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Transcript
El Niño y La Semilla
(eco–teatro–cuento)
PRÓLOGO
CUADROS:
I EL OTOÑO
II. EL INVIERNO
III.LA PRIMAVERA
IV. EL VERANO
V. LA GERMINACIÓN
PERSONAJES:
EL PÁJARO
EL NIÑO
EL PERRO
EL MONO DE NIEVE
EL PAYASO
LA EQUILIBRISTA
EL MALABARISTA
EL MAGO
EL CACTUS
LA PRIMERA ROCA
LA SEGUNDA ROCA
PRÓLOGO
(El Prólogo puede ser recitado delante de las cortinas por cualesquiera de los actores o
actrices del reparto. Pero, se sugiere al actor que hace el rol de El Árbol.)
En el origen,
clamó por una piel
la Tierra
para cubrir
su desnudez de roca.
Y en un tiempo cualquiera,
se abrió paso
en la vastedad del universo
un fértil cometa
para preñar con un hálito vegetal
las estériles formas.
Al tiempo,
se manifestó el vigor
en el vástago primigenio
gestando su singular verdor
en la mísera opacidad de la tierra;
y así acordó una promesa de árbol
con la inicial naturaleza.
Desde entonces,
la tierra vivió intensas
transformaciones,
fue cubierta a través de los milenios
por climas diferentes,
supo de sucesión de lluvias
y de soles fecundantes,
fue estremecida por tormentas
y cubierta por mortajas de hielo,
para renacer más tarde
bajo un firmamento anunciador
de nuevos soles.
A veces fue sostén de llanuras,
otras de yermos,
bosques o vergeles.
Y en todo momento el verde brote
se dio maña
para asirse a nueva tierra
y desde ahí
adquirir formas diversas
dibujar hojas
o espinas,
cincelar frutos prodigiosos
anticipados
por un sonrojo de pétalos.
Hoy,
la infinita secuencia
de sus renacimientos
sorprendió al árbol en sus entrañas,
y desde el alba
ha sentido maduradas sus semillas.
Llegó el tiempo,
entonces,
de enviarlas a colonizar remotas tierras:
unas serán pasajeras del viento
y atravesarán los mares
festejadas por delfines;
otras,
serán llevadas por alas abnegadas
remontando esquivas cumbres,
surcando ríos y quebradas;
tal vez,
a causa de un pájaro extraviado
alguna descenderá
en un desierto;
y a pesar de la mísera acogida,
la energía
del impulso originario
podrá hacerla germinar
venciendo
el desolado entorno.
CUADRO
«EL OTOÑO»
PRIMERO
En la escena están el árbol y el pájaro. Las luces y el decorado indicarán tonalidades otoñales
en verde seco, naranja y amarillo. El árbol lo representarán dos actores: uno arrodillado junto a
las piernas del otro que estará erguido. Ambos conformarán un árbol de tronco grueso con las
piernas y los pies harán las raíces; los brazos y las manos del que se encuentra arrodillado
harán las ramas y hojas bajas; el que está erguido hará las partes altas del árbol. Los trajes
tendrán prendidas ramas y hojas; además, en las manos llevarán, también, ramas y hojas,
Al iniciarse la escena, el actor que hace de El Pájaro, estará planeando suavemente y jugando
a volar a ras del suelo. En su desplazamiento por la escena, el pájaro establecerá una relación
con los elementos, dándoles vida y sentido: al agua, al beberla; a una mariposa, al jugar a
pillarla; al viento, al dejarse llevar por él. Finalmente, el pájaro llega junto al árbol y juega con
sus ramas y hojas.
EL ÁRBOL:
(al pájaro que esta junto a él.) Aquí está la semilla (la muestra.). Deberás
llevarla a esa tierra lejana que nos está esperando. (La semilla se encuentra sujeta por una
cinta hecha de tallos verdes, como un collar. El árbol se la pone en el cuello al pájaro.)
Necesitarás tiempo y mucho cuidado. Bueno. Para qué te doy consejos. Lo has podido hacer
muy bien todos estos años.
EL PÁJARO:
(sonriendo.) No te preocupes. Estoy acostumbrado a llevar las semillas
atravesando mares y montañas, valles y ríos. A cualquier parte donde la tierra las necesite.
EL ÁRBOL:
(moviendo la cabeza, preocupado.) No es tan fácil. Queda muy lejos, a un año
de distancia. Deberás atravesar el invierno, la primavera y el verano, antes de llegar a
comienzos del otoño para cumplir tu promesa
.
EL PÁJARO:
EL ÁRBOL:
(se abraza al árbol, cariñoso.) Me cuidaré mucho, no temas. Adiós...
(moviendo sus ramas y hojas.) Anda, anda... ¡Adiós!
El Pájaro se desplaza hacia una esquina del escenario a beber agua. En ese instante entra el
Niño llevando una honda en su mano. Es un adolescente de unos 13 años. Ve al Pájaro y corre
a espantarlo. Este se refugia detrás del Árbol, quien trata de cubrirlo con sus ramas. El Niño ríe
traviesamente y se moja la cara y las manos con el agua. Su relación con los elementos, al
contrario del Pájaro, es brusca y destructiva. Corre detrás de una mariposa dándole
manotazos. El Pájaro se ha sacado del cuello la cinta con la semilla y se la ha puesto en el
pecho, cubriéndola con sus dos alas.
EL NIÑO:
(sonriendo con picardía.) ¿En dónde se habrá metido ese pájaro? (Mira de reojo
hacia el Árbol. Luego habla hacia el público.) ¿Creerá que no lo veo detrás de las ramas?...
¡Será tonto! ¡Le haré pensar que me ha engañado y lo pillaré desprevenido! (Escoge unas
piedras de una bolsa que lleva colgando del cinturón y prueba una en la honda, mirando hacia
atrás para ver si lo está mirando el pájaro. Luego se levanta y, haciéndose el distraído, camina
con las manos en los bolsillos, silbando. Cuando llega a una esquina del escenario pone una
rodilla en el suelo y realiza las maniobras típicas de un hondero, colocando la piedra en el
sujetador de cuero y estira los elásticos de la honda.) De mi no te escaparás, pajarito... ponte a
tiro y probarás mi puntería...
El Pájaro cree que el Niño se ha olvidado de él y se desprende de las ramas del Árbol. Las
ramas de éste le hacen gestos para que se aleje rápido. El Pájaro mueve sus alas para iniciar
el vuelo y, en el momento en que está cerca de la salida del escenario, el Niño le apunta con la
honda y le dispara. El Pájaro cae herido y deja caer la semilla en el suelo. Agita con dificultad
un ala y sale de escena. El Niño corre hacia la salida, gritando jubilosamente: “¡Lo cacé, es
mío, lo cacé!” Mira la semilla en el suelo y la recoge.
EL ÁRBOL:
(grita airado al Niño.) ¡Hey, tú! ¡Espera! ¡Ven acá!
EL NIÑO:
(se detiene junto a la salida y se vuelve. Mira hacia todos lados. Luego camina
en torno al escenario buscando a la persona que le ha gritado.) ¿Quién ... quién me llama?
EL ÁRBOL:
(le hace gestos con las ramas.) ¡Soy yo! Y deja tranquilo al Pájaro.
(Autoritario.) Ahora ¡pásame la semilla!
EL NIÑO:
(no repuesto del asombro, queda con la semilla colgando de la mano. Luego,
mira indeciso al Árbol.) ¿Eres tú quien me habla? Creía que los árboles no hablaban...
EL ÁRBOL:
Hace mucho tiempo que nosotros y los hombres no tenemos nada que
decirnos. Antes nos entendíamos todos con todos en la naturaleza. Los hombres tomaban de
nosotros lo que estábamos en condiciones de darles. Y lo hacíamos con gusto. Pero luego los
hombres comenzaron a derribarnos pensando sólo en su beneficio, sin cuidar el equilibrio que
la Tierra reclamaba. Y por su culpa desaparecieron miles y millones de árboles, creando los
desiertos.
EL NIÑO:
(sintiéndose reprendido.) Pero yo no corto árboles...
EL ÁRBOL:
Claro que no, porque eres muy débil para hacerlo. Pero matas pájaros, que
viene a ser lo mismo.
EL NIÑO:
(Se pone en cuclillas y juega con el dedo haciendo figuras en el suelo.) ¿Qué
tienes que ver tú con los pájaros? Tú no vuelas. No tienes alas.
EL ÁRBOL:
No las necesito, precisamente, porque hay pájaros. Cada uno en lo suyo y
para beneficio de los otros. Los pájaros transportan mis semillas y las hacen viajar por todos
los lugares de la Tierra. Son mis sembradores oficiales. También el viento, pero es un
sembrador muy desordenado porque a veces no se fija en donde las deposita y quedan tiradas
en los pedregales. Y ahí difícilmente pueden germinar. (Tiende una mano hacia el Niño.)
Pásame la semilla.
EL NIÑO:
un cuesco!
(se acerca al Árbol y le deja la semilla en su mano.) ¡A qué tanto enredo por
EL ÁRBOL:
(levantando en alto la semilla.) Este no es un cuesco ¡es un árbol!
EL NIÑO:
(burlándose.) ¿En dónde está el tronco? No veo las ramas...
EL ÁRBOL:
(sentencioso.) La semilla es una promesa de árbol. Y en la naturaleza, casi
todas las promesas se cumplen. Porque todos nos esforzamos para que así sea. (Mira la
semilla.) Aquí se encuentra, como energía y posibilidad, todo lo que yo soy ahora. Con la
ayuda de mi amigo El Pájaro, a quien heriste, esta semilla habría llegado a lejanas tierras, y
aún con la mezquina colaboración del desierto, se habría convertido en un frondoso árbol. (Con
tristeza.) Pero ahora... no se qué hacer…
EL NIÑO:
llevar...
(queriendo compensar el daño hecho.) Bueno... si quieres... yo la puedo
EL ÁRBOL:
(lo mira dudoso.) ¿Tú? Es muy largo el camino. Y no tienes alas. Además, no
pareces ser muy responsable.
EL NIÑO:
(interesado y con voluntad.) ¡Yo puedo llevarla! ¡Te lo aseguro! ¡Créeme!
Tengo buenas piernas (hace ejercicios con brazos y piernas.) Mira mis brazos. Son fuertes. No
tengas temor en confiarme la semilla. ¡Yo cumpliré tu promesa!
EL ÁRBOL:
(indeciso.) No se si deba permitirlo... (Preocupado.) Todos los pájaros han
partido en busca de sol. Es muy difícil que pase alguno por estos lados. (Al Niño.) Es lejos...
EL NIÑO:
No importa lo lejos que sea. Dámela y llegaré con ella a destino. (Estira la
mano, ansioso.).
EL ÁRBOL:
Deberás llevarla a una tierra que desfallece en los límites de un desierto. Los
pájaros me han advertido que le queda apenas un poco de vida y, si no la ayudamos, no
resistirá el avance de la arena. Los árboles que defendían esa tierra fueron cortados por el
hombre y no plantó nuevos en su reemplazo. Hay que tornarla a la vida, nuevamente. Por eso
es tan importante tu misión y no debes fallar. (Con actitud solemne, se dirige hacia el público):
Yo soy promesa y realidad
del árbol,
y al depositar en el lejano yermo
mi semilla,
por vez primera
ese ámbito de hostil silencio,
escuchará el naciente brotar
de mis raíces,
su avance paulatino
buscando abrazar el mezquino suelo,
y su hábil buceo hacia napas escondidas
invitando al agua
que amamante mis frágiles verdores.
Luego,
inundará mis arterias
la humedad rescatada
y el sol de estaciones sucesivas
me harán crecer de nuevo,
y volveré a ser árbol
un árbol fuerte
y generoso;
abriré mi follaje a pájaros desorientados
y en mis tibios rincones
podrán fundar sus moradas.
Después,
el amanecer
cubrirá de resplandores al rocío
prendido en las hierbas iniciales,
hasta que se adormezcan
bajo el amparo de mi sombra;
y adoptaré otros tallos
flores y hojas,
donde jueguen la magia
de la fertilidad
las mariposas,
hasta transformar el inhóspito paisaje
en prodigiosa primavera.
EL NIÑO:
(conmovido.) ¿Y todo eso gracias a una semilla?
EL ÁRBOL:
Sí. Con la ayuda del tiempo ella pintará un hermoso paisaje. ¿Comprendes
ahora el significado de tu misión?
EL NIÑO:
(entusiasmado, salta de un lado para otro, gritando.) ¡Sí que es importante!
¡Lo haré, lo haré! ¡Lo prometo!
EL ÁRBOL:
Entonces, acércate (el Niño se acerca, la cabeza baja, emocionado.) Tú serás
el portador de la semilla para que en esa lejana región haya vida, paz, amor y alegría. (Le
coloca al cuello la cinta con la semilla. Luego lo acaricia con sus hojas y lo vuelve hacia la
salida, empujándolo, suavemente.).
EL NIÑO:
(se devuelve y lo besa.) Adiós… (Se aleja).
EL ÁRBOL:
Ve, hijo mío. Cuídate de los rigores del invierno. No te enredes en las fiestas
de la primavera, ni te dejes sorprender por las somnolencias que trae el calor del verano. ¡No lo
olvides! Debes llegar a comienzos del otoño, que es el tiempo de la siembra. ¡Adiós, y buena
suerte!
El Niño desaparece por uno de los costados del escenario. Las luces van perdiendo
tenuemente los colores otoñales, hasta que la escena se oscurece.
CUADRO SEGUNDO
«EL INVIERNO»
Tanto la iluminación como otros elementos de carácter sonoro, darán la ambientación de un
frío invierno. Sobre el suelo hay un gran paño blanco semejante a un manto de nieve. Debajo
de una abertura que hay en éste, se encontrará tendido el actor que hará El Mono de Nieve y
que viste como tal. Entra el Niño, golpeándose las manos y el cuerpo, tiritando de frío. Se
escucha el silbido del viento.
Niño:
¡Uff! ¡Qué frío tengo! (Se sienta y con los brazos lleva sus rodillas al pecho para
protegerse del frío. Se duerme..)
Entra a escena el actor que hace de El Perro. Recorre la escena con la cabeza baja, olfateando
por si encuentra algo para comer. Ve al Niño y se acerca a él. Lo huele un rato y luego lo
remece con el hocico para despertarlo. Le lame la cara hasta que el Niño despierta.
EL NIÑO:
(despertándose sobresaltado.) ¡Qué pasa! (Ve al perro.) ¡Ya, déjame
tranquilo! (Se levanta y se golpea el cuerpo con las manos para entrar en calor.)
EL PERRO:
Tú no tienes pelos que te protejan del frío. No eres como yo, peludo. Si
te duermes, vas a morir helado.
EL NIÑO:
(le pasa la mano por el lomo.) Gracias. No me volveré a dormir. (Se lleva las
manos al pecho para comprobar si tiene todavía la semilla.) Aquí está. Debo seguir mi
camino… ¡Pero qué frío tengo!
El Niño se pone a saltar y a correr. El Perro lo sigue en todos sus movimientos, buscando
hacer un amigo. El Niño se da una «vuelta de carnero», se sienta y se quita la cinta con la
semilla y la deja en el suelo, luego sigue su juego. El Perro, ridículamente, trata de darse una
«vuelta de carnero.» Desiste y recorre con el hocico el suelo. Llega donde está la semilla. La
huele y se la pone en la boca. El Niño lo ve y corre hacia él.
EL NIÑO:
(tirando de la cinta.) ¡Dámela! (Ambos forcejean por toda la escena.) ¡No seas
malo, perrito, dame la semilla. Debo cumplir una misión muy importante con ella. (Al Niño se le
suelta la cinta y cae sentado. El Perro corre con la semilla en la boca, hacia un costado de la
escena. La coloca entre sus patas delanteras, como si fuese un hueso y la lame.) ¡No te la
vayas a comer, tonto!
EL PERRO:
EL NIÑO:
(sigue lamiéndola.) ¡Qué tanta bulla por un hueso!
¡Ése no es un hueso! Es una semilla.
EL PERRO:
Mmm… tiene gusto a chocolate. (El Niño comienza a acercarse al
Perro, despacio, en la punta de los pies..) Grrrrrrrr… quédate ahí chiquillo. Tengo hambre.
Hace muchos días que no como. Todas las puertas se cierran cuando hace frío y hay un
hambriento afuera.
EL NIÑO:
(persuasivo.) Perrito… ése no es un hueso ni un chocolate. Es una semilla
que debo sembrar para que haya vida al borde del desierto.
EL PERRO:
¿Y qué tiene de malo el desierto?
EL NIÑO:
Este… nada de especial, supongo. Mira, lo que pasa es que no deja que
crezcan árboles. Todo se seca y no hay lugar en donde puedan jugar los niños con los perros.
EL PERRO:
(pensativo.) Vaya…
EL NIÑO:
(recurriendo a un argumento que le parece definitivo.) Y no hay huesos. No se
permiten los huesos. (Ve al Perro mostrarse indeciso.) Haré cualquier cosa que desees si me
devuelves la semilla.
EL PERRO:
(piensa un rato.) Bueno. Te la devuelvo si tú te quedas a jugar conmigo
para siempre. No tengo ningún amigo a quien querer y con quien jugar.
EL NIÑO:
EL PERRO:
¡Oh! No puedo…
Entonces… no hay trato.
(Vuelve a lamer la semilla.)
EL NIÑO:
(se entusiasma al ocurrírsele una idea.) ¡Ya está! ¡Ya sé qué haremos! Te
haré un compañero para que juegues con él durante todo el invierno. (Se acerca al lugar en
donde está la abertura encima del actor que representará El Mono de Nieve.). Aquí se ha
juntado más nieve que en otras partes. Espera y verás.
El Niño se arrodilla y comienza el juego de ir juntando nieve con ambas manos y, al mismo
tiempo, haciendo como que va modelando un mono de nieve. El actor que se encuentra debajo
de la abertura del paño irá emergiendo a medida de las exigencias de la actuación de El Niño.
Cuando El Mono de Nieve se encuentra de rodillas, El Niño detiene su tarea. El Perro se
acerca y husmea al Mono de Nieve por todos lados y luego se queda observándolo, con la
cabeza ladeada, como quien observa un cuadro.
EL PERRO:
Mmmm… no tiene ojos, Tampoco tiene boca. (Mueve la cabeza.) Así no
podrá verme ¿Y cómo va a llamarme para que juegue con él?
El Niño se saca dos botones de la chaqueta y los coloca en la cara de El Mono de Nieve,
haciendo las veces de ojos. Después se busca en los bolsillos y saca una tapa roja y se la
coloca en la cara haciendo las veces de boca.
EL NIÑO:
¡Aquí tienes a tu nuevo amigo! ¡Mira qué bien se ve! (Estira la mano para que
le entregue la semilla.)
EL PERRO:
Mmmm… no tiene pies ¿Cómo quieres que juegue conmigo al pillarse?
Tampoco tiene manos ¿Cómo quieres que lance lejos un palo para que yo lo vaya a buscar,
una y otra vez?
El Niño se pone a la tarea de hacer los pies, brazos y manos a El Mono de Nieve. Este dejará
caer los brazos o doblará las rodillas, alternadamente, haciéndole difícil el trabajo. Finalmente,
queda totalmente terminado.
EL NIÑO:
¡Ahora está perfecto! Yo he cumplido con mi promesa. Ahora
cumplir con la tuya.
tú debes
El Perro ha dejado olvidada la semilla en el suelo y corre de un lado a otro, invitando a El Mono
de Nieve para que lo siga. El Niño recoge la semilla y se aleja hacia la salida. Vuelve la cabeza
hacia El Perro despidiéndose con la mano. El Perro queda solo en la escena, refregando feliz
su cuerpo contra el de El Mono de Nieve y le lame la mano. La escena se oscurece
lentamente, y una luz cae sobre El Perro y El Mono de Nieve, viéndose a este último colocar
una mano sobre la cabeza del Perro y hacerle cariño.
Cuadro tercero
«LA PRIMAVERA»
La escena se va iluminando lentamente, con colores vivos, primaverales. Desde arriba caen
serpentinas y globos que quedan suspendidos a la altura del actor más alto. Entra el Niño y se
queda mirando encantado las serpentinas y los globos. Salta, inútilmente, tratando de alcanzar
un globo. La música de bombos y platillos anuncia la llegada de un circo. Por el costado
derecho entran personajes circenses: El Payaso, El Malabarista, La Equilibrista y El Mago. Los
personajes tendrán trajes adecuados a sus roles. Mediante la actuación representarán aquello
que los personajes son en esencia: la risa, la habilidad manual, el equilibrio y la magia. Los
personajes circenses harán un desfile haciendo sus juegos, para entusiasmar a la gente a fin
de que asista al espectáculo. El Niño los seguirá, saliendo todos ellos por el lado izquierdo del
escenario. Luego aparecerán de nuevo, por el lado derecho; se detienen y se preparan para
realizar cada uno su parte.
EL PAYASO ensaya algunos juegos propios de su rol. Camina ensanchándose el pantalón, se
pega cachetadas provocándose caídas cómicas, etc. Luego, en el centro, hace movimientos
rotatorios con la pierna derecha y, al mismo tiempo, se le va levantando la mano izquierda. Se
mira asombrado la mano y con la otra mano la señala para el público. Rota la pierna al revés y
se le baja la mano. Luego mueve como aspas de molino la mano derecha y, al mismo tiempo,
se le va levantando la pierna izquierda. El Niño se le acerca y trata de seguir su juego. El
Payaso rota la pierna izquierda y se le levanta la mano derecha, haciendo lo mismo El Niño.
Bajan al mismo tiempo sus manos rotando sus piernas al revés. Los otros se ríen y aplauden.
El Payaso y El Niño se inclinan saludando, muy ceremoniosos. Luego mueven como aspas de
molino sus manos izquierdas y se les levantan las piernas derechas. En esa posición el payaso
le indica una cosa en el suelo a El Niño para que la recoja. El Niño le obedece, olvidando de
bajar su pierna y se cae al suelo. El Payaso intenta ayudarlo a levantarse y, gracias al mismo
olvido, también se cae. Todos ríen y aplauden.
LA EQUILIBRISTA prepara su número, colocando en el suelo una cuerda en sentido diagonal.
Luego, con el aparato escénico adecuado a su rol, comienza a caminar por la cuerda, con una
sombrilla en la mano derecha y una flor en la izquierda. El Niño se entusiasma y se apresta a
hacer lo mismo. Titubea y no se atreve. Los otros lo aplauden, alentándolo a seguir. El Niño
comienza a caminar por la cuerda con gran cuidado, estando a punto de caerse en los
primeros tramos. El Payaso le pasa una barra de equilibrista. El Niño la toma con ambas
manos y así logra equilibrarse. La Equilibrista ha regresado por la cuerda y se topan al medio,
creando situaciones de comicidad, hasta que logran pasar cada uno hacia su dirección
contraria. Los otros aplauden y se acercan al Niño para palmotearlo y felicitarlo.
EL MALABARISTA realiza su juego en el centro del escenario. Los juegos con palitroques y
pelotas se darán a través de luces en el telón de fondo, a menos que el actor lo sepa hacer
bien. El Niño sigue el juego del Malabarista, acomodándose poco a poco a los movimientos de
éste, pero botando al suelo los artefactos.
Mientras tanto, el Payaso se ha acercado a El Niño por detrás y, sin que éste lo note, con
mucho aparato escénico le roba la cinta que lleva al cuello. Luego corre haciendo piruetas y
mostrando la semilla con la mano en alto. El Niño se da cuenta de que el Payaso le ha quitado
la semilla y corre detrás de éste. Llenan el escenario con giros, frenadas y esquives, hasta
desaparecer por un costado.
EL MAGO se prepara frente a su mesa de trabajo, a un costado atrás. Un foco hará relevante
el espacio que éste ocupa. El Payaso aparece corriendo por la escena, seguido de El Niño. Al
pasar por el lado de El Mago, El Payaso le pasa la cinta con la semilla. El Niño se detiene y
estira la mano hacia El Mago. Éste, con un gesto espectacular, estira la mano en donde tenía
la semilla y, en vez de ésta, aparece una paloma. El Niño cae sentado por el asombro. Desde
arriba baja un lienzo con un gancho, imperceptibles desde la platea. El Mago prende la paloma
en el gancho, jugándose desde arriba el vuelo del ave hasta que se pierde en lo alto. Luego El
Mago golpea sus manos y vuelve a tener la cinta con la semilla en una mano. El Niño la va a
coger y El Mago con un juego de manos la hace desaparecer y en su lugar comienza a sacar
pañuelos de colores.
El Payaso se acerca con movimientos expresivos y cómicos y se pone detrás de El Mago.
Aparece y desaparece por detrás de él. En uno de sus juegos, estira una mano desde detrás
del Mago, mostrando la cinta con la semilla. El Niño aplaude alborozado. El Mago saluda muy
ceremoniosamente creyendo que lo está aplaudiendo a él. El Payaso camina en la punta de los
pies alejándose del Mago, las manos escondidas detrás de la espalda. Saluda al Mago,
retrocediendo frente a él y éste, agradecido, repite el número de los pañuelos. El Payaso queda
de espaldas al Niño. Éste le quita la cinta con la semilla y corre hacia la salida. El Payaso
palmotea y se ríe a carcajadas. El Mago saluda de nuevo. La escena queda a oscuras.
CUADRO CUARTO
«EL VERANO»
En la escena se encuentran El Cactus, La Primera Roca y La Segunda Roca. Las luces
ambientarán un verano tórrido, de mucho sol, en el desierto. El actor que hace de Cactus
llevará una malla café con manchas verdes y amarillas, tapada por un mameluco ceñido de
color verde gris y espinas. Ambas Rocas vestirán mallas blancas con polleras con flores, trajes
que taparán con túnicas de color gris piedra y manchas oscuras. Los trajes ocultos servirán
para una transformación posterior de los personajes. Todos ellos se encuentran en la parte del
medio de la escena, unos cerca de otros. El Niño entra secándose el sudor del rostro, dando
muestras de un gran cansancio. Se sienta en el suelo, la cabeza baja.
LA PRIMERA ROCA:
(mostrando con el dedo hacia su pecho.) ¡Aaah! Mi querida Roca,
mi querido Cactus (Cada uno responde con la mirada cuando son nombrados.) ¡Miren! Me ha
nacido algo aquí, en mi pecho.
LA SEGUNDA ROCA:
eso.
LA PRIMERA ROCA:
LA SEGUNDA ROCA:
LA PRIMERA ROCA:
(mira sin interés.) ¡Baah! Eso es un vulgar lunar. Nada más que
¡No! No es cierto. Es algo que tiene vida (Se acaricia el pecho)
¡Baah! Es una peca que te ha provocado el sol. Eso y nada más.
No seas envidiosa. (Al Cactus.) Míralo ¿qué es?
EL CACTUS:
(con el tono de quien está acostumbrado a dirimir las discusiones de
ambas.) Ya, ya, no sigan peleando. (A la Segunda Roca.) Y tú no seas tan envidiosa. (Suspira
hondo. Mira hacia la Primera Roca.) Es un musgo.
LA PRIMERA ROCA:
¿Qué es un musgo?
EL CACTUS:
Es un vegetal, muy pequeñito, capaz de crecer en lo árido, como aquí,
sujetándose en una roca como tú.
LA SEGUNDA ROCA:
¿Y para qué sirve esa cosa?
LA PRIMERA ROCA:
¡No es una «cosa»! ¡Ya lo escuchaste! Es un lindo y chiquito bebé
musgo. (Al Cactus) ¿Qué pasará con él?
EL CACTUS:
Él irá deshaciendo tu solidez, desmenuzándote poco a poco, lentamente,
por muchos y muchos años.
LA SEGUNDA ROCA:
LA PRIMERA ROCA:
¡Ya lo suponía! Ese bicho te va a matar.
¡Ay!
EL CACTUS:
No es cierto. El musgo no te mata, sólo te transforma en tierra útil. Y sobre
ti podrán nacer plantas y flores.
LA PRIMERA ROCA:
Qué hermoso me parece... pero este sol lo matará.
EL CACTUS:
No. Él podrá suspender su vida por un largo tiempo hasta que la humedad
lo vuelva a reanimar. Es una de las cosas más perfectas que ha creado la naturaleza para
salvarse a sí misma.
LA PRIMERA ROCA:
De todos modos necesitará cuidado.
La Primera Roca hará el juego de la madre que cuida a su bebé. Lo mecerá y le entonará
nanas. El Niño, que ha escuchado lleno de asombro la conversación de los elementos, se ha
levantado y se acerca poco a poco al grupo, interesado, pero sin intervenir. Los otros
personajes siguen su actuación sin darle importancia.
LA SEGUNDA ROCA:
¿Será tonta?
LA PRIMERA ROCA:
(al Cactus.) Ayúdame a cuidarlo... (el Cactus se encoge de
hombros.) Sé buenito... (Gimotea.)
EL CACTUS:
(conmoviéndose.) A ver, a ver… (Piensa.) Sólo podría ayudar al musgo
tratando de darle sombra. (Mueve los brazos, que el actor hará disparejos pegando el codo del
brazo izquierdo, al cuerpo.) Lo siento, pero no te alcanzo con mis brazos.
LA SEGUNDA ROCA:
¿No les decía yo?
El Niño se acerca a la Primera Roca. Trata de mirar en dónde tiene el musgo. Ésta lo esconde
de él.
EL NIÑO:
LA SEGUNDA ROCA:
Sólo quería ayudarte.
¡Cuidado! ¡Te quiere robar el musgo!
EL NIÑO:
No seas mal pensada. (A la Primera Roca.) Déjame ayudarte. Puedo
acercarte al Cactus para que te dé sombra. (La Primera Roca le hace un gesto afirmativo para
que la acerque al Cactus. El Niño la empuja, suavemente y, en los descansos, le hace cariño.)
LA SEGUNDA ROCA:
¿Y yo?
EL NIÑO:
Si lo deseas puedo acercarte al Cactus, también. Tal vez también te
pueda nacer un musgo...
LA SEGUNDA ROCA:
¿Crees tú? (Se observa cuidadosamente, y luego mira a los otros,
con un gesto pretencioso, como si ya tuviese un musgo.)
El Niño empuja a la Segunda Roca de manera similar que a la primera. Pero la relación de la
segunda no es amable sino arisca. El Cactus ha quedado con el brazo más largo sobre la
Primera Roca y realiza movimientos destinados a proporcionarle el máximo de sombra. La
Segunda Roca empuja a la otra y le quita el lugar, de manera que la deja bajo el brazo más
corto, y éste no le da sombra. El Cactus gira y vuelve a dejar a la Primera Roca bajo el brazo
más largo. La Segunda Roca vuelve a hacer lo mismo.
EL NIÑO:
¡Basta ya! (A la Segunda Roca.) Ella tiene algo que cuidar y proteger.
¿Por qué no ayudas en vez de molestarla?
LA SEGUNDA ROCA:
(amurrada.) ¡Baah! (Duda.) Bueno. (A la Primera Roca.) Ven a
colocarte aquí. (Al cambiarse de lugar le da un pellizco.)
El Niño, mira un rato con mucha simpatía a los personajes, y luego se comienza a salir por un
costado, haciendo un gesto de despedida con la mano.
EL CACTUS:
¡Espera! (El Niño se detiene y lo mira.) Gracias por tu ayuda. Pero, ¿qué
haces por estos lugares tan poco felices?
EL NIÑO:
(le muestra la cinta con la semilla.) Tengo una misión muy importante
que cumplir. Un árbol amigo me encargó que a comienzos del otoño la sembrara para detener
al desierto.
LAS DOS ROCAS:
EL CACTUS:
¡Una semilla que será sembrada y germinará!
¡Una semilla que dará raíces y atraerá la lluvia!
El Cactus y las dos Rocas se han encantado con la idea de la semilla y sus consecuencias
para la naturaleza seca y magra que ellos viven. Se desentienden del Niño y juegan sus partes,
como en un sueño. Las luces y la música seguirán los sueños de cada uno de ellos, siguiendo
el sentido de lo que dicen.
LA SEGUNDA ROCA:
La semilla me regalará un vestido verde todo cubierto de
margaritas blancas. Danzaré sobre tréboles y lirios multicolores. Si, si... ¡Qué hermosa me veré!
Los álamos que crezcan me regalarán hojas plateadas para un sombrero, muy bello, con dos
rosas y un cintillo de enredaderas... ¡Aaah! Seré la Roca más hermosa de la tierra... (Queda
extasiada.)
EL CACTUS:
Yo seré un árbol grande y frondoso. Seré tan alto que mis ramas llegarán
al cielo. Mis pájaros despertarán con su canto a los ángeles, y las nubes llorarán de alegría. Al
compás del viento mis flores y mis hojas se moverán con tanta gracia, que sorprenderán a las
mariposas. Si. Y en las noches seré refugio para los caminantes...
LA PRIMERA ROCA:
Yo... yo...
EL NIÑO:
(metiéndose en el juego.) Di, di ¿qué quieres ser tú?
LA PRIMERA ROCA:
¡Ya sé! Seré roca de un río torrentoso y me vestiré con su blanca
espuma. Lanzaré al cielo su rocío para que lo haga nubes y después fresca lluvia. Mi musgo
crecerá y llamará a los suyos para que pinten otras rocas. Y luego crecerá en mi seno una
planta y sus flores besarán las aguas. También daré albergue a los peces y ellos me contarán
leyendas acerca del mar, de las caracolas y de los intrépidos marinos. Y yo les daré bríos para
que puedan seguir río arriba y depositar sus huevos. (Contempla feliz al Niño y le estira su
mano.) Por favor, danos la semilla para que se cumplan nuestros sueños.
EL CATUS
Y LAS DOS ROCAS:
Sí, sí. Danos la semilla para que se cumpla el sueño de la Tierra.
EL NIÑO:
(se lleva las manos al pecho como resguardando la semilla.) No puedo
hacerlo, aún no es tiempo.
EL CACTUS:
Niño, quédate con nosotros.
LA SEGUNDA ROCA:
¡Oye! ¡Dame la semilla!
LA PRIMERA ROCA:
No te vayas, amiguito...
EL NIÑO:
puedo. Perdónenme.
(yéndose, con la cabeza baja, triste.) No puedo, de verdad que no
Sale de la escena. Ésta se oscurece.
CUADRO FINAL
«LA GERMINACIÓN»
La misma escena anterior. Es de noche. La luna y las estrellas iluminarán la escena. El Cactus
y las dos Rocas están en actitud desolada y triste. Un actor, adelante y al medio de la escena
estará tendido de espaldas debajo de un manto color gris arena con algunas manchas color de
tierra. A la altura de su cabeza, habrá una abertura lo suficientemente grande como para que el
actor pueda emerger a través de ella. Las luces deberán dejarlo fuera de foco hasta que se
indique lo contrario. El Niño entra a escena, extenuado. Trae en la mano la cinta con la semilla.
EL NIÑO:
(girando y tambaleándose por la escena.) Ya no hay tierra... pobre
semilla... no he encontrado tierra en ninguna parte... solamente arena y arena... y ya llegó el
otoño.
El Cactus y las dos Rocas van saliendo poco a poco de su actitud de desolación y dirigen su
mirada al Niño.
LAS DOS ROCAS:
EL CACTUS:
¡El Niño y la semilla!
Dice que no halló tierra en donde sembrar la semilla.
LA PRIMERA ROCA:
EL CACTUS:
Que no muera el pobrecito...
Y la semilla se secará al sol del desierto.
LA SEGUNDA ROCA:
De seguro quedará convertida en un feo pedrusco.
Quedan cabizbajos. El Niño apenas se sostiene de pie, las rodillas dobladas, los brazos y la
cabeza colgando.
EL CACTUS:
No. Esperen. Miren hacia allá. Parece que hay un trozo de tierra. (Indica
hacia el actor que está tendido, quien comienza a respirar, acompasadamente, de modo que se
le escuche. La luz lo alumbra.)
EL CACTUS
Y LAS DOS ROCAS:
siembra en él tu semilla.
(Al Niño.) Mira, ahí hay un trozo de tierra que aun respira. Ve allá y
El Niño se dirige al lugar con mucha dificultad.
LA PRIMERA ROCA:
¡Ánimo, amiguito!
LA SEGUNDA ROCA:
Haz un esfuerzo más.
El Niño cae al suelo poco antes de llegar donde el actor que hace de tierra.
EL CACTUS Y LAS DOS ROCAS:
LA SEGUNDA ROCA:
LA PRIMERA ROCA:
¡No te detengas! Si te quedas dormido morirás al sol.
No te dejes vencer.
Haz un último esfuerzo.
EL CACTUS:
¡Tienes que sacar fuerzas de tu corazón! Si no lo haces, no lograrás
cumplir con tu misión.
El Niño estira su mano con la semilla, pero no alcanza a tocar la tierra. Hace un esfuerzo y
poco a poco se va acercando hasta quedar de rodillas frente al actor que hace de tierra.
Arranca la semilla de la cinta y a punto de desfallecer coloca la semilla en el orificio en donde
se encuentra el actor.
EL CACTUS Y LAS DOS ROCAS:
¡Viva! ¡Lo logró, lo logró!
Desde este momento, la música y las luces irán dando, al mismo tiempo que lo hagan los
personajes, el desarrollo paulatino de la germinación de la semilla, hasta el clímax final.
EL NIÑO:
EL CACTUS:
mis raíces.
EL NIÑO:
(acariciando la tierra.) Hay que ayudarla. Está muy seca la pobrecita...
Aquí no hay agua. Solamente el poco de humedad que logro captar con
Si no la ayudamos, no podrá hacer germinar la semilla.
A medida que cada uno vaya dando su parlamento, una luz los hará resaltar del resto.
EL CACTUS:
Escúchenme. Entre todos podremos traer aquí a la primavera y conocerla.
Sólo si logramos que germine la semilla valdrá la pena seguir viviendo aquí. (Mira alrededor.)
Será algo distinto, más hermoso y lleno vida. (Suspira.) No quiero seguir así, seco y gris.
Tendré que ayudar si deseo convertir este desierto en un paisaje lleno de vida, de paz, amor y
alegría. (Pausadamente.) Escuchen... yo tengo un poco de savia en mi cuerpo... con ella podré
darle humedad a la tierra y ayudar a que germine la semilla.
LA PRIMERA ROCA:
EL CACTUS:
Ten cuidado, amiguito cactus...
(pidiéndole al Niño.) Ven. Ayúdame a llegar donde está la tierra.
El Niño ayuda al Cactus, amorosamente, hasta ubicarlo tendido detrás del actor que hace de
tierra. El foco de luz se apartará de El Cactus de modo que no se vea.
LA PRIMERA ROCA:
Entonces... yo también... yo también ayudaré. Entregaré a la tierra
mi pequeño musgo. Él servirá de abono a la semilla. Además, siento que dentro de sus hojitas
guarda gotas de agua. Niño, ayúdame a llegar a la tierra.
El Niño la ayuda a llegar hasta la tierra, con mucha ternura. En los descansos la acariciará. Ella
actúa con solemnidad como quien entrega una ofrenda.
LA SEGUNDA ROCA:
¿Y yo?... ¿Y yo?... Aguarden... ¡Ya sé! Le daré a la tierra mi
sombra para que el sol no seque y mate a la semilla. (Al Niño.) Ven tú. Ayúdame.
El Niño la hace llegar hasta la tierra, con la misma ternura que a la anterior. Ésta ha cambiado
y responde también con ternura. El Niño se sienta a esperar. Las dos Rocas están alrededor de
la tierra. A medida que amanece, el actor que hace de tierra mimará el proceso de germinación
de la semilla, desde la salida del primer brote hasta quedar totalmente de pie convertido en un
árbol. Bajo el manto que lo cubría, el actor tiene puesta una malla semejando un árbol de
primavera. Tendrá en sus brazos y manos hojas y flores. Mientras tanto, El Cactus renacerá
como tronco bajo, que al despojarse de su mameluco ha quedado en malla café con manchas
verdes y amarillas. Ambos café con manchas verdes y amarillas adquirirán un aspecto similar
al primer árbol que envió la semilla. El sol ha salido completamente. El árbol agita sus ramas y
esparce alrededor papelillos de colores brillantes. Las dos Rocas se han desprendido de sus
túnicas grises y quedan vestidas con sus mallas blancas y polleras con flores. El Niño,
maravillado del nacimiento del paisaje, se levanta y va al fondo de la escena y trae en sus
manos dos coronas de flores y las coloca en la cabeza de cada una de las Rocas. Entran los
actores que representaron los personajes de La Equilibrista, El Malabarista, El Payaso y El
Mago, quienes juegan sus roles. Entra El Perro y se tiende a los pies del Niño. Mientras, El
Árbol, se dirigirá al público, con un tono de gran solemnidad:
Desde este lugar conquistado, esparciré mis semillas y crecerán por doquier los míos hasta ser
un bosque, un bosque inmenso y bondadoso.
Todos los años vendrá la lluvia pues su música en las hojas tendrá sentido; seremos pastores
del curso de sus aguas y ordenaremos su caudal hasta crear un río.
Quizás, en fecha no lejana, arribarán los hombres con sus carros, sus mujeres y sus niños
buscando su tierra prometida; construirán un puente y en la otra orilla nacerá una aldea.
Con prudencia, de nuestro cuerpo harán sus casas, su templo, las cunas de los recién nacidos.
La abundancia de la pradera compartirán sus animales y los míos, y acordaremos un espacio
para cuando llegue el tiempo de los surcos, anunciando el pan en las espigas.
La aldea anotará en su calendario los días más significativos, y los hará presentes con rituales
solemnes y ceremonias compartidas.
Celebrarán sus fiestas con guirnaldas, con cantos y danzas, las manos fuertemente
entrelazadas; y los hombres y las mujeres competirán sus destrezas y gozarán sus hornadas.
Sus hijos vendrán junto a nosotros para jugar sus cuentos y harán surgir de la espesura
duendes y hadas; serán príncipes librando intrépidas batallas para rescatar de feroces
dragones sus princesas secuestradas.
Sí. Una frágil semilla podrá cumplir la eterna promesa, dibujando en el tiempo un grandioso
paisaje; y los hombres se obligarán reconocidos a que siempre haya un bosque, una pradera
y un río; y así habrá siempre una aldea, un templo y un alborozo de niños
TELÓN