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El Período Especial. La economía cubana sin azúcar
Antonio Santamaría García
CSIC
Trabajo presentado al seminario internacional Cuba face à la «période spécial» et aux crises mondiales, 1991-2011.
Paris, GRIAHAL (Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre las Antillas Hispánicas y América Latina). Universidad
Paris-Sorbonne (2011, 14/05)
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El Período Especial. La economía cubana sin azúcar
La consecuencia del Período Especial es una crisis de confianza en la capacidad del gobierno. El cubano
está resolviendo como puede y eso no es más que reflejo de la política (Yoss 2011).
El poeta del pueblo dejó de creer
Antes del fin de la URSS y previendo lo que iba a ocurrir Fidel Castro (1990) decía que esperaba
una situación difícil y con esa premisa se estaba trabajando. Dos décadas después un poeta cree
que el cubano no está satisfecho. El Período Especial fue el fin de la alianza de Cuba con la Europa
socialista y de siglos de especialización económica, pues no se halló mercado para el azúcar que ésta compraba. Por eso, frente al habitual análisis de la economía revolucionaria con un enfoque político, aquí se propone hacerlo en su historia.
En 1958 la economía cubana era una de las más ricas de América Laitna por su nivel de PIB per
capita. Además, como señalan Mesa-Lago (1994) o Brundenius (2009), era la más igualitaria, considerando la participación de la renta laboral en el producto, el Gini y el grado y cobertura de los
servicios sociales. También era, no obstante, la única que mantenía su especialización y debió
afrontar una creciente conflictividad con políticas de distribución de renta, y aunque diversificó algo
su oferta interna, dicha especialización impidió que ésta creciese bastante para compensar las crisis
del sector externo y financiar tales políticas debido a la concentración de recursos en el azúcar. El
período 1952-1959 fue de crisis en el sentido expresado, y frente al aumento de la conflictividad, la
dictadura de Batista cercenó los mecanismos de expresión del descontento y agravó su radicalización. La población vio deteriorarse su nivel de vida y dejó de creer en la capacidad resolutiva del
gobierno, falta de confianza que ayuda a explicar el triunfo de la revolución (Santamaría 2002). El
gráfico 1 muestra que si la oferta interna hubiese aumentado a un ritmo como el nivel máximo histórico alcanzado, en 1960 el PIB habría sido un 25% mayor y su caída menor comparada con la de
otros países americanos.
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La isla que se repite
Y en eso llegó Fidel –canta Carlos Puebla–, llegó el comandante y mandó parar. Socialización e
igualitarismo han regido la economía desde entonces, pero sin variar su estructura. La especialización se mantuvo después de 1959, hasta el fin de la URSS, que aportó capital para financiar su efecto en la oferta interna y la merma de productividad que supuso abolir los incentivos laborales. La
represión social se combinó con emigración y exilio, y se puede hablar de una economía cubana en
Cuba y otra en EEUU, con la que permuta capital humano por remesas. Tales rasgos han sobrevivido a la URSS, y también la necesidad de un socio que provea ayudas, aunque a cambio de servicios,
no de azúcar, por lo que la alianza está más sujeta a la voluntad del amigo, la Venezuela de Chávez,
que decide qué importar y si acepta los precios. Además esto no ha impedido el deterioro de muchos logros sociales. Concretamente más de un 60% de los indicadores en que se habían experimentado avances considerables entre 1958-1989, eran en 2007 peores que a finales de los años ochenta1.
El crecimiento mundial alivió la situación, pero cuando acabó el propio Fidel Castro dudó de su régimen. Goldberg (2010) afirma que le señaló en una entrevista: Cuban model doesn´t even work for
us. Aunque la afirmación fue desmentida luego por el líder revolucionario, sea como fue el gobierno ha considerado que algo se debe hacer al respecto y han emprendido una actualización de
ese modelo (así se ha denominado oficialmente). Es la isla que se repite, o la revolución que la repite.
Mesa-Lago 1994, dice que la revolución se ha caracterizado por alternar ortodoxia y pragmatismo económico, pero la Historia denuncia que la dejación de la ortodoxia ha sido sólo una táctica de
retorno. Inicialmente a su política de colectivización, industrialización y reforma agraria, imbuida
de discurso antiazúcar (considerada causa de todos los males), EEUU respondió con un embargo y
–acción-reacción en la lógica de la Guerra Fría– en 1962 el castrismo se declaró socialista para
acercarse a la URSS y comenzó a aplicar su modelo de planificación centralizada.
Grandes zafras en 1959-1962 evitaron una crisis temprana de la economía revolucionaria, pero la
diversificación no dio fruto y ésta se presentó en 1962. Cierto alejamiento de la URSS, por excluir a
Cuba de la negociación con EEUU en la crisis de los misiles, permitió un debate de alternativas: libermanismo vs maogevarismo, la situación empeoró y Castro optó por la segunda y también cambió
el discurso antiazúcar por azúcar para diversificar, ayudado por la URSS, que en 1963 fijaba precios subsidiados para ella. Pragmatismo, pues, en el ciclo más idealista de la revolución, que acabó
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Mesa-Lago (2011) analiza la evolución en el tiempo de 36 indicadores, aquéllos para los que dispone datos
y que son los que habitualmente se consideran como instrumentos de medición internacional. 16 son tasas de
impacto de enfermedades, por los que las consideramos aparte para no distorsionar los resultados. En 1989
se había conseguido reducir el impacto respecto a 1958 en el 56% de las mismas, porcentaje que había crecido hasta el 68% en 2007. Para el resto de los indicadores, en un 90% de los casos se lograron considerables
mejoras entre 1958 y 1989, pero en un 61% de ellos se han experimentado retrocesos a partir de entonces. En
las siguientes páginas se detallará cuáles han sido.
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imponiéndose con el proyecto de una zafra de 10.000.000 t en 1970, e inauguró su fase más exitosa.
La venta de dulce se concentró en Europa del este, aumentó su oferta y la de otros bienes, mejoró la
productividad y el consumo, pero a costa de déficits y deuda, financiados por la ayuda soviética.
Los problemas que padecía la URSS, sin embargo, provocaron reformas a partir de 1985 que acabarían con su disolución y con su relación con Cuba, y como otras veces, la respuesta de Castro fue
ortodoxa: el Proceso de Rectificación (Mesa-Lago 1994).
La revolución jamás abandonó el azúcar. Justificó volver a ella por su crisis económica, pero la
oferta (y la política) azucarera nunca dejó de responder a los precios. Se redujo hasta que la URSS
los fijó en 6,1 c/lb. Desde entonces creció (Santamaría 1994) y en 1972 se recobró el PIB de 1959.
Sin embargo el crecimiento se ralentizó luego. A la ineficacia de la dirección centralizada, a la obsesión de producir 10.000.000 t, que se pagó en zafras siguientes (4.300.000 en 1972) y con caída
de rendimientos (de 13,3% en 1962 a 11,2 en 1970-92, Pérez-López 1994), se unió el efecto de la
crisis de 1973 (cuadro 1), aunque mitigado por la ayuda de la URSS y la cuota de petróleo que asignaba a Cuba y que si no consumía le pagaba en divisas, y el aumento de las exportaciones mineras.
A cambio se reforzaban los lazos con Moscú enviando topas a África.
La ayuda soviética, pues, reforzó la especialización económica de Cuba. Entre 1963-89 el azúcar
generó el 80% del valor de las exportaciones. Los demás bienes, salvo minerales y petróleo reexportado, redujeron su porcentaje en ellas hasta 1979, y sólo entonces disminuyó el de los alimentos
y manufacturas en las importaciones, pero se elevó el del combustible debido a la mejora del consumo y el transporte y al desarrollo industrial, que mantuvieron el de la maquinaria en un 33%.
Además siempre se importó más que se exportó, lo que provocó constantes déficits comerciales
(cuadro 1). El principal problema de la economía, por tanto, siguió siendo su oferta interna, no su
sector externo. El proyecto azúcar para diversificar no hacía sino reconocerlo, y como en otros
momentos de la historia de Cuba, tuvo poco éxito.
El ingreso agrario no exportador cayó del 18 al 13% el PIB en 1960-80, y en cifras absolutas sólo creció después de 1970. La colectivización de la propiedad, la gestión centralizada y la falta de
incentivos laborales mermaron la productividad. Disminuyó la oferta de tabaco, leche o carne y sólo
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se elevó la de arroz, frutas y huevos. La eficiencia mejoró en los años ochenta con un plan de modernización y la autorización de ciertos cultivos privados y de mercados agrarios libres (en las granjas públicas apenas varió). Se incrementó la producción láctea, frutícola, arrocera o porcina (cuadro
2), pero en una época en que el crecimiento económico y de los sueldos disparaban el consumo, esto no bastó para reducir las importaciones. Pese a que la inversión agraria aumentó un 45% entre
1975-89 al sempiterno problema de Cuba (el azúcar acaparaba el 50% del capital y la tierra) se unía
el de la revolución: la productividad caída un 12% (Nova 2009).
Por igual razón la industria mejoró su aportación al PIB del 48 al 55% en 1960-89, pero no varió
su estructura productiva, especializada en bienes básicos. La oferta de alimentos, textiles o puros
disminuyó en 1960-70, aumentó la de energía, acero o pescado, y entre 1970-9 se ralentizó el crecimiento de todos los rubros menos de los tejidos y energía (Mesa-Lago 1994; cuadro 2).
Mayores fueron los avances sociales. El Gini llegó a 0,22 y disminuyó el crecimiento demográfico por el escaso incremento vegetativo y la inmigración y exilio. El gobierno de EEUU reconoce
que entre 1959-2010 llegaron a ese país 1.055.240 cubanos, pero no todos los que han abandonado
la isla se han dirigido allí y hay que considerar que luego han tenido su descendencia en el extranjero, por lo que se estima que son unos 2.500.000 (el 28%) los que actualmente residen fuera de su
tierra natal, lo cual ha reducido la presión sobre la economía y genera remesas, pero resta capital
humano (2010 yearbook 2011; Wasem 2010; Brundenius 2009; cuadro 1). Además la revolución
incorporó a la mujer al trabajo, proporcionó pleno empleo –aunque a costa de la productividad–, redujo la mortandad infantil, elevó la esperanza de vida, universalizó la sanidad, las pensiones y educación, aminoró las diferencias sociales y erradicó el trabajo y desnutrición de los niños (ONE
2009). En suma, mantuvo a Cuba entre los países más igualitarios de América Latina y con más
avances que los logrados hasta 1958, pero a cambio de libertades, emigración y exilio. Además el
60% de sus logros sociales se han deteriorado desde 1990 y el problema es que la relación con la
URSS sostuvo un sistema productivo incapaz de generar riqueza para satisfacer las necesidades y el
igualitarismo, lo que ha afectado a la sostenibilidad del crecimiento más que antes de 1959.
La política no cabe en la azucarera
Así trovaba Carlos Varela en 1993. En efecto, tras el fin de la URSS el PIB de Cuba cayó un 53%,
se hundió el comercio exterior, la oferta, el consumo. Era el ocaso de dos siglos de especialización y
el fruto de cómo se había construido, y si no derivó en colapso fue por causas y azares que han
permitido ir sobreviviendo sin resolver los problemas. Tímidas reformas permitieron la circulación
del dólar y algún trabajo por cuenta propia. El número de trabajadores y agricultores privados creció
hasta 300.000 y se autorizaron mercados libres agrarios. Se potenció la biomedicina, el turismo e
inversión extranjera y se suavizó la relación con el exilio, pero no se abandonó el vicio de volver a
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la ortodoxia y en 1997 se desaceleraron las reformas, ergo también el crecimiento.
Desde 1962 Cuba, como la URSS, calculó el PSG –difícil de comparar con el PIB– y desde 1986
el PIB, pero sobrevalorándolo. Por eso aquí usamos una media de los cálculos alternativos, que en
2000-5 son un 25% inferiores a los oficiales (gráfico 1). Pese las estadísticas impiden precisar el
crecimiento, nadie discute que ha sido elevado desde 1999, gracias a la ayuda que empezó a prestar
entonces Venezuela y al efecto de las reformas, como tampoco su citada desaceleración tras alcanzar ciertos niveles. En 2003, con la Batalla de las Ideas, se redujo del 13 al 3%, aunque los ciclones
de 2005 obligaron a volver al pragmatismo.
En 1990 Cuba no halló mercado para el azúcar que vendía a Europa del este y su especialización
económica cesó sin alternativa, aunque subsistieron rasgos que explican un continuismo inconcebible sin ellos. El valor del dulce en las exportaciones ha disminuido hoy al 5%, ha crecido el de los
minerales, frutas, verduras o fármacos y el 75% de las ventas se reparten en 5 países y de otros 5 se
reciben el 60% de las compras. Además el comercio con EEUU pasó de 4.000.000 a 320.000.000$
fruto de la distensión del gobierno Clinton y de las autorizaciones de Bush para paliar el efecto de
los ciclones. No obstante el ingreso del sector externo se ha reducido un 50% y la balanza mercantil
arroja constantes déficits (cuadro 1) y no se compensan con la de capital, que tras equilibrarse en
2001-6 ha vuelto a números rojos. Las reservas han aumentado (4.200.000$ en 2008), pero son insuficientes para afrontar las dificultades financieras (ONE 2008).
En las importaciones ha crecido el peso de los alimentos y decaído el del combustible por el aumento de la producción interna y el suministro venezolano, subsidiado en un 80%. Ese es el rasgo
que ha prevalecido de tiempos de la especialización. Venezuela carece de mercado para el azúcar de
Cuba y de oferta para surtir a la isla, pero su ayuda supera a las antigua soviética: 9.405.000$ en
2008, el 61% de ellos por el trabajo de 40.000 médicos, maestros y técnicos cubanos (ONE 2008).
La caída del PIB en 1990-9 permite estimar que Cuba vivía un 12% por encima de sus posibilidades. Como la ayuda de Venezuela ha reemplazado a la soviética, el problema es que el nuevo socio ya no es su mercado, por lo que la relación con él está aún más sujeta a su voluntad y la posibilidad de que Chávez deje el poder o que la actual crisis le obligue a modificarla, dejaría a la isla sin
alternativas para el capital y petróleo que de él recibe.
La inversión (12% del PIB) es el 50% de lo que se necesita, hay dos monedas (bienes importados o no-básicos se pagan en divisas) lo que perjudica a las exportaciones, se mantiene el pleno empleo, pero por que el 75% es público y un 35% prescindible. Eso es lo que significa vivir por encima de las posibilidades; eso y un gasto de 37.000.000.000$ con 35.000.000.000 de ingreso, y una
deuda de 16.790.000.000 –y 20.800.000.000 no reconocidos a Rusia– y depender de préstamos muy
caros debido al bloqueo y la falta de crédito del FMI o el Banco Mundial (ONE 2008).
Aunque el embargo se ha ido endureciendo, se ha visto que tras los ciclones de 2005 el comercio
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con EEUU no ha dejado de crecer y siguen llegando remesas. Su efecto es grande, 140% del PIB de
2008, no obstante también es hijo de la revolución y ha tenido su contraparte en la ayuda soviética y
venezolana. Pero aún restándola esa cifra sólo se reduce al 30% y da una idea del coste que ha supuesto el castrismo. Además a las ofertas de distensión éste ha replicado negativamente o con dudas, como ha ocurrido con las medidas de Obama para facilitar viajes y envíos de dinero de cubanos
en EEUU2. Las remesas, por otro lado, son un 1,4% del PIB y proporcionan acceso a las divisas al
60% de los isleños (Pérez Villanueva 2008).
Cooperación al desarrollo, turismo e inversiones son las otras fuentes de divisas. El turismo,
inexistente hasta los años ochenta, genera hoy un 20% del PIB, aunque depende en exceso de las
importaciones y tiene poco efecto multiplicador. La inversión foránea es pequeña, se centra en sectores solventes y sólo es posible en empresas mixtas, controladas por el Estado, que además la ha
limitado con el tiempo. Por eso se redujo un 22% entre 2000-7. En 2008 entraban por ese concepto
en Cuba 11.240.000.000$ y salían 4.138.000.000 (ONE 2009).
Todo indica que nada variará en vida de los Castro, como señala Pérez-Estable (2007). En 2006
Fidel renunció a favor de en Raúl, pero ni siquiera se dieron los ralos cambios esperados de sus discursos iniciales. La evidencia muestra que el primero jamás se fue y esa es la clave de supervivencia
de su régimen: la vuelta constante a la ortodoxia, su abandono sólo como táctica de retorno, lo que
es posible gracias a férreos mecanismos de control social. Mientras la crisis actual ha parado el crecimiento y el problema sigue siendo la oferta interna, un igualitarismo incosteable y el recurso a la
ayuda externa, pero sin dejar de acumular déficit y deuda, la baja productividad y, en fin, la falta de
libertad económica.
Mesa-Lago 2009, analiza 84 indicadores entre 1958-2008 y señala que casi ninguno se ha recuperado de su drástica contracción desde 1990. Los salarios han caído un 75%, el racionamiento sólo
cubre una semana al mes, los niveles educativos alcanzados son difíciles de mejorar y hay una gran
desvinculación entre enseñanza y mercado laboral. Ha mejorado la mortandad infantil o la esperanza de vida (hasta 5,3‰ y 78 años), pero no la asistencia sanitaria, la morbilidad asociada a dietas
pobres o el número y calidad de las viviendas, y poco se ha avanzado en el acceso a nuevas tecnologías. Ha empeorado el Gini (0,41 en 2007), el consumo calórico per capita y se han encarecido
los bienes básicos, elevando las desigualdades. Los mayores de 60 años son los peor parados; los
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De las ofertas de distensión de Obama dijeron reconocidos especialistas cubanos, como Omar Pérez Villanueva o Luis R. Fernández que no tenían dudas acerca de que no vetaría medidas del Congreso de EEUU favorables a Cuba, pues son "los cubano-americanos recalcitrantes son republicanos, con quienes Obama no
tiene compromisos" y, además, una nueva postura respecto a la nación caribeña puede "resultar importante
para la percepción del mundo sobre EEUU” (Grogg 2009). Castro (2009) señaló que “Raúl Castro [dijo] que
está dispuesto a que su gobierno converse con el nuestro no sólo sobre el levantamiento del embargo, sino
sobre otros temas como los derechos humanos, los presos políticos, esa es una señal de avance”, pero añadió
que “el bloqueo” no lo “inventó [Obama], pero lo hizo suyo igual que otros diez presidentes de EEUU. Se le
puede augurar por ese camino un fracaso seguro como el de todos sus predecesores”.
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blancos reciben remesas de 121$ promedio, los negros 35, y el 46% de los depósitos bancarios se
concentra en el 3% de las cuentas. Además las reformas han mejorado la situación de la elite y las
rentas altas, que son quienes compran en divisas.
Sólo ha crecido sensiblemente la oferta interna de puros, níquel y energía, gracias al hallazgo de
petróleo y gas y al suministro venezolano, que han aliviado los apagones de los años noventa. En el
resto de los casos ha decrecido (cuadro 2). La industria azucarera fue remodelada en 2005, pero hoy
sólo produce 1.400.000 t y el gobierno ha declarado que no opta por usarla para obtener biocombustible. La aplicación en 2006 de un plan agroindustrial ha dado algún fruto gracias a la autorización
de más cultivos privados, pero la obsolescencia de la infraestructura y tecnología, que también afecta al transporte, cuyo estado es muy precario, frenan el desarrollo. De la necesidad virtud, Cuba es
por ello el único país que, según datos oficiales, cumple los requisitos de crecimiento sostenible
(PNUD 2009).
Mostraba el gráfico 1 que el PIB de Cuba ha crecido menos que el de las grandes economías latinoamericanas. Usando cifras oficiales, suponiendo que hubiese crecido igual, en 1990 habría sido
un 6% peor, coste pequeño por los logros sociales, pero que como se lograron con ayudas que acabaron desapareciendo, en 2010 se elevaba al 10%. Y muestra el gráfico también que empleando datos no oficiales el coste del castrismo aumenta hasta el 40-45% del PIB.
Corolario de batallas
En abril de 2011 el VI Congreso del Partido Comunista ha anunciado la mayor reforma de la revolución: autorización a los particulares para comprar autos y casas y desarrollar más trabajos y cultivos y permiso para contratar con el fin de elevar la oferta y la eficiencia y compensar el despido de
1.500.000 funcionarios. Anunció también medidas fiscales y crédito para la actividad privada, pero
sin aclarar más al respecto o sobre si habría al fin algo de libertad económica. Parece que la Batalla
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Económica se ha impuesto a la de las Ideas.
El congreso afirma la necesidad de renovar los cargos, pero ha consagrado a líderes octogenarios. Además ha eludido el debate, como prueba la exclusión del mismo de 48 propuestas referidas a
reformas efectivas. Aún así ha despertado optimismo, y hay quien cree que las medidas sobre vivienda desataran un gran movimiento de capital, aunque Mesa-Lago 2011, piensa que el cambio no
se parece al que aplicó China, que comenzó con una liberalización efectiva de la propiedad, mercados y precios agrarios, lo que elevó rápidamente el nivel de vida, mientras que liberalizaciones parciales en Europa del este, como las de Cuba, no tuvieron ese efecto.
Parece que los líderes revolucionarios saben que esta vez no habrá marcha atrás y como son viejos no sufrirán el resultado de los cambios y confían en que la Historia les reconozca haberlos iniciado. Así el congreso ha sancionado que a cada cual según su trabajo, pero también el mantenimiento de la propiedad pública de los medios de producción y del principio de igualdad de derechos (VI
Congreso 2011). Y en un informe reciente Castro avisa de que el PIB crecerá 3,5% en 2011, más que
en 2010, pero menos que la media latinoamericana (CEPAL 2011). En suma, los principios están garantizados; para las consecuencias habrá que esperar a que las medidas se ajusten a la dinámica de la
sociedad cubana, o tal vez a un cambio radical.
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