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EL CAPELLAN DE
HOSPITAL EN EL COMITÉ
DE BIOETICA
Hno. Luis Valero Hurtado
1
INDICE
Introducción.
1. La presencia del Capellán en el hospital.
2. La presencia del Comité de Bioética en el hospital.
3. La presencia del capellán en el Comité de Bioética hospitalario.
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INTRODUCCIÓN.
No hace mucho llegó a mis manos el presente documento "Il Cappellano ospedaliero
nei comitati di bioetica" de Fr. Elia Tripaldi, Hermano de San Juan de Dios,
sacerdote, sobre la misión del Capellán en el mundo de la Salud y más
específicamente en un Comité de Etica Asistencial. Me interesó el tema y me puse a
buscar bibliografía sobre el mismo, la búsqueda ha sido bastante infructuosa, bien por
la escasez de textos que reflexionen y profundicen sobre esta realidad o bien porque
no he buscado lo suficiente y en el lugar adecuado, seguro que de todo tiene que haber
pero es un primer acercamiento el que he realizado que cubre el objetivo del presente
trabajo, este se ha limitado a traducir del italiano, el documento encontrado aportando y
aportándome algo de luz sobre esta especificidad con que yo como capellán, como
sacerdote, puedo y debo participar en los comités de bioética que están empezando a
surgir en nuestra Provincia Religiosa y en cada una de sus obras apostólicas.
"El capellán es ante todo un "testigo" ante el enfermo y su familia del amor de Dios que
se hace curación, liberación y salvación. El Evangelio comienza por dar testimonio del
valor y la importancia que Dios da al hombre, a todo hombre: "Tanto amó Dios al
mundo, que le envió a su Hijo". Dios valora al hombre como hombre, por ser hombre,
tal como El lo creó, y quiere que el hombre se salve, se realice como tal alcance la
plenitud humana enriquecido con la vida de hijo de Dios. Pero "hombre", ni ángel ni
bestia.
Una primera responsabilidad del capellán será, por tanto, manifestar en su
comportamiento y en su compromiso responsable esta dignidad del hombre, este valor
del hombre en cuanto tal, que él vive desde su fe en Cristo. Y, por ello una primera y
básica preocupación del capellán habrá de ser
- que el enfermo se haga persona libre.
- que sea tratado como persona libre.
- que supere toda alienación y coacción.
- que jamás sea cosificado o rebajado en su dignidad.
- que se le permita y aún posibilite el ejercicio de su responsabilidad.
Y es ésta precisamente la función de la ética y ésta la tarea del juicio ético de las
distintas situaciones clínicas. "Todo lo que es humanamente normal - en todas sus
dimensiones - es éticamente correcto; y todo lo que es humanamente anormal, y por
ello inhumano, será básicamente inmoral, aunque ningún código positivo lo prohiba.
Por eso la exigencia ética es la primera defensa y el primer servicio realmente humano
al enfermo y el capellán habrá de ser especialmente sensible a todos los quebrantos
que sufra la asistencia, tratamiento y estudio de los enfermos la ética médica.
Señaló Pablo VI en su encíclica "Populorum progressio" (nº 16 y ss) que el desarrollo
humano constituye como "un resumen de nuestros deberes como cristianos" y que
"este crecimiento no es facultativo" sino un imperativo irrenunciable. Desarrollo
personal, que en el cristiano se abre a un humanismo trascendental, por su inserción
en el Cristo vivo. Y desarrollo solidario con los demás hombres, que si es un hecho y
un beneficio es también un deber. Desarrollo, por tanto, del hombre, de todo el hombre
y de todos los hombres. Y que consiste fundamentalmente en ir pasando de
situaciones menos humanas a situaciones más humanas. Desarrollo entendido en
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sentido integral, sin reduccionismos deshumanizadores. A la luz de estas exigencias
básicas, el capellán habrá de juzgar e iluminar evangélicamente las situaciones éticas
de la asistencia a los enfermos."1
La bioética y la pastoral de la salud están íntimamente unidas en su ser y en su actuar,
ambas se encuentras con el dolor y el sufrimiento del hombre enfermo, de ahí que esta
coincidencia haga que sus cometidos, su búsqueda de posibilidades ante los dilemas
que puedan surgir, puedan ser iluminados mútuamente y completados, por lo que
también el fin a conseguir les une, alivio del sufrimiento de la persona.
No obstante es también importante que ambas se sitúen de una manera abierta y con
deseos de cooperación desde una fundamentación racional, desde el deseo de
búsqueda del bien común y el reconocimiento de una libertad de iniciativa.
Desde ahí se hace necesaria la participación del capellán, que con una formación en el
campo de la bioética, ha de estar presente en esta nueva realidad que surge con fuerza
en la mayoría de las instituciones hospitalarias; teniendo en cuenta que aquí su función
no se justificará como dispensador de Sacramentos sino como miembro del Pueblo de
Dios en el hospital que asegura la acogida amorosa del Padre a los enfermos.
En el contexto laico que debe tener el comité de ética el capellán ha de ser un experto
en humanidad y en humanización, garantía de una concepción antropológica del
hombre abierta a lo trascendente, diálogo con quienes no piensan de la misma manera,
apertura ecuménica, mediador eclesial y defensor del sagrario del hombre, la
conciencia instancia fundamental en la toma de decisiones. En nuestro caso como
Orden Hospitalaria, centros confesionales, el capellán puede ser garante del carisma
de la hospitalidad según nos señalan nuestras constituciones en el número 23:
"empeñados en defender y velar por los derechos de la persona de nacer y vivir
decorosamente, ser asistido en la enfermedad y morir con dignidad".
Es importante, por otra parte, que ambos horizontes de sentido, el que representa la
presencia del capellán y una ética civil o laica, busquen puntos de encuentro no
excluyentes sino incluyentes y den marcos de referencia que puedan valer a todos los
seres humanos, el camino contrario sería actuar según la propia conciencia con lo que
se haría casi imposible el diálogo y poder presentarse como una dimensión pública y
abierta, no reducida al ámbito de lo privado, no cada "uno tiene su moral" y aunque
algo de esto pueda existir no es menos cierto que en muchas ocasiones se trata de
tomar decisiones que afectan a varios indivíduos, así toda moral tiene su ámbito
público donde ha de poder presentarse.
El Cardenal Tarancón afirmaba: " cuando la Iglesia defiende los valores éticos desde la
fe, reconociendo el pluralismo de la sociedad democrática, está haciendo una labor
muy positiva cerrando el paso a cualquier intento de monopolio ético de la existencia
humana. El Cristianismo debe presentar lealmente su propia oferta, pero respetando
las de los demás; deben abrirse horizontes de Trascendencia que fortalezan los
deberes morales, ofreciendo sin imponer; invitando sin coaccionar, presentando la
utopía de la moral evangélica, sabiendo que esta no puede conseguirse plenamente en
la tierra, pero invitando a todos a mirar a las estrellas."
1
J.M. Arenal. "Principales aspectos éticos que debe contemplar e iluminar el capellán.
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EL CAPELLAN HOSPITALARIO EN LOS COMITES DE BIOETICA
1.-La presencia del Capellán en el Hospital
1.1.-Nacimeinto y desarrollo de la institución hospitalaria:
Parece que está probado que antes de la venida del cristianismo, la humanidad no
había conocido la existencia de las instituciones hospitalarias, aunque siempre ha
existido la asistencia a los necesitados, sobre todo cuando estos pasaban por un
estado de sufrimiento y de precariedad.
El término "hospital" derivado del latín "hospitalis" (semejante a casa) designaba el
lugar destinado a la asistencia sanitaria y al tratamiento terapéutico de aquellas
personas que recibían atención médica o quirúrgica con el deseo de prevenir,
diagnosticar, curar o rehabilitar. Todo es el resultado de una evolución que el hospital
ha tenido a lo largo de los años.
Los lugares específicamente destinados a la terapia estaban situados junto a los
santuarios de la divinidad protectora de la salud, donde los enfermos recibían
curaciones y consejos de los sacerdotes (medicina mágica y sacerdotal) o directamente
de la divinidad aparecida en sueños (incubatio).

Los pueblos de Mesopotamia, región comprendida entre los ríos Tigris y Eufrates,
desarrollaron probablemente la más antigua medicina que se conozca hoy, una
estructura claramente definida, según podemos saber por el testimonio de las veinte
mil tablas conservadas en Brithis Museum de Londres, procedentes de la gran
biblioteca de Ninive.
Según la medicina Asiro-Babilónica (2000 a. C.) la sede de la intelectualidad está en el
corazón y la sede de la vida en la sangre, el órgano central de la circulación es el
hígado. Marduk es el dios vencedor de la enfermedad y dominador de los conjuros.
El código de Hamurabi (1950 a. C.) contiene algunas disposiciones que afectan al
médico: ha de curar al enfermo y sanciona a quien mata o provoca un grave daño al
paciente, corte de la mano al médico al que no hubiera salido bien una intervención
quirúrgica.

La medicina egipcia (5000-600 a. C.) casi contemporánea a la Asiro-Babilónica
florece en los pueblos que habitan el valle del Nilo. Religión y magia, astrología,
invocaciones mágicas y formulas de conjuro son el fundamento de la medicina
practicada, tal y como nos transmiten los papiros del santuario de Heliopolis. El
papiro de Ebers (1.500 a. C.) contiene más de mil recetas médicas.
El aborto y el abandono de los niños son prohibidos con penas severísimas. Señalar la
importancia dada a la atención de la infancia, la obligación de los ejercicios físicos para
los adultos, el desarrollo de las artes cosméticas, el embalsamamiento. La medicina en
un primer tiempo sacerdotal, escuelas médicas junto a los grandes templos, se va
haciendo poco a poco laica. Las códigos morales de la medicina egipcia serán más
tardes recogidas en el código Hipocrático, la medicina egipcia constituye la fuente
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principal de los futuros códigos deontológicos médicos superiores a los otros que nos
han llegado.

La medicina del pueblo de Israel referida esta siempre a Yahvéeh. Los hebreos
reconocen en el Dios único la verdadera fuente de la salud, también de la
enfermedad que es considerada como un merecido castigo por las culpas
cometidas por el enfermo o de un antepasado suyo hasta la séptima generación. La
medicina es ejercida por los sacerdotes los cuales como "oficiales de la sanidad
pública" eran los únicos jueces autorizados a reconocer si uno estaba contagiado
por la lepra. La circuncisión que era practicada entre algunos pueblos semitas como
rito de iniciación al matrimonio, asume con Abraham el valor religioso de señal de
alianza con Dios y de pertenencia al pueblo elegido. La impureza es la situación de
aquellos que son alcanzados por el mal o se encuentran en condiciones
filosiológicas tal que han ser excluidos del contacto con los otros. Para todos existen
unas rigurosas normas higiénicas de lavarse las manos antes y después de comer,
prohibición de alimentos...

La medicina en la India, tiene un origen mágico y religioso, como se puede deducir
de lo antiguos textos sagrados de los Vedas, fue más tarde ejercitada por
practicantes con escasa preparación científica, netamente empírica. A estos se
deben importantes innovaciones en el campo de la higiene, de la farmacología y de
la cirugía. En el 437 a. C. surgen las primeras tentativas de la institución hospitalaria
por la predicación de Buda a favor de la justicia y del amor al prójimo y se fijan
normas para el personal adscrito a la curación de los enfermos. El yoga, en
sánscrito juego, unión, con la divinidad, es una terapia de sugestión, antiguamente
practicada y que a través de un sistema filosófico y ascético tiene como meta la
liberación total del alma de la materia y el aislamiento de las cosas externas.

La medicina china, en su origen atribuida al mítico emperador Chen-Nung (2.800
a.C.) y que se extiende a Corea y a Japón, se caracteriza por el principio de la
armonía, proporción o desproporción entre la enfermedad y la salud de acuerdo con
la existencia de los dos principios del Yang y del Yin, hombre y mujer. La terapia de
inmunización activa fue practicada con el vario, mediante la insuflación por la nariz
del paciente del polvo de vario. La acupuntura (c. 2.700 a. C,) técnica mediante la
cual se equilibra el desequilbrio Yang-yin, ejecutada hasta hoy, es realizada
mediante numerosas agujas de oro, de plata, de acero y de hierro que se insertan
en las partes del cuerpo a estimular. La señal semiológica de la técnica del pulso
referente al ritmo, a la frecuencia, a la velocidad, a la intensidad y a la presión del
cual los chinos fueron los pioneros y todavía hoy usados por la práctica médica.
Si los indios tenían hospitales no solo para asistir a las personas, sino para curar a los
animales, y los egipcios, junto a los templos de Iside y de Serapide, grandes locales
bien amueblados para acoger a los enfermos, con los griegos y romanos encontramos
las formas asistenciales organizadas por ejemplo los "ascipiei", junto al templo de
Esculapio, rodeados de amplios pórticos para la recuperación de los enfermos. En
estos templos-hospital el arte médico era ejercido por los sacerdotes y la curación
verdadera y propia consistía en la "incubatio" en que aparece el dios para relevar la
enfermedad e indicar al enfermo la recuperación de su salud. Los templos fueron
dotados de lugares donde recoger los exvotos, tablillas votivas en las cuales viene
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indicadas las enfermedades y las curaciones realizadas, precedente de nuestros
modernos archivos en los que se conservan las historias clínicas.
Los "iatraeia" eran lugares públicos de convalecencia para la recuperación temporal de
los pacientes, con prestaciones muy profesionales y con escuelas clínicas adjuntas,
verdaderos lugares para la recuperación y la curación de los familiares enfermos
pertenecientes a las familias nobles.
Hipócrates (460 a. C.) es el maestro más ilustre de la antigüedad y es considerado el
"padre de la medicina" como ciencia verdadera y propia liberada de las supersticiones
divinas, demonios, potencias ocultas, etc. Los considerados escritos deontológicos
constituyen el Corpus Hipocraticus que él ha legado. El texto más conocido es el
"Juramento Hipocrático" con el cual el médico, antes de comenzar a practicar la
profesión jura por Apolo y por todos los dioses:







Cumplir con su deber.
Respetar a su maestro.
Proceder del mejor modo, según su mejor juicio para curar y mejorar a los
enfermos.
No matar al niño en el seno materno.
Mantener el secreto profesional.
No abreviar el sufrimiento dando la muerte al enfermo.
No abusar sexualmente de sus pacientes.
Un atento análisis del contenido de estos preceptos nos da a conocer el criterio que
guía al autor de los textos y que Mñor. Sgreccia expone así: "el Juramento Hipocrático
apoya la moralidad del acto médico sobre los principios, transmitidos después a los
siglos futuros, de beneficencia y no maledicencia, es decir el bien del paciente. No
tenemos pruebas concretas o expresiones que nos definan en que consiste este
"benéfico de los enfermos", este evitar el daño y la injusticia, o el ejercitar mi arte en
manera santa y pura".
Roma con la venida de los médicos griegos organiza un verdadero y `particular servicio
de asistencia pública en los edificios próximos a los templos, (p.e.j el templo de
esculapio en la Isla Tiberina), después en el Impero, dado el enorme desarrollo de la
población noble, patricios, y las enfermedades causadas de las campañas de guerra
por la conquista de nuevos territorios se organizan otros ambulatorios civiles para las
grandes familias nobles donde mejoraban y recuperaban los propios libres y los
esclavos, incluso a los militares que quedaban con la población civil a los infelices y a
los pobres. Los consultorios o casas de curaciones probadas y organizaciones de los
mismos médicos acogían a los enfermos para someterlos a la observación directa.
En la Roma imperial nos encontramos con las instituciones más parecidas a nuestros
modernos hospitales, abiertos a todos, si es cierto que falta la inspiración propia del
cristianismo al que se debe la idea de haber dado nuevo impulso a esta realización con
propia fuerza moral y espiritual, inspirado en el amor al prójimo , según la parábola
evangélica del Buen Samaritano.
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1.2.- LA IGLESIA EN LA ASISTENCIA A LOS ENFERMOS.
El cristianismo éticamente muy superior, cambia la filosofía social y asistencial, porque
encuentra las bases sobre las cuales actuar, el mensaje evangélico de amor, de
salvación y de esperanza predicado y testimoniado por Jesús de Nazaret. La visión del
hombre cambia completamente porque siendo un ser histórico y por tanto sujeto al
pecado, a la enfermedad y a la muerte no deja de ser misterio y posee un destino
sobrenatural. La antropología cristiana ha visto siempre al hombre como criatura de
Dios y que a Dios ha de volver, retornar después de vivir su propia historia y misión en
la tierra.
Tal misión es aquella de continuar, bajo la guía del E.S. consolador la obra misma de
Cristo, el cual ha venido al mundo a dar testimonio de la verdad, salvar y no a condenar
a servir y no a ser servido. (G.S. 3).
Con el cristianismo, en efecto, la asistencia a los enfermos tiene un significado distinto,
más caritativo que meramente sanitario y se destina en primer lugar a los pobres, a los
peregrinos y a los necesitados en los que está presente el mismo Cristo. El hospital
lugar al que vienen ofrece la sanación a los enfermos y heridos, y además este recibe
la aportación de la caridad cristiana, alimenta así a los necesitados, sobre todo a los
ancianos cuando para el amparo de la pobreza no es suficiente la caridad pública.
La enseñanza y el ejemplo de Cristo presente entre los enfermos, sordos, ciegos,
cojos, paralíticos, leprosos, mudos, dementes... representa un riquísimo testimonio que
el evangelio nos ofrece. Las curaciones que Jesús hacia tienen siempre un valor de
signo, esto es significan la curación total del ser humano, la curación del alma como
predisposición para aquella técnica. La presencia de Jesús entre los enfermos
constituye un ejemplo a imitar y una acción que ha de recibir una justa recompensa,
"cada vez que lo hagáis con uno de mis hermanos más pequeños conmigo lo hacéis"
(Mt 25, 34).
La Iglesia, sacramento de Cristo es continuadora de su obra de salvación, es su
mandato explícito "curad a los enfermos" Mt. 19, 1, está siempre a la vanguardia con
su presencia en el campo asistencial con un nuevo espíritu religioso, dando asistencia
a todos sin distinciones sociales, transformando las artes médicas en expresiones de
aquella caridad que Cristo ha enseñado, proponiéndose el razonamiento, el más allá de
los cuerpos sufrientes y martirizado, la salud de las almas.
Se debe a la Iglesia la primera organización sanitaria, con la creación de hospitales,
hospicios, lugares de curación y asistencia para los enfermos y huérfanos. La obra
preciosa de los diáconos (Hchos. 6, 1 ss) en calidad de administradores del patrimonio
de la comunidad cristiana, de adjuntos a la atención a los sepulcros, a la asistencia a
los huérfanos, a las viudas, a los enfermos y a los prisioneros, constitución de grupos
de trabajo en que se reparten las funciones, búsqueda, transporte, asistencia del
enfermo. A los diáconos incumbe también el deber de llevar la administración y
preparar periódicamente el informe al obispo que dispone de los fondos económicos
para procurar las medicinas, pagar a los médicos y personal de servicio.
A partir del siglo III, después del edicto de Constantino que propició la difusión del
cristianismo se desarrolló la organización hospitalaria, en un primer momento fueron las
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familias cristianas más pudientes que transformaron sus casas en hospitales y asilos
donde acoger a los enfermos (Fabiola, Pammachio, S. Galla ). Son los Concilios y
Sínodos (Cartagines 309, y el de Nicea 325) los que ordenan construir junto a las
iglesias lugares de acogida para asistir a los necesitados, enfermos y viudas.
San Basilio (330-379), obispo de Cesarea en el 360 crea un complejo llamado
"Basiliade", una verdadera institución hospitalaria. En occidente San Benito de Nursia,
480-547, en el capítulo LII de su Regla señala "se tenga mayor cuidado en el recoger a
los pobres, porque con ellos se acoge a Cristo más que en los ricos y poderosos". Y en
el capítulo XXXVI, "la cura de los enfermos sea ante todo y sobretodo para que de esta
manera no sea causada ninguna negligencia". Es cierto que las abadías de los
benedictinos no eran solo lugares de oración y de contemplación, además tenían
hospederías para los peregrinos y viandantes, hospitales, y un religioso entendido en la
manera de hacer curaciones médicas y en la realización de sencillos fármacos, en el
cultivo de hierbas medicinales en la huerta del monasterio, medicina monástica.
En el reinado del emperador Justiniano, 527-565, las instituciones hospitalarias se
multiplicaron y la administración pasó al poder del estado mientras en el mundo
islámico especialmente en las grandes ciudades se edificaron unos complejos sociosanitarios dentro del recinto de las mezquitas, el hospital, la escuela teológica, la
biblioteca, la cocina y los baños públicos.
La iglesia, no obstante está presente en el ejercicio de la hospitalidad aún en los
lugares no específicamente hospitalarios, como las residencias episcopales donde se
hospedaban y alimentaban a los pobres y enfermos, en los monasterios como los de
los benedictinos con buenas enfermerías para acoger a los necesitados. Después del
año mi se une a las iniciativas reales las ordenes religiosas militares y hospitalarios que
se fundan como verdaderos hospitales, hospederías o leproserías.
En Roma surge así el hospital del Espíritu Santo erigido por Inocencio III, 1198-1216,
para a la asistencia de los pobres y residencia de trescientos enfermos, dirigido por los
frailes de la orden del Espíritu Santo, fundados, estos, en Francia algunos años antes
por Guido de Montpelier. La orden de San Lázaro se distingue por la asistencia a los
leprosos, curación y manutención se realizaban totalmente gratuito para todos, el
hospital después se encargaba de buscarlos bienes y donaciones necesarias para su
funcionamiento.
En Florencia tiene origen el hospital de Santa María la Nueva en el siglo XIII y en el XIV
la fundación de San Juan de Letrán en Roma. En el 1339 la institución de Santiago, en
Roma, mientras en París, siglo XIII, en el Hospital de Dios estaban en una misma cama
dos o mas enfermos juntos, pero el Hospital de la Caridad que tiene doscientas
cincuenta camas es el mejor en orden e higiene.
Era una red asistencial eficiente y bien cualificada. Los religiosos a los tres votos
ordinarios unían otro de servir a los pobres y administrar fielmente por bienes del
hospital. Para curar y hospitalizar a los leprosos surgieron numerosos establecimientos
especializados donde se les aislaba, estaban situados fuera de la ciudad, estos eran
encomendados a las capellanías, en la región de Poitou, en la Francia meridional
donde la enfermedad era muy común y se propagaba con facilidad, había casi un
centenar de estas leproserías, aún aquí la iniciativa fue sobretodo de la iglesia o de
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personas caritativas. El rey de Francia encargaba al capellán limosnero la recaudación
de las limosnas de las casas reales y repartir entre las leproserías.
Mención a parte merece la asistencia a los enfermos mentales y alienados, la
comunidad cristiana en este sector socio-asistencial es siempre distinta por su
originalidad, por su caridad y pro su abnegación. En el curso de los siglos se ha pasado
sucesivamente de los antiguos asilos para los enfermos psíquicos a las instituciones
manicomiales, a los hospitales psiquiátricos y a las secciones de psiquiatría en el
conjunto de los hospitales generales. Hoy se habla de las unidades de corta estancia
donde el enfermo se recupera voluntariamente o en su casa entre su familia. En los
hospitales de la edad media, verdaderas obras de arte en cuanto a arquitectura,
pintura, escultura... pero con una calidad asistencial que dejaba mucho que desear
según nuestra mentalidad actual, las condiciones higiénicas eran escasas, la
mortalidad altísima, solo la caridad cristiana a la que se confiaba su funcionamiento
hacían posible la atención que se podía dar.
La presencia de eminentes santos hospitalarios, San Juan de Dios, San Camilo de
Lelis, San Vicente de Paul... despierta en la iglesia y en la sociedad civil la conciencia
por una asistencia más cualificada, más humana y cristiana, posibilitando el progreso
asistencial de estas instituciones sanitarias.
La iglesia italiana a través de sus obispos ha señalado esta realidad cuando ha
recordado que "el evangelio de la caridad ha sabido escribir en cada época páginas
luminosas de santidad y de cultura en medio de nuestras gentes, es ininterrumpida la
cadena de santos y de santas que con fuerza de su amor operativo han dado
testimonio del evangelio, apareciendo el rostro más humano de nuestro pais. Es una
herencia que debemos custodiar, profundizar y renovar".
La herencia dejada por San Juan de Dios en gestos de misericordia, aunque el origen
de la asistencia constituye un patrimonio universal más que una propiedad privada de
sus hijos espirituales, los Hermanos de San Juan de Dios. A ellos es dejado el
nacimiento y desarrollo del hospital moderno. Es de resaltar las aportaciones que este
hizo, asignar una cama para cada enfermo, los separó según sus patologías, fue el
primero en poner en marcha en el mismo hospital un lugar donde acoger a los pobres
sin techo, peregrinos, a los cuales daba posibilidad de comer y de descansar.
Palazini a este propósito señala que "San Juan de Dios en la historia de la medicina,
mejor dicho, en la historia de la asistencia hospitalaria merece un puesto que no puede
ser borrado con el paso del tiempo". Santo que sabe empaparse de la realidad de su
tiempo, Juan de Dios se dedica enteramente a una misión que transforma los ideales
humanitarios de su época tan deshumanizada, marginación de los leprosos, de los
apestados, de los incurables, de los enfermos mentales, en una misión de caridad.
Igualmente Camilo de Lelis escribe páginas luminosas de dedicación al prójimo en
momento en que Italia y Roma en particular está invadida de calamidades y de pestes,
organizando con generosidad pequeños centros de asistencia y de acogida. Camilo es
considerado el reformador de la asistencia a los enfermos, en sus reglas sobre "el bien
servir a los enfermos" y otros escritos deja un verdadero tratado de la profesión de los
enfermeros, inspirado en los principios cristianos quiere la asistencia realizada desde
un sentimiento materno para con los necesitados, "Deseamos servir a todos los
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enfermos con aquel afecto que puede una amorosa madre acogiendo al único hijo
enfermo"... " Cada uno trate a los enfermos con una mística del placer, cuando un
enfermo tenga necesidades de ser elevado en los brazos, cada uno advierta usar toda
la caridad posible, preocupado de no moverlo demasiado, de hacerle coger frío y de
sostenerle bien la cabeza... y cuando estos sean desahuciados por el médico se hará
posible una agonía que le ayude a bien morir."
Las dos grandes ordenes hospitalarias de vida consagrada nacen tras la ráfaga
luminosa del ejemplo de Juan de Dios y de Camilo de Lelis, de los Hermanos de San
Juan de Dios y de los Padres Camilos, que a sus tres votos comunes a todos los
institutos religiosos ellos añaden un cuarto voto de hospitalidad, de asistencia a los
enfermos.
No menos importante es la acción de Vicente de Paul, el cual partiendo de la
experiencia de las galeras reales donde desarrolla su labor como capellán bajo la guía
del cardenal Berulla y el influjo de San Francisco de Sales comienza aquella actividad
caritativa hacia los miserables y prisioneros en los galeones, algo que realizará durante
toda su vida. La caridad de San Vicente asume dimensiones universales con la
preciosa colaboración de Santa Luisa de Marillac juntos fundan a las Hijas de la
Caridad, con votos religiosos anuales, cuyo monasterio es la casa de los enfermos y
sus celdas las habitaciones en que habitan, por clausura la obediencia.
Al final de la edad media y comienzo de la época moderna se asiste a un proceso de
secularización y laicismo del hospital porque de una lado permanece el ideal de la
caridad cristiana que se inspira en el amor de Cristo y a ejemplo de los respectivos
fundadores de las Ordenes y Congregaciones religiosas hospitalarias, pero se
desarrolla ahora la convicción de que es responsabilidad del Estado proteger la salud
de los ciudadanos así mismo los criterios hospitalarios son modificados, desaparecen
las grandes salas con los altares, dispuestas alrededor de los claustros, tipo
conventual, la propia superficie es reducida y subdivida en modos más razonables para
la mejor asistencia a los enfermos.
No obstante la iglesia aun cuando el contexto sociopolítico ha sido adverso ha estado
siempre presente junto a los enfermos, presencia heroica de tantos cristianos e
institutos religiosos dedicados a la asistencia de los centros para los más marginados
de la sociedad.
1.3. -EL CAPELLÁN COMO PRESENCIA DE LA IGLESIA EN EL HOSPITAL.
Los hospitales que nacen de la caridad cristiana a favor de los pobres y de los
desventurados serán siempre centros modernos de sanación donde según afirma Juan
Pablo II la Iglesia que nace del misterio de la redención en la cruz, es testimonio de
encuentro con el hombre en su situación de sufrimiento. En tal modo el hombre que
sufre es camino de salvación para la Iglesia (Dolentium Hominum). Esta Iglesia está
abierta a los problemas y sufrimientos y moviliza a toda la comunidad, los obispos para
acoger con una caridad paternal a los enfermos, los sacerdotes para cuidar de ellos y
de los moribundos, visitándolos y confortándolos en el Señor (P.O. 6). Los religiosos
para ejercitar al máximo grado el ministerio de la reconciliación en su favor y de
mantener la fidelidad al carisma de la misericordia hacia los enfermos (P.C. 10), en los
laicos al trabajo de practicar la misericordia con los pobres y enfermos (A.A. 8).
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La presencia de los religiosos y de las religiosas con total dedicación y empeño en el
servicio en las estructuras sanitarias y en la pastoral, por la fuerza del carisma
específico representaran en modo especial la presencia de la iglesia en el trabajar
aquella asistencia directa no solo con la atención a los cuerpos sino también a las
almas y atenderán integralmente la vida de la persona.
Para la asistencia espiritual de las instituciones hospitalarias desde los primeros siglos
del cristianismo, se ha dado un servicio particular que han desempeñado los
capellanes, los sacerdotes que diariamente celebran la Santa Misa en la capilla del
hospital o en las mismas salas donde están los enfermos y administra los sacramentos
de la penitencia, de la comunión y de la santa unción. El hospital garantiza la atención
pastoral de los enfermos.
El capellán será la figura principal entre los que colaboran o trabajan la pastoral de la
salud y como cualquier presbítero que ha recibido el mandato particular del obispo
promueve y coordina el ejercicio de los ministerios de los fieles laicos (P.O. 9), junto a
los enfermos, sus familiares y trabajadores sanitarios los voluntarios son también
destinatarios del Servicio Religioso.
El capellán será siempre, igual que el párroco, un verdadero pastor en aquella
comunidad aunque con connotaciones específicas de acuerdo con la comunidad que
se le ha confiado. No son pastores de segunda clase sino que pertenecen con todo
derecho al presbiterio diocesano o si es religioso a su instituto, teniendo presente sus
magisterio en su propio proyecto pastoral, y estos han de sentirlos integrado en la
iglesia local como una porción de la misma comunidad que se le ha confiado.
Además es de subrayar la problemática que emerge del progreso constante de la
medicina donde los hospitales acogen a todas las clases sociales y cuyas grandes
salas han sido sustituidas por las habitaciones pequeñas de una o dos camas. Todo
esto ha posibilitado una mejor asistencia, pero no ha evitado los peligros de una gran
burocratización de los servicios sanitarios que puede hacer desaparecer la centralidad
del ser humanos y pasar a ser centros con una gran concentración de servicios
especializados alrededor de un organismo enfermo.
Nos encontramos también entre los trabajadores sanitarios una motivación interior y
una carencia de formación ética, frecuentemente expuestos a la instrumentalización
política y sindical, dando como resultado una lentitud burocrática y de ineficacia de la
institución. Esta situación influye negativamente en la calidad de los servicios y propicia
un clima de deshumanización.
Hoy hablamos cada vez más de la necesidad de la humanización de la asistencia y de
cómo los mismos trabajadores sanitarios ya que ellos mismos acusan un
"quemamiento" o desorden psicológico, síndrome de bur-out,. A esto ha de sumarse al
proceso de secularización de nuestra sociedad que nos hace indiferentes ante los
valores trascendentes y éticos. Ambos aspectos interpelan al capellán y solicita de él
un mayor empeño para que una verdadera motivación, una mayor formación, estén a la
base de su servicio.
12
De hecho al capellán o al asistente religioso es confiada la pastoral sanitaria en el
hospital a través de una presencia asidua, un contacto directo con las personas, en un
deseo de nueva evangelización que ha de llegar no solo a los enfermos sino también a
sus familiares y a todos los trabajadores sanitarios con un espíritu de verdadera
diaconía porque "el ministerio del Señor confiado a los pastores de su pueblo es un
verdadero servicio" (L.G. 24). De hecho el capellán participa del misnisterio de Cristo
como Cabeza del Cuerpo Místico haciendo suyos los sentimientos de Cristo que se
arrodilla a lavar los píes de sus discípulos (Jn 13, 14-16), trabajo reservado a los
siervos que lo hacen a sus patronos.
Aunque San Pablo recuerda a los presbíteros el deber de considerarse "ministros" de
Cristo, es decir siervos del Señor, administradores de los misterios de la salvación,
nunca patronos, que han de rendir cuentas, I Cor 4, 7-109. Desde esta perspectiva los
capellanes no actúan por sí mismos sino que hacen presente a la Iglesia, si bien es
cierto que deberán reconocer y valorar las proposiciones de los mismos laicos que
están a su lado.
La C.E.I. nos ilumina sobre las cualidades y características que el Capellán ha de
desarrollar. Ante todos ha de tener presente que ha de "anunciar la Buena Nueva y de
comunicar el amor redentor de Cristo a cuantos sufren en el cuerpo y en el espíritu las
consecuencias de una situación de enfermedad, acompañándole desde el amor y la
solidaridad" (nº 38). La priodad de la evangelización y de la catequesis para sanar la
fractura existente entre el evangelio y la sociedad y que nos lleva a una promoción
integral de la dignidad humana, considerando al hombre en su totalidad, concepción
holística, son los objetivos prioritarios del capellán.
Esta visión integral del hombre ha de caracterizar a la medicina, no solo desde una
perspectiva científica o somática sino desde las dimensiones espiritual y moral es
fundamental la conservación y recuperación de la salud. Desde aquí se comprende y
se justifica la actuación del capellán, salud/salvación integral que justifica el
reconocimiento jurídico de su actuación desde el C.I.C. 564 y de la legislación sanitaria
vigente.
La declaración de la Conferencia Episcopal señala, también, el estilo de servicio que el
capellán está llamado a realizar. Debe ser hombre de una profunda espiritualidad que
le permita estar en contacto con el enfermo y hacer junto a él la experiencia de Dios, un
ministerio de consolación y de esperanza, Dios mismo que se hace presente y acoge y
consuela aquellos que están afligidos por el dolor (2ª Cor. 1, 4). Pero como todos los
profesionales el capellán debe cuidar su formación continuada y puesta al día, sobre
todo en las ciencias humanas y en la problemática ética y bioética para colaborar en la
respuesta a los retos que la medicina actual nos plantea. Haciendo crecer a la
comunidad cristiana que se ha constituido.
Así uno de los retos más necesarios en este momento es la presencia del capellán en
los Comités de Etica Asistenciales, si bien es cierto que estos han de tener una
composición interdisciplinar que nos permita abordar todas las dimensiones que
influyen en la realidad y el dilema que la persona enferme nos plantea. (nº 40). Así la
presencia del capellán y su acción se integran plenamente en el conjunto de los
servicios hospitalarios de diagnóstico y curación del enfermo y así también se integrará
13
en esa dimensión que algunas veces es necesaria de responder a las cuestiones éticas
y bioéticas de la practica sanitaria.
Recomienda, así mismo, al capellán ser garante de humanización, dar una calidad
humanidad en su apoyo y acompañamiento pastoral. Expertos en humanidad han de
ser propuesta válida que emerge de la Palabra de Dios, de la oración y de los
sacramentos. (nº 40).
Un proyecto de pastoral que responda a las necesidades actuales ha de tener muy
presente las instancias y problemática que se suscita en la realidad hospitalaria junto
con el magisterio que emana de la Iglesia siendo garantía de comunión. Se evitará el
individualismo y la división haciéndose eficaz evangelizador y posibilitando el despertar
de las fuerzas cristianas, potenciales y latentes, presentes en el hospital sabiendo
sintonizar con todas ellas.
Uno de los instrumentos más eficaces para el capellán será el Consejo de Pastoral,
definiendo su composición y sus objetivos, su programación que deberá tener como
punto principal una eficaz evangelización y humanización a todos los niveles integrando
a todos los que participen dentro del hospital en la Pastoral Sanitaria, sacerdotes,
diáconos, religiosos, laicos..
2.- LA PRESENCIA DEL COMITÉ DE BIOETICA EN EL HOSPITAL.
2.1.- ORIGEN, ACTUALIDAD Y FUTURO DE LOS COMITES DE BIOETICA.
El hombre que por un lado es una criatura terrena como todas las cosas existentes en
el mundo es también ontológicamente superior al resto de lo creado, dándose una
realidad particular que deriva de su naturaleza, dentro del universo es un ser especial
que integra lo biológico y lo trascendente o espiritual.
La antropología cristiana, a diferencia de las ideologías materialistas considera al
hombre creado "a imagen y semejanza de Dios", destinatario de la obra de Dios, centro
de la creación, ser social llamado a la comunión con los otros y en camino al encuentro
definitivo con Dios. Así la enfermedad y la salud son dos realidades que afectan al ser
humano en su totalidad sino que cuerpo y realidad psíquica y espiritual son afectadas.
El problema de la vida del hombre, la realidad de salud y de enfermedad es algo que
ha interrogado y apasionado la ciencia de todos los tiempos, que ha tratado de
responder a los mecanismos y e interrogantes que se le han planteado.
En estos últimos veinte años ha tomado fuerza la realidad del término "bioética"
entendido como la actuación moral ante la vida del hombre, entrando a formar parte del
leguaje común donde lo medico y científico es completado por otros conceptos que
tratan de hacer una practica humana de los excesos en que puede derivar la ciencia.
Han sido diferentes las definiciones que se han dado sobre bioética solo señalar la que
la Enciclopedia of Bioelthics de 1978 señala, "Estudio sistemático de la conducta
humana en el ámbito de las ciencias de la vida y de la salud que se fundamente en
unos códigos de valores y principios morales".
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El término aparece por primera vez en el año 1970 en un artículo y posteriormente en
un libro del oncólogo Potter, en los años siguientes se desarrolla en el nuevo instituto
fundado en la Universidad de Georgstown de Washington para la estudio de la
reproducción humana y de la bioética, el Joseph and Rose Kennedy Institute. En los
años setenta y posteriormente ha tenido un desarrollo coincidiendo con los progresos
de la biología y de la medicina.
En el concurso de estos últimos decenios son muchos los documentos, líneas de
acción, declaraciones, convenciones... que han tratado de definir su contenido y ámbito
de actuación.
Paralelamente la Iglesia desde siempre empeñada en la promoción de la vida y de la
salud del hombre ha desarrollado toda una doctrina moral sobre la medicina y sus
aplicaciones colaborando de una manera inigualable al nacimiento y desarrollo de la
bioética. De gran importancia son los discursos de Pío XII dirigidos a los médicos, los
documentos del Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, la Humanae Vitae de Pablo VI,
la Familiaris Consortio y Evangelium Vitae de Juan Pablo II, y las declaraciones sobre
el aborto, la eutanasia, sobre la moral sexual, siempre invitando al respeto de la vida
humana que nace y la dignidad de la procreación, (Donum vitae).
La nueva tecnología en el campo biomédico no siempre orientada convenientemente a
la tutela de la salud del hombre plantea nuevos problemas de carácter ético hoy
todavía no resueltos, la investigación de nuevos fármacos, la experimentación
incontrolada ha hecho que muchos comités de ética hayan reaccionado como aquellos
espacios que en un contexto plural y con una metodología interdisciplinar busquen los
caminos más adecuados para el cuidado de la salud del ser humano. En tal espacio y
desde una conveniente preparación se dará respuesta a los problemas éticos que
surgen, desde la búsqueda de soluciones operativas fundamentadas siempre en unos
principios y valores que el mismo comité ha de señalar.
El primer caso célebre tratado por un CEA ha sido el de Karen Anne Quinlam , en un
coma profundo desde hacía tiempo. La Corte Suprema de New Jeresy invitó a la
consulta de uno de estos comités existente en el hospital donde se pedía un
asesoramiento sobre la licitud de retirar el respirador artificial a la joven, acogiendo así
el deseo de sus padres.
Los primeros CEA se fundan como respuesta a las demandas que plantea la práctica
médica y la voluntad del enfermo implicado, pero progresivamente han ido surgiendo
comités nacionales o regionales, en el ámbito de las universidades o de los hospitales,
en otros casos se han constituido otros "ad hoc" ante un conflicto puntual que a nivel
social se ha planteado.
En la actualidad existen sus dificultades ya que los sistemas de valores, en especial los
que hacen referencia a la vida y a la salud del hombre, se han diversificado y se han
hecho relativos siendo difícil llegar a un consenso mínimo.
En estos últimos años la experimentación sobre el hombre ha supuesto un gran avance
científico y técnico pero no siempre han estado lo suficientemente controlados por una
visión ética de la vida de ahí que se haga necesario una comunicación entre medicina y
ética, teniendo presente que ambos buscan el bien del hombre, este como unidad en
15
sus dimensiones corporales y espirituales, de ahí que se haga necesario llegar a un
equilibrio entre ambas disciplinas.
El empleo de nuevas técnicas en las intervenciones quirúrgicas, los diagnósticos
cruentos, la experimentación en estos y otros campos relacionados con la vida humana
no pueden ser dejados a su libre actuación sino que los distintos organismos
nacionales e internacionales han de regularizar la intervención de los científicos en el
mundo de la salud donde se ha de respetar siempre al ser humano.
Es de mencionar, especialmente, la fecundación "in vitro" con lo que supone para la
conservación y eliminación de los embriones, la ingeniería genética con la posibilidad
de combatir ciertas enfermedades pero también con los excesos de manipular el
patrimonio genético, la experimentación farmacológica usando al hombre y a los
animales. El problema del transexualismo y del cambio de sexo, de la reanimación de
situaciones extremas, transplantes de órganos, eutanasia, aborto, contracepción y
contragestación, esterilización... son muchos los problemas y los campos que están
aún sin resolver y donde la ética ha de posibilitar respuestas que salven siempre lo
mejor para el ser humano.
Será necesario definir el límite entre lo técnicamente posible y lo que es moralmente
lícito y aquí los CEA tendrán una gran importancia en el futuro de la humanidad ya que
estos tendrán siempre que salvar la dignidad del hombre. Su misma existencia, a parte
los que pueda surgir "ad hoc" y desaparecer una vez solucionado el tema a debate o el
dilema a iluminar habrán tener siempre una función pedagógica y educativa con los
siguientes aspectos a tener presente:
1.-Función cultural, ligada a los programas educativos, sensibilizando y formando la
conciencia ética de los profesionales, posibilitando la acogida de esas otras
dimensiones necesarias, humanización de la asistencia, derechos del enfermo. Todo
ello por medio de debates, conferencias, cursos...
2.-Función distribuidora, que ha de dar su parecer sobre la aplicación o no de un
tratamiento, suspender terapias que se perpetúan y que no aportan solución, en
definitiva ayudar al médico en la toma de decisiones.
3.-Función de verificación de los distintos ensayos clínicos, creando protocolos
adecuados que posibiliten la investigación y el avance médico pero sabiendo que la
investigación ha de estar siempre orientada al bien de la persona y lucha contra las
enfermedades.
2.2. COMPONENTES DE UN CEA.
Se han indicado las tipologías de los CEA, también es importante ver la heterogeneidad
de la composición de estos, número de personas, cualificación profesional,
reflexionando sobre las que han de ser más idóneas, que perfiles formativos y
funciones son las preferentes a la hora de constituirlos.
Así si el tema a estudiar es de orden jurídico habrá una presencia mayor de juristas, si
es relacionado con enfermedades, oncología... será necesaria la presencia de
oncólogos. Si de la misma manera son aspectos más éticos o teológicos será
16
necesaria la presencia de teólogos y moralistas, capellanes, siempre la presencia de
los técnicos en las diferentes materias a tratar será iluminadora.
La presencia de los CEA en hospitales e institutos científicos que se ocuparán más
directamente de estos temas posibilitarán una composición equilibrada de los mismos.
Así vemos como el hospital representa hoy la encrucijada de sufrimiento y problemas
que conciernen a la vida y a la salud del hombre. Cuando el CEA que estudió el caso
de Karem Anna Quinlan muchos problemas surgieron a causa de la composición que
había de tener.
¿Cuál sería el lugar del capellán en los Comités de Bioética?
Los servicios de asistencia religiosa, han tenido siempre un lugar destacado en las
estructuras sanitarias y asistenciales gracias sobre todo a los religiosos/as y a los
capellanes. Más aún, durante muchos siglos las actividades asistenciales de la Iglesia
han desempeñado tareas no sólo de carácter social y terapéutico, sino también de
alivio del sufrimiento con intervenciones de orden caritativo y de testimonio cristiano en
cuanto derivadas de estructuras no administradas por el Estado, sino por Ordenes,
Asociaciones y Congregaciones religiosas a veces constituidas a tal propósito.
En los programas sanitarios elaborados antes de la unidad de Italia, por ejemplo, no se
cuestionaba sobre la asistencia religiosa en favor de los enfermos, porque era la propia
organización religiosa la que daba la respuestas a la petición de salud por parte del
ciudadano. Apenas se constituyó el Estado unitario (laico y ciertamente no bien
dispuesto en relación con la Iglesia), se limitó a establecer las modalidades de
organización, de contabilidad y gestión de las estructuras sin modificar nada sobre la
asistencia religiosa. Antes del Concordato de 1929 y luego con el de 1984, el Estado
prevé la asistencia espiritual por parte de personas nombradas por las autoridades
italianas competentes, previa designación de la autoridad eclesiástica.
El servicio religioso forma actualmente parte de la orquestación hospitalaria
representada por los servicios terapéuticos, justamente porque el concepto moderno de
salud ha superado toda reductividad organicista del pasado. El capellán es totalmente
consciente" de esto y, por consiguiente, su preparación específica para el ministerio
con los enfermos ha experimentado y sigue experimentando una evolución como
imprescindible actualización. Los sacerdotes, los religiosos/as, los diáconos, los
estudiantes de teología y los laicos están hoy interesados en perfeccionar su
preparación teológico-pastoral también a través de la Clinical Pastoral Education, con
cursos intensivos, etc., a fin de adquirir un conocimiento más profundo de sí mismos y
una comprensión eficaz de las personas necesitadas de ayuda y promover la
colaboración con las figuras profesionales comprometidas en el servicio del enfermo.
a) Una función en estado de definición. La múltiple tipología, constitutiva y funcional,
de los comités de bioética se refleja también en la función que en ellos podría y debería
asumir el capellán. Una comprensión clara de esta función debe necesariamente
comportar la comprensión preliminar de su función en el renovado contexto eclesial. Si
se piensa en lo difícil que ya es lograr que se comprenda el "ser" y el "obrar" del
capellán dentro del hospital, bien se podrá percibir más difícil será su aceptación dentro
de un CEA. El primer asunto, por tanto, es que la presencia del capellán de hospital en
17
esa institución comporta una precomprensión de su renovada identidad dentro de la
pastoral sanitaria. Sólo si se concibe una pastoral no exclusiva o reductivamente
sacramental se podrá entender adecuadamente qué pinta un capellán en un CEA. En
esta perspectiva de renovación se colocan también las "alternativas" a su clásica figura,
las cuales, sin embargo, adquieren también esa específica función pastoral que es un
título apto para legitimar su presencia en un CAE. Estoy refiriéndome al "asistente
espiritual", al diácono, a los demás miembros de la capellanía.
Es obvio que el capellán no entra a formar parte de un CEA por sus" funciones
sacramentales", sino por un radio más amplio de su acción pastoral que es
precisamente el encarnado por nuevas figuras pastorales. En el ámbito de la
capellanía, por ejemplo, podría ser una figura específicamente o, por lo menos,
prioritariamente entregada al trabajo bioético, con una preparación específica en tal
sector. Esto permitiría por otra parte una estructuración más ágil y funcional de la
capellanía con personas diferentes destinadas a funciones diferentes, pero todas en el
ámbito de un servicio único y orgánico que amplifique la acción tradicional del "capellán
solitario". No hay mucha literatura sobre una presencia específica suya en los CEA. A
pesar de ello, en un voluminoso texto que, creo puede considerarse una "suma" sobre
los criterios constitutivos y operativo s de tales comités, hay un párrafo especialmente
dedicado a este problema. Dado que se trata de uno de una de las pocas referencias
en ese sentido, creo que es oportuno reproducirlo entero:
"La autoridad competente pensará automáticamente en el capellán de hospital como
miembro del Comité, y quizá también en un miembro del clero de otra religión. Con
frecuencia los capellanes han seguido un "training" regular de formación en bioética y
pueden formar parte de un Comité de Etica. Las batallas sobre principios éticos
raramente se combaten desde bases religiosas y los ministros de culto pueden hablar
solamente por los sentimientos religiosos de los pertenecientes a su credo. Por otra
parte, el sacerdote apela a una moralidad universal que influye sobre la gente para
reflexionar sobre las relaciones interpersonales además de las relacionadas con el ser
supremo. Los moralistas teólogos como Paul Ramsey, Joseph Fletcher, James
Gutafason y Richard McCormick han contribuido mucho al debate secular sobre
problemas como la interrupción del tratamiento para pacientes terminales. Casi toda
discusión sobre la suspensión del tratamiento implica (quizá sin saberlo) la enseñanza
católica sobre la distinción entre medios 'ordinarios' y 'extraordinarios' o la última
clarificación del Vaticano (1980) sobre la distinción entre tratamientos 'adecuados' o
'inadecuados'. ¿Puede el sacerdote realmente ejercer influencia en los demás
miembros de un Comité de Bioética? El doctor David Seeland, presidente del Comité
de Bioética y capellán en el Naval Hospital de Betesda, en Mariland, describe la actitud
que el capellán debería reflejar al confrontarse con las diferentes problemáticas. Esta
actitud es que 'un capellán debería tener siempre la boca cerrada excepto cuando reza'
(una afirmación ofensiva que no puede ser compartida).
El doctor Seeland desempeñó un cargo importante y, además, una persona en su
posición habla bajo la influencia de la institución militar, lo que sin duda hace que sus
consideraciones sean tenidas en cuenta por los demás miembros. Además de esto, su
preparación en bioética le da credibilidad. Pasando a una institución civil, la Unity
Medical Center de Fridley, en Minnesota, el capellán Harris C. Sonnemberg es el
presidente del Comité de Bioética. 'Yo trato decidir mi trabajo de teólogo en mi vida de
cada día', dice. 'Debe servirme a mí antes que: pueda pensar en que sirva a otros .Les
18
he recordado que algunos creen que la misión del capellán consiste en personificar la
religión y, en caso contrario, callarse. "Eso es exacto. pero yo tengo también la
responsabilidad en el hospital de desafiar a los médicos en relación con las reflexiones
éticas".
Cuando la religión constituye el fundamento de una institución, obviamente tendrá una
gran influencia, y los que hablan autorizadamente de ella estarán implicados de manera
especial como miembros de los comités de Bioética. Por ejemplo, el doctor Isaac
Franck, profesor asociado a la Georgetown University School of Medicine. Especialista
en el pensamiento y la literatura hebrea, era miembro del Comité de Bioética de la
Hebrew Home of Greater Washington, la ley hebrea dice, tiene una fuerte influencia en
esa institución. La religión constituye un fundamento también para los hospitales
católicos. "El hospital tiene una orientación espiritual y el staff institucional existe para
promover el compromiso cristiano en relación con la asistencia sanitaria", dice el
capellán Ch. Ceronsky, presidente del Comité de Bioética en el St. Mary Hospital de
Minneapolis. Además de ocuparse del servicio pastoral, un Comité de Bioética de una
institución católica debería incluir un representante del obispo del lugar y uno de la
orden religiosa a la que pertenece el hospital" (Hosfordb, Bioethics Conmlttes, Apsen
Publications, Maryland 1986)".
Este texto es interesante porque traza algunas de las coordenadas sobre las que
puede circunscribirse todo el problema. En primer lugar, como se ve, en modo alguno
está definido el cometido que el capellán debería tener incluso en las instituciones en
las que su presencia viene de más lejos. En segundo lugar, se señala el cometido que
puede asumir el capellán como "exponente institucional" de la visión ética católica en
situaciones conflictivas a las que tal comprensión ética ofrece elementos útiles de
solución. Está también la diversificación que asume la presencia del capellán en
relación con la diversa tipología de la institución así como en relación con el contexto
sociocultural en el que ésta se coloca. Estas consideraciones deberían llevamos por
una parte a superar cierta rémora sobre la presencia" clerical " que el capellán debería
constituir dentro de una institución esencialmente "laica", y por otra, a comprender que
su función por encima de una base común- deberá diferenciarse en relación con la
diversidad de las estructuras en las que se coloca.
b) Las recientes "guidelines" elaboradas en Estados Unidos. Recientemente, la
Protestant American Healt Care Association, de Estados Unidos, elaboró algunas
"líneas-guía" precisamente sobre el cometido de los capellanes en los comités de
Bioética.
Dada la importancia del documento - que yo sepa, el único que haya tratado el
problema -, considero oportuno reproducirlo completo:
"Introducción
Si, por una parte, los rápidos progresos de las ciencias médicas y de la tecnología han
significado beneficios indiscutibles, por otra han creado nuevos problemas en el
proceso de las decisiones. La formulación y el rigor de un procedimiento para la
reflexión ética en el contexto clínico se han convertido en problema fundamental para
todos los trabajadores sanitarios. Los pacientes, los familiares y el personal sanitario se
confrontan cada vez más con problemas como las opciones asistenciales, el
19
consentimiento informado, las tipologías decisionales, el aplicar o suspender un
tratamiento, la autonomía de las personas y el respeto de su dignidad. Los capellanes
son miembros esenciales del equipo asistencial y están encargados de atender al
enfermo en el más alto grado de calidad posible. Los capellanes asisten a los
pacientes, a los familiares y al personal al analizar los valores religiosos y humanos que
afectan a su decisión y a la opciones de tratamiento. Sin embargo, al tener esta misión
multifactorial, los capellanes han de tener en cuenta el Código de Etica del Colegio de
los Capellanes, que prohibe el proselitismo de las personas que tienen un cargo en las
instituciones sanitarias. Nosotros consideramos condición prioritaria y preliminar que
toda institución sanitaria que tenga un Comité de Bioética debe incluir un capellán. Los
comités de bioética desempeñan normalmente tres funciones: 1) formación; 2)
consulta; 3) revisión y recomendaciones de estrategia y procedimientos institucionales.
Como miembros de los comités de bioética, los capellanes tienen una misión crucial en
la reflexión bioética. Las cuestiones filosóficas y teológicas, los valores humanos, los
aspectos éticos que nacen frecuentemente en un Comité de Bioética plenamente
definidos dentro de un contexto cultura! y religioso, de la personalidad y formación
individual de los pacientes, de las familias y de los demás agentes implicados en la
decisión. Aunque algunos capellanes pueden tener una formación ética, su misión es
diferente a la del moralista. El capellán identifica y dilucida las perspectivas espirituales
como elementos esenciales del proceso de reflexión bioética. La integración de estas
perspectivas, así como las de otros ámbitos sanitarios, son las que hacen posible una
aproximación global a la bioética.
Estas líneas-guía facilitan los elementos esenciales para incluir realmente las
perspectivas de la acción pastoral en el proceso de reflexión bioética. Aunque cada
institución sanitaria tiene su peculiar e irrepetible contexto dentro del cual se elabora la
reflexión ética, estas líneas-guía son bastante generales y pueden ser aplicadas a
cualquier contexto clínico. Su principal tarea consistirá en evidenciar que la perspectiva
de la acción pastoral debe considerarse parte integrante de toda reflexión institucional!
sobre la bioética.
PRINCIPIO 1.
La institución sanitaria debe incluir un capellán en su comité de ética.
Explicación: Entre las muchas aportaciones de un capellán en el comité de bioética,
una de las más importantes consiste en actuar como elemento de cohesión entre el
comité y la comunidad religiosa. Los representantes de los diversos grupos religiosos,
dada su relación de confianza con los pacientes o sus familias, con frecuencia ofrecen
una aportación significativa tanto sobre la calidad de la prestación asistencial como
sobre el proceso de decisión.
Línea-guía 1
Con el fin de dar a conocer la posible aportación a las decisiones y estrategias éticas
que el clero de una comunidad puede dar, los capellanes deben facilitar el ministerio
pastoral del clero de la comunidad en relación con los miembros de aquella
determinada confesión que se encuentran internados en esa estructura sanitaria.
Línea-gula 2
Los capellanes deben ser puntos de referencia para las dimensiones espirituales de la
enfermedad y de la salud, tanto ante al clero de la comunidad como en el comité ético,
incluso cuando los pacientes y sus familias no tengan una aparente fe religiosa.
20
PRINCIPIO 2
Los capellanes deben desarrollar un plan de formación pemanente, tanto para ellos
mismos como para sus colegas sobre los principios éticos que se refieren a los valores
espirituales religiosos culturales y filosóficos presentes en la persona servida en la
propia institución sanitaria v contribuir a los planes formativos de la institución misma.
Explicación: Los capellanes tienen una formación teológica por lo menos a la altura del
"master" que incluye un itinerario formativo en el área de la teología pastoral y la
formación pastoral clínica. Esta base teológica y clínica puede facilitar el soporte
necesario dentro de una estructura en la que muchos profesionales reflexionan y
discuten los problemas de las perspectivas de los respectivos ámbitos disciplinarios.
Línea-guía 1
Los capellanes están invitados a estudiar regularmente la literatura bioética, a tener
una formación de base en orden a los principios bioéticos y a buscar caminos para
aprender y adquirir experiencia en las reflexiones bioéticas integradas con las
dimensiones y los valores espirituales hacia los que los capellanes están llamados a
orientar.
Línea-guía 2
Los capellanes deben participar y servir como puntos de referencia en los programas
de formación bioética que la institución promueve en relación con los pacientes.
Personal y colectividad, constituyendo un "forum" para la discusión de: las perspectivas
espirituales y religiosas relativas a los problemas bioéticos.
Línea-guía 3
lnclúyase a los capellanes en los encuentros de verificación cuando el equipo
pluridisciplinar trata de enseñar los principios y las opciones de bioética que deben
aplicarse en la diferentes ocasiones.
Línea-guía 4
Los capellanes deben contribuir como personas e interlocutores capacitados del
paciente en los programas de formación profesional del paciente hospitalizado y de la
colectividad.
Línea-guía 5
Los capellanes deben llevar la disciplina teológica y el ejercicio de su acción y del
"counseling" pastoral al contexto disciplinar de la asistencia clínica.
Línea-guía 6
Los capellanes deben llevar la experiencia de los valores espirituales, teológicos, éticos
y morales a la reflexión y a las confrontaciones multidisciplinares concernientes a los
problemas éticos, a los dilemas, al estudio de los casos y a las revisiones
retrospectivas.
PRINCIPIO 3
Los capellanes deben participar en las constituciones bioéticas de la estructura.
Explicación: Un comité de bioética institucional facilita a la estructura consultas para los
médicos, las enfermeras, los administrativos, los pacientes y los familiares. La consulta
no sustituye ni interfiere en la relación médico-paciente. Más bien puede ayudar a
21
clarificar diversas opciones éticas a través de una reflexión en el contexto de los
principios bioéticos y de las "good clinical practice" .
Línea-guía 1
Los capellanes tienen la experiencia y la práctica relacionada con los dinámicas
efectivas de grupo, un componente esencial para la efectiva capacidad de decisión
ética. Dentro del campo de acción de la ética, hay un fuerte potencial de tensión y
competitividad interdisciplinar. Esto requiere necesariamente un proceso abierto que
facilite la comunicación.
Línea-guía 2
Los capellanes ofrecen una aportación sustancial ayudando al paciente, a las familias y
a las personas a identificar adecuados valores espirituales, morales, religiosos,
culturales y filosóficos. Estos valores destacan los principios que se refieren a las
diferentes opciones en el tratamiento y en las decisiones del paciente.
PRINCIPIO 4
Los capellanes deben participar y asistir a la institución para renovar y aconsejar
políticas con implicaciones bioéticas en los servicios ofrecidos por la estructura.
Explicación: Los comités de bioética institucionales en los procesos de reflexión son
generalmente responsables de la revisión y de la propuesta de políticas o
procedimientos para la institución, el personal médico y enfermerístico, etc. Como
miembros del comité de bioética, los capellanes facilitan aportaciones adecuadas en el
ámbito de la propia disciplina de la acción pastoral.
Línea-guía 1
Los capellanes son empleados como personas cualificadas para la comprensión y la
interpretación de las comunidades religiosas y de los sistemas de fe en la medida en
que éstos pueden correlacionarse o estar interesados por las políticas o procedimientos
propuestos.
Lfnea-guía 2
Los capellanes suscitan potencialidades religiosas y espirituales del 'staff" que está
encargado de activar las políticas y los modos de proceder que tienen implicaciones
éticas.
PRINCIPIO 5
Provean los capellanes al servicio pastoral de las personas implicadas en el proceso de
reflexión bioética.
Explicación: El ministerio del capellán incluye un amplio repertorio de servicios, incluida
la 'presencia pastoral', la 'conversación pastoral', el servicio y el 'consueling' pastoral.
Con la experiencia de estos servicios, los pacientes, los familiares y el personal se
sienten escuchados, comprendidos y apoyados en sus necesidades particulares y el
derecho a tener una perspectiva personal. Por tanto, los que están implicados en el
proceso deben estar a la altura de poder analizar la relación de los problemas de la
salud y de la enfermedad con la dimensión psicológica de la situación, por ejemplo el
ansia, el miedo, etc., y los problemas de orden espiritual, como el significado, la
esperanza, las realidades últimas y la presencia de Dios. Los problemas variarán
notablemente de un persona a otra en relación con la situación y los sistemas religiosos
22
del individuo. El mismo proceso de servicio pastoral se convierte en terapéutico para
todos los que están implicados dentro del contexto decisional en bioética.
Línea-guía 1
Los capellanes facilitan adecuados servicios y aportaciones religiosas de manera
apropiada a la fe religiosa del enfermo y de sus familiares.
Línea-guía 2
Los capellanes facilitan el ministerio religioso de la comunidad con el fin de ofrecer el
apoyo y la oportunidad a los pacientes y a las familias de analizar los importantes
problemas, valores y significados inherentes a las situaciones de cada paciente.
PRINCIPIO 6
Los capellanes facilitan específicas evaluaciones del proceso de reflexión bioética
desde un punto de vista espiritual al tiempo que desde un punto de vista ético. .
Explicación: La valoración del proceso bioético en cada uno de los casos en los que
haya una consulta, una revisión de estrategias, una realidad formativa es tan
importante como la calidad del servicio prestado. Cada disciplina tiene su propia
perspectiva y responsabilidad que contribuye al proceso de evaluación.
Línea-guía 1
Los capellanes tienen la responsabilidad de ser interpelados sobre los valores
espirituales específicos del paciente, de la familia y del personal. La misión de los
capellanes consiste en ayudar y asegurar que el proceso de reflexión bioética sea
respetuoso y atento e incluya en la medida de lo posible los valores y deseos de las
personas implicadas.
Línea-guía 2
La intervención pastoral en los procesos bioéticos debe ser valorada a través de un
trabajo que parte de una experiencia clínica que proviene de un moralista consultado y
experimentado con asiduidad. Deben facilitarse a la institución oportunidades e
incentivos para que los capellanes frecuenten y participen en los trabajos de los
comités éticos regionales o nacionales u otras actividades formativas.
PRINCIPIO 8
Los capellanes deben facilitar una figura alternativa para desempeñar la misión del
capellán en el proceso de reflexión bioética cuando sea oportuno que el capellán
habitualmente designado se excluya a sí mismo.
Explicación: Hay veces en que es oportuno que el capellán habitualmente encargado
de formar parte del comité de ética o de participar en un servicio de consulta sea
excluido de la participación con el fin de mantener objetividad y profesionalidad en el
proceso de decisión.
Línea-guía 1
En las situaciones en que el capellán no tenga conocimiento adecuado de un problema
determinado, especialmente de la específica perspectiva del paciente o de su familia,
debería buscar un asesoramiento o tener una referencia apropiada.
23
Línea-guía 2
En las ocasiones en que el capellán tenga una relación persona! con una o más partes
significativas implicadas en el caso en examen, la integridad u objetividad profesional!
se mantiene designando otro capellán para que participe en el proceso de decisión.
Línea-guía 3
Los capellanes deben familiarizarse con los procesos de consulta que se usan en las
propias instituciones. Cuando pacientes particulares con los que mantienen relaciones
pastorales son llevados a la atención del programa bioético para una consulta o un fin
formativo, deberían estar implicados otros operadores pastorales o clero de la
comunidad con nivel adecuado. En estos procesos debe mantenerse la reserva.
C. En busca de una identidad. De lo dicho anteriormente se desprende un cometido
que podría definirse incierto pero necesario. Es decir, un cometido cuya fisonomía no
está todavía bien delimitada pero que, al mismo tiempo, aparece de alguna manera
necesario también en un contexto absolutamente laico como es el de la mayor parte de
los CEA.
Conviene, por tanto, que tratemos de trazar las que pueden ser competencias
específicas del capellán dentro de un CdB.
-
Experto en humanidad. Si la Iglesia, según la famosa definición de Pablo VI, es
"experta en humanidad", el capellán, como exponente suyo privilegiado dentro de la
estructura hospitalaria, debe serIo por su misión. Y para conseguirlo debe cultivar
una "pasión por el hombre", por sus problemas, por sus anhelos, por sus
dificultades y por sus derechos, pues todo esto constituye el objeto del radio de
acción del comité.
-
Tutor de la trascendencia. Quizá pueda parecer una expresión altisonante, y de
alguna manera lo es, probablemente por su objeto específico. En efecto,
precisamente el contexto "laico" del comité hace que esté necesariamente abierto al
pluralismo. La instancia religiosa, por tanto, aunque no se comparta, no puede dejar
de ser tenida en la debida consideración. Quien garantiza todo esto, una vez más,
es el capellán.
-
Testimonio ecuménico. Aunque débilmente advertido en nuestro país,
prevalentemente católico y todo lo más indiferente a la religión, es un problema de
gran importancia en otras áreas geográficas. Como no siempre es posible prever
debido al número reducido de miembros- una presencia para cada confesión
religiosa, el capellán católico deberá ser de alguna manera testimonio de instancias
y aperturas ecuménicas que justamente en los problemas bioéticos tienen una
importancia interconfesional bastante más importante que en otros ámbitos.
-
Mediador eclesial. Si, como se recordaba anteriormente, el capellán es expresión de
esa Iglesia que es experta en humanidad, es también mediador de la acción y de la
presencia de la Iglesia en el mundo de la bioética. Esto comporta, sobre todo para
las instituciones católicas, la atención a las directrices que su magisterio y sus
órganos directivos pueden establecer. Algunas se referirán específicamente a los
hospitales católicos (como por ejemplo las de la esterilización),otras tendrán una
referencia más general a la dimensión ética del hombre (como las relativas al
24
aborto), pero en todas la figura del capellán deberá encarnar la presencia de Cristo
al servicio del bien integral del hombre.
-
Defensor de la conciencia. Que no parezca en contraste con lo anterior esta
prerrogativa del capellán. El respeto por la conciencia que el Concilio define
"sagrario del hombre" (GS, l6b) y que la Veritatis Splendor confirma como "norma
próxima de la moralidad personal" (VS n. 60), debe ser también prerrogativa del
ministro del culto. La fácil mala comprensión de esta realidad como una libertad de
conciencia - creadora de valores por un lado, y por otro su frecuente infravaloración
en favor de la del médico (como en el ",caso de la falta de consentimiento
informado), exige que el capellán se convierta en su primer tutor.
d) La formación bioética del capellán. El cuadro ofrecido anteriormente presenta
quizá una figura exigente, incluso "utópica" de capellán. Es preciso preguntarse con
sano realismo: ¿Están dispuestos nuestros capellanes a todo esto? Y si lo están, ¿qué
correcciones aportar? Creo que la solución tiene que orientarse en dos direcciones:
una teórico-nocional y otra pragmático-pastoral. En la primera resulta absolutamente
inderogable una específica preparación bioética por parte del capellán, no sólo para
conocer las problemáticas y las relativas soluciones éticas, sino también con vistas a la
participación en un CdB. Como no todos tienen la posibilidad de participar en cursos
regulares del Camillianum (por lo que tiene que ver con la formación global del
capellán) o en otros organizados por diversos centros universitarios, sería oportuno que
todos los institutos religiosos, los seminarios y los centros de pastoral sanitaria
organizaran cursos adecuados cuya asistencia debería considerarse obligatoria para
poder asumir la función de capellán de hospital. Estos cursos podrían ser
administrados con especial atención y empeño por las cuatro Ordenes religiosas
específicamente empeñadas en ese sector: Hermanos de San Juan de Dios, Camilos,
Capuchinos y Hermanos Menores.
La segunda dirección es de orden más pragmático y se refiere a un adecuado
aprendizaje pastoral que los seminaristas podrían efectuar en los hospitales. Esto por
un lado los pondría en contacto con muchas de la problemáticas que podrían encontrar
en un CdB, y por otro podría suscitar en ellos interés y atención hacia esas
problemáticas con el consiguiente deseo de una posterior profundización personal.
e) Qué se ha hecho en la Iglesia italiana. Sobre toda esta problemática la Iglesia
italiana no se ha quedado callada. Más aún, si se considera la absoluta novedad como se decía antes, confirmada por la falta de literatura específica al respecto- es
preciso apreciar los verdaderos detalles "proféticos" contenidos en la Nota pastoral de
la CEl.
El primero de ellos podemos verlo en el primer párrafo dedicado al compromiso en el
sector de la bioética, en el contexto del n. 21, y colocado entre las cinco exigencias
prioritarias de la pastoral sanitaria. Se dice en él entre otras cosas: Para una propuesta
eficaz de los valores en el mundo sanitario, es necesario que la comunidad cristiana se
dote de instrumentos aptos para formar éticamente a los operadores sanitarios
(escuelas de ética, centros de investigación...) y que participe, con competencia y
responsabilidad, en las iniciativas o estructuras ya presentes u operantes en el sector
de la sanidad (enseñanza de la ética en las escuelas para operadores sanitarios,
comités éticos...)". En los apartados 38-42, donde se habla del asistente religioso, una
25
lectura atenta del texto permite percibir un detalle que permite entrever perspectivas
inherentes a nuestro discurso. El capellán es considerado "entre los sacerdotes que en
nombre del obispo tienen la misión de guiar a la comunidad cristiana a abrirse a fomas
creativas de pastoral sanitaria". Entre éstas es ciertamente posible enumerar la de su
participación en los CdB. A este capellán se le pide una preparación específica no sólo
parta conocer la psicología del enfermo, sino también para "practicar una válida
colaboración interdisciplinar" . Finalmente, en el ámbito de sus competencias "asumen
gran importancia elservicio pastoral del personal y la implicación en los proyectos
dirigidos a hacer más humano el clima de la institución (comités éticos...').
f) La experiencia de otras iglesias. Probablemente la experiencia más significativa es
la que se ha llevado a cabo en Canadá mediante un estudio hecho sobre 157
capellanes de hospital en orden a su función sobre las resoluciones de orden bioético.
El estudio evidencia que, independientemente de la confesión religiosa de pertenencia:
- cada institución tiene un capellán consultado acerca de los problemas éticos;
- se considera que contribuye positivamente en la solución de los problemas éticos;
- los problemas se discuten siempre con los operadores sanitarios y con los familiares;
- los capellanes ofrecen una aportación significativa a la ética clínica.
Las preguntas a las que más frecuentemente han tenido que responder los capellanes
son dos: "¿Qué es lo que debe hacerse?" y "¿Quién debe decidir?". La tipología de las
intervenciones, como se desprende del estudio, puede dividirse así:
44 % intervenciones de carácter pastoral con implicaciones éticas inherentes a los
valores religiosos de la persona;
27% preguntas de los usuarios y de las familias para las que el capellán es interpelado
como defensor de los derechos del enfermo, de su consentimiento libre e informado,
etc.
15 % valoraciones éticas como elemento del servicio pastoral en una visión global;
13 % reflexiones éticas de naturaleza teológica y de moral cristiana.
3.- Cometido del capellán en los comités de bioética de las instituciones
sanitarias católicas
3.1.Una misión "in fieri". Lo dicho hasta aquí tiene, evidentemente, alcance universal
y pretende (¡por lo menos idealmente!) aplicarse a todas las tipologías de CdB. Hay, no
obstante, algunas peculiaridades que emergen de los comités de las instituciones
católicas.
En primer lugar es preciso reconocer que, desde hace algún tiempo, cierta dificultad
recorre las instituciones sanitarias católicas en orden a su identidad. Dicho con otras
palabras, se pregunta qué sentido tiene un hospital católico hoy. Obviamente, no es
éste el lugar para afrontar un problema tan complejo y sobre el que no quiero entrar. Lo
cito sólo para evidenciar cómo la misión especifica del capellán en esas situaciones
respecto a específicas, posibles y nuevas competencias se percibe como problemática
de alguna manera. Tampoco se la puede reducir a la de simple "controlador" de un fiel
cumplimiento de los límites éticos fijados por el Magisterio de la Iglesia. Naturalmente,
esto sería ya mucho, pero correría el riesgo de empobrecer su misión, que ciertamente
no es la de un policía.
26
No obstante, se da también en este sector la posibilidad de vivir de manera articulada y
dinámica esta prerrogativa. Un ejemplo interesante nos llega de la existencia de un
protocolo operativo en uso en los hospitales católicos canadienses en los que, a
propósito del aborto, se dice: "Sobre el punto particular de las prácticas médicas
prohibidas por la moral católica - como por ejemplo el aborto- hemos recomendado,
teniendo en cuenta la enseñanza de la Iglesia, el testimonio de moralistas serios y
prestigiosos y la evolución reciente de las ideas y las leyes sociales, lo siguiente:
- que cada vez que se presente la ocasión y que esa reafirmación de su posición se
demuestre útil y benéfica, los hospitales católicos reafirmen claramente su adhesión a
las enseñanzas de la moral católica y su oposición formal a los actos médicos
prohibidos por esa enseñanza.
- que, en la medida de lo posible, teniendo en cuenta las situaciones locales y
recurriendo a medios hasta ahora poco utilizados o en absoluto utilizados - como la
educación de los pacientes en este campo- se haga lo posible para evitaren los
hospitales católicos la presencia de cualquier cooperación, incluso la meramente
material, en estos actos, condenados por la ley moral;
- que en las instituciones en las que uno se vea obligado a una cooperación material en
algunos de estos actos, en consideración del bien común en su conjunto y de ciertos
casos particulares, se observen las estrictas disposiciones de la ley civil y se gradúe
esta cooperación proporcionalmente a la gravedad moral y social de estas
intervenciones".
3.2. El comité diocesano. En el variado universo de los CdB debemos incluir esta
singular tipología no hospitalaria proveniente de allende el océano, aunque, por mucho
que se tenga la tendencia a copiar esos modelos. es improbable que en un próximo
futuro pueda encontrar sitio entre nosotros. No obstante, dada la singularidad de esta
institución, y el cometido determinante que en ella asume el capellán, considero
oportuno aludir a ella aquí. En conjunto se puede decir que el comité diocesano
constituye un órgano consultivo del obispo para los problemas de orden bioético. Ante
la creciente "especialización" de las biotecnologías, ya no es suficiente la formación
genérica moral-teológica, que necesita ser completada con una preparación de
conocimientos específicos. En este sentido el comité viene a asumir una configuración
más moderna que supera la figura del "teólogo" o del "moralista" de confianza, sin que
esto signifique que se la suplanta. Por otra parte, no debe olvidarse que, entre las
diferentes tipologías de CdB, la de orden consultivo es típica de algunos de ellos. Junto
a esta función consultiva, el comité diocesano podría adquirir funciones de orden
programático-educativo en lo que tiene que ver con las implicaciones bioéticas de la
pastoral sanitaria. Es de alguna forma la función, o al menos parte de la función, que
entre nosotros asumen las "consultas" o los "centros" de pastoral sanitaria.
3.3. El comité de un hospital confesional. Como es sabido, en Italia la mayor parte
de las instituciones sanitarias de cierta consistencia pertenecen jurídicamente a la
categoría de los "hospitales clasificados". Bajo el perfil de la orientación ética se trata
de una estructura de alguna manera singular, pues si por una parte pertenece a una
orden religiosa (más a menudo que a una diócesis), por otra, en virtud de específicas
convenciones, contrae obligaciones especiales con un Estado "laico". Cabe entonces
preguntarse qué cometido puede tener en el comité de un hospital así la presencia de
un capellán perteneciente a la orden a la que, a su vez, pertenece el hospital. ¿Hay
27
alguna especificidad que distingue su cometido y sus funciones de las del capellán de
cualquier CdB?
Una vez más, aun sin querer copiar esos modelos, ofrecemos algunas indicaciones que
provienen de la experiencia estadounidense. Su interés deriva de la mayor experiencia
adquirida en ese país en temas de comités éticos y por la importante presencia de
hospitales pertenecientes no sólo a diferentes Ordenes, sino incluso a diferentes
confesiones religiosas. Los cometidos del ministro de culto en el comité ético de tales
instituciones pueden sintetizarse así:
-
articular y comunicar los valores y las instancias éticas de la Orden de pértenencia;
tener al corriente y consultar a los superiores de la Orden sobre los problemas de
orden ético-moralque se debaten en aquella determinada estructura;
elaborar "recomendaciones" para la Orden o la estructura sanitaria;
actualizar al personal sobre los problemas morales específicos y asistirles en la
promoción de planes operativos de la institución
desarrollar e incentivar los programas educativos para el personal de la institución;
consultar (si nos lo solicitan personas autorizadas para hacerlo) a médicos,
pacientes o dirigentes de la institución;
prevenir problemas, desarrolla recursos y encomendar programas a la Orden de tal
manera que la posición de la institución sea clara antes de que surja .el problema;
mantener comunicación efectiva con personas éticamente competentes tanto en la
institución como en la diócesis;
facilitar servicios de consulta a otros comités institucionales;
facilitar a la Orden una breve síntesis y análisis de los más urgentes problemas
éticos;
facilitar a la Orden un balance periódico de las actividades en orden a los problemas
éticos en la estructura sanitaria;
desarrollar e incentivar anualmente un mecanismo para la valoración de la
adherencia de la institución al carisma de la Orden.
3.4. El cometido del capellán en el comité de bioética de la Provincia Romana de
los Hermanos de San Juan de Dios. Después de haber analizado sumariamente las
tipologías funcionales del capellán o, más en general, del ministro del culto en las
diferentes instituciones sanitarias, quiero ofrecer brevemente la opción hecha dentro
del CdB de la Provincia Romana de los Hermanos de San Juan de Dios. En ella el
propio sacerdote es el presidente del comité y, además, es el delegado de la que el
Capítulo Provincial llamó " área de la Hospitalidad", es decir, el sector específico que a
distintos niveles quiere ser "guardián" del carisma específico de la Orden. Las
funciones del comité se expresan así en su Estatuto:
a. Manifestar pareceres sobre la aprobación de protocolos de investigación
experimental hecha en el hospital, como por otra parte se prevé en la legislación
vigente;
b. Formular líneas-guía para problemas clínicos de importante compromiso ético;
c. Responder a cuestiones específicas formuladas por el personal sanitario, por los
enfermos, por otros entes o por personas interesadas.
d. Activar todas las acciones necesarias para la tutela de la vida y de su calidad;
e. Difundir mediante iniciativas idóneas una cultura bioética.
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Como se ve en las cinco tipologías de intervención previstas, hay amplio espacio para
que el capellán pueda ejercer sus cometidos específicos según lo dicho en los párrafos
anteriores.
En relación con lo que tiene que ver con los protocolos de investigación, aunque no sea
competencia suya específica entrar en lo relacionado con la experimentación, no
obstante, con espíritu de colaboración interdisciplinar, el capellán puede ser la garantía
de la dignidad del enfermo que la "Good clinical practice" quiere tutelar y a la que
nuestra legislación vincula al experimentador.
En cuanto a los casos clínicos, si se considera que justamente de la matriz de la
antigua moral "casuística" se deriva la actual discusión de los problemas que un
determinado caso puede comportar, el sacerdote debería tener (por, lo menos
teóricamente y sobre todo si ya no es muy joven) una especial aptitud. Por otra parte,
no hay que olvidar que, según cuales sean los problemas señalados por el enfermo, el
sacerdote podría tener también competencias específicas para su solución. Justamente
en esta perspectiva se mueve la "pastoral clínica" que los capellanes más sensibles y
preparados estudian actualmente, incluso a niveles universitarios. En la elaboración de
líneas-guía específicas, el capellán de la institución católica evidencia su competencia
específica en el conocimiento de los textos del Magisterio de la Iglesia y/o de las
directrices específicas emanadas en tal sentido por una autoridad religiosa.
Precisamente a diferencia de instituciones "laicas", en las religiosas esos documentos
constituirán una de las fuentes a las que el comité se atendrá en la formulación de sus
pareceres. Por ejemplo en respuesta a la petición de un parecer para la apertura de un
centro de reproducción asistida, el comité respondió teniendo en cuenta:
-la legislación italiana vigente (en especial D.M. del 27 de abril de 1992);
-directrices de la CEE (" Good Clinical Practice", Resolución 372/88 del Parlamento
Europeo, Recomendación 1046 Y 1100 del Consejo de Europa);
-los documentos del Magisterio eclesial (especialmente la instrucción de la
Congregación para la Doctrina de la Fe "Donum vitae").
Análoga y específica competencia podrá evidenciarse al responder a casos
específicos. En relación con la especificidad de esos casos, el capellán podrá ser
incluso interlocutor privilegiado por sus conocimientos teológicos y pastorales además
de éticos. No siempre, en efecto, es objeto de un caso presentado al CdB un problema
de orden exclusivamente ético, pues puede comportar interrogantes cuya solución
apropiada es de más específica competencia del sacerdote.
Finalmente, la promoción de una cultura bioética debería encontrar en el capellán al
primer promotor, dada su específica identidad de "ministro de la vida", si se nos permite
la expresión. Si las amenazas a la vida son consideradas por la Iglesia uno de los
principales problemas de nuestro tiempo, el sacerdote debe encontrar en esto un
importante motivo para convertirse no sólo en defensor del derecho violado, sino en
promotor del derecho ofuscado, olvidado, no adecuadamente valorado.
29
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