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EL EXISTENCIALISMO
Primero diremos unas palabras sobre una corriente importante: el
existencialismo, que es una denominación común que abarca varias
corrientes filosóficas que toman como punto de partida la situación
existencial del hombre. Solemos denominarla «filosofía existencialista del
siglo XX». A algunos de los filósofos existencialistas les sirvió de base
Kierkegaard, pero también Hegel y Marx. –Entiendo. –Otro filósofo que
tendría una gran importancia para el siglo xx fue el alemán Friedrich
Nietzsche, que vivió desde 1844 a 1900. También Nietzsche reaccionó
frente a la filosofía de Hegel y el «historicismo» alemán. Contra un anémico
interés por lo que él llamaba «una moral de esclavos cristiana», exalta la
vida misma. Quería hacer una «revaluación de todos los valores» para que el
despliegue vital de los fuertes no fuera impedido por los débiles. Según
Nietzsche, tanto el cristianismo como la tradición filosófica habían dado la
espalda al mundo real, señalando hacia el «cielo» o el «mundo de las Ideas».
No obstante, precisamente este mundo, que había sido considerado el
«verdadero» mundo, es en realidad «un mundo» en apariencia. «Sed fieles a
la tierra», dijo. «No escuchéis a aquellos que os ofrecen esperanzas
celestiales.”
–Bueno... –El filósofo existencialista alemán Martin Heidegger estaba
influenciado por Kierkegaard y por Nietzsche. Pero ahora nos vamos a
centrar en el existencialista francés Jean-Paul Sartre, que vivió entre 1905
y 1980. Fue el más conocido de los existencialistas, al menos entre el gran
público. Su existencialismo se desarrolló particularmente en los años
cuarenta, justo después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Más tarde
se adhirió al movimiento marxista francés pero nunca fue miembro de
ningún partido. –¿Por eso querías que nos viéramos en un café francés? –No
ha sido totalmente casual, no. El propio Sartre era un asiduo de los cafés.
En un café como éste, se encontró con su compañera Simone de Beauvoir,
que también era filósofa existencialista. –¿Una mujer filósofa? –Correcto. –
Me consuela ver que la humanidad haya empezado por fin a civilizarse. –
Aunque nuestra época también es una época de nuevas preocupaciones. –
Ibas a hablar del existencialismo. –Sartre dijo que «el existencialismo es un
humanismo », con lo cual quería decir que los existencialistas no toman como
punto de partida otra cosa que el propio ser humano.
Tal vez debamos añadir que se trata de un humanismo con una visión mucho
más sombría de la situación del hombre de la que tenía el humanismo que
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conocimos en el Renacimiento. –¿Por qué? –Tanto Kierkegaard como algunos
de los filósofos existencialistas de nuestro siglo eran cristianos. Sartre,
por otra parte, pertenece a lo que podemos llamar el existencialismo ateo.
Su filosofía puede considerarse como un despiadado análisis de la situación
del hombre cuando «Dios ha muerto». La expresión «Dios ha muerto» viene
de Nietzsche. –¡Sigue! –La palabra clave de la filosofía de Sartre es, como
para Kierkegaard, la palabra «existencia». Ahora bien, no se entiende por
existencia lo mismo que por «ser». Las plantas y los animales también «son»,
pero no tienen que preocuparse por lo que esto significa. El hombre es el
único ser vivo que es consciente de su propia existencia. Sartre dice que las
cosas físicas solamente son «en ellas mismas», pero el ser humano también
es «para él mismo». Ser persona es algo muy diferente a ser cosa. –En eso
estoy de acuerdo. –Sartre dice que la existencia del hombre precede a
cualquier significado que pueda tener El que yo exista precede, por lo tanto,
a lo que soy «La existencia precede a la esencia», dice. –Es una frase muy
enredada.
–Por «esencia» entendemos aquello de lo que algo consta, es decir la
naturaleza de una cosa. Pero, según Sartre, el hombre no tiene una
naturaleza innata. Por tanto el hombre tiene que crearse a sí mismo. Tiene
que crear su propia naturaleza o «esencia» porque esto no es algo que venga
dado de antemano. –Creo que entiendo lo que quieres decir. –A través de
toda la historia de la filosofía, los filósofos han intentado dar una respuesta
a qué es el hombre, o qué es la naturaleza humana. Pero Sartre pensaba que
el hombre no tiene una tal «naturaleza» eterna en que refugiarse. Por eso
tampoco sirve preguntar por el «sentido» de la vida en general. Estamos, en
otras palabras, condenados a improvisar. Somos como actores que entran en
el escenario sin tener ningún papel estudiado de antemano, ningún cuaderno
con el argumento, ningún apuntador que nos pueda susurrar al oído lo que
debemos hacer. Tenemos que elegir por nuestra cuenta cómo queremos
vivir. –En cierta manera es verdad. Si en la Biblia, o en un libro de texto de
filosofía, pudiéramos consultar cómo debemos vivir, estaría muy bien. –Has
cogido el significado.
Pero cuando el hombre se da cuenta de que existe y de que va a morir, y de
que no tiene nada a lo que agarrarse, entonces esto crea angustia, según
Sartre. Recordarás que la angustia también era característica de la
descripción de Kierkegaard de un hombre que se encuentra en una situación
existencial. –Sí. –Sartre dice además que el hombre se siente extranjero en
un mundo sin sentido. Al describir la «alienación» del hombre, recoge al
mismo tiempo pensamientos centrales de Hegel y Marx. La sensación del
hombre de ser un extranjero en el mundo, crea un sentimiento de
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desesperación, aburrimiento, asco y absurdo. Sigue siendo bastante
corriente sentirse «deprimido» o pensar que todo es «un rollo». –Sí, Sartre
describió al ser urbano del siglo xx. Recordarás que los humanistas del
Renacimiento habían señalado casi triunfalmente la libertad y la
independencia del ser humano. Sartre, por el contrario, consideró la
libertad del hombre como una condena. «El hombre está condenado a ser
libre», dijo. «Condenado porque no se ha creado a sí mismo y sin embargo es
libre.
Porque una vez que ha sido arrojado al mundo es responsable de todo lo que
hace.” –No hemos pedido a nadie que nos cree como individuos libres. –Éste
es precisamente el punto clave de Sartre. Pero somos individuos libres, y
debido a nuestra libertad estamos condenados a elegir durante toda la vida.
No existen valores o normas eternas por las que nos podamos regir.
Precisamente por eso resultan tan importantes las elecciones que hacemos.
Porque somos completamente responsables de todos nuestros actos. Sartre
destaca precisamente que el hombre jamás debe eludir la responsabilidad
de sus propios actos. Por eso tampoco podemos librarnos de nuestra
responsabilidad amparándonos en que «tenemos que ir al trabajo» o que
«tenemos que» dejarnos dirigir por ciertas normas burguesas sobre cómo
debemos vivir. La persona que, de esta forma, va entrando en la masa
anónima, se convierte en un hombre impersonal de esa masa. Él o ella se ha
refugiado en la mentira de la vida. Porque la libertad humana nos exige
poner algo de nosotros mismos, existir «auténticamente». –Comprendo.
–Esto es aplicable ante todo a nuestras elecciones éticas. No podemos echar
nunca la culpa a la «naturaleza humana», a la «fragilidad humana» o cosas
parecidas. Ocurre de vez en cuando que hombres algo entrados en años se
comportan como cerdos y que en último término echan la culpa al «viejo
Adán». Pero un tal «viejo Adán» no existe. No es más que una figura a la que
nos agarramos para eludir la responsabilidad de nuestros propios actos. –No
hay nada de lo que no se eche la culpa al pobre. –Aunque Sartre mantiene
que la existencia no tiene ningún sentido inherente, no significa que a él le
guste que sea así. No es lo que llamamos un «nihilista». –¿Qué es eso? –Es
alguien que opina que nada importa nada y que todo está permitido. Sartre
opina que la vida debe tener algún sentido. Es un imperativo. Y somos
nosotros los que tenemos que darle ese sentido a nuestra propia vida.
Existir es crear tu propia existencia. –¿Podrías explicar esto con un poco
más de detalle? –Sartre intenta demostrar que la conciencia no es nada en
sí misma antes de percibir algo. Porque la conciencia siempre es conciencia
de algo. Y ese «algo» es tanto nuestra propia aportación como la del
entorno.
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También nosotros participamos en decidir lo que percibimos, ya que
seleccionamos lo que tiene importancia para nosotros. –¿No puedes poner un
ejemplo? –Dos personas pueden estar presentes en el mismo lugar y sin
embargo captarlo todo de forma completamente diferente. Es porque
cuando percibimos el entorno, contribuimos con nuestra propia opinión, o
nuestros propios intereses. Por ejemplo, puede ser que una mujer
embarazada tenga la sensación de ver a mujeres embarazadas por todas
partes. No significa que no hayan estado allí antes, sino que, simplemente, su
embarazo le ha proporcionado una nueva realidad. Alguien que esté enfermo,
por ejemplo, tal vez vea ambulancias por todas partes... –Entiendo. –Nuestra
propia existencia contribuye a decidir cómo percibimos las cosas en el
espacio. Si algo es inesencial para mi, no lo veo. Y ahora puedo explicarte
por qué he llegado tarde aquí, al café. Dijiste que fue a propósito. –Dime qué
fue lo primero que viste al entrar en el caté. –Lo primero que vi fue que tú
no estabas. –¿No es un poco curioso que lo primero que vieras en este local
fuese algo que no estaba aquí? –Puede ser, pero era contigo con quien tenía
una cita.
–Sartre utiliza precisamente una visita a un café como éste para demostrar
cómo «liquidamos» lo que no tiene importancia para nosotros. –¿Llegaste
tarde únicamente para demostrar eso? –Sí, para que entendieras este punto
tan importante de la filosofía de Sartre. Puedes considerarlo como un deber
de alumno. –¡Pues vaya! –Si estás enamorada y estás esperando que tu amado
te llame por teléfono, entonces «oyes» tal vez toda la noche que no llama.
Captas precisamente el hecho de que no llama. Si vas a esperarlo al tren, y
sale un montón de gente al andén sin que tú veas a tu amado, entonces no
ves a todos esos otros. No hacen más que estorbar, no significan nada para
ti. Incluso puede ser que te resulten directamente repugnantes, pues
ocupan mucho espacio. Lo único que captas es que él no está allí. –
Comprendo. –Simone de Beauvoir intentó emplear el existencialismo también
en los papeles sexuales. Sartre había señalado que los seres humanos no
tienen ninguna «naturaleza » eterna en la que refugiarse. Somos nosotros
mismos quienes creamos lo que somos. –¿Si? –Lo mismo ocurre con la manera
en la que concebimos los sexos. Simone de Beauvoir señaló que no existe una
eterna «naturaleza de mujer» o «naturaleza de hombre », pero la opinión
tradicional siempre ha utilizado esas categorías.
Por ejemplo, se ha dicho muy a menudo que el hombre tiene una naturaleza
«trascendente e ilimitada», y que por lo tanto busca un sentido y un destino
fuera del hogar. De la mujer se ha dicho que su orientación en la vida es
contraria a la del hombre. Es «inmanente», es decir, quiere estar donde
está. De esa manera protegerá a la familia, la naturaleza y las cosas
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cercanas. Hoy en día solemos decir que la mujer se interesa más que el
hombre por los detalles. –¿De verdad ella pensaba así? –No me escuchas.
Simone de Beauvoir pensaba precisamente que no existía ninguna
«naturaleza femenina» o naturaleza masculina». Al contrario. Pensaba que
mujeres y hombres deben librarse de estos arraigados prejuicios e ideales.
–Estoy de acuerdo. –Su libro más importante salió en 1949 y se titulaba El
segundo sexo. –¿Qué quería decir con ese título? –Se refería a la mujer. En
nuestra cultura se la ha convertido en «el segundo sexo». Sólo el hombre
aparece como sujeto, y la mujer se convierte en un objeto del hombre. De
esta manera, se le quita la responsabilidad de su propia vida. –Ella tiene que
reconquistar esta responsabilidad. Tiene que recuperarse a sí misma y no
sólo atar su identidad al hombre. Porque no es sólo el hombre el que reprime
a la mujer. Al no responsabilizarse de su propia vida, la mujer se reprime a
sí misma.
–Somos exactamente tan libres y tan independientes como decidimos ser. –
Así lo puedes expresar, si quieres. El existencialismo tendría una gran
influencia sobre la literatura, desde los años cuarenta hasta hoy. Éste es
también en gran medida el caso del teatro. Sartre escribió novelas y obras
de teatro. Otros nombres importantes son el francés Camus, el irlandés
Beckett, el rumano Ionesco y el polaco Gombrowicz. Característico de
éstos, y de muchos otros escritores modernos, es lo que solemos llamar el
absurdo. La palabra se emplea especialmente en «teatro del absurdo». –
Bien. ¿Sabes lo que quiere decir «absurdo»? –Se usa para algo que no tiene
sentido o que es irracional, ¿no? –Exactamente. El «teatro del absurdo»
surgió como una reacción al «teatro realista» y su intención era mostrar en
el escenario la falta de sentido de la vida, y de esa manera hacer reaccionar
al público. El objetivo no era, por lo tanto, cultivar esta falta de sentido.
Todo lo contrario: mostrando y revelando lo absurdo, por ejemplo en
sucesos totalmente cotidianos, el público se vería obligado a buscar una
existencia más auténtica y más verdadera. –Sigue.
–El teatro del absurdo expone a veces situaciones completamente triviales,
y puede por ello considerarse una especie de «hiperrealismo». Se muestra al
ser humano exactamente como es. Pero si representas en un escenario
justamente lo que sucede en un cuarto de baño una mañana cualquiera en un
hogar cualquiera, entonces el público empieza a reírse. Esta risa puede
interpretarse como una defensa al verse expuesto en el escenario. –
Comprendo. –El teatro del absurdo también puede tener rasgos surrealistas.
A veces los personajes del escenario se enredan en las situaciones más
improbables e irracionales, como en los sueños. Cuando los personajes
aceptan esto sin ningún asombro, es el público el que tiene que reaccionar
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con asombro justamente ante esta falta de asombro. Es el mismo caso de
las películas mudas de Charles Chaplin. Lo cómico de esas películas es
muchas veces la falta de asombro de Chaplin ante las situaciones tan
absurdas en las que se enreda. De esa manera, el público se verá obligado a
meterse en sí mismo y buscar algo más auténtico y más verdadero. –A veces
resulta increíble lo que la gente acepta sin reaccionar.
–A veces puede estar muy bien pensar que «esto es algo de lo que tengo que
huir», aunque uno aún no sepa a dónde ir. –Si la casa está ardiendo hay que
huir de ella, aunque no se tenga otra casa donde meterse. –¿Verdad que sí?
¿Quieres otra taza de té? ¿O una coca-cola? –Vale. Sigo pensando que no
deberías haber llegado tarde. –Bueno, es un reproche a pesar del cual
lograré sobrevivir. Alberto volvió con una taza de café y una coca-cola.
Mientras tanto Sofía había llegado a la conclusión de que le empezaba a
gustar la vida en el café. Y tampoco estaba ya tan convencida de que todas
las conversaciones en las demás mesas fueran tan insignificantes. Alberto
dejó la botella de coca-cola sobre la mesa dando un gran golpe. Varias
personas levantaron la vista para ver qué había sido eso. –Y con ello hemos
llegado al final del camino –dijo. –¿Quieres decir que la historia de la
filosofía acaba con Sartre y el existencialismo? –No, decir eso sería una
exageración.
La filosofía existencialista tuvo una importancia fundamental para mucha
gente en todo el mundo. Como ya hemos visto, tiene raíces muy atrás en la
Historia, pasando por Kierkegaard y hasta Sócrates. Ahora bien, el siglo xx
también ha visto un florecimiento y una renovación de otras corrientes
filosóficas que hemos estudiado antes. –¿Tienes algún ejemplo? –Una
corriente de ese tipo es el neotomismo, es decir ideas que pertenecen a la
tradición de Santo Tomás de Aquino. Otra corriente es la llamada filosofía
analítica, o empirismo lógico, que tiene sus raíces en Hume, pero que
también está relacionada con la lógica de Aristóteles. Por lo demás, se
puede decir que el siglo xx se ha caracterizado por lo que llamamos
neomarxismo en una rica ramificación de diferentes corrientes. Ya
mencionamos el neodarvinismo. Y hemos señalado la importancia del
psicoanálisis. –Entiendo. –Una última corriente que debe mencionarse es el
materialismo, que también tiene muchas raíces históricas. Gran parte de la
ciencia moderna tiene sus orígenes en los esfuerzos presocráticos. Por
ejemplo, se sigue buscando la «partícula elemental» indivisible de la que
todo está compuesto. Nadie ha podido dar aún una respuesta unificada a lo
que es la «materia».
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Las ciencias naturales modernas, por ejemplo la física nuclear o la
bioquímica, son tan fascinantes que para muchas personas constituyen una
parte importante de su concepto de la vida. –¿Viejo y nuevo, todo en uno? –
Si, algo así. Porque las mismas preguntas con las que empezamos este curso,
siguen sin contestarse. En este contexto Sartre decía algo muy importante
cuando señalaba que las cuestiones existenciales no pueden contestarse de
una vez por todas. Una cuestión filosófica es, por definición, algo a lo que
cada generación, o mejor dicho, cada ser humano, tiene que enfrentarse una
y otra vez. –Resulta un poco desolador pensar en ello. –No sé si estoy de
acuerdo en eso. ¿No es precisamente cuando nos preguntamos esas cosas
cuando nos sentimos vivos? Y además se puede decir que cuando los
hombres se han esforzado por encontrar respuestas a las preguntas
últimas, han encontrado respuestas claras y definitivas a otras cuestiones.
Las ciencias, la investigación y la tecnología surgieron de la reflexión
filosófica de las personas. ¿No fue, al fin y al cabo, la extrañeza de la
existencia la que llevó al hombre a la Luna? –Si, es verdad.
–Cuando Armstrong puso el pie en la Luna dijo: «Un paso pequeño para un ser
humano, pero un gran paso para la humanidad». De esta manera, al resumir
cómo se sentía al poner el pie en la Luna, incluía a todas las personas que
habían existido antes que él. Pues no era él el único que tenía mérito. –Claro
que no. –Nuestra época ha tenido que enfrentarse a problemas totalmente
nuevos, sobre todo los enormes problemas de medio ambiente. Una
importante corriente filosófica del siglo xx es en consecuencia la
ecofilosofía. Muchos ecofilósofos occidentales han señalado que toda la
civilización de Occidente va por muy mal camino, por no decir que está a
punto de llegar al tope de lo que puede tolerar el Planeta. Han intentado
llegar hasta el fondo, no quedándose sólo en los resultados concretos de
contaminación y destrucción medioambiental. Dicen que hay algo
profundamente erróneo en toda la manera de pensar occidental. –Yo creo
que tienen razón.
Jostein Gaarder, El mundo de Sofía
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