Download Comentarios al legado filosófico de Karol Woityla y A. Millan

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Código: ZS05041107
Fecha publicación: 2005-04-11
La herencia filosófica de Karol Wojtyla y de Antonio Millán-Puelles
Entrevista al filósofo Jesús Villagrasa
ROMA, lunes, 11 abril 2005 (ZENIT.org).- En la madrugada del pasado 22 de marzo fallecía en Madrid a la
edad de 84 años, Antonio Millán-Puelles, uno de los mejores filósofos españoles del siglo XX. Pocos días
después, el 2 de abril, Karol Wojtyla, a la misma edad, moría en Roma.
Zenit ha entrevistado al filósofo Jesús Villagrasa, profesor de Metafísica en el Ateneo Pontificio Regina
Apostolorum de Roma, autor de una tesis doctoral sobre la obra «Teoría del objeto puro» de Millán-Puelles y de
un libro, «La fundación metafísica de una ética realista» («La fondazione metafisica di un’etica realista (Ateneo
Pontificio Regina Apostolorum 2005), donde presenta el pensamiento de K. Wojtyla y de A. Millán-Puelles sobre
ese argumento.
--¿Hay algo que acomune a estos dos filósofos?
--Villagrasa: En apariencia, poco. La historia de K. Wojtyla es conocida: polaco, seminarista clandestino,
sacerdote, profesor universitario, obispo, Papa. Millán-Puelles era español, padre de una familia numerosa,
filósofo de profesión, catedrático de universidad por oposición con sólo treinta años, miembro de la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas a la edad de cuarenta. En realidad hay muchas semejanzas. Los dos
han sido grandes filósofos, que han recogido la tradición aristotélico tomista y fenomenológica y la han
renovado en diálogo con la modernidad. Se conocieron en vida durante un simposio celebrado en Roma y que
Millán-Puelles amaba recordar. En esa ocasión, mientras intercambiaban unas palabras, el entonces arzobispo
de Cracovia, Karol Wojtyla, sacó de su maletín la traducción italiana del libro «La estructura de la subjetividad»
de Millán-Puelles, publicada por Marietti, y manifestó al filósofo español que ambos habían seguido caminos
filosóficos muy similares.
--Antonio Millán-Puelles es menos conocido ¿Qué recuerdo tiene de él?
--Villagrasa: Recuerdo sobre todo al hombre, al amigo. Era un hombre noble, un caballero, leal, amigo de la
verdad, de fino sentido del humor, de profunda espiritualidad católica. Amaba mucho a su esposa María Josefa,
a sus hijos y nietos. La última vez que conversé con él en su casa, el pasado mes de noviembre, lo encontré
enfermo, en cama. Aun entre fuertes dolores, conservaba su característico sentido del humor. Barruntaba su
próxima muerte, me dijo, porque «el único apetito natural que me queda es dormir». Amaba conversar de
filosofía. En esta ocasión me desarrolló el esquema de una obra sobre la inmortalidad del alma que ha dejado
incompleta.
--¿Qué recuerdo tiene de Antonio Millán-Puelles como filósofo?
--Villagrasa: Su humildad. Siempre disponible para acoger críticas, me animó a introducir en la tesis los
eventuales puntos de disenso que le planteaba, que no eran muchos. Se prodigaba en las explicaciones. No
hacía alarde de la erudición que poseía. Sólo quien tiene familiaridad con autores y sistemas puede desarrollar
los temas filosóficos con la agilidad, soltura y profundidad con que él lo hacía. Tampoco hacía alarde de
original, aunque lo sea en muchas de sus páginas.
--¿Qué considera más representativo de este filósofo?
--Villagrasa: Su modo de hacer filosofía. Era un pensador serio. Pensaba a fondo lo que decía o escribía y
trataba de exponerlo con claridad y rigor, tanto en las obras de alta especulación como en las de divulgación.
La claridad era, para Millán-Puelles, una exigencia misma de la filosofía, porque ella misma es una aclaración.
Cuidaba la claridad estilística, pero sobre todo el rigor o claridad intelectual: es decir, la precisión, claridad y
distinción del concepto y el orden y la brevedad del discurso. Millán-Puelles es un autor claro, pero no fácil. Se
expresa en un lenguaje denso y apretado sin concesiones a excesos literarios. La profundidad hermanada con
la claridad no ahorran al estudioso la fatiga en los temas difíciles. La frase es ajustada, fácil o difícil según la
idea misma que expresa. No elude la construcción compleja ni el periodo largo. Con fines pedagógicos recurre
a juegos de palabras para apretar en una frase un amplio argumento. Su estilo ha sido comparado al del
orfebre, por la densidad, minuciosidad, cuidado y pulcritud del trabajo.
--¿Dónde encuadraría la filosofía de Antonio Millán-Puelles?
--Villagrasa: Es un metafísico, no sólo por haber sido catedrático de esta materia sino porque concibe la
filosofía como metafísica. Ha incursionado en todos los sectores de la filosofía pero siempre como metafísico.
Los títulos de sus publicaciones manifiestan una gran variedad temática, cosa sorprendente en este tiempo de
especialización. La inteligencia de Millán-Puelles, de gran finura analítica, al estar abierta a un amplio espectro
de intereses, se ha librado de la excesiva fragmentación del saber filosófico y de imponer puntos de vista
pasajeros o unilaterales. Esta apertura temática no era en él una opción arbitraria, sino el estilo mismo de la
auténtica filosofía.
--¿Y dónde encuadraría la filosofía de Karol Wojtyla?
--Villagrasa: Fue profesor de ética filosófica. Pero también es, sin duda, un metafísico. Su primer encuentro con
la metafísica fue duro. En un encuentro con estudiantes romanos que abarrotaban el aula Pablo VI, en el mes
de marzo de 2003, hablando sin papeles, les dijo que mientras trabajaba como obrero había estudiado la
metafísica, por su cuenta, sin profesores, y que trataba de entender esas categorías, y que al final, logró
entenderlas. Y concluyó: «he constatado que esta metafísica, esta filosofía cristiana me da una nueva visión del
mundo, una más profunda penetración de la realidad. Antes tenía estudios más bien humanistas, ligados a la
literatura y a la lengua y aquí, con esta metafísica y con la filosofía en general, he encontrado la clave para una
comprensión y penetración intelectual del mundo más profunda y, diría, ultima».
--¿En qué corriente o escuela filosófica incluiría a estos filósofos?
--Villagrasa: Con reservas en los dos casos, diría que son aristotélico-tomistas y fenomenólogos, abiertos a las
aportaciones válidas de la filosofía moderna y contemporánea. Los principios de la metafísica aristotélica,
«repensados», estructuran sus obras. Millán-Puelles se interesó de la fenomenología de Husserl desde su tesis
doctoral titulada «El problema del ente ideal. Un examen a través de E. Husserl y N. Hartmann». En sus
investigaciones posteriores no abandonó el método fenomenológico. Lo han considerado un pionero de la
fenomenología en el mundo de habla hispana. La tesis en filosofía de K. Wojtyla es sobre un fenomenólogo y
se titula «Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max
Scheler». El fenomenólogo realista con quien más sintoniza K. Wojtyla es el polaco Roman Ingarden. Un buen
conocimiento de la historia de la filosofía y un talante especulativo libran a Wojtyla y a Millán-Puelles de las
estrecheces de escuela.
--¿Lograron una síntesis entre la escolástica aristotélico-tomista y la fenomenología?
--Villagrasa: No lo pretendieron. No corresponde al estilo de Millán-Puelles. Era poco amigo de trasposiciones,
falsos irenismos o fáciles paralelismos. No le convencen las fusiones, síntesis o mezclas inestables de sistemas
filosóficos o autores. Prefiere la confrontación clara, distinguir para unir, perfilar fronteras nítidas cuando las hay
y reconocer, al mismo tiempo, semejanzas y elementos comunes. La contraposición entre sistemas, autores e
ideas es una constante en su modo de hacer filosofía. K. Wojtyla es un filósofo muy creativo. En sus análisis,
aprovecha las tradiciones que mejor conoce, sin pretender elaborar un sistema.
--¿Podría señalarse algún tema principal en estos autores?
--Villagrasa: El tema que absorbe la atención de K. Wojtyla desde el inicio de su carrera académica es la acción
humana. Busca una ontología del espíritu que sirva de fundamento a la ética. Sus dos obras principales «Amor
y responsabilidad» y «Persona y acción» se colocan en este contexto. La atención de su filosofía está dirigida
sobre todo al hombre como sujeto inteligente y libre que actúa en comunidad. La subjetividad del hombre
emerge cuando cada persona se experimenta como responsable de las propias acciones. El acto revela al
hombre como persona. Gracias a la acción, al amor, al don sincero de si, el hombre llega a realizarse.
Millán-Puelles, en toda su obra –también en un libro tan abstracto y aparentemente alejado de la realidad como
«Teoría del objeto puro», que trata de lo irreal– va del conocimiento objetivo a la acción moral pasando por la
metafísica del ser. En alguna ocasión dijo que el problema que más le interesaba era comprender cómo es
posible que el hombre haga mal uso de su libertad, cómo salvar la libertad de un ejercicio autodestructivo.
«Teoría del objeto puro» (1990) es un análisis de la irrealidad e, indirectamente, un estudio sobre el hombre,
que es un «animal de irrealidades» porque se representa muchas «cosas» que no existen. Pues bien, el libro se
cierra con esta frase: «En todo uso de la libertad –también en el uso práctico– lo irreal es imprescindible para la
realidad de nuestro ser».
A. Millán-Puelles y K. Wojtyla son filósofos realistas. La conexión entre realismo y ética, presente en ambos,
está expresada en el título de una de sus obras más representativas de Millán-Puelles «La libre afirmación de
nuestro ser. Fundación de una ética realista» (1994).
--¿Cuál es la herencia que dejan estos filósofos?
--Villagrasa: El contenido de sus obras y un ejemplar modo de hacer filosofía. Espero que los filósofos sepan
apreciar, acoger, divulgar y hacer fructificar este legado.
El legado filosófico de Karol Wojtyla y Juan Pablo II
Recogido por el filósofo mexicano Rodrigo Guerra López
CIUDAD DE MÉXICO, lunes, 11 abril 2005 (ZENIT.org-El Observador).- El filósofo mexicano Rodrigo Guerra
López es considerado como uno de los mayores expertos en el pensamiento de farol Wojtyla.
Doctor en Filosofía por la Academia Internacional de Filosofía del Principado de Liechtenstein, coordinador del
Grupo Interdisciplinario de Bioética de la Universidad Panamericana en la Ciudad de México y director del
Observatorio Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en Latinoamérica se dio a conocer con
sus sobre la filosofía de Juan Pablo II: «Volver a la persona» (Caparrós, Madrid 2002) y «Afirmar a la persona
por sí misma» (CNDH, México 2003).
En esta entrevista concedida a Zenit-El Observador, Guerra López recoge el legado intelectual wojtyliano
--¿Existe continuidad o discontinuidad entre la filosofía de Karol Wojtyla y el Magisterio de Juan Pablo
II?
--Rodrigo Guerra: Karol Wojtyla antes de ser elegido pontífice de la Iglesia era arzobispo de Cracovia y al
mismo tiempo catedrático de Filosofía en la Universidad Católica de Lublín. Este doble papel para él resultaba
ser en realidad uno sólo. Un mismo amor a la Verdad lo condujo a vivir con fidelidad su ministerio sacerdotal y
episcopal y también lo llevó a desarrollar con máximo rigor especulativo una filosofía original que en cuanto al
método puede ser calificada de «fenomenología realista» y en cuanto a la propuesta final es una modalidad de
«personalismo».
Su peculiar pensamiento no tendrá una continuación unívoca y directa en el Magisterio Pontificio. La enseñanza
oficial del Papa no es una filosofía o una teología más sino un servicio de custodia y profundización del
Depósito de la Fe. Sin embargo, no podemos negar que la formación providencial que él tuvo en el terreno del
pensamiento sirvió para que el propio Magisterio incorporara algunas de sus intuiciones personalistas más
queridas. Así como en las obras teológicas de Tomás de Aquino existe una filosofía implícita, me parece
entonces que en el Magisterio de Juan Pablo II también existen intuiciones filosóficas importantes imposibles de
ocultar.
--¿Qué intuiciones originales de la filosofía de Karol Wojtyla han quedado recogidas en su Magisterio
como Papa?
--Rodrigo Guerra: Uno de los aportes más originales de Karol Wojtyla en el terreno de la moral consiste en la
relectura que realiza de la ética kantiana en diversos artículos y en el libro «Amor y Responsabilidad». En estos
textos podemos apreciar cómo Wojtyla sostiene que existe un imperativo categórico concreto y primario para la
conciencia de todo ser humano: ¡Hay que afirmar a la persona por sí misma! ¡Nunca hay que tratarla como
mero medio! Esta idea ha quedado explícitamente plasmada en la Encíclica «Veritatis Splendor».
Otro aporte filosófico es el modo cómo Wojtyla expresa que la acción brinda un momento especial de
conocimiento de la verdad en su libro intitulado «Persona y Acto». Esta idea, que en parte recoge una inquietud
muy típica del pensamiento marxista, le permite al Papa en la Encíclica «Laborem excercens» valorar toda
acción humana y en especial todo trabajo humano como un momento de revelación de la persona como
persona.
El trabajo humano, de esta manera, es el modo natural a través del cual la persona está llamada a construirse a
sí misma y a construir el mundo a la altura de su dignidad. Así mismo, él desde muy joven concibe a la persona
como sujeto comunional lo que ha impactado en el modo cómo en el Magisterio se explica la «unidualidad
relacional» entre varón y mujer, fundamento de la imagen y semejanza que el hombre guarda con Dios,
etcétera.
--Juan Pablo II ha dejado una inmensa cantidad de enseñanzas en el terreno social y bioético. Sin
embargo, estas enseñanzas, ¿son sólo teoría? Pareciera que el Papa es poco escuchado en estos
temas…
--Rodrigo Guerra: Juan Pablo II construyó una nueva síntesis de la Doctrina social de la Iglesia (DSI) en la que
se profundiza su fundamento en el acontecimiento cristiano y las vías concretas para su realización efectiva.
Metodológicamente la DSI no nace en los despachos del Vaticano sino en la acción concreta de los cristianos
en movimiento que gradualmente conforman a través de sus experiencias una sabiduría práctica que luego es
formalmente discernida y reconocida por los obispos y eventualmente por el Papa. Por ello, la enseñanza de la
Iglesia en materia social y hasta bioética nunca es sólo teoría.
Mi querido maestro Rocco Buttiglione solía decir que la DSI es la «conciencia teórica de un movimiento
práctico». Si en algunos momentos el pensamiento del Papa no se verifica en la práctica se debe a un
fenómeno complejo pero importante: los fieles laicos necesitamos reaprender a vivir de acuerdo a nuestra
secularidad constitutiva nuestros compromisos públicos para así poder ofrecer una nueva expresividad histórica
al cristianismo en el contexto de la sociedad actual.