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La columna o artículo de opinión
Es un texto que manifiesta el sentir o el pensar (punto de vista) de una determinada persona, que
suele ser un personaje notable o de relevancia en las letras, política u otras áreas y está ligada (en
trabajo pero no necesariamente en compartir la línea editorial) al periódico.
El columnista, como se le llama a esta persona, escribe semanalmente o según lo acordado con
la entidad. Se diferencia del editorial, pues este texto sí lleva la forma y el nombre de quien escribe.
El lenguaje que se utiliza, por lo general, en las columnas o artículos de opinión, tiende a lo ameno,
ya que pretende captar la atención de quienes lean y, posteriormente, su aceptación.
En ocasiones, las columnas o artículos difieren del pensamiento del diario o de la institución y esto
queda expresado en las líneas que contemplan los párrafos, en los que se puede abarcar distintos
temas, tengan o no importancia, quedando a la subjetividad, la elección de éste por parte del autor
de la columna. Asimismo, quien escribe tiene total libertad en el uso de los recursos estilísticos que
incorpore, sin embargo, hay limitantes en cuanto a la cantidad de palabras, por ende, letras a
escribir y a que su columna sea entendible para los lectores.
Ropa usada
Yamuna cree en la reencarnación y en Krishna, y vende ropa usada. Desde que lo conocí, ya no
compro mis prendas de vestir en las tiendas: él aparece como un “avatar” en mi casa, con dos
bolsos, de los que salen chaquetas, pantalones, chalecos de todos los tipos y tallas. Y salen y
salen de esas bolsas que se ven pequeñas, pero en las que parece caber toda la ropa usada del
mundo, como si no tuvieran fondo.
Yamuna cree en la reencarnación, y cada vez que viene aprendo algo más del hinduismo, tal vez
la religión más antigua del mundo, y mientras me pruebo las chaquetas de cuero que siempre me
quedan cortas de mangas, siento que soy por un momento Arjuna, al que Krishna viene a decir lo
que hay que hacer en el campo de batalla.
Yamuna sonríe cada vez que me habla de la muerte, la reencarnación, el dolor, y no me extraña:
alguien dijo una vez que el dios que vendrá será un dios que ría y baile.
Yamuna cree que el cuerpo es sólo una morada pasajera, la cáscara que botaremos cuando
superemos nuestros karmas, cuando evolucionemos, cuando aprendamos en esta escuela -la
vida- que fue regalada a nuestra alma.
Yamuna ríe cuando le muestro el hermoso chaleco que escogí y en el que no quepo.A veces
siento que toda esta ropa usada por otros muestra de verdad lo que son nuestros cuerpos: ropa
que, al usarse, se botará, para que la recoja otro en otra vida.
¿Para qué esmerarse en tener ropa nueva y bella, si nosotros seremos los primeros en caducar,
antes que los impermeables, las chaquetas, los zapatos, que nos sobrevivirán? Pienso en todos
los que se habrán ido y habrán usado estos pantalones que me pruebo, en los muertos que nadie
recuerda y cuya intimidad yo invado cada vez que compro una prenda de vestir a Yamuna. Y
empiezo a entender y a gustar de esa provisionalidad, a saber que todo, la ropa que vestimos, las
cosas que usamos, nosotros mismos, seremos pasados a otros, en una posta infinita, en la que lo
nuevo será irrisorio, y lo usado, un valor. Un mundo de canje, trueque, un mundo donde todo será
reciclado, porque hasta nuestros cuerpos serán reciclados por la tierra, y la tierra, reciclada en el
cosmos. Es cosa de ver una supernova, su explosión fulgurante que regala carbono, hidrógeno,
materia para que se formen otras estrellas. Porque así nacimos, nuestro planeta y nosotros: de un
reciclaje infinito de polvo de estrellas.
Yamuna lleva el “Bhagavad Gita” en su bolso, uno de los libros más bellos jamás escritos. Cada
vez que lo lee, caigo en trance y cierro los ojos, y huelo incienso que embriaga, y al probarme una
hermosa camisa casi nueva, siento que yo y la camisa y Yamuna y todo lo que nos rodea
desaparecerá en una danza, al final de la cual aprenderemos que la realidad es ilusión.
¿Y el amor, y los lazos, y lo que nos ata a la tierra? Puro apego. Eso me repite Yamuna: apego
que esconde el verdadero rostro del verdadero amor. Me cuenta la historia de un rey que era muy
solo y pidió a un dios tener un hijo, y se le dijo que al tenerlo, conocería el amor, pero también el
dolor, porque el amor es apego y apego da dolor. El hijo llegó, él lo crió, le dio todo… pero el niño
murió, y el hombre cayó en una honda desesperación y se convirtió en un vagabundo.
Hasta que los dioses le pidieron al alma del niño que volviera a calmar a su padre. “¿Cuál padre?” preguntó el niño-. Había olvidado al último de entre muchos padres que había tenido en sucesivas
reencarnaciones.
Yamuna sonríe, con dulzura. Lo miro y pienso: ¿De dónde saca toda esta ropa Yamuna? Y si él es
otro, ¿quién es de verdad Yamuna? ¿Será tal vez la reencarnación del mismo rey del cuento, el
que perdió al hijo? Me despido de él, cierra sus bolsos sin fondo, y no sé si volverá de nuevo, o en
otra forma, o en otro universo. Me vuelvo a probar mi hermosa y vieja chaqueta “nueva” frente al
espejo, me miro, y me pregunto: “Pero, ¿quién eres tú, quién eres, con esa chaqueta que fue de
otro, en un espejo que sólo muestra el reflejo de una ilusión?”.
(El Mercurio, Columna de Opinión: Cristián Warnken. Agosto 07 del 2008)