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HUMANIDADES
MÉDICAS
Sobre tu lado oscuro
• Dr. Jesús Garza Pérez1
“Estaba la noche sentada sobre su cóccix, meditando.
Me creen lejana, inhóspita, socia de la muerte, amiga
del mal y de las tinieblas, pero no es así; soy la hermana
mayor del día y hay en mi lugar más soles que el único
que ven ustedes al mediodía. La noche quiso mostrar
su poder al pasarle Luciferina al primer ser vivo que se
le atravesara, y lo hizo, con lo que ahora conocemos
como luciérnagas; sin embargo, las luciérnagas comprendieron que los curiosos o los agresivos podrían
acabar con ellas, prefirieron cintilar en la modesta discreción, para sobrevivir”.
Así nos cuenta Mario Satz en alguno de sus libros y
¡cuánta profundidad y sabiduría encuentro en este relato!
Dentro de nuestra infinita ignorancia se encuentra el
potencial de descubrir el por qué, la causa, la razón
de todas nuestras desgracias o de todos los fenómenos y procesos constructivos. Si encendiéramos la luz
de nuestra inteligencia introspectiva, de nuestro discernimiento, comenzaríamos nuestro camino por el
sendero que nos llevaría a saber el porqué de nuestro
mal carácter, nuestros malos hábitos y costumbres,
de nuestras preocupaciones, de nuestra soledad, de
nuestro vacío interior, de las causas de nuestra infelicidad y angustias.
Tenemos epidemia de sobrepeso, abuso de drogas y
alcohol, tensiones, insomnio, malos hábitos y costumbres que nos llevan al consumismo y a llenarnos de
cosas superfluas y vanas. En nuestras actitudes hay soberbia, deshonestidad e hipocresía, la sociedad se ha
permeado de estas dolencias. La delincuencia y la corrupción han infiltrado todos los estratos. En las grandes
urbes, un enorme grupo de la población está sumergido
en un estrés crónico, desgastante; porque hace mucho
calor, porque hay un tráfico desesperante, aunado a
1 Departamento de Psiquiatría, Hospital San José Tec de Monterrey.
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unos medios de comunicación de bajísima calidad. A
esto hay que agregarle una disfunción familiar en casi
todos los hogares que no ofrece tranquilidad, buena
educación y comunicación, por lo que los ingredientes
se van dando para producir una generación de personas más débiles de carácter, desnutridos emocionalmente, que manifiestan síntomas psicosomáticos muy
floridos y variables: bulimia, anorexia, gastritis, colon
irritable, cefaleas, tensión muscular, insomnio, hipertensión, disfunción sexual o sencillamente alteraciones
del carácter; la gente se vuelve más violenta, irritable,
amargada, depresiva, nerviosa, entre otros.
Todos estos síntomas son hijos de la ignorancia, entiéndase falta de conocimientos de sí mismo y de las
circunstancias, o falta de conciencia de sí mismo. El
conocimiento de la ciencia y de la cultura no nos hace
daño, pero es más importante el conocimiento de uno
mismo. Se pueden tener maestrías y doctorados y ser
un ignorante si eres desagradable, antipático, repulsivo,
difícil de tratar. Naturalmente que la falta de educación
y de madurez viene a acrecentar los problemas.
Por último, tenemos como resultado la desarmonía que
se manifiesta por alguna forma de sufrimiento, al que
estarán dispuestos merolicos y charlatanes a solucionar
prontamente; sin embargo, si no hay una visión integral
de este tipo de problemas las soluciones tendrán un
valor relativo. Liposucciones, bandas gástricas, stents
coronarios, dietas, hipertensión, insomnio, antirronquidos, parches mágicos, etcétera, no darán resultados duraderos si la persona no modifica su estilo de vida.
Existen problemas de fondo, como médicos con aprendizaje parcial, carentes de conocimientos sólidos de
fisiopatología y de psicofisiología, médicos que se han
deshumanizado y se han dejado seducir por la tecnología, que ven a un ser humano como una arteria ta-
Sobre tu lado oscuro
pada, un hígado cirrótico, un tumor cerebral, un cáncer
o una diabetes; pero no como a un ser integral, que le
falta conocimiento, disciplina, perseverancia, voluntad,
discernimiento, que le falta un carácter sólido.
Si el paciente no modifica su manera de ser, los tratamientos no darán los resultados deseados. La sociedad
tiene una epidemia de debilidad de carácter; nada
más como prueba, una de cada tres personas tiene sobrepeso. Hemos creado generaciones de hedonistas,
consumidores de bienes, hambrientos de los goces de
los sentidos. No hemos enseñado la templanza, ni la
forma sencilla de vivir en la modesta elegancia, en la
discreción, en la fina frugalidad. El que es más feliz con
menos, va avanzando. Quien quiere llenar su vacío interior con bienes materiales va en la dirección equivocada. El que va limpiando su mente y su corazón inicia
el camino a la paz interior, porque cuando hay paz
interior, más del 50 por ciento de las enfermedades
desaparecen, ya que el componente del estrés se desvanece.
Médicos, pacientes y población en general debemos
reaprender las reglas básicas: ocho horas de trabajo,
ocho horas de sueño, ocho horas para nuestra familia;
practicar algún deporte; cultivarnos, superarnos psicológica y espiritualmente. Aprender el arte de vivir y
no sólo existir mediocremente. Andamos tan mal que la
mayoría no distingue lo sano de lo enfermo. Se acuestan a las 11 ó 12 de la noche o más tarde los padres e
hijos, los adolescentes llegan a la mañana siguiente, fuman y toman en forma desmedida en muchos casos.
Acerquémonos a la noche de nuestra ignorancia, descubramos los miles de soles de sabiduría, destruyamos
en nuestro interior lo que nos hace daño, recuerdos
desagradables, perjuicios, malos hábitos, ideas equivocadas, trabajemos para metamorfosearnos de orugas a
mariposas, pasemos de lo concreto a lo abstracto, de
lo material a lo espiritual, vayamos de la oscuridad a
la luz, de la desarmonía a la armonía. Esto es lo que
se llama trabajo interior y con el tiempo y un esfuerzo
perseverante, entenderemos por qué la noche es la hermana mayor del día.
Correspondencia:
Dr. Jesús Garza Pérez.
Email: [email protected]
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