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Buenas Nuevas
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Historia de la Iglesia
La persecución bajo Marco Aurelio (161-180)
Por Clara Freitag
Se puede recabar muy poco sobre lo que pensaba Marco Aurelio de los cristianos y cuál fue su
postura hacia ellos. Una sola vez los menciona cuando dice que el verdadero filósofo debe estar
dispuesto a aceptar la muerte, pero «esta disposición debe provenir no por pura oposición, como
ocurre con los cristianos, sino de una reflexión positiva de la mente, de un juicio maduro y con
gravedad distante de toda postura teatral»... (XV, 3).
De modo que la decisión y serenidad con que los cristianos afrontaban la muerte por su fe, para
Marco Aurelio, era fruto de una posición tomada, de obstinación, de agitación y de teatralidad... ¡No
había captado la esencia del cristianismo!, a pesar de su habitual espíritu de observación y reflexión.
Durante su gobierno los cristianos atravesaron el período tal vez más duro del siglo II; pero no
podemos afirmar que toda la responsabilidad haya que atribuirla al emperador mismo. En este
período se dieron un conjunto de factores que colaboraron a este efecto.
1) En primer lugar, hay que decir que hacia fines del reinado de Antonio Pío (138-162) surgió el
montanismo: un movimiento cismático de exaltación y fanatismo, dentro de las comunidades
cristianas de Asia Menor; y que se ca-racterizó por una actividad profética, un rigorismo ascético
exagerado, que pretendía sustituir la autoridad jerárquica ordinaria. Anunciaban el inminente fin del
mundo; y se aislaban de la vida normal; también se oponían al Estado y sus instituciones. El
movimiento se propagó rápidamente por toda Asia Menor. Si bien la jerarquía eclesiástica
reaccionó, intentado frenarlo, repercutió fuertemente en los órganos gubernamentales por sus
reflejos políticos y sociales: su actividad se manifestó como rebelión frontal a toda institución. Pero
los órganos oficiales no sabían distinguir entre la Iglesia y este movimiento fanático. De modo que
todos los cristianos eran mirados como opositores políticos e individuos socialmente sospechosos...
2) Además, en no pocas provincias del Imperio, hubo calamidades naturales, como terremotos y
pestes. Y para completarla, el Imperio mismo estaba em-peñado en duras guerras contra los
bárbaros que habían invadido el Imperio para asentarse.
El pueblo exasperado, culpaba a los creyentes en Cristo, de este conjunto de males, y más aun se
enfurecían contra los cristianos porque no participaban en las ceremonias expiatorias para aplacar a
los dioses del Imperio, convocadas en muchos lugares por el oficialismo.
Por último no hay que olvidar que por esta época repercutió la polémica anticristiana con los
discursos de Frontón de Cirta -retórico pagano, educador de los príncipes imperiales Lucio Vero y
Marco Aurelio- que daba por verídicas las graves acusaciones que el populacho difundía contra los
cristianos: se los acusaba de ateísmo, de antropofagia y uniones incestuosas. El apologista Minucio
Felix recopiló estas acusaciones en su diálogo Octavius (cap. 9, 67).
Durante el reinado de Marco Aurelio hubo dos períodos de persecución: El primero hacia el año
167, cuando el Imperio fue golpeado por muchas dificultades y calamidades: ataques de los
germanos, guerra contra Marcomanos, la peste propagada por los soldados de Lucio Vero, que
regresaban de la expedición parta... hambres y terremotos...; ¡y los cristianos que no participaban en
los sacrificios expiatorios para aplacar a los dioses del Imperio... Esta ausencia de los cristianos
exasperó a las masas, que se lanzaron al ataque con violencia, pues los consideraban causa de la
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indignación de los dioses. Algunos años más tarde, Tertuliano es-cribía al respecto: Si el Tíber
desborda sus diques, si el Nilo no puja hasta los sembrados, si el cielo queda inmóvil, si la tierra
tiembla, si el hambre y la peste sobrevienen, al punto gritáis: “¡CRISTIANOS A LOS LEONES!”.
(APOLOGÉTICO, 40, 2).
Probablemente en este tiempo se debe poner el martirio de muchos cristianos, cuyos nombres y
fecha de martirio, ignoramos. No obstante, sabemos que: entre los años 160-162, mueren en Roma
Tolomeo, Lucio y un tercero; entre los años 162-168 son martirizados en Roma Justino y seis
compañeros; entre el 166 al 68, fue martirizado el obispo Sagari, de Laodicea; también en esos años,
martirizan al obispo Tra-sea, de Eumenia; en el 170, logra la palma del martirio el obispo Publio, de
Atenas, con muchos otros cristianos.
El segundo período se da entre los años 174 al 78. La persecución llega a su punto culminante en el
177, en las Galias, donde fueron martirizados unos 50 cristianos. Pero debe de haberse ensañado
también en otras provincias orientales, pues de este segundo período abundan las fuentes. Basta leer
el libro V de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, con los capítulos 1, 2, 3, y siguientes,
en que las noticias sobre las persecuciones no parecen tener fin; estas se completan con los reclamos
de los apologistas Apolinar, Melitón de Sar-des, Milciades de Asia y del filósofo Atenágoras de
Atenas [hablaremos más delante de los apologistas] cuyas voces se dirigen a las autoridades del
Imperio «suplicando por los cristianos». Veremos en el próximo nº, cómo continúan las
persecuciones y martirios bajo el emperador Cómodo.
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