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CONSTRUCCIÓN DE VALORES EN LA CIUDAD
Jorge Humberto Peláez S.J.
Al cumplir cien años de existencia, la Arquidiócesis de Cali hace un alto
en el camino, presidida por su Arzobispo y por los Obispos Auxiliares, con el
fin de reflexionar sobre los desafíos que le plantea a la evangelización la
complejidad de la ciudad. Es una construcción colectiva a la que aportan todos
los agentes evangelizadores que prestamos nuestro servicio en Cali.
Se me ha pedido profundizar en el tema CONSTRUCCIÓN DE
VALORES EN LA CIUDAD. Como queda planteado desde el enunciado del
título, se trata de un aporte desde la ética, dejando a un lado aspectos muy
importantes que fueron desarrollados con gran competencia por los
conferencistas que me precedieron.
Mi exposición tendrá dos partes: una aproximación teórica y otra
orientada a lo pastoral. En la primera parte, nos preguntaremos cuáles son los
desafíos axiológicos que plantea la ciudad de Cali a la acción pastoral de la
Arquidiócesis. En la segunda parte, propondré algunas acciones que permitan
hacer operativos los principios anteriormente expuestos. Sin más preámbulos,
entremos en materia.
¿Cuáles son los desafíos axiológicos que plantea la ciudad de Cali a la
acción de la Arquidiócesis?
Ignacio de Loyola, experimentado maestro de espiritualidad, afirmaba
que el acompañamiento de los individuos y los grupos debe hacerse teniendo
en cuenta personas, tiempos y lugares. Con esta fina observación, Ignacio de
Loyola nos sugiere que no podemos manejar un discurso evangelizador
genérico, el cual repetimos de la misma manera en la Costa Caribe y en el
Pacífico, en el altiplano cundiboyacense y en los llanos orientales, en el Valle
y en Nariño, en Antioquia y en la isla de San Andrés.
La acción evangelizadora que tiene en cuenta personas, tiempos y
lugares está ubicada en una realidad concreta. Cali es nuestro referente.
¿Cómo acercarnos a su compleja realidad? Ciertamente podemos hacer
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muchas lecturas sobre la realidad caleña. Yo los propongo como clave de
lectura la multiculturalidad.
Cali es punto de encuentro de numerosas y ricas tradiciones culturales
que se han venido entretejiendo para conformar este fascinante microcosmos
que es nuestra ciudad. Aquí conviven los caleños raizales, las familias
vallunas que se trasladaron desde las ciudades y poblaciones vecinas; hay una
significativa presencia de afrodescendientes; en Cali han encontrado acogida
nariñenses y antioqueños, como también los caucanos. Se trata sólo de una
muestra de los ejemplos más significativos, pues la lista es más larga.
Para poder profundizar en las implicaciones de la multiculturalidad en
nuestro Departamento, es útil acudir al concepto de “vallecaucanía”, acuñado
por Oscar Gerardo Ramos, expresión de los mejores valores de esta tierra de
promisión. La “vallecaucanía” debe comprenderse como una postura ante la
vida que incluye una serie de valores que hacen posible esta experiencia de lo
diverso, una evaluación positiva de los valores presentes en otras culturas y su
incorporación.
¿Por qué llegaron a Cali estos diversos colectivos? Aunque cada
persona y cada grupo familiar tienen su propia historia, sí existen comunes
denominadores que explican, al menos parcialmente, las diversas olas
migratorias. Muchos han venido a Cali atraídos por el potencial económico
que ofrecen la riqueza de su suelo y su privilegiada situación geográfica. En
las décadas anteriores, Cali experimentó un brusco crecimiento al recibir a las
familias que huían de la violencia partidista que teñía de sangre los campos de
Colombia. En los años ochenta, Cali fue un poderoso polo de atracción por la
dinámica económica generada por los dineros del narcotráfico y que, como
subproducto nefasto, arrasó con la tradición de civismo de la ciudad. Y en los
últimos tiempos, Cali se ha visto desbordada por la presencia de miles de
desplazados que huyen de las masacres perpetradas por los diferentes actores
del conflicto armado.
Podemos comparar la presencia de estos diversos grupos culturales con
afluentes que entran a formar parte de ese caudaloso río que es la cultura de
Cali. Se generan poderosas dinámicas sociales. Igualmente la
multiculturalidad es potencialmente explosiva si los diversos grupos no logran
incorporarse a la vida productiva, social y política de la ciudad, y su
marginamiento es aprovechado por las fuerzas oscuras del narcotráfico, la
guerrilla y la delincuencia común.
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En este momento de nuestra reflexión nos podemos preguntar ¿qué
significa reconocer el hecho sociológico de la multiculturalidad, con sus luces
y sombras, como punto de referencia para la acción pastoral de la
Arquidiócesis?
Ante todo, hay que conocer en profanidad las subculturas más
significativas que están presentes en la ciudad. Y no se trata de un
conocimiento superficial, resultado del sentido común o de la intuición. Se
trata de conocer las subculturas utilizando las herramientas que ofrecen las
ciencias sociales. Hay que profundizar en sus tradiciones, lenguajes, símbolos,
celebraciones, estructura familiar, vínculos sociales, etc. Este conocimiento de
las subculturas se facilita si la Arquidiócesis cuenta con agentes de pastoral
provenientes de esas comunidades o con un largo historial de vinculación a
ellas.
Las Universidades que están presentes en la ciudad de Cali han
realizado interesantes investigaciones sobre los grupos juveniles, las
comunidades indígenas y negras, sobre las mujeres cabeza de familia, etc.
Valdría la pena que la Arquidiócesis, a través de Pastoral Social, se acercara a
las Universidades para conocer los estudios realizados y promover una
profundización por parte de los agentes de pastoral. Recordemos que la
multiculturalidad hay que conocerla en profundidad.
Reconocer el fenómeno multicultural no garantiza generar mecanismos
o propuestas de interacción entre las diferentes culturas. Reconocer
efectivamente este fenómeno implica una serie de valores como el respeto por
el otro, por su imaginario y por su autonomía como punto esencial que permite
garantizar el desarrollo de cada comunidad. Al tiempo que reconoce que cada
cultura crea sus propias maneras y modos de comprender la realidad y que no
existe una única interpretación. En términos de la evangelización, es lo que
permitió a la Iglesia hacer un proceso de evangelización.
El reconocimiento del hecho de la multiculturalidad nos está indicando
que debemos emprender con decisión el camino de las pastorales
especializadas. Solamente desde el conocimiento de las dinámicas culturales
propias de cada grupo podremos generar propuestas exitosas de participación
en la vida de la Iglesia para cada uno de esos colectivos. Pongamos un sencillo
ejemplo: el sacerdote o el agente de pastoral que lleva años trabajando con
grupos pertenecientes al universo cultural de la colonización antioqueña, se
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sentirá perdido si es trasladado a Puerto Tejada. Las iniciativas pastorales que
resultan exitosas en un medio cultural determinado, pueden fracasar
estruendosamente en otro contexto. Recordemos las sabias palabras de
Ignacio de Loyola: el acompañamiento pastoral exige tener en cuenta
personas, tiempos y lugares.
Hasta este momento de nuestra reflexión hemos analizado los desafíos
que plantea la multiculturalidad. Demos un paso adelante para explorar un
rasgo sociológico muy acentuado en la vida de Cali y del Valle del Cauca y
que ha sido estudiado en profundidad por las Naciones Unidas. Se trata de la
exclusión social.
Recomiendo la lectura atenta del INFORME REGIONAL DE
DESARROLLO HUMANO 2008: HACIA UN VALLE DEL CAUCA
INCLUYENTE Y PACÍFICO, elaborado por el PNUD Colombia. Este
juicioso estudio aporta elementos muy valiosos para conocer el tejido social
de nuestro Departamento y de su capital. Pueden tener acceso a este
documento en la siguiente dirección electrónica:
www.idhvalle-pnud.org/informe.html
Cuando nos acercamos a esta sensible problemática de la exclusión
social, tenemos que afrontar una primera dificultad que es su polisemia, ya
que se trata de una expresión que tiene diversos significados según su relación
con contextos, momentos y lugares diversos, las condiciones de los sujetos,
etc., que acentúan las condiciones de marginamiento o rechazo de una parte de
la población.
Dentro de un enfoque estructuralista, la exclusión resulta de procesos
estructurales –valga la repetición – que marginan a sectores de la población de
la esfera productiva y, por tanto, no es el resultado de fracasos individuales; se
trata de un proceso multidimensional que combina e interconecta aspectos
económicos, culturales, sociales y políticos.
El concepto de exclusión contiene el de pobreza pero va más allá. La
pobreza es un camino hacia la exclusión. Además de las carencias materiales,
la exclusión hace referencia a la falta de oportunidades, capacidades y
libertades; a la dificultad de establecer interacciones constructivas por
debilidad de la participación, la solidaridad y la confianza; al alejamiento
forzado de amplios segmentos de la población de aquellos centros donde se
toman las decisiones.
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Como lo demuestran los indicadores del INFORME REGIONAL DE
DESARROLLO HUMANO 2008, la exclusión social es el concepto que
mejor refleja la problemática del Valle del Cauca, lo cual contrasta con altos
índices de concentración de la riqueza y con sofisticados desarrollos de la
industria.
Demos un paso adelante y examinemos el drama de la exclusión desde
un ángulo diferente: asumamos el desafío de ser promotores de la inclusión
social, lo cual nos lleva a comprometernos con la construcción de una
sociedad incluyente, que se caracterice por unos valores de profundo
contenido humano. En la construcción de la inclusión, la acción pastoral de la
Arquidiócesis es protagonista de primera línea.
¿Cuáles son los rasgos que nos permiten afirmar que se trata de un
proyecto social incluyente? El INFORME del PNUD propone los siguientes
elementos:
 Reconocimiento, respeto y valoración de las diferencias y acceso sin
discriminaciones a los derechos, oportunidades y libertades.
 Satisfacción del derecho a la vida y a la integridad en un marco de
convivencia integrador e incluyente.
 Acceso universal y equitativo a servicios educativos pertinentes y de
calidad que incentiven el desarrollo de las capacidades humanas para
poder aprovechar las oportunidades.
 Acceso universal y equitativo a servicios de salud de calidad.
 Acceso a recursos, conocimientos, tecnologías y mercados para las
diversas expresiones de la economía popular, mipymes y negocios
familiares.
 Reconocimiento del medio ambiente como objetivo estratégico.
 Participación ciudadana en la política y en la gestión de lo público.
 Gobernabilidad democrática eficiente y transparente.
El simple enunciado de estos rasgos o componentes de una sociedad
incluyente nos muestra que es de tal magnitud el desafío que se necesita la
colaboración y compromiso de numerosos actores sociales - el sector público,
el sector privado, las ONG, etc. -. Aunque al Estado le corresponden
responsabilidades indelegables, se abre un amplio espacio para la acción
pastoral de la Iglesia
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Antes de seguir adelante, recapitulemos brevemente las reflexiones que
hemos compartido. Hemos tratado de responder a una pregunta: ¿Cuáles son
los desafíos axiológicos que plantea la ciudad de Cali a la acción pastoral de la
Arquidiócesis? A esta pregunta hemos respondido de la siguiente manera:
 La multiculturalidad es una categoría que nos permite acercarnos a
este universo vibrante y complejo que es Cali, con sus dinámicas,
conflictos y posibilidades. La acción pastoral de la Arquidiócesis
debe tomar atenta nota de este rasgo sociológico, profundizar en él y
abrirse a pastorales especializadas que superen las limitaciones de un
discurso pastoral genérico.
 La inclusión social es la tarea que permitirá hacer visibles y
operantes los valores del Reino; por el contrario, el drama de la
exclusión eclipsa cualquier proyecto apostólico. La acción de la
pastoral arquidiocesana, con su activa presencia en la educación, en
la salud, en el acompañamiento de poblaciones vulnerables, es activa
constructora de inclusión social así como favorece un modo de vida
más humano y justo, en la perspectiva de Jesús.
El reconocimiento de la multiculturalidad y el trabajo por la inclusión
social son dos grandes desafíos axiológicos que plantea la ciudad de Cali a la
pastoral arquidiocesana. Demos un paso adelante para entrar en las acciones
concretas.
Algunas sugerencias prácticas para hacer operativos los principios
anteriormente enunciados.
Incursiono en el terreno de las acciones concretas con un profundo
respeto hacia lo que se viene realizando en la Arquidiócesis. Se trata de un
modesto aporte al crecimiento de la Iglesia local.
Valdría la pena que los agentes de pastoral de la Arquidiócesis
desarrollaran un programa que les permitiera conocer a fondo la
multiculturalidad de la ciudad. Con la ayuda de expertos en el tema, que se
encuentran en las Universidades, se podrían identificar y caracterizar los
diversos colectivos que constituyen el tejido social de Cali, analizando sus
símbolos, valores y antivalores, redes sociales, etc.
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Tendría un impacto muy positivo en cuanto a la evangelización,
fortalecer las pastorales especializadas de acuerdo con los diversos grupos o
culturas de la ciudad. El ideal sería que estas comunidades estuvieran
acompañadas por agentes de pastoral cercanos a las respectivas culturas pues
así se facilitaría la empatía.
El conocimiento serio de la multiculturalidad podría acompañarse de
unos talleres para el desarrollo de competencias comunicacionales, de manera
que la proclamación de la Palabra en los diversos momentos – catequesis,
homilías, cursos presacramentales, etc. – conecte con el universo simbólico de
los colectivos particulares y con su vida diaria.
En medio de la desconfianza generalizada en las instituciones – crisis
generada por los escándalos de sus miembros, los falsos positivos y verdades a
medias -, la pastoral arquidiocesana se debe preocupar por generar confianza,
de manera que la comunidad se motive a construir ciudadanía. Y para crear
esta confianza es fundamental que aparezca con nitidez una propuesta de
valores desde el Evangelio que busca la humanización.
Es muy importante que facilitemos la creación de grupos de pares
dentro de nuestras estructuras organizacionales. En la constitución de los
grupos, nosotros los sacerdotes debemos evitar asumir protagonismos; hay que
estimular que sean ellos, los miembros de las comunidades, quienes tomen la
iniciativa. En pocas palabras, debemos apoyar el empoderamiento. Mientras
menos directivos seamos, mejor. Dejemos que la creatividad se manifieste y
no nos amarremos a un modelo único de acción pastoral.
Los agentes de pastoral debemos observar atentamente el clima
imperante dentro de los grupos, comunidades y asambleas. Las reuniones de
Iglesia deben ser amables, descomplicadas, participativas, festivas. Con
frecuencia los católicos emigran hacia las sectas buscando un reconocimiento
social y una participación que no encuentran en nuestras asambleas frías e
impersonales.
Dentro de estos grupos, construidos a partir de intereses compartidos y
de comunes denominadores culturales, debemos propiciar la realización de
talleres que fortalezcan la tolerancia y la solución pacífica de los conflictos.
Así estaríamos haciendo un aporte a la ciudad, que manifiesta preocupantes
índices de violencia.
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En las iniciativas pastorales que llevan a cabo los grupos juveniles hay
que dar particular relieve a una “ética del trabajo” que permita interiorizar
valores tales como la honradez, la responsabilidad, la transparencia, el trabajo
en equipo. Estos aspectos éticos han sido arrasados por la anticultura
"traqueta" que ejerce una fuerte atracción sobre amplios sectores de los
jóvenes.
* * * *
Es hora de concluir esta reflexión sobre la CONSTRUCCIÓN DE
VALORES EN LA CIUDAD. Este tema, que abre un amplísimo abanico de
posibilidades, tuvo una primera delimitación, que consistió en la formulación
de una pregunta: ¿Cuáles son los desafíos axiológicos que plantea la ciudad de
Cali a la acción pastoral de la Arquidiócesis?
La segunda delimitación provino de las categorías de análisis
escogidas. Exploramos caminos de respuesta a este interrogante siguiendo la
pista a la multiculturalidad, que es un componente sociológico esencial para
entender los procesos de Cali; y también siguiéndole la pista a la exclusióninclusión, que constituye el problema más serio del Departamento del Valle y
de su capital.
Finalizamos nuestra reflexión con unas sugerencias muy respetuosas a
la polifacética actividad pastoral de la Arquidiócesis. Esperamos haber
aportado un grano de arena a esta reflexión al cumplirse el primer centenario
de existencia canónica de nuestra Iglesia local.
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