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EL ÚLTIMO POPPER: CONJETURAS Y REFUTACIONES
Ángel Sermeño
Resumen
El objetivo del presente artículo es ofrecer un nuevo enfoque de interpretación del
pensamiento de Karl Popper a la luz de sus trabajos más recientes. Para tal propósito,
el autor argumenta que existe un marcado y radical contraste entre la epistemología de
Popper, caracterizada por ser profundamente crítica, antipositivista y antidogmática, y
su filosofía política, marcada, en cambio, por rasgos excesivamente optimistas en la
defensa de la democracia liberal.
Introducción
Descifrar y comprender los complejos mecanismos que procuran conocimiento cierto y
confiable del mundo y del hombre ha sido una de las tareas capitales e ineludibles en
la filosofía de todos los tiempos. En consecuencia, determinar del modo más riguroso
posible qué es lo que el hombre puede saber y cómo puede llegar a saberlo ha sido
una empresa difícil, pero asumida como necesaria por todos aquellos que han cultivado
la filosofía o la ciencia. Esto significa que todos ellos, desde los físicos naturalistas
presocráticos hasta los diversos y renombrados epistemólogos de hoy en día, han
tenido que formular sus propias propuestas en relación a la definición de los límites y
alcances del saber humano.
Como sabemos, no se trata de una cuestión baladí, pues de la delimitación rigurosa
tanto de los condicionamientos históricos y culturales del conocimiento como de la
naturaleza, mecanismos biológicos y posibilidades de la inteligencia como facultad
exclusivamente humana, depende el valor que debemos otorgar a los diversos saberes
existentes y a sus correspondientes aplicaciones o derivaciones prácticas.
Ciertamente, los impresionantes avances gestados en este terreno a través del tiempo
han modificado sustantivamente (y hasta agresivamente, podríamos decir) los
contornos de nuestro propio mundo. A ojos vistas, el avance del conocimiento, y en
especial del científico, ha modificado drásticamente la fisonomía de la realidad en toda
su complejidad, en función de los múltiples intereses y fines de la especie humana.
Partiendo de estas premisas, nos proponemos examinar en este ensayo la manera en
que Karl Popper, el más renombrado y célebre epistemólogo de nuestros días, aborda
el complejo tema del alcance y los límites del conocimiento científico.1 Para ello, nos
interesa resaltar un carácter hasta cierto punto paradójico en el pensamiento
popperiano
entre
su
dimensión
epistemológica
y
su
filosofía
política.
Más
específicamente, aunque puede decirse sin problemas que el pensamiento de Popper
es "indeterminista" tanto en física como en política, esa misma coherencia desaparece
al contrastar su postura epistemológica escéptica, aunque en aras de un realismo bien
1
entendido, y su pensamiento político, cuya defensa de la visión liberal e individualista
del mundo resulta excesivamente optimista.
El racionalismo crítico
Una de las virtudes más apreciadas del conocimiento científico es su capacidad de
predicción. De hecho, una de las principales actividades de los científicos es la
búsqueda de leyes que permitan explicar racionalmente el comportamiento pasado,
presente y futuro del universo entero. Desde luego, el afán predictivo de la inteligencia
humana abarca desde el vasto ámbito del mundo físico hasta los de la sociedad y el
individuo.
Naturalmente, esa enorme y poderosa riqueza de aplicaciones prácticas y técnicas que
emanan de todo conocimiento capaz de alcanzar un nivel satisfactorio de certeza
apodíctica, ha contribuido a acrecentar el prestigio del que gozan hoy en día las
ciencias naturales de corte positivista. De ahí que resulte hasta natural el predominio
de este paradigma en el seno de la comunidad científica. De hecho, los criterios del
modelo empírico-analítico de conocimiento, emanados sobretodo de las ciencias físicas,
son comúnmente utilizados para determinar lo propiamente científico de lo que no lo
es.2
Según este punto de vista, la ciencia es el proceso en virtud del cual un objeto
particular empíricamente observado es reducido en sus características y propiedades a
un lenguaje métrico y numérico y ulteriormente formalizado en una fórmula
matemática. En consecuencia, la ciencia tiene la ventaja de poder simplificar las más
diversas complicaciones empíricas y trabajar con conceptos ideales e intemporales.
Huelga decir que todo este complejo metodológico se articula y desemboca en un claro
predominio de la explicación causal o, mejor aún, en la aplicación de la lógica inductiva
a la elaboración de las teorías explicativas del mundo.3
Sirva este excursus sobre la concepción dominante del conocimiento científico para
destacar el significado y la originalidad de la propuesta epistemológica popperiana,
radicalmente antipositivista.
En principio de cuentas, Popper resuelve brillantemente la tensión epistemológica
aparentemente irresoluble entre el escepticismo (representado hoy en día por las
posturas nihilistas del pensamiento posmoderno) y el dogmatismo (propio de las
posturas cientificistas). Más específicamente, frente al escepticismo que sostiene
firmemente la imposibilidad de todo conocimiento en virtud de su naturaleza frágil y
relativa, y que considera al hombre incapaz de alcanzar una verdad plena y certera,
Popper
antepone
su
concepción
epistemológica,
denominada
por
él
mismo
"racionalismo crítico".
Para Popper, el reconocimiento de que todo conocimiento, incluyendo el científico, está
condenado a ser superado con el tiempo, no debe llevarnos a conclusiones
equivocadas; es decir, el que no podamos poseer ninguna verdad definitiva ni
2
inconmovible (Popper niega la posibilidad de establecer y sostener un criterio general
de verdad) no significa que aceptemos los perniciosos vicios epistemológicos del
relativismo,4 el irracionalismo y el subjetivismo que niegan taxativamente al
conocimiento el carácter de objetividad.
Según Popper, y en este punto sigue a Kant, el hecho incontrovertido de la existencia
del conocimiento científico, "el más importante que tenemos", es el mejor refutador de
cualquier escepticismo.5 Pero frente a esa afortunada y constatable existencia, Popper
reformula la clásica pregunta kantiana sobre la posibilidad del conocimiento para
concentrarse en descubrir con precisión los rasgos centrales del mismo.
Por ello, el filósofo austriaco únicamente acepta ser llamado escéptico si por tal
designación se entiende una posición que no obstante reconocer los serios problemas
relacionados con la búsqueda de la verdad, afirma también la capacidad de la razón
humana para aproximarse sucesivamente a cada vez mejores y más satisfactorias
explicaciones sobre el comportamiento y la naturaleza de la realidad en sus diversas
manifestaciones. Como señala el propio Popper:
Es correcto tildarme de escéptico (en el sentido clásico) en tanto niego la posibilidad de
un criterio general de la verdad (no tautológico). Pero esto vale para todo pensador
racional, por ejemplo, para Kant, Wittgenstein o Tarski. Y yo, al igual que ellos, acepto
la lógica clásica (que interpreto como el canon de la crítica; es decir, no como el canon
de la prueba sino como el canon de la refutación, del elenchos). 6
Una vez acotada su forma de comprender los límites aceptables de las posturas
escépticas, Popper pasa inmediatamente a señalar en dónde toma distancia crítica y
cómo logra superar las objeciones del escepticismo en su propia visión de la naturaleza
del proceder científico:
Pero mi posición difiere fundamentalmente de lo que hoy día se suele denominar
escéptico. En cuanto filósofo no me interesa la duda y la incertidumbre, porque son
estados subjetivos y porque hace mucho tiempo abandoné por superflua la búsqueda
de la certeza subjetiva. El problema que me interesa es el de los motivos racionales
críticos en sentido objetivo para preferir una teoría a otra, en la búsqueda de la
verdad. Estoy seguro que ningún escéptico moderno ha dicho algo como esto antes
que yo.7
En suma, la novedad de la epistemología popperiana parte de reconocer que los rasgos
principales del proceso de conocimiento nacen de enfrentarse -que es a la vez un
reconocer- con las dificultades propias de la imposibilidad de alcanzar una certeza
apodíctica del saber. De ahí que la conjetura sea para Popper la mejor vía de
manifestación del conocer. El saber es siempre algo susceptible de ser refutado y, por
lo mismo, no cancela la posibilidad del progreso en este mismo terreno.
En ese sentido, Popper sostiene que el canal efectivo para adquirir nuevo conocimiento
es la crítica. Se trata de una vía negativa que busca siempre descalificar, anular,
mostrar los límites y las insuficiencias del saber establecido. Un saber que de ser
3
superado será sustituido, sin embargo, por una nueva conjetura, la cual puede
significar en su momento un avance real en la comprensión de una determinada
parcela de la realidad, pero que no por ello perderá su carácter o condición conjetural.
Por esta razón, Popper sostiene que la objetividad del saber radica exclusivamente en
este ejercicio de la capacidad crítica de la razón:
Aprendemos que es imposible interpretar incluso las teorías científicas mejor
confirmadas como conocimiento en el sentido clásico. Incluso nuestras teorías
científicas mejor comprobadas y confirmadas son meras conjeturas, hipótesis que han
tenido éxito y que están condenadas para siempre a seguir siendo conjeturas o
hipótesis.8
Ahora bien, en esta descripción negativa de la naturaleza del conocimiento científico
hay igualmente una firme toma de posición del autor con respecto a las posturas
cientificistas. En efecto, para Popper, la cara opuesta o la contraparte del escepticismo
es el positivismo o cientificismo acrítico, por cuanto este último mantiene una excesiva
afirmación de la autoridad de la tradición como fuente de conocimiento, lo cual se
traduce en una concesión de prioridad de la homogeneidad doctrinal y en una rígida -y
hasta casi ciega- aplicación de la metodología positivista que prioriza la unidad de
método. Ambos principios, homogeneidad doctrinal y unidad de método, se afirman en
su simplicidad frente a la contrastante complejidad de los objetos del conocimiento:
A pesar de mi admiración por el conocimiento científico, no soy un partidario del
cientificismo,
pues
el
cientificismo
afirma
dogmáticamente
la
autoridad
del
conocimiento científico; mientras que yo no creo en autoridad alguna y siempre me he
resistido al dogmatismo; y sigo resistiéndome, especialmente en la ciencia. 9
La tradición doctrinal constituye, como sabemos, una especie de marco regulatorio en
virtud del cual se moldean las maneras de pensar un determinado problema de la
ciencia. En cuanto tal, la tradición doctrinal ejerce un fuerte papel condicionante al
señalar que las hipótesis científicas no pueden ir en contra de los postulados de las
teorías fundamentales que rigen nuestra comprensión de determinada área de la
realidad. Sin embargo, la historia de la ciencia muestra frecuentemente que la fidelidad
de los científicos a sus respectivas tradiciones de conocimiento puede vulnerarse
cuando estos científicos llegan a imaginar o concebir soluciones a los problemas que a
veces implican romper con la tradición.
¿Cómo se explica entonces -se pregunta Popper-, este drama personal del científico? A
partir -responde- de la igualmente necesaria afirmación del momento de libertad y
creatividad presente en la dinámica constitutiva del quehacer científico. Es decir, por
más que se postule una necesaria rigidez en la aplicación del método científico, éste no
puede negarle al propio científico el ejercicio de la creatividad, de la invención -muchas
veces audaz y arriesgada-, de la creación de significación.
Este momento de libertad y creación, tan decisivo en la conquista del conocimiento, es
el que Popper reivindica para su propia concepción gnoseológica:
4
Mi epistemología supone que las ciencias naturales no comienzan con "mediciones"
sino con grandes ideas; y que el progreso científico no consiste en la acumulación o
aclaración de hechos, sino en ideas osadas y revolucionarias, que a continuación se
critican y examinan.10
En consecuencia, afirma Popper, el punto de partida de la configuración del saber no
son los datos empíricos brutos sino los problemas globales, condicionados por su
particular tradición de desarrollo, pero también colocados en un primer plano desde
una elección -sin duda racional, pero también subjetiva- del propio hombre de ciencia.
De ahí que para Popper, el método de la ciencia consista en esa elección de problemas
y en la permanente crítica o falsación de nuestros ensayos de solución, los cuales serán
siempre tentativos y provisionales.
Ahora queda claro por qué Popper denomina racionalismo crítico a su concepción de
ciencia: racionalismo, por cuanto defiende, a pesar de sus obvios límites, la capacidad
humana de explicar y comprender el comportamiento del mundo de una forma
objetiva; y crítico, en virtud del empeño permanente y central que confiere a la tarea
de contrastación y falsación de todas las hipótesis que buscan resolver los problemas o
desafíos que la realidad plantea al hombre.
Dicho esquemáticamente, el racionalismo crítico se define por los siguientes
postulados:
1) En el conocimiento científico no hay verdades ni certezas absolutas. La verdad
solamente puede alcanzarse de manera aproximativa y progresiva.
2) Debido a la existencia del error, nuestro conocimiento únicamente puede llegar a ser
conjetural e hipotético. Todas las teorías son intentos racionales de explicación y
solución a problemas humanos. En cuanto tal, las teorías son meros ensayos
susceptibles de ser superados.
3) El método de la ciencia es, en consecuencia, la crítica, la falsación o, en otras
palabras, la corrección del error. El método es entonces un ejercicio de ensayo y error
en donde proponemos soluciones tentativas a los problemas que nos ocupan y
desechamos todas aquellas que resultan ser falsas. De ahí que la crítica ocupe un lugar
central en el devenir del método científico. 11
Un liberal radicalmente optimista
Parece existir cierto consenso entre los interpretes y exégetas de Popper en que su
filosofía política se desprende lógicamente de su filosofía de la ciencia.12 Esto hace que
la filosofía política popperiana se caracterice por ser realista, racionalista, crítica,
indeterminista, antiutópica y, por tanto, antihistoricista. De hecho, esos rasgos son la
expresión necesaria del esfuerzo popperiano por reconducir su filosofía política desde
los mismos presupuestos que configuran su metodología científica convertida ahora en
una metodología política.
5
Sin embargo, no deja de ser contrastante el hecho de que esa metodología científica,
configurada desde una visión rigurosamente acotada de los límites de la razón humana
y cuyos principios rectores poseen un indudable sesgo negativo, crítico y hasta
pragmático, sea la base para defender una visión optimista y positiva de la libertad
humana así como de los valores de la democracia liberal y de su realización práctica.
En efecto, subyace en Popper -sobre todo en sus últimos escritos- un optimismo
radical, casi ecuménico, en la utilización de la ciencia y del conocimiento para
conformar una sociedad democrática. Tal pareciera que Popper, a pesar de su esencial
talante crítico, presente también en su filosofía política, no logra sustraerse a la
necesidad de volverse un apologeta del régimen democrático liberal en sus diversas
variantes y manifestaciones históricas representadas en las sociedades industrializadas
contemporáneas.
Obviamente, no estamos en contra de la democracia liberal y de la defensa de los
derechos y libertades políticas de los individuos. Más aún, reconocemos el derecho de
Popper de creer que la democracia representa la institucionalización y expresión del
método científico. El problema está en que en esa defensa popperiana subyace una
inevitable reducción de la filosofía política a tecnología social.
De ser así, la parte más creativa de la filosofía política de Popper se vuelve ingenua,
simplista y hasta limitada para dar cuenta de la naturaleza de la vida política. Dicho en
otras palabras, que un autor tan crítico, realista y consecuente en el plano
epistemológico defienda posiciones sumamente idealizadas de la sociedad democrática
liberal no resulta necesariamente contradictorio pero sí bastante desconcertante.
En concreto, la metodología política del último Popper, inspirada en su contraparte
científica, se define por los siguientes aspectos:
1) Pretende ser una filosofía política antiautoritaria; es decir, una filosofía preocupada
por establecer instituciones y mecanismos que eliminen cualquier obstáculo al ejercicio
de la libertad y del pleno desarrollo de la individualidad. En este sentido, Popper es un
pensador liberal no sólo consecuente sino extremadamente radical. De hecho, para él
la libertad es el principal valor ético y, en consecuencia, el principio de jerarquización
del resto de los valores existentes -especialmente de los de tipo comunitario, tales
como: la igualdad, la justicia, la solidaridad, etcétera.13
En el plano político, lo anterior supone que cualquier institución política diseñada y
creada por los seres humanos debe estar en función de la defensa y la promoción de la
libertad. Ahora bien, vinculadas a la libertad se encuentran la racionalidad y la crítica.
Popper considera que "sin libertad política es imposible la libertad de pensamiento",
pues la primera es una condición del libre uso de la razón de cada individuo.
2) Desde esta perspectiva, un Estado no autoritario puede ser solamente el que existe
dentro y posibilita el funcionamiento de un régimen democrático.14 Según Popper, la
democracia política -que no es sino democracia liberal- es el régimen que ha
conseguido con mayor efectividad el establecimiento de una existencia social pacífica y
6
ordenada sin menoscabar el valor supremo de la libertad; es la estructura institucional
mejor adaptada hasta ahora para fomentar la libertad y la creatividad individual en un
marco de convivencia pacífica. Por ello, sostiene Popper, su rasgo principal no consiste
en ser el gobierno de muchos o del pueblo, tal y como se concibe en su versión clásica,
sino en que sus integrantes pueden ejercer su derecho a deponer a los gobernantes sin
sufrir represalias o sin provocar desequilibrios sociales o accesos de violencia política
masiva en la realización de tal empresa. En consecuencia, la libertad de expresión y la
realización de elecciones libres son las manifestaciones empíricas más claras de la
vigencia o no de un auténtico régimen democrático.15
3) Por supuesto, un complemento esencial en un régimen democrático es la vigencia
de un mercado libre. La existencia de un mercado desregulado es una constante en las
sociedades exitosas de Occidente. El mercado es también una institución que permite
una gran extensión de la libertad y justifica a la competencia como un factor
estimulante de crecimiento y desarrollo social. Ciertamente, la competencia es vista por
Popper como un proceso que favorece el descubrimiento de nuevas formas de vivir y,
con ellas, de nuevas posibilidades de vida.
Popper es entonces, uno de los grandes defensores de los regímenes democráticos. Sin
embargo, también es uno de los autores que con mayor claridad señala sus alcances y
límites estructurales. Sucede que para Popper, como para muchos otros filósofos y
teóricos de la política, la democracia es apenas el menos malo de todos los regímenes
políticos ideados y puestos en práctica por los seres humanos a lo largo de su historia.
La razón de ello quizá estribe en que así como no hay fuentes de conocimiento
infalibles tampoco pueden haber hombres o instituciones infalibles. La democracia no
es entonces, ninguna panacea ideal de convivencia social: "no puede conferir
beneficios al ciudadano y no debe esperarse que lo haga".16
4) Naturalmente, el realismo de Popper en el plano político impide que su filosofía
contemple como algo viable la construcción de una sociedad en la que todos los
conflictos y problemas de poder arbitrario sean totalmente eliminados: Una "sociedad
perfecta" es un imposible.17
De igual manera, un orden político plenamente armónico, además de ser imposible en
el plano práctico, no es un objetivo deseable para la convivencia social. Para Popper,
los intentos "revolucionarios" de crear una sociedad perfecta suponen forzosamente
investir al Estado de una enorme cantidad de poder, lo cual implica un doble peligro.
Por una parte, es inevitablemente una potencial y grave amenaza para el ejercicio de la
libertad individual. Por la otra, un Estado concentrador monopólico del poder genera
también las mismas desigualdades de poder y de condiciones sociales que los
entusiastas revolucionarios están tan interesados en eliminar.
En esta lógica, Popper es un impresionante y demoledor adversario de todos los
enfoques utópicos y revolucionarios de transformación política y social. Por ejemplo,
pensar en una sociedad "verdaderamente humana", totalmente igualitaria y justa, es
7
decir, sin clases sociales es un despropósito que trae más males de los que promete
resolver. Según Popper, las utopías (sobre todo las sociales) plantean al ser humano
metas abstractas, generales y últimas que no pueden ser formuladas con claridad y
mucho menos comprendidas y discutidas de una manera racional. Además, parten de
unos supuestos teóricos que no pueden menos que ser irreales e incoherentes.
Desde el plano de la experiencia práctica, Popper igualmente nos recuerda que toda
eliminación de un mal suele producir como consecuencia no intencionada un conjunto
de males nuevos, aunque posiblemente menores. De ahí que en el plano político y
social sean las posturas gradualistas las que mejores resultados y experiencias han
aportado en el desenvolvimiento de la historia humana. Además, tales posturas
gradualistas permiten sortear con mayor agilidad los usuales chantajes éticos de las
posturas maximalistas (que Popper identifica con las utopías de izquierda), las cuales
subordinan la individualidad en función de sus fines últimos y minimizan o eliminan el
ejercicio de la libertad personal. Como dice Popper:
Mi proposición es muy modesta. Todo lo que afirmo es que una crítica social de
inspiración ética ha tenido éxito en algunos lugares, y que ha conseguido eliminar, al
menos por el momento, algunos de los peores errores de la vida social y pública... Pero
la imposición de fines éticos, la mejora efectiva de las relaciones sociales, tiene ciertos
requisitos previos muy concretos. Los ideales sociales y la crítica social sólo se vieron
coronados por el éxito cuando las personas aprendieron a respetar opiniones diferentes
de las suyas, y a adoptar fines políticos sobrios y realistas.18
5) En resumen, para Popper los regímenes democráticos son superiores a cualquier
otro tipo de régimen existente. Los argumentos que sostienen esa aseveración apelan
a los siguientes hechos: las democracias occidentales institucionalizan el máximo goce
de la libertad, fomentan el uso de la razón, estimulan el ejercicio de la crítica y exigen
el debate y la discusión civilizada como método para dirimir las controversias y
conflictos sociales. Es decir, el reducido grupo de democracias occidentales
consolidadas (E.U.A., Inglaterra, Francia, etcétera) son, en esta perspectiva de
interpretación, la materialización del mejor mundo posible que la humanidad ha podido
construir hasta ahora. Su superioridad como ordenamientos sociales radica no sólo en
los altos índices de bienestar material del que disfrutan sus integrantes sino en que
están más favorablemente dispuestos a la propia reforma interna y son más justos que
cualquier otro de la historia conocida.
A la pregunta de si la civilización occidental es algo bueno y deseable, Popper responde
positivamente haciendo alarde de un optimismo que no encontramos tan fácilmente en
su visión epistemológica:
Sostengo que nuestro mundo, el mundo de las democracias occidentales, sin duda
alguna no es el mejor de todos los mundos políticos pensables o lógicamente posibles,
pero es ciertamente el mejor de todos los mundos políticos de cuya existencia histórica
8
hemos tenido conocimiento. Desde este punto de vista soy, por lo tanto, un furioso
optimista.19
Algunos dilemas y problemas abiertos
El pensamiento de Popper está atravesado por profundos contrastes. Obviamente, no
es ni mucho menos un pensamiento lógicamente contradictorio sino a lo sumo un
pensamiento original, creativo y abierto, pero que no puede escapar a la inevitable
adopción de un determinado marco filosófico y, consecuentemente, a la particular
forma de mirar el mundo que de ahí se deriva.
En ese sentido, si algo permite integrar en una visión única los agudos contrastes
presentes en este pensamiento, ese algo es la fe en la filosofía de la Ilustración que el
mismo autor afirma y proclama. De hecho, Popper no se cansa de externar su creencia
en el poder de la autoliberación del ser humano por medio del saber.20
Para finalizar, resumo en tres puntos las conclusiones de mi acercamiento al
pensamiento del último Popper.
1) Es un pensamiento que acepta la intrínseca y casi insuperable dificultad para
alcanzar un conocimiento confiable y certero del mundo, pero que defiende al mismo
tiempo los fueros del conocimiento científico, en donde el papel y la importancia de la
imaginación son altamente apreciados y destacados a pesar de las predominantes
tendencias positivistas en el interior de la ciencia.
2) Es un pensamiento que reconoce el impresionante avance tecnológico de nuestra
época y su riqueza de aplicaciones prácticas, pero que al mismo tiempo nos advierte
seriamente sobre las consecuencias imprevisibles y los peligros potenciales presentes
en una actitud de excesiva confianza sobre el presunto control y/o domesticación
aparente que el hombre posee respecto de esas invenciones tecnológicas.
3) Es un pensamiento que al tiempo que nos advierte de los peligros inherentes para la
vigencia de la libertad y de los derechos individuales en los Estados totalitarios -así
como de la imposibilidad de controlar completa y racionalmente cualquier sistema
político-, no tendría reparos, sin embargo, en aceptar una "ingeniería social
fragmentada" para emprender audaces proyectos de convivencia social una vez que
hubiésemos adquirido un cuerpo confiable de conocimiento social y político.
A las puertas de un nuevo siglo que se manifiesta como una época de interrogación y
profunda incertidumbre, la filosofía de la ciencia y de la sociedad de Popper quizá no
ofrece un asidero seguro ante nuestras desconfianzas, temores e inseguridades, pero sí
una afirmación de la capacidad humana para hacer frente a un tiempo y a un universo
inestable y caótico.
Notas
9
1. .Existe una razón adicional para emprender esta tarea: la reciente publicación en
español de varios escritos del filósofo austríaco. Se trata de: En busca de un mundo
mejor, Barcelona, Paidós, 1994 y La responsabilidad de vivir. Escritos sobre política,
historia y conocimiento, Barcelona, Paidós, 1995. A estos libros cabe añadir una
compilación realizada por David Miller: Popper. Escritos selectos, México, FCE, 1995.
Sin duda, la visión de conjunto que nos dan estos escritos nos permiten aclarar,
ampliar y profundizar en el pensamiento de Popper. Cabe señalar que según Braian
Magee, uno de los principales intérpretes de la obra de filósofo austríaco, al momento
de morir, Popper había publicado apenas la mitad de su obra. Una razón más para
buscar rasgos de continuidad o ruptura entre los escritos ya clásicos de Popper y sus
ensayos más recientes. B. Magee, Popper, México, Colofón, 1993.
2. Véase, al respecto, J.M. Mardones y N. Ursua, Filosofía de las ciencias humanas y
sociales. Materiales para una fundamentación científica, México, Fontamara, 1987.
3. Cabe destacar, sin embargo, que la ciencia física ha sufrido en las últimas décadas
una modificación sin precedentes en sus perspectivas de desarrollo conceptual.
Básicamente, nuevos descubrimientos relacionados con el área de la termodinámica de
sistemas lejos del equilibrio y que se encuentran íntimamente vinculados con la
problemática de la naturaleza del tiempo, han dado paso a un cuestionamiento radical
del ideal determinista que había guiado a la mecánica (desde la clásica hasta la
cuántica). Así, la física se encuentra frente a la necesidad de reelaborar sus esquemas
conceptuales a partir de una nueva comprensión de la naturaleza profunda del tiempo.
Véase, al respecto, I. Prigogine, Entre el tiempo y la eternidad, Madrid, Alianza, 1990.
También mi ensayo: A. Sermeño, "Las ciencias sociales y la teoría del caos", Paradoxa,
San Salvador, núms. 2-3, julio-diciembre de 1994, pp. 29-37.
4. Popper considera que el relativismo filosófico es aquella doctrina según la cual no
existe verdad objetiva sino sólo verdades para esta o aquella época. En cambio, el
relativismo sociológico sería la tesis que sostiene que hay verdades o ciencias para este
o aquel grupo o clase y ambas serían igualmente legítimas. Véase K. Popper, "La lógica
de las ciencias sociales", en En busca de un mundo mejor... cit., p. 100.
5. "El conocimiento y la configuración de la realidad", en En busca de ... cit., p. 17.
6. Ibid., p. 22.
7. Idem.
8. Ibid. ,p. 20.
9. Ibid., p. 21.
10. "Contra las grandes palabras", en En busca de ..., cit., p. 122.
11. Véase "La teoría de la ciencia desde un punto de vista teórico-evolutivo y lógico",
en K. Popper, La responsabilidad de vivir, cit., pp. 17-41.
12. Véase, a manera de ejemplo, E. Suarez-Iñiguez, De los clásicos políticos, México,
UNAM/Miguel Angel Porrúa, 1994, capítulo XVI, "La sociedad abierta y sus enemigos de
Karl Popper", pp. 243-264.
10
13. Véase: "Contra el cinismo en la interpretación de la historia", en La responsabilidad
de..., cit., p. 236.
14. Claro que como para todo buen liberal, también para Popper el Estado es un mal
necesario. No obstante, Popper advierte sobre la paradoja que supone el mal uso de la
libertad dado que en ese mal uso encuentra una de sus principales justificaciones la
existencia del poder estatal. Como dice el autor: "necesitamos libertad para impedir el
abuso del poder del Estado, y necesitamos al Estado para evitar el mal uso de la
libertad. Este es un problema que, evidentemente, nunca se puede resolver por medio
de leyes". K. Popper, "Observaciones referentes a la teoría y praxis de los Estados
democráticos", en La responsabilidad de..., cit., p. 193.
15. "A propósito del tema de la libertad", en La responsabilidad de..., cit., pp. 143-144.
16. "La opinión pública y los principios liberales", en En busca de..., cit., p. 203.
17. "Sobre el choque cultural", en En busca de..., cit., p. 158.
18. "La emancipación por el conocimiento", en En busca de..., cit., pp. 191-192.
19. "A propósito del tema de la libertad", en La responsabilidad de..., cit., p. 144.
20. Ibid., pp. 135-136.
11