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El proceso de subcontratación en el Siglo XXI. Relaciones sociales y trabajo en los
subcontratistas de CODELCO
Luis Aguilera Donnay & Cristóbal Villalobos Dintrans.
Sociólogos, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Resumen:
Este artículo intenta dar cuenta de las características de un sujeto social que en estos tiempos ha
sido – quizás demasiado prontamente – olvidado de las historias e interpretaciones oficiales y
predominantes de la realidad: El trabajador. En específico, indagaremos en el trabajador contratista
que, como veremos, se configura como una figura central en este nuevo proceso de producción, que
se caracteriza por ser altamente tecnológico, globalizado y deslocalizado.
Para esto, en un primer momento daremos cuenta de las principales características teóricas que
permiten entender el fenómeno de la subcontratación, especificando los nudos críticos que
produciría en el trabajador esta nueva forma de entender las relaciones sociolaborales. Luego,
mostraremos como es que esta forma de producción se desarrolla en un contexto específico, a
saber, en la gran minería chilena. Acá, tomaremos a la minera estatal CODELCO como un ejemplo
paradigmático, dadas las características bajo las cuales se ha desarrollado la subcontratación en
esta empresa y teniendo en cuenta el movimiento sindical que se ha construido desde esta minera.
Esto nos permitirá exponer la relación que se da entre el trabajo y el trabajador en este espacio,
profundizando en la forma en como las condiciones objetivas provocan y producen determinadas
relaciones sociales y apreciaciones subjetivas en los trabajadores contratistas, con respecto a su
situación laboral, económica y social. A partir de esto, se propondrá un modelo de análisis para
entender los efectos de la subcontratación en los trabajadores contratistas, teniendo en cuenta los
principales efectos que la subcontratación tiene en los trabajadores.
Palabras Claves: Subcontratación – explotación – trabajo - CODELCO.
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I. Introducción:
Desde el punto de vista sociológico, este ensayo nace en un contexto de escasa investigación del
sistema de subcontratación, y donde la mayoría de los estudios existentes han apuntado
principalmente al entendimiento de las dimensiones “objetivas” del proceso, es decir, a la
comprensión de los cambios en los indicadores de la calidad de empleo ocurridos en los
trabajadores contratistas desde finales de los noventa.
Ante esto, este articulo intenta reivindicar una nueva interpretación de los procesos sociales que se
dan en esta esfera laboral y del papel que la sociología del trabajo tiene que jugar en el análisis de
las sociedades latinoamericanas, profundizando una mirada donde las percepciones subjetivas y las
construcciones colectivas son centrales en la interpretación de los fenómenos sociolaborales.
Si además tenemos en cuenta que la subcontratación se ha ido constituyendo en Chile como una
forma de trabajo presente en gran parte de los sectores económicos, esta caracterización aparece
aún más necesaria, ya que implica que este nuevo proceso de producción ha significado una
importante modificación en las relaciones laborales y de las formas que los trabajadores entienden
su relación con el trabajo, por lo que estudiar estos cambios aparece como un elemento central.
Esto aparece aún más relevante cuando se constata que la gran minería del cobre, y particularmente
la empresa estatal CODELCO, se ha constituido en Chile desde las primeras décadas del siglo XX
como una actividad económica y socialmente central, llegando a ser denominada como “el sueldo de
Chile”. Esto ha hecho que quienes trabajan allí se entiendan como un elemento primordial para el
resto de los trabajadores del país –y por lo tanto, para los empresarios y la clase política- dada su
posición estratégica con respecto a la política fiscal, así como su potente capacidad de movilización
sindical.
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Todo esto hace que el análisis de la subcontratación, desde la perspectiva de los trabajadores, cobre
una importante relevancia para la interpretación de los fenómenos laborales en los albores de este
nuevo siglo.
II. Entendiendo la Subcontratación en el Siglo XXI.
Para analizar el fenómeno de la subcontratación desde una perspectiva social, creemos que es
importante considerar en primer lugar cómo se ha entendido, desde la sociología, la relación entre el
trabajo y el trabajador, mostrando cuales ha sido los enfoques y líneas de trabajo que han
predominado. A partir de este análisis, intentaremos exponer las principales características teóricas
de la subcontrato, dando cuenta de los nudos críticos que se producen en esta nueva relación
laboral, lo que nos permitirá en último término entender las características desde las que se ha
desarrollado esta forma de trabajo en la minería chilena.
a) La sociología del trabajo como el marco de análisis de la relación entre el trabajador y su
producto.
Con el advenimiento de la modernidad y la aparición de los estados nacionales surgen nuevas
pautas de desarrollo social, que impactan en los distintos ámbitos de la vida. Una de las esferas que
crecientemente va teniendo más centralidad y más cambios, en especial en las relaciones entre los
individuos, es la esfera económica. Esta se ve fuertemente transformada por la creciente
industrialización, complejización y cambios en los métodos de producción y trabajo, lo que determina
un nuevo escenario social.
Junto con estos cambios, se desarrolla un campo específico de análisis que intenta dar cuenta de
esta nueva realidad: La sociología del trabajo. Esta puede entenderse como el estudio “de las
colectividades humanas, muy distintas en sus dimensiones y sus funciones, que se constituyen con
motivo del trabajo” (Friedmann & Naville, 1962: 5) y se basa en que el estudio de los distintos
componentes que interactúan en el trabajo (producto, trabajador, empresa) “no se encuentran como
relaciones con una existencia autónoma, sino como un conjunto de relaciones” (Rolle, 1974. 13).
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De esta forma, desde la constitución misma de la sociología del trabajo se pone de manifiesto que la
relación entre el trabajador y su producto no es una relación ni espuria ni determinada, sino más bien
central y dinámica, y que tiene gran importancia en la constitución misma del trabajador como un
sujeto social.
Ahora bien, siguiendo a Rolle, creemos que es importante distinguir las distintas vertientes de la
sociología del trabajo: En primer lugar, está la sociología de la empresa, que analiza la relación entre
el trabajador y el aparato productivo. En segundo lugar, está la sociología del trabajador, que
profundiza en el grado de participación y apropiación del trabajador de su producto. Por último, se
puede hablar de una sociología de la relación salarial, donde se tratan las relaciones sociales que se
producen a raíz del trabajo. (Rolle, 1974).
Teniendo esto en cuenta, creemos que es la dimensión social la que cobra mayor interés para
nosotros, ya que, en general, la bibliografía con respecto al fenómeno de la subcontratación ha sido
relativizada y disminuida sólo a parámetros económicos, analizando fundamentalmente las
distinciones que hay entre los trabajadores de planta y contratistas con respecto a criterios
salariales, accidentes de trabajo, horas producidas, etc., sin especificar las consecuencias sociales
que existen detrás de estos fenómenos.
En este sentido, la dimensión social del trabajo nos permite analizar fenómenos eminentemente
económicos desde una perspectiva social, sin por ello desencajar los fenómenos de la estructura
bajo la cuál se han producido. De esta manera, entenderemos el proceso de subcontratación como
“un fenómeno económico incrustado” (Polanyi, 1992: 23), es decir, como un fenómeno económico
que se encuentra contextualizado en una cultura, una historia y una sociedad determinada.
A partir de lo anterior, creemos que es interesante examinar la propuesta de Alain Touraine en
relación a la sociología del trabajo. Para Touraine, el trabajo es “una relación entre el productor y el
producto, es decir, una relación del hombre con sus obras” (Touraine, 1966: 16), y por lo tanto, en la
constitución misma del trabajo ambas perspectivas se encontrarían de manera interdependiente
pero diferenciada. Así, Touraine plantea que para analizar el problema de las relaciones sociales del
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trabajo es necesario abordar no sólo los aspectos económicos o institucionales de las relaciones
sociales, sino también ‘la situación social’ del trabajo, lo que implica que la misma relación social se
desarrolla de una manera dinámica e interaccional. De esta forma, se entiende el trabajo
fundamentalmente como una relación social, lo que permite comprender al trabajador como un
sujeto histórico, ente fundamental en el desarrollo de la sociedad moderna (Rolle, 1974: 159). Bajo
esta concepción, daremos cuenta de la implantación de la subcontratación como un concepto central
del proceso productivo.
b) Subcontratación como concepto: Producción y dominación en el sistema económico:
Conceptualmente, la subcontratación debe entenderse dentro del desarrollo capitalista de la
sociedad moderna, que en su afán de tecnologizar y de aumentar la producción ha desarrollado
nuevos procesos y nuevas técnicas. Así, la formación y el desarrollo del régimen de subcontratación
obedece en gran medida a relaciones específicas que se desarrollan entre trabajadores y
empresarios.
Esto implica pensar que este régimen se desarrolla fundamentalmente como un sistema a partir de
la dominación y la resistencia que los grupos de trabajadores ponen a estos procesos. Por lo mismo,
la introducción de esta forma de trabajo en el sistema económico debe entenderse más desde el
punto de vista político que desde el punto de vista técnico. En este sentido, creemos que es
importante comprender que “la organización capitalista del trabajo es siempre y a la vez técnica de
producción y técnica de dominación, y esto desde bastante antes del capitalismo monopolista”
(Laclau & Mouffe, 1986: 116). De esta forma, para entender el nacimiento y crecimiento de la
subcontratación en el sistema mundial debemos comprender los cambios en las teorías económicas
y en los sistemas de mercados, que hacen que las empresas adecuen, dependiendo de las
características de las sociedades, sus formas de producción, sus cambios y sus continuidades con
los modelos “clásicos” (Nee & Swedberg, 2005).
Por ello, creemos interesante desarrollar la explicación que Ronald Coase y Oliver Williamson
realizan con respecto al concepto de subcontratación, a través de la “teoría de la firma”. Esta teoría
plantea que el análisis económico y social debe incorporar los procesos de transacción y de
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producción contractual, ya que estos son determinantes para la racionalidad económica de las
empresas. A partir de esto, el autor plantea que los cambios en la realidad de los sistemas de trabajo
(especialización, producción en serie) harían que los costos de transacción de mantener las
empresas “totales” (donde se desarrollaba todo el proceso productivo), fueran demasiado altos, y
por ello, ineficientes. De esta forma, lo lógico es que las empresas modernas buscarán “organizar las
transacciones para economizar la racionalidad limitada al mismo tiempo que protegerse contra los
peligros de oportunismo” (Williamson, 1989: 42). Y evidentemente, una de las mejores formas de
reducir los riesgos, es traspasándolo a otras empresas, a través de contratos limitados y
establecidos. En este punto radicaría la importancia pragmática del sistema de subcontratación para
el sistema laboral, social y económico.
De esta manera, nos parece necesario entender que el sistema de subcontratación es a la vez, un
mecanismo político, social, económico y productivo, que tiene múltiples influencias en la sociedad y
desde el cuál se generan múltiples mecanismos de producción de la realidad social.
c) Subcontratación en Chile: Precarización y tecnologización de la realidad laboral.
En Chile, el sistema de subcontratación como tal no es un tema nuevo. La subcontratación como
práctica de trabajo se viene desarrollando con fuerza desde los años 30, en rubros como la
metalurgia, la minería, la construcción y la industria (Echeverría, 1996: 2), como una forma de
producción de la economía en Chile. A pesar de esto, lo característico hoy en el sistema de
subcontratación es, en primer lugar, que existe una especificación de las consecuencias de esta
forma de trabajo. Así, hoy la subcontratación se refiere a la relación que busca el “abaratamiento de
los costos más que como un camino a la especialización y de búsqueda de calidad de los procesos y
los productos” (OIT, 1998: 2), lo que rompe con la concepción tradicional de la subcontratación, que
se guiaba por criterios de especialización.
Ahora bien, también parece relevante destacar que este sistema agrupa una gran variedad de
formas de trabajo y de relaciones entre el trabajador y su producto, donde, a pesar de las
diferencias, siempre se intenta mostrar a la subcontratación “una relación laboral anormal o atípica”
(OIT, 1998: 5). De esta manera, se aplican distintos conceptos como “contrato especial, trabajador
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externo, transitorio, trabajo de reemplazo, trabajo precario o trabajo atípico extendido” (Marín, 2006:
247) entre otras muchas denominaciones, para catalogar a un mismo fenómeno social. Sin embargo,
lo que poseen en común todas estas formas de relación laboral es una forma “especial” de generar
el contrato, distinta al trabajo normal.
A pesar de esto, creemos que es errado entender el sistema de subcontratación como una situación
poco común, ya que “la mayoría de las labores productivas y de servicios contratan a través de
intermediarios, a fin de ahorrar costos y evitar riesgos, los que, a su vez, van siendo traspasados al
propio trabajador, quedando las plusvalías en las manos intermedias” (Marín, 2006: 248). Por esto,
“cuando nos referimos a “contratistas” muchas veces estamos hablando del grueso de los
trabajadores de la actividad y no a actividades marginales o esporádicas”. (Echeverría, 1996: 4), con
lo que la figura del subcontratista como un trabajador secundario, marginal o externo, se diluye.
En esta línea, la Dirección del Trabajo lo define así: “Lo central de la subcontratación tiene que ver
con lo que se subcontrata. La distinción que resulta clave es saber si se trata de subcontratar la
producción de bienes o la prestación de servicios, por un lado, o si se trata de subcontratar el
trabajo, específicamente trabajadores, por otro” (Echeverría, 1996: 8). Tal como se ha desarrollado
en Chile, esta definición ha producido principalmente dos problemas.
Por un lado, se produce un problema al subcontratar o externalizar líneas de producción o funciones,
ya que “estas se tienden a concentrar en algunos poderosos grupos económicos. Se produce así,
en la mayoría de las relaciones laborales, un frecuente desperfilamiento de la figura del empleador
tradicional, dificultándose de esta manera la identificación de las partes en la relación laboral, y por
lo tanto, la responsabilidad que les cabe a cada una en el cumplimiento de los deberes y derechos”
(Marín, 2006: 245). Esto, nuevamente, configura un cuadro en el que la subcontratación se entiende
básicamente como una especialización de la precarización.
Además de esto, emerge un segundo gran problema, que puede ser definido como un alejamiento
del trabajador de su trabajo, ya que la empresa contratante es sólo una “enganchadora de trabajo”,
esta extrae al trabajador gran cantidad de la riqueza obtenida por su trabajo, es decir, le extrae gran
cantidad de su plusvalía. De esta forma, la subcontratación del trabajo es un sistema de trabajo que
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lesiona la relación social que se desarrolla en el trabajo. Teniendo esto en cuenta, analizaremos las
formas específicas que la subcontratación ha tomado en la minería chilena.
III. El subcontrato en la gran minería chilena. Procesos y actores.
Luego de entender las principales características teóricas de la subcontratación, nos parece
necesario dar cuenta de la forma que el subcontrato toma en la gran minería chilena. Para ello, en
primer lugar indagaremos en las características del sistema de subcontratación en CODELCO,
intentando mostrar cuales son las especificidades del proceso en esta empresa, para luego, mostrar
cuales son los actores involucrados en este proceso, enfatizando en las conexiones que se dan
entre las organizaciones y personas, dando cuenta así del proceso de operación que se da bajo el
fenómeno de la subcontratación en la minera estatal.
a) La subcontratación en CODELCO: De la anormalidad a la normalidad.
Desde los años treinta existen procesos que podrían asimilarse a los procesos de subcontratación
que se llevan a cabo en CODELCO. Debido a las características específicas de la mina y al
creciente plan de expansión de la misma, fue necesario contratar a trabajadores para realizar tareas
como la construcción, mantenimiento y fortificación minera (De Laire, 1999). Estos contratos eran,
sin embargo, distintos a lo que hoy entendemos por subcontratación, ya que eran limitados en el
tiempo y el espacio y eran trabajos específicos y especializados (Baros, 1995). Esto implicaba que la
subcontratación era, por lo general, desarrollada por trabajadores altamente calificados y con una
alta preparación en el plano académico y/o experiencial. Por ello, la subcontratación era entendida
como un proceso de especialización, tendiente a aumentar la producción pero manteniendo las
condiciones laborales de los trabajadores.
Sin embargo, desde el 73 se inicia un proceso retroactivo, en dos ámbitos. Por un lado, se instaura
una política sostenida de disminución de trabajadores de planta, que es fomentada por planes
legislativos, como el Plan Laboral impulsado por José Piñera. Con esto, se cambian las
concepciones de lo que se entiende por subcontratación, en especial en CODELCO. Esta ya no es
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entendida como un fenómeno de especialización, sino como “un mecanismo de simulación o elusión
del contrato: el mandante, requiere la ejecución de una obra de un contratista, y este, externaliza las
actividades en el subcontratista. De esta manera, el subcontratista ejecuta actividades en la obra del
mandante” (Vargas, 2007). Así, detrás de la disminución extendida de los trabajadores de planta,
existe un cambio en la forma de entender la subcontratación. De ahí que se produzca, de forma
paralela a este proceso, un aumento sostenido de los trabajadores de empresas contratistas que
trabajan en actividades operativas en CODELCO.
Así “en 1989, las estadísticas de CODELCO señalan que, además de los trabajadores de planta,
existían sólo 1.371 trabajadores a contrato fijo en CODELCO. […] En el 2000, el número de
trabajadores de empresas contratistas –que trabajan en actividades operativas regulares, en las
distintas divisiones de CODELCO- había aumentado alcanzando cerca de 11.000 trabajadores,
mientras en el 2006 se registran más de 24.000 trabajadores en las operaciones directas de
CODELCO” (Caputo & Galarce, 2007) . Lo anterior queda expuesto en el siguiente gráfico.
Trabajadores de empresas contratistas en actividades operativas en CODELCO
30000
24.951
25000
24.028
19.929
20000
17.614
13.774 14.140
15000
10.786
8.913
10000
5000
1371
0
1989
1995
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
Fuente: Caputo & Galarce: Trabajo precario en el cobre chileno: El caso CODELCO
Así, la subcontratación se constituye como un fenómeno generalizado y con altos niveles de
precarización en la gran minería, y por supuesto, en CODELCO. A esto debemos sumar que,
actualmente, la subcontratación se encuentra a lo largo de todo el proceso productivo. Existen
empresas en servicios generales (seguridad, alimentación, aseo, comunicaciones), empresas de
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mantención (de equipos y de espacios físicos), empresas de desarrollo minero y obras mineras y
empresas de montaje, entre otras. De esta forma, la subcontratación se encuentra generalizada en
todos los niveles, procesos y tareas.
b) Actores involucrados: Trabajadores, sindicatos y empresas en tensión:
Para entender el proceso de subcontratación, además debemos indagar en los distintos actores que
interactúan y generan este fenómeno, ya que sus características, en gran medida, determinan la
forma en que el proceso de subcontratación se desarrolla en CODELCO. En este sentido, hemos
identificado tres actores centrales en la división El Teniente:
1.- Trabajadores: Son aquellos sujetos que, de una u otra forma, participan en los distintos procesos
que se dan en CODELCO. Por esto, son parte del proceso tanto los trabajadores de planta como los
trabajadores subcontratados. Junto con ello, aunque de una manera marginal, también se
encuentran los trabajadores a honorarios y/o esporádicos, que desarrollan algunos trabajos
específicos en el mineral.
2.- Organizaciones sindicales: También son partícipes del proceso de subcontratación aquellas
organizaciones que buscan mejorar las condiciones de los trabajadores. En este sentido, y teniendo
en cuenta la distinción anteriormente expuesta, podemos identificar dos tipos de sindicatos:
sindicatos de trabajadores de planta y sindicatos de trabajadores subcontratistas.
3.- Empresas: Las empresas actúan proporcionando los medios para el trabajo y organizando la
producción. En este sentido, es la empresa mandante (CODELCO), como las empresas contratistas
las que participan en la subcontratación de la división.
Es, precisamente, la interacción de todos estos actores la que va especificando el proceso de
subcontratación en el Teniente. Pero ¿Cómo es que se produce esta interacción? Para
comprenderla en su complejidad, puede ser explicativo el siguiente esquema:
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El esquema intenta caracterizar las relaciones que se dan en CODELCO. Como núcleo central se
encuentra la estatal. Esta empresa se relaciona con todos los actores. Por otro lado, la empresa
contratista hace de mediadora entre los trabajadores contratistas, el sindicato y CODELCO. Esto
genera que la relación entre los trabajadores contratistas y CODELCO, si bien es una relación real,
no es formal, sino informal, ya que en la relación diaria de trabajo se produce una interacción directa,
que no siempre encuentra mediación en las empresas contratistas A pesar (y a partir) de esto, los
sindicatos de trabajadores contratistas han podido generar una relación directa con CODELCO,
constituyéndose de esta manera como un “puente” formal entre los trabajadores contratistas y la
empresa mandante.
Junto con esto, es interesante mostrar que no existe un mayor tipo de relación entre los trabajadores
de planta y contratistas (más allá del trato diario que puedan desarrollar quienes comparten un
espacio de trabajo), y menos aún, entre los distintos sindicatos. Estos se conectan sólo en la medida
que poseen una relación con CODELCO, lo que nos muestra como se produce una división entre
trabajadores y entre sindicatos.
Por último, parece importante mostrar que se desarrollan, en un mismo proceso de producción, dos
triángulos distintos entre empresa, sindicato y trabajadores. Ambos triángulos se encuentran
aislados uno del otro, lo que permite que se desarrollen dos relaciones sociales de trabajo,
entrelazadas pero distintas. Estas son las relaciones que desarrollaremos en el siguiente apartado.
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IV. Elementos distintivos de la subcontratación como proceso de trabajo
Como hemos postulado a lo largo de este artículo, la subcontratación como sistema distinto del
trabajo “tradicional” genera dinámicas en la esfera misma del trabajo que son vividas y entendidas
de manera especial por los trabajadores. La tesis que intentaremos desarrollar es que, más allá
de cualquier justificación económica y administrativa por parte de las empresas, los
trabajadores entienden al sistema como una forma de sobre explotación que sólo apunta a
maximizar la ganancia del empresario, en desmedro del salario y la calidad de vida de ellos
mismos. Nuestra idea es que esta visión negativa se estructura desde una serie de elementos que
hacen que los la subcontratación, desde una perspectiva social, sea vivenciada como un proceso de
precarización social. Entender esto nos permitirá generar un esquema de análisis que de cuenta de
la subcontratación como proceso en la minería chilena.
a) Centralidad del trabajo e insatisfacción laboral
Las ciencias sociales en las últimas décadas, especialmente en los países “del primer mundo”, han
desarrollado con distintos matices y énfasis la tesis de la desintegración de las “sociedades del
trabajo”. La observación apunta a que el trabajo habría perdido su centralidad en la conformación de
la vida social y de las biografías personales, dejando su lugar a otras actividades como el consumo,
que serían los nuevos espacios donde las personas y las sociedades fundarían sus principios
identitarios y de integración. El trabajo sería una actividad más dentro de las muchas que las
sociedades postindustriales ofrecen a sus integrantes. Además, las nuevas características del
trabajo, flexible y fragmentado, harían imposible construir un relato biográfico vinculado a la carrera
profesional, como era la antigua usanza.
En el contexto de la sociedad chilena, creemos que existen particularidades que hacen que dichas
tesis no puedan ser traspasadas a nuestra realidad sin una reflexión más detallada. El consumo,
efectivamente, se ha convertido en un elemento central en la construcción de la identidad social y
personal. Basta con observar las dinámicas de los malls de cualquier ciudad para constatar aquello
(o leer las muchas críticas que desde distintas posiciones ideológicas se han hecho al respecto).
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Pero, nuestra sociedad no cuenta ni con la estructura productiva ni con la seguridad social que
poseen los países “desarrollados”. (Wormald, 2005)
Esto hace que para poder sustentar el consumo, además de contar con un crédito sea necesario
poseer un ingreso: los trabajadores sólo pueden sustentar su consumo y el de sus familias
trabajando de manera constante. La cesantía se vuelve un temor constante, ya que significa agotar
en plazos brevísimos los exiguos ahorros que eventualmente pueden existir, lo que se ve
profundizado con la precarización desarrollada por la subcontratación.
De esta manera, las características del sistema de subcontratación hacen que los trabajadores vivan
permanentemente inseguros respecto a su situación laboral y por ende, inseguros de la situación de
subsistencia familiar. (Aguilera & Villalobos, 2007: 56). Por ello, para ellos, el trabajo constituye un
núcleo central, entendido, eso sí, más como precarización que como liberación.
Desde allí, la pregunta por la satisfacción laboral cobra una alta relevancia para observar la calidad
de vida de los trabajadores. Acá lo importante de destacar es que la subcontratación se presenta
siempre como una comparación subjetiva de los trabajadores contratistas con los trabajadores de
planta, más que como una comparación de su calidad de vida como personas individuales.
Esto hace que el entendimiento de su insatisfacción tenga como centro el proceso de trabajo. Los
trabajadores ven en la internalización el “sueño” que mejoraría su calidad de vida. Esto significa que
para muchos la insatisfacción no está dada por las características mismas del trabajo, el que
muchas veces reporta ciertas gratificaciones subjetivas, sino por las condiciones desmejoradas en
que se realiza, tanto desde el punto de vista del equipamiento y la seguridad, como del salario y las
condiciones de beneficios y estabilidad. De esta manera, podemos decir
que la insatisfacción se construye desde la subcontratación.
Esto mismo se podría extrapolar, por ejemplo, cuando analizamos la estabilidad laboral. Para los
contratistas, la evaluación de su situación es negativa no por su condición en el modo de producción
(obrero), ni por su ubicación en la escala demográfica, sino por su posición dentro del proceso de
subcontratación. En definitiva, no se trata que los trabajadores subcontratados sean un segmento
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que se opone al dinamismo y flexibilidad de la “nueva economía” desde el vacío, sino que su
oposición está sustentada en la comparación que hacen con los trabajadores propios, frente a los
cuales aparecen como desprotegidos, precarizados y insatisfechos.
b) Diferencias objetivas, impacto subjetivo y tematización social
Otro aspecto que aparece como central para comprender la visión negativa de los trabajadores pasa
por observar las condiciones objetivas de salario, beneficios y elementos de trabajo que existen
entre los trabajadores contratistas y los de planta, y cómo estas diferencias son entendidas por los
trabajadores y las consecuencias sociales que trae esta visión.
Al respecto, nuevamente es central notar que la comparación se hace a partir del proceso de
subcontratación, es decir, entre trabajadores contratistas y de planta. Al respecto, lo central es notar
que si existen importantes diferencias en los salarios (Caputo & Galarce, 2006) sino también en los
implementos de trabajo y seguridad y en los beneficios anexos (Vargas, 2007) lo que genera una
sensación de angustia y resentimiento frente al otro.
De esta forma, tenemos que las diferencias reales que existen son vistas como injustas y carentes
de una razón objetiva, dado que, al menos en el ámbito de la producción, las labores son
compartidas (Villalobos & Aguilera, 2007), por lo que se construyen desde y en el proceso mismo de
trabajo.
En el caso de la minería, que se instituye como un semi enclave dentro de los espacios geográficos,
debe sumarse otro elemento, que va más allá de la esfera del trabajo. Por ejemplo, el elevado nivel
de vida que ostentan los trabajadores de planta hace que exista la percepción de que las pautas de
consumo son más elevadas de lo que ellos pueden conseguir, lo que genera muchas veces
endeudamiento en los trabajadores contratistas. Esta podría ser, nuevamente, una fuente de
resentimiento y envidia entre los trabajadores, conformados nuevamente por el proceso de
subcontratación
De esta manera, la construcción de diferencias objetivas determina la incrustación simbólica de
categorías sociales que, si bien siendo subjetivas, se incorporan a la realidad como procesos
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naturales y deterministas. Así, la subcontratación actúa como un proceso de naturalización de las
diferencias sociales, lo que impacta de manera negativa en la forma que los trabajadores
contratistas construyen su visión con respecto al sistema productivo.
Si a esto sumamos la conformación misma de la actividad de la subcontratación en la minería, que
ha impedida el desarrollo de una relación entre los trabajadores, o entre los trabajadores contratistas
y la empresa principal, legitima y agudiza esta construcción, ya que en la práctica el desarrollo de
relaciones laborales es nulo o muy limitado.
Todo esto redunda en que, además de lo anterior, los trabajadores contratistas desarrollen bajos
niveles de identificación con sus empresas, salvo, claro está, el caso de algunos trabajadores que
laboran para empresas especializadas, de poco tamaño y que se desplazan por todo el país
realizando labores de manera itinerante. Esto pasa por que la identificación del trabajador se da con
la empresa mandante, lo que nuevamente se ve profundizado por las características mismas del
trabajo minero (altamente tecnologizado, fuertemente localizado)
En síntesis, nos encontramos con que los trabajadores contratistas construyen su visión negativa del
proceso de subcontratación a partir de la experiencia diaria de trabajo, que les muestra de manera
constante diferencias sustanciales en todos los ámbitos del empleo respecto a los trabajadores de
planta, las que no tendrían un sustento real o una explicación razonable, dadas las similares labores
que desempeñan. Aún más, estas condiciones diferenciales son vistas como un mero
aprovechamiento por parte de las empresas contratistas, con quienes no llegan a desarrollar una
relación de confianza e identificación, lo que contrasta con el alto grado de pertenencia con respecto
a la empresa mandante.
c) Relaciones de trabajo en el régimen de subcontratación
Ahora bien, ya hemos podido ver cómo es que la subcontratación impacta tanto de manera objetiva
como subjetiva en el trabajador concibe socialmente su relación con el trabajo. Pero, ¿Cómo es que
se produce esta construcción? ¿Qué factores influyen? ¿Cuál es el rol de la subcontratación en este
proceso?
16
Como hemos podido ver, el régimen de subcontratación supone una reorganización del sistema de
trabajo, modificando las pautas tradicionales de subordinación al transformar la relación de
dependencia administrativa y funcional a la que se ven sometidos los trabajadores. Esta particular
estructura jerárquica repercute en el desarrollo de las relaciones sociales al interior del trabajo.
En primer lugar, es necesario observar en qué medida el proceso de subcontratación genera la
figura del doble empleador, que en su forma básica estaría dada por la existencia de relaciones de
doble dependencia. Esto quiere decir que el trabajador se ve sometido a la autoridad de la jefatura
de su empresa, con quien sostiene la relación contractual, a la vez que en el desempeño diario del
trabajo se ve sometido a la autoridad de la empresa principal o mandante, con quien sostiene una
relación de facto.
Esta situación presenta una amplísima gama de matices entre las distintas etapas del proceso
productivo. En la minería, cobra relevancia la distinción que la literatura sobre el tema realiza entre la
subcontratación de productos o servicios terminados y la subcontratación de mano de obra.
(Echeverría, 1997). Al respecto, nuestra propuesta radica en entender esta distinción como dos
extremos polares de un continuo y no como dos tipos puros que se den en la práctica, ya que
existirían formas mixtas de dependencia que se desarrollarían frecuentemente.
Así, en el extremo de la subcontratación de productos o servicios terminados, nos encontramos con
relaciones de dependencia más “típicas”, ya que aquí los trabajadores sólo reciben órdenes y
responden a los supervisores de su empresa. En la minería, en este espacio están las empresas que
realizan obras de habilitación, tanto de espacios propiamente ligados a la producción minera (como
túneles, por ejemplo), como a obras de características más generales, ligadas a otras instalaciones
al interior del complejo minero.
Estas empresas operan con giros que van desde el desarrollo minero, hasta el genérico obras
civiles. Por otra parte, dentro de estas mismas características de trabajo se encuentran las empresas
que ofrecen servicios generales completos, tales como los servicios de alimentación. En términos
simples, lo que ocurre aquí es que la empresa minera contrata el servicio de estas empresas a partir
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de una licitación que incluye criterios técnicos, dejando a cuenta y riesgo de la empresa contratista
los procedimientos de elaboración del producto.
Por esto, la evaluación de la empresa mandante se realiza en función del producto final que recibe y
no del proceso productivo que lo precedió (salvo las fiscalizaciones externas necesarias), lo que
implica que la empresa principal no interfiere en la relación laboral diaria que los trabajadores de las
empresas contratistas desarrollan con sus jefaturas.
Por otra parte, en el otro extremo encontramos la subcontratación de mano de obra, también
denominada suministro permanente de personal, tan presente en la gran minería (Caputo & Galarce,
2007). Aquí, la relación de doble dependencia adquiere su mayor fuerza, ya que la labor diaria del
trabajador se encuentra sometida a la autoridad del supervisor de su empresa, quien por lo general
entrega la pauta de trabajo diario a partir de las directrices que la empresa mandante le entrega.
Esta situación se da con mayor frecuencia en las labores directamente ligadas con la producción, es
decir, con el proceso mismo de extracción y tratamiento del mineral, así como con el mantenimiento
permanente de las herramientas y el lugar de trabajo.
La raíz de aquello se encuentra en el hecho fundamental que el espacio en el que se desarrolla el
trabajo pertenece a la empresa principal: En el caso de la minera estatal, el proceso básico de
producción del cobre se desarrolla en las minas y los espacios que son propiedad de CODELCO, lo
que difícilmente puede ocurrir de otra forma. Además, los instrumentos principales de extracción son
maquinarias pesadas, de alta tecnología y elevado costo, las que pertenecen a CODELCO y no a las
empresas contratistas, lo que desdibuja fuertemente el rol del empleador.
En esta misma situación se encuentran un gran número de labores de servicios generales que se
prestan de manera permanente y que no suponen la elaboración de un producto determinado, como
sucede por ejemplo con la seguridad al interior de la mina, las que pueden requerir respuesta
inmediatas por parte de los trabajadores, saltándose de esta manera el conducto regular de la
subcontratación.
Esquemáticamente, este problema podría exponerse en el esquema que se presenta a continuación:
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Como puede verse, la figura del doble empleador se constituye como uno de los espacios
fundamentales desde los que se construye la visión negativa de la subcontratación. Esto implica que
en la construcción simbólica y en la objetivación de las diferencias sociales de la subcontratación, el
doble empleador es un motor fundamental en la construcción social del proceso productivo.
Pero también influye, de manera central, el grado de identificación con la empresa mandante. En el
ámbito laboral, los trabajadores se sienten parte de una empresa, que no es la que legalmente
desarrollan su relación. Esto provoca dos grande procesos:
Por un lado, los trabajadores ven que la relación laboral se construye desde la base de la
explotación, ya que la empresa no desarrolla una vinculación ni social, ni cultural, con el trabajador.
Desde este punto de vista, los trabajadores sienten que la empresa contratistas es sólo una
enganchadora, que se queda con el plusvalor de su trabajo.
Por otro lado, los trabajadores construyen su visión desde la nada, sin un referente claro, por
ejemplo, frente al cuál poder hacer reinvidincaciones sociales. En ambos casos, se entiende que es
el proceso de subcontratación el que produce estos fenómenos, lo que ayuda a contextualizar la
subcontratación como un proceso negativo y de sobre explotación.
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De esta forma, estos dos factores se interrelacionan en la construcción del proceso de
subcontratación, lo que determina que en la minería (pero no sólo en ella) estos procesos se
entremezclen en la construcción de la visión que los trabajadores desarrollan del proceso productivo.
Por ello, todo esto puede sintetizarse en el esquema que presentamos a continuaciñon, de manera
de síntesis:
En el eje horizontal tenemos la relación de subordinación a la que se ve sometido el trabajador
contratista. Cercano al vértice encontramos relaciones de trabajo más cercanas a la relación “típica”,
donde el trabajador está subordinado a la jefatura de la empresa con quien mantiene la relación
contractual. A medida que se avanza en el eje nos encontramos con relaciones de subordinación en
las que el mandato es compartido, incluso de manera contradictoria, por las jefaturas de la empresa
mandante y de las empresas contratistas.
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En el eje vertical se aprecia la relación de identificación que los trabajadores establecen la empresa
principal. Esta identificación está dada por trabajar en el espacio social de una manera permanente,
relación que se ve profundizada cuando el trabajo desarrollado es más específico y tecnologizado
(como, por ejemplo, en el caso de la minería). Así, cercano al vértice nos encontramos a
trabajadores que no desarrollan una identidad muy fuerte con la empresa principal, dado que son
personas que laboran en el espacio social durante el periodo que dura el contrato y posteriormente
se mueven a otros espacios geográficos.
Por supuesto que esta situación se puede ir transformando en la medida que se trabaje más tiempo
en un mismo lugar o prestando servicios continuamente en la empresa principal. Las posiciones más
lejanas al vértice nos indican que los trabajadores se sienten trabajadores que en la práctica son de
la empresa central, pero que están fuera de la empresa por motivos externos a la propia relación
laboral.
Cercano al eje nos encontramos básicamente a las empresas de obras que se trasladan
continuamente prestando servicios a distintas empresas mandantes, incluso fuera del ámbito minero,
las que desarrollan una relación bastante cercana a una relación “normal” de trabajo. En el extremo
opuesto nos encontramos a los trabajadores que desarrollan una alta identificación con la empresa
principal y laboran bajo una alta relación de doble dependencia. En la minería, allí encontramos a
trabajadores de faenas productivas y de mantención de equipos y terreno, quienes en la práctica
constituyen un suministro permanente de personal hacia la empresa mandante.
Este esquema nos permite mostrar la relación entre la subcontratación y la visión del proceso de
trabajo que los trabajadores generan al respecto. En la medida que el proceso de identificación y de
doble dependencia es más fuerte, más negativa subjetiva de la subcontratación, ya que la
construcción que se hace de ella se encuentra mediada por una relación laboral altamente precaria,
injusta y basada en la explotación laboral. De esta forma, podríamos decir que es el proceso de
subcontratación mismo el reproductor y generador de diferencias objetivas y subjetivas en las
relaciones entre los trabajadores, así como en la idea de que el sistema laboral se entiende como
una extracción del plus valor.
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V. Conclusión
Finalmente, creemos necesario dar cuenta de algunas conclusiones que creemos son relevantes a
la luz de lo expuesto. Al respecto, una primera conclusión, de carácter general, tiene que ver con la
necesidad de reivindicar el estudio sociológico del trabajo, como un conocimiento relevante para la
disciplina y para la sociedad. Constatamos que a pesar de las importantes transformaciones
estructurales de la economía y de la sociedad que han ocurrido en las últimas décadas, el trabajo
aparece como una dimensión central en la vida de las personas, tanto a nivel individual como social,
por lo que profundizar estudios de este tipo aparece como una meta clara para el desarrollo de una
estrategia nacional de desarrollo.
En el caso de los trabajadores contratistas, esto es aún más agudo. Acá, el proceso de trabajo se
constituye además como una experiencia fundamental en la construcción de sus percepciones de la
realidad social, así como de sus imágenes de cómo ésta debe ser, teniendo por ello una fuerte
relación con la interpretación de la realidad que estos grupos realizan día a día.
Esto hace que la forma que asume para los trabajadores el sistema de subcontrato sea altamente
perjudicial. Así, los trabajadores entienden el
proceso de trabajo como una forma de
sobreexplotación, de precarización del empleo y de discriminación. Esta imagen se construye a partir
de las diferencias objetivas que existen en las condiciones de trabajo, de remuneración y de estatus
social que existen en comparación con los trabajadores de planta, y se van reproduciendo a través
del diario vivir en la estructura social.
Además, es central destacar que estas diferencias no se explican por criterios estrictamente
laborales (como podrían ser diferencias de capacitación, de experiencia o de productividad), sino
que fundamentalmente por condiciones ajenas a la esfera del trabajo, de tal forma que son
percibidas como injustas y carentes de algún fundamento razonable. Así se llega a construir una
imagen negativa del sistema de subcontratación puesto que, desde la visión de los trabajadores,
esta forma de organizar el capital sería un sistema que sólo beneficia a las empresas (a la empresa
mandante que reduce sus costos operacionales y a las empresas contratistas que se apropiarían de
una parte importante del plus valor) a costa de sus condiciones de vida.
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De esta forma, se cristaliza el sentimiento de ser trabajadores de segunda categoría, lo que creemos
en gran medida permite explicar el convulsionado escenario y la gran capacidad de movilización que
las organizaciones de trabajadores contratistas han mostrado en los últimos años. Así, se configura,
dentro de los trabajadores y sus organizaciones, la firme convicción de que su lucha es por algo
justo que tiene un sustento real. Como ya hemos desarrollado, este convencimiento se encuentra
sustentado por la experiencia subjetiva y social de las condiciones reales de trabajo, lo que sumado
a las diferencias objetivas del sistema y a la vía de solución que ha abierto la ley de subcontrato,
configuran un cuadro donde los trabajadores han construido un podrían explicar las actuaciones que
estos trabajadores han tenido en los últimos años.
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