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En el marco de una visión fundamentalmente “productivista” del desarrollo económico,
SIDbaires otorga a la industria un rol central en el proceso de acumulación y
reproducción material de la economía. En otras palabras, se concibe a la actividad
industrial como el centro de gravitación en el cual concurren y se amplían mayormente
las diversas fuentes de valor: capital físico y financiero, trabajo, recursos naturales,
ciencia y tecnología, etc. En este sentido, los procesos de agregación de valor
implicados son condición sine qua non para el crecimiento económico sostenido y con
inclusión social ascendente. A los efectos de dar mayor claridad a los conceptos
vertidos cabe mencionar lo siguiente:
1) La agregación de valor se constituye básicamente por la retribución a los
factores de producción; es decir, el ingreso nacional. Por lo tanto, el
crecimiento económico debe implicar la sustitución de trabajo extranjero por
trabajo argentino, ya sea por la vía de la sustitución de importaciones como por
el incremento de las exportaciones. Naturalmente, esto sería estrictamente así
en una situación de ingreso mundial “fijo” con características “paretianas”. En la
práctica, el valor agregado mundial tiende a ser creciente y, en consecuencia,
ya no estaríamos en presencia de un juego de suma cero. Sin embargo, es
condición necesaria que de un momento a otro este “crecimiento” sustitutivo
sea más que proporcional al crecimiento del ingreso mundial a los efectos de
ganar posiciones en el reparto internacional.
2) Teniendo en cuenta lo mencionado en el punto anterior, se entiende que en el
caso argentino la actividad industrial constituye el terreno más fértil para los
objetivos expuestos, no sólo por su condición deficitaria en productos
industriales y superavitaria en productos de escaso valor agregado, sino
también por aspectos meramente técnicos que permiten que las fuentes de
valor antes señaladas interactúen potencialmente en forma virtuosa.
3) Del punto 2) se desprende un aspecto socio-económico no menor que también
hace a la viabilidad del crecimiento: la dualidad de la estructura económica
argentina; es decir, su inserción internacional como un mero exportador de
alimentos (y otros recursos naturales) coexistiendo con un sector industrial en
relativa desventaja competitiva colocan un límite bastante cercano a las
posibilidades de expansión de su economía, con un resultado social bien claro:
12 millones de pobres y niveles de desempleo que tienden a ubicarse
estructuralmente en torno a los dos dígitos. Aquí es donde toma relevancia lo
mencionado en el punto anterior respecto al rol de la industria como factor de
inclusión social.
Dicho esto se entiende que los actuales desequilibrios estructurales de la economía
argentina, en un contexto esencialmente capitalista que se asume invariante, son
producto del predominio histórico de proyectos socialmente inviables como el modelo
agro-exportador o de la especulación financiera1; así como de diversas experiencias
favorables a la industria que devinieron en procesos incompletos, erráticos y
generalmente mal gestionados. Estas marchas y contramarchas han tenido diversas
consecuencias también desde lo político e institucional pero fundamentalmente en los
De ninguna manera se intenta aquí reeditar la vieja antinomia “campo vs. industria” sino todo
lo contrario. Las extraordinarias condiciones de la actividad agropecuaria en la Argentina deben
concebirse como una oportunidad para el desarrollo que, como se dijo, tiene como condición
necesaria la creciente agregación de valor industrial. En este marco, las actividades primarias
(agro-ganadería y minería) deberán articularse convenientemente con la industria sin dejar de
lado su rol central no sólo en las economías regionales, sino también en la economía mundial.
1
últimos 50 años han tenido un denominador común: la discontinuidad y el
estancamiento del crecimiento económico.
En consecuencia, es preciso retomar una agenda de desarrollo que contemple las
premisas expuestas en torno a objetivos de corto, mediano y largo plazo, articulando
las diversas fuentes de valor –y a los agentes económicos involucrados- en el sentido
indicado. Para ello, todos los niveles de gobierno deben estar coordinados de manera
inteligente y programada, interviniendo en la economía de diversas formas: como
regulador, proveyendo bienes públicos, orientando y articulando la actividad privada e
incluso complementando la misma cuando fuera necesario por razones técnicas o
socio-económicas. Las acciones de promoción de la industria deben incluir la fijación
de metas claras en términos intertemporales, para su posterior seguimiento y
evaluación. Este rol fundamental del Estado deberá llevarse a cabo en un engranaje
institucional acorde a los objetivos que se plantean, operando de manera transparente,
privilegiando la gestión técnica y garantizando su estabilidad en las diversas
sucesiones democráticas2.
En este marco ideológico-conceptual, el área de política industrial de SIDbaires
abordará las siguientes materias, entre otras:

Análisis y seguimiento de la coyuntura industrial

Estudios especiales que hacen a los diversos aspectos del desarrollo industrial

Tomará posición en torno a diversos temas de actualidad industrial
Propuestas de acción en el área de su competencia, ya sea en el ámbito
académico como en los diversas instituciones democráticas (partidos políticos,
comisiones legislativas, instituciones educativas, prensa, etc)


Debate sobre el rol de la industria nacional en el actual contexto internacional,
frente a los grandes desafíos que se vislumbran en torno a su vinculación (o
desvinculación) con el capital financiero, la sustentabilidad del medio-ambiente, la
eficiencia energética y social, etc.
Definición político-conceptual sobre del perfil industrial de la Argentina en
términos de: tamaño y concentración de las unidades productivas, relaciones con
las fuerzas de trabajo, vinculación posible con el sistema de innovación nacional,
tipos de articulación con el Estado, etc.

Líneas de trabajo específicas para promover la innovación y la competitividad
de las empresas (clusters y asociatividad, normas y procesos, polos tecnológicos,
internacionalización, redes, etc)


Integración productiva a nivel MERCOSUR
Con respecto a este punto cabe señalar la tantas veces anunciada y nunca llevada a cabo
reforma del Estado, orientada a mejorar la gestión pública. En este sentido, resulta necesario
avanzar en mecanismos que permitan profesionalizar las diversas áreas técnicas a nivel de
ministerios, secretarías, etc en el marco de planes de carrera efectivos vinculados a la agenda
para el desarrollo, articulados con cámaras empresarias, sindicatos, universidades y otras
entidades. Dichos planes deberán marcar objetivos claros que permitan dotar de cierta
independencia a los cuadros técnicos de los cuadros políticos, sometiendo a los mismos a
controles de gestión más objetivos pero también confiriéndoles mayor continuidad e incentivos.
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