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Definición y áreas de interés
L a G r a n E n c ic l o p e d i a
Ilustrada del
Proyecto Salón Hogar
Proyecto Salón Hogar
Conoce tu cuerpo
Los Huesos-el esqueleto
Sistema respiratorio
Principio de la vida
Sistema Nervioso
Aparato Digestivo
Sistema Sanguineo
Sistema Muscular
> Entra al Juego del Cuerpo Humano
La casa donde vive tu alma y
espiritu (tu persona)
Piensa en la casa donde vives. Está formada
por diferentes habitaciones,partes o
estructuras, con nombres que reflejan el
papel que desempeñan:sala de estar,
dormitorios, comedor, baños, cocina, entre
otros. Cada una sirve a distintas necesidades
del ser humano como comer, descansar o
dormir.
En términos muy generales, se puede decir
que tu cuerpo está organizado como una
casa. Está formado por un conjunto de
estructuras, llamadas sistemas o aparatos,
cuyo trabajo armonioso permite que tu
organismo funcione con normalidad. Unos te
son más conocidos, como el Aparato
Digestivo o el Aparato Respiratorio, y otros
más misteriosos, como elSistema
Inmunológico. Pero todos son muy
importantes para la vida. Sobre algunos de
ellos, te hablaremos en este ciclo de Proyecto
Salón Hogar, dedicado al Cuerpo Humano.
Los sentidos
 Te sugiero que hagas el siguiente experimento: solo en una
habitación en silencio, ojalá a oscuras, de pie, cierra los ojos, tápate
los oídos y quédate inmóvil durante un rato. ¿Cómo te sentiste? o
¿qué sentiste? Lo más probable es que la respuesta sea: aislado e
indefenso. A lo mejor sentiste la presión en los pies o tal vez frío o
calor. Como te habrás dado cuenta, el tener oídos y ojos bloqueados
produce cierta inseguridad e inestabilidad.
¿Sabes por qué te sucedió eso? Porque estamos
acostumbrados, casi de manera inconsciente, a que los
sentidos nos informen de lo que está pasando a nuestro
alrededor. Sin ellos, estaríamos en riesgo constante al no
percibir los peligros.
Tenemos cinco órganos de los sentidos: la piel, que
nos permite el tacto; los ojos, que nos proporcionan la
vista; los oídos, que además de captar los sonidos nos
entregan el equilibrio; la nariz, que nos ayuda a percibir
los olores, función que denominamos olfato; y, la
lengua, que nos da la posibilidad de distinguir una
compleja gama de sabores, el gusto.
¿Te imaginas qué pasaría si perdiéramos alguno o varios
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de estos sentidos? Además de la desesperación y la
• El Cuerpo Humano
angustia que nos provocaría la situación, estaríamos
expuestos a una serie de accidentes. Lo más seguro es
que requeriríamos de la ayuda de alguien para desenvolvernos, por lo menos hasta
desarrollar los sentidos que nos restan y aprender a ser independientes de nuevo.
Los sentidos nos proporcionan la información vital que nos permite relacionarnos
con el mundo que nos rodea de manera segura e independiente. Esto, por medio
de las sensaciones, que son el mecanismo que tiene nuestro cuerpo para procesar
todos los estímulos que recibe: luz, sonidos, sabores, frío o calor, dolor, olores,
incluso las caricias, cosquillas y besos.
¿Cómo sentimos?
Cuando un mensaje se aproxima a la superficie de
nuestro cuerpo, se da a conocer pulsando algo así
como un timbre, que en la práctica es una
terminación nerviosa especializada en esa
información, que transforma en impulso nervioso.
Hay muchos timbres receptores en todo el cuerpo,
listos para detectar señales tanto interiores como
exteriores. Los receptores son células o grupos de
células sensibles a un cambio específico del medio,
capaces de producir una señal o impulso nervioso
como respuesta a un estímulo, que puede ser tactil,
auditivo, visual, de temperatura, etc.
El estímulo es conducido a la médula espinal o
directamente al cerebro, donde se genera la
sensación –olor, sabor, sonido, temperatura,
presión, imagen– en base al análisis de la
información recibida. Cuando es necesario, se
produce una respuesta, que puede ser el
movimiento de la parte del cuerpo afectada –alejar
las manos de una fuente de calor excesivo– o la
secreción de una glándula –lágrimas, saliva–. Este
proceso es tan rápido que pareciera que nuestras
reacciones son automáticas.
¿Sabías que... La “piel de gallina”
se produce cuando tienes frío,
porque pequeños músculos que
están adheridos a los pelitos de la
piel tiran de ellos y los ubican en
posición vertical. El aspecto es
similar a la piel de las gallinas.
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• El Cuerpo Humano
Receptores internos y externos
Los receptores que captan los estímulos provenientes del exterior se denominan
exteroceptores o receptores externos, mientras que los que captan los
provenientes del propio cuerpo se llaman interoceptores o receptores
internos. Los exteroceptores son los que nos permiten tener nuestros cinco
sentidos.
Las cualidades o características de los receptores son tres:
Especificidad: cada receptor solo responde, o lo hace con más facilidad, a un tipo
de estímulo en particular. Así, los del ojo reaccionan ante la luz, los del oído a las
ondas sonoras.
Excitabilidad: esta característica se pone en marcha apenas el estímulo pasa el
llamado “umbral de excitación”, que es el nivel mínimo de estimulación necesario
para desatar las reacciones químicas que movilizan el impulso hacia el cerebro,
que genera la respuesta o sensación.
Adaptación: ya dijimos que los receptores se ponen en acción apenas reciben
hasta el más leve estímulo. Sin embargo, en la medida en que este se mantiene
constante, la excitabilidad va desapareciendo y se produce un acostumbramiento,
una adaptación. Por ejemplo, un olor penetrante nos deja de molestar después de
un rato, pues nos acostumbramos hasta prácticamente dejar de percibirlo.
El tacto
Este sentido es fundamental, ya que
los demás se consideran
especializaciones del tacto. Así, para
percibir los sabores es necesario que el alimento se
ponga en contacto con la lengua. Lo mismo pasa con
los olores, que deben tocar la pituitaria. Vemos un
cuerpo cuando la luz que este emite o refleja toca la
retina. Los sonidos deben chocar contra el tímpano
para que se inicie la vibración que nos generará la
audición.
Suavidad:
Un oso de peluche provoca una
agradable sensación por su
suavidad, percibida a través del
sentido del tacto presente en
toda la superficie de nuestra
piel.
Si te preguntan cuál es el órgano más grande del
cuerpo, lo más probable es que respondas que el corazón o tal vez los pulmones.
Sin embargo, la respuesta correcta es: la piel, que además es el órgano de
mayor sensibilidad táctil.
A través de la piel percibimos todo tipo de sensaciones, cada una de las cuales
tiene receptores específicos: la sensación táctil –contacto–, la presión, el frío, el
calor y el dolor. Se estima que en la piel humana existen alrededor de cuatro
millones de receptores para la sensación de dolor, 500 mil para la presión, 150 mil
para el frío y 16 mil para el calor.
Los corpúsculos de la piel
La mayoría de las sensaciones son percibidas por medio de los corpúsculos, que
son receptores que están encerrados en cápsulas de tejido conjuntivo y
distribuidos entre las distintas capas de la piel –epidermis, dermis e
hipodermis, desde la superficie hacia abajo–.
Los receptores encargados del tacto o de la sensación de contacto son los
corpúsculos de Meissner, que nos permiten darnos cuenta de la forma y tamaño
de los objetos y discriminar entre lo suave y lo áspero.
Los corpúsculos de Pacini son los que determinan el grado de presión que
sentimos; nos permiten darnos cuenta de la consistencia y peso de los objetos y
saber si son duros o blandos. En algunos casos, el peso se mide de acuerdo al
esfuerzo que nos causa levantar un objeto. Por eso se dice que el peso se siente
por el “sentido muscular”.
Los corpúsculos de Ruffini perciben los cambios de temperatura relacionados
con el calor –nuestra temperatura normal oscila entre los 36 y los 37 grados– .
Especialmente sensible a estas variaciones es la superficie o cara dorsal de las
manos.
En tanto, los corpúsculos de Krause son los encargados de registrar la
sensación de frío, que se produce cuando entramos en contacto con un cuerpo o
un espacio que está a menor temperatura que nuestro cuerpo.
Las distintas impresiones del tacto son transmitidas por los diferentes receptores a
la corteza cerebral, específicamente a la zona ubicada detrás de la cisura de
Rolando.
El dolor
El dolor tiene sus propios receptores, llamados
álgidos, que son terminaciones libres –nervios–
presentes en casi todos los tejidos del cuerpo, en la
parte más profunda de la epidermis y distribuidas
entre las cápsulas de los diferentes corpúsculos.
Cuando el estímulo supera los límites normales –frío por debajo de los 0° Celsius,
calor por encima de los 70° C, presión excesiva, punción o desgarradura de la piel–
es captado por estas terminaciones, produciéndose el dolor. Por ejemplo, si la piel
entra en contacto con un papel en llamas, la sensación ya no es de calor, sino de
mucho dolor.
Cuando las células son dañadas, liberan sustancias que provocan un impulso que
surge de las terminaciones nerviosas.
Una vez transmitida la información al cerebro, se liberan endorfinas, que
bloquean el dolor. Lo mismo hacen los analgésicos, por mecanismos diferentes.
Los impulsos dolorosos llegan al cerebro a través de dos tipos de fibras nerviosas,
con distinta velocidad de transmisión: las rápidas, de 12 a 30 metros por segundo
(m/s), y las lentas, de 0,5 a 2 m/s. Es por esto, que existen dos tipos de dolor: el
rápido, que es agudo, breve y muy bien localizado, que hace que reaccionemos
retirando la parte del cuerpo afectada; y el lento, que es un dolor intenso pero
difuso, que se mantiene hasta que se alivia la zona dañada.
Nuestra cobertura
La piel es una envoltura ligera y resistente que cubre por completo nuestro
cuerpo. Mide alrededor de dos metros cuadrados, ocupa más de un tercio de la
sangre que bombea el corazón y pesa entre tres y cuatro kilos, dependiendo de la
altura y contextura de cada persona. Su espesor depende de la región del cuerpo
en la que se encuentre. La piel más fina es la de los párpados.
El color de la piel varía debido a los pigmentos que existen en sus células. La
melanina, que abunda en las personas de raza negra, tiene por función proteger
la piel del sol. Es por eso que las personas de este color provienen de las zonas
tropicales, donde los rayos solares llegan de manera más directa.
La carotina, que es un pigmento amarillo, está presente en la piel de los asiáticos
y tiene por objeto proteger de ciertos rayos solares perjudiciales.
Las personas blancas, que viven en zonas más frías, no tienen pigmentos. Sin
embargo, la melanina sigue presente en las células y se activa con el exceso de
luz ultravioleta. Por eso nuestra piel se oscurece o tuesta en el verano, al
exponernos al sol.
Las pecas o efélides son irregularidades en la distribución de melanina, de
origen familiar y racial, pero con predominio en las áreas expuestas al sol en
personas de piel sensible.
La audición
Los oídos, que se encuentran
parcialmente alojados en el hueso
temporal del cráneo, son los órganos de la
audición y el equilibrio. Nos permiten
percibir los sonidos y el movimiento
gracias a la estimulación de receptores especializados
llamados células ciliadas, que reaccionan o responden
ante las ondas sonoras transmitidas por el aire y el
movimiento de la cabeza.
Las fibras nerviosas que provienen de la vía auditiva y las
estructuras del equilibrio forman el nervio
vestibulococlear, que lleva los impulsos nerviosos al
cerebro para su interpretación.
Anatómicamente, el oído está dividido en tres partes: el oído externo, recubierto
de cilios y glándulas secretoras de cera; el oído medio, por el que pasan
mecánicamente las vibraciones; y el interno, cuyas estructuras traducen las
vibraciones a mensajes nerviosos.
Oído externo: está formado por el pabellón de la oreja o aurícula y el conducto
auditivo externo.
El pabellón de la oreja es la parte visible, un repliegue formado casi completamente
por cartílago, cubierto por piel y adherido al cráneo, con forma de embudo, que
envía las ondas sonoras hacia el conducto auditivo. Este, de unos 2,5 centímetros
de longitud, tiene en su entrada pelos cortos y gruesos; en su interior, glándulas
sebáceas –grasa– y ceruminosas –cerumen–, y al final, una tensa membrana
llamada tímpano, donde llegan las ondas, haciéndola vibrar.
Oído medio: es una cavidad llena de aire en el hueso temporal,
que está entre el tímpano y el oído interno. Ligados al tímpano y
también entre sí, hay tres huesos diminutos: martillo, yunque y
estribo, que transfieren las vibraciones del tímpano al oído interno.
En esta parte es importante la trompa de Eustaquio, canal de unos 4 cm. de
largo que conecta el oído medio con lo alto de la garganta, y cuya función es
equilibrar la presión a ambos lados del tímpano. A cada movimiento de deglución,
se abre la trompa y deja pasar aire al oído medio. Es por esto, que cuando
sentimos los oídos tapados, al tragar se nos destapan.
Oído interno: llamado también laberinto, está compuesto por
un complejo sistema de canales membranosos con un revestimiento
óseo. En esta zona profunda del oído están el centro auditivo,
ubicado en el “caracol”, y el control del equilibrio, que depende
de las estructuras situadas en el vestíbulo y en los “canales
semicirculares”.
La visión
La vista es el más valioso de nuestros
sentidos, ya que es el más especializado y
complejo. Representa tres cuartas partes
del total de nuestras percepciones.
Para que podamos ver, los rayos de luz entran en las
pupilas y se registran en las retinas, en el fondo de los
ojos, donde se crean imágenes invertidas. Estas se
convierten en impulsos eléctricos, llevados a través del
nervio óptico de cada ojo al cerebro, al lóbulo occipital,
donde son interpretados.
Las neuronas –células nerviosas encargadas de la
conducción de los impulsos hacia y desde el cerebro– que
permiten este proceso están ubicadas en la retina y son
de dos tipos: los bastones, que contienen un pigmento
sensible a la luz y son capaces de discernir lo claro y lo
oscuro, la forma y el movimiento; y los conos, que
necesitan más luz que los bastones para ser activados.
Los conos son de tres tipos; cada uno contiene un pigmento que responde a
diferentes longitudes de onda de la luz –verde, rojo y azul–. La combinación de
estas longitudes de onda permite distinguir cada uno de los colores.
Cada ojo ve una imagen ligeramente diferente, pero ambos
campos visuales se superponen parcialmente. Esta zona de visión
binocular permite la percepción en profundidad, la capacidad para
juzgar la distancia de un objeto con respecto al ojo.
Los músculos del ojo responden automáticamente a la proximidad o distancia de un
objeto cambiando la forma del cristalino. Eso altera el ángulo de los rayos de luz
que llegan y permite un enfoque más agudo sobre la retina. La elasticidad del
cristalino disminuye con la edad. Lo mismo sucede con la velocidad y la capacidad
de adaptación.
Algunas partes del ojo
• Conjuntiva: membrana mucosa transparente que cubre y humedece la
esclerótica y el interior de los párpados.
• Córnea: membrana dura y transparente situada en la cobertura externa del
globo ocular. Consta de cinco capas.
• Coroides: membrana intermedia pigmentada que oscurece el ojo para que se
destaque la imagen.
• Cristalino o lente: estructura transparente y curva que se encuentra entre el
iris y el cuerpo vítreo.
• Esclerótica: membrana opaca y blanca que ayuda a mantener la forma del ojo.
• Glándulas lagrimales: producen las lágrimas que ayudan a limpiar el ojo.
• Iris: parte de forma circular, situada entre la córnea y el cristalino, que separa
las cámaras anterior y posterior del ojo. La contracción del iris altera el tamaño de
la pupila. Su cantidad de pigmento determina el color del ojo.
• Pupila: abertura circular en el centro del iris, a través de la cual penetra la luz
en el ojo.
• Órbita: cavidad donde se encuentra contenido el globo ocular, formada por los
huesos del cráneo y la cara.
• Retina: membrana donde converge la luz y se forman las imágenes.
Los ojos
Para su seguridad, los ojos están
profundamente hundidos en las
cuencas óseas del cráneo. Revistiendo
las órbitas oculares, hay una capa de
grasa que amortigua los golpes y proporciona una
superficie altamente lubricada para el continuo
movimiento del globo ocular.
¿Por qué parpadeamos?
Los párpados suben y bajan
para proteger los ojos de la luz
demasiado fuerte, el polvo y
también para mantenerlos
húmedos.
Son seis los músculos que permiten la movilidad del ojo en ocho direcciones
distintas y lo sostienen. Cuatro de ellos parten del fondo de la órbita y se dirigen
en línea recta hacia adelante -se denominan rectos-. Los otros dos, se insertan en
el globo ocular partiendo del contorno de la órbita, moviendo el ojo en sentido
vertical, por lo que reciben el nombre de oblicuos.
El globo, de 2,5 centímetros de diámetro, tiene tres capas, llamadas túnicas. La
túnica fibrosa exterior tiene dos partes: la córnea, transparente y curvada, y la
esclerótica. La túnica vascular media contiene el iris, el cuerpo ciliar ligamentos que sostienen el cristalino del ojo- y el coroides, cuyos vasos
sanguíneos riegan todas las túnicas. La tercera capa, en el fondo, es la retina.
El ojo tiene dos cavidades, la frontal y la del fondo. Las cámaras anterior y
posterior de la cavidad frontal están llenas de humor acuoso, un fluido que aporta
oxígeno, glucosa y proteínas. La cavidad del fondo contiene un gel claro llamado
humor vítreo. Producidas por el cuerpo ciliar, ambas sustancias contribuyen a
lograr una presión interna constante que mantiene la forma del ojo.
Los ojos dependen de estructuras accesorias que los apoyan, mueven, lubrican y
protegen. Estas son los huesos orbitales -que son los que contienen el globo
ocular-, los músculos del globo, las cejas, los párpados, las pestañas y las
glándulas y conductos lagrimales. La visión puede ser afectada si cualquiera de
estas
El olfato
El olfato es el más sensible de los
sentidos, ya que unas cuantas
moléculas –es decir, una mínima
cantidad de materia– bastan para estimular una célula
olfativa. Detectamos hasta diez mil olores, pero como
las estructuras olfativas, al igual que el resto de
nuestro cuerpo, se deterioran con la edad, los niños
suelen distinguir más olores que los adultos.
Además de advertirnos de peligros como el humo y los
gases tóxicos o venenosos, el olfato contribuye con el
gusto, estimulando el apetito y las secreciones
digestivas.
La nariz es el órgano por el cual penetran todos los
olores que sentimos desde el exterior. Es un cuerpo
saliente del rostro, ubicado entre la boca y la frente,
por debajo de la cavidad craneana.
Especialización
Algunas personas desarrollan el
sentido del olfato para un uso
particular. Un fabricante de
perfumes puede distinguir cada flor
por su fragancia, al igual que un
productor o un catador de vinos
puede diferenciar una cosecha por
su olor y sabor.
El olfato está relegado al fondo y a lo alto de la nariz,
cuyo interior está constituido por dos cavidades, las fosas nasales, separadas por
un tabique. Cada fosa se divide en dos partes: la anterior o vestíbulo, cubierta por
una membrana mucosa llamada epitelio olfativo, y la posterior, recubierta por la
mucosa nasal, que es donde se encuentran los receptores olfativos que nos
permiten captar los distintos olores. Cada célula receptora termina en pequeños
pelitos, desde seis a 20, llamados cilios. Estos están conectados a columnas de
células que sirven de soporte a los receptores del olfato.
Percibiendo los olores
La parte interna de la nariz está formada por dos
paredes: la pituitaria amarilla y la pituitaria roja o
rosada. En la amarilla u olfatoria se encuentran los
receptores del olfato, que envían toda la información al
bulbo olfatorio, que es donde se recepciona el
estímulo, transformándolo en impulso nervioso.
La pituitaria roja o respiratoria, llena de vasos
sanguíneos, ayuda a regular la temperatura del aire
que entra y sale de los pulmones, entibiándolo.
Es importante saber que para que un cuerpo tenga olor es necesario que sea
volátil; es decir, que emita pequeñas partículas químicas que se disuelvan en la
mucosidad de la pituitaria. La intensidad de los olores depende de la mayor o menor
cantidad de partículas volátiles emitidas. Los cuerpos provistos de olor se llaman
odoríferos, y los que no lo tienen, inodoros.
Cuando las sustancias olorosas –moléculas de olor– entran en la nariz, se disuelven
en la mucosidad nasal, activando las terminaciones nerviosas de los cilios de las
células receptoras, que generan un impulso. Este viaja a través de las fibras
nerviosas –que son alrededor de 50 millones en cada fosa nasal–, pasando por
agujeros del hueso etmoides, en el bulbo olfativo, donde se conectan con los
nervios olfatorios que transportan la información al lóbulo temporal del cerebro.
Enfermedades
El catarro es la congestión de las mucosas, lo que provoca
inflamación, secreción y la obstrucción de la nariz. Sus causas más
comunes son el resfrío común, la rinitis alérgica y los pólipos.
La rinitis alérgica se produce por una reacción hipersensible en los
ojos, la nariz y la garganta al polen o a otras partículas que lleva el
aire.
Los pólipos son tumores benignos que surgen sobre mucosas
irritadas por estados catarrales frecuentes. Pueden ser numerosos y
llegan a obstruir la fosa nasal, por lo que es necesaria su extracción
quirúrgica.
La sinusitis, que es una complicación de los catarros intensos o
mal cuidados, es ocasionada por la inflamación de la mucosa en el
interior de los huesos de la cara. A veces se producen derrames
purulentos que producen dolor, fiebre y malestar general.
El gusto
El gusto consiste en registrar el
sabor e identificar determinadas
sustancias solubles en la saliva por
medio de algunas de sus cualidades
químicas. Aunque constituye el más
débil de los sentidos, está unido al
olfato, que completa su función. Esto,
porque el olor de los alimentos que ingerimos asciende
por la bifurcación aerodigestiva hacia lamucosa
olfativa, y así se da el extraño fenómeno, que consiste
en que probamos los alimentos primero por la nariz.
Una demostración de esto, es lo que nos pasa cuando
tenemos la nariz tapada a causa de un catarro: al
comer encontramos todo insípido, sin sabor.
Este sentido, además, es un poderoso auxiliar de la
digestión, ya que sabemos que las sensaciones
agradables del gusto estimulan la secreción de la
saliva y los jugos gástricos.
¿De dónde sale la saliva?
La saliva -que nos permite disolver
los alimentos que ingerimos- es
producida por las glándulas
salivales, que segregan
diariamente entre uno a dos litros.
Tenemos tres pares de estas
glándulas: uno, tras la mandíbula
superior, a la altura del oído; otro,
bajo la lengua, y; el tercero, bajo
la mandíbula inferior.
La lengua es el órgano principal del gusto y también
cumple un rol importante en la articulación de los
sonidos, la masticación, la deglución y la succión. También tenemos sentido del
gusto, aunque en menor medida, en el paladar, la garganta y la epiglotis.
La lengua es un cuerpo carnoso de gran movilidad, ubicado al interior de la cavidad
bucal. Su superficie está cubierta por pequeñas papilas, que son de tres tipos. Las
caliciformes y las foliadas o fungiformes tienen papilas gustativas, mientras que las
filiformes son papilas táctiles y registran la temperatura. Las papilas gustativas son
las más importantes, ya que son estas las que nos permiten tener el sentido del
gusto.
A pesar de lo que nos pueda parecer, percibimos
cuatro sabores: en la parte delantera de la lengua
captamos el sabor dulce; atrás, el amargo; a los
lados, el salado y el ácido o agrio.
El resto de los sabores son sensaciones, producto de
la combinación de estos cuatro, estimuladas por los
olores emanados de los alimentos que consumimos.
Las papilas gustativas están formadas por un racimo
de células receptoras rodeadas de células de sostén o
apoyo. Además, tienen un poro externo pequeño, a
través del cual se proyectan finas prolongaciones de
células sensoriales, que son como diminutos pelillos
expuestos a la saliva que entra por los poros. Un alimento introducido a la boca y
disuelto en la saliva, interactúa con los receptores de los pelillos del gusto y genera
un impulso nervioso que es transmitido al cerebro por medio de uno de los cuatro
nervios craneales –glosofaríngeo, vago, mandibular y facial–.
¿Cómo es tu lengua?
La lengua tiene tres partes: una ósea, el esqueleto osteofibroso; otra muscular, y
la mucosa.
El esqueleto de la lengua está formado por el hueso hioides, ubicado debajo de la
lengua, hacia la parte posterior. Este está unido a los músculos por la membrana
hipoglosa y el septum lingual o septum medium, que es una lámina fibrosa
ubicada al centro de los músculos genioglosos.
Solo uno de los 17 músculos de la lengua es impar, el lingual superior. Los ocho
pares restantes son: los hioglosos, genioglosos, estiloglosos, amigdaloglosos,
palatoglosos, faringoglosos, transversos y linguales inferiores.
La mucosa de la lengua la recubre casi por completo, a excepción de su base,
donde se confunde con la mucosa de las encías.