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Inquisiciones sobre la economía de tiempo. La conformación de la figura del
trabajo precario.
Primeras aproximaciones.
Santiago Aguiar
Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad Nacional de
Quilmes, Argentina
Resumen:
El objetivo general de esta presentación, es establecer la racionalidad que explica
la realidad de la precarización, este nuevo fenómeno del trabajo y de la entera
sociedad capitalista, y por lo tanto su naturaleza específica. Con esto, y como
objetivo específico, inquirir sus modalidades, y las formas operacionales para
medirla en Chile. Finalmente, establecer su impacto en la clase trabajadora, y la
conformación de una nueva figura del trabajador.
La categoría de economía del tiempo precarizadora, y la emergencia de un nuevo
actor social, la figura del trabajador precario, emergen como centrales para la
explicación y para los resultados de este fenómeno en desarrollo, en estas
primeras aproximaciones.
Atravesando las investigaciones, estudios y discusiones sobre la re-estructuración
productiva, el cambio tecnológico en el proceso de trabajo, las transformaciones
en el mercado de trabajo, y las nuevas formas de organización del trabajo,
centrada, aunque no exclusivamente, en el gran debate sobre la flexibilización
laboral y productiva, se encuentra la llamada precarización, entre categoría teórica
e instrumento descriptivo, que admite múltiples acepciones y significados. En
algunos casos se rechaza su realidad, al menos asociada a estos procesos aquí
mencionados, en otros se admite pero de forma apenas marginal, en otros más se
la considera un efecto no deseado, una desviación que puede corregirse, y
finalmente, en otros casos, los menos, se la pone al centro del análisis.
Lo cierto, es que queda aún planteado, y este es el objetivo general de esta
presentación, establecer la racionalidad que explica la realidad de este nuevo
fenómeno del trabajo y la entera sociedad capitalista, y por lo tanto su naturaleza
específica.
Con esto, y como objetivo específico, inquirir sus modalidades, y las formas
operacionales para medirla en Chile.
Finalmente, establecer su impacto en la clase trabajadora, y la conformación de
una nueva figura del trabajador.
Los usos del concepto de precarización
Se ha determinado (POK, LORENZETTI, 2007) que en la OIT se utilizó por
primera vez el concepto de precarización en 1974. Se lo definía centralmente por
su inestabilidad, y se medía ésta por la inexistencia de contrato, o de contrato de
carácter indefinido. Pero se la limitaba a las economías subdesarrolladas, incluso
zonas económicas de los países centrales como el caso de Sicilia en Italia
(SYLOS LABINI, 1974).
Desde entonces, ha ido incrementándose la preocupación por la precariedad
laboral, pero siempre como efecto, no deseado o necesario, de la reestructuración productiva, el cambio tecnológico en el proceso de trabajo, las
transformaciones en el mercado de trabajo, y las nuevas formas de organización
del trabajo.
El concepto de precariedad ha sido asociado al de informalidad (OIT, 2007; POK,
LORENZETTI, 2007; RANGEL, 2005), y la inserción endeble.
También se lo ha asociado al concepto de flexibilización laboral (GALVEZ, 2004;
ACUÑA, PEREZ, 2005; WELLER, 2007; DE LA O, GUADARRAMA, 2006).
También asociado al concepto de flexibilidad, la preocupación se centra no tanto
en el concepto, y la realidad, de la precariedad laboral, sino en sus efectos en la
cohesión social (CEPAL, 2007).
A un efecto de las transformaciones estructurales con su consecuente cambio en
la relación de fuerzas capital-trabajo, y explicables por las estrategias económicas
y
ocupacionales
de
empresarios
y
trabajadores
(EQUIPO
CAMBIO
ESTRUCTURAL Y DESIGUALDAD SOCIAL, 2000).
Asociada también a las nuevas formas de empleo, atípicas, se la presenta
asimismo como resultado de las estrategias de los actores sociales, y como un
efecto posible pero no necesario (LOPE, GIBERT, ORTIZ DE VALLACIAN, 2002).
Se lo menciona como un indicador de la posición deteriorada de los trabajadores
en las relaciones de trabajo (CASTILLO, 2003).
Pero también como un resultado no necesario y opuesto de las transformaciones
empresariales virtuosas (MONTERO, 1996), o de los procesos de externalización
virtuosos (ECHEVERRIA TORTELLO, 2006), con un nuevo paradigma de
producción flexible que presenta estos riesgos, pero también oportunidades (DIAZ,
GODOY, STECHER, 2005).
Se la explica también como resultado de lo que con acierto se ha llamado –desde
el punto de vista de la situación del trabajador- la “cadena de relaciones de
incertidumbre” (FALABELLA, 1990), con las cadenas de subcontratación (DE
PAULA LEITE, 1999).
Se lo ha identificado como componente de una situación social determinada por
condiciones de trabajo y de vida desfavorables para el trabajador, con un bajo
grado de estabilidad, como resultado del bajo grado de organización de los
trabajadores (FALABELLA, 1990).
Donde más consenso hay en la literatura es en la comprensión del fenómeno de la
precariedad laboral asociada al “trabajo atípico” por oposición al “trabajo normal”,
pero caracterizada centralmente por su consecuente falta de acceso a la
protección social (VEGA RUIZ, 2005; HENRIQUEZ, URIBE-ECHEVERRIA, 2004;
GALVEZ, 2004; EQUIPO CAMBIO ESTRUCTURAL Y DESIGUALDAD SOCIAL,
2000; TOKMAN, 1999; ESPINOZA, 2003).
Finalmente, se lo ha planteado en el marco de cambios sociales más
fundamentales. Podría situarse entre estos a quienes, más acotadamente, hablan
de un nuevo régimen o modo de acumulación flexible (IRANZO, DE PAULA
LEITE, 2006), modo de acumulación post-fordista (ALONSO, 2007), sociedad de
la información (YÁNEZ, MEDEL, DIAZ, 2001). Pero fundamentalmente se trata de
quienes directamente plantean transformaciones más generales con la aparición
de la sociedad de riesgo y la individualización de las relaciones sociales (BECK,
2007), y el fin de la sociedad salarial (CASTEL, 2004).
De conjunto, podría decirse que hay, a grandes trazos, cuatro grandes
perspectivas. Una perspectiva jurídica y del mercado de trabajo (la atipicidad
contractual y de las condiciones de trabajo). Una perspectiva del proceso de
trabajo
(flexibilización).
Una
perspectiva
de
la
subjetividad
(dispersión,
debilitamiento). Una perspectiva “del bienestar” (la preocupación por la protección
social). Todos, exceptuando tal vez a quienes lo refieren a cambios sociales más
fundamentales, coinciden, en lo fundamental, en que la precariedad se trata de un
efecto no deseado. Y quienes más claramente lo formulan son quienes se ubican
dentro de lo que aquí se ha denominado la “perspectiva del bienestar”,
planteándose la necesidad, pero por sobre todo la posibilidad, de corregir este
fenómeno de la precariedad, y así superarlo. Diferentes entre sí, las cuatro
perspectivas coinciden, en lo fundamental, en la necesidad de promover una
mayor protección social. Aquí, dos propuestas son las que se destacan. Una, que
promueve un gran pacto social por arriba, que podría traducirse en la llamada
flexiseguridad. Otra, que promueve, ante las estrategias precarizadoras,
defensivas, no virtuosas, de algunas empresas, estrategias de concertación local,
que permitan adecuar las exigencias de flexibilización de las empresas, con las
demandas de protección de los trabajadores.
Aún con esta multiplicidad de definiciones y explicaciones, aún considerando
dimensiones acertadas del fenómeno de la precarización, sigue siendo necesario
establecer la racionalidad que explica la realidad de este nuevo fenómeno del
trabajo y la entera sociedad capitalista, y por lo tanto su naturaleza específica.
La economía del tiempo precarizadora
“el período manufacturero (...) en seguida de aparecer proclama como principio
conciente la reducción del tiempo de trabajo necesario para la producción de una
mercancía”
Karl Marx
Con el capitalismo, el tiempo se ha mercantilizado. Es la medida del trabajo. Los
costos de las empresas son en horas-hombre; el trabajo es pagado en horas,
semanas, meses (ADAMS, 1999).
Se puede hablar, considerando el proceso de producción que debe incluir en su
análisis el proceso de trabajo y el proceso de valorización, de tres tiempos: el
tiempo de trabajo socialmente necesario, el tiempo de trabajo excedente o
plustrabajo, y el tiempo muerto (NEFFA, 1990). A esos tres tiempos, deberíamos
agregar un cuarto: el tiempo de rotación, del capital y la mercancía.
La importancia de estas definiciones está en que la economía de tiempo en sus
cuatro dimensiones, es decir, la búsqueda constante de la reducción del tiempo de
trabajo necesario y del tiempo de rotación, la extensión del tiempo de trabajo
excedente, la eliminación del tiempo de trabajo muerto, se constituye en el motor
de la producción capitalista que determina la relación social de explotación entre el
trabajo y el capital.
Esta relación social de explotación capitalista es constituyente tanto del proceso
de trabajo, como del mercado de trabajo1. Es la que otorga la homogeneidad del
proceso de producción capitalista y de las clases, por sobre las múltiples
transformaciones perseguidas con diversos métodos que resultan en una
heterogeneización y fragmentación, tanto de los procesos de trabajo como de las
clases. En su despliegue, alteran las regulaciones estatales en particular y las
instituciones en general, y las relaciones de fuerza entre las clases, conformando
el carácter específico de distintos períodos del capitalismo. Por ésto llamamos
constituyente a la relación social de explotación. El resultado total actual es una
transformación brutal de las condiciones sociales de extracción del plustrabajo,
produciendo un aumento inédito de la explotación del trabajo.
La persecución de la economía del tiempo, en estas cuatro dimensiones, abre una
dinámica que nos permite observarlo a través de varias categorías:

el control del tiempo: del puesto de trabajo en el taylorismo, de la línea de
montaje en el fordismo (NEFFA, 1990), de los medios de trabajo con la
automatización (MANDEL, 1979).
1
El estudio de las transformaciones de la producción y el trabajo, requieren mantener una mirada
desde ambas dimensiones. La separación entre teorías del proceso de trabajo y teorías del
mercado de trabajo, aquellas centradas en la unidad alrededor del lugar de trabajo, éstas
centradas en la fragmentación del mercado de trabajo, pierden de vista el carácter constituyente de
la relación social de explotación con sede en el proceso de trabajo y tránsito en el mercado de
trabajo, determinando aquel a éste –es decir, no con un carácter autónomo una dimensión de la
otra.

la velocidad de producción y rotación, con la “sociedad abierta 24 horas”, la
intensificación de la producción con el aumento de la velocidad de las
máquinas (ADAMS, 1999), el “día de 48 horas” (CASTILLO, 2003), la
extensión de la jornada de trabajo y la organización de la producción por
turnos, uso de horas extraordinarias, etc.

la reducción del tiempo de trabajo total, que hace que el aumento del
desempleo total, más allá de fluctuaciones marginales, sea un fenómeno
estructural (ADAMS, 1999; CASTEL, 2004)

La eliminación de los tiempos muertos aparece como un elemento central
en las transformaciones del trabajo asociadas a la precarización del trabajo,
por ésto es necesario tratarlo aparte. Con ésto, se elimina el tiempo
improductivo. La porosidad de la jornada.
La eliminación de los tiempos muertos es lo que motoriza las nuevas formas de
organización del trabajo y la producción, facilitadas por el cambio tecnológico e
impulsadas por la mundialización de la economía y la fuerza de trabajo en tiempos
de crisis de acumulación capitalista iniciada a principios de la década de los ‘70,
que sí es posible denominar como producción flexible.
Estas nuevas formas de organización del trabajo y la producción es posible
observarlas en la flexibilización del trabajo, y el trabajador disponible en el tiempo
y modo en que decida el empresario, recibiendo un salario acorde a esa
disposición ajustada a su uso estricto. Y sus correspondientes reformas laborales
(en generales posteriores a los cambios en la producción, yendo más bien a
sancionarlos), centradas principalmente en la diversificación de los contratos de
trabajo (a tiempo parcial, temporales, etc), no enteramente novedosos en sí
mismos, pero sí por la autorización para su masiva extensión y multiplicación.
También es posible observarlas en la producción justo a tiempo y el cero stock, en
la producción ligera, en el uso de equipos de trabajo que dan una nueva línea de
ensamblaje, eliminando el despilfarro de espacio de almacenamiento y stock, de
movimientos innecesarios del trabajador.
Es observable también en esa forma impetuosa y dinámica que es la
externalización del trabajo en sus diferentes modalidades (subcontratación,
suministro, etc), forma por excelencia de la búsqueda de la eliminación de los
tiempos muertos en el proceso de producción, pagando sólo por el trabajo que se
usa en el momento en que se precisa.
La búsqueda de la economía del tiempo, ha estado inscrita desde los orígenes del
capitalismo mismo. Por ésto, en algunos casos se oscurece su centralidad como
explicación de las actuales transformaciones (DE PAULA LEITE, 1999) para
diferenciarlas de aquellos que las ignoran afirmando la continuidad sin más del
taylorismo.
Sin embargo, es lo que permite explicar su dinámica, extensión y expansión.
Los anteriores métodos para la búsqueda de la economía del trabajo, la “mesa de
trabajo” del período de la manufactura, y, ya en el período de la gran industria, la
Organización
Científica
del
Trabajo
de
Taylor,
el
fordismo,
parecen
empequeñecerse con el actual método de producción flexible.
La discusión sobre si los anteriores métodos han sido superados (sea
positivamente o no) resulta estéril. Es, al menos en parte, el resultado de
permanecer en las manifestaciones exteriores del fenómeno, en lugar de partir de
allí para ir a encontrar las mediaciones con sus causas, que permanecen
oscurecidas, secretas, siendo el develar estos secretos, parte de las tareas de la
ciencia. De este modo, puede plantearse que la línea de ensamblaje clásica del
fordismo- taylorismo y sus principios de producción continua y fragmentación del
proceso de trabajo siguen presentes pero implementados sobre nuevas bases y
de modos diferentes (CORIAT, 19802).
En la búsqueda de la economía del tiempo con los métodos de la producción
flexible en el período de la crisis de acumulación capitalista iniciada a principios de
la década de 1970, se encuentra la racionalidad de la precarización del trabajo.
Y así, de este modo, es posible comenzar a aproximarse a la naturaleza de la
precariedad del trabajo.
De este modo, comprender que no se trata de efectos no deseados de un mal
empresario, sino que éste, en tanto encarnación del capital, está compelido, más
aún hoy con la mundialización de la producción y del trabajo, a precarizar el
trabajo.
Es posible llegar así, a una definición de la precarización como la configuración
específica de la relación social de explotación en el período de la búsqueda de la
economía del tiempo con los métodos de la producción flexible que irrumpe con la
crisis de la acumulación capitalista iniciada a principios de la década de 1970. Más
brevemente: una búsqueda de economía de tiempo precarizando. Desde el punto
de vista de la conformación de las clases en la actualidad, se podría decir que
representa el grado de explotación del trabajo por el capital.
2
Planteada hacia 1980, no parece ser esta la posición actual del prestigioso economista.
Así definida, es posible plantearse una alternativa de estudio a las cuatro
perspectivas planteadas al inicio de este trabajo: la perspectiva jurídica y del
mercado de trabajo, la perspectiva del proceso de trabajo, la perspectiva de la
subjetividad, la perspectiva “del bienestar”. Como quedó dicho, aunque diferentes
entre sí, las cuatro perspectivas coinciden en lo fundamental en la necesidad de
promover una mayor protección social.
Elaborar una alternativa a estas cuatro perspectivas tiene un doble sentido. Por un
lado, un sentido teórico que pretende llegar a la naturaleza característica del
fenómeno de la precarización, y a encontrar una explicación a las causas que la
producen, sin considerarlo como efecto no deseado o enmarcado en los cambios
sociales más fundamentales perdiendo sus especificidades. Por otro lado, un
sentido práctico: las políticas de protección social actúan sobre una realidad que
se naturaliza al aceptarla como dada, y por lo tanto actúan sobre sus efectos más
perversos, pero no sobre sus causas.
De ésto ya hay un ejemplo de políticas públicas en Chile. La llamada Ley de
Subcontratación que, más allá de la disputa sobre su aplicación, actuaría
buscando proteger al trabajo inestable, pero aceptando esa realidad como
inmodificable, por lo tanto naturalizándola.
Más en general, es posible plantear, en términos teóricos, que los procesos de
desprotección social, la reducción de costos salariales indirectos, la privatización
de los sistemas de salud y pensiones, pueden considerarse como ganancias
extraordinarias del actor empresarial (EQUIPO CAMBIO ESTRUCTURAL Y
DESIGUALDAD SOCIAL, 2000). Por lo mismo, sometidas a vaivenes en el tiempo,
podría ser reversible. Y, efectivamente, la mayor protección social, con métodos
por arriba (flexiseguridad) o por abajo (concertación local), es lo que busca, con el
objetivo general de alcanzar un nuevo punto de cohesión social.
Por el contrario, la búsqueda de la economía de tiempo precarizando, que es lo
que la define en este período, es lo que dinamiza el movimiento de la sociedad
capitalista en la actualidad.
Así definida, es posible identificar algunas evidencias de la extensión del
fenómeno de la precariedad laboral en Chile, y con ello puntualizar algunos
indicadores fundamentales para su estudio.
Puntualización de algunos indicadores fundamentales para el estudio de la
precariedad
“El desarrollo de la capacidad productiva sólo es importante para él [el capitalista]
en la medida en que aumenta el tiempo de trabajo sobrante de la clase obrera, no
en la medida en que aumenta en general el tiempo de trabajo para la producción
material”
Karl Marx
Desde el punto de vista del entero proceso de producción y la economía y sus
resultados, a nivel agregado, es posible una aproximación general que permita
apreciar los resultados del fenómeno de precariedad en los términos que se
definen aquí, presentando el grado de explotación de otro modo, en términos más
tradicionales: una aproximación a la medición del tiempo de trabajo excedente, de
acuerdo a la participación de los salarios y las ganancias en el PIB3.
También, es algo que economistas que plantean la necesidad y posibilidad de
reconciliar flexibilidad y cohesión social, plantean que el mecanismo de
apreciación absoluta para aumentar las ganancias está asociado a la flexibilidad
laboral (SALAMA, 2005).
Este cálculo ha sido hecho para Chile en la actualidad. Para el 2003, la
participación de las remuneraciones en el PIB eran de un 41,2%, y de las
ganancias de un 46,7%. Para el 2004, de un 39% y 49,3% respectivamente. Para
3
El economista belga Ernest Mandel dejó planteado que: “Bajo las condiciones de una
productividad estable del trabajo [en la producción mercantil simple], en donde éste puede ser
considerado como dado, las categorías de ‘tiempo de trabajo socialmente necesario’ y de ‘tiempo
de trabajo socialmente desperdiciado’ son claras y transparentes (...) Pero en el Modo de
Producción Capitalista, que se caracteriza por el continuo trastorno tecnológico, las cosas dejan de
ser tan simples y transparentes, incluso cuando se trata de la determinación cuantitativa del valor.
Es imposible determinar a priori cuál es el trabajo socialmente necesario y el trabajo socialmente
desperdiciado en cada mercancía, pues ésta determinación sólo se puede hacer, después de todo,
a posteriori, estableciendo si el capital en cuestión productor de la mercancía ha obtenido la
ganancia media, más que ganancia media, o menos que la ganancia media” (MANDEL, 1979). Y
más adelante agrega: “Sea como fuere, una comparación entre los cálculos oficiales de la parte
que ocupa la suma de sueldos y salarios y la masa de ganancias en el producto nacional,
ciertamente ofrece una indicación segura del desarrollo a mediano plazo de la tasa de plusvalía,
pues es improbable que la corrección necesaria de estos agregados para alinearlos con las
categorías marxistas pueda alterar en alguna forma decisiva las proporciones entre ellos en estos
períodos de tiempo”.
el 2005, de un 37,4% y 51% respectivamente. Para el 2006, de un 34,9%, y 53,7%
respectivamente (CAPUTO, GALARCE, 2007).
Considerado a nivel de sectores económicos, y sólo para el sector minero, la
situación empeora: Para el 2003, la participación de las remuneraciones en el PIB
eran de un 18,8%, y de las ganancias de un 80,7%. Para el 2004 de un 11,8%, y
de 87,9% respectivamente. Para el 2005, de un 9,1% y 90,7% respectivamente.
Para el 2006, de 5,4% y 94,4% respectivamente.
Aún a nivel más micro, la utilización de contratos atípicos es un modo de reducir el
salario, aumentando concomitantemente la ganancia empresarial. Medido hace
poco más de 10 años atrás, el salario del trabajo temporal es un 59% del trabajo
fijo, el del trabajador sin contrato, el 56% (TOKMAN, MARTINEZ, 1999).
Hay otro gran indicador del resultado de la economía del tiempo: la desocupación
masiva y permanente. El problema es de tal gravedad, que se habla, a nivel
mundial, de una crisis global del empleo, combinándose el deterioro de las
condiciones de trabajo y los tipos de empleo, con una alta desocupación, aún
después de un ciclo de crecimiento de la economía mundial (OIT, 2006, b). El
porcentaje de la población mundial desocupada es de 6,3%, lo que es equivalente
a 191,8 millones de personas, la cifra más alta en la historia. En Chile para
principios del 2007, son 526.440 los desocupados, un 7,3%.
Estas dramáticas cifras, que fluctúan regularmente, han reabierto un extenso
debate sobre los problemas de inserción laboral y las políticas de empleo, tanto en
Europa (FREYSSINET, 2007), como en América Latina (WELLER, 2005;
SAMANIEGO, 2002).
Para establecer, en una primera aproximación, los indicadores de precarización
laboral, será necesario concentrarse entonces en las dimensiones referidas al
proceso de trabajo y al mercado de trabajo. Se dejarán fuera los indicadores de
protección social, como es la cotización al sistema previsional. El por qué podrá
verse en las próximas líneas. Mientras tanto, es importante retener que en Chile
alcanza al 66,6% de los ocupados. Es decir, estarían por fuera un 33,4%.
Los indicadores necesarios para medir el grado de explotación del trabajo en los
tiempos de la búsqueda de la economía del tiempo precarizadora, deberían ser:

Desde el punto de vista de la reducción del tiempo de trabajo necesario y el
incremento del tiempo de sobretrabajo. Considerando el control del tiempo:
la polivalencia, el trabajo en equipo. Considerando la velocidad de
producción y rotación la cantidad de horas trabajadas: la intensidad del
trabajo (medida por las horas extraordinarias de trabajo, la velocidad del
trabajo en el proceso de trabajo, la organización de la producción en
sistema de turnos).

Desde el punto de vista de la eliminación de los tiempos muertos: la
utilización de trabajo temporal, trabajo a tiempo parcial, trabajo a
honorarios, trabajo sin contrato, trabajo externalizado (subcontratación,
suministro).
En esta primera aproximación, se puede reunir la información estadística oficial
disponible para hacerse un cuadro general de la situación de precarización en el
Chile actual. Su medición es insatisfactoria, no sólo según estas definiciones que
aquí se plantean, sino que la Encuesta Nacional de Empleo –ENE, del INE se
modificará a partir de 2009 de acuerdo a parámetros de la OCDE. Queda
planteada la tarea de poder construir los datos para medir la precarización de
acuerdo a las definiciones que aquí se consideran.
Trabajadores con contrato temporal (contrato a plazo fijo, contrato por faena, obra
o servicio) en empresas privadas: 30% (V ENCLA, 2007)
Trabajadores temporeros en la agricultura, caza, silvicultura y pesca: 53,5%
(KREMERMAN)
Trabajadores a honorarios en empresas privadas: 4,5% (V ENCLA, 2007)
Trabajadores a honorarios en el sector público de la administración central
(excluyendo Poder Legislativo, Judicial, empresas públicas, y la Salud): 4,66%
Trabajadores a contrata en el sector público de la administración central
(excluyendo Poder Legislativo, Judicial, empresas públicas, y la Salud): 37,60%
Trabajadores suministrados: 5,4% (V ENCLA, 2007)
Trabajadores subcontratados: 35% (ECHEVERRIA TORTELLO, 2006)
Trabajadores a domicilio: 1,5% (HENRIQUEZ, CARDENAS T., SELAME, 2005)
Trabajadores sin contrato: 30%
Trabajadores a tiempo parcial: 10% (LEIVA, 2000)
La duración media de los trabajos temporales, es de 9,9 meses (REPETTO,
2007). Como se ve, el efecto visible de la economía del tiempo precarizadora, es
la inestabilidad de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores.
Si bien, como se puede observar, es una proporción minoritaria del total de
trabajadores, afirmándose que se trata de un sector que actúa en el margen
(TOKMAN, 2004; OIT, 2006 (b); WELLER, 2007), se trata de un sector que viene
en progresiva expansión. Y dinámicamente marca el sentido de la flecha: los
segmentos más nuevos de la clase trabajadora –las mujeres que se incorporan al
mercado de trabajo, los jóvenes-, pasan por el cedazo del trabajo precario,
adaptándolos de entrada. Además, actúa con su sola existencia sobre el conjunto
de la clase trabajadora mostrándose como su más probable futuro inserto en su
incierto presente. Junto con otros aspectos que se verán más abajo, van
resultando en la aparición de un nuevo actor social, conformando una nueva figura
del trabajo: el trabajador precario.
La conformación de una nueva figura del trabajo: el trabajador precario
“El desarrollo libre de las individualidades (la nueva finalidad), y por lo mismo, no
la reducción del tiempo de trabajo necesario para crear sobretrabajo, sino, de
manera general, la reducción al mínimo del trabajo necesario de la sociedad a la
cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc, de los individuos
gracias al tiempo que se ha vuelto libre para todos y a los medios de que ahora
todos pueden disponer”
Karl Marx
Es posible pensar en la aparición de un nuevo actor social, con la progresiva
emergencia de una nueva figura del trabajo, el trabajador precario, a raíz de una
serie de elementos:

su número. La dinámica de progresivo incremento, lo va conformando como
sector específico diferenciado al interior de la clase trabajadora,
comenzando a otorgarle un principio de identidad como tal.

sus características comunes. Con el efecto visible de la inestabilidad laboral

sus diferencias específicas con el resto de la clase trabajadora. Haciendo
presente su condición precaria, no antagónica con ese otro sector,
mayoritario de la clase obrera, a la que algunos la oponen definiéndola
como una nueva aristocracia obrera (BEL, VALENZUELA, TAFALLA), ésto
por medio de ir acentuándose

sus diferencias, ya no diferenciadas sino antagónicas, con el actor social
empresarial. En tanto clase que con su búsqueda de la economía del
trabajo precarizadora, actualiza su carácter antagónico, poniendo al
desnudo la relación social de explotación con sede en el proceso de
producción y tránsito en el mercado de trabajo

su estabilidad en su condición de trabajador precario. Que permite su
homogeneización, el paso progresivo a formas de organización, y de ahí a
formas de lucha con los métodos tradicionales de la clase trabajadora como
la huelga, el piquete de huelga, la movilización callejera, la asamblea, etc.
De este modo, se puede ir construyendo una investigación teórica y empírica
alternativa. A nivel teórico, que permita articular encontrando las mediaciones y los
nexos específicos de los elementos de heterogeneidad que la apariencia del
mercado de trabajo evidencia, con los elementos de homogeneidad actualizados y
activados con asiento en la relación social de explotación que el proceso de
trabajo oculta. A nivel de sus conclusiones prácticas, constatar, junto con otros
estudios (IRANZO, DE PAULA LEITE, 2006), que no es posible una política para
hacer frente a esta heterogeneidad laboral, planteándose la necesidad de otro
modelo de desarrollo. Más aún, se pone en cuestión, como lo han anunciado con
entusiasmo (BECK, 2007) o preocupación (CASTEL, 2004), el tipo mismo de
sociedad en que vivimos.
Completar esta primera aproximación, que deberá desarrollarse y profundizarse,
explorando las formas de organización y de lucha actuales –estableciendo su
grado de constitución social- de los trabajadores precarios en el Chile actual, es el
próximo paso necesario.
Una Sociología del Trabajo que asuma esta perspectiva, es parte de sus desafíos
teóricos y prácticos que la búsqueda de la economía del tiempo precarizadora
actualiza y hace urgente.
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