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Hª de la Filosofía, Sócrates, 1
Curso 2013-2014 Profesora Mª Paz López
LA FILOSOFÍA SOCRÁTICA
0. Vida de Sócrates
1. Su relación con los sofistas
2. El método socrático
3. El conocimiento universal
4. El intelectualismo moral socrático
0. VIDA DE SÓCRATES
Sócrates (470-399 a. C.) nació y murió en Atenas, donde vivió el esplendor y la
decadencia de la ciudad, con las guerras del Peloponeso y el gobierno de los
Treinta Tiranos. Aunque decía de sí mismo “Sólo sé que no sé nada”, la verdad
es que era considerado como un maestro y estaba dispuesto a discutir de
cualquier tema con el primero que le saliera la paso. Se definía a sí mismo como
el aguijón del tábano que se clava en la piel y no deja tranquilo. La vida hay que
examinarla, de lo contrario no merece ser vivida, una sentencia que repetía y que
se aplicó a sí mismo con la esperanza de que los demás siguieran su ejemplo.
No escribió nada, de tal forma que lo que conocemos sus ideas de lo que sus
contemporáneos han contado de ellas. Unos como Platón o Jenofonte lo elevaron
al pedestal de los grandes filósofos; otros, como Aristófanes en Las nubes, lo
retrataron como un auténtico sofista en el sentido más peyorativo del término.
Sócrates es el personaje protagonista de la mayoría de los diálogos de Platón,
pero es posible que la mayoría de las ideas que Platón pone en boca de Sócrates
sean pensamientos del propio Platón. En las obras de Aristófanes, comediógrafo
de la época, se ridiculiza a Sócrates confundiéndole con los sofistas. Jenofonte,
al igual que Platón fue un discípulo de Sócrates y a través de sus escritos se
conocen algunas de las ideas que mantuvo su maestro.
Dedicó su vida a la enseñanza dialogando en las calles y plazas de Atenas con
los jóvenes atenienses. Los temas centrales de sus reflexiones eran de tipo ético
y epistemológicos.
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Curso 2013-2014 Profesora Mª Paz López
Fue acusado de impiedad y de corromper a la juventud. Se le juzgó y un tribunal
formado por quinientos atenienses le condenó a muerte. Esta situación fue
recreada por Platón en uno de sus diálogos, Apología de Sócrates.
Su pensamiento influyó en la filosofía posterior, sobre todo en Platón tal como
veremos en el próximo tema.
1. SU RELACION CON LOS SOFISTAS
Sócrates fue contemporáneo de los sofistas y muchos atenienses, entre ellos el
comediógrafo, Aristófanes, pensaban que era un sofista más, veamos qué tenían
en común y en qué se diferenciaban.
Coincide con los sofistas tanto en la actividad que realiza, cono en los temas que
aborda. Sócrates, al igual que los sofistas se dedica a la actividad pedagógica y es
un experto en el dominio del lenguaje. En cuanto a los temas, destacan el
conocimiento, la política y la ética. Tal como hemos visto, con ellos se abandona
el tema de la naturaleza y se introduce en la historia de la filosofía lo que se
conoce como “giro antropológico”
Diferencias
Sócrates se distanciaba de la sofística, en primer lugar, porque no cobraba por sus
enseñanzas. Pero, sobre todo, le separaba de ellos su actitud modesta por la que
hacía gala no sólo de no ser sabio, sino de aprender de los demás, de buscar el
saber en lugar de ofrecerlo, y de buscarlo a través del diálogo y, muy
especialmente, de la reflexión sobre uno mismo o del autoconocimiento. En
oposición a él, los sofistas se presentaban como sabios dispuestos a enseñar y se
expresaban mediante monólogos cuyo objetivo no era descubrir la verdad
objetiva, pues en general mantenían cierto relativismo y escepticismo, sino
persuadir al oyente ganándose su adhesión.
A diferencia de Sócrates, las enseñanzas de los sofistas tienen como objetivo
preparar a los jóvenes atenienses para que tengan éxito en la vida política; se
trataba de enseñarles oratoria y dialéctica con el fin de que sean capaces de
persuadir a sus conciudadanos en la asamblea y defender sus intereses. Por el
contrario, Sócrates aconsejaba la honradez y la honestidad.
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2. EL MÉTODO SOCRÁTICO: LA MAYÉUTICA
Sócrates mantenía que la sabiduría, la verdad está en el alma de cada hombre,
pero no somos conscientes de ello. Por tanto, para alcanzar el conocimiento
debemos indagar en nosotros mismos. ¿Cómo lograrlo? Veamos cuál es el
método que él nos propone para ayudarnos a descubrir el conocimiento y cuáles
son las fases que lo integran:
•
La ironía. En esta fase Sócrates elogia a su interlocutor y se muestra,
aparentemente, como un ignorante dispuesto a aprender de su interlocutor
que, a su vez, afirma saber sobre el asunto que van a abordar.
•
La refutación. En esta fase del método Sócrates hace ver a su interlocutor
que aquellos conocimientos que tenía por ciertos e indudables no eran tales.
Esto lo consigue formulando preguntas estratégicamente planteadas para
buscar la contradicción de su oponente. Cuando este se da cuenta de que ha
incurrido en una contradicción, reconoce su ignorancia. Esta situación será el
punto de partida para llegar al verdadero conocimiento.
•
La mayéutica. Una vez que el interlocutor reconoce su ignorancia, ayudado
por las preguntas de Sócrates, encuentra en sí mismo la caracterización del
concepto que están analizando. Esta caracterización se identifica con la
definición del término y es considerada como universalmente válida. De esta
forma, a través del método socrático se alcanza la verdad, el verdadero
conocimiento del tema que han considerado.
Tal como se afirmó anteriormente, en opinión de Sócrates, el verdadero
conocimiento consiste en traer a la consciencia los contenidos que previamente se
encuentran en el alma de modo inconsciente.
3. EL CONOCIMIENTO UNIVERSAL
Lo que Sócrates pretende descubrir en la mayéutica no es otra cosa que el
concepto universal que expresa la esencia de las cosas, lo que las cosas son.
Para llegar a él utiliza un procedimiento inductivo: observa los individuales y a
partir de ahí abstrae lo que tienen en común, que no es otra cosa que el concepto
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universal. Por ejemplo para saber lo que es la Justicia considera distintos actos
justos y, a partir de ahí, abstrae lo que hay de común en todos ellos, ese concepto
que expresa lo que está presente en todos las conductas o situaciones que
consideramos que son justas, será la justicia.
Los conceptos universales que preocupaban a Sócrates eran de tipo moral y
político. Platón, tal como veremos más adelante, generalizará estos conceptos a
todos los campos del conocimiento. Sócrates trataba de conocer lo que es el bien,
la virtud, la justicia, etc. para ser buenos, virtuosos y justos.
4. EL INTELECTUALISMO MORAL
El nombre, intelectualismo moral, se debe a que esta moral se fundamenta en el
conocimiento.
La idea fundamental de esta propuesta se resume en la siguiente frase: el que
conoce el bien actuará correctamente.
Esta idea presupone, por una parte, que podemos conocer lo que es el bien y, por
otra, que el bien tiene un carácter objetivo y universal.
A través de la mayéutica podemos conocer lo que es el bien, la bondad, la
justicia, …, y como rechaza el relativismo, cada uno de estos conceptos tiene un
carácter objetivo y universal.
El que conoce lo que es el bien, lo que es la justicia, actuará correctamente y
será un hombre bondadoso y justo.
Argumentos que aporta para justificar esta última idea:
•
El hombre que es justo, que actúa correctamente es un hombre feliz.
Como todo el mundo quiere ser feliz, el que sabe lo que es el bien, actuará
conforme a dicho conocimiento porque así será feliz.
•
Establece una identificación entre el conocimiento de una disciplina y
su aplicación: el que sabe de carpintería es carpintero, el que sabe de
medicina es médico y el que sabe de justicia es justo.
Esto nos conduce a la identificación entre sabiduría, bondad y felicidad:
Sabiduría = Bondad = Felicidad
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Un problema que plantea esta teoría ética es la ausencia de responsabilidad
moral. En esta teoría no hay lugar para la responsabilidad moral o para la culpa,
porque el que obra mal no es culpable, sino ignorante. Sócrates identifica el bien
con el saber y el mal con la ignorancia. Basta saber qué es el bien y la virtud, para
ser buenos y virtuosos, pues quien obra mal, lo hace porque no sabe.
Texto que ilustra el método socrático -las dos primeras partes del mismo: ironía y
refutación Glaucón. muchacho de menos de veinte años, deseoso de ponerse al frente de la
nación, es disuadido por sus parientes, pero sin conseguirlo. Sólo Sócrates, por la
voluntad que le profesa, tiene influencia sobre él para desvanecerle sus ilusiones ya
sea usando la dureza, o usando el ridículo.
Un día, habiéndole encontrado fortuitamente, le detiene y para hacerle entrar en
conversación y abrirle ganas de oírle, le dijo:
-Glaucón, ¿así que tienes pensado convertirte en gobernante? -¡Así es Sócrates!
-A fe mía que cosa honrosa es esa, si las hoy entre los hombres. Claro que se
entiende que si logras hacerlo bien. Incluso estarás en condiciones de ayudar a tus
amigos, de ser la honra de tus padres y engrandecerás la patria, llegando a ser
célebre no sólo en tu polis, sino en la Grecia entera e incluso entre los bárbaros. Y
por donde quiera que vayas, despertarás admiración...
Glaucón, oyendo tales cosas, se ponía ufano y gustoso se queda a hablar con é1.
Sócrates continuó:
-Entonces una cosa debe quedar bien clara, y es que si quieres estos honores ¿es que
los quieres conseguir haciendo bien a la nación?
-Pues, claro que sí.
-Venga, pues, no seas reservado, y dinos por dónde vas a empezar e hacerle bien a
la nación.
Habiendo quedado Glaucón pensativo, Sócrates siguió
-¿Será acaso así como si quisieras engrandecer la casa de un amigo, tratarías
seguramente de ir haciéndola más rica, así también vas a intentar hacer más rica a
la nación?
--Por supuesto que pienso hacerlo así.
-Si es así. ¿será más rica si logras aumentar sus ingresos? Por ello. supongo que
tienes muy bien examinado el estado de cuentas para saber de dónde sacar y dónde
poner.
-A fe mía, que estas cuestiones no las tengo bien examinadas...
-Bueno, si aún no has calculado los ingresos. ¿tienes por los menos examinados los
gastos para poder cercenarlos si crees que son excesivos?
-Aún no he tenido tiempo de ocuparme de eso.
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-Siendo esto así dejaremos para otro rato lo de hacer rica a la nación, pues. ¿cómo
va a ser posible, sin conocer ni los gastos, ni los ingresos?
-Pero es que, Sócrates, también se puede enriquecer a la nación a costa de los
enemigos.
. -Si a fe mía y mucho por cierto, siempre que uno salga victorioso de ellos, porque
si quedas derrotado, es mejor ni intentarlo.
-Me parece justo tu razonamiento.
-Vamos a ver: Dinos primero que todo: ¿cuál es la fuerza de la nación a derrotar, el
número de los enemigos. para ver si sus fuerzas resultan superiores a las tuyas?
-No voy a poder así, de memoria, decirte todo esto.
-Pues si lo tienes por escrito. venga acá, que con mucho gusto habré de oírlo.
-Es que tampoco nunca lo he puesto por escrito.
-O sea, que deberemos también abstenemos de las cuestiones de la guerra. puesto
que o bien por su amplitud o por tu bisoñez aún no las tienes examinadas.
...Acepto tus excusas, pero me sigue preocupando la futura gestión de tu gobierno.
Si algún dio pretendes administrar una ciudad compuesta por diez mil casas y todas
a la par, espero por lo menos me expliques cómo te has ido ensayando en la tuya o
en mejorar las condiciones de una sola, la de tu tío, que bien todos sabemos que lo
necesita. Y si con estas dos puedes, prueba de ir intentándolo en las otras. Porque si
no puede uno cargar con una arroba, ¿cómo va a poder con muchas?
-Si; pero es que yo bien que aceptara a mejorar la casa de mi tio, si quisiera
hacerme caso.
-Y tú crees que si no has podido convencer a tu tío, ¿crees que vas a poder
convencer a todos los atenienses, con tu tío incluido? Guarda, Glaucón, no sea por
ansia de hacerte un gran renombre vengas a caer en el efecto contrario. O, ¿es que
no ves cuán resbaladizo es ponerse a hablar sobre materias que uno no conoce?
Considera que los hombres que tienen renombre y consideración son !os que
entienden en sus propios asuntos: y los que tienen mala fama y son menospreciados
son los más ignorantes. Así que si tienes buena fama y renombre, ve intentando
conseguir eso de saber sobre aquellas cosas en que quieres actuar; porque si quieres
triunfar sólo podrás hacerlo, sí tienes ventaja sobre los demás».
Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, cap. VI, 1. Tomado de Temas y textos de
Filosofía, Alambra, p. 57