que en
ese momento está desarrollando su teoría; en sus obras mantiene un diálogo de fondo, con sordina, con la obra freudiana, es su manera de denunciar la ideología patriarcal sobre
la que asienta. Virginia por tanto conocía la obra tanto de
Freud como de Melanie Klein pero siempre se negó a leer
libros de psicoanálisis por miedo a que contaminaran su
escritura… la literatura sin embargo debiera de ser para los
clínicos materia obligada tal y como Freud recomendaba.
Freud solía decir: «los poetas y novelistas son nuestros maestros en el conocimiento del
alma y se hallan muy por encima de nosotros los hombres vulgares, pues beben en fuentes que no hemos logrado aún hacer accesibles a la ciencia».
En 1919, los Woolf adquieren una casa en Rodmell-Sussex
llamada Monk’s Housse, donde pasaban las Navidades y a
donde se trasladaron de forma permanente durante la
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
Segunda Guerra Mundial. Allí, obsesionada por el miedo a
una locura invencible y con el deseo de no ser una carga
para Leonard, Virginia se arrojó al río Ouse, el 28 de marzo
de 1941. Acto que nunca podría relatar.
Leonard recoge en su diario: cuatro veces en su vida atravesó la
frontera que la separa de la demencia. Cuando niña tuvo una depresión
menor; después una crisis muy seria a los trece años al morir su madre
en 1895, otra en 1914 y la cuarta en 1940.
Antes había realizado dos intentos suicidas previos constatados: uno intentando precipitarse por una ventana después de
la muerte de la madre en 1895, en 1915 ingiriendo veronal.
Su vida fue creativa intrínsecamente terapeútica… ahora
entraremos en su obra, lo que nos suscita y lo que nos enseña.
Virginia Woolf es una de las grandes innovadoras del género novelesco, escritora de entreguerras, es una modernista y
una de las más sugerentes y excepcionales personalidades y
escritoras del siglo XX.
Melancólica como posición vital existencial, se identifica con
los valores literarios de sus coetáneos en oposición al realismo de la gran novela decimonónica. Rompió con la tradición de escritura femenina costumbrista de la época, única
permitida por otra parte a las mujeres entonces, y con las
convenciones literarias que dominaban la narrativa hasta ese
momento. Acogió como técnica narrativa el uso del monólogo interior y el fluir de la conciencia, señalándonos que lo
único importante ocurre en el interior de los personajes. Sus
novelas no precisan de la acción de los acontecimientos que
normalmente dan movimiento e hilo discursivo a una historia narrativa. Busca un método estilístico que deconstruya la
historia que había erigido a los hombres en árbitros del destino de la humanidad.
El extraordinario manejo de la variedad de tiempos verbales, las constantes entradas y salidas en los diferentes personajes a los que acompaña como narradora omnisciente, el
gusto por la recreación del tiempo subjetivo, en el que se
contiene lo efímero y lo eterno a la vez y la convergencia y
divergencia de planos en un mismo instante, hacen de ella
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
una narradora genial y posiblemente irrepetible. Ella, Joyce
y Faulkner entre otros, harán discurrir la literatura por caminos impensables hasta ese momento
En Virginia confluyen multiplicidad de facetas que dan
cuenta de su riqueza y de su genialidad. La genial Virginia
supo combinar una intensa vida social con un trabajo infatigable, llevaba un minucioso diario a la vez que trabajaba
incansablemente en la escritura de sus obras, pese múltiples
episodios donde la actividad quedaba interrumpida a veces
incluso durante meses; normalmente estos estados se acompañaban de una anorexia intensa en la que sentía asco y desprecio por su cuerpo; las depresiones sobrevenían después
de la culminación de un nuevo libro, siempre era un problema la conclusión de sus novelas le producía una intensa
angustia… finalizado el trabajo de escritura quedaba sumida en una nada que ahogaba todo deseo… así se podía pasar
meses hasta que de nuevo era catapultada a un estado hipomaníaco salpicado a veces por voces, que no se si alentaban
o acallaban la escritura… en algunos momentos el mundo
tomaba un colorido paranoide en el que su sensación de
burla y ridículo la volvían insoportable.
Crítica literaria, editora, autodidacta, lectora infatigable,
articulista, además de una mujer comprometida políticamente con el pacifismo, el feminismo, el antifascismo y el
izquierdismo político, trazó una certera radiografía de alma
humana y describió y combatió como nadie la sociedad victoriana de finales del XIX, de la que ella era una genuina
representante, alzando su voz y comprometiendo su pluma
para denunciar y reclamar los derechos de las mujeres en
una época sin voz ni voto.
De múltiples maneras se hunde en la mente de los personajes para acabar embarrancando siempre directamente en la
conciencia de los mismos, a la vez que expone el lenguaje
poético de los sueños a la manera de una asociación libre
tipicamente de diván, sus palabras parece brotan directamente del inconsciente abriendo un espacio para soñar…
hay algo de lo imposible de atrapar pese a su preciosismo
literario que da cuenta de lo imposible… no pretende hacer
personajes a la manera de un historial clínico ni siquiera describe emociones… las induce en el lector.
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
Sus obras cuentan las preocupaciones y preguntas existenciales que interesaban a Virginia: la liberación de la mujer,
los convencionalismos morales, el devenir humano, el sexo,
la existencia, la muerte, la locura, la identidad… Reduce a
cenizas la linealidad cronológica de la narración y el tiempo
pasa a ser objeto de experimentación. En sus textos en general poéticos y metafóricos no hay lugar para la certeza ni
para la ruptura de la cadena significante, que nos ubicarían
del lado de la escritura psicótica… y el horizonte se ensancha hacia la duda, la pregunta existencial, la ambigüedad y
la permanente construcción del sujeto frente a un otro mortificado normalmente por la existencia vital y el sufrimiento
que conlleva el trabajo de vivir.
La presencia y el manejo inigualable de la metáfora son
otras de las características de su literatura… Virginia se sostuvo en la vida gracias a Leonard: marido, guardián fiel, protector abnegado de los excesos y locuras de Virginia, entregado en cuerpo y alma a protegerla… a levantar casi acta
notarial de su estado psíquico recogido en su diario. Del otro
lado Vanessa: su hermana, pintora, sociable y mundana,
rodeada de hijos para los que Virginia fue una tía divertida,
siempre pronta a compartir sus locuras infantiles… entre
ambos la escritura como manera de oponerse a un padre,
idealizado, su favorito pero rival, que abrió una biblioteca
sin restricciones, en la que Virginia se sumergió y empapó
para construirse como intelectual.
Virginia y sus dudas respecto a su sexo, a sus amores, construye de manera novelada al personaje que es.
En Al Faro zanja el trabajo de duelo de la muerte de su
madre acaecida cuando ella cuenta con trece años y que la
llevó a intentar precipitarse por la ventana, escrito el texto
cerrada la herida; «El libro lo escribí a toda prisa y cuando
lo acabé la obsesión de mi madre había desaparecido. Ya no
oigo su voz. Ya no la veo».
En Tres Guineas intenta responder a la pregunta de cómo
evitar la guerra y pone en relación el militarismo y el dominio masculino.
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
En Una habitación propia analiza la condición femenina y la alienación de la mujer. Es una metáfora de la necesidad de un espacio propio donde la mujer pueda hablar,
escribir, ser libre y ser mujer.
En Las Olas los monólogos interiores de seis personajes a
la vez, de los que ella se sitúa como narradora omnisciente,
la llevan y la traen a lo largo de un día marcado por el ascenso y el cénit solar a lo largo de las horas que enmarcan la
subjetividad y las preguntas y avatares existenciales de cada
uno de los protagonistas.
En La señora Dalloway, nos acerca a la melancolía de
una mujer madura, perfectamente encajada en su ambiente,
que se sorprende un día reflexionando sobre el eterno problema de la elección –¿acertada o desacertada?– de su
matrimonio con el señor Dalloway, hombre seguro, aburrido, muy bien situado en el mundo social y político. La causa
del desconcierto es la reaparición de un antiguo amor de
juventud en su fiesta, de regreso de la India. Su duda se despeja y se tapona en un momento y la represión y con él el
sosiego coagula la brecha para regresar pronta a su apacible
y aburrida vida… Su armonioso entorno, las flores, la porcelana, la plata, los trajes, la fiesta, todo está en orden, como
ella ha querido y el fantasma irrecuperable del pasado regresa a su lejanía. En la novela hay un personaje fundamental,
contrapunto del personaje femenino; Septimus, un joven ex
combatiente de la Guerra del 14 que ha presenciado el
horror de la muerte de su amigo Evans pero que no fue
capaz de sentir. Esta ausencia de sentimiento le persigue y le
conduce a la obsesión y la locura. El fantasma torturante de
su amigo le hace desear la propia muerte, que finalmente
consigue suicidándose. La acción de la novela transcurre en
un solo día de julio de 1923 en Londres y es paralela.
Septimus y la Sra Dalloway no se conocen ni se encuentran.
La técnica novelesca es perfecta. La construcción, impecable. Es en esta novela donde quizá se aprecie con mayor claridad el deseo de Virginia Woolf de que la narración transcurra con la misma fluidez y al mismo ritmo que el torrente
del pensamiento. Por otra parte, la transcripción directa del
proceso de la locura de Septimus, es un anticipo y trasunto
del propio discurrir de la escritora hacia el suicidio.
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
En Orlando construye el antihéroe que no se queja de su
destino y que recorre los siglos mutando a lo largo de la
narración. Sus actos precipitados por el deseo, la angustia, el
miedo, la necesidad o el amor le obligan a cambiar de circunstancias… se adapta a las nuevas situaciones, olvida y
recuerda de cuando en vez, zarandeado por un mundo que
no controla y por un cuerpo que metamorfosea a su capricho unas veces pero que otras padece… Orlando es ella, es
Virginia, es Vita, es Vanesssa, es su hermana, es su pregunta sobre la identidad sexual y el género… con él piensa el
sujeto en la historia y medita sobre las categorias sexuales
todo ello en un tono burlón ejemplificado en el famoso pasaje en el que a Orlando, convertido en mujer después de una
ajetreada noche, se le presentan tres Damas: Nuestra señora
de la Castidad, Nuestra señora de La Modestia y nuestra
señora de La Caridad… mientras él se mira en el espejo
observado por la Curiosidad… Orlando pretende abolir las
categorias convencionales adscritas a los géneros.
Sus obras buscan un estilo propio, diferente, en el que no hay
tesis de partida; Virginia deja siempre una puerta abierta a
la voz de alguno de sus personajes teñida de un sentimiento
anticipador de muerte, metáfora del desasosiego que se iba
apoderando de ella ante la conclusión de la obra.
Para ella lo personal es político, la vida y la obra son la
misma cosa… para Virginia el feminismo era el camino más
directo para la paz y contra el fascismo; alentó a las mujeres
a luchar por sus derechos y a levantarse contra la violencia
sobre los cuerpos y las voluntades, intentando subvertir el
orden patriarcal tanto en lo privado como en lo público…
«Como mujer no tengo país, como mujer no quiero un país,
como mujer mi país es el mundo entero».
Hasta aquí y apoyada en la lectura de la biografía y de fragmentos de su diario, diario que llevó paralelo a la construcción de sus obras, no encuentro motivos que me permitan
afirmar que estamos ante una mujer psicótica en contra de
los datos que incluso fenomenológicamente están exhaustivamente relatados por su biógrafo y su marido; si, no hay
dudas padeció episodios depresivos melancoliformes y epi312
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
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sodios maniformes; nos relata y relatan que oía voces, pero
dichos fenómenos no son exclusivos de la psicosis y es sabido, y la clínica así nos lo enseña, que el colorido afectivo de
la vida incluso en sus extremos no son patrimonio de ninguna entidad y ni siquiera obligatoriamente patológicos.
Más allá de estas impresiones iniciales es necesaria una aproximación a la voz de Virginia a través de una de sus obras
más emblemáticas que permitan poner en valor los testimonios que nos llegan. Dedicaré unas cuantas líneas a una
inmersión en su novela Las Olas:
«La sensación –afirmaba– de que la primera hora de cada
mañana es algo tan dulce y calmo como el suave golpe de
una ola, unida al presentimiento casi permanente de que
algo horroroso está siempre a punto de ocurrir.»
1. El tiempo: Existe una única voz que irrumpe para organizar, como si de un Demiurgo primigenio se tratara, la lenta
y morosa reiteración de todos os tiempos posibles. Hay una
ritualización del acto en tanto vertebración consciente del
agostamiento vital. El sol, luz que con su haz singulariza lo
invisible, lo efímero, generando en su paso, sombras de verdad en estado puro.
2. Los personajes: son el pretexto dinamizador de un espíritu esencial. Son personajes ausentes como tales: son sólo a
través de la memoria, de la reconstrucción de una voluntad
recreada por otros. No están de ningún modo salvo para aseverar que existe un rastro. Son personajes sin rostro más allá
de la imagen proyectada en el espejo del deseo de sus antagonistas. Son personajes en tanto que hablan, que narran un
acontecer sin cronologías pero con biografías labradas y
construidas por mediación e interpelaciones imaginarias
constantes.
No existe la acción, sino las acciones, un tempo congelado
que encuentra su expresión en el encuentro con el recuerdo
a propósito de… No hay espacio salvo aquel marcado por la
premura de la muerte. Un espacio plagado de absortos objetos sólo vivificados por la llama de la mirada
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
¿Cuál es la propuesta de Virginia en Las Olas?
Ante la acción, la retroacción del relato de los personajes, a
través de sucesivos monólogos interiores. No hay interpelación posible salvo la mediatizada por los objetos, la luz y una
mirada omnímoda, panteísta y total, que pretende una
visión integradora y multidimensional de la realidad.
Lo que en Joyce se antoja laberíntico, delirante y fragmentado, en Virginia nos llega deliberadamente puntillista, insoportable a la aproximación, pero profundamente anclado en
una suerte de rebeldía, con vocación de trasladarnos la tragedia de la vida. Todo fluye y nada permanece… El insobornable fluir de la conciencia como vicio insoportable.
3. Percival: El deseo siempre presente en la evocación nostálgica, muerto desde el inicio, desde el nacimiento, excusa
para la reflexión y la queja. Correlato trágico imprescindible
en la liturgia del devenir insoslayable. Pretexto, por ello, para
reivindicar la vida sabiéndose abocados a la muerte.
4. Técnica narrativa: Virginia disuelve la linealidad cronológica en aras de un constructo totalizador que intenta dar
cuenta de un tiempo inexistente, por inventar, que articule el
indicativo (la acción exterior) con el subjuntivo (lo subjetivo).
Se esta manera, el tiempo, en tanto dimensión, es sólo un
artefacto narrativo traducido en sucesivos tiempos con la
única solución de continuidad del relato esencial, a saber: la
carrera inexorable hacia el fin.
Hay un tiempo esencial el del sol y su recorrido y muchos
tiempos subjetivos, todo estructurado con la cadencia de una
melodía envolvente, milimétrica, pensada de antemano
como estructura, como esqueleto de la obra.
Así pues, la escritura pierde su función en tanto articuladora
de verdades, de perfiles reconocibles, de correlatos ideales,
para convertirse en sínthome. La condensación y el desplazamiento (metáfora y metonimia) son la base de su técnica
narrativa. Por tanto, es la escritura, en tanto habla particular, la que configura a los personajes que no existen salvo por
arte de sucesivas metamorfosis, de travestismos, de ideacio314
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
nes y ensoñaciones y, sobre todo, de un acto de ingente
voluntad creadora más allá de la tiranía de todos los tiempos.
Bibliografia
1. Forrester, V.: Virginia Woolf, El vicio absurdo. Ultramar,
1988.
2. Quentin, B.: Virginia Wolf. Lumen; 2008.
3. Mannoni, M.: Ellas no saben lo que dicen. Alianza Editorial,
2000.
4. Woolf, V.: Las Olas. Lumen, 2008.
5. Woolf,V.: Orlando. Pocket/Edhasa, 1983.
6. Figueroa, C.G.: Virginia Woolf: enfermedad mental y
creatividad artística. Rev. méd. Chile [revista en la
Internet]. 2005 nov [citado 2009 Jul 02]; 133(11): 13811388. Disponible en:
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0
034-98872005001100015&lng=es.
7. Mayobre, P.: Repensando la Feminidad en
www. wbes.uvigo.es/pmayobre
8.H Puleo, Alicia: En torno a la polémica
igualdad/diferencia; Cátedra de estudios de género;
Universidad de Valladolid;
www.nodo50.org/mujeresred/feminismo-a_puleo-igualdaddiferencia.html.
9. Gutiérrez López, A.: Virginia Woolf, el fluir de la
conciencia; http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei/
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El vicio absurdo. A propósito de una posible histeria melancolizada. Virginia Woolf
(1882-1941)
10. Fuster García, F.: «Cerrando la puerta». Sobre la
vigencia de Una habitación propia y el feminismo
woolfiano. A Parte Rei, 48, noviembre 2006.
11. Colina, F.: «Locas letras (Variaciones sobre la locura de
escribir)». Frenia; vol VII-2007.
12. Salom, A.: Flaubert. «La escritura como aparato de
goce». Freudiana 50,2007, pp 111-116.
13. Ferrández, F.: «La melancolía, una pasión inútil».
Revista de la AEN; 2007,Vol. XXVII, núm. 99,pp. 169-184.
14. Álvarez, J. M.: Pensar la locura. Conferencia de J.
María Álvarez en el Hospital Provincial de Castellón; 2008.
Por cortesía del autor.
15. Las horas; comentarios de cine;
htpp://www.scb-icf.net/nodus/058LasHoras.htm
Agradecer a María Antonia Muñoz, la ayuda en la lectura no sólo de
parte de su obra, sino también por las reflexiones que desde el terreno
de la literatura, de la critica feminista y desde el análisis literario
ayudaron a que no me perdiera en el mar ingente de estudios, libros y
reseñas en las que estaba garantizada la pérdida… cosa a la que soy
proclive…
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El tipo benjaminiano
Laura Martín López-Andrade
Los tipos benjaminianos no son fáciles de encontrar. Suelen
pasar desapercibidos cuando nos limitamos a echar un vistazo rápido al mundo. No se esconden, pero tampoco se caracterizan por sobresalir entre las masas. Hay que aprender a
verlos y a descubrirlos.
El tipo benjaminiano no coincide con ningún término clínico que conozcamos. No vamos a ocuparnos ahora del temperamento melancólico ni del psicótico normalizado con
suplencias supuestamente obsesivas. No nos interesan en
este momento los diagnósticos o las estructuras.
Sobrevolamos un rato sobre ellos para comprenderlos mejor.
Aquí, «tipo» no pretende establecer una «tipología» al uso,
dado que esta palabra refleja tan solo una «condición», una
«forma» personal de desenvolverse. El objeto de nuestro
estudio podría acercarse a la concepción de la melancolía
entendida como constitución misma del ser humano, más
que como una enfermedad, que encuentra precisamente en
Benjamin el arquetipo de un insólito e interesante modo de
manejar la vida y de ver el mundo.
Los pocos que pudieron acercarse a las profundidades de
este polivalente escritor de principios del s. XX, lo definieron como alguien que transmitía una «profunda tristeza». El
que fuera filósofo, crítico, literato, ensayista y teórico político, siempre estuvo envuelto en una nostalgia difícil de igualar en la historia del pensamiento y de la literatura. De
hecho, de forma similar a lo que nos sucede en la escucha
cuando hablamos con un loco, resulta imposible acercarse a
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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El tipo benjaminiano
la comprensión de las obras de Benjamin si no nos acompañamos de una teoría adecuada que nos permita leerlas. Y, a
pesar de la complejidad de sus contenidos políticos o de los
laberínticos trayectos de sus argumentos éticos, en el caso de
Benjamin lo que hace falta es echar mano también de una
teoría de la melancolía, aunque sea con la paradójica intención de que al aplicársela nos ayude a concebirla.
Walter Benjamin nació en una familia burguesa judía del
Berlín de 1892. Bebió de las obras de Kant, absorbió ideales
del marxismo y se definió a sí mismo como un «disidente»
solo fiel a su libertad. Atravesó las dos guerras mundiales y,
para muchos, se suicidó en la frontera franco-española,
negándose a entregar su último manuscrito ante la amenaza
de ser hecho prisionero por los nazis. Éste observador del
arte, historiador de las pequeñas cosas, teólogo de las pasiones y miniaturista de la vida cotidiana, pretendía la búsqueda de la verdad a través del espíritu crítico. Para él la crítica,
al igual que la melancolía, era una cuestión moral, por eso
no podía escribir sin proyectarse a sí mismo en cada línea,
sin teñir con su nostalgia y su memoria –los dos ejes de su
pasado– cada cascada de su pensamiento. No podía escribir,
en definitiva, separado de su fondo melancólico.
La melancolía, como muchas veces hemos hablado, puede
entenderse como una opción del psicótico, como un fondo
común de toda psicosis o como una base sobre la que se edifica todo ser humano. En todos los casos partimos de un
doble origen común: el desamparo y la carencia de sentido.
El modelo benjaminiano, en realidad, no difiere en esto del
freudiano: para ambos el comienzo de nuestra existencia
lleva intrínseco el abandono, la indefensión y la desesperanza que de ellos se deriva. Nacemos y se nos abandona con un
único agarre a la realidad: el lenguaje. «Es fundamental,
escribió, entender que la entidad espiritual se comunica en
el lenguaje y no por medio del lenguaje». Para Benjamin, el
lenguaje es el único arma del hombre para no caer en el
vacío, en ese vacío que Artaud identificó como interno a uno
mismo.
Mientras que la melancolía palpa la nada y se paraliza ante
la angustia que genera, el tipo benjaminiano la recorre a tra318
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
El tipo benjaminiano
vés de un camino construido gracias a las palabras. Dicho de
otro modo, donde el melancólico se detiene, incapaz de
manejar su memoria, Benjamin podía escribir y podía seguir
andando, aunque fuera para perderse. La pérdida es su sustento. No sin motivo escribió que «contemplada desde el
lado de la muerte, la vida consiste en la producción del cadáver», y que «no es una casualidad que precisamente las uñas
y el pelo, que, en su calidad de materia muerta se cortan del
cuerpo vivo, continúen creciendo en el cadáver».
A nuestro escritor se le recuerda como el gran cosificador.
En él todo se reduce al tiempo y al espacio. Pero uno necesita del otro. Si se reduce al tiempo queda esclavizado en la
rutina, pues el melancólico está coaccionado por la repetición. En el tiempo solo se es lo que se es: lo que siempre se
ha sido. Cualquier movimiento se vuelve inútil. Sin embargo, con la ayuda del espacio se puede ser otra persona. El
hombre benjaminiano se intenta mover, es más, se pierde en
el espacio para dar esquinazo a la falta de tiempo. Por eso, si
queremos encontrarlo, debemos buscarle paseando sin
rumbo por las ciudades. Benjamin cosifica la humanidad
viéndola como una gran metrópoli; la única forma de escapar de la impotencia ante ella es aprender a perderse. «París
me enseñó el arte de extraviarme», decía mediante ese solapamiento con Baudelaire, para dar cuenta de su fantasmagórica y sutil relación con las ciudades. El paseante es el sujeto que quiere buscarse a sí mismo, y lo hace aislado, pues,
según sus palabras «la soledad es el único estado apropiado
para el hombre».
Sin embargo, todos coincidimos en que una soledad absoluta no es posible. El hombre está condenado por una dependencia originaria a futuras demandas y súplicas. Ahí sitúa
Freud la dimensión ética del hombre. Lo contradictorio de
nuestro desamparo es que reúne las tres cualidades que nos
configuran –lenguaje, moral y memoria– y, además, constituye el origen de nuestra angustia. Nacemos en una vía de
doble sentido, en la que se exige individualidad y, a la vez, se
pide auxilio ante la soledad. Benjamin, en cambio, se sale de
este sinsentido. Para él las transacciones genuinas con el
mundo, las que realmente le implican como sujeto, no se
realizan con personas: ocurren con cosas. De ahí la máscara
benjaminiana del coleccionista.
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El tipo benjaminiano
El sujeto coleccionador es el ejemplo más representativo del
benjaminismo. La repetición, el orden, la acumulación, son
formas de detener el tiempo con las cosas que ocupan espacio y conseguir plegar el mundo para que el pasado no nos
absorba del todo. De ahí que el carácter melancólico se haya
asociado tanto con los mecanismos obsesivos. De hecho, no
son pocos los ejemplos encontrados en consulta que andan
merodeando alrededor de la melancolía.
Benjaminiano es quien se fija en las pequeñas cosas. Los
detalles que busca son objetos que deben reunir tres características: ser manuales, fortuitos y desechados. En primer
lugar, son manuales porque para comprender una cosa hay
que discernir su contorno. Hay que palpar para descubrir la
interioridad de los objetos. E igual ocurre con las personas.
Por eso Benjamin no entiende el amor en el que los amantes
no se copien entre ellos, ni el asco que no signifique repulsión al contacto. En segundo lugar, esas pequeñas cosas son
cosas casuales, de la vida cotidiana, a las que se intenta dar
un orden que venza el azar: «El edificio de cada uno se erige
sobre un ritual y ese es el que determina nuestro grado de
nostalgia», leemos en dirección única. Lo que se repite, es lo
que nos define. «En la improvisación, afirma, reside la fuerza. Todos los golpes decisivos habrán de asestarse como sin
querer». En último lugar, hay que buscar este detallismo en
lo que los otros desechan, en las ruinas. El personaje benjaminiano siempre se negará a restaurar un edificio, pues su
envejecimiento es el único que puede dar cuenta de su historia, de sus ideas y de sus experiencias. Su gusto por los
detalles le lleva a conocerlos, desmenuzarlos y acumularlos.
Prefiere coleccionar el matasellos al sello, se fija en el musgo
de los monumentos antes que en las cúpulas, se interesa por
la media sonrisa antes que por la carcajada.
Al coleccionar, estos tipos se pueden experimentar a sí mismos como astutos, triunfantes, inteligentes, abiertamente
apasionados. Ellos mismos constituyen detalles del mundo,
por eso se identifican con esos objetos prescindibles para el
resto. Sólo así pueden invertir todos los valores. Igual que en
el reproche a uno mismo del melancólico vemos las acusaciones, la forma menor de la melancolía esconde, en su
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sumisión y repliegue, su afán de poder y protagonismo. El
callejón siempre esconde una gran avenida.
A Benjamin todo se le vuelve contrario. Ha pasado a la historia del pensamiento por afirmar que «jamás se da un
documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie»
o por sostener afinidades tan dispares como la que se establece entre el luto y la ostentación. Incluso su vida fue un
juego de paradojas. Por un lado, vivió por y a través de los
libros. Fueron sus objetos más preciados de coleccionismo,
desde las primeras ediciones de rarezas clásicas, a los libros
para niños o los escritos por locos. Solía decir con su particular cinismo que «entre todos los modos posibles de conseguir libros, el más glorioso es el de escribirlos uno mismo».
Escribir le sirvió de salvaguarda, era su forma de autopsiar
el mundo, su particular modo de diálogo con los demás.
Pero, por otro lado, fue su último escrito, que se empeñó en
transportar como si de una parte más de sí mismo se tratara, el más que probable motivo por el que se le negó pasar a
España y de ahí, escapar a América, a la libertad. En vez de
eso, se suicidó. Tomó las tabletas de morfina que llevaba, en
caso de que se produjera un riesgo de entrega a los alemanes. Gracias a este hecho, a la mañana siguiente, todos su
compañeros –incluido el manuscrito– pasaron la frontera.
En cierto sentido, Benjamin se escapó de los nazis como
siempre lo hizo de cualquier destino: a través y a pesar de sus
palabras.
En la antesala de la melancolía en la que encontramos a los
sujetos benjaminianos no intentamos mostrar más que al
hombre entre dos lugares. Hablamos del que da un paso más
en la escalera que parte del desamparo original, pero que no
alcanza el rellano de la melancolía. En ese habitáculo intermedio, tan inhóspito para la sociedad actual que se rige por
el consumo, el deseo veloz y efímero y las necesidades superficiales, encontramos una particular detención del tiempo a
través de ese recorrido laberíntico que Benjamin realiza por
las ciudades. Es un espacio al que llega el olor de esa melancolía que queda algo más allá, pero que en el que el sujeto
puede echar mano del ambientador de la palabra para
enmascararlo.
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El tipo benjaminiano
Kant, en Lo bello y lo sublime, nos ayuda en el esclarecimiento
de estas reflexiones. Escribe que «aquel cuyas emociones le
inclinan a la melancolía no tiene ese nombre porque se sienta afligido por una depresión sombría, sino porque su sensibilidad está afinada por encima de determinado nivel y
alcanza ese estado con mayor facilidad que ningún otro». En
el pensamiento kantiano el melancólico es el que puede reunir la severidad en el juicio a uno mismo y a los demás, con
el hastío hacía sí y hacia el mundo.
Hablar de Benjamin nos cede el derecho a juzgarlo, incluso
a escrutar sus vértices para convertirlo en un caso clínico que
encasille sus ocurrencias bien en experiencias melancólicas
directas, o bien en las que son producto de una suplencia o
consecuencia de una defensa obsesiva. Pero también admite
la lectura que hemos intentado darle. Mirar a un genio como
Benjamin ilumina la realidad de la melancolía que trasciende los límites de la clínica: la de la vida cotidiana. Aunque no
es posible valerse de la vida para interpretar una obra, sí se
puede emplear la obra para interpretar la vida.
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La melancolía y el trastorno
bipolar
Antía Briones, Ana Franco, Pablo Molina y Jorge Usón
Locura, s. Ese «don y divina facultad» cuya
energía creadora y ordenadora inspira el espíritu
del hombre, guía sus actos y adorna su vida.
Ambrose Bierce, El diccionario del diablo.
Manuel saluda muy educado y se presenta así: «Vengo por
mi mujer y mis hijas». Relata un estado vital melancólico
que se interrumpe, una o dos veces al año, por un período
breve en que «nos avergüenza», dice su mujer; se pone
charlatán, ocurrente, más activo y emprendedor. Aunque no
pasa de ahí, el «no le aguantamos» de su familia convence a
la psiquiatra de que es «un candidato perfecto para iniciar
litio». Manuel no está convencido… «Es que si me quitáis
esos momentos me quedo sin nada, sólo son unos días», «El
resto del tiempo, sobrevivo». Y sí, sobrevive, en un estado
medio mutista, medio solo, medio triste, insignificante, y
controlándose con una rigidez obsesiva que se traduce en
planificaciones y listas. La locura, la manía, la excitación,
aparecen defendiendo su existencia, su «derecho a ser feliz»,
aunque sea una o dos veces al año. ¿Quién puede decidir
arrebatarle eso?
La tristeza es universal; todos nos apenamos en diferentes
momentos a lo largo de nuestra vida, unos más, otros menos.
Las preguntas son: ¿en qué punto la pena se hace trastorno
o se convierte en locura?, ¿a partir de qué grado de tristeza
uno está enfermo? Y en cuanto a la alegría… ¿con qué
criterio se dice que uno está demasiado alegre o loco de
alegría?
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La melancolía y el trastorno bipolar
Si atendemos a lo que Ian Hacking, filósofo e historiador de
la ciencia, dice sobre la forma en que «clasificar puede ser
una forma de construir gente», podemos entender de qué
manera la ciencia actual, positivista, clasifica muchas veces
para construir no-gente. Según él, clasificar hoy sólo es
posible a razón de unos imperativos científicos: medicalizar,
establecer el origen genético, transformar calidad en
cantidad, normativizar… Ejemplo claro y casi paradigmático lo hallamos en el tema que nos ocupa hoy: la
melancolía, con su reverso, el trastorno bipolar. No puede
uno menos que sonrojarse ante supuestos, que evitan la
discusión al erigirse en forma de máximas: trastorno bipolar
tipo I y tipo II, contraindicación de psicoterapias
psicoanalíticas, origen orgánico, etc. Apropiación de una
verdad, que clausura el diálogo y la investigación más allá
del mero tratamiento farmacológico o cognitivo-conductual,
para el que cualquier paciente delante de cualquier
ordenador y equipado con el correspondiente test, podría
obtener su tratamiento y/o extirpación del mal en el tiempo
que tardara en marcar unas cuantas casillas.
El médico de hoy, aferrado a su bote a la deriva cientificista
y con los ojos cerrados a la vasta tradición filosófica y
humanista, atiende a un cuerpo, a un cerebro, sin
relacionarlo con la mente de la que nada quiere saber.
Desatiende la llamada de los que, como Philip Roth, abogan
por una biografía que también se inscribe en el cuerpo. El
sujeto se libra de la responsabilidad de hacerse cargo de su
propia vida, de sus logros y sus fracasos, prefiriendo
refugiarse en el lamento y la culpa. Y la medicina atiende un
cuerpo desarticulado que sólo atina a balbucear la palabra
«enfermedad», la cual es dada, a priori, con la dotación
genética. Más allá de esto sólo queda una posibilidad, la
lógica de la causa-efecto. La hermenéutica ha muerto.
Escuchemos a los pacientes. Pues en el trastorno bipolar
también hay un otro que habla; que, como decíamos antes,
balbucea. Pero la ciencia hoy día es obsesiva y no puede
tolerar la existencia del inconsciente. Y la psiquiatría sólo se
dedica a clasificar y recetar, a tomar síntomas por
enfermedades y a acallarlos, esperando la solución
organicista.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La melancolía y el trastorno bipolar
Pero nosotros hemos aprendido que la psiquiatría, la Otra
Psiquiatría, tiene que dar cuenta de los síntomas, de las
formas particulares de sufrir y de gozar en cada época. De
hecho pensamos que la psiquiatría debe ocuparse de aquello
que la medicina no puede o no quiere dar cuenta, de lo que
se le escapa entre los dedos. La parálisis general progresiva,
la epilepsia, la demencia,... todas ellas dejan de ser
enfermedades de las que se ocupa la psiquiatría cuando la
medicina puede explicarlas.
Asumámoslo entonces y no encaremos nuestro objeto con
los instrumentos que ya sabemos que no nos sirven.
Tratemos CON el paciente.
Son muchas las preguntas que nos planteamos: ¿es la
melancolía una psicosis o una estructura aparte entre
neurosis y psicosis?, ¿cómo es la relación del sujeto
melancólico con el inconsciente?, ¿y con el Otro?, ¿qué lugar
ocupa la manía en relación a la melancolía? No hay
respuestas, hay caminos a explorar.
Melancolía y manía se han visto continuamente asociadas a
lo largo de la historia. Ya a finales del siglo XVIII Pinel
describe cómo el melancólico, en casos extremos, podía
presentar «episodios de furor», y cómo en el maniaco, el
furor podía «tornarse atrocidad y el sujeto se volvería contra
sí mismo de la forma más dañina».
Con el inicio de la ideología de las enfermedades mentales,
a principios del siglo XIX, comienza la campaña contra la
melancolía. De gran amplitud semántica y unido
tradicionalmente a la cultura, el término melancolía no
encajaba con el positivismo de la ciencia psiquiátrica.
Intentó Esquirol sustituirlo por «lipemanía», concepto que,
aunque no consiguió suprimir el de melancolía, sí favoreció
la tendencia a hacer de la tristeza una enfermedad mental.
Fueron Falret y Baillarger los que, interesados por el curso
evolutivo de las enfermedades mentales, exponen
independientemente y en el mismo año, 1854, que la
asociación melancolía - manía justificaba la existencia de
una nueva enfermedad: la locura circular o la locura de
doble forma, respectivamente.
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
325
La melancolía y el trastorno bipolar
Ya entrando en el siglo XX, Emil Kraepelin, con sus
teorizaciones a este respecto, asienta definitivamente la
independencia de este trastorno, que en sus primeras
versiones nombra «locura periódica y circular» para
bautizarla después como «locura maniaco-depresiva».
Progresivamente amplía el campo de esta nueva
enfermedad, incluyendo en ella finalmente: la locura
circular, la manía simple, la melancolía, la amencia y
«ciertas disposiciones patológicas del humor» o «estados
fundamentales» que consideraba como primeros estadíos de
trastornos más graves.
Estados maniacos, estados depresivos que incluyen desde
melancolía grave a depresiones leves, formas clínicas mixtas
y estados fundamentales, son incluídos en una misma
enfermedad que no puede dejar de recordarnos el cajón de
sastre en que se ha convertido el trastorno bipolar que
sustituye, en las clasificaciones actuales, a la nombrada por
Kraepelin locura maniaco-depresiva.
Del mismo modo que Kraepelin unió la melancolía y la
manía en una única enfermedad, Sigmund Freud vincula
melancolía y manía diferenciándolas del duelo, en su célebre
artículo, publicado en 1917, «Duelo y melancolía». La
manía que, según Freud, es la peculiaridad más notable de
la melancolía (aunque no toda melancolía tiene este destino),
va a ser un modo de defensa que pretende mantener el
narcisismo lo más intacto posible. En el maníaco, el yo se
fusiona con el superyo librándose así de la terrible exigencia
de éste último, frente a lo que ocurre en la melancolía, en
que yo y superyó entran en conflicto. En el duelo, sin
embargo, obedeciendo al principio de realidad, el yo desliga
la carga libidinal del objeto perdido de forma tan paulatina
que va gastando, en este trabajo, la energía recuperada,
gracias a lo cual el sujeto no entra en la manía.
La otra cuestión que no podemos pasar por alto llegados a
este punto, a diferencia de la perspectiva organicista, tiene
que ver con el lugar de origen psicodinámico de la
melancolía y su pertenencia o no al grupo de las psicosis.
Como hemos dicho, Freud apunta y localiza la falla en el
narcisismo. Explica que en el melancólico «la sombra del
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La melancolía y el trastorno bipolar
objeto cae sobre el Yo, que puede entonces ser juzgado, por
una instancia particular (Superyo), como un objeto, como el
objeto abandonado». Lo que no queda tan claro y se nos
presenta como una de las cuestiones fundamentales de la
melancolía es si este objeto aparece como siempre-yaperdido, con lo que pertenecería al grupo de las neurosis, o
como objeto nunca-entonces-perdido, entrando entonces en
el campo de la psicosis. Si pensamos en esta última opción,
podemos entender la identificación del Yo con el objeto
como rechazo de la pérdida, por lo que añade Freud que la
culpa y las quejas del melancólico son en realidad reproches
dirigidos al otro, al objeto que no se ha llegado a perder.
Parece, por tanto, que Freud incluye la melancolía en el
ámbito de las psicosis, si bien diferente a las «demás
psicosis».
En otros términos, Melanie Klein distingue, en el desarrollo
psíquico temprano, una posición esquizo-paranoide que se
continúa con una depresiva y teoriza que esta última
posición, la depresiva, sólo ha de superarse si el niño es
capaz de individualizarse del primer objeto «materno». El
melancólico llegaría a la posición depresiva pero, al no tener
lugar esa separación primordial, no lograría superarla
quedando fijado en esta posición. La manía aparecería
como una defensa; una defensa frente a la ansiedad
depresiva, la culpa y la pérdida. La finalidad de dichas
defensas es impedir que aparezcan fantasías depresivas y
esto lo consigue mediante la negación omnipotente de la
realidad psíquica. Las relaciones objetales se caracterizarán
entonces por la búsqueda del triunfo, el control y el
desprecio del objeto, del otro.
Lacan incluye a la melancolía en la estructura psicótica.
Parece aferrarse a Freud cuando éste dice que el sujeto
melancólico «sabe a quién ha perdido, pero no lo que con él
ha perdido» y subtitula que lo perdido es una parte del
propio Yo que, inefable, podrá volver como Real abriendo
entonces la posibilidad al delirio de culpa. Al hacer el
melancólico una elección narcisista de objeto, en su mundo
no existe el otro, no hay deseo y no hay inconsciente. El
sujeto melancólico prefiere la ley en todo su espectro, como
víctima (yo-objeto) y como verdugo (superyó). Por este
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La melancolía y el trastorno bipolar
motivo, el suicidio del melancólico podría equipararse al
asesinato del paranoico, pues al atacarse a sí mismo estaría
atacando al otro inseparable al que está fusionado.
Después de este breve recorrido histórico alrededor de la
melancolía y la manía, permanecen las mismas preguntas, si
bien esto nos ayuda a posicionarnos frente al paciente de un
modo distinto, con un enfoque clínico más amplio y
evitando caer en el sobrediagnóstico y en la
sobremedicación. Porque no negamos que exista un
trastorno, lo llamemos locura circular, de doble forma,
psicosis maniaco-depresiva, cicloide, trastorno bipolar… si
en realidad lo que hay es lo que hay y lo sigue siendo por
mucho nombre nuevo que se le dé. No negamos,
defendemos incluso, que existen melancólicos graves que en
momentos puntuales se rebelan a capa y espada contra la
tristeza, el delirio de negación, la cobardía moral.., y se
ponen excitados, exaltados, compradores, desinhibidos, al
fin y al cabo, molestos (sobre todo para los que le rodean,
como en el caso de Manuel). Pero cómo no entender que
alguien que vive en la pérdida, el autorreproche y la
INSIGNIFICANCIA, como Freud nombró, de forma tan
acertada, el delirio del melancólico, no intente (si es que
puede) escapar de la tristeza de ser nada aunque se arriesgue
a que, no negamos que en ocasiones de forma acertada, la
medicación le anule el sentir.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La cara noble de la tristeza
melancólica
Mª Antonia de Miguel
Psicóloga clínica. Psicoanalista. Miembro ELP-AMP. Vigo.
Para quienes seguimos en la clínica dando nombre a la tristeza, nombrando la melancolia, la clínica a su vez nos ofrece una compensación: poder seguir reconociéndola en sus
variadas gradaciones, Freud dice: «en sus múltiples formas
clínicas» Duelo y melancolía. (1917e [1915]: 241), a lo que
añado: también resguardarla cuando no necesita de nuestra
intervención clínica.
La reconocemos:
1. Como respuesta noble cuando acompaña a una causa
suficiente.
2. Como «la dicha de estar triste» que –en palabras de
Victor Hugo– llama a la creación literaria.
3. Como «brote tierno o de ternura» –a veces excesivamente doloroso– que irrumpe en la airada reivindicación del
paranoico.
4. Acompañando a la neurosis en formas diversas: «la triste
indolencia de la obsesión» «el vacio angustiado de la histeria».
5. Es posición primaria del psiquismo en Melanie Klein y
respuesta del sujeto en Freud, también en Lacan al final del
análisis.
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La cara noble de la tristeza melancólica
6. Pero también se presenta como terrible, conmovedor y
dramático peso que recae sobre aquel que se separa del
«deber de bien decir o de reconocerse en el inconsciente, en
la estructura, en el inconsciente»: J. Lacan, Radiofonía y
Televisión, 1970: 107. Es uno de los efectos del rechazo del
inconsciente, del rechazo del lazo al Otro que deja al analista inoperante.
Hay, en el ente triste, un particular saber sobre la soledad,
soledad que apunta a la operación de separación del Otro,
indispensable en la constitución del sujeto del inconsciente.
Aristóteles alcanza a decir que el hombre de genio ha de ser
melancólico, poniendo así el pedestal a la idea que asocia
melancolia y creación artística; idea en la que nosotros reconocemos –solamente– una de las salidas posibles, sin duda
una de las mejores salidas de la melancolía.
Por todo esto la tristeza melancólica es noble en la acepción
más genuina del término nobleza: «digna de que se la conozca» (R. Barcia, Diccionario General Etimológico). Pero nosotros somos clínicos, practicantes del psicoanálisis y como
tales el interés en una entidad mórbida está en la posibilidad
del acto: en la posible acción analítica.
Si para Freud el psicoanálisis no puede operar sobre la psicosis, la posición de Lacan, también de los postfreudianos es
otra y aunque en «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis» Escritos II 1957, es tan prudente como su título enuncia, al final de este escrito nos
induce a preguntarnos «por la concepción que hay que formarse de la maniobra, en ese tratamiento, de la transferencia» y «a restaurar el acceso a la experiencia que Freud descubrió» ( J. Lacan, 1957: 564) lo que significa: orientar nuestra acción por el saber clínico, siendo ese saber clínico el del
psicoanálisis, es decir el que Freud contruyó respecto a la psicosis y no deternenos en las dificultades de la transferencia.
Así empezaré con Freud e iré tomando de él, sólo algunas de
sus elaboraciones sobre la melancolia y de ellas, aquellos rasgos que reunidos orientan la ación del analista. Esta es la
otra cara noble, la que implica al clínico en la tarea de res330
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La cara noble de la tristeza melancólica
taurar el lazo libidinal al Otro, aunque sea tenuemente y por
supuesto a su manera, a la del triste me refiero. Lo que exige
al analista una comprometida «atención libremente flotante», S. Freud «Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico» (1912e: 111).
Con Freud entonces.
Desde los primeros textos con referencias a la melancolia
–los que pertenecen a la correspondencia con Fliess–, pasando por el texto eje Duelo y melancolia, hasta llegar a otros posteriores en los que accede a este mal de manera indirecta por
los escritos literarios (aludo aquí a los trabajos sobre el pintor Haizmann: Una neurosis demoniaca en el siglo XVII, (1923d
[1922]) y sobre Dostoveski: Dostoveski y el parricidio,
(1928b[1927]) Freud nos da indicaciones clínicas o por lo
menos indicaciones para el hacer clínico. Y desde el inicio
hasta el final hay –a mi entender– una curiosa, compleja y
contradictoria alianza entre la melancolia y el amor.
Antes del Manuscrito G. Melancolía, en el que el término hemorragia interna –S.Freud Correspondencia con Fliess (1950a [18871902]: 245) ha alcanzado un éxito descriptivo que va más
allá del psicoanálisis– antes del G, está el Manuscrito E. ¿Cómo
se genera la angustia? (1950a [ 1887 ] ). En él nos da el mecanismo de la melancolia: «Aquí se inerpola –dice– una noticia, adquirida simultáneamente sobre el mecanismo de la
melancolia. Con particular frecuencia, los melancólicos han
sido anestésicos; no tienen ninguna necesidad (y ninguna
sensación ) de coito, sino una tensión psíquica de amor, se
diría–; cuando ésta se acumula y permanece insatisfecha, se
genera la melancolia. Este sería, pues, el correspondiente de
la neurosis de angustia» (1950a : 231) Tensión psiquica de
amor insatisfecho eso es la melancolia en este pequeño
texto.
Cuando en el manuscrito G señala el duelo como el afecto que
corresponde a la melancolia, añade a la añoranza amorosa
una causa: la pérdida, no de cualquier cosa sino pérdida de
la líbido, pérdida terrible en cuanto faltaría incluso la añoranza, (pérdida incluso de la añoranza que sostenía al
melancólico): la melancolia consistiría en el duelo por la pérdida de
la líbido (1950a : 240).
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La cara noble de la tristeza melancólica
Es la pérdida del objeto amoroso, una pérdida producida dentro
de la vida pulsional la que desencadena una inhibición psíquica,
con empobrecimiento personal y el dolor por ello (1950a: 244 ) hemorragia interna que deja en el sujeto un vacío que «in extremis»
aparece en el cuerpo: sindrome de Cotard o petrificación del
sujeto.
¿Que añade Freud a esa pérdida libidinal en el texto de Duelo
y melancolia?
La dimensión de la ligazón más primitiva al objeto
de amor. Tan profundo e íntimo ha sido la ligazón al objeto primordial, que su pérdida no permite el desplazamiento
de la líbido a otro objeto, como ocurre en la neurosis y el
vacío incolmable solo puede llenarse con el «delirio de insignificancia», es el autoreproche atroz, es otra pérdida añadida: la del amor a sí mismo, el yo evacuado de su narcismo...
y eso ¿cómo concebirlo?.
Freud va a dar una serie de pasos.
De la mano del incomprensible autoreproche, nos lleva a su
secreto: sus quejas son realmente querellas... reproches contra un objeto de amor (1917e : 246), que al haberlo abandonado le ha
arrebatado el amor a sí mismo. Apunta Freud aquí a lo que
Lacan formula más tarde, en relación al estadio del espejo:
que el narcisismo no se sostiene sin el Otro.
Freud discierne, en la lucidez del melancólico en el autoreproche, una falta que hace sospechosa su valor de verdad.
Falta –dice– la vergüenza, el pudor en el reproche, falta el
límite que establece la represión y eso permite ver el inconciente del psicótico, un inconsciente a cielo abierto, que es ruptura de la cadena, falta el signicante segundo que dialectizaría el reproche, segundo significante que al hacer cadena
daría sentido. En formato lacaniano: es el retorno en lo real
de lo no simbolizado. En el seminario XXII R.S.I.
(1974/1975:116), Lacan da esta definición de lo real: lo real
es el sentido en blanco. Blanco de sentido puede llegar a ser la
negra melancolia si no la recoge un analista.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La cara noble de la tristeza melancólica
Si la lucidez para reconocer la falta en sí mismo fuera igualmente efectiva para reconocerla en el Otro se levantaría la
defensa –posición de sujeto– la defensa ante el encuentro
con el enigma del goce del Otro, para el caso goce maligno,
y una vía estaría abierta. Pero el melancólico psicótico ha
enfermado y de gravedad, sin defensa. No es un Hamlet
–Freud toma la misma referencia en este y en otros textos
sobre la melancolia– que a la manera neurótica comparte la
carga del goce limitado por la castración comparte la falta:
«Dad a cada hombre lo que se merece, y ¿quien se salvaría
de ser azotado?» (Hamlet, acto II, escena 2). Pero el sujeto
melancólico se separa del sentido común de la castración.
Sin defensa no es más que objeto dejado caer, objeto al que
se identifica sin mediación.
Después de darnos –Freud– el mecanismo del proceso:
1. Fuerte fijación al objeto de amor.
2. Afrenta real o desengaño.
3. Sacudimiento del vínculo.
4. Incapacidad para desplazar la líbido a otro objeto.
5. Retirada de la líbido sobre el yo.
6. Identificación con el objeto resignado. La sombra el objeto cae
sobre el yo (1917e, pg 246). Seguirá en este texto y en otros
posteriores –El yo y el ello (1923 b), Psicología de las y análisis del
yo (1921c), llevándonos por el complejo camino de las identificaciones para salir de los vericuetos del amor de objeto
que en esta posición parece no sostenerse y abre otras vías:
hay en la melancolia una identificación primerisima al objeto primordial, masiva sin distancia, que se produce antes de
la elección de objeto, es lo que ya antes ha situado como «la
identificación narcisista con el objeto sustituyendo a la investidura de amor» (1917e pg 247). Es el S1, significante de la
identificación desencadenado «la sombra del objeto cayó
sobre el yo», roto separado de la cadena significante. El Otro
de esa primera identificación tiene las características de un
Super-Yo maligno, cruel, que castiga, no ama, abandona,
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La cara noble de la tristeza melancólica
deja plantado. Esta identificación, anterior a la elección de
objeto, congela el amor en la psicosis. De ligazón amorosa a
líbido congelada.
La consiguiente angustia de muerte del melancólico que
Freud despliega en El yo y el ello «es unproceso interno... y
admite una sola explicación, a saber, que el yo se resigna a sí
mismo porque se siente odiado y perseguido por el superyó,
en vez de sentirse amado» (1923b: 58). Por otra parte deja
entender que –aún estando en linea con la angustia de separación de la madre y la angustia de castración– es esta
mucho más primitiva.
La angustia de muerte es en la melancolía el intenso dolor
moral, el dolor de existir: «¿No han escuchado pues, si creen
tener mejor oído que los otros psiquiatras, ese dolor en estado puro modelar la canción de algunos enfermos a los que
llaman melancólicos?, J. Lacan Kant con Sade (Escritos II,
1962: 756). Dolor absolutizado, sin sosten en el Otro, objeto
caído, no por el proceso de separación sino por la imposibilidad de «la extracción del objeto a del lugar del Otro» que
habría dado la posibilidad de pensarse como complementario, por no haber hecho el encuentro con un Otro castrado,
deseante –dirá Lacan– en cuyo hueco alojarse aunque sea
para después separarse.
¿Qué lugar entonces para el analista en el trabajo con el
melancólico?
Tomemos las cosas por el modo posible, el que apunta a la
restauración de algún lazo con el objeto, con el Otro.
Esto nos lleva a otros textos de Freud posteriores –ya evocados– y en los que encontramos al melancólico buscando una
salida. Son los trabajos sobre el pintor Haizman: Una neurosis demoniaca en el siglo XVII (1923d [1922]) y sobre Dostoveski y
el parricidio (1928b [1927]). Para los dos artistas la salida a la
desoladora crisis creativa, a la tristeza inactiva pasa por tender un lazo al Otro, en ambos casos el Otro es un subrrogado del padre: dos formas diferentes de demanda al padre
que no resultan del todo vanas: para el pintor Haizman la
llamada adopta la forma de un pacto con el diablo. Para
Dostoveski es la apelación a un castigo que alivie la culpa.
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La cara noble de la tristeza melancólica
Dos formas de limitación de goce que permiten restaurar la
líbido perdida.
Con Lacan hemos podido avanzar en algunos callejones
oscuros en los que Freud nos dejó, en particular en temas
como el de la feminidad y la psicosis, con Lacan hemos traducido a Freud a términos que para la clínica resultan aún
más operativos.
Para el uno y para el otro la psicosis, también la neurosis son
enfermedades de la líbido. En el caso de la melancolia el desencadenante es una pérdida, la pérdida de un objeto libidinal sin posibilidad para el sujeto de desplazar esa líbido a
otro objeto. Freud dirá el melancólico: él sabe a quién perdió pero
no lo que perdió (1917 e: 243), este «no saber lo que perdió»
solo puede entenderse como la falta de una simbolización
primordial de la ausencia que le impide saber, dar un sentido –aunque sea provisional– a esa perdida, a esa falta en la
que él mismo está comprometido como causa y complemento. Sin ese sentido que impide el desplazamiento de la
líbido a otro objeto imaginario que anuda lo real y lo simbólico, la líbido desamarrada provoca en el sujeto «ese desorden en la juntura más íntima del sentimiento de la vida»
(J. Lacan, 1957: 540). Es dificil poder dar una mejor definición clínica de la angustia de muerte de la melancolia en
Freud.
El objeto perdido en Freud se traduce en Lacan como limitación de goce, indicación fundamental para la clínica y la
figura castradora del padre en función paterna, nombre del
padre o padre que nombra para ser más actuales. El padre
es el que nombra la ausencia con el significante para la vida
y el sexo, el significante fálico. Digo cosas sencillas pero que
orientan la lectura de los textos freudianos sobre la melancolía y no sólo la orientan, permiten además entender el funcionamiento –a su pesar– de la estructura del lenguaje en lo
humano, entender como la estructura del lenguaje se impone también a quien se separa de ella, a quien «no es nombrado».
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La cara noble de la tristeza melancólica
Así:
1. El autoreproche responde a la necesidad de nombrar lo
innombrable del ser aunque sea con la injuria.
2. El sentimiento de culpa aparece como llamada al Otro,
que apela a la limitación de goce ya sea como castigo o como
pacto.
3. La identificación, la que Freud nombra como primordial
y anterior a la elección de objeto la leemos como la alienación al Otro, que en el extremo hace imposible la operación
de separación y ataca al sentimiento de vida.
4. Las veleidades suicidas, el suicidio mismo en el momento
melancólico, como un intento dramático de realizar la necesaria separación del Otro sin la que sería imposible el nacimiento del sujeto.
Freud –vuelvo a recordar– habla de la lucidez del melancólico para tocar la verdad y le pone a esa lucidez una falta,
falta la envoltura de ficción que hace a la verdad soportable
y accesible al saber, falta la represión: la complacencia en el
desnudamiento de sí mismo –exceso de goce– que va de la
mano con la falta de pudor, la desverguenza son los indicativos de la no represión. Es otra forma de hacer aparecer el
inconsciente a cielo abierto, un modo de funcionamiento del
inconsciente que no es el de la represión. Lacan denomina al
mecanismo forclusión: «la ausencia de ese juicio de atribución que Freud establece como precedente necesario de toda
aplicación posible de la represión» (J. Lacan, 1957: 539) Sin
ese juicio la verdad que se exhibe no toca al saber.
La falta de demanda del melancólico la traduciremos así
mismo como la llamada en vano al padre cuando a esa llamada responde un puro y simple agujero, blanco de sentido
para su existencia.
Pero el sujeto melancólico no siempre falta a «su deber el del
bien decir, el de encontrarse, reconocerse en el inconsciente,
en la estructura» y cuando se reconoce da luz a la verdad de
esa estructura. Es el mejor exponente de:
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La cara noble de la tristeza melancólica
1. La soledad de la responsabilidad ante la vida, que implica la necesaria separación del Otro que precede nuestra
entrada al mundo.
2. La sustracción de vida, de goce que condiciona el lenguaje para el hablante ser.
3. La dependencia del prematuro humano, no de los cuidados que aporta la satisfacción de la necesidad, sino del amor
del Otro, al punto que aún, si no ha sido amado, añorará un
objeto en el que posar su líbido.
4. Que todo significante injuria al sujeto también su falta, le injuria más allá de su carácter porque viene del Otro y aliena
por eso su propio ser.
5. Que cada uno es objeto a «cada uno el aborto de lo que
fue, para quienes le engendraron, causa del deseo»: J. Lacan,
Seminario XVII «El Reverso del psicoanálisis» 1969/1970:
192.
Si la melancolía es noble porque enseña, la nobleza del analista estaría en primer lugar en nombrarla, en segundo en
escucharla, en tercero en remitirla al lugar del bien decir
orientarla hacía la causa, o sostenerla en ese lugar que –por
otra parte– ella ya se ha buscado en múltiples ocasiones.
No puedo concluir sin la clínica porque ¿cómo sin ella
podremos calcular nuestra intervención?
En la clínica me han ilustrado sobre el tema los casos de dos
colegas, que comentaré brevemente, he traido además otros
dos: una corta secuencia clínica de un paciente paranoide al
que veo hace poco más de dos años y una dulce melancólica que lleva en análisis más de diez.
Si la clínica de la melancolía presenta múltiples formas, la
clínica psicoanalítica de la melancolía tiene aún mayor multiplicida ya que cada paciente desafía la unificación del concepto.
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La cara noble de la tristeza melancólica
Para el primer caso está la busqueda del castigo que aparece, al dar la palabra al paciente, en relación al deseo de
muerte del padre.
Para el segundo, la detención de los actings continuados,
aparece en relación con una interpretación de la paciente
que cristaliza en una identificación que sirve para dar un
sentido –delirante– al enigma del deseo materno, deseo no
significado en el falo.
Para el tercer caso está la tristeza viniendo a limitar el goce
de la agresión en un paranoico.
Para el cuarto está la pintura metaforizando el filo mortal de
la voz superyoica materna.
Primer caso:
Se trata aquí de la autoinculpación y la búsqueda del castigo para detener la insoportable conciencia de culpa:
Uno de nuestros colegas, de dilatada experiencia y largos
años de práctica trata desde hace un tiempo a un paciente
que tuvo la fortuna de encontrarse con un analista en el dispositivo público. Este hombre se ha acusado de la muerte de
una joven aparecida en un descampado, una de estas atroces
y actuales formas de morir en este siglo. Es tan desatinada
esta autoinculpación tan bizarro el relato del «pálido delincuente» que la policia lo remite al psiquiátrico. La entrevista con el psiquiatra analista que interroga el porqué de su
acto, da inicio a toda otra serie de entrevistas en dónde este
melancólico puede reconstruir su historia, localizar la causa
de su acto y soportar la carga de vivir sin que cada vez que
se tambalea su yo ideal, se denigre como la basura del
mundo. No quiero simplificar pero reencotrar en su historia
el odio a un padre que lo dejo caer como hijo, sin considerar sus infantiles deseos y con el cargo de sostener una imagen ideal vacía de deseo propio, le ha permitido localizar el
goce asociado a la muerte, goce que intenta contener al precio de temporales aislamientos y sostener en la vida la precariedad de sus afanes tan lejos del ideal.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La cara noble de la tristeza melancólica
Cuando el melancólico está a la expectativa de un Otro,
aunque sea el que va apronunciar su sentencia a muerte, de
algún modo ha salido de una inamovible posición de autodestrucción a otra que supone la demanda y el analista
podrá ocupar un lugar. ¿Qué lugar? Uno posible es el que le
da su comprometida atención en la escucha para puntuar
(Eric L. resalta esta posición en la respuesta de H. Eco cuando en las mieles de su fama en el tiempo de El nombre de la
rosa le preguntan dónde esta él en la novela y responde: en el
punto y coma-) limitar el texto del paciente, remitirlo –en lo
posible a la causa– y establecer alguna forma de separación,
ese es uno de los efectos de la puntuación, dar sentido a un
texto. Para el caso del que hablo estaba la historia de un
padre matarife de profesión, que para el hijo era más bien
asesino de sus deseos. Habiéndose identificado sin mediación a este padre, esperaba con angustia la sentencia de
muerte que él mismo había emitido. Una intervención sencilla del analista: «Pero el matarife era su padre», hace posible una separación y el inicio de una elaboración propia
sobre la vida y la muerte.
En cuanto al caso, que uno de nuestros más jóvenes colegas
presentó recientemente, (en el que la dimensión de estrago
de la figura materna evidencia la imposibilidad de la separación sino es por la continua intervención sobre lo real de
su cuerpo) retengo de él sólo un momento clínico, aquel que
resulta especialmente significativo para un analista, es el
momento de corte que introduce la tristeza melancólica al
detener la deriva metonímica –actos, fuga del pensamiento...–con la interpretación que ella hace de la causa de su
mal. ¿Se podría pensar como un momento de separación en
relación al Otro? Es el momento en que comienza a tomar
a su cargo la tristeza, «a manifestar patologia depresiva» a
preguntarse si sus síntomas estarán relacionados con su estado de ánimo «me estoy dando cuenta que en el fondo estoy
triste de verdad» y aparece la pregunta por la causa y una
primera respuesta. La pérdida de un objeto querido y la
identificación al mismo: «estoy deprimida por mi gato, mi
gato es mi duelo, pero me doy cuenta que no es proporcional a mi estado de ánimo, creo que me reflejo en mi gato,
mis relaciones con la gente son similares, creo que es por mi
abandono de niña, creo que el gato es la pérdida de mi».
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La cara noble de la tristeza melancólica
¿Habría aquí, en este tocar la causa, la posibilidad para el
analista de sostener esta interpretación y llevarla por la vía
de la separación del Otro?
En el caso del paciente paranoico, al que trato ya hace dos
años, las cosas se han presentado así: Este hombre que atacó
a una compañera en el puesto de trabajo con graves consecuencias para su vida y sus proyectos, no era capaz a pesar
de todo el lamento por lo perdido de parar su convicción de
ser la víctima escogida de la maledicencia de sus compañeras, razón por la que agredió. La tristeza vino sin embargo a
parar esa deriva persecutoria. Por una intervención externa
al análisis pero que afortunadamente pudo ser reconducida
en las sesiones –su psiquiatra que representa para él un amo
amable, le ha hecho verse culpable del daño infringido– se
ha visto como un ser dañino lo que le lleva a un estado de
tristeza que introduce un corte en su concepción de ser el
perseguido del mundo. Traida esta tristeza a la sesión –aunque siempre centrado por el narcisismo– el paciente va a
poder elaborar una repartición una forma de nombrar el
mundo humano que le rodea, que limita el goce. «Él no debe
ser tan malo ya que no todos sus colegas de trabajo –espacio
de su angustia persecutoria y de su respuesta agresiva– le
miraron mal después de su acto, algunos le entendieron y
muchos se preocuparon por él. Así tampoco los otros son
todos malignos, unos le quieren y otros le persiguen. Se instala así en una concepción del mundo separada por espacios,
que ocupan seres diferentes, su habilidad va a ser ahora
saber dónde colocarse... esa es responsabilidad suya, para la
que pide acompañamiento.
Para terminar hablaré de la dulce melancolia de una paciente con un largo tiempo de análisis:
Para ella el dolor de existir se traduce en un término este mal
vivir. Mal vivir que no le impide tener una vida de gustos e
intereses y un trabajo que ha encuadrado las voces locas que
figuran el goce primordial, goce traumatico, hasta el punto
en que ella puede decir de estos gritos que la descuartizan. Es
una pintora y lo es antes de llegar al análisis donde busca un
lugar que acoja su angustiada tristeza. De esta tristeza no se
ha desprendido pero la soporta e insufla en los buenos
momentos inspiración a su trabajo.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
La cara noble de la tristeza melancólica
Pinta el sonido, su arte es un arte sonoro y su tesis de largos
años de trabajo trata de transmitir, de historizar el lugar de
la voz en la pintura. Sin saberlo el encuentro –no se si casual
de una frase de Plinio «pintar el rayo» dio punto de partida
a un trabajo de tesis y significación, sentido a su pintura a la
que llama: «una mirada sonora». En mi acción he estado
limitada, primero porque no aprecié su melancolia –más que
neurótica– hasta que hubo una crisis grave. Segundo porque
su metáfora ya estaba construida. Reconocer –como modo
de saber– que su arte ha sido el modo de convertir el horrible griterio del mundo en una pintura contenida por los límites de un cuadro eso, si ha sido una tarea del análisis, sostener el entusiasmo por él también, pero... a su cargo queda y
ella lo sabe sostener con su propio trabajo el dolor de existir,
el mal vivir en que le sumergieron los gritos del Otro primordial. El lazo social exige para ella las palabras dulces y
como no siempre las encuentra, por cortos espacios de tiempo necesita aislarse del mundo, ella sabe hacerlo y con algunas dificultades ha conseguido que su entorno la comprenda. Son sus ratos de dulce melancolía.
Se trata de alcanzar algún saber sobre la causa, su causa la
del sujeto, que de ser escuchada, puntuada, extraida de un
decir desencadenado quizás podrá animar a ese sujeto a cargar con el peso de su existencia como mejor pueda. E.
Laurent en un trabajo publicado en la revista «Mental»
dice: «El trabajo incesante de la psicosis tiene puntos de
homeostasis: puntos de parada y de suspensión...
Localizarlos como pertenecientes a ese sujeto, que se nombren, «ponernos a la escucha de la psicosis para aprender de
él los elementos no standart que hace funcionar como puntos de parada. Estar atentos a lo que hace para él punto de
capiton» esa es nuestra justa tarea, nuestra noble tarea, no
muy cercana por cierto a la de la psicoeducación.
No es la única tarea, sabemos que nuestros pacientes también necesitan medicamentos, cuidados hospitalarios, tampoco es una tarea siempre exitosa, pero es la nuestra: una
comprometida atención flotante, comprometida con la operación de corte que produce el inconsciente, otra forma de
decir comprometida con el deber de encontrarse en la
estructura, en el bien decir.
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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La cara noble de la tristeza melancólica
Bibliografía
Textos de Freud
Se ha utilizado la edición de las Obras Completas de Sigmund
Freud de Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979
1. Freud,S.: «Fragmentos de la correspondencia con
Fliess (1950 [1892-99])». Obras completas, vol. I.
Amorrortu Editores.
2. Freud,S.: «Consejos al médico sobre el tratamiento
psicoanalítico (1912)». Obras completas, vol. XII.
Amorrortu Editores.
3. Freud, S.: «Duelo y melancolía (1917 [1915])». Obras
completas, vol. XVI. Amorrortu Editores.
4. Freud, S.: «Psicología de las masas y análisis del yo
(1921)». Obras completas, vol. XVIII. Amorrortu Editores.
5. Freud, S.: «El yo y el ello (1923)». Obras completas, vol.
XIX. Amorrortu Editores.
6. Freud, S.: «Una neurosis demoníaca en el siglo
XVIII». (1923 [1922]). Obras completas, vol. XIX.
Amorrortu Editores.
7. Freud, S.: «Dostoveski y el parricidio (1928 [1927])».
Obras completas, vol. XXI. Amorrortu Editores.
Textos de J. Lacan
Escritos y Seminarios. Se ha utilizado para Escritos la
edición de siglo XXI. Para los seminarios las ediciones de
Paidos.
1. Lacan, J.: «De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis, 1957/1958». Escritos
II. Siglo XXI, 1984.
2. Lacan, J.: «Kant con Sade, 1962». Escritos II. Siglo
XXI, 1984.
3. Lacan, J.: El Seminario, libro XXII. Paidós, 1974/1975.
4. Lacan, J.: «R.S.I». Ornicar, nº 5, invierno 1975/1976.
5. Lacan, J.: «De un discurso que no fuera del
semblante». El Seminario, libro XVIII, 1970/ 1971. Paidós,
2009.
6. Lacan, J.: Radiofonía y Televisión. Anagrama, 1993.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Mi madre es una arpía
Iria Prieto Payo. MIR 4º año
H. Río Hortega. Valladolid.
Las persianas estaban cerradas y apenas un hilo de luz
atravesaba la estancia iluminando las múltiples motas de
polvo que inundaban la habitación. El ambiente estaba
cargado; Rosa no quería abrir las ventanas.
Asía con firmeza un afilado cuchillo y con violentos
movimientos rasgaba el denso aire que le rodeaba,
arremetiendo sin piedad contra las minúsculas partículas de
polvo resplandeciente.
Pero Rosa no se encontraba sola, estaba inmersa en una
feroz batalla, los pájaros habían vuelto otra vez.
De esta manera me imaginé la escena que precipitó el tercer
ingreso de Rosa en nuestra Unidad de Agudos.
El marido, atemorizado, cuando se encontró con el bélico
acontecimiento rápidamente condujo a Rosa a nuestro
servicio de Urgencias.
No era la primera vez que los pájaros aparecían, desde hacía
4 años las aves se habían unido a Rosa en su continuo y
profundo penar. Espectadores impasibles, vigilantes de que
todo siguiera su curso, una vida de vacío y culpa con un
próximo final.
Todo comenzó cuando tenía 20 años –ahora ya cuenta 50–
en el momento en que su madre falleció «estaba muy unida
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Mi madre es una arpía
a ella, desde entonces no he levantado cabeza… la echo
tanto de menos».
Cinco años después nace su hijo y con él, casi bajo el brazo,
la primera cita en psiquiatría.
En lo que Rosa denomina un arrebato –y su historial una
depresión postparto– asió a su hijo recién nacido y trató de
arrojarlo por la ventana.
Aunque quedó como un incidente puntual, esta ha sido la
dinámica maternal de Rosa, «arrojar» a su hijo de su lado,
ya que «no soy una buena madre, sé que no lo hago bien»,
«lo separo de mi porque no quiero que sufra como lo he
hecho yo cuando mi madre murió».
Este sentimiento no duda en compartirlo con su hijo, el cual
se muestra especialmente cariñoso y atento con ella en todos
los ingresos «no sé por qué dice eso, siempre ha sido una
madre atenta, no creo que haya hecho nada mal»; pero Rosa
repite una y otra vez, sin sonrojarse, su escasa destreza e
ineptitud maternal, renegando de un papel de madre que
desde un principio y como ella misma dice «me vino
grande».
Desde entonces las consultas han seguido, impregnadas de
su ánimo decaído, depresivo, melancólico… y su vida
discurre en una lenta monotonía, aferrada a una rutina de
maneras obsesivas.
Devota empleada, no falta ni un día a su puesto de trabajo.
Rosa participa perfectamente del engranaje de la cadena
industrial, donde ha estado en la misma función durante
más de 25 años, sin realizar queja alguna y precisa en su
trabajo, durante las largas jornadas laborales. Del mismo
modo atiende la casa y a su familia: limpieza general cada 3
meses, reuniones familiares periódicas, invitaciones de
última hora… cumpliendo siempre, sin suspiros, pero
también sin ganas, sin ilusión.
Pero desde hace cuatro años Rosa ha incorporado algunos
compañeros en sus etapas más depresivas… los pájaros.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Mi madre es una arpía
Cuando más triste está, cuando la situación, el dolor moral,
le sobrepasa, ellos aparecen, la acompañan al trabajo, se
posan en la cabeza de su marido, en el televisor…
ornamentan el triste devenir de Rosa y desde unos meses
antes del primer ingreso se afanan en recordarle con su
presencia su sino: el sufrimiento y en definitiva la muerte.
La ideación de muerte y las alucinaciones visuales hicieron a
su psiquiatra del centro de salud tomar la firme decisión de
derivarla para su primer ingreso. Aunque la situación se
había agravado ya hace un año, la minuciosidad y cercana
atención de su psiquiatra habían pospuesto el ingreso, así
como la reticencia a éste de la paciente y su familia junto con
la rápida remisión de los síntomas en anteriores
descompensaciones.
Pero Rosa jugueteaba seriamente con la idea del suicidio,
incluso llega a preparar dosis elevadas de insulina para dicho
propósito. Afortunadamente, inmediatamente antes del paso
al acto, decide acudir a su psiquiatra. Primer ingreso.
Tanto el primer como segundo ingreso discurren de una
manera similar, apenas separados 1 mes en el tiempo. En
ambos, están presentes al inicio la ideación autolítica y sus
alados escoltas. Ideación que reconoce le acomete desde
hace tiempo, unas veces cree que es la única salida a su
desesperada situación, la cual vive como condenatoria e
irrevocable, pero en otras… se lo mandan los pájaros. «Me
dicen que me suicide… que me vaya con mi madre», le
advierten que la muerte es la única manera de expiar su
culpa. Ella se resigna, cede por un breve instante; pero en el
último momento decide luchar, incluso literalmente, trata de
librarse de ellos, herirlos para que desaparezcan.
El primer ingreso apenas dura 3 días. El insomnio pertinaz
del pasado mes desparece tras una noche y la intensa
angustia de la última semana ha disminuido.
Los pájaros parecen haberse esfumado, como si la gruesa
puerta de la unidad los hubiera espantado. «Hay algunos
que podéis ver todos, otros sólo los veo yo, supongo que será
mi imaginación». La mejoría resulta vertiginosa, de modo
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Mi madre es una arpía
urgente realiza crítica abierta tanto de la ideación suicida
como de la delirante. Quiere marcharse, la familia quiere
llevársela.
En el segundo lo mismo. Aunque los pájaros esta vez sí que
han entrado en el hospital. Me los describe, los ve en el
comedor, no le dicen nada pero están ahí, en el patio, incluso
ha entrado el jefe, un pájaro gordo, enorme… tiene miedo y
me pide una navaja, acordamos que avisará al personal y le
ayudarán, así se siente más segura. Los pájaros la observan
intimidatoriamente, asustada avisa a enfermería, están en la
habitación, también en el comedor, se arremolinan en el
jardín.
Aún así, en un par de días los síntomas más psicóticos y la
angustia que los acompaña remiten atropelladamente,
dejando al descubierto su profunda desazón, su renuncia
vital: «estoy vacía por dentro».
«A veces parece que me regocijo en esta tristeza» me cuenta,
«aunque de vez en cuando tengo días buenos, me afano en
hacer todo lo posible, limpio y recojo toda la casa, todas las
cosas pendientes»; días demasiado buenos según el marido,
incluso en su historial se habla de breves hipomanías.
«Quiero hacer muchas cosas porque sé que no va a durar
mucho, no me merezco estar bien y la caída, el día después,
siempre es peor que al principio».
La psicopatología ya no es aguda, se esfuerza en sonreir y
regresa «contenta» del permiso domiciliario, y el alta es
continuamente implorada.
Rosa no está bien, pero «los pájaros ya no los veo, supongo
que por la medicación». Se marcha precipitadamente de
nuevo.
La respuesta farmacológica parece ser contundente, los
pájaros desaparecen ante un mínimo cambio de medicación.
Una vez que las alucinaciones no la acongojan, su aspecto y
contacto no revelan nada de lo sucedido, es sólo una mujer
triste, incluso enmascara su desolación con una fingida
normalidad.
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Mi madre es una arpía
No será hasta el tercer ingreso cuando reconocerá: «estaba
bien sólo por fuera, no quería que se preocuparan por mi,
sólo quería irme, pero por dentro…»
Es en esta tercera hospitalización cuando al fin las consultas
e intervenciones comienzan a tomar otro rumbo. Rosa no
parece tan apresurada por marcharse, estamos en un punto
determinante, de inflexión. Probablemente no tanto por una
nueva serenidad en la paciente, si no más bien por la
expectación ansiosa fruto de la actividad más delirante; la
situación ha tomado un curso fatídico, irrevocable de no
tomar medidas en ese momento.
Las últimas semanas ha permanecido enclaustrada en su
casa, aterrada de nuevo –protagonizando la escena relatada
al inicio–.
Afirma que la fecha ya está dispuesta, en septiembre
coincidiendo con su 51 cumpleaños debe morir, su madre la
espera, la llama para que se vaya con ella, la vigila, y manda
a sus secuaces para que se cercioren del cumplimiento de su
mandato.
A la par, el delirio de negación y melancólico se hace más
florido: las ideas de culpa y ruina la invaden, incluso la
negación más visceral «el estómago me estalla, estoy vacía
por dentro»
El primer día la paciente permanece tan sedada que
tenemos que posponer la entrevista, momento que
aprovechan las hermanas para hablar conmigo por primera
vez. Los datos claves aportados por éstas, junto a las viñetas
y retazos biográficos que Rosa me ha detallado durante sus
ingresos, y en especial en éste, me permiten por fin realizar
una historia más completa y organizada, esta vez no hay
prisa, el ingreso durará un mes.
Rosa nace a finales de verano en uno de los edificios más
opulentos de Valladolid, pero lo hace en el pequeño
apartamento de la buhardilla, entre las estrecheces que
ocultan tan magnífico inmueble. Es la quinta hija del portero
del edificio, aún faltan por llegar otros tres.
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Mi madre es una arpía
La precaria situación económica hace que sus padres
decidan dejarla al cargo de unos familiares en una ciudad
del norte: «allí fui muy feliz, me sentía cuidada y atendida…
aunque nunca consideré a mis tíos como mis padres… mi
madre me llamaba y mandaba cartas continuamente, me
pedía que volviera con ella…».
Cuando tiene 5 años regresa al hogar paterno, ya no es la
menor. Sus hermanos pequeños, a los que ni siquiera
conoce, han abarrotado la estancia. La estancia y la
habitación matrimonial, donde Rosa duerme con ellos y sus
padres.
Las hermanas desvelan lo que allí sucedía, sus padres
mantenían relaciones en su presencia, ellos se tapaban los
oídos, no querían escuchar. «Lo pasaba muy mal por mi
madre –dice Rosa– ella no quería pero mi padre le
obligaba».
La habitación la abandona para marcharse con su madre a
Madrid, tiene 13 años y su madre una grave enfermedad
cardíaca. Allí permanece sola durante tres meses, vive en un
hostal sin apenas dinero para comida y pasa el día en el
hospital cuidando y acompañando a su madre.
A la vuelta abandona definitivamente la escuela, la frágil
salud materna y los escasos medios económicos le obligan a
conseguir un trabajo y cuidar de los hermanos menores. «Yo
siempre quise estudiar y no pude».
Con la mayoría de edad por fin llega la independencia, con
18 años recién cumplidos se casa y se marcha de la pequeña
buhardilla.
Pero poco tiempo permanecerá al margen del obligado y
asumido rol materno. A los 2 años de su partida fallece la
madre, y el padre, que ha llevado una «doble vida»,
desatiende totalmente a los menores, por lo que se van a
vivir con ella.
Rosa es de nuevo madre, «su madre».
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Mi madre es una arpía
Sus hermanos y ella crean un vínculo especial, los acoge
como si de su prole se tratara, se aprecia cuando hablan de
ella, un cariño especial «que no tenemos con los otros
hermanos… aunque sabemos que Rosa es la más frágil…
nuestra madre también lo sabía, era a la que más
protegía…»
Nunca superará su fallecimiento, la carga libidinal hacia su
madre era tal –«estaba tan unida a ella»– que de un
plumazo el objeto perdido se había apoderado de todo su yo,
de una forma tan arrolladora que Rosa se había convertido
en su propia madre. El objeto introyectado la había
devorado y desde entonces Rosa sentía que nada quedaba de
ella misma y poco o nada podía cambiar, la vida no tenía
ningún aliciente, estaba vacía.
Una madre siempre presente, pero insuficiente. Rosa
mostraba cierta ambivalencia hacia ella, los halagos eran
continuos, pero el peaje había sido elevado, su vida se había
regido por las necesidades maternas, vapuleada a merced de
los contratiempos de cada momento. Pero la opinión más
negativa se apreciaba de forma soslayada, ya que Rosa
aceptaba sumisa y resignada su papel. La necesidad de su
madre era tal, el vínculo tan estrecho, que en la intimidad de
la consulta confesaba sin pudor que de verse en la necesidad
de elegir, sin duda se quedaría con su madre antes que con
su hijo, era a ella a quién necesitaba, la que se había llevado
todo y a el chico, ella nada le podía aportar.
Las auto-reprobaciones a su maternidad me parecían
veladas críticas a su madre. ¿La exclamada incapacidad para
atender a su hijo podría tratarse de un heteroreproche
encubierto? Dirigidas realmente a la madre que ahora se
encontraba dentro de ella y la cual, no había cumplido en
vida con lo que su hija de ella esperaba.
Los reproches al respecto eran constantes, bramaba alto y
claro su ineptitud. Las palabras de Freud en Duelo y
melancolía cobraban vida en su discurso: «la capacidad de
amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en el
sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y
autodenigraciones y se extrema hasta una delirante
expectativa de castigo».
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Mi madre es una arpía
Un castigo, el suicidio, que hasta ahora había esperado cual
reo en el corredor de la muerte, pero que en este ingreso se
había dispuesto a apelar.
Decía Laségue que el melancólico está a la espera de juicio,
mientras que el perseguido ya está condenado. Parecía que
Rosa estaba dispuesta a cambiar esa particular monotonía
delirante, esa actitud delirante de espera que señalaba
Séglás.
¿Pero a quién debía dirigir sus suplicas? ¿A quién hacer
responsable del encausamiento?
Tras unos días de ingreso, Rosa expondrá la pista definitiva.
Esta vez el pájaro jefe –ese tan grande que desparramaba su
orondo cuerpo sobre el televisor– se acompañaba del
máximo líder: «Ahora también viene mi madre con ellos,
también la puedo ver a ella, es la cabeza de mi madre con
cuerpo de pájaro, me pide que me vaya con ella y la temo,
no puedo replicar».
Lo había dicho, yo lo había escuchado… su madre era una
ARPÍA.
Las arpías, genios alados, hijas de Taumante y Electra, eran
raptoras de niños y de almas. Todo lo que se colocaba ante
ellas lo arrebataban, particularmente los alimentos; lo que
no podían llevarse lo ensuciaban con sus excrementos…
El momento parecía oportuno y la interpretación resultaba
obvia, por lo que me lanzo a devolvérsela a Rosa.
Hablamos sobre lo que era una mujer alada con garras, una
arpía, y cómo ella había asignado dicha figura mitológica a
su propia madre. «¿Eres tú la mala madre o realmente lo era
ella?..» Por primera vez un ligero sonrojo asomaba a sus
mejillas, la turbación aparecía sutilmente.
Retomamos toda su historia atendiendo a la posición
materna. Su íntima unión, la infructuosa separación
materno-filial quedaba expuesta y la propia Rosa adquiría
verdadera conciencia de ello: «cuando mi madre no está, yo
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VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Mi madre es una arpía
hago por tenerla… creo que tengo aún mucho lazo
materno… cuando estoy peor, ella me domina».
Comienza a plantearse una separación real: «sé que tengo
que imponerme, separarme de mi madre»
Critica de nuevo a los pájaros, los sitúa como producto de su
malestar y de la irreductible relación con su madre: «mi
madre no está aquí, está muerta, ya no siento que me esté
escuchando como antes», «tengo que olvidarla de una vez».
Me cuenta que se encuentra mejor, pero lo que realmente
ansía es que pase septiembre, fecha del suicidio anunciado,
ahora se siente más fuerte, cree que podrá vencerla si vuelve
a aparecer…
A medida que Rosa recapacita y asimila lo que ha podido
suceder, el sonrojo se incrementa, el impudor con el que
antes se humillaba se ha convertido en vergüenza – incluso
me ruega que todo esto no lo hable con su marido–;
vergüenza de advertir que quizás toda la retahíla de ofensas
no iban dirigidas hacia ella, eran crítica veladas a una madre
ya muerta.
Rosa piensa que su madre es una arpía, ahora vislumbra su
propio parecer. Intuye la vía de escape y sabe a qué juez
pedir cuentas para escapar de la condena.
No sé lo que sucederá, el suplicio ha sido largo… ¿Qué
elegirá Rosa? Su «inocente» y monótona culpa o la
vergüenza.
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
351
Pesquera: «¿Cómo se llama ese
pez?»
Adolfo Santamaría Ferrer
Psicoanalista, Psiquiatra. Hospital de Día de Salud Mental
Consorcio Hospitalario Provincial. Castellón.
Introducción
Pesquera es un psicótico grave atendido desde hace cinco
años en régimen de hospitalización diurna. La precipitación
al vacío –desde un puente de 20 metros– en un intento de
suicidio constituyó el debut público de la psicosis que padece este hombre.
El nombre surgió del modo de constitución de la transferencia, a partir de un encuentro con el paciente, quien relataba
a otros pacientes una pequeña anécdota sobre la dificultad
que le supuso, en una ocasión, extraer del río un pez que le
había picado el anzuelo. Era una llisa, nos dijo1. En ese
momento recordé una escena en la que dos hombres pujaban por sacar un pez del río; se trataba de un ejemplar de
dimensiones importantes, los dos hombres luchaban por llevarse el pez al cesto.
Intervine para contarle lo que había visto le dije que aquel
pez era una tenca. Unos días después una pregunta abrió
la posibilidad de un contacto mas frecuente con él.
1 La llisa es un pez de desembocadura, de marjal, pez de entre dos aguas no
siempre muy limpias.
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Pesquera: «¿Cómo se llama ese pez?»
Pesquera miraba por una ventana y al oir que me marchaba me preguntó: «Oye, ¿cómo se llama ese pez?»
Tenca2, le dije. Pesquera respondió, «¡Ah, vale!» Y siguió
mirando por la ventana y susurrando algunas palabras inaudibles. Tenía graves dificultades para estar en grupo, la insistencia de las voces y los frecuentes soliloquios, le impedían
participar en alguno de ellos.
Lo que se muestra como un hablar «sin orden ni concierto»
–a batôns rompús–3 permite la construcción de una
cadena significante. Un S1, espacio, un S2 con la emergencia de un sujeto supuesto del interés.4
A partir de este momento Pesquera mostró cierto interés
por hablar. Desplegó cierta demanda respecto de nuestros
encuentros, ahora precisaba: «lo que tengo que hacer es
tunearme la mente».
Está preocupado porque no puede salir de casa, tampoco
puede ir con una chica y por sus dificultades sexuales consecuencia de la medicación, dice. Sale poco, tiene miedo a que
le pase algo. «Las voces de la cabeza, dice, comienzan a
insultar cuando veo a un negro o a un rumano. Parece que
tenga un racista en la cabeza. Tiene miedo a que se escuchen las voces y me peguen».
Tunearme la mente es un modo de formación sintomática que
incluye al Otro, a través del objeto mirada –el tuning está
hecho para ser mirado– y se constituye, por vía significante,
como una suerte de estabilización.
El trabajo de pesquera
¿Cómo se llama ese pez? Es una pregunta que supone el arranque de una relación transferencial que persiste en la actuali-
2 La tenca de igual modo un pez de rio que también se encuentra en las
desembocaduras.
3 Lacan: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. S.XXI. 5ª
Edición.
4 Bryole, G. Pour quoi parler avec les patients?
354
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Pesquera: «¿Cómo se llama ese pez?»
dad. Un vínculo entre la pragmática de una relación imaginaria y cierta posición del analista ligado al decir: «Hay
veces que te tengo en la cabeza pero no sé lo que quieres
decir».
La dirección de la cura en el caso ha sido, no solo, un lugar
de escucha del goce como retorno de lo real; también es
un lugar de respuesta: lo que tengo que hacer es tunearme
la mente. Al hilo de la transferencia Pesquera situó esos
«otros» que a lo largo del tiempo son un referente, fundamentalmente imaginario y en cierto modo sostén.
El abuelo materno es una figura destacada, convivió con
él desde los seis meses, en que la madre se separó del padre
por malos tratos, quedando a vivir, madre e hijo, con los abuelos. La muerte del abuelo sobrevino de repente: «Al principio no lo noté, me vino de golpe, veía a mi abuelo en imágenes a cuadritos; también oía voces que me insultaban.
Pensé en matarme». Esta figura fue sustituida progresivamente con un tío materno con el que hoy en día mantiene una estrecha relación. Realizan las labores en una casa de
campo propiedad del primero. «Mi tío dice que tengo que
hacer cosas que: 1º quiera hacer, 2º que me gusten y que lo
que no tengo que hacer es pasar todo el día fumando». El tío
queda, aparentemente, del lado de lo volitivo y del deseo, le
interroga sobre qué es lo que él quiere hacer.
Del padre biológico/real, Pesquera se refirió a él en
nuestro tercer encuentro y luego sólo ocasionalmente lo ha
hecho. Los sentimientos que tiene respecto de su progenitor
son claramente adversos, lo que llevaba a querer suprimir su
primer apellido; «lo que yo quería era que se muriera».
El padre de Pesquera murió primero en lo real –es decir–
en una alucinación auditiva y más tarde en la realidad: «Una
vez fui al cementerio a ver a mi abuelo y a mi bisabuelo y
cuando pasé por delante de la capilla escuche: Pesquera ha
muerto… luego me encontré con una tía y me dijo que mi
padre había muerto».
Relata de forma extensa su deseo de suprimir su primer apellido: «Cuando decía mi nombre y mis apellidos no decía mi
VI Conversaciones «La Otra psiquiatría»: La Melancolía. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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Pesquera: «¿Cómo se llama ese pez?»
primer apellido. Decían honraras a tu padre y a tu madre…
pero me tuvieron a mí y luego anularon el matrimonio. Yo
pensaba para mí que se muriera».
Para Pesquera la anulación del matrimonio5 plantea, como en
un primer tiempo, un problema de no filiación, de desinserción. Más tarde, en el momento en que la madre contrajo segundas nupcias, cuando Pesquera contaba con 19
años, la des-inserción pasó a lo real: «fue cuando me suicidé». Acontece el pasaje al acto con el que hace pública su
psicosis cayendo por un puente desde «una altura de 20
metros». No cabe la pregunta de si es querido o no, todo esto
para Pesquera está presente como «anulado» en lo real y en
la realidad. No parece existir la posibilidad de metaforización de esa pérdida6
Ciertos hechos reales, las voces, le inquietan: «las voces
tengo en la cabeza»; refiere voces de mujeres embarazadas
que le dicen «¿saldrá bien el niño?» o «los niños me dicen
me mato, y yo les digo que no». A los pocos días me aclara
que lo que le sucede es que tiene «muchos pensamientos,
bueno muchas voces y que son las voces de todos. Hay veces
que pienso que no puede pasar lo que tengo en la cabeza».
Frente a la angustia que manifiesta le indico que ya que
tiene las voces de todos en la cabeza que por qué no elige sólo
algunas voces para escuchar, a lo que responde con la
que fue su demanda inicial: «lo que tengo que hacer es tunearme la mente, pero sin las voces no puedo vivir». Esta afirmación pone de manifiesto que hay ciertas voces que cumplen una función pacificadora, mas adelante las reconocerá
como las voces de sus amigos.
Esta propuesta de elección: elije sólo algunas de voces
produjo cierta pacificación y le permitió seguir con su pro-
5 La «anulación del matrimonio» puede pensarse como una verificación en
lo real del deseo anulado –en los padres– que trajo al mundo a Pesquera.
6 Cabe preguntarse si lo que Pesquera refiere como «anulación del
matrimonio» es un modo de Forclusión del ste del NP.
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Pesquera: «¿Cómo se llama ese pez?»
ceso de tuneado de mente. Planteó por primera vez una cuestión
sobre el tiempo de permanencia en el HD: quiere hacer otra
cosa que acudir todos los días al HD. A su vez, pregunta si
puede estudiar ya que está interesado por retomar algo de
sus estudios como por ejemplo la música o el graduado en
ESO. A los días acude al HD con toda la información sobre
la documentación que precisa y sobre los horarios posibles
para realizar el curso. Unos días después realizó un examen
de pre-evaluación y le asignaron grupo y eligió horario. La
reducción horaria se hizo efectiva para él en el HD.
Al poco tiempo acudía al HD acompañado de su carpeta de la
escuela; cuando entra en una entrevista la deja en primer
plano y al preguntarle por cómo le va el graduado abre rápidamente su carpeta para que vea su trabajo. Mientras muestra la libreta comenta: «Con esto se me van todos los malos
pensamientos de la cabeza» –ideas autolíticas– «ahora las
voces no me dicen cosas malas: a veces cuando estoy haciendo los deberes del colegio me ayudan y otras veces me piden
ayuda… Las voces ahora son como señala, «de la gente a la
que quiero: mi abuelo, de Iván o de Nacho».
Pesquera ahora puede contar algo que es suyo, que es su
propio trabajo y esto le ha procurado un modo de relación
con los otros más tranquilo: «Estoy un poco pasivo, pero hay
que ser un poco pasivo». ¿Qué quieres decir? le pregunté.
«Que si alguien te dice algo no tienes que rebotarte; hay que
tolerar las cosas y no decirlo».
¿Cuál es la función que para Pesquera tiene el estudio?
Estudiar le da un nuevo estatus en el HD, ahora es estudiante; sin embargo, en una sesión señaló de forma sorpresiva
cuál era su verdadera intención con el estudio: «Estudiar
más y demostrarle a mi madre que la quiero y que no soy
una patata ni un cero a la izquierda; y a mi tío también se lo
tengo que demostrar y vivir con la enfermedad».
Como sucede, frecuentemente, con los neuróticos, ciertos
psicóticos saben que el ideal es la salida menos mala a las
dificultades de nuestros encuentros con el Otro. Así
Pesquera me preguntó si había visto una película –Una
mente maravillosa– le dije que sí y me quedé en silencio.
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Pesquera: «¿Cómo se llama ese pez?»
Me explicó entonces que el protagonista al final no toma la
medicación y controla las paranoias, a lo que le respondí «John
Nash» lo hizo con el trabajo.
Desde que Pesquera ha puesto en marcha esta pequeña
inserción en el Otro a modo de suplencia, le da un lugar en el
otro como un sujeto vivo por medio de un eslabón significante que ha construido el mismo: ha construido una especie de objeto que le permite presentarse al otro fuera de la
inmediatez del cuerpo o como un objeto de des-hecho, ya
sea un pescado de aguas de desembocadura –lisa o tenca– o
como un patata o como ese lugar que siempre se nombra y
que nunca cuenta, un cero a la izquierda.
Para concluir
Sin embargo a lo largo de todo el trabajo con Pesquera, las
preguntas por qué le sucederá cuando su abuela muera no
tienen respuesta, así como la imposibilidad de su encuentro
con el otro sexo. Estamos advertidos de que el sostén simbólico de Pesquera es escaso, es seguro que tendremos que
seguir trabajando con a Pesquera de una u otra forma. Creo
que está dispuesto a facilitar ese trabajo, ahora dice: «soy
menos egoísta». Es un modo de afirmar que hay algo del
narcisismo psicótico que ha cedido.
En la última sesión Pesquera abrió de nuevo su carpeta de
estudiante y me dijo que había algo que no entendía… ese día
estuvimos estudiando una lección de lengua donde debíamos aclararnos en lo referente a la palabras, a las raíces y a
los morfemas…
Esta vez se cumplió que la transferencia con los psicóticos
funciona en una práctica entre varios y que está encarnada en el lugar del sujeto supuesto del interés.
El caso verifica que la dimensión asistencial del trabajo
con los sujetos psicóticos en un HD pasa por hacerse cargo
de la dimensión clínica, aquella que escucha la particularidad del caso.
Gracias
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Primer Encuentro:
«El Otro niño»
Preámbulo
Luz Fernández García
En este primer encuentro hablaremos sobre psicosis, autismo y síndrome de Asperger. ¿O convendría preguntarse si
cuando hablamos de estos significantes, estamos hablando
de la misma cosa?
Las herramientas disponibles para el ejercicio diagnóstico de
las psicosis son la entrevista y la observación, porque nuestro
sujeto de estudio es el sujeto, y ésteno se deja atrapar por la
maquinaria de las ciencias positivas y sus instrumentos.
Lo más valioso de la entrevista de un candidato a psicótico
es lo que tiene de intangible. No se trata de una sucesión de
preguntas y respuestas, sino de la atmósfera que determina
el encuentro singular entre un presunto loco y un presunto
cuerdo. Algo que tiene que ver con algún fenómeno de resonancia personal. Cómo se sitúa la familia, la escuela, las instituciones, ante un niño donde ni el amor, ni los cuidados y
la dedicación hacia él parecen valer...
El niño está cerrado al Otro, ya que éste se presenta como
desregulador y fácilmente generador de angustia. Es otro a
evitar.
Unas veces se presenta aislado, replegado, inaccesible para
el otro, y otras produce en los demás una impresión de saber,
un saber particular, sin fisuras, sin preguntas. Su certeza desconcierta, genera perplejidad porque produce la impresión
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Preámbulo
de poder ver más allá de lo aparente; de ver la realidad. Lo
que no deja de mantener al otro a distancia. El cometido
sería hacerse usar como instrumento que permita al loco
construir su discurso, poder de alguna manera responsabilizarse de sus actos, de sus enunciados, de sus síntomas.
Preguntar desde un no saber, esperando que sean las propias
construcciones del niño las que expliquen el funcionamiento
de su mundo. Hacer de testigo pero al mismo tiempo intentando poner a su alcance instrumentos de construcción,
ofreciéndole herramientas apropiadas en consonancia con la
estructura de su psiquismo. Hacer posible que se establezca
la transferencia que pueda consentir que deje de ser un sujeto pasivo, y que pueda llegar a arreglárselas con su síntoma.
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Manifiesto «El otro niño»
miércoles 7 de octubre de 2009
1. Los clínicos (psicólogos infantiles, psicoanalistas, psiquiatras infanto-juveniles) que conversamos a diario con niños y
adolescentes constatamos el progresivo aumento de la desconfianza en los métodos de la palabra y la conversación y
una apuesta ciega por la solución de los problemas psicológicos infanto-juveniles por medio de la medicalización excesiva asociada al uso y abuso de protocolos y escalas que pretenden la estandarización de la vida y sus dificultades
borrando la singularidad de cada uno.
2. El niño al que la ciencia se dirige, con estos presupuestos
y estas prácticas supuestamente objetivas, es un niño que no
precisa ser escuchado a fondo y hasta el final en su decir porque está determinado por lo biológico, por lo que debe ser,
por lo que se espera... Es un niño que simplemente ha de
seguir «las pautas» que se le imponen y que los adultos
demandan, en un intento a veces de hacerle callar para no
escuchar lo que su decir dice y nos compromete implicándonos en su síntoma.
3. Pero Otro niño posible; ese Otro niño a quienes nos dirigimos es capaz de desplegar su autonomía, de confiarnos su
secreto, de entablar una relación auténticamente productiva
para él, si logramos desprendernos de un saber de impostura, previo al saber que cada niño tiene acerca de los fundamentos de su vivir; porque un niño, tomado como objeto de
aprendizajes no es un niño sujeto de su quehacer y responsable de sus decisiones sino un niño mecanizado, ensamblado, que ha de ser predecible, dócil y bien domesticado...
4. Frente a una clínica idéntica con cada niño, supuestamente de calidad y de excelencia, quienes nos agrupamos
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Manifiesto «El otro niño»
bajo el Otro niño apostamos por una clínica particular, diferente, en búsqueda e investigación continua, sin saber previo
sobre el niño, respetando la singularidad de cada niño y su
derecho tanto a equivocarse y al fracaso como al éxito si así
lo desea. Un niño que sin dejar de serlo devenga sujeto responsable de sus decisiones y de sus actos.
5. Queremos transmitir a otros colegas y a la comunidad
interesada los resultados de esta clínica infantil basada en el
respeto y en los derechos del niño. Por eso realizaremos
Encuentros anuales en Vigo, Palencia y otras ciudades proponiendo además una lista electrónica abierta para mantenernos informados entre todos; a esta lista pueden anotarse
los firmantes de este Manifiesto, y sumarse padres, maestros
y ciudadanos de todas las profesiones en aras de reclamar un
trato y un tratamiento que como cada sujeto, por muy niño
que sea, merece.
En la ciudad de Vigo a 3 de octubre de 2009.
www.otronino.blogspot.com
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¿Psicosis, autismo, Asperger?
Luz Fernández García
Dividiré mi trabajo en dos partes, primero haré un brevísimo resumen sobre la evolución de los conceptos de autismo
y psicosis para en un segundo momento contar mi experiencia en este campo y como consecuencia de ello plantear
algunas observaciones, que en el fondo giran en torno a interrogantes.
La clínica psiquiátrica del niño se constituyó con mucho
retraso con respecto a la del adulto. Fue necesario llegar a los
años 30 para que alcanzara su autonomía y forjara sus propios conceptos.
Hay que esperar los inicios de la formación de una psicología del niño para poder concebir la noción de locura infantil; la demencia precocísima no se aísla de la idiocia hasta
hasta 1906. Se necesitaran todavía 20 años, tiempo necesario para la difusión de la obra de Bleuler y Freud, para que
se abra la vía de investigación sobre la esquizofrenia infantil.
En 1943 Leo Kanner y en 1944 Asperger, sin que ellos
conozcan sus respectivos trabajos, llegan a aislar un cuadro
clínico muy semejante al que además utilizaran el mismo
termino para nombrarlo, el de autismo.
Mientras que Asperger se esfuerza en desprender claramente su tipo clínico de la esquizofrenia, Kanner subraya que el
desorden fundamental de los niños que describe, no comienza como en la esquizofrenia adulta o infantil, a partir de una
relación inicial presente, si no que hay, desde el principio,
una extrema soledad autística.
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¿Psicosis, autismo o Asperger?
El autismo de kanner, es un síndrome compuesto por dos
síntomas: la soledad y la inmutabilidad.
El síndrome que describe Asperger está muy próximo al de
Kanner, se pone de manifiesto desde muy pronto y se caracteriza por un contacto perturbado pero posible, en niños
inteligentes.
La aprehensión psicoanalítica del Autismo
Margaret Mahler en los años 50 introduce el concepto de
psicosis simbiótica. Mahler se situa dentro de la corriente
genetista annafreudiana. En la psicosis simbiótica el niño
regresa o queda fijado al estado de relación fusional madrelactante que ella sitúa a los tres meses de edad, se trataría
pues de una falla en el proceso de individuación.
Durante mucho tiempo, los psicoanalistas consideraron el
autismo como la patología mas primitiva, la que testimoniaría de la regresión mas profunda.
En 1967 Bruno Bettelheim propone y pone en practica, una
terapia a través del entorno. Bettelheim considera que todo
niño psicótico sufre por haber estado sometido a condiciones
extremas de vida. Lo que caracteriza a una situación extrema es no poder sustraerse de ella. Un niño que se confronta
muy pronto a tales condiciones deviene autista debido a la
respuesta inadecuada del medio.
El autista de Mahler, encerrado en un mundo autosuficiente, no es el mismo que el de Bettelheim, demasiado abierto
a intensas angustias. Como consecuencia de cada enfoque la
intervención sobre estos niños va a ser radicalmente distinta.
Mahler apuntara a la reconstrucción simbiótica madre-hijo,
mientras que Bettelheim apunta que las insuficiencias en la
relación con la madre y el entorno están en el origen del
autismo de manera que el tratamiento radicará en la voluntad de procurar al niño, de manera permanente, un entorno
favorable.
En la mismo época los Kleinianos se acercan al enigma del
autismo infantil. Por una parte, el kleinnismo sitúa de entra366
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¿Psicosis, autismo o Asperger?
da al niño en una relación de objeto, y no en un narcisismo
primario, y por otra no consideraran que los autistas están
sometidos a una situación de angustia extrema.
El caso Dick, que M. Klein relata en 1930, cura que se prolongará durante 30 años, relata el devenir de un sujeto que
presenta en su infancia el síndrome de Kanner y que alcanza un funcionamiento autista de alto nivel en la edad adulta.
Para los Kleinianos sería necesario tener en cuenta que su
cura le ha hecho salir muy rapidamente del autismo, pudiendo desarrollar sus capacidades intelectuales y cognitivas.
El viraje de los años setenta
En los años setenta se produce un viraje en el enfoque del
autismo en los EEUU.
Los años setenta constituyen el apogeo de la audiencia de las
tesis psicoanalíticas, pero es también la época en que los
diseñadores del DSM III se ponen a trabajar para remedicalizar la psiquiatría, predicando un enfoque ateorico en
cuanto a la etiología, una de cuyas consecuencias es dejar
fuera a las teorías psicodinamicas. Es también la época en la
que empiezan a afianzarse las teorías cognitivas. Los cognitivitas postulan, una etiología cerebral del autismo, pero descubren también un campo prometedor, las asombrosas
capacidades de los «idiotas sabios».
Separaran el autismo de las psicosis y postulan que la investigación debe orientarse hacia los trastornos cognitivos.
En 1980, el DSM III incluirá el autismo entre los Trastornos
Generalizados del Desarrollo. La implicación mas importante de estos cambios, es la consideración de que el autismo
compete menos a la psiquiatría que a la educación especial.
Será Lorna Wing la que en 1981 proponga incluir el síndrome de Asperger y el de Kanner en un amplio grupo cuyos
sujetos tienen en común una deficiencia en el desarrollo de
sus capacidades de interacción social, de comunicación y de
imaginación. Inventa la noción de espectro autista afirmando que los términos de autismo de alto nivel y del síndrome
de Asperger son casi equivalente.
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¿Psicosis, autismo o Asperger?
Las numerosas investigaciones emprendidas por los cognitivitas sobre el modo de tratamiento de la información de los
autistas, conduce en 1985 a aislar un trastorno fundamental:
la falla mayor residiría en la incapacidad para forjarse una
teoría del espíritu. Los autores que trabajan sobre esta hipótesis parten de la constatación de que todos disponemos de
una capacidad para interpretar lo que hacen los otros y, a
veces, de predecir lo que harán a continuación. Cada cual
puede ponerse en el lugar del otro para comprender como
actúa. Los niños autistas no tendrían esa capacidad de
empatía.
En los años ochenta empiezan a aparecer las autobiografías
de autistas.
No se trata ya como en los años setenta de testimonios sobre
la salida del retiro producida por la excepcional dedicación
de los padres y relatada por estos; ahora son los propios
autistas que toman la pluma y desean hacerse escuchar.
Desde el psicoanalisis se tomaran en cuenta estas cuestiones.Lebovici en 1996 dirá, que teniendo en cuenta estos testimonios todos nuestros modelos de autismo infantil precoz
deben ser revisados, añade que así mismo las posiciones cognitivitas deben pensarse de nuevo, porque el sufrimiento que
emana de algunos de estos textos prohíbe reducir el autismo
a un simple déficit y aboga masivamente por su posición de
defensa.
Rosine y Robert Lefort
En el libro Nacimiento del otro, proponen el autismo como
cuarta estructura para ser agregada a las otras tres: neurosis,
psicosis y perversión. Afirman que lo que domina la estructura del autismo es una relación destructiva ante el Otro.
El autismo para ellos tiene una estructura específica que no
compromete solo a la primera infancia, sino también a la
adolescencia y a la edad adulta.
A partir de 1996 toman en cuenta la nueva clínica del autismo. Constatan que existen grados en el autismo y se orientan a ubicar un autismo adulto, con la noción de personali368
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¿Psicosis, autismo o Asperger?
dades autística. El funcionamiento autístico les parecerá
ahora transestructural.
Maleval desde su perspectiva, afirma que el autista aparece
como un sujeto para quien, la alienación estructuradora del
ser en el lenguaje, constituye la mayor dificultad; pero que
dispone de capacidades para remediarlo. Los síntomas esenciales permanecen invariables siempre incluso en aquellos
individuos que logran una mejor adaptación social.
El autismo ya no es la psicosis precocísima, ni la mas grave
de las psicosis, sino una forma original.
Tengo que confesar que los textos leidos para hacer este
pequeño resumen, no me ha aclarado mucho sobre si cuando hablamos de autismo, psicosis o síndrome de Asperger
estamos hablado de categorías diagnosticas distintas, si psicosis sería el concepto mas amplio… o cual de las variantes
es la que da mas sentido ( para añadir mas confusión ahora
se incluyen en la serie los llamados trastornos perceptivosemánticos y las disfasias mixtas). También es verdad que,
sin restarle importancia a la necesidad de aclaración de todo
el asunto, a la necesidad de pensar sobre esto, el mayor problema que para mi se presenta en la clínica diaria es, por un
lado como nombrar delante de los padres los síntomas que
su hijo presenta y por otro como ponerse de acuerdo con
otros profesionales psi para saber de que estamos hablado y
así de nuevo no confundir a las familias entre unos y otros.
Después de revisar las diferentes posiciones teóricas me atrevería a decir que todas ellas tienen una parte de verdad, y
que será el sujeto particular, el modo de locura de cada uno
lo que haría mas consistente unas u otras.
He visto en mi consulta, como mis colegas dicen dicen
«niños de los míos» con o sin angustia, con y sin búsqueda
de lazo social, con hiperactividad y sin ella, con alteraciones
cognitivas o por el contrario niños considerados de altas
capacidades. Lo que es común a todos ellos son los trastornos del lenguaje y del vinculo.
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Cuanto mas pequeños son los niños los síntomas son mas
parecidos, las anamnesis mas similares:
- No hay angustia de separación: No hay demanda o por el
contrario es un demanda que ningún objeto colma.
- El aislamiento: Desinterés total por sus iguales y cuando si
hay interés la aproximación al otro es siempre inadecuada.
- Adquisición peculiar del lenguaje: Muchas veces tardía e
incluso inexistente o por el contrario muy precoz pero
original. Algunas viñetas clínicas podrían ejemplificar
este punto: Manuel con tres años y un lenguaje muy
desarrollado repetía literalmente los anuncios publicitarios que escuchaba, nunca se dirigía al otro y si quería
agua por ejemplo decía «Cabreiroa cuide su salud».
Juan con dos años conoce el mismo numero de palabras
en inglés que en castellano pero es incapaz de contestar si
o no cuando se le pregunta si quiere un Sugus. David con
tres años y un lenguaje mas que adecuado, no distingue
entre mamá y papá. Samuel después de iniciarse en el
lenguaje en el momento adecuado, al año y medio dejó
de hablar y ahora utiliza una jerga incomprensible, no
presenta dificultades de comprensión
- Juego ritualizado: Relación peculiar con los objetos, donde
prima la necesidad de numerar, ordenar, clasificar, lo que
podría indicar que el niño necesita ordenarse en una cierta diacronía, en una cierta sucesión a partir de la cual
construir su mundo.
- Invasión de lo imaginario: Un imaginario que no cumple
una misión estructurante, que no permite la imagen del
cuerpo correspondiente al estadio del espejo.
- Adquisición disarmónica de los aprendizajes: aparece en este
sentido una alteración clara en la representación simbólica a través del dibujo. Lara es capaz de escribir cualquier
cifra que se le pida y sin embargo si se le pide que dibuje
solo garabatea. Xabi lee correctamente y igualmente solo
garabatea.
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¿Psicosis, autismo o Asperger?
Desde el comienzo estos niños, son incapaces de establecer
conexiones ordinarias, relaciones afectivas normales, ni con
los objetos ni con las personas y por tanto tampoco con las
situaciones.
Se podría afirmar que hay un tronco común que a medida
que se va ramificando va diferenciando a unos niños de
otros. Ninguno abandonará ese punto de partida, pero
depende de que «rama» de ese tronco que elija, las posibilidades de que aparezcan mas adaptados serán diferentes.
El lenguaje será, como no, el punto central. Recordemos que
Lacan en su ultima formalización definirá al sujeto psicótico
como fuera discurso (que no fuera del lenguaje)
Si el lenguaje no se desarrolla, el nivel de aislamiento es aparentemente total, se muestran inaccesibles al Otro. Aun en el
caso de que haya lenguaje este puede ser dirigido hacia el
otro o no. Es un lenguaje donde la forma significante no está
alterada, lo que aparece alterado es la significación, correcto estructuralmente pero inútil como elemento comunicador.
El punto de inflexión que considero fundamental para la
mejor adaptación de estos niños, es la aparición o no de la
intención de lazo social. Siempre inadecuado, peculiar, pero
si existe, la evolución y el pronostico van a ser muy diferentes.
Convendría pues estudiar las distintas maneras en que el
sujeto se desconecta y, eventualmente, se articula con respecto a un fondo que paradójicamente, incluye, a veces mas
a veces menos, al Otro.
Tenemos todas las modalidades, todas las gradaciones en
esas psicosis, siempre atípicas que son las de la infancia...
No hay que olvidar, que una parte de estos niños hace bien
poco no eran diagnosticados, se «camuflaban» eran raros,
distintos, pero a su modo se integraban, siempre desconcertando, siempre provocando perplejidad en sus parteners
pero adaptados a su modo.
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¿Psicosis, autismo o Asperger?
- Dos ejemplos clínicos: Dos historias clínicas muy parecidas,
dos niños inteligentes, los dos escolarizados y con buenos
resultados escolares y los dos han sido siempre desconcertantes para los otros generadores de continuas interrogantes,
los raros.
Pedro
Los padres de Pedro vienen a verme a instancia de la escuela preocupados por el aislamiento del pequeño y por sus
conductas peculiares cuya lógica no son capaces de entender.
Su madre me cuenta que entre ella y el niño existe una gran
complicidad «es mi vida, lo he dejado todo por él», sin
embargo comenta con pena la indiferencia del niño cuando
se separaba de ella, «siempre ha sido raro, distinto».
Lo que los padres relatan y los informes escolares me alertan
en el sentido de una posible psicosis, mi encuentro con Pedro
va a confirmar mis sospechas. Es un niño aislado, solo, pero
esto no viene acompañado de ningún sufrimiento para él. Es
frío, distante, de mirada esquiva, la falta de empatía es total.
Aparecen los trastornos del lenguaje, entonación peculiar,
comprensión literal, incapacidad para entender metáforas,
ironías, chiste… incapaz de crear vínculos ni familiares ni de
ningún otro tipo.
Se trata pues de un niño psicótico cuyo análisis dura diez
años, Empiezo a verlo a la edad de ocho y continúa a día de
hoy cuando es ya un adolescente de dieciocho.
Desde el primer momento, sorprendentemente, muestra
interés por venir a verme, no falta a ninguna sesión.
Durante mucho tiempo, años, Pedro no trae a las sesiones
nada de su vida cotidiana. Mis intentos de que me hable de
estas cuestiones caen en saco roto, no le interesa en absoluto.
Su mundo esta invadido por la Play Station donde él puede
elegir juegos y personajes a los que puede manejar a su antojo y lo que traslada a las sesiones es la reproducción de estos
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¿Psicosis, autismo o Asperger?
juegos. Sin embargo después de muchos avatares en las
sesiones llega un momento donde me dice «solo quiero
hablar».
Con respecto a los otros, se muestra irónico, despreciativo y
cuanto mas los rechaza más soberbio se muestra.
Llegado un momento Pedro empieza a interesarse por los
otros. El apaciguamiento que su posición de superioridad le
ha permitido, se tambalea. Ahora ya no es un aislamiento
elegido, sus compañeros se ríen de él y lo que interpreta de
esas risas es una burla de su cuerpo y no la extravagancia de
su conducta. Empieza a aparecer entonces un Pedro vulnerable, lleno de miedos, desconcertado, incapaz de anticipar
y entender las respuestas de los otros, aparece la angustia.
En la actualidad Pedro habla de sus padres, de sus compañeros y profesores, de su deseo de ser aceptado y de la vivencia del rechazo, que ante lo incomprensible sólo puede tener
una causa, su cuerpo.
Julian
Conocí a Julián con tres años de edad, fui su profesora de
educación infantil, en 4 y 5 años. Desde el principio las peculiaridades de Julián se hicieron evidentes, soliloquios, ecolalias, respuestas inadecuadas al contexto, invasión de lo imaginario, intereses limitados… A los cuatros años leía perfectamente y sin embargo era incapaz de dibujar nada, no fijaba la mirada y no jugaba con otros niños.
Lo que los padres contaban sobre el niño estaba en el mismo
sentido. Había sido un bebe muy tranquilo. El lenguaje
había aparecido antes del año pero nunca había tenido
intención comunicativa lo describen como lleno de manias.
La madre decía muy angustiada «no se si me quiere», lo
único que quiere es estar solo, que no le hablen, que no le
miren. Su compañía preferida es la de la abuela… tiene
Alzheimer.
Cuando pasa a primaria la psicóloga escolar les dice a los
padres que lo que le pasa al niño es que es tímido, que esta
súper protegido con lo que empieza la cruzada escolar y
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¿Psicosis, autismo o Asperger?
familiar para «socializarlo», que tiene como resultado para
él la aparición de la angustia, que cuando ya se hace insostenible lo trae a mi consulta a la edad de 11 años.
Julián no ha mostrado nunca interés por los otros. Su estabilización tiene mucho que ver con que por fin los demás
hayan respetado su aislamiento, que es elegido. Ahora tiene
16 años, su madre sigue preguntándose si Julián es capaz de
querer.
Viene a verme una vez por semana, no transige en esta visita semanal. Estudia 7 lenguas entre ellas el chino mandarín
y cantonés. En una de las últimas sesiones mientras me
hablaba de la filosofía de Descartes, le pregunte cuál era su
asignatura preferida, giro la cabeza en el sentido contrario a
la mía empezó a toquetear con los dedos sobre la mesa y
ante mi insistencia, ansioso me dijo «a mi de gustos no me
preguntes, yo de eso no sé».
Como dice Egge en el prólogo de su libro «El tratamiento
del niño autista», nada provoca tanto desconcierto como la
locura en un niño.
Cuando te parece que has entendido algo de este embrollo,
aparece un nuevo niño con su locura particular, que dinamita lo que creías saber. Y entonces vuelven los interrogantes, vuelves a tener que repensarlo todo.
Una última cuestión, me pregunto si conociéramos la historia de los psicóticos que vemos de adultos, los que atendemos
después de un brote o desestabilización, no sería similar a las
de estos pequeños, si no habrán sido en su infancia como
estos «locos bajitos».
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Un bolígrafo Bic
Nuria García Landín
Hace siete años que empecé a trabajar con el niño sobre el que hoy quiero hablar.
Para mí ha sido uno de esos casos con los que se aprende, y que quedan ahí, como
una referencia constante, cada vez que aparece un nuevo niño, al que de algún modo,
sin dejar de lado la particularidad de cada uno, buscamos encajar dentro de lo que
éste nos dejó; lo que aprendimos de él en definitiva.
Lo que creo que a mi me ha enseñado este caso, y es ahí donde busco la referencia, es
que al margen de los síntomas y sus diferentes manifestaciones, de lo que los padres,
la escuela, el pediatra puedan contar… hay una cosa, (o dos o tres… pero una sobre
todo), que siempre nos va a hacer colocarnos delante del niño de una forma diferente:
¿Cómo está situado él en el lenguaje…? ¿Qué uso hace de las palabras? Y es a
partir de este uso particular del lenguaje, como hacemos el intento de tratar de
aparecer como ese «Otro regulado», ese Otro que permita hacer surgir un discurso, ese
otro que le permita… hacer lazo.
Estas son algunas secuencias a lo largo de estos siete años. Me propuse escribirlo
tratando de buscar cuál fue mi lugar con el niño, y porque creo que puede ilustrar
cómo los trastornos del lenguaje, con sus diferentes y particulares manifestaciones, son
una referencia imprescindible a la hora de establecer el diagnóstico de estos casos
Los padres de A. traen a su hijo a nuestro centro por recomendación de la escuela infantil a la que asiste. El niño no
atiende, no se centra, parece que no escucha a veces, y reacciona desproporcionadamente ante algunas situaciones que
no entiende.
En la primera entrevista cuentan cómo hacia los dos años
empiezan a aparecer episodios de deambulación continua,
aparecen conductas rutinarias (abrir y cerrar puertas, dibujar letras sin parar…). Todo esto se intensifica tras el nacimiento de su hermana (cuando él tiene dos años y medio),
coincidiendo a su vez con un cambio de vivienda y la
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Un bolígrafo Bic
ampliación del horario en la guardería. Sus padres quieren
ver en estos cambios, el motivo de esas cosas que empiezan
a entender cada vez menos en su hijo, y que toman como
una provocación hacia ellos.
Comentan que el niño no jugaba a nada, sólo veía libros o
más concretamente «pasaba páginas».
La situación va empeorando tanto en casa como en la guardería, y comienzan a acentuarse todas estas repeticiones,
rutinas, ecolalias, además de aparecer alteraciones en el
sueño y la alimentación.
La tendencia a convertir todo en un ritual empieza a ser difícil de soportar en casa. En la escuela no se relaciona con
otros niños, juega solo, aunque no aparecen estas «conductas provocadoras» de las que hablan sus padres. Se muestra
sumiso y procura hacer lo que le indican; «cumple».
Cuando empiezo a ver a A. acaba de cumplir cuatro años y
viene acompañado por su madre.
Le cuesta entrar el primer día, no quiere separarse de su
madre, que me entrega el instrumento para poder acoger a su
hijo. Un bolígrafo bic. No se desprende de este objeto en ningún momento, dibujando caras sonrientes y enfadadas de
modo compulsivo en cualquier lugar en que se pueda escribir.
No consigue fijar su atención en nada concreto, las acciones
repetitivas y frases ecolálicas invaden las sesiones y al niño,
siendo imposible llevar a cabo alguna clase de juego compartido, mínimamente estructurado o con algún contenido
simbólico. Incluso un acercamiento un poco continuado es
rechazado por su parte. Hay lenguaje, hay mirada, puede
haber contacto corporal, pero nada dura, y si me ausento de
la sala no me busca.
Si consigo que entre en algún juego éste se repetirá sesión
tras sesión, siempre del mismo modo siempre acompañado
de las mismas palabras que él memoriza y sobre las que no
puede aceptar cambios.
Su capacidad de imitación es sorprendente, sobre todo en
cuanto al lenguaje, que por otra parte está totalmente alte376
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Un bolígrafo Bic
rado. Emisiones ecolalias, inversión pronominal, volumen
exageradamente alto y timbre excesivamente elevado.
Prosodia extraña y variable en función de la frase concreta.
Adopta la entonación de la persona a la que «pertenece» la
frase en cuestión.
Sus propuestas son algo y lo contrario. Sacar para guardar,
encender apagar, esconder para encontrar, abrir cerrar, cara
triste cara sonriente, todo de modo más bien compulsivo y
con un rechazo absoluto a la intromisión por mi parte.
Aparece siempre una necesidad de que yo responda del
mismo modo a sus preguntas, cuya respuesta conoce pero
necesita; lo calman.
Necesita tener siempre con él algo con que dibujar, durante
mucho tiempo debe ser además un bolígrafo «bic». Su dibujo está totalmente estereotipado. Son caras, caras tristes y
sonrientes. Y cualquier otro dibujo que aparezca será convertido en una de estas caras. Si le pido que se dibuje a él o
a mi, entonces escribe nuestros nombres. No es capaz de
representar nada en su dibujo.
La voz, la letra, los sonidos
Durante estas primeras sesiones, y a lo largo de mucho tiempo A. se escucha, y podríamos decir que se «lee» a sí mismo.
Repite sus frases una vez terminadas; el final de sus frases,
varias veces, y a cada vuelta que la repite le va restando una
palabra hasta que ya no queda ninguna. Es como si la frase
fuese escrita y leída en alto a la vez que se escribe. Un hablar
«al pie de la letra», de la letra escrita...
De hecho, su dedo índice dibuja letras en el aire acompañando sus palabras.
En medio de sus frases pueden aparecer diálogos de películas, o letras de canciones, o frases de su profesora, o de su
madre, o algunas mías cuando las espera y no se producen.
Reproduce de una manera impactante estos diferentes timbres, voces, tonos…
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Un bolígrafo Bic
El lenguaje está continuamente presente, pero no comunica
nada al otro. Parece que disfruta de escuchar sus propias
palabras, de cómo «suenan», y las repite una y otra vez;
juega con las palabras, los sonidos, con el lenguaje, un lenguaje que ocasionalmente puede coincidir con el contexto
en el que se produce. Esas palabras y sus sonidos lo invaden
todo. Busca constantemente lugares con «eco», para que su
voz resuene, y emite sonidos, intervalos agudos una y otra
vez, colocando la voz, como lo haría una cantante de ópera.
Su respuesta a mis preguntas, cuando la hay, suele ser «no
hablamos», pero existe por su parte una necesidad de que yo
responda ante lo que dice siempre del mismo modo. No
valen los cambios. Me sujeta la cara hacia él recordándome
la frase «correcta» para que yo la diga, y él, si «suena» bien,
la repita acompañado por su dedo escritor…
Con su boli «bic» (más allá de hacerlo en el aire) parece
necesitar a veces fijar algunas cosas del lenguaje (palabras
que le gustan, nombres propios que él mismo inventa), escribiéndolas en un papel, así como necesita fijar, corroborar
mis respuestas haciéndomelas repetir una y otra vez para
comprobar que son las mismas.
Un «enchufe» (la transferencia. Un giro en el
lenguaje)
En este primer tiempo, las sesiones transcurren entre sus
intentos imposibles por construir algún juego, y la búsqueda
de situaciones donde pueda reproducir algunas actividades
que trae del colegio, con un orden y una estructura que
conoce, aunque allí le cuesta realizar. Aún así, nunca permanece el tiempo suficiente para que algo de lo que intenta
emprender pueda durar.
El hace y yo observo, estoy allí, intento hacerle ver que estoy,
pero no me busca, no parece necesitarme. Sólo cuando quiere explicar algo que ha aprendido, y que generalmente tiene
que ver con procesos, secuencias, ordenar cosas… entonces
me coloca como espectadora, o algo así como una alumna…
En medio de estos juegos que intenta pero no puede, y de esa
inquietud que impide que pueda pararse en nada, lo veo, un
día, intentando meter los dedos en un enchufe.
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Un bolígrafo Bic
Le llamo la atención bruscamente y su reacción es de gran
angustia. Viene hacia mí, me abraza y me acaricia y dice «te
quiero» (como para calmarme). Este querer «enchufarse»
produce un encuentro. Parece darse cuenta por primera vez
de que mi mirada estaba ahí, atenta, sobre él. Y junto con
este lenguaje tan directo, y que hizo como de corte, (pues mis
palabras tenían un contenido claro, dirigido a él), supuso un
caer de repente en la realidad. Aquello se salía del «hacer
que» que hasta ahora solicitaba de mí.
Aunque en el primer momento parece haber sentido esto
como una agresión, creo que este encuentro «casual» desencadenó la transferencia, produjo un giro en la dirección del
lenguaje del niño (en la forma… yo, tú… ), y más allá de
esto, los primeros intentos por hacerme presente a través de
su lenguaje, de propuestas de juego utilizando «literalmente»
mis palabras, o también rechazo en ocasiones… «hoy no
quiero verte Nuria, quiero ir con mamá»
Aquel «no hablamos» pasa a ser un «no te cuento», pero
busca que yo le cuente a él, y aparecen preguntas sobre mí,
sobre mi vida, mis gustos, mis intereses o mis miedos, que le
sirven como referencia para manejarse, o comprender,
incluso resolver, algunas situaciones de su vida.
Visto desde ahora, pienso que través de aquel «enchufe»
logró de algún modo «conectarse».
Su mundo es repetir
Esta es la primera frase que la profesora puede decir cuando se le pregunta cómo se muestra el niño en el colegio.
«Su mundo es repetir», «no tiene iniciativa ni imaginación»
«se angustia ante cualquier cambio»…
A lo largo de estos años, las propuestas de A. se repiten una
y otra vez, se ritualizan, y resulta difícil que acepte cambios
sobre ellas.
Con mayor o menor presencia, en función de su necesidad,
el interés por todo lo que se puede ordenar, secuenciar, contar… tiene un papel fundamental en las sesiones.
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Un bolígrafo Bic
Actualmente son las letras de las canciones, en otro momento lo fueron los recorridos por las diferentes rías, las comidas
de cada país, los tamaños de los pueblos o el proceso del vino
(de la semilla a la mesa). Y así, sesión tras sesión necesita
contar, escribir y volver a contar todas estas secuencias una
y otra vez.
En un principio, como dije, me convertí en una espectadora,
esperando a que él me diera paso para, como mucho, repetir el proceso tal y como él lo había contado.
Poco a poco empiezo a hacer comentarios, a introducir algunos cambios, o a añadir cosas a las secuencias, sin salirme
mucho del orden, de la serie. Con cierta precaución la verdad.
Esta actividad de ordenar, que aparentemente lo tranquiliza,
en ocasiones también llega a crearle ansiedad, y empieza a
convertirse en algo más compulsivo, y que le impide salirse,
que lo aísla.
Más tarde mis comentarios sobre los diferentes temas,
empiezan a ser mejor aceptados, y en algunos casos sirven
como freno a esa producción que aparentemente dejaba de
tener sentido, haciéndole ver que eso podía tener algo que
ver con la realidad (la mía, en un principio), esa por la que
ya se empieza a interesar cuando el lenguaje toma otra
dirección.
De esta manera lo que al principio vivía como un riesgo,
como algo que le cerraba el camino a esa producción imparable, más tarde supuso ese freno que produjo una apertura
a escuchar al otro, y un acercarse a la realidad en cierto
modo con alivio.
Aún así este recurso siempre está ahí y es necesario para él
cada cierto tiempo. Lo que quizá ha cambiado es que ahora
es él el que le pone fin, invitándome a entrar en la serie, se
diría que esperando salir de otra manera.
Su mundo es repetir, pero este repetir, creo, ha ido ayudándole de alguna manera, a ordenar el mundo.
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Un bolígrafo Bic
Un alienígena
La rigidez en las propuestas, la necesidad de esas respuestas
conocidas, ha ido cambiando, disminuyendo a lo largo de
estos años. Ahora viene a verme y a proponer cosas para
hacer conmigo.
Actualmente su lenguaje, al margen de que sigue habiendo
soliloquios en momentos en que está más ausente, es un lenguaje dirigido al otro. Tiene un enorme interés por él, disfruta de las palabras, siempre hay palabras que le gustan
especialmente, le gustar pronunciarlas y hacerlas resonar, o
descubre y necesita fijar en el aire o en la pizarra o el papel
algún nombre propio. Investiga, pregunta el significado de
cada palabra nueva que conoce, trata de entender el significado de las frases hechas que escucha, y que suele traer a las
sesiones para que yo se las explique una y otra vez. Y cada
vez parece la primera.
Crea nombres y apellidos que no existen para los personajes
de los cuentos y cantantes que él mismo inventa y escenifica,
añadiendo frases que le gustan de películas e historias que
leemos juntos.
Ahora hay una gran parte de las sesiones en que «hablamos», me pregunta y me cuenta cosas, aunque siempre tiempo después de que hayan sucedido. Busca en mí una confirmación de lo que él piensa, y se agarra a la palabra «opinión», como un descubrimiento pacificador que le permite
sentirse tranquilo cuando no encuentra lo que esperaba
exactamente.
Durante este último año, se puede leer en el discurso del
niño, sutilmente, que de algún modo empieza a darse cuanta de que él no hace lo mismo que los demás, que no le interesan las mismas cosas, que prefiere, y los demás no, estar
solo… pero en todo caso piensa que si los demás no hacen
lo mismo que él (dar vueltas por el patio sin parar, hablar
sólo…) será porque no les gusta, y a él sí.
Su hermana, que asiste al mismo colegio y con la que comparte recreo, escucha decir a unas niñas que no se acerquen
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a A. porque «está loco y puede ser contagioso». Cuando el
niño escucha la conversación en casa grita, angustiado y llorando, que él no está enfermo.
Para él la palabra enfermo está dentro de una de sus series,
de esos procesos que necesita repasar, «enfermo, los médicos
no pudieron hacer nada, se murió» y el consiguiente proceso de incineración…
A partir de este episodio en casa, a veces surge alguna pregunta respecto al tema de estar enfermo, o loco, o la muerte, sin que aparentemente le cause ningún problema o preocupación concreta.
Me cuenta un día, tiempo después, (siempre suele ser así),
que las amigas de su hermana dicen que está loco, que está
mal de la cabeza, y pregunta con precaución, si eso es estar
enfermo, puesto que le llevaría al final de su serie enfermedad... incineración. Me habla de una vecina suya que le
habla a las plantas, preguntándose si eso es estar mal de la
cabeza. Pregunta cosas, pero resuelve aparentemente sin
preocupación o angustia, cerrando el tema por ejemplo, llegando a la conclusión de que son las amigas de su hermana
las que están locas, puesto que él habla sólo porque le gusta,
no por otra cosa, «tú ya sabes son invenciones mías», me
dice como con aire de complicidad…
Aún así este tema empieza a estar cada vez más presente en
las sesiones. Me cuenta que su tía le dice que es un poco
obsesivo, y le gusta la palabra, pero le inquieta y quiere saber
qué significa, y si eso es o no es estar enfermo.
Hace poco que un tío suyo se ha muerto en pocos meses. Él
cuenta cada cierto tiempo como su tío «se puso enfermo, fue
al hospital, los médicos no pudieron hacer nada, se murió,
todos lloraron, y luego lo incineraron» (y el proceso, por
supuesto). Cada vez me dice que él se puso muy triste, y me
pone su cara «triste» y se asegura de que puedo ver, interpretar esta cara, y que es la adecuada para la ocasión, «pero
no lloré, (dice) y todos lloraron, hasta mi padre».
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Un bolígrafo Bic
Después de un tiempo en que el tema surge de vez en cuando, me cuenta que su hermana le dijo el día del funeral, en
tono de queja, que parecía un alienígena (y repite varias
veces la palabra, le gusta como suena) porque era el único
que no había llorado.
En las últimas sesiones, cuando cree que hace algo «raro»,
cuando se sorprende porque nota que escucho lo que él cree
que estaba pensando, o cuando miro hacia su dedo cuando
escribe un nombre en el aire, o en alguna historia o mito de
los que leemos surge el tema de la muerte, él me pregunta
¿Tú crees que yo soy un alienígena?
Duelo
Hasta aquí llegaba el relato del caso, que había terminado
de escribir en el mes de Julio. Y la verdad es que me gustaba dejarlo ahí, con esa pregunta que A. empieza a hacerse
acerca de lo que puede intuir en él como diferente.
Pero quise escribir un poco más porque creo que merece la
pena contar su despedida, que se produjo justamente cuando yo terminaba de escribir el caso, y él empezaba a preguntarse algo, y que coincide con el momento en que sus
padres deciden que va a dejar de venir.
Su primera frase fue (cómo no)»un placer haberte conocido», y después de hacer un recorrido exhaustivo por todos
sus muertos y todos los míos, preguntando y queriendo saber
TODO con detalle… me dijo, como explicándome... «ahora
vas a ser un recuerdo, Nuria, y así podré pensar en ti cuando quiera, menos en clase, que me distraigo y me riñen…».
Desde luego no parece una puerta abierta a que un día
pueda volver. Algo quiso dejar cerrado, digamos que enterrado, en algún sentido «eternizarlo» (como a esos muertos)
haciendo de esta separación inesperada algo simbólico.
«...puedo pensar en ti cuando quiera...» se podría leer «no
necesito venir a verte para estar contigo». Para mí un «regalo de despedida».
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Un bolígrafo Bic
Así que seguramente habrá por ahí un pequeño «alienígena» recordándome de vez en cuando (menos en clase, claro),
y aquí un caso que hasta el último día (como decía al principio) no dejó de enseñarme algo.
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El niño psicótico chez
Françoise Dolto
Ángela González Delgado
«En un niño psicotico se producen transformaciones
intensas cuando se lo trata, y por esta razón no siempre se
llega al tratamiento; éste remueve demasiado la líbido de
quienes lo rodean, siendo la madre o el padre, los
mediadores, las personas más intensamente afectadas.»
Françoise Dolto1
En el momento en que nace El Otro niño, y cuando hube de
plantearme esta intervención, hacer un repaso al trabajo clínico de FD, me pareció oportuno, por ser quizá la mejor tarjeta de presentación en el día de hoy, aquí en Vigo, de la institución en la que trabajo como psicoanalista: el Centro FD
de Palencia.
Fue el genio clínico de esta mujer, su chispa, su modo único
de abordar el sufrimiento infantil lo que nos llevó a nombrar
de este modo el lugar de nuestra práctica clínica, hace ya
quince años.
«Junto con Lacan, FD ha sido la gran figura del freudismo
francés»,2 dice Elisabeth Roudinesco, y sabemos los colegios
que en Francia llevan su nombre, y la ingente cantidad de
libros editados en varias lenguas, su mejor bibliografía ha
sido reeditada recientemente en España de mano de RBA
con prólogo de Fernando Martín Aduriz. Pensamos que su
genio clínico tan depurado, y su legado a la clínica psicoanalítica infantil de tal importancia, que esta pediatra y psi1 Françoise Dolto, Diálogos en Québec, Paidós 1988. p. 67.
2 É. Roudinesco, Jacques Lacan, Anagrama, 1995.
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El niño psicótico chez Françoise Dolto
coanalista francesa, no debiera seguir siendo esa gran desconocida que hoy es para el gran público, ni para todos aquellos que de un modo u otro nos acercamos al universo infantil, tanto si lo hacemos como profesionales de la salud mental, desde la pedagogía, como animadores y coordinadores
de tiempo libre, o bien si lo hacemos como padres. Su recorrido institucional, casi hasta el final, fue al lado de la enseñanza de Jacques Lacan, su fe en los poderes de la palabra
fueron los pilares de su práctica, aunque se le ha criticado su
estilo interpretativo llamado de «interpretación espontánea».
Sitúa FD el origen de la enfermedad mental infantil en un
déficit de comunicación del niño con sus figuras primordiales en donde el niño psicótico se cobija en el retiro de un lenguaje auto referencial, íntimo, y pierde así toda posibilidad
de comunicación con el otro. Mantener la relación con el
terapeuta en el ámbito del lenguaje, posibilita la transferencia en el plano simbólico. Un lenguaje, que en ocasiones no
se construye con palabras.
Un ejemplo de la práctica de Dolto. Una niña psicótica,
aquejada de un mutismo inexplicable para los padres, que
representó su drama personal usando una muñeca mientras
FD mantenía una entrevista con la familia. La observación
de esta representación y la interpretación in situ de la doctora fue: «Es muy importante lo que viviste entonces, pues
es como si tu mamá te hubiese dicho: las niñas deben prestar atención cuando van con los señores, a fin de no tener
siempre hijos» provocó que la pequeña comenzara a hablar
con palabras, para absoluta sorpresa de los presentes, Dolto
señaló que esa niña nunca había callado, y que no hablaba
sino con su comportamiento. Que no es necesario decirlo
todo, que lo importante es poder decirlo.
En la idea de que es mejor prevenir que curar, en relación al
lenguaje, FD fundó en 1971 La Maison Verte. Un lugar de
encuentro en el que niños muy pequeños, de hasta tres años,
acuden con sus padres, un lugar abierto, de acogida, un lugar
que cumple la función de tercero en el que los niños son tratados como sujetos. Y sus padres no se van, lo que confiere a
esta institución un lugar no de guardería, sino de interacción
de madres-padres e hijos en un ambiente diferente.
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Abordajes clínicos como hablar con los bebés, respetar la
libertad individual del niño, uso constante de la conversación
y de la provocación de ocurrencias, observar dichos y silencios
infantiles, escuchar, usar el pago simbólico, recoger una completa anamnesis en la primera entrevista, el empleo terapéutico del juguete, del papel y la tijera, del dibujo, del modelado,
hablar al niño, son técnicas de tratamiento que en la actualidad son usuales en multitud de terapias y sin embargo, su uso
fue causa de perplejidad a finales de los años treinta del siglo
pasado, cuando FD comenzó su práctica clínica con niños.
Pero lo verdaderamente revolucionario fue considerar al niño
como sujeto de la palabra y no como un objeto parcial. Sólo
tomadas bajo este prisma, cobran sentido todas esas herramientas tan novedosas en su día.
Pasar de ser el objeto del Otro materno, condición que el
niño adquiere en el nacimiento, a sujeto de la palabra es algo
que sólo puede comprobarse retroactivamente, atendiendo a
la estructura. El niño psicótico se sitúa como objeto del
Otro, cuando en el plano simbólico no se separa, permaneciendo en la holófrase, tesis que FD tomó de Lacan.
«Cuando yo abuelito murió»3, es el dicho de un paciente de
FD, al que atendió cuando contaba ocho años de edad. Se
trataba de un caso de psicosis infantil, que en el ámbito escolar había sido diagnosticado como «dificultad para vivir»4.
Nadie se había percatado de que este niño «se había identificado al abuelo muerto y que había muerto el mismo día
que él5». Cuando contaba dieciocho meses pasó varias
horas al lado del abuelo muerto a causa de un ictus, éste
tenía la cabeza dentro del lago al que acudía con frecuencia,
acompañado de su nieto, a ver a los peces. «Este niño vivía
sólo con peces,… se había convertido en abuelo»6, solo
dibujaba peces. La intervención de la doctora Dolto salvó a
este niño, «de una identificación que lo encaminaba a la
marginación, al comprender que por amor a su abuelo, por
3 DOLTO, F., Diálogos en Québec, Paidós, 1988, p. 66.
4 Op. Cit. P. 66.
5 Ibíd.
6 Ibíd.
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identificación con él, pensaba que éste no podía haberlo
abandonado sino por lo que estaba debajo del agua, es decir,
los peces»7. Tras el trabajo analítico, elaborando sus duelos,
quedó curado de esta identificación mortífera. Pudo emerger el sujeto en él.
FD supervisó la creación en 1973 de la Antenne 110, en
Bruselas. Esta institución fundada por Antonio Di Ciaccia,
responde a la estructura del niño psicótico según fue definida por Freud y Lacan. Siguiendo la idea de JAM surge en
este ámbito de trabajo el concepto de práctica entre varios. Ésta
practica no es trabajo en equipo, no tiene estructura jerárquica, hay más de un modo de trabajar entre varios, sin embargo es una práctica que vale según Di Ciaccia: «Sirve al interlocutor del niño autista para que no cese de posicionarse y
reposicionarse correctamente –es decir, de una manera a la
vez pensada y fortuita– para sostener, día tras día en los
momentos más inesperados, un encuentro que permita a
esos niños aceptar compartir «lo que ellos escuchan totalmente solos», según la preciosa formula de Lacan»8.
En nuestro Centro hemos apostado en sus inicios por una
práctica que retroactivamente leemos de características muy
similares a la que hoy conocemos como práctica-entre-varios;
Por esto comenzamos integrando dos escenarios de actuación, realizando diferentes actividades conjuntas: en el
ámbito clínico y en el ámbito del tiempo libre. Además del
trabajo en la consulta, los pacientes de nuestro centro participaron de modo activo en diferentes actividades de tiempo
libre. Hay en la actualidad un momento de búsqueda e
investigación en nuevas vías. Hemos seguido la enseñanza de
Dolto en lo que tiene de Una respecto a la enseñanza de
Lacan y las orientaciones de Miller. Cuando hablamos con
los niños, cuando ayudamos a emerger el sujeto que habita
en ellos, cuando sostenemos su demanda, cuando ayudamos
al niño a resolver sus conflictos, cuando significamos al niño
la diferencia entre la necesidad y el deseo, no hacemos sino
seguir esa senda. Quehacer clínico que queremos compartir
a lo largo de los Encuentros sobre El Otro niño.
7 Ibíd.
8 DI CIACCIA, A., «Hace veinticinco años», Cuadernos de psicoanálisis,
núm., 28, p.82.
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Diagnóstico diferencial del
autismo y psicosis infantiles.
Notas para un ponencia
Eva Rivas Cambronero
He llegado a la conclusión... de que el concepto de esquizofrenia en particular y el de
psicosis en general, tal como se presentan en la infancia, deben ser ampliados y creo
que una de las tareas fundamentales del psicoanálisis de niños consiste en descubrir y
curar las psicosis infantiles. El conocimiento teórico adquirido de esta forma sería sin
duda una valiosa contribución para nuestra comprensión de la estructura de las
psicosis, y nos permitiría, al mismo tiempo, establecer diagnósticos diferenciales más
exactos entre las distintas enfermedades.
M. Klein1
La mayoría de los autores que han bebido de las fuentes del
psicoanálisis y han pensado sobre el autismo (M. Mahler,
Bettelheim, Winicott, Donald Meltzer, Esther Bick, Frances
Tustin, y en el campo freudiano Francoise Dolto, Maud
Manonni, R y R Lefort, y Antonio Di Ciaccia), considera
que el autismo es una modalidad defensiva contra la intrusión de un mundo que se percibe como invasor o también
una construcción del mundo «sin recurrir a ningún otro que
a sí mismo» (Di Ciaccia).
El Dr. Martin Egge afirma que el reto terapéutico será
entonces que el niño autista y psicótico pueda también
desarrollarse como sujeto. Pero esta afirmación, ¿quiere
decir que la defensa es similar en el psicótico y el autista?,
¿que ambos tienen una dificultad en erigirse sujetos del discurso? M. Egge sostiene, a partir de la lectura de los textos
1 M. Klein, «Importance of symbol formation en the development of the
ego». In: Contributions to psychoanalysis. London: Hogart Press, 1930.
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Notas para un ponencia
de tres autistas (Birger Sellin, Donna Williams y Temple
Grandin), que lejos de estar fuera del lenguaje, estos autores nos
demuestran que están buscando una solución singular para poder comunicarse con sus escritos2.
Golse y Levobici se plantean tras leer el libro del autista
Sellin que «el sufrimiento que emana del texto prohibe reducir el autismo a un simple déficit y aboga masivamente a
favor de su función defensiva» (citados por Maleval3).
El hombre es solamente aquello que la sociedad le hace ser.
Esto se demuestra por los casos de niños salvajes. El Dr.
Itard, con el niño de Aveyron se planteó la esencia de la
naturaleza humana: solamente el hombre en estado puro de
naturaleza podía demostrar qué es lo que le humaniza.
El niño salvaje de Itard ha sido muchas veces comparado
con los niños afectados de autismo precoz o de autismo psicógeno, asimilable al síndrome de hospitalismo de Spitz, ya
que los fenómenos descritos por Itard son típicos del llamado «autismo de concha», causado en el caso de Victor (el
niño de Aveyron) por la privación sociocultural.
Esto nos lleva a la primera consideración en cuanto al diagnóstico diferencial, que se mezcla con la pregunta sobre la
causa: el cuadro autista es una consecuencia última a la que
se llega por distintas vías (deficiencias instrumentales, deprivación sensorial, social o amorosa en definitiva), todas las
cuales hacen al niño levantar una defensa autista, en la que
el Otro es evitado por ser en extremo gozador y no regulado
por lo simbólico. Si el niño se siente sometido, en su absoluta vulnerabilidad, a la acción no previsible del Otro, le quedaría la opción, en su insondable decisión del ser, de excluirlo.
El Otro está regulado cuando lo simbólico lo ordena, lo hace
previsible, por ejemplo en las alternancias del tiempo (día2 El Tratamiento del niño autista. Martin Egge. Ed. Gredos 2008
3 Jean-Claude Maleval. De la Psicosis Precocísima al Espectro del Autismo.
Historia de una Mutación en la Aprehensión del Síndrome de Kanner.
Freudiana 39, 2004. pp 97-127 J.C. pag 118
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Notas para un ponencia
noche), o del espacio (ausencia-presencia). En los ritmos vigilia-sueño el niño va incorporándose a esa ritmicidad ordenada que el Otro le pide y que en el niño psicótico está tan
ausente (insomnio agitado o silencioso). Y una vez levantada
la defensa autística es también el ritmo en los movimientos
estereotipados una forma de introducir un autotratamiento,
un esbozo de orden simbólico en lo real, para consolarse de
la angustia desbordada o para ensimismarse y así rechazar
los intentos del otro de acceder a la fortaleza autística.
Múltiples cuadros que cursan con demencia se manifiestan
con la defensa autística. De ahí que haya sido necesario diferenciar, en primer lugar, el Retraso Mental del Autismo y
otras psicosis infantiles. Esto no es tan fácil dado que hasta el
50% de los cuadros autistas cursan con deficiencias cognitivas. De todas formas, es claro que la especificidad del cuadro autista habla de una posición subjetiva y una patología
psíquica distintas. Históricamente el pionero en esta tarea
diferenciadora sería Sante de Sanctis que, ya en 1906, aísla
de la idiocia la Demencia Precocísima, para considerarla
locura.
En 1909 Heller describe la demencia infantilis, (demencia de
Heller), que cursa con una progresiva disminución de las
funciones mentales a partir del tercer o cuarto año de vida,
y que hoy, según la CIE-10 se codifica como F84.3 Otro
Trastorno Desintegrativo de la Infancia (otro aparte del Sde
de Rett) dentro de los llamados Trastornos Generalizados
del Desarrollo.
Una vez se alcanza el hito en la Historia de la clínica de la
infancia de distinguir locuras y deficiencias, tocó el turno a
la filiación orgánico-neurológica de ambas. Hoy podemos
decir que tan solo en un 10% de los niños autistas encontramos un proceso médico asociado4 que daría cuenta de los
Trastornos del Espectro Autista (TEA) secundarios (Sde. de
X Frágil, Sde. alcohólico fetal, Esclerosis Tuberosa,
4 Rutter M.Incidence of autism spectrum disorders: changes over time and their meaning.
Acta Paediatr 2005; 94:2-15
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Notas para un ponencia
Infecciones congénitas...). Así pues, el 90% de los niños con
TEA no tienen asociada ninguna condición médica que se
conozca como causa del cuadro, no habría en ellos hallazgos
neurológicos que lo justifiquen, se trata de los Trastornos del
Espectro Autista idiopáticos.
Más allá de la existencia de una «causa orgánica» en una
minoría de los casos, cabe plantearse el motivo por el cual,
la falta de capacidades funcionales lleva al niño a un repliegue autístico similar al que producen deprivaciones sociales,
hospitalismos, trastornos del vínculo, en definitiva, falta de
interlocutor en la relación en los momentos claves del desarrollo en los que sin dicho interlocutor la sociabilidad no
surge.
Después de las descripciones pioneras de la clínica psiquiátrica infantil que, como decíamos, permitieron distinguir
deficiencia de locura, hubo que aislar distintos cuadros dentro de ésta. Nacerá entonces el concepto de Autismo Infantil.
En 1943 Leo Kanner publica el artículo donde diferencia
por primera vez un cuadro que él considera dentro de las
esquizofrenias pero con ausencia de capacidad relacional
desde el inicio de la vida, es decir, no hay un desencadenamiento tras un periodo de establecimiento de vínculos relacionales sino una extrema soledad autística que excluye todo
lo que viene del mundo exterior con un deseo ansioso del
niño de mantener al entorno inmutable, que nada cambie,
quizá porque los cambios hacen presente la imprevisibilidad
del Otro al que se rechaza. Pero Kanner, como digo, considera que en el Autismo Infantil Precoz, a diferencia de los
cuadros desintegrativos o de demencias de instauración precoz, las dificultades que dan lugar a estas manifestaciones
son innatas y que existe una incapacidad del niño para establecer un normal contacto afectivo.
Aunque hasta los años 80 el autismo infantil se incluía dentro de las esquizofrenias infantiles las siguientes razones llevaron a diferenciar el autismo de la esquizofrenia infantil:
- En el primero la falla en la aceptación del Otro es innata y
en la psicosis esquizofrénica habría un periodo que se pro-
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longaría desde la infancia e incluso hasta la adolescencia en
el que el sujeto vivió en relación afectiva con el otro.
- Por otro lado, mientras la esquizofrenia se manifestaría por
brotes entre los cuales el sujeto podría recuperar la relación
con el entorno, el autismo mantiene su funcionamiento alterado mantenido a lo largo de la evolución.
- Por último mientras el delirio del esquizofrénico puede ser
autista, el autista no delira5.
Al hilo de esta separación autismo versus esquizofrenia se
introduce la terminología Trastorno Generalizado del
Desarrollo para el primero, lo que se hace para intentar
apuntar a la cuestión del déficit: déficit en las capacidades
sociales, entendido a la manera de los déficits en otras capacidades (cognitivas, sensoriales...). Equiparándolo así con las
otras discapacidades se empiezan a aplicar en la terapéutica
métodos de aprendizaje o entrenamientos que pretenden
estimular-enseñar al autista habilidades no desarrolladas. De
esta forma la hipótesis de la defensa psíquica queda durante
décadas relegada mientras se busca el déficit particular del
trastorno. Surge en este contexto la explicación del déficit de
Teoría de la Mente6.
Así pues, la fenomenología hizo extraer el trastorno autista
fuera de la categoría de la esquizofrenia infantil (trabajos de
Rutter y Kolvin de la década de los 70), centrándose la descripción del autismo en las alteraciones sociales, de la comunicación y de los intereses del niño más que en el pensamiento y las vivencias, que caerían dentro de las alteraciones
propias de las psicosis (delirios y alucinaciones). Sin embargo encontramos que en los casos de esquizofrenia de inicio
más precoz, en la infancia, el cuadro, fenomenológicamente,
se asemeja más al de autismo, con un inicio insidioso y con
5 M. Egge, El tratamiento del niño autista, Ed Gredos2008, pag.66.
6 Jean-Claude Maleval. De la Psicosis Precocísima al Espectro del Autismo. Historia de
una Mutación en la Aprehensión del Síndrome de Kanner. Freudiana 39, 2004. pp 97127
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hallazgos retrospectivos de alteraciones en el lenguaje, la
comunicación y la sociabilidad en los primeros años de vida
que serían diagnosticables de Trastorno Generalizado del
Desarrollo (TGD). Hasta un tercio de los niños con diagnóstico de Esquizofrenia de inicio en la infancia fueron diagnosticados previamente de TGD en edades tempranas7. La
esquizofrenia de inicio en la infancia, al igual que el autismo,
suele ser de inicio insidioso y con un curso sin episodios y
algunos niños del espectro autista pueden desarrollar manifestaciones delirantes en la adolescencia.
Dado que la psicosis de inicio más precoz plantea un curso
menos episódico y más grave y con fenomenología compartida con el autismo cabría pensar que ambos cuadros comparten factores estructurales.
También en el campo del psicoanálisis lacaniano las evidentes diferencias entre los cuadros prototípicos del autismo y de
la esquizofrenia llevan a autores como Rossine y Robert
Lefort a proponer una cuarta estructura a añadir a las tres
de la clínica estructural: neurosis, psicosis y perversión.
Plantean que a falta de los registros de lo simbólico y lo imaginario, el Otro está anulado y el sujeto se encuentra, por
tanto en un punto cero. Para ellos la diferencia entre psicosis y autismo se basa en el tipo de forclusión. Si en la psicosis el Otro y el objeto están presentes aunque solo en el registro de lo Real, en el autismo no hay ni Otro ni objeto. Para
ellos la evolución esperable en la cura del autista sería, cuando éste entra en el lenguaje, el paso a la psicosis.
Para Manzano y Palacios8 también cabe la posibilidad de
salida del autismo a través de la psicosis simbiótica.
7 Sporn A, Addington AM, Gogtay N, Ordoñez AE, Gornick M, Clasen L et
al. «Pervasive Developmental Disorder and Chilhood-onset schizophrenia:
comorbid disorder or a Phenotypic variant of a very early onset illness?» Biol
Psychiatry 2004; 55: 989-94.
8 Manzano y Palacio-Espasa Estudio sobre la Psicosis infantil Ed. Cientificomédica, 1984.
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La fenomenología nos permite plantear entonces, que en la
psicosis habría fenómenos delirantes mientras que en el
autismo encontramos fenómenos de repetición. En el psicótico, lo imaginario y lo simbólico del lenguaje ya están desarrollados en el momento de su desencadenamiento y por
tanto se podrían utilizar elementos de ambos registros para
el autotratamiento delirante, en el autismo no. Sus manifestaciones pueden encontrarse ya desde el nacimiento o en un
periodo (primera infancia) en el que lo imaginario y lo simbólico todavía no se establecen para el sujeto. Por eso la
autocuración que intenta el autista se apoya en los instrumentos que tiene el niño pequeño para autoconsolarse y
tranquilizarse, «medios arcaicos como el ritmo, la repetición
que evita cada novedad, el balanceo, las ecolalias..., en los
cuales los elementos discretos, por lo tanto simbólicos, se
combinan para construir una alternancia, son la base de la
estructura de los simbólico. Di Ciaccia dice «no se trata de
un mundo regido por el Nombre del Padre sino de un
mundo regido por la estructura elemental de lo simbólico
(...)Esta regulación simbólica mínima se introduce por cierto
manejo que el niño aplica a sus objetos. Concretamente, se
trata de intentos de construcción, hechos por el niño autista,
en los que lo que es del orden significante –lo más y lo
menos, el ir y venir, el abrir y cerrar; resumiendo, un golpeteo en dos tiempos– es aplicado de manera automática al
objeto que le es propio, al objeto que tiene siempre consigo,
o también a cualquier apéndice que es funcionalmente parte
de su cuerpo»9.
Como bien revisa Egge, los primeros postfreudianos que se
ocupan de la infancia tratan de buscar el fundamento del
sujeto, el origen que causaría su desarrollo, pero a partir de
Abraham se pone el acento en la cronología de los estadios
evolutivos y la relación madre-niño. Lacan sin embargo
señala que, a nivel estructural, el niño se encuentra en posición de objeto de la madre y solo después logra pasar de la
posición de objeto a la de sujeto. Así pues la posición inicial
de todo ser humano, ser objeto del Otro, se vuelve el emble-
9 citado por M Egge, ibid. pag.. 80.
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Notas para un ponencia
ma de la estructura psicótica. A nivel simbólico, el psicótico
no está separado del Otro. «Por lo tanto para todos, inicialmente no hay sujeto, para que lo haya es necesario pasar por
el Edipo (...). Si en la neurosis algo en la actuación de este
proceso anduvo un poco torcido, y por ese motivo produjo
síntomas (...) en la psicosis no hubo inscripción en el
Edipo».10
En la primera enseñanza de Lacan, la de los Seminarios I y
II, se elabora teóricamente la distinción entre el otro, que el
niño descubre como un igual en el estadio del Espejo y el
Otro de la palabra, red simbólica que reconoce al sujeto distinguiéndole. En esta época de su enseñanza establece «la
preponderancia de lo simbólico sobre lo imaginario a través
del Otro de la palabra, el Otro que reconociéndonos nos
hace acceder a lo que Lacan llama la dialéctica de la intersubjetividad».11
Las psicosis infantiles se caracterizan por una gran desconfianza hacia el mundo exterior. En el autismo infantil precoz
esto puede ya observarse desde los primeros meses de vida y
empujar al niño a crearse un mundo «sin recurrir a nadie
más que a él mismo». M. Egge sostiene que en esto se muestra que también en el autismo encontramos la «insondable
decisión del ser» (J. Lacan, Discurso sobre la Causalidad Psíquica,
en los Escritos), si normalmente los niños confían en el Otro, en las
psicosis esto no sucede.12
Jean Claude Maleval publica en 1998 Del autismo de Kanner al
síndrome de Asperger, en donde trata de extraer la especificidad
del autismo concretándolo en:
1. La carencia de S1, carencia de la identificación primordial al principio de una perturbación persistente de la enunciación.
10 M. Egge ibid. pag.. 81.
11 M. Egge, ibid. pag.. 97.
12 M. Egge ibid. pag. 116.
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2. Una defensa original, que toma apoyo sobre un objeto y
permite localizar el goce en un borde protector. El objeto
puede tomar diversas formas (máquina de apretar de
Grandin, compañeros imaginarios, animales...) pero todos
funcionan en su dimensión del «doble».
Esto coincide con las hipótesis de los Lefort, pero el mismo
Maleval señala dónde discrepa con ellos13 y es en la naturaleza de la defensa autística: cuestiona que el hecho de que
Marie Francois (niña autista de 30 meses) en la primera
sesión quiera pegar a Rossine Lefort fuese, como ella interpretó, manifestación de la relación destructiva ante el Otro
que estaría en la base de la estructura del autismo («o ella
destruye el mundo o el mundo la destruye a ella»). Y plantea
que la transferencia es posible en el sujeto autista, por lo que
su ausencia no es una característica de su estructura. Esto se
pone de manifiesto en los casos. «Donna Williams está en
tratamiento con una psiquiatra, busca complacerla, funciona para ella como un espejo...»; Un adolescente con diagnóstico de Asperger de mi consulta pregunta en todas las
sesiones qué opino sobre lo que sucede, cómo debe hacer
con determinados obstáculos con las chicas, qué pueden
haber pensado ellas de tal o cual actitud suya...
De esta forma Maleval llega a la conclusión de que «el doble
del autista le permite a veces construir un otro de suplencia
por mediación del cual llega a una compensación difícil de
la carencia de identificación primordial y de las perturbaciones de la enunciación. Y añade que el autista es un sujeto
para quien la alienación estructuradora del ser en el lenguaje constituye la mayor dificultad, pero que dispone de capacidades para remediarlo al tomar apoyo en un doble del que
sabe a veces extraer múltiples recursos».
En relación a la cuestión del diagnóstico diferencial que hoy
me convoca, Maleval distingue al autismo de la psicosis pre-
13J.C. Maleval. De la Psicosis precocísima al espectro del autismo, Freudiana 39, 2004,
pp. 97-127.
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Notas para un ponencia
cocísima o de «la más grave» de las psicosis para decir que
es una forma original... (de psicosis) asociada siempre a dificultades cognitivas y a dificultades en la expresión de los
afectos de la cual todavía queda precisar su especificidad y el
tratamiento más adecuado. Y propone incluir las formas
extremas y discretas del trastorno (Asperger, alto funcionamiento...).
En cuanto al tratamiento y a partir de lo planteado, Egge
dice14: «Si en un psicoanálisis los principales actores convocados por el sujeto a su pequeño teatro personal son la
madre y el padre ¿cómo hacer con alguien que no quiere
saber nada del Otro? ¿cómo transformar el método psicoanalítico para adaptarlo a las exigencias del niño psicótico?(...)
Se trata de construir artificialmente algunos puntos de referencia que, colocándose como tercero, puedan abolir la dualidad persecutoria, demostrando que nadie puede hacer lo
que quiere con los niños puesto que cada uno debe obedecer la ley de un» tercero». (...) Así se puede constituir para el
niño un Otro regulado en quien él pueda encontrar su lugar.
(...) Sólo si encuentra una tranquilidad en el Otro, el niño, en
vez de defenderse contra un mundo peligroso, puede empezar a constituirse un universo a su alcance que le permita
insertarse en el lazo social».
»Las preguntas del analista son más bien solicitudes para
garantizarle al psicótico el lugar del que sabe. El analista
pregunta, no sabe, no es persecutorio, y el sujeto le explica el
funcionamiento de su mundo, y de ese modo añade una
pieza al mosaico de su construcción. El analista no está en
lugar de sujeto supuesto saber, sino de testigo, de secretario del
alienado (Lacan, Seminario III). Con el Lacan de la enseñanza ulterior el analista toma un papel más activo, en el sentido que da al sujeto una posibilidad de puja de su palabra,
ofrece instrumentos de construcción, a través de las preguntas y propuestas que tiene en cuenta, de todos modos, que el
saber está siempre de parte del sujeto. Ésa es su finalidad,
como dice Miller, crear sujeto».
14 M. Egge ibid. Pág 119.
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Diagnóstico diferencial del autismo y psicosis infantiles.
Notas para un ponencia
Las dos hipótesis de Lacan respecto al autista son:
1. El niño autista también está en el lenguaje, a pesar de que
a menudo no hable.
2. El lenguaje del niño autista es algo cerrado, no hay
demanda al Otro, hay confusión entre sujeto y el Otro, no
hay discurso.
La condición del Sujeto S (neurosis o psicosis) depende de lo
que se desarrolla en el Otro A. Lo que se desarrolla es articulado como un discurso»15. El sujeto nace en el campo del
Otro, con el que mantiene una relación diferente según la
propia estructura: neurosis o psicosis.
En la neurosis, el sujeto se constituye a partir de las dos operaciones de alienación en el Otro y separación del Otro. En
esta segunda operación se produce un vaciamiento de goce
que se condensa en el objeto a. Las psicosis infantiles, en cambio, carecen de esas operaciones y el campo del Otro coincide absolutamente con el goce, con la pulsión de muerte.
¿Cómo constituir para estos niños un Otro regulado que le
permita acceder a producirse como sujeto? Hemos de hacer
una oferta que tenga efecto de pacificación y comprobar que los
muros alzados por el autista contra la intrusión del mundo externo se
hacen más permeables. Por ejemplo cuando en la entrevista con
un niño, usando la melodía que él insistentemente canta para
eludir mis preguntas constato que por fin me mira y sonríe.
Esto indica que en el autismo el Otro no está forcluído como
tal, pero está negado, excluído.
La causalidad del autismo está relacionada con la falta de
agarre simbólico del niño a su Otro, ya sea porque el niño
está tomado como objeto del Otro –como se ve en el caso del
niño de una madre psicótica– o porque el niño no logra, a
pesar del ofrecimiento de los padres, que para él es difícil de
interpretar o incluso falto de sentido, salir de su estado de
objeto.
15 J. Lacan. De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos
2. Ed. Siglo XXI.
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Diagnóstico diferencial del autismo y psicosis infantiles.
Notas para un ponencia
El acto de reconocimiento de un sujeto pasa a través de la
palabra: «tú eres mi hijo», acto simbólico por excelencia. El
sujeto desea ser reconocido por el Otro, que le da su sitio. En
cambio no sucede así con el psicótico en general y, de manera más evidente, con el autista. Esto no quiere decir que el
Otro esté excluído estructuralmente, pero lo está funcionalmente.
En la posición autista no hay ningún tipo de alienación en el
Otro. De hecho el autista trata de hacer todo solo y de no
recurrir nunca al Otro. Pero que este Otro exista está comprobado por el hecho de que en cuanto el niño encuentra un
otro «regulado» su rechazo se hace cada vez menor.
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Niños múticos en análisis.
Mutismo, psicosis infantil, autismo
Fernando Martín Aduriz
El Otro niño al que nos dirigimos, a quienes queremos tener
como interlocutor, es un niño sujeto, nunca un objeto de
entrenamiento. Tiene algo que decir, aunque no hable. El
nacimiento de El Otro niño que tiene lugar en la ciudad de
Vigo, este 3 de octubre, es una apuesta por comunicar con
nuestros colegas, con los padres, con los actores educativos,
y aceptar que hay otra posible manera de trato con un niño.
El Otro niño al que nos dirigimos nos escucha, porque ha
visto nuestra especial posición de escucha. Aún cuando no se
dirige a nosotros, nuestro campo de acción en el campo de
las psicosis infantiles y el autismo es posible porque aprendimos de Lacan que «finalmente tenemos algo que decirles»1.
El silencio como hábitat natural
Un caso especial son los niños que no hablan, los niños múticos, los niños que han hecho del silencio2 su hábitat natural.
Pero toca demostrar que si somos capaces de crear la atmósfera adecuada en nuestras instituciones y en nuestra práctica clínica, ese silencio puede ser quebrado. La fragilidad de
1 LACAN, J., «Conferencia de Ginebra sobre el síntoma», Intervenciones y
textos, Manantial, Buenos Aires.
2 Hay, como se sabe varios tipos de silencio, que como en la escritura musical
gozan de diferente calificación. El silencio de los niños múticos no le
entendemos de la especie ‘taceo’ o silencio elocuente, y no de la clase ‘sileo’,
que es el silencio que no dice, el silencio mortal.
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Niños múticos en análisis. Mutismo, psicosis infantil, autismo
estos niños para quienes la palabra duele exige nuestra prudencia, nuestra ausencia de formas imperativas, de pedidos,
a la vez que de una firme orientación de nunca abandonarles, nunca tirar la toalla.
Como partenaires del sujeto autista, la dimensión de nuevos
socios, nos obliga no sólo a salirnos de toda reciprocidad
imaginaria, sino a saber permanecer fuera de la función de
la interlocución.3
Pondré un primer ejemplo, ya paradigmático para mis amigos y colegas más cercanos. Se trata de un suceso que me
aconteció cuando empezaba a trabajar, y era un joven maestro de la escuela pública, un profesor de EGB se decía entonces, recién aprobadas las oposiciones y en un destino provisional. Allí entablé amistad con una profesora de Educación
Especial que se prestó a que un psicoanalista amigo enviara
a un autista mútico, en tratamiento, un niño con muchas
estereotipias, dancing, y rituales clásicos. La integración se
realizó no sin vicisitudes, pues nada más llegar al patio del
colegio cada mañana, Ismael, de 9 años, había de recorrer la
cancha de baloncesto pisando su línea pintada en el asfalto
del patio, y rasgar un par de folios en mi clase de 5º de EGB
donde era un actor muy aplaudido4 – hoy retroactivamente
sé que sus esterotípias eran su intento de vaciamiento de
goce de un cuerpo invadido por ese goce. Nunca me hablaba, aunque yo sabía que me apreciaba, pues cada mañana
su madre o su hermano mayor le llevaban hasta mi coche y
los dos solos, juntos, hacíamos el recorrido hacia el cole. Una
mañana me detengo ante un semáforo en rojo, Ismael va en
el asiento de atrás, como alguien importante, y yo soy su chófer. Doy un cabezazo, me quedo adormilado. De pronto,
3 Ver LAURENT, É, «Reflexiones sobre el autismo», en Hay un final de
análisis para los niños, DIVA, Buenos Aires, 1999, p. 163.
4 Es decir, la voluntad firme de que nada se mueva, de que ‘el mundo esté
exactamente en su lugar, que no haya el menor deslizamiento metonímico, del
que se ve el precio cuando se instaura. La voluntad de que nada se mueva
produce la crisis cuando algo del mundo no está más en su lugar, el orden del
mundo es afectado’. Ver LAURENT, É, «Reflexiones sobre el autismo», en
Hay un final de análisis para los niños, DIVA, Buenos Aires, 1999, p. 159.
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Ismael, en la única ocasión en que le escuché una palabra
me gritó: ¡¡Verde!! Ismael, pudo hablar, porque yo me había
dormido. Retroactivamente, ese episodio he podido retraducirle: solamente cuando el Otro funciona como no perseguidor, cuando el Otro no impone nada, cuando el Otro sabe
hacerse el muerto, cadaverizar su posición en frase de
Lacan, sólo cuando el niño psicótico, mútico se encuentra
rodeado de gentes que no piden nada, él, que no hace
demandas, entonces es cuando puede tomar la palabra.
De igual modo, Virginia, una niña autista a quien atendí en
mi consulta5, en otra ocasión en que su rutina me aburría, y
vio que me medio dormía, me espetó un clarísimo
¡Fenando!, que pese a mis ruegos jamás me repitió en años.
Esta misma niña, Virginia levanta la mano en una asamblea
de la institución, un centro de tiempo libre que dirigimos en
los años ochenta. Es mútica, y cuando habla, su jerga es
ininiteligble. Pero ese día ha pedido hablar. Todo el mundo
la escucha con atención. Dice algo, y al final recibe aplausos.
Sonríe. Sin embargo quienes la conocemos, sabemos que no
ha dicho nada. Que ha hablado porque ha visto hablar. Con
tacto, esa noche antes de dormir, la hacemos ver nuestra desilusión con una frase no directa dirigida a ella: «algunos
hablan por hablar». ¡Hablar por hablar! ¡Cuando nos referimos a una niña mútica!
Lenguaje y discurso
Con ese ejemplo, podemos ver la diferencia para no confundir –como hacen un buen numero de psicólogos y logopedas
orientados por el conductismo– lenguaje y discurso. Por
supuesto que están en el lenguaje pero no en el discurso.
Incluso pueden ser niños muy verbosos. Hablan pero no
dicen. Al día siguiente, emocionada, sale de nuevo a la asamblea: y su jerga sigue inteligible, pero esta vez transmite, ¡produciendo lágrimas en algunos niños!
5 Aquí la producción de un sujeto de palabra y que abandonara su terror a las
puertas abiertas, o cerradas, pudo hacerse mediante la introducción de un
tercero con los títeres en los primeros meses de su análisis a los 5 años.
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¡Paró Zubizarreta!, era una de las frases huecas de José Luis,
un niño autista, de 10 años. Pero ese lenguaje no decía nada.
Simplemente repetía una expresión.
Interpretación en sesión
Pero si hay un caso paradigmático de trabajo analítico para
romper el mutismo en un niño, el ejemplo nos lo proporcionó un episodio con Jesús, un niño mútico selectivo de 6 años,
con largos silencios que en el colegio son tratados con logopedia y que los psicólogos escolares entienden que le falta el
lenguaje pragmático. Pero el relato que hice de su infancia
en una supervisión abrió una luz: al parecer en su primer
año de vida vivía en otra ciudad, y el padre había narrado
que cuando llegaba de trabajar a casa, los vecinos lo sabían
porque Jesús dejaba de llorar. Este detalle me había pasado
desapercibido, pero mi supervisor se lanzó como un águila al
escucharle, y con rotundidad me dijo, «dígale en una sesión,
no hablas porque cuando aún no habías cumplido un año tu
madre no te hablaba, y te dedicabas a llorar». No esperé
mucho, y en la primera sesión, –como suele suceder cuando
un control nos saca de la ceguera a que nos conduce nuestro
propio fantasma con algún paciente, que no podemos esperar más–, le dije a Jesús: «No hablas nada porque te tiraste
llorando un año, ya que tu madre no te hablaba mucho,
hasta que llegaba tu padre y empezaba la conversación». El
efecto fue inmediato. A las dos semanas en el colegio avisaron al padre de que Jesús había dado un gran giro –que atribuían a los programas logopédicos– y el padre lo comprobaba también en el parque y en casa. Esa interpretación
tuvo efectos instantáneos, pero no todas lo obtienen tan rápido. Creo que se produjo en un momento transferencial
donde había «dispersión transferencial», dos significantes
que mi supervisor me había insistido, para paliar los efectos
negativos de una clínica donde el analista único puede convertirse en objeto perseguidor, de lo que se desprende del
acierto de la práctica-entre-varios.
Mutismo y adopción
Hablaré ahora de un tipo de mutismo hallado en algunos
niños adoptados. Cuando la estructura es de psicosis, a la
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adopción y sus problemas de adaptación en los niños neuróticos habituales se le suma la dificultad de la fragilidad de
una estructura en la que como sabemos hay notables fallas
que se han ido compensando con suplencias varias. En general podemos decir que en un niño adoptado siempre aparece la clínica del «¿pueden perderme?», es decir la pregunta
por el auténtico deseo del Otro. ¿Por qué me han adoptado?,
y por qué mis padres biológicos me dejaron caer, fui objeto
de desecho para ellos. Es el caso de Iván, un niño ruso de 10
años. El mutismo de Iván es un mutismo selectivo y temporal. Fue adoptado a los 5 años, y tres años más tarde diagnosticado de hiperactivo, y en tratamiento con metilfedinato, pone su fragilidad de manifiesto con dos fugas al comienzo de su tratamiento psicoanalítico, precisamente recomendado por los psicólogos cognitivo conductuales que no pueden penetrar en su muro de silencio. Una breve indicación
del motivo de sus fugas le empieza a dar el permiso para
hablar en las sesiones. Iván se fuga para reencontrarse con el
niño solitario, bebé solitario que fue. Por eso se suelta de la
mano de su abuelo o de su madre, y vagabundea por la ciudad, acude a los alrededores de un cementerio, busca gatos,
todo ello indicios del orfanato donde vivió los primeros cinco
años de su vida. Iván podía estar sesiones enteras en silencio
si no fuera porque encontré la fórmula para hacerle reír y es
actuar en espejo con él, momento a partir del cual me propone juegos y me habla de sueños o de actividades hechas,
un mínimo para funcionar. Es decir se trata de introducir un
tercero entre el sujeto y su Otro, y viene a sesión mediante la
imitación que hago de él, en una acción de ventrílocuo que
le hace ver que hay una diferencia entre el Iván que los
demás nos imaginamos que es y él mismo, o si se quiere la
misma función que ejecutamos cuando le pregunto algo vía
su madre, tipo «¿hoy viene Iván como una moto? y es él
quien contesta rápido»-. Es entonces cuando ponemos el
cuerpo, esto es, cuando nos prestamos a las bromas, a las
tomaduras de pelo. Al ser una adopción monoparental, su
silencio es roto cuando imagina el nombre de mi novia, que
calcula es el mismo que el de su madre adoptiva. Este intento de triangulación, de edipización, es débil y choca con la
imposibilidad real, con el tiempo de prescripción y su deci-
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sión insoldable de permanecer en los márgenes, y de apoyarse en las figuras de la potencia –especialmente
Spiderman– y del ejemplo y la muerte –especialmente
Jesucristo–.
Mutismo y Asperger
Arturo es un joven de 17 años diagnosticado de síndrome de
Asperger. Su habla, escasa, busca un acuerdo rápido, y una
evitación permanente del conflicto. Funciona por intereses
cambiantes pero que agota, llegando a ser un especialista
auténtico en las materias en las que profundiza. Dinosaurios,
series de televisión y la Semana Santa han sido algunos de
sus patológicos estudios concienzudos. Ese mutismo selectivo tiene que ver con esos intereses que dominan su jornada.
Pondré un ejemplo. Me le encontré una noche viendo fuegos artificiales en la calle, y tras dudar, –sorprendido de que
los psicoanalistas salieran a la calle y no formaran parte de
la decoración de la consulta–, se acercó para darme un abrazo. Me extrañó que no mencionara el tema actual de interés,
escogido por razones transferenciales, como mis colegas
reconocerán enseguida. Como permanecí cerca, a los diez
minutos de nuevo se acercó y despreciando a las otras personas con las que yo estaba, comenzó una conversación llena
de tópicos. Me extrañó que no mencionara el asunto estrella
de esta temporada. De modo que se sentó en el suelo a mi
lado, y lo soltó: «¿Sabes algo de Ribery»? Efectivamente, el
Real Madrid, los fichajes y la nueva liga centran su atención
exclusiva, vive para ello las 24 horas, conoce las páginas web
especializadas, y me trae el Marca, como la nueva Biblia de
cada día. Su mutismo no es tal si no se corre el peligro ante
él de cambiar de tema, pues ya se habrá descubierto que el
tema elegido en cada temporada es la coartada perfecta para
que Arturo no se lance por sendas desconocidas, que hay
que introducir en su conexión al tema central. Por ello, las
chicas han podido pasar a formar parte de nuestras conversaciones como efecto colateral de hablar de la belleza o no
de las novias de los jugadores del Real Madrid.
Psicosis infantil no tratada
Era tan evidente que en la primera entrevista con un chico
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de 13 años, acudí enrabietado a la sala de espera y les espeté a los padres: «¿Por qué no me le han traído antes?» Fue
un arranque de narcisismo que no me he permitido nunca,
un hápax como dicen los lógicos, pero un torrente de verdad. Un año de terapia sin hablar al psicólogo fue suficiente
para Alberto y sus padres. El psicólogo dimite, pero ese
mutismo de Alberto a los 13 años no era cerrazón ni coraza,
sino la mejor prueba de su agitación interior y de sus miedos
a no ser escuchado o las burlas de sus expresiones e ideas,
que desaparecen por completo como temores infundados en
una acción conjunta con los padres, pacto que realizamos
con una cláusula muy especial: escuchar sin manipular, sin
engaños, sin objetivos escondidos. Su psicosis infantil no
había sido tratada con la excusa de que era un problema de
déficit de atención. No importan los estudios, ni importa el
tiempo cronológico. Hoy, siete años más tarde, Alberto trabaja, conduce, sale con amigos, y no para de ocupar sus
sesiones en sus relatos acerca de sus ocupaciones. El mutismo y los tics, desaparecieron con una receta muy singular, en
este caso. Hablamos al principio por gestos, por muecas,
apenas una palabra. Así durante dos años. Hasta un
momento clave. Denuncian los padres un maltrato escolar,
una agresión y malos tratos psicológicos, y decido testificar
en un juicio. En la espera, durante cuatro horas de reloj, en
un juzgado de menores, Alberto me habla como quien lleva
años de retraso. Ese día marcó un antes y un después, lo que
demuestra que el psicoanalista de nuestro tiempo o inventa
o será un fósil, un amable recuerdo de tiempos pasados. El
invento de la práctica-entre-varios y de las instituciones que
se están creando para dar la palabra a los niños psicóticos y
autistas es el ejemplo princeps de nuestra inventiva.
¿Qué es hablar?
Entonces con este paseo por las viñetas clínicas de niños
autistas, psicóticos y Asperger hemos podido comprobar
cómo hablar con un niño mútico que a su vez es frágil, es
psicótico o autista, requiere de encontrar la puerta de entrada, requiere de no situarse como objeto perseguidor que
busca gozar de algo de él, requiere de la pantomima o del
propio mutismo si fuera necesario, incluso de hacerse el
muerto o el dormido, o el desinteresado, requiere de no senPrimer Encuentro: «El Otro niño». Siso nº 48-49. Invierno 2009
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tirse el único para establecer transferencia, dispersar la
transferencia, usar de la transferencia para dispersarla en
otros actores intervinientes. Y esta función la podemos hacer
en una institución en la que trabajamos varios y sumamos
nuestras prácticas haciéndonos responsables cada uno de los
efectos que provocamos en el niño, o inventamos fórmulas
de entrada de otros, apoyo en terapeutas colaboradores auxiliares,
acompañantes terapéuticos, cuando únicamente tenemos nuestra
consulta y nuestra hora de terapia.
Hablar no es entonces forzar un aprendizaje mediante la
logopedia. Heidegger en De camino al habla dice algo muy
enigmático, –tanto como el silencio elocuente de los niños
múticos psicóticos–. Dice que «En su esencia el habla no es
ni expresión ni actividad del hombre. El habla habla»6. Y
también que «el habla habla en tanto que son del silencio».7
El habla que nos importa es el habla plena, el habla que sirve
para decir, aún cuando no se utilicen palabras. Es por eso
que la frase de Lacan, «¿cuándo se verá que lo que prefiero
es un discurso sin palabras?»8 toma todo su valor y nuevamente, como tantas veces nos muestra en su enseñanza, un
chispazo así nos saca del atolladero.
6 Ver HEIDEGGER, M, De camino al habla, p. 17, Del serbal, Barcelona,
1987, p. 17.
7 Id. P.,
8 LACAN, «Discurso de clausura de las Jornadas sobre las psicosis en el
niño», El Analiticón, núm.3, Fundación Campo Freudiano, Barcelona, 1987, p.
15.
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José Manuel de Manuel
Después de llevar trabajando más de nueve años con presos
de macro cárceles de Castilla y León, pero principalmente
de la situada en Palencia creo que me hubiese sido más fácil
hablar del mundo de la cárcel en general o bien de algunas
de las particularidades que como institución peculiar y singular allí acontecen; o bien de los síntomas que produce en
los sujetos, o de la soledad, o del miedo, o de la agresividad
que se produce dentro de los módulos. Sin embargo con frecuencia suele ocurrir, cuando uno tiene la suerte de ser invitado a un evento así, que el título te le den, o te circunscriban el tema del que hablar, como ha sido mi caso y es aquí
donde empiezan los problemas para el que en estos momentos habla, puesto que infancia, psicosis y presos adultos son
tres significantes que si bien a priori se presume fácil para
conectarlos,( por los menos de forma intuitiva) la realidad
para mí es muy diferente por diversos motivos, pero principalmente la dificultad estribaría a la hora de establecer un
diagnóstico y mucho más cuando este es el de una psicosis de
las denominadas ordinarias, circunstancia que es más que
extraordinaria para mis conocimientos. El otro hándicap
con el que me encuentro a menudo, es la dificultad de conocer datos de la infancia, juventud… de los sujetos con los que
trabajo (presos todos ellos) puesto que cuando entran en
contacto conmigo, (o con la institución para la que yo trabajo) es bajo el significante « reinserción «o para ser más exactos, «adecuación a la vida en libertad» (desde luego evitaré
hacer bromas sobre cómo entender la vida en libertad, pero
la expresión da mucho…).
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Para la mayoría de ellos su historia comienza y finaliza en el
delito que les llevó a la privación de libertad. No sé si rehúyen o no de su pasado, pero sin son recelosos a la hora de
hablar de su vida, de su pasado. Basta con pagar el precio y
que dar en «paz». Me dicen muchos con los que he entrado
en contacto, estableciendo unos barrotes más en su vida y no
dejando ver nada de ellos. Es tanta la transformación que
sufren, el estres al que se ven sometidos, la tensión que día a
día soportan para sobrevivir, que no saben y no quieren
hablar de otra cosa que del mundo carcelario. A veces pienso que se les ha borrado la «otra vida», esa que uno intuye
que debió ser mejor a tenor de lo que cuentan de su paso por
el centro penitenciario y que sin embargo esta «chapada» a
cal y canto, por utilizar una expresión taleguera propio de
estos sujetos.
A modo de adelanto, y para ir centrando el tema, pienso que
el hecho de no haber tratado la psicosis en edades tempranas, ha tenido como resultado, el hecho de estar encarcelados, hecho este, que a veces ha constituido un mal menor, si
tenemos en cuenta las consecuencias que podía haber tenido tanto para él, como para los que le rodean, la cuestión de
una ausencia de tratamiento.
Sólo los datos oficiales, desvelan que el 8% de la población
reclusa tiene una enfermedad mental grave y el 40% tiene
trastornos mentales y de personalidad. A estos datos demoledores ya de por sí, habría que añadir aquellos sujetos que
no han desencadenado una psicosis, pero que poseen una
estructura psicótica, es decir aquellos sujetos que los efectos
de la forclusión, delirios y alucinaciones, se traducen por signos más discretos, fenómenos elementales a veces ínfimos,
desconexiones sucesivas con la familia y el entorno, con las
relaciones sociales, con el mundo, sujetos relacionados con
un cuerpo que no está armado por un síntoma.
Muchos de los presos con los que trabajo, no han sido tratados nunca pese a presentar serios síntomas de conducta o
consumir drogas o bebidas alcohólicas desde edades muy
tempranas, (en más de una ocasión antes de los 7 años ya
fumaban y bebían). Nunca visitaron un psicoanalista, o un
psiquiatra o alguien que pusiera fin a su sufrimiento. Sin
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embargo desde muy pequeños estuvieron en manos de distintos profesionales que se pasaban el problema como si de
una pelota de tenis se tratara, y así pasaron por asistentes
sociales, profesores, directores de centros escolares, jefes de
estudio… por no mencionar a jueces y abogados de oficio.
Ya mostraban conductas disruptivas desde las primeras etapas escolares y sobre todo una especial dificultad a la hora
de relacionarse. El único método educativo que se les aplicó
a la mayoría, con los que yo he podido hablar de una forma
más cercana, no fue otro que el método conductual, o dicho
de una manera mucho más vulgar pero no por ello menos
real: paliza tras paliza, castigo tras castigo. Era la forma que
sus progenitores y educadores encontraron para conseguir
cortar de raíz la conducta indeseable. Sujetos en los que los
sentimientos de identidad y existencia han sido desmantelados o no construidos. Sus vínculos varían entre la acuciante
necesidad del otro y el desprecio, la vergüenza, la ira o el alejamiento. La capacidad para reflexionar está perturbada; lo
impensable salta al acting o a las expresiones del cuerpo.
Quiero presentar el caso de dos personas con las que ha trabajado muy cerca en estos últimos meses. El primero es un
hombre de unos 50 años, melillense de nacimiento. Nunca le
gustó la escuela. No le gustaba estar con otros niños. A los
cinco años ya hacía novillos, pues no podía soportar estar
encerrado en una clase. Le pregunté si nadie le echaba en
falta. Me respondió que nadie le reclamo. Mi madre creo
que no decía nada para protegerme, pues así evitaba que mi
padre me pegara. A penas aprendía nada porque le costaba
mucho. Todo lo justifica por el hecho de ser una persona
nerviosa, no podía estar quieto (en este punto tengo que
decir que son muchos los que me han dicho lo mismo, que
la ansiedad, los nervios). Cree que tenía algo en la cabeza
que no le dejaba pensar, por eso era mejor estar de un lado
para otro, hecho este que le ha llevado a ser una persona
errante 30 años. Nunca aguantó más de tres meses un trabajo. A los 8 años su padre lo colgó del techo por los pies y
le tuvo así todo un día, porque le había pillado ebrio. «No sé
porque bebía, creo que era un juego de niños». A los diez
años entre de pinche en un restaurante para lavar platos.
Todo mi afán era probar que bebían los adultos, con lo que
yo me bebía los sobrantes de los vasos que llegaban a la pila.
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Estuve ebrio 20 años seguidos». «Nunca pude hablar con mi
padre, aunque creo que a su manera el me quería». «Me
arrepiento del daño que les he hecho, pero muchas veces no
sabía ni por qué hacía las cosas», como cuando «me encabezoné en conducir el coche de mi hermano con 16 años.
Estaba ebrio, le quité las llaves cuando todos dormían y me
fui a probarlo por la ciudad. Lo estrellé al poco tiempo, no
me maté de milagro». Mi madre en aquella me tapó, porque
sino mi padre me hubiera matado». Al final me marché de
casa, pues les hacía sufrir demasiado.
Ha salido de permiso penitenciario con nosotros ya en 6
ocasiones. Desde el primer día, mi trato con él fue muy cercano, como si se tratase de la familia. Siempre alegre, me
permití el lujo de intimar con él, de ofrecerme, e incluso le
hice partícipe de alguna decisión que debía tomar entorno a
la organización de la casa donde salía de permiso, pidiéndole su opinión. Hice esto, porque desde el primer día me pareció una persona melancólica (no en el término psicoanalítico, aunque bien podía serlo), triste, apartada y sentí la necesidad de compensar. El empezó a «despertar» a valorar el
acercamiento, las bromas, el humor e incluso la confianza
con la que le tratábamos. Pero fue a raíz de un equívoco
cuando su actitud y su forma de enfrentarse a la vida han
cambiado. Estando de permiso la policía le detuvo por error
dejándole en los calabozos de comisaría. Por azar me enteré
de lo ocurrido y fui a comisaria. A los policías que estaban
en ese momento de servicio, sólo les faltó reírse de mí por
defender a un delincuente. Yo me indigné muchísimo,
haciendo llamar a una persona muy importante de la comisaría. Mimun interpretó que yo fui ex proceso a salvarle, a
defenderle puesto que él era lo suficientemente importante
para montar toda esa trifulca. Dos días después de este
hecho me dijo que la vida se le había hecho muy larga hasta
ahora, pues había sufrido mucho por su inconsciencia y su
irracionalidad. «No sé por qué razón siento que ahora me
ha entrado la razón». «Creo que nunca he sido consciente
de la realidad, que nunca me lo había pasado bien, me he
hecho mayor a tiempo: al fin y al cabo me ha ocurrido en la
mitad de mi vida. Me sorprendió ya que en la actualidad
tiene 56 años. Así que pensé ¡eso si es esperanza de vida!)
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Ha salido varias veces más después de este suceso.
Verdaderamente existe un cambio impresionante. Está ilusionado en buscar un trabajo e incluso le gustaría ser padre
(aunque realmente ya lo es aunque no haya ejercido nunca
de ello, dato que obvia cada vez que se refiere a este hecho).
Para finalizar este caso, decir que como a Mimun a muchos
niños nadie les ofrece garantías de supervivencia, ni expectativas de futuro. Apenas pueden esperar nada de los otros;
por eso no confían en nadie y toda su vida se torna fragilidad, puro interrogante y todo se les convierte en lucha cotidiana para sobrevivir. Su experiencia y memoria están teñidas por ese esfuerzo».
Algunos de estos sujetos, como el caso expuesto fueron abandonados ya de niños al azar, sin protección alguna, sin que
nadie les hiciera caso, educados con desidia, con violencia,
sin preocuparse de sus necesidades. No pocas de estas familias convivieron con la creencia de que los hijos se crían solos
y son ellos los que tienen que ser fuertes; que no hace falta
nada. Son los hijos de la calle, aunque no sólo es exclusivo
de estos. Necesitan ser algo, hacerse oír, que alguien le invista con signos narcisistas, pues en cualquier caso es mejor ser
un delincuente, que no ser. Identificarse a alguien para el
otro llevarán a tener que realizar permanentes hazañas que
demuestren lo opuesto: una autovaloración que resulta siempre imposible. La hiperactividad ansiosa muestra el temor
por la pasividad vivida como muerte».
Si consideramos la psicosis como una defensa que el sujeto
hace efectiva, también implica atribuirle una participación a
la hora de buscar el remedio. Algunas de estas soluciones
según he tomado del profesor José María Álvarez (presente
entre nosotros) son la identificación y la suplencia. Muchos
de los sujetos con los que trabajo buscan una identificación
como recurso para frenar el desencadenamiento y esta es a
través del delito. El segundo sujeto que he escogido para
estas jornadas tiene que ver precisamente con este mecanismo, según mi punto de vista. Identificándose al delincuente
o al presidiario. Posiblemente también haya muchos donde
la suplencia sea la forma que han encontrado para no desencadenar, pero resulta más difícil a la hora de diagnosticarlo y más para un neófito como yo.
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Se trata de un italiano, de 40 años de edad aproximadamente. Ha salido con nosotros con permisos extra carcelarios más de 2 años. Su historia, también es una historia de
soledades, a diferencia del anterior caso, el nunca sintió nerviosismo, ni tuvo nunca un ataque de ansiedad, sin embargo
ya desde pequeño le gustaba andar solo. Nunca tuvo amigos.
De su familia se poco, excepto que sus padres se separaron
pronto y tanto él como su hermana vagaron de casa en casa,
pero siempre en la más estricta soledad, ya que no sé por qué
razón los padres nunca estaban. (Supongo razones de trabajo). «Siempre he desconfiado de todo el mundo». «Cuando
menos te los esperas hay alguien que te quiere joder». Desde
bien joven se dedicó a ir al gimnasio y hacer pesas. Su corpulencia verdaderamente impone. Esto solo es la fachada
me dice, para evitar todo el día estar en peleas, pero no vale
de nada si luego te acobardas. «Yo siempre he pegado el primero». Es una persona en este sentido con poco control. En
prisión no ha dudado en pegar y golpear a todo el que se le
ha puesto en el camino intentándolo perjudicar. Además
contó con el beneplácito de funcionarios que le protegían a
cambio de favores (porque no callas a ese u aquel). No hablaba con nadie en la cárcel, excepto con algún funcionario.
Para él los presos son lo peor. Se «tiró» todo año sin hablar
a nadie ni una sola palabra En una ocasión pensó que
alguien se había «chivado» y estuvo realmente mal. En la
calle montó una banda que atracaban pero era una banda
poco al uso, pues apenas se relacionaban, hablaban o se gastaban el dinero juntos. Hasta en esto era raro y poco sociable. Sólo se juntaban para atracar y ya. Uno de la banda se
la «jugó» y le quiso poner una bomba en el coche. Lo cierto
es que cuando yo hablé la primera vez con él, yo no sabía
todo esto, puesto que creo que me hubiera pedido una baja
laboral por estrés de esas que se llevan tanto ahora. La verdad es que nadie quería estar con él, puesto que imponía
bastante. Yo por miedo y por ignorancia (todo sea dicho de
paso) actué negando la mayor y haciendo como si no se tratase de un tipo tan duro y frio. Le incorporé en mis quehaceres, y mis rutinas con lo que yo salía a la calle con él, tomaba café, le llevaba a los sitios a los que yo iba, etc. e incluso
se lo presenté a algunos amigos y conocidos. Me di cuenta
que su identificación era la de tipo duro que nada le importaba. A él nadie le tosía y no importaba que sus huesos fue414
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Infancia, psicosis y presos adultos
ran a dar a la cárcel. Si tenía que partir la cara a alguien lo
hacía y ya está. En principio le dije que haríamos como si
fuera mi guardaespaldas pero que no podía actuar a menos
que yo se lo dijera. La verdad es que se lo dije en bromas
haciendo uso del doble lenguaje pero él estaba encantado
con ser importante para mi. «Mientras estés conmigo, nunca
te pasará nada». Al final hasta yo me lo creí. Ahora éramos
dos tipos importantes andando por la calle. Él por ser mi
guardaespaldas y yo por tenerlo. La verdad es que funcionaba, el no paraba de hablarme de sus cosas de prisión, de
cómo eran los presos, de lo que se merecían, incluso él mismo
me decía que cuando entraba en la prisión no merecía nada
por el hecho de ser preso. Intuía que tarde o temprano lo de
ser mi guardaespaldas no iba a funcionar; además quería
serlo a todas las horas y yo en mis ratos libres prefería y sin
guardaespaldas. Se me ocurrió para que me dejara un poco
tranquilo y se relacionara con más gente que fuera a un gimnasio que allí se conoce a mucha gente (en realidad –le dije–
a muchas chicas) y que podía decir, que era un representante, ya que estos viajan mucho y aparecen y desaparecen de las
ciudades con cierta frecuencia. Pues bien para mi sorpresa, la
persona dura, insensible y desconfiada, empezó a descubrir
otro mundo, el mundo que el mismo había rechazado, el de
las relaciones. En el segundo permiso y para el bien de toda
la ciudad de Palencia y en especial para la mía se echó un
rollete. Su vida se transformó. Esta chica le llevaba con sus
amigos, se empezó a relacionar con la gente. Ahora se siente
importante. Ha salido de la cárcel y de momento funciona
estupendamente.
Estamos como dice Manuel Fernández Blanco en la época de
los goces que prescinden del Otro y que borran, diluyen, las
diferencias sexuales. Frente al objeto sólo existen consumidores. El objeto tapa la boca, por eso los nuevos síntomas son
mudos, y los goces solitarios proliferan de ahí que lo que
caracteriza al sujeto contemporáneo es el divorcio del Ideal.
Para concluir sólo se me ocurre lo que en tantas ocasiones he
escuchado en estos y otros encuentros «la palabra» como
medio de curación es nuestro mejor aliado pero sobre todo el
tratamiento temprano, pues como hemos podido ver en los
dos casos si hubiesen sido tratados o para ser más exactos
mejor tratados posiblemente no hubieran entrado en prisión.
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Psicosis infantil: el juego de la
presencia-ausencia
Mª Antonia de Miguel
Si el trabajo analítico con niños ha planteado cuestiones
desde que empieza a escribirse su historia, cuestiones cuyo
eje central está en la particularidad de la relación transferencial, que debutan con el debate interminable y casi prehistórico entre las dos grandes damas del psicoanálisis Anna
Freud y Melanie Klein, el trabajo analítico con niños psicóticos dobla la complejidad de las preguntas. La transferencia
es una cuestión preliminar a todo posible tratamiento del
niño, pero la transferencia es –aún más– una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis.
Empezaré con el niño: el niño freudiano o el niño para el
psicoanálisis - el Otro niño para tomar el término que nos
convoca- es un sujeto del lenguaje también en el caso de que
de él esté desposeido, también cuando todavía no lo ha
adquirido «un polo de atributos, tal es el sujeto antes de su
nacimiento (y será tal vez bajo su amontonamiento como se
asfixiará un día). De atributos, es decir de significantes más
o menos ligados en un discurso...» J. Lacan Observación
sobre el informe de Daniel Lagache (1960: 632). El
niño para psicoanálisis es –sin distinciones– un sujeto de la
palabra a quien el analista se propone escuchar.
Freud lo sitúa como el primer investigador no en virtud de la
maduración de su organismo sino en virtud de su narcisismo
cuestionado. El primer investigador, añadiré, de la ausencia,
de la ausencia del Otro, de la falta que marca su cuerpo
cuando el Otro le falta, pero también del agujero que cava
en el Otro cuando fantasea que puede faltarle. En el
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Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis (1964): J. Lacan hace un abordaje de la
ausencia por la clínica; casi todo se juega en la clínica infantil en torno a la pérdida y a la variación gramatical del
inconsciente que conjuga: ¿puedo perder, puede perder,
puedo- puede perderme? Cito textualmente a Lacan –no
podría expresarlo mejor– es la lección del 27 de mayo de
1964. Antes ya ha abordado –al evocar la relación del niño
y la madre– la clínica de la debilidad mental, la psicosomática tan frecuente en la infancia, la psicosis también. Ahora,
en este párrafo de esta lección, metaforiza –en torno a la
carencia, la falta, la ausencia– toda la clínica infantil y no
sólo la clínica también la psicopatología de la vida cotidiana:
los juegos de los niños, sus fantasias alrededor de la pérdida,
los cuentos de infancia que escenifican la variedad de esta
pérdida. Todo ello adquiere un sentido de uso clínico. Es un
largo parrafo dedicado a la clínica infantil, a la relación del
sujeto al Otro, a la posición que el sujeto tiene en el discurso del Otro que le antecede y de algún modo le conforma,
dicho también de otro modo a la posición en el deseo del
Otro, único lugar –por otra parte– desde dónde un analista
puede intervenir. Lo dice de esta manera: «En los intervalos
del discurso del Otro, surge en la experiencia del niño algo
que es radicalmente señalable –me dice esto, pero ¿qué me
quiere?–
En ese intervalo... se desliza, huye, como el hurón lo que llamamos el
deseo. El deseo del Otro es aprehendido por el sujeto en lo que no se coge,
en las faltas del discurso y todos los ¿por qué? del niño dan testimonio
menos de una avidez por la razón de las cosas, que de una puesta a
prueba del adulto, un ¿por qué me dices esto?.. que es el enigma del deseo
del adulto... Y ¿Cuál es la respuesta del niño a ese enigma del
deseo?: La puesta en juego de su propio deseo, ¿De qué
manera? con la fantasia de su desaparición. «El primer objeto que propone a ese deseo parental cuyo objeto es desconocido es su propia pérdida –¿Puede perderme? El fantasma
de su muerte, de su desaparición, es el primer objeto que el
sujeto tiene que poner en juego en esta dialéctica, y en efecto lo pone– por mil razones lo sabemos aunque sólo sea por
la anorexia mental. También sabemos que la fantasía de su
muerte es comunmente esgrimida por el niño en sus relaciones de amor con sus padres» (Lacan, 1964: 220). ¿Podría
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estar mejor descrita la relación del niño con la ausencia? Su
falta, la falta del Otro es el eje de sueños, pesadillas, fantasias
y juegos de infancia, también de multitud de cuentos infantiles. Sin pensarse faltando el sujeto no puede construirse, y
esta es la imposibilidad del niño psicótico y el horror o la
indiferencia ante los signos de la presencia/ausencia del
Otro, esta imposibilidad es también nuestra dificultad como
clínicos y el verdadero pathos de esta enfermedad del sujeto.
Aunque Lacan en este seminario se despega de los textos
freudianos para construir su propia teoría, aquí no puede ser
más freudiano. El niño del que nos habla es sin duda el niño
que he nombrado como el niño freudiano.
En un momento determinado –no siempre localizable en el
tiempo– hay algo que agujerea esa completud imaginaria y
su majestad el niño se transforma –como en los cuentos de
infancia– en un pordiosero preguntón. Los más diversos
aconteceres en torno al nacimiento o la muerte, los que se
producen en relación a la separación o al exceso de cuidados
desbordantes, hay tantos aconteceres como variedadades de
la neurosis infantil y todos ellos pueden dar forma a la pregunta por el deseo y formalizar el síntoma.
Al niño freudiano se le puede seguir en sus avatares eróticos:
de amor deseo y goce desde Tres Ensayos de teoría
sexual ( S. Freud, 1905d ). Asombra su lógica aplastante en
Sobre las teorías sexuales infantiles. (1908c ), la razón
de sus sus interminables ¿por qué? en el ensayo Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. (1910c ), sus fantasias
en La novela familiar de los neuróticos (1909c [1908]),
su lugar como objeto del deseo materno en los textos sobre
el Complejo de Edipo o los de la Sexualidad femenina, todos ellos
permiten pensar al niño en su relación al Otro: como objeto
de deseo, o en la relación de estrago que supone ser el objeto que satura la falta.
Para el lector que se inicia en Freud es sorprendente encontrarse con esta tesis: todas las preguntas de los niños, la metonimia interminable de sus cuestiones se metaforiza en una
sola: ¿de dónde vienen los niños?: «Del apetito de saber de
los niños pequeños es testimonio su infatigable placer de prePrimer Encuentro: «El Otro niño». Siso nº 48-49. Invierno 2009
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guntar, enigmático para el adulto mientras no comprenda
que todas esas preguntas no son más que circunloquios, y
que no pueden tener término porque mediante ellas el niño
quiere sustituir una pregunta única, que empero, no formula... La investigación se dirige a averiguar de dónde vienen
los niños» (Freud, 1910c: 73). Sí, es verdad que a los tres
años y aún antes el niño investiga, que pregunta de manera
interminable hasta el absurdo, pero no descansará facilmente con la respuesta porque la pregunta no tiene una fácil formulación y está envuelta en la aparente búsqueda de una
causa que no es la suya y la respuesta nunca alcanzará a dar
razón del sentido de su causa: la causa de su venida al
mundo. Su interés no esta enraizado en su madurez orgánica sino en su narcisismo, en el mejor de los casos, herido que
le lleva a buscar en el Otro el sentido de su existencia, el
lugar de causa qué él es para el Otro que le antecede.
Ahora bien, el verdadero niño freudiano, el niño freudiano
enfermo del símbolo, ese, lo encontramos en Más allá del
principio del placer (Freud, 1920g ). Este texto es una joya
clínica para los analistas, en especial para los analistas de
niños, es uno de nuestros DSM, porque en él encontramos
una clave para el diagnóstico diferencial entre psicosis y neurosis.
1920: Más allá del principio del placer. En un texto,
donde la clínica desborda la teoría, Freud nos traslada hasta
un momento de la infancia que nadie que haya estado con
niños podrá dejar de reconocer: es ese momento de curioso
placer que ellos experimentan en la repetición del juego
hasta la saciedad, quizás no sea tan facil reconocer que el
placer de la repetición apunta a un más allá, apunta al goce
que trata de refrenar:.. «toda formación humana tiene por
esencia, y no por accidente, el refrenar el goce» (J. Lacan,
Discurso de clausura de las jornadas sobre la psicosis del niño 1968: 8). El juego es una formación humana y el niño busca en él la creación de un espacio, un lugar
de separación posible, dónde probar una y otra vez a «ser
separado del Otro».
Abrimos el texto de Más allá del principio..., tomo
XVIII de las obras completas, en la edición de Amorrortu,
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capítulo II pg. 14 y allí está Freud observando a su nieto, un
niño que todavía no posee el dominio del lenguaje, ni la
autonomía de los movimientos y que sin embargo juega y
con su juego preludia la beneficiosa neurosis: tira sus juguetes y gozoso espera que se los devuelvan, deja que un juguete desaparezca y jubiloso lo reencuentra así hasta que finalmente se sustrae él mismo a la vista para aplaudir su reaparición.
Con la observación del juego del carretel en Más allá del
principio del placer Freud nos da un elemento diagnóstico antes de que un niño haya formalizado un síntoma. El
niño psicótico no podrá jugar con su ausencia, no al menos
de la misma manera que aquel que preludia su neurosis
infantil. Quien trabaja con la psicosis infantil continuada o
eventualmente, en institución o en psicoterapia, sabe de la
indiferencia o el horror que supone para estos niños la contemplación de su imagen en el espejo, de la indiferencia o del
horror que supone los signos de la presencia del Otro, de la
ausencia de una historia de infancia que permita localizar su
particular encuentro con la falta, su neurosis infantil, de la
mecanización de un cuerpo que no se ha investido libidinalmente y no puede buscar fuera de él, en el Otro el complemento que le falta.
Para el psicoanálisis la psicosis – sin distinción– es una enfermedad de la líbido: hemorragia libidinal, líbido homosexual
rechazada, metonimia libidinal sin límites, la enfermedad
supone una ruptura del lazo con el Otro, el vector del deseo
se ha cortado, el lenguaje que lo vehiculiza está severamente dañado. El niño psicótico como todo sujeto humano recibe la marca del lenguaje y se ve empujado a la simbolización
imposible y esa es la gran fractura del sujeto de la psicosis su
dolor intenso y la barrera que no todos los clínicos están dispuestos a atravesar para escucharlos.
En un texto difícil pero de extraordinaria riqueza clínica:
La psicosis en el niño, según la enseñanza de Lacan,
E. Laurent recuerda que «es porque el niño autista, como
cada uno de nosotros, es hijo del logos, por lo que hace lo
que puede para estar a su altura» (1982: 22). Y está aquí evocando el caso de un niño autista tratado por Sami-Alí, caso
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expuesto en el Congreso sobre psicosis infantil que Maud
Mannoni convoca en 1968 y que Lacan clausura, teniendo
en este discurso de clausura –ya citado– los analistas otra
joya clínica. Este niño autista que se tapa las orejas para no
oir –dice Lacan– está en el verbo, es hijo del logos:
«Pregunto a quien sea... si un niño que se tapa las orejas
¿ante qué? Ante algo que está a punto de hablar a punto de
hablarse no está ya en lo post verbal puesto que se protege
del verbo» ( J. Lacan, 1968: 11).
Está es la potencia de la apuesta de Lacan en la psicosis, una
sola causa el lenguaje, efectos diferentes. Esta es también su
posibilidad: la cura por la palabra y la barrera, porque ¿qué
clinico no se pregunta –cuando recibe a un niño psicótico–
sobre la causalidad psíquica de la locura, cuando se ha podido
producir esa insondable decisión del ser ( J. Lacan: Acerca de la causalidad psíquica, 1946: 89 ) de volver la espalda al efecto castrador del lenguaje? ¿Que misterio envuelve la –no se con
que palabra nombrarla– decisión, posibilidad –para cualquier sujeto niño– de distinguir entre las palabras que significan y las que no?, entre el ruido y las palabras de amor.
Cuándo cómo y por qué un niño puede volver la cara y fijar
la mirada, reirse en respuesta al Otro que le canturrea, le
gorgoritea, le habla mientras que otro niño no puede.
El niño psicótico es un enfermo del símbolo, su cuerpo no ha
sido marcado por la falta que el lenguaje introduce y todo su
patético esfuerzo está dedicado a conseguir hacer de ese
cuerpo y sus partes función de órgano: «intentar hacer función de un órgano cuando este no está en el discurso» ( Eric
Laurent, 1988: 21). De órgano líbido porque la líbido es un
órgano que humaniza el cuerpo, que hace buscar una parte
de sí mismo fuera de sí mismo, la condición de la líbido es
una sustracción y esta sustracción es la castración, la castración da sentido a las otras pérdidas y funda la líbido como
vector hacia el objeto: por esta razón se tapa las orejas para
hacer de la voz un objeto separado que vehiculice las palabras no sólo del goce también del deseo y del amor, no mira
porque en la mirada del Otro no ha reconocido su cuerpo
como cuerpo libidinal y como el niño del lobo caso de la
analista lacaniana R. Lefort, del que hablaré brevemente,
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trata de cortarse el pene, patetismo del intento de castración
real cuando la castración no ha sido simbolizada.
El cuerpo es un regalo del lenguaje y puedo evocar aquí el
caso de un niño con una fobia escolar, que decía «me duele
el pensamiento» mientras señalaba su estómago y vomitaba
cada vez que tenía que separarse de su madre. Me dirán si
esto no es cuerpo regalado por el lenguaje si uno puede
hacer de cualquier parte del mismo un lugar de intercambio:
de deseo, de goce, de sufrimiento con sólo nombrarlo.
¿Qué quiere decir hacer función de órgano?: es hacer función
fálica, hacer funcionar la falta como forma de intercambio
libidinal con el Otro. Es toda la cuestión de la función paterna, la metáfora paterna que no podemos dejar de lado en el
trabajo con niños. En términos freudianos es el Edipo.
En el Seminario I, Los escritos técnicos de Freud (1953/1954),
Lacan aborda con decisión la psicosis del niño. En la sesión
del 17 de febrero de 1954: 111, introduce el caso Dick de
Melanie Klein y la del 10 de Marzo: 144 –una extensisima
lección– está dedicada con exclusividad al caso de Rosine
Lefort, joven analista en aquella época. Es el relato del tratamiento de un niño al que la misma analista llama «el niño
del lobo» por ser este significante, locamente repetido, aullado más bien el que parece único para representarlo.
Me detendré en este caso por ser «una verificación del hecho
del psicoanálisis», una verificación de la posibilidad del acto
analítico en la psicosis, para el caso, de la psicosis del niño.
¿Qué encontramos en el inicio del relato: la locura, un cuerpo en el que el goce está sin amarras, así lo describe la analista: «Desde el punto de vista motor... Desde el punto de
vista del lenguaje... Desde el punto de vista del comportamiento... ( J. Lacan, 1953/54: 145/146).
¿Qué encontramos en el final: un dominio sobre ese goce
–que no estaba localizado– a través del significante, una
humanización de este niño. La cura «culmina cuando el
pequeño Roberto adquiere figura humana. Al final está
humanizado. Puede insertarse más o menos en un lazo
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social» ( C. Soler: Rectificar al Otro, Estudios sobre las psicosis, 1992: 21) y escuchando a la analista separar una fantasia de muerte de lo real de la muerte, construir un «a modo
de realidad psíquica», realidad en la que el deseo de alguna
forma se inmiscuye. El trabajo con la analista le ha permitido hacer una separación entre real y simbólico R. Lefort lo
presenta así: «se aferraba a algo vivo y no a la muerte»
(Lacan, 1953/1954: 158)
¿Cómo se obtiene esa transformación?: Por la introducción
de un elemento nuevo, la analista. La presencia de la analista no sólo presencia real sino lugar de la palabra.
¿Cómo se despliega esa presencia?
1. Recoge con precisión extrema lo ocurrido en las sesiones:
secretaria del alienado.
2. Por la transferencia, parte de una posición transferencial,
su transferencia, la de la analista al psicoanálisis.
3. Por la docilidad, la receptividad total a la pantomima
(expresión usada por J. A. Miller en comentarios al caso) del
paciente, porque para el caso este es el material, el comportamiento del paciente que la analista le va devolviendo en
palabras.
4. Por el don, don de amor de ternura. Da su cuerpo y recibe, recibe el cuerpo del niño: «consiente en soportar el cuerpo a cuerpo con el niño» (C. Soler, 1992: 28). A este préstamo el paciente se hace capaz de responder y todas las –así
llamadas– fases del desarrollo libidinal son puestas en acto:
lo oral, lo anal, más dramaticamente lo fálico con el intento
de castración en lo real: (una noche el pequeño Robert
intenta cortarse el pene con unas tijeras de plástico) dándonos asi el paradigma de la necesidad para el hijo del logos de
poner en acto la castración, y el dramatismo de este acto
cuando la castración no ha sido simbolizada.
5. Regularidad, presencia reglada por el marco que se le da
a las sesiones, introducida a pesar del caos que envuelve a
este niño y a la vida en la institución: la analista es «la que
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siempre vuelve» eso es lo que R. Lefort le dice a su paciente: «que él sabe que ella vuelve siempre» y es una de las más
hermosas expresiones sobre el lugar del analista en esta cura.
Aún antes de esta regularidad, la analista le ofrece una mirada, una mirada silenciosa a un niño al que mirar produce
horror: «este niño inmirable ve una mirada que se posa
sobre él en silencio», entendida esta mirada como una oferta, la oferta a recibir su comportamiento que es al inicio el
único material que posee, como algo que puede ser mirado,
escuchado y devuelto en palabras. Y es llamativo como a
esta oferta el niño va a responder con juegos en los que se da
y se recibe haciendose así evidente que lo simbólico –en el
humano– busca imponer su dialéctica a lo real.
Es imposible en este corto tiempo que tenemos asignado
para trabajar hacer un despliegue del caso, caso princeps en
el tratamiento psicoanalítico de un niño psicótico en el
marco de la teoría lacaniana. Me conformaré entonces con
tocar algunos aspectos de la transferencia, en tanto es esta
una cuestión preliminar y una dificultad en el trabajo con la
psicosis.
¿En qué lugar colocar la transferencia al inicio? Desde luego
no en este niño loco, caótico, aterrorizado y sin límites ni en
su cuerpo ni en su comportamiento. Entonces sólo nos
queda colocarla en la analista y comprobar como ella es el
motor transferencial sin llegar a ser el Otro persecutorio.
¿Dónde está para el caso el sujeto supuesto saber que complementa al sujeto y que hace buscar en ese Otro lo que al
sujeto le falta si a este niño lo que le habita es el exceso?
Pues bien esa suposición de saber «está soportada en su integridad –muy galileanamente– por el Otro por la analista»
(C. Soler, 1992: 23 ). En primer lugar por su propia transferencia al psicoanálisis: ella toma a su cargo una posibilidad,
hacer de este sujeto- niño inhumano, un sujeto humanizado,
supone un saber en la conducta de este niño, apuesta por la
existencia de un orden, de una lógica en ese niño loco, nombra y al nombrar acepta como demanda su comportamiento, «quieres llamar mi atención» le dice en un momento
dado. Su tarea –no sé si proponiéndosela desde el principio–
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es hacer funcionar en ese real caótico que representa el niño
del lobo, una necesidad de lo simbólico: la pérdida: «Esta
cura es un desafío a lo real» ( C. Soler, 1992: 22 ). Esta es la
matriz del tratamiento: «una negación a realizarse» ( J. A.
Miller ), introducir la negación en lo real y la analista va a
trabajar en ese sentido con todos los riesgos que comporta:
el préstamo de su cuerpo y la aceptación del cuerpo del
niño, para que en él explore los agujeros, y no sólo para esto
también para que proyecte en él la agresividad que había
sido para él todo destrucción, y vemos a la analista poner en
palabras todo el comportamiento agresivo del paciente, historizarlo, asegurarle que eso no implica su desaparición, ni
tampoco la de él mismo. En todo momento la analista sostiene un lugar el que enuncia la ley de lo simbólico: la dialectica entre el más y el menos, el juego de la presencia
ausencia, el universo de la falta y la posible negativización.
Al introducir ese menos que el lenguaje efectua sobre el
cuerpo, algo de la división llega al sujeto y constatamos un
proceso de negativización sobre el cuerpo y sobre los objetos
y si eso no produce un sujeto tachado, un sujeto de deseo al
menos logra un S (J. A. Miller): «Roberto, No-Roberto»
(J. Lacan, 1953/1954: 156) que da la posibilidad de un lazo
social aunque sea precario, rescatando a la pulsión de muerte algo de la vida.
Bibliografía
Textos de Freud
Se ha utilizado la edición de las Obras Completas de Sigmund
Freud de Amorrortu editores y Alianza Editorial.
1. Freud, S.: «Un recuerdo infantil de Leonardo da
Vinci» (1910c). Obras Completas. Vol. XII. Buenos Aires,
Alianza Editorial, 1979.
2. Freud, S.: «Más allá del principio del placer (1920g)».
Obras Completas. Vol. XVIII. Buenos Aires, Alianza
Editorial, 1979.
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Textos de J. Lacan
Escritos y Seminarios. Para Escritos la edición de Siglo
XXI. Para los Seminarios las ediciones de Paidós y Barral.
De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de
la psicosis, 1957/1958 Escritos II.
1. Lacan J.: «Observación sobre el informe de Daniel
Lagache, 1960». Escritos II. Siglo XXI, 1983.
2. Lacan, J.: El Seminario I; Los escritos técnicos de Freud
(1953/1954). Paidós.
3. Lacan, J.: El Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales de psicoanálisis (1964). Barral editores.
Otros textos de J. Lacan
1. Lacan,J.: «Acerca de la causalidad psíquica,1946».
Suplemento de Escritos, ARGOT. Compañía del libro,
1984.
2. Lacan,J.: «Discurso de clausura de las jornadas sobre
la psicosis en el niño, 1967». El Analiticón nº 3. Paradiso,
1987.
Otros textos
1. Laurent, E.: «La psicosis en el niño según la enseñanza de
Lacan». Revista Descartes nº2/3. Buenos Aires, 1987.
2. Miller, J. A.: «El niño del lobo; comentarios al caso de
R. Lefort». Seminario de la E.C.F., 1988.
3. Soler, C.: «Rectificar al Otro». Estudios sobre las psicosis.
Buenos Aires. Ediciones Manantial, 1989.
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Los niños psicóticos y el
aprendizaje
Puri Arias del Real
El tema inicial de esta ponencia era las dificultades de aprendizaje en los niños psicóticos, pero el término dificultades
parecía acotar el tema a las dificultades que encuentran los
niños en el aprendizaje. No siempre son obstáculos, a veces
el aprendizaje puede ser un medio para ayudarles. Mi intención es hablar, no solo de las dificultades sino de las facilidades. Los niños psicóticos, síndrome de Asperger, autistas…
parecen tener dificultades de aprendizaje pero no siempre se
trata realmente de un problema de aprendizaje, es decir tienen capacidad para aprender sin embargo observamos que
hay algo que les impide demostrar lo que saben.
En la escuela nos encontramos con niños psicóticos, que vienen acompañados de diagnósticos como, inadaptación, trastorno del desarrollo, fobia social, dificultad de aprendizaje,
TDAH, etc. El Sistema Educativo diagnostica y pone un tratamiento educativo, una adaptación curricular y por lo tanto
unos programas y métodos que aplicar… A veces estos tratamientos no funcionan. Esta situación suele crear cierto
malestar en el docente. Buscamos todas las técnicas y métodos posibles. Con frecuencia oímos decir: «Ya no sé qué
hacer» «no hay forma de que aprenda…», «He probado
con distintos métodos»
El título que le han dado a este encuentro es «el Otro niño»
hace plantear algunas cuestiones, ¿para trabajar con ese otro
niño necesitaremos otro método?, ¿otras técnicas educativas? ¿Hay otra forma de enseñar?
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Los niños psicóticos y el aprendizaje
Estamos aquí para conocer algunas de las características
peculiares de estos alumnos, tal vez podamos encontrar otra
forma de trabajar con ellos. Voy presentar algunas viñetas de
algunos niños psicóticos con los que trabajo, para ver algunos aspectos que caracterizan al niño psicótico y qué relación tiene con el aprendizaje.
El sujeto
Creo que lo más importante es tener en cuenta al sujeto, esto
implica hablar con él, dirigirse a él y escuchar sus demandas;
incluso los que carecen de un lenguaje comprensible.
(Escuchar las demandas no quiere decir que haya que satisfacerlas). El lenguaje afecta al sujeto. Y lo que se dice tiene
efectos. Por ejemplo, en el aula en la que estoy como maestra de apoyo, la tutora me está comentando las dificultades
de un alumno de 4 años: Había estado con un tratamiento
para la hiperactividad que le dejaba demasiado «amuermado» (es la palabra que utiliza su profesora). Comentó este
efecto a los padres y ellos le retiraron la medicación. Esto
hace que el niño empiece a estar más activo, garabatea o
rompe las fichas se levanta y hace algunas trastadas. En un
momento en que la profesora le acaba de llamar la atención
por una de estas trastadas me dice «prefiero que esté así a
que esté amuermado» En ese momento él nos está mirando
y atendiendo a lo que decimos de él, Con esta conversación,
con el deseo de vida de la profesora se le reconoce como
sujeto. Esto tiene un efecto, coge el lápiz y se pone a trabajar, hace una ficha, incluso la hace muy bien, mejor de lo que
se esperaba de él. Deja de estar «amuermado» y se pone a
trabajar.
Lo que dice el niño también hay que tenerlo en cuenta, si un
niño con un lenguaje muy pobre le oímos decir «pa» algunos dirán que no quiere decir nada porque ese niño no sabe
hablar, otros dirán que ha dicho papá, porque hoy va a venir
a buscarle su padre, otro puede decir que ha dicho pan. La
actitud del adulto con el niño debe ser presuponer que quiere decir algo. El adulto debe dar un significado a eso que
dice o lo que hace cuando el niño no habla. Un niño con
deficiencia visual, se autolesionaba en el ojo, cogía los objetos y los apretaba contra el ojo, eso hacía que a veces se le
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cayesen las lentillas que llevaba, los adultos decían que se
quería quitar las lentillas, mi intervención es decirle que quiere ver de cerca esos juguetes, con esta intervención se le da
otro significado a ese acto y la autolesión se convierte en un
juego, empieza a coger los objetos y mirarlos de cerca y de
lejos, acercando y alejando los objetos que ahora sí mira y
disfruta con ello... La madre de este niño tuvo mucha dificultad para ver que su hijo podía decir algo. Un día me
cuenta sorprendida qué el niño había estado llorando y con
fiebre y ella le decía ¿Qué te pasa? Él se tocaba las orejas,
cuando van al médico le dice que tiene infección de oídos.
Así es cómo esta madre empieza a presuponer que su hijo le
dice algo.
Un niño de 4 años en el aula, acaban de entrar dos trabajadoras del centro a la clase, este niño se levanta y se acerca a
una de ellas y le dice «Tenía un monstruo en el corazón» Esto
provoca la risa de algunos de los que están presentes.
¿Podemos creer que es una gracia, o una llamada de atención? ¿Qué ha podido vivir este niño para decir esto? ¿Por qué
se dirige a esa persona concreta a decirle algo tan importante
para él? En este momento se trata de tenerle en cuenta, me
acerco le doy la mano y le digo «qué miedo un monstruo».
El saber
En los psicóticos es muy importante la relación con el saber,
son ellos los que saben. La posición que debemos tener si
trabajamos con ellos es de no saber. Esto no es contradictorio con el papel del profesor, el profesor no es el que posee
el saber, es más bien el mediador, el saber tiene que estar
fuera, en los libros, en los expertos, etc…
Un niño psicótico, diagnosticado de dificultades para la lectura, observa mientras leo, pero leyendo me equivoco y él se
da cuenta de mi error. Se ríe y me dice «te equivocaste». Este
error que yo cometo le da permiso para equivocarse. No
tiene la obligación de saberlo todo. El Otro no lo sabe todo.
Es entonces cuando puede empezar a mostrar lo que sabe.
Cuando el Otro está castrado, también falla, es cuando él
puede aceptar que puede fallar, se le permite fallar. Y se le
permite elegir. Eso le permite aprender.
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Los niños psicóticos y el aprendizaje
Por otro lado, es el niño el que sabe lo que le pasa y él es el
que nos puede enseñar cómo trabajar. No podemos cuestionar su saber inconsciente. El saber inconsciente no hay que
confundirlo con el aprendizaje.
Alienación-separación
La alienación-separación es otro elemento que debemos
tener en cuenta con el psicótico. Son los dos tiempos en la
formación del sujeto. En el psicótico esto no está presente a
nivel simbólico, por eso se presenta en lo real. Aparece en
alternancia, o hay alienación o hay separación. Esto lo
vemos en niños que no pueden separarse de su madre, como
un niño que solo dormía si estaba agarrado a la oreja de la
madre.
El niño que mantiene una relación de alienación con su
madre, al llegar al centro educativo mantendrá una relación
de alienación con su profesor. O con un hermano. Una niña
de 3 años llegaba a la escuela y no presentaba problema
cuando se separaba de su madre pero tenía que estar en contacto físico con su hermano, tocar, agarrar, rozar… Cuando
el hermano tenía que ir a otra clase, se ponía a gritar y llorar, intentaba perseguirle. Una vez que su hermano se había
ido se agarraba a la mano a alguno de los adultos que estaban en el aula, siendo esto una nueva alienación. El papel
del profesor es muy importante, ya que debe permitir la
separación.
Para permitir que esta niña fuera haciendo separaciones lo
hice gradualmente. Lo primero es la separación física, en la
que permanezca el contacto visual y el lenguaje. En la actividad de grupo, cuando quiere estar «pegada» al hermano,
no le dejo, la pongo enfrente o en un lugar en el que le vea
fácilmente, y le explico «mira J. está ahí» Esto parece apaciguar la angustia. La forma de llevar la actividad es teniendo presente este aspecto, por lo que planteo una actividad
para el grupo que permita interacción y que hablen. De esta
manera se da una separación física, pero queda que su hermano pueda irse a la otra clase. Normalmente cuando llega
el momento de la separación llora y se agarra a su hermano
y este intenta escapar. Un día intenta agarrarse a él, lloran432
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do y alargando los brazos para agarrarse, mantengo un espacio de separación mientras hablo de lo que le pasa. Le pregunto qué le pasa (mientras intenta aferrarse al hermano, me
responde «mami, mami, mami», Le digo ¿Quieres ir con
mami? –«sí»– «Pero J. no es mami». Esta intervención tiene
un efecto de desconcierto baja los brazos, no dice nada, solo
llora y llora. Al día siguiente, se pone al lado del hermano
dejando un espacio, el que yo marcaba poniéndome en
medio. Se repiten los lloros, le llama por su nombre, pero no
intenta agarrarse. Poco a poco van desapareciendo los lloros.
Por supuesto aquí el lenguaje también interviene, ya que
hablamos de cuándo va a ver a su hermano, qué va a hacer
cuando le vea en el patio, etc. Una vez puede permitir que se
vaya el hermano, queda que pueda separarse de la profesora.
En una ocasión en la que la tutora ha tenido que salir de clase
y estoy sola a cargo del grupo se escapa, la alcanzo en el pasillo, se ríe e intenta escapar. La sujeto y le digo: «Has visto que
no está la maestra y que estoy sola en la clase y yo tengo que
atender a los otros niños, no puedo estar solo contigo» esta
risa se convierte en llanto, se va a su sitio y se sienta.
El otro persecutorio
Otro concepto que hemos de tener en cuenta es la relación
del psicótico con el adulto. El otro persecutorio. El autista se
cierra al mundo exterior, al Otro. El psicótico busca defenderse de ese Otro persecutorio. Por eso nuestra posición ante
un psicótico o autista debe ser de un Otro acogedor.
Carlos es un niño de 10 años, presenta muchas dificultades,
tanto en lenguaje oral como escrito. Le traen para que le dé
clases de lecto-escritura… Me encuentro con un niño totalmente sometido al Otro. Si le pregunto qué quiere hacer,
contesta lo que cree que yo espero, dice «leer» que es precisamente lo que más odia. Esta tarea de aprender a leer le
produce gran malestar, por lo que decido hacer otras cosas.
Le digo que no es necesario que lea y que de momento no
vamos a leer más, le propongo dibujar y hacer cosas que le
gustan. Llevará mucho tiempo que pueda expresar lo que él
quiere, lo que a él le gusta. El dibujo se va a convertir en la
forma de contar lo que le pasa, (por la dificultad que tiene
para hablar) Un mes después de «dejar de leer», su profesoPrimer Encuentro: «El Otro niño». Siso nº 48-49. Invierno 2009
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ra me pregunta qué técnica utilizo, porque ha mejorado
mucho y ella ya había intentado que leyera de mil formas y
no conseguía nada. Observemos la diferencia entre la posición de la profesora, «tiene que aprender a leer» y la mía
«no hace falta que leas» Cuando puede empezar a dejar de
sentirse controlado por el Otro es cuando puede empezar a
leer.
Tenía como perseguidor a cualquiera que le dijera «lee»
solo después de años de trabajo con él pudo decirlo «con la
profesora mal, porque me dice lee» Mi posición, en la que
no espero que lea, permite la transferencia. Puede hacer lo
que le gusta. Puede contar lo que le pasa. Para este niño en
cuanto alguien le dice «lee» se convierte en un perseguidor.
Con los psicóticos, cuando utilizamos el imperativo puede
ocurrir esto. Parece difícil evitarlo, ya que los profesores
dicen lee, escribe, haz esto, haz lo otro. Seguro que podemos
encontrar otra forma. Es muy importante explicarles lo que
vamos a hacer y porqué, proponerles hacer algo con una
razón, no por un capricho nuestro. Esto no quiere que no
empleemos nuestro rol de autoridad. El niño necesita una
ley. No somos la ley sino quienes hacemos cumplir la ley. Por
ejemplo, C., estaba constantemente abrazándome y esto no
le permitía hacer nada, escribía una letra y me daba varios
abrazos, otra letra y de nuevo abrazos. Esto como es lógico
no le permitía aprender. Cuando pongo límites a esto diciéndole que eso no está permitido ya que soy su profesora se
enfada. Después hace un dibujo, un policía con la mano en
alto, que dice «nos deja pasar». Esta es la función, el policía
no es la ley sino quien hace cumplir la ley. Pone límites y nos
dice cuando pasar y cuando no pasar. Después de esto deja
los abrazos y puede dedicarse a aprender.
El cuerpo
Es otro aspecto que debemos tener en cuenta si trabajamos
con psicóticos. Tienen dificultades con su cuerpo, esto hace
que encontremos aspectos que influyen en el aprendizaje. El
psicótico tiene el cuerpo fragmentado.
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Ana es una niña con autismo. Le encantaba jugar delante del
espejo, bailaba, estiraba los brazos, se ponía de pie y sentada,
pero tenía que ver su cuerpo entero, si no veía parte del cuerpo se angustiaba, esto ocurría si por ejemplo se sentaba y
ponía las piernas delante no podía ver parte del tronco, esto
lo manifestaba dando golpes contra el espejo, chillando, etc.
Un adolescente decía de su cuerpo «va por libre» «Las células van cada una por su lado». El aprendizaje puede ser un
obstáculo pero también puede ser una forma de estabilizarse. Cuando este chico estudiaba biología, en uno de los
temas el libro de texto dice: «las células forman tejidos y
estos a su vez forman órganos (…) formando una unidad, el
individuo». Lee esto y repite esas palabras. Lo que le permite afrontar este tema y apaciguar su angustia. En este punto
la biología pasa de ser algo que le angustia a ser un tema de
interés. Todo el funcionamiento del cuerpo humano le va
sirviendo para hacerse un cuerpo como una unidad.
También las Ciencias Naturales en general le van a servir
para esto. El estadio del espejo es otro elemento que el psicótico, por el lado de la esquizofrenia, no ha podido elaborar, así nos encontramos con niños que presentan dificultades con la orientación espacial, lateralidad, etc.
Este chico cuando estudiamos un tema de óptica y la reflexión de la luz, parece tener mucha dificultad para entender
las deformaciones y los cambios que se producen ante los
espejos. Después de leer varias veces el libro, varias preguntas y bastantes ejemplos y explicaciones, consigue entenderlo,.. y exclama con alegría «Ah, claro cuando miro el espejo
desde el baño veo el salón al revés pero no está al revés, es
por el reflejo». Algo parecido le pasa cuando se empeña en
que el dibujo de su libro «está mal dibujado, está al otro lado
porque mira, mi hígado está aquí (señalándose) y aquí lo han
puesto al otro lado».
Otro chico, en un campamento, me pide que le haga una
foto con su cámara. «Sácame entero, no me cortes los pies»
Estas palabras las podemos decir cualquiera pero no se trata
del enunciado, sino de la enunciación, esto es real, «le cortamos los pies».
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Los niños psicóticos y el aprendizaje
El psicoanálisis no es una pedagogía, no ofrece técnicas o
métodos educativos pero nos aporta otro modo de dirigirse
al sujeto, otro modo de hacer nuestra labor. Si tenemos en
cuenta los aportes que nos ofrece el psicoanálisis podemos
encontrar otra forma de ayudar al otro niño.
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El autismo: «Un combate activo»
Elena Usobiaga
Quisiera plantear una relectura del Autismo, de los síntomas
del Autismo hoy. Para ello me remitiré al texto de Leo
Kanner: «A propos de l’autisme»: Étude de l’évolution de onze
enfants autistes initiallement raportée en 1943. (Publicado en
Journal of Autism and Chilhood Schzophrenia, en 1971, traducido
parcialmente en Neuropsychiatrie de l’enfance, 1992). Quisiera
ilustrarlo también con un ejemplo de mi experiencia clínica.
Aunque el objetivo de Leo Kanner, en este trabajo es estudiar la evolución de los once casos publicados en 1943, y los
motivos causantes de las diferentes evoluciones, repasa también los síntomas anteriormente descritos.
Plantea el «aislamiento o la dificultad de relación desde el
comienzo de la vida y el deseo obsesivo de preservar la
inmutabilidad», como patognomónicos del Sindrome,
acompañados de «las estereotipias y la ecolalia».
En este estudio Leo Kanner se plantea que la especificidad
del conjunto de los síntomas, justifica la especificidad del síndrome, que «difiere de otros ejemplos conocidos de esquizofrenia infantil». En aquel momento incluso criticaba que el
autismo apareciera en el DSM II incluido dentro de la
Esquizofrenia tipo infantil. Sabemos que posteriormente
aparece en los DSM III, IV, y IV TR, como un Trastorno
Generalizado del desarrollo. Las psicosis infantiles han desaparecido de los manuales de clasificación diagnóstica.
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El autismo: «Un combate activo»
Desde el psicoanálisis ha habido diferentes maneras de
entender el autismo: como a-estructura, como una estructura sin sujeto…
Mi hipótesis es que en el autismo hay un sujeto, con sus límites estructurales, muy evidentes en algunos síntomas, un
sujeto que «se defiende» en el sentido freudiano clásico.
Citando textualmente las palabras de Leo Kanner, a las que
hago referencia en el título: «El autismo, como combate
patológico, pero activo…»
Repasemos los síntomas clásicos del autismo:
1. El aislamiento
Es un síntoma presente en todos los casos, que persiste a lo
largo de los años, aunque de diferente manera.
A mi modo de ver podemos diferenciar dos tipos de aislamiento.
En el primer tipo incluiremos a algunos autistas, que no
reconocen en absoluto al Otro, que pueden pasar a nuestro
lado, sin que se aperciban lo más mínimo de nuestra presencia. Uno tiene la impresión de no existir para ellos, de no ser
más que, como mucho un mueble más de la habitación que
les entorpece el paso. Parecería que ni ven ni oyen, ya que
no responden tampoco a nuestra llamada.
Es éste un modo de aislamiento que aparece en el estado inicial del autismo, y en algunos casos permanece inalterado.
Al segundo tipo lo llamaré aislamiento activo. En estos casos,
uno, se da perfecta cuenta de que existe para ellos, pero que
puede ser un otro vivido como «intruso» (término que aparece en el relato de varios de los casos descritos por Kanner),
ante el cual el autista toma sus precauciones, se defiende.
Apreciamos claramente cómo, si tratamos de romper este
aislamiento, podemos encontrarnos con respuestas de estupor, de pánico, o desencadenar crisis de angustia. Toma distancia con lo que le supone un peligro.
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De este síntoma, el aislamiento, podemos deducir las dificultades que el autista tiene para pedir, para aceptar ayuda.
La posición del sujeto, puede ir, desde el rechazo más radical a incluirse en el circuito de la demanda, hasta las formas
más sofisticadas de relación con el Otro.
2. Trastornos del lenguaje
Aún en los casos de mejor evolución, siempre hay trastornos
en el lenguaje: ecolalias (inmediatas o diferidas), inversiones
pronominales, o diversos trastornos sintácticos. En ocasiones
permanecen en el mutismo.
Estos síntomas, a mi entender, manifiestan claramente el fracaso estructural.
Tomemos como ejemplo el clásico de la inversión pronominal. El uso del tú por el yo. Es muy frecuente el autista que
nos habla de él en segunda persona. Pongamos una frase
típica: «¿Quieres comer, tienes hambre?» Esta frase la pueden decir incluso con una entonación diferente a la que usan
en otros momentos.
El autista pone de manifiesto, lo que Lacan dice en el
Seminario III: «El sujeto recibe su mensaje del otro de forma
invertida». En mi opinión es el autista quien no puede invertir el mensaje, apropiarse de él e incluirse en primera persona».
La posibilidad de «apropiación» del lenguaje, nos da la posibilidad de representarnos en lo que decimos, en lo que pedimos. A Kanner le sorprendía como podían repetir poemas,
responder a 25 preguntas del catecismo presbiteriano, como
en el caso de Donald, o contar hasta varias centenas, como
en el caso de Fréderick, sin interesarse en aplicarlo a objetos
reales, o siendo incapaz de responder a una llamada o de
dirigirse al otro.
Es justamente lo que no puede hacer. Puede hablar e incluso pedir, a su manera, pero repitiendo las palabras de otro,
parece que las palabras le quedan en una cierta exterioridad,
siguen siendo de otro, no del todo suyas.
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Esta dificultad en relación al lenguaje condiciona todo lo
que a través de él se transmite.
3. Las estereotipias y el cuerpo del autista
Para Kanner las estereotipias acompañaban siempre al síndrome, pero
no profundizó tanto en su estudio.
Se trata de lo que suelen llamarse «manías», manierismos. Un ejemplo
típico de estereotipia es el balanceo autístico. Otros ejemplos son movimientos giratorios del cuerpo, el «aleteo» de manos o la insistencia repetitiva de tocarse diferentes partes del cuerpo. Son conductas de autoestimulación que pueden ser y en muchos casos son autolesivas.
Un dato clínico, no reseñado por Kanner, y que yo creo que
está presente en todos los casos, es que no se reconocen en el
espejo, incluso en casos de evolución muy favorable.
Podríamos decir que el autista no consigue identificar su
cuerpo, ni su imagen, como algo propio. Le vemos comportarse con algunas partes de su cuerpo como si no fueran
suyas. Se aprecia especialmente en la dificultad que tiene de
reconocer el dolor, e identificarlo con una zona de su cuerpo.
Su respuesta ante un dolor puede ser golpearse en esa zona
de su cuerpo, o un cuadro de agitación y de agresividad,
como atribuyendo la causa de su dolor a un agente externo.
Y con respecto a la organización pulsional, también nos
encontramos con una profunda alteración. En algunos casos
parece que la organización libidinal no pasa por el cuerpo,
son autistas que no enferman nunca.
En mi opinión podemos pensar algunas de las estereotipias,
como un intento de localización del goce, intento en muchos
casos fallido ya que no encuentran límite que le pare.
Con respecto al cuerpo del autista hay un dato curioso que
quisiera subrayar: su habitual excelente salud física. Salud
que suele verse alterada en momentos de mejoría, cuando
comienzan a reconocer su cuerpo, cuando comienzan a
hablar es frecuente que padezcan enfermedades normales
que hasta entonces no habían padecido. Podríamos decir
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que es la libidinización del cuerpo la que produce enfermedades.
4. La intolerancia al cambio y los rituales
La intolerancia al cambio, la obsesión por la inmutabilidad,
como la denominaba Kanner es un síntoma en el que vemos
claramente que se trata de una respuesta activa del sujeto. Es
un síntoma constante en el autista, que perdura a lo largo de
los años. Vemos, como se altera profundamente si algo de su
mundo cambia, sea un cambio de posición de los objetos, sea
un cambio de secuencia temporal, sean cambios en las personas. Y le vemos como se esmera afanosamente en tratar de
recolocar todo en su sitio y a nosotros también cuando tenemos la osadía de producir lo que para él es un desorden.
Podríamos hablar de los temibles cambios de itinerario del
autobús. Tenemos un claro ejemplo en la película Rayman:
Su hermano, desesperado por la «obsesión de inmutabilidad» de éste.
Creo que podemos decir que es todo un trabajo de poner un
orden real. Lo que su alteración del registro simbólico, no le
permite comprender de la realidad cambiante, lo realiza en
un orden espacial inmutable.
Cuando interviene la secuencia temporal, nos encontramos
con los rituales. Es su forma de organizar el tiempo y el espacio, a través de secuencias obsesivamente idénticas y repetitivas.
Estos síntomas expresan la dificultad del autista en la conceptualización del espacio y del tiempo. Por ejemplo un
autista difícilmente nos podrá contar su historia.
A Kanner también le llamó la atención la tendencia de los
autistas a los juegos repetitivos, con ciertas predilecciones
por los objetos giratorios. Otra característica curiosa es la
relación que algunos establecen con un objeto determinado:
el llamado objeto autístico. Se trata de un objeto que el autista «adopta» desde muy pequeño, y del que no se separa
jamás. Nos da la impresión de que le aporta una especie de
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seguridad. Ejemplos de estos hay innumerables, recuerdo
algunos: el balón, «la cuerdita», las tapas de unos botes concretos… Por último, es de destacar la especial habilidad y
pericia que demuestran algunos autistas cuando se trata de
temas o actividades que despiertan su interés. Con respecto
a la música, a los números, a los juegos de montaje de piezas, a los puzles etc. Así como las «fenomenales proezas de
memoria», destacadas por Kanner.
Sigamos un poco más a Leo Kanner en su estudio. Se pregunta por los motivos que han condicionado evoluciones tan
diferentes, presentando una clínica tan similar a los cinco
años.
Tres de los casos que tuvieron muy buena evolución. De dos
de ellos Kanner dice lo siguiente: «Donald gracias a la sabiduría intuitiva de una pareja de granjeros que supo hacerle
utilizar sus preocupaciones fútiles para fines prácticos y al
mismo tiempo a mantener el contacto con su familia, tiene
un empleo regular como cajero de un banco». «Fréderic se
benefició de una preparación de orientación similar en las
Escuelas Devereux dónde fue integrado poco a poco en
objetivos de socialización siguiendo la inclinación de sus
aptitudes a la música y a la fotografía. Fue integrado en un
taller protegido en el que recibió una formación profesional:
aprendió a utilizar la fotocopiadora. Tiene en este momento un trabajo regular y es considerado por su jefe como
«excepcionalmente fiable, serio, consciente y bien considerado por sus colegas de trabajo».
Cinco casos evolucionaron muy mal, de los que dice:
«…pasaron prácticamente toda su vida en instituciones de
cuidados, han perdido todos su vitalidad poco después de su
institucionalización. Luchando inicialmente por su aislamiento y gozando de la satisfacción que les producía; alarmados inicialmente por todo cambio inoportuno, y a su
manera luchando por su status quo; extrañando inicialmente al observador por sus fenomenales proezas de memoria,
caerán rápidamente en un auto-aislamiento ininterrumpido
y se instalarán pronto en una vida que no estaba muy alejada de una existencia parecida al «nirvana». Incluso si quedaron poco sensibles a los test psicológicos, sus CI caerán
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hasta alcanzar puntuaciones atribuidas generalmente a los
débiles mentales en su estado más bajo o a los imbéciles».
Y siguiendo a Kanner en este estudio, cito también textualmente su comentario:
«Los resultados de seguimiento sobre treinta años no se prestan a consideraciones estadísticas por el escaso número de
casos implicados. Invitan sin embargo a verdaderos interrogantes en cuanto a las evoluciones a partir de una situación
inicial común, yendo desde el deterioro completo a una
combinación de adecuación profesional con un ajuste social
limitado, aunque superficialmente bueno».
»No podemos impedir tener la impresión de que la admisión en estas instituciones –Hospitales del estado– ha sido el
equivalente a una condena en vida: con la desaparición de
los espectaculares hechos de memoria automática, el abandono del combate anterior –patológico, pero activo– por
mantener la inmutabilidad, la pérdida del interés por los
objetos añadida a la pobreza fundamental de la relación con
el otro– en otros términos, un retraimiento total hacia casi la
nada».
Kanner se plantea si estos niños hubieran tenido un destino
diferente, o si Donald y Fréderic, «El cajero de banco o el
operador de máquina fotocopiadora», hubieran compartido
el mismo destino sombrío que los anteriores en sus mismas
condiciones.
Ciertamente, se responde Kanner que aunque una respuesta afirmativa sería probablemente correcta, no se puede
dejar de preguntar si un elemento no determinable en el presente, puede tener influencia sobre el destino de los niños
autistas.
Un ejemplo clínico
Se trata de un chico de 35 años, al que vi en APNABI por
primera vez, cuando tenía 11 años. En aquel momento
Manuel tenía un síntoma molesto, en su ámbito escolar: se
pasaba todos los ratos libres absorbido por «una obsesión»
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hacer mapas. Mapas de diversos países, donde separaba las
cuencas de los ríos, y señalaba algunas ciudades entre las que
estudiaba, «posibles vías de comunicación». A pesar de ello
era bien tolerado en su medio escolar.
Acudió de nuevo 7 años más tarde. Sus padres estaban preocupados por el futuro de su hijo. En aquel momento
comenzamos un tratamiento que duró hasta mi marcha de
la Institución, muchos años después.
Durante estos años, enviado por un psiquiatra, que le desaconsejó acudir dónde un psicoanalista, fue tratado por una
psicóloga, que intentó quitarle «sus obsesiones», de este tratamiento él decía que le había hecho«perdió el hilo».
En las revisiones anuales el psiquiatra, explicaba a S. y a sus
padres que tal o cual síntoma de Manuel se podían comprender por su autismo; explicaciones estas que vienen reflejadas en multitud de informes. Así Manuel fue aprendiendo
mucho sobre autismo.
Las entrevistas. Cómo se presenta
Cuando acude esta vez lo primero que Manuel me dice
cuando le recibo es: «¿Puedo revisar algo que me caracterice? Supongo que podré ver lo que hacía de pequeño.
/…/He ido rememorando cosas, atando cabos; yo no quisiera ser egoísta, quisiera tratar cosas en privado».
En aquel momento tenía una manera muy peculiar de
hablar y de presentarse: «He descubierto que soy un autista,
no se puede negar, lo dijo el Dr. X. He llegado a la conclusión por mí mismo, tengo un Síndrome, son adquiridos».
En posteriores entrevistas me trae, los informes que tiene y
los va comentando: «Aunque sea autista me he ido construyendo un carácter». Y van surgiendo sus preguntas:»Soy un
autista inteligente, lo sé, pero ¿qué soy yo?»
«Hablo con frases hechas, y ¿Eso qué tiene de malo?»
«Hago estereotipias, como tocarme la cara, no soy apto para
escoger los momentos adecuados/.../lo hago para liberarme
de tensiones o pulsiones...»
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El autismo: «Un combate activo»
«Hablo sólo porque no tengo a nadie con quien hacerlo. El
sentimiento de soledad ha sido de pequeño, no había un
ambiente estructurado./…/los adultos no quieren entender,
piensan que somos de su propiedad».
En la medida en que voy cuestionando sus definiciones, van
apareciendo otras, hasta que un día me dice: «Tengo una
problemática con el ser». «Por eso no tengo razón» y me
pregunta: «¿Tú me vas a creer?». A partir de ese momento,
creo que ha constituido un lugar de un Otro al que hablar,
por lo que me pareció oportuno proponerle un tratamiento
y aceptó.
En aquel momento tenía serios problemas para continuar en
el Centro al que acudía. Ya no era el centro en el que había
estudiado la E.G.B. y en este nuevo centro no sabía cómo
situarse: Sus compañeros le burlaban por sus manierismos y
era rechazado tanto por estos como por los profesores, debido a que Manuel interrumpía constantemente la clase
poniéndose a hablar sólo. Trataba de explicar ante sus compañeros que su comportamiento se debía a su «ser autista»,
dándoles lecciones sobre autismo y mostrándoles sus informes. No duró mucho en este centro, y ahí terminaron las
posibilidades para Manuel de continuar en el mundo
Escolar normal, hecho este que supuso una gran decepción
para Manuel, que creía en el ideal de Integración.
Durante un largo periodo, parecía «ir a la deriva»; contaba
indiscriminadamente sus problemas en la institución y fuera
de ella al primero que se encontraba, hasta que se fue situando en el tratamiento, en ese momento recién comenzado.
Continúo cuestionándole: ¿Esto quién lo ha dicho? ¿Tú qué
piensas de esto? Él va respondiendo, creando diferentes
categorías lógicas:
Lo «innecesario», lo «propio»; lo «impropio», lo «inapropiado». Así lo «innecesario» irá desapareciendo, se irá cuestionando lo «inapropiado» e irá desplegando lo «propio». De
esta forma, vamos poniendo un cierto orden en lo que dice.
En la categoría de lo «propio», hablará de «los pensamientos que se le imponen» y de las «palabras inventadas», sobre
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El autismo: «Un combate activo»
las que me traerá su primer escrito, del que extraigo algunos
párrafos:
«Mi obsesión por los mapas comenzó cuando quería completar los destrozos ocasionados en el libro de los grandes
ríos... Conseguí hacer muchos mapas aunque al principio
presentaba errores groseros luego los fuí perfeccionando
hasta mejorarlos. También me invente ríos como el Osni el
más largo en las islas británicas ...nombres sacados de libros,
como la historia interminable... (sic)
Va desarrollando «sus temas de interés» y se cuestiona su
«ser autista».
Su principal tema de interés en este momento son los
mapas– Se toma mucho trabajo en diseñar trazados de
carreteras y vías de tren «que mejoren la comunicación».
Hace un diseño para unificar las vías de tren de margen
drcha. e izda., de la ría bilbaina, porque están incomunicadas. Un día consigue una entrevista con el Director
Gral. de los Ferrocarriles Vascos al que le expone sus diseños
y vuelve diciendo: «No se pueden mejorar las comunicaciones por
problemas de política».
Es de la Sociedad de Amigos del Ferrocarril y estudia mucho
sobre trenes. Un tiempo se dedica a viajar en tren, entablando relación con los viajeros, hasta que en uno de estos
viajes, se encuentra con un señor que quiere abusar de él y
deja de viajar.
Comienza a estudiar francés, para traducir libros, para la
S.A.F. Deduce que las lenguas sirven para comunicarse «salvando fronteras». Le empieza a interesar la idea de «La gran
Europa», donde todos los países estén comunicados, y un día
me cuenta que está investigando sobre Hitler y el nazismo.
Se dedica a estudiar «la psicología» de Hitler, y le da muchas
vueltas a la legitimidad de Hitler para cometer crímenes.
Dice: «Abusaba del poder».
El interés por la política lo toma de su padre, al que muchas
veces ha oído hablar del autoritarismo de la dictadura franquista.
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El autismo: «Un combate activo»
En el Centro de Día de la institución, se apuntó en el Taller
de Cultura donde se dedica a investigar y como producto de
sus investigaciones me traerá dos escritos:
Extraigo del primero titulado «Mis especulaciones personales sobre autismo» el primer párrafo: «El autismo
se considera la acción de la persona de rechazar cualquier
contacto con el mundo exterior»...
Y en el segundo titulado «Pensamientos» habla de los
pensamientos que le atormentan. En unos se siente «abusado», «insultado» «maltratado», en otros siente violencia,
tiene «ideas de hacer mal a otros». Estos pensamientos, le
hacen sentirse «autorreprochado» y «atormentado».
Hablando de lo que le atormenta, me explica un día por qué
habla sólo:
«Hablo sólo, porque me gusta retener voces. Yo tengo un
tono de voz y pensando no acierto a dar con él y por eso
pienso en voz alta, porque en voz baja no sé pensar, es cómo
si no existiera. ¿Esto no será esquizofrenia?»
Poco después encontrará una respuesta:
«Te voy a exponer otra posibilidad con respecto al autismo:
¿no puede ser que ese tipo de padecimientos se los crean
ellos solos, acumulan ideas en las que se encierran para protegerse? «Como yo con los mapas, para completar fotos que
faltaban la mitad, para rellenar el vacío, para completar.
Construir una casa, sin ventanas ni puertas y cuando la terminas estás dentro».
En esta segunda teorización, me parece que el autismo no es
solo una defensa contra el mundo exterior, cómo en el primer escrito, sino como defensa contra los pensamientos que
le atormentan.
Sobre su futuro, el padre y el Nazismo:
Manuel viene preocupado muchos días por cosas que le dice
su padre: «El me considera un caso perdido para mi futuro»,
y otro día dice: «El tiene respuesta para todo, Mussolini era
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El autismo: «Un combate activo»
padre, al igual que Hitler siempre tenía razón». De su padre
dice un día: «Es demasiado exigente, tiene un Síndrome de
franquismo sociológico». En su cuestionamiento de la función paterna, dice un día: «La figura del padre es la que
siempre tiene razón, indiscutible». Comienza a hablar de su
futuro: –«Mi padre, que aprenda, que no quiere que a su
muerte quede un inválido, he decidido ya mismo hacer lo
mío.»
- «Lo mío es romper con la familia, romper con mi padre en
todos los sentidos.» - «En casa como persona no voy a conseguir nada, soy un intruso».
El trabajo de Manuel
Surge en la institución la primera posibilidad de empleo. Se
trata de un programa de fomento del empleo. Manuel al
igual que otros compañeros suyos, comenzó a trabajar en
este taller. Fué un comienzo precipitado, con poco tiempo
para decidirlo y, según me hizo saber después muy presionado por sus padres, que veían en este programa una promesa
de futuro. Comenzó así su primer trabajo. Las cosas no le
fueron muy bien. Trabajaba afanosamente, siendo muy
valorado en el taller, pero él se encontraba muy mal.
Comienza a expresar una gran inquietud, y reaparece una
estereotipia que le había acompañado durante años y había
desaparecido: tocarse un ojo intensamente estando en presencia de alguien. No puede esperar; cuando acude a su
sesión, si estoy ocupada, se inquieta mucho, paseándose por
el pasillo sin parar, hablando solo, en voz alta.
Señala que no ha tenido tiempo para pensarlo, que ha decidido presionado y reaparece su frase: «Creen los padres que
somos de su propiedad». No soporta «la locura» de algunos
de sus compañeros de taller y me dice que el quiere un trabajo con gente normal.
Decido decirle que deje el trabajo y que se de «tiempo».
Hablo con sus padres, para explicarles la imposibilidad de
Manuel para continuar en el trabajo. Con gran disgusto
acceden a que deje el trabajo y se de tiempo a encontrar otra
opción.
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El autismo: «Un combate activo»
Comienza en el tratamiento un trabajo sobre sus límites,
sobre lo que puede y lo que no, y lo «insoportable» para él.
Ya más tranquilo, se preguntaba sobre un trabajo en el futuro, y un día concluye: «Ahora eso no me interesa», y habla
de lo que sí le interesa, que es un trabajo sobre el nacionalismo vasco y su relación con el nazismo. Durante este periodo realiza cursos de informática, por los que también muestra interés.
Un tiempo después de mi marcha, acudió a mi consulta y
desde entonces, acude con una cierta periodicidad, cuando
«las circunstancias le agobian». Podríamos decir que busca
apoyo en mí cuando ciertas iniciativas de sus padres, respecto de su futuro, interfieren en su vida, de forma insoportable
para él.
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Arte, angustia y psicosis infantiles
Nuria Gutiérrez
Dos infancias distintas: Eduard Munch y Adolf Wölfli
Un misma ausencia: la función paterna
Un diagnóstico: PSICOSIS
Citar a José María Álvarez en las primeras líneas de cualquier escrito que tenga que ver con la psicosis es saber, que
por lo menos, empezar, empezamos bien.
Estas líneas corresponden a la intervención de José María
titulada Psicosis actuales, dentro de las Conversaciones SisoVillacian del año 2005.
«El hecho de concebir la psicosis como una defensa que el
propio sujeto hace efectiva, implica también atribuirle la
más importante participación en los potenciales intentos de
remedio. Al contrario que el enfermo gobernado por la
enfermedad, tal como nos lo pinta la psiquiatría actualmente hegemónica, nuestro psicótico dispone de un limitado,
aunque a veces efectivo, arsenal terapéutico».
»Tres son los recursos principales que la propia estructura
favorece: 1) la creación de un delirio, 2) el apuntalamiento
mediante las identificaciones y 3) la invención de una suplencia: el primero de ellos sólo puede ponerse en marcha cuan-
El trabajo se acompañó de la visualización en pantalla de las obras comentadas.
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Arte, angustia y psicosis infantiles
do la psicosis ha estallado, mientras que los otros dos restantes podrán activarse bien para frenar el desencadenamiento
o bien para estabilizar una psicosis clínica».
¿En qué medida la experiencia de expresarse con los instrumentos del arte puede posibilitar la construcción de esa
suplencia? escribe Alejandro Gómez Franco en un articulo
titulado El arte de l@cura, publicado en la revista El
Psicoanálisis nº10. Separare en dos la contestación que propone Gómez Franco.
1º Realizar una actividad de esta índole tiene como primera
consecuencia la salida de la rumiación constante de los pensamientos y las sensaciones que lo atormentan mediante un
cambio de registro.
Podemos servirnos aquí del pintor noruego Eduard Munch,
personaje al que su actividad pictórica le permitió frenar el
desencadenamiento de la psicosis.
Eduard Munch (1863-1944)
Proyectar la diapositiva del autorretrato. Su vida
Eduard Munch nace en Noruega en 1863. Su infancia y
adolescencia transcurre en lo que hoy es la ciudad de Olso.
Nace dentro de una familia de médicos. Su padre, médico
del ejército, inculcó a sus hijos un profundo temor hacia el
infierno asegurándoles que si pecaban de cualquier modo
sería condenados al infierno sin esperanza de perdón, parece ser que era un hombre dominado por obsesiones religiosas. Cuando Munch aún no había cumplido cinco años
murió su madre de tuberculosis. Cuando tenía doce vio
morir a su hermana, dos años mayor que él, también de
tuberculosis. Decía que de su padre habían heredado la falta
de vigor y de su madre los pulmones débiles.
El único hermano varón de Munch, Andreas, murió a edad
temprana, tras haber estado casado tan sólo seis meses.
Munch pensaba que su hermano no debería haberse casado,
Consideraba a su cuñada demasiado vital. Fue ella quien
quiso el matrimonio, su hermano era demasiado frágil para
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Arte, angustia y psicosis infantiles
casarse. Desarrolló un terrible recelo hacia cualquier signo
de afecto. Consideraba el intercambio sexual como un apareamiento con la muerte.
Su padre se muere cuando Munch tiene 26 años. De las dos
hermanas que quedaban a una le fue diagnosticada una
enfermedad mental.
Sus rumiaciones
«En la casa de mi infancia habitaban enfermedad y muerte.
Nunca he superado aquella infelicidad. Así viví con los
muertos».
«La enfermedad, la locura y la muerte fueron los ángeles
que rodearon mi cuna y me siguieron durante toda mi
vida».
«Yo que vine enfermo al mundo, en un ambiente enfermo
donde la juventud era una habitación de enfermo y la vida
una ventana resplandeciente iluminada por el sol».
«Mi arte tiene sus raíces en la reflexión sobre por qué no soy
igual que los demás, por qué cayó una maldición sobre mi
cuna, por qué he sido arrojado al mundo sin poder escoger.
He tenido que ir por un sendero a lo largo de un precipicio,
de una vorágine sin fondo. He tenido que saltar de una piedra a otra. A veces he abandonado el sendero para lanzarme al torbellino de la vida. Pero siempre he tenido que volver a este sendero al borde de un precipicio».
Cuando tiene 45 años tiene una crisis nerviosa –episodio
culminante de una serie de alteraciones ya manifestadas
anteriormente– le obliga a ser ingresado.
«He vuelto a caer enfermo y me refugio en una clínica para
los nervios antes de regresar a Noruega. Miedo de la gente.
Insomne».
«Un pájaro de presa se ha clavado dentro de mí. Sus garras
han penetrado en mi corazón, su pico ha atravesado mi
pecho y el batir de sus alas ha ofuscado mi cerebro».
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Arte, angustia y psicosis infantiles
Su obra
No pinto lo que veo sino lo que vi.
1. Autorretrato en el infierno
Su padre le decía «Ni esperanza ni perdón para los que
pecaban, sólo el infierno»
2. La niña enferma (1885-1886)
El propio Munch sugiere que este cuadro es el cuadro decisivo y la matriz de casi toda la obra que desarrollará después.
Algunos críticos de arte piensan que este cuadro es la razón
de ser de su pintura, que quizás Munch se convirtió en pintor solo para poder pintar la agonía de su hermana Sophie,
fallecida de tuberculosis a los quince años, a la que asistió
siendo niño y que no puede olvidar. Es fácil imaginar cómo
esta muerte trae a su memoria la primera muerte, la muerte
de su madre cuando él tenía cinco años. «Creo que ningún
pintor ha vivido su tema hasta el ultimo grito de dolor como
yo cuando pinté La niña enferma. No estaba solo en esa silla
mientras pintaba; sentados conmigo estaban todos mis seres
queridos, que, en aquella silla, empezando por mi madre,
un invierno tras otro, pasaban las horas anhelando el sol,
hasta que la muerte vino a buscarlos».
Hay cinco versiones de este cuadro, una cada diez años.
3. Litografía de la niña enferma
4. La madre muerta y su hija (1897-1899)
La pequeña Sophie se tapa los oídos, ¿qué es lo que no quiere oír?
Este gesto de Sophie lo volveremos a encontrar en otro cuadro, y con otro protagonista.
5. El grito (1993)
«Seguía el camino con dos amigos. El sol se ocultó, el cielo
se tiñó de un rojo de sangre y yo sentí como un soplo de
melancolía. Me detuve y me apoye en la cerca, mortalmente cansado; por encima de la ciudad y del fiordo de un azul
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Arte, angustia y psicosis infantiles
negruzco planeaban nubes sanguíneas como lenguas de
fuego. Mis amigos siguieron andando y yo quede allí clavado, temblando de angustia. Me parecía oír el grito inmenso,
infinito de la naturaleza».
El propio pintor escribe a lápiz entre las nubes rojas «solo
podía pintarlo un loco».
6. Litografía de El grito
7. Atardecer en la calle Karl Johan (1993)
«Me encontré en el Boulevard des Italiens, con las bombillas
eléctricas blancas y las luces de gas amarillas, con millares de
rostros extraños que, iluminados por la luz eléctrica, parecían fantasmas». Esta descripción hace pensar que el personaje solitario que va en dirección contraria a la masa es el propio Munch.
8. Desesperación (1892)
9. Angustia (1894)
10. Vampiresa (1893-1894)
Cree que la muerte de su hermano Andreas está relacionada con el matrimonio.
El abrazo de esta mujer-vampiro que traga y captura. Esta
vampiresa quita al hombre su independencia, su fuerza, su
arte y lo conduce a la tumba.
Así ve Munch a la mujer.
11. Madona (1895) Litografía
Existen muchas variantes de este tema, como de todas las
obras importantes de Munch, plantea el vínculo profundo
entre placer y dolor, entre nacimiento y muerte. Y es la
mujer la encargada de dar placer pero a la vez dolor, de dar
vida pero también muerte.
En el marco que rodea la litografía se puede apreciar formas
espermáticas, pero el embrión que aparece en el ángulo inferior recuerda más a la muerte que una futura vida.
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Arte, angustia y psicosis infantiles
Siguiendo con la segunda parte de la respuesta que propone
Alejandro Gómez Franco.
2º «Los recursos del arte le proporcionan una especie de gramática a su delirio y la gramática no deja de ser un orden,
una organización, un modo de simbolización. El lenguaje
artístico le permite liberarse de la imposición de sentido que
el psicótico sufre de un modo más acuciante que el neurótico».
Ahora podemos ver, a través de la obra de un pintor suizo
contemporáneo de Eduard Munch, cuando esa suplencia se
utiliza para estabilizar una psicosis clínica.
Adolf Wölfli (1864)
Diapositiva del retrato de Wolfli. Su vida
Wölfli nació en 1864 cerca de Berna, era hijo de un obrero
alcohólico, que abandonó a su familia cuando Adolf tenía
cinco años, y de una trabajadora doméstica que solía ejercer
la prostitución. Su madre muere cuando él tiene 8 años.
Desde esta edad se gana la vida trabajando por comida y
alojamiento en diversas granjas, en las que a menudo era
objeto de abusos. A los 18 se enamoró de la hija de un granjero y quedó destrozado cuando los padres de la chica le prohibieron casarse con alguien tan pobre. Wolfli reaccionó a
esta mala experiencia interesándose cada vez por niñas más
jóvenes. Se convirtió en un pedófilo, y en tres ocasiones lo
sorprendieron tratando de abusar de muchachas cada vez
más jóvenes: 14, 7 y 3 años. Eludió el arresto en el primer
caso y pasó dos años preso en el segundo. El último delito lo
envió a la clínica psiquiátrica de Waldau en 1895. El diagnóstico fue de esquizofrenia. Durante algunos años fue peligrosamente violento y estuvo asilado del resto de los pacientes. Este comportamiento fue cambiando a medida que centraba sus energías en el dibujo, la escritura y sus composiciones musicales. Composiciones escritas en pentagramas de
seis líneas. Pasó los últimos 35 de sus 66 años en un hospital
psiquiátrico y es hoy uno de los más grandes artistas marginales.
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Arte, angustia y psicosis infantiles
Su obra
Cuatro años después de ingresar en el psiquiátrico, Wölfli
empezó espontáneamente a dibujar. Son dibujos hechos con
lápiz. Tres años después, en 1907, un psiquiatra nuevo llega
a la clínica y empieza a interesarse por la obra de este
paciente. Este médico le suministró material de dibujo y
lápices de color. Wölfli empieza a escribir su imaginaria biografía (De la cuna a la tumba). Catorce años después este
médico escribe». Desgraciadamente todavía hoy es casi
siempre imposible recibir informaciones directas sobre cosas
que son importantes para nosotros».
Wölfli había encontrado otra manera de expresarse que no
pasaba por la oralidad. Eran sus obras las que hablaban. Si
le pedían que explicara el significado de sus enigmáticos
dibujos, Wolfli enrollaba una hoja de papel y tocaba con ella
un largo solo de trompeta a ritmo de polka o de mazurka. En
sus obras había referencias a los acontecimientos que habían marcado su vida. Hay una fecha 1876 que se repite siempre en los accidentes, en los incendios que aparecen en sus
dibujos. Wölfli escribe que en el año 1876, estando en casa
de la familia Virrey, iba a cometer un abuso sexual en la hija
de dos años que estaba en la cuna. No se sabe si abusó realmente de la niña o si sólo se trataba de «pensamientos impúdicos» como él lo llamaba, de la adolescencia. Tenía entonces 12 años.
Su trabajo fue centrándose cada vez más en unos libros ilustrados absolutamente megalomaníacos de unas 25 mil páginas de historias, blasfemias y poesía.
1. Fotografía de Wölfli
Sostiene una trompeta de papel con la que interpreta sus
dibujos.
2. La copa naranja
Este dibujo parece ser que hace referencia al incidente del
abuso de la niña en la cuna cuando Wölfli tenía 12 años.
Se puede reconocer en el dibujo a una mujer con las piernas
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Arte, angustia y psicosis infantiles
separadas, los pajarillos amarillos, y esa especie de naranja
que se sitúa en el lugar de la vulva.
3. El jeroglífico
Este dibujo forma parte de la decoración de un armario,
vuelve a repetir el motivo de los pajarillos, los hombres
enmascarados.
4. Gran Diosa Regentia
5. Árnica de trono de San Adolfo
El árnica es una planta que se encuentra principalmente en
zonas de montaña. Esta planta ha probado ser efectiva en
casos de golpes, contusiones, dislocaciones. Actúa como
cicatrizante y analgésico.
6. La crucifixión de Jesucristo
Algo que no pasa desapercibido en su obra es el tratamiento que hace de los ojos de sus personajes. Todas las caras
muestran unas ojeras oscuras.
«Señores y señoras del estamento… observen los ojos frecuentemente hundidos y bajos de las clases bajas, en los cuales ustedes pueden ver con demasiada frecuencia los tormentos y la miseria que oprime sus corazones».
7. La música
Para él sus pinturas podían sonar, o al revés, la música que
tenía en su cabeza coloreaba el papel en el que dibujaba.
En el historial clínico correspondiente al día 3 de noviembre
de 1921 su médico apunta: El paciente ha pintado su celda,
es muy bonito, desgraciadamente ha empezado a pegar
entre sus dibujos ilustraciones de magazines, revistas y tarjetas postales, le gusta más así. Quiere una alfombra para la
celda según un dibujo suyo, me dice que tiene bastante dinero, que la encarguemos sin falta en Constantinopla».
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¿Mi hijo es autista?
Luis León
Buenas tardes a todos. En primer lugar, quiero comentar
que me siento muy contento de que, al fin, hayamos creado
un espacio de encuentro y diálogo para hablar de la patología grave de los niños. Sé que ha supuesto un esfuerzo grande por parte de la organización, esfuerzo que es proporcional al entusiasmo con que este proyecto, iniciado en una
conversación de pasillo, ha sido definitivamente llevado a
cabo.
Hace años de nuestra primera conversación en Barcelona,
andaba yo casi recién llegado a este mundo del tratamiento
con niños, y responde a una ineludible pregunta que uno se
hace nada más llegar: ¿por qué no existe ningún espacio
específico para abordarla patología del niño desde el psicoanálisis? Con esto no quiero decir que no haya espacios de
formación, que los hay en diferentes lugares de España, sino
un lugar donde traer a los niños como protagonistas, más
allá de las teorías que los adultos construimos desde hace
años para tratar de taponar lo más posible el no-saber que
muchas veces acompaña al tratamiento de cada niño en particular.
Pues bien, hemos conseguido crear un espacio donde el
objetivo es que sea el niño quien nos muestre, y nosotros
quienes de él aprendamos.
Entre los muchos casos susceptibles de ser contados aquí hoy,
probablemente haya algunos más paradigmáticos que atendí o estoy atendiendo, algunos de evolución más espectacuPrimer Encuentro: «El Otro niño». Siso nº 48-49. Invierno 2009
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¿Mi hijo es autista?
lar. ¿por qué, entonces, he elegido este caso? Mi respuesta,
en este momento de mi exposición, enlaza con lo anterior:
porque me parece que no se puede aprender y, si me apuran,
trabajar, si no es desde la sorpresa. Sorpresa que no siempre
aparece, pero que cuando lo hace debemos alimentar con
nuestra curiosidad y nuestra disposición. Pienso, en un trabajo con una compañera desarrollamos algo más esta articulación significante, pienso, decía, que hay que dis-posicionarse, esto es, abandonar el posicionamiento habitual con
que estos niños se encuentran en el otro, para encarnar un
lugar bien diferente para el niño. Espero que, en este caso
que voy a comentar, resulten visibles los efectos que determinados posicionamientos del otro tienen a la hora de condicionar la elección subjetiva del sujeto niño.
Y ahora, sin más, dejemos la palabrería y escuchemos al
niño.
Se trata de un varón que empecé a atender en la USMIJ de
Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, en el mes de marzo de
2009, cuando contaba cuatro años y medio de edad. Desde
el momento en que leí el volante de derivación de su pediatra (a iniciativa de la orientadora escolar), me tomé un especial interés por entender lo que estaba pasando, y ver qué se
podía hacer. Como verán, no se trata de uno de los motivos
de derivación más habituales en la clínica de hoy, tan sobresaturada del constructo conocido como TDAH, de lo que no
voy a hablar ahora. Este niño, en cambio, acude remitido
por lo siguiente: «niño con aprendizaje muy superior para su
edad. Sabe leer, escribir. Dificultad de socializar
(¿Asperger?). Ecolalia. Solicito valoración por vuestra
parte».
En el informe de la orientadora cabe destacar lo siguiente:
escolarizado en 2º de Educación Infantil, presenta desde el
principio de su escolaridad una capacidad superior y evidente para todos los aspectos relacionados con la adquisición mecánica de letras y números, con un Nivel de
Competencia muy superior a su grupo de edad, que contrasta de manera «chocante» con sus dificultades para interactuar socialmente con iguales y adultos, así como adquirir
rutinas y asimilar aspectos relativos al medio físico y social,
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¿Mi hijo es autista?
lo que ha determinado una valoración psicopedagógica
obteniendo unos resultados muy discrepantes que podrían
ser reflejo de dificultades relacionadas con la comunicación.
Añade que se informa a los padres para que el Pediatra del
alumno, si lo considera oportuno, derive el caso al Servicio
de Neuropediatría de zona.
Comienzan, a mi entender, las dificultades: de acuerdo en
que un neuropediatra debe descartar organicidad, pero, creo
que es evidente, que este niño presenta alteraciones en la
comunicación, socialización, etcétera, lo que implica que
debe ser valorado por el psiquiatra y hacer, en el Servicio de
Salud Mental, las pruebas psicométricas que se estimen pertinentes.
Bien, en mi lugar de trabajo, la primera entrevista con el
niño y la familia la realizan los compañeros no clínicos, no
facultativos, y recogen datos y realizan con el niño unos test
desiderativos. Debo decir que por el servicio pasan profesionales en formación que aprenden a hacer estas «aperturas
de historia», y añadiré que no siempre se presta atención o
se indaga en lo que para un clínico es más relevante. En este
caso, quien hace la apertura de historia, recoge los siguientes datos: antecedentes en ambas abuelas maternas de
Diabetes Mellitus, una además hipertensa. Resto sin patología. Convive la familia nuclear, constituida por el padre, la
madre, una hermana de 8 años sana, y el paciente, al que llamaremos J. De J. parece llamar mucho la atención lo «solitario y aislado que se presenta», ya que «no presenta inquietud por sociabilizarse». Se sabe las tablas de multiplicar, leer
y escribir, desde los tres años. Tendencia a la repetición,
estando «obsesionado» por el número 88. Dificultades en
«simbolización».
El embarazo es deseado y transcurre con normalidad, sin
problemas en el parto, pesando 3100 gr. No recibe lactancia
materna porque la madre «no quería dársela». Alguna dificultad con el «paso a cuchara» en la alimentación. Sostén
cefálico a los 2-3 meses, sedestación con 5-6 meses, no gateó,
inicia la marcha en bipedestación con 13 meses, y aprende a
hablar alrededor de los tres años. Presenta autonomía para
comer y vestirse, y controla los esfínteres uretral y anal desde
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antes de los 3 años. Estuvo en observación hospitalaria por
sospecha de apendicitis.
No acudió a guardería, y estaba «un poco revuelto» al
comenzar la escolarización. La familia refiere observar en J.
tendencia al aislamiento, y comentan que en su tiempo libre
le gusta el ordenador y contar muchas veces los coches.
En la primera entrevista recibo inicialmente a los padres y al
niño, y me comentan que destaca anivel académico perono
hace amigos apenas. Me informan de que, desde navidades,
se relaciona, juega con los juguetes y habla más, mostrndo
un mayor interés por la comunicación desde que estuvo en
una «escuela de navidad». Realiza tres actividades extraescolares. Previo a esto, no jugaba, «le hablabas y no te escuchaba» y tenía mal comportamiento escolar. Además, tiende
a rehuir la mirada, mirando a la cara del interlocutor de
modo ocasional.
Del embarazo y primer periodo de vida, me dice la madre
que no le dio el pecho «por el trabajo», tampoco se lo dio a
la hermana mayor. Era «llorón-llorón, pero llorón», y se despertaba por las noches. Dormía con la hermana, y desde
hace un año duerme solo. No observaron los padres objeto
transicional (se trata de un objeto o parte de objeto, a veces
puede ser la madre o, por ejemplo, el pelo de ésta), pero
observaron que se sujeta la otra muñeca cuando le dan el
biberón –sólo se lo dan al acostarlo–.
Con dos años de edad se sabía los números y el abecedario
(no escribirlos). Las tablas de multiplicar las aprende con tres
años, en un DVD educativo que le ponían a la hermana,
porque no se las aprendía. A esta edad de tres años, mostraba más interés por el concurso «cifras y letras» que por los
dibujos animados.
Habla mucho en tercera persona: enseña una foto y dice que
es J. y que J. es el de la foto, pero no relaciona la foto consigo mismo. En ese momento, el padre está manipulando un
objeto de J., cree que lo ha roto y J. se da un golpe en la cabeza.
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Describen crisis clásticas, consistentes en golpear y arrojar
objetos, y los padre responden a esas crisis «dejándolo» o,
me dicen, «terminas por reventar, le pegas una voz»; no le
mantienen los castigos.
Se come las uñas, ha llegado a arrancarse una uña del dedo
«hasta que no se la arrancó del todo, no paró». Si se cae al
suelo sí se queja, pero no lo hace cuando se cae y cree estar
solo. Juega ocasionalmente en el suelo, pero no juega en un
espacio preciso, vale cualquier sitio, y le cuesta mucho recoger. No es especialmente ordenado, «la toallita» húmeda la
pide par alimpiarse.
Me dicen que hasta que empezó el colegio con tres años «no
se le entendía lo que hablaba, ha sido tardío» para el balbuceo.
Por la calle echaba a correr y miraba hacia atrás, y se quedaba siempre a la vista, sin esconderse; ahora sí va de la
mano.
Tiende a retener el pis y la caca: no lo pide, va él solo, y por
la noche también va él solo a hacer sus necesidades.
Mientras hablo con los padres, le ofrezco la posibilidad de
hacer un dibujo, y él hace lo siguiente, bajo la atenta mirada
del padre: escribe su nombre, los número del 1 al 9 (el padre
le señala que se confunde en uno de ellos y el niño lo borra
y lo corrige), y el abecedario completo, poniendo la R tres
veces seguidas.
Nos quedamos a solas este primer día y juega con las comidas: las magdalenas de plástico, por ejemplo, las muerde o
las chupa o las bebe indiferentemente, y sí me las da si se lo
pido, pero no por iniciativa propia. El juego parece, amén de
las peculiaridades señaladas, acorde a su edad.
El segundo día tengo que verlo en otro despacho diferente,
por problemas de espacio que teníamos en el Servicio. Entra
solo sin dificultad; le enseño el «dibujo» del primer día, pues
le expliqué que yo guardo las cosas en un sobre con su nombre que no toca nadie y que de lo que hagamos o digamos
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yo guardo el secreto pero él no tiene por qué guardarlo. Me
dice, en cambio, que eso no es un dibujo, que son números
y letras. Creo que ese día fue el que hicimos cada uno un
dibujo de una casa, él hace una muy rudimentaria y no
añade nada más, pese a que yo pongo flores, sol, dos niños…
Muestra interés por el coche, el camión… cojo unos caballos, y él decide pintarlos –imaginariamente– y no me permite volver a tocarlos porque «tienen que secarse». Vuelve
por segunda vez a coger un sonajero que trató de abrir nada
más llegar. Se sienta en el sillón y lo golpea, vocalizando de
forma apenas audible, y se acerca a ver qué escribo. Parece
pendiente de si llama mi atención. Vuelve al sillón y se queda
quieto, mirando al frente, pregunto si quiere que vayamos a
buscar a mamá y dice «sí».
Me saluda por mi nombre en la sala de espera. Juega a colocar y descolocar pilas que hace con fichas de damas y ajedrez. intenta un puzzle demasiado difícil para su edad, prueba con tenacidad y pregunta ¿este? con la ficha. Examina los
juguetes, dice «mira» y los devuelve a su sitio. Los nombra,
si ve una escoba y un recogedor hace como que barre y lo
devuelve a su sitio; no me ofrece ningún objeto ni me los da
si se los pido. Cuando tomo la iniciativa de jugar con el
camión y el burro, lo coge para pintarlo y me lo devuelve.
Así con los tres animales. Después lo lava con unas brochas
en un pilón. Le ofrezco dibujar y empieza con las letras. Le
matizo que además de letras también se puede dibujar, y
trata de bordear las escobas, el pilón… me pongo a hacer
una casa y dibuja él otra, pero no es capaz o no le interesa
inventar ninguna historia sobre la casa, quién puede vivir
allí…
Decido pedir un CI que arroja un resultado normal, de 99,
y se observa que donde puntúa más bajo es precisamente en
lo numérico y que, a medida que avanza la dificultad de la
prueba, llega a dar respuestas incoherentes; la colaboración
en la prueba es buena.
Más adelante aparece una temática que, a día de hoy, aún
persiste. He de señalar que me creó cierta confusión, como
van a ver a continuación: despliega un juego cíclico con ecolalias que saca de los dibujos de Ben 10 (esto tardé en adivi464
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narlo, porque no conocía yo tales dibujos animados», y dice
con una artificiosa entonación «qué aspecto tan extraño
tiene… tenemos que darnos prisa en llegar a la batería,
antes de que el Pelica se la lleve de nuevooooo». La secuencia es la siguiente: él ha cogido un sombrero mexicano de un
playmobil y ha metido dentro una moneda, a lo que denomina «eco oscuro», creo recordar. Yo tengo un muñeco, y él
corre a una esquina del despacho diciendo esto. Cuando yo
me acerco y llego hasta él, J. me espera y después va corriendo a la otra punta, repitiendo el mismo estribillo. Esto se
repite interminablemente. Pueden hacerse una idea, y si no
ya se lo digo yo, de mi cara de estupefacción. ¿Qué está
pasando aquí? me preguntaba. ¿Quién es el Pelica? ¿qué es
la batería? ¿qué estamos haciendo exactamente? (sobre esto
sí me hacía una idea, pero no voy a comentarlo ahora).
El día siguiente trata de retomar el juego cíclico, y le digo
que eso es lo mismo del otro día y que si inventamos algo, y
no sabe muy bien qué hacer ante mi propuesta. Le ofrezco
dibujar y se pone contento. Observo una mayor cercanía del
niño hacia mí desde la sesión anterior. Me da la sensación de
que, cuando habla bajito, para sí, lo que hace es pensar en
voz alta. Mientras dibuja, va diciendo lo que hace, pendiente de que yo le preste atención. Por primera vez dice «yo»
para referirse a sí mismo. La madre me dice que lo ve más
abierto y comunicativo desde que viene a tratamiento conmigo, y el niño dice en casa que quiere «venir a jugar con su
amigo Luis»; además, cuenta más cosas a los padres, mira
más a los ojos… ya no se pone tanto a jugar de espaldas y, si
lo hace mientras hablo con la madre, si escucha algo que no
entiende lo pregunta. Al entrar la madre, al final de la sesión,
juegan juntos a las palmas, ríe, bromea. El juego consiste en
cogerse ambos las manos bien juntas y soplar. Mientras lo
hacen, el niño ríe, la mira a los ojos… se levanta y me dice,
«mira, Luis», y me señala algo del suelo. En ese momento, la
madre me dice «¿mi hijo es autista?»: me explica que, cuando estaban de fin de semana en unas lagunas, estaba J. sentado en la sillita cuando una chica joven se acerca a la madre
y le dice: «perdone, pero es que estoy estudiando sobre el
autismo y parece que su hijo puede ser autista».
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Habían pasado dos años desde aquello, momento que
impactó y angustió mucho a la madre, y no lo pregunta
nunca a nadie hasta este momento en que acaba de jugar
con el niño a las manitas. Mi respuesta es la siguiente: «mire,
su hijo está jugando con usted a las palmas, ríe, la mira a los
ojos, se levanta y me enseña un objeto... esto no lo hace un
niño autista». Añado que puede que el niño haya tenido
alguna defensa autística, pero ahora no se puede hablar de
autismo; le digo que hablaremos más sobre ello, y parece
desangustiarse. Me confiesa que, desde que le dijeron aquello, contempla a su hijo con extrañeza. Lo curioso, hablaremos de ello después, es que me pregunte precisamente ahora
que el niño empieza a manifestar sus deseos y a comunicarse, si es o no autista.
Observo que J. va estructurando cada vez más el juego, sale
de esos juegos cíclicos y construye historias, haciendo un
mayor trabajo de lo que suele conocerse en ciertos ámbitos
como «simbolización».
No obstante, la madre me dice en el mes de junio que J. confunde los géneros de las cosas y las personas, empleando el
femenino para él y el masculina para la hermana. Sigue tendiendo a hablar en tercera persona, diciendo «J. quiere…» o
simplemente «quiere», sin sujeto en la oración.
Persiste la impresión de mejoría desde la óptica de los
padres. Me dicen que juega mucho a la Play-Station. Se
observa que, cuando algo no lo sabe, no responde a la pregunta. Eso sí, desde que acude a consulta, pide cosquillas,
cuenta lo que ha hecho en el cole… persiste cierta terquedad, y le duran mucho los enfados (en consulta no se enfada). Hacemos un juego nuevo con unos contenedores en los
que guarda basura; inicialmente va de esquina a esquina
para que yo le siga, pero acepta la introducción de elementos nuevos, y esos contenedores los transforma en cajas de
alimentos para los caballos de la granja que ha hecho con
unas vallas.
Dada la evolución de J., me planteo incluirlo en un grupo de
juego o de «simbolización» con otros dos niños y tres niñas,
y J. acepta la propuesta.
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En lo referente a la sala de espera, momento para mí de
importancia capital, observo desde el segundo o tercer día
que J. siempre me está esperando, a veces oculto tras la
esquina de la sala, y sale corriendo y sonriente a mi encuentro. Sigue manteniendo peculiaridades en el contacto,
recuerdo un día que está chupando una botellita de agua a
modo de biberón, y le pregunto si puede esperar dos minutos. Succiona con fruición, termina y exclama en voz alta y
categórica: «¡Sí!», ante el jolgorio del resto de padres de la
sala de espera. No lo he comentado aún, pero J. tenía algo,
cuando empezó a venir, que lo distanciaba del aspecto infantil que se le supone a un niño, mostrando un comportamiento extraño y más propio de la adultez. Esto se ha ido
suavizando a medida que han transcurrido las sesiones.
Cito a los padres, y el padre me dice que «cuando no el interesa, no hace caso, pero que «hace más caso que antes, está
más tranquilo». Sigue manteniendo poco la mirada pero
busca más el contacto físico. La madre reconoce sobreproteger a J., trata de compensarlo colmando a la niña de objetos. Me comentan que J. olisquea a la madre cuando ésta
vuelve de la calle, cosa que está empezando a hacer ahora
que se relaciona más. tiene frases estereotipadas, como
«¿quién era?» cuando va a haber una separación de personas de la familia. Las rabietas han disminuido. En los cumpleaños acaba yéndose a hacer otras cosas él solo. Escaso
interés por los juguetes, prefiere el ordenador y la Play, pero
los abandona sin rabietas cuando se lo mandan. Me explica
con bastante precisión un juego de Play que le gusta.
Comentan que, desde pequeño, le da el hipo cuando ríe.
Persiste la dificultad para aceptar las negativas, pero ha disminuido bastante, no entiende los plazos de espera, le confunden. De pequeño, ante el espejo, decía «ese es el nene»;
confundía los pronombres, ahora empieza a emplear la primera persona. De pequeño «tenía que adivinarle las cosas»
porque lloraba y no lo expresaba.
Cuando J. va a entrar al grupo, en resumen, desarrolla un
juego más estructurado, con mayor simbolización, mira más
a los ojos, se dirige a mí diciendo «oye, Luis», pero aún presenta cierta confusión con la temporalidad y es algo literal.
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Ahora voy a pasar a hablarles del grupo de terapia donde
está J. y cómo ha ido evolucionando. Muy someramente,
indicaré que son tres niñas de tres años y tres niños de entre
tres y cuatro años de edad. Una niña (la llamaremos L.)
padece un cuadro depresivo y no soporta la triangulación,
motivo por el que rechaza al padre (o incluso a la madre, si
está en sesión conmigo: «mamá no, yo quiero quedarme
siempre contigo»); la madre padece «fibromialgia, motivo
por el que no la sujetaba de pequeña y rechazaba los contactos físicos con el padre. Otra niña, A., también deprimida, también hija única, vive con una madre separada de un
padre consumidor de drogas que se fugaba mucho de casa y
al que abandona, él deja las drogas y comienza otra relación
con una mujer que es madre; la madre está muy dolida, pero
han empezado a comunicarse a raíz de que la niña viene a
tratamiento; esta niña trata de proteger al padre, pero no
tenemos tiempo para explicarlo ahora. V. es una niña que
acude por un cuadro de anorexia desde temprana edad, la
madre está en tratamiento psiquiátrico por cuadro ansiosodepresivo. P. es un niño muy inquieto y rebelde, con escaso
lenguaje, inicialmente muy poco colaborador y con grandes
angustias, principalmente angustias de separación. A. es un
niño que apenas ha venido al grupo y puede que no continúe, con un problema de retención fecal en remisión, muy
demandante y con pocos límites en casa.
J. es algo mayor que el resto, y se convierte desde el principio en el objeto de las miradas de los demás, en parte como
líder y en parte como enigma. Es el menos neurótico de los
seis, lo que le da una cierta singularidad.
En el grupo estamos una enfermera y yo con los seis niños.
J. siempre está en la sala de espera deseando que yo llegue.
Es capaz de tolerar que yo tenga que repartir mi atención
entre todos los niños; inicialmente se encierra en su juego del
«eco oscuro» mientras las niñas juegan a hacer casitas, rivalizando entre ellas, y P. se resiste a entrar, por lo que digo que
puede entrar cuando quiera. Voy a hablar de la primera
sesión muy resumidamente, y después me voy a centrar en J.
Como decía, las niñas se ponen con la enfermera a montar
una casita con muebles: L. se pone por su cuenta, A. está
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acobardada, y V. se dedica a quitarle a L. sus objetos. P. no
quiere entrar, la madre lo angustia forzándolo, y si la enfermera lo invita, P. se angustia y se sale. J. juega con el sombrero mexicano y la moneda. V. suelta unas sonoras flatulencias, pero cuando se le dice que a lo mejor quiere ir al
baño, no lo acepta. En el momento en que L. pide ir a
«hacer cacotas», y se marcha diciendo «no me quitéis mis
cosas», a la vuelta, V. pide pis. Como V. les quita las cosas a
los demás, sobre todo a L., cogemos la máquina registradora y los billetes y jugamos a intercambiarlos las tres niñas y
yo. Cuando es el turno de A., quien ha estado todo el tiempo pasando con el camión entre los juguetes de los demás, V.
no quiere soltarla. Le digo que qué pena que V. quiera jugar
sola, y entonces lo suelta. De vez en cuando, alguno se acerca a J., pero él, inicialmente, no permite que jueguen con él,
y los demás no entienden el juego de Ben 10. A. se pone autoritaria y nos pone a todos a dormir, cuando repite y alguno
no quiere, le señalo que a lo mejor no todos quieren jugar a
dormir, y lo tolera bien. Todos terminan haciendo un dibujo, J. dibuja el mando de la Play, y las niñas se pintan las uñas
de colores. Sale corriendo J., y todos detrás (también lidera
la marcha para entrar).
Vemos, pues, que L. tiende a buscar la relación dual, A. se
angustia y se pone autoritaria, V. rivaliza, sobre todo con L.,
P. termina entrando, se sienta en el quicio de la puerta con
un pie dentro y otro fuera y entra dejando la puerta abierta
y cuando se cansa se pone a recoger los juguetes de todos.
A., el niño, demanda constantemente que se le haga caso, y
J. se refugia en su mundo de Ben 10. Otra cosa curiosa que
hace, cuando coge un objeto, al inicio de las sesiones, es
decir «¿qué es esto?» yo le hago de eco y digo «¿qué es eso,
J.?» y entonces responde: es tal cosa.
A medida que pasan las sesiones, J. despliega un juego
nuevo: tiene un tesoro pirata con un anillo, y quiere que yo
le ayude a transportarlo y guardarlo. Pongo un playmobil agarrando el cofre, le gusta y pone otro, lo llevamos en coche…
el juego termina al día siguiente, regalándole el anillo del
tesoro a la enfermera.
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La madre le regala un reloj mi-trix, de Ben 10, y J. lo dibuja
en la pizarra y, cuando V. se lo borra, expresa rabia contenida, protesta, dice «jopeta», lo vuelve a dibujar, V. insiste en
borrárselo, y al final le ofrezco a J. la posibilidad de dibujarlo en papel. La niña a la que hemos llamado A., cuando se
queda sola esperando a la madre, dibuja ese mismo reloj,
que nunca ha visto hasta que J. lo dibuja. De A. podemos
decir que borra más que dibuja, pues su estado depresivo le
lleva a considerar que todo lo hace mal. En cambio, el reloj
que vio hacer a J. media hora antes lo deja en la pizarra
cuando se marcha.
J. muestra interés por el juego de los demás niños, se acerca
a verlo, a veces interacciona en el juego unos minutos, permite que jueguen con él si él quiere y si no dice: «no, gracias», y ya no se muestra tan dependiente de mí, aceptando
a la enfermera y a los demás niños. Aprende a organizar el
tiempo, y cuando le aviso de que queda poco, decide si quiere hacer un dibujo para llevarse a casa. No imita a los demás,
por ejemplo no se pinta las uñas, como buen varoncito que
es. Tiene preferencia por temáticas más masculinas, el niño
A. lo perturba un poco por lo invasivo que le resulta, pero
sabe decirle que no; con P. se entiende mejor, dado que P.
conoce Ben 10 y el reloj mi-trix. El «eco oscuro», su temática
preferida cuando se angustia un poco, consiste más o menos
en algo que da superpoderes y capacidad de mutación, y ha
podido integrarlo en el juego con familias de animales que
otros niños están haciendo, y se interesa también por el
juego con animales. No necesita tanto de la permanencia de
objeto de una sesión a la siguiente, y es capaz de cambiar de
juego, buscarse entretenimientos, compartirlos durante unos
minutos, y liderar cuando los demás niños muestran curiosidad por lo que hace (además, es un poco más mayor que el
resto, cumplió cinco años en agosto).
He de decir que la enfermera, acostumbrada a trabajar con
pequeñitos muy graves, autistas y con TGD, el primer día me
preguntaba acerca de incluirlo en la Unidad de Terapia
Intensiva de Hospital de Día, y ahora se muestra francamente sorprendida de la evolución tan buena y tan rápida de J.
Presentar este caso, que está en pleno desarrollo, tiene
muchas complejidades, a lo que añade un plus de dificultad
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tratar de mostrar el trabajo en el grupo. No obstante, quiero reflexionar con mis colegas y con todos ustedes acerca de
este niño y del porqué de conducir la cura de esta manera,
incluyéndolo en un grupo de neuróticos.
No vine aquí con ánimo de darles una charla teórica, ni de
mostrar un caso ejemplar de tratamiento de larga evolución;
mis compañeros han hablado suficientemente ya de la teoría, lo que espero que les esté sirviendo de soporte para el
caso, dado que no atendemos libros bien argumentados sino
niños insuficientemente estructurados y con graves dificultades en la relación con el Otro. En este punto, J. me interesó
mucho desde el principio, por la cuestión del diagnóstico, la
inmensa curiosidad que me despertó el motivo de consulta,
pero sobre todo por lo rápido que fueron desmoronándose
las defensas de corte más autístico para dar paso a una relación con el otro, peculiar, desde luego, pero no cerrada y
mucho menos angustiante que al inicio.
Pienso que, en el trabajo realizado, primero a nivel individual y después en grupo, hemos podido favorecer que J. se
desprenda de esa coraza que presentaba ante el otro, y haya
pasado de sentirse observado como un ser extraño por su
madre a poder disfrutar de una relación madre-hijo más
cálida, más afectiva, donde tiene un lugar diferente al del
objeto de observación a que estuvo reducido durante dos
años. La madre ha visto a su hijo en otros modos de relación
y ha podido soportar el cambio y empezar a disfrutar de este
niño. El «yo» como pronombre personal ya le dice algo de sí
mismo, puede emplearlo para presentarse ante el otro, pues
su llamado al otro ahora sí encuentra una respuesta en el
registro simbólico, del deseo y la palabra. Los deseos de J., es
cierto, parecen aún rudimentarios, y esto nos llevaría a analizar la estructuración de su psiquismo, pero creo que resulta evidente el gran cambio que ha surgido en el niño.
Meterlo en este grupo fue quizás un acto de optimismo terapéutico pues, dada su buena evolución, me preguntaba hasta
qué punto sería J. capaz de establecer lazo social y de interesarse por el otro, y quizás ese optimismo, el darle un trato
no estandarizado, le ha posibilitado liberarse del cliché de
niño autista o Trastorno de Asperger, etiqueta que condicioPrimer Encuentro: «El Otro niño». Siso nº 48-49. Invierno 2009
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¿Mi hijo es autista?
nó su primera infancia y lo trajo a consulta, como si tuviera
un problema cerebral (recordemos que fue la neuropediatra
quien, sensatamente, nos lo derivó para valoración y tratamiento). Creo que no se puede hablar de neurosis en J., aunque resulta más fácil ver lo próximo que está a la neurosis
tratando con él que escuchando esta presentación clínica.
No sé cómo va a evolucionar J., pues creo que se encuentra
en un momento crítico, pero sí he podido asistir a su evolución y acompañarlo, tratando de no condenarlo y ofrecerle
encontrar nuevas formas de tratar su sufrimiento: inventar
sus soluciones. Cada vez que J. sale corriendo, liderando el
grupito, con su dibujo en la mano, y le cuenta a su madre lo
que ha hecho, cada vez que llego a la sala de espera y me
está esperando para casi «darme el parte» de sus novedades,
me llena de esperanza pensar que este niño no está condenado a vivir en lo que Bettleheim llamó «la fortaleza vacía».
Cada vez que pregunta con un objeto «¿qué es esto?» me
acuerdo de ese niño de tres años que trataba de encontrar un
lugar en el otro aprendiéndose las tablas de multiplicar que
tanto empeño vio que sus padres tenían en que su hermana
aprendiera, las mismas que me hizo el primer día de consulta ante la inquisidora mirada de su padre que lo corregía
(obvia decir que se sabe las tablas, pero no sabe qué hacer
con ellas; del mismo modo, sabe leer, pero no entiende lo
que lee). Desde luego, J. está trabajando para tener un lugar
en el otro y, aunque lo llene del mundo omnipotente de Ben
10 en los momentos de angustia, también es capaz de alimentar unos caballos que forman una familia, y de decirles
a los niños del grupo «no gracias» y «jopeta» y expresar así
su rabia de una manera menos angustiada y sin necesitar dar
la espalda, encerrarse y, en definitiva, vivir solo en un mundo
que, hasta ahora, le era hostil y lo condenaba.
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Orientación e integración escolar
de los niños con trastornos del
desarrollo
Felicidad Vega
Voy a partir del marco en el que nos encontramos en la
Institución Escolar.
La realidad social y cultural se refleja en las instituciones
educativas y cada vez es más notoria la complejidad del contexto escolar actual, por lo que se hace evidente y necesario
optar por una educación abierta, «en y para la diversidad»,
poniendo de manifiesto un pensamiento con relieve multidimensional, que contemple las diferencias aceptando y
valorizando la heterogeneidad de los niños/as y de los
docentes.
Desde el Sistema Educativo resulta necesario atender a la
diversidad del alumnado y contribuir de manera equitativa
a los nuevos retos y dificultades que esa diversidad plantea.
Para ello establece una serie de ordenes, instrucciones conjuntas, artículos, planes, subplanes,… que tratan de regular
los procedimientos de recogida, intervención y tratamiento
de los alumnos con necesidad de apoyo educativo.
En las últimas décadas se abre camino de forma progresiva
atendiendo a las diversas necesidades, capacidades y motivaciones del alumnado.
Particularmente, la educación especial implica la utilización
de un conjunto de recursos humanos y materiales específicos
que el alumnado con necesidades educativas especiales
puede necesitar a lo largo de su escolaridad.
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Orientación e integración escolar de los niños con trastornos del desarrollo
Teniendo en cuenta todo ello, se hace necesario un plan que
ajuste las diversas situaciones, en el sentido expresado en el
Plan Marco de Atención Educativa a la Diversidad a propósito de la planificación de la Educación Especial.
El plan de actuación se denomina de Necesidades
Educativas Especiales, plantea garantizar la adecuada atención al alumnado que presenta necesidades educativas específicas por razón de discapacidad o por manifestar trastornos graves de conducta o enfermedad.
Los grupos de alumnos con necesidades educativas especiales con los que trabajamos habitualmente están nominados
de la siguiente forma: Acnee, Retraso Madurativo, Ance,
Altas Capacidades Intelectuales, Alteraciones de
Comunicación y Lenguaje, Dificultades Específicas de
Aprendizaje. Capacidad Intelectual Límite.
Dentro del Grupo de ACNEE nos encontramos con varias
tipologías: discapacidad física, psíquica, auditiva, visual,
trastornos generalizados del desarrollo en los que se enmarcan: trastorno autista, de rett, síndrome de Asperger, trastorno desintegrativo infantil, trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Un sin fin de clasificaciones, pensadas y definidas desde rasgos descriptivos.
El sistema educativo reconociendo la importancia de la
orientación, cuenta con distintos equipos, departamentos y
servicios de profesores especializados que colaboran, potencian y desarrollan los procesos de orientación llevados a
cabo por los Centros y por otras instancias de la sociedad.
Una parte importante de la orientación corre a cargo de los
Equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica
(EOEPs), de carácter interdisciplinar, que prestan un servicio de asesoramiento y apoyo a la comunidad educativa
especialmente en los niveles de Educación Infantil y de
Educación Primaria. Están constituidos por profesores de
Psicología y Pedagogía, profesores técnicos de Formación
Profesional, de Servicios a la Comunidad y, en algunos casos,
también por maestros especialistas en Audición y Lenguaje.
Los Equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica
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Orientación e integración escolar de los niños con trastornos del desarrollo
dependen directamente de las Direcciones Provinciales de
Educación.
Otra parte corre a cargo de los Departamentos de
Orientación, estos están insertos en la estructura del Centro
y sus funciones están reguladas en el Reglamento Orgánico
de los Institutos de Educación Secundaria o en el de los
Centros de Educación Obligatoria. Estos Departamentos
tienen carácter interdisciplinar y están constituidos por profesores de Psicología y Pedagogía, profesores del Ámbito
Lingüístico y Social, profesores del Ámbito Científico y
Tecnológico, profesores técnicos de apoyo al Área Práctica,
maestros de Pedagogía Terapéutica, maestros de Audición y
Lenguaje, profesores de apoyo de Educación Compensatoria
y profesores técnicos de Servicios a la Comunidad.
El Departamento de Orientación es un órgano especializado que apoya la labor del centro, del conjunto del
profesorado y de las familias, en todas aquellas actuaciones encaminadas a asegurar una formación integral del
alumnado y a la adaptación de los procesos de enseñanza a
las características y necesidades de todos los alumnos.
Muchas son las funciones que se desarrollan en el ámbito
educativo desde el Departamento pero hay situaciones que
precisan de una atención más personalizada e intensa, sobre
todo cuando nos encontramos con alumnos «especiales».
Requiere por nuestra parte una tarea de formación continua, de estar atentos a las diferentes circunstancias que acaecen en el día a día en relación a toda la comunidad educativa. Dar respuesta a las diferentes situaciones no siempre es
fácil, pues nos encontramos con realidades muy distintas
cada jornada y con muchos interrogantes,… ¿cómo trabajar
con estos chicos que presentan trastornos del desarrollo?
¿Tenemos claro a qué nos referimos con trastornos del desarrollo? ¿Sabemos diferenciar qué diagnóstico es el más adecuado o el menos malo para poder intervenir?..
¿Consideramos que estamos integrando a estos chicos porque pasan de un aula especial a un aula ordinaria?
¿Integración en el aula, supone integración en lo social?
¿Qué tenemos que trabajar contenidos,… habilidades,.. o
plantearnos otra forma de entender al alumno que tenemos
delante? ¿Qué hacer?
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¿Cuál es la intervención más adecuada?
Podemos ajustarnos a todos los protocolos que se elaboran y
pasar pruebas y pruebas, cuestionarios, escalas de observación, partes,… y con todo ello cuantificar cuántas veces se
mueve, cuántas veces molesta, cuántas veces no atiende,… .
hacer un diagnóstico según los síntomas observados y tratar
de volver a realizar nuevas escalas de observación, dar orientaciones de cómo trabajar,… sin muchas veces tener en
cuenta otras realidades, fijando los problemas y en la mayoría de los casos tomando una posición diagnóstica y terapéutica biologicista que simplifica el problema como trastorno, ignorando la complejidad subjetiva del ser humano y la
multideterminación de los padecimientos sintomáticos.
También podemos utilizar otros recursos, otra forma de
intervenir buscando un tiempo para ver (observar) esos
datos que tenemos, que muchas veces parecen inconexos,…
y un tiempo para comprender y un tiempo para
intervenir.
Como podéis comprobar, a pesar de la experiencia y algunos
años de trabajo surgen muchas inquietudes e interrogantes
a las que se intenta dar salida, buscando técnicas, estrategias que permitan la «intervención más acertada posible».
De las diferentes escuelas, teorías,… y estudios realizados
quiero destacar la diferencia en la formas de intervención
que ha supuesto para mí el encuentro con el Psicoanálisis.
He dejado de aplicar de forma masiva pruebas, cuestionarios,.. aunque, metida en el sistema, no siempre se puede
prescindir de esas herramientas pero también es verdad que
el uso que realizo de ellas es diferente, porque la posición
que tomo también es diferente.
El psicoanálisis me permite acceder a la verdad singular del
síntoma, a lo particular de cada uno, me permite ir más allá
de lo puramente burocrático, de poner en marcha el dispositivo de la escucha y de dar lugar a la palabra.
Esta forma de proceder, en un primer momento, genera algo
de inquietud entre los compañeros pues esperan que se
saque al niño del aula y se le den una serie de pautas que
parece van a servir para que se porte mejor o rinda más, y
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si te lo llevas para que «no dé la lata» mejor. Poco a poco se
van danto cuenta de que eso no es lo más adecuado, pues
muchas veces en vez de encontrar la solución tan deseada, se
topan con la cronificación de un problema. Comienza el
interrogante…
A continuación voy a presentar un pequeño fragmento de
una de las intervenciones realizadas con un alumno de 6
años, que puede ilustrar la propuesta.
M. llega a nuestro centro para cursar 1º EP.
En el aula: su comportamiento se hace incómodo, insoportable muchas veces. Se levanta, pica, empuja, tira el material
a los compañeros,.. hace ruidos,.. se tira por el suelo, no trabaja y no deja trabajar a los demás. Aplaude, canta,.. habla
a destiempo y muchas veces cosas de su familia (que le preocupan mucho), no se implica en el grupo, se cansa rápidamente, aunque comience un juego enseguida lo deja, no
porque lo echen, sino que lo deja él. Los compañeros no le
eligen para los juegos porque saben que no va a participar.
Se cree todo lo que le cuentan aunque le intenten gastar una
broma.
En el patio: «no juega», no se relaciona con otros niños y
niñas. Cuando los otros juegan, él va y pega o pica a alguno
de los del grupo. La respuesta de estos es la protesta de que
no les deja jugar o se toman «la justicia por su mano» y le
devuelven el empujón. En otras ocasiones busca al adulto
para contarle sus historias familiares.
Otros espacios: comportamientos similares a los señalados.
La familia: situación compleja.
Los profesores: «no está quieto», «no atiende a las normas que se le ponen,..» «parece un niño hiperactivo», «tiene
una forma extraña de relacionarse» «algunos se aprovechan
de lo que él se mueve para hacer de las suyas», no se puede
trabajar. Qué se va a esperar con la situación familiar que
tiene,..
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¿Qué hacer? Ante este interrogante la tutora se pone en contacto con el Departamento de Orientación, en este caso soy
yo la que me encargo de este caso.
Ante las quejas y la solicitud de intervención, trato de evitar
en primer lugar que se le envíe a la unidad de Salud Mental,
porque, con toda probabilidad, como viene ocurriendo en
otros casos, le diagnostican de Hiperactividad con Déficit de
Atención, le medican y ya está todo hecho. (el informe anterior le habían determinado «trastornos del comportamiento»).
Así que en coordinación con la tutora, se comienza la observación en el aula, en el patio y en otros recintos, se recogen
datos a través de las entrevistas con el alumno y en otro
momento con la familia.
Tiempo de ver:
En el patio: observo que cuando se acerca a alguien,
supuestamente para jugar, no lo solicita, no pregunta, no se
incluye. «Toca», «empuja» (como buscando un lugar).
Cuando los demás no le hacen caso pasa a otro niño o a otro.
Generalmente siempre el «toque» era de «uno en uno».
Lo habitual es que los niños respondan ante su toque o
empujón con devolvérselo. M. generalmente ante esa respuesta se pone a correr, si al niño que le daba el golpe o
empujón le seguía este corría con intensidad y en otras ocasiones se paraba y decía «no me pillas»,… esta forma de
«relación» de intento de «inclusión» nos hizo pensar que no
estaba «peleando» (lo que entendemos por pelea habitual)
sino que era una forma para él de integrarse y relacionarse
con los demás.
En el aula: observo los comportamientos que refería anteriormente la tutora.
Tiempo de comprender la situación y sus dificultades.
Algunas dificultades se ubican del lado de la familia, otras
del lado del centro: metodología, vínculos,…
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Un tiempo para intervenir: con los profesionales implicados con el alumno, con la familia y con los alumnos.
Hablo con los chicos sobre todo con los de su grupo de referencia y con aquellos otros que responden a este intento de
acercamiento con la pelea. Les explico «M. no quiere pegar,
ni pelear, el intenta relacionarse pero no sabe cómo y «su
juego»: que vayas corriendo detrás de él. Tú si quieres seguir
jugando con él pues adelante, pero sino no le haces caso y
él se va.
(Se intenta dar un nuevo sentido a su forma de
actuar)
Poco a poco fuimos regulando esta situación (se habla con
los alumnos y con el profesorado que estaba a su cargo) y las
quejas fueron disminuyendo, incluso alguno jugaba con él al
juego de correr. Posteriormente se inició en que participara
en alguna actividad de grupo, se consiguió que los primeros
momentos respetara las normas y reglas de juego, aunque no
siempre permanece hasta final de la actividad. Eso se respetaba por el grupo y por el profesor.
En el aula: la tutora le coloca cerca de su mesa Se le permite cierta flexibilidad para levantarse si quiere ir a la papelera,.. enseñar a la profesora lo que esta haciendo de su trabajo,.. le permite momentos de descanso de su tarea.
«Se le tiene en cuenta como sujeto»
Poco a poco empieza a mostrar interés por aprender a leer,
a hacer ejercicios en el cuaderno,.. a querer «participar a su
manera» en el grupo.
(Le da un lugar en el «grupo», en el aula, en el centro, en diferentes actividades).
Ha sido un intento de inventar una solución que respete la
particularidad del sujeto y de establecer un «vínculo social»
que le permita manejarse de «otra manera».
Quiero destacar la sensibilidad, el saber hacer y la posición
de esta profesora ante todos sus alumnos y especialmente
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Orientación e integración escolar de los niños con trastornos del desarrollo
ante «estos niños» que no siempre se sabe qué hacer con
ellos. Cuando uno se encuentra con este tipo de profesionales la tarea de orientación escolar es más efectiva y gratificante. No hay que olvidar que la Orientación Educativa es
una práctica entre varios y que cada uno debe hacer lo
mejor posible su tarea para acoger la particularidad del
sujeto.
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Pachi de Heredia Martínez
A. tiene actualmente 12 años. Llega a nuestro centro,
«Instituto de Psicomotricidade de Vigo», después de haber
sido atendida, desde los tres años, por otros profesionales. En
el Servicio de Salud Mental, es diagnosticada, de retraso
mental e hiperactividad.
Durante un tiempo, recibe apoyo en los aprendizajes en un
gabinete psicopedagógico y posteriormente, es derivada a
nuestro centro, por sospecha de la existencia de un «trastorno de personalidad» asociado.
Pero lo que más preocupa a los padres y a los profesionales
del centro escolar y del gabinete a los que acude, es su dificultad en los aprendizajes y sus síntomas de hiperactividad y
déficit de atención; también, aunque en un segundo plano,
su conducta y comportamientos extraños.
En las entrevistas preliminares del diagnóstico, uno de los
datos que más llama la atención, es la falta de lenguaje, hasta
los tres años de edad, lenguaje que la niña adquiere rápidamente, en tres meses, después de intervención logopédica.
La familia
Adela es la pequeña de dos hermanas; su hermana es tres
años mayor, con la que tiene buena relación.
La madre niega cualquier problema de la niña, a pesar de
confirmar y darse cuenta de sus peculiaridades.
Responsabiliza y acusa de incompetencia a los profesionales
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Cada uno nace como nace
que la han tratado y a los profesores del centro escolar.
El padre es consciente de la diferencia y las peculiaridades
de A. y trata de ayudarla y apoyarla.
Entre los padres hay una relación muy tensa y discordante y
esto se hace muy notorio durante todas las reuniones mantenidas con ellos en el proceso terapéutico; nunca han estado de acuerdo en su visión sobre los problemas de la niña y
la manera de abordarlos. El padre reclama a la madre la
aceptación de las dificultades de su hija y la madre mantiene durante todo el tiempo una negación absoluta; de A. sólo
espera que «acabe portándose bien»; pero este portarse bien
no se traduce en una manera «socialmente aceptable» , sino
según las expectativas y deseo de la madre, como veremos
más adelante.
A. tiene 9 años. Durante las primeras sesiones, se confirman
sus dificultades psicomotoras (torpeza motora, problemas de
coordinación y equilibrio, pobre conocimiento de su propio
cuerpo.., problemas en su habilidad manual, inquietud, dificultades atencionales…)
A medida que empieza el tratamiento, A.se muestra inaccesible; se hace evidente la falta de interés por actividades dirigidas a estimular sus capacidades psicomotoras; lo que ocurre es contrario a mis expectativas; aumenta su inquietud y
empeoran su actitud y comportamiento: se mueve alocadamente por la sala, utiliza los materiales de manera extraña:
se disfraza con ellos, los golpea, los tira..; desbarata los juegos llenándolos de un aparente «sin sentido». No consigue
organizar nada.
Me doy cuenta de que las propuestas de relación y de juego
que le ofrezco no tienen sentido para ella y cada vez es
mayor la distancia entre ella y yo. En cada sesión salgo
diciendo «esta niña está loca».
Propongo que se le realice un nuevo diagnóstico y se confirma un Trastorno psicótico y una capacidad intelectual límite, lo cual puede que complique algo más su evolución.
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Cada uno nace como nace
A partir de este diagnóstico , la dirección de la cura cambiará radicalmente. Partiré de lo que la niña propone. Empiezo
a escuchar lo que ella tiene que decir y así permitir que sean
sus propias construcciones las que expliquen el funcionamiento de su mundo.
Su mundo imaginario
Observo que sus intereses giran siempre en torno a un
mundo imaginario que tiene como personajes centrales a
protagonistas de series y programas televisivos.
En cada sesión, sólo quiere jugar a representar lo que vio en
la T.V.
Se identifica de manera obsesiva con el personaje principal
de una serie llamada Rebelde Way, personaje que representa
a una chica guapa , exitosa, rodeada de amigos..: «Así soy yo
cuando soy «Mia Colluci», dice mientras, por ejemplo, hace
un dibujo inexpresivo y estereotipado.
Durante muchas sesiones representamos capítulos de esta
serie que ha visionado. No podemos «salirnos del guión»;
busca la literalidad del texto y de cada escena. No hay metáfora.
Después de un tiempo el personaje que elige, es el presentador de un programa-concurso llamado Identity. El objetivo
del programa consiste en adivinar la identidad de los personajes secretos, que dan ciertas pistas con su postura corporal
y algún dato personal. El interés de A. se centra en la forma
en cómo transcurre cada escena del programa.
No es el sentido lo que importa; lo que importa es lo que se
tiene que decir y hacer, para que sea igual que en la T.V.
Otra vez sólo busca la literalidad de lo que allí ocurre, de la
escena.
No parece casual que este programa trate de tener que «buscar, adivinar, una identidad» de los personajes secretos .
Todo este mundo imaginario parece ser para A. su realidad,
no sabe de sí misma, por lo que necesita estos referentes para
organizar su mundo, para organizarse en el mundo. Busca
en estos personajes, en otras identidades, su propia identidad.
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Cada uno nace como nace
Sólo ocasionalmente hace referencia a su vida cotidiana.
Cuando es así, lo hace a través de una pregunta ,que repite
cada día que nos vemos: ¿qué comiste hoy? Con esta pregunta establece una pequeña conversación donde muestra
su deseo de contarme que es lo que ha comido ella y cómo
ayuda a su padre en la elaboración de algunas comidas. Me
trae cada día « la receta» de lo que ha comido como un regalo para mí.
Para ella la comida es importante, porque el encargado de
cocinar en su casa es su padre. Introduce al padre como
forma de interrogarme a mi: ¿Tú también tienes un padre..?
Éste hace continuos intentos de hacerla responsable en tareas de casa , a la hora de cocinar, cuando ha de cruzar la calle
para ir a la puerta del colegio… a pesar de que la madre
echa todo esto por tierra cuando ella se hace cargo.
Para establecer relaciones, Adela utiliza desde siempre
(según datos de sus padres) esta pregunta.
Esto le permite interesarse por el mundo.
El interés por el otro
Poco a poco, empieza a hacerme preguntas sobre mi historia personal; me hace preguntas como: «¿estás casada?, ¿tienes hijos?, utilizándolas como una manera para poder
hablarme de ella.
Comienza a manifestarse más notoriamente la trasferencia
y a buscar en mí un referente.
A medida que yo le voy contando anécdotas, ella empieza a
contarme cosas del colegio: el niño que le gusta, («me gustaría que F. se casase conmigo y tuviésemos un montón de
hijos»), hace una lista de los niños y niñas de su clase y les da
una puntuación a cada uno…
También me empieza a traer a menudo cosas escritas para
mí: los diálogos que ha escuchado en series de t.v que quiere que representemos juntas, cosas que le han pasado con sus
amigas del colegio…
Llega un momento en que manifiesta su deseo de «ser la
única», de asegurar nuestra relación, a través de preguntas
como: «¿no te cansas de trabajar tanto?, ¿con quién vas a
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Cada uno nace como nace
estar, después de estar conmigo? ¿quieres venir a mi casa?..
¿y si te mueres, con quién voy a estar?»
Ante esta última pregunta veo la necesidad de decirle cuál es
la intención de nuestros encuentros, hasta llegar a asegurarle que siempre voy a estar, que «no me voy a morir nunca»,
que estoy de su lado. Podré ser testigo de su propio discurso.
El cuerpo
Empieza una búsqueda de acceder al mundo a través de su
cuerpo. Da muestras de interesarse y preocuparse por su
imagen: «¿estoy guapa?», me pregunta a diario, pero no
quiere mis elogios (me responde siempre con una evasiva:
«sí, ya lo sé»). Lo que quiere es que la vea, que sea su espejo.
En cada sesión, se mira continuamente al espejo que hay en
la sala: baila y se mueve sin dejar de observarse. Me pide
despeinarse y cambiar su aspecto –deshacer lo que la madre
hizo– pues siempre es su madre quien la peina con coletas,
lazos.., mostrando un aspecto excesivamente infantil para su
edad. A ella no le gusta verse así, pero su madre se lo impone; No le da autonomía en nada y menos en sus hábitos de
higiene y vestido. Al salir de la sesión, por temor a lo que
pueda decirle su madre, trata de ponerse el pelo tal y como
lo traía.
Su madre la asfixia, es invasiva e intolerante; insiste en vestirla y peinarla con esta apariencia, a pesar de mis sugerencias. No quiere que A. crezca. «Me da pena que crezcan y se
hagan mayores», dice la madre en más de una ocasión.
Un día, después de haberle cortado el pelo y ponerle como
siempre «las coletas», llega a la sesión y se queja diciendo:
«mira, parezco un payaso».
Días después, en una de las sesiones, verbaliza la posición de
su madre: «mi madre es como un monstruo, está por todas
partes».
Este es su primer intento claro de separación respecto a ella.
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Busqueda de lazo social: los iguales
A. desea crear vínculos de amistad, aunque sin éxito. Este
año ha cambiado de colegio y tiene expectativas al ser «una
de las nuevas», como ella dice. Habla de alguna de sus compañeras y de sus profesores, y expresa su deseo de «ser aceptada».
En el colegio anterior solía jugar sola o bien hacía lo que los
demás le decían, aunque fuera inoportuno.
Pero su falta de habilidades sociales y una gran desinhibición
en la relación, hace que no sepa cómo acercarse a los demás
de manera adecuada.
Quiere hacer amigas y trata de quedar con ellas para llamarse por teléfono o invitarlas a su casa («que es lo que suelen hacer las demás niñas de su clase»). Cada vez que hace
estos intentos viene muy contenta a contármelo (incluso
hablo con los padres para que le ayuden en su iniciativa),
pero no consigue que le correspondan.
Ante esta dificultad para acercarse a los otros, trata de
«hacerse ver» con conductas inapropiadas : «En el colegio a
veces me dicen que estoy loca, porque hago tonterías».
Se siente rechazada y empieza a sentir la angustia de ser distinta.
Su propia historia
Durante un tiempo abandona la identificación con personajes de la televisión y manifiesta su deseo de representar situaciones y personas reales: «La niña nueva», «la niña sorda de
su clase», «un día en clase», «un viaje con sus padres».
Hace el esfuerzo de simbolizar sus vivencias.
Me trae su diario y me lee lo que ha escrito. A veces escribe
algo para mí en él. Me va contando las cosas que hace en el
colegio: sus buenas notas, los elogios de los profesores por su
esfuerzo y su buena memoria, cuando tiene que ser la encargada… Empieza a tener buenos resultados académicos y es
a partir de esto cómo consigue cierto reconocimiento por
parte de sus compañeros y profesores: «Cuando no saben
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Cada uno nace como nace
algo me lo preguntan a mí; se creen que soy una enciclopedia».
En casa le prohíben traer el diario: «es que son cosas íntimas», me responde cuando le pregunto por qué ha dejado
de traerlo, repitiendo probablemente lo que le han dicho en
casa. Pero esto no frena su deseo de seguir hablándome de sí
misma.
Más adelante hace el intento de volver a traerlo a escondidas, metido en su bolso.
La que soy y la que me gustaría ser
A. ve mucho la T.V. Es su actividad preferida y lo que suele
hacer en su tiempo libre pues sola no sabe qué hacer.
Aparece el personaje televisivo tan conocido por todas las
pre-adolescentes: «Hanna Montana» y vuelve su necesidad
obsesiva de identificarse absolutamente con ella.
Me trae a menudo dibujos del personaje, capítulos enteros
escritos para que los representemos…
Curiosamente este personaje tiene en la serie una «doble
personalidad», dos vidas paralelas: «Es una chica normal
que en secreto, cambia su aspecto y se convierte en una
famosa cantante» según me cuenta. Le pregunto si ella tiene
algún secreto y responde: «Mi secreto es que me consideren
como una amiga».
Y también: «Me gustaría ser como ella, pero cada uno nace
como nace».
Empieza a subjetivar su ser distinta, diferente de los otros.
Te voy a contar
Después de un tiempo donde todo su interés gira en torno a
esto, vuelve a retomar la rutina de contarme cosas sobre ella,
sus cosas personales.
Trae de nuevo su diario, escondido. Me habla de problemas
en la relación con su hermana, su miedo a las enfermedades… de su recién menstruación.
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Cada uno nace como nace
El tema de la menstruación le preocupa; me cuenta las explicaciones que le dan en el colegio sobre el tema y me pregunta para qué sirve; también cuando no asiste a las clases
por estar «mala de la compresa», cuando está cansada y
molesta..
Para cambiarse, depende de llegar a casa para que sea su
madre quien le ayude a hacerlo... En ningún momento
acepta la ayuda que le ofrezco en este aspecto, aunque se
esté sintiendo incómoda y desagradable.
A medida que va pasando el tiempo, se hace más evidente su
deseo de querer contarme, hablarme de sus cosas. Ya no
necesita apoyarse en lo escrito.
Cuando quiere contarme algo, que para ella tiene un interés
especial ,empieza la sesión diciendo la siguiente coletilla:
«¡Ah, COSA!».
Después de un tiempo, su padre me adelanta que dejará de
venir por problemas de tiempo y por depresión de la madre
y que por esta razón no puede ayudarle a traerla (raras veces
ha sido ella quien la ha traido a las sesiones).
A. debe saber que no volveremos a vernos y en una de las
últimas sesiones me trae un escrito que dice:
«Para Pachi, que te quiero muchísimo, eres la mejor persona que tuve desde que venía hasta ahora. Somos las mejores
amigas . Somos best friends y lo seremos toda la vida. Besos.
A».
Esa fue su despedida.
Con su manera de despedirse muestra su capacidad de separarse de mí y también, de alguna forma, se cumple mi promesa de que para ella, no me voy a morir nunca.
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Libros
Luis Vila Pillado
Ramón Area Carracedo
ARLIE RUSSELL HOCHSCHILD: La mercantilización de
la vida íntima. Apuntes de la casa y el trabajo. Ed. Katz, 2008.
Esta es la primera obra de la autora, conocida como fundadora de la sociología de las emociones, traducida al castellano. El libro está estructurado en cinco partes, en la última de
las cuales la autora habla de su experiencia personal. El
argumento general reposa en la idea de que con la transformación de la familia muchas de las tareas de cuidado que
antes se realizaban en la misma han pasado a realizarse por
especialistas externos. De este modo vemos a lo largo del
texto cómo la cultura contemporánea ha mercantilizado la
vida íntima, la emoción y la vida familiar, dando lugar a que
se consuma más cuidado, pero también a que se produzca
menos cuidado en el núcleo familiar. Desde una posición
feminista, sin embargo, la autora plantea el temor de que
dicho movimiento feminista en la actualidad pueda de algún
modo estar apuntalando una mercantilización de la vida
íntima, algo que en los orígenes del mismo le era totalmente
ajeno.
En primer lugar va a analizar los libros de autoayuda dirigidos al público femenino. Para la autora en general se
habría pasado de tener dos códigos emocionales, masculino
y femenino, a un código unisexual, basado en el viejo códi-
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Reseñas de libros
go masculino. Además mayoritariamente percibe un «enfriamiento» en los mismos que se manifiesta en que aún reafirmando un ideal, la igualdad, tienden a socavar los lazos
sociales ricos en emocionalidad, de modo que por ejemplo la
idea de «compromiso» ocupa cada vez menos lugar en el
concepto del amor. Estos libros modernos-fríos recomiendan
una autodisciplina ascética aplicada al cuerpo y al amor
(basada en un ideal de un yo restringido, resguardado contra
la posibilidad de lastimarse) que la autora llega a comparar
con la misma autodisciplina ascética que los primeros capitalistas aplicaban a su cuenta bancaria. El mismo lenguaje
utilizado (por ejemplo «el cariño que has invertido en esa
relación...», «malgastar amor» ) es clarificador. Anecdótico,
pero no tanto, es el relado de una investigación realizada con
500 empresas en la que se encuentra con varios gerentes que
aplicaban técnicas gerenciales en sus respectivos hogares, llegando uno de ellos a hablar su matrimonio de «calidad
total». Constata que son pocos los libros modernos-cálidos,
es decir libros con énfasis en la igualdad, los vínculos emocionales, la acción de compartir y el compromiso.
La paradoja occidental moderna del amor es que la cultura
invita a las parejas a que aspiren a un amor muy comunicativo, íntimo, lúdico y sexualmente satisfactorio, pero el contexto social a su vez nos hace precevidos contra la confianza
excesiva en el amor. La metáfora del «capital emocional»
puede estar ahí funcionando, puesto que el capitalismo no es
sólo un sistema económico, sino también una cultura, con
sus metáforas. Una importante estrategia para manejar las
emociones consiste en desarrollar la habilidad de limitar los
vínculos emocionales, dado que nos adapta a la supervivencia en la cultura desestabilizadora del capitalismo.
Esto nos va a llevar a la cuestión de dónde situar la frontera de la mercancía, es decir cuál es el límite cultural a partir
del cual a las personas de nuestro medio nos resulta perturbador considerar un servicio como mercancía y pagarlo. Y
esto, en un momento en el cual por un lado la familia delega cada vez más funciones. Los más ricos recurren a esos servicios situados en la frotera de la mercancía, mientras los
menos beneficiados aspiran a proporcionarlos.
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Reseñas de libros
Uno de los capítulos comienza analizando un anuncio de
unos cereales, que nos pueden servir como paradigma de lo
que sucede con una creciente variedad de bienes y servicios:
«Avena Quaker instantánea, para madres que tienen mucho
amor, pero no mucho tiempo». El producto reconcilia la
imagen de la maternidad estadounidense de la década de los
50 con el rol laboral que han asumido las mujeres en la
actualidad. La solución es a través de una mercancía. No
deja de haber una lógica tayloriana implícita, pero ahora no
es el jefe quien presiona a los trabajadores para que sean más
eficientes, sino la madre al hijo para que coma con más eficiencia. De este modo, los grandes gastos de dinero, en lugar
del tiempo compartido, se transforman cada vez más en
nuestra manera de expresar el afecto en el hogar. ¿Están saltando las mujeres de la sartén del patriarcado para caer en
el fuego del capitalismo?
Pero dando un paso más, analiza el fenómeno de la importación del amor y el cuidado de los países pobres por parte
de los países ricos. Las mujeres que cuidan a niños, ancianos
y enfermos en paises pobres están mudándose a los países
ricos a realizar estas labores, buscando un mejor sueldo,
parte del cual envían a su casa para proporcionar ayuda a
sus familiares. A menudo esto también implica que estas
mujeres deban permanecer separadas de sus hijos, con las
consecuencias emocionales que eso acarrea, y que a veces
como forma de consuelo lleva a prodigar a los niños que
cuidan el afecto que no les pueden dar a los propios.
Llegamos a una situación de «transplante global de corazón», una situación en la que el amor es un recurso injustamente distribuido: se lo extrae de un lugar y se lo disfruta en
otro. Y todo aparentemente de un modo «benigno»; a diferencia del comercio sexual, que en la mayoría de las ocasiones se impone por la fuerza. El nuevo imperialismo emocional se impone escondido como una «elección personal» en
nuestro sistema de libre mercado, y sus consecuencias se
consideran como «problemas personales»
Esto sería un ejemplo de lo que se podrían denominar «dolores reflejos», pues como señala la autora, al igual que un
dolor de pierna puede originarse por una hernia discal, un
vínculo de resentimiento entre padres e hijos puede ser
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«consecuencia de una aceleración corporativa o una racionalización gubernamental» y «en nuestros momentos de
desapego y descuido, cada vez sentimos más el dolor reflejo
del capitalismo global que avanza sin que nadie le detenga».
Mientras parece que está pasando a un modelo del trabajo
como casa, y la casa como trabajo, la autora va a defender
líneas de avance hacia un modelo «moderno-cálido», que
evidentemente no suponga replegar a las mujeres a la casa a
prestar unos cuidados no remunerados, sino un modelo
igualitario entre hombres y mujeres, con participación de las
instituciones públicas, y en el que no se reduzcan no se nieguen ni se deleguen masivamente las necesidades de cuidados
FERNÁNDEZ JUÁREZ; G., PEDROSA, J. M.:
Antropologías del miedo. Vampiros, sacamantecas, locos, enterrados
vivos y otras pesadillas de la razón. Calambur, 2008.
El presente libro tiene su origen en un seminario y su
ampliación celebrado en 2007 en la Facultad de
Humanidades de Toledo, titulado «¡Que viene el coco! El
género de los asustachicos en España e Iberoamérica!»,
seminario en el que se analizaron representaciones de personajes como los Hombres del Saco, los Chupacabras latinos
y otros más y su representación también en el folklore, literautura y cine.
En el libro no sólo se va a hablar de estos personajes, sino
que también por ejemplo Josep M. Comelles tiene su participación con la figura del loco en su artículo «La sombra del
miedo: Locura, violencia y cultura en la Cataluña moderna». Asimismo tamibén este miedo al «otro» y su representación como amenazante, que llevará a la formación de estereotipos y de prejuicios lo vamos a ver en otros de los artículos, uno de ellos referido los gitanos y otro sobre las leyendas urbanas en Portugal (que también luego se extenderían
a nuestro país) sobre los raptos de personas en las tiendas
chinas para luego traficar con sus órganos, leyendas que se
propagaron velozmente a través de Internet. En otro de los
artículos se estudian también leyendas urbanas, una más en
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relación a los orientales, sobre el tema de la comida china,
junto a temas como la «quedada» de nazis en Cuenca, o la
llamada «sonrisa del payaso», tal vez inspirada en la película Batman, según la cual a la victima se le harían unos cortes en las comisuras de los labios, y posteriormente se la violaría para que al gritar se le desgarren más los cortes.
Algunos de estos temores y elucubraciones urbanas pueden llegar a tener sus efectos e incluso a provocar que algo
termine ocurriendo.
El escritor Antonio Reigosa, al que nuestra Asociación también tuvo el honor de invitar a las jornadas del «Verbas de
Outono» también de 2007, dedicadas a «Monstruos e exclusión social», también aporta un interesante artículo sobre las
«Geografías del miedo. Lugares de la Galicia Mágica en que
habitan los monstruos», en el cual tras una clasificación de
los monstruos, nos va a presentar un detallado catálogo de
los monstruos de nuestro país, de acuerdo al lugar de residencia de los mismos (entorno doméstico, medio urbano,
bosques y caminos).
Además del artículo sobre «Vampiros y Sacamantecas» con
el que comienza el libro, y de algunos sobre comunidades
bolivianas y surandinas, Elena del Río Parra nos da su visión
de un miedo, el miedo a ser enterrado vivo, del cual en su
momento también había tratado Freud.
JONATHAN LITTELL: Lo seco y lo húmedo. RBA, 2009.
Jonathan Littell es un escritor actualmente residente en
Barcelona, premio Gongourt en 2006 por su obra Las benévolas. El texto Lo seco y lo húmedo, recientemente publicado fue
ya escrito en 2002, y proviene de la lectura de los escritos de
Klaus Theweleit de psicoanálisis del fascismo, y de su aplicación a la vida y obra de Leon Degrelle, conocido ultraderechista belga, especialmente a su libro sobre La campaña de
Rusia.
Theweleit que escribe el posfacio había estudiado las milicias alemanas en su papel en la represión de las revueltas
obreras en Alemania y su papel en el Tercer Reich, publiLibros. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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cando luego un libro, Fantasías masculinas, en el que postula el
estado fascista como una producción de los estados devastadores corporales que sufren sus protagonistas. Y es que al
fascista no se le puede entender, dice a través del psicoanálisis freudiano, sino que hay que recurrir a autores que estudian las fases más primitivas del desarrollo psíquico, como
Melanie Klein, Margareth Mahler, etc., y recurrir a conceptos de otros como Deleuze y Guattari. Así, entendido, por
ejemplo un personaje como Eichmann no tendría propiamente un funcionamiento fascista.
Littell desarrolla las teorías de Theweleit aplicadas al fascista León Degrelle. Veremos con su ejemplo como el fascista
se construye un yo-caparazón que permite que todas sus pulsiones y funciones deseantes queden en el interior inaccesible. Como dicho yo caparazón no es plenamente hermético,
el fascista va a necesitar para sostenerse una serie de apoyos
institucionales externos, como puede ser principalmente el
ejército. Mientras, todo lo que le amenaza en su interior, lo
femenino y lo líquido, lo va a exteriorizar. Como no puede
eliminar completamente a la mujer, esta es dividida en dos
figuras, la Enfermera blanca y virgen, y la Enfermera o la
prostituta Roja. La amenaza líquida proyectada sobre el bolchevismo vuelve como la marea roja contra la que alza el
dique duro de sus armas y de su cuerpo duro. El fascista se
defiende elaborando de un modo riguroso una serie de oposiciones, en las cuales el segundo término es vivido como la
amenaza a su yo-caparazón, y el primer término serían las
cualidades que le permiten reforzarse y librarse de su disolución psíquica. Dentro de estas oposiciones, que veremos
como maneja Degrelle, están lo seco y lo húmedo, lo rígido
y lo informe, lo duro y lo blando, lo quieto y lo pululante,
etc.
ANTONIO GIL AMBRONA: Historia de la violencia contra
las mujeres. Misoginia y conflicto matrimonial en España. Ed.
Cátedra, 2008.
La violencia contra las mujeres no es un fenómeno reciente,
sino que aparece a lo largo de toda la historia, como se
puede ver en este exhaustivo estudio que abarca no sólo lo
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que a veces se denomina «violencia doméstica», sino que va
más allá estudiando también el pensamiento misógino, los
problemas generados por el adulterio y la diferente consideración social que tenían, los divorcios, la actitud de los confesores y de la Inquisición o la rebelión de las mujeres en
contra de su condición. Además de episodios judiciales recogidos, también nos muestra obras literarias o escritos autobiográficos de diversos personajes que nos muestran la ideología subyacente. A veces historias como la de Pilar de
Valderrama, Guiomar, y su relación con Antonio Machado,
que nos muestran hasta donde podía llegar la presión social
y la porpia autorregulación de los comportamientos de cara
al exterior. A lo largo del texto que abarca desde los antecedentes de la dominación romana de la península hasta nuestro siglo, nos encontramos con personajes políticos como los
Reyes Católicos, Isabel II, y lagunos más recientes como
Alfonso XII o el mismo Franco, viendo como la historia oficial edulcoraba la vida de estos por ejemplo con la película
«¿Dónde vas Alfonso XII?» o con el obligatorio silencio
impuesto por Franco sobre la vida de su padres. También
aparecerán con sus historias escritores de distintas épocas
como Quevedo, Cervantes, Larra, Espronceda o ValleInclán. Libro, como decíamos al comienzo de la reseña,
exhaustivo.
ENRIQUE GONZÁLEZ DURO: Los psiquiatras de Franco.
Los rojos no estaban locos. Ed. Península, 2008.
Sin duda, muchos profesionales de las nuevas generaciones
de psiquiatras habrán escuchado entre plato y plato de suculenta cena por parte de sus mayores, como un lado de la
especialidad es puramente científico y el otro es puramente
ideológico y acientífico. Tiene que ser por tanto sumamente
chocante para ellos ver como los «grupos científicos» se posicionan claramente con las siglas de algún partido político. Y
también tiene que ser muy chocante para ellos si un libro
como el presente cae en sus manos.
Y efectivamente, si es terrible el repaso que hace el autor a
toda una serie de episodios acaecidos en la Guerra Civil y en
la postguerra franquista, que tiene como protagonistas a psiLibros. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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quiatras, mucho más llamativo tiene que resultar para quien
le coja de nuevas, el ver como el «lenguaje científico» se utilizaba para dar justificación más brutales políticas represivas y reaccionarias. Como muestra podemos citar unas
pocas:
Para Antonio Vallejo, al marxismo era de etiología biopsíquica, destacando las tendencias congénitas psicopáticas y
los temperamentos degenerativos, pero también factores
etiológicos como la incultura, la ignorancia, la irreligiosidad,
la inmoralidad, la propaganda revolucionaria, el resentimiento, la ausencia de afán de superación y el hedonismo
social tenían su papel etiológico.
Para este mismo autor, la conducta extraviada de muchas
mujeres era culpa de la República, por haber reconocido
derechos y libertades a la mujer, pues, «si la mujer es habitualmente de carácter apacible, dulce y bondadoso, se debe
a los frenos que operan sobre ella; pero como el psiquismo
femenino tiene muchos puntos de contacto con el infantil y
el animal, cuando desaparecen los frenos que contienen
socialmente a las mujeres y se liberan de las inhibiciones frenatrices de las impulsiones instintivas, entonces despierta en
el sexo femenino el instinto de crueldad y rebasa todas las
posibilidades imaginadas, precisamente por faltarle las inhibiciones inteligentes y lógicas».
Marco Merenciano estaba muy interesado en el tema del
resentimiento, que representaba el odio a Dios y a la patria,
y que sería un problema que afectaría a Kant, a Hegel y a
Marx. Para él existían colectividades de resentidos, como
Rusia, el marxismo era una enfermedad y «en nuestras
manos» está gran parte de su tratamiento.
Juan José López Ibor se mostraba partidario de la incorporación de los débiles mentales al servicio militar para que la
selección que la guerra hacía de los comatientes no llevase a
una eugenesia negativa, al morir sólo los mejores. Defensor
de una psicoterapia «nacional» y de que el psiquiatra fuese
necesariamente católico, pensaba que el hombre tenía cuatro dimensiones, dos horizontales y dos verticales. En la verticalidad, estaría el polo «hílico» que arrancaba de la tierra
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y el plo espiritual que provenía que la huella que le había
infundido Dios. El español por su predominio vertical sería
un hombre de «esencias» pero poco apto para la democracia.
Con estas pequeñas perlas (a algunos, hay cosas que aún nos
resuenan), esperamos simplemente despertar la curiosidad
de algunos y que lleguen a leer el texto completo, donde además el lector se puede enterar de los «estudios psiquiátricos»
sobre los prisioneros «rojos» y «rojas», de las delaciones a
psiquiatras republicanos, de el trato «rehabilitador» a los
hijos de los «rojos», de las luchas de poder entre los psiquiatras del régimen, etc.
OLIVER SACKS: Musicofilia. Relatos de la música y el cerebro.
Ed. Anagrama, 2009.
Un nuevo libro de Oliver Sacks y al igual que todos los suyos
sumamente ameno y basado en casos clínicos, en esta ocasión siempre en relación con la música y su relación con el
cerebro. Así tendremos relatos y consideraciones clínicas y
neurológicas sobre sorprendentes casos que van a abarcar
desde musicofilias repentinas, alucinaciones musicales, amusias, «gusanos» musicales (esas melodías que se nos rondan
continuamente sin que podamos evitarlas), epilepsias musicogénicas y ataques musicales, el fenómeno de los «savants»
musicales (similar a los sabios de salón, pero con melodías),
la música y el síndrome de La Tourette, el Parkinson, las discinesias, así como las relaciones de la música con la emoción,
la melancolía, la locura y las posibilidades terapéuticas de la
misma, entre otros temas.
Muchos de los casos van a ser pacientes del Dr. Sacks, pero
también nos pasa información sobre célebres casos como el
de Maurice Ravel, que desarrolló un cuadro que hoy se diagnosticaría como una demencia frontotemporal, que le llevaría a perder el lenguaje musical, aunque no su inventiva, las
alucinaciones musicales de Schumann, el estado crepuscular
y casi alucinatorio de Wagner en el que se le ocurre la introducción orquestal a «El oro del Rin», o el caso del famoso
pianista Paul Wittgenstein, hermano del filósofo, que perdió
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el brazo derecho en la guerra, lo que no impedía que con sus
alumnos moviendo el muñón elegía la mejor digitación para
la pieza que preparase el alumno.
También para nosotros resulta francamente curioso el caso
del médico que en una noche de tormenta es golpeado por
un rayo, y a partir de ese momento desarrolla un interés,
unas habilidades y una dedicación impresionante a la música, o el caso de una musicofilia desencadenada por la toma
de lamotrigina.
Por úlitmo podemos también destacar el repaso al síndrome
de Williams-Beuren, caracterizado por problemas cardíacos
y vasculares, una conformación facial poco habitual, una
indiferencia e incluso ineptitud hacia todo lo no humano
que hay en su entorno, pero en cambio con una gran sensibilidad para captar las emociones y los estados de ánimo de
las personas, una personalidad cordial y una locuazidad con
un gran dominio del lenguaje y un fuerte apego a la música
WYNTON MARSALIS, GEOFFREY C. WARD: Jazz.
Cómo la música puede cambiar tu vida. Ed. Paidós, 2009
No sólo se trata de que a los autores de la reseña nos apasione el jazz, sino que también el hecho de que los autores
del libro, fundamentalmente Marsalis, reflexionen sobre los
cambios que la música, y en concreto el jazz, ha provocado
en su vida. Además muchos de esos beneficios dice no llegan
sólo a quien toca, sino también a quien la escucha.
Wynton Marsalis, sin lugar a dudas es toda una institución
en la música de jazz, aunque en los últimos tiempos recibe a
veces críticas por, según algunos, adoptar posiciones más
conservadoras, se entiende que en música. Trompetista,
nacido en New Orleans, proviene además de una familia en
la cual ya su padre, Elis, era un importante pianista de jazz,
y tres de sus hermanos también se han dedicado a la música
de jazz, con otros instrumentos, entre ellos Brandford, un
extraordinario saxofonista que en algunos momentos coqueteó con otros tipos de música, saliendo incluso de gira con
Sting. Wynton, que también realizó importantes grabaciones
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en música clásica, actualmente es el director artístico del
Lincoln Center y de la Lincoln Jazz Orquestra. Pasó por
grupos tan importantes como los Jazz Messengers de Art
Blakey, y estuvo en distintas formaciones como lider, destacando sus grabaciones en septeto.
Como lo que caracteriza al jazz es la improvisación, y ésta
siempre se da bajo la presión del tiempo, no hay duda que el
músico de jazz se ve (en eso que desde la teoría de la comunicación calificaríamos de paradójico) en la obligación de ser
espontáneo, puesto que sus decisiones tienen que ser instantáneas, tomadas en el presente y que satisfagan los requisitos
del momento. No lo dice Marsalis, sino nosotros, pero no
cabe duda, que en ese sentido para limar rasgos obsesivos de
la personalidad puede estar francamente bien, y que muchos
aspectos de la teoría de la espontaneidad de Moreno también podrían ser pertinentes. Este improvisar bajo la presión
del tiempo lleva a la expresión más auténtica y personal de
los osiclantes estados del artista, pero también incita a un
respeto hacia uno mismo y su creatividad, lleva a crear un
sonido propio, aún a sabiendas que se está hablando un lenguaje que una gran mayoría de la gente no va a comprender,
a un esfuerzo permante por utilizar las propias deficiencias
para crear algo que funcione. Al tiempo que va a revelar la
verdadera personalidad, también enseña las muchas formas
que hay de ser uno mismo, y nos va a llevar a un apetito insaciable por lo impredicible.
Si los primeros aspectos tienen que ver con uno mismo, el
siguiente paso fundamental para ser músico de jazz, tiene
que ver con la cocreatividad y la responsabilidad ante el
colectivo. El jazz obliga a centrarse en lo que están haciendo los otros y a ser lo suficientemente flexibles para acoplar
nuestras ideas a las del resto del grupo. Así agudiza nuestra
capacidad de escuchar a los demás, respetarlos, percibir su
honestidad. Cree Marsalis que tal vez por eso no sea coincidencia el que los músicos de jazz muestren empatía con los
marginados. En este aspecto son interesantes sus reflexiones
sobre el tema del racismo, habiendo estado de niño en una
escuela «integrada», en la que todos los niños eran blancos,
excepto él y otro compañero, lo que de algún modo suponía
más problemas que cuando estaba en una escuela en la que
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todos eran de raza negra, y supuso que tuviera problemas
más adelante para respetar y llegar a tocar con músicos
blancos, cambiando mucho su actitud hacia ellos tras compartir escenario y grabaciones. Sobre estos aspectos Marsalis
nos cita al batería Elvin Jones, aunque también nos dice que
no lo tomemos al pie de la letra, cuando éste declaró que
«para llegar a tocar con alguien a un nivel profundo, habría
que estar dispuesto a morir por él». Seguramente parezca un
poco exagerado, pero después de ver a Billie Holiday junto
a Lester Young, ya no nos atrevemos a asegurarlo con certeza.
El libro además de estos aspectos nos da un repaso sobre
aspectos de terminología y teoría del jazz, que en algún
momento también hay que decirlo no quedan correctas por
problemas de traducción (aparece por ejemplo en algún sitio
temás sobre el «compás»acentuado cuando debería traducirse por «tiempo» o «parte» del compás acentuada, o la
nota a pie de página sobre la llamada y respuesta) y un capítulo en el que aparecen impresiones de Marsalis sobre otros
músicos a los que admira.
EVA ILLOUZ: Intimidades congeladas. Las emociones en el
capitalismo. Ed. Katz, 2007.
EVA ILLOUZ: El consumo de la utopía romántica. El amor y las
contradicciones culturales del capitalismo. Ed. Katz, 2009.
Dos interesantes libros de la autora, profesora en el
Departamento de Sociología y Antropología de la
Universidad de Jerusalén y sabemos que está a punto de
publicarse un tercero sobre «la sociedad terapéutica».
Particularmente recomendable, el primero de ellos, en el que
explora el «capitalismo emocional» que de algún modo se
apropia de los afectos transformando las emociones en mercancías, y como esto se manifiesta en diversos ámbitos tales
como la literatura de autoayuda, las revistas femeninas, los
grupos de apoyo y especialmente interesante es el capítulo
dedicado a Internet y las redes románticas.
El texto está estructurado en tres partes: «El surgimiento del
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Homo Sentimentalis», «Sufrimiento, campos emocionales y
capital emocional» y «Redes románticas».
En la primera parte comenzaremos viendo como en los relatos sobre la historia del advenimiento de la modernidad,
también aparecía una parte en términos de emociones. Así
en el estudio de Weber sobre la ética protestante se ve la
influencia de las emociones sobre la actividad económica,
pero también en el concepto de alienación en Marx y sobre
todo en los trabajos de Durkheim, las emociones están presentes. La tesis que va a defender la autora es que la construcción del capitalismo se hizo de la mano de la construcción de una cultura emocional muy especializada en la que
«el yo interior privado nunca tuvo una representación tan
pública ni estuvo tan ligado a los discursos y valores de las
esferas económica y política». Pasaremos también por la
influencia de Freud en la creación de un nuevo estilo emocional al reformular la relación del yo con los demás, en
cuanto también se reformula la relación con el propio pasado. Así también la familia pasa a ser por un lado el origen
del yo, pero al mismo tiempo aquello de lo que el yo tiene
que liberarse para madurar. Por otro lado, el «yo ordinario»,
«sin acontecimientos», pasa a tener un nuevo encanto, a la
espera de ser descubierto. Sin embargo, el extraordinario
logro cultural de Freud para la autora sería la ampliación del
campo de lo normal al incorporar al mismo lo que antes se
consideraba patológico, como por el otro lado la problematización de la «normalidad».
La psicología a partir del siglo XX comienza a proclamar de
un modo firme pero continuo su pertinencia en prácticamente todos los campos, pero pronto donde eso será muy
notable será en el mundo de la empresa, y los gerentes, que
aparecen como los portadores de las nuevas reglas de estandarización y racionalización, empiezan a recurrir a los psicólogos para buscar soluciones al problema de la disciplina y
la productividad en la empresa. Elton Mayo entiende que la
productividad mejora si se tienen en cuenta los sentimientos
de los trabajadores y lo que hace es importar categorías terapéuticas al lugar de trabajo. Es decir, establece una continuidad discursiva entre la familia y el lugar de trabajo. Sin
embargo, lo más llamativo de Mayo, es que su nueva maneLibros. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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ra de abordar las emociones lleva a una suavización del
carácter del jefe, y esto a su vez conlleva la necesidad de unas
nuevas definiciones de la masculinidad, que ahora debe
incluir el prestar atención a las emociones, controlar la ira y
la escucha atenta a los demás. El concepto de «competencia
comunicativa» tomaría gran valor. Todo ello buscando prevenir conflictos y crear cadenas de cooperación más eficientes.
Mientras esto sucedía en la empresa, el feminismo y las
narrativas terapéuticas alentaban a las mujeres a proclamarse como sujetos autocontrolados y autónomos y en el ámbito de la intimidad se sostenía que el placer y la sexualidad se
basarían en la instrumentación de una conducta justa y en el
reconocimiento de los derechos fundamentales de las mujeres. Las técnicas para mejorar la comunicación conyugal
apuntan hacia un lenguaje lo más neutro posible, tanto en el
plano emocional como lingüístico. Las emociones negativas
se deben tratar como objetos externos al yo y observar y controlar «desde afuera». Se iba así a producir un vasto proceso
de racionalización de las relaciones íntimas, y la vida íntima
y las emociones acaban siendo objetos mensurables y calculables, lo que de algún modo atenta contra la naturaleza
volátil, efímera y contextual de las mismas. Las relaciones
íntimas acaban siendo procesos cognitivos que se pueden
comparar entre si e incluso analizar desde la perspectiva de
coste-beneficio.
En la segunda parte veremos como surge en la cultura norteamericana una narrativa de identidad que impulsa un
ethos de autoayuda y que al mismo tiempo es una narrativa de sufrimiento. Si en Rogers ya aparece claramente la
idea de la tendencia hacia la autorrealización, va a ser con
Maslow con quien se difunda la idea de que el temor al éxito
impide que las personas aspiren a la grandeza y a la autorrealización, de modo que aquellas personas que no obedecen a este ideal psicológico pasan a ser patológicas. El tema
del bienestar con sus metáforas médicas da paso por tanto a
una patologización de la vida común, con una calificación
de muchas conductas como «no saludables» o «autodestructivas», al no ajustarse al ideal de «vida plenamente autorrealizada», y a una ampliación considerable del campo de
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acción de los psicólogos. Lo que nos puede parecer correcto
a primera vista, sin embargo si lo traspasamos al campo de
la salud física nos llevaría a pensar que aquellos que no aprovechan todas las posibilidades de su musculatura, por ejemplo, son enfermos.
Las narrativas terapéuticas van a convertir las emociones en
objetos públicos a ser expuestos, analizados y discutidos, van
ademas a crear una serie de nichos de mercado, y van a llevar al sufrimiento a convertirse en un elemento constitutivo
de la identidad. Esto lleva a uno de los fenómenos más curiosos y paradójicos de la actualidad, de modo que conviven sin
problemas un discurso de tinte individualista, seguro y triunfante, junto a una estridente expresión y representación del
propio sufrimiento, a través de grupos de apoyo, talks shows,
tribunales legales, etc. La narrativa terapéutica además se
verá impulsada por otros «actores», como el movimiento
feminista, los veteranos de guerra con la categoría de trauma, y la industria farmacéutica y los DSMs.
De especial interés va a ser la tercera parte del libro sobre las
«Redes románticas» en Internet, que comienza a través del
análisis de la película «Tienes un email», que parece transmitir el mensaje de que el yo de Internet es más auténtico
que el yo social público, mucho más propenso a adoptar
posiciones defensivas. Sin embargo el romace cibernético es
un romance que anula el cuerpo, con la paradoja de que si
bien esto parece que facilita que emerjan las emociones de
ese yo más auténtico, no debemos olvidar que las emociones
en general, y el amor romántico en particular, están ancladas en el cuerpo.
Hay datos de que al menos 1 de cada 12 adultos norteamericanos habría intentado en 1999 buscar pareja on line. Para
ello muchas páginas piden un pérfil. Esto lleva a la representación pública del yo privado, a la textualización de la
subjetividad, a una inversión del orden de las interacciones
románticas, pues el conocimiento precede a la atracción, y
además el encuentro se organiza literalmente en la estructura del mercado.
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La exposición del perfil acompañada habitualmente de una
foto lleva a una hiperpreocupación y conciencia por el
aspecto físico, y la descripción de uno mismo lleva a un lenguaje uniforme y estandarizado. La gente que más éxito
tiene es la que destaca por su originalidad lingüística y su
convencionalismo físico. El espíritu de Internet y la cantidad
de interacciones no deja más remedio que caer en la lógica
de las técnicas de costo-beneficio, en la que la busqueda de
pareja se transforma en una transacción económica, en la
que el yo se transforma en un producto más, en el que la persona se preocupa por su valor en dicho mercado y trata de
ganar posiciones.
Frente al amor romántico caracterizado por la espontaneidad, la atracción sexual, la idealización, el desinterés, y
siguiendo a Freud, el amor a un objeto perdido, Internet
conduce a una busqueda racional, descorporeizada e instrumentalizada de pareja. El mercado es ahora el que dicta el
vocabulario de las emociones.
El segundo de los textos, se centra en el tema del amor. Con
el apoyo de entrevistas, así como del análisis entre otros de
las revistas femeninas y los libros de autoayuda, la autora nos
lleva a ver como se conecta el amor con la cultura del capitalismo tardío y sus relaciones de clase.
Veremos cono la interacción romántica inicial suele darse
en la esfera del consumo de ocio, caracterizado por el anonimato y el hedonismo, tras haber sustituido a las antiguas
visitas a la casa familiar del pasado. El vínculo romántico se
forma principalmente de tres maneras en la actualidad, que
serían la sexual, la ritual-consumista y la racional-económica. Posteriormente el matrimonio va a mantener una alternancia rítmica, y de ella depende en gran parte su estabilidad, entre momentos de exaltación romántica y los momentos rutinarios de la vida cotidiana, que de algún modo se justifican también en función de un ideal romántico. Estos
momentos se estructuran bajo las metáforas de la «intensidad» del romance y del «trabajo» necesario para mantenerlo. Los libros de autoayuda y las revistas femeninas dan lugar
a un discurso terapéutico con respecto a esto, en el cual las
afirmaciones morales son tratadas como si fuesen verdades
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Reseñas de libros
científicas, muchas veces presentadas como juicios impersonales, del estilo «lo más sano es...» La coexistencia de narrativas hollywoodenses, que se miran con desconfianza, con
otras narrativas racionales, sometidas a un ethos terapéutico,
llevan al enamorado posmoderno a un estado permanete de
sospecha sea cual sea el modelo narrativo que esté utilizando.
Se pueden extraer conclusiones como que la intersección de
la esfera del intercambio comercial con la vida privada se da
de distintas maneras en la clase media y en la clase trabajadora, que el romance constituye un bien cuya distribución es
desigual en nuestra estructura social, y que el amor ofrece
libertad personal sólo a aquellos que ya gozan en cierta
medida de una libertad objetiva en su campo laboral.
ANTONIO GARCÍA GUTIÉRREZ: La identidad excesiva.
Ed. Biblioteca Nueva, 2009
Reflexionar sobre los peligros de la identidad excesiva desde
luego no vendría mal a muchos profesionales de la salud
mental. Ya Sartre había dicho hace tiempo que cuando oía
a alguien decir que era médico (o cualquier otra cosa similar) se daba cuenta de que era un esclavo, se entiende de su
identidad. Paul Ricoeur también había reflexionado ampliamente sobre este tema distinguiendo entre la ipseidad, la
identidad y la alteridad, y viendo como estos tres aspectos
cooperan, negocian, pero también se enfrentan y traicionan
en un estado de permanente conflicto, que es lo que nosotros
somos.
El texto se adentra en el estudio de la microfísica de la identidad, y reconociendo que todo ser humano necesita unos
cimientos simbólicos personales y comunitarios, va a rechazar radicalmente aquellas identidades que proceden de discursos autoritarios e incuestionables (a veces disfrazados de
cientifismo, diríamos nosotros) que se generan en torno a los
individuos y se inoculan a través de procesos de instrucción
familiar, escolar, grupal, comunitarias, social, etc, sin que
dejen resquicio ni respiro para el desarrollo singular y la
divergencia. Cuantas veces hemos escuchado frases del tipo
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«los profesionales (sean los que sean, y a veces hasta con presidente) pensamos que...»
Lo primero que vamos a ver es qué es la identidad, y aquí
nos vamos a encontrar con su necesidad de otro, al que oponerse. También veremos la banalización que el neocapitalismo está imponiendo, de modo que cada vez nos encontramos con más sujetos egocéntricos y aislados en multitud, y
cada vez más parecidos unos a los otros. En el fondo, detrás
de esta identidad excesiva hay siempre dos impulsos, el de
querer imponerse y el de imitar. Asimismo toda identidad
necesita un conjunto de tópoi (plural de tópos), entendidos
como evidencias o premisas incuestionables para los miembros de dicha comunidad. Pero además dentro de la identidad hay que distinguir entre lo que serían las adscripciones
identitarias, fáciles de reonocer, y las marcas, más abstractas,
polivalentes, ocultas y duraderas. Las marcas explicarían
como una misma persona puede cambiar de un grupo identitario a otro muy distinto, pero con un tronco común.
A través de una descripción y estudio de marcas (sumisión,
totalismo, totemización, dicotomización, etc.) el autor pasa a
ofrecernos un proyecto de desclasificación orientado al desvelamiento de lo identitario y su superación.
AXEL HONNETH: Patologías de la razón. Historia y
actualidad de la teoría crítica. Ed. Katz, 2009
El libro recoge una serie de artículos diversos, en general
pero no sólo sobre la Escuela de Frankfurt, con especial interés en la figura de Adorno y en su «dialéctica negativa» y
con la idea de cómo la vida en las sociedades capitalistas
modernas de algún modo u otro llevan a una deformación
patológica de las facultades racionales humanas.
De especial interés para los profesionales que nos dedicamos
a la salud mental, va a ser algún capítulo como el dedicado
a «La apropiación de la libertad. La concepción freudiana
de la relación del individuo consigo mismo». El autor plantea como ante la situación de cuestionamiento y marginalización que está sufriendo en la actualidad el psicoanálisis, la
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reacción de muchos de sus profesionales va hacia buscar la
salvación de los postulados psicoanalíticos en las investigaciones que provienen de las neurociencias, lo que para el
autor en cambio supone poder dejar de lado lo que para él
sería el legado central de la teoría freudiana, a día de hoy
incuestioanble, esto es, el hecho de haber comprendido que
el ser humano es un ser escindido, desgarrado, pero que gracias a su interés intrínseco por ampliar su libertad «interior»
posee la capacidad de reducir o incluso de superar (tal vez
nosotros mejor diríamos de manejar) ese desgarramiento
mediante la actividad propia, reflexiva. Y está claro que este
proceso de apropiación crítica de uno mismo y de reelaboración de la propia biografía, con la consiguiente ampliación
de la libertad, es algo que hoy por hoy está vedado a la investigación cerebral. A lo largo del artículo y recurriendo a los
textos clásicos de Freud sobre los sueños, Psicopatología de la
vida cotidiana o Duelo y melancolía, el autor nos muestra como
Freud no sólo desplaza la frontera convencional entre normalidad y patología, sino que traslada el potencial de comportamiento patológico al territorio de la personalidad «normal». Todo ello además no se completa hasta que establece
una concepción más amplia del concepto de represión, en la
que se perfila todo lo que luego se desarrollaría como la teoría de las relaciones objetales. Al tener un concepto de represión aplicable al proceso de socialización normal del individuo, la consecuencia va a ser que también la persona «sana»
va a estar limitada en su voluntad por compulsiones y
dependencias cuya procedencia resulta dificil descubrir, pero
que precisan de un trabajo de recuerdo e introspección. Lo
que antes se podía entender como un proceso dependiente
de las leyes naturales, ahora es visto como algo producido en
el interior del sujeto. Freud, en contraposición a su visión
pesimista de la cultura, tiene una visión más próxima al
romanticismo con respecto al ser humano, al que cree capaz
de llegar por su propio esfuerzo intelectual, de revisión crítica de su pasado, a alcanzar una voluntad lo más libre posible. El autor utiliza el término «apropiación», que si bien no
aparece en Freud, le parece adecuado en cuanto hace referencia a intentar hacer popio algo que en principio parecía
ajeno e incomprensible, concibiéndolo como algo que había
sido aislado, pero que pertenece definitivamente a nuestra
persona. Como todos sabemos, no basta con una apropiaLibros. Siso nº 48-49. Invierno 2009
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ción meramente cognitiva, sino que además precisaría una
«aceptación afectiva», en un proceso en el cual la relación
del individuo consigo mismo tal y como la concibe Freud, el
autor llega a emparentarla con la concepción de
Kierkegaard.
Otros capítulos de interés más específico para los profesionales de la salud mental son «Angustia y política. Puntos
fuertes y puntos débiles en el diagnóstico de las patologías de
Franz Newman» o «Democracia y libertad interior» dedicado a la figura de Alexander Mitscherlich.
ÉLISABETH ROUDINESCO: Nuestro lado oscuro. Una
historia de los perversos. Ed. Anagrama, 2009
Los perversos, nos dice la autora,aunque resultan sublimes
cuando se vuelven hacia el arte, la creación o la mística, o
abyectos cuando se entegran a sus pulsiones asesinas, constituyen una parte de nosotros mismos, pues exhiben lo que
nosotros no dejamos de ocultar: nuestra propia negatividad,
nuestro lado oscuro.
A partir de esta afirmación introductoria, la autora se centra
en una historia de la perversión a lo largo de cinco partes.
En la primera se centra en lo sublime y lo abyecto de la perversión para ver como el discurso místico se nutre de desviaciones, de conversiones, de márgenes y de anormalidad.
Mujeres «desposadas» con Cristo, que inician un temible
programa de exterminio corporal como Margarita María
Alacoque, Catalina de Siena o Liduvina de Schiedman y sus
sobrecogedoras historias, llenan estas páginas, junto con una
historia, ésta más frecuente en varones, de la flagelación,
para terminar con Giles de Rais, personaje estudiado en su
momento por Georges Bataille, en el que parece inspirarse
la historia de Barba Azul, y conocido por sus atrocidades,
pero también por su relación con Juana de Arco.
El texto continúa con un capítulo dedicado a Sade, quien en
opinión de Michel Foucault (autor cuya influencia es evidente en la autora) sería el inventor de un «erotismo disciplinario» y que promueve el cuerpo como el único lugar de
goce.
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Con la sociedad burguesa, disciplinas como la psiquiatría y
la sexología intentan domesticar los placeres a través de una
catalogización de las perversiones, lo que lleva a deshumanizar al perverso para hacerle objeto de la ciencia. Sería la
supresión del nombre de Sade en provecho del sustantivo
«sadismo», mientras que los escritores serán en cambio los
que recuperan el léxico licencioso rechazado por la ciencia.
La ciencia lleva a una generalización del coencepto de perversión en términos de elección de objeto y ya no de estructura; el perverso se va a convertir en un enfermo capaz de
beneficiarse de la psiquiatría, la sexología o del higienismo,
dejando en cambio de ser el personaje necesario para la civilización en cuanto parte heterogénea de sí misma o personaje sacralizado. Lugar importante ocupará el furor quirúrgico (ablaciones, circuncisiones) aplicadas en la lucha contra
la masturbación o para domesticar a la mujer histérica. Una
posición distinta va a ser la de Freud, para quien la perversión es un paso obligado en el desarrollo normal de la persona.
Auschwitz, personajes como Höss o Mengele, los estudios
psiquiátricos sobre los nazis y la teoría de la banalidad del
mal, van a ocupar los siguientes capítulos, en los cuales
vemos como el crimen se comete en nombre de una norma
racionalizada y no en cuanto expresión de una transgresión.
No estamos ante una perversión en el sentido clínico del término, sino en el terremo de una adhesión a un sistema perverso que por si solo sintetiza el conjunto de todas las perversiones posibles.
El último capítulo está dedicado a la sociedad perversa, a
nuestra sociedad posmoderna globalizada con su utopía de
borrar el mal, el conflicto, el destino, la desmesura, en provecho de un ideal de gestión tranquila de la vida orgánica.
El borrado de las fronteras llega a aplicarse a la existente
entre lo humano y lo no humano, con los movimientos de
liberación animal o incluso la apología de autores como
Singer hacia la zoofilia. El DSM con sus «parafilias» se dirige hacia la abolición de la idea de la perversión, mientras los
psiquiatras comportamentalistas pueden llegar a actuar
como agentes puritanos de una biocracia anónima.
Situación también curiosa es la perturbación con que los
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grupos más reaccionarios ven como los homosexuales quieren formar parte del modelo familiar; parece como si en la
actualidad el discurso perverso procedira no ya de rebeldes
que desafían la ley, sino de aquellos que quieren prohibir a
los antiguos invertidos el acceso a un nuevo estatus legal. En
cualquier caso, los perversos ya no son vistos como tales, sino
que están normalizados, autorizados y sus perversiones se
limitan al ámbito privado, salvo aquellos «paráfilos sociales»
perseguidos por la ley como los paidófilos, violadores, criminales sexuales, etc.
En cualquier caso la fantasía de una erradicación total del
mal, y la eliminación del término perversión, no nos va a evitar, concluye la autora, la confrontación con sus metamorfosis subterráneas, nuestro lado oscuro.
DIANA COHEN AGREST: Por mano propia: Estudio sobre
las prácticas suicidas. Ed. Fondo de Cultura Económica,
2007.
Profesora de filosofía en Buenos Aires, la autora estudia este
tema tan resbaladizo como es el suicidio, especialmente dentro de lo que es el imaginario social para plantearse a lo largo
del libro sobre el derecho de la persona a decidir sobre el fin
de su vida. La muerte, y sigue muy de cerca a autores como
Philippe Ariès, en nuestro tiempo se caracteriza a nivel social
por cuatro procesos como son la expropiación de la misma,
una radical escisión entre la vida y la muerte, la desacralización de la misma y por último, su negación. Por otro lado, la
muerte voluntaria a lo largo de la historia empezó siendo
considerada como un pecado, luego como un crimen y más
adelante como un síntoma de una enfermedad mental.
Tras pasar revista a una serie de creencias fundadas e infundadas sobre el suicidio y plantearnos el problema de las definiciones, más o menos amplias, del mismo, el texto se adentra en la parte que nos parece más interesante sobre las filosofías del suicidio, tratadas en dos capítulos, uno desde perspectivas religiosas y otro desde perspectivas seculares.
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Desde perspectivas religiosas nos encontramos como clave la
influencia que tiene la postura radical de San Agustín. El
suicidio de Judas es incluso visto como más imperdonable
que su traición a Jesús. En cualquier caso el autor intenta
marcar la profunda distancia que hay entre el suicidio de
Judas y la muerte de Cristo, de la que se niega que sea una
muerte voluntaria y que se considera tiene una dimensión
muy distinta a la de un suicidio terreno. En cualquier caso
desde estas perspectivas la vida aparece en muchas ocasiones
como propiedad de Dios, y el individuo sería el centinela o
guardián de la misma. Hume argumentará contra estos
razonamientos, y plantea que si la vida no le pertenece a
uno, las operaciones de cada persona son en realidad de
Dios, y en este caso sería tan criminal un acto heroíco, en el
cual uno muere por defender la fe, como un acto suicidio;
por otro lado, si la vida no pertenece a uno, puede disponer
libremente de la misma. Montesquieu será otro autor que
ataca estas perspectivas, concluyendo que las ideas que censuran la muerte voluntaria no son sino una muestra más de
la artificiosa vanidad de los hombres.
Dentro de los argumentos seculares contra el suicidio habría
tres grandes apartados. En primer lugar estarían los argumentos que entienden que el suicidio contraría el instinto de
autoconservación. Un segundo grupo, habla de los deberes
del suicida hacia la sociedad y hacia sus seres queridos. Por
último, un tercer grupo, hablaría del valor intrínseco de la
vida humana, y como el suicida se hundiría en el peor de los
vicios, la cobardía. En el polo de la defensa secular del suicidio los argumentos se centran en la libertad individual, y se
ilustran en el tema de los suicidios por honor.
A lo largo de este capítulo veremos por ejemplo las posiciones y observaciones de autores tan distintos como Primo
Levi, Spinza o John Donne con respecto al primer apartado,
los de Aristóteles, Kant o Hume con respecto al segundo, o
del mismo Hume frente a Tomas de Aquino con respecto al
tercero. En el apartado de los defensores de la decisión personal sobre la muerte propia, entre otros aparecen las opiniones de Seneca y de Montaigne. Tal vez echemos en falta
más referencias a Albert Camus, que sólo aparece en una
ocasión para criticar la visión limitada de tipo sociológico
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sobre el suicidio, que para él es algo que se gesta en el silencio del corazón. Cita sin embargo interesante pues nos
recuerda lo obvio pero a veces olvidado de que cada acto
suicidio es un acto personal y distinto al resto, lo que también obviamente debe llevar a intervenciones «personalizadas».
El resto del libro se centra más en los enfoques «científicos»
del problema, recordandonos las aportaciones ya más conocidas de auotres como Burton, Freud, Durkheim o
Menninger, así como un especial recuerdo al Werther, unrepaso a las conductas de riesgo, un intento de clasificación de
los tipos de intervención en el suicidio y por último un apéndice sobre el duelo en las personas próximas al suicida.
THE DEVIL AND DANIEL JOHNSTON. DVD
Documental dirigido por Jeff Feuerzeig
Se ha publicado en formato DVD este documental del año
2005, que se estrenó en los cines de nuestro país en el año
2006. Daniel Johnston es un músico tejano nacido en el año
61, aunque parece un extravagante personaje de una de esas
películas de cine independiente americano. Diagnosticado
en su país de trastorno bipolar, ha presentado episodios de
hiperactividad en los que escribía y grababa multitud de
canciones, así como otras temporadas de ánimo hundido y
nula actividad, todo ello acompañado de ideas delirantes y
alucinaciones fundamentalmente con temas religiosos, y
alteraciones de conducta especialmente en los momentos en
que los consumos tóxicos se disparaban.
A lo largo del documental veremos imágenes de Daniel a lo
largo de su vida así como escuchamos los testimonios de
familiares y personas próximas. Ya desde muy pequeño
Daniel va a ser un problema para su familia, una típica familia estadounidense sureña conservadora, y su mayor entretenimiento va a ser filmar las regañinas de su madre o filmarse disfrazado e imitandola. Si bien comienza sobre todo con
este tipo de filmaciones y con una serie de dibujos fundamentalmente de globos oculares, pronto comienza a dedicarse a la música y a grabar en cintas las canciones que com512
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pone y canta acompañado de un piano o un órgano eléctrico y que le darían una cierta fama posteriormente en los
espacios más underground de Austin, en donde entusiasmaba
cantando canciones sobre los peligros que nos puede traer el
demonio.
Curiosamente empezó de todos modos a ser especialmente
conocido debido a que Kurt Cobain empezó a ponerse en
multitud de ocasiones una camiseta con los dibujos de
Daniel Johnston. Ya famoso e internado en un psiquiátrico
firmó un contrato con la compañía discográfica Elektra,
pero se acabó rompiendo, pues entre sus delirios estaba que
el grupo Metallica era un grupo diabólico y le querían asesinar y habían llevado al sello discográfico a convertirse en un
sello satánico.
Como parte especialmente impactante dentro de este entretenido documental está aquella en la que su padre le acompaña a todos los recitales que da y le lleva en su avioneta. El
problema surge cuando Daniel que tiene una especial fijación con el personaje de Casper, lleva un comic en el cual el
fantasma salta en paracaídas, lo que lleva a Daniel a pedirle
al padre que salten de la avioneta también en paracaídas, y
enfadado ante la negativa del padre, le quita las llaves y las
tira por la ventana. Su padre, que había sido piloto de guerra, consigue aterrizar en una zona llena de arboles, y si bien
ambos salen ilesos, podemos ver como queda la avioneta.
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y/o gallego relacionados directamente con la Psiquiatría, la Psicología
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3. Revisiones. Artículos que abordan en profundidad la puesta al día crítica de un tema monográfico, redactado por un especialista en el mismo.
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4. Artículos especiales. Sección «A propósito de...», «A Velas vir», «Os
eventos...». Trabajos de interés sobre temas psiquiátricos o de disciplinas
afines que por sus características no encajan como originales ni como revisiones. Salvo casos excepcionales se realizarán también por encargo a la
Revista y podrán organizarse como «Series» que serán oportunamente
presentadas.
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6. Cartas al Director. Sección en la que se recogen observaciones, respuestas y críticas a trabajos publicados, observaciones metodológicas,
casos clínicos atípicos, observaciones clínicas o terapéuticas, efectos adversos de tratamientos no referidos o excepcionales, etc. Su extensión total no
superará las 500 palabras.
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Jefe de la Revista, quien solicitará su revisión a algún miembro del Comité
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las personas o entidades que hayan colaborado en la realización del trabajo.
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5. Referencias bibliográficas. Se ordenarán y numerarán de forma
correlativa según su primera aparición en el texto, debiendo aparecer el
número de la cita entre paréntesis o en carácter volado. Podrá ir acompañado del nombre del autor o autores si son uno o dos, debiendo mencionarse el primero seguido de la expresión et al, si son más. La exactitud de
las referencias es responsabilidad de los autores, que deben contrastarlas
en los documentos originales y especificar claramente las páginas inicial y
final de la cita. No se aceptarán como referencias las observaciones no
publicadas aunque se pueden incluir en el texto señalando que se trata de
una «comunicación personal». Los artículos aceptados para publicación
podrán citarse colocando la expresión «(en prensa)» tras el nombre de la
publicación. Los nombres de las publicaciones se abreviarán según el estilo empleado en el Index Medicus; en caso de tratarse de una publicación
no incluida en dicho repertorio se pondrá su nombre completo. Se hará
constar el nombre de todos los autores y se seguirá el estilo de los siguientes ejemplos:
Ejemplo 1: Artículo de revista
Sacristán JM, Germain J. Rodríguez Arias B. Psiquiatría práctica e higiene mental. Archivos de Neurobiología 1930; 10(4); 325-415. (La indicación del nº entre paréntesis es opcional en aquellas revistas que lleven paginación correlativa a lo largo de todo el volúmen; en caso de ser varios autores se indicarán todos ellos hasta un número de seis y si se supera este
número se añadirá et al., poniendo el (los) apellidos seguido de la(s) inicial(es) sin otro signo de puntuación que una coma separando cada autor
y un punto al final, antes de pasar al título).
Ejemplo 2: libro
Mira y López E. Manual de Psiquiatría. Barcelona: Salvat, 1935
Ejemplo 3: Capítulo de libro
Valenciano L. La tesis de la psicosis única en la actualidad. En: Llopis B.
Introducción dialéctica a la psicopatología. Madrid; Morata, 1970; 11359.
6. Tablas y gráficas. Se presentarán en hojas aparte, numeradas consecutivamente según su orden de referencia en el texto en cifras arábigas
(Tabla x; figura x) con el título y una explicación al pie de cualquier abreviatura que se utilice. Se incluirá una sola tabla o gráfica por hoja.
Los manuscritos irán acompañados de una carta de presentación en la que
se incluirá la dirección, teléfono y fax de contacto para los temas relativos
a la publicación. En la misma se expondrá también la existencia de intereses en la financiación del trabajo (patrocinio por entidades públicas o privadas, laboratorios, etc), quedando a criterio del Comité de Publicaciones
la decisión sobre la conveniencia de su publicación. No se devuelven originales ni se mantiene correspondencia sobre los trabajos no aceptados
por el Comité de Publicaciones. Para una información más detallada, consulten Requisitos de uniformidad para manuscritos presentados a revistas
biomédicas. Med. Clin (Barc) 1991: 181-6 o Puerta López-Cózar JL,
Mauri Más A. Manual para la redacción, traducción y publicación de textos médicos. Barcelona: Masson, 1995: 1-15.
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de vista y afirmaciones expresadas por los autores en sus artículos.
Envío trabajos:
o bien a
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Chús Gómez
H. Psiquiátrico Dr. Cabaleiro Goás.
Toén - Ourense
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Solicitude de inscripción na AGSM
Apelidos---------------------------------------------------------------------------------------
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Enderezo profesional ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Teléfono profesional --------------------------Fax profesional --------------------Enderezo particular------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Teléfono particular ----------------------------- Fax particular ---------------------Correo electrónico-------------------------------------------------------------------------
Socios que avalan a solicitude:
1. Nome, apelidos e firma-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
2. Nome, apelidos e firma---------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------
Declaración:
Comprométome a aceptar e respectar os estatutos da Asociación Galega de
Saúde Mental.
Data
Sinatura do solicitante
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------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------(domicilio)
----------------de -------------------------------------------------------------------------de 200------------------------Sr./a Director/a do Banco--------------------------------------------------------------------------------------------Axencia ----------------------------------------------------------------Dirección postal ------------------------------CP ----------------------------------------------------------------------Población---------------------------------------Solicítolle dispoña o necesario para que a partir da data presente se abonen co cargo a miña (1)
c/c ---------------------------------------------------------------------ou Cartilla de Aforros -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------nesa Entidade Bancaria os recibos de Asociado/a de D./Dña -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------da Asociación Galega de Saúde Mental.
Agradecéndolle a súa atención saúdalle atentamente
(firma do/a titular da c/c)
(1) Táchese o que non proceda
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Normas de publicación. Siso nº 48-49. Invierno 2009
Nº asociado/a