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Diversificando la educación y educando para la diversidad: retos de un país pluriétnico y multicultural Conferencia en la reunión anual de la AVEC 2015 Los Teques, estado Miranda, junio 02, 2015 Horacio Biord Castillo Esquema Introdución La diversidad venezolana Los retos de la educación Discusión y conclusiones Referencias Introducción El 20 de septiembre de 1979 el decreto 283 del entonces presidente Luis Herrera Campins estableció un régimen de educación intercultural bilingüe para los pueblos indígenas. Dicho decreto, visto a la distancia, no obstante todas sus limitaciones y su zigzagueante desarrollo ulterior, tuvo una doble importancia. Por un lado, hacía justicia a los pueblos indígenas al declarar una educación fundamentada en sus valores, idiomas y prácticas socioculturales. Con ello eran asumidas por el Estado venezolano como elementos permanentes y no transitorios, es decir, subordinados a un plan de transculturación o desindianización.1 El decreto incluso introducía un desarrollo conceptual más avanzado que el contenido del artículo 77 de la entonces constitución vigente. Por otro lado, ponía sobre el tapete de la opinión pública el carácter pluriétnico, multicultural y multilingüístico de Venezuela, como país sociodiverso. En ese sentido, se puede considerar un antecedente de la declaratoria del preámbulo de la constitución de 1999 que habla, explícitamente, como uno de los fines fundamentales de dicha carta magna, de la creación de una sociedad pluriétnica y multicultural. Esto último debe entenderse no como un mandato legislativo, sino como un reconocimiento de una situación de hecho, preexistente al ordenamiento legal. 1 Hasta entonces las ideas básicas de la educación para indígenas eran su “civilización” mediante la “evangelización” y el cambio social o transculturación. Muchos indígenas aún se refieren a sí mismos como “ya civilizados”. En poco más de tres décadas, la conciencia colectiva venezolana parecería haberse ido haciendo más permeable a la idea de la sociodiversidad intrínseca de Venezuela, representada por diversas expresiones además de la existencia, valiosa en sí misma, de más de una treintena de pueblos indígenas. Se trata de una idea no del todo aceptada y aún menos sus consecuencias, pero que lentamente parecería ganar terreno en la opinión pública. No es fácil, por demás, asumir colectivamente que no somos lo que fuimos inducidos a creer que éramos. Huellas de una memoria ácida que erosiona el rostro y las manos, así como la voz, asumirnos diversos, contrariamente a la ideología de la cultura única y la identidad nacional, implica repensar sentimientos y ataduras telúricas. Una vez aclaradas, sin embargo, tienen un efecto a la vez cicatrizante de las heridas inconscientes proporcionadas por las contradicciones de esa ideología y potenciador de la percepción de un país ricamente diverso. Por ello, la educación formal, uno de los principales medios de transmisión de la versión, más que oficial, socialmente aceptada de la historia y uno de los mecanismos de fijación de la conciencia histórica, debe encarar los retos derivados de la diversidad. Un punto preocupante, desde una perspectiva etnográfica, es la incomprensión de las alteridades próximas. Si bien hay una mayor aceptación de aquellas alteridades extremas (como las que pudieran representar los pueblos indígenas o, más exactamente, las versiones de estos en el imaginario social venezolano),2 en cambio no parecería manifestarse la misma tendencia en el caso de las alteridades próximas. Resulta más fácil reconocer al otro en su alteridad extrema, que al otro próximo, apenas contrastante con las características culturales generales del observador o enunciador social de la alteridad. Un indio selvático desnudo y pintarrajeado, en el imaginario social, resulta más fácil de advertir como otro diverso para un venezolano urbano de clase media, que una mujer que desempeña trabajos domésticos y con quien, en ciertos niveles, se puede establecer una comunidad de elementos interpretativos de la realidad circundante. Pero ambos (el indio y la mujer), además de constituir sujetos subalternos, representan alteridades que, obviamente, se suman a la del observador enunciador. La diversidad venezolana Durante la historia republicana de Venezuela, al menos en los siglos XIX y XX, ha habido una fuerte ideología homogeneizadora de la sociodiversidad venezolana que se tradujo en un imaginario centrado en la homogeneidad cultural y la existencia de una identidad nacional, excluyente de otras muchas como parte de un abigarrado y contradictorio discurso unitarista. Dicho discurso 2 En el imaginario social venezolano, y aun en el de muchos analistas, la idea prevaleciente del indio es la de un ser selvático, aislado y portador de una cultura “primitiva” y “rudimentaria”, es decir, el indio desnudo con arco y flecha en la mano. Las estadísticas muestran que más del 60% de la población indígena del país es urbana, en contraste con esas ya caducas representaciones sociales. coincide con la superestructura fundadora y sostenedora del estado nacional venezolano en tanto que realidad imaginada por sus elites (Anderson 1997). Esa ideología homogeneizadora se sustenta, a su vez, en varias falacias dogmatizadas aceptadas acríticamente: la homogeneidad absoluta del país; el carácter igualitario de la sociedad venezolana, expresado entre otros elementos, por la negación sistemática de fenómenos como discriminación y racismo; la inexistencia de segmentos étnicamente diferenciados y, la falacia que sintetiza a las anteriores, el mestizaje como rasgo fundamental del país (Biord 2004 b). Sin embargo, tales ideas, además de engañosas o de constituir, en algunos casos, verdades a medias, han calado de tal manera en la conciencia social venezolana, no exenta, por supuesto, de contradicciones,3 que el solo hecho de cuestionarlas, o incluso matizarlas, no resulta para nada fácil. Ahora bien, el conjunto de representaciones y asunciones (imaginario e ideología) sobre la diversidad sociocultural de Venezuela y las identidades que coexisten en el país encubre una realidad bastante distinta. Esa realidad, puede ser aprehendida etnográficamente pero también ha empezado a ser recogida mediante instrumentos cuantitativos. Las más recientes estadísticas demográficas del país, proporcionadas por el censo de 2011, muestran que la población venezolana se autoadscribió o se reconoció en diversas categorías que, aunque mezclan criterios étnicos y fenotípicos, dan cuenta de una complejidad social todavía insuficientemente descrita. El 51,6 % se reconoció como “morena”, el 43,6% como blanca, el 2,7% como perteneciente a un pueblo indígena, el 3,6% como negra y afrodescendiente (dos categorías que se mantuvieron separadas en el censo) y 1,2% como “otra” o ninguna de las anteriores. Los datos cuantitativos que arroja el censo de población y vivienda se enriquecen y potencian al ser combinados con datos cualitativos (provenientes, parte, de observaciones etnográficas sistemáticas) e interpretados mediante un abordaje etnográfico. Ello nos permite inferir que en la diversidad sociocultural venezolana y su construcción perceptiva intervienen diversas variables: fenotípicas, culturales, económicas, étnicas, regionales, lingüísticas, religiosas además de las geoespaciales (oposición rural/urbana y, en este último contexto, la ocupación de sitios determinados: urbanizaciones residenciales/barriadas populares, por ejemplo). Así, pues, se trata de un fenómeno multifactorial y pluridimensional que no puede ser explicado mediante esquemas simplistas o abordajes reduccionistas. En el cuadro N° 1 se ofrece un intento de caracterización más que de clasificación. No pretende ser un esquema cerrado ni inflexible, sino un intento de simplificación descriptiva de la realidad como todo modelo explicativo, sobre todo en casos como este de tantas y complejas variables. Cuadro N° 1 Caracterización tentativa de grupos sociodiversos en la Venezuela actual 3 Como las relativas al racismo y al endorracismo, por ejemplo (Montañez 1993, Mijares 1997). Categorías propuestas “Blancos” Caracterización sociocultural Definiciones censales (*) Aunque no se trata de una categoría racial per se, sino más bien sociocultural, incluye a la gente predominantemente de tez blanca o clara. Costumbres euro-orientadas. Abarca las Clases alta, media, baja. Incluso engloba a aquellos “pardos” o morenos que han logrado ascenso social y los denominados “pardos” pobres Blanca/blanco: Personas cuya tonalidad de piel es clara y que por ello suele ser asociada a poblaciones de origen europeo. Aunque literalmente implica cuestiones externas como la piel clara, forma y color del cabello y los ojos, entre otras, "blanco" ha sido usado de distintas maneras en diferentes períodos históricos y lugares. Como otras palabras comunes para las etnias humanas, su definición precisa es algo confusa. … / ↑ Gente predominantemente de tez morena. Culturalmente asimilados a los “blancos”. “Gente decente” o “pobre, pero decente”, como se decía antes. Morena/Moreno: Es toda persona cuyas características fenotípicas son menos marcadas o pronunciadas que de la persona definida como negra o negro. Es un término que en algunos contextos puede ser utilizado para suavizar las implicaciones discriminatorias que conlleva ser una persona negra. … / gente pobre. Gente predominantemente de tez morena. Pobres Urbanos Pardo Rurales Excluidos. Gente predominantemente de tez morena. Sectores excluidos y marginalizados. Se corresponden con los llamados despectivamente “tierrudos”, “marginales”, “niches”. Este grupo está siendo afectado por los efectos de la expansión de la narcocultura. … / campesinos. Gente predominantemente de tez morena que integran grupos sociales diversos con gran diversidad regional. Sociedades campesinas. Llaneros. Se trata de una probable proto-etnia Indígenas Aborígenes o sus descendientes pertenecientes a más de una treintena de pueblos indígenas, con distinto grado de control sobre sus recursos culturales o en estado de avanzada transculturación, incluso de reindianización (etnogénesis) y también “indios genéricos”. Gente de tez predominantemente negra, descendiente de africanos esclavizados. Negros Inmigrantes diferenciados integrados Descendientes de inmigrantes no latinoamericanos de arraigo antiguo en el país, como los El censo recoge dos definiciones: negro y afrodescendiente. Negra/Negro: Es toda persona de piel fuertemente pigmentada, pelo muy rizado, nariz achatada y labios gruesos. Puede tener prácticas culturales de origen africano, aún cuando no las identifique como tales. Afrodescendiente: Descendientes de africanos y/o africanas que sobrevivieron a la trata negrera, a la esclavitud y forman parte de la diáspora africana en las Américas y el Caribe y/o es aquella persona que reconoce en sí misma la descendencia africana sobre la base de su percepción, valoración y ponderación de los componentes históricos, generacionales, territoriales, culturales y/o fenotípicos. colonieros de la Colonia Tovar (estado Aragua) o jarilleros de El Jarillo (estado Miranda), descendientes de alemanes Inmigrantes recientes no integrados o en proceso de integración Inmigrantes no latinoamericanos de reciente ingreso al país o sus descendientes (incluye grupos muy variados como italianos, portugueses, árabes, hebreos, chinos, etc. También a españoles peninsulares y canarios, aunque pasan como “blancos”. También pasan como “blancos” los descendientes de italianos, portugueses u otros grupos de inmigrantes ya integrados ) Categorías propuestas Caracterización sociocultural Definiciones censales (*) … / Grupos innominados (*) Categorías de autorreconomiento étnico: “Se refiere a la declaración espontánea de las personas residentes en el territorio nacional acerca de su identidad.” No se incluyen a los inmigrantes latinoamericanos, porque estos integran algunas de las categorías sociodiversas propias de la población venezolana, razón por las que con frecuencia pasan desapercibidos como otros. La percepción social de la diversidad sociocultural, fuertemente sesgada por la ideología homogeneizadora, condena a la invisibilidad o se las reduce significativamente a segmentos sociodiversos. La invisibilidad social de esos sectores guarda estrecha relación con intensidad de la alteridad. Obviamente se trata de un fenómeno relativo y no absoluto en el sentido de que un sujeto es percibido como otro por sus características contrastantes con las del sujeto observador y enunciador. Así A es otro para B, en la misma medida en que B lo es también para A. En términos concretos, un yanomami de una aldea con contactos intermitentes o esporádicos con poblaciones no indígenas constituye un otro para una persona con modos de vida urbanos en la misma medida en que esa persona urbana es otro para el yanomami. Sin embargo, hay una diferencia sustancial en la valoración de la alteridad: su carácter diferencial. Mientras el yanomami tal vez no desprecia el modo de vida del citadino, al menos no en términos peyorativos absolutos, en el caso contrario se produce un desprecio y hasta, probablemente, sentimientos de racismo (Biord 1992). Cuadro N° 2 Caracterización de la alteridad a partir de la intensidad de la diferenciación Diferenciación sociocultural, lingüística y fenotípica Intensidad Tipo de alteridad Mayor Media Menor Extrema Intermedia Próxima Cuadro N° 3 Tipos de alteridad según ego observador enunciador Alterida Alterida Grupos sociodiversos d d Próxima ↓ Media Extrema Blancos Morenos Inmigrantes de arraigo antiguo Inmigrantes recientes Inmigrantes de arraigo antiguo Inmigrantes recientes Blancos Morenos Otros segmentos sociodiversos (poblaciones rurales) Afrodescendiente s Pueblos indígenas Otros segmentos sociodiversos (poblaciones rurales) Afrodescendiente s Otros pueblos indígenas Sanemá Extrema Media Próxima ↑ Visión de un ego yanomami Visión de un ego caraqueño clase media Estableciendo como ego observador enunciador a un sujeto blanco de clase media caraqueña, y en base a la escala cualitativa de alteridad descrita en el cuadro N° 2, y un ego yanomami en el cuadro N° 3 se presentan sus visiones contrastantes sobre la alteridad sociocultural y cuáles grupos pueden resultarles más o menos próximos y extremos. Yanomami Alterida d Grupos sociodiversos Alterida d El cuadro N° 3 ilustra, pues, el carácter posicional o relativo de la percepción de la alteridad. En cambio, entre sujetos pertenecientes a las categorías sociodiversas que hemos denominado “blancos” y “pardos urbanos excluidos” (“tierrudos”, “marginales”, “niches”) la percepción de la alteridad es menor y limitada a contextos sociales determinados. Se trata de una percepción situacional que no está activada de manera permanente. Esta diversidad tiene diversas implicaciones, entre ellas las referidas a la convivencia y el modelo de Estado y su institucionalidad, pero aquí solo discutiremos las de carácter socioeducativo. Los retos de la educación La diversidad sociocultural del país plantea diversos retos aún pendientes de ser abordados de manera coherente por el sistema educativo venezolano. Esos retos son aún más urgentes en el contexto mundial caracterizado por un creciente deterioro ambiental, el enfrentamiento de fundamentalismos y el agravamiento de las condiciones de pobreza en algunos países que hace más tensa la relación entre el Norte y el Sur y la situación venezolana signada por el deterioro acelerado de las condiciones sociales y económicas, un aumento de la polarización política, la represión y la disminución de espacios para el diálogo así como por una conflictividad subyacente. Destacaré algunos retos que, a mi juicio, son de gran relevancia en esa doble coyuntura mundial y venezolana: 1) La pertinencia de asumir, en todos los niveles y modalidades del sistema educativo, una perspectiva intercultural. Si algo constituyó una limitación del decreto 283 sobre educación intercultural bilingüe fue, precisamente, haber limitado lo intercultural solo a la educación para indígenas. Es necesario asumir una perspectiva amplia y no ideologizada acerca de lo intercultural que alude en su formulación al intercambio y respeto entre culturas y tradiciones en un sentido muy amplio. Si la escuela no enseña a valorar al otro no podemos exigir un respeto multicultural. En caso de que, como una forma de currículo o praxis educativa oculta, como una sombra,4 la escuela refuerce los estereotipos negativos sobre cualquier forma de alteridad cultural es probable que se abone el terreno social para el surgimiento de sentimientos de vergüenza étnica, cultural y lingüística. 4 Una sombra, en sentido junguiano: aquellos rasgos ocultos de la personalidad de los que no estamos conscientes y pueden terminar siendo autárquicos y actuar sin control. 2) La necesidad de promover un verdadero diálogo de saberes y haceres que permita el enriquecimiento de todos los segmentos sociales diferenciados. Cada uno de los grupos sociodiversos que coexisten en Venezuela presenta características peculiares tanto en lo cultural como en lo axiológico y lo lingüístico. Esos grupos poseen conocimientos propios que no siempre ni la educación formal ni los grupos sociales mayoritarios o dominantes, en su conjunto, valoran adecuadamente. Es común pensar que el otro, sobre todo cuando está sometido a condiciones de desprecio e invisibilidad social, no tiene conocimientos o que estos no son válidos en sí mismos. Es decir, se consideran erróneamente como elementos típicos o peculiaridades locales sin ningún valor más allá del pintoresquismo. A estas actitudes subyacen dos elementos que deben considerarse a la hora de ponderar los retos educativos de la diversidad sociocultural: la discriminación, envuelta en racismo y petulancia etnocéntrica de las elites intelectuales, y una gran ignorancia sobre la existencia e importancia de esos conocimientos otros distintos al sistema de legitimación del saber en la tradición occidental. Un buen ejemplo de ello son los a menudo desdeñados conocimientos ambientales o asociados a la biodiversidad de las comunidades locales. En momentos en que vivimos una gran crisis mundial del ambiente, bajo la amenaza de cambios climáticos antropogénicos que han acelerado el recalentamiento del planeta, bien vale la pena volver sobre conocimientos tradicionales y prácticas que generan menor impacto y reducen la huella ecológica. Ello debe hacerse, en consonancia con una perspectiva intercultural, de manera convincente para los estudiantes. Es necesario que sientan que ese diálogo de saberes tiene que ver con ellos y no es algo condenado de antemano por su empirismo. 3) La trascendencia de lograr una educación acorde con los adelantos técnicos desde las limitaciones de un país pobre, como manera de reducir inequidades sociales y hacer pertinente la educación. La multiplicación de espacios educativos o ambientes de aprendizaje tiene que ser una realidad innovadora y no una meta utópica o una mera declaración de principios. Esto incluye el empoderamiento tecnológico y la apropiación de herramientas para la vida, así como el uso adecuado y ventajoso de las tecnologías de la información y la comunicación. Un caso exitoso, aunque perfectible, ha sido durante los últimos años la entrega masiva de computadoras portátiles (“canaimitas”) a estudiantes de escasos recursos. 4) La aceptación de que nos toca vivir en un mundo global, pero debe ser universal. La idea de la Globalización puede ser un mundo plano excluyente y homogeneizador controlado por centros de poder. La universalización es un proyecto de inclusión, respeto a las humanidades particulares, liberación de la tecnocracia y tiene que ver con un mundo multipolar, precisamente. Educar para la universalización como manera de trascender la Globalización tiene una pertinencia social extrema. 5) La relevancia de la tradición y el arraigo, también como una perspectiva transversal a todo el sistema educativo. La inserción en un mundo crecientemente globalizado debe hacerse desde un lugar y unas condiciones, desde una historia personal, familiar y social, concretas, para acceder así a una universalización o valoración de las culturas particulares y regionales. Las dos cosas deben ir de la mano: “globalizarse” como tantos latinoamericanos que parten a países ricos en pos de un sueño no siempre (para no decir “casi nunca”) irrealizable es tan pernicioso para la región como el mantenerse ingenuamente ajenos a las grandes corrientes del mundo. Es el reto de la universalización. 6) La superación de la marginalidad social es una de las metas más urgentes. Si algo debe transformarse es, precisamente, este terrible flagelo de toda Latinoamérica y que, en Venezuela, en particular, se conjuga con diversos factores como la desestructuración familiar, la miseria no solo ya la pobreza, los fenómenos de subcultura, contracultura y diglosia que muchas veces la acompañan, la falta de adecuada capacitación y salidas intermedias verdaderamente viables en el campo laboral, el creciente deterioro de la economía que acaba con los empleos dignos y, la consecuencia más grave, por sus efectos devastadores como es la narcocultura. Esta ofrece, a cambio de la violencia y la tranquilidad colectiva, dinero fácil e ilusiones de una sostenible movilidad social ascendente. 7) La aceptación de la diversidad en todas sus consecuencias: cultural, lingüística, racial, étnica, religiosa, de género, ideológica, de capacidades y discapacidades, de inclinaciones y vocaciones personales y cualesquiera otras cuya incomprensión pudiera generar persecuciones, acosos, negaciones, burlas, agresiones y limitaciones de cualquier tipo al pleno desarrollo de la persona humana, habida cuenta de las diferencias de tipo sociocultural, ampliamente consideradas, que se pudieran presentar en su valoración. La experiencia planetaria nos enseña que la mayor biodiversidad se ha conservado donde hay una más extensa socio y linguodiversidad. Homogeneización y destrucción parecerían procesos correlacionados, sinónimos de reducción y pérdida. Discusión y conclusiones La educación formal está llamada a jugar un importante rol en la valoración y conservación de la diversidad sociocultural. Los valores sobre la diversidad deben afianzarse en la escuela y en los distintos ambientes de aprendizaje. Una escuela diversa, para una sociedad diversa. No se trata, desde luego, de un reto fácil ni sencillo. La educación formal ha sido percibida y utilizada como un mecanismo poderoso de homogeneización y coerción social. No obstante sus logros y contribuciones sociales y económicas, también se requiere de una praxis educativa más versátil y adaptada a los retos de las realidades concretas. Sin embargo, la larga tradición de la educación uniforme y su complejo manejo burocrático, de lo que no se puede hacer abstracción a la hora de planificar nuevos modelos y experiencias, complejiza todavía más los intentos de flexibilizar el sistema educativo. Elementos tan sencillos y a la vez difíciles de cambiar o ajustar a petición de las comunidades y las razones prácticas que lo sustentan, como los uniformes y la planificación del calendario escolar –sin entrar en otros elementos, tal vez un poco más complejos, como la arquitectura escolar— ejemplifican las dificultades de innovar y lograr una educación verdaderamente potenciadora de las capacidades individuales, sociales y colectivas, una educación que pueda ser, a la vez, liberadora pero también defensora de lo propio, de las identidades y tradiciones socioculturales. Una educación sociotransformadora no es o no debe ser una educación orientada a cambiar todo sino, fundamentalmente, las inequidades socioeconómicas y los valores que terminan por profundizar esas desigualdades y crear otras nuevas. Finalmente, una educación diversa y para la diversidad debe enfrentarse al riesgo de tres distorsiones: 1) Una ideologización que la subordine, incluso en nombre de la diversidad, o desplegando de manera fingida sus banderas y discursos, a otros fines distintos a los de afianzar la diversidad en todas sus manifestaciones y proporcionar las herramientas emotivas, axiológicas y cognoscitivas para el pleno desarrollo de las capacidades de la persona; 2) Una visión unívoca de la diversidad y sus manifestaciones, como parte de un pensamiento único o un discurso ideologizado o militante, falsamente pluralista; 3) Una afán formalista que, introduciéndose incluso de manera subrepticia como “síndrome pedagógico”,5 vacíe de contenido la educación o se convierta en una práctica perversa y alienada de sus verdaderos fines, frustrando y limitando más que estimulando y formando como resultado final; y 4) Una tendencia tecnicista, que privilegie la tecnología por encima de los conocimientos y la creación o que resulte, si no falsa, al menos engañosa en países con severas limitaciones pero que deben estar conscientes de esta limitación para evitar caer por los abismos de la brecha tecnológica. Como se ha repetido tantas veces, es necesario educar para la vida, para la diversidad, y no para la escuela o para la alienación. Como forma de educar para la vida, desde y para la diversidad, no se puede educar para la deserción y el fracaso, sino para la asertividad, el éxito, la convivencia, el respeto y la solidaridad. La diversidad, en su plenitud de formas, solo puede alcanzarse mediante formas diversas y múltiples. Referencias ANDERSON, Benedict. 1997. Comunidades imaginadas Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica (Colección Popular, 498) (1ª reimp. de la 1ª ed. en español de la 2ª en inglés). BIORD C., Horacio. 1992. La angustia de ser otro (reflexiones sobre el componente cultural indígena de América Latina). Anthropos-Venezuela (Revista del Instituto Superior Salesiano de Filosofía y Educación, Los Teques) Nº 25: 71-84. 5 El “síndrome pedagógico” es la tendencia a escolarizar, en el sentido de reducción a formatos escolares, la realidad y sus contenidos, simplificándola en exceso al punto de subordinar el “qué enseñar” al “cómo enseñar”. BIORD, Horacio. 2004 a. Lenguas en penumbra. Idiomas indígenas y multilingüismo en Venezuela. En Francisco Freites Barros y Francisco Javier Pérez (compiladores): Las disciplinas lingüísticas en Venezuela. Situación actual, otras miradas y nuevas expectativas. Maracaibo: Universidad Católica Cecilio Acosta (Colección: El nombre secreto), pp. [254]-298. BIORD, Horacio. 2004 b. Multietnicidad, pluriculturalismo y multilingüismo en Venezuela. Implicaciones de la diversidad socio-cultural y lingüística. En Multiculturalismo, educación, interculturalidad. Memorias II Seminario Nacional de Interculturalidad. 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