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Claribel Alegría
Clara Isabel Alegría Vides Escritora salvadoreña Nació el 12 de mayo de 1924 en Estelí,
Nicaragua. De madre salvadoreña, vivió en este país desde los nueve meses.
Cursó estudios en Santa Ana y posteriormente en Estados Unidos, donde cursó Filosofía y
Letras.
Fue Vasconcelos quien prologó su primera publicación Anillo de silencio en 1948, cuando
Claribel aún estudiaba en la Universidad de George Washington, donde se licenció en
Filosofía y Letras. La selección poética de la obra fue realizada por su mentor Juan Ramón
Jiménez, Premio Nobel de Literatura. Claribel Alegría mantiene vigente en las letras
hispanoamericanas el legado de la vanguardia salvadoreña de los años 30: Salarrué, Alberto
Guerra y Claudia Lars.
Entre sus obras más conocidas están Cenizas del Izalco, Luisa en el país de la realidad, La
mujer del Río Sumpul y Umbrales es en Clave.
Contrajo matrimonio con el diplomático estadounidense Darwin J. Flakoll, con el que
residió en México, Santiago de Chile, Buenos Aires, Montevideo, París, Palma de Mallorca
y Nicaragua.
Otras obras:
Tres cuentos (1958)
Huésped de mi tiempo (1961)
Suite de amor, angustia y soledad (1951)
Vigilias (1953); Vía única (1976)
Pagaré a cobrar (1973)
Suma y sigue (1981)
El detén (1977)
Album familiar (1982)
Pueblo de Dios y de Mandinga (1985)
Poemas
Son altas
Son altas las columnas de mi sueño,
Van hacia el canto con los pies descalzos,
Del fondo de mí misma se levantan
Y suben por el viento en espirales.
A veces las sorprendo entre las nubes,
En la tarde dorada, en las estrellas;
En todo lo que es bello se detienen
Y siguen en su viaje iluminadas.
¡Qué finas las columnas de mi sueño!
Casi se me confunden con la niebla,
No las puedo ver más, angustia, sombra…
¡Qué miedo de que caigan y se quiebren!
¡No, no pueden caer, van hacia el canto,
hacia el canto que es suyo y las espera!
¡Del fondo de mí misma se levantan
y suben por el viento en espirales!
Arrodillada
Salí a ver el cielo.
No había astros en la noche,
Gradas de sombra subían del aire.
Todo estaba oscuro,
El silencio era de piedra y me llamaba.
Llegué hasta él,
Abrí sus muros
Y me encontré a la luz arrodillada.
Qué lastima
Qué lástima que duermas
y se interrumpa el diálogo
y no sientas mi beso
en tus ojos cerrados.
Qué lástima tu infancia
así truncada,
ese tiempo sin tiempo
a medio abrir
por el que ya empezaba
a vislumbrarte.
Mañana todo habrá cambiado:
otra vez hablándonos
de lejos
desde nuestras esquivas
soledades.
Qué lástima
los signos de mi amor,
mis apretados círculos
de miedo que no sé si entendiste