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EL EMPIRISMO:LOCKE Y HUME
Del empirismo conocemos su significado general (a él nos referíamos en la
presentación que hacíamos del racionalismo). Se trata de una corriente filosófica que
arraigó en las Islas Británicas (sus principales representantes son un inglés, un irlandés
y un escocés:Locke, Berkeley y Hume), mientras triunfaba el racionalismo en la Europa
continental. Sostiene que el origen y la validez de nuestros conocimientos residen en la
experiencia sensible. Es decir, nuestras ideas verdaderas proceden de la experiencia y se
justifican finalmente por ella. En definitiva, son verdaderas en la medida en que son
percepciones, contenidos mentales vinculados con la experiencia sensible.
Contextualización histórica.- No hace falta resaltar el fuerte contraste de esta doctrina
con la doctrina racionalista: para ésta, todo nuestro conocimiento verdadero procede de
la razón y se construye por medio de un método deductivo, sin recurrir para nada a la
experiencia. A pesar de esta oposición, el racionalismo y empirismo coinciden en
entender la noción de idea (en general, percepciones para el empirismo) como el objeto
inmediato de nuestro conocimiento. Es decir, comparten la tesis de que nuestro
conocimiento no recae directamente sobre la realidad, sino sobre nuestras ideas de la
realidad, que es la tesis epistemológica característica de la filosofía moderna frente a la
tradicional. Por tanto, también se enfrentarán al problema de la demostración de la
existencia de realidades extramentales, y particularmente, de un mundo externo.
Este debate que entablarán racionalismo y empirismo acerca de las fuentes del
conocimiento y la validez del mismo, impulsará y enmarcará el proyecto de la filosofía
teórica de Kant (su Crítica de la razón pura). La filosofía teórica de Kant suele
prentarse acertadamente como una síntesis superadora del racionalismo y del
empirismo.
ORIGEN Y CONSTITUCIÓN DE LA EXPERIENCIA.- La estrategia que seguirá
Locke para estudiar cómo nuestros conocimientos se originan a partir de la experiencia
se denomina psicologismo. Dirige su atención a los procesos psíquicos de la mente
humana consistentes en la combinación y asociación de ideas simples para formar
ideas complejas. Las primeras son como los datos elementales y en bruto de la
experiencia (los elementos básicos del conocimiento, directamente procedentes de
nuestros sentidos), mientras que las segundas resultan de la combinación de ideas
simples. La tesis empirista de que nuestro conocimiento procede de la experiencia
adopta en Locke el intento de demostrar que todas nuestras ideas se reducen a ideas
simples.
Hume también pretende encontrar los datos básicos de la experiencia sensible a
los que se reducen en último término todos nuestros conocimientos o percepciones. Son
las impresiones (sensaciones de la experiencia presente o actual). Además de
impresiones, nuestros entendimiento contienen ideas, que son imágenes o copias
debilitadas de las anteriores (Principio de "copia"como criterio de verdad de nuestras
ideas). La distinción entre ambas radica en el grado de fuerza o vivacidad, pero las
ideas deben siempre poder ser reducidas a impresiones, pues proceden de ellas.Así
como en Locke las ideas complejas se explican en función de las ideas simples, en
Hume, las ideas se explican en función de las impresiones. Tanto las ideas simples de
Locke como las impresiones de Hume son los datos básicos de la experiencia que
fundamentan en último término todos nuestros conocimientos. También para ambos
autores, el campo de la experiencia abarca tanto datos externos suministrados a través
1
de los sentidos (la sensación de Locke) como datos internos del sujeto (la experiencia
interna o reflexión de Locke).
La diferencia entre ambos no reside en los presupuestos -compartidos por ambos- del
empirismo, sino en las consecuencias que para ambos se derivan. El sistema filosófico
de Locke contiene elementos difícilmente compatibles con un empirismo radical puesto
que acepta finalmente la existencia de realidades que escapan a la experiencia de los
datos de los sentidos: la existencia de los cuerpos (del mundo exterior, en general) se
justifica como la causa que produce en nosotros las sensaciones. Acepta también la
existencia de nuestra mente entendida como una realidad que existe como conciencia de
sí, independiente de los hechos o estados mentales que podamos experimentar (cree que
de esa realidad tenemos una certeza intuitiva). Incluso llega a justificar la validez de la
idea de Dios (se trata de una idea "compleja" que podemos explicar a partir de ideas
"simples"). Reaparecen, pues la tres substancias cartesianas: el "YO", el "Mundo
corpóreo" y "Dios". La seguridad en la existencia de estas realidades quedará
seriamente quebrada con la filosofía de Hume.
CRÍTICA AL INNATISMO Y AL CONCEPTO DE CAUSA.-Quien llevó hasta sus
últimas consecuencias el programa empirista del conocimiento fue D.Hume. Como
todos los empiristas,y en contra del racionalismo, negará la existencia de ideas innatas,
es decir, que el entendimiento posea en sí mismo ideas no derivadas de la experiencia:
"Todos los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa"(Inv).
"Todas nuestras ideas no son sino copias de nuestras impresiones, es decir, que nos es
imposible pensar algo que no hemos sentido previamente con nuestros sentidos internos o
externos"(Inv.).
Todas las ideas de nuestro entendimiento ( nuestros contenidos mentales, por decirlo
así) se reducen a impresiones, pero nuestro conocimiento abarca más que eso.
Distinguió entre dos tipos de conocimiento verdadero, uno relativo a relaciones de
ideas y otro a cuestiones de hechos1. Para Hume, las verdades que expresan relaciones
entre ideas se descubren por mera operación del pensamiento (sin recurso alguno a la
experiencia) y contienen razonamientos demostrativos y verdades a priori cuya
negación implica una contradicción. Por eso son verdades que cuentan con certeza
racional. Todas las verdades lógicas y matemáticas pertenecerían a este tipo de
conocimiento ("El todo es mayor que sus partes", "4+4=8", "El cuadrado de la´h´es
igual a la suma de los cuadrados de los catetos").
El conocimiento de hechos o factual es el que pretende explicar cómo es el
mundo. Debe estar basado lógicamente en la experiencia y debe poder reducirse a
percepciones. La tesis de que las impresiones son el origen del que proceden las ideas
le proporciona el criterio que le permite determinar si una idea es verdadera, o tan
siquiera si tiene sentido o significado: las ideas verdaderas de nuestro conocimiento
factual deben poder remitirse a sus impresión correspondientes; en caso contrario, habrá
que declararlas falsas o ilusorias, o bien infundadas racionalmente; en cualquier caso, no
podrán acreditarse como ideas verdaderas. Por ejemplo, no tenemos ninguna impresión
1
Esta fue una distinción que tomó carta de naturaleza en el ambiente intelectual de esta época y
que desde entonces se convirtió en un tópico importante en la epistemología moderna. Es una
distinción que había sido ya establecida, salvando algunos detalles, por un racionalista: Leibniz,
que prefería hablar de "verdades de razón" y "verdades de hecho". Distinción que será
retomada, y corregida de un modo decisivo, por Kant.
2
correspondiente a la idea de "substancia", por tanto se trata de una idea infundada. Así,
las ideas de "Dios", del "Yo" y del "Mundo" son ideas injustificadas, porque no tenemos
ninguna experiencia directa correspondiente (ninguna impresión de las mismas).
Pero si nuestro conocimiento no tiene más justificación que las impresiones, no solo se
desploma la seguridad que el racionalismo y el propio Locke habían depositado en la
noción metafísica de “sustancia” (la existencia de una realidad que se escapa a la
experiencia sensible), sino que también queda cuestionada la posibilidad de alcanzar un
conocimiento racional o científico del mundo. En efecto, este conocimiento (por
ejemplo el de la Física) trata de leyes que parecen conectar hechos diferentes, mientras
que la experiencia, según Hume, nos muestra hechos conjuntados pero no conectados.
En realidad, no podemos justificar racionalmente nuestra creencia de que un suceso
debe seguir a otro en el mundo, pues lo que tenemos es una expectativa de que uno
seguirá al otro, expectativa creada a partir de experiencias similares vividas en el
pasado. Así, pues, conforme a su criterio de que todas nuestras ideas verdaderas deben
proceder de impresiones, resulta que no podemos conocer que el fuego causa
quemaduras o que el agua los moja los cuerpos, o que mañana saldrá el sol. Lo que
estrictamente sabemos por experiencia es que hasta ahora siempre se han acompañado
el fuego y las quemaduras, el agua con la humedad y que siempre ha salido el sol. Es
decir, ha habido un hecho y después otro (una sucesión constante). Pero de ahí no
podemos deducir racionalmente que un hecho sea la causa de otro porque supondría
reconocer la existencia de una conexión necesaria entre ellos, de la que no tenemos
impresión alguna.
La crítica de Hume a la idea de causalidad (confusión de lo que es una sucesión
constante con una conexión necesaria) atacaría, pues, directamente, la supuesta
validez racional de nuestro conocimiento fáctico, pues todo él parece fundamentarse en
el principio de causalidad, en la relación causa-efecto. Es esta relación la que nos
permite anticipar hechos futuros, anticipación completamente infundada desde un pùnto
de vista racional según Hume, pues la experiencia sólo garantiza el presente -a modo de
impresiones- y el pasado, a modo de recuerdos o ideas. Aunque tengamos motivos
prácticos muy importantes -nos va en ello la supervivencia, nada menos- para creer en
estos hechos futuros (yo puedo no saber que si me alimento de una dieta de clavos
regada con un litro de lejía me vaya a poner enfermo o que si practico la caída libre
desde un décimo piso me voy a estrellar, pero me conviene creerlo si quiero
sobrevivir).
La conclusión última de Hume es que el conocimiento que nos es dado obtener
del mundo no es necesario, sino, en el mejor de los casos, probable. Puede ser
suficiente para desenvolvernos en la realidad y manipularla útilmente, pero carece de
auténtica justificación racional. El optimismo en la Razón generado por la Revolución
científica del XVII y por el racionalismo cartesiano es sometido a una cruel cura de
humildad. Nuestras explicaciones científicas del mundo no descansan en ninguna
certeza racional, no poseen ningún certificado de verdad. Son, más bien, creencias
psicológicas procedentes de distintos tipos de asociaciones mentales que se han
afianzado por el uso y la costumbre. Pero no verdadero conocimiento racional. La
filosofía de Hume parece conducirnos inevitablemente hacia el escepticismo (no es
posible alcanzar un conocimiento verdadero del mundo).
En cualquier caso no se trata de un escepticismo absoluto: resultaría absurdo –y nocivo
para la vida- negar la existencia del mundo y actuar en consecuencia. La vida misma se
encarga de eliminar este escepticismo. Y la viveza de las impresiones basta para fundar
la creencia en un mundo exterior.
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