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ESPACIO DEL HOMBRE Y ESPACIO DE DIOS
EN EL PENSAMIENTO DE MARÍA ZAMBRANO
Luigi Tortorella
[En el contexto de la reflexión contemporánea acerca del destino de la filosofía en Occidente, la
meditación de la pensadora veleña muestra cosechar algunos de los frutos de la cultura del siglo
XX. De hecho, la tensión a superar el paradigma moderno del pensamiento objetivante; el retorno
a un humanismo abierto y tolerante (metáfora del espacio), además de la atención puesta en los
planteamientos interpretativos del psicoanálisis, representan sendos elementos que concurren al
replanteamiento zambraniano de la relación entre lo humano y lo divino.]
§1. Telón de fondo: el “trágico equívoco”1 de la disyuntiva hombre-Dios.
Constituye un mérito para la historia de la cultura toda el que el padre Henry de Lubac representante del movimiento patrístico que dejó su huella en los textos del Concilio- antes de que
terminase el segundo conflicto mundial llamara la atención de los intelectuales europeos sobre la
esperpentica disyuntiva entre hombre y Dios:
Una admirable escultura de la catedral de Chartres representa a Adán, busto apenas
bosquejado, surgiendo de la tierra materna, modelado por las divinas manos. Y el rostro del
primer hombre reproduce los rasgos de su modelador. Parábola de piedra que nos muestra de
una manera tan simple como expresiva las misteriosas palabras del Génesis: “Dios hizo al
hombre a su imagen y semejanza”. La tradición cristiana no ha cesado, desde su origen, de
comentar este versículo [ ... ] “¡Conócete, pues, hombre!”. Esto es el grito que, por boca de sus
doctores y sus apologistas, lanza la Iglesia desde los primeros siglos en torno suyo2.
La verdad expresada míticamente en el „libro de los orígenes‟ -y enriquecida por la
tradición teológica que recoge el gnoti seauton socrático (Clemente de Alejandría, Gregorio de
Nysa, Orígenes, hasta llegar a Bossuet)- es la gran premisa que el jesuita ponía a sus muy
atinados análisis acerca de la negación de Dios en filósofos como Feuerbach, Nietzsche y Comte.
Por otra parte, es sabido que en el mismo relato bíblico, la astucia de la serpiente consiste
precisamente en insinuar la envidia entre el Creador y su criatura, cuya constitución queda en
cambio fijada en la susodicha afirmación, si bien a través del empleo de hebraísmos que
sugieren la idea de una realidad dinámica, de una tarea por desarrollar.
Bajo esta perspectiva, el presente trabajo se propone mostrar como el pensamiento de
María Zambrano, en el momento mismo en que asume radicalmente el acontecimiento de la
„muerte de Dios‟, se beneficia de la maduración de la cultura de su entorno. En efecto, la tensión
a superar el paradigma moderno del pensamiento objetivante; el retorno a un humanismo abierto
y tolerante (metáfora del espacio), además de la atención puesta en los planteamientos
interpretativos del psicoanálisis, representan sendos elementos de la cultura contemporánea que
concurren al replanteamiento zambraniano de la relación entre lo humano y lo divino.
§2. María Zambrano ante la „muerte de Dios‟.
No cabe duda de que una de las facetas de un pensamiento radicalmente engagé como resulta
ser el de María Zambrano, haya sido la de meditar no ya „sobre‟, sino „en‟ y aún más, „desde‟ la
edad del nihilismo:
Hace muy poco tiempo que el hombre cuenta su historia, examina su presente y proyecta
su futuro sin contar con los dioses, con Dios, con alguna forma de manifestación de lo divino3.
El hermoso „incipit‟ de la introducción a El hombre y lo divino (1955) -particularmente la
expresión que hemos puesto en cursiva- pone de manifiesto la amplia perspectiva que Zambrano
tiene sobre la filosofía en su desarrollo histórico. Al mismo tiempo, este texto adelanta algunas de
1
) Henry de Lubac, El drama del humanismo ateo, Madrid: E.P.E.S.A., 1949, pág. 17.
) Ibidem, págs. 17-18.
3
) María Zambrano, El hombre y lo divino, Madrid: F.C.E., 1993, pág. 13, la cursiva es nuestra.
2
las tesis centrales de la pensadora veleña acerca de la necesidad de volver a un pensamiento de
tipo mítico. Por parte suya, describiendo el comienzo de la filosofía griega como el paso
a un saber absoluto, definitivo, incontrovertible, necesario, indudable,
el filosofo italiano Emanuele Severino nos recuerda cómo durante decenas y decenas de milenios,
la existencia del hombre -globalmente y en cada uno de sus aspectos- ha sido guiada por el mito.
El mito no quiere ser una invención fantástica, sino la revelación del sentido esencial y total del
mundo. También en lengua griega el significado más antiguo de la palabra mythos es “palabra”,
“sentencia”, “anuncio”; a veces mythos significa hasta “la cosa misma”, “la realidad”. Sólo de
manera derivada y más tardía, en lengua griega mythos indica la “leyenda”, la “fábula”, la
“historieta”....4.
Mas es en el idealismo absoluto de Hegel donde se cumple el „destino‟ de la filosofía de
Occidente, la „muerte de Dios‟ que luego Nietzsche tematizará bajo la forma de un „asesinato‟:
ma proprio perché il pensiero è il Tutto, esso è insieme la stessa Realtà assoluta e divina -è anzi
la forma più rigorosa in cui “Dio” viene presentato lungo la storia dell‟episteme. Nel loro significato
più profondo, Dio e uomo coincidono. Nel dogma cristiano dell‟Incarnazione del Verbo, Hegel
ravvisa l‟immagine religiosa nella quale resta adombrata la più profonda verità filosofica: l‟identità
di Dio e Uomo5.
A un lenguaje persuasivo como es el de Zambrano, no pueden faltarle recursos para
expresar con cierta eficacia el hecho que -adentro de la historia de la civilización occidental- la
„esencia‟ de Dios se encarnara, tomando aspecto humano:
el intento de Hegel en el momento en que apareció, ofrece una gravedad extrema, que nada
puede borrar. La vida europea no admitía límites y se creía -el propio Hegel más que nadie- haber
llegado a la madurez de los tiempos.....6.
La conciencia de que se trataba sin más del triunfo del ideal platónico de la episteme, se
encuentra claramente reflejado en este breve añadido:
y para los no creyentes en la filosofía, el camino estaría señalado por la ciencia con un simple
gesto indicador [ ... ] El hombre se había emancipado7.
De hecho, una lectura atenta de la obra de Zambrano a la que vamos a referirnos,
patentiza su insistencia en „retroceder‟ el desgastado análisis del fenómeno histórico al que
llamamos „nihilismo‟, haciendo hincapié -con el mismo rigor del historiador de la filosofía- en el
„giro‟ a través del que pudo volver a aparecer el Hombre-Creador:
este momento del ateísmo, que siente en la divinidad la indiferencia, tendrá su agotamiento en el
Calvario cuando Cristo, el Hijo de Dios, se siente abandonado por Él. En esta paradoja que agota
la desesperación se abrirá el camino de la accesibilidad: Dios se ha hecho accesible sólo después
de haber permitido a su hijo sentirse abandonado. Y muestra la dialéctica de la relación del
hombre con la divinidad, dialéctica creadora que Hegel anunció como la marcha del Espíritu
absoluto, que sólo apurando sus momentos negativos emerge para afirmarse de modo
imperecedero8.
El punto culminante del pensamiento moderno -allí donde se sientan definitivamente las
bases de su superación- en la perspectiva de Zambrano trae consigo una señal inequivocable:
4
) Emanuele Severino, La filosofía antigua, Barcelona: Ariel, 1986, pág. 19.
) Id., La filosofia moderna, Milano: Rizzoli, 1998, pág. 213.
6
) María Zambrano, El hombre y lo divino, Cit., pág. 15, la cursiva es nuestra.
7
) Ibidem.
8
) Ibidem, págs. 144-145.
5
El hombre se ha alimentado de la destrucción de sus dioses; de cada una de ellas gana en
su medio o en su sustancia. El ateísmo, en la historia de la razón, en esa historia que el hombre
sigue por su cuenta, quiere revivir el mismo proceso y cada vez que el pensamiento destituye a
los dioses o al Dios único, será con la recóndita esperanza de alimentarse, de heredarlos y de
ganar en poderío. Mas todo ello parece claro y hasta sin misterio, hasta llegar al “Dios ha muerto”,
que sólo adentro del cristianismo ha podido proferirse, porque sólo Cristo nos dio la imagen de un
Dios muerto verdaderamente. Y no en luchas ni devorado por otros dioses, sino por los hombres:
Él, la semilla de Dios caída en la tierra9.
El estilo de la autora -‟apasionado‟ en el sentido más literal de la palabra- se ajusta del
todo al carácter dramático del acontecimiento que pretende describir, lo que a menudo conlleva
oscilaciones que tampoco se quiere ocultar. Sin embargo, el siguiente fragmento despeja toda
duda acerca del papel jugado por el planteamiento hegeliano en la visión de Zambrano:
mas en el extremo del idealismo se ha ganado el “espíritu” [ ... ] que tiene las cualidades de
lo divino, pero en el hombre. Bordeaba así esta filosofía la mística....10.
§3. La filosofía española del siglo XX y su crítica del pensamiento objetivante.
En cuanto a la Fenomenología del Espíritu -en cuyo contexto Hegel retoma las palabras
del himno luterano que se volverán en lema de la filosofía contemporánea- cabe notar de paso el
especial interés que la misma suscitó en varios pensadores españoles del siglo XX. En Unamuno,
tal obra guarda una especial relación con su trágica interpretación de Cristo. Por otra parte
tenemos a Zubiri, quien a los cien años de la muerte del filosofo alemán pronuncia una
conferencia donde llega a afirmar que
la madurez intelectual de Europa es Hegel
y que por los mismos años treinta cuida una traducción de la Fenomenología para la “Revista de
Occidente”11. Y, finalmente, en el Juan de Mairena machadiano encontramos esta rotunda
declaración:
a partir de la Fenomenología del Espíritu no es ya posible escamotear el problema de la
realidad del otro y de la posibilidad de un diálogo con él...12.
La anotación de carácter historiográfico representa un detalle más en la dirección indicada
por Alejandro Llano en su balance del pensamiento español del siglo XX:
La filosofía española de comienzos del siglo XX se retrae de la objetividad y apela a una
nueva subjetividad, desde donde pretende acceder a una realidad más profunda y auténtica. Y lo
que es más notable: la dialéctica de objetividad, subjetividad y realidad inaugura una nueva
tradición de la filosofía española que se prolonga hasta nuestros días13.
Esta tensión forma parte de la nostalgia -que indudablemente caracteriza el pensamiento
español en su conjunto- de una razón no desgarrada, tensión que María Zambrano recoge en su
búsqueda de un saber sobre el alma:
9
) Ibidem, págs. 146-147.
) Ibidem, pág. 166.
11
) Cf. José Ignacio Lacasta Zabalza, Hegel en España, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1984,
págs. 58-59.
12
) Citado por Antonio Sánchez-Barbudo, El pensamiento de Antonio Machado, Madrid: Guadarrama, 1974,
pág. 307.
13
) Alejandro Llano, Subjetividad y realidad en los últimos cien años de filosofía española, “Anuario
Filosófico”, Volumen XXXI/1, Universidad de Navarra, 1998, pág. 306.
10
Pues que el ver desde adentro, si se cumpliera, no sería una visión subjetiva, sino una visión
producto de una mirada que unifica, trascendiendo lo interior y la exterioridad. Objeto y sujeto,
pues, quedarían abolidos en su oposición y aun en su siempre andar separados, sin conocerse
mutuamente”14.
Tanto el planteamiento como el lenguaje adoptado por la pensadora veleña dejan patente
la huella de su familiaridad con la obra de Miguel de Unamuno, algo que ella misma rememora en
un texto que parece rebasar el nivel meramente biográfico:
Había ella comenzado a leer a Unamuno muy joven. Una tarde husmeando en la biblioteca
de su padre, descubrió una conferencia titulada: “¡Adentro!”, pronunciada en Málaga, por el
tiempo en que ella naciera. Y sin levantarse del suelo la leyó ávidamente: le pareció beberla15.
No cabe duda de que en esta línea de „ensimismamiento‟, Zambrano extrema la postura
de Unamuno, que en los ensayos de 1912 sobre el sentimiento trágico de la vida, se muestra
preocupado en matizar su propia concepción de el hombre de carne y hueso, con respecto a
planteamientos feuerbachianos:
Hay hombres ligeros y exteriores, esclavos de la razón que nos exterioriza, que creen haber
dicho algo con decir que lejos de haber hecho Dios al hombre a su imagen y semejanza, es el
hombre el que a su imagen y semejanza se hace sus dioses o su Dios, sin reparar, los muy
livianos, que si esto segundo es, como realmente es, así, se debe a que no es menos verdad lo
primero16.
§4. Espacio del hombre y espacio de Dios: “Apolo en Delfos”17.
Manteniendo en el fondo la crítica -que desde luego ha sido llevada por otros en Españade Unamuno al pensamiento objetivante, recordemos ahora que -como señalado por FlórezMiguel- el lema socrático y aún más el pindárico, en la obra del vasco traducen un llamamiento
ético-existencial:
una de las preocupaciones fundamentales de la filosofía de Unamuno a lo largo de toda su
vida ha sido la de crearse su propia existencia y por eso el lema clave de su pensamiento no es
el del oráculo de Delfos “conócete a ti mismo”, sino el lema pindárico “aprende a hacerte el que
eres”18.
Para María Zambrano -en cambio- ambos lemas pasan a configurar el templo de Apolo en
Delfos; de forma que aquella tarea ética queda reafirmada al ser ahora vinculada a la idea de un
espacio sagrado:
allí, como se sabe, además de la enigmática epsilón estaba escrito el nunca lo
suficientemente comentado “Conócete a ti mismo”, que Sócrates, tan dionisiaco, nos legó como
imperativo, diríamos categórico19.
Sin embargo, confiesa Zambrano que
nada tan opaco dentro de la condición humana, tan resistente si no opuesto a la diafanidad como
el “sí mismo”. Sé el que eres, decía Pindaro. Atrévete a ser el que eres, conócete, exige Apolo.
14
) María Zambrano, El hombre y lo divino, Cit., págs. 9-10.
) Id., Delirio y destino, Madrid: Mondadori, 1989, pág. 85.
16
) Miguel de Unamuno, Del Sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, Madrid: EspasaCalpe, 1997, pág. 191.
17
) Cf. María Zambrano, El hombre y lo divino, Cit., págs. 336-356.
18
) Cirilo Flórez-Miguel, La filosofía unamuniana y las raíces del pensamiento español, en Raíces y valores
históricos del pensamiento español, Sevilla: Fundación Fernando Rielo, 1990, pág. 45.
19
) María Zambrano, El hombre y lo divino, Cit., pág. 340.
15
No podía tratarse del ser hombre simplemente, pues para saber acerca de ello no era necesario
visitar en especial templo alguno, y menos aún uno especializado. Habría de referirse a
conocerse en lo que inexorablemente se es y se ha de seguir siendo. Y siendo así,
inexorablemente, el conocimiento en vez de resultar ocioso, resulta necesario, imperativo20.
Ya desde las primeras páginas nuestra autora se había referido a una
estancia superior que envuelve al hombre, no-humana. Estancia -realidad- que él no inventa: la
ha encontrado con su vida21.
A estas alturas queremos hacer constar como toda la obra que hemos recorrido se
caracteriza por la vastedad del campo semántico relacionado con la metáfora del espacio.
Términos cuales sitio, puesto, área; o también límite, horizonte, medio, acceso; formas verbales
como cercar, albergar (y su reflexivo), rodear, caminar, morar; y finalmente la pareja de adjetivos
opuestos lleno-vacío, remiten directamente a la formación humanista de la hija de Blas Zambrano.
Un reciente trabajo de José Luis Mora vuelve sobre las relaciones mutuas que en Segovia
durante los años veinte tuvieron algunos pensadores, entre ellos Antonio Machado y el padre de
María Zambrano. Así el conocido hispanista sintetiza el legado de aquella experiencia, con
respecto a Blas Zambrano:
y esta percepción de unidad [ entre hombre, Naturaleza y Arte ] fue decisiva, en muchos
aspectos, para los pensadores que [ ... ] coincidieron en Segovia. Allí nació su [ Blas Zambrano ]
conciencia de que la ciudad es el espacio de la palabra, que la ciudad es un espacio creado por la
palabra, por el lenguaje y el idioma que supera cualquier provincianismo para abrirse a un camino
universal22.
Por estas razones el contexto segoviano nos parece sumamente explicativo incluso para
comprender el replanteamiento zambraniano de la relación entre lo humano y lo divino, si bien a
primera vista el tema religioso de ahora pueda parecer ajeno a los temas sociales y pedagógicos
de aquellos años. Mas el hilo conductor reside en la función de la palabra, capaz de crear un
mundo, esto es, de restaurar relaciones perdidas.
La configuración del lugar sugiere antes que nada la del oído, como si el dios hubiera
venido para escuchar ante todo [ ... ] en el escuchar se da lo más penetrante y hondo de la
atención, la decidida atención que el ejercicio de la vista no requiere. Y una cierta receptividad
benévola, una oferta de comunicación23.
Cuando en la última época de su producción Zambrano volverá a aludir al tema de el dios,
repetirá que
la comunicación es su don24.
Ahora bien, la relación perdida que más importa a nuestra autora es precisamente la
relación de cada uno con aquel sí mismo acerca del que anteriormente se nos advertía que
nada tan opaco dentro de la condición humana, tan resistente si no opuesto a la diafanidad25.
El original replanteamiento de Zambrano acerca de la relación entre lo humano y lo divino,
apela por lo tanto a una actitud „tolerante‟ para con la naturaleza „estructurada‟ del ser humano,
en cuyas entrañas ha vuelto a enterrarse la semilla de Dios caída en la tierra. Apela, en definitiva,
20
) Ibidem, pág. 345.
) Ibidem, pág. 32.
22
) Cf. Blas J. Zambrano, Artículos, Relatos y Otros Escritos, Introducción, Edición y Notas de José Luis
Mora, Diputación de Badajoz: Departamento de Publicaciones, 1998, págs. 13-14.
23
) María Zambrano, El hombre y lo divino, Cit., pág. 337.
24
) Id., Claros del bosque, Barcelona: Seix Barral, 1993, pág. 43.
25
) María Zambrano, El hombre y lo divino, Cit., pág. 345.
21
a un replanteamiento antropológico, a fin de que se tenga como sagrada aquella dimensión
inconsciente donde sólo puede „germinar‟ el conatus con toda energía creadora:
Y liberarse humanamente es reducirse; ganar espacio, el “espacio vital”, lleno por la
inflación de su propio ser. Uno de los efectos de la “deificación” es la toma de posesión de más
espacio del que realmente podemos enseñorearnos; desbordar los límites que lo humano tiene;
de lo que es guía y ejemplo la limitación que nos impone el tener un cuerpo y estar en él. Reducir
lo humano llevará consigo, inexorablemente, dejar sitio a lo divino.....26.
Luigi Tortorella (Univ. de Salamanca)
26
) Ibidem, pág. 23.