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Documento 1
Jóvenes que consumen alcohol sufren grave daño cerebral
Pérdida de memoria, pobreza del lenguaje y dificultad para calcular distancias.
Estudio realizado con adolescentes menores de 16 años que habían bebido,
en promedio, más de una vez al mes, determinó que su capacidad intelectual y
afectiva se veía seriamente deteriorada en comparación con sus pares
abstemios. Alvaro Matus
Los efectos del consumo de alcohol son más críticos en la adolescencia, época en que
el cerebro de las personas se encuentra todavía en desarrollo.
Progresivos efectos sobre la mente
Después del primer trago, los jóvenes se sienten más desinhibidos y
conversadores, debido a que el alcohol estimula la corteza cerebral del
organismo. Sin embargo, esta acción comienza a decaer lentamente, hasta que
al final se ve comprometido todo el cerebro. Por ello, poco a poco los
movimientos se vuelven más lentos y se ve comprometida la capacidad de
juicio y de planificación. Esta es la etapa en que el alcohol ya ha comprometido
el área frontal del cerebro. Luego, el líquido afecta la zona occipital y el
cerebelo, lo cual explica por qué la visión se torna borrosa e inestable, al
mismo tiempo que el lenguaje se hace más lento y hay pérdida del equilibrio y
de la coordinación. De seguir tomando, el joven puede sufrir pérdida de
conciencia e, incluso, fallas respiratorias que comprometan su vida. En casos
extremos, los sujetos que han abusado por años del alcohol sufren daño en su
mielina -envoltorio de las neuronas- por lo que las conexiones se hacen
imprecisas e incoherentes.
Gracias al uso de modernas tecnologías que permiten observar el
funcionamiento de distintas zonas cerebrales, los científicos han podido
comprobar en el último tiempo los graves daños que el alcohol provoca en el
cerebro de los adultos. Sin embargo, hasta ahora no existían pruebas
concluyentes de que el deterioro mental también afectase a los adolescentes.
Esta sospecha que existía entre los médicos acaba de ser corroborada por un
reciente estudio elaborado por especialistas de la Universidad de California, en
Estados Unidos. El trabajo concluye que los adolescentes que consumen
alcohol más de una vez al mes pueden sufrir severos daños neurológicos y
cognitivos, debido a que el cerebro se encuentra en una etapa crítica de su
desarrollo. Esto se explica porque las neuronas no están completamente
desarrolladas. Estas células nerviosas encargadas de conectar al cerebro con
el organismo forman una especie de árbol cuyas raíces se comunican entre sí y
permiten que los individuos piensen. Sin embargo, la capa aislante que cubre
tales raíces y que permite que los impulsos viajen correctamente, termina de
constituirse recién cerca de los 20 años. Por esta razón el consumo de
sustancias que alteren su desarrollo durante la adolescencia es crítico: "Es
como si se interrumpiera una etapa del crecimiento, disminuyendo la capacidad
de aprendizaje social y afectivo", señala el siquiatra Juan León, del Centro de
Rehabilitación Puente Bretaña.
Método de estudio
Los profesionales que realizaron el trabajo evaluaron las funciones sicológicas
de dos grupos de adolescentes. Uno estaba formado por quienes habían
bebido cerveza, whisky y otros licores en más de 100 oportunidades en los
últimos tres años, mientras que el otro grupo estaba compuesto por jóvenes
que nunca habían ingerido alcohol. Ambos pasaron por las mismas pruebas de
aprendizaje, memoria, desenvolvimiento espacial, destreza de lenguaje,
resolución de problemas y atención. Los resultados finales fueron más que
elocuentes: "Los adolescentes que bebían tuvieron puntajes muy inferiores en
los tests de retención de información verbal y de acontecimientos, es decir,
todo lo que se refiere a memoria", dice la siquiatra Sandra Brown, directora del
estudio. También se registró más pobreza de lenguaje y disminución de la
capacidad para observar el espacio. "Esta pérdida de facultades es la que
explica por qué los menores que están bajo efectos del alcohol se ven
involucrados en accidentes automovilísticos, relaciones sexuales inseguras,
homicidios y peleas callejeras", comenta Enoch Gordis, director del Instituto
Nacional del Alcoholismo de Estados Unidos.
Más que unas copas
Antes que hablar en términos de un cierto número de vasos consumidos, los
especialistas prefieren definir el consumo excesivo de una persona desde el
punto de vista conductual, ya que la metabolización del líquido varía tanto de
una persona a otra que el volumen por sí solo no constituye una medida válida.
El primero de los indicadores conductuales es la pérdida de control en cuanto a
la cantidad que se bebe, algo típico en las personas que dicen que sólo
beberán dos vasos y consumen tres o cuatro. Además, el acto de tomar
empieza a ocupar más tiempo en la vida del joven, al punto de que deja de
realizar actividades a las que estaba acostumbrado. "Otro síntoma claro de los
jóvenes bebedores es que después de tomar el viernes y sábado, pasan todo
el domingo recuperándose", enfatiza el doctor Juan León.
Artículo extraído de La Tercera