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Una máquina que escribe poesía
Me encanta observar la naturaleza. ¿Y a ti, Julia? Es una actividad gratificante. Todo está lleno de preguntas.
A nuestro alrededor encontramos objetos y estructuras de todo tipo: rocas, plantas, cucarachas, colonias de
hormigas, gaviotas, motos, ordenadores, teléfonos y aceleradores de partículas. Son el resultado de 13.700
millones de años de desarrollo y evolución. Y esto sin salir del planeta Tierra. ¡Imagínate todo lo que nos
queda por descubrir ahí fuera! Pero a veces las cosas más sorprendentes están más cerca de lo que
imaginamos. Piensa, por ejemplo, en el objeto más complicado que conozcas. A lo mejor te viene a la mente
una nave espacial o uno de esos ordenadores que juegan tan bien al ajedrez. No está mal, son cosas en verdad
complicadas. Pero hay algo que es todavía más complejo y que no es necesario buscar muy lejos: lo tienes
dentro de tu cráneo y se llama encéfalo, una protuberancia de tejido que, como verás a continuación, es la
parte más importante del sistema nervioso. Los seres humanos hemos explorado planetas, observado las
estrellas y desarrollado una tecnología impresionante, pero nada de lo que conocemos se acerca en
complejidad al encéfalo.
Esta estructura genera la consciencia, almacena los recuerdos, inventa, sueña e incluso es capaz de escribir
poesía. Todo eso lo puedes hacer tú y todos tus amigos, pero no conocemos ningún otro ser vivo ni ninguna
otra máquina que pueda hacer algo semejante. El encéfalo es lo que te hace humana. Los científicos llevan
muchos años tratando de descifrar sus secretos, de comprender cómo está organizado y cómo es posible que
de una estructura así surja la mente consciente. A pesar de su inmensa complejidad, podemos describir su
organización básica y su funcionamiento de una manera sencilla.
Una joya muy bien protegida
El encéfalo forma parte del sistema nervioso (o, para simplificar, SN), una estructura que está presente en casi
todas las regiones de tu cuerpo, ya que alcanza con largas prolongaciones —que salen del eje central del
cuerpo—la superficie de la piel, los músculos y las vísceras. La región central del SN, que recorre tu cuerpo de
arriba abajo, se llama, de manera acertada, sistema nervioso central o SNC.
El SNC es esencial para el funcionamiento del organismo, y debido a ello está muy bien protegido, como
una joya muy valiosa guardada dentro de una cámara acorazada. En nuestro caso, la cámara acorazada está
formada por hueso muy duro y de gran grosor. La región superior del SNC es muy ancha y abultada, una
pelota formada por miles de millones de células, el encéfalo del que te hablaba hace un momento. El hueso
que lo protege es el cráneo, el hueso de la cabeza. Seguro que más de una vez has tenido la oportunidad de
comprobar su dureza. Como ves, la evolución se ha tomado muy en serio la protección de esa máquina. La
otra parte del SNC es menos abultada pero muy larga: recorre tu cuerpo desde el cuello hasta la altura de la
cintura, metiéndose por un agujero que tienen las vértebras a lo largo de la columna. A esta parte se la llama
médula espinal, y está asimismo bien protegida por los duros huesos vertebrales.
Así de sencillo: tu SNC está compuesto por el encéfalo, protegido por el hueso del cráneo, y por la médula
espinal, que se encuentra abrazada por las vértebras. Para completar el sistema nervioso es preciso añadir
todos los nervios que conectan esta región central con el resto de tu organismo y que forman el llamado
sistema nervioso periférico o SNP (figura 1). Estas prolongaciones, que alcanzan casi todos los rincones del
cuerpo, no están protegidas por hueso —si no, pareceríamos una cucaracha, con partes duras cubriéndolo
todo—, pero tampoco es muy preocupante esa falta de protección, ya que en caso de lesión la zona dañada
puede regenerarse. Por el contrario, las células del SNC son "para toda la vida" y, aunque puede existir una
cierra regeneración, lo mejor es tenerlas bien protegidas.
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Figura 1. Organización general del sistema nervioso
Además de hueso, el SNC está recubierto por varias membranas (que se llaman meninges y son tres:
duramadre, aracnoides y piamadre) y por una capa de líquido (llamado líquido cefalorraquídeo) que, entre otras
funciones, tienen la misión de formar una especie de colchón de agua que amortigua los golpes y
movimientos bruscos. Esa capa de líquido, además de rodear el exterior del SNC, se mete en el interior del
encéfalo y rellena unas cavidades llamadas ventrículos, y recorre también el interior de la médula espinal por
un agujero que se llama canal central. Como puedes ver, la máquina que genera la mente se pasa toda la vida
dándose un confortable baño. El líquido cefalorraquídeo funciona también como un sistema de transporte y
contiene sustancias muy importantes para mantener en forma el SNC. En algunas enfermedades se toman
muestras de ese líquido a nivel de la médula espinal (la técnica se llama punción lumbar), ya que su color y la
cantidad de proteínas que contiene pueden darnos pistas muy útiles para diagnosticarlas.
El cerebro es una parte del encéfalo
Ya sabes, Julia, que en ciencia es muy útil dividir y clasificar los objetos de estudio; por eso a veces los libros
están llenos de nombres y más nombres, cada vez más raros. Esos nombres son útiles para los especialistas de
cada tema, pero aquí podemos prescindir de la mayoría de ellos. Para continuar con esta breve descripción
anatómica, te hablaré tan sólo de las partes más importantes del encéfalo, de manera que puedas hacer este
viaje a la máquina de la mente con un equipaje útil pero ligero.
El encéfalo (recuerda: es todo lo que tienes dentro del cráneo) se divide a su vez en varias regiones (figura
2). La más grande se llama cerebro y seguro que has visto fotos o dibujos de él: tiene muchos pliegues y está
claramente dividido en dos mitades o hemisferios por un surco que lo recorre de delante atrás, de ahí que
tenga un aspecto parecido al de una nuez gigante. El cerebro se ha desarrollado mucho a
EL ENCÉFALO
Figura 2. Divisiones principales del encéfalo.
lo largo de la evolución humana y en la actualidad su volumen ocupa la mayor parte del interior del cráneo.
Los científicos consideran que esta región es la principal responsable de las espectaculares capacidades de la
mente humana, de la inteligencia y de la emergencia de la consciencia. A pesar de cumplir con tan noble
cometido, si observas un cerebro parece más bien una bola retorcida y arrugada, con una superficie de
apariencia caótica. Aunque sus elementos internos tienen una disposición precisa y ordenada, desde fuera no
lo parece. Para facilitar un poco las cosas, se ha dividido el cerebro en cuatro partes o lóbulos, y así en cada
hemisferio se puede localizar de manera rápida y sencilla una región: estos lóbulos se llaman frontal, parietal,
temporal y occipital (figura 3). Esto nos resultará útil a lo largo del libro para poder situar algunas estructuras.
Pero el cerebro no podría funcionar sin el resto de regiones del encéfalo, con las que está íntimamente
relacionado. El cerebro rodea, como si se lo quisiera comer, otra estructura menos conocida llamada tálamo,
que se halla también dividido en dos mitades. Cada mitad tiene la forma de un huevo de gallina, aunque de
tamaño algo menor. Ahora mismo estás utilizando el tálamo para leer esta frase, ya que una de sus funciones
principales es regular el paso de la información que entra por los sentidos. El tálamo es la gran puerta de
entrada del mundo exterior hacia el cerebro. En la parte posterior, en la zona de la nuca,
LÓBULOS DEL CEREBRO
Figura 3. Los lóbulos del cerebro.
hay una región que tiene el aspecto de un cerebro en miniatura, y por eso se le llama cerebelo. Como te
puedes imaginar, no se trata de un cerebro pequeño, sino que tiene unas funciones distintas —y
complementarias— de las del cerebro. El cerebelo es, entre otras cosas, un aparato que sirve para refinar las
órdenes de movimiento (órdenes que el SN envía a los músculos) a partir de las señales sensoriales. Se
encarga de que tus movimientos se realicen con precisión y elegancia, y para ello colabora de forma
importante en la regulación de la postura del cuerpo y su equilibrio o en el control de los movimientos de los
ojos durante la fijación de la visión. Parece que también está implicado en tareas cognitivas, sobre todo las
relacionadas con el lenguaje, ya que participa en la articulación de éste para producir así un habla fluida.
Además, tiene memoria: es el responsable de que realices muchos movimientos sin tener que pensarlos, como
atarte los cordones de los zapatos o mantener el equilibrio en una bici. La memoria del cerebelo está para esas
cosas, y así puedes dedicar tus pensamientos a otros asuntos.
Las tres estructuras que acabamos de ver -cerebro, tálamo y cerebelo- conectan con una región central y
alargada llamada tronco del encéfalo. Desde el punto de vista evolutivo es la región del encéfalo más primitiva, y
se encarga de regular de manera automática, sin que seamos conscientes de ello, algunas funciones vitales
como la frecuencia respiratoria o el ritmo cardíaco (el "estoque" que se inflige a los toros, por el cual mueren
instantes después, tiene un efecto tan drástico porque destruye el tronco del encéfalo). La prolongación del
tronco hacia la parte inferior del cuerpo constituye la médula espinal, la otra región que forma el SNC.
Células que miden más de un metro
Ya tienes una visión general de las regiones del sistema nervioso. Pero, ¿de qué está formado? ¿Qué tipo de
tejido hay ahí capaz de producir algo tan extraño como la mente?
Parece mentira pero dentro de tu cráneo tienes esencialmente sólo dos tipos de células: células nerviosas,
también llamadas neuronas, y células gliales (que en conjunto se llaman glía). Las neuronas han sido, desde que
se comenzó a estudiar el SN, las reinas de la fiesta y han acaparado la atención de los científicos. No en vano
hoy en día se llama neurociencia al estudio del sistema nervioso y neurocientíficos a las personas que nos
dedicamos a ello. Ahora sabemos que las células gliales son igual de importantes para el funcionamiento del
sistema, pero son todavía menos conocidas que las neuronas.
¿Qué tienen las neuronas que las hace tan especiales? Fundamentalmente dos cosas: su capacidad para
generar electricidad y su forma. La mayoría de las células animales son de forma más o menos esférica y
miden unas pocas micras de diámetro. Las neuronas poseen una región que es también así, pequeña y de
forma redondeada, llamada cuerpo o soma, pero lo extraordinario es que de ese soma parten finas
prolongaciones que pueden ser muy numerosas y llegar a medir más de un metro de longitud. Estas
prolongaciones forman su sistema de comunicación. Las que están especializadas en recibir información de
otras células se llaman dendritas: son las antenas receptoras. Hay, además, una prolongación llamada axón, que
suele ser la más fina y larga, especializada en enviar información a otras células. Cada neurona tiene un único
axón, que normalmente se ramifica para contactar con muchas otras células. De esta manera, con sus
dendritas y sus axones, las neuronas pueden establecer conexiones entre ellas y con otros tipos de células,
como los receptores sensoriales o las fibras musculares. La región de contacto entre dos neuronas, o entre
una neurona y otro tipo de célula, se llama sinapsis (figura 4).
Debido a estas prolongaciones, en tu cuerpo hay neuronas que son realmente muy largas. Haz lo siguiente:
mueve, por ejemplo, el dedo gordo de tu pie derecho... Lo notas, ¿verdad? Bien, para poder percibir esa señal
de tacto, la información tiene que viajar desde la punta del pie hasta tu encéfalo, y para ello tienes neuronas
con prolongaciones que recorren toda esa distancia. Prueba a medir la longitud entre tu pie y tu nuca, suma
algún centímetro más —ya que las prolongaciones de la célula no siguen una línea
Figura 4. Las neuronas y sus partes principales.
recta— y tendrás una idea del tamaño de las células más largas de tu organismo. En el SNP esas
prolongaciones se agrupan en haces denominados nervios.
El soma, las dendritas y el axón son las partes principales de una neurona; pero, a partir de esas piezas, las
formas que pueden tener son muy variadas. Algunas tienen un soma redondo y pequeño, otras grande y con
forma de pirámide. Las hay que tienen muy pocas dendritas, o incluso ninguna, y otras que lucen una
exuberante ramificación con multitud de prolongaciones. La forma de cada una está adaptada a su
localización y función dentro del entramado nervioso.
Cada una de tus neuronas puede tener miles de sinapsis a lo largo de sus dendritas y recibir así información
de muchísimas células. Pero, además, cada una de esas neuronas contacta y envía información a muchas otras
células a través de las sinapsis que establecen las ramificaciones del axón. Se calcula que, de promedio, cada
neurona recibe información a través de unas 10.000 sinapsis y envía información mediante unas 1.000. Son,
como ves, muchísimas conexiones por cada célula. Hay incluso casos con más, ya que esto es un promedio.
En el cerebelo tienes unas neuronas, llamadas células de Purkinje, con unas dendritas tan ramificadas que cada
una de esas células recibe unas 200.000 conexiones de entrada. ¡Eso sí que es estar bien informada!
Los estudios más recientes indican que cada uno de nosotros tiene en su encéfalo unos 86.000 millones de
neuronas. La mayoría de ellas están en el cerebelo, casi 70.000 millones, y el resto principalmente en el
cerebro, unos 15.000 millones, lo cual no deja de resultar llamativo si tenemos en cuenta que el cerebro es,
con diferencia, la región que más abulta de todo el encéfalo. Pero volvamos al número total: trata de pensar
un poco en esa cifra, es difícil hacerse una idea de lo que significa tal cantidad. En la Vía Láctea, la galaxia de
la que forma parte nuestro sistema solar, hay un número similar de estrellas. En tu encéfalo, Julia, hay
muchísimas más neuronas que todas las estrellas que puedas observar en el cielo: todas las que vemos a
simple vista pertenecen a nuestra galaxia y en una noche podemos ver tan sólo una parte. Si en vez de
neuronas pensamos en sinapsis, la cifra aumenta mucho más, ya que cada neurona tiene miles de esos lugares
de conexión: en tu encéfalo tienes cientos de billones de sinapsis, todo un universo. Cuando el encéfalo está
funcionando —en realidad, siempre está funcionando—, las sinapsis regulan el flujo de información entre las
neuronas. Pero, ¿de qué información estoy hablando? ¿Qué les dice una neurona a sus vecinas?
Las neuronas se comunican entre sí
El sistema nervioso consta, por tanto, de una inmensa red formada por las neuronas, sus prolongaciones y
esos lugares de interacción llamados sinapsis. Todo ello permite que estas células se pasen información y
dialoguen entre sí. La manera de hacerlo es mediante una combinación de señales eléctricas y mensajes
químicos. Te lo contaré con un poco más de detalle hacia el final del libro, pero aquí va un adelanto.
Cada neurona tiene una carga eléctrica similar a la que tiene una batería de las que usamos todos los días. El
soma de las neuronas, que es su centro de control, puede descargarse de forma brusca y generar así una señal
eléctrica. Esa descarga viaja por el axón, la prolongación de salida, y lo recorre hasta que llega al final. Al final
de cada axón hay una, varias o muchas sinapsis -pues, como sabes, pueden ramificarse-, y en cada sinapsis la
descarga eléctrica activa un proceso para informar de esa señal a la
Figura 5. Los potenciales de acción inducen la liberación de neurotransmisores en las sinapsis.
célula con la que contacta. Cuando la neurona ha generado una descarga, vuelve a cargarse de inmediato (¡lo
hace en menos de un milisegundo!) y de esa manera está lista para producir otra señal si es necesario. Cada
una de estas señales eléctricas que viajan a lo largo de los axones se llama potencial de acción (figura 5).
Una neurona puede producir muchos potenciales de acción, uno detrás de otro, con una frecuencia
determinada. Puedes imaginarte el proceso como si emitiera un código morse: bip... bip, bip..., bip... bip, bip,
bip... bip... También puedes imaginarlo como si fuera un código de barras, como el que hay en la
contraportada de este libro: cada barra sería un potencial de acción. Igual que un código de barras contiene
información —determinada por la disposición de la secuencia de barras a lo largo del espacio—, una neurona
puede emitir un mensaje mediante una serie de potenciales de acción. El tipo de mensaje dependerá de la
secuencia de descargas a lo largo del tiempo.
Este es el lenguaje que usan las neuronas para hablar entre sí. Ahora mismo dentro de tu encéfalo están
viajando por los axones de tus neuronas miles de millones de esas breves descargas. A veces las neuronas
tienen gran actividad y generan muchas descargas en muy poco tiempo. Otras veces están más "calladas" y
producen muy pocos potenciales de acción. Todo depende de cada situación concreta y del trabajo que tenga
que realizar cada neurona dentro del sistema.
Tus neuronas generan electricidad
Ahora te estarás preguntando: "¿Pero, de dónde sale la electricidad? ¿Cómo hacen las neuronas para
descargarse y volverse a cargar tan rápidamente?". Todo se consigue mediante el movimiento de unas
partículas con carga eléctrica que se llaman iones. En nuestro cuerpo tenemos varios tipos de iones, entre ellos
el ion sodio (átomo de sodio, cuyo símbolo es Na, con carga +), y el ion potasio (átomo de potasio, cuyo
símbolo es K, con carga -).
Las neuronas tienen una membrana que las rodea, como cualquier otra célula, y esa membrana está plagada
de pequeñas compuertas que se pueden abrir y cerrar a toda velocidad. Por esas compuertas entran y salen los
iones de la célula. Para generar las descargas eléctricas —los potenciales de acción—, las neuronas controlan
con mucha precisión el movimiento de los iones sodio y potasio a través de esas compuertas. Todo eso
consume mucha energía y por ello nuestro sistema nervioso necesita un aporte continuo de nutrientes y de
oxígeno a través de la sangre. Para que te hagas una idea de lo que esto supone, piensa que el encéfalo
consume de promedio el 20 % de toda la energía de tu cuerpo.
Si una neurona deja de recibir oxígeno y nutrientes, dejará de funcionar, y si el déficit se mantiene durante
varios minutos, morirá o sufrirá un daño importante (esto le ocurre a cualquier célula del cuerpo, pero las
neuronas son especialmente sensibles a estos déficits). Para funcionar bien, las prolongaciones de las
neuronas necesitan también iones sodio, potasio y un aporte continuo de oxígeno y nutrientes. Si se les priva
de ese alimento perderán la capacidad de transmitir los potenciales de acción y, por tanto, de enviar señales.
Cuando se te duerme una pierna o un brazo, dejas de sentirlos y pierdes movilidad debido a la disminución
del aporte sanguíneo causado por una postura que bloquea algún vaso: la falta de energía impide que los
axones transmitan potenciales de acción, ya que no pueden moverse con eficacia los iones de sodio y potasio.
Pero no hay que preocuparse, ya que es un bloqueo momentáneo y reversible que ocurre en el SNP y no tiene
ninguna gravedad.
Besos entre las neuronas
Como acabamos de ver, las neuronas forman una red por cuyos axones viajan señales eléctricas. Al final de
los axones se hallan las sinapsis, la zona donde el axón de una neurona establece conexión con otra célula,
que en la mayoría de los casos es la dendrita de otra neurona. Tu encéfalo, Julia, está formado por miles de
millones de neuronas que hablan entre sí a través de las sinapsis, pero, ¿cómo lo hacen?, ¿qué ocurre en una
sinapsis?
En la gran mayoría el proceso es el siguiente: cada vez que llega un potencial de acción al final del axón, esa
región libera al exterior —al líquido que hay entre las células— algún tipo de sustancia química que afecta de
alguna manera a la otra célula. Las sustancias químicas liberadas se llaman neurotransmisores, los cuales se unen a
receptores específicos en la otra célula, y así una neurona informa a otra de su mensaje al ejercer algún efecto
sobre ella. ¿En qué consiste ese efecto? Depende del tipo de receptor que tenga la célula: algunos receptores
excitan la célula y aumentan las probabilidades de que genere nuevos potenciales de acción. Otros hacen todo
lo contrario: disminuyen la capacidad de la célula para producir esos potenciales, es decir, inhiben su
actividad. Podemos imaginar una neurona como un aparato de música con muchos mandos para controlar el
volumen. Cada sinapsis es uno de esos mandos: algunas de ellas suben el volumen y otras lo bajan, el
volumen final en un momento determinado dependerá de qué mandos están funcionando.
Por tanto, cada neurona de tu encéfalo recibe conexiones sinápticas tanto excitadoras como inhibidoras. El
hecho de que una de esas células genere más o menos potenciales de acción dependerá en cada momento de
la combinación de ambos efectos. Si la excitación es mayor, esa neurona tenderá a generar más potenciales de
acción. Por el contrario, si la inhibición es mayor, la neurona producirá pocos o ningún potencial de acción:
permanecerá callada hasta que reciba señales excitadoras.
Este proceso que acabo de describir es el que ocurre en las llamadas sinapsis químicas, que son la mayoría.
Hay también algunas sinapsis donde no existen neurotransmisores y las dos células se tocan físicamente; en
esos casos, los potenciales de acción que alcanzan el final de una célula se transmiten a la célula siguiente y
siguen su camino sin modificaciones. A este tipo de conexión, mucho menos numeroso, se le llama sinapsis
eléctrica.
En resumen: tu encéfalo es una orquesta formada por unos 86.000 millones de instrumentos (neuronas),
capaces de enviar mensajes entre sí mediante la generación de descargas eléctricas (potenciales de acción) que
inducen la liberación de sustancias químicas (neurotransmisores). Todas las mañanas, cuando te despiertas, las
neuronas de tu encéfalo comienzan a tocar una música nueva, distinta a la que sonaba durante el sueño. Una
música de la que emerge la mente consciente, de la que emerges tú.
Células multitarea
El otro tipo de células que forman el sistema nervioso son las células gliales. Como te dije, los
neurocientíficos les han prestado en general poca atención ya que, al contrario que las neuronas, estas células
no producen descargas eléctricas para comunicarse entre sí o con las neuronas. Debido a ello, se consideraba
que su función era de mero soporte y que no tenían mucho que ver en el procesamiento de la información.
Pero el panorama ha cambiado en los últimos años y, aunque es cierto que no generan señales eléctricas,
algunas de ellas (los astrocitos) pueden intervenir en las sinapsis y modular el diálogo que tiene lugar allí.
Hasta hace muy poco tampoco estaba muy claro cuántas células gliales hay en el SN de los seres humanos.
Los neurocientíficos calculaban que el número de células gliales era de 10 a 50 veces mayor que el de
neuronas, pero parece que la cosa no es tan desigual: los experimentos más recientes indican que el número
de estas células es similar al de neuronas, lo cual no deja de ser una cifra extraordinariamente grande. Al igual
que las neuronas, las células gliales no están distribuidas de manera homogénea por el sistema nervioso, sino
que hay regiones que tienen mayor densidad que otras.
¿Qué funciones realizan? Tienen un repertorio variado. Entre otras funciones, forman un sustento físico
que engloba y, en cierta medida, protege a las neuronas. Son también una especie de central de procesamiento
químico que colabora en la nutrición de las neuronas y en regular la composición del líquido extracelular, el
que hay entre las células. Dos clases de células gliales —los oligodendrocitos y las células de Schwann— se
encargan de formar una cubierta llamada mielina que tapiza algunos axones y confiere el típico color
blanquecino a los nervios. Gracias a la mielina los potenciales de acción pueden viajar por esos axones a gran
velocidad, ya que funciona como un eficaz aislante eléctrico.
Los astrocitos son otro tipo de célula glial, el más abundante, cuyo nombre hace referencia a su forma
estrellada. Están distribuidos por todo el SNC y son muy parecidos a algunas neuronas, con una región
central redondeada de la cual parten prolongaciones. Son responsables de gran parte del procesamiento
químico del que te hablaba hace un momento y tienen una función protectora muy importante: con sus
proyecciones cubren los vasos sanguíneos que entran en el SNC y forman así una barrera que tiene como
misión controlar el paso de sustancias desde la sangre hacia el SNC. Como te comenté más atrás, la evolución
se ha tomado muy en serio la protección del SNC y, además de las barreras físicas que ya hemos visto
(cráneo, meninges, etc.), ha dado lugar al desarrollo de barreras para el paso de sustancias químicas. A esta
estructura en cuya formación colaboran los astrocitos se le llama barrera hematoencefálica, nombre muy
apropiado para una barrera entre la sangre y el encéfalo.
La atención de los neurocientíficos sobre los astrocitos ha aumentado en los últimos años porque se ha
descubierto que las prolongaciones de estas células participan también en algunas sinapsis, es decir: hay
sinapsis en las que el diálogo, en vez de ser entre dos células (en general el axón de una con la dendrita de
otra), se realiza entre tres. En estas sinapsis los astrocitos modulan el mensaje que el axón envía a la dendrita,
por lo que se refina aun más ese sistema de comunicación. Este descubrimiento es importante pues indica que
el encéfalo tiene más capacidad para manejar información de la que se calculaba al tener sólo en cuenta a las
neuronas.
Devoradoras de energía
Para generar y mantener su actividad eléctrica y metabólica, las neuronas necesitan consumir oxígeno y
nutrientes (esencialmente glucosa) de forma continua. Ya te comenté que el encéfalo consume de promedio el
20% del gasto energético total de tu cuerpo. La mayor parte de esa energía se usa para mantener cargadas las
baterías neuronales y que así puedan estar siempre listas para enviar señales cuando sea necesario, que suele
ser muy a menudo. ¿Cómo se cargan las baterías? Pues mediante el movimiento de los iones que ya conoces,
el sodio y el potasio, a través de la membrana plasmática de las neuronas (mecanismo que te explicaré con
más detalle en el capítulo 21). De esta manera se consigue que se acumulen en una región determinada (el
sodio en el exterior y el potasio en el interior). Es algo similar a bombear agua para llenar el embalse de una
central hidroeléctrica: en el caso de las neuronas, lo que se bombea son iones.
El oxígeno y la glucosa llegan al encéfalo y el resto del sistema nervioso a través de la sangre. Tenemos
varias arterias, como las carótidas, que dirigen hacia la cabeza el 15% de toda la sangre que sale del corazón
por la arteria aorta. Imagínate si es importante mantener constante ese flujo de sangre, que en la aorta y en las
carótidas llevamos incorporados varios detectores de presión y de niveles de oxígeno. Si se detecta que baja
mucho la presión o que la cantidad de oxígeno es insuficiente, se activan mecanismos para reparar el
problema, por ejemplo incrementando la frecuencia respiratoria o aumentando el ritmo del corazón.
Cualquier esfuerzo es poco para mantener en forma la máquina de la mente.
Xurxo Mariño: Neurociencia para Julia. Editorial Laetoli.