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CIUDADANÍA, BASE Y BASTIÓN DEL INDIVIDUO
Durante los seis meses, aproximadamente, del cursado de la materia, enfoque mi
atención y mi interés sobre un concepto específico que me permitió ver y observar las
prácticas políticas, sociales, culturales, económicas, etc., que, nosotros, los argentinos
desarrollamos en nuestro país, desde el corazón, desde el embrión madre, desde la
célula mas importante; desde nuestra condición de ciudadanía. Un concepto al que la
historia lo ha llenado de aciertos, desaciertos y que ha provocado, con el interrumpible
paso del tiempo, el enriquecimiento del análisis político y social de nuestra realidad
actual. En parte, por estos motivos, creo importante cerrar mi desempeño como cursante
activo de la cátedra, desarrollando, una vez más, este concepto un tanto claro y a la vez
confuso, teniendo en cuenta la implicancia que tiene en nuestra era.
Puedo definir a la ciudadanía, coincidiendo con Marshall, en que es “plena
pertenencia a una comunidad, donde pertenencia implica participación de los
individuos en la determinación de las condiciones de su propia asociación. La
ciudadanía es un estatus que garantiza a los individuos iguales derechos y deberes,
libertades y restricciones, poderes y responsabilidades”1. Pero además la ciudadanía,
en si misma, es un principio de igualdad y soberanía. Y en cuanto a categoría sociopolítica, como un concepto con relación a un conjunto de prácticas sociales, se
encuentra en constante y permanente cambio y construcción; es un término en
correlación directa con los derechos y la conquista de éstos. Agrego que para Giddens,
en contraposición critica, “el desarrollo de la ciudadanía, como la pertenencia a una
comunidad política global, esta íntimamente conectado con el nuevo ordenamiento del
poder político y la politización de las relaciones sociales y las actividades cotidianas
que le siguieron”2, según el autor podría decirse que ciudadanía en sí es, entonces, un
producto del sistema o del establishment, es decir, del grupo de autoridad que maneja el
poder estatal.
Ahora bien, creo pertinente determinar y describir el contexto que rodea al
concepto de ciudadanía, que en este momento de la historia se desarrolla: la modernidad
o como otros prefieren llamarla, adelantándose en tiempo y espacio, la postmodernidad.
Para Wittgenstein y el existencialismo, existen “tres males de la modernidad”, que los
Marshall en David Held “Ciudadanía y autonomía” Pag. 42. “La Política” Revista de estudios sobre el
Estado y la Sociedad. Octubre de 1997. Edición Paidos Bs As
2
Giddens en David Held “Ciudadanía y autonomía” Pag. 50. “La Política” Revista de estudios sobre el
Estado y la Sociedad. Octubre de 1997. Edición Paidos Bs As
1
voy a tomar, haciendo una reflexión personal sobre cada punto, para dibujar esta
dimensión de tiempo y espacio en la que se encuentra la ciudadanía. El primero de ellos
es “nuestra alienación con respecto de la realidad”, de la realidad mediatizada,
prefabricada por las grandes empresas de comunicación, que imposibilitan la libertad a
la diversidad, la libertad a poder elegir, la libertad a informarse o desinformarse como
uno quiere, pero que permite que el ciclo de la democracia capitalista funcione, girando
en el mismo círculo, el millonario que cree su propia noticia, la fabricada por su medio;
y el pobre que no se puede separarse de su relación de dependencia individual y social
con la cultura hegemónica. De esta manera, la realidad, de la estamos alienados, se
convierte en la imagen que la propia clase dominante desea dar, suprimiendo en gran
parte esa ciudadanía. El segundo mal, que se correlaciona con el anterior, corresponde a
“nuestra alienación respecto de unos y otros”, y corre aquí, algo que ya he mencionado
anteriormente, la dominación de una clase superior, y que a pesar de creernos libres, aún
en nuestro 2010, seguimos “dependiendo” de las imposiciones de culturas que no nos
pertenecen, quedando a la intemperie de problemas que tampoco nos pertenecen, y que
intentamos solucionarlos con recetas que son pobres y mundanas en nuestra sociedad, y
que además tampoco nos pertenecen. De esta forma, nuestra ciudadanía queda
congelada y entumecida, respondiendo una vez más, a los intereses de unos pocos
“unos y otros”. Finalmente el tercer y último maleficio de la modernidad es “nuestra
pérdida de capacidad de acción”, que en otras palabras es nuestra pérdida de capacidad
de poder en la sociedad. Con esto me refiero a la pérdida de “la capacidad para actuar
de acuerdo a la consecución de los propósitos e intereses de cada uno, la capacidad de
intervenir en el curso de los acontecimientos y de afectar los resultados”3; la forma de
la que depende nuestra lucha por ser ciudadanos y por ende la obtención de nuestros
propios derechos. Ese poder que nos posibilita intervenir en los acontecimientos
sociales es, según Thompson, el “poder simbólico”, el que nos permite “llevar a otros a
actuar o responder de determinadas maneras, y dar preferencia a un tipo de acción
antes que a otro, para creer o dejar de creer”4.
Quizás estos sean los motivos, es más, personalmente creo que los son de la
movilización y aglomeración de sectores civiles en grupos sociales que intentan y
muchas veces logran, conquistas en materia de derecho motivados por la acción política
y social sobre un interés común. Estos movimientos se establecen “reclamando la
3
4
John B. Thompson “Comunicación y Contexto social”.
John B. Thompson “Comunicación y Contexto social”.
esfera de la acción política dentro de la sociedad civil como espacio propio desde el
cual se desafían las prácticas e instituciones privadas como las correspondientes a la
política institucional”5. Así, estos resultan de la representación organizada de intereses
y oportunidades propias al ciudadano y se encuentran en relación con la creciente
sensibilidad pública hacia temas que tienen que ver con los bienes comunes. De esta
manera los nuevos movimientos sociales, en los que se reúne la cuestión de clase y la
lucha por derechos en pro de la construcción plena de la ciudadanía, pueden ser
descriptos, como movimientos temáticos que elaboran el nivel de integración que
encuentran justificable apoyándose unos a otros. Esta irrupción de los movimientos
sociales, o como Claus Offe denomina “nuevo paradigma”, en cierta forma, podríamos
pensar que responde a la idea de Giddens que mencioné en los primeros párrafos, en la
que el autor atribuye, a grandes rasgos, que la ciudadanía esta creada por interés de la
clase hegemónica, funcionando como una legitimación más del sistema, y perdiendo así
su importancia como característica social primordial en la construcción de una
comunidad.
Es aquí el momento en el que podemos hablar de democracia, de democracia
participativa (la que supuestamente rige en nuestro país), como conceptualiza Jean L.
Cohen y Andrew Arato en “Sociedad Civil y Teoría Política”; un sistema y forma de
gobierno que “le permitirá a todos los ciudadanos, y no sólo a las élites, adquirir una
cultura política democrática”6, y que además le otorgará un lugar, un espacio (entre
estos están los movimientos sociales, partidos políticos, organizaciones sindicales, etc.)
a través del cual los seres sociales intentan enriquecer y fortalecer su condición de
ciudadanía. Agrego que a mi entender la democracia es no sólo el que participen todos
como titulares en el ejercicio del poder gubernamental, sea de forma directa o por
representantes, sino el que, también, todos participen en los beneficios. Porque no es
forzar la racionalidad del argumento el suponer que, además de querer intervenir en las
decisiones políticas, se pretenda ser beneficiario de las mismas, igual que los demás. Y
es todo esto, precisamente, fundamento de la representación política. Debido a esto sin
democracia no existe la ciudadanía y esto no es un gran descubrimiento, es imposible
pensar que en una monarquía se respeten derechos y garantías en igualdad para todos
desde la teoría hasta la pragmática.
Claus Offe “La Gestión Política: Nuevos movimientos sociales” Pag 230. Colección ediciones de la
revista de trabajo núm. 23. Ministerio de trabajo y seguridad social de España.1992
6
Jean L. Cohen y Andrew Arato, “Sociedad Civil y Teoría Política”. Pag 26. Fondo de Cultura
Económica, México D. F. 2000
5
Por esto quizás seamos unos privilegiados, quizás por esto tengamos interés en
ser ciudadanos. Pero, ¿somos ciudadanos? Nosotros, argentinos, en este 2010 ¿gozamos
de esa facultad esencial que nos permite declarar que somos hombres y mujeres libres, y
que usamos esa libertad como forma y poder para integrar y desarrollar la estructura
política y social de nuestro país?¿Somos todos ciudadanos iguales, cuando muchos aún
no saben que es ser ciudadano? En esta batalla por el reconocimiento de los derechos
del hombre, por la equidistribución económica, política y cultural, en esta batalla que
solo comprende el interés por dejar de ser los últimos en lista de espera mundial;
debemos creer, transformar y desplegar la idea de que la ciudadanía y el ser ciudadano
son una construcción de todos nosotros, un hecho comunitario y social, que no
corresponde al derecho de votar y elegir solamente, sino que integra parte de la base
estructural de las garantías que un estado debe dar y una sociedad debe tener para el
desarrollo de los sujetos que la componen; una base estructural articulada y bien
pensada en la que se establezcan con compromiso y exactitud el cumplimiento de los
derechos civiles, políticos y económicos, propios del individuo; una base estructural que
dirime entre las diferencias sociales, culturales y naturales, estableciéndonos a vos, a mí,
y a todos los argentinos de la era moderna, en el plano máximo de igualdad, en la
cúspide de la ciudadanía misma.
Quiero terminar el presente trabajo de finalización de la cátedra, citando a uno
de los hombres mas importantes que tiene nuestra historia, Ernesto Guevara dice:
“...todos los pueblos del mundo deben unirse para conseguir lo más sagrado, que es la
libertad, que es el bienestar económico, que es el sentimiento de no tener absolutamente
ningún problema insalvable por delante...”; a lo que le agrego: el pueblo argentino,
también debe unirse, para reconquistar su capacidad, su derecho y garantía como ser
social de nuestro país, que es la ciudadanía.