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El Tratado de Libre Comercio de América del Norte en el contexto de la crisis financiera global: Una perspectiva mexicana1 José Luis Solís González2 Introducción El propósito de este trabajo es el de presentar algunas reflexiones acerca de uno de los procesos recientes de integración económica regional en el Continente: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN por sus siglas en español), del cual es parte México, junto con los Estados Unidos de América y el Canadá. El análisis se centra en la experiencia vivida por México a raíz de su pertenencia al Tratado, vista desde una óptica específicamente mexicana. En este entendido, se procede primeramente a hacer un breve balance de los principales resultados del TLCAN, a casi cinco años de su entrada en vigor. Posteriormente, se analizan las perspectivas de la economía mexicana en el marco del Tratado y de la evolución reciente de la economía y el comercio internacionales; evolución signada por una crisis que, si bien comenzó en los países asiáticos, aún no se pueden prever cabalmente su extensión, profundidad y persistencia. I. México y el TLCAN: Balance Preliminar Características generales del TLCAN Como es de conocimiento general, México, Estados Unidos y Canadá suscribieron en 1993 el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sentando las bases para la constitución del área de libre comercio más grande del mundo, tanto por su extensión geográfica y su población (378 millones de habitantes al momento de su entrada en vigor en 1994), como por su economía, cuyo producto interno bruto a precios corrientes era de 6.84 billones de dólares en 1994. Ponencia presentada en el Seminario Escenarios Estratégicos de la Integración en el Umbral del Siglo XXI: Perspectivas Americanas y Europeas, organizado por el CEFIR y por el Centro de Estudios Estratégicos del Gobierno Federal de Brasil, Brasilia, 6-8 de octubre de 1998. 2 Representante Alterno de México ante la ALADI. Ministro de la Embajada de México en Uruguay y Jefe de la Oficina de SECOFI en Montevideo. 1 El objetivo general del Tratado fue el de integrar una región en donde el comercio de bienes y servicios y las corrientes de inversión fueran más intensos, expeditos, ordenados y equitativos. Esto ha permitido incrementar la competitividad de América del Norte frente al resto del mundo, en virtud de la complementariedad de las economías de sus Estados miembros. De acuerdo a este objetivo, el Tratado se propone la eliminación, en un periodo de 10 años que termina el 31 de diciembre de 2004 (15 años para algunas excepciones constituidas principalmente por bienes agropecuarios), de las barreras arancelarias existentes entre los tres países. Además, establece el compromiso de trabajar de manera conjunta para: eliminar los subsidios a las exportaciones; racionalizar el uso de apoyos internos; incrementar la inversión, la producción y el empleo; promover la competencia leal y justa entre las partes; proteger la propiedad intelectual; fomentar la cooperación trilateral, otorgándose las partes trato preferencial recíproco; y poner en marcha un procedimiento eficaz para aplicar lo acordado y resolver las controversias que se presenten entre las Partes. Todo ello dentro de la perspectiva de propiciar el desarrollo y modernizar las economías de la región para una inserción más eficiente en la economía mundial. El Tratado incorporó, a lo largo de todo su proceso de gestación y, ahora, en su administración, seguimiento y profundización, la decidida participación del sector privado de los tres países. Ello ha constituido para México una experiencia sin precedentes de colaboración entre el Gobierno y la clase empresarial (el llamado “cuarto de junto”), lo que ha permitido un amplio consenso sobre la estrategia económica y comercial del país y una rápida capacidad de respuesta frente a situaciones de emergencia como la creada por la crisis devaluatoria de diciembre de 1994 y, ahora, la crisis asiática. El Tratado permitió también relanzar el debate nacional sobre la política económica, la relación bilateral con los EE.UU. y el modelo de desarrollo del país, incorporando al mismo no sólo a los empresarios, sino también a las distintas organizaciones del sector social y a la comunidad académica. El TLCAN representa el acuerdo regional más extenso y profundo del Continente, pues abarca prácticamente todo el universo arancelario y 2 la mayor parte de las actividades y disciplinas del comercio de bienes, servicios e inversión entre sus Partes contratantes, absolutamente compatible y alineado con las normas de la OMC. En contraste con otros acuerdos de integración y liberalización comercial, el TLCAN asegura contractualmente el acceso recíproco a los mercados de sus signatarios, el que se garantiza por medio de un mecanismo transparente y efectivo de solución de controversias. Sin embargo, es fundamental señalar que la entrada de México al Tratado se enmarca dentro de una estrategia más amplia de apertura de la economía y modernización del aparato productivo del país, que comenzó a instrumentarse desde 1983, como respuesta a la crisis de la deuda y los efectos negativos de la “petrolización” del modelo de crecimiento en los años setentas. Como resultado de esta estrategia, se procedió a la apertura unilateral de la economía y se decidió la entrada de México al GATT en 1986. Al mismo tiempo, en el plano interno se alentó la reconversión del aparato industrial y la modernización del sector agropecuario, en tanto que en el plano externo se impulsó una estrategia de negociaciones con todos nuestros socios comerciales dentro y fuera del Continente. En este sentido, el TLCAN es, desde la perspectiva mexicana, un producto y parte integral de esta estrategia, pero de ninguna manera una panacea para la problemática económica del país. La estrategia de negociaciones comerciales de México El Tratado permitió darle (y quizá ésta haya sido su principal virtud) previsibilidad, equidad y transparencia a los múltiples vínculos económicos y comerciales de México con los EE.UU., país con el que realiza el grueso de su comercio. Sin embargo, en congruencia con su estrategia global de apertura dentro y fuera del Continente, México procedió también a reforzar y multiplicar los lazos económicos y comerciales con otros países y regiones del mundo, particularmente con América Latina, región de la que siempre ha sido parte activa y a la que le unen estrechos vínculos culturales e históricos, aparte de los comerciales. Así, desde 1992 México celebró un amplio acuerdo comercial con Chile que, después de varias rondas de negociación asumió la forma de un TLC en marzo del presente año. Asimismo, de manera prácticamente 3 simultánea al TLCAN, se negociaron y se pusieron en vigor tratados de libre comercio con Colombia-Venezuela, Bolivia y Costa Rica. En julio de este año entró también en vigor el TLC con Nicaragua, estando actualmente México en proceso de negociación de TLCs con el llamado “Triángulo del Norte” (Guatemala, El Salvador y Honduras), con Belice, Panamá, Ecuador, Perú y Trinidad-Tobago. Habría que señalar asimismo que México es miembro de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) y participa activamente en el proceso de constitución del ALCA, teniéndose previsto que la Ciudad de México sea la sede de las negociaciones y de la Secretaría del ALCA del 1º de marzo del año 2003 al 31 de diciembre del 2004, o hasta la conclusión de las negociaciones. En el plano extra-continental, México pertenece a la APEC desde 1993 y fue admitido en la OCDE en 1994. Actualmente, se está en proceso de negociación de un TLC México-Israel y de un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea, segundo socio comercial de México después de los EE.UU. y su segunda fuente de inversión extranjera directa (IED). En 1997 el comercio entre México y la UE sumó 14 mil millones de dólares, 24 por ciento más que en 1996. Sin embargo, en años recientes el dinamismo del intercambio comercial entre México y la UE se ha debilitado en relación con otros socios comerciales. La parte de la UE en el comercio total de México se redujo de 11 por ciento en 1990 a sólo 6 por ciento en 1997. Para enfrentar esta situación, en diciembre de 1997 se suscribió el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación México-UE (llamado también “Acuerdo Global”) por el cual se provee de un marco favorable al intercambio de mercancías, servicios e inversión, en la perspectiva de una liberalización progresiva y recíproca del comercio entre México y este bloque comercial, el más importante del mundo. En espera de la ratificación de este acuerdo por el Parlamento Europeo, los Parlamentos de los Estados Miembros de la UE y el Senado de México, y para implementar el mecanismo de las negociaciones, se suscribió también el llamado “Acuerdo Interino”, que fue ratificado por el Senado mexicano y por el Parlamento Europeo en abril y mayo de este año respectivamente. Las negociaciones iniciarán previsiblemente antes que termine el año en curso. Con ello, México se perfila como el primer país en desarrollo en tener un acuerdo de esta naturaleza con la UE, lo 4 que asegurará el acceso preferencial de nuestros productos a este mercado. La política de apertura comercial y el TLCAN: Principales resultados para México Como resultado de la estrategia arriba descrita, los avances logrados en materia de comercio exterior y desarrollo industrial en los últimos años sitúan a México como la 10ª. economía exportadora del mundo, habiendo alcanzado un nivel histórico de ventas externas de 110 mil millones de dólares en 1997. Esto representa cinco veces más que las exportaciones globales de México en 1986 (año de entrada de México al GATT) y el doble de lo exportado en 1993 (año previo a la entrada en vigor del TLCAN). Paralelamente, se ha operado un cambio dramático en la composición de la oferta exportable de México, dominada a principios de los ochenta por el petróleo crudo. Para los primeros siete meses de 1998, el 90.7% de las exportaciones fueron de manufacturas, lo que refleja no sólo los efectos del TLCAN sino también, de manera fundamental, el enorme esfuerzo hecho por el país para transformar su aparato productivo y alcanzar elevados niveles de eficiencia productiva, empleo y competitividad internacional. De hecho, las exportaciones de manufacturas son hoy día el motor fundamental del crecimiento y de la creación de empleos en México. Más de la mitad del millón 700 mil empleos permanentes creados en el sector formal de la economía desde agosto de 1995 a la fecha, se deben precisamente a la demanda de fuerza laboral de las empresas exportadoras. Actualmente, más de 34 mil empresas, en su mayoría empresas de menor tamaño, están vendiendo sus productos en el exterior. Una de cada tres de estas empresas, ésto es, más de diez mil de ellas, iniciaron sus exportaciones a partir de 1994, es decir, a partir de la entrada en vigor del Tratado. Al mismo tiempo, México se convirtió, dentro de los países en vías de desarrollo, en el segundo receptor de inversión extranjera directa (IED), sólo después de China, habiendo captado entre 1994 y 1997 alrededor de 44 mil millones de dólares (datos del Banco Mundial). Para 1997 la IED alcanzó un saldo de 12,478 millones de dólares, y en los primeros tres meses de 1998 registró un flujo de 2,041 millones de dólares, cifra superior en 337 millones a la operada en el mismo periodo del año anterior. 5 Las inversiones de EE.UU. en México en los últimos años, han llevado a que este país participe actualmente con aproximadamente el 60% del total de la IED, en tanto que Canadá participa con un 4.6%. En 1994 la participación de ambos países no superaba el 52%. En el primer trimestre de 1998, el 78.3 por ciento de la IED provino de los EE.UU. y Canadá, 12 por ciento de la Unión Europea y 3.7 por ciento de Japón. La industria de la transformación concentró el 72 por ciento de la misma. Además de sus efectos positivos en los niveles de inversión productiva y de empleo, estos flujos de IED han significado también la incorporación de nuevas tecnologías, lo que ha permitido acrecentar la eficiencia productiva. Por otro lado, han dado lugar a la formación de alianzas estratégicas de los empresarios mexicanos con sus contrapartes estadounidenses y canadienses, ampliando sus horizontes económicos y comerciales más allá de las fronteras nacionales. Comercio con los EE.UU.: Analizando específicamente el comercio de México con los EE.UU., durante los primeros cuatro años de operación del Tratado el comercio global de México con este país prácticamente se duplicó, como resultado de un incremento de las exportaciones mexicanas de un 120% y de un aumento de las exportaciones estadounidenses del 81%. Para el primer semestre de 1998, el comercio bilateral total creció en un 17% con relación al mismo periodo del año anterior, como producto de un aumento de las exportaciones mexicanas a EE.UU. de 13.6% y de un incremento de 21.2% de las exportaciones de EE.UU. a México. Esto significa corrientes anuales de comercio que pasaron de 88 mil millones de dólares en 1993, antes de la entrada en vigor del Tratado, a 176 mil millones en 1997. Por el lado de sus exportaciones a los EE.UU., México pasó de 43 mil millones de dólares en 1993 a 94 mil millones en 1997, con lo que su participación en las importaciones totales de ese país subió de un 6.9% en 1993 al 9.9% en 1997 y a un 10.4% en enero-junio de 1998. Con ello, México se ha consolidado como el tercer socio comercial de EE.UU., sólo después de Canadá y el Japón, representando este país alrededor del 80% del comercio global mexicano (85% de nuestras 6 exportaciones y 75% de las importaciones). De igual forma, México se ha convertido en el segundo mercado más importante de destino de los productos estadounidenses, desplazando a Japón de este lugar y sólo después de Canadá. Para tener una idea de la magnitud de este proceso, habrá que decir que el tradicional déficit comercial de México con su vecino del Norte se transformó en superávit anuales desde 1995, acumulando 37,665 millones de dólares hasta 1997 y 5,046 millones en el período enero-junio de 1998. Paralelamente, de forma similar al comercio global, se ha consolidado el cambio en la composición de las exportaciones mexicanas a este mercado, siendo en 1997 el 85% de manufacturas. Con ello se ha revertido definitivamente la “petrolización” de la economía y el comercio exterior mexicanos, característica distintiva de principios de los años ochenta. Como consecuencia, el TLCAN ha permitido que los productos mexicanos tengan acceso preferencial y se coloquen en lugares privilegiados en el mercado estadounidense. Tal es el caso de sectores como el textil y el acero, los cuales pasaron del 5to. al 1er. y 3er. lugar respectivamente, como proveedores de EE.UU. Por otro lado, México se mantiene entre los principales proveedores de este mercado en electrónica, automotriz y electrodomésticos. El ritmo de crecimiento de las exportaciones mexicanas a EE.UU. duplicó al registrado por las exportaciones del resto del mundo hacia ese país: Para 1997, México exportó a este mercado el doble de lo que le exportó todo el resto de América Latina, 13% más que la suma de las exportaciones de Alemania y el Reino Unido (los principales socios de EE.UU. en Europa) o un monto igual que el de China más Singapur juntos, y vende al mercado vecino 30% más que Hong Kong, Corea del Sur y Taiwan en su conjunto. Con ello, México se ha convertido en el socio comercial más dinámico de los EE.UU., con una tasa de crecimiento promedio anual de su comercio global con este país del 20% para el periodo 1993-1997, es decir, del doble de lo que creció el comercio global de los EE.UU. con todo el mundo. En diez años, dadas las actuales tasas de crecimiento del comercio bilateral con los EE.UU, México desplazará a Canadá como el primer socio comercial de este país. 7 Comercio con Canadá Con relación a Canadá, no obstante el menor dinamismo de las corrientes de comercio bilateral, el TLCAN ha permitido que México se convierta en el principal socio comercial de ese país en América Latina, y el quinto en el mundo. El comercio global México-Canadá se incrementó en un 50.3% entre 1993 y 1997, pasando de 2,744 millones de dólares en 1993 a 4,124 millones en 1997. En este periodo, las exportaciones de México a Canadá crecieron en 37.4%, obteniéndose superávit comerciales desde 1995. Desde esta fecha y hasta 1997, se alcanzó un superávit acumulado de 1,230 millones de dólares. Aunque Canadá representó en 1997 sólo un 1.9% del comercio global mexicano (2% de las exportaciones y 1.8% de las importaciones), México tiene en este país un mercado de creciente importancia para sus ventas externas y un proveedor alternativo de significación frente a EE.UU. Entre los principales productos que se exportan a Canadá se encuentran las computadoras, autos y autopartes, motores, teléfonos y fotocopiadoras. En contrapartida, México compra a Canadá principalmente automóviles y autopartes, barras y perfiles de acero, cajas de fundición para metales, trigo, maquinaria para materias plásticas y computadoras. II. México y el TLCAN: Perspectivas frente a la crisis La dinámica del comercio exterior mexicano, y en particular el comercio y las inversiones generados por el TLCAN, han jugado un papel importante en la reactivación de la economía nacional después haber enfrentado, en 1995, una de la crisis más profundas de su historia reciente. Después de una caída del 6.2% del PIB en 1995, México experimentó una rápida recuperación, hasta alcanzar un 5.1% de crecimiento en 1996 y 7% en 1997. Para los primeros seis meses de 1998 se registró un aumento del 5.4% del PIB, a pesar de la crisis financiera internacional. Las proyecciones hechas en agosto pasado, prevén un aumento de alrededor del 4.3% del PIB en 1998. En 1997, el número de empresas maquiladoras creció un 15% con relación a las establecidas el año anterior, con lo cual su número 8 aumentó a 3,839 empresas. Esta empresas han contribuido al comercio exterior y al proceso de industrialización del país, siendo también una fuente importante de empleos: la industria maquiladora genera el alrededor del 40% de las ventas externas y proporciona empleo actualmente a alrededor de un millón de trabajadores. Como se ha señalado, la estrategia económica de México y la puesta en marcha del TLCAN se han traducido en nuevos flujos de capitales que han convertido al país en un foco de atracción privilegiada de IED. Las medidas de desregulación y de modificación del marco jurídico existente con respecto a la inversión extranjera fueron implementadas desde antes de la entrada en vigor del Tratado, aunque fueron profundizadas con éste. Estas modificaciones abrieron nuevas áreas de participación para el capital foráneo, incrementaron la certidumbre económica y jurídica, simplificaron los procedimientos y trámites administrativos y eliminaron requisitos de desempeño para los inversionistas extranjeros. Así, estas reformas permiten que hoy en día la inversión extranjera participe en alrededor del 80% de las actividades económicas en México, existiendo además la confianza de los inversores internacionales en la solidez de la economía mexicana y sus perspectivas de crecimiento a corto y a largo plazo. Por otra parte, como resultado de la recuperación económica basada en el esfuerzo exportador y en la formación de capital productivo, la tasa de desempleo abierto ha venido descendiendo desde 1996, cuando alcanzó un 6.3% de la población económicamente activa (PEA). Para 1997, esta tasa fue de 3.7%, como promedio anual, en tanto que para julio de 1998 alcanzó sólo el 3.2%. Así se tiene que en el sector formal, entre septiembre de 1996 y julio de 1997 se crearon 738 mil puestos de trabajo, mientras que de septiembre de 1997 a julio del presente año se generaron un millón 100 mil empleos, lo que representa la creación de 100 mil nuevos empleos por mes. Para este último período, el personal ocupado en la industria maquiladora de exportación se incrementó en un 5.3%, lo que significó alrededor de 50 mil plazas laborales de nueva creación. Como se mencionó anteriormente, uno de los aspectos centrales del TLCAN reside en la adopción de un mecanismo eficaz y vinculante para la solución de controversias, que le ha dado certidumbre y 9 transparencia a las relaciones económicas y comerciales trilaterales. Así, el TLCAN ha permitido resolver añejos problemas bilaterales con los EE.UU., como el de las exportaciones mexicanas de aguacate, tomate, atún, carne de puerco, escobas, entre otros. Recientemente México anunció su decisión de llevar a los EE.UU. a un Panel en el marco del Tratado, dada su negativa para abrir, desde 1995 como lo estipula el TLCAN, el transporte transfronterizo de carga a los autotransportistas mexicanos. Profundización del TLCAN En otro orden de ideas, el TLCAN ha generado un alto grado de comunicación y acercamiento de los sectores productivos de los tres países, dando como resultado el apoyo de los respectivos gobiernos a diversas iniciativas surgidas de estos sectores para acelerar la desgravación arancelaria para grupos de productos seleccionados por país y avanzar más rápidamente hacia el libre comercio. Se han celebrado a la fecha dos rondas de negociaciones a este respecto. La primera concluyó en julio de 1997, en donde se aceleró la desgravación de aranceles de importación para diversos productos agropecuarios, químicos, farmacéuticos y algunas manufacturas. La segunda se efectuó en julio de 1998, recayendo la desgravación básicamente en productos del sector textil y del químico-farmacéutico. Este segundo acuerdo de aceleración recae en alrededor de 500 fracciones arancelarias que representan alrededor de mil millones de dólares de comercio trilateral. El mismo beneficia a México con aproximadamente 615 y 62 millones de dólares en exportaciones anuales a EE.UU. y Canadá, respectivamente. Por su parte, EE.UU. y Canadá serán beneficiados con aproximadamente 408 y 9 millones de dólares en exportaciones anuales a México. El TLCAN y la respuesta de México a la crisis En los cuatro años y medio del TLCAN se sucedieron una serie de acontecimientos que influyeron en la aplicación normal del Tratado. Durante 1994 y 1995 se concatenaron acontecimientos políticos y fenómenos económicos que enrarecieron el clima económico del país, determinando la retirada de un monto muy significativo de capitales 10 foráneos de carácter especulativo y sumiendo al país en la más grave contracción económica de su historia contemporánea. Como ya se mencionó, el Producto Interno Bruto tuvo una caída sin precedentes en 1995 de un 6.2%, registrándose disminuciones dramáticas en la inversión, el empleo y la capacidad adquisitiva de los salarios. Sin embargo, la respuesta de México a la crisis no fue, como en el caso de algunos países, una vuelta al proteccionismo y la consiguiente destrucción de comercio. Por el contrario, México reaccionó creando más comercio y, con ello, más inversión, producción y empleo. Gracias a la creación previa de una importante plataforma de exportación reforzada por el propio Tratado, la economía mexicana pudo superar rápidamente esta coyuntura y alcanzar las más altas tasas de crecimiento de la región en los últimos dos años. La estrategia frente a la crisis reclamó la puesta en marcha de un programa emergente para la recuperación económica, en el contexto de un sistema de tipo de cambio flexible y de tasas de interés fijadas por el mercado. Sin embargo, este esfuerzo se enmarcó dentro de una perspectiva estructural y de largo plazo. En 1996 vio la luz el Programa Nacional de Financiamiento al Desarrollo (PRONAFIDE), cuyo objetivo es el de aumentar sustancialmente la tasa de ahorro interno, promover inversiones productivas genuinas de largo plazo y desalentar la entrada de capitales especulativos como medio para financiar el déficit corriente de la balanza de pagos. Este programa complementa al Programa Nacional de Política Industrial y de Comercio Exterior, encaminado al fomento de las exportaciones, a elevar la productividad del sector industrial, a integrar las cadenas productivas incorporando a las pequeñas y medianas empresas y a mejorar el marco regulatorio de la actividad empresarial. Como resultado, el crecimiento del PIB (5.2% en 1996) se consolidó en 1997 con un 7% anual, que se generalizó a toda la economía en virtud de la recuperación en aquellos sectores cuya producción se destina fundamentalmente al mercado doméstico, al tiempo que se mantuvo el dinamismo de la actividad exportadora, principalmente del sector manufacturero. En 1998, a pesar de los efectos de la crisis asiática, se ha mantenido la recuperación de los niveles de consumo e inversión privados. En el primer trimestre del año, el consumo privado aumentó 11 10% anual en términos reales, en tanto que la inversión privada lo hizo en 28.5%. En ambos casos, los crecimientos fueron superiores a los registrados en cada trimestre de 1997, lo que muestra que el restablecimiento del mercado interno se ha sostenido, a pesar del cambio en las condiciones internacionales que enfrenta la economía. La expansión de la actividad productiva ha continuado en el transcurso del presente año. Durante el primer semestre de 1998 el PIB creció 5.4% respecto al mismo periodo del año anterior, como resultado de expansiones de 7.5% en las actividades industriales y de 5.6% en los servicios. Por su parte, la tasa de desempleo abierto ha continuado su tendencia descendente. En el periodo enero-julio de 1998 promedió el 3.3% de la PEA, mientras que en el mismo periodo del año anterior esta tasa era del 4.1%. Por otro lado, la gradual recuperación del poder adquisitivo de los salarios se ha mantenido durante 1998 y se ha generalizado en prácticamente todos los sectores de la economía. En 1997, la tasa de inflación anual fue del 15.7%, cifra que representó poco más de la mitad de la inflación registrada un año antes y menos de una tercera parte de la observada en 1995. La inflación acumulada de enero a julio de 1998 fue de 9.3%, aunque se espera un repunte para los últimos meses de este año que la ubicaría en alrededor del 16%. Ello como resultado del deterioro del tipo de cambio, a consecuencia de la volatilidad de los mercados financieros en los últimos tiempos. En cuanto al sector externo, entre 1997 y el primer trimestre de 1998 se observó un gradual aumento del déficit de la cuenta corriente, que ascendió a 7,448 millones de dólares en 1997 y a 3,438 millones en el primer trimestre de 1998. Esta evolución ha sido resultado natural de la reactivación del mercado interno, de los mayores niveles de inversión y, en especial en 1998, de la disminución de los precios internacionales del petróleo. Sin embargo, dicho déficit ha sido financiado fundamentalmente con ahorro externo de largo plazo, específicamente con inversión extranjera directa, que acumuló un monto de 12,478 millones de dólares en 1997 y 2,041 millones en el primer trimestre de 1998. Por su parte, la inversión extranjera de cartera representó poco menos de 36% de la inversión extranjera total entre enero de 1997 y marzo de 1998. Esto se compara favorablemente con el periodo 1989-1994, en el 12 que la inversión extranjera de cartera significó poco más del 70% del total, lo que situaba a la economía en una posición más vulnerable. Las exportaciones de bienes registraron una tasa de crecimiento anual de 15% en 1997, en tanto que en los primeros siete meses de 1998 el incremento fue de 8.7%. En este último periodo las exportaciones no petroleras aumentaron 13.6%, lo que muestra que las condiciones internacionales no han influido de manera significativa en las ventas externas de este tipo de bienes, determinadas cada vez más por los aumentos en la productividad y en la competitividad. Así, con base en los indicadores económicos observados, se aprecia que en el transcurso de 1998 se ha mantenido el crecimiento de la actividad económica, lo que a su vez se ha reflejado en aumentos sostenidos de los niveles de empleo y en una recuperación gradual de los salarios reales. La importancia de estos resultados es mayor si se toma en cuenta el deterioro del entorno económico internacional. Como producto de la crisis en los mercados financieros internacionales, en 1998 se ha observado una escasez relativa de recursos externos En el caso de México, ha habido además una fuerte disminución de los ingresos del sector público como resultado de la drástica reducción en los precios internacionales del petróleo. A pesar de que las exportaciones de petróleo crudo representaron tan sólo el 9.4% de las ventas totales al exterior en 1997 (en contraste con el 65% en 1982), para 1997 el 36% de los ingresos del sector público provino del sector petrolero. Por ello, la caída en el precio del crudo debió ser contrarrestada por un ajuste en las finanzas públicas que permitiera mantener la meta de un déficit público de 1.25 por ciento del PIB para 1998. En el terreno cambiario, el régimen de flotación del peso establecido desde diciembre de 1994 ha permitido preservar la competitividad del aparato productivo y disminuir los costos de los choques externos sobre la economía, al distribuir su impacto entre las tasas de interés y el tipo de cambio. Así, al no haber recaído el impacto totalmente en las tasas de interés, se afectaron en menor medida la inversión y el crecimiento de la producción y el empleo. Además, la libre determinación del tipo de cambio y de las tasas de interés por el mercado ha coadyuvado a regular los movimientos de 13 capital a corto plazo. Esto debido a que el ajuste simultáneo de dichas variables ante eventuales entradas o salidas masivas de capital al país, inhibe la inversión en cartera de carácter especulativo. En consecuencia, a diferencia de otros países de la región, México no ha experimentado, al menos hasta ahora, una fuga masiva de reservas internacionales, las que se ubican actualmente en el orden de los 29 mil millones de dólares. Así, aunque la economía mexicana, como el resto de las economías de la región, ha sufrido los embates de la actual crisis financiera internacional, sus efectos han sido relativamente menores dado que se estaba mejor preparado para enfrentarla. En ese sentido, y sobre la base de la estrategia de apertura comercial y reconversión productiva adoptada desde los ochentas, el Tratado ha significado un mecanismo de reaseguro para México, en la medida que le garantiza acceso preferencial a la economía más grande del mundo, que además atraviesa por un periodo de prosperidad sin precedentes que podría sin embargo estar tocando a su fin. Las metas económicas para 1998 y 1999 se han tenido obviamente que corregir para mantenerse dentro de un saludable y prudente realismo, máxime cuando se debe tomar en cuenta las exigencias adicionales de recursos impuestas por el enorme esfuerzo de reconstrucción frente a catástrofes naturales como el huracán Paulina y, más recientemente, las tremendas inundaciones en Chiapas y otros estados de la República. A manera de conclusión En el plano externo, la administración del Tratado y los intercambios comerciales con EE.UU., a pesar de su éxito indudable, han estado signados por las presiones de ciertos sectores de la economía y la sociedad estadounidenses, que han querido convertir a México y a los trabajadores migratorios mexicanos en chivos expiatorios de sus propias falencias y dificultades, buscando entorpecer las exportaciones mexicanas con medidas unilaterales injustas e irritantes. Tal es el caso de las múltiples barreras técnicas al comercio o el uso de las medidas sanitarias y fitosanitarias de manera injustificada y arbitraria. 14 Asimismo, ha sido particular motivo de irritación en la relación bilateral la llamada Ley Helms-Burton, cuya arbitrariedad y extraterritorialidad ha concitado su reprobación prácticamente universal. Al respecto, México ha manifestado su total rechazo y dado que la mencionada ley estadounidense es violatoria del TLCAN, México está evaluando conjuntamente con Canadá la manera de enfrentar esta situación. Por otra parte, el rápido crecimiento de los intercambios comerciales con los EE.UU. y Canadá ha puesto de manifiesto la necesidad de adecuar la infraestructura física, los sistemas de transporte, las instituciones y los mecanismos para la facilitación del comercio, lo que ha llevado a realizar cuantiosas inversiones que, sin embargo, son aún insuficientes. Haciendo el balance de lo que ha sido el TLCAN para México, se puede afirmar que: Primero; el Tratado ha proporcionado un marco legal de referencia para el desenvolvimiento de la relación económica bilateral con reglas claras del juego y con un mecanismo efectivo y transparente de solución de controversias. De esta forma, la integración de facto que desde muchas décadas atrás se venía operando entre la economía mexicana y la estadounidense, tiene ahora un horizonte de referencia más predecible, menos caprichoso y caótico que en el pasado. Segundo, el TLCAN ha propiciado que México se consolide como un polo importante de atracción de capitales externos, en un momento en que el proceso de desarrollo del país se encontraba enfrentado de nuevo con el cerrojo de la falta de recursos para financiarlo. En ese sentido, el Tratado ha permitido proyectar la imagen de México como un país “seguro” para la inversión extranjera, con un futuro económico altamente promisorio y con un marco jurídico de respeto a los derechos de propiedad. Tercero, el Tratado ha dado un nuevo impulso a la competitividad y modernización de la planta productiva del país, insertando más eficientemente a México en la economía regional y mundial. El proceso de reconversión productiva operado en México desde mediados de la década pasada ha experimentado, con la entrada en vigor del TLCAN, una aceleración en su ritmo, profundidad y extensión. Con ello se han 15 sentado nuevas bases para la creación de empleo productivo y más elevados niveles de bienestar. Ha surgido asimismo una nueva cultura empresarial, no sólo entre los grandes conglomerados industriales y comerciales, sino también entre las pequeñas y medianas empresas, incluidas las unidades de producción agropecuaria. Todo esto en ruptura con el proteccionismo, la ineficiencia productiva y el paternalismo estatal que caracterizaba tradicionalmente al aparato productivo del país. Indudablemente que este proceso de modernización económica ha centrado el debate nacional en torno al problema distributivo y de equidad que México, como la mayoría de las naciones latinoamericanas, ha padecido secularmente. Pero no es a través de un retorno al proteccionismo, sino en la búsqueda de soluciones innovadoras basadas en la competitividad y la productividad, que el país logrará incorporar a los sectores mayoritarios de la población a los frutos del crecimiento. Desde esta perspectiva, tanto la continuidad del esfuerzo exportador como una racionalización de las importaciones en función de las necesidades del aparato productivo, son piedras angulares de una recuperación económica durable, que cree empleos y que conjure eficazmente la tendencia secular al desequilibrio externo. Brasilia, 7 de octubre de 1998 16