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EL ÚLTIMO POPPER: CONJETURAS Y REFUTACIONES Ángel Sermeño Resumen El objetivo del presente artículo es ofrecer un nuevo enfoque de interpretación del pensamiento de Karl Popper a la luz de sus trabajos más recientes. Para tal propósito, el autor argumenta que existe un marcado y radical contraste entre la epistemología de Popper, caracterizada por ser profundamente crítica, antipositivista y antidogmática, y su filosofía política, marcada, en cambio, por rasgos excesivamente optimistas en la defensa de la democracia liberal. Introducción Descifrar y comprender los complejos mecanismos que procuran conocimiento cierto y confiable del mundo y del hombre ha sido una de las tareas capitales e ineludibles en la filosofía de todos los tiempos. En consecuencia, determinar del modo más riguroso posible qué es lo que el hombre puede saber y cómo puede llegar a saberlo ha sido una empresa difícil, pero asumida como necesaria por todos aquellos que han cultivado la filosofía o la ciencia. Esto significa que todos ellos, desde los físicos naturalistas presocráticos hasta los diversos y renombrados epistemólogos de hoy en día, han tenido que formular sus propias propuestas en relación a la definición de los límites y alcances del saber humano. Como sabemos, no se trata de una cuestión baladí, pues de la delimitación rigurosa tanto de los condicionamientos históricos y culturales del conocimiento como de la naturaleza, mecanismos biológicos y posibilidades de la inteligencia como facultad exclusivamente humana, depende el valor que debemos otorgar a los diversos saberes existentes y a sus correspondientes aplicaciones o derivaciones prácticas. Ciertamente, los impresionantes avances gestados en este terreno a través del tiempo han modificado sustantivamente (y hasta agresivamente, podríamos decir) los contornos de nuestro propio mundo. A ojos vistas, el avance del conocimiento, y en especial del científico, ha modificado drásticamente la fisonomía de la realidad en toda su complejidad, en función de los múltiples intereses y fines de la especie humana. Partiendo de estas premisas, nos proponemos examinar en este ensayo la manera en que Karl Popper, el más renombrado y célebre epistemólogo de nuestros días, aborda el complejo tema del alcance y los límites del conocimiento científico.1 Para ello, nos interesa resaltar un carácter hasta cierto punto paradójico en el pensamiento popperiano entre su dimensión epistemológica y su filosofía política. Más específicamente, aunque puede decirse sin problemas que el pensamiento de Popper es "indeterminista" tanto en física como en política, esa misma coherencia desaparece al contrastar su postura epistemológica escéptica, aunque en aras de un realismo bien 1 entendido, y su pensamiento político, cuya defensa de la visión liberal e individualista del mundo resulta excesivamente optimista. El racionalismo crítico Una de las virtudes más apreciadas del conocimiento científico es su capacidad de predicción. De hecho, una de las principales actividades de los científicos es la búsqueda de leyes que permitan explicar racionalmente el comportamiento pasado, presente y futuro del universo entero. Desde luego, el afán predictivo de la inteligencia humana abarca desde el vasto ámbito del mundo físico hasta los de la sociedad y el individuo. Naturalmente, esa enorme y poderosa riqueza de aplicaciones prácticas y técnicas que emanan de todo conocimiento capaz de alcanzar un nivel satisfactorio de certeza apodíctica, ha contribuido a acrecentar el prestigio del que gozan hoy en día las ciencias naturales de corte positivista. De ahí que resulte hasta natural el predominio de este paradigma en el seno de la comunidad científica. De hecho, los criterios del modelo empírico-analítico de conocimiento, emanados sobretodo de las ciencias físicas, son comúnmente utilizados para determinar lo propiamente científico de lo que no lo es.2 Según este punto de vista, la ciencia es el proceso en virtud del cual un objeto particular empíricamente observado es reducido en sus características y propiedades a un lenguaje métrico y numérico y ulteriormente formalizado en una fórmula matemática. En consecuencia, la ciencia tiene la ventaja de poder simplificar las más diversas complicaciones empíricas y trabajar con conceptos ideales e intemporales. Huelga decir que todo este complejo metodológico se articula y desemboca en un claro predominio de la explicación causal o, mejor aún, en la aplicación de la lógica inductiva a la elaboración de las teorías explicativas del mundo.3 Sirva este excursus sobre la concepción dominante del conocimiento científico para destacar el significado y la originalidad de la propuesta epistemológica popperiana, radicalmente antipositivista. En principio de cuentas, Popper resuelve brillantemente la tensión epistemológica aparentemente irresoluble entre el escepticismo (representado hoy en día por las posturas nihilistas del pensamiento posmoderno) y el dogmatismo (propio de las posturas cientificistas). Más específicamente, frente al escepticismo que sostiene firmemente la imposibilidad de todo conocimiento en virtud de su naturaleza frágil y relativa, y que considera al hombre incapaz de alcanzar una verdad plena y certera, Popper antepone su concepción epistemológica, denominada por él mismo "racionalismo crítico". Para Popper, el reconocimiento de que todo conocimiento, incluyendo el científico, está condenado a ser superado con el tiempo, no debe llevarnos a conclusiones equivocadas; es decir, el que no podamos poseer ninguna verdad definitiva ni 2 inconmovible (Popper niega la posibilidad de establecer y sostener un criterio general de verdad) no significa que aceptemos los perniciosos vicios epistemológicos del relativismo,4 el irracionalismo y el subjetivismo que niegan taxativamente al conocimiento el carácter de objetividad. Según Popper, y en este punto sigue a Kant, el hecho incontrovertido de la existencia del conocimiento científico, "el más importante que tenemos", es el mejor refutador de cualquier escepticismo.5 Pero frente a esa afortunada y constatable existencia, Popper reformula la clásica pregunta kantiana sobre la posibilidad del conocimiento para concentrarse en descubrir con precisión los rasgos centrales del mismo. Por ello, el filósofo austriaco únicamente acepta ser llamado escéptico si por tal designación se entiende una posición que no obstante reconocer los serios problemas relacionados con la búsqueda de la verdad, afirma también la capacidad de la razón humana para aproximarse sucesivamente a cada vez mejores y más satisfactorias explicaciones sobre el comportamiento y la naturaleza de la realidad en sus diversas manifestaciones. Como señala el propio Popper: Es correcto tildarme de escéptico (en el sentido clásico) en tanto niego la posibilidad de un criterio general de la verdad (no tautológico). Pero esto vale para todo pensador racional, por ejemplo, para Kant, Wittgenstein o Tarski. Y yo, al igual que ellos, acepto la lógica clásica (que interpreto como el canon de la crítica; es decir, no como el canon de la prueba sino como el canon de la refutación, del elenchos). 6 Una vez acotada su forma de comprender los límites aceptables de las posturas escépticas, Popper pasa inmediatamente a señalar en dónde toma distancia crítica y cómo logra superar las objeciones del escepticismo en su propia visión de la naturaleza del proceder científico: Pero mi posición difiere fundamentalmente de lo que hoy día se suele denominar escéptico. En cuanto filósofo no me interesa la duda y la incertidumbre, porque son estados subjetivos y porque hace mucho tiempo abandoné por superflua la búsqueda de la certeza subjetiva. El problema que me interesa es el de los motivos racionales críticos en sentido objetivo para preferir una teoría a otra, en la búsqueda de la verdad. Estoy seguro que ningún escéptico moderno ha dicho algo como esto antes que yo.7 En suma, la novedad de la epistemología popperiana parte de reconocer que los rasgos principales del proceso de conocimiento nacen de enfrentarse -que es a la vez un reconocer- con las dificultades propias de la imposibilidad de alcanzar una certeza apodíctica del saber. De ahí que la conjetura sea para Popper la mejor vía de manifestación del conocer. El saber es siempre algo susceptible de ser refutado y, por lo mismo, no cancela la posibilidad del progreso en este mismo terreno. En ese sentido, Popper sostiene que el canal efectivo para adquirir nuevo conocimiento es la crítica. Se trata de una vía negativa que busca siempre descalificar, anular, mostrar los límites y las insuficiencias del saber establecido. Un saber que de ser 3 superado será sustituido, sin embargo, por una nueva conjetura, la cual puede significar en su momento un avance real en la comprensión de una determinada parcela de la realidad, pero que no por ello perderá su carácter o condición conjetural. Por esta razón, Popper sostiene que la objetividad del saber radica exclusivamente en este ejercicio de la capacidad crítica de la razón: Aprendemos que es imposible interpretar incluso las teorías científicas mejor confirmadas como conocimiento en el sentido clásico. Incluso nuestras teorías científicas mejor comprobadas y confirmadas son meras conjeturas, hipótesis que han tenido éxito y que están condenadas para siempre a seguir siendo conjeturas o hipótesis.8 Ahora bien, en esta descripción negativa de la naturaleza del conocimiento científico hay igualmente una firme toma de posición del autor con respecto a las posturas cientificistas. En efecto, para Popper, la cara opuesta o la contraparte del escepticismo es el positivismo o cientificismo acrítico, por cuanto este último mantiene una excesiva afirmación de la autoridad de la tradición como fuente de conocimiento, lo cual se traduce en una concesión de prioridad de la homogeneidad doctrinal y en una rígida -y hasta casi ciega- aplicación de la metodología positivista que prioriza la unidad de método. Ambos principios, homogeneidad doctrinal y unidad de método, se afirman en su simplicidad frente a la contrastante complejidad de los objetos del conocimiento: A pesar de mi admiración por el conocimiento científico, no soy un partidario del cientificismo, pues el cientificismo afirma dogmáticamente la autoridad del conocimiento científico; mientras que yo no creo en autoridad alguna y siempre me he resistido al dogmatismo; y sigo resistiéndome, especialmente en la ciencia. 9 La tradición doctrinal constituye, como sabemos, una especie de marco regulatorio en virtud del cual se moldean las maneras de pensar un determinado problema de la ciencia. En cuanto tal, la tradición doctrinal ejerce un fuerte papel condicionante al señalar que las hipótesis científicas no pueden ir en contra de los postulados de las teorías fundamentales que rigen nuestra comprensión de determinada área de la realidad. Sin embargo, la historia de la ciencia muestra frecuentemente que la fidelidad de los científicos a sus respectivas tradiciones de conocimiento puede vulnerarse cuando estos científicos llegan a imaginar o concebir soluciones a los problemas que a veces implican romper con la tradición. ¿Cómo se explica entonces -se pregunta Popper-, este drama personal del científico? A partir -responde- de la igualmente necesaria afirmación del momento de libertad y creatividad presente en la dinámica constitutiva del quehacer científico. Es decir, por más que se postule una necesaria rigidez en la aplicación del método científico, éste no puede negarle al propio científico el ejercicio de la creatividad, de la invención -muchas veces audaz y arriesgada-, de la creación de significación. Este momento de libertad y creación, tan decisivo en la conquista del conocimiento, es el que Popper reivindica para su propia concepción gnoseológica: 4 Mi epistemología supone que las ciencias naturales no comienzan con "mediciones" sino con grandes ideas; y que el progreso científico no consiste en la acumulación o aclaración de hechos, sino en ideas osadas y revolucionarias, que a continuación se critican y examinan.10 En consecuencia, afirma Popper, el punto de partida de la configuración del saber no son los datos empíricos brutos sino los problemas globales, condicionados por su particular tradición de desarrollo, pero también colocados en un primer plano desde una elección -sin duda racional, pero también subjetiva- del propio hombre de ciencia. De ahí que para Popper, el método de la ciencia consista en esa elección de problemas y en la permanente crítica o falsación de nuestros ensayos de solución, los cuales serán siempre tentativos y provisionales. Ahora queda claro por qué Popper denomina racionalismo crítico a su concepción de ciencia: racionalismo, por cuanto defiende, a pesar de sus obvios límites, la capacidad humana de explicar y comprender el comportamiento del mundo de una forma objetiva; y crítico, en virtud del empeño permanente y central que confiere a la tarea de contrastación y falsación de todas las hipótesis que buscan resolver los problemas o desafíos que la realidad plantea al hombre. Dicho esquemáticamente, el racionalismo crítico se define por los siguientes postulados: 1) En el conocimiento científico no hay verdades ni certezas absolutas. La verdad solamente puede alcanzarse de manera aproximativa y progresiva. 2) Debido a la existencia del error, nuestro conocimiento únicamente puede llegar a ser conjetural e hipotético. Todas las teorías son intentos racionales de explicación y solución a problemas humanos. En cuanto tal, las teorías son meros ensayos susceptibles de ser superados. 3) El método de la ciencia es, en consecuencia, la crítica, la falsación o, en otras palabras, la corrección del error. El método es entonces un ejercicio de ensayo y error en donde proponemos soluciones tentativas a los problemas que nos ocupan y desechamos todas aquellas que resultan ser falsas. De ahí que la crítica ocupe un lugar central en el devenir del método científico. 11 Un liberal radicalmente optimista Parece existir cierto consenso entre los interpretes y exégetas de Popper en que su filosofía política se desprende lógicamente de su filosofía de la ciencia.12 Esto hace que la filosofía política popperiana se caracterice por ser realista, racionalista, crítica, indeterminista, antiutópica y, por tanto, antihistoricista. De hecho, esos rasgos son la expresión necesaria del esfuerzo popperiano por reconducir su filosofía política desde los mismos presupuestos que configuran su metodología científica convertida ahora en una metodología política. 5 Sin embargo, no deja de ser contrastante el hecho de que esa metodología científica, configurada desde una visión rigurosamente acotada de los límites de la razón humana y cuyos principios rectores poseen un indudable sesgo negativo, crítico y hasta pragmático, sea la base para defender una visión optimista y positiva de la libertad humana así como de los valores de la democracia liberal y de su realización práctica. En efecto, subyace en Popper -sobre todo en sus últimos escritos- un optimismo radical, casi ecuménico, en la utilización de la ciencia y del conocimiento para conformar una sociedad democrática. Tal pareciera que Popper, a pesar de su esencial talante crítico, presente también en su filosofía política, no logra sustraerse a la necesidad de volverse un apologeta del régimen democrático liberal en sus diversas variantes y manifestaciones históricas representadas en las sociedades industrializadas contemporáneas. Obviamente, no estamos en contra de la democracia liberal y de la defensa de los derechos y libertades políticas de los individuos. Más aún, reconocemos el derecho de Popper de creer que la democracia representa la institucionalización y expresión del método científico. El problema está en que en esa defensa popperiana subyace una inevitable reducción de la filosofía política a tecnología social. De ser así, la parte más creativa de la filosofía política de Popper se vuelve ingenua, simplista y hasta limitada para dar cuenta de la naturaleza de la vida política. Dicho en otras palabras, que un autor tan crítico, realista y consecuente en el plano epistemológico defienda posiciones sumamente idealizadas de la sociedad democrática liberal no resulta necesariamente contradictorio pero sí bastante desconcertante. En concreto, la metodología política del último Popper, inspirada en su contraparte científica, se define por los siguientes aspectos: 1) Pretende ser una filosofía política antiautoritaria; es decir, una filosofía preocupada por establecer instituciones y mecanismos que eliminen cualquier obstáculo al ejercicio de la libertad y del pleno desarrollo de la individualidad. En este sentido, Popper es un pensador liberal no sólo consecuente sino extremadamente radical. De hecho, para él la libertad es el principal valor ético y, en consecuencia, el principio de jerarquización del resto de los valores existentes -especialmente de los de tipo comunitario, tales como: la igualdad, la justicia, la solidaridad, etcétera.13 En el plano político, lo anterior supone que cualquier institución política diseñada y creada por los seres humanos debe estar en función de la defensa y la promoción de la libertad. Ahora bien, vinculadas a la libertad se encuentran la racionalidad y la crítica. Popper considera que "sin libertad política es imposible la libertad de pensamiento", pues la primera es una condición del libre uso de la razón de cada individuo. 2) Desde esta perspectiva, un Estado no autoritario puede ser solamente el que existe dentro y posibilita el funcionamiento de un régimen democrático.14 Según Popper, la democracia política -que no es sino democracia liberal- es el régimen que ha conseguido con mayor efectividad el establecimiento de una existencia social pacífica y 6 ordenada sin menoscabar el valor supremo de la libertad; es la estructura institucional mejor adaptada hasta ahora para fomentar la libertad y la creatividad individual en un marco de convivencia pacífica. Por ello, sostiene Popper, su rasgo principal no consiste en ser el gobierno de muchos o del pueblo, tal y como se concibe en su versión clásica, sino en que sus integrantes pueden ejercer su derecho a deponer a los gobernantes sin sufrir represalias o sin provocar desequilibrios sociales o accesos de violencia política masiva en la realización de tal empresa. En consecuencia, la libertad de expresión y la realización de elecciones libres son las manifestaciones empíricas más claras de la vigencia o no de un auténtico régimen democrático.15 3) Por supuesto, un complemento esencial en un régimen democrático es la vigencia de un mercado libre. La existencia de un mercado desregulado es una constante en las sociedades exitosas de Occidente. El mercado es también una institución que permite una gran extensión de la libertad y justifica a la competencia como un factor estimulante de crecimiento y desarrollo social. Ciertamente, la competencia es vista por Popper como un proceso que favorece el descubrimiento de nuevas formas de vivir y, con ellas, de nuevas posibilidades de vida. Popper es entonces, uno de los grandes defensores de los regímenes democráticos. Sin embargo, también es uno de los autores que con mayor claridad señala sus alcances y límites estructurales. Sucede que para Popper, como para muchos otros filósofos y teóricos de la política, la democracia es apenas el menos malo de todos los regímenes políticos ideados y puestos en práctica por los seres humanos a lo largo de su historia. La razón de ello quizá estribe en que así como no hay fuentes de conocimiento infalibles tampoco pueden haber hombres o instituciones infalibles. La democracia no es entonces, ninguna panacea ideal de convivencia social: "no puede conferir beneficios al ciudadano y no debe esperarse que lo haga".16 4) Naturalmente, el realismo de Popper en el plano político impide que su filosofía contemple como algo viable la construcción de una sociedad en la que todos los conflictos y problemas de poder arbitrario sean totalmente eliminados: Una "sociedad perfecta" es un imposible.17 De igual manera, un orden político plenamente armónico, además de ser imposible en el plano práctico, no es un objetivo deseable para la convivencia social. Para Popper, los intentos "revolucionarios" de crear una sociedad perfecta suponen forzosamente investir al Estado de una enorme cantidad de poder, lo cual implica un doble peligro. Por una parte, es inevitablemente una potencial y grave amenaza para el ejercicio de la libertad individual. Por la otra, un Estado concentrador monopólico del poder genera también las mismas desigualdades de poder y de condiciones sociales que los entusiastas revolucionarios están tan interesados en eliminar. En esta lógica, Popper es un impresionante y demoledor adversario de todos los enfoques utópicos y revolucionarios de transformación política y social. Por ejemplo, pensar en una sociedad "verdaderamente humana", totalmente igualitaria y justa, es 7 decir, sin clases sociales es un despropósito que trae más males de los que promete resolver. Según Popper, las utopías (sobre todo las sociales) plantean al ser humano metas abstractas, generales y últimas que no pueden ser formuladas con claridad y mucho menos comprendidas y discutidas de una manera racional. Además, parten de unos supuestos teóricos que no pueden menos que ser irreales e incoherentes. Desde el plano de la experiencia práctica, Popper igualmente nos recuerda que toda eliminación de un mal suele producir como consecuencia no intencionada un conjunto de males nuevos, aunque posiblemente menores. De ahí que en el plano político y social sean las posturas gradualistas las que mejores resultados y experiencias han aportado en el desenvolvimiento de la historia humana. Además, tales posturas gradualistas permiten sortear con mayor agilidad los usuales chantajes éticos de las posturas maximalistas (que Popper identifica con las utopías de izquierda), las cuales subordinan la individualidad en función de sus fines últimos y minimizan o eliminan el ejercicio de la libertad personal. Como dice Popper: Mi proposición es muy modesta. Todo lo que afirmo es que una crítica social de inspiración ética ha tenido éxito en algunos lugares, y que ha conseguido eliminar, al menos por el momento, algunos de los peores errores de la vida social y pública... Pero la imposición de fines éticos, la mejora efectiva de las relaciones sociales, tiene ciertos requisitos previos muy concretos. Los ideales sociales y la crítica social sólo se vieron coronados por el éxito cuando las personas aprendieron a respetar opiniones diferentes de las suyas, y a adoptar fines políticos sobrios y realistas.18 5) En resumen, para Popper los regímenes democráticos son superiores a cualquier otro tipo de régimen existente. Los argumentos que sostienen esa aseveración apelan a los siguientes hechos: las democracias occidentales institucionalizan el máximo goce de la libertad, fomentan el uso de la razón, estimulan el ejercicio de la crítica y exigen el debate y la discusión civilizada como método para dirimir las controversias y conflictos sociales. Es decir, el reducido grupo de democracias occidentales consolidadas (E.U.A., Inglaterra, Francia, etcétera) son, en esta perspectiva de interpretación, la materialización del mejor mundo posible que la humanidad ha podido construir hasta ahora. Su superioridad como ordenamientos sociales radica no sólo en los altos índices de bienestar material del que disfrutan sus integrantes sino en que están más favorablemente dispuestos a la propia reforma interna y son más justos que cualquier otro de la historia conocida. A la pregunta de si la civilización occidental es algo bueno y deseable, Popper responde positivamente haciendo alarde de un optimismo que no encontramos tan fácilmente en su visión epistemológica: Sostengo que nuestro mundo, el mundo de las democracias occidentales, sin duda alguna no es el mejor de todos los mundos políticos pensables o lógicamente posibles, pero es ciertamente el mejor de todos los mundos políticos de cuya existencia histórica 8 hemos tenido conocimiento. Desde este punto de vista soy, por lo tanto, un furioso optimista.19 Algunos dilemas y problemas abiertos El pensamiento de Popper está atravesado por profundos contrastes. Obviamente, no es ni mucho menos un pensamiento lógicamente contradictorio sino a lo sumo un pensamiento original, creativo y abierto, pero que no puede escapar a la inevitable adopción de un determinado marco filosófico y, consecuentemente, a la particular forma de mirar el mundo que de ahí se deriva. En ese sentido, si algo permite integrar en una visión única los agudos contrastes presentes en este pensamiento, ese algo es la fe en la filosofía de la Ilustración que el mismo autor afirma y proclama. De hecho, Popper no se cansa de externar su creencia en el poder de la autoliberación del ser humano por medio del saber.20 Para finalizar, resumo en tres puntos las conclusiones de mi acercamiento al pensamiento del último Popper. 1) Es un pensamiento que acepta la intrínseca y casi insuperable dificultad para alcanzar un conocimiento confiable y certero del mundo, pero que defiende al mismo tiempo los fueros del conocimiento científico, en donde el papel y la importancia de la imaginación son altamente apreciados y destacados a pesar de las predominantes tendencias positivistas en el interior de la ciencia. 2) Es un pensamiento que reconoce el impresionante avance tecnológico de nuestra época y su riqueza de aplicaciones prácticas, pero que al mismo tiempo nos advierte seriamente sobre las consecuencias imprevisibles y los peligros potenciales presentes en una actitud de excesiva confianza sobre el presunto control y/o domesticación aparente que el hombre posee respecto de esas invenciones tecnológicas. 3) Es un pensamiento que al tiempo que nos advierte de los peligros inherentes para la vigencia de la libertad y de los derechos individuales en los Estados totalitarios -así como de la imposibilidad de controlar completa y racionalmente cualquier sistema político-, no tendría reparos, sin embargo, en aceptar una "ingeniería social fragmentada" para emprender audaces proyectos de convivencia social una vez que hubiésemos adquirido un cuerpo confiable de conocimiento social y político. A las puertas de un nuevo siglo que se manifiesta como una época de interrogación y profunda incertidumbre, la filosofía de la ciencia y de la sociedad de Popper quizá no ofrece un asidero seguro ante nuestras desconfianzas, temores e inseguridades, pero sí una afirmación de la capacidad humana para hacer frente a un tiempo y a un universo inestable y caótico. Notas 9 1. .Existe una razón adicional para emprender esta tarea: la reciente publicación en español de varios escritos del filósofo austríaco. Se trata de: En busca de un mundo mejor, Barcelona, Paidós, 1994 y La responsabilidad de vivir. Escritos sobre política, historia y conocimiento, Barcelona, Paidós, 1995. A estos libros cabe añadir una compilación realizada por David Miller: Popper. Escritos selectos, México, FCE, 1995. Sin duda, la visión de conjunto que nos dan estos escritos nos permiten aclarar, ampliar y profundizar en el pensamiento de Popper. Cabe señalar que según Braian Magee, uno de los principales intérpretes de la obra de filósofo austríaco, al momento de morir, Popper había publicado apenas la mitad de su obra. Una razón más para buscar rasgos de continuidad o ruptura entre los escritos ya clásicos de Popper y sus ensayos más recientes. B. Magee, Popper, México, Colofón, 1993. 2. Véase, al respecto, J.M. Mardones y N. Ursua, Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales para una fundamentación científica, México, Fontamara, 1987. 3. Cabe destacar, sin embargo, que la ciencia física ha sufrido en las últimas décadas una modificación sin precedentes en sus perspectivas de desarrollo conceptual. Básicamente, nuevos descubrimientos relacionados con el área de la termodinámica de sistemas lejos del equilibrio y que se encuentran íntimamente vinculados con la problemática de la naturaleza del tiempo, han dado paso a un cuestionamiento radical del ideal determinista que había guiado a la mecánica (desde la clásica hasta la cuántica). Así, la física se encuentra frente a la necesidad de reelaborar sus esquemas conceptuales a partir de una nueva comprensión de la naturaleza profunda del tiempo. Véase, al respecto, I. Prigogine, Entre el tiempo y la eternidad, Madrid, Alianza, 1990. También mi ensayo: A. Sermeño, "Las ciencias sociales y la teoría del caos", Paradoxa, San Salvador, núms. 2-3, julio-diciembre de 1994, pp. 29-37. 4. Popper considera que el relativismo filosófico es aquella doctrina según la cual no existe verdad objetiva sino sólo verdades para esta o aquella época. En cambio, el relativismo sociológico sería la tesis que sostiene que hay verdades o ciencias para este o aquel grupo o clase y ambas serían igualmente legítimas. Véase K. Popper, "La lógica de las ciencias sociales", en En busca de un mundo mejor... cit., p. 100. 5. "El conocimiento y la configuración de la realidad", en En busca de ... cit., p. 17. 6. Ibid., p. 22. 7. Idem. 8. Ibid. ,p. 20. 9. Ibid., p. 21. 10. "Contra las grandes palabras", en En busca de ..., cit., p. 122. 11. Véase "La teoría de la ciencia desde un punto de vista teórico-evolutivo y lógico", en K. Popper, La responsabilidad de vivir, cit., pp. 17-41. 12. Véase, a manera de ejemplo, E. Suarez-Iñiguez, De los clásicos políticos, México, UNAM/Miguel Angel Porrúa, 1994, capítulo XVI, "La sociedad abierta y sus enemigos de Karl Popper", pp. 243-264. 10 13. Véase: "Contra el cinismo en la interpretación de la historia", en La responsabilidad de..., cit., p. 236. 14. Claro que como para todo buen liberal, también para Popper el Estado es un mal necesario. No obstante, Popper advierte sobre la paradoja que supone el mal uso de la libertad dado que en ese mal uso encuentra una de sus principales justificaciones la existencia del poder estatal. Como dice el autor: "necesitamos libertad para impedir el abuso del poder del Estado, y necesitamos al Estado para evitar el mal uso de la libertad. Este es un problema que, evidentemente, nunca se puede resolver por medio de leyes". K. Popper, "Observaciones referentes a la teoría y praxis de los Estados democráticos", en La responsabilidad de..., cit., p. 193. 15. "A propósito del tema de la libertad", en La responsabilidad de..., cit., pp. 143-144. 16. "La opinión pública y los principios liberales", en En busca de..., cit., p. 203. 17. "Sobre el choque cultural", en En busca de..., cit., p. 158. 18. "La emancipación por el conocimiento", en En busca de..., cit., pp. 191-192. 19. "A propósito del tema de la libertad", en La responsabilidad de..., cit., p. 144. 20. Ibid., pp. 135-136. 11