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“Sexo, género y confusión”
ARTÍCULO DE JUAN DOMINGUEZ/WWW.ACEPRENSA.COM
El Hospital Clínic de Barcelona realizó la primera operación de cambio de sexo a un
menor en España, con autorización judicial. La intervención ha sido recibida con ese
tono de ¿por qué no?, tan habitual últimamente en una sociedad que prefiere dar por
buena cualquier técnica sanitaria al servicio del deseo. Pero una operación de este
estilo está lejos de encontrar la recomendación unánime de los especialistas.
La cirugía de “reasignación de sexo se realizó sobre un chico de 16 años que se sentía
como mujer. Toda la información procede del cirujano plástico que realizó la
intervención, Iván Mañero, quien asegura que el chico se vestía de chica desde los
cuatro años (¿a los cuatro años un niño decide cómo vestirse?). El paciente aquejado
de este trastorno ha estado en tratamiento durante tres años, aunque no se dice si el
tratamiento ha sido también psiquiátrico.
Sin entrar a valorar un caso cuya historia clínica se desconoce, llaman la atención las
ideas sobre sexo y género que revela Mañero, en estos días de protagonista mediático.
Al haberse especializado desde 1999 en cirugía para transexuales –dice haber realizado
500 intervenciones–, no es extraño que piense que no hay ningún problema. “Ya era
chica. Como género se siente mujer mientras que sus genitales son masculinos. Eso
hace que su vida no sea normal. Nosotros ponemos de acuerdo el sexo con su mente”
(El País, 13-1-2010).
Sus palabras sugieren la idea de que el sexo de una persona es un mero accidente
biológico que puede ser cambiado para seguir el género que uno siente o escoge. “El
error es no diferenciar entre género, sexo y orientación sexual. Género es cómo me
siento, si hombre o mujer. Sexo, cómo son mis órganos. Y orientación, con quién
quiero mantener relaciones”. Ya se ve que aquí lo importante es el “siento” y “quiero”,
no lo que “son” los datos biológicos.
Sin embargo, a pesar de la cirugía, algunos hechos biológicos no cambian. Cada una
de las células del cuerpo de una persona tiene cromosomas que lo identifican como
varón o mujer. Y, durante el embarazo, las hormonas prenatales han modelado de
diferente modo el cerebro de los niños y el de las niñas. El propio Mañero reconoce
que el paciente “deberá seguir un tratamiento hormonal femenino –estrógenos–
durante toda su vida”. Tampoco podrá tener hijos, ya que evidentemente la “chica” no
tiene ovarios.
Lo que la operación no arregla
Si no cabe duda de que la transexualidad o disforia de género es una enfermedad y un
penoso conflicto, lo que no está tan claro es que la “reasignación de sexo” sea la
curación. Destacados psiquiatras que han estudiados estos casos ponen en duda que
resuelva los conflictos del paciente.
Uno de los que han examinado el tema es Paul McHugh, que fue jefe del servicio
psiquiátrico del Johns Hopkins Hospital de la Universidad del mismo nombre.
En un artículo publicado en First Things (noviembre 2004) contaba los estudios que
realizaron al respecto en su departamento con pacientes que habían sido sometidos a
este tipo de cirugía en su hospital.
En cuanto al tipo de pacientes, había fundamentalmente dos grupos. Uno estaba
formado por hombres homosexuales que veían en el cambio de sexo un modo de
resolver sus conflictos y su sentido de culpabilidad, para actuar sexualmente como
mujeres con hombres. El otro consistía en hombres heterosexuales (y algunos
bisexuales) a los que les excitaba vestirse como mujeres y para los cuales la
transformación quirúrgica les otorgaba más verosimilitud.
“La mayoría de los pacientes localizados algunos años después de la cirugía estaban
contentos con lo que habían hecho y solo unos pocos lo lamentaban”, cuenta McHugh.
“Pero en lo que se refiere a relaciones, trabajo y emociones tenían los mismos
problemas que antes. La esperanza de que superarían sus dificultades emocionales
para resurgir psicológicamente no se habían cumplido”.
Otro estudio sobre temas similares realizado en los servicios psiquiátricos del Clark
Institute de Toronto, identificó a este tipo de pacientes como hombres a los que les
excitaba imitar a mujeres seductoras, lo que les llevaba primero a vestirse como
mujeres y eventualmente hacia la solución quirúrgica. Como la mayoría seguían
sintiéndose atraídos por las mujeres, se identificaban ante los psiquiatras como
lesbianas (Quizá por esto Iván Mañero advierte que “puede haber un transexual
homosexual”).
Tras estos estudios el departamento de psiquiatría del Johns Hopkins dejó de prescribir
esta cirugía de reasignación de sexo para adultos. “Como psiquiatras, deberíamos
tratar de arreglar sus mentes y no sus genitales”, dice McHugh. “Proporcionar cirugía
para cambiar el cuerpo de estas desafortunadas personas era colaborar con su
trastorno mental en vez de tratarlo”. Cuando el Johns Hopkins anunció que iba a dejar
de hacer esta cirugía, muchos otros hospitales le siguieron, aunque otros centros
siguen practicándola.
Frente a la idea de una mujer “atrapada” en un cuerpo de hombre (o viceversa), estos
psiquiatras piensan que una persona puede sufrir este trastorno por experiencias
negativas que en la infancia o en la adolescencia les llevan a no aceptar su
masculinidad o feminidad. En un intento de superar este doloroso conflicto, fantasean
con la idea de vivir como alguien del otro sexo. Esto puede llevar a vestirse y a
identificarse más con el sexo opuesto, e incluso a engañarse con la idea de pertenecer
a él.
Jóvenes confusos
Estos diagnósticos psiquiátricos, comenta McHugh, no han sido bien recibidos por los
“activistas transexuales (a menudo aliados con el movimiento gay) que todavía
sostienen que su disforia de género representa su verdadera identidad sexual”. “Uno
podría esperar que aquellos que aseguran que la identidad sexual no tiene bases
biológicas o físicas aportarían más pruebas para persuadir a otros. Pero he
comprobado que hay un fuerte prejuicio a favor de la idea de que la naturaleza es
totalmente maleable”, dice el psiquiatra.
También en España, la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y
Bisexuales ha emitido un comunicado para “celebrar” la operación de Barcelona y
exigir el derecho de un menor a operarse “si así lo desea, cuenta con un estudio
profesional y el apoyo de su familia”. A su juicio, “el trámite judicial retrasa
inexplicablemente la realización de la cirugía y vulnera el derecho al libre desarrollo del
o de la menor”.
Pero no se acaba de entender esta inclinación por el quirófano, cuando la ley para el
cambio de género, aprobada en España por el gobierno de Zapatero en 2007, y que
fue saludada en su momento como “la más avanzada del mundo”, solo pide que al
solicitante se le haya diagnosticado un trastorno (disforia) de género y que haya sido
tratado médicamente durante al menos dos años, pero no exige que el tratamiento
haya incluido cirugía de reasignación sexual (modificación de los genitales).
Por su parte, Mañero piensa que “cada vez operaremos a más jóvenes. La sociedad es
cada vez más madura y hay mayor conocimiento”. Lo más probable es que
efectivamente haya más problemas de identidad sexual entre los jóvenes, por la propia
confusión que hoy se extiende entre sexo, género y orientación sexual, unida al
imperio del deseo.
Pero precisamente por eso la prudencia y los datos psiquiátricos aconsejan no
precipitar decisiones antes de la mayoría de edad y proporcionar a esas personas toda
la ayuda psiquiátrica necesaria.