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TEXTO ADICIONAL A LA PRESENTACIÓN: EPILEPSIA COMO ACTUAR
ANTE UNA CRISIS
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Las crisis convulsivas son episodios que, aun cuando las hayamos presenciado en
alguna ocasión, generan gran alarma alrededor del paciente. El paciente no es
consciente en ese momento de lo que le sucede, por ello debemos seguir unas pautas
claras y sencillas y evitar que otros a nuestro alrededor comentan imprudencias. Estos
son los puntos principales
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Aunque parezca difícil o frustrante “no hacer nada” es un hecho que la crisis va a
terminar por si sola en 2-3 minutos. No hay ninguna maniobra (más allá de la
administración de fármacos que utilizan los equipos de urgencias es casos de crisis muy
prolongadas o estatus epiléptico) que haga que finalice antes.
Debemos mantener la calma y lo más importante, hacer que se mantenga a nuestro
alrededor. A menudo las personas, con la mejor intención, cometen imprudencias que
pueden perjudicar al sujeto que ha sufrido una crisis.
Es importante que observemos bien los síntomas y las fases por las que pasa el paciente
ya que podemos aportar datos útiles a los médicos.
Nuestra única misión es evitar que se haga daño o golpee durante la crisis
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Hay que evitar que el paciente se golpee con otros objetos, el suelo, un bordillo…
mientras tiene convulsiones. No se trata de sujetarlo para que no se mueva si no que no
se haga daño. Si es posible debemos colocar un cojín o alguna prenda doblada debajo de
la cabeza a modo de almohada para que no se golpee repetidamente la cabeza.
Si estaba realizando alguna actividad con objetos o maquinaria peligrosa alejarle de los
mismos.
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Un error frecuente es intentar meter algún objeto en la boca: palos, pañuelos, dedos…
con la intención de que el paciente no se muerda la lengua. Es un grave error.
Por un lado, para cuando intentemos hacerlo probablemente ya se ha producido la
mordedura de lengua, que si sucede, ocurre en la fase inicial. Por el otro lado, podemos
producir una obstrucción de la vía aérea y facilitar, además, que el paciente se trague
sus propias secreciones y estas sean un riesgo de aspiración pulmonar.
Hay que dejarle de lado y no introducir ningún objeto en la boca
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La información que podemos aportar a los médicos, especialmente si es la primera crisis
que presenta el paciente, puede ser de gran importancia. Una vez que hemos colocado al
paciente con convulsiones de forma que no se haga daño ni golpee nos centraremos en
observar cómo son los movimientos que presenta (sacudidas, temblor, rigidez o esta
hipotónico), si tiende a movilizar más un lado del cuerpo que otro, si desvía la cabeza o
la mirada hacia algún lado, si emite algún sonido y cuál es la duración aproximada de
esta fase. También si ha cambiado su coloración cutánea (pálido o abotargado o
azulado)
Al finalizar una crisis convulsiva el paciente tiende a quedarse dormido, en un estado de
poca reactividad que se puede prolongar durante varios minutos, con un ritmo
respiratorio diferente y que no responde a estímulos. Esta situación se conoce como
estado postcrítico. Observar esta fase y su duración son datos importantes, también si
vemos que hay asimetrías en la forma de mover la extremidades. Todos estos datos
pueden hacer sospechas que una convulsión generalizada ha tenido un inicio focal.
La duración, tipo de movimientos y existencia o no de un periodo postcrítico pueden ser
determinantes para diferenciar una crisis convulsiva de otros episodios como son los
síncopes.
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Ya hemos visto que introducir objetos en la boca para evitar la mordedura de lengua no
tiene ningún sentido, no se evita y se corre el riesgo de obstaculizar la vía aérea. Solo en
medio hospitalario o los servicios de urgencias pueden introducir un aparato especial
llamado guedel, que no impide la expulsión se secreciones y ayuda a abrir la via aérea.
El paciente dejará de tener convulsiones por sí solo pasados 1-3 minutos, no demos
hacer ninguna maniobra para ello. Mojarlo con líquidos no va a hacer que se recupere
antes y se puede ahogar con ellos.
La medicación oral (aunque sea la propia del paciente), una vez finalizada la crisis o
durante la misma no tienen ningún sentido, primero por el riesgo de aspiración a vía
aérea si no ha recuperado del todo la conciencia y después porque tarda bastantes
minutos en ser efectiva la vía oral, lo que tarde en absorberse el fármaco. Si pueden ser
de utilidad, administradas por alguien experimentado, la administración de fármacos
antiepilépticos preparados para vía rectal (especialmente útiles en niños) o vía intranasal
o mucosa bucal.
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Tras una crisis un paciente respira de forma diferente, más profunda, como mecanismo
compensatorio. No debemos interferir en este proceso ni realizar ninguna maniobra de
resucitación, no estamos ante una parada cardíaca ni ante un ahogamiento
Es importante que el paciente se recupere en un entorno lo más tranquilo posible. En el
periodo postcrítico es normal que esté confuso durante un tiempo, si nos pregunta o
habla debemos orientarle y valorar sus respuestas sin atosigarle y tranquilizándole. No
es beneficioso que haya un gran número de personas a su alrededor, que sólo aumentan
su confusión
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A diferencia de las crisis convulsivas, en muchas ocasiones los pacientes presentan
crisis más sutiles, que pueden pasar inadvertidas en su entorno, en las que predomina
una desconexión parcial o total del medio y en las que los fenómenos motores
(sacudidas, temblores o movimientos más complejos como son los automatismos) son
escasos y no son el fenómeno prominente.
En algún sistema de clasificación de crisis se las conoce como crisis dialépticas, que
agrupa a todas ellas, sin entrar en su subtipo.
Los tipos más habituales son las ausencias típicas y atípicas, de inicio habitual en la
infancia y propias de epilepsias generalizadas y las crisis parciales complejas, que
pueden aparecer a cualquier edad y que son características de epilepsias focales
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Las ausencias típicas se inician en la infancia y suelen desaparecer en adultos, aunque
un porcentaje de estos las mantiene toda su vida. Son propias de epilepsias
generalizadas primarias y por lo demás aparecen en niños/as sin otras anomalías ni
retraso intelectual. Pueden coexistir con otros tipos de crisis como las crisis convulsivas
generalizadas y las mioclonías o sacudidas aisladas bruscas.
Consisten en una desconexión brusca del medio, dejan de hablar o hacer lo que estaban
haciendo, se detienen, no se mueven o tienen movimientos palpebrales, faciales o
bucales muy sutiles, duran segundos y cuando terminan reinician su actividad como si
nada hubiera pasado, en el mismo punto en el que la detuvieron.
Es frecuente que cuando comienzan los niños presentan múltiples episodios al día, a
veces lo advierten antes en la escuela. No hay que confundirlo con los
ensimismamientos que puede tener cualquier niño adulto sin patología
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Crisis de ausencia típica en un niño/a
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Las ausencias atípicas son propias de niños/as con epilepsia en el seno de alguna
encefalopatía que cursa con retraso psicomotor. También son cuadros de desconexión
brusca del medio, habitualmente sin caída al suelo, pero de inicio y fin menos abruptos,
más progresivos y duración algo más prolongada (generalmente inferior a un minuto)
que las ausencias típicas.
También se pueden acompañar de algunos automatismos, caída de la cabeza o
mioclonías. Es frecuente que estos pacientes presenten, además otros tipos de crisis
convulsivas y no convulsivas.
Su respuesta al tratamiento suele ser más pobre, precisando en muchos casos varios
fármacos antiepilépticos.
Para personas no acostumbradas pueden resultar bastante difíciles de detectar
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Las crisis parciales complejas (CPC) son episodios autolimitados de desconexión del
medio, precedidos o no de una sensación previa característica (AURA).
Duran en torno a un minuto o más, el paciente está desconectado, con o sin caída al
suelo y puede permanecer parado o incluso moverse y deambular de manera
“automática”. Es frecuente que el paciente realice algunos movimientos sin sentido o
automatismos, que pueden ser manipulativos (tocar cosas, frotarse las manos o la ropa,
coger objetos), orofaciales (gestos, chupeteo o movimientos masticatorios), fonatorios
(sonidos, carraspeos, lenguaje poco coherente) o incluso movimientos más bizarros y
exagerados como pataleo, giros violentos o posturas extrañas con las extremidades.
La característica es que son movimientos sin propósito o sentido en ese momento y son
repetitivos.
Finalizada la crisis es frecuente que el paciente tarde entre varios segundos o escasos
minutos en ser totalmente consciente de su entorno. En algunas ocasiones sabe que ha
tenido una crisis pero en otras no lo recuerda
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Crisis parcial compleja con automatismo consistentes en movimientos violentos
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Crisis parcial compleja con automatismo orofaciales y manuales
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Las dos medidas fundamentales ante una persona con crisis no convulsivas son la de
observarlo y vigilarlo durante todo el proceso y por supuesto, evitar que se haga daño
durante la crisis si su nivel de conciencia no es normal.; desde evitar traumatismos por
caídas o tropiezos a evitar que manipule objetos peligrosos o retirarle de un entorno
(con maquinaria, obstáculos, cruces…) que puedan suponer un peligro.
Como ya hemos visto las crisis no convulsivas pueden tener una semiología muy
diversa. Será de gran importancia aportar la mayor cantidad de detalles al médico o al
paciente para que este los pueda contar en la visita médica. Los movimientos que realiza
el paciente, su secuencia, duración y orden, su nivel de conciencia y el lenguaje durante
la crisis son datos muy importantes que ayudan a conocer el tipo o incluso lugar de
inicio de las crisis si se trata de crisis focales.
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Debemos permanecer con la persona que sufre la crisis hasta asegurarnos de que ésta
haya terminado y el paciente ha recuperado por completo la conciencia y puede ser
autónomo, de lo contrario habrá que solicitar atención médica o acompañarlo hasta que
pueda ser atendido. Conviene preguntarle si ha sido consciente de la crisis y qué
recuerda de esta, a veces hay una amnesia del episodio y el paciente no sabe que sus
crisis están mal controladas. En otros casos puede recordar una sensación previa o Aura
que también puede ser de utilidad para identificar el origen de las crisis.
Una crisis no convulsiva no suele traer mayores consecuencias físicas (salvo golpes o
caídas), no tiene los riesgos de una crisis tónico-clónica generalizada. No obstante, si es
el primer episodio que presenta un paciente, se deberá solicitar atención médica. En
caso de conocer que la persona sufra de crisis y que esta no difiera de las previas, será
importante aportar toda la información clínica posible pero no será precisa una visita
médica urgente
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No es lo mismo una primera crisis epiléptica en un paciente sin antecedentes previos a
una crisis en un paciente que ya las ha experimentado en otras ocasiones. En cuanto a lo
primero, dependiendo de cómo es la crisis habrá matizaciones. Está claro que un
paciente que nunca haya presentado crisis deberá acudir o ser llevado a un servicio de
urgencias ante una primera crisis, especialmente si es convulsiva, de cara a descartar
causas graves que hayan podido motivar la crisis.
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En pacientes con diagnóstico previo de epilepsia, en general no es necesario solicitar
atención urgente salvo las siguientes excepciones:
– Que presente múltiples crisis en un día
– Si las crisis son muy prolongadas o se encadenan una tras otra (Estatus epiléptico)
– Si se producen lesiones a consecuencia de las crisis
– Si no recupera un nivel de conciencia normal tras la crisis más allá del periodo
postcrítico normal
– Si presenta un tipo de crisis nuevo, que es diferente al habitual
En los dos primeros supuestos será necesario incrementar el tratamiento antiepiléptico.
En la situación de no recuperación del nivel de conciencia o si hay un nuevo tipo de
crisis habrá que descartar un nuevo proceso, responsable de las crisis, diferente de su
epilepsia o que el paciente presente un estatus no convulsivo.
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Un paciente con epilepsia conocida y ocasionales crisis debe estar familiarizado con las
mismas, así como sus allegados. Ante una crisis similar, aislada y con recuperación
normal, la visita a urgencias no aportará ninguna actitud diagnóstica o terapéutica. Es
mucho más útil acudir a una revisión con el neurólogo habitual del paciente, que conoce
su historial de tratamiento y podrá tomar las decisiones más oportunas.
Lo mismo ocurre cuando la crisis, en un paciente con epilepsia conocida, aunque
estuviera previamente bien controlado aparece en clara relación con olvidos en la toma
de la medicación. En ese caso, reiniciar el tratamiento será la medida más oportuna.