Download EL CAPELLÁN DEL EQUIPO DE CUIDADOS PALIATIVOS

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
EL CAPELLÁN DEL EQUIPO DE CUIDADOS PALIATIVOS
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
INTRODUCCIÓN
OBJETIVOS
ACTITUDES Y PREPARACIÓN PARA LA ATENCIÓN ESPIRITUAL.
EL TRABAJO DEL SACERDOTE
EL SACERDOTE DENTRO DEL EQUIPO INTERDISCIPLINAR
LOS SACRAMENTOS AL FINAL DE LA VIDA
RESUMEN
EVALUACIÓN
REFERENCIAS
EL CAPELLÁN DEL EQUIPO DE CUIDADOS PALIATIVOS
1. INTRODUCCIÓN
Las cuestiones espirituales llegan a ser tremendamente importantes en muchas
personas que atraviesan una enfermedad terminal. Esto ocurre porque la
enfermedad afecta al cuerpo y a la persona en su totalidad. Por ello en la atención
al enfermo no debe perderse de vista nunca esta perspectiva global u holística(1).
Las necesidades espirituales de un enfermo con cáncer o con una enfermedad
terminal son diferentes a las de otros pacientes. En cualquier otra situación que no
lleve implícita la posibilidad de morir pueden surgir necesidades también, pero
lógicamente la repercusión emocional y espiritual es de menor rango y se atenúan
en un equilibrio en cuanto la situación se resuelve o se estabiliza. Los pacientes
terminales, por otra parte, se encuentran en unas condiciones físicas y mentales
diferentes a las habituales, o a otros enfermos, por la propia enfermedad, o a veces
por la medicación que se les suministra, o también por la cercanía de la muerte.
Es difícil establecer la relación de las necesidades espirituales que se presentan con
más frecuencia en la fase terminal. Entre ellas están la necesidad de dar y recibir
amor, de perdonar y ser perdonado, de encontrar sentido al sufrimiento, de tener
esperanza en algo o en alguien, de alcanzar paz interior, de perdurar o de dejar
una huella, de trascender, de despedirse ... Las personas de fe, y muchas otras,
experimentan también la necesidad de fortalecer la relación personal con Dios, de
prepararse para un encuentro en el cielo, de purificarse, de rezar… Todo lo que
supone la atención cuidadosa a las necesidades espirituales es realizar asistencia
integral y contribuye a dignificar la situación terminal del enfermo. Además, las
preocupaciones espirituales pueden tener un profundo impacto sobre el curso de la
enfermedad: pueden ser parte integral de la sintomatología o expresarse como
síntomas físicos. Si se fracasa en el reconocimiento del malestar espiritual como un
contribuyente importante de las quejas físicas del paciente, pueden perderse
muchas energías y un tiempo precioso en tratamientos que, por otra parte, serán
incapaces de aliviar al paciente(2).
Todos los miembros de un equipo tienen que saber reconocer las manifestaciones
de la espiritualidad en cada paciente, evaluar sus necesidades, proporcionar
consejo, escuchar confidencias cuando lo requiere, darle soporte emocional y
espiritual, promover una comunicación abierta… A veces se trata también de
emplear otros remedios o técnicas que puedan contribuir a aliviar el sufrimiento
interior, como por ejemplo la musicoterapia, el masaje, una medicación ansiolítica
apropiada, etc. Todo esto siempre ha sido una parte de los cuidados paliativos que
un equipo que atiende pacientes terminales debe realizar. Todos deben tener
capacidad de reconocer y actuar sobre esta esfera de la persona enferma. Por lo
tanto no es misión sólo del agente pastoral o del capellán, como también se llama
en nuestro medio. Para todos los miembros del equipo es primordial respetar las
creencias del paciente. No es imprescindible que las personas que atienden al
enfermo estén de acuerdo con sus creencias para tomarlas en serio y ayudar:
también los no creyentes pueden contribuir al bienestar espiritual del paciente.
Aunque todos tengan una actitud abierta a la realidad espiritual, dentro del equipo
es el capellán el experto en temas espirituales. Como tal debe ser considerado por
el resto del equipo porque tiene un papel que es propiamente suyo y lo aborda de
un modo diferenciado de sus compañeros. El apoyo espiritual del capellán se
percibe como un apoyo especializado. Es el acompañamiento de un experto en esos
tiempos finales en los que la vida se agota y las necesidades espirituales surgen, se
complican y cambian. El capellán debe mantener su papel, su lugar propio entre los
compañeros. Lo explica uno de los primeros capellanes del St Christopher’s
Hospice, traicionaría a su oficio si olvida su compromiso primario con lo espiritual,
si no viera para él otro papel que el que desempeñan ya otros miembros del equipo
como el trabajador social, el psicoterapeuta o los voluntarios. Su sitio está del lado
de Dios. Su cuidado son las cosas que afectan a Dios: “Tomado entre los hombres
en favor de los hombres es instituido para las cosas que miran a Dios” (Hebreos 5,
1) (3).
Nos referimos preferentemente a la labor del sacerdote católico por ser esta la
religión predominante en España y Latinoamérica. Sin embargo, conviene señalar
expresamente que el mismo reconocimiento, respeto a las creencias y facilidades
de atención, deben encontrar los pacientes de cualquier otra religión, o de ninguna.
Un equipo que atiende enfermos terminales no debe regatear esfuerzos para
localizar el ministro más adecuado a la situación y necesidades de un enfermo
concreto.
2. OBJETIVOS
Al final de este tema el lector deberá ser capaz de reconocer la importancia de la
labor específica del capellán dentro de un equipo de cuidados paliativos y podrá
enumerar características de su modo de trabajar.
3. ACTITUDES Y PREPARACIÓN PARA LA ATENCIÓN ESPIRITUAL.
La actitud previa del sacerdote es muy importante para realizar su trabajo en
armonía dentro de un equipo, con los pacientes y con las familias. El capellán
debería acercarse a cada enfermo “de puntillas”: respetando delicadamente su
momento, su descanso, el trabajo de otros en su habitación, las tareas de limpieza,
el silencio u otras compañías presentes. No es minusvalorar una labor, es un modo
de estar y un modo de trabajar con los enfermos. Para fomentar esa delicadeza,
prudencia y discreción en su tarea, a algunos sacerdotes les ayuda el considerar
desde su propia órbita la trascendencia de su tarea: lleva una realidad sagrada,
Dios, a una tierra también sagrada, el paciente. Y esto porque de alguna manera se
acerca al misterio de una vida cuya clave solo Dios conoce y porque son portavoces
o ministros de una realidad que, antes de ser dada a conocer con palabras, debería
ser apreciada por la actitud y por los gestos. Estos gestos serán fruto del tiempo de
adoración del sacerdote ante Dios antes de ir junto al enfermo. Un tiempo en el que
considera con respeto los proyectos que Dios puede tener sobre cada enfermo. Por
eso debería presentarse ante el paciente, en sentido espiritual, de puntillas,
descalzo o de rodillas. El ministro no debería perder esta actitud reverente ante lo
sagrado porque para él, el hombre es el reflejo de Dios y el hombre enfermo es
Cristo paciente.
Un capellán puede desempeñar su función con todo tipo de pacientes. Por vocación
y por preparación puede desempeñar su papel no sólo con los pacientes de su
propia religión, ni sólo con los creyentes. Se puede decir que por vocación, porque
alguien que se sabe Pastor llamado por Dios, procura verle en todos y cada uno de
los enfermos que trata. Pero también necesita una preparación específica que no
todo sacerdote tiene por el hecho de ser sacerdote. Por tanto ser sacerdote no
significa necesariamente ser ya un buen capellán. Deben reunirse algunas
condiciones. Algunos autores han enumerado las cualidades para actuar como
asistente pastoral (ver tabla 1). La preparación específica de un capellán se obtiene
de la propia formación sacerdotal, de las aportaciones que trasmiten capellanes
expertos, del propio entrenamiento, y también del estudio de diversos aspectos
relacionados con la enfermedad. En la Tabla 2 se sugieren algunos temas
importantes para un capellán y monografías recientes en castellano que pueden
resultar de utilidad a quien busque mayor preparación.
4. EL TRABAJO DEL SACERDOTE
La primera visita de un sacerdote a un enfermo será una visita amistosa y de
apertura. Cuando el sacerdote conoce un paciente, es muy oportuno que se
interese en primer lugar por su situación preguntándole qué tal ha dormido, si tiene
dolores, si la comida es de su agrado, … y cosas parecidas. Pequeños detalles que
harán ver al paciente el interés verdadero que se tiene por él y que se le está
ofreciendo una ayuda. Al presentarse el sacerdote, algún signo claro en su aspecto
externo puede ayudar a identificar su oficio de capellán. También llevar bata blanca
es conveniente, porque sirve para expresar la condición de miembro del equipo.
Hay que prestar atención a la comunicación no verbal, a la actitud amable, al
contacto, ... matices importantes que hacen sentir cercanía y confianza. En esa
primera visita, un rápido vistazo a la habitación puede suministrar información
sobre los valores del paciente: fotos de familia, imágenes religiosas, etc. Se
recomienda no comenzar con preguntas cerradas, por ejemplo: “¿necesita usted
alguna cosa?”, porque si el paciente dijera que no el capellán poco más podrá
hacer. El sacerdote tratará de conectar con la espiritualidad propia del paciente,
interesándose por sus costumbres o su orientación religiosa. Son preferibles las
cuestiones abiertas: “¿Qué puedo hacer yo por usted?”. Es ésta la pregunta clave
para el capellán y para el paciente. Pueden escucharse contestaciones de
compromiso. Habrá silencios que hay que saber llevar. Algunos contestarán algo
así: “rece por mí”, “¿podría traerme la comunión?”, “lo que está haciendo ahora:
darme conversación”, “sentarse un rato a descansar conmigo”… Estas primeras
respuestas sitúan rápidamente al sacerdote. También la expresión del paciente
ayuda a detectar si la presencia del sacerdote es gratificante o no. Si es aceptado,
conviene sentarse sin prisas, sin consultar el reloj, porque lo más importante a
partir de ese momento es esa comunicación con el enfermo. El capellán tiene que
saber detectar el momento de intentar ayudar a resolver algunos problemas del
enfermo. No es tan fácil hablar de cosas espirituales. A veces un ejemplo o una
pequeña historia con la que el enfermo pueda identificarse pueden romper el hielo.
Si es el momento el paciente conversará o pedirá que se acomode. En caso
contrario hay que dejar una puerta abierta “si quieres, podemos hablar de esto otro
día”. Estos encuentros buscan conectar con la espiritualidad propia del paciente: a
algunos les puede ayudar recibir una estampa, a otros recibir la felicitación por su
santo o por la festividad del patrón de su localidad. Las celebraciones de fechas
señaladas: aniversarios de boda, cumpleaños, fiestas religiosas les puede facilitar
una apertura hacia lo sobrenatural.
La evaluación de las necesidades espirituales del paciente no es cuestión de un
instante. Se requiere una presencia continuada para hacerse cargo cabal de la
situación o momento espiritual de un paciente que de hecho es compleja y cambia
con el proceso de la enfermedad. Se requiere también flexibilidad para ir
respondiendo a las necesidades que plantee. Se requiere, en fin, adaptarse a los
tiempos que el paciente marca. También habrá que saber aceptar situaciones en las
que no se conecta con el paciente. Quizá baste en esos casos estar disponible o
saludar un momento con una palabra amable. Una vez más el acompañamiento se
presenta como palabra clave en lo espiritual. Al charlar con un paciente, las
preguntas deben hacerse con amabilidad, con pleno respeto hacia el derecho del
paciente a tener sus propios valores y creencias, y a permanecer en silencio ante
dichas preguntas. Se puede obtener información acerca del concepto que el
enfermo tiene de Dios preguntándole sencillamente: “¿eres persona religiosa?”,
“¿es Dios importante para ti?”. Las explicaciones que el enfermo suele añadir a sus
respuestas servirán de orientación para aproximarse a sus necesidades espirituales.
La cuestión también puede también abordarse con preguntas acerca de cuál es la
fuente de esperanza y fuerza para el enfermo. Por ejemplo: “¿a quién recurre usted
cuando necesita ayuda?”. Es importante preguntar con delicadeza acerca de las
prácticas religiosas con especial atención a las que se relacionan con la vida
hospitalaria y la atención de la salud: “¿rezas algo?”, “¿procuras practicar tu
religión?”, “aquí tenemos Misa todos los días”, “se reparte la comunión a tal hora”,
“podemos charlar o confesar a cualquier hora, si lo deseas”. También podrían ser
útiles preguntas sobre la relación entre las creencias religiosas y la salud. Como por
ejemplo: “¿El hecho de estar enfermo ha cambiado en algo sus creencias o su
manera de practicar la religión?”
Un estudio realizado mostró que para los enfermos es importante que el capellán
les ayude a rezar, les administre los sacramentos y, en tercer lugar, les ayude con
su consejo a ellos y sus familias(4). Respecto a la oración muchas veces se
experimenta como una necesidad: el enfermo necesita estar con Dios, encontrarse
con El y pedirle cosas. El enfermo y la familia con frecuencia encuentran paz en la
oración y quieren rezar. Pero algunos enfermos dicen que no pueden rezar en su
situación: por imposibilidad de concentración, por cansancio. Nunca se han
encontrado de tal manera. El sacerdote debe explicarles otros modos de rezar: sólo
mirando con amor a imágenes piadosas, ofreciendo mentalmente a Dios los dolores
o molestias o el hecho de estar en el hospital... Cuando al enfermo se le explica
esto, entenderá que su oración es muy valiosa en esos momentos y que ahora eso
es todo lo que Dios espera de él. Muchos enfermos agradecen que se rece con
ellos: un padrenuestro o un avemaría, breves oraciones, oraciones de la infancia,
etc. Muchas veces piden rezar juntos. A veces tan solo musitar “Amén” para un
enfermo fatigado o “inventarse” una breve oración a propósito del momento puede
ser la mejor plegaria para el enfermo. Es muy útil suministrar algunas oraciones
sencillas impresas, una estampa, o algún libro sencillo, etc. Muchos agradecerán
que el sacerdote les asegure que reza por ellos. Todo ello sin imponer nada,
respetando con extrema delicadeza las creencias y opiniones del paciente. Por
supuesto, en las cuestiones doctrinales el sacerdote no debe echar un pulso con
nadie en esas circunstancias. Debe trasmitir la doctrina cuando sea el momento,
pero nunca discutir o entrar en polémicas. En personas piadosas que se sienten
inútiles y postradas, las consideraciones espirituales del capellán pueden reforzar su
autoestima y aportar una visión cristiana a la situación: “nunca ha sido usted más
útil ni más eficaz que ahora”, “al ver el crucifijo verá que Jesús está en la Cruz por
Amor”,… La bendición también es un símbolo religioso capaz de aportar serenidad y
paz al enfermo y a los familiares; un gesto sencillo que puede facilitar un clima y un
reconocimiento de la dimensión espiritual de la persona.
Para poder desarrollar correctamente sus funciones de capellán es necesario, en
primer lugar, que el sacerdote esté presente habitualmente como miembro del
equipo de cuidados. La presencia del sacerdote con los enfermos que se encuentran
al final de la vida no debe reducirse a los últimos momentos o a la exclusiva
administración de los sacramentos en los últimos instantes. Una manera de
describir la labor de un capellán podría ser “acompañamiento personal al final de la
vida”. Acompañar quiere decir estar junto a alguien que va hacia algún sitio. El
sacerdote sabe estar al lado sin forzar, respetando siempre la conciencia del
enfermo. El sacerdote lo que quiere es ayudarle en los problemas interiores que
surgen en los últimos tiempos de la vida de una persona. No se trata de llevarlo en
ninguna dirección, entre otras cosas porque al cielo solo se puede llegar libremente.
Es el enfermo quien va experimentando su propio proceso espiritual y ahí, junto a
él, tiene un sacerdote que sabe de eso, sabe tratar de esos temas, y sabe cómo
ayudar. No está solo con sus preocupaciones espirituales. El paciente está
acompañado por alguien capaz de ayudar, sugerir, orientar, facilitar …, capaz de
darle lo que necesita. Una labor así del capellán supone una presencia continuada.
Por eso el capellán en el hospital debería ser una figura familiar y cercana para
todos y él debería conocer en muchos casos los nombres de los pacientes
terminales ingresados y a muchos de los demás miembros del equipo asistencial.
Junto a un enfermo la presencia del capellán se convierte en presencia de Dios, en
presencia de lo trascendente o presencia de lo espiritual, según la situación
personal de cada uno(5). El enfermo identifica la figura del capellán con la del
mediador de Dios o, al menos, con la de una persona de bien que puede aportar
respuestas a los interrogantes del momento. Por eso, con frecuencia, el asistente
pastoral se verá interpelado directamente con dudas y problemas personales. El
enfermo espera respuestas espirituales del capellán y no ofrecerlas, o hacerlo con
soluciones de menor rango, sería defraudarle. El capellán debe saber encauzar el
despertar del espíritu que suele ocurrir en situación terminal, para ayudar, no para
imponer creencias. Para la persona religiosa la visita de un ministro a su habitación
es el momento privilegiado para sentir la presencia de Dios y de la comunidad
creyente que quiere acompañarle y apoyarle en ese momento. Para el cristiano el
capellán lleva la presencia de Cristo y de su Iglesia(6). Es responsabilidad del
sacerdote ofrecer los servicios espirituales adecuándolos a cada situación concreta.
Pero sólo se podrá llevar a cabo con máxima eficacia cuando el acompañamiento es
habitual y la persona ha ido abriéndose a lo espiritual base de muchos momentos
íntimos y muchos contactos.
5. EL SACERDOTE DENTRO DEL EQUIPO INTERDISCIPLINAR
El sacerdote recibe de los demás miembros del equipo, médicos, enfermeras,
trabajador social, etc, datos, impresiones e interpretaciones sobre la situación
clínica del paciente. También recibe valiosa información inicial sobre su entorno
familiar. El sacerdote se integra dentro del equipo de cuidados paliativos entrando
en diálogo con los demás miembros del equipo y trabajando de modo armónico con
todos. No por libre o a su aire. Debe buscar contacto con todos y mostrarse
asequible y cercano. No será extraño que otros profesionales del equipo
aprovechen su cercanía para consultar alguna duda o para solicitar atención
espiritual. La progresiva interacción por el equipo aportará al sacerdote la
preparación precisa para ser un buen capellán. Por su parte, su presencia en el
equipo contribuye a resaltar la importancia de la atención integral del paciente en
cuidados paliativos.
Cada equipo buscará la manera de concretar de modo visible la participación del
sacerdote de algún modo patente a todos. El capellán puede, por ejemplo,
participar en las sesiones de autoformación del equipo que puedan ser de su
interés, o encargarse de los temas de atención espiritual cuando el equipo imparte
docencia a otros profesionales. Es importante su participación en la reunión
interdisciplinar periódica del equipo en la que muchas veces escuchará con
discreción lo que otros aportan. Con otros pacientes tendrá que ser él quien oriente
a los demás con consideraciones basadas en su conocimiento de una situación
personal o familiar. Es cierto, que en su tarea recibe confidencias y trata de otros
temas que se dicen para no ser comunicados a terceros. Cualquier sacerdote sabe
bien esto y encontrará la manera de orientar a los demás del equipo respetando su
discreción.
Conviene que la actitud del capellán sea siempre activa y no debería esperar a ser
avisado por otro miembro del equipo para presentarse a saludar a un enfermo.
Todos pueden facilitar la tarea del capellán sugiriendo la visita o hablando con el
paciente. Quien por su trabajo como sanitario o por su función de cuidador
permanece de un modo más continuo y cercano al cuidado del paciente, está en
una situación inmejorable para identificar cuándo un paciente desea asistencia
espiritual.
La familia está dentro de los objetivos del cuidado del equipo y puede alejar o
acercar al capellán del enfermo. Muchas veces es la familia la que marca los
momentos para la atención. El capellán trabaja con la familia desde el principio
para que no relegue la atención del paciente a los momentos finales de
inconsciencia o confusión. Además conviene señalar la importancia de atender
espiritualmente también a la familia. No olvidemos que muchas veces hay tanto
sufrimiento en las personas que están alrededor como en el propio paciente. Hay
que atender de modo especial a los cuidadores inmediatos, viendo en ellos,
personas necesitadas de asistencia espiritual y colaboradores necesarios para
aliviar el sufrimiento del paciente.
6. LOS SACRAMENTOS AL FINAL DE LA VIDA
El sacerdote puede ayudar con algo que le es exclusivo porque los sacramentos
sólo puede celebrarlos él. Para los enfermos en fase avanzada los sacramentos
pueden ser un momento gratificante y una experiencia viva y alentadora. Las
personas creyentes saben que Dios les acompaña en la enfermedad pero necesitan
“sentirle”, experimentar su cercanía. Como signos sensibles y eficaces que son, los
sacramentos confortan, dan paz, facilitan ese acercamiento y contacto con Dios y
con su ayuda. Su celebración en esta etapa de la enfermedad hay que situarla en el
proceso espiritual de acompañamiento y de maduración cristiana. Los niveles de fe
de los pacientes aconsejarán a los agentes pastorales discernir sobre la oportunidad
o conveniencia de su celebración(7).
Aunque propiamente los sacramentos de enfermos son la Penitencia, Comunión de
Enfermos y Santa Unción, se debe recordar que el Bautismo es la puerta de entrada
en la Iglesia y que posibilita la recepción de todos los demás sacramentos. Como
indica el Catecismo de la Iglesia Católica(8), si las circunstancias lo permiten, la
celebración del sacramento de la Unción puede ir precedida del sacramento de la
Penitencia y seguida del sacramento de la Eucaristía.
El sacramento del perdón
Durante la enfermedad terminal algunos pacientes experimentan con fuerza la
necesidad de alcanzar paz interior. Para un cristiano, estar en paz con Dios es un
componente fundamental de su paz interior. El deseo del perdón de Dios y su
celebración, que son siempre una condición esencial de toda la vida cristiana,
surgen con más fuerza durante la última enfermedad. Para un católico estas
circunstancias son ocasión de oír la llamada de Dios a la conversión y volver a Él
mediante la confesión de los pecados según el rito establecido(9). Los que cuidan al
enfermo deberían facilitar esta tarea que tanto puede contribuir al bienestar
espiritual de un católico.
Eucaristía y Comunión de enfermos:
La Comunión se llamó desde antiguo “medicina de inmortalidad” y la Comunión que
se recibe en los últimos momentos de la vida se llamó “Viático” o alimento para el
último viaje. La Comunión para los enfermos es una tradición de la Iglesia Católica
con un significado espiritual concreto: tener la compañía de Jesús Sacramentado en
los últimos tramos del camino de esta vida. Recibir el Cuerpo de Cristo significa la
unión con Cristo, la separación del pecado y la unión con la Iglesia(10). Por la
importancia que tiene para los católicos recibir la Comunión mientras permanecen
enfermos o ingresados en el Hospital, se debe facilitar que puedan recibirla en la
habitación. Habrá que buscar el momento más oportuno para los enfermos,
evitando en lo posible la coincidencia con otros servicios o visitas. Sería deseable
que alguien acompañe al sacerdote para facilitar la administración del sacramento
con dignidad.
El sacramento de la Unción de los Enfermos:
La Santa Unción es el sacramento específico de la enfermedad y no de la muerte.
Va dirigido hacia la salud y restablecimiento del enfermo. Desde los principios de la
cristiandad se practica la Unción de los enfermos. Con frecuencia los profesionales
desconocemos la realidad de este sacramento. Un modo de entender el significado
que tiene para los católicos es conocer algo su contenido. La oración inicial, con el
texto del Nuevo Testamento en el que se refiere cómo lo celebraban los primeros
cristianos este sacramento, se recoge en la figura 1. Después siguen otras
oraciones y la unción de las manos y la frente del enfermo por el sacerdote. En ese
momento el sacerdote añade “por esta Santa Unción y por su bondadosa
misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que libre de
tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén.”
Un punto conflictivo en la Unción es el temor que puede provocar a la familia y al
propio enfermo y el momento adecuado para recibirlo. No debería ser en el último
instante sino cuando el paciente pueda reconfortarse y disfrutar con él. Se puede
recibir cuando se empieza a estar grave. Si la labor del sacerdote se realiza como
un verdadero acompañamiento al final de la vida, la Unción será la consecuencia
lógica de este trato continuado con el enfermo, y no un momento traumático o
apresurado en la agonía. En cualquier caso el capellán debe explicar con habilidad,
antes, a la familia y al enfermo, los bienes que reporta. No algo que dé temor sino
paz espiritual. Desde luego se puede y se debe administrar la Unción también a los
enfermos graves, no conscientes, con tal de que sean cristianos y que no lo hayan
rechazado expresamente, porque la fe explica que los sacramentos también son
eficaces por sí mismos y no dependen sólo de la devoción del que los recibe.
Para terminar, parece apropiado recoger aquí el testimonio de un enfermo terminal,
y médico experimentado también, –el prof. Vallejo-Nájera, que falleció por un
cáncer de páncreas- que narra su experiencia al recibir el sacramento de la
Unción(11):
Recibí la Unción de los enfermos a los quince días de que me comunicasen el
diagnóstico infausto; interpreté que mi fin era inmediato, que apenas me quedaban
unas semanas de vida, y aproveché un día que me encontraba bastante bien para
solicitarla y poder disfrutar de ella.
Es lo que antes se llamaba extremaunción, que se le daba al enfermo cuando
estaba para morirse y no se enteraba de nada. Nosotros, en el argot hospitalario la
llamábamos la puntilla. Decíamos: “ese está muy mal; le han dado ya la puntilla”.
Pero, en realidad es un sacramento enormemente consolador; en él se pide por la
conservación de la vida del enfermo en este mundo, también, porque se considera
la vida como una unidad. Con él recibes todos los alivios espirituales que te puede
proporcionar nuestra hermosa religión. O sea que recomiendo, vivamente, el
recibirlo en el momento oportuno. No dejarlo para el final. Yo le pedí a mi mujer y a
mis hijos que estuvieran presentes, alguno se resistió, pero luego les ha quedado
muy buen recuerdo a todos. Fue muy consolador.
7. RESUMEN
- Las necesidades espirituales de un enfermo con cáncer o con una enfermedad
terminal son diferentes a las de otros pacientes. Entre ellas están la necesidad de
dar y recibir amor, de perdonar y ser perdonado, de encontrar sentido al
sufrimiento, de tener esperanza en algo o en alguien, de alcanzar paz interior, de
perdurar o de dejar una huella, de trascender, de despedirse. Las personas de fe, y
muchas otras, experimentan también la necesidad de fortalecer la relación personal
con Dios, de prepararse para un encuentro en el cielo, de purificarse, de rezar…
- Todos los miembros de un equipo tienen que saber reconocer las manifestaciones
de la espiritualidad en cada paciente. Dentro del equipo el capellán es el experto en
temas espirituales.
- La actitud previa del sacerdote es muy importante para realizar su trabajo en
armonía dentro de un equipo, con los pacientes y con las familias. El capellán
debería acercarse a cada enfermo “de puntillas”: respetando delicadamente su
momento.
- La primera visita de un sacerdote a un enfermo será una visita amistosa y de
apertura. Pero la evaluación de las necesidades espirituales del paciente no es
cuestión de un instante. Se requiere una presencia continuada para hacerse cargo
cabal del momento espiritual de un paciente.
- Para poder desarrollar correctamente sus funciones de capellán es necesario que
el sacerdote esté presente habitualmente como miembro del equipo de cuidados. La
presencia del sacerdote no debe reducirse a los últimos momentos o a la exclusiva
administración de sacramentos. Una manera de sintetizar la labor de un capellán
podría ser “acompañamiento personal al final de la vida”.
- El enfermo y la familia con frecuencia encuentran paz en la oración y quieren
rezar. Algunos pacientes experimentan la necesidad de la oración: el enfermo
necesita estar con Dios, encontrarse con El y pedirle cosas. Algunos enfermos dicen
que no pueden rezar en su situación: por imposibilidad de concentración, por
cansancio. El sacerdote debe enseñarles otros modos de rezar en esos momentos.
- Cada equipo buscará la manera de concretar la participación del sacerdote. El
capellán puede participar en sesiones de autoformación del equipo y encargarse de
los temas de atención espiritual cuando el equipo imparte docencia. También es
importante que participe en una reunión interdisciplinar periódica.
- Propiamente los sacramentos de enfermos son la Penitencia, Comunión de
Enfermos y Unción. El Catecismo de la Iglesia Católica indica que, si las
circunstancias lo permiten, la celebración del sacramento de la Unción puede ir
precedida del sacramento de la Penitencia y seguida del sacramento de la
Eucaristía.
- La Unción de los enfermos es el sacramento específico de la enfermedad y no el
sacramento de la muerte. Va dirigido hacia la salud y restablecimiento del enfermo
y es conveniente administrarlo cuanto antes a los pacientes en situación terminal
que lo deseen. Desde los principios de la cristiandad se practica la Unción de los
enfermos.
8. EVALUACIÓN
1. Señale la respuesta correcta respecto a las necesidades espirituales del enfermo
en fase terminal
a. son comunes a todos los enfermos
b. el enfermo en fase terminal experimenta de modo particular la necesidad de
perdonar.
c. es infrecuente que los enfermos se planteen cuestiones en relación al sentido del
sufrimiento
d. no es frecuente que sientan la necesidad de disponerse mejor con Dios
e. todas son falsas
2. Sobre las cuestiones espirituales en la fase terminal
a. Todos deberían ser capaces de identificarlas
b. El capellán es el experto de esos temas
c. No siempre son fácilmente abordables
d. Algunas veces la falta de costumbre hace sentirse incómodo ante ellas
e. Todas son ciertas
3. Sobre el sacerdote
a. Todos los sacerdotes están preparados para asistir enfermos habitualmente
b. Es necesaria una preparación específica del capellán
c. Hay que dejar que el sacerdote actúe por su cuenta dada la seriedad de los
problemas
d. Tampoco hace falta un tacto especial para presentarse al paciente
e. Todas son falsas
4. Sobre el capellán en el equipo de cuidados paliativos
a. Aunque forma parte del equipo es mejor no preguntarle por los problemas
personales del enfermo
b. Conviene que participe de la reunión interdisciplinar
c. Es conveniente que asista a las sesiones formativas cuando se traten temas de
su interés
d. El equipo programará algunas actividades que concreten que forma parte del
equipo
e. Son ciertas b, c y d
5. Sobre el modo de trabajar del capellán:
a. Lo ideal es que el capellán trabaje a demanda
b. Conviene que vea a los pacientes a hora fija
c. La palabra acompañamiento expresa bien su modo de trabajar
d. Es mejor no interrumpirle por los pasillos
e. No debe estar presente habitualmente porque resultaría pesado
6. Sobre la intervención del sacerdote
a. Conviene que vaya al grano desde el principio ya que muchas veces no hay
tiempo para más
b. Todos los creyentes deberían rezar algunas oraciones tradicionales con el
capellán
c. Por la importancia de su tarea debe darse prioridad a su visita
d. A la familia la atenderá cuando disponga de tiempo
e. Se requiere una presencia continuada para hacerse cargo del momento espiritual
del paciente
7. Sobre la oración con los pacientes
a. El enfermo y la familia con frecuencia encuentran paz en la oración
b. A veces los pacientes no pueden rezar como antes
c. Oraciones sencillas o “inventadas” pueden ser lo mejor cuando el paciente está
cansado
d. Conviene que el capellán haga alguna oración con el paciente o el cuidador
e. Todo lo anterior es correcto
8. Sobre el sacramento de la Unción
a. La Unción de Enfermos es mejor reservarla para cuando el paciente está
inconsciente para no asustarle
b. En la oración del sacramento de la Unción no se pide una buena muerte sino la
salud del enfermo
c. La Unción se practica en la Iglesia desde la Edad Media aproximadamente.
d. Cualquier profesional puede administrar la Unción si es creyente
e. El Sacramento más específico de la enfermedad es el Viático
9. Sobre los sacramentos de enfermos
a. Son la Penitencia, Comunión de enfermos y Unción
b. Si es posible se pueden administrar por el orden indicado en a.
c. Solo el capellán puede administrar sacramentos
d. Solo los bautizados pueden recibir sacramentos
e. Todas son ciertas
10. Sobre los asuntos espirituales señale la respuesta falsa
a. A veces el sufrimiento espiritual agrava los síntomas
b. Todos los pacientes experimentan de algún modo necesidades espirituales
c. Las personas más religiosas tienen menos problemas
d. Todas son falsas
e. Todas son ciertas
TABLA 1
Algunas cualidades importantes para el agente pastoral en cuidados paliativos
Sensibilidad y capacidad de escucha
Capacidad de sintonía con la historia personal del paciente
Confianza y habilidad para convertirse en amigo de otros
Personalidad abierta y flexible
Cortesía y amabilidad
Capacidad de aceptar el rechazo sin sentirse personalmente ofendido
Prudencia y discreción
Disponibilidad y prontitud
Capacidad de trabajar en equipo
TABLA 2
Temas para la formación de capellanes en cuidados paliativos (se indican libros de
consulta en castellano)
TEMA
LIBRO
<i>Introducción a la Medicina
Paliativa.</i> Carlos Centeno.
Principios de Medicina Paliativa
Dolor y sufrimiento humanos, aspectos
culturales, sanitarios y sociales
Aspectos psicológicos y humanos del
cuidado terminal
Comunicación y modo de trasmitir malas
noticias
Valladolid: Junta de Castilla y León,
1999
<i>Medicina Paliativa, la respuesta a una
necesidad</i> Marcos Gómez Sancho
Madrid: Arán Ediciones, 1999
<i>La muerte íntima</i>.Marie de
Hennezel.
Barcelona: Plaza & Janes, 1996.
<i>Cómo dar malas noticias en
Medicina</i> Marcos Gómez Sancho.
Madrid: Arán Ediciones, 1998
Acompañamiento espiritual
<i>Compartiendo ese tiempo del enfermo terminal.</i> Comité
de Ética Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Provincia de
Castilla.
Madrid: CECAS, 1992
Asistencia espiritual, relación de ayuda
Experiencias pastorales
Sacramentos de enfermos
Teología sobre la vida y la enfermedad
Sentido cristiano del sufrimiento
<i>Aspectos Espirituales en los Cuidados
Paliativos,</i> José Carlos Bermejo,
Francisco Petrillo. Santiago de Chile:
Editorial Clínica
Familia, 2000
<i>Decir la muerte, palabras para
vivirla</i>. Léon Burdin. Barcelona:
Editorial Claret, 2001
<i>Ritual de la Unción y de la Pastoral de
Enfermos. </i>Madrid: Comisión
Episcopal Española de Liturgia, 1974.
<i>El Evangelio de la
Vida. </i> Juan Pablo II. (Encíclica,
especialmente nº 64 y ss).
Madrid: San Pablo, 1995
<i>El sentido del sufrimiento </i> Monge
MA. León JL,.
Madrid: Palabra, 1998
<i>Carta de los Agentes de la Salud</i>
Bioética: Posición de la Iglesia Católica
sobre problemas deontológicos frecuentes
Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios
Madrid: Palabra, 1995
Figura 1.
Oración que se reza al comienzo de la Unción de Enfermos y que recuerda la práctica de
este sacramento entre los primeros cristianos.
<< Queridos hermanos: en el Evangelio leemos que nuestro Señor Jesucristo curaba a
los enfermos, que acudían a Él en busca de salud. Él mismo que durante su vida sufrió
tanto por los hombres, está ahora presente en medio de nosotros, reunidos en su
nombre, y nos dice por medio del apóstol Santiago: “¿Está enfermo alguno de
vosotros? Que llame a los presbíteros de la Iglesia y que recen sobre él después de
ungirlo con óleo en nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo y el Señor
lo curará y si ha cometido pecado lo perdonará (Santiago 5,14-15)”. Pongamos, pues,
a nuestro hermano enfermo en manos de Cristo, que lo ama y puede curarlo, para que
le conceda alivio y salud >>
9. REFERENCIAS:
(1) Comisión Episcopal de Pastoral. La asistencia religiosa en el hospital; orientaciones
pastorales. Madrid: Edice, 1987; 11.
(2) Poulson J. Meeting the spiritual needs of terminally ill patients. En: Mac Donald
(ed.) Palliative Medicine. A case-based manual. Oxford: Oxford Univesity Press, 1998:
304-311
(3) Saunders CM. Cuidados de la enfermedad maligna terminal. Barcelona: Salvat
Editores, 1980
(4) Gibbons JL, Thomas J, Vandecreek L,