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CARTA DEL AUTOR AL TRADUCTOR
Puede ser estimada como Prefacio 1
Vuestra traducción d e mis Principios es tan clara y perfecta, que
i -.pero q ue sean leídos p or más personas en francés que en latín y
■11 ic sean mejor com prendidos. Sólo tem o q u e el título desaliente a
i|tnencs no han seguido estudios o bien a quienes ya se han form ado
nii.i mala opinión de la Filosofía, pues la que les ha sido enseñada no
li k ha satisfecho. P or todo ello creo q ue sería conveniente incorporar
mi l’refacio que les diera a conocer cuál es el tema del tratado, qué
|tioposito ha guiado su redacción y q ué utilidad p u ed e reportar su
I· iiura. Aun cu a n d o parece que debería asumir la com posición de
> iic Prefacio puesto q ue d e b o conocer el co n ten id o del tratado me|m que nadie, sin em bargo no me cabe otra tarea q ue la de ex pon er
kiiuntamente (1) los principales puntos que, en mi criterio, deberían
1 1 d atad o s en él mismo; dejo a vuestra discreción el d ar a conocer
I" que juzguéis adecuado.
I lubiera explicado, en prim er lugar, lo qu e es la Filosofía, inii hiiido la exposición por los temas más difundidos; éste es el caso de
lo que significa la palabra Filosofía: el estudio de la Sabiduría; que
Iμii Subiduría no sólo hem os de e n ten d e r la prudencia en el obrar,
c/incorporación
1 I .i misma titu lación nos advierte que estamos ante una v a ria n l
<i | ■11 » J e la prim era ed ició n en latín; la ed ició n latina de 1650 ya in co rp o ró la iraIni i inn de este texto.
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sino un perfecto conocim iento d e cu a n to el ho m b re p u ed e conocer,
bien en relación con la con d u c ta q u e d e b e adop tar en la vida, bien
en relación con la conservación de la salud o co n la invención de
todas las artes; q u e para que este conocim iento sea tal, es necesario
q u e sea d e d u c id o (2) d e las prim eras causas, de suerte que, para in­
tentar adquirirlo, a lo cual se den o m in a filosofar, es preciso com enzar
por la investigación de las primeras causas, es decir, d e los Principios
(3); q ue estos Principios (4) d eb e n satisfacer dos condiciones: de
acuerd o con la prim era han d e ser tan claros y tan evidentes q u e el
espíritu h u m a n o no p ued a d u d a r de su verdad cu a n d o atentam ente
se dedica a examinarlos; d e ac u erdo con la segunda, el conocim iento
d e todas las otras cosas ha de d e p e n d e r de estos principios, d e m od o
q ue pudieran ser conocidos sin q u e las otras cosas nos fueran c o n o ­
cidas, pero no a la inversa, esto es, éstas sin aquéllos; además, es pre
ciso intentar d e d u c ir d e tal forma d e estos principios el co n o c im ien ­
to d e las cosas q u e d e p e n d e n de ellos, que nada haya en toda la serie
d e ded uccion es efectuadas q u e no sea muy manifiesto. Sólo Dios es
perfectam ente sabio, es decir, sólo Dios posee un cono cim ien to c o m ­
pleto de la verdad de todas las cosas (3); no obstante, cabe decir que
los hom bres poseen mayor o m en or Sabiduría en razón del conocí
m iento mayor o m eno r que posean de las verdades más importantes.
E n to d o cu a n to ha sido dicho, no creo que exista algo q u e no sea
aceptado p or todos los doctos.
Además, hub iera indu cido a la consideración de la utilidad de
esta Filosofía y m ostrado que, puesto q u e se extiende a cu a n to el es­
píritu h u m a n o p u ed e saber, se d eb e creer q u e sólo ella nos distingue
de los más salvajes y bárbaros y q u e las naciones son tanto más civili­
zadas (6) y educadas, cu an to mejor filosofen sus hom bres; así pues,
disponer de verdaderos Filósofos es el mayor bien que p u e d e acae­
cer a un Estado. Es más, no sólo es útil para to d o h o m b re vivir en
com pañía de quienes se dedican a este estudio, sino q u e es in com pa­
rablem ente m ejor q ue cada h om bre se entregue al mismo, tal y
como, sin d u d a alguna, es m u ch o más deseable servirse de los pro
pios ojos para orientarse y para disfrutar de la belleza d e los colores
y de la luz q u e seguir las instrucciones de otro y m antenerlos cerra­
dos. N o obstante, esto último es preferible a m an tener cerrados los
ojos y sólo contar con u n o mismo para orientarse. Vivir sin filosofar
equivale a tener los ojos cerrados sin alentar el deseo de abrirlos; no
obstante, el placer de observar todas las cosas q u e nuestra vista des­
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i ubre, no es com parable en m o d o alguno a la satisfacción q u e genera
el conocim iento d e lo q u e la Filosofía descubre; más aún, este e stu ­
dio es más necesario para reglar nuestras co stu m b res y nuestra c o n ­
ducta en la vida d e lo q u e lo es el uso d e los sentidos para guiar
nuestros pasos. Los animales qu e sólo d e b e n d e conservar su cuerpo,
ocupan d e m o d o constante en buscar con q u é alimentarlo; los
hombres, sin embargo, cuya parte principal es el espíritu, d eberían
■ilanarse principalm ente en la b ú sq u e d a d e la Sabiduría pues es su
verdadero alimento. Seguro estoy d e que m uch os serían los que se
entregarían a tal fin si tuvieran esperanza de lograr éxito y sospecha­
dlo de cuán to son capaces. N o hay alma po r p oco noble q u e sea, q ue
permanezca tan aferrada a los objetos de los sentidos q u e no llegue a
distanciarse d e ellos co m o para no desear en algún m o m en to algún
nim bien aun c u a n d o frecuentem ente ignore en q u é consiste. Q u ie ­
nes son más favorecidos p or la fortuna, q uien es gozan de b uen a sa­
lud, disfrutan d e honores, riquezas, no están más libres de este deseo
i|tic los restantes hom bres; por el contrario, estoy p ersu ad id o de q ue
i llns son quienes persiguen más ardientem en te algún o tro bien, más
•ubi-rano q u e todos cu anto s poseen. Ahora bien, este sob eran o bien,
i misiderado por la luz natural sin ayuda d e la fe, no es otra cosa q ue
1 1 conocim iento de la v erdad p or sus prim eras causas, es decir, la SaImliiria, cuyo estudio desarrolla la Filosofía (7). P u esto q u e cu an to he
■s |mcsio es verdad, no sería difícil persuadir d e todo ello si fuese
iiilecuadamente expuesto.
Ahora bien, habría explicado sum ariam ente en q u é consiste toda
Iii i icncia alcanzada y cuáles son los grados d e Sabiduría a los q u e se
li.i .iccedido, ya q u e la experiencia no nos autoriza a estimar verdadei" cuanto he expuesto, pues nos m uestra qu e quienes hacen pro fe •ii m de filósofos son frecuentem ente m enos sabios y m enos razonalili s que otros q ue nunca se han d ed ica d o a su estudio (8). El
l'limero sólo contiene nociones q u e son tan claras por sí mismas q u e
pueden ser o btenidas sin meditación. El segundo c o m p re n d e todo
■u.mto la experiencia d e los sentidos nos permite conocer. El terceiii m a n t o nos enseña la conversación q u e m antenem os con otros
limiibres. El cuarto, perm ite considerar cu a n to se adqu iere m ediante
l'i lectura, no de todos los libros, sino sólo d e aquellos q u e han sido
•i utos por personas capaces d e otorgar buenas enseñanzas, ya que
*ii lectura es una especie d e conversación q u e m antenem os con sus
'uinies. Estimo q u e cuanta Sabiduría se acostum bra a poseer, sólo se
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ad quiere m ediante estos medios, pues n o incluyo la revelación divina
ya q u e n o nos c o n d u c e gradualm ente, sino q ue nos eleva de golpe a
una creencia infalible. Mas en todas las épocas los h o m b res em in en ­
tes han intentado hallar un q u in to grado, incom p arablem ente más al­
to y más seguro q u e los otros cuatro, para acceder a la Sabiduría;
consiste en indagar las prim eras causas y los verdaderos Principios a
partir de los cuales se pud iera d ed u c ir las razones de to do cuanto se
p u ed e saber; a q uienes se han afanado en ello es a los q ue se d e n o ­
mina Filósofos. Sin em bargo no sé de alguno q u e haya logrado éxito
en tal tarea. Los prim eros y principales cuyos escritos poseemos, son
Platón y Aristóteles; no cabe destacar otra diferencia entre ellos, sino
q ue Platón, siguiendo las huellas de su m aestro Sócrates, ha confesa­
d o ingenuam ente q u e no había p o d id o acceder al conocim iento de
algo cierto y se ha satisfecho con escribir lo q u e le ha parecido vero­
símil, im aginando a tal efecto algunos Principios m ediante los cuales
intentaba dar razón d e otras cosas. Aristóteles, por el contrario, fue
m enos franco y, si bien fue discípulo d e Platón d u ra n te veinte años,
no formuló otros principios qu e los de Platón aun cu a n d o modificó
totalm ente su exposición, llegando a p roponerlos com o verdaderos y
seguros, a u n q u e no existe apariencia alguna d e que los considerara
co m o tales. Estos dos hom bres poseían un talento y Sabiduría muy
superior a la que cabe o b ten er m ediante los medios anteriorm ente
expuestos; tal es la razón de su gran autoridad, de suerte qu e cuantos
les sucedieron, se atuvieron preferentem ente a seguir sus opiniones y
no a indagar algo mejor. La principal disputa m antenida por sus dis­
cípulos tuvo por objeto discernir si se d ebían p o n er en d u d a todas
las cosas o si, por el contrario, algunas eran ciertas. U nos y otros se
vieron arrastrados a d efender errores extravagantes: quienes estaban
a favor de la d ud a, la hacían extensiva incluso a las acciones de la vi­
da, de m od o q u e m enospreciaban conducirse con prudencia; quienes
defendían la certeza, su p o n ie n d o q u e debía d e p e n d e r de los senti­
dos, les otorgaban una com pleta confianza, hasta el p u n to d e llegar a
decirse que E p ic u ro se atrevió a afirmar, op o n ién d o se a todos los ra
zonamientos de los astrónomos, q ue el Sol no era de dimensiones ma
yores q u e las q u e parecía tener. Se percibe, pues, un defecto que sue
le constatarse en la mayor parte de las disputas: residiendo la verdad
en el térm ino m edio de las dos opiniones opuestas, tanto más se aleja
de ella cada u n o de los qu e polemizan, cu a n to mayor es su propósito
d e contradecir Ahora bien, el error de quienes se inclinaban de par
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le de la duda, n o fue m antenido p or m u ch o tiempo; el error d e los
m ros ha sido corregido en cierto m o d o en la m ed id a en qu e se ha
llegado a re co no cer q ue los sentidos nos engañan en m uchas circunstuncias. A hora bien, este error no creo que haya llegado a ser extirpa­
do de raíz, haciendo ver q u e la certeza no reside en los sentidos, sino
rn el entendim ien to cu a n d o posee percepciones evidentes; que, dis­
poniendo sólo de aquellos conocim ientos que integran los cuatro pri­
meros grados de Sabiduría, no d ebe d u d arse de las cosas q u e pare­
cen verdaderas en lo q u e a la c o n d u c ta d e la vida se refiere, pero
lumpoco d e b e n ser estim adas tan ciertas q u e no p u eda modificarse la
opinión cu a n d o a ello obliga la evidencia de alguna razón. Al d esc o ­
nocer esta verdad, o bien, siendo conocida, al no servirse d e ella, la
inuyor parte de cuantos han d e s e a d o ser filósofos en los últimos
linos, han seguido ciegamente a Aristóteles hasta el p u n to d e co rro m ­
per con frecuencia el sentido de sus escritos, atribuyéndole diversas
opiniones que, si de nuevo retornara a este m undo, no reconocería
■ d iñ o propias. P or otra parte, quienes no han seguido a Aristóteles
irntre los cuales han estado varios de los más destacados espíritus)
no han dejado de estar im buidos de estas opiniones desde su juven1 1 mi, ya q u e son las únicas q u e se enseñan en las escuelas; ello ha d a ­
do lugar a q u e su espíritu esté to m ad o en forma tal p o r opiniones
p i('concebidas (9) q u e no han p o d id o acceder al co nocim iento de los
>i i (laderos principios. Estim ándoles a todos y no d eseand o hacerm e
nilioso al criticarles, p u e d o aportar una p ru e b a tal d e lo expuesto
■|iit* no pienso que alguno d e ellos p ued a rechazarla: todos ellos han
impuesto co m o Principio algo q u e no ha sido perfectam ente co noci­
do Por ejemplo, todos han invocado el peso co m o inherente a los
i iicrpos terrestres; y si bien la experiencia m uestra con gran claridad
|ii<‘ los cuerpos, d en om inados pesados, descienden hacia el centro
1 11 lu tierra, sin em bargo no co no cem os cuál es la naturaleza de lo
>|iic se d enom in a peso, es decir, la causa o Principio q u e les hace
ili-Htender de tal m odo y q u e deb e rem o s indagar de otra forma. O tro
imito cabe decir del vacío y de los átomos, del calor y del frío, de la
»-i|iK‘d ad y de la hum edad , d e la sal, del azufre y del m ercurio, y de
■umitas cosas semejantes han invocado co m o sus Principios. Puesto
• | i h - todas las conclusiones d ed u c id a s de un Principio q u e no es evi■Irnte, no p u e d e n ser evidentes, a u n q u e hayan sido deduc id a s eviili lilemente, se sigue q u e cu an tos razonam ientos han sido fundados
•nlire tales principios, no han p o d id o facilitarles el conocim iento
II
cierto de algo, com o tam poco, en consecuencia, les ha perm itido
avanzar en la indagación de la Sabiduría. Es más, si han llegado a in­
dagar algo verdadero, ha sido p o r alguno de los otros caminos descri­
tos. Con todo, no deseo rebajar en nada el h o n o r a q u e se han hecho
acreedores; solam ente estoy obligado a decir para consuelo d e los
que no han estu d iad o q ue así co m o al viajar, d a n d o la espalda al
p u n to al q ue nos hem o s de dirigir, tanto más nos alejamos cuanto
más tiem po y más rápidam ente caminamos, de suerte que, colocados
en el verdad ero camino, nos cabe alcanzar el p u n to de destino tan
p ron to com o si h ubiésem os perm anecido inmóviles; de igual m odo,
cu a n d o se asum en falsos Principios, cu a n to más se los cultive y c u a n ­
to más interés se ponga en o b te n e r consecuencias a partir de ellos,
estim ando q u e ello es filosofar correctam ente, tanto más nos aleja­
m os del conocim iento de la verdad y de la Sabiduría. De ello se d ebe
concluir que aquellos q u e descon ocen lo q u e hasta ahora se ha d e n o ­
m inado Filosofía, son los más capacitados para acceder al co no ci­
m iento de la verd adera filosofía.
D espués d e haber favorecido una correcta com prensión de estos
temas (10), hubiera desead o exp o n e r en este lugar las razones que sir­
ven para probar q u e los verdaderos Principios, en razón de los cuales
se p u ed e acceder al más alto grado de Sabiduría, soberano bien de la
vida hum ana, son los q ue he d a d o a co nocer en este libro. Basta con
dos d e estas razones: la primera, estos principios son muy claros; la
segunda, todas las otras cosas p u e d e n ser deducidas. Es así, pues sólo
estas dos condiciones son requeridas en los principios. P ru e b o fácil­
m ente q u e son muy claros: en prim er lugar, por la forma en q u e los
he hallado, a saber, rechazando todas las cosas a propósito de las cua­
les identifico la m en o r ocasión para dud ar, ya q u e es cierto q ue las
q u e no han p o d id o ser rechazadas en razón d e este criterio, hab ien ­
d o sido consideradas con atención, son las más evidentes y las más
claras q ue el espíritu h u m an o p ued a conocer. Así, apreciando que
q uien desea d u d a r de todo, no p u ed e llegar a d u d a r de q u e él sea,
mientras qu e está d u d a n d o , y q ue lo q u e razona de esta forma, no
p u d ie n d o d u d a r de sí mismo y d u d a n d o , sin embargo, de to d o lo d e ­
más, no es lo qu e llamamos nuestro cuerpo, sino lo q ue llamamos
nuestra alma o nuestro pensam iento, he to m ad o com o prim er princi­
pio el ser o la existencia de este p ensam iento a partir del cual he d e ­
d u c id o m uy claram ente todos los otros; a saber, q ue hay un Dios,
q u e es el autor de to do lo q u e hay en el m und o, y que, siendo la
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11 ¡ente de toda verdad, n o ha cread o en m o d o alguno nuestro e n te n ­
dim iento d e tal naturaleza que se pudiese engañar al em itir juicio so­
bre las cosas d e las q u e tiene una percepción q u e es m uy clara y muy
distinta. Estos son todos los principios d e los q u e me sirvo en lo
locante a las cosas inmateriales o Metafísicas y a partir de los cuales
deduzco muy claram ente los principios d e las cosas corporales o Físi■,i5, a saber, que hay cuerpos extensos en longitud, anchura y p ro fu n ­
didad, q u e tienen diversas figuras y se m ueven de distintas formas.
I los son, en suma, los principios a partir d e los cuales d e d u z c o la
verdad de las otras cosas. La segunda razón q u e p rueba la claridad
de estos principios es q u e han sido conocido s en todas las épocas y
■|iic, incluso, han sido aceptados com o v erd aderos e indudables por
indos los hombres, e x c e p tu a n d o solam ente la existencia d e Dios q ue
li.i sido puesta en d u d a p or algunos al haber atribu id o excesivo valor
ii l;is percepciones d e los sentidos cuand o, p or otra parte, Dios no
puede ser visto ni tocado. Pero, a u n q u e todas las verdades q ue sitúo
i mre mis Principios, hayan sido consideradas d esd e siem pre p or
nulos los hom bres, nadie hasta el presente, q u e yo sepa, las ha reco­
i μη ido co m o los Principios d e la Filosofía; es decir, nadie las ha c o n ­
siderado de m o d o q u e se pudiera d e d u c ir el cono cim iento d e todas
Lis otras cosas q u e son en el m undo. Tal es la razón p o r la q u e deb o
l'iohar q ue son tales, no p u d ie n d o hacerlo d e forma más adecuada
■|iie haciéndolo ver por experiencia, es decir, invitando a los lectores
i leer esta obra. Pues a u n q u e no trate de todas las cosas, d a d o q u e es
imposible, pienso h a b e r explicado de tal m o d o todas aquellas de las
'|iie he tenido ocasión de tratar que, cu a n d o las lean con atención,
ii ndran ocasión para persuadirse d e q ue no es necesario indagar
niios principios q ue los q ue he expuesto si desean acceder a los c o ­
nocimientos más elevados de los q u e el espíritu h u m a n o es capaz.
I'mu ¡pálmente si, d espu és d e haber leído mis escritos, se toman el
i nhludo de considerar cuán diversas cuestiones han sido explicadas
, recorriendo tam bién los escritos de los otros, aprecian cuán escasas
i .1 / 1 mes verosímiles han p o d id o apo rtar para explicar las mismas
, nestiones en virtud de Principios diferentes a los míos. Y, con el fin
ili que em p re n d ra n con gusto esta tarea, podría haberles expuesto
•|«it- quienes están im buidos de mis opiniones son los q ue tienen una
•lili< ultad m e n o r para c o m p re n d e r los escritos de otros y para apreiiii los en su justo valor; acontece to d o lo contrario d e lo q u e he d i­
luí de quienes se inician p o r la antigua Filosofía: cu a n to más se en13
tregan con afán a su estudio, tanto m enos capaces son de com pren
der la verdadera filosofía.
T am bién habría d ed ica d o unas líneas con la finalidad d e advertir
acerca d e la forma en q ue este libro d e b e leerse (11). Desearía qu e se
leyese todo él y de forma com pleta com o se hace con una novela,
esto es, sin forzar en exceso la atención ni d etenerse en las dificulta­
des q u e p ued e suscitar su lectura; sólo con la finalidad de conocer
en co n ju n to cuáles son las materias tratadas. Realizada esta lectura y
si se considera q u e m erecen ser exam inadas y alienta la curiosidad
de co n o c er las causas, p u ed e realizarse una segunda lectura con la fi­
nalidad de apreciar la secuencia d e mis razones; ahora bien, el lector
no d e b e desanim arse si esta secuencia d e las razones no es reconoci­
da en todas las partes o si no se co m p re n d e n todas. Basta con marcar
con un trazo d e p lum a los lugares en q ue se aprecian dificultades y
proseguir la lectura sin interrupción hasta el fin del tratado. Si se rea­
liza una tercera lectura, me atrevo a decir q u e se hallará la solución
de las principales dificultades q u e han sido señaladas con anteriori­
dad; si aún se m antienen algunas dificultades, la solución será hallada
al efectuar una nueva lectura.
H e apreciado, al analizar el natural de diversos espíritus, q u e no
los hay tan rudos ni tan torpes q ue no sean capaces d e nobles senti­
mientos, e incluso de adquirir todas las más altas ciencias si fueran
con ducido s tal y com o es preciso serlo. Tam bién cabe ofrecer una
prueba de ello puesto que, siendo los Principios tan claros y no d e ­
biendo d ed u c ir nada sino m ediante razonamientos m uy evidentes,
siempre se tiene la suficiente capacidad de espíritu para com prend er
lo q u e d e p e n d e de tales principios. C on independencia del impedí
m entó de los prejuicios, d e los q u e nadie se ve en teram ente libre, aun
cu ando los que son más obstaculizados por ellos son los que han es­
tudiado las falsas ciencias, casi siempre acontece que quienes son de
espíritu m od era d o no aprecian el estudio por cuanto no se consideran
capaces, y q u e quienes son más vivos, se apresuran en exceso; por ello
asum en principios q ue no son evidentes y obtienen de ellos conse
cuencias inciertas. P o r ello desearía garantizar a quienes desconfían
en exceso de sus fuerzas, q ue nada hay en mis escritos q ue no puedan
c om prender perfectamente si se toman el cuid ado de examinarlos; de
igual m odo, tam bién advertiría a los segundos q ue incluso los espíri
tus más destacados tendrán necesidad de m u ch o tiem po y atención
para percatarse de todo cuanto he tenido el propósito d e exponer.
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A continuación y con el fin d e facilitar la com prensión del fin per­
seguido al realizar la publicación de Los principios, procedería a expli­
car el orden al q ue creo que el lector debe atenerse con el fin de insimirse. Inicialmente, quien sólo ha adquirido el conocimiento vulgar e
imperfecto que cabe recabar por los cuatro procedimientos descritos
i o n anterioridad, d e b e ante to d o intentar formarse una Moral q u e
IHieda bastarse para reglar las acciones de su vida, p orque la vida no
tolera dilaciones y, además, p o rqu e d eb e m o s intentar sobre to d o bien
vivir (12). D espués de esto, tam bién d e b e estudiar la Lógica y no la ló­
gica de la Escuela pues, propiam ente hablando, sólo es una Dialéctica
(|iie enseña los medios para hacer en te n d e r a o tro lo q u e ya se sabe, o
incluso enseña a hablar sin juicio en relación con aquellas cosas que
no se saben, co rro m p ie n d o de esta forma el buen sentido en vez de
lnvorecer su desarrollo (13). Sin embargo, aquella lógica q u e enseña a
io n d u c ir ad e cu ad a m e n te la razón para desc ub rir las verdades q u e se
ignoran, d a d o q u e d e p e n d e en gran m ed ida del uso, es bu en o que se
r|iTza d u ra n te largo tiem po m ediante la práctica d e las reglas relacioII,idas con cuestiones fáciles y simples, c o m o son las d e las Matemátii iis. Posteriormente, cu a n d o se ha adquirido un cierto hábito en el halla/.go d e tal tipo de cuestiones, d e b e dedicarse a la verdadera
lilosofía, cuya prim era parte expone la Metafísica; con tien e los princi­
pios del conocim iento, entre los cuales se en cuentra la explicación de
los principales atributos d e Dios, d e la inmaterialidad de nuestras ali i i í i s ν de todas las nociones claras y simples que poseemos. La seguniln parte da a conocer la Física; en la misma y después de h aber halla110 los verdaderos principios d e las cosas materiales, se examina en
Hi-ncral có m o to d o el universo está com puesto; a continuación, cuál
<·. Iíi naturaleza de la Tierra y de todos los cuerpo s q u e más c o m ú n ­
mente se localizan en ella, co m o es el caso del aire, del agua, del fueμο, del imán y de otros minerales. Es necesario examinar, a continuai ion y de m odo particular, la naturaleza d e las plantas, de los animales
> sobre todo, del hom bre, con el fin d e ser capaces de identificar las
i i i i í i s ciencias qu e p u ed e n reportarle utilidad. De este m odo, la totaliiliid d e la Filosofía se asemeja a un árbol, cuyas raíces son la Metafísi■.1 , el tro nco es la Física y las ramas q u e brotan d e este tro n co son
lodas las otras ciencias q u e se re d u cen principalm ente a tres: a saber,
111 Medicina, la M ecánica v la Moral, en te n d ie n d o por ésta la más alta
perfecta Moral que, p re s u p o n ie n d o un com pleto conocim iento de
l.i·. otras ciencias, es el últim o grado d e la Sabiduría (14).
15
Y así com o no se recogen los frutos del tronco ni de las raíces, si­
no sólo de las extrem idades de las ramas, de igual m o d o la principal
utilidad de la Filosofía d e p e n d e de aquellas partes d e la misma q ue
sólo p u e d e n desarrollarse en último lugar. Y a u n q u e las ignore casi
todas, el celo que siempre he m antenido por ren dir algún servicio al
público fue la causa de q u e hiciera im prim ir hace do ce años algunos
ensayos acerca de cuestiones q ue estimaba conocer. La prim era parte
de estos ensayos fue un Discurso relacionado con el Método que permite
conducir adecuadamente la razón e indagar la verdad en las ciencias. Allí
expuse sum ariam ente las principales reglas d e la Lógica y de una
Moral imperfecta d e la q u e hem os d e proveernos mientras q ue no se
llegue a con ocer una mejor (15). Las otras partes estuvieron integra­
das por tres tratados: u n o sobre la Dióptrica, otro sobre los Meteoros y
el últim o sobre la Geometría. M ediante La Dióptrica tuve el deseo de
m ostrar q u e se podía avanzar lo suficiente en Filosofía com o para ac­
ced er m ediante la misma hasta el co nocim iento de las artes que son
útiles para la vida (16), ya q ue la invención d e las lentes q u e aprox i­
m an los objetos, allí explicadas, son una d e las más difíciles q ue ja­
más hayan sido indagadas. M ediante la publicación d e Los Meteoros
deseaba q u e se reconociera la diferencia que existe entre la Filosofía
qu e yo cultivo y la que se enseña en las escuelas y que generalm ente
trata la misma materia (17). Finalmente, m ediante La Geometría p re ­
tendía dem o strar q ue había indagado algunas cuestiones hasta ahora
desconocidas (18) y, de este m odo, ofrecer la o p o rtu n id a d para p e n ­
sar q u e cabe d esc ub rir otras m uchas con el fin de incitar d e esta fot
ma a todos los hom bres a la indagación de la verdad. C o n posteriori
dad y apercibido d e la dificultad q u e algunos habían tenido para
co ncebir los fundam entos de la Metafísica, he intentad o explicar los
pun to s principales en Las Meditaciones cuyo volum en, si bien no era
extenso, fue a u m en ta n d o y el co n te n id o aclarándose en gran m edida
en razón tanto de las objecciones q ue algunas personas m uy doctas
me enviaron con tal propósito, com o en razón d e las respuestas que
les he facilitado. Finalmente, cu a n d o me pareció q ue los tratados p re ­
cedentes habían p reparado suficientemente el espíritu de los lectores
para recibir Los Principios de la Filosofía, tam bién los he publicado di
vidiend o el libro en cuatro partes. La prim era d e ellas contiene los
principios del conocim iento q u e es lo q u e cabe d en o m in ar la Filoso­
fía Prim era o Metafísica; por tal razón y con el fin de lograr su c o m ­
prensión, es conveniente leer previam ente las M editaciones q u e he
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desarrollado sobre el mismo tema. Las otras tres partes con tien en
lodo lo q u e hay d e más general en la Física, esto es, la explicación de
lus primeras leyes o principios de la Naturaleza, la forma en que se
lian form ado los cielos, las estrellas fijas, los planetas, los com etas y,
en general, to d o el universo; a contin uación se explica la naturaleza
de esta tierra, del aire, del agua, d e la sal, del imán, sustancias q ue
pueden encontrarse en cualquier parte d e la tierra, así co m o todas las
cualidades q ue se advierte q ue son propias d e estos cuerpos, tales
i orno la luz, el calor, el peso y otras. D e esta forma creo h aber abieriti la explicación d e toda la Filosofía por o rd e n y sin omitir alguna de
.u|uellas observaciones q u e d e b e n p re ced e r a las q u e han sido e x ­
puestas en ultim o lugar. Pero, d e s e a n d o llevar a térm ino este proyec­
to, debería explicar de igual forma la naturaleza d e cada un o d e los
oíros cuerpos q u e se en c u en tran en la tierra, a saber, los minerales,
¡tilintas, animales y, de m o d o principal, el hom bre; finalmente,
debería tratar d e M edicina, Moral y la Mecánica. Tal es lo q u e
debería desarrollar para ofrecer a los h o m b res un cu erp o com pleto
■le l ilosofia; no me siento tan envejecido, no desconfío tanto d e mis
tuerzas y no me considero tan alejado del cono cim ien to d e lo q u e
.m u i
falta, co m o para no intentar e m p re n d e r la conclusión de este
provecto si llegara a dispo ner d e la c o m o d id ad requerida para real itil todas las experiencias de las q u e tuviera necesidad para apoyar y
insiilicar mis razonamientos. Sin em bargo, apreciando q u e para ello
ii iiiin necesarias grandes inversiones q ue un particular d e mi condi
' ion no podría satisfacer estando desasistido d e la ayuda pública, y
lio viendo qu e haya de alcanzar esta ayuda, creo q u e d e b o contentarmi con estudiar ten ien d o co m o fin mi instrucción particular y conliiii que la posterioridad sabrá excusarm e si, alcanzada esta situación,
mu me dedico a trabajar para ella.
Ahora bien, con el fin de q ue p ueda apreciarse en q u é estim o ha­
lo iln servido, ex p o n d ré cuáles son los frutos q ue p u ed e n seguirse de
ι μ ι *< Principios. El prim ero es la satisfacción q u e se logra al identificar
■m los mismos diversas verdades q ue han sido ignoradas hasta su puMimcion, pues, a u n q u e la verdad no afecta en igual m edida qu e las
luí iones y falsedades a nuestra imaginación, en cuanto q ue parece
m i c h o s adm irable y más simple, sin em bargo el co nten to q ue prod uce
■ ■siempre más p erm a nen te y más sólido. El segundo fruto es q u e el
' -nulio de estos Principios nos habituará poco a p oco a juzgar mejor
11 tullas las cosas con q u e hem os d e habérnoslas y, d e este m odo, a
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ser más sabios; tendrán, pues, un efecto contrario al q ue p ro d u c e la
Filosofía com ún, p ues cabe observar fácilmente en los ped antes q ue
tal filosofía les hace m enos capaces d e razonam iento d e lo q u e serían
si n u nca la h ubiesen estudiado. El tercero es q u e las verdades q ue
estos Principios contienen, siendo muy claras y m uy ciertas, alejarán
todos los temas d e disputa y, de esta forma, favorecerán una disposi­
ción en los h om bres a la tolerancia (19) y la concordia; se producirá,
pues, el efecto contrario qu e generan las controversias de la escuela
que, al hacer a cuantos la estudian más puntillosos y obstinados en la
defensa de sus ideas, bien pudieran ser la prim era causa d e las h e re ­
jías y d e las disensiones q u e padece el m u n d o en nuestros días. El úl­
timo y principal fruto d e estos Principios es que, al cultivarlos, se
descubrirán m uchas verdades que yo no he explicado en los mismos;
de este m odo, avanzando d e unas a otras, se p o d rá adquirir con el
tiem po un perfecto con ocim iento de to d a la Filosofía y acceder hasta
el nivel más alto de Sabiduría. Pues, al igual q u e cabe apreciar en re­
lación con las artes que, siendo inicialmente rudas e imperfectas, sin
embargo, a causa de q ue co ntienen algo verd adero y cuyo efecto se
percibe en la experiencia, se perfeccionan p oco a p o co en razón del
uso, de igual m o d o c u a n d o se p oseen principios v erdaderos en filo­
sofía, no p u e d e evitarse hallar otras verdades al desarrollarlos. N o ca­
bría p ro b a r de mejor m anera la falsedad d e los principios d e la filo­
sofía de Aristóteles q u e afirm ando q ue no ha cabido realizar
progreso alguno po r m edio d e ellos después de haber sido respeta­
dos d u ra n te siglos.
Sé de la existencia de espíritus q ue se precipitan d e forma tal y
p roceden con tan escasa circunspección en cu a n to hacen, que, cons­
truy end o incluso sobre fun dam en tos sólidos, no llegarán a construir
nada bien fundado. Y puesto q ue q uienes p ro ced en d e tal m o d o son
con frecuencia los mismos q u e son mas propensos a redactar libros,
podrían en p oco tiem po desvirtuar to d o cu a n to he h ech o y sem brar
la in certid um bre y la d u d a sobre mi forma d e filosofar. P o r ello, he
puesto m u ch o cu id ad o en negar toda vinculación con esos tales si
son recibidos sus escritos co m o si fueran míos o bien co m o e x p re­
sión de mis opiniones. H e ten ido hace poco la experiencia en uno
q u e ha llegado a ser con siderad o co m o discípulo mío y del q u e in
cluso he llegado a decir en alguno lugar q ue «tan seguro estaba de la
calidad de su ingenio q u e no estim aba q ue defendiera alguna opi
nión q u e no pud iera asumir co m o propia»; me he visto obligado a
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descalificarle totalm ente al realizar la publicación de un tratado titulato Fundamenta Physicae (20), en el q u e parece no h aber om itido cosa
alguna relacionada con la Física y la M edicina q u e no haya sido
lom ada d e mis escritos, tanto d e aquellos q u e he publicado com o de
otro aiin no concluido, relacionado con la naturaleza de los animales
y q u e ha llegado a caer entre sus manos. Así he d e b id o p ro c ed er a
m usa d e haber transcrito este tratado incorrectam ente, h aber modifi­
cado el ord e n y negado algunas verdades de la Metafísica, sobre las
que la Física d e b e ser apoyada. P o r ello, pido a mis lectores q ue no
me atribuyan opinión alguna si no la hallan de forma expresa en mis
escritos, y q ue no acepten co m o verdadera opinión alguna, ni en mis
escritos ni en los d e otros, si no aprecian q ue está muy claram ente
deducida d e Principios verdaderos.
Estoy seguro d e q ue han de pasar m uchos siglos antes de q ue se
llegue a d e d u c ir en la forma indicada todas las verdades q ue cabe
deducir de mis Principios, pues la mayor parte de las q u e es preciso
indagar d e p e n d e n de la realización de algunas experiencias particulales q ue n unca p odrán ser realizadas por azar, sino q u e d eben ser
i onstruidas con cu id ad o y con altos costes por hom bres muy
i upaces, y p o rq u e difícilmente acontecerá q u e sean las mismas persomix las q ue tengan la capacidad d e servirse ad ecu ad a m e n te de ellas y
lii de construirlas. F inalm ente y p o rq u e la mayor parte d e los espíriiti* más cualificados han llegado a concebir una opinión tan mala de
inda la Filosofía, inducidos a ello po r los defectos q u e han observado
>11 aquella q ue ha estado vigente hasta nuestros días, no podrán apli■iiikc al desarrollo d e una filosofía mejor. P ero si finalmente la dife­
rencia que aprecian entre mis principios y los expuestos por todos
I o n otros, así com o la gran secuencia de verdades que p u ed e n dedun i w , les lleva a co nocer lo im portante q ue es co ntin uar en la b ú s­
queda de estas verdades, y hasta qué grado de Sabiduría, a q ué perI m i ó n de vida y a qué felicidad los p u ed e n conducir, me atrevo a
pensar que todos intentarán dedicarse a un estudio tan beneficioso o,
>il menos, creo que todos favorecerán y prestarán ayuda en toda la
medida q ue les sea posible a quienes se d ed iq u en a este estudio con
l'invccho. H ago votos para q ue nuestros nietos p u ed a n conocer su
• Mío, etc.
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