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Rubén Soto Rivera:
“Tiempo, Éxtasis Indefinido de la Eternidad;
Kairós, Paradigma del Tiempo”1
A Michael Maas,
uno de los pocos
especialistas en
Lido que hay.
Juan Laurentio Filadelfeno Lido, o el Lidio, es un nombre tan poco conocido, que
hasta ciertos estudiosos de los fragmentos de los presocráticos ignoran que esta
referencia: “Lydi de mens” lo denota a aquél. Para iniciar a informarnos acerca de Lido,
citemos una brevísima entrada de una enciclopedia digital:
LYDUS (“THE LYDIAN”), JOANNES LAURENTIUS, Byzantine writer on antiquarian subjects, was born at
Philadelphia in Lydia about A.D. 490. At an early age he set out to seek his fortune in Constantinople, and
held high court and state offices under Anastasius and Justinian. In 552 he lost favour, and was dismissed.
The date of his death is not known, but he was probably alive during the early years of Justin II. (reigned
565-578). During his retirement he occupied himself in the compilation of works on the antiquities of Rome,
three of which have been preserved: (i) De Ostentis, on the origin and progress of the art of divination; (2) De
Magistratibus reipublicae Romanae, especially valuable for the administrative details of the time of Justinian;
(3) De Mensibus, a history of the different festivals of the year. The chief value of these books consists in the
fact that the author made use of the works (now lost) of old Roman writers on similar subjects. Lydus was
also commissioned by Justinian to compose a panegyric on the emperor, and a history of his successful
campaign against Persia; but these, as well as some poetical compositions, are lost.1
Más que en un diccionario de filosofía, habría que consultar un diccionario de filología
clásica para enterarnos de quién fue y cuál han sido sus aportaciones a la cultura
occidental. Pero nuestro propósito en este breve escrito es más modesto.
La exposición que sigue es una reseña del capítulo séptimo,”Tiempo, Éxtasis
Indefinido de la Eternidad; Kairós, Paradigma del Tiempo”, de un libro de Rubén Soto
Rivera: Kairo-teo-ontología en algunos pensadores grecorromanos, (Gurabo [Puerto Rico]:
Editorial Caeros, 2003). Como, cierta vez, Unamuno le escribió en carta a Clarín, digo
que: “como quiero ser absolutamente sincero, me va usted a permitir un artificio, infantil
acaso, y es que hable de mí mismo en tercera persona.”2 La ha escrito el propio autor, lo
cual no nos debe extrañar, porque hay en Puerto Rico pocos lectores con el bagaje
filosófico-cultural para abordar críticamente el autor reseñado, y éstos se hallan tan
ocupados en sus propios asuntos, que el autor del libro se halló en la encrucijada de
divulgarlo o dejarlo dormir el sueño de los justos, consciente de que algunos sueños son
pesadillas. Antes de proseguir, queremos resaltar el hecho de que, entre los bastante
pocos especialistas que tratan la obra de Lido, figura Michael Maas con su libro John
La versión preliminar de esta auto-reseña puede hallarse en la Revista Cayey de la Universidad
de Puerto Rico en Cayey (http://oss.cayey.upr.edu/wpmu/wp-content/revistacayey/PDF82.pdf).
En esencia, es la misma, excepto que he agregado alguna que otra indicación bibliográfica y he
autocensurado mi falta de modestia.
1
Lydus and the Roman Past. Antiquarianism and Politics in the age of Justinian (London and
New York: Routledge, 1992)3, el cual nos suple importantísima información acerca de la
contribución de Lido como historiador anticuario.
Platón define, en el Timeo, el Tiempo como una imagen móvil de la Eternidad, y
así parece privilegiar a Ésta (si es intemporal), en detrimento de Aquél. Según Platón, la
Eternidad es el Paradigma del Tiempo. En su libro Acerca de los meses, Juan Laurentio
Filadelfeno Lido, refiriéndose a esa definición platónica, redefine de este otro modo el
Tiempo: “… el Tiempo es el Éxtasis [Desplazamiento], Indefinido de la Eternidad” …
“de modo que [el] Kairós es el Paradigma del Tiempo, y no el Tiempo mismo.” Así,
aquel escritor bizantino homologa Eternidad y Kairós, pero privilegia a su vez al Tiempo
(puesto que, -según Aristóteles-, el kairós es el bien en el tiempo), por encima de una
Eternidad atemporal; lo cual nos sugiere que J. L. F. Lido piensa platónicamente en una
Eternidad transtemporal, en la cual Kairós sería el Axis Aeternitatis, sive Aevi Infiniti.
Rubén Soto muestra cómo Platón mismo considera provisional e inexacta su definición
del Tiempo como imagen móvil de la Eternidad, y Soto señala los pasajes en los cuales
Platón mismo parece dar ciertas claves kairóticas para la definitiva y exacta definición
del Tiempo, la cual Lido descifra en el pasaje, descubierto casualmente por Soto, en un
léxico griego y latín4, y, posteriormente, en el contexto completo de la obra Acerca de los
meses.5 Soto conjetura verosímilmente una influencia del neoplatónico Porfirio en la
redefinición del Tiempo y la Eternidad, por parte de Lido.
A Soto, le luce oportuno, como claro de bosque, el pensamiento heideggeriano
acerca de la temporalidad ek-stática del Dasein, o Ser-Ahí. Cita al respecto dos pasajes: de
“El retorno al fundamento de la metafísica” (en ¿Qué es metafísica?), el primero de los
cuales reza: “La esencia extática del Dasein está pensada desde el cuidado, así como, a la
inversa, el cuidado sólo es experimentado suficientemente en su esencia extática. El estar
fuera como soporte, así experimentado, es la esencia de lo que hay que pensar aquí
como éxtasis.” El otro pasaje del mismo opúsculo heideggeriano dice: “’Ser’ no es en Ser
y tiempo otra cosa distinta de ‘tiempo’, en la medida en que el ‘tiempo’ es nombrado
como el nombre propio para la verdad del ser, verdad que es lo que se presenta en el ser
y, por ende, es el ser mismo.” Soto alínea su interpretación heideggeriana del pasaje de
Lido, en las coordenadas de la kairología de Max Müller, un alumno favorito de
Heidegger, pero perjudicado por éste, siendo rector, por no haber sido aquél lo bastante
nazi, ante sus ojos. En su “Tiempo y eternidad en la metafísica occidental”, M. Müller, citado por Soto-, asegura que:
Martin Heidegger distingue: “el ente es”, “el ser se da”; “se da ser”, “se da tiempo”. Ser como tiempo se me
da imperativamente no como lo construible en un catálogo de lo que ha de ser, sino en el ahora, en lo que ha
de ser ahora apodíctico. Así se actualiza aquí la posibilidad anteriormente indicada, pero omitida, de
alcanzar un concepto cualitativo del tiempo, en vez de uno cuantitativo, donde la medida no es la duración,
sino la plenificación, la “coincidencia”, la “dicha”; en oposición al symbolon, a lo coincidido, yo he llamado al
acontecimiento de la coincidencia el symbolos, cuyo “tiempo” es el kairos. Una nueva metafísica, que
remplace a la clásica, tiene que ser metafísica de la libertad histórica, no del espíritu intemporal. La medida
no es una eternidad del más allá, sino aquella que irrumpe y ha irrumpido, la cual pueda hacer de cada
tiempo un pléroma, una plenificación de los tiempos. La “plenitud del tiempo” puede existir siempre en
todas partes, porque siempre se da en el ahora la realidad de la eternidad. La verdadera energía histórica en
el hombre como “existencia” -conforme lo ha expuesto singularmente Heidegger en su obra temprana- es la
“cura” (op. cit.).
Soto aduce que el Tiempo, en Ser y tiempo, es Kairós. Müller, reinterpretando a la luz de
lo “Súbito” del Parménides, de Platón, el Summum Bonum de éste, propone la disciplina
de la historia kairótica, o kairológica. La cita que Soto recoge parece cifrar el matiz
antagónico del pensamiento de aquel alumno favorito contra su maestro (“un Maestro
de Alemania” -según Rüdiger Safranski-):
Así, lo persistente, lo permanente, la duratio, la duración ya no son la imagen de lo eterno, sino el “instante”.
Aquí se asoma la gran posiblidad de una historia “kairótica” o “kairológica”, una historia que no es
predecible como la reproducción del deber eterno, al que el devenir por cierto jamás satisface. Si en el
platonismo se hubiera seguido este punto de arranque del exaífnes, quizá esta filosofía se habría
transformado en una filosofía de lo cada vez nuevo imprevisible, que siempre se halla a la base de una
previsión, es decir: de una “filosofía del espíritu” habría llegado a ser quizá una “filosofía de la libertad
incalculable”.6
Que, para Heidegger y su nazismo, su ontología fundamental como filosofía del espíritu
llegara a ser una filosofía de la libertad incalculable, le habría sabido quizás a
liberalismo, democratismo, conspiración internacional judeo-marxista. Soto parafrasea la
última oración de Müller, para afirmar que, si el platonismo hubiera seguido este punto
de arranque: Kairós es el Paradigma del Tiempo, y no el Tiempo mismo, quizás, esa filosofía
se habría transformado en una filosofía de lo cada vez nuevo e imprevisible, que
siempre se halle a la base de una previsión, es decir: De una “filosofía del espíritu”,
habría llegado tal vez a ser una “filosofía de la libertad incalculable”. Según Soto, estas
evocaciones bastan como reminiscencia de un trabajo futuro y más pormenorizado, el
cual, paradójicamente, rebasaría los límites del Acontecimiento de este capítulo.
Exageradamente, tal vez, el autor reseñado redefine la Ereignis heideggeriana a través de
la redefinición neoplatónica (de Lido) del Tiempo platónico: “De modo que Kairós es el
Paradigma del Tiempo y no el Tiempo mismo.”
Soto culmina el capítulo, aseverando que Kairós, cuya extraña naturaleza
responde a lo Intermedio de lo erotosófico demónico, explicado en el Simposio platónico, es
Paradigma Inteligible de una imagen sensible como el Tiempo, y concluye con este
silogismo: Si el Paradigma del Tiempo es Aión, y si Kairós es el Paradigma del Tiempo, entonces
Kairós es Aión.
1 The 1911 Edition Encyclopedia: “Editions of (i) by C. Wachsmuth (1897), with full account of the authorities
in the prolegomena; of (2) and (3) by R. Wunsch (1898-1903); see also the essay by C. B. Hase (the first editor
of the De Ostentis) prefixed to I. Bekkerʹs edition of Lydus (1837) in the Bonn Corpus scriptorum hist.
Byzantinae” (http://17.1911encyclopedia.org/L/LY/LYDUS_THE_LYDIAN_JOANNES_LAURENTIUS.htm).
2 Unamuno: Obras escogidas, Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 1986, 7ma ed..: 1986, p. 950.
3 Dos reseñas de dicho libro están disponibles en la Red: P. McKechnie (University of Auckland {Scholia
Reviews
ns
2
(1993)
6}
[http://www.und.ac.za/und/classics/93-6maas.html;
http://www.classics.und.ac.za/reviews/93-6maas.html; http://www.classics.und.ac.za/scholia/rev2-3.html]).
La otra de John Vanderspoel (University of Calgary {Bryn Mawr Classical Review 03.03.10}
[http://ccat.sas.upenn.edu/bmcr/1992/03.03.10.html])
4
Henricus Herverden: Lexicon Graecum Suppletorium et Dialecticum, 2 vols., Lugduni Batavorum apud A. W.
Sijthoff, 1910, , vol. 1, p. 50.
5 Tras su hallazgo, habiéndose comunicado por email, con el Dr. Michael Maas, éste fue tan gentil y
generoso con Soto, que le envió por correo una fotocopia de una edición en griego y latín del libro de Lido
Acerca de los meses (Joannis Laurentii Philadelpheni Lydi De mensibus, quae exstant excerpta. Editio Car. Bened.
Hasii et Frid. Creuzeri. Lipsiae et Darmstadii Typis et Impensis Caroli Guilielmi Leskii, 1827).
Max Müller: “Tiempo y eternidad en la metafísica occidental”, en Dianoia. Anuario de Filosofía, vol. 16,
1970, p. 8.
6